domingo, 2 de noviembre de 2014

VENEZUELA Y LA MÁQUINA DE GUERRA ISLÁMICA.





La turbulencia generada, en primer lugar, por la instauración de un califato suní en parte de los territorios que comprenden Siria e Irak así como también el islamismo insurgentes en Afganistán, Libia, Gaza, Nigeria, Mali, Yemen, Somalia y Sudán del Sur entre otros y, en segundo lugar, el activismo político islámico en Túnez, Egipto y Pakistán han activado, en esa gran región, una máquina de guerra en el sentido dado por Deleuze y Guattari (2008) que amenaza con extender la turbulencia más allá de las áreas en que los citados conflictos se han desencadenado debido al relevante papel que le han dado a la religión desde el punto de vista político con respecto al conjunto de normas seculares que Occidente ha logrado establecer una vez que fue instrumentado el Tratado de paz de Westfalia. El concepto de máquina de guerra de estos dos autores franceses se fundamenta en el pensamiento de Ibn Jaldún (1377/1967)[1] y en el pensamiento de Pierre Clastres (2004). De Jaldún tomaron la idea de que las sociedades se componían estructuralmente en urbanas (sedentarias) y nómadas[2]. Las urbanas las entendía como parte de un orden estatal y las sociedades nómadas las consideraba como una forma de organización social incomprensible para un ser urbano por no regirse por una estructura normativa convencional. Esta incomprensión trae como consecuencia que inexorablemente las sociedades nómadas tendían a destruir el orden estatal urbano para imponer otro, haciendo que la humanidad progrese en forma de espiral a partir de la consideración de la existencia de ciclos históricos que son la resultante de los antagonismos existentes. De Clastres tomaron la idea de que las guerras en las civilizaciones prehispánicas, en especial, las que ocuparon la región oriental del continente suramericano de norte a sur, estaban ocasionadas por el deseo de estas sociedades de evitar que surgiese un orden estatal similar al imperio Tiahuanaco o Inca. La consecuencia de esta visión es que la historia para estas civilizaciones no es cíclica y se explica por su propia desaparición física desde el mismo momento que fueron incapaces de evitar el orden colonial europeo.

El desarrollo este concepto de máquina de guerra se debe a que ambos autores franceses trataron de explicar el origen de la guerra a partir de la relación entre pueblos nómadas y pueblos urbanos o sedentarios. Para el desarrollo de este concepto se apoyaron modernamente del concepto de bárbaro desarrollado por Walter Benjamín (1933/1982), es decir, la de un ser que tiene un modo de vida caracterizado por la pobreza de experiencia privada y de la humanidad, en general, que ha llevado al hombre a “comenzar desde el principio; a empezar de nuevo; a pasársela con poco”.  Para Deleuze y Guattari un nómada es aquel ser cuya vida es un torbellino cuya circunstancia le permite surgir en cualquier lugar debido a que su modo de vida no está basado en la acumulación sino sólo en la satisfacción de sus necesidades básicas.

Dentro de esta perspectiva estos autores afirmaron que la máquina de guerra es expresión de un modelo: en primer lugar, “hidráulico” porque el flujo es su realidad, en segundo lugar, “de devenir y heterogeneidad” debido a una naturaleza atómica caracterizada por el hecho que cada átomo que la conforma opera a su libre albedrío, en tercer lugar, “turbulento”, porque es efecto del paso de “las bandas o manadas de átomos a las grandes organizaciones turbulentas” y en cuarto lugar, es “problemático” porque se parte de la superación de los obstáculos a partir de la consideración de estos en función de los afectos que producen (2008:368). Su fin es la destrucción de un orden existente que en el mundo islámico está representado por los Estados occidentalizados de talante tradicional westfaliano apoyados por Occidente. También si se considera que para la izquierda global y en especial, el Foro de São Paulo (FSP), el orden capitalista que controla, de forma segmentada, los modos de producción a escala global instrumentado desde Westfalia debe ser destruido, este concepto de máquina de guerra puede utilizado. Así pues, podemos afirmar que potencialmente existen en la actualidad dos máquinas de guerra que están operando contra el orden existente. La importancia de esta acotación se debe a que el Estado venezolano con el denominado Plan de la Patria, persigue la destrucción del Estado-nacional en el sentido westfaliano del término con el fin de implantar un nuevo orden político socialista. Este nuevo orden político está basado en el concepto de comuna que en la práctica constituirá una máquina de guerra capaz de extenderse a toda la región gracias al papel que desempeña el FSP por su capacidad conectiva en red para instaurar lo que han denominado como la Patria Grande Latinoamericana y Caribeña en sustitución del orden hegemónico estadounidense (Blanco, 2014a). Para los efectos de este trabajo, un Estado-nación es, en principio, una entidad política autoorganizada capaz, por una parte, de obligar a sus miembros en función de un ordenamiento interno y, por la otra, de evitar la injerencia en sus asuntos internos.

La existencia de dos máquinas de guerra cuyo fin es destruir el orden westfaliano representado por el Estado-nacional moderno se está produciendo dentro de un contexto de crisis de ese orden y la tendencia creciente a la conformación de una estructura internacional multipolar luego del relativamente breve periodo de hegemonía global estadounidense. Si bien, la conexión de Venezuela con el mundo islámico estuvo, hasta el año 1998, relacionada con el petróleo y después de esa fecha con el apoyo que ha dado la política exterior venezolana a todos los movimientos insurgentes que han estado enfrentados de alguna u otra manera a Israel y EE.UU, a partir del 01ENE2015, la presencia venezolana como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (CSONU) va a involucrar a todos los venezolanos de forma directa en los principales conflictos presentes en el globo por dos causas: en primer lugar, porque ha dado apoyo a sus principales aliados en todos los escenarios internacionales, principalmente Siria, Irán, Rusia y China y, en segundo lugar, porque los principales escenarios de conflicto, a la sazón, Ucrania, Irak-Siria y Afganistán colocan a Occidente ante el dilema de tener que escoger entre tres opciones: enfrentar al islam suní insurgente, mantener el orden político-económico mundial actual o enfrentar las dos amenazas al mismo tiempo con un resultado incierto.

