miércoles, 23 de diciembre de 2020

LOS SUCESOS DE NOVIEMBRE DE 1.944 A LA LUZ DE BERTRAND RUSSELL

  


Jairo Bracho Palma

 

Bertrand Russell nos habla del conocimiento humano  como  un compendio coherente de creencias aproximadas a la verdad, generalizaciones inductivas cuyas premisas satisfacen su validez. La naturaleza de la validez es la verdad,  que es una propiedad de la creencia, y la propiedad de la verdad es el hecho, que a a su vez tiene la cualidad de la permanencia. El problema consiste en establecer la naturaleza de la relación entre la creencia y los hechos, y una definición posible en un lenguaje mínimo estructurado de manera científica. Las creencias tienen un rango evolutivo amplio, desde lo prelingüístico, pasando por la  memoria, las expectaciones y los testimonios de los otros.

Tal vez desde la perspectiva de Russell, podamos obtener un sistema de significados y significaciones coherentes para la interpretación aproximada sobre nuestro devenir, algo particularmente útil para dejar a un lado los mitos, los cuentos, y los mutilados apólogos construídos en función del hecho político.

El lenguaje científico es impersonal, con una función social de difusión para el conocimiento colectivo, donde las íntimas pasiones y las expectaciones de los actores se evaporan.

Nuestros últimos cien años de historia han sido expuestos con generalizaciones incapaces de sostener las premisas que acrediten su validez, y esto se fundamenta en el indudable hecho de la naturaleza relacional entre las creencias copiadas o inferidas de los sentimientos y de las percepciones de las generaciones actuantes y de los testigos en un espacio - tiempo histórico determinado, así como de construcciones narrativas dotadas de un realismo ingenuo.

Un ejemplo clásico lo consituyen los sucesos ocurridos entre 1944 y 1945, y especialmente, los correspondientes al 18 de octubre. Para una importante porción del imaginario colectivo, aquello fue una revolución, para la otra, un vulgar cuartelazo, la eterna conspiración internacional, etc. Todas ellas, intermediadas por la posverdad como mecanismo de percepción, que define creencias a partir de referencias, intencionalidades personales y sentimientos de otros y no como experiencia directa y relacional externa. Así terminamos con un lenguaje mínimo simplificado del absoluto teológico sobre el bien y el mal. La porverdad trasmitida por los medios de comunicación nos reconforta con una esperanza de castigo de los malvados y la recompensa de los bendecidos, al fin y al cabo, es un deseo de como queremos que terminen las historias, pero no es la realidad.

Salvo las víctimas y los daños materiales como experiencia física, los sucesos ocurridos entre 1944 y 1945, no tuvieron héroes ni villanos, sólo  unas experiencias derivadas de datos abstractos. Si mejoramos la naturaleza de la relación entre lo que creemos saber sobre aquello y los hechos en sí y para sí,  así como la definición del hecho posible, y precisamos  las diferencias objetables entre ideas (recuerdos, memoria, testimonios) y las imágenes presenciales y reales, podremos tener una apoximación a la verdad de lo ocurrido, y lo que sería tal vez lo más importante, el gastado pero nunca aplicado principio sobre las consecuencias y las enseñanzas que pueden proporcionarnos la historia para que mejoremos como nación toda.

Con las pasiones, animadversiones y epigonías ya sepultadas con sus protagonistas ¿Qué han significado los hechos ocurridos entre 1944 y 1945? Pero vayamos a más ¿ Que ha significado, entendido como significado, lo comprobable, el período comprendido entre 1936 hasta nuestros días? 

EL MAGISTERIO

Alexis Perdomo Camejo no fue el anónimo sargento del imaginario colectivo: ramplón, arbitrario y por poco analfabeto. Alto, de buen parecer, y de un peculiar magnetismo personal, sobresalía en prestancia y educación sobre muchos oficiales, ejerció un liderazgo natural entre las tropas del batallón “Venezuela” número 1. Natural del estado Lara, tuvo una educación formal, había sido maestro de escuela, llegando a ocupar la dirección del plantel de Duaca (estado Lara). Ingresó al servicio del ejército el 1 de enero de 1942. Fue un defensor del magisterio y un lector asiduo con un  amplio manejo del lenguaje.

La asimilación de maestros de escuela en calidad de subtenientes fue una  iniciativa nacida en el período de gobierno de Juan Vicente Gómez. Una necesidad sentida por algunos oficiales, como era ofrecer a los contigentes de recluta forzosa, algún tipo de instrucción elemental dentro de los cuarteles. Esto hizo posible una relación permanente entre el magisterio y el ejército.

De tal manera que el ingreso a las filas del ejército del maestro Alexis Perdomo Camejo no resulta extraña, como tampoco lo resulta la influencia de Luis Beltrán Prieto Figueroa entre la oficialidad de maestros asimilados. Reconocido desde aquellos días como insigne educador, Prieto pertenecía a la cúpula del partido Acción Democrática. Anticlerical declarado, sus obras (“El Estado docente”, “Los maestros, eunucos políticos”, etc.) merecen una relectura, sobre todo,  la relacionada con el deber político del pedagogo, y del gobierno en hacer de la doctrina política, parte de la conciencia del ciudadano. Miembro fundador de la Federación Venezolana de Maestros (1936), también fue dueño de una librería en la esquina de Gradillas, donde se relacionó con algunos oficiales y clases del muy encapsulado mundo de los militares.

EL PROGRAMA MARXISTA

A medida que una nueva generación crecía ansiosa de libertades durante la interminable paz impuesta por Juan Vicente Gómez, las propuestas de una alternativa política tuvieron un lenguaje y un contenido distinto al de los tradicionales partidos liberal, conservador y nacionalista, donde militaban los habituales del poder. En la Habana se funda la “Acción Radical Revolucionaria Venezolana”, por Luis Alberto Ravell, Pío Tamayo, Juan Montes, Francisco Laguado Jayme, Luis López Méndez, de ideología  marxista. En Barranquilla, Pío Tamayo funda la “Unión Obrera Venezolana”, de igual tendencia. Luego de los sucesos del 7 de abril de 1928, y de la semana del estudiante, se incorpora a la lucha, una nueva formación, antecesora de Acción Democrática,  creada por Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Valmore Rodríguez, Gonzalo Barrios, la “Agrupación Revolucionaria de Izquierda” (ARDI), “policlasista, antioligárquico y antimperialista”, que formará un grupo irreconciliable con el “Partido Revolucionario Venezolano”, representante de los postulados de la Internacional Socialista.

El  “Partido Revolucionario Venezolano” fue fundado en México por Salvador de la Plaza y Gustavo Machado en 1922. Se proclamaba  “anti - imperialista, anti - caudillista”, de ideología marxista.

