domingo, 1 de marzo de 2015

PROBLEMAS ÉTICO-MORALES PRESENTES EN EL CONTEXTO DEL ATAQUE AL PUESTO NAVAL VENEZOLANO DE CARARABO EN EL AÑO 1995



ANTECEDENTES.

           El 25 de febrero de 1995 un puesto naval de la armada venezolana ubicado en la ribera del río Meta en la localidad venezolana fronteriza de Cararabo fue atacado por un grupo insurgente colombiano provocando la muerte de (08) ocho Infantes de Marina, heridas a  otros (04) cuatro y perdidas materiales considerables. Este puesto naval tenía como propósito, entre otras cosas, impedir la acción de la subversión en Colombia en nuestro país y sus efectos colaterales.

El río Meta constituye el límite con Colombia en la región sur-occidental del país, y este se caracteriza por ser la principal vía de comunicación durante casi todo el año. Esta dualidad del río favorece la relación entre los habitantes de las dos riberas en un contexto de separación estatal a pesar de los procesos de integración en curso. Sin embargo, hay que destacar lo siguiente:

q  Hay una baja densidad poblacional tanto en el lado colombiano como en el venezolano.

q  La presencia de las instituciones estatales es débil en ambos lados de la frontera.

q  Padecen un bajo grado de desarrollo político y económico.

A esta situación se agrega que el Estado colombiano padece un conflicto violento de larga data motivado a que grupos insurgentes de ese país buscan obtener el poder político para lograr, según ellos, una sociedad más igualitaria. La intensidad de este conflicto es baja, pero el propósito es absoluto[1]. La explicación es que, en general, los grupos subversivos son débiles (con respecto al Estado) y por tal motivo se mantienen a la defensiva en el orden táctico y a la ofensiva en el orden estratégico de acuerdo con pautas establecidas como doctrinaria en lo concerniente a las teorías que se han escrito sobre guerra revolucionaria. Ello significa que en lo táctico no dominan espacio, eventualmente mantienen un cierto grado de control y ejecutan acciones violentas de naturaleza furtiva dada la incapacidad de sostener un enfrentamiento abierto y convencional; el propósito es mantener viva la lucha. En lo estratégico buscan la toma del poder y el cambio político[2], pero para ello racionalizan el tiempo aplicando el principio de adaptación.

Este conjunto de hechos ha determinado que el conflicto interno colombiano sea comparado por sus similitudes a la guerra civil que produjo un cambio político en China a finales de los años cuarenta del siglo pasado.

En una guerra civil de carácter revolucionario la política y la guerra están unidas en el sentido que la victoria táctica no se distingue del fin político, esto es el aniquilamiento de la organización político-militar del adversario, por lo que la ofensiva táctica es propia de la naturaleza misma de las acciones de carácter revolucionario. Así pues la ofensiva pretende cambiar y este cambio está relacionado, al parecer, con el derrocamiento del capitalismo, la eliminación de las clases explotadoras y la conversión del pueblo a la verdad del socialismo, unico modo de alcanzar la paz y la felicidad. La revolución, entonces, es ofensiva y lleva la bandera de la guerra justa. Pero para que la guerra sea justa el movimiento subversivo debe poseer un alto grado de legitimidad y debe mantener una sintonía entre el discurso y la acción política[3]. Esta circunstancia hace que la población sea tratada estratégicamente para hacer de ella un aliado o por lo menos permanezca lo más apáticamente alejada del conflicto.

Sin embargo, la guerra no tiene justificación moral. Podríamos decir que es un estado de necesidad provocado por una consciencia intencional. Para llegar a este estado de conciencia se ha recorrido un largo trecho que tal vez comienza con las Inscripciones kadesh (que exaltan el heroísmo), el Deuteronomio (que en nombre de Dios exhorta a los combatientes a no tener miedo, por la libertad, por la vida, por los suyos y por el ambiente) y los Manuscritos del Mar Muerto (que establecen el papel de los sacerdotes en un ejercito para asegurar que en la batalla Dios permanezca de su lado), y termina con la proscripción de la guerra en la carta constitutiva de la Organización de las Naciones Unidas. Toda la estructura normativa que se ha erigido desde esos inicios para justificar o para regular un fenómeno que no tiene justificación ha estado soportada por otro valor: la confianza que sostiene el pacta sunct servanda y de ahí la precariedad de todo este sistema con lo cual máxima ci vis pacem parabellum aún permanece vigente. Pero en el caso de un conflicto interno es diferente. Si bien estas normas se han aplicado a las relaciones entre Estados y se han tratado de extender a las situaciones políticas dentro de un mismo Estado, lo cierto es el conflicto interno, como en el caso colombiano está planteado en términos absolutos y las únicas normas que al efecto se han tratado de consolidar son aquellas relativas al terrorismo con lo cual al planteamiento absoluto de la guerra revolucionaria se le ha opuesto el planteamiento absoluto de revertir cualquier situación que afecte el statu quo político.

Se habla de “conflicto violento” o “conmoción interna” debido a las implicaciones jurídicas que tiene la guerra como estado. Ello ha traído como consecuencia que se ha minimizado el problema interno, que los combatientes subversivos no hayan tenido el trato de soldados y la crisis colombiana no haya alcanzado el estatus jurídico de guerra civil que la obligaría a ceñirse a un ordenamiento legal establecido[4]; por este motivo, los grupos insurgentes colombianos intentaron internacionalizar el conflicto como un medio para lograr su reconocimiento como beligerantes. Pero, si se tiene presente una visión realista de las relaciones internacionales centrada en el Estado-nacional, el gobierno colombiano se ha valido de todos medios disponibles para aumentar el poder del Estado, manteniendo a raya a los grupos insurgentes[5]. Una de las maneras como lo ha logrado, además del apoyo estadounidense, ha sido ganándose a parte de la población, del mismo modo como lo hace la insurgencia, conscientes claro está de la desventaja de la geografía y de los efectos que ella tiene en la integración de la población al espacio funcional del Estado. Otra ha sido la de involucrar a los países vecinos en un conflicto que no les concierne.