De igual forma, si se considera que la capacidad de maniobra internacional de Venezuela se ha reducido drásticamente por la crisis político-social que enfrenta y que su capacidad de decisión va a estar supeditada al condicionamiento cubano-chino-ruso, el margen de maniobra que le queda al país está dado por la capacidad de la clase dirigente de acentuar la crisis interna para desestabilizar el propio país y la región y por la capacidad de manejar una política que logre pendulear entre el apoyo a los Estados nacionales árabes y a los movimientos islámicos.  Desde esta perspectiva las máquinas de guerra islámica y venezolana (esta última como punta de lanza del FSP) van a estar estrechamente conectadas por lo que se plantea la necesidad de examinar el papel de Venezuela dentro de esta nueva fase de turbulencia global a partir del concepto de máquina de guerra antes indicado. Para tal fin vamos a examinar, en primer lugar, la capacidad de la ONU para preservar el orden instaurado por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial en el año 1945, en segundo lugar, las condiciones de posibilidad para que los conflictos actualmente en desarrollo se conecten en red en tanto que elemento posibilitador para el establecimiento de un nuevo orden global desde la perspectiva del concepto de máquina de guerra, y en tercer lugar, el posible rol que jugará Venezuela dentro de esa turbulencia.

1.-        La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la emergencia de un nuevo orden global.

Como se sabe, desde el fin de la guerra fría, han surgido voces que exigen una reforma de la Organización de las Naciones Unidas debido a que su objeto y fin ya no se corresponde con las necesidades de la sociedad internacional actual. Pero el foco de atención está dirigido al Consejo de Seguridad de dicha organización y especialmente al poder de veto que tienen las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, a la sazón, EE.UU., Francia, Reino Unido, la Federación Rusia y China[3]. El inconveniente de ese deseo de reforma es que ese nuevo orden se produjo por la guerra, es decir, surgió como consecuencia de la finalización de un conflicto bélico y se terminó con el fin de la guerra fría, es decir, cuando EE.UU. se convirtió en la potencia hegemónica dentro de un contexto de grandes cambios políticos y sociales una vez finalizado el conflicto entre dos polos hegemónicos representados por este último país y la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La hegemonía estadounidense que hoy día se circunscribe al campo militar, sin embargo, no ha sido capaz de mantener un orden que garantice su supremacía en el globo. Esta incapacidad no ha estado dada en lo específicamente militar, sino en la poca voluntad política de emprender una guerra de dominación como se produjo en Kosovo (1998), Irak (2003-2010) y Afganistán (2001-2014). Esta voluntad política se ha producido a la par en que han emergido nuevos actores políticos en la escena internacional que aspiran a un puesto permanente como Brasil, India, Japón, Alemania e Italia en lo que constituiría un nuevo orden postwestfaliano reformado. Los dos primeros como países emergentes que hoy día conforman el grupo denominado BRIC[4] junto con Rusia y China, y los otros tres, son ex - miembros permanentes del CS de la extinta Sociedad de Naciones y que constituyen el conjunto de las potencias derrotadas en 1945.

A la par de este deseo de reforma, EE.UU. junto con el Reino Unido y Francia, que son miembros permanentes del CSONU, han emprendido un conjunto de operaciones militares tendentes a garantizar la paz y la seguridad internacional en Libia, Mali, Siria, Irak y Afganistán que más que cumplir con el propósito de la organización han generado más inseguridad y una precaria estabilidad internacional. Junto a estas acciones, en primer lugar, Israel con el apoyo de EE.UU ha ejecutado operaciones militares irrestrictas en Líbano y Gaza, en segundo lugar, hay un equilibrio inestable en el mar de China porque en esa región se enfrenta por una parte China y, por la otra, Japón, Vietnam, Filipinas, Malasia y Taiwán. En esta área de tensión también participan Rusia, EE.UU. y el Reino Unido. En tercer lugar, hay una grave crisis política en Ucrania que ha enfrentado a Rusia con Occidente. Y en cuarto y último lugar, hay otra serie de conflictos que han generado o tienden a generar inestabilidad regional y mundial como el programa nuclear iraní y norcoreano, los hallazgos petrolíferos en el ártico, las delimitaciones marítimas colombo-nicaragüense, el proyectado canal interoceánico en Nicaragua y un conjunto de conflictos civiles que tienen como denominador común el Estado islámico como lo son: Libia, Sudán del Sur, Mali, Nigeria y Somalia por citar sólo algunos ejemplos. Contrariamente a la opinión de Taylhardat (2014), el papel de Venezuela en el desencadenamiento, mantenimiento y/o profundización de los citados conflictos no ha sido ni siquiera  ínfimo. Así pues, las condiciones de nuestro país en el CSONU va a ser, en principio, muy similares a las poseídas en el año 1992 con la diferencia que en esta oportunidad el país va a estar alineado con Rusia y China. 

En el año 1992 Venezuela, como miembro no permanente del CSONU, apoyó el establecimiento del Nuevo Orden internacional que EE.UU estaba tratando de imponer como consecuencia del fin de la guerra fría. Dentro de este marco, en ese año se le impusieron sanciones a Libia y la consecuencia de ese hecho fue el acto simbólico de quemar la embajada venezolana en Trípoli. La causa de este hecho se debió a que el país abandonó la tradicional política de neutralidad seguida en relación al conjunto de conflictos que han afectado a África y el Cercano Oriente entre socios del país pertenecientes a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y un Israel apoyado por Occidente.