El denominado “Programa mínimo del ARDI” (Barranquilla, junio de 1932), establecía entre otras cosas, unos objetivos  sostenidos en el tiempo a pesar del aparente y no bien definido giro hacia la derecha: exclusión de todo elemento militar del mecanismo administrativo; confiscación de los bienes del general Gómez, familiares y funcionarios; organización de las masas; el derecho a la huelga. Pero sobre todo, una reorganización profunda y excluyente del sector militar, y la creación de milicias armadas.

La concreción de este programa pasaba por un acercamiento a los cuarteles, lo que  nos revela el hecho de que un militar comprometido ideológicamente no es una hechura de nuevo cuño.

El sargento segundo Antero Lugo Ramos prestaba servicios en la cocina del batallón de ingenieros como panadero. Pertenecía al igual que varios compañeros del gremio de pasteleros y panaderos,  al partido comunista “Unión Popular Venezolana”, un espacio donde la prédica marxista encontró campo fértil. 

Lugo Ramos manejaba  el discurso de la izquierda, que difundía en su unidad,  mimetizado como manifestaciones insospechables de descontento corporativo, pues el comunismo estaba prohibido por la Constitución y fue perseguido con saña.

Seguían en importancia, el sargento primero  Rafael Acosta Ramírez, y los cabos segundo Vidal Tandino y  Francisco José Rodríguez, y Abraham Levy Maduro, ganados a la ideología de Lugo Ramos.

La política dentro de los cuarteles se introdujo como parte de los programas de los partidos de izquierda, pero, y aquí vienen los peros, aquello no fue una existosa campaña de inconfesables fines para manchar el inmaculado apoliticismo de las fuerzas armadas, una falsa creencia. Un grupo de oficiales y algunos sargentos, por propia iniciativa y con bien delimitados fines de poder han sembrado las ideas políticas puertas adentro.

De tal manera que una parte de la oficialidad conformó una forma única y diferenciada  de  partido político utilizando la sólida estructura institucional que había permitido la viabilidad como nación de una amalgama de pueblos de particularismos geohistóricos: el ejército.

Valiéndose de principios inmanentes como la verticalidad corporativa y la cohesión derivada del origen promocional, sin declararlo ni mucho menos admitirlo, crearon una organización política, una con armas, y dispuesta a usarlas. Esta iniciativa de la oficialidad formada,  permeó en las jerarquías de sargentos y clases.

Esa premisa se satisface cuando nucleamos percepciones de multiplicidad de sucesos multidimensionales independientes en apariencia, pero que interactúan por la naturaleza rizómática de relacionamientos físicos y mentales que persisten en tiempos curvos: la década militar (1948-1958), el período 1999-2013, y sus  conectores lógicos de porcentajes burocráticos de participación corporativa.

Debemos precisar que se entiende por relacionamientos físicos y mentales  de naturaleza rizomática persistente en tiempos curvos: cuando percibimos un  suceso, lo recordamos, lo imaginamos, inferimos, pero no podemos inferir la esencia emocional del origen mental-personal de los sucesos: los fines egoístas, la ambición excluyente, los objetivos determinados detrás de lo declarativo. Estos sentimientos constituyen rasgos abstractos que viajan por los rizomas paralelos que representan los tiempos históricos y que por leyes no precisadas coinciden en nudos de encuentros temporales. En Venezuela como en todas partes, no se repiten los tiempos históricos, sólo se satisface el principio de la coincidencia de experiencias internas de sentimientos y emociones de naturaleza pública como las descritas.

En el caso del 18 de octubre, las motivaciones de esta incursión en política se ven soterradas por formalidades discursivas de reivindicaciones postergadas, con un añadido de postulados democráticos no cumplidos una vez en el poder.

En el caso de los sargentos y clases, llama la atención, que en menos de una década se produjeron dos pronunciamientos salido de sus filas, uno en 1944, y otro en 1946, con motivaciones y fines políticos semejantes a las de sus superiores, con un adicional no menos importante, como era el evidente resentimiento hacia el trato despótico, arbitrario y de relegamiento social. 

Me referí entonces a ciertas críticas y protestas que tenían su origen entre compañeros, causadas por una serie de irregularidades y necesidades, tales como vestuario, comida, y principalmente sobre el acostumbrado atropello de muchos oficiales para con la tropa y procederes inhumanos en que no se refleja sino un abuso de autoridad… después de hacer notar que mis esfuerzos por el mejoramiento de la institución no estaba inspirados solamente en mis propias necesidades… sino en un promedio de realidades, le hablé sobre ciertos choques que por este motivo tuve con algunos oficiales.

Algunos autores señalan la influencia de la asonada del sargento Fulgencio Batista contra el presidente Carlos Miguel de Céspedes en Cuba, en la que tomaron parte los círculos estudiantiles, y que dio como resultado el gobierno provisional de Ramón Grau San Martín y el ascenso de Batista a coronel y comandante del ejército (1933-1939), pero este es un tema que requiere de un relacionamiento más sólido, pues hasta el momento es una inferencia sacada de la causalidad, que no es suficiente para determinar los sucesos de 1944 en Venezuela.

En las reuniones conspirativas celebradas en diversos barrios de Caracas, se discutió la posibilidad de incluir a Acción Democrática, una propuesta del sargento Perdomo. El sargento Lugo Ramos en cambio, propuso el apoyo del partido comunista alegando una mejor organización y lo poco confiable que  resultaba Acción Democrática por su abjuración de la teología de izquierda. Esto se debió a que los sargentos y clases tenían fuertes contradicciones ideológicas, y manifestaron no sentirse capaces para asumir las funciones de gobierno, por lo que echaron mano del soporte de un partido con credibilidad.

Pero, también existió la intencionalidad  no manifestada de usar a los partidos por un tiempo para adquirir experiencia y luego desecharlos, como lo demuestran los sucesos de 1948.

De tal manera que la política como dinamizante del movimiento militar de 1944 nació por iniciativa interna y en parte por la influencia indirecta de aquellos partidos.

Por aquellos días, Rómulo Betancourt y su partido trabajaban sobre su incipiente popularidad y en su aceptación general, como lo demuestran los resultados de las elecciones uninominales de los municipios de la capital justamente aquel año de 1944: apenas un 34% del electorado.

Tal como lo admite en sus escritos,  Betancourt tuvo un detallado conocimiento del golpe en ciernes, corroborado de manera tangencial por los testimonios sumarios del sargento Lugo Ramos, pero directamente por el sargento Perdomo.

El secretario general de Acción Democratica supo del alzamiento frustrado del 12 de noviembre, a través de un primo del sargento Perdomo Camejo, el Dr. Víctor Camejo Oberto, un militante activo en los sucesos del 18 de octubre. Sí se entrevistaron personalmente, no los hemos comprobado, como tampoco las verdaderas razones por las que Betancourt rechazó la oferta de participación. Existe la versión en una entrevista realizada por Juan Liscano en 1975, muy arreglada en obsequio de la posteridad.