La visión realista de las relaciones internaciones hace que se considere la capacidad de desestabilización internacional de una guerra civil, más aún si la resultante es un gobierno revolucionario. La razón de esta percepción es la idea de sistema y de un orden que es necesario preservar, por ello se ha discutido mucho acerca de si se puede hablar de una moral internacional y se ha afirmado que entre Estados sólo hay intereses más aún si se tiene presente que dentro de éste interés está presente la necesidad de preservar la actual división internacional del trabajo. El problema moral sería entonces saber cuando se debe intervenir en un conflicto: ¿En función de los daños que le podría ocasionar al sistema de Estados o de acuerdo a los daños que está produciendo a la población del país dentro del marco de la protección de los Derechos Humanos?. En la Carta de las Naciones Unidas y otras normas derivadas de dicho instrumento, los Estados reconocen como principios la igualdad soberana, el cumplimiento de sus obligaciones de buena fe, la solución pacífica de controversias, la abstención de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial y la independencia política, la protección de los derechos humanos y la no injerencia en los asuntos internos de los Estados. Estos principios son esencialmente principios morales que podrían ser descritos como imperativos[6], con lo cual, en primera instancia, al parecer, una guerra civil es un asunto interno del afectado siempre y cuando el poder establecido pueda mantener el control de la situación dentro de sus fronteras o el nuevo se ajuste a una serie de normas internacionales existentes. En Colombia parece que no ha ocurrido así incluso ahora y esta situación dio inicio a los incidentes en la frontera venezolana a finales de los años ochenta del siglo pasado, es decir, al hostigamiento a unidades militares venezolanas y el aumento del numero de delitos en una línea limítrofe que más que separar une[7].

Otro factor que favoreció la ocurrencia de incidentes fronterizos en ese entonces fueron las necesidades logísticas de la subversión para sostener el conflicto de manera prolongada. Durante la guerra fría este problema no revistió un notorio interés, pero el colapso soviético obligó a los grupos subversivos a buscar formas de autoabastecimiento y en este sentido, el Estado venezolano (y en general los otros fronterizos con Colombia) se constituyó en una base de apoyo con lo cual se pudiera argumentar que esta subversión colombiana ha contado con un apoyo limitado de la población de ese país por lo que la justificación moral de ese conflicto violento pareciera estar cuestionada. Este cuestionamiento fue aún mayor si se considera que el modelo socialista sovietico se desplomó tanto desde el punto de vista teórico como práctico.

Estas circunstancias obligaron al Estado venezolano a desarrollar una estrategia de contención, con la finalidad de evitar que el conflicto interno colombiano se extendiera al territorio venezolano afectando a la población. Pero como los insurgentes no son reconocidos como soldados, el problema entonces ha sido de orden público, es decir, de naturaleza policial y humanitaria. En lo táctico esta estrategia se materializó en la instalación de una serie de puestos fronterizos con propósitos defensivos fomentando a su vez la integración de la población al Estado dada la debilidad institucional en el área. El Puesto Naval de Cararabo desde su nacimiento cumplió con ambos propósitos, pero su efectividad estuvo condicionada por la capacidad de sostener logísticamente a un puesto ubicado en un área inhóspita[8]; además de ello, en lo concerniente a orden publico, sus competencias estaban circunscriptas a todo lo atinente a la actividad de guardacostas. Consecuentemente, las limitaciones presupuestarias que tuvo el estado venezolano a inicios de los años noventa se reflejaron en carencias en la frontera. Este problema se intentó resolver mejorando la inteligencia y el adiestramiento en el ámbito operacional.

Bajo estas consideraciones se podría afirmar la presencia de una moral que opera en varios niveles o varias morales entendidas a nivel horizontal y vertical. En el primer caso se hablaría de una moral que abarca a la comunidad internacional e incluye a los Estados, grupos e individuos, como ello ha sido evidente en todo lo concerniente a Derechos Humanos. En la otra perspectiva se hablaría de diferentes sistemas morales que intentan imponerse los unos a los otros. En relación con el primer caso el discurso moral internacional sería viable en la medida en que se consolide la Comunidad Internacional. Para el segundo caso habría que evaluar los hechos, de forma particular, para constatar la consistencia de la afirmación.

CONSIDERACIONES PARTICULARES

Teniendo presente lo mencionado precedentemente, una unidad de la subversión colombiana específicamente del Ejército de Liberación Nacional atacó al Puesto Naval de Cararabo. En este ataque presuntamente participaron algunos miembros de la población civil del lugar y como se hizo mención, los atacantes no tenían el estatus jurídico de combatientes[9] aunque persiguían, en ese entonces, un cambio político en Colombia. Los atacados fueron individuos pertenecientes a las FF.AA. de Venezuela, específicamente a la Infantería de Marina.

Bajo instrucciones de combate que apuntan a la defensa en términos proporcionales a la amenaza, la efectividad de la defensa depende de la información que se tenga del probable ataque. Durante un enfrentamiento se presume una igualdad moral entre combatientes, pero antes y después el problema es policial, es decir, de autoridad. La presunción radica en el hecho que en el combate se combate, pero si alguien se rinde o queda neutralizado indiferentemente del bando debería tener otro trato que es legal, moral y sincero, pero ello no sucede generalmente así, en Cararabo, como caso particular no hubo Infantes de Marina prisioneros, las personas que fueron halladas desarmadas fueron ejecutadas, con lo cual se podría inferir que los Infantes de Marina fueron instrumentos para lograr una forma de reconocimiento internacional, pero este uso fue realizado sin aplicar las normas establecidas en el Protocolo II de las Convenciones de Ginebra. En otras palabras, intentaron obligar al Estado venezolanos a seguir sus designios usando a sus soldados como medios de otra naturaleza.

