sábado, 10 de noviembre de 2018

DOS AÑOS Y TRECIENTOS DÍAS A BORDO DEL A.R.V. “LOS CAYOS”

Disponible también en: http://www.fav-club.com/2019/08/10/dos-anos-y-trecientos-dias-a-bordo-del-arv-los-cayos/ 


En una soleada tarde caraqueña de mediados de julio del año 2018 acompañado con el buen amigo Luis Farage en una cafetería de Santa Paula me enteré de que el Guardacostas “Los Cayos” se había hundido en Puerto Cabello y necesitaban de la información que pudiese suministrar para proceder a su desincorporación. Lo primero que vino a mi mente fue que con ese hundimiento se habían ido los restos de la Marina de Guerra venezolana rescatados de la flota muerta y que asumí el comando de esa unidad los primeros días del año 1986 contra mi voluntad. Una decisión del alto mando naval dispuso que el comandante de esa unidad debiera ser un oficial y fui designado para ocupar un cargo que cambió radicalmente mi vida profesional y personal.
Hubo dos motivos que me empujaron a tratar de no asumir esa responsabilidad. El primero lo explique al comandante de la fragata “General Soublette” al menos un año antes de que se tomara esa decisión. Él me preguntó cuáles eran mis aspiraciones en la Armada y le respondí que ser almirante como todos los demás, y me inquirió por no decir que quería ser comandante de un buque de guerra. Le respondí en ese entonces que observaba que la imagen del comandante todopoderoso que tenía de mis lecturas no se correspondía con la realidad de unos comandantes que tenían que actuar con estrictos controles por el grado de sofisticación de unos navíos que fueron en esa época expresión del estado del arte de la construcción naval a escala global. El segundo, después, cuando se produjo el nombramiento, tuve la intuición de que además de las vicisitudes que viviría en el mar iba a tener que enfrentar la fricción de una burocracia generada por la coexistencia de dos fuerzas que impedían el desarrollo marítimo venezolano que ni Estado ni la Armada han podido superar: dos visiones limitadas de cómo debería ser el país marítimo dentro de un contexto signado por limitaciones financieras y materiales. A pesar de esta resistencia asumí el cargo de Comandante de la Lancha Guardacostas “Los Cayos” LG-12, una nave de 29 metros de eslora, 6 de manga, un desplazamiento de 380 toneladas, una ametralladora de 12,7 mm, un propulsor y un eje que le daban una velocidad sostenida de siete nudos, un viejo generador que no contaba con repuestos que pudiesen prolongar su vida útil y una tripulación que osciló en torno a 12 hombres. Esta unidad había entrado al servicio en la Armada a principios de los años ochenta del siglo pasado después de haber terminado sus días como pesquero luego de un proceso legal de confiscación. Se le hicieron algunas modificaciones de forma apresurada que lo convirtieron en una nave de apoyo logístico.
Con respecto al primer aspecto puedo decir que mi vivencia como Comandante fue la de un ser todopoderoso como lo indicaba mi patente de navegación. Asumí el reto debido a que ya había aprendido en otras oportunidades que hacer resistencia cuando algo estaba destinado era inútil en el más puro sentido estoico. Lo más inteligente fue para mí sacar el mejor provecho de la experiencia. En relación con el segundo vamos a hacer histórica y traer al presente lo que la memoria me permita del tejido de experiencias memorables que se fue construyendo en dos años y trecientos días a bordo de esa unidad siguiendo el derrotero que indicaré a continuación: las primeras navegaciones, la lucha contra la burocracia y la metamorfosis en buque de guerra.
Las primeras navegaciones.
La asunción del cargo de Comandante de la Guardacostas “Los Cayos” fue muy administrativa, digamos anglosajona, llegue al navío, hablé con el Comandante saliente y luego de un reconocimiento se formalizó todo en un acta. En una primera impresión, luego de haber permanecido tres años a bordo de la fragata “General Soublette” me pareció que el navío padecía de muchas carencias y limitaciones. Carencias porque no estaba armado para “hacer… la guerra…” y cumplir tareas de Guardacostas, ni poseía instrumentos de navegación que permitieran un posicionamiento confiable, y limitado porque su disponibilidad operacional era baja. Dada esta situación su misión fundamental fue el apoyo al Apostadero Naval de Turiamo. Así fue como se dieron mis primeras navegaciones.

Navegar por primera vez, como todo, es la experiencia de caer y golpearse y aun así levantarse y seguir adelante. Tuve la suerte de recibir un buen consejo después de haber-sido-en-obra en mi primera misión de manera exitosa: dadas las características del buque, no se podía maniobrar en contra del viento y las corrientes,… había que tenerlas a favor. El arte de navegar es usar los elementos de la naturaleza para alcanzar lo que uno se ha establecido como meta, no ponérselos en contra. La segunda enseñanza fue lograr que todo el equipo, es decir, toda la tripulación estuviese enfocado en facilitar el logro de lo que se había establecido como meta. Esto fue importantísimo debido a que aprendí que un acto de desobediencia puede ser crucial para alcanzar un objetivo lo cual suponía a su vez que había que asumir riesgos. De más está decir que asumir riesgos significaba actuar de acuerdo a un cálculo y consecuentemente una evaluación de posibilidades.