Como hemos indicado que este nuevo orden internacional tuvo corta vida por la poca voluntad política de Occidente de imponer por la fuerza ese orden, la humanidad está transitando un período de transición política debido a que se ha percibido que esta falta de voluntad ha sido considerada como la oportunidad que se ha presentado a nuevos actores políticos para crear las condiciones de posibilidad de establecer una manera de hacer política diferente a la instaurada con la Paz de Westfalia en 1648 y basada en el Estado-nación. Estos nuevos actores políticos son tres: una izquierda internacional que hoy día se agrupa en el denominado Foro de São Paulo (FSP), el Islamismo Radical (IR) representado por lo que se ha denominado genéricamente Estado Islámico y una red de poderes de alcance global que Hardt y Negri (2000) denominan Imperio, es decir, Imperio de Ley que podríamos agregarle la denominación Mercantil (ILM) (Blanco, 2012). Frente a estas fuerzas, se encuentra el Estado-nacional moderno que trata de recomponer un orden internacional westfaliano basado en un criterio de multipolaridad, es decir, la existencia de unos centros de poder que puedan garantizar la estabilidad a escala global tal como lo ha sugerido Mouffe (2007).

Frente a este conjunto de intencionalidades Venezuela ha adoptado una política que persigue desde el Estado-nación, la democratización de la comunidad internacional en contraposición al orden hegemónico estadounidense y del multipolar basado en centros de poder ubicados y reconocidos como los miembros permanentes del CSONU. Este orden propuesto lo denomina pluripolar.

Ahora bien, si se considera que todos los cambios políticos que se han producido en la estructura de la comunidad internacional desde el año 1648 han sido por la guerra, tal como lo indicó la Conferencia de Viena en 1815, las Conferencias de Berlín en 1884-85, el Tratado de Versalles en 1919 y la Conferencia de San Francisco en 1945, la emergencia de un nuevo orden internacional es sólo posible, de igual forma, mediante la guerra. El inconveniente que se presenta es determinar la naturaleza de la guerra que al parecer estamos comenzando a vivir tal como lo ha indicado el Papa Francisco I en fecha reciente[5]. En este sentido, Qiao y Wang (1999), van Creveld y Luttwak y Hardt y Negri, han dado luces de cómo es la naturaleza de la guerra actual.

Qiao y Wang han propuesto una nueva categoría de guerras que ubica el campo de acción en el espacio donde no existen normas que no han sido reguladas convencionalmente. Estas categorías las denominaron: militar, extramilitar y metamilitar. La militar abarca los siguientes tipos: Nuclear, convencional, bioquímica, ecológica, espacial, electrónica, terrorista y de guerrillas. La meta-militar se refiere a la guerra: Diplomática, psicológica, tecnológica, de redes de información, de inteligencia, de contrabando, de drogas y disuasión. La extra-militar incluye: recursos, ayuda económica, sanciones, medios de información, finanzas, comercio, derecho e ideología. A partir de esta categorización, establecieron una serie de principios de acción bélica donde se destaca el uso de medios ilimitados dentro de un contexto de objetivos limitados y consumo mínimo (Ibíd.). Operar con medios ilimitados en cada una de las categorías mencionadas precedentemente nos da un abanico casi ilimitado de formas de acción que pueden ser aplicadas: en primer lugar, omnidireccionalmente en diferentes planos; en segundo lugar, de manera simultánea (sincrónicamente); en tercer lugar, asimétricamente con respecto al punto más débil del adversario; en cuarto lugar, mediante una coordinación multidimensional. Todos estos aspectos sometidos, consecuentemente, a un sistema de ajuste y control.

Van Creveld y Luttwak (SSI, 2010) han indicado que la guerra ha perdido su frontalidad y ha hecho que reaparezca el concepto de ‘justo’ en la realización de acciones bélicas. Ello se debe a, en primer lugar, al advenimiento, no sólo de un nuevo campo de batalla tecnológico , sino también la aparición de otras comunidades políticas más allá del Estado capaces de hacer la guerra, y en segundo lugar, la poca tolerancia de los países de Occidente para soportar bajas civiles y militares en conflictos bélicos, que los ha obligados a recurrir a otras formas de antagonismo, amparado en la amenaza de empleo de armas de destrucción masiva, relacionadas con el resurgimiento de lo que en el pasado se denominó guerras privadas y mixtas que han afectado las normas con que se regía el derecho de la guerra, facilitando en consecuencia el surgimiento de cuerpos mercenarios.

Hardt y Negri (2004 y 2012), por su parte, han propuesto, siguiendo a Deleuze y Guattari una forma de hacer la guerra, a escala global, basada en la resistencia, el Éxodo de la estructura de producción capitalista y el vaciamiento de las estructuras de poder del Estado, dentro de la coyuntura de la crisis financiera actual, por intermedio de una táctica basada en el concepto de enjambre que considera la reversión en el capital de la carga de la deuda, la destrucción de los dispositivos de seguridad, la construcción de una verdad fuera de los sistemas de mass media y por último, la construcción de un sujeto constituyente para instaurar una democracia absoluta. Su intención es reproducir a escala global lo ocurrido con la caída del muro de Berlín y/o la primavera árabe bajo la forma de un nuevo mayo francés global.

De manera general se puede afirmar que estas son las tres caras de un nuevo tipo de guerra que puede ser realizada por Estados, grupos e individuos de manera simultánea y sucesiva. De igual forma, se puede observar que todos estos autores describen de una u otra forma la gramática de la guerra, no su lógica política y al efecto creo que esta lógica está basada en una teología que justifica las relaciones de poder que se quiere imponer o mantener. Por una parte se opone el orden teológico islámico suní al orden secular westfaliano (o reformista postwestfaliano) y por otro se opone el orden westfaliano (o reformista postwestfaliano) frente a una propuesta de orden secular que se ha apropiado de un discurso teológico a partir de la mezcla de una teológica de la liberación con lo que se ha dado en denominar filosofía de la liberación de origen latinoamericano (Scannone, 2009, Quijano, 2000 y Dussel, 1996). Si se considera la naturaleza teológica del antagonismo en conjunto al carácter de ‘justo’ que se la ha dado a la guerra, desde una perspectiva moral, se está generando las condiciones de posibilidad para un ascenso a los extremos, desde el punto de vista bélico, en función de la puesta en juego político, es decir, la destrucción del orden existente. Frente a esta situación antagónica se puede afirmar que la ONU es un escenario de conflicto que se expresa en un plano discursivo y en las decisiones que se toman y dejen de tomar para asegurar la paz y la seguridad internacional de una idea de orden que ha quedado en el pasado que se expresa en las confrontaciones violentas que se encienden de manera constante alrededor del globo.

