domingo, 1 de diciembre de 2019

INTRAHISTORIA E IDEOLOGÍA (La ‘Ventaja’ de la Izquierda Global)



Por el Dr. Jairo Bracho Palma
Generalidades
Los señalamientos con arrestos infantiles sobre  los imperios y su malvada naturaleza”; la costumbre de descansar responsabilidades propias sobre conspiraciones internacionales de tinte esotérico; y  nuestra  sobre elaborada técnica para organizar culpas y señalar causas exógenas, y así justificar fracasos y esconder botines;  resultan deleznables.
Por otro lado, las caracterizaciones triunfalistas, las amenazas  huecas apoyadas por actores internacionales ávidos de recursos y más de todo; los ofrecimientos engañosos, y la indiferencia por la suerte de aquellos que creyeron en agoreros  vaticinios de desenlaces épicos sobre la salida del gobierno, no son menos despreciables.
La intrahistoria y las condiciones de contorno del período 1901-1909, y las actuales son similares. Los hechos que a continuación expondremos igual sucedieron irían, con algunas adaptaciones en 2013, 1991, 1958, 1945, 1908, 1899, 1892, 1870, 1859, 1830, etc., y cualquier otro momento en que un nuevo grupo, facción, partido o banda criminal, con voluntad de poder, y algo de sesos, se propusiera dirigir el gobierno.
Hemos encontrado no menos de sesenta condiciones de contorno y caracterizaciones intrahistóricas que se repiten con algunos nuevos elementos contingentes en nuestro muy particular caso.
A menudo, los analistas hablan de movimientos sociales, de la decadencia partidista, de las reiteradas crisis de la economía especulativa, entre otras. No son erradas tales apreciaciones post eventos, pero, existen otras consideraciones que traspasan las especulaciones cartesianas de causa y efecto.
En el caso venezolano ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI suframos los efectos casi copiados al calco de los acaecidos siglos atrás?
La tesis más simple suele ser acertada: algunos grupos bien organizados han estudiado con un demoníaco método de análisis y prospección de escenarios, no tanto la cronología de hechos, sino la esencia intrahistórica e intratemporal de la sociedad venezolana, y lo han cruzado con posibles resultados, tomando en consideración  el predecible comportamiento de las potencias dominantes, de sus compañías globales y de sus pensadores dentro de la denominada ética protestante.
En el grave conflicto que sufre la sociedad venezolana que asiste como corifeo del enfrentamiento sobre dos maneras de ver el país, así las vestales de siempre se rasguen vestiduras y griten anatema, el gobierno ha resultado vencedor, no sólo internamente, sino que ha dejado en ridículo los vaticinios y amenazas de los actores internacionales. Veamos por qué.
La muy bien organizada arremetida de la izquierda por reocupar espacios en Europa y en América ha tenido éxito. Extrañamente, Venezuela que en general asiste con treinta o cuarenta años de retraso a las nuevas tendencias, por vez primera va a la vanguardia, mérito nada honroso ni original, que tiene un peligro evidente porque forma parte de un ensayo de laboratorio, y como experimento, podría explotar en las manos. Una forma más de sociedad dependiente. Esto puede terminar siendo un tremendo fiasco y un verdadero desastre.
La intrahistoria y el intratiempo venezolano han sido cíclicos. Los períodos de paz y prosperidad, sólo interregnos afortunados. Las condiciones de contorno mantienen su esencia.
Algunas Consideraciones Históricas
Quitémosles hierro al asunto e imaginemos con fundamentos históricos:
Marzo de 1902. Horas de la mañana. El gobierno se encuentra en plena lucha contra la “Revolución Libertadora”. Ha abierto operaciones militares sobre los estados occidentales. La revolución domina buena parte de aquellas regiones. Caudillos, políticos de oficio, y los entremetidos habituales: compañías globales y sus gobiernos, secundan el empeño de Manuel Antonio Matos por sacar a Cipriano Castro del poder.
El tema de la pugna política en Venezuela, origen de tanta muerte y tanta miseria, tiene un estigma personal evidente. Los apodos y frases despectivas entre enemigos políticos siguen resultando anecdóticos, y se suelen usar los mismos adjetivos que al parecer, el tiempo no desgasta. Manuel Antonio Matos, de modales afectados, dueño de banco, mimado de la sociedad caraqueña, conversación exótica, escrupuloso seguidor de la moda europea, sus guantes negros, su parasol; consideraba a Cipriano Castro como un “zambo”, un “simio” o cualquier otra calificación en la escala de los primates. Por su parte, Castro, capachero rústico, influido por la prosa de Vargas Vila, con arranques de oratoria afortunada en algunos casos; ojos vivaces, baja estatura, hirsuto, prognato, inquieto, déspota y voluble; de una energía maravillosa como incontenible su libido, se refería a Matos como  “payaso”, “alacrán”, y “bobo”.
En cualquier caso, ni unos eran “macacos”, ni los otros eran “bobos”; eran venezolanos con un empeño volitivo para alcanzar el poder, y con él, la capacidad de distribuir las rentas públicas, recompensar a los conmilitones con cargos y monopolios, grados y jefaturas. Una recoleta cofradía sería la recompensada.
Volvamos a occidente en 1902. El crucero “Restaurador” y el cazatorpedero “Miranda”, buques de la Armada venezolana, se encuentran al ancla frente a las playas llanas y fangosas de Tucacas, un pueblo que prospera al ritmo del ferrocarril alemán que le comunica con las poblaciones del Hacha, Yumare, Barquisimeto, entre otras.
Los buques traen tropas de desembarco. En la playa, alejada de la población unos cinco kilómetros, les esperan, atrincherados,  para darles una bienvenida nada cordial, las partidas del general de división Segundo José Riera, caudillo coreano, heredero de las huestes de su padre, el general José Gregorio Riera. Cumplía ese mes de marzo, diez años desde que había comenzado sus correrías al lado de la Revolución Legalista. Pugnaz y levantisco a la menor inconformidad, formaba parte de la Venezuela fragmentada en intereses personalísimos, por esta vez, al servicio de Manuel Antonio Matos.
A bordo del “Restaurador” todo es un caos: el primer contramaestre Mateo Coffil arrastra su pesada humanidad hacia los escobenes de proa donde hay un ancla en pendura y un anclote que garrea, le siguen los marineros de primera Jesús Rojas y Cándido Quiróz para bracear el calabrote, trincar con boza, y así ayudar a la chigra que recoge el ancla. Mientras eso sucede, el primer ingeniero Federico Wyke obedece las órdenes que desde el puente le envía por telégrafo el teniente de navío Román Delgado, para ir avante, el anclote ha quedado completamente suelto, ahora las órdenes cambian, las máquinas hacia atrás, más carbón, más presión, cuidado con el aceite. El “Restaurador” se ha alejado y está a buena distancia de la orilla. El anclote queda en pendura, el calabrote adujado. Ahora Coffil ordena con señales de pito largar el ancla de dos uñas.
Mientras tanto en la cubierta, a los soldados del batallón “Miranda” sentados en tropel, les han repartido el magro desayuno que recogen en sus estropeadas escudillas: un trozo de papelón, arepa, algo de caraota y guarapo de café amargo, es más de lo que pueden esperar en sus hogares. Castro ha importado grandes cantidades de alimentos, porque los conucos y los latifundios están escasos de ganado y siembras, y lo controlan sus enemigos.  
Castro importa alimentos y armas mientras saliva pestes contra los gobiernos que le sirven de proveedores.
Comen de prisa, pronto desembarcarán. Algunos se ocupan en remendar las alpargatas, sin ellas les toca hacer a pie el camino hacia Yumare, y quedarán abandonados en el camino con dolorosas heridas en carne viva por causa de las albinas. Otros cuentan las municiones de un fusil de mayor altura que sus dueños morenos y canijos. Los vestidos curtidos y empapados, porque han viajado desde Puerto Cabello al descubierto. El pantalón pardo a medio tobillo, la camisa curtida en jirones, el sombrero de cogollo, la cobija de pellón al hombro.
La sonrisa en los labios, el chiste desenfadado, el golpe de cocuy de penca, tal vez de ron “La Ceiba”,  la alegría ante tanta pena y tanto absurdo. El escapulario para que le salve del mal trance, adminículo que le sirve de fe, de un futuro mejor que se le escurre en cada ocasión. Le esperan cinco o seis tripones en sus ranchos de bahareque, caña amarga, piso de tierra y fogón. No saben si volverán a verles. Raza sufrida, anónima, pero que nunca pierde la esperanza a pesar de la desesperación que la alimenta. Protagonista de nuestra momificada fiereza sobrevenida en epopeya de guerras internas,  pugnas políticas y reparto de botín.
No podemos imaginarnos estos desembarcos en una Venezuela acostumbrada a hacer las cosas lo más difíciles posible, como un épico salto a tierra de fornidos soldados con fusil en mano, roncos de euforia. Aquello era un trabajoso traslado en botes de caperoles afinados. Tropel, caídas, bajos inesperados, el equipo y los fusiles  empapados, las maldiciones de costumbre, el pesado avance a la orilla sobre un fondo pantanoso donde se encastran las alpargatas y se dejan las suelas.
Al llegar a la orilla, el soldado sin tiempo para recontar qué demonios perdió en el tropel, se ve en la vital necesidad de cubrirse  de los tiros que le hacen desde los parapetos para no terminar boca arriba pudriéndose en la playa. Les esperan los hombres de Riera y de Amabile Solaigne Araujo, un sesentón y rico hacendado larense, “mochista” de uña en el rabo.
Y a pesar de esperanzas, de la fe, y de los arranques heroicos,  muchos soldados quedarían abandonados en la playa, descomponiéndose al sol.
Mientras tanto, en oriente, desde su cuartel general en Zaraza, la revolución cuenta con una eficiente campaña publitaria. Emite boletines de guerra con exageradas noticias. Se llama a si mismo  “Gobierno Provisional”, subestima hasta al ridículo a su oponente, aumenta los contactos con las delegaciones extranjeras, ofrecen lo que no controlan.
En un golpe de suerte, la revolución logra conquistar Ciudad Bolívar (16 de mayo de 1902), noticia que explotan con mucho ruido.
Ramón Cecilio Farreras, un oficial transfuga, publicitado como héroe al rebelarse contra el gobernador de Ciudad Bolívar, hizo un inútil sacrificio personal. Su esposa tendría que pasar siete años visitándolo en la cárcel de la Rotunda, y luego, sufrir su confinamiento en el Táchira por orden de Juan Vicente Gómez una vez en el poder, sin que los beneficiarios de aquella osadía, como  Matos o Nicolás Rolando, ahora amigos premiados del nuevo mandatario (1909), hicieran algo por ayudarle.
La toma de Ciudad Bolívar exacerbó la ambición de algunos miembros de la oposición, como Horacio Ducharne, caudillo por antonomasia en oriente. Éste ofrecía al gobernador defenestrado, el general Julio Sarría, un oficial de los tiempos de la Federación, manco, caracortada y de muy malas pulgas, la posibilidad de permitirle volver a su puesto, si se pasaba a la revolución, pero con la condición de que la aduana de la ciudad estaría regida por un hombre de la confianza de Ducharne. Sobran las explicaciones.
Mientras eso sucedía, nuestro territorio era visitado por los entremetidos habituales.  En agosto de 1902, el mar venezolano era la prueba del verdadero significado de uno de los más peligrosos eufemismos utilizados en política internacional: la diplomacia naval. El “Suchet” de Francia; los cruceros alemanes “Gazzehi” y “Falke”; los italianos “Calabri” y “Girand Bueno”; el “Konigen” holandés; el “Alert” de Gran Bretaña, y los norteamericanos “Cincinati” y “Topeka”[1]. Buques de las naciones con intereses comerciales por muy mínimos que fueran, empeñados en demostrar un intangible e indigerible  activo, como es el “prestigio”, de mayor valía en el caso alemán. Navegan entre Güiria y las costas de Coro. Saben del gran movimiento rebelde hacia el centro. Están a la espera de las órdenes de sus respectivos gobiernos para atacar a un país pobre y enfermo.
En el útimo conflicto importante que habría de sufrir nuestro país,  encontraremos a lo largo y ancho de las costas venezolanas, a buques de guerra de Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia y en mayoría abrumadora, los despachados por el buscarruidos de Berlín, algunos con la excusa de proteger vidas y bienes de sus ciudadanos, otros, en apoyo abierto a los rebeldes.
Hay grandes intereses en juego. El cable francés, el trust del asfalto, el ferrocarril inglés y el alemán, los 200 millones de marco oro invertidos en Venezuela por el gobierno alemán.
Esto nos colocaría como víctimas desprotegidas. Pero no es así.
Las potencias marítimas tenían los ojos puestos sobre el sistema fluvial del Orinoco, su cuenca y la región donde prodiga sus aguas. Algunos estudios hablaban de sus inmensas potencialidades. Los estadounidenses, no iban a la saga de sus parientes anglosajones, pues su interés más allá de declarativas políticas sobre dominio regional, los recursos minerales, especialmente el hierro,  ocupaban su atención. El oro y la posibilidad de comunicación con el rio Amazonas entraba en sus consideraciones geopolíticas y comerciales.
El 1895, el Departamento de Estado presionó en una tónica amenazante y bajo la bandera monrroista, su decisión de impedir al Reino Unido apoderarse del río Orinoco. Un programa naval de construcción de buques de guerra para navegación fluvial con suficiente poder de fuego (Newport, 1890), respondieron a estos objetivos. La visita del “ USS Wilmington” a Ciudad Bolívar (24 de junio de 1899) fue más que un ejercicio de diplomacia naval, pues sirvió como mensaje sobre la protección de los intereses de la  “Orinoco Iron Company encargada de explotar el mineral de hierro en el caño Imataca (delta del Orinoco) en una concesión de 20.000 millas cuadradas, y con un  pleito pendiente con industriales ingleses; verificar las posibilidades para crear el eje Orinoco – Amazonas, estudiar nuevas explotaciones de hierro y oro, y consolidar aquellos espacios desde lo político estratégico.
Todo este asunto de la Guayana Esequiba tiene en nosotros los venezolanos, o especificando responsabilidades, en nuestros dirigentes, una culpa de naturaleza criminal.