Una vez nos pasó que el navío se accidentó en Turiamo por falla en el arranque del propulsor. Para poder regresar a Puerto Cabello necesitábamos de un repuesto que no sabíamos cuando llegaría por lo que teníamos una posibilidad de encender el propulsor con el riesgo de que si se apagaba podría ocurrir una tragedia. Reuní a la tripulación y logré focalizarla en la misión del navío de manera tal que a partir de allí estuvo cohesionada. Pudimos retornar y dedicarnos a tratar de resolver los problemas que padecía el navío. En función de mi experiencia vivida en esa oportunidad y en la última navegación del Transporte A.R.V. “Los Roques”[1], me propuse convertirla en una especie de mini lupo en alusión a la fragata clase “Mariscal Sucre” y de ahí hice una campaña para lograr ese objetivo. El navío fue armado y se lograron algunas mejoras, pero los principales problemas que padecíamos no habían sido resueltos.
A pesar de ello, entre las acciones que emprendimos estuvo, en primer lugar, darle una identidad, en segundo lugar, construir un manual de organización y, en tercer lugar, tratar de extraer de la flota muerta aquello que pudiese servir para nuestros propósitos de ayudar a convertir a “Los Cayos” en un buque de guerra.
La identidad dentro de ese ambiente fue darle al navío un escudo, es decir, un signo y una heráldica, un significado. Para ello diseñamos un blasón con un fondo en azul aguamarina. En jefe tenía el Casco de Palas Atenea mirando a destra simbolizando la inteligencia que debe poseer todo marino que tome el destino de las armas. En el corazón del escudo un Trébol Negro de cuatro hojas que simbolizaba la buena suerte que se debe tener si se cultiva un temperamento prudente y previsor. Debajo del corazón un tridente y una espada posicionada como una cruz de san Andrés. El tridente de Poseidón y una espada cruciforme de estilo medieval. En punto estaba escrito en un listel a sinistra el nombre ‘Pontoporeia’ y a destra ‘Eulimene’. En el centro el nombre de la unidad: A.R.V. “Los Cayos”. ‘Pontoporeia’ es la Nereida que conduce los navíos en la mar y ‘Eulimene’ las que los conduce a buen puerto. Esta insignia fue aprobada y ostentada por la tripulación. Vale decir que un oficial cuando vio ese escudo exclamó “demasiado escudo para ese pedazo e’barco”. Pero el efecto que logró fue el esperado: logró identificar a la tripulación con el navío y así cada quien pudo contar su historia.
El Manual de Organización fue una exigencia urgente del comando superior para el momento en que recibí el cargo. Para mí fue la estructura de su identidad. Tardé dos años porque fue la escritura de las actividades que hicimos en todo ese periodo partiendo de cero. Fue como escribir cómo hacíamos las cosas en circunstancias normales y excepcionales una vez que nos aseguramos que la manera de hacerla era práctica y segura y podía ser seriada. Construimos una doctrina a partir de la fijación en palabras prácticas que se hicieron consuetudinarias hasta su desaparición física. Este principio de individuación generó identificación y permanencia.

De la flota muerta hablaremos más adelante. En ese entonces se discutía su desguace, fundición y aprovechamiento de sus materiales, en especial acero naval y bronce aun adherido fuertemente a las estructuras que medianamente se encontraban a flote. Ello nos hizo tener que pensar el navío que queríamos y explorar qué podíamos tomar para constatar si era viable para el nuevo destino que habíamos diseñado.
Todo este esfuerzo se hizo a pesar de la fricción representada por la burocracia. Esta burocracia, en las condiciones en que estaba producía retardos que podían generar una matriz de fallas que podía crear las condiciones de posibilidad de que ocurriese un accidente en la medida que las exigencias operacionales fuesen mayores. Esa fue una de mis principales preocupaciones.
La lucha contra la burocracia.
Asumí el cargo de Comandante y casi simultáneamente me fue entregada la Patente de Navegación. Esta patente era dada por el Presidente de la República, en ese entonces, a los oficiales navales para ejecutar “todos los actos de paz y de guerra necesarios al cumplimiento de sus funciones, sujetándose en todo a las leyes de la República…”. La lectura razonada de este documento me hizo comprender que si bien había sido designado por el alto mando naval la responsabilidad que portaba encima de mis hombros iba más allá de los promotores del nombramiento. Mi rendición de cuentas era ante la República en la figura de su Presidente. Este hecho resultó trascendental para mí debido a que recibí la gran responsabilidad de conducir un medio naval inseguro e incapaz de estar a la altura de las circunstancias y no quería repetir la experiencia de la última navegación del A.R.V. “Los Roques”. Por lo que después de un año de gestiones infructuosas para aumentar la disponibilidad operacional del navío decidí dirigirme al Comandante General de la Armada para tratar de resolver los problemas por mi planteado. Semejante acción puso a la Armada en contra mía. Pero en el año 1986, como dije, existían dos mentalidades en la Armada: la de los viejos buques y la que luchaba por estar a la altura de las circunstancias que significaba el disponer de tecnologías avanzadas para la época. Frente a esta dualidad, tuve que enfrentarme a una comisión inspectora que debía poner en cintura al oficial que había desafiado a toda la estructura de comando.