La pregunta que surge al respecto es: ¿es capaz la ONU de sobrevivir a un nuevo orden? La respuesta a esta pregunta, si se toma en cuenta la experiencia de la Sociedad de las Naciones, amerita la consideración de los antagonismos existentes. Una visión reformista sería aplicable en dos casos, es decir, si la reforma es entendida como un intento de preservar el orden existente como se intentó infructuosamente antes de la 2 GM en relación con la URSS y Alemania o si se da el caso de que haya la necesidad de recomponer un orden en una nueva postguerra como ocurrió en Viena (1815). En este caso la ONU demostraría una capacidad de supervivencia. Esta segunda opción permite introducir la visión no reformista. Esta visión tiene dos vertientes que apuntan, por una parte, a la derrota político-militar de los garantes de la ONU sin su aniquilación y, por la otra, a la desaparición del Estado nacional como organización política protagónica. En el primer caso nos encontramos frente a un posible orden imperial global o una guerra permanente hasta el fin de uno de los antagonistas, lo que supondrá una etapa de transición entre un orden imperial y otro orden por conocer. En el segundo caso se estaría enfrente a ese otro orden que asemejaría al de una pax mongólica, es decir, un orden surgido después de la destrucción del orden estatal en general. Esta pax mongolica es lo nos retrotrae al concepto de máquina de guerra de Deleuze y Guattari. El orden imperial o la pax de carácter mongol significarían, en ambos casos, el fin de la ONU porque está subyacente el fin del Estado nacional como principal organización política de carácter representativo.

Ahora bien, si se considera que de alguna u otra manera Venezuela encarna en la representación estatal en el CSONU la visión reformista y en su política interior, enmarcada en el Plan de la Patria, la pax mongólica, la nueva pregunta que surge es: ¿en un escenario de guerra global, cómo sería la intensidad de esta guerra como para poner en jaque el orden instaurado en 1945 y cuál sería el papel que pudiera jugar Venezuela en esas circunstancias políticas? Vamos a intentar responder esta pregunta en los párrafos siguientes.

2.-       Las condiciones de posibilidad de conexión en red de los conflictos presentes en la comunidad internacional.

Hardt y Negri han usado la imagen de la Guerra de los Treinta Años (GdlXXXa) para explicar el estado de guerra global actual. Estos autores creen que esa guerra civil alemana fue en realidad una guerra civil europea con consecuencia extra-continentales por lo que el estado de guerra actual es, para ambos autores, el equivalente de una guerra civil de alcance global[6]. La particularidad de la GdlXXXa fue que fue una red de conflictos a escala europea con repercusiones globales, por lo que surge el interrogante de saber si es posible pensar en una red de conflictos de alcance global. Teniendo este fundamento se podría pensar la guerra desde una perspectiva estatal y desde una perspectiva no-estatal.

Desde la perspectiva estatal los países con veto en el CSONU mantienen situaciones conflictivas, en primer lugar, en el extremo oriente que involucra por una parte a China frente a Japón (con apoyo estadounidense), Vietnam, Taiwán, Filipinas, Indonesia y Malasia y, por la otra involucra a Corea del Norte (apoyada por China y Rusia) frente a Corea del Sur y Japón (con apoyo de EE.UU.). En segundo lugar, el mar Negro que ha colocado a Rusia frente a Ucrania y los países que conforman la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Y en tercer lugar, el mar Mediterráneo que ha colocado, por una parte, a Siria (con el apoyo de Rusia, China y Venezuela) frente a los IR y EE.UU. (con el apoyo básico de Francia, Reino Unido, Turquía, Arabia Saudita y Qatar) y, por la otra, a Israel frente a Palestina. En cuarto lugar, el océano Ártico que opone a Rusia contra la OTAN (especialmente Noruega, Dinamarca, Reino Unido, Canadá y EE.UU.). Por otra parte, se proyectan situaciones conflictivas en el golfo Pérsico y potencialmente conflictivas en el océano Índico o en mar Caribe. En el golfo Pérsico se enfrentan EE.UU. e Israel  con Irán (esta última con el apoyo de Rusia, China, Venezuela y Corea del Norte), aunque en los actuales momentos se vive un proceso de distensión. En el océano Indico, a India y Pakistán que también ha pasado un proceso de distensión. Y por último, el mar Caribe se proyecta como un área de conflicto por las delimitaciones pendientes entre Colombia y Venezuela, Colombia y Nicaragua, Nicaragua y Costa Rica y Venezuela y Guyana y el resto del Caribe anglosajón (con la excepción de Trinidad y Tobago) dentro del marco de la ampliación del canal de Panamá y la construcción del canal interoceánico nicaragüense, por lo que EE.UU., China, Rusia y Cuba, estarán también directa e indirectamente involucrados (Blanco, 2014).

Desde la perspectiva antiestatal, en la actualidad se presentan de forma efectiva y potencial diversos conflictos civiles en diferentes partes del globo que tienen un potencial de proyección trasfronteriza. De forma efectiva, estos conflictos están presentes en Irak, Siria, Libia, Afganistán, Pakistán, Colombia, Nigeria, Mali, Marruecos, el cuerno de África, Yemen y Gaza. De forma potencial, estos conflictos se pueden presentar en EE.UU. (por la crisis político-social que enfrenta), Venezuela (por la estrecha relación de los movimientos antiestados presentes en Colombia y el resto de la región) y Líbano (por la atomización teológico-política que involucra a diversas manifestaciones políticas del islam, del judaísmo y del cristianismo).