La idea persistente de un país que durante todo el siglo XIX, estuvo resignado a unos modestos ingresos producidos por las exportaciones de café y cacao, causa principal de atraso, es una mentira repetida mil veces, una pálida excusa. Venezuela nunca fue pobre.
Entre 1880 y 1890, el nombre del Callao era famoso en todo el mundo, de hecho fueron las minas más productivas. Con un promedio de seis a ocho onzas por tonelada de cuarzo, superaba cinco veces a los mejores yacimientos surafricanos. La moneda de oro  “El Callao” tuvo un valor de 100 francos. La leyenda hablaba de un filón que sudaba oro.
El gobierno venezolano otorgó en concesión unas 12.354 hectáreas a empresas de origen francés, inglés, alemán y norteamericano. La más grande y de mayor productividad, denominada con el mismo nombre de la región, tenía 2.253 hectáreas. Poseía fragua, molino y 60 pilones. La enorme devastación forestal para estos empeños no se ha cuantificado.
La empresa “El Callao” parecía ser de origen venezolano, pero realmente en ellas estaban representadas importantes trasnacionales: “Baring Brothers” (inglesa); “Rostschild” (francesa) y la casa “Spring” (Alemana).  Entre 1881 y 1890 la compañía “El Callao” trituró 540.473 toneladas de cuarzo que produjeron 1.320.929,029 onzas troy en lingotes de oro, unos 127.050.0084 millones bolívares. La devastación ecológica aún no se ha cuantificado.
El total de producción de las minas venezolanas entre 1866 y 1890 fue de 209.224.598 millones de bolívares, una cifra astronómica para la época. El ingreso promedio anual de rentas en Venezuela entre 1850 y 1890 era de Bs. 30.000.000.  Aquellos beneficios habrían remediado buena parte de los graves males del país. Ni una industria, una calle, ni un hospital, carretera o escuela.