La comisión inspectora constató que estaba en lo cierto. Pero aun así después de importantes reparaciones salimos a operar con severas limitaciones. Fue un problema: la mentalidad de los oficiales de los viejos buques que navegaban en condiciones inseguras exigía que operase en las condiciones en que estuviese, la mentalidad nueva de ese entonces exigía que NO se operase en condiciones inseguras. Después de alertar al comando superior de mis limitaciones y de los riesgos que podría acarrear a la unidad como un todo cumplimos dos misiones: recuperar un torpedo de prueba lanzado contra una fragata por un submarino tipo U-209 y a interceptar una posible operación de tráfico de narcóticos en horas nocturnas en el Golfo Triste. En ese entonces ya contaba con una tripulación entrenada y muy capaz.
En relación con la recuperación de un torpedo de prueba la maniobra fue muy complicada a pesar de su sencillez por lo que ameritó mucha paciencia en la ejecución. Siempre tuve presente una sentencia dicha por un oficial brasileño en un conferencia pre-zarpe en una operación combinada con buques de la Marina de Brasil dos años atrás. Los oficiales planificadores venezolanos querían incluir más ejercicios en el plan de eventos alegando el alto nivel de adiestramiento de las tripulaciones y el oficial brasileño, que era el comandante del grupo de tarea del país vecino dijo: “por más adiestrada que esté una tripulación, una maniobra marinera puede durar cinco minutos o cinco horas”. En ese momento esa sentencia fue suficiente para que los venezolanos desistieran de la idea. El día que nos tocó la recuperación del torpedo esa sentencia del oficial brasileño se convirtió en máxima. El mar embravecido hizo que se tuviera que localizar el torpedo y ejecutar varios intentos para recuperarlo. Después de las 2200 horas logramos cumplir nuestro propósito y nos dirigimos a puerto remolcando el artefacto. Tratamos de comunicarnos con la capitanía de puerto para reportar nuestra entrada y la comunicación fue en vano. No hubo nadie que nos respondiera. En vista de ello decidimos entrar a la dársena y allí se presentó un grave problema: un portacontenedores estaba enfilándose al canal de entrada/salida en el mismo momento en que nosotros estábamos haciendo lo mismo para entrar en condiciones restringidas por el remolque. En semejante situación decidí seguir adelante. Hay que aclarar que el canal de entrada/salida a la dársena de Puerto Cabello era en ese entonces muy estrecho, sólo podía navegar un buque a la vez. Para seguir avante sólo se necesitó sangre fría. Calculé que disponía de un mínimo espacio para pasar y mi tripulación respondió a la altura de las circunstancias. Todas las órdenes fueron cumplidas milimétricamente. En el momento exacto en que los dos navíos estaban pasando por el canal podía tocar el casco del portacontenedores. Todo ocurrió en menos de un minuto. Después, el atraque fue suave y entregamos la encomienda. No felicité a la tripulación, me comporté como si todo hubiese sido normal. Después mi segundo al mando, uno de los más excelentes profesionales con los cuales tuve la oportunidad de compartir experiencias, José Medina Zambrano me dijo que creyó que el portacontenedores nos iba a embestir; yo le dije que en ese momento no pensé en nada, sólo que no podía abortar la maniobra porque el remolque lo impedía y si lo hacía iba a ser más riesgoso. Aprendí que en situaciones extremas uno se conecta con el todo, por ello uno no piensa nada, todos los sentidos se alinean para pasar el trance, pensar en algo es catastrófico. Después del atraque la sangre fría me salió del cuerpo y duré ensimismado varias horas hasta que volví a adquirir conciencia de mi responsabilidad.
Con respecto a la interceptación de presuntos narcotraficantes en el Golfo Triste esta fue una operación nocturna. Luego de varias acciones sorpresivas de visita y registro no logramos ningún resultado. Finalizamos la misión cuando sentimos que estábamos poniendo en riesgo físico a la unidad por la existencia de bajos, aunque arenosos, en el área de interceptación. Al regreso a puerto ocurrió lo que más temía: que una de las condiciones inseguras reportadas se manifestase. Es decir, se sobregiró el generador fracturándose en el acto. Logramos atender la emergencia mitigando los daños y pudimos regresar a puerto a duras penas. En la entrada a puerto no conseguimos ningún percance. El reporte de accidente consecuente hizo mover cielo y tierra al comando superior para resolver la situación embarazosa en que había quedado. Dos meses después la unidad dispuso de un nuevo generador con alta confiabilidad y estábamos en condiciones, después de resolver algunos problemas disciplinarios, de navegar por todo el mar de Venezuela.