Está comprobado por confesión de algunos oficiales, que tempranamente Acción Democrática contó con afiliados partidistas que prestaron servicios militar en aquellos días como soldados y clases, y que eran antiguos preceptores o maestros en funciones dentro de los cuarteles, como Carlos Soto Tamayo, Ramón Florencio Gómez y Giselo Payares Arcaya, quienes alcanzaron el grado de generales y altos cargos durante los gobiernos posteriores de Acción Democrática, ministro de la defensa inclusive. En el caso de Payares Arcaya, cuando apenas era soldado, estuvo involucrado en el alzamiento de Perdomo, luego del 18 de octubre de 1945, fue incorporado como subteniente. Hizo una brillante carrera por demás decir.

Por la misma estructura lógica de las respuestas ofrecidas  por Betancourt en la entrevista con Juan Liscano, y sus contradicciones con las referencias obtenidas de la época de los sucesos, sabemos que el uso de medios violentos para alcanzar la dirección del gobierno estuvo presente desde su regreso del exilio en 1936 y que no asistió, tal como pretende hacernos creer, a las primeras reuniones con los oficiales de la Unión Patriótica Militar en junio de 1945, con una purísima candidez, casi con la boca abierta de asombro ante lo que se les planteaba.

La premisa sobre el cabal conocimiento y la participación oportuna del partido Acción Democrática en las cuarteladas de aquellos días se ve reforzada por el testimonio del contralmirante Manuel Antonio Vegas, entonces uno de los más firmes defensores de aquel partido contra un gobierno exclusivo de militares, y que le costaría diez años de retiro.

Vegas había egresado de la Escuela Naval de Argentina en 1941, y pronto formó una cofradía de conspiradores entre los marinos.

Betancourt y Vegas se reunieron en Caracas,  a principios de 1943, allí el marino  lo impuso de las aspiraciones de los oficiales y de la manera de obtenerlas. Cuando fue entrevistado en marzo de 1987, era un hombre muy cerca del final de sus días, sin mayor interés en figuración.

Esto quiere decir que los atajos para los fines de poder contemplaron la opción violenta, y que la participación de AD en tales eventos, no fue una simple e imprevisible casualidad.

LA SARGENTADA

El coronel Antonio Chalbaud Cardona fue una de las víctimas con mayor contenido simbólico para la rebelión del 18 de octubre de 1945. Representó varias generaciones de oficiales formados al calor de las dictaduras andinas y  a una de las castas de la hegemonía política y militar merideña. Su visión del ejército en cuanto a disciplina, ascensos y tareas tenía pocos espacios comunes con las nuevas generaciones, pero fue un hombre que a pesar de sus diferencias con Isaías Medina Angarita y con Eleazar López Contreras, mantuvo una incólume lealtad, los hechos ocurridos entre el 11 y 12 de noviembre de 1944, así como los de  1945, lo comprueban. Su diligente hacer contra la intentonas de sargentos y clases impidieron el éxito del motín cuartelario.

“La sargentada” fue un movimiento sedicioso organizado en Caracas en el mes de junio de 1944, enero según otros testimonios. Dirigido en exclusividad por sargentos y clases, abarcó contingentes dentro de los batallones “Venezuela”,  “Avendaño”  y “Villapol” en Caracas, y alguna participación de unidades de Maracay, Maracaibo, Coro y Puerto Cabello, que sumaban un aproximado de cincuenta y tres cabecillas.

En primera instancia, el levantamiento tuvo los siguientes objetivos:

1.      En el marco de la entrega de diplomas a los graduados en el curso de la Escuela de Aplicación para oficiales, que tendría lugar en el batallón “Venezuela” durante el mes de noviembre, el presidente Isaías Medina Angarita, ministros y alto gobierno presente serían arrestados. Algunos declarantes señalaron que estaba contemplado dispararles si ofrecían resistencia.

2.   2.  Aquel acto sería la señal para el levantamiento del resto de los cuarteles.

3.   3. Creado el vacío institucional, los cabecillas llamarían al partido Acción Democrática o al comunista para formar gobierno, con la participación del sector militar involucrado en el golpe de Estado.

El hecho de que varios clases y soldados durmieran con el uniforme y los zapatos puestos, hizo movilizar a la oficialidad en la madrugada del 11 de noviembre. A confesión de partes, se supo que estaba previsto tomar el cuartel Urdaneta y matar a los oficiales.

Chalbaud Cardona era el comandante de la Tercera Zona Militar ubicada en el cuartel Urdaneta. Los días previos, cambios significativos en la disciplina de los soldados del batallón de ingenieros y por causa de algunas concurridas reuniones en los barrios de San Agustín, los Flores de Catia, San José y en Sarría, alertaron a las autoridades.

Chalbaud Cardona no perdió tiempo y armó a los cursantes de la Escuela de Aplicación y demás oficiales, quienes se presentaron en las cuadras de tropas y se hicieron con las bayonetas y los cartuchos, anulando la capacidad de asalto de los amotinados.

El capitán Rómulo Fernández, comandante de la compañía de Perdomo, y un activo participante de los sucesos ocurridos un año después, se presentó en el dormitorio del sargento, y bajo engaño le ordenó vestirse para salir de comisión, arrestado, fue trasladado junto el resto de los cabecillas, al cuartel “Ambrosio Plaza”, donde comenzaron los interrogatorios y la corte marcial.

En las declaraciones, fueron reiteradas las referencias a lo contactos con militantes de Acción Democráticas y del partido comunista, pero fueron vagas e imprecisas, y en vista de la absoluta libertad política imperante, no fueron señalados.

Los peinillazos y los malos tratos durante los interrogatorios con toda probabilidad arrancaron confesiones interesadas en vista de la animadversión de la vieja oficialidad hacia los partidos políticos, que hasta hace menos de una década, estaban demonizados y prohibidos.

De los señalamientos abiertos contra aquellos partidos  se encargó el periodista del diario “La Esfera”, Ramón David León.

Esta forma de obrar de los partidos Acción Democática y comunista, será imitado, con mayor  o tanta violencia por los nacientes U.R.D. y COPEI.