De la riqueza mineral del siglo XIX, casi nada ingresó al fisco, la inmensa mayoría salió por barco al exterior, y una pequeña parte fue al saco roto del prevaricato. Hubo un espejismo breve de prosperidad por la importación de artículos de lujo, vinos caros, viajes, mansiones en el exterior, y casas señoriales en Caracas.
En consecuencia, podemos entender por qué la agresión inglesa, la intervención norteamericana, las legaciones diplomáticas en Ciudad Bolívar, los grandes monopolios de transportes marítimos, el movimiento comercial sin desarrollo real de aquellas regiones, y las intervenciones militares. Todos estos sucesos  tienen  en nosotros, a los grandes culpables. Podemos entender por qué las condiciones de contorno de 1900 no han cambiado.
Nosotros invocamos a los demonios. Les llamamos y entregamos las riquezas por un mendrugo. Una vez que el oro se agotó, permanecieron.
Las expropiaciones invocadas por lenguaraces de jeta descuadrada causan temor. La nacionalización del lago de asfalto de Guanoco se justificaba pues la concesión de un bien que era utilizado para asfaltar calles y en otras aplicaciones de la vida diaria, de allí su importancia, abarcaba casi un estado. Una concesión que poco dejaba a la nación. Pero por otro lado, no es menos cierto que en las nacionalizaciones, los furibundos nacionalistas se quedan con parte del traspaso.
Las precipitaciones en reconocer revoluciones y futuros gobiernos a los que aún le falta nada menos que vencer, sobre todo en Venezuela, conducen a resultados funestos. La “Orinoco Steamship Company”  era una empresa de capital norteamericano y británico, que vino a sustituir a la “Orinoco Shipping and Trading Company”. Ésta tuvo el monopolio de la navegación en el río Orinoco, Pedernales y caño Macareo, privilegio que le fue revocado en 1900, y allí comenzaron los rencores nada disimulados. La conformación accionaria de la primera compañía poco varió con el cambio de nombre y de domicilio fiscal. Como no podía ser de otra manera, la directiva de la Steamship, haciendo cálculos sobrestimados,  se unió a los capitales extranjeros que apoyaban a los revolucionarios. Pero fueron más allá, y reconocieron la autoridad del coronel Farreras para enviar fiscales a sus vapores, lo que tácitamente significaba reconocer el gobierno revolucionario en Ciudad Bolívar. Como si no fuera suficiente, en los prolegómenos de la batalla en aquella ciudad, suspendió el tráfico de sus buques.
Terminada la guerra, las represalias no se hicieron esperar. El 18 de abril de 1904, Manuel Corao firmaba un contrato con el gobierno para crear una empresa de navegación fluvial con el mismo alcance de la Steamship, que a su vez  enfrentaba una demanda introducida en los Tribunales por la Procuraduría General de la República. El 22 de abril se creaba la compañía “Vapores del Orinoco”. Los buques para el servicio serían los pertenecientes a la empresa norteamericana mayoría societaria inglesa. El 2 de enero de 1905, Manuel Corao traspasó sus derechos a la compañía “Vapores del Orinoco”. Castro pasó a ser accionista principal a través de testaferros. Los más cercanos colaboradores del gobierno recibieron un paquete de acciones.
Y aquí encontramos otra constante en nuestra intrahistoria: se predica el nacionalismo y las nacionalizaciones, y por otro lado, el control de las compañías pasan a manos de sus expropiadores. Nacionalismo y mercantilismo parasitario, fórmula penosa.
Para apoyar la amenaza de los cañones, los gobiernos extranjeros utilizaban la guerra de información, que salía desde Francia, Alemania y los Estados Unidos principalmente. El caso del “Mirror” de Nueva York hace imposible que no se nos escape una sonrisa si colocamos una noticia actual al lado de la publicada en aquellas fechas: una copia en el texto y en el espíritu del mensaje.
Las condiciones de contorno de la goblalización no son  problemas fenoménicos de reciente data. La  circulación desacotada de información, bienes y servicios había tomado fuerza a partir de 1880 aproximadamente; temas asociados como la liberación femenina, la explotación irracional de recursos naturales, y la posible decadencia de la mayoria de los idiomas ante el avance inexorable del inglés y del chino eran tratados en diferentes artículos de opinión en los años 90 del siglo XIX. Algunas publicaciones períodicas del país se hacían eco de tales novedades. Periódicos como el “New York Herald”, “New York Time” llegaban a los comercios caraqueños.
A aquello se le suma la inmigración, que a finales del sigo XIX y principios del XX, iba en sentido inverso. El problema de lo que se conoce como “hombres superfluos”, vale decir, aquellos marginados en los confines urbanos, con irregulares ingresos y pobres oportunidades laborales llegó a niveles precupantes en las metrópolis. Por otro lado, el “dinero superfluo”, aquel que sólo podía ser utilizado para fines especulativos por el reiterado superavit, encontró, junto al hombre superfluo, una salida más o menos viable mediante la inmigración y la movilización de capitales hacia zonas de escaso desarrollo.
En 1895, 187.908 inmigrantes partieron desde Italia; 183.175 desde Gran Bretaña; 37.458 alemanes; 36.725 rusos; 60.520 desde el imperio austro - húngaro; 44.419 portugueses; 36.226 españoles; 12.708 suecos, entre otros.
Los destinos preferidos: África, América del Norte y América del Sur.
El tema de las modas y los imperios está atado en una imperceptible multiplicidad de capas transtemporales. El inter-relacionamiento entre aquello que no sabemos que creemos y la manera cómo estas creencias, de una futilidad asombrosa en graves casos, dictan la manera cómo nos relacionamos con la otredad; subjetivismo a la que no escapan los políticos. 
La moda informativa cobra pertinencia en el bloqueo de 1902-1903 por aquello de la percepción colectiva sobre Venezuela. El prolijo tiraje sobre la revolución Libertadora portaba un “no dicho” subjetivado.
“La Revolución Nacional Libertadora”, por su naturaleza dual (interna y foránea), fue una guerra que gozó de una amplia cobertura periodística internacional. Reportajes gráficos, relatos de toda índole y tendencias pueden encontrarse en la prensa de aquellos años.
Willis Mallory, comandante inglés del “Bang Righ”, se había convertido en toda una celebridad a su regreso a Londres. Marino de profesión, parecía dotado de una extensa cultura. Literalmente dejó tirado el mando de su barco en puerto Colombia apenas supo que Cipriano Castro ofrecía Bs. 50.000 por su captura. Sus aventuras descritas en “The Cruise of the Bang Righ or How I Became a Pirate” encajaban de maravilla con una moda literaria, popular en las grandes capitales, como eran las novelas de aventuras en remotos lugares exóticos, en el que el impertérrito protagonista de delineadas facciones caucásicas, vestido de impecable lino blanco, con un remington de repetición al tercio, daba cuenta de los malvados salvajes que se oponían a su heroico destino; dotado con un talante moral a prueba de fugaces miradas mórbidas a los erguidos senos de las aborígenes en taparrabos, colmaba sus afanes con un rincón de paraíso terrenal arrancado a fuego y sangre a sus legítimos propietarios.
En un mundo gobernado por los imperialismos y sus aprendices codiciosos e insaciables, la geografía colonial servía de parque temático para sus ciudadanos apremiados por experiencias tropicales, y Willis Mallory no fue la excepción. Obsesionado con el baño diario y los olores corporales de nuestros hombres de vivaques, se nos presenta reiterativo en señalamientos xenófobos y honrillas  culturales. Mallory sólo nos muestra la esencia de cómo éramos vistos por una parte de aquellas sociedades, dirigentes políticos incluidos.
Los calificativos deben tomarse con la debida gravedad cuando provienen de medios oficiales. Si retomamos el escatológico asunto de las hedentinas y los humores sebáceos como abismo superlativo en las peripecias de Mallory y sus apreciaciones, observamos que algunos funcionarios de la Cancillería inglesa tenían idénticas prevenciones como por ejemplo, sobre nuestros buques de guerra sin haber puesto un pie en ellos:
Barquichuelos que olían a orín, bananas, sancocho y olor de mestizos.
No podíamos esperar mayor cosa si el Rey de aquella nación guardaba una opinión que parecía haber sido calcada de una ayuda memoria cuando se trataba del tema de Venezuela:
Los ministro americanos eran unos salvajes y ninguna cantidad de persuasión por parte del Foreing Office podía convencer al monarca de que su inclusión en una fiesta era un aburrimiento digno de soportar.
El imperio alemán, hoy abanderado del lenguaje anfibiológico sobre cómo y de qué manera deben vivir los países en desarrollo, se nos presenta en la revolución Libertadora como el increíble extremo a que llegaron las trasnacionales a través de sus gobiernos para apoyar los intereses que dictaba la codicia. La moderna tendencia política disfrazada en sesudos estudios para relativizar asertos que recuerden pasados ominosos resultan insuficientes.
Las condiciones de contornos siguen vigente: monopolio de materias primas, y control de sus proveedores. Escases y  crisis creadas  artificialmente.
Pero a pesar del triunfalismo, del apoyo económico internacional, los intereses financieros empeñados, la ayuda de grandes buques de guerra, la buena prensa a la causa libertadora, Castro venció. Ningún pronóstico de los medios de comunicación, de las cancillerías, ni de los estados mayores se acercaron en sus asertos.
Tres de noviembre de 1903. Veinticinco focos de luz de arco mantienen despierta la plaza Bolívar. Farolillos multicolores de fabricación china cuelgan de los gigantescos cedros entre la abigarrada concurrencia de aquel sábado. A ratos, la banda marcial interrumpe la algazara de optimismo festivo.
Castro ha invitado a la representación de las fuerzas vivas del país a la Casa Amarilla. Desea hacer las paces con los directores del  banco de Venezuela y del banco de Caracas. La guerra había terminado.
La naturaleza de la ciudad venezolana no ha cambiado: una economía de puerto. Una imnumerable cantidad de tiendas ultramarinas se disputaban las ventas de toda suerte de mercancías en Caracas: “La Mejor”,”La Competitiva”, “La Económica”, “La Hispana”, “H.L. Boulton”, “C. Montemayor”, “Martínez Hermanos”, “C.J.L. Gorrondona”, “Hermanos Santana” entre otras. De “Trasposo a Colón” encontrabas una exposición permanente de trenes portátiles  de la empresa alemana “Orestein Koppel” que ofrecía estos adelantos para las haciendas de cacao, café y caña; hacían seis años que había cambiado el modelo de negocios orientado a las minas de oro,  porque la “bulla” del “Callao” se había perdido por el manejo atolondrado de los filones, que provocó el derrumbamiento de las galerías, desaprovechando la mejor parte de una riqueza que fue tratada con espíritu de saqueo.
Caracas asistía a la modernidad despreciando su pasado inmediato. Una propaganda de ventas de puertas hacía ver a las antiguas, muy altas y pesadas entradas de las casas coloniales, como vejestorios de remembraza castellana, con sus cuarteles de leones y castillos, y sus retoques árabes.
Entonces Caracas no era noctámbula, o eso es lo que parecía. Podías ir a las fiestas en los centros sociales que extendían sus horarios hasta las dos de la madrugada, entonces sólo existían el  “Unión”, “Concordia”,  “Venezuela” y el “Jockey Club”. Si te gustaban  las carreras de caballos, el fin de semana, podías tomar el tren que te llevaba al hipódromo de Sabana Grande, un viaje rodeado de un paisaje primaveral. La estancia de Alfredo Vollmer en San Bernardino, y la hacienda que ocupaba el actual parque los Caobos, alentaban las posibilidades de una metrópoli al estilo europeo.
Caracas celebraba, pero el resto del país, incluyendo los muy pobres alrededores más allá de los escasos metros cuadrados alrededor de la Plaza Bolívar, no estaba para fiestas y convites. Los reportajes fotográficos de H. Avril, son los mejores testimonios de las consecuencias de la guerra. No era Crimea ni Puerto Arturo. Era Venezuela: niños entecos con los pellejos pegados a los famélicos huesos, las caritas lánguidas, ojos llenos de lagañas, una barriga abultadísima de niguas y demás parásitos; padres en harapos, apenas le cubren las vergüenzas; montañas de cráneos y cachos de ganado que dan cuenta de la visita de las tropas de ambas facciones en puga. Apenas papelón, cuatro mazorcas, algo de yuca, poca cosa más para llevar al estómago. Casas de barro, caña amarga, y chipos. Todas las miserias son pestilentes.
1903 había sido un año especialmente triste: 210 batallas, 12.000 muertos, 80% del ganado en pie perdido entre saqueos y expolios de ambos bandos. 25 millones de bolívares en gastos de guerra, un bloqueo económico que dejó sin gas a la capital entre otras carencias. Un país en ruinas.
Los muchos muertos, las muchas viudas, el inconsolable llanto. Los muchos sonámbulos por las hambres acumuladas, recorren los cerros donde quedaron sembrados los pobres hijos de una pobre tierra. Los desvisten, los descalzan, con un cuchillo oxidado y romo, hacen una cruz en el dedo gordo del pie derecho, le echan un poco de kerosene, encienden. La grasa corpórea servirá para la auto combustión. La bandada de alegres zamuros que han sentido la hedentina que recorre inmensidades.
Los desterrados y vencidos ya volverían. Los vencedores, se han ganado el derecho de mandar albardados sobre lealtades lívidas. Tienen el derecho a la ganancia sustanciosa, a la prevaricación descarada. La formalidad ciega les llamará héroes, es necesario porque la heroicidad ha sido una virtud secularizada, y como tal vista por nosotros, como algo sagrado, irracional, pero sagrado, cuestión de fe.
Satisfechas las ambiciones, las promesas de proclamas sucumben a la soberbia. Todo continuaría igual para los dos millones de venezolanos que sobreviven a la escasez, a las plagas, las enfermedades, a los jefes civiles, los generalotes y a  los atrabiliarios chafarotes.
La perversidad de la Cuestión

La iglesia católica organizó desde los tiempos romanos, la visión occidental de la identidad humana y su función en el mundo. Sus ritos y símbolos influyeron profundamente en nuestra cotidianidad. Sembró en nuestra psiquis una serie de valores y sentimientos que son consideramos sobre cualquier intento racional sustitutivo.