Esta situación y su evolución como un todo con un resultado favorable para la unidad, desde una perspectiva institucional, produjo en mí un cambio radical sobre mi visión de la Armada que tendría sus consecuencias debido a que fui objeto de una conspiración, la de los necios que se negaron a aceptar la ocurrencia de unas alteraciones que estaban aconteciendo en la Armada y respondieron tratando de apartar al oficial molesto por alertar como lo hace un tuerto a individuos que se negaban a ver un problema que ya se estaba haciendo patente, es decir, la decadencia generada por la imposición de una visión limitada de la realidad completamente des-armónica en relación a un contexto de cambios generalizados. Estas alteraciones, que indicaban un agotamiento institucional, apuntaron al inicio de un ritornelo, es decir, algo que ha sido para nosotros un eterno retorno que se haría evidente en los años 1992, 2002 y 2014-2018 y que probablemente se había vivido en el año 1945, 1948, 1958 y 1962.
La metamorfosis en buque de guerra.
El A.R.V. “Los Cayos” sufriría aun importantes transformaciones que aumentarían sus capacidades marineras y lo posibilitaría a cumplir con su misión como buque de guerra. En ese momento me percaté de que debería prepararme para navegar más allá del espacio marítimo al cual estuvimos acostumbrados, es decir, en todo el mar de Venezuela. Como los costos para adquirir accesorios nos eran sumamente altos, recurrimos a la flota muerta para tratar de “raspar la olla” y recuperar todo aquello que nos pudiese servir en función de una lista de requerimientos que nos habíamos hecho. Así pudimos hacernos con muchos accesorios de acero naval y de bronce cuyos costos no podíamos sufragar y que mejoraron nuestro apresto operacional. Por lo que con el hundimiento de A.R.V. “Los Cayos” se fue a pique el resto material viviente de la marina venezolana de los años cincuenta, sesenta y setenta.
Después de varias misiones de patrullaje y de verificación del grado de alistamiento, nos destinaron junto con el patrullero costero “Independencia” a apoyar la ejecución de una regata entre el Cabo de la Vela y Curazao. Fue un fin de semana de los primeros días de agosto de 1987. La actividad de apoyo se cumplió con el único inconveniente que una embarcación deportiva neerlandesa se había quedado a la deriva teniendo que ser remolcada por el patrullero costero. El domingo, después de mediodía fue destacado de emergencia el patrullero costero al Golfo de Venezuela por lo que nos correspondió a nosotros terminar el auxilio. Después de allí regresamos a Puerto Cabello. El arribo fue a las 0800 hrs. del día siguiente. Sentí una gran impresión ver la gran actividad que existía en la base naval. Actividad excesivamente anormal para un lunes en la mañana. Luego me enteraría de que había estallado una crisis en el Golfo de Venezuela que sería conocida como la crisis de la Corbeta “Caldas”. El A.R.V. “Los Cayos” fue puesto a la orden de la Fuerza de Tarea que se había establecido y aparte de cumplir varias misiones de apoyo relativas a la provisión de material de guerra para los buques y de presenciar los acontecimientos en una sala de operaciones mi vivencia de la crisis se produjo después y de otra manera. La crisis oficialmente terminó el 18 de agosto, pero las condiciones de alerta máxima en la Armada se levantaron después generando un importante desgaste de personal y de medios. En general, considero que el personal de la Armada asumió la crisis de manera estoica y ese acontecimiento en sí develó la verdadera vocación de muchos que hicieron vida en la institución en ese momento.
En esos días posteriores se presentó una falla grave en el propulsor y después de hacer fallidos intentos en la base para solucionarla la reporté al comando superior donde me indicaron que me dirigiese a los Diques y Astilleros Nacionales. Allí me dijeron que la única persona capaz de resolver mi problema era un técnico colombiano. Este hecho me planteó un gran problema si se considera que a pesar de la desescalada, las condiciones de seguridad se habían hecho sumamente exigentes, sobre todo en lo concerniente a la entrada de extranjeros a instalaciones militares. Así pues, mi dilema fue: me atenía a la situación de seguridad o la violaba para lograr la operatividad del navío. Pensando en la patente de navegación y en mi vivencia hasta el momento como Comandante asumí el riesgo personalmente y llevé al técnico a mi navío hasta que logró reparar la máquina. La unidad estuvo lista a principios de septiembre por lo que pudimos cumplir tareas de apoyo en Turiamo para mitigar a los venezolanos que fueron afectados por la tragedia del río Limón.

Después de las operaciones de apoyo en Turiamo fui destacado al oriente del país, a Guanta y Puerto La Cruz, desde donde cumplí tareas de patrullaje que nos llevaron hasta Güiria y al territorio insular que bordea al mar de Venezuela. Una vez oí que los marinos venezolanos hasta la era de los años treinta eran capaces de orientarse por el olor de la costa adyacente en que navegaban. Confieso que nunca pude adquirir ese don. Las herramientas de navegación mías fueron el radar y la combinación del reconocimiento de las estrellas con un radiogoniómetro. El radar fue la herencia de mi experiencia en la fragata “General Soublette”. La navegación astronómica era (y creo que aún lo es) una disciplina obligatoria en la Escuela Naval de Venezuela. La destreza la adquirí en el crucero de instrucción a EE.UU. en el Buque Escuela “Simón Bolívar” y en la navegación a Italia en la mencionada fragata, pero, como se pudo visualizar en la heráldica del navío, en esa época tenía una atracción por las obras de Hesíodo y Ovidio, mi capacidad para la navegación astronómica estuvo realmente asociada al reconocimiento de los mitos griegos que siempre nos condujeron en el mar y nos llevaron a buen puerto. El radiogoniómetro fue el instrumento que nos unía a tierra. Mi respeto por ese instrumento anticuado provino de mis lecturas acerca del papel que desempeñó en la batalla de Tsushima.