Como se puede observar, la estructura de los antagonismos y de las entidades políticas que lo expresan indican la presencia de una red de alianzas entre Estados que oponen a EE.UU. y Occidente (incluyendo a Japón e Israel) frente, por una parte a China, Rusia, Corea del Norte, Siria, Irán y aliados (incluyendo a Venezuela) y por la otra al IR en sus diversas manifestaciones. De igual forma, Rusia, Siria y China se oponen al IR, así como EE.UU. y Occidente se oponen al FSP. Esta situación conflictiva que enfrenta a estos tres grupos de antagonistas evidencia, en primer lugar, un enfrentamiento entre, por una parte, una visión estatal moderna seguida especialmente por Rusia, China y Siria contra una visión antiestatal representada por el IR y, por la otra, una visión estatal que podríamos denominar postmoderna por incluir elementos antiestatales y estatales frente a una visión antiestado que involucra, por una parte, a Venezuela y el FSP y, por la otra, al IR. Lo que resulta complejo es entender, en primer lugar, cómo EE.UU. y Occidente apoyaron a los movimientos IR en Libia, Irak y Siria y en menos de un año después les está haciendo la guerra y, en segundo lugar, la posición de Venezuela.

El caso de EE.UU. y Occidente puede ser explicado, siguiendo por una parte a Hardt y Negri y por la otra a Luttwak y van Creveld, en el sentido que la poca proclividad a hacer la guerra ha fomentado, en primer lugar, la aparición de empresarios militares privados y, en segundo lugar, el surgimiento de conflictos de diferente naturaleza a escala global por la creciente incapacidad política y material de los Estados imperialistas tradicionales de emprender operaciones militares a gran escala en ultramar. En el primer caso, los empresarios militares privados han logrado obtener, de forma más visible, un importante grado de autonomía para operar en diferentes escenarios. Este hecho no es nuevo en el tercer mundo si se considera que muchas empresas, sobre todo en el ramo petrolero han sido causantes de importantes conflictos locales y regionales como la guerra del Chaco o del cuadrilátero de Leticia por citar sólo dos ejemplos, la diferencia es que hoy en día estas empresas han comenzado a organizar sus propios ejércitos privados[7] . En el segundo caso, los Estados imperialistas tradicionales se han visto en la necesidad de operar en conjunto dentro de un marco legal más o menos establecido para obtener fines políticos amparados en los principios de la ONU, después que sus “empresarios” desestabilizan una región para “estabilizarla” en nombre de la paz y la seguridad internacional.

El punto de quiebre se produjo en el año 2003 cuando un Estado, EE.UU., falseó información para justificar la invasión de Irak, debido a que a partir de ese momento comenzaron nuevamente a coincidir los aspectos públicos y privados en el sentido que lo publico en Occidente se ha subordinado a intereses privados trayendo como consecuencia que la guerra haya perdido su frontalidad y haya convertido a esos países y sus sociedades en blancos militares en el sentido que el Estado ha tenido que intervenir para “terminar” aquello que los empresarios militares privados no han podido lograrlo. Dos ejemplos de lo afirmado han sido “las contribuciones” de Occidente para reconstruir la infraestructura destruida por los israelíes en el Líbano (2006) y Gaza en dos oportunidades (2009 y 2014). Ello explica el carácter postmoderno de EE.UU. y Occidente en lo que concierne a lo que tradicionalmente se ha entendido como Estado.

Lo que resulta decisivo mencionar aquí es que estos empresarios militares privados, que operan dentro de una estructura económica que está más allá del Estado, son una forma de antiestado que en cierta manera coincide con el objetivo del IR y el Plan de la Patria que está tratando de instrumentar el gobierno venezolano en concordancia con el FSP. Así pues, lo no-estatal, expresa aquí los movimientos antiestado. En este contexto, el Estado es una estructura que mediante una autoorganización que expresa la propiedad de los modos de producción que a escala global se ha mantenido en cierta forma desde el Tratado de Paz de Westfalia y los movimientos antiestado buscan acabar con ese tipo de apropiación y consecuentemente, de la relación política que genera.

El movimiento antiestado que está ejecutando el IR en diferentes Estados de África y del cercano oriente en oposición a los Estados-nacionales implantados por Occidente en la región se sustenta en un plano intuitivo que conjuga una cultura ancestral que ha logrado sobrevivir frente a un cúmulo de injusticias generadas por un forzado proceso de occidentalización. De ahí el papel de la religión en las sociedades nómadas frente al papel de la norma legal (de origen occidental en este caso) de las sociedades árabes urbanas o sedentarias tal como nos lo ha indicado Jaldún y han recogido Deleuze y Guattari. El movimiento antiestado que se ha generado en el seno de Occidente persigue destruir todos los óbices que impiden que se mantengan y desarrollen los flujos económicos como un todo en beneficio de los que pueden ejecutar la actividad privada en sí. En Venezuela, por su parte, desde el año 1998 oficialmente se ha privilegiado lo público sobre lo privado primeramente reproduciendo en el país el orden cubano y posteriormente siguiendo sus lineamientos para la construcción del socialismo tratando de seguir al respecto los postulados del Plan de la Patria. Esta orientación política ha estado enmarcada, como ya hemos indicado, dentro de las pautas que ha estado desarrollando el FSP por lo que, lo que ha realizado nuestro país hasta ahora, en cierta forma se ha reproducido en toda la región[8]. Esta afirmación se corrobora por el hecho que, en primer lugar, las declaraciones finales de las reuniones del FSP, en especial, en Caracas (2012) y La Paz (2014), se ha establecido como su objetivo final “luchar contra el neoliberalismo y las guerras, a construir un mundo de paz, democracia y justicia social… un mundo socialista” y, en segundo lugar, en el año 2014 concluyó afirmando la necesidad de “Derrotar la pobreza y la contraofensiva imperialista, conquistar el Vivir Bien, el Desarrollo y la Integración en Nuestra América”, dentro de un contexto caracterizado por