Esta visión absoluta del mundo y de nuestro papel en ella, por razones muy complicadas de resumir, fue perdiendo su conexión con la vitalidad de las fuentes originarias en un lento pero irremediable proceso de descomposición. A pesar de ello, nuestra esencia católica atanasiana no ha variado.
De los restos del absoluto teológico dieron cuenta con intención de relevo, las ideologías políticas de naturaleza totalitaria,  como  el fascismo y el nazismo, que utilizan las leyes de la naturaleza; y del comunismo, que utiliza las leyes de la historia.
La denominada derecha, ha seguido racionalizando técnicas derivadas de procesos históricos en tanto fines, una receta de procedimientos institucionalizados, muchas veces automaticos para objetivos sociales, políticos y militares que se acomoden al imperativo económico, por eso tenemos términos como “Estados no viables”, “buena gobernanza”, y pare de contar. En pocas palabras, desde la ética de naturaleza protestante se ha hecho de la ciencia y la técnica un medio para fines económicos excluyentes, con el secular intento de sustituir las viejas instituciones y las viejas legitimaciones.
La izquierda no se ha quedado atrás, y ha intensificado sus esfuerzos por reorientar el absoluto teólógico de una manera mucho más inteligente.
El catolicismo echó mano de lo heróico en un momento en que el arrianismo y posteriomente, el islam, amenazaba la supervivencia de la nueva religión. Parió miriadas de héroes, capaces de las acciones individuales más audacez en el nombre de Dios. En cambio, el protestantismo dio sin excepción, sociedades prósperas de esencia anónima, con héroes sometidos a limites en tiempo y en honras. El primero es de naturaleza escatológica, el segundo es ético.
El primero se sirve de los teólogos, de los abogados, del dogma, que es una verdad sin cuestionar. Por ello, la fe es contrarracional, rechaza lo esceptico, que está asociado a inquirir o investigar.
A los héroes los mueve la fe, en su acepción más antigua,Πίστις”, y la latina “fide”, no significan otra cosa que fiarse, obedecer, términos enteramente humanos, confiar en lo que te dicen es cierto asi no lo veas.
La voluntad está asociada al dolor, y el dolor al amor, por ello el amor y la dicha no son compatibles en el mundo nuestro. Ese amor, ese anhelo de Dios, nos coloca en un tiempo singularisimo, en un pasado con promesa de futuro, una esperanza. La naturaleza de la esperanza es que nunca llega, sin embargo nos mantiene alertas en espera de que la  promesa se cumpla.
En pocas partes del mundo se puede exhibir el inmenso panteón de héroes, próceres y demás cenáculo de semidioses. En los primeros días fueron necesarios, hoy serían una referencia importante de la venezolanidad. El problema es que han sido secularizados en tanto fines políticos.
En medio de la tendencia post – heróica, que es una arista global que no explicaremos en esta ocasión, los políticos venezolanos se aferran a los héroes militares, los de las grandes batallas y de las grandes paradas. Por eso usted puede entender cómo es posible la unión de militares de formación conservadora, como los nuestros, porque es mentira que desde las escuelas fueron ávidos lectores de libros prohibidos sobre Bakunín o Krotpokin, con una izquierda que por tradición les odiaba.
Qué han explotado nuestros políticos de todos los tiempos, porque los actuales, se diferencian en la estética del discurso de poder, no en su esencia: la fe, la voluntad, la esperanza, y el vacío devenido en nihilidad.
Al secularizar la fe, algo fácil por la etimología significante, se echa mano de la esperanza, vale decir, la unión de un pasado con un futuro que nunca llega, pero que te reconforta, te confiere voluntad que por naturaleza es dolorosa. Y cómo se fraguan esperanzas: con recuerdos de glorias pasadas.
Ese creer dogmático, el creer porque yo lo digo, infalible, incuestionable, so pena de merecer dentro de la nueva religión política creada, culpas heréticas, ese creer que tu dolor es causa exógena pero que puede cesar. Realmente la política se sirve de la teología.
La fe tergiversada, con el constante uso de la palabra amor es otra magnífica creación de significantes. El amor a Dios devenido en amor al caudillo y a su particularísima visión política, implica dolor, el sufrimiento necesario para que se haga la voluntad del logro de lo empeñado, un sentimiento trágico que nos une y nos ha unido.
El amor teológico y el amor de las ideológías no es compatible con la dicha, porque si se logra la dicha, que es un estado perenne, el dominio, el ejercicio del poder sin medida, se pierde.
La fe, y la voluntad maneja algo que el racionalismo protestante encuentra dificil de hacer: el sentimiento, y más aún: el sentimiento de lo trágico como un activo.
Resulta fascinante como modernamente se ha manejado la palabra, el sentimiento y el significado. Venezuela es un laboratorio de avanzada de este pensamiento en guerra abierta con el espíritu de ética protestante. En ambos casos, estamos en el medio, y sólo tenemos esperanza, que ya sabemos qué significa, y un pasado heróico en el que nos refugiamos, pero no tenemos un presente, mucho menos la certeza de un futuro.
Si profundizamos en este tema nos encontraremos con el importante hecho de que no somos occidentales, y esto se demuestra por la nihilidad que atenaza la mentalidad colectiva venezolana, una distorsionada herencia de nuestras naciones originarias por el sincretrismo, y que en esencia consiste en el manejo del vacío cosmogónico para explicar el todo, que funcionaba muy bien para los hombres de la selva, pero que hoy se hizo apatía y resignación.
La desesperación es el origen de la esperanza, sentimientos que han sido muy bien manejados.
Por eso usted puede explicarse sin necesidad de los analistas de oficio, por qué cualquier intento por defenestrar a la izquierda, a menos que se ejecuten acciones directas en el que se explote el sentimiento, van camino al fracaso.
Los cálculos del pensamiento liberal son inútiles ante el pensamiento complejo del sentimiento.
La fe, el amor, la esperanza, y el vacío originario que nos diferencia del Occidente, son importantes, no tienen sustitutos por ahora, pero están siendo utilizados para fines políticos.


[1] Se han obviado los pie de páginas por causa de plagios de artículos anteriores.

jueves, 14 de noviembre de 2019

MUANA ÏMAJANA. El Alma de la Sombra


De Jairo Bracho Palma
Ludwig Wittgenstein desarrolló en sus Investigaciones Filosóficas su tesis de los juegos del lenguaje (sprachspielen)[1]. Un juego de lenguaje es el “todo formado por el lenguaje y las acciones con las que está entretejido”, es decir, en un intercambio entre dos o más individuos en una situación dada una frase en ella pronunciada representa una acción comparable a otra en un juego similar u otra situación pero que perdería todo su sentido fuera de éste. Por ello Hans Georg Gadamer agregó que “cada juego lingüístico es una unidad funcional que representa como tal una forma de vida. …”[2]. La forma de vida, en este contexto nos indica un modo de ser que Jairo Bracho nos presenta con Muana Ïmajana (El Alma de la Sombra). Digo presenta, porque a pesar de ser una representación nos muestra en un ángulo diferente el devenir de unos pueblos desde una perspectiva novedosa, es decir, desde la relación entre el ser y el no-ser que, siguiendo a Aristóteles, nos ubica en el plano de la divinidad. Una divinidad sepultada por olas de ‘racionalidad’ asumida superficialmente desde que nuestra europeización trajo consigo una modernidad medianamente asumida por esta relación antinómica. Pudiéramos decir que nuestro acercamiento a la nada mantuvo el paradigma inaugurado por San Buenaventura de Bagnoregio quien asoció la nada con la oscuridad absoluta en oposición a la luz cegadora que asocia con el ser.
Esta paradoja, que nuestros ancestros originarios resolvieron al asociar la nada con la divinidad, la mística cristiana con Meister Eckhart de Hochheim la resolvería haciendo lo propio asociando a Dios con la nada y lo observaremos posteriormente con los filósofos de la nada de la escuela de Kioto, en especial en Keiji Nishitani, siguiendo al maestro Eckhart, desde un enfoque budista en un esfuerzo por acercar a los japoneses a sus raíces metafísicas, nos coloca frente a los mismos problemas existenciales que los filósofos de la nada se plantearon para entender el nihilismo occidentalizado que cegó a la sociedad japonesa conduciéndola, en consecuencia, a la catástrofe.
Así pues, Bracho en esta obra nos ha invitado a entrar en un juego del lenguaje, el asunto es entender su entretejimiento y el significado de cada frase de acuerdo con el contexto dado, es decir, el autor con esta obra nos dice desde sus primeras líneas que no aprendemos el sentido de las palabras que utilizamos aprendiendo los conceptos que ellas definen sino a través de la práctica del lenguaje. Por ello fue que Wittgenstein expresó que un concepto (Begriff) es a su vez un significado que forma parte de una familia de significados (familie von Bedeutungen) y una regla que expresa un límite no trazado que indica un juego de lenguaje. Es este límite el que nos indica que es la práctica y no la dogmatización de la palabra las que nos va a decir, qué es y qué es lo que hay, porque de lo contrario quedará vacía de significado desde una perspectiva intencional. De igual forma, cuando pronunciamos una palabra, esta debe estar en consonancia con el juego que se está realizando debido a que su disonancia nos coloca frente a un vacío donde la nada entendida en principio como una forma de equilibrio cósmico pierde su naturaleza pudiendo abrir la puerta a la ocurrencia de calamidades. Este marco referencia nos coloca ahora en la necesidad de explicar el juego realizado por Bracho y a qué conduce.
Como el título expresa, Bracho nos coloca en un horizonte indeterminado por el hecho de que ubica su texto en la vivencia de unos actores que forman parte de unas civilizaciones que han resistido los embates del tiempo. Nos referimos a las ubicadas esencialmente al sur del rio Orinoco. Bracho, en este sentido, yendo más allá de los estudios antropológicos que apuntan a explicar la conexión entre la vida y la muerte y de los seres naturales y sobrenaturales, ha indicado la conexión entre un mundo y el otro para describir qué es lo que hay, es decir, esa realidad o su realidad. No sólo de la forma como se hace sino del papel que juegan las palabras como vehículo de conexión.
La palabra, en este sentido, es el vehículo que conecta el espíritu de los sabios (chamanes) con los espíritus del más allá. Es un modo de actuar que implica, según Viveiros de Castro, un modo de conocer, o, dicho de otra manera, un cierto ideal de conocimiento. Conocer para ellos es personificar, esto es tomar el punto de vista de aquello que debe ser conocido. Ahora, conocer verdaderamente es, para ellos, lograr atribuir la interpretación de una observación de forma acertada y proporcional a un estado acontecimental o a predicado intencionales de algún agente. Por otra parte, un ente o un estado de cosas que no se presta a la determinación de una relación social con aquellos que conoce son insignificantes chamanísticamente, es decir, no dignos de ser conocidas[3].
La palabra, en consecuencia, posee para nuestros ancestros originarios, siguiendo a Bracho, componentes divinos debido a que, además de la conexión entre los dos mundos, como observaran en expresiones como “en la selva los objetos y los eventos comienzan a existir cuando se les nombra con fuerza espiritual…”, tendrán caracteres proféticos. Por este motivo ellos, los individuos que conforman esas comunidades hablaban y hablan poco ya que los sabios eran los únicos que podían lograr que el uso de la palabra produjera el efecto a que está destinada. Con estas palabras pronunciadas por las personas preparadas se podía “detener el tiempo y el río, petrificar los arboles” para lograr algo que fuese de beneficio para el grupo. A estos sabios (chamanes, piaches) se les denomina, según el autor, “gobernador o dueño de las palabras” puesto que con ellas, dichas adecuadamente, se aseguraba el mantenimiento del orden existente desde todos los puntos de vista. Por el contrario existen otros individuos que denominan “saco de palabras”, es decir, palabras vacías de contenido que denominan “La sombra de las Palabras” que podían ser perjudiciales cuando eran pronunciadas de forma inadecuada. Pudiéramos decir, que el chamán podía desenvolverse en el vacío y la nada, mientras que los no iniciados que intentaban hacerlo podían desatar fenómenos que perturbasen el orden existente porque las palabras podían disfrazar las verdaderas intenciones de quienes la pronunciaban. Es algo que Wittgenstein nos dirá de una manera diferente, es decir,
“El lenguaje disfraza el pensamiento. Y de un modo tal,…, que de la forma externa al ropaje no puede deducirse la forma del pensamiento disfrazado; porque la forma externa del ropaje está construido de cara a objetivos totalmente distintos que el de permitir reconocer la forma del cuerpo”.