A pesar de que el puesto naval tuvo una alerta de ataque, cuando este se concretó fueron sorprendidos, no obstante, hubo una respuesta proporcional a la agresión que no fue efectiva debido a fallas en el alistamiento[10]. Una vez desbordada la defensa y sin municiones se dio la orden de retirada. Como consecuencia de lo anterior, los oficiales que conducían el puesto naval sufrieron penas de prisión por las deficiencias encontradas en el puesto naval durante la jornada[11].

Miembros del Ejército de Liberación Nacional realizaron el ataque, al parecer, para: continuar la política de internacionalización del conflicto, abastecerse de armas y pertrechos y proteger a nacionales colombianos que supuestamente habían recibido abusos por parte de los Infantes de Marina venezolanos. Ahora ¿por qué individuos que habitan en las adyacencias del puesto naval y que tenían una relación directa con la única institución del Estado presente colaboraron o participaron directamente en el ataque? La relación directa con el personal militar permite inferir que no existían condiciones que hicieran presumir una actitud en contra, por lo cual se puede plantear la siguiente hipótesis:

q  Esas personas fueron consideradas medios por los subversivos y consideraron como medios a los Infantes de Marina. 

En primer lugar la preservación de la vida pudo haber dejado a los pobladores sin elección, pero esta preservación estuvo supeditada a la posibilidad de salir ileso en el ataque. En este caso, esas personas constituyeron medios para el logro de un fin, pero, en general, como en esos parajes existen diferentes comunidades donde la idea del “ellos” está presente, la preservación de la vida estaba condicionada por la existencia no de una moral, sino de varios sistemas morales. La causa de esta afirmación está relacionada con la ambivalencia que ocasiona el río, es decir, convivieron en esa región tres tipos de moral: la representada por la subversión, la moral de los venezolanos y colombianos que viven a ambas riberas del río Meta y la moral de la institución venezolana representada por los Infantes de Marina. Los pobladores, al parecer, tuvieron que elegir en función de lo establecido por el grupo subversivo, con lo cual es muy difícil hablar de legitimación con respecto a las instituciones políticas de los dos Estados. Esta elección o esta no-elección representaron un cuestionamiento al Estado y a los individuos y, en general a toda idea de moral basada en el poder.

Desde el punto de vista legal, los pobladores de la ribera venezolana (y en especial la Colombiana) del río Meta están obligados por el sistema normativo del Estado, pero para ello se requiere un pleno ejercicio de la autoridad representada en las instituciones y ello estuvo (y continúa) descansando sólo en la Armada que mantenía, y aún mantiene, unas competencias limitadas.

El tipo de relaciones que se presentaron entre los pobladores y los Infantes de Marina facilitaron la convivencia, de hecho varios de los individuos que presuntamente participaron en el ataque jugaron fútbol con los marinos el día del hecho. Desde esta perspectiva, la relación entendida por los Infantes de Marina y los pobladores estaba fundada en la confianza y la utilidad respectivamente[12], debido a que el personal militar tenía problemas de motivación y tenían considerables limitaciones operativas y personales. Desde una óptica moral es difícil hablar de la actitud asumida por la población puesto que si se asume una amenaza o un riesgo intolerable no tenían capacidad de elección, sin embargo, no se evidencia la presencia de una moral sino mas bien varios puntos de vista morales coexistiendo en un mismo sitio de acontecimiento como se afirmó anteriormente.

No cabe duda que en el acto realizado por la guerrilla hubo premeditación, pero en ella los pobladores fueron medios y no fines de la subversión. Más aún, el trato estratégico hacia la población estubo dirigido a un fin, que es el fin del alzamiento y no la población que se entendería que es un fin posterior. Pero al ser este fin posterior, la población pasa a ser medio, para luego ser fin y en este contexto pareciera que no tenían opción. El problema entonces, dentro del contexto de la “guerra justa” que la subversión pregonó y aun pregona, es si esa población querría ser “liberada”, liberada en un área donde la debilidad institucional es manifiesta y donde la mayoría de las acciones que estos grupos realizan están fuera de la ley en el sentido estatal y dentro del marco de la misma doctrina de la guerra revolucionaria.

Desde esta perspectiva, se confirma nuevamente que es dudosa la justificación moral de esa guerra y el fundamento de sus acciones, porque la población es un instrumento de una u otra manera: o son combatientes, puesto que tienen que luchar por su liberación de una clase explotadora causante de todos sus males o no son combatientes y tienen que contribuir de una u otra forma con el esfuerzo bélico rebelde con la garantía de un respeto que en todo caso obedece a una situación de conveniencia. En ambos casos, la población es un medio para los fines de la revolución.

Doce horas después del ataque fue reforzado el puesto naval iniciándose un proceso de búsqueda de los atacantes. Estos refuerzos fueron aumentados progresivamente permitiendo la conformación de un grupo de tarea naval que intentó reparar el daño recibido, pero en el período que medió entre la constitución de la unidad superior transcurrieron treinta y seis (36) horas en donde fue capturado un grupo de personas que se presumían haber participado en el ataque. Entre ellas había una persona herida de bala. En los días que siguieron no se tuvo más noticias de esa persona y se hicieron, en consecuencia, graves acusaciones a los militares venezolanos en la zona por la desaparición forzada del herido y supuestas torturas a los otros detenidos[13].