Las inferencias de alguna aproximación de veracidad y de la que sólo expondremos los enunciados, por ser un trabajo muy extenso para este formato, serían la siguientes:

  • Cinco partidos se han disputado el poder político en Venezuela por medios lícitos o violentos,  entendido como violentos, la transgresión de la legalidad, o el uso de las armas: Acción Democrática, COPEI, URD, la izquierda en todas sus metamorfosis organizacionales y el ejército.
  • Aquellos postulados tales como el militarismo, pretorianismo, prusianismo y demás construcciones enclíticas carecen de relacionamientos propios que satisfagan su eficacia. Desde 1936, la oficialidad salida de escuela, sin enunciarlo directamente se organizó para participar en el poder político, los hechos de 1945, 1946, 1948, 1953 y 1999 lo comprueban.
  • Rómulo Betancourt fue un actor más dentro de un contexto específico, de manera que no fue el principal responsable de la tan mentada politización de las fuerzas armadas, estuvo en la intencionaldidad de los actores  militares de participar en ella. Un apoliticismo manchado por la nefasta influencia de los partidos es un entelequia.
  • Los movimiento conspirativos fueron conducidos por jóvenes militares determinados por unas creencias inconsistentes como fórmula de justificación, devenida en ambiciones corporativas e individuales, secundado por un partido político sin experiencia ni preparación acorde a sus expectativas, pero con una férrea vocación de poder y de permanencia que les hizo prevalecer, en el mediano plazo, sobre sus compañeros de aventura. La ambición, el egoísmo y las vanas motivaciones son las características rizomáticas distintivas de ambos grupos.
  • Los relacionamientos físicos y mentales de naturaleza rizomática  persistente en tiempos curvos, son de esencia emocional, comunes en nuestra historia y que unifica los grupos políticos y militares: los fines egoístas, la ambición excluyente, los objetivos determinados detrás de lo declarativo. Las percepciones idealizadas expuestas en lo declarativo, no es percibida por ser incosistente con los modos de vida privados una vez en el poder, salvo algunas excepciones.
  • La esencia emocional de las motivaciones internas de actores específicos han tenido algunas consecuencias que podemos calificar de progreso material, tal como lo comprueban los resultados de la gestión del período militar (1948-1958) y de logros específicos luego de 1958.
  • Las consecuencias de los motines cuartelarios de 1944 y del exitoso golpe de Estado del 18 de octubre de 1945 no podemos exponerlos en este corto ensayo, pero si adelantar algunas observaciones: tienen alcances transtemporales que no han cesado en sus devastadores efectos sobre todos los órdenes de nuestro devenir, porque por intermedio de los partidos políticos se consolidó la creencia de naturaleza expectante del uso de la violencia como medio para alcanzar el poder.
A partir de entonces, contaremos con una suerte de enrevesadas teorías que diferencian golpes de Estados “buenos”  de los “malos”; seremos testigos de las gavillas y grupos de choques contra opositores; de las triquiñuelas electorales; del uso  y abuso de la libertad de expresión y de la desinformación; de formas eleccionarias para borregos; de las apologías y los autoelogios; de los  líderes fundamentales a partir de los cuales la historia comienza a correr, y  pare usted de contar. Lo que es peor, en nuestro vaivén entre la barbarie, el desorden e intentos aislados de progreso como interregno magnífico.

 

 

martes, 1 de diciembre de 2020

LA GUERRA DEL ASIENTO: LA DEFENSA DE CARTAGENA DE INDIAS, LA GUAIRA Y PUERTO CABELLO (1739-1743)

 


Entrevista en Venezuela Colonial en el siguiente Link: https://www.youtube.com/watch?v=n9zk-bms_Gw&feature=youtu.be

La guerra de sucesión española fue un conflicto dinástico internacional que enfrentó, por una parte, a las coronas de los Habsburgo apoyados por el Reino Unido y los Países Bajos y, por la otra, a los borbones franceses por la vacante dejada en España por la desaparición de Carlos II. Ese conflicto acaeció entre los años 1701 y 1715. Este conflicto en la península ibérica se manifestó como una guerra civil que se extendería hasta la caída de los que siguieron la bandera austracista de los Habsburgo en Barcelona. Vale decir que España fue perjudicada en todos los sentidos en virtud de los acuerdos secretos a que habían llegado las monarquías inglesa y francesa para poner fin a la citada guerra. Los aspectos más graves, además de la perdida de Gibraltar y Menorca, tuvieron que ver con las concesiones que tuvo que otorgar España a Inglaterra para el comercio de esclavos y el comercio a través del llamado navío de permiso que, en sí mismo, constituyeron arietes para socavar la integridad hispánica en sus dominios americanos a través del contrabando. 

Si bien la instauración de los borbones en España significó el establecimiento del absolutismo en la península, en América se profundizó la descentralización con miras a crear estructuras administrativas que fueran autosostenibles. En este sentido, en el año 1717, se creó el virreinato de la Nueva Granada y entre sus funciones se le asignó la vigilancia del asiento. Este hecho que sería el detonante de la guerra de 1739 una vez que el Reino Unido incumplió de manera deliberada con las estipulaciones establecidas en el navío de permiso debido a  que España no estaba dispuesta a aceptar transgresiones[1]. La chispa que detonó el conflicto fue el descubrimiento de una infracción cometida por un súbdito británico llamado Robert Jenkins quien al mando del bergantín Rebecca intentó introducir contrabando en dominios españoles a la altura de la Florida en 1731. En el incidente el capitán León Fandiño  le cortó una oreja al británico amenazando con repetir el hecho a cualquier otro que lo intentase. Por ello, esa guerra que se conoce también como la guerra de la oreja de Jenkins terminaría en el año 1746 con el tratado de Aquisgrán y su naturaleza estuvo relacionada con el intento de despojar por la fuerza territorios hispánicos. Decimos despojo o depredación debido a que el orden westfaliano instaurado casi cien años antes había establecido un sistema de equilibrios en ese continente que se aplicaba sólo a ese espacio geográfico a pesar de que los principales órdenes políticos que allí convivían poseían dominios extracontinentales. El vacío existente en la aplicación de la ley westfaliana está relacionado con el nomos de la tierra del que ya hemos hecho mención anteriormente y explica que esa guerra haya tenido como objetivo arrebatar a España una parte importante de sus dominios americanos a partir de la captura de Cartagena de Indias[2]. Por ello vamos a analizar la defensa de tierra firme teniendo como foco el ataque de Cartagena de Indias y las otras operaciones agresivas realizadas sobre la Guaira y Puerto Cabello. Para tal fin vamos a analizar en primer lugar, el rol de la línea de Tordesillas después de la consagración del principio de libertad de los mares en 1648, en segundo lugar, los planes del desastre inglés, en tercer lugar, la ejecución del plan y el desastre y finalmente la herencia española en la praxis americana de la guerra.

La línea de Tordesillas y la aplicación del derecho público europeo.