Por el contrario, siguiendo a Bracho, los “dueños de la palabra” tienen la capacidad de estar más allá, de conectarse mediante ritos específicos con lo ‘absoluto’, es decir, con el vacío que ellos entienden que está referido a la nada, es decir, es un no-lugar donde el tiempo carece de linealidad y pueden estar hablándonos en pasado, presente o futuro en una misma narrativa. Eso lo denominan Matakabi y es algo que puede ser entendido como experiencia absoluta. Este poder del sabio hacía que en muchas oportunidades sus funciones se confundieran con las del cacique o jefe del pueblo debido a su posibilidad de conectarse con el más allá, es decir, con la nada y ayudar a su comunidad.
Para Bracho el espacio, Matakabi, como ya hemos asomado, es una nada que conecta el abismo de lo mundano con lo extramundano que permite dotar de conocimiento y de fin a sus comunidades. Dicho, de otra manera es la imaginación llevada a concepto. Estos nos permite indicar dos cosas: en primer lugar, en él “prevalece un ser superior a ellos” que nos permite también hablar de un Uno que se expresa en lo múltiple. Esto se sintetiza en la expresión brachoana: “es fatal que un hombre crea ser centro y ánima de todo lo que le hace Ser y Hacer”.  En esa nada, el chamán viaja en un vehículo “que lo desplaza por los canales de energías que gobiernan la selva” que expresan el vacío, pudiendo acceder al conocimiento (“saber la selva” o “saber la noche”) para bien de su comunidad. En segundo lugar, los conceptos producidos por los ancestros en esta fase primigenia eran conceptos intuitivos que producían a su vez un proceso racional provocado por una fase deliberativa que se producía de forma grupal que hoy en día se denomina epistemología social.
El aspecto más importante a destacar en función de lo antes indicado es que en la cultura o culturas originarias o ancestrales se asocia la nada con algo que podría denominarse como espacio absoluto donde el tiempo no existe de manera lineal, por lo que no se hace necesario contar las horas ni atesorar el tiempo a no ser que sea en situaciones acontecimentales tanto desde la perspectiva individual como del grupo como un todo. Así pues, tenemos la nada, el tiempo y el acontecimiento. Los sabios, siguiendo a Bracho, por una parte, entraban en la nada, es decir, en el espacio sagrado que ocupa la enormidad de la creación, donde “los caminos que conducen a los descarnados, los espíritus, los dioses y los demonios quedan abiertos, no hay paredes, pueden verse unos a otros y escuchar” para buscar respuestas ante una situación problemática y, por la otra, dialogaban con la nada, es decir, con el Uno para visitar el pasado y el futuro y obtener respuestas frente a acontecimientos que pudiesen afectar negativamente a la comunidad.
El tiempo (Kopodonari) es la medida del acontecimiento, es decir, es el que permite hacer indicaciones como “Hace doscientas apariciones de las Pléyades” o “trece entrada de lluvias”. Aquí se funda la linealidad y la medida. La duración se expresa en el acontecimiento. El acontecimiento es la alteración de la dinámica, digamos temporal, de la comunidad y se expresa en nacimientos, muertes y/o calamidades. Los nacimientos y las muertes obedecen a un ciclo vital que cada ser debe cumplir en vida para poder dar paso a otra forma de existencia después que se muere. Según Bracho sólo pueden regresar, mediante rituales adecuados, aquellos que fueron grandes chamanes o grandes héroes y sólo para dar consejos. Una calamidad ocurre cuando se altera la dinámica espiritual de una comunidad que se puede expresar mediante la alteración o incumplimiento de un rito o mediante la ruptura del equilibrio del mundo por una palabra mal dicha. Así por ejemplo, en el relato de Bracho se expresa
“Cuando amanezca la selva con un hombre que afirme que todo le es dado y atado a sus pies, e imponga a todos su sola egoísta voluntad, y éstos mansamente lo permitan, los días de los espíritus de la selva, de las ánimas de los bosques, y de los dioses que gobiernan la vida, se habrán ido”.

Esta afirmación que se contrapone al acontecimiento que representará el fin de los tiempos para la cultura judaica o el evangelio de San Juan nos indica dos cosas: la primera que en el mundo de nuestros ancestros la nada es la expresión del todo y es en la vida donde se manifiesta lo natural (el todo) explicado de forma física y metafísica. La segunda es que la relación imposición y mansedumbre generan una perdida que se expresa en el plano del espíritu. La naturaleza de esta pérdida espiritual se ubica en el plano de la inmanencia y la trascendencia. La inmanencia entendida como la propiedad que está en el todo y determina que acaezca y permanezca una determinada realidad. Y la trascendencia, por su parte, está relacionada con la superación constante de la realidad manteniendo el mismo estado. Trascender es perseverar en la propia existencia. La existencia del todo expresa la inmanencia. Trascender es ir más allá de esa existencia. Ir más allá es evitar que la existencia se agote a sí misma. Este más allá entonces se entiende como la consideración de un conjunto de posibilidades en el ser y el conocer que se agotan cuando se impone y se acepta algo generando la pérdida antes mencionada. A esto es lo que conduce el relato de Bracho y es lo que nos cuenta con palabras desocultadas que pueden ser vistas como metáforas.  
Ahora bien este juego del lenguaje lo realiza Bracho de una manera especialmente creativa. El autor viajó de lo universal a lo particular y de lo particular a lo universal y la mediación mediante el juego con las palabras de nuestros ancestros originarios en sus lenguas nativas buscando con ello su universalización mediante la apertura de lo ente, es decir, mostrando o desocultando la vivencia representada. Esto fue lo que Heidegger llamó crear, es decir, un modo de traer, que se expresa más bien en un modo de “recibir y tomar dentro de la relación con el desocultamiento...”[4], que es para nosotros, en medio de la tormenta que estamos viviendo, una especie de nombrar por primera vez permitiendo con ello, por una parte, “acceder lo ente a la palabra y la manifestación” y, por la otra, crear las condiciones de posibilidad de entender nuestra actualidad desde una especie de antropología filosófica presentada en forma de narrativa. Por ello Heidegger nos dirá que
“Para ver esto sólo es necesario comprender correctamente el concepto de lenguaje. El lenguaje no es sólo ni en primer lugar una expresión verbal y escrita de lo que ha de ser comunicado. El lenguaje no se limita a conducir hacia delante en palabras y frases lo revelado y lo oculto, eso que se ha querido decir: el lenguaje es el primero que consigue llevar a decir lo abierto a lo ente en tanto que ente”.

El juego de palabras usado por Bracho en Muana Ïmajana conlleva entonces la creación en un amplio sentido y la significación que le da es el puente entre el sujeto de la obra y lo que para él es relevante o útil, es decir, abrir a la comprensión lo que Wittgenstein indicó que estaba detrás de las palabras, palabras que han llegado a nosotros como sacos o no y nos podrían permitir comprender lo oculto en esos lenguajes ancestrales que aún viven con nosotros de alguna u otra manera.
Así pues, con esta obra Muana Ïmajana, Bracho nos hace una advertencia: la pérdida del espíritu de la trascendencia se produjo cuando las palabras fueron vaciadas de divinidad. Esto fue lo que condujo a la casi desaparición de nuestros ancestros. Eso es lo que estamos viviendo en el presente. De ahí la importancia de esta obra y mi invitación a participar en los juegos de lenguaje que hay en todo su derrotero




[1] Ver al respecto: WITTGENSTEIN, L. (2004). Investigaciones Filosóficas. Edición bilingüe (3ª ed.) (T. A. García y U. Moulines). Barcelona: Editorial Crítica. 559 p.
[2] Ver al respecto: GADAMER, H. (2004) Verdad y Método. (6ª ed.). Salamanca. (T. M. Olasagasti). Ediciones Sígueme. 429 p.
[3] VIVEIROS DE CASTRO, E. (2002). A Inconstância da Alma Selvagem. São Paulo. Cosac Naify. 549 p.
[4] Ver al respecto: HEIDEGGER, M. (1996). El Origen de la Obra de Arte. Versión española de Helena Cortés y Arturo Leyte en: Heidegger, Martín, Caminos de bosque. Madrid, Alianza Editorial. 62 p.

domingo, 3 de noviembre de 2019

ANNO DOMINI 1989: CARACAS, BEIJING Y BERLÍN, SITIOS DE ACONTECIMIENTOS O COMPONENTES DE UN PROCESO


Más allá del determinismo historicista que asumieron los intérpretes de Hegel empezando por Marx que forzaron a Nietzsche y después Heidegger a pensar el acontecimiento como una manera de provocar una ruptura de la línea del tiempo de la humanidad, hay otros determinismos que debemos considerar. Me refiero al expuesto por Alexandre Deulofeu en su teoría acerca de la Matemática de la Historia[1]. Según esta teoría,
“las civilizaciones duran 5.100 años, divididos en tres ciclos de 1.700 años… Durante el primer ciclo las civilizaciones, incapaces de crear una cultura original propia, se inspiraban en otras culturas para construir su identidad. Durante el segundo ciclo, la civilización alcanzaba la madurez, es decir una plenitud social y cultural propia que la hacía incomparable. Y finalmente en el tercer ciclo, equiparado a la vejez, la civilización experimentaba un renacimiento que en la práctica sólo copiaba el apogeo del ciclo anterior y que irremediablemente acababa con su desaparición”.

“A su vez, cada uno de estos ciclos se dividía en dos etapas: una de fragmentación demográfica o federal de 650 años, y otra de unificación política o imperial de 1.050 años, que comenzaba con la constitución de un imperio que se alargaba unos 550 años. A partir de esta base sólo había que determinar cuál era el punto de partida de cada civilización para saber dónde estaba y qué esperanza de vida tenía”.