Este fue mi último periodo como comandante del A.R.V. “Los Cayos”. Los patrullajes que ejecutamos fueron momentos que propiciaron en mí una gran paz interior. Sentí la libertad de estar en contacto con la naturaleza a pesar de la sublimidad subyacente, es decir, del poder que podía ejercer la inmensidad sobre nosotros, y a la vez con la suficiente autonomía de mi voluntad para decidir qué hacer a diferencia de lo que había percibido de los comandantes de las grandes unidades. Después del derrotero seguido en el oriente del país fui destinado de nuevo a Puerto Cabello. Allí participamos en el desfile naval del año 1988. Después de allí fui destinado a Punto Fijo y con esta asignación recibí el nombramiento de mi relevo y mi regreso a la Fragata “General Soublette” para ocupar el cargo de jefe de artillería principal.
Cuando fui nombrado como Comandante me informaron que permanecería en el cargo por un año. Me imagino que los problemas que generé alargaron el tiempo de mi estadía, pero aun así consideré larga la permanencia que tuve.
En Punto Fijo cumplí varias comisiones a Los Monjes. En la última navegación cuando estábamos arribando se presentó como a las 2200 hrs. una falla eléctrica en la península de Paraguaná que dificultó la maniobra de atraque. Fue la peor maniobra que ejecuté en toda mi vida… había perdido las referencias visuales. Nada que lamentar, todo fue efecto de la ansiedad de que no ocurriese nada que pudiese interrumpir la entrega normal del cargo. Lo peor ocurriría inmediatamente. Venezuela no se caracteriza por ser un país que sea afectado por huracanes. Pero en esos días la tormenta Joan se acercó mucho a nuestras costas y se dirigió directamente a la península de Paraguaná. Cuando anunciaron las alertas me encontraba en La Guaira en una reunión de Comandantes y traté de dirigirme a mi unidad pero se me hizo difícil porque se interrumpieron las comunicaciones terrestres, marítimas y aéreas. Sólo quedaron las comunicaciones telefónicas. Mi indicación a la tripulación fue asegurar el navío con guayas de acero así como cualquier cosa que pudiera actuar como un proyectil y lo abandonasen momentáneamente mientras pasaba el ojo de la tormenta. La guardia cumplió a la letra la orden y los daños fueron mínimos. La tormenta se convirtió en huracán cuando entró en el Golfo de Venezuela. En medio de los destrozos alrededor, cuatro días después, con la unidad en un estado de alta disponibilidad operacional entregué el cargo.
Corolario.
Regresé a la Fragata “General Soublette” a finales de octubre de 1988. En ese momento era lo que deseaba. No me fue mal, pero tampoco bien. Ante la opción de ser jefe de armamento o asumir un cargo en tierra, elegí lo segundo. Quería estudiar. Me había percatado desde mi comando que los buques habían dejado de ser medios confiables porque los esfuerzos en garantizar un aceptable nivel de mantenimientos fueron insuficientes por un conjunto de causas. Permanecí hasta agosto de 1990, después de que una crisis política que había desangrado a Trinidad había amainado. En julio del año 1992 me ofrecieron de nuevo asumir el cargo de jefe de armamentos en una fragata  y no acepté el nombramiento, preferí ser segundo Comandante de la Guardacostas “General Morán”. Pero, los intentos de golpes de Estado de ese año provocarían cambios de circunstancias en lo profesional y personal.
El Guardacosta A.R.V. "Los Cayos" tendría más de una década de vida operativa en la Armada venezolana como se puede evidenciar en esta imagen suministrada por Ramón Rivero-Blanco




[1] En el año 1983 después que la fragata “General Soublette” sufrió una avería de importancia su comandante decidió convenientemente enviarme de comisión a bordo del A.R.V. “Los Roques” porque ese medio necesitaba cumplir una misión de apoyo y faltaba un oficial de su dotación. Fue la última navegación de ese buque puesto que se encontraba en un pésimo estado en cuanto a condiciones de seguridad. La navegación fue accidentada porque el buque comenzó a presentar fallas. Estuvimos en la Orchila, luego en Cumaná. Allí en una mala maniobra en condiciones atmosféricas adversas un cabo de atraque se enredó en una propela produciendo retrasos en el cumplimiento de la misión. Retornamos a la Orchila y después que se averió un propulsor el Comandante decidió regresar a Puerto Cabello. La velocidad de retorno fue de dos nudos, pero navegando con un solo propulsor nuestra derrota asemejó a un espiral que iba extendiéndose lenta y lastimosamente con lo cual se extendía el retraso y la tensión a bordo. En estas circunstancias comenzamos a hacer preparativos para mitigar cualquier complicación que se presentase y a reportar nuestro estado. Alrededor de la medianoche ocurrió el momento culminante: un mercante de la Compañía Anónima Venezolana de Navegación casi nos enviste a pesar de todas las previsiones que tomamos debido a que su timón estaba bloqueado y no podía maniobrar. Llegamos a la rada de Puerto Cabello un domingo en la tarde auxiliado por unos remolcadores. Eso puso fin a esa travesía. Además de la experiencia que adquirí, lo que más me impresionó de todo lo vivido y tomé como ejemplo a seguir fue la imperturbabilidad del Comandante ante las situaciones de emergencia. En ese entonces fue Lewis Patiño Patiño.