Según Carl Schmitt después de que se consagró el principio de libertad de los mares en 1648 la línea de Tordesillas fue usada para demarcar hasta donde se aplicaba el derecho europeo en el hemisferio Occidental. Esta línea, según él, se comenzó a denominar línea de amistad[3]. Al oeste de esa línea para el caso específico inglés se actuaba netamente en el plano mercantil, es decir, bajo una lex mercatoria que iba más allá de los Estados. Pero, para España la América meridional era extensión de sus dominios ibéricos y por tanto se aplicaba el derecho público. Si acaecía una operación de contrabando sólo se requería la aplicación de la ley en términos preventivos y represivos aunque hubiesen abusos que también podían ser tratados dentro del marco regulatorio existente, pero como los estados modernos no tenían otro tribunal al cual apelar los británicos se valieron de esas circunstancias para buscar lo que consideraron su justicia por sus propios medios militares apelando, según ellos, a una actividad que se fundamentaba en la costumbre. Esto nos lleva a otro aspecto no menos importante. Casi cien años antes, como dijimos, en Westfalia se estableció un acuerdo que regulaba las relaciones entre Estados. De acuerdo con ese tratado el Reino Unido incurrió en una ofensa al declarar la guerra por una falta, mejor dicho, por una serie de delitos cometidos por sus nacionales para lograr obtener un pretexto para arrebatarle a España un espacio estratégico que en la práctica dividía sus dominios americanos en dos. El asunto que llama la atención es la no aplicación, de manera general, del derecho de gentes o mejor dicho, valerse del derecho de gentes para resolver un problema mercantil. Esto lo podemos observar desde una perspectiva espacial, temporal y espacio-temporal.

Creo que la causa más importante de la no aplicación del derecho de gentes europeo en el continente americano obedeció a la inmensidad del espacio y su desconocimiento en términos macros y micros. La inmensidad permitía pensar en apropiarse de espacios no ocupados por europeos y, en términos macros, para que se tenga una idea, el conocimiento de la interconexión Orinoco-Amazonas es contemporánea con la Guerra del Asiento. En términos micros, el desconocimiento de la realidad de los principales objetivos militares británicos, es decir, las ciénagas de Cartagena de Indias, las corrientes de la Guaira y los manglares de Puerto Cabello fueron fundamentales en la victoria de los hispanoamericanos o españoles meridionales durante ese conflicto.

Desde la perspectiva temporal debemos indicar que si bien España tenía más de dos y medio siglos de presencia en el continente, Westfalia fue un producto jurídico de casi una centuria por lo que podemos afirmar que aún estaba en proceso de cristalización y la forma federal de gobierno con que el rey borbónico español ejerció su dominio se mantuvo en la América meridional a pesar de los cambios absolutistas y centralistas operados en la península. Esto significó que los americanos fueron construyendo su propia temporalidad colectiva constituyendo, en la práctica, una fortaleza a vencer ante una situación contingente. Así pues, a pesar de los cambios operados en Westfalia, había en el continente una hispanidad arraigada en todos los dominios americanos, en términos temporales, que en sí misma constituía una brecha insondable entre la consideración de la aplicación de un derecho mercantil por la fuerza y una mismidad que se constituyó en fundamento de la identidad. Esto nos lleva al aspecto espacio-temporal.

Desde la perspectiva espacio-temporal el americano meridional, en su devenir, fue construyendo su realidad, que en el lenguaje de Zubiri, se caracterizó por su respectividad, su aperturalidad y su suidad[4], es decir, la realidad de un americano fue respecto a sí mismo, abierta en función de la dinamicidad de lo nuevo en expansión mundana y fue y es una realidad suya completamente diferente a los problemas dinásticos europeos que puso en conflicto a ese continente en esa alborada del siglo XVIII por un asunto sucesorial sin afectar el mundo americano. Así pues, la Guerra del Asiento se planteó desde la perspectiva inglesa como un asunto depredatorio por ubicarse al oeste de la línea de amistad, y para los hispanoamericanos se planteó, de una manera general, desde una perspectiva existencial porque su realidad podía dejar de ser su realidad.

Estas consideraciones espacio-temporales de la línea de amistad nos lleva al plan del desastre.

El plan del desastre.

En la historiografía europea no hay dudas en afirmar que el principal beneficiario de la guerra de sucesión española fue el Reino Unido. Con respecto a España, dicho país logró colocarse en una posición donde podía intentar arrebatarle sus dominios americanos, en especial, donde se encontraban las fuentes de su riqueza y poder[5]. De ahí que el incremento de la escalada de reclamos españoles después del fracaso en la recuperación de Gibraltar fue producto de la acción deliberada británica para forzar la guerra. De hecho, cuando el Reino Unido declaró la guerra en octubre del año 1739, no sólo había desplegado sus fuerzas navales con tres meses de antelación al mar Caribe, sino que ya habían sus nacionales realizado actos depredatorios en Portobelo y San Tomé de Guayana en la Capitanía General de Venezuela, así como una incursión exploratoria a La Guaira realizada por el almirante Thomas Waterhouse con tres navíos que resultó en un completo fracaso. Estas acciones se intensificarían al siguiente año.

Las incursiones y exploraciones realizadas para evaluar el estado de cosas de los objetivos militares británicos en sí mismas indicaban incertidumbre en términos de información acerca del espacio y de tiempo. Así pues, la información, o mejor dicho, la manera en que los antagonistas encararon la falta de información fue crucial para el resultado de las operaciones realizadas contra tierra firme. Aquí hay que decir que la monarquía hispánica tuvo la previsión de mejorar su sistema defensivo americano, perfeccionó su sistema de información y cuando estimó que en el corto plazo la guerra sería inevitable reorganizó los mandos y adelantó los preparativos de defensa en las plazas donde sus evaluaciones indicaban que podían ser objeto de un ataque a gran escala. Por su parte, los británicos lograron desplazar exitosamente su fuerza naval con el mayor sigilo al área de operaciones.