Esta teoría fue cuestionada por la imprecisión del concepto de civilización debido a que el autor le otorgó un carácter genérico aplicable a una comunidad política, no obstante ello, nos interesa destacar tres aspectos que merecen ser tenidos en cuenta desde la perspectiva del acontecimiento y del proceso: 1.-) para el cristianismo hubo un principio y hay un fin y parece que este fin se refiere a una manera de entender el mundo, 2.-) para Jaldún lo importante era lo normal no lo excepcional o acontecimental debido a que de lo normal era posible observar los procesos que hacen una comunidad porque de ahí es posible visualizar los procesos degenerativos desde esta perspectiva coincide con Polibio, Machiavelli y Vico en su interés por comprender el ciclo como proceso y finalmente[2], para Hegel, Nieztsche, Badiou y Hardt y Negri, lo importante es el acontecimiento por sus implicaciones en cuanto a la posibilidad de un cambio político. Por otra parte, para Heidegger, Whitehead y Deleuze y Guattari su interés fue también el acontecimiento, pero en un sentido diferente. Para los dos primeros, lo importante fueron las entidades que conforman lo múltiple y lo hacen una totalidad. Para los últimos fue el modo como una entidad en sí misma como parte de una multiplicidad sigue un devenir sin ninguna orientación.
Si retornamos a la tesis de Deulofeu seguida por Fernández Bolívar, un venezolano que en Francia promovió su difusión, podemos hacer dos indicaciones: en primer lugar, su teoría se fundamenta en un tiempo lineal que coincide con la temporalidad cristiana, es decir, si consideramos el siglo XVII con el momento en que la iglesia romana perdió formalmente el poder político sobre la Europa Occidental los diecisiete siglos a los que se refiere el autor constituyen un indicador que pudiera ser visto como la preparación para una nueva era y, en segundo lugar, en sus conclusiones hace tres predicciones que nos permiten contextualizar un anclaje ontológico, que vamos a adoptar, para tratar de contrastar los enfoques antes indicados y comprender la realidad como proceso y/o acontecimiento. El anclaje ontológico es el año 1989, año en que acaecieron tres acontecimientos que han marcado el rumbo de la humanidad: el Caracazo, la represión en la plaza Tiananmén y la caída del muro de Berlín. El primero porque a la luz del presente padecemos su impacto a escala nacional y regional y sirvió de norte para reagrupar a los estertores del socialismo real a la luz de la crisis del sistema soviético. El segundo porque representó un punto de reflexión de lo que se creyó era la apertura de la China continental, mostró su capacidad para reprimir sin importar los costos y en la práctica ha revelado el renovado papel de los sistemas políticos despóticos indicados desde Herodoto hasta Hegel. Y el tercero porque, en primer lugar, motivó además del cierre de un capítulo de la historia alemana y europea, el acontecimiento que marcó el fin de sistema soviético y, en segundo lugar, de acuerdo con nuestra interpretación de la tesis de Deulofeu, como veremos más adelante, puede ser visto como el punto de inicio del declive no de Europa, sino de Occidente en su configuración actual. Estos acontecimientos que sucedieron en el mismo año en tres continentes diferentes muestran en una visión superficial su estrecha relación a la luz de la realidad del primer cuarto del siglo XXI y nos plantean el problema de comprender estos acontecimientos como parte o no de un proceso de gran trascendencia histórica.
Como proceso se puede afirmar que todo lo que está dentro y sobre la realidad está continuamente ocurriendo aunque hay aspectos de esta realidad que pueden ser temporalmente estables y recurrentes. Esto nos lleva a considerar la realidad del proceso en sí misma desde dos perspectivas: los procesos de la naturaleza provienen de una orientación teleológica (teológica) hacia un destino positivo o son una cuestión de dinamismo interno que no poseen ninguna dirección o al menos sin ninguna dirección hacia un destino especificable (naturalista). La primera observa esto en términos de un propósito: Fuerza directiva orientada que plantea la pregunta ¿es producto de un ente fuera del proceso o dentro del mismo? y la segunda lo observa en términos de aleatoriedad que aleja en forma arbitraria las formulaciones establecidas de un pasado acaecido. Estas tres interrogantes nos llevan a examinar los tres acontecimientos antes mencionados desde estos diversos enfoques para determinar su origen causal. Para ello vamos a examinar primeramente los conceptos de acontecimiento en tanto que elemento constituyente del proceso, en varios autores, posteriormente vamos a contrastar esos conceptos con los acontecimientos antes mencionados a la luz de la tesis de Deulofeu y finalmente vamos a evaluar los acontecimientos de 1989 desde la perspectiva de Deulofeu y de los autores considerados.
Acerca del acontecimiento: aspectos conceptuales
Un evento es según la Real Academia Española un acaecimiento, es decir, una cosa que sucede y un acontecimiento, que proviene del latín ‘contingere’, es decir, contingencia o accidente, es un hecho o suceso, “especialmente cuando reviste cierta importancia”. Pero, según el Diccionario de Autoridades todas estas expresiones eran sinónimas manteniendo su proximidad de significado a la expresión latina “eventus”, o sea, “acontecimiento, acaecimiento, suceso, casualidad y cosa que puede acaecer”, por lo que en muchos casos lo observaremos como sinónimas. Nosotros mantendremos la distinción.
Desde el punto de vista filosófico, la expresión ‘acontecimiento’ fue usada a inicios del siglo XX por Nietzsche, Benjamin, Whitehead y Heidegger. Para Nietzsche un acontecimiento es un momento de ruptura en un sentido histórico que permite salir del nihilismo generado por las corrientes marxistas y conservadoras imperantes en la Alemania de ese entonces y reestablecer así la “concordancia de acción y receptividad” que permita autenticidad y posibilite un devenir entendido como algo que sucede sin ningún direccionamiento[3]. Por su parte, Benjamín expresó que esta palabra, con esta connotación especial, aparece en estrecha relación con el tiempo y la historia. Para él, viene a ser algo empíricamente indeterminado, es decir, una idea “teñida de destino” por condicionar el mundo en que vivimos aunque no estemos dispuestos a aceptarlo para con nosotros mismos[4]. Para Whitehead, el acontecimiento se ajusta a la conceptualización castellana de ‘evento’ en una escala infinita pero que por la interrelación entre todas las entidades que conforman el sistema es capaz de afectar a la totalidad. Él consideró: en primer lugar, que estos son entidades relacionales irrepetibles (accidentes) que se entrecruzan determinando regiones espacio-temporales que avanzan e individualizan el paso de la naturaleza. En segundo lugar, asume que los instantes y puntos son breves duraciones de su paso que permiten pensar en la existencia de un compacto devenir. En tercer lugar, considera al espacio a partir de la tesis leibniziana de la red de relaciones (nexus de prehensiones) en todos los niveles de la realidad. Y, en cuarto lugar, considera al mundo como un proceso y como tal lo observa como el devenir[5]. Para Heidegger el ‘acontecimiento’ (ereignis) es “el ámbito, en sí mismo oscilante, mediante el cual hombre y ser se alcanzan uno a otro en su esencia y alcanzan lo suyo esencial,…” de modo que se pueda sobreponer al mero dominio de la composición generada por el moderno mundo técnico, con lo cual este autor alemán observa el acontecimiento como un proceso de oscilación y de escenciación que conduce a un ser a ser-sí-mismo y evitar así su objetivación[6]. Como podemos observar, solo Nietzsche refiere el acontecimiento a algo político. Los otros tres consideran el acontecimiento como algo que pudiera tener también consecuencias políticas. A partir de estos conceptos iniciales, Alain Badiou, Gilles Deleuze y Feliz Guattari y Michael Hardt y Antonio Negri reflexionaron también sobre el acontecimiento.
Alain Badiou expresó que un acontecimiento es “una acción transformadora radical –originada- en un punto, que es, en el interior de una situación, un sitio de acontecimiento”. Una situación es “el lugar del tener-lugar, cualesquiera sean los términos de la multiplicidad implicada” y un sitio de acontecimiento es un punto localizado que concierne a una multiplicidad dentro de una situación histórica. Esta acción trasformadora radical busca que una entidad trascendente dentro de una situación produzca un cambio político[7]. Para ello colocó como ejemplo el papel trascendente del cristianismo en la historia de Occidente. Deleuze y Guattari cuestionaron en Badiou a la entidad trascendente. Hardt y Negri también lo hacen pero consideran la situación como una oportunidad para aplicar su concepción de la política que en cierta forma es de la misma línea ideológica del autor francés.
Deleuze y Guattari expresaron que el acontecimiento se ubica en el terreno del azar, es decir, se presenta como la emergencia de una diferencia que se expresa en un estado de cosas dado a partir de unas condiciones objetivas, pero buscaron establecer una filosofía que fuese digna del mismo, como lo fue la de Rousseau en relación con la revolución francesa, con el fin de crear las condiciones de posibilidad de un devenir que mantenga su azarocidad[8]. Finalmente Hardt y Negri siguieron la línea de pensamiento de Deleuze y Guattari y han tratado de proponer una filosofía de talante postmarxista que fuese digna de ese acontecimiento[9].
Con esta panorámica podemos categorizar a estos autores desde una perspectiva teológica o laica haciendo unas acotaciones de rigor, es decir, creemos que la visión de Whitehead es teleológica o teológica sin dirección por lo que observa el evento (o acontecimiento) como parte de un proceso, la de Badiou es teleológica, el acontecimiento tiene un fin revolucionario y parte desde dentro del cosmos o sistema. Desde la perspectiva laicista observamos a Benjamín como expositor de una línea destinal sin una dirección específica. Nietzsche y Heidegger buscaron evitar que hubiese dirección desde una perspectiva existencial y Deleuze y Guattari y Hardt y Negri buscaron pensar las condiciones para que fuese posible y, los dos últimos buscaron direccionarla una vez que acaeciese. De forma sintética se presenta como sigue:
Orientación
Autor
Teleológica o teológica
Sin dirección
A. Whitehead
Con dirección
Desde afuera
----
Desde adentro
A. Badiou

Laicista o naturalista
Sin dirección
----
W. Benjamín
Existencialista desde dentro
F. Nietzsche
M. Heidegger
Oportunista
G. Deleuze y F. Guattari
M. Hardt y A. Negri