jueves, 1 de noviembre de 2018

LA DES-COLONIALIDAD DEL PODER EUROCÉNTRICO... A LA VENEZOLANA



Aníbal Quijano fue un autor marxista que elaboró una obra denominada la Colonialidad del Poder[1] que versa sobre su creencia en la existencia de un patrón de poder global surgido desde el descubrimiento y posterior dominio europeo sobre América que se ha extendido al resto del mundo. Este se caracteriza “por el establecimiento del sistema de dominación colonial y del mercado mundial capitalista” controlados todos por Occidente. Esta colonialidad puede ser visualizada, según este autor, siguiendo dos ejes de análisis: la raza “como el fundamento de todo un nuevo sistema de dominación social” de carácter eurocentrista que extrañamente no se observa en la experiencia vivida por las civilizaciones rusa, hindú, japonesa o turca que sufrieron procesos de europeización deliberados; y el “capitalismo” como proceso articulador de “todos los modos de producción en una única estructura” de producción de alcance global que tampoco se observa en la guerra comercial que mantienen, por ejemplo, China y EE.UU., ni en industrias específicas como la del automóvil o de los teléfonos inteligentes para citar algunos pocos.
El eurocentrismo lo observa como “un modo de producción y control de relaciones intersubjetivas” (imaginario social, memoria histórica, y producción de conocimiento) que, según él, garantiza el mantenimiento de estas relaciones de poder colonial que amerita un proceso de des-colonización. Llama la atención que este concepto escrito en castellano, concebido a partir de una estructura de pensamiento europea, sea el fundamento de unas luchas liberadoras de unos individuos que se asumen como la conciencia de una población desde una posición pre-hispánica, pre-inglesa, pre-francesa o pre-neerlandesa que no conocían el concepto de libertad o de algo parecido. No me parece que los mayas, los aztecas, los caribes, los incas, etc., hayan sido democráticos, despóticos o pueda aplicarse algún concepto europeo sin que se asuma alguna forma de eurocentrismo por semejanza. Ya desde esa perspectiva los argumentos esgrimidos por ese difunto autor son sospechosos. Podríamos preguntarnos: ¿Qué entiende, en estos momentos, un aimara, un goajiro o un yanomami con respecto a la palabra libertad? Creo que sólo la población mezclada que ha sido crisol de diversas culturas podría pensar en ella, pero no creo que un individuo que tiene muchos orígenes desde el punto de vista étnico quiera ser aimara, goajiro o yanomami, ni someterse a esas formas de organización política ancestrales. De igual forma, y como hemos vivido en Venezuela, los dirigentes de la tiranía han permitido la colonización material y cultural del país con la finalidad de destruir la sociedad y las bases con que se habían fundamentado hasta el presente de forma absurda con un discurso liberador y una praxis totalitaria que hace ver la propuesta descolonizadora como fraudulenta. 
La gran paradoja del esfuerzo de este difunto autor peruano fue liderar un movimiento descolonizador del eurocentrismo a partir de la reinterpretación del pensamiento de un europeo, es decir, Carlos Marx. Sus seguidores que en Iberoamérica han mantenido ese “esfuerzo”, que hablan idiomas de origen europeo, sus nombres son de origen europeo y sus prácticas culturales aprovechándose de los restos de civilización originaria que aún existen en el continente, llevan ya una larga lucha por imponer este nuevo eurocentrismo enmascarado de liberación. Ahora, la palabra ‘libertad’ ¿no es también un concepto europeo? Así como clase, raza, capitalismo y dominación por citar sólo algunas. E incluso el mismo lenguaje con que se expresó Quijano y se expresan otros autores como Enrique Dussel, Ramón Grosfoguel o García Linera ¿no son de origen europeo?
Esta paradoja dio paso a lo que se conoce como filosofía de la liberación, una corriente marxista de pensamiento derivada de la teología de la liberación de la cual Enrique Dussel se ha atribuido, en parte, un liderazgo siguiendo también como referente el pensamiento marxista. Ahora, qué refiere la palabra eurocéntrica ‘descolonización’ y por qué su pertinencia en la actual realidad venezolana.