“… una fuerte crisis estructural del capitalismo, acompañada de la disputa por espacios geopolíticos y geoestratégicos,  la emergencia de nuevos polos de poder, las amenazas contra la paz mundial y la agresividad militar e injerencista del imperialismo que  intenta revertir su declive. Adicionalmente a la crisis económica hay que sumar la ambiental, la energética y la alimentaria, así como la crisis de los sistemas de representación política [que] exigen una firme respuesta de los pueblos latinoamericanos y caribeños y una eficaz actuación de las fuerzas progresistas, populares y de izquierda” (FSP, 2012).

Si se tiene presente que la idea de dicho foro fue concebida por Fidel Castro e Luiz Ignacio “Lula” da Silva, se explica el permisivo empleo del potencial económico venezolano realizado desde el año 1998 para alcanzar ese fin con el apoyo de la izquierda internacional. Dentro de esta perspectiva, el FSP está buscando destruir la estructura económica global actual, que se encarna en una manera de concebir el Estado, desde ese mismo Estado para construir otra forma de organización política basada en la apropiación y la construcción de nueva capacidad productiva que denominan socialista que permita alcanzar los objetivos de la organización. Pero esta intención se ha realizado en un contexto en que el empuje alcanzado en la década pasada está llegando a su límite como lo han demostrado las elecciones en Venezuela en el año 2012, Argentina, 2013 y Brasil en fecha reciente. Esta realidad permite entender, en primer lugar, la debilidad de la propuesta del FSP y, en segundo lugar, la apremiante necesidad de esa organización de aprovechar la debilidad de Occidente, en general, desde la perspectiva del Estado y de acelerar  la imposición del nuevo modelo político, al menos, a escala regional. Y permite entender, a su vez, la naturaleza de la guerra desde la perspectiva de los medios empleados de acuerdo con las tipologías antes indicadas.

Esta perspectiva no-estatal que se evidencia en Occidente, el FSP y el IR se opone en cierta forma tanto a la visión estatal moderna que encarnan Rusia, Irán, China y en general los Estados que agrupan Asia y el extremo oriente, como al orden estatal postmoderno que se mantiene básicamente en EE.UU. y Europa. Ahora bien, ¿cómo se expresa el movimiento antiestado en Occidente?, ¿qué es el FSP?, ¿qué es el IR? Hardt y Negri (2000), como ya hemos indicado, han expresado que en la actualidad existe una tendencia que denominan Imperio (ILM) y la definen como una evolución postmoderna de la forma Estado caracterizada por ser una forma de organización política soberana, racional y segmentada de alcance global que preserva una particular estructura de producción y propiedad mediante el uso de la fuerza dentro de su espacio que está conformada por Estados, empresas, organizaciones no gubernamentales, etc. Por otra parte, el FSP es una agrupación de partidos y grupos de izquierda latinoamericanos, constituido para reunir esfuerzos dentro de un amplio margen de intereses incluso contrapuestos, para debatir sobre el escenario internacional después del fin de la guerra fría y sus consecuencias en la región. En este foro, los miembros de la región tienen voz y voto, sin embargo, a los encuentros de esta agrupación asisten normalmente partidos y movimientos sociales de izquierda de otras regiones del mundo dentro del marco de establecimiento de directrices políticas que son ejecutadas de diversas y variadas formas con el apoyo de la organización. El IR, por su parte, se asemeja al FSP con la diferencia que, por las circunstancias en que se encuentran, se han visto en la necesidad de dar más preponderancia a la lucha armada para alcanzar sus objetivos.

Si se observa ahora, la forma de alcanzar objetivos tanto del ILM, FSP e IR, se evidencia el empleo de métodos erosivos basados en tácticas de enjambre que buscan generar conflictos por la existencia de un mismo combustible (el orden occidental westfaliano) y un mismo comburente (la necesidad planteada por destruir ese orden). Por ello es que es posible visualizar, en primer lugar, la acción del IR en África y el cercano oriente como focos de conflictos que están conectados en un plano de inmanencia teológico-político, en segundo lugar, en Latinoamérica y el Caribe insular mediante un discurso teológico-político sustentado en una teología y filosofía de la liberación. Por su parte, el ILM es un tipo de orden que se asemeja al que intentó implantar la España de los Habsburgo antes de su declive definitivo una vez que no se pudo recuperar de las derrotas militares en la batalla naval de las Dunas y la batalla terrestre de Racroi. De ahí parte de las semejanzas con la GdlXXXa en términos de la naturaleza de los antagonismos, al menos, desde el punto de vista político. El otro aspecto que puede dar idea de semejanza y no considera Hardt y Negri se presenta si se superponen las dos estructuras de conflictos, es decir, la dada entre Estados y la que se presenta entre Estados y los movimientos antiestado. Si se hace esta superposición, se presenta una única red de conflictos que tiene como centros de bifurcación a EE.UU., Venezuela, y donde está presente el IR debido a que en estos países está presente con igual intensidad el Estado y el antiestado. El Estado por intermedio del orden existente y el antiestado por la máquina de guerra evidenciada por los empresarios militares y por un milicianismo de naturaleza nómada que tiene una gran capacidad de expansión regional tanto en el mundo árabe como en Iberoamérica.

Así pues, en la comunidad internacional está presente una estructura de conflicto que conecta antagonismos entre Estados y antagonismos entre Estados y el movimiento antiestado evidenciado en dos vertientes, el IR y el FSP. Al ser Venezuela uno de los elementos de bifurcación entre estas tres formas de conflicto, vamos a ver ahora qué papel puede jugar nuestro país en el CSONU en un contexto de maximización de la intensidad de los antagonismos a escalada global.