La orientación teleológica dirigida desde afuera puede ser vista como el conjunto de interpretaciones religiosas expresadas por las diversas religiones que existen en el mundo. Esta teología en muchos casos, al menos en Occidente, se ha secularizado o laicizado dando paso a importantes sistemas filosóficos políticos (Spinoza, Kant, Hegel, Marx y otros más recientes como la filosofía de la liberación). Ello explica la tesis teológica de Badiou. En el caso de Hardt y Negri, si bien mantienen una posición naturalista o laicista, su propósito final entra en el marco teológico en función de su propuesta política.
Con este cuadro podemos ahora contrastar estas visiones del acontecimiento con el determinismo radical de Deulofeu.
Los conceptos de acontecimiento a la luz de la visión determinista de la historia de Deulofeu
Hay que aclarar que según Deulofeu su teoría a pesar de ser determinista buscó romper con dicho determinismo para evitar la recurrencia de los ciclos. Estos ciclos los podemos observar en Platón, Aristóteles, Polibio, Jaldún y Vico, por citar algunos ejemplos, pero al indicar que son parte de un proceso histórico, los acontecimientos que merecen ser considerados de acuerdo con nuestra línea discursiva son los que producen fragmentación y unificación debido a que estos son los que deliberadamente se hacen historizables. La intencionalidad del teórico catalán se entiende que apunta a los momentos de ruptura y de unificación porque creemos que operan como catalizadores de los ciclos y pueden ser provocados intencionalmente.  
En relación con el cuadro del parágrafo anterior podemos decir que Deulofeu se enmarca en un teleologismo, pero no indica si este es dirigido desde adentro o desde afuera. De igual forma indica que la clave para conocer un proceso de semejante envergadura en una civilización particular radica en el anclaje, es decir el punto de inicio. El punto de inicio es el que nos podría indicar si es causado desde adentro o desde afuera en función de quien lo pudo haber iniciado o no. Ciertamente, el autor se basa en patrones y esos patrones indican de suyo el problema del concepto de civilización debido a que tendría que ser capaz de responder qué hubo antes del inicio y qué habrá después del fin. Así pues, el iniciador coloca a la teoría en un talante teleológico generado desde afuera y el patrón es la explicación que se hace desde adentro. Esto coloca al autor catalán en una posición intermedia debido a que hizo una mezcla de aspectos racionales en temas humanos a pesar de no aparecer lo divino con un sistema de referencia precario. Es decir, le dio carácter teleológico desde una perspectiva naturalista estableciendo un principio y un fin. Esta precariedad en sí misma es riesgosa debido a que quien la asuma como cierta, algo que supuestamente es un hecho natural puede ser direccionado para evitarlo o retardarlo en su caso y acelerarlo en otros que pudieran afectar su ciclo vital. Desde la perspectiva teológica, la religión pudiera operar como un justificador moral o enmascarador para cualquiera de los actos intencionales antes mencionados. A esto es que quizás se refiere el autor cuando expresó la necesidad de romper con el determinismo. Si podemos graficarlo tendríamos algo como lo siguiente:
Orientación
Autor
Teleológica
Sin dirección
A. Whitehead.
Con dirección
Desde afuera
-----
Desde adentro
A. Badiou.
-----
Determinista radical
Con dirección
Afuera[10] y adentro
A.    Deulofeu.
Laicista
Sin dirección
----
W. Benjamín.
Existencialista desde dentro
F. Nietzsche.
M. Heidegger.
Oportunista

G. Deleuze y F. Guattari.
M. Hardt y A. Negri.

En relación con Whitehead, Deulofeu al igual que el inglés necesitan un punto de inicio pero el segundo además de establecerlo axiomáticamente no indica el final además de no dar una dirección. Benjamín se ubica en esta línea pero su visión es pesimista y este pesimismo pudiéramos asociarlo al pensamiento del catalán en el sentido de considerar un fin final. En relación con Badiou, este último se limita a la fragmentación y la unificación y establece una finalidad (orientación) que pudiera ser diferente a Deulofeu y un final que pudiera ser igual aunque no lo describe por no estar preocupado por el tema de la trascendencia. Podemos decir que Hardt y Negri también. Deleuze y Guattari piensan la fragmentación y unificación como proceso pero no hablan de finalidad. Nietzsche y Heidegger buscaron romper con la finalidad pero coinciden con el español en la existencia de un fin.
Si contrastamos la teoría de Deulofeu con la línea de tiempo del cristianismo observamos con preocupación el carácter paradigmático que podría asumir esta y las fuentes sobre las cuales se erigió porque podría asumir caracteres profético, de forma similar a como acaeció en el siglo XVII, es decir, en Europa hubo la creencia del fin de los tiempos como los marxistas hoy en día hablan del inicio de un nuevo orden en una nueva era. Este es el ‘desde afuera’ que no indicamos en el cuadro. Esto nos lleva al tema de los aciertos como el colapso soviético y el declive estadounidense en relación con China y los relativos al propósito establecido en esta reflexión relacionada a los momentos de fragmentación por su relación con el año 1989 y el momento actual. Deulofeu habla de guerra civil de forma simultánea en los casos de EE.UU. Alemania, UK y Francia, luego indica que estos países se recuperan y van a un proceso de estabilización y decadencia. No sucede lo mismo con China. La guerra civil nos interesa destacarla debido a que además de coincidir entre países hay una coincidencia con la tesis actual de Hardt y Negri de la guerra civil global. En esta guerra civil global España desaparece como organización política y es lo que en cierta forma estamos viviendo en Iberoamérica de una naturaleza diferente. De aquí se infiere que la guerra civil es en Occidente. China ocupará el rol de potencia hegemónica global y Japón será su gran dique de contención. De este proceso el autor indica que surgirá una gran civilización al sur de Suramérica que producirá en la región un proceso de unificación.
De Venezuela, en específico, no sabemos si hizo mención. Sólo sabemos, según esta teoría, la aplicación realizada por Fernández Bolívar que en cierta manera coincide con la tesis de los ciclos históricos de José Giacopini Zarraga[11]. Giacopini fue más allá que Fernández al tratar de pensar en un quinto ciclo en el caso venezolano si el nuevo orden establecido en el año 1999 se lograba estabilizar, pero no pensó en la naturaleza del mismo. Sabemos que eso no se pudo lograr debido a que no se pudo concretar la reforma constitucional del año 2007 y el país entró en una inestabilidad de la que no ha podido salir por la coincidencia y la relación con otros procesos que están acaeciendo de manera simultánea en toda América y Europa Occidental. Esto nos lleva de nuevo al año 1989.
Evaluación de los acontecimientos de 1989 a la luz de la estructura conceptual de acontecimiento y proceso.
Si consideramos el Caracazo como una acción deliberada dentro del marco de la confrontación ideológica iniciada a posteriori de la Segunda Guerra Mundial podemos afirmar categóricamente que los tres acontecimientos acaecidos en el año 1989 constituyeron tres momentos de ruptura dentro de un proceso histórico del alcance global. Por ello pudiéramos denominarlos acontecimientos ya que esos momentos promovieron una fragmentación, la conservación o una unificación. Pudiéramos afirmar también que los tres fueron expresiones de decisiones tomadas frente a una coyuntura cuyo fin iba dirigido a lograr un efecto deseado.
La confrontación que se produjo después de 1945 y que se conoció como Guerra Fría fue un enfrentamiento entre Estados que se manifestó como guerras civiles en gran parte del mundo. No fue el enfrentamiento que se planteó a finales del siglo XIX entre movimientos anti-Estado (que hoy podemos denominar globalistas) contra los Estados. De hecho la Unión Soviética fue un obstáculo dentro del marco de esa confrontación cuyos orígenes se remontan, a su vez, a los orígenes del estado-nacional moderno. Por ello la tesis de Deulofeu presenta inconsistencias debido a la precariedad de su sistema de referencia, pero no por ello se puede menospreciar. El estado-nación moderno surgió dentro de un proceso de fragmentación de la Roma cristiana y medieval como entidad supraestatal. La caída del muro de Berlín, en este contexto, fue un proceso de unificación de una ruptura provocada por dos hechos contingentes: las guerras mundiales, pero podemos decir en el caso alemán que ha mantenido su continuidad histórica desde una perspectiva procesual y se presenta aun como alternativa o contraparte histórica frente a Roma.
El Caracazo podría ser visto, en este contexto, como la respuesta adelantada a un proceso de decadencia soviético acelerado en ese período. Decimos respuesta adelantada debido a que permitió plantear la guerra desde una nueva-vieja mutación que recuerda a los desórdenes civiles de la era medieval que permitieron a autores como Santo Tomás y Francisco Suárez pensar en la legitimidad de un tiranicidio. La mutación en sí misma fue un ritornello, es decir, un retorno a las formas de conflicto político anterior a la guerra civil alemana de los Treinta Años y que significó la consolidación del estado-nacional moderno.
China contuvo una amenaza en ciernes teniendo como espejo la Unión Soviética. Si recordamos los tres acontecimientos desde una perspectiva histórica de forma secuencial, es decir, el Caracazo, la represión en la plaza Tiananmén y la caída del muro de Berlín debemos recordar que hubo unos antecedentes que posibilitaron los acontecimientos. En el caso soviético la reestructuración y la transparencia, dentro de un franco proceso de deterioro económico y de pérdida de poder político, hacía previsible la ruptura de los países que estaban en su esfera de influencia. De ahí el desencadenamiento de la crisis interna estaba en el horizonte. La dirigencia China, que había llevado a su país dentro de un proceso de reformas, buscó atajar la crisis de la manera más rápida posible considerando su experiencia revolucionaria. Es decir, los dirigentes chinos no podían ser sorprendidos por una insurrección dada su experiencia revolucionaria. La sorpresa, el acontecimiento, para Occidente fue la represión. En el caso venezolano hubo también sorpresa puesto que el establishment político no previó, no valoró, que las tensiones sociales dentro de un proceso de deterioro económico podían fomentar iniciativas audaces realizadas por revolucionarios profesionales para convertir el problema social en una crisis política prolongada. El caso de la Alemania Oriental fue similar; la sobreestimación de la capacidad de controlar a la población no valoró que sólo hace falta una hendidura para que se desmorone completamente un sistema. En esta hendidura es que aparece el ereignis y el nexus de prehensiones que hacen un evento irrepetible. La sorpresa, en este caso, se entiende como la falta de capacidad para dar una respuesta adecuada frente a un acontecimiento. La enseñanza en estos tres casos ha sido el mejoramiento de los dispositivos de control como se ha observado en China y Venezuela aunque esto no signifique un control absoluto. De igual forma, se han mejorado los mecanismos insurreccionales tal como hemos podido observar en Ecuador y Chile.
Todo lo antes afirmado nos lleva a pensar que el problema en los tres casos fue falta de previsión en términos analíticos prospectivos o de pronósticos. Como se sabe la prospección se basa en escenarios y los pronósticos en seguimiento de patrones. Siguiendo a Spinoza, en los pronósticos es donde los paradigmas pueden hacer que entre a jugar un papel la profecía[12]. Solo hay que recordar las alusiones en el seno del catolicismo a las profecías de la Virgen de Fátima y su significado a la luz de los acontecimientos del año 1989. De ahí la importancia de las tesis de Deulofeu, Badiou y Hardt y Negri en el sentido de que a pesar de desmarcarse de la religión por un asunto ideológico la ideología en sí misma apela a la profecía para alcanzar sustento. Ello explica el papel que está jugando en este momento el máximo representante de la iglesia católica en lo que se ha denominado la tendencia a la conformación de la religión universal[13].
En relación con EE.UU. podemos decir que realmente se produjo un declive que se acentuó de manera deliberada entre los años 2008 y 2016. La gestión gubernamental actual ha tratado de revertirlo, pero se encuentra bajo ataque. A tal efecto está siguiendo el mismo derrotero cursado por la dirigencia británica entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX para evitar que el declive fuese pronunciado. Con ello pudiésemos afirmar que la situación del país norteamericano es concorde con lo indicado por Deulofeu, pero si se ha considerado históricamente la hegemonía como una perturbación que ha fomentado una coalición internacional, una pax china es poco probable que ocurra efectivamente, no así una federación o confederación internacional bajo un logos republicano.
A la luz del presente, Badiou y Hardt y Negri coinciden con Deulofeu en el sentido de observar 1989 como momentos de ruptura, es decir, acontecimientos que promovieron no la fragmentación y la unificación, sino la fragmentación-unificación, es decir, el inicio de una recomposición del orden político, pero a una escala global. Esta escala hace difícil observar estos procesos de forma localizada como intentó hacer el teórico catalán. Desde una perspectiva global, la humanidad transita a un gran proceso de unificación. El problema es determinar cómo va a acontecer esta. Creemos que está ocurriendo de forma cruenta. Si seguimos la terminología de Deulofeu, observamos coincidencias con el pensamiento hardtnegriano en la obra Imperio, pero reiteramos, a escala global. En esta escala global es que estos autores, gracias al pensamiento de Deleuze y Guattari, persiguieron con una nueva episteme (social) generar una fragmentación de modo que fuese posible imponer un orden de acuerdo con una concepción ideológica que no sabemos si será producto de un proceso de unificación.
En todo caso sabemos que el trabajo de Deulofeu quedó inconcluso por lo que su gran esfuerzo, a pesar de las inconsistencias planteadas, pudo haber sido pensado por otros que en condiciones más o menos similares han tratado de orientar de forma teológica un curso histórico para lograr un efecto deseado. Desde esta perspectiva, el esfuerzo intelectual de Whitehead y Heidegger se mantiene vigente. De manera gráfica es como sigue
Orientación
Autor
Acontecimiento
Teleológica
Sin dirección
A. Whitehead.