Sobre la des-colonización expresó que su causa obedece a que el “patrón de poder global colonial/moderno” había iniciado un proceso de radical reconfiguración pudiendo avanzar sin restricciones a la totalidad del mundo después de los procesos políticos globales acaecidos a finales del siglo pasado[2]. Sin embargo, como este proceso indetenible está llevando “a la destrucción de las condiciones de vida en nuestro planeta, a la deliberada polarización social extrema y a la extinción por hambre de una gran parte de nuestra especie” en un contexto signado por una parte, por un inconmensurable “desarrollo científico/tecnológico… que permite una producción material e inmaterial sin límites previos, en escala mundial” y, por la otra, un proceso de “esclavitud y servidumbre… en plena re-expansión” donde el empleo cada vez es más precario y flexibilizado, cree que se han dado las condiciones objetivas para enfrentarlo.
Hay una expresión dicha por gente que vivió el socialismo real que dice más o menos lo siguiente: el camino más largo al capitalismo es el comunismo. Como se puede observar, si le damos crédito a lo que afirman Quijano y Dussel, Venezuela vive en su imagen del capitalismo, no de la economía de libre mercado que busca crear capacidades productivas bajo una eticidad fundada en la relación con los otros y dentro de un marco de protección ambiental como se evidencia en los esfuerzo derivados de la cumbre de Kioto. Ambos hechos que se produce en medios de procesos integracionistas globales dentro de una visión republicana.
Esta imagen del “capitalismo” es lo que permite explicar cómo se destruyó el aparato productivo existente en Venezuela. Estos autores afirman que “esa misma tecnología [en desarrollo expansivo] también permitiría producir todo lo que la población del mundo necesita sin recurrir a la dominación/discriminación/explotación/violencia”, por lo que consideran que ese orden es “peligroso”, “prescindible” y “ya no es útil, ni necesario”. Desde esta perspectiva podemos empezar a ver que la descolonización es destrucción bajo una justificación falaz como hemos indicado precedentemente y vivido los venezolanos y aun continuamos resistiendo. Venezuela es uno de los puntos de aplicación del esfuerzo de una acción realizada por un conjunto de actores que operan en un alcance global dentro del Foro de São Paulo. La paradoja que estamos viviendo los venezolanos es que una clase dirigente consumida por el resentimiento entregó el país a potencias extranjeras (Cuba, China y Rusia) convirtiéndola en una neo-colonia donde culturalmente los valores se miden no sólo en términos marxistas sino por las carencias de sus tiranos.
Esta intencionalidad producida por unos individuos asociados al Foro de São Paulo[3] evidencia que la crisis que está viviendo Occidente como se observa desde los disturbios en Estocolmo, pasando por los disturbios en Londres, Paris, Buenos Aires, las maniobras políticas turbias en EE.UU., España, Argentina, Perú y Venezuela no son casuales, obedecen a un mismo concepto de maniobra. Occidente está viviendo la crisis de la república romana y el establecimiento de un imperio de alcance global no es ni más ni menos que su concreción manifiesta. Con ello estoy indicando de una vez que sólo una concepción republicana dentro de una federación de repúblicas puede conjurar la amenaza sao-paulista[4]. Pero no hemos descrito aun qué es descolonización.
Quijano-Dussel creen que está emergiendo una vasta coalición social que estiman es un nuevo movimiento mundial de la sociedad en la misma línea de pensamiento en que se ubican Hardt y Negri[5], conformada por los “dominados y explotados del mundo industrial/urbano”, los “‘indígenas’ de todo el mundo… en defensa de todo lo que han usado, producido y reproducido por miles de años”, es decir, su ambiente y “la comunidad científica mundial y los intelectuales y profesionales de las capas medias”. Esta congregación a escala global la observan como un proceso de descolonización que creen está ocurriendo, es decir, una  
“emancipación del Eurocentrismo, esa forma de producir subjetividad (imaginario social, memoria histórica y conocimiento) de modo distorsionado y distorsionante, que, aparte de la violencia, es el más eficaz instrumento de control que el capitalismo colonial/moderno tiene para mantener la existencia social de la especie humana dentro de este patrón de poder”.

Estos autores creen que estos movimientos disponen ya de una “tecnología social para prescindir del capitalismo”. Esta tecnología social, como hemos podido observar en Venezuela no se sustenta en la producción sino en la rapacidad parasitaria para tomar lo privado y a su vez útil a la sociedad hasta agotar sus bondades bajo una forma que puede ser entendida como una máquina de guerra. Esta máquina de guerra se puede observar en la caravana de migrantes dirigida contra EE.UU. o el forzamiento de la diáspora venezolana por todo Occidente. El derecho internacional había prohibido convertir a las poblaciones civiles en blancos militares o escudos humanos, tal como se observa en las convenciones de Ginebra, lo que no ha prohibido es que se usen como armas[6]. A ese nivel de maldad han llegado los seguidores de las ideologías que defienden la tiranía en Venezuela y justificadores como Quijano y Dussel. Es el mal radical que señalaba Hannah Arendt: “los seres humanos son prescindibles para los propósitos superiores de la revolución y la defensa de los derechos humanos”.