Los Infantes de Marina de refuerzo arremetieron contra la población una vez que se percataron de su presunta participación en el ataque. Esta actitud estuvo fundada más en la traición a la confianza que le habían depositado a los lugareños, puesto que si hubiesen sido otros agentes habrían actuado de otra manera. Dentro de la perspectiva de Strawson, los Infantes de Marina trataron a los pobladores como unos fines en si mismo manifestado en el hecho de la retaliación, aunque su acción no haya sido racional en virtud de ser ellos la única autoridad. Al haberse producido la denuncia de violaciones de derechos humanos fuera del ámbito militar se presume que, en principio, las acciones realizadas por los Infantes de Marina estuvieron acordes con las circunstancias hasta tanto se aclarara la situación, de ahí el silencio inicial mantenido por las autoridades.

Las operaciones militares se prolongaron hasta que comenzaron las detenciones de militares por violación de derechos humanos, en este contexto, un Infante de Marina que estaba prestando el servicio militar obligatorio hizo dos cuestionamientos: ¿por qué si fueron asesinados varios Infantes de Marina, hay Infantes de Marina detenidos y los responsables libres? Y ¿por qué la Armada los envía a la frontera si no puede mantenerlos en ella?.

Las respuestas a la primera pregunta se podrían sintetizar en lo siguiente: Los Infantes de Marina no estaban cumpliendo con sus funciones y fueron sorprendido con las graves consecuencias del caso y las acciones posteriores que se llevaron a cabo fueron realizadas de forma errónea. Con ello se simplificaría y se obviarían una serie de fallas que se presentaron y se reseñaron previamente, pero esta respuesta no satisface a un soldado. La segunda pregunta puede ser respondida argumentando que si se es militar hay que cumplir órdenes indiferentemente de las circunstancias puesto que el deber del militar es servir a la patria sin importar los sacrificios y aunque ello signifique la perdida de la propia vida. Esta respuesta a simple vista parece correcta, pero para cualquier oficial que tuviese que decirla sabría que no podría satisfacer la pregunta formulada generando riesgos serios en la organización.

Ahora estas preguntas formuladas de manera simultánea requieren una respuesta que asegure la cohesión, sobre todo en una zona de conflicto. En este sentido estas respuestas se completaron como sigue: miren, a nadie le importa que estemos aquí a excepción de nosotros mismos, estas situaciones a veces tienen que ocurrir para desgracia de muchos, para que todos se den cuenta que se están haciendo las cosas mal, si se hicieran las cosas más o menos como deberían hacerse todos estaríamos en otros lugares, pero estamos aquí y eso hace que tengamos que velar por nosotros mismos y por nuestros compañeros como una manera de cuidarnos también nosotros mismos, con la finalidad de que podamos salir bien librados de todo esto. Si, ustedes deberían estar bien equipados y tenga la seguridad que ya se están corrigiendo esas deficiencias pero mientras eso ocurre tenemos que cumplir con el trabajo que nos encomendaron.

En estas preguntas y respuestas se evidencian varias ideas del bien: el estoico fundado en la dignidad como fin de la voluntad (expresado en el sacrificio), el epicúreo donde se busca el máximo bien, significando con ello el posible abandono del lugar, la idea del deber en sentido kantiano y un instantáneo constructivismo moral que mantuvo las bases para asegurar el cumplimiento de la misión.

El sentido del sacrificio como virtud es característica del republicanismo clásico, el problema es saber a partir de qué momento es valido este sacrificio o si es pertinente este sacrificio, es decir, lograr que se sacrifique el adversario. Con respecto al primer aspecto se entiende que al soldado se le deben dar los medios idóneos para cumplir con la misión, si las circunstancias lo permiten. En relación con el segundo aspecto, el General Patton expresó en una oportunidad que el deber de un soldado es hacer que su enemigo se sacrifique por su patria, ello implica una serie de aspectos relativos al alistamiento cuya responsabilidad recae en todos los niveles de comando y para ello se requiere en todo momento la evaluación de las potenciales amenazas.

Ahora bien, en una democracia, hay un deber de servirla debido a su legitimidad. En este sentido, a pesar que la coerción armada no se corresponde con ese sentido de legitimidad, su justificación estriba en la necesidad de asegurar la defensa con respecto el exterior a pesar que el sistema de Estados tiende a garantizar su defensa de acuerdo al conjunto de principios ya mencionados. El problema se presenta cuando no se es democracia y cuando no hay legitimidad, entonces el  papel de la coerción armada pasa a tener otra característica. Si se considera que la FF.AA. es un instrumento del Estado el uso del mismo debe estar acorde con las necesidades del Estado puesto que lo contrario conduce a tres vías: una conduce a la renuncia al servicio y por consiguiente, un proceso erosivo, otra a Cararabo y la otra al 04FEB1992. Los otros problemas que se presentaron fueron: entender qué es la democracia, qué es el Estado y sobre qué estructura estos se fundamentan. La práctica nos ha dicho que existen diversas concepciones de democracia basadas en una estructura de producción internacional capitalista consolidada y capaz de adaptarse a circunstancias contingentes. Los esfuerzos por mantener esa estructura es lo que podría entenderse como Estado con lo cual se puede afirmar que en Cararabo se intentó desde la perspectiva de los combatientes políticos preservar el Estado bajo la asunción de diferentes criterios de democracia.

El bien epicúreo, que parte del sentido del bien individual, pudiera significar dentro de la estructura de un Estado una perdida de identificación con el mismo y ello implica el debilitamiento de la cohesión social y el advenimiento de nuevos tipos de moral. Los problemas que presentó Estados Unidos durante la guerra de Vietnam son un ejemplo de esta afirmación. Desde el punto de vista militar esto se evidencia en las deserciones, licencias y solicitudes de baja, fuera del área de operaciones, pero en el área de operaciones una actitud de esta naturaleza puede tener consecuencias impredecibles, como por ejemplo el desmoronamiento del ejercito ruso en la Gran Guerra, del ejército italiano en la Segunda Guerra Mundial o el ejército iraquí en la segunda y tercera guerra del golfo.