Con dirección
Desde afuera
-----

Desde adentro
A. Badiou.
Caracazo
Muro de Berlín
Tiananmén
Iglesia Católica
Muro de Berlín
Determinista radical
Con dirección
Desde afuera y adentro
B.    Deulofeu.

V. Fernández / Giacopini
Muro de Berlín
Tiananmén
Caracazo
Laicista
Sin dirección
Oportunista
M. Hardt y A. Negri.
Caracazo
G. Deleuze y F. Guattari.

Desde afuera
W. Benjamin.

Existencialista desde dentro
F. Nietzsche.
M. Heidegger.


De acuerdo con este cuadro se puede afirmar que según Badiou y Hardt y Negri, a pesar de afirmar el acontecimiento, en realidad explicaron un proceso desde un punto de ruptura. Badiou en el caso chino para nosotros es aplicable por la acción en sí y no por su concreción y en el caso alemán por ser contraria a la ideología pero con el mismo efecto. Por su parte, la iglesia y Deulofeu explicaron el proceso enfocándose en aquellos actores que podían afectar la totalidad del cosmos. La episteme de Deleuze y Guattari, en este contexto, es el fundamento de explicación de la profecía.
Corolario.
Pensar que un individuo como Deulofeu (y sus seguidores) haya podido de manera determinista trazar el rumbo de la humanidad es recordar el papel que la pólvora jugó en la cultura china y de cómo fue empleada por Occidente. Es decir, la de aquellos que piensan que pueden, a partir de una idea, torcer el curso histórico para lograr un efecto deseado excluyendo, en consecuencia, a una parte significativa de la humanidad. Más grave aún si varios piensan de la misma manera y actúan en consecuencia de manera más o menos simultánea. Eso es lo que ha hecho que la dinámica generada por muchos procesos decisorios racionales vistos desde un punto del universo se observen como caóticos. Por ello podemos considerar que los acontecimientos del anno domini de 1989 fueron actos deliberados de ruptura de un proceso histórico que fueron realizados bajo la creencia de tener un importante grado de control del mismo por seguir un paradigma basado en una ideología vista como profecía que se está autocumpliendo a partir de un patrón e intencionalidad establecida. Quizás los efectos son tan obvios que se nos hace difícil observarlos convenientemente.
Desde esta perspectiva, Whitehead desde el cosmos como totalidad, Heidegger desde el ser-si-mismo como una individualidad que expresa la totalidad y Deleuze y Guattari desde una episteme que intenta abarcar ambas ontologías, se puede pensar en el mantenimiento de una historia o de un devenir, la pregunta, dadas las circunstancias, apunta a cuestionar si ello es posible a pesar de las fuerzas que están operando para conducir el mundo tal como lo conocemos.
La otra pregunta que surge, más allá de lo analizado, es cómo pensar en una filosofía del proceso aplicable a una praxis política.



[1] Ver al respecto: CASAS, S. (2018). “¿Qué es la Matemática de la Historia?”. Revista Sàpiens. N° 197. Pp 10-15. [Documento en línea]. Disponible: http://www.deulofeu.org/es/que-es-la-matematica-de-la-historia-a-sapiens/ y FERNANDEZ B, F. (2009). Los Principios Matemático-Históricos y la Evolución de la Libertad. Windermere. Publicado por Fernández M. 146 p. [Documento en línea]. Disponible: http://www.gutenberg.org/files/30175/30175-pdf.pdf
[2] Ver al respecto: “IBN JALDÚN Y EL IMPACTO POLÍTICO DE LAS MIGRACIONES: DE MACHIAVELLI A DELEUZE Y GUATTARI. Reflexiones acerca de los procesos migratorios vistos como armas de destrucción de alcance global” en https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2018/12/ibn-jaldun-y-el-impacto-politico-de-las.html
[3] Ver al respecto: “NIETZSCHE Y EL ACONTECIMIENTO: ¿UNA PERSPECTIVA LIBERAL?” en https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2018/09/nietzsche-y-el-acontecimiento-una.html
[4] Ver al respecto: BENJAMIN, W. (2007). Obras. Madrid. (T. J. Navarro). Abada Editores. Atlas Walter Benjamín. [Documento en línea]. Disponible: http://www.circulobellasartes.com/benjamin/termino.php?id=1  [Consulta: 15MAY2015].
[5] Ver al respecto: WHITEHEAD, A. (1929[1978]). Process and Reality an Essay in Cosmology. New York. Free Press Macmillan Publishing Co. 398 p. Versión en Castellano: (1928/1956). Proceso y Realidad. Buenos Aires. (T. J. Rovira). Editorial Lozada. 475 p y LLANES, G. (2018). Whitehead: Proceso y Substancia. Una reconsideración desde la filosofía medieval. Caracas. UCV. 258 p
[6] Ver al respecto: HEIDEGGER, M. (1957[1990]). Identidad y Diferencia. Barcelona. (T. H. Cortés y A. Leyte). Editorial Anthropos. 191 p y (2003). Aportes de la filosofía: acerca del evento. Buenos Aires (T. D. Picotti). Biblia: Biblioteca Internacional Heidegger. 415 p
[7] Ver al respecto: BADIOU, A. (1999). El Ser y el Acontecimiento. Buenos Aires. (T. R. Cerdeiras, A. Cerletti y N. Prados). Editorial Manantial. 582 p
[8] Ver al respecto: DELEUZE, G y GUATTARI, F. (2008). Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia. 8º éd. Valencia. (T. J. Vásquez y U. Larraceleta).  Editorial Pre-Textos. 522 p y (1991/2005). Qu’est-ce que la Philosophie? París. Editorial Minuit. 206 p. Edición portuguesa (2009). O que é a Filosofia? Sao Paulo. (T. B. Prado y A. Alonso). Editora 34. 279 p
[9] Ver al respecto: BLANCO, E. (2016). Ontología de la Guerra: Crítica al concepto de guerra en las obras de Hardt y Negri. Caracas. Editorial Rivero-Blanco. 476 p.
[10] El ‘afuera’ en este caso es visto de manera discursiva, es decir, ‘Dios lo quiere así’ o ‘Dios lo quiso así’. Decirlo de otra manera es aceptar la existencia de un Dios afuera del mundo que lo dirige. Esto es un problema de la fe de cada individuo. Un ejemplo es el caso de Benjamín, si bien tiene una visión laicista cree en la existencia de un Dios que no interviene en los hechos del mundo como lo vemos en el Angelus Novus.
[11] Ver al respecto: “LA TEORÍA DE LOS CICLOS HISTÓRICOS DEL DR. JOSE GIACOPINI ZARRAGA: UNA REVISIÓN A LA LUZ DEL PRESENTE Y DEL FUTURO POR VENIR” en https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2012/05/la-teoria-de-los-ciclos-historicos-del.html
[12] Ver al respecto: Tratado Teológico-Político en SPINOZA, B. (1677/2011). Tutte le Opere. Milano. (T. M. Buslacchi, A. Dini, G.Durante, S. Follini y A. Sangiacomo). Editorial Bompiani. 2838 p.
[13] Ver al respecto: “Principales líderes religiosos firmarán una declaración de amistad en 2020” http://www.eluniversal.com/internacional/21699/principales-lideres-religiosos-firmaran-una-declaracion-de-amistad-en-2020 Esta iniciativa recuerda la obra de Nicolás de Cusa denominada La Paz de la Fe realizada como consecuencia de la caída de Constantinopla