3.-       El Rol de Venezuela en la ONU y en el nuevo orden global.

Taylhardat y Arria (2014) hicieron grandes esfuerzos para evitar el ingreso de Venezuela como miembro no permanente en el CS para el período 2015-2016, porque no va a ayudar a preservar la paz y la seguridad internacional como lo establece la ONU como uno de sus fines principales. Entre su argumentación adujeron, entre otras cosas, lo siguiente:

·        Mantener una política militarista agravada por la incorporación de un gran número de civiles (milicias) a actividades de carácter militar.
·        La exportación de la revolución bolivariana a la región.
·        Una confrontación con EE.UU. con repercusiones globales.
·        Las declaraciones realizadas de incapacidad del organismo de dar cuenta de los problemas globales.
·        Las facilidades que le ha dado a movimientos radicales en el cercano oriente como el hezbolá, Hamas y otros grupos subversivos como los presentes en Colombia.
·        La asociación con regímenes no democráticos como “el de Sadam Husein, Gadafi, al-Bashir, al-Asad, Ahmadineyad y Mugabe”.
·        La acusación de delitos de lesa humanidad que enfrenta el presidente de Venezuela y otros funcionarios del gobierno.

Este elenco de razones esgrimido por estos dos venezolanos reflejan una preocupación sincera que más que apuntar al orden que el CSONU debe preservar porque ya hemos demostrado que está en crisis, está orientado al papel que podría desempeñar Venezuela en un juego estratégico global, que por el apoyo que recibió nuestro país, una gran mayoría de Estados quiere que participe. Ahora bien, si se ha reconocido que nuestro país va a apoyar a China y Rusia, la pregunta que surge nuevamente es ¿cuál va a ser la capacidad de maniobra del país con esta servidumbre ya indicada y la crisis política generada por el desgaste del modelo político implantado desde el año 1998?

La capacidad venezolana de influir en el escenario internacional se ha reducido de forma drástica. Esta capacidad estaba dada en aspectos puramente económicos relacionados con el petróleo. En lo militar, el programa de reformas ha permitido al país poseer de una importante capacidad defensiva aeroterrestre y no de proyección bélica[9], pero esta capacidad depende a su vez de la capacidad de asegurar un importante grado de disponibilidad operacional de los medios disponibles, por lo que militarmente su capacidad se ha mantenido, con la excepción de los aspectos navales (que fue reducida drásticamente), de forma más o menos igual en la región. Así pues, como ya se señaló en un principio, la capacidad de maniobra de la clase dirigente venezolana está dada, en primer lugar, por su capacidad de acentuar la crisis nacional como un modo de desestabilizar el propio país para crear las condiciones de posibilidad de implantar el modelo de desarrollo socialista y la región debido a que ninguno de los países del hemisferio está interesado en una desestabilización de Venezuela incluyendo EE.UU. y, en segundo lugar, por la capacidad de actuar como un péndulo que se mueva entre el apoyo a los Estados nacionales tradicionales encarnado en Rusia y China en el CSONU y los movimientos antiestado representado directamente por el FSP e indirectamente por el IR. Vamos a examinar ahora, después de haber analizado la situación internacional, estas dos opciones de maniobra.

El proceso de cambios políticos venezolano se encuentra en una fase de declive acentuado debido a que no cuenta con el apoyo popular y económico que disfrutó el liderazgo político hasta el año 2007. Para que la clase dirigente se haya logrado mantener hasta el presente ha tenido que hacer al país cada vez más dependiente de China, pero hasta esa creciente dependencia ha llegado a un límite. De ahí el interés de profundizar los cambios políticos mediante la aplicación del denominado Plan de la Patria que no es más que un instrumento que va a generar las condiciones de posibilidad para que la clase política se mantenga en el poder extendiendo el “socialismo” en el país y más allá de las fronteras al cambiar la relaciones de producción en un nuevo espacio geopolítico comunal determinado por la producción en sí misma (Blanco, 2014a). ¿Cómo es posible que se produzca este cambio? Ya en “Venezuela y su Historicidad Marítima…” se hizo un análisis al respecto. Nos interesa destacar ahora, la relación que tiene la creación del nuevo espacio productivo en el país con el Plan de Paz que hoy en día se discute en La Habana entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La relación que existe está dada por el hecho que, en Cuba se está discutiendo una nueva política agraria en las áreas rurales colombianas basada en el cooperativismo, que conecta la frontera de Venezuela y Colombia dentro de un contexto de democracia participativa (Blanco, 2014b). Como estas discusiones se están produciendo dentro de unas circunstancias determinadas por las pérdidas de importantes áreas marítimas frente a Nicaragua, la clase dirigente colombiana tiene una ventana de maniobra hasta el fin de esas negociaciones para legitimar su existencia política y consecuentemente para detener el avance del plan de la clase dirigente venezolana y su potencial conexión operativa con la guerrilla colombiana que apunta, en esta nueva fase histórica a una maximización de las contradicciones políticas para hacer que avance el plan del FSP por una nueva vía, en este caso armada, a fin de alcanzar los objetivos regionales y globales desde la perspectiva antiestado[10]. 