Desde la perspectiva de la virtud estas dos (02) ideas básicas del bien en sentido republicano presentan algunos problemas en el sentido kantiano del término debido a que hace necesario entender que son juicios desde la perspectiva de la tercera crítica puesto que la idea del bien podría partir de la sensibilidad y de la razón. La sensibilidad considera la experiencia y la costumbre. La razón en sentido kantiano es trascendente.

Kant expresó que los juicios morales se pueden justificar racionalmente. En la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, expresa que todos los conceptos morales tienen su asiento y origen completamente a priori, en la razón y para explicar ello parte de la Buena Voluntad como principio de moralidad. Esta Buena Voluntad proviene de dos vías: aquella cuyas acciones tienen un Contenido Moral (ser benéfico, procurarse su propia felicidad, hacer el bien), es decir, no son hechas por inclinación sino por deber, y lo que Kant denomina Imperativo Categórico por ser mandato de la razón[14] y voluntariamente aceptado por todos los integrantes, de forma autónoma, permitiendo la constitución de un reino de los fines. La moralidad, en consecuencia, es aquella condición bajo la cual un ser racional puede ser un fin en sí mismo, puesto que sólo por aquella condición es posible ser miembro legislador en un reino de los fines. En un reino de los fines la voluntad buena es el mecanismo que les permite a los otros individuos que son fines en sí mismo tratar dignamente de alcanzar el propósito que se hayan establecido.

En Cararabo, a pesar que todas las acciones tuvieron un contenido moral, no existió un único reino de los fines sino más bien varios reinos y el principio de autonomía necesario para la construcción de una moral tampoco estuvo presente puesto que todos los actores fueron medios de alguna u otra manera incluyendo a la subversión, puesto que obrar de la manera con que lo hicieron refleja una pobre autoestima puesto que recurrir a las armas para lograr un reconocimiento en un contexto signado por la falta de legitimidad en lo que concierne al apoyo a su causa los convierte en individuos que actúan con mala voluntad, no por necesidad sino por poder. La palabra que mejor expresa esta situación es cinismo, el cual Sloterdijk lo definió, en principio, como falsa conciencia ilustrada dado que entraron en juego valores que sólo son incompatibles si se consideran desde una óptica basada en el poder.

         La idea de la construcción puede ser entendida a partir de la noción de temporalidad, es decir, bajo el supuesto de que la costumbre es un proceso evolutivo o por el contrario puede surgir instantáneamente de una convención sobre algo que es considerado como bueno.

La idea del constructivismo “instantáneo”, puede ser entendida como una forma de manipulación tendente a preservar el orden. La autoridad en ese momento preservó el orden descalificando públicamente a la autoridad formal, con lo cual logró fundamentar el juicio moral, logró continuar la misión y invocar la necesidad de preservar la vida y de actuar de la mejor manera posible logrando invocar una norma de carácter universal, pero ¿estos juicios morales pudieron supervivir a los hechos? Pareciera no ser así, reflejándose en consecuencia la duda a partir de un escepticismo ético.

El comportamiento del Estado venezolano tendió desde los años sesenta hacia una concepción liberal centrada en un individuo cuyo fin era su propia felicidad. Esta concepción del mundo y de la vida facilitaba la preservación del statu quo desde la perspectiva de la estructura de producción capitalista mundial y del rol que el país jugaba dentro de esa estructura. En las FF.AA. esta concepción pareció hacerse presente cuando las doctrinas del desarrollo comenzaron a hacerse manifiestas a partir de la aprobación de la Ley Orgánica de Seguridad y Defensa en el año 1976. Con la consolidación de esta doctrina las FF.AA. empezaron a sufrir tensiones entre los que defendían la visión estoica de aquellos que pensaban en que el rol de las FF.AA. era netamente militar y los que pensaron que el rol principal estaba centrado en el desarrollo del país presentándose el inconveniente de que, como se sabe, no existe un solo modelo de desarrollo. El agravamiento de las tensiones se produjo cuando se comenzaron a reducir los recursos producto del estancamiento económico acaecido en los años ochenta debido a que todo gasto militar debió ser plenamente justificado aun a pesar de la experiencia que tuvo el país en la crisis de la corbeta “Caldas”. En esas circunstancias la prioridad era supuestamente el desarrollo del país y en consecuencia el problema militar fue tomado en consideración sólo cuando el instrumento intentó producir por la fuerza un cambio político.

La razón por la que se intentó producir un cambio político fue debida en parte al hecho que a finales de los años ochenta los altos mandos tendieron a estar constituidos por individuos de formación liberal con una FF.AA con una moral republicana y esta característica produjo un fractura entre los cuadros altos y medios de la oficialidad, con el agravante que la posibilidad de ascenso social de dichos oficiales quedaba limitada[15]. A partir de ese momento el problema se centró en los cuarteles y no en la defensa, con las consecuencias que ello trajo consigo, es decir, para un sector de las fuerzas armadas de ese entonces era el sostenimiento del Estado, para otro sector el cambio político y finalmente para un pequeño grupo el problema era cumplir la función militar sin tener claro el referente…

CONSIDERACIONES FINALES

Los muertos civiles y militares de nacionalidad venezolana o colombiana y el abandono del territorio por parte de la población a raíz de los acontecimientos de Cararabo presentan un grave problema al (o los) Estado en sus elementos constitutivos, es decir: población, territorio e instituciones. Con respecto a la población, mantener comunidades no integradas a la comunidad mayor dadas las peculiaridades geográficas de la región no se corresponde con los fundamentos específicos del Estado. La actitud de los dirigentes de protegerlos luego de los acontecimientos pudiera evidenciar una tacita aceptación de la responsabilidad. En este aspecto, la posición asumida con respecto a la Infantería de Marina, visto desde la perspectiva que fueron detenidos cinco de sus miembros, da a entender que el instrumento militar fue usado, pero con la conciencia de los efectos que podría causar un uso no adecuado. ¿Se podría hablar de sentimiento de culpa en los Infantes de Marina?, o más bien ¿los Infantes de Marina tuvieron conciencia del problema que se había planteado?. Esta segunda pregunta es necesaria para poder responder a la primera y en primera instancia, creo que no la tuvieron, su pensamiento giraba en torno a como salir del problema.

