jueves, 2 de diciembre de 2021

APROXIMACIÓN AL PENSAMIENTO POLÍTICO DE ANDRÉS BELLO

 


[1]

El inicio del siglo XIX fue traumático para europeos e iberoamericanos desde el mismo momento que Napoleón Bonaparte intentó imponer un nuevo orden en el espacio geográfico que devendría en Occidente. La actitud frente a ese intento bonapartista fue dispar en dos autores contemporáneos: Georg F. Hegel y Andrés Bello. El primero, influido por el pensamiento de Heráclito y Benedicto de Spinoza, vivió los avatares de las guerras napoleónicas desde Jena, pasando por la conferencia de Viena hasta la revolución francesa de 1830, es decir, en un esfuerzo por superar el pensamiento kantiano propuso un nuevo logos que sirvió para construir una filosofía de la historia en la Fenomenología del Espíritu basada en el esfuerzo de la humanidad por superar una situación determinada en un contexto signado por la gran intensidad de los antagonismos en Europa entre 1806 y 1815 y la posterior restauración europea donde mostró un conservadurismo expresado en su actitud frente a ese proceso que cargó hasta el final de sus días en momentos en que pudo constatar la consistencia de sus postulados.

El segundo formado en el pensamiento tomista y escotista[2], leibniziano, el naturalismo de Alejandro de Humboldt y después familiarizado, en primer lugar, con la Escuela Escocesa y la filosofía del sentido común de Thomas Reid y Dugald Stewart hasta el eclecticismo de Víctor Cousin a través del cual conoció la filosofía kantiana[3] y, en segundo lugar, con el pensamiento de James Mill, Jeremy Bentham, John Locke, David Hume, George Berkeley y la escuela de los ideólogos franceses, en especial Destutt de Tracy. Todas estas fuentes han permitido afirmar que Andrés Bello asumió una postura ecléctica que en muchos casos fue interpretada como conservatista en virtud de su experiencia como funcionario público de la Capitanía General de Venezuela y como diplomático en el proceso independentista venezolano y, en general, hispanoamericano[4].

En el caso de Andrés Bello podemos decir que la estructura de poder que significó la ilustración basada en un absolutismo político y una apertura hacia el conocimiento, donde su relación con Humboldt fue significativa, hicieron de él un conservatista en las mismas condiciones que lo fue Kant en un contexto en que la turbulencia política comenzó a afectar a su tierra natal. Este conservatismo lo llevó a apoyar inicialmente los derechos de Fernando VII en los sucesos caraqueños del 19 de abril de 1810 y luego cuando Venezuela logró hacerse firme como país independiente consideró la implantación en América de un modelo de monarquía constitucional apartado del absolutismo español y, finalmente, abrazó la concepción republicana cuando se percató que la independencia de los países hispanoamericanos se estaba haciendo un hecho consumado[5].

A pesar de los avatares de este caraqueño, sus escritos en Venezuela indican que él observó que el verbo castellano requería, según Iván Jaksic, de “categorías propias de clasificación y sistematización [que permitieran] tanto la innovación como el reconocimiento de los aportes lingüísticos locales”. Con ello se puede decir que desde sus inicios pensó en una