En este contexto, Venezuela se va a comportar como un Estado para impulsar hacia adentro el movimiento antiestado que representa el Plan de la Patria. Es decir, hacia afuera en un comportamiento estatal va a estar alineado con sus aliados en el CSONU y hacia adentro va a generar desestabilización, de manera erosiva y no de golpe, a semejanzas del resto de los movimientos antiestado. Esta forma de acción nos lleva al segundo aspecto del análisis. La capacidad de actuar como un péndulo que se mueva entre el apoyo a los Estados nacionales modernos encarnado en Rusia y China en el CSONU y los movimientos antiestado representados directamente por el FSP e indirectamente por el IR va a depender de la sincronía existentes entre las situaciones conflictivas presentes y por presentarse, lo que supone un importante grado de coordinación, facilitada presumiblemente, por la conexión existente entre los tres movimientos antiestado y por la capacidad de los aliados con derecho a veto en el CSONU de actuar oportunamente ante potenciales situaciones de crisis. La situación problemática que se presenta con respecto a los actores políticos con que va a interactuar Venezuela es cómo China y Rusia por una parte y las corrientes pro-Estado existentes en Occidente pueden lidiar con el conflicto que se está presentando entre las corrientes antiestado y entre Estados. Por otra parte, el problema que se le presentaría a la clase dirigente venezolana es que se le salga del control el manejo de la situación por causas internas o externas, es decir, desde el punto de vista interno, por la crisis económico-social existente, como se evidencia en la actualidad con los síntomas de confrontación violenta que se han presentado entre grupos políticos dentro del mismo gobierno y, desde la perspectiva externa, que pierda el apoyo de uno o varios de sus aliados políticos. Ambos casos suponen la caída del actual régimen político.

Como se sabe, la política venezolana ha apuntado a la democratización de la ONU y ello explica su apoyo a un orden multicéntrico y pluripolar que se diferencia del multipolar porque supone la eliminación de un CS que expresa el carácter oligárquico de la comunidad internacional. Esta intención que se presenta como contraria a los intereses de los aliados del país en el CSONU va a ser la forma en que se va a materializar el apoyo a los movimientos antiestado como paso previo a la instauración del socialismo a escala global en sus diferentes facetas de acuerdo con el FSP. En este contexto, el gran dilema que se le presentará a la clase dirigente venezolana es que si apoya a sus aliados ruso y chino negará desde el punto de vista externo la instrumentación del Plan de la Patria. Por otra parte, si actúa en concordancia con los movimientos antiestado, se pueden presentar dos situaciones igualmente problemáticas: o logra su objetivo de contribuir a la emergencia de un nuevo orden internacional profundizando aún más la desestabilización nacional e internacional o promoverá la intervención extranjera en el propio país para asegurar, al menos, su supervivencia política. En todos estos contextos, los venezolanos viviremos épocas aún más interesantes…

4.-       Reflexión Final

La preocupación que mostraron Arria y Taylhardat a pesar de no estar bien fundamentada debido a que, como ya indicamos, los garantes permanente del orden instituido en el año 1945 han contribuido de manera notoria su la desestabilización, tiene un fondo que si debería ser valorado en su justa dimensión. Es decir, Suramérica a pesar de sus desencuentros a lo largo de la historia ha sido un área que se había mantenido al margen de los principales conflictos mundiales del siglo XX hasta que se produjo la crisis de los misiles en Cuba en el año 1962 que involucró, al menos, a Argentina y Venezuela. En la actualidad, la presencia del FSP gracias a la mediación venezolana en el CSONU va a traer el conflicto global a nuestro país y la región como un todo por la conexión existente entre los movimientos antiestado a escala mundial y por el deseo de implantar en la región una concepción de la política basada en el resentimiento y el odio de clases. Si esta es la venganza con que el régimen cubano ha respondido a sus fracasos políticos en la región entre 1962 y 1991, se deben sentir muy satisfechos. La ironía es que ese régimen tampoco va a poder sobrevivir a la turbulencia desatada por el inicio de esta nueva GdlXXXa… y los venezolanos saldremos airosos de este trance…

FUENTES CONSULTADAS.

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[1] Ibn Jaldún (1332-1406) fue un pensador y diplomático nacido en Túnez, pero de origen al-andalusí conocido por haber sido un precursor de lo que hoy se denomina filosofía de la historia, un esfuerzo por explicar las causas de la decadencia del islam por el avance cristiano en España y el avance mongol en el cercano oriente. Cumplió misiones diplomáticas a la orden del reino de Granada y frente a Tamerlán cuando asedió Damasco en el año 1401.
[2] Las sociedades nómadas son aquellas, para el escritor andalusí-magrebí, que viven en el nivel de satisfacción de sus necesidades básicas y las sociedades sedentarias o urbanas son aquellas que son capaces de vivir por encima de necesidades básicas siendo proclives a la suntuosidad y el lujo.
[3] Sobre el funcionamiento del Consejo de Seguridad de la ONU, ver al respecto: Taylhardat (2014).
[4] Acrónico que identifica a Brasil, Rusia, India y China.
[5] El Papa expresó que “tras el segundo fracaso de una guerra mundial, quizás se puede hablar de una tercera guerra combatida 'por partes', con crímenes, masacres, destrucciones". Ver al respecto: (2014) “Papa Francisco: Vivimos una Tercera Guerra Mundial" en http://actualidad.rt.com/ultima_hora/view/140796-papa-francisco-tercera-guerra-mundial La importancia de la afirmación realizada por el máximo representante de la iglesia católica es que la orden de los jesuitas, del cual el papa forma parte, jugó un rol clave en la GdlXXXa.
[6] Dentro del marco de esa guerra, hubo enfrentamientos militares entre holandeses y luso-españoles en Bahía, Chile, Cuba y Venezuela (Cumaná, Aruba, Curazao y Bonaire).
[7] Este es uno de los aspectos que ha permitido a Hardt y Negri usar el paradigma de la GdlXXXa para explicar el estado de guerra actual (Blanco, 2012)
[8] Para que se tenga una idea, la independencia política, la construcción del socialismo, la potenciación del país y de la región, la construcción de un mundo multicéntrico y pluripolar y preservar la vida y salvar el planeta, objetivos todos que se encuentran en la estructura del Plan de la Patria, son objetivos que están presente en las políticas del FSP.
[9] Desde el punto de vista de la SIPRI, el porcentaje del PIB dedicado a la compra de armas de Venezuela ha sido menor al de Brasil y Chile en la región.
[10] Ver al respecto (Blanco, 2014b).