Desde el punto de vista de las instituciones políticas, su débil presencia en las áreas fronterizas los coloca en la situación de haber tenido que fortalecer a las únicas instituciones presentes, es decir a las FF.AA.. Ahora la FF.AA., en general, y la Armada, en particular, como asesores frente al poder político y administradores del uso de la fuerza y las fallas hechas presentes en Cararabo, reflejaron problemas estructurales y procedimentales en esas dos funciones específicas. El problema que se planteó si es que debiese haber sido planteado a raíz de los hechos fue: sacrificar a los civiles o a los militares ¿moral republicana o moral utilitaria?

Las acusaciones sobre la participación de los pobladores en el ataque y la desaparición de personas como consecuencia del mismo obligaron al resto a abandonar la región. Esto refleja miedo pero también pudiera reflejar vergüenza o culpa por los hechos ocurridos. Bajo esa perspectiva, hubo un juicio moral que entendido desde la perspectiva de la política, fue suficiente para los pobladores, es decir, el abandono del lugar como consecuencia de sus acciones, por lo cual el asunto se centró en lo militar.

La moral republicana establece que el sacrificio por los otros es una forma de virtud que se manifiesta en la dignidad, pero ¿los Infantes de Marina que se encontraban en Cararabo se estaban sacrificando por otros?. El Estado no estaba en guerra y las familias de los soldados no estaban amenazadas por el problema fronterizo. No se sacrificaron por los habitantes fronterizos puesto que como se vieron ellos participaron o colaboraron en el ataque. No obstante, dichos militares estaban cumpliendo órdenes, estaban cumpliendo una misión específica, resguardar al Estado en un territorio que presenta una gran variedad de problemas. Entonces, la presencia militar parecía ser necesaria por el tipo de problemas a afrontar, y por su profesión debían estar preparados para conducir los asuntos concernientes a la vida o la muerte, por lo cual su presencia estaba plenamente justificada y haber sido el blanco de todas las situaciones que en Cararabo se presentaron reflejan la necesidad de mantener un aceptable grado de efectividad en el cumplimiento de su misión militar.

Desde otra perspectiva, el hecho que no se presentaran en Cararabo nuevas acciones de la subversión a pesar de que una de las motivaciones fue la de “castigar” a los Infantes de Marina por los abusos cometidos a la población colombiana, evidencia que la población no fue el fin de la acción guerrillera, por lo cual el concepto de “guerra justa” no cabe en este escenario.

En estos hechos se evidencia que el Estado eligió de forma pragmática a los Infantes de Marina por su utilidad instrumental, pero si la Armada evidenció fallas, en un área donde la presencia del Estado es débil y habita todavía una población no integrada al país, entonces el Estado está presentando fallas y estas no sólo están referidas a la instituciones, sino a la comunidad en sí en lo concerniente a las reglas que le permiten su convivencia, puesto que la sinceridad, la legalidad estuvieron presentes, pero no para la construcción de un discurso moral basado en el entendimiento. Pero esto significa, como lo expresó Wittgenstein, que se debió ir más allá del mundo por las limitaciones de nuestro lenguaje. Para la propia supervivencia de la comunidad política faltaría saber qué se hizo luego de las enseñanzas adquiridas puesto que el estado-nacional sigue siendo el eje de las relaciones internacionales puesto que ello podría ayudar a entender la actitud político del Estado venezolano frente a la subversión colombiana en los actuales momentos en la frontera.

A partir de esta experiencia se puede afirmar, siguiendo a Sloterdijk que

“Sólo la moral puede ocupar puestos a la izquierda o a la derecha de las realidades. La realidad, en la medida en que nos atañe, nos es bienvenida u odiada, soportable o insoportable. Y la conciencia frente a lo dado sólo tiene la posibilidad de reconocerlo o no… No es, sin embargo, primitiva la perspectiva de comprender a partir de aquí el sentido de la actual desmoralización. Sólo la moral es sensible a la desmoralización  -por lo tanto-… en la desmoralización ¿no nos acercamos a la verdad?”(2007:170).

         Ello significa que al final de cuentas lo que ocurrió en Cararabo fue la existencia de una doble moral por parte de los subversivos colombianos y del Estado venezolano de ese entonces que se manifestó en la cosificación de una población que supuestamente se iba a proteger dentro de un contexto de preservación de su estatus de poder político donde sólo se buscó, al final de cuentas, guardar las apariencias en las medidas que instrumentaron para reparar los daños ocasionados a la estructura de legalidad y legitimidad de las formas de Estado presentes en esos parajes, para ocultar una realidad caracterizada por el abandono, por un solo motivo primigenio: el poder. En lo que respecta al Estado colombiano es muy difícil hacer algún tipo afirmación, lo que aconteció en Cararabo, dentro de la misma lógica del poder, fue una oportunidad para involucrar a otras entidades políticas para la solución de un problema del que han sido incapaces de resolver evidenciando que la violencia parece ser el modo en que en ese país se expresa la política, no sólo para preservar una estructura de producción que se corresponde con la ubicación de ese país en la división internacional del trabajo, sino por el dudoso carácter moral de la lucha por el control de un negocio como lo es el narcotráfico.