Visto de otra manera, Quijano y Dussel están proponiendo una revolución cultural, a la china, con la diferencia de no estar confinada a un espacio geográfico específico como sucedió en Asia o en Cuba. El no confinamiento es lo que hace posible convertir un flujo migratorio en un arma. La conversión puede ser vista como una nueva episteme, es decir, la “nueva tecnología social”. La “nueva tecnología social” se expresa en
·         La producción de nuevas “formas de existencia social” objetas a una nueva forma de dominación y discriminación que en Venezuela se visualiza con el carnet de la patria, la diáspora o los claps
·         La imposición en Venezuela de las comunas como una nueva forma de comunidad y autoridad política no democrática al margen del deseo de la población como se evidenció en los años 2006-2007, 2013, 2014, 2016 y 2017.
·         Apropiándose de las capacidades tecnológicas para producir los bienes y valores que permitan un mayor control de la población. 
Esta nueva tecnología social la observan Quijano y Dussel como una especie de descolonización epistemológica. La descolonización epistemológica refiere el propósito de “liberar a las ciencias sociales en general y a las elites intelectuales del Sud global de su triste colonialidad mental europeo-norteamericana”. Este autor incluye a la filosofía dentro de ese esfuerzo, hecho que nos lleva a la causa de esta reflexión porque el nuevo vector de ataque de la tiranía va a ser la educación venezolana una vez que ha sido puesta contra la pared[7]. Dentro de este marco se circunscribe la creación en la Venezuela aun no doblegada por la tiranía del Instituto Nacional para la Descolonización. Este medio tendrá como fin combatir “la formación eurocéntrica que aún prevalece en muchos programas educativos” o sea, la formación no marxista que no les sirve a sus propósitos con unos medios similares a los ejecutados por Justiniano con la escuela neoplatónica de Atenas o la quema de libros como las ordenadas por los revolucionarios rusos, los nazis, las dictaduras del cono sur y los seguidores del difunto presidente de Venezuela hasta el año 2012[8].
Con ello, los conductores de la tiranía en Venezuela en su afán de mantenerse en el poder han abrazado las propuestas de unos estafadores que han vivido de lo que le han negado a los demás: el libre mercado. Además, de ello han tratado de demostrar fallidamente que la colonización ruso-chino-cubana no es neo-colonización. En lo que sí han sido efectivos es en ser unos bufones de la historia por la tragicomedia que han producido.
Así pues, como la capacidad productiva venezolana quedó prácticamente destruida y los países de la región han erigido estructuras de contención a la agresión de la tiranía venezolana, ésta se juega su supervivencia dentro de un juego estratégico global. Por ello va a tomar el núcleo de la resistencia venezolana: la educación en todos sus niveles, una vez que los otros mecanismos de descolonización y el desarrollo de una nueva episteme en Venezuela bajo la consigna “inventar o errar” han cumplido su cometido no sólo en la industria petrolera, sino también en el arco minero, la salud, la alimentación, la educación, los servicios públicos, el empobrecimiento generalizado, los dispositivos de control y la diáspora. Las circunstancias para la toma del sistema educativo ya están presentes, es decir, desde los educandos: la incapacidad de mantenerse dentro del sistema educativo. Y desde los educadores y prestadores de servicios: las protestas por reivindicaciones laborales y el paro efectivo de la estructura educativa. La expansión a las otras manifestaciones de la cultura se sentirá después.
Así pues, una vez que ha sido destruido el país la descolonización venezolana ha supuesto hasta ahora la injerencia extranjera (cubana, rusa y china) que ha sido vista como una cesión de exclusividad, plenitud y autonomía de competencias. La otra paradoja es que los conductores de la ‘descolonización’  temerosos de pagar su culpa han obrado por tres vías: han huido a aquellos lugares donde existe economía de libre mercado para disfrutar de todo el capital acumulado de forma no aclarada con lo cual han preferido finalmente plegarse sumisamente a una estructura eurocéntrica diferente al eurocentrismo ruso-chino-cubano, han enviado a sus hijos a esos parajes o han permanecido en el país con el temor de que le quiten el capital dudosamente adquirido disfrutando de los productos materiales y culturales eurocéntricos que han negado a la población. Todo ello ha generado en consecuencia una estructura social donde sólo hay pobres y ricos en unas condiciones similares a las que los bufones justificaron su lucha contra la humanidad al menos desde la revolución rusa.



[1] Toda su obra puede ser observada en el siguiente link: http://politicasociedad.blogspot.com/2009/04/escritos-de-anibal-quijano_14.html
[2] Ver al respecto: “Des/colonialidad del poder: el horizonte alternativo”, 2008 en https://www.alainet.org/es/active/24123
[4] Ello puede explicar también el fortalecimiento de los sistemas despóticos en Rusia, Turquía y China.
[5] Ver al respecto: BLANCO, E. (2016). Ontología de la Guerra. Crítica al concepto de Guerra en las obras de Hardt y Negri. Caracas. Ediciones Rivero-Blanco. 456 p.
[6] Un ejemplo podría ser las usadas por los romanos contra la fortaleza de Masada para quebrar su resistencia.
[7] Ver al respecto: “Aníbal Quijano (1928-2018)”: Enrique Dussel en: https://marxismocritico.com/2018/06/26/anibal-quijano-1928-2018/
[8] Ver al respecto: “…la creación del Instituto Nacional para la Descolonización” http://www.mincultura.gob.ve/detalles.php?meta=MTA1Nw==