Una vez que Cartagena de Indias fue seleccionado como el objetivo principal, el concepto de maniobra inglés fue el típico de la guerra de sitio, o sea, se concibió la idea de aislar la ciudad de manera tal que fuese obligada a rendirse por inanición. Así pues, los problemas que tenían que resolver estaban relacionados con el control o dominio del espacio y del tiempo no sólo de las operaciones sino también del espacio y el tiempo de los defensores. Para ejecutar el sitio los británicos conducidos por el almirante y político Edward Vernon tenían que desembarcar y establecer posiciones en tierra de modo que los sitiados no pudieran recibir refuerzos asegurando a su vez el avituallamiento de sus propias fuerzas. Para ello necesitaba de una importante fuerza anfibia y neutralizar de forma sucesiva las posiciones defensivas hispánicas. Esto lo concibieron como una acción en tenaza: fijarían a los españoles desde Bocachica neutralizando sus fortificaciones (San Luis), asegurarían una fuente de agua a través del rio Sinu, estrecharían el cerco neutralizando las fortificaciones de Manzanillo y Santa Cruz y paralelamente desembarcarían el grueso de sus fuerzas (ocho mil infantes y tres mil trabajadores) al este de Bocagrande, es decir, en el paso conocido como Boquillas para producir el cerco desde tierra. El comandante de las fuerzas terrestres sería el general Went Woorck. Así pues, cercando desde tierra y bloqueando desde el mar y desde la bahía de la propia Cartagena de Indias consideraron que la operación sólo iba a consistir en estrechar el cerco para forzar una rendición. Pero para ejecutar efectivamente esta operación se debían cumplir dos requisitos: en primer lugar, las bajas debían ser reducidas porque la fuerza británica de alrededor de 25000 hombres, incluyendo las tripulaciones de los buques y tres mil cañones, debía convertirse en fuerza de ocupación y, en segundo lugar, las fases de la ejecución de la operación debían cumplirse cronométricamente porque cualquier retardo o alteración conspiraba contra la toma del objetivo principal. Aquí era fundamental el conocimiento de los factores del adversario o como dijimos, la realidad (geografía, clima y sus variaciones, logística, dispositivo de defensa y, en general, las fuerzas morales) y sus posibilidades de acción.

Por parte hispánica ya hicimos mención acerca de los preparativos iniciales. Estos preparativos significaron los nombramientos de militares experimentados para conducir la defensa: en Cartagena de Indias se destinó a un marino experto en guerra de sitio desde el mar, o sea, Blas de Lezo quien ya disponía de un aquilatado expediente de combate sobre todo en ese tipo de acciones en el norte de áfrica. Él junto con otros veteranos de guerra del ejército como el virrey Sebastián Eslava, Carlos Desnaux y Melchor de Navarrete serían los responsables de la defensa de ese territorio. El otro fue Gabriel Zuloaga y Moyúa quien se había destacado también en la recuperación del reino de Nápoles para la causa española fue destinado a la defensa de la Capitanía General de Venezuela. De igual forma, un grado de certeza apreciable a la causa española se obtuvo gracias a que se pudo tener conocimiento de los preparativos que se estaban realizando en Jamaica. Según estos preparativos, el foco de atención inglés estuvo en asegurar las fuentes de agua y de alimentos para poder mantener el ritmo de las operaciones.

La defensa de Cartagena de Indias estaba compuesta por seis navíos, 900 cañones y alrededor de tres mil hombres. El sistema de fortificaciones se encontraba en buen estado y en el proceso de desarrollo de la ciudad se edificaron unas estructuras que jugaron un importante papel en la defensa como lo fueron los pozos de agua. Además, cuando se tuvo conocimiento de la amenaza se reforzó el dispositivo de defensa y se acumularon avituallamientos para sostener un sitio prolongado.

Aquí hay que considerar algo. Si bien la fuerza británica era importante, más o menos de la misma entidad con que operaron durante la guerra de sucesión en la península en operaciones anfibias, la efectividad de sus acciones fue posible debido a que en ese entonces actuaron dentro de un país dividido en facciones. En Cartagena de Indias no existía ese problema (ni en la Guaira ni Puerto Cabello) a pesar de las fricciones generadas por la lucha contra el contrabando. En este sentido, el manejo del tiempo en función del espacio iba a ser crucial para los defensores indiferentemente de su número.

Así pues, mientras más tiempo durase la defensa era mejor para los defensores y mientras menos tiempo durase el ataque era mejor para los agresores. En una situación de equilibrio temporal las fuerzas morales y el conocimiento del espacio determinarían hacia dónde se inclinaría la balanza.

La ejecución del plan británico y el desastre

El 13 de marzo de 1741 y de acuerdo con la información que habían logrado obtener los defensores 180 embarcaciones de diferentes tipos entre las que se destacaban ocho navíos de tres puentes se desplegaron al norte de Boquilla dando inicio a la batalla por Cartagena de Indias[6]. De ahí una parte se dirigió a Bocachica según el plan pero no fue para neutralizar el fuerte San Luis en la isla de Tierra Bomba, sino para tomarlo. Las fuerzas británicas tardaron 16 días en tomar la plaza y los defensores después de hundir los buques[7] que custodiaban la entrada y de ejecutar efectivamente operaciones retardatrices de los movimientos de avance británico, pudieron retirarse ordenadamente a pesar de haber sufrido importantes bajas. Con este repliegue, los británicos avanzaron hacia la ciudad desde Bocachica. Como se puede observar, los atacantes alteraron el plan inicial y se dispusieron a desembarcar a parte de la fuerza anfibia desde dentro de la bahía de la ciudad en las adyacencias del fuerte Manzanillo para ocupar el cerro de la Popa al sur de la ciudad y reducir a la fortaleza de San Felipe a la par de las operaciones de desembarco que se efectuarían en la Boquilla. Para tal fin dentro de la bahía redujeron el fuerte Santa Cruz, tomaron el fuerte Pastelillo y neutralizaron el fuerte Manzanillo a un alto costo (este último resistió heroicamente sin caer ante los asaltos enemigos retardando, en consecuencia, las operaciones ofensivas), obligaron a los defensores al hundimientos de dos navíos[8] y un paquebote francés e iniciaron el bombardeo de la propia ciudad desde la dársena del puerto. La maniobra de los defensores estuvo dirigida a retardar las operaciones de los agresores logrando al efecto producir importantes bajas mientras que, por una parte, el clima estaba produciendo estragos en sus filas y, por la otra, se comenzaron a adelantar los preparativos para atrincherarse en la fortaleza de San Felipe para hacer una defensa a ultranza. Aquí fue cuando Blas de Lezo ordenó profundizar la fosa de la fortaleza para dificultar el asalto de los agresores y tomó la iniciativa de las operaciones.

Con el importante proceso de erosión sufrido y los éxitos alcanzados los atacantes convergieron desde Boquilla y el cerro la Popa contra la fortaleza de San Felipe. Pero después de varios costosos intentos de tomar la fortaleza por asalto, los atacantes aumentaron la presión sobre la ciudad desde los navíos para desviar la atención de los defensores y conseguir una brecha en el dispositivo que les permitieran alcanzar el objetivo principal. Pero no lo lograron. En este estado de cosas, el almirante inglés inició una serie de amagos parlamentarios para tratar de lograr engañar a los defensores. Estos amagos consistieron en el intercambio de prisioneros. A este punto, los atacantes habían perdido alrededor de 800 hombres en Bocachica y 1500 en el asalto a la fortaleza de San Felipe y tenían más de 2500 hombres enfermos incapaces de combatir a bordo de los navíos ingleses y la cifra de bajas se estaba incrementando exponencialmente. Dada la situación y para evitar que se hiciera insostenible el almirante ingles inició la retirada destruyendo, al efecto, todas las fortificaciones que habían tomado. Desde ese momento, es decir, a partir del primero de mayo se resquebraja la organización de combate británica produciéndose un número apreciable de desertores y pudiendo escapar los defensores que habían sido capturados. El día veinte de mayo abandonaron la plaza dejando una estela de cadáveres pestilente producto de las enfermedades contraídas, material de guerra abandonado y seis navíos destruidos por sus propias tripulaciones por los daños sufridos en los asaltos a las fortificaciones.