Desde la perspectiva de los pobladores que abandonaron Cararabo, la política, siguiendo igualmente a Sloterdijk, seria “aquella esfera en la que los hombres se golpean mutuamente la cabeza en una competencia por cosas de las que en realidad se –podría- prescindir” (2007:256). Para la Infantería de Marina venezolana esa fue otra manifestación de una crisis que se hizo patente el 04FEB y 27NOV1992, y para la subversión colombiana, la poca aceptación que ha tenido su lucha sería puesta a prueba unos años después con la instrumentación del Plan Colombia.

Veinte años después de ese acontecimiento aún estamos frente a ese cinismo al que hizo mención Sloterdijk, pero con un grado mayor de distorsión. Mientras los valores que ha usado la guerrilla para sostener su lucha han sido deslegitimados por sus principales aliados en el gobierno venezolano, el gobierno venezolano ha amenazado con profundizar la revolución para asegurar su permanencia en el poder usando a todos los venezolanos como instrumentos para sus propios fines políticos…

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.

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[1] Hobbes expresó que la guerra no consiste en el acto de luchar sino que también es un periodo en que la voluntad de confrontación violenta es suficientemente declarada. Esta es una conceptualización de la guerra como estado. Desde la perspectiva del acto, Clausewitz conceptualizó a  la guerra como la continuación de la política con otros medios. En este sentido la fuerza militar es el medio que permite la obtención del fin político doblegando la voluntad del adversario mediante la amenaza o destrucción de su fuerza armada o la ocupación de una parte de su territorio. Esto presupone que la guerra como un acto, en función del objetivo político planteado, se mantiene en un rango de racionalidad que apunta a considerar  esos fines como limitados. Desde la perspectiva clausewitziana es vital la consideración del objetivo, los medios disponibles y la voluntad. Estos constituyen los componentes políticos de la estrategia, en conjunto con una trinidad conformada por: la dirección política, la conducción militar y la pasión del pueblo. En este sentido, la pasión del pueblo determinará el alcance del conflicto, puesto que ellos son los que deberán soportar los sacrificios, más aún si se tiene presente que, en este caso la guerra es para liberar al pueblo o para generar las condiciones de posibilidad para que puedan alcanzar su felicidad.
[2] Engels y Lenín fueron los primeros lideres políticos que apreciaron la dimensión política de la obra de Clausewitz, al entender que este autor trató de hacer una teoría sobre la guerra considerando dos momentos distintos: el primero el de las guerras limitadas del siglo XVIII y de lo que representó la revolución francesa y las guerras subsiguientes en el panorama político europeo y global. Las primeras interpretaciones de Clausewitz consideraron que él favoreció las guerras absolutas promoviendo las guerras totales de inicio del siglo XX, pero los enfoques fueron netamente militares, en cambio los lideres izquierdistas entendieron la visión política de la obra de Clausewitz y desarrollaron teorías de la guerra revolucionaria que tendían a la aniquilación de los sistemas políticos vigentes. Engels y Lenín visualizaron la obra del oficial prusiano desde el punto de vista político y, posteriormente Mao Zedong, influido por los primeros, la perfeccionó usando como patrón las enseñanzas de Lenin y Abd-el-Krim. La idea del aniquilamiento de los sistemas políticos para la creación de un orden justo sin clases la desarrolla Lenín, la idea de que los combatientes deben ser al pueblo como pez en el agua en un contexto de guerra prolongada (de carácter erosivo) es perfeccionada por Mao en lo que se ha denominado estrategia adaptativa.
[3] La causa de esta afirmación obedece a que en Venezuela en los últimos quince años se ha producido un discurso de esa naturaleza, pero en la práctica han formado una nueva burguesía de similar característica a la que querían destruir.
[4] El Derecho Internacional legitima el uso de la fuerza en caso de defensa individual o colectiva de los Estados. Para acometer una contingencia de esa naturaleza se perfeccionaron una serie de normas que estuvieron vigentes durante la Segunda Guerra Mundial en lo que se conoció como los Convenios de Ginebra del año 1949. Pero en caso de una guerra interna se plantean dos tipos de problemas: el 1º de delimitación de su concepto, (esto es si es dentro de un mismo Estado, si es entre dos partes, una de las cuales no es reconocida y si se ajusta al derecho internacional), 2º que a pesar de ser un conflicto interno, en general, tiene implicaciones internacionales. El Protocolo II de las Convenciones de Ginebra del año 1977 que fue ratificado por Colombia hace una distinción entre guerra civil y “situaciones de tensión interna”. A tal efecto el articulo 1º reza que una guerra civil es un conflicto armado que se desarrolla en el territorio de una alta parte contratante entre sus FF.AA. y FF.AA., disidentes o grupos armados organizados que, bajo la dirección de un mando responsable, ejerzan sobre una parte de dicho territorio un control tal que les permita el desarrollo de operaciones militares sostenidas y concertadas y aplicar el presente protocolo. El articulo 2º califica de tumulto “situaciones de tensiones internas y de los disturbios interiores tales como motines, los actos esporádicos y aislados de violencia y otros actos análogos, que no son conflictos armados”. Por lo que se deduce de estas definiciones Colombia se encuentra en una situación intermedia y por ello el Estado colombiano ha sido cuidadoso en la categorización de su conflicto. Por otro lado, la subversión se encuentra en una fase operacional revolucionaria que no es la guerra abierta y esto no lo ha logrado por incapacidad.
[5] El realismo “clásico” está fundado en la creencia que los Estados, al igual que los seres humanos tienen un innato deseo de dominar a otros, lo cual podría constituirse en una causa de guerra. Esta teoría evolucionó en una forma denominada “neorrealismo” que ignora la naturaleza humana y está focalizada en los efectos del sistema internacional, debido a que este es anárquico, es decir, cada Estado sobrevive por si mismo. Con el fin de la Guerra Fría apareció una forma de realismo “redux” que expresa que si un Estado logra muchas ganancias con respecto a sus aliados o amigos se hará más fuerte mientras estos se harán más vulnerables.
[6] Hay autores que han expresado que en la medida en que se pueda hablar de una comunidad internacional en esa medida se podrá hablar de una moral internacional.
[7] Esta situación finalizó en el año 1998-99, pero desde ese entonces, el gobierno venezolano ha buscado intervenir en el proceso de paz colombiano y ello en la práctica se materializó en el reconocimiento de su estatus político. Este hecho condujo a una ruptura de relaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia en el año 2009 y al proceso de paz que se está produciendo actualmente en La Habana. La causa de este reacomodamiento ha estado relacionada con el hecho que ideológicamente el gobierno venezolano y la guerrilla colombiana son afines.
[8] Desde el punto de vista fluvial se puede apoyar a Cararabo en el periodo abril-diciembre (el tiempo de navegación aguas arriba es de tres días aproximadamente), por tierra de enero a marzo ( el tiempo del recorrido en de alrededor de las 08 horas) y por aire de acuerdo a las posibilidades que ofrece la estación lluviosa. Durante el ataque a Cararabo, la comunicación fluvial estaba interrumpida desde sus principales puntos de apoyo y no se contaba con apoyo terrestre o aéreo). En otras palabras, ese puesto naval estaba obligado a sostenerse con sus propios medios.
[9] Hay que destacar que la avanzada guerrillera era de aproximadamente veinte (20) individuos, sin embargo, durante los preparativos del ataque pudieron reclutar, de forma forzada, lugareños por razones políticas, económicas y tácticas. Estos individuos durante el ataque se cubren el rostro y en caso de caer en la acción sus cuerpos en la medida de las posibilidades son retirados del lugar por los mismos insurgentes.
[10] En el ámbito político fueron restringidos los recursos presupuestarios en las FF.AA., afectando su alistamiento, en el nivel estratégico militar hubo deficiencias en la asignación de recursos humanos y materiales, a nivel estratégico operacional hubo fallas de conducción que incidieron en la doctrina, a nivel táctico hubo fallas de conducción que incidieron en la moral del personal y fallas en la aplicación de la doctrina. Desde el punto de vista de inteligencia, hubo la información precisa y la evaluación correcta, pero sobre el terreno hubo un exceso de confianza olvidándose el personal que eran extranjeros en el área.
[11] La normativa actual de la Armada no establece actos de heroísmo o de cobardía. La única referencia que se tiene al respecto es el Código de la Marina de Guerra del año 1903. Este Código de Marina decretado por Cipriano Castro estableció en el articulo 1219 como acciones heroicas: “Sostener un combate hasta perder la mitad de la gente”, “el centinela que en caso de sorpresa se oponga por si solo la entrada del enemigo... hasta quedar herido o muerto o conseguir con su resistencia que extendida la alarma durante su defensa...”, etc. Como actos de cobardía: “todo comandante que no conserve sus fuerzas en el puesto de combate”, “no acuda a su lugar o puesto de combate, o durante este muestre cobardía”, etc.
[12] Las condiciones que deben seguir un grupo insurgente para declarar una situación como favorable para lanzar un ataque, de acuerdo con Mao Zedong (1936), son:
·         La población apoya activamente a los insurgentes.
·         El terreno es favorable para las operaciones.
·         Las fuerzas insurgentes están concentradas.
·         Los puntos débiles del enemigo han sido descubiertos.
·         El enemigo  está reducido por el cansancio y está desmoralizado.
·         El enemigo ha sido inducido a cometer errores.
[13] La matriz de falla en esta fase de los hechos estuvo constituida: en el ámbito político no se impartieron instrucciones de combate, con lo cual el despliegue desde esa perspectiva adquiría un carácter demostrativo; a nivel estratégico militar no fueron asignados los medios idóneos para acometer las tareas derivadas del ataque teniendo presente que las operaciones a ser realizadas tenía un carácter policial debido a que no estaba declarada situación de conflicto alguno. En el ámbito estratégico operacional  las treinta y seis (36) horas que tardaron para la instauración del Grupo de Tarea, trascurrieron sin que las tropas desplegadas tuvieran instrucciones claras de que hacer en caso de ocurrir una situación particular por lo que el tratamiento de las situaciones que tuvieron que afrontar fue de acuerdo a su libre albedrío. 
[14] Los imperativos pueden ser hipotéticos y categóricos; hipotéticos si representan la necesidad practica de una acción posible como medio para conseguir otra cosa que se quiere (o que es posible que se quiera), y categórico si representa una acción por sí misma como objetivamente necesaria, sin referencia a ningún otro fin. Todos los imperativos son formulas de la determinación de la acción que es necesaria según el principio de la buena voluntad. Por otra parte, el imperativo categórico es algún mandato que es posible, para las capacidades que algún ser racional puede pensarse como propósito posible para alguna voluntad. Hay otro imperativo que se refiere a la forma y al principio que gobierna la acción y lo esencialmente bueno de tal acción reside en el animo del que la lleva a cabo, sea cual sea el éxito obtenido. Este es el Imperativo de la Moralidad. El imperativo categórico de la moralidad es el único que se expresa en una ley practica por ser necesario y los demás imperativos pueden llamarse principios de la voluntad pero no leyes de la voluntad porque son contingentes. En este sentido un principio practico supremo e imperativo categórico con respecto a la voluntad es: “Obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio”.
[15] Venezuela había sido el único caso en Iberoamerica donde los oficiales no formaban parte de la clase dominante del país. Hoy día, con los cambios políticos que han acontecido en los últimos diez (10) años se ha buscado politizar a la Fuerza Armada Nacional con la finalidad de hacer de esta un cuerpo revolucionario afin a la nueva circunstancia política.