Como se puede observar de esta sucinta narración, el retardo que deliberadamente fueron produciendo los defensores tuvo un efecto acumulativo, desde la perspectiva temporal: en primer lugar, desgastaron las fuerzas atacantes hasta un punto que comenzó a amenazar la integridad de la organización para el combate una vez que fracasaron en la toma de la fortaleza de San Felipe y, en segundo lugar, el desconocimiento del espacio complicó las operaciones desde dos perspectivas, retardaron el avance de las tropas desde el mismo momento que fueron fácilmente hostigadas por acciones de guerrilla y fueron expuestos a las condiciones climáticas para las cuales no estaban acostumbrados ni preparados.  

Luego de este estrepitoso fracaso producido después de que había enviado mensajeros anunciando la victoria, los restos de las fuerzas del almirante Vernon se dirigieron de nuevo a Jamaica para reorganizarse y emprender nuevas acciones ofensivas de menor alcance. Al año siguiente, el almirante inglés para enmendar el fracaso atacó a Guantánamo en julio y trató de repetir el éxito de Portobelo, pero en estas oportunidades los defensores jugaron con el tiempo y el espacio por lo que los agresores tuvieron que reembarcar sin poder conseguir un resultado favorable. Después de estos reveses el almirante fue destituido de su cargo y reemplazado por el almirante Charles Knowles. Este almirante también se enfrentó a fuerzas navales españolas en las adyacencias de Cuba sin lograr un resultado apreciable. En estas pobres circunstancias, la Guaira y Puerto Cabello se presentaron como objetivos razonables después del fracaso en Cartagena de Indias, Portobelo y Guantanamo desde el mismo momento que el propósito general británico era acceder al virreinato del Perú desde tierra firme. Al efecto, los británicos creían en la existencia de diferencias, como dijimos, que se habían generado entre los habitantes por el inicio de las actividades de la Compañía Guipuzcoana y el papel que había desempeñado ésta en la represión del contrabando. Como la Guaira había sido objeto de una incursión ya en el año 1739 el objetivo de Zuloaga fue mejorar lo más rápidamente los dispositivos de defensa en esa plaza así como en Puerto Cabello por lo que el tiempo jugó a favor de los defensores sobre todo después de la experiencia cartaginense. Para cuando se presentaron las fuerzas navales inglesas, en esta oportunidad conducidas por el almirante Charles Knowles, los defensores los estaban esperando. La acción sobre la Guaira iniciada el 02 de marzo de 1743 con 19 navíos de diferente porte (se destacaron siete navíos de 50 y 70 cañones) fue básicamente una incursión donde los agresores llevaron la peor parte por el desconocimiento de las corrientes del lugar, es decir, el desconocimiento del espacio[9]. Al cuatro día del duelo artillero se retiraron.

En Puerto Cabello la agresión tuvo la misma factura a menor escala que la realizada en Cartagena de Indias, es decir, se ejecutaría un desembarco al este de Puerto Cabello y se bloquearía la entrada a la dársena para bombardear y reducir por dos vías al castillo de San Felipe. Se inició el dos de mayo de 1743 y si bien lograron desembarcar un millar de hombres cerca de los manglares adyacentes a la fortaleza, la acción ofensiva se frustró por desconocimiento de la realidad del espacio. Este desconocimiento sirvió para alertar a los defensores. Luego de este fracaso que significó para los agresores un importante número de bajas, el ataque se focalizó en el esfuerzo por destruir las defensas del castillo convirtiéndose al efecto en un duelo de artillería que se prolongó hasta el día doce sufriendo los atacantes la peor parte[10]. Con este nuevo fracaso a los británicos no les quedó más remedio que la retirada.

La herencia española en la praxis americana de la guerra.

La Guerra del Asiento se unió con la guerra de sucesión austriaca. Esta circularidad en el tema de la sucesión dinástica me permite hablar de tres de los veteranos de la guerra de sucesión española y la reconquista de los territorios españoles en África, es decir, Sebastián Eslava, Gabriel Zuloaga y Blas de Lezo[11]. Todos participaron en el bloqueo de Barcelona (1713-1714), en las campañas italianas y la toma de Orán por lo que tenían una gran experiencia en operaciones como las llevada a cabo por los ingleses en Cartagena de India. Los dos primeros en las operaciones terrestres y el segundo en las operaciones navales. De los primeros se entiende el énfasis en la preparación logística de las plazas, las operaciones retardatrices y el manejo del tiempo. Como se puede observar, las operaciones agresivas británicas de gran envergadura se iniciaron en marzo, o sea en plena estación seca y esperaban una victoria rápida para guarnecerse cuando empezaran las lluvias. Las lluvias en este contexto servirían para los agresores como un escudo si lograban alcanzar el objetivo en el tiempo previsto. Si no lo lograban, como realmente aconteció se le pondrían todos los factores físicos y morales en contra, pero en la estación seca y en ese período seco se requiere también de otras necesidades logísticas y eso generó una importante servidumbre para sostener a la fuerza embarcada que al no poderse satisfacer generaba un proceso erosivo en la capacidad de combate. Eso lo sabían los jefes españoles.

Todos estos elementos que solo alguien experimentado puede valorar, considerando la manera en que fueron sopesados por los defensores, indica una práctica que creemos se ubica en el plano de la doctrina en tanto que metodología normativizada para el logro de cualquier objetivo. Esto nos lleva al papel desempeñado por Blas de Lezo en la defensa, su destitución y su legado.

Este marino fue veterano en operaciones de bloqueo y contrabloqueo en Europa y África por lo que su visión de las operaciones desde la perspectiva marítima era más amplia que la que pudiese tener un oficial del ejército sin desmerecer de sus capacidades debido a la gran cantidad de consideraciones que se debe tener con respecto a los combatientes y los medios disponibles. Desde esta perspectiva es que hay que considerar las discusiones entre los altos oficiales españoles en cómo utilizar los medios disponibles en el momento crítico de las operaciones en Bocachica. Creemos que estas discusiones ocurrieron por dos causas: en primer lugar, por la tendencia de los oficiales del ejército de observar los medios navales como si fueran unidades terrestres y querer emplearlos como si fuesen medios característicos de ese espacio operacional. Este hándicap es más grave cuando no se pondera una aquilatada experiencia profesional indiferentemente de las causas de ese tipo de actitudes. En segundo lugar, el cambio de circunstancias derivados de la discrepancia de la información disponible de los planes de acción británicos que tenían conocimiento con respecto de la situación que estaban enfrentando. Como se recordará, el plan original inglés previa la captura de fuentes de agua para asegurar la continuidad de las operaciones por lo que la alteración del plan y la postergación de la provisión de suministros obligó a una división de los medios en el bando de los agresores a pesar de la superioridad que podía ser explotada tácticamente. De ahí que Blas de Lezo asumiese una actitud más agresiva y que Sebastián Eslava, el virrey, actuara de forma más prudente. La prudencia estuvo derivada de la perdida de compañeros de armas y del enorme esfuerzo en sostener el fuerte de San Luis, pero en términos de perdidas el marino español también enfrentaba la misma situación: sacrificó sus navíos para evitar su captura y minimizar las perdidas. Esto nos lleva a un aspecto cultural y de formación.

Un combatiente terrestre se puede esconder, retirar, aprovecharse de las características del terreno y un combatiente naval sólo tiene el buque y el conocimiento de sus capacidades para sobrevivir en una situación contingente. Después de Bocachica los defensores se replegaron y pusieron como obstáculo la propia entrada al puerto. Ahí hubo otras discusiones graves en cómo utilizar mejor los medios y en esas discusiones fue destituido Blas de Lezo por estar en desacuerdo con la decisión de hundir los buques remanentes en la entrada del puerto sin aprovecharlos como baterías. Como la realidad le dio la razón al marino y como ya no tenían los combatientes terrestres otro sitio donde retirarse le entregaron de nuevo el mando a Blas de Lezo y asumió la defensa de la plaza en el momento más crítico.

Teniendo todo esto presente se puede inferir que hubo acuerdo entre los altos oficiales defensores en retardar lo más posible el avance inglés y hubo acuerdo en el momento más crítico de la defensa en torno a la fortaleza de San Felipe. Pero la diferencia estuvo dada en que Blas de Lezo al observar el cambio de circunstancias exigió una actitud más agresiva en la defensa debido, como dijimos, al avance de los atacantes después de la caída de la fortificación de San Luis. La balanza se inclinó finalmente a favor de la causa española sólo cuando el cambio de planes cobró sus efectos y la defensa se había circunscrito a un perímetro que giraba en torno a la fortaleza de San Felipe de Barajas. Allí prevaleció la experiencia del marino para que fluyera de manera uniforme el esfuerzo de defender y rechazar a los invasores. Esta sumatoria de acaecimientos dentro de la estructura de mandos fue lo que motivó su destitución que en la práctica no se cumplió debido a que el marino español murió de las heridas recibidas en combate y de la epidemia que se desató a posteriori. Pero las diferencias que marcaron sus actuaciones son las que nos interesa destacar debido a que se convertirían en un modo de ser-marino que trascendería a las siguientes generaciones.

Corolario

Como indicamos, la Guerra del Asiento terminó con el Tratado de Aquisgrán, pero ese tratado puso fin no solo a este conflicto sino al conjunto de conflictos que se desencadenaron por la crisis generada por la sucesión en Austria. Así pues, así como la guerra de sucesión en España fue el antecedente que contextualizó el ataque a los dominios españoles en el mar Caribe por el interés de imponer a un rey de la casa Habsburgo que terminó siendo emperador austriaco, su muerte generó un problema de sucesión que sería resuelto con ese tratado, pero que generarían nuevos problemas que conducirían a nuevos conflictos.   

No obstante ello, Cartagena de Indias permaneció imbatible durante todo el siglo XVIII, pero los cambios políticos producidos por la revolución estadounidense y francesa pusieron en crisis a la monarquía española y ello significó el surgimiento de movimientos independentistas en Iberoamérica. Ochenta años después de esta gesta gloriosa de las armas españolas, un americano colombiano que empuñó las armas en el San Juan Nepomuceno en la batalla naval de Trafalgar y después fue contramaestre en Cartagena de Indias, José Prudencio Padilla, rindió desde el mar la plaza otrora imbatible y emulando el asalto realizado por Blas de Lezo en la bahía de Mostagán en el año 1733 destruyó la capacidad de proyección marítima en el lago de Maracaibo forzando la capitulación de la armas españolas al norte de Suramérica. Creemos que este espíritu de Blas de Lezo aún está presente en Iberoamérica.



[1] Es importante acotar aquí que la institución de la visita y registro (derecho de visita) en aguas territoriales españolas comenzó a cristalizar en torno al navío de permiso. Ver al respecto: Bracho, J. (2005). El Derecho Internacional Marítimo en el mar de Venezuela I (1700-1783). Caracas INEAI. 199 p.

[2] Ver al respecto: Blanco, E. (2019). “El Nomos de la tierra y cómo el sistema de referencia ha impactado la defensa del territorio venezolano al occidente del país y la fachada Atlántica”. Caracas. [Documento en Línea]. Disponible: https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2019/01/el-nomos-de-la-tierra-y-como-el-sistema.html

[3] Ver al respecto: Schmitt, Carl, (2005). El Nomos de la Tierra en el Derecho de Gentes del "Jus publicum europaeum". Buenos Aires.  (T. D. Schilling). Editorial Struhart. 375 p.

[4] Ver al respecto: Zubiri, Xavier, Estructura dinámica de la realidad, Alianza, Madrid, 1995

[5] Ver al respecto: Zapatero, Juan Manuel. La Guerra del Caribe en el siglo XVIII. Madrid. Servicio Histórico y Museo del Ejército. 1990. 327 p.

[6] Ver también: Crespo-Francés, José (2018). “La defensa de Cartagena de Indias”. Madrid. Casa de América. [Documento en Línea]. Disponible: https://www.youtube.com/watch?v=uAGtDqG5UMY&feature=youtu.be

[7] Tres fueron hundidos y uno capturado.

[8] Uno fue hundido y otro capturado.

[9] Ver al respecto: Chacón Rodríguez, David. La Defensa de las Costas Venezolanas de la Guaira, Punta Brava y Puerto Cabello, frente al Ataque Inglés de 1743. Cádiz. Bazán-Armada de Venezuela. 1991. 252 p.

[10] Ver al respecto: Blanco, E. (2015). “Los ataques ingleses a las costas de Venezuela entre 1739-1743 y los orígenes de la venezolanidad”. Caracas. [Documento en línea]. Disponible: http://edgareblancocarrero.blogspot.com/2015/01/los-ataques-ingleses-las-costas-de.html

[11] Es conveniente acotar que el almirante Vernon fue también un veterano de la guerra de sucesión española, pero después de ese conflicto hizo una carrera política hasta que fue designado como comandante de las fuerzas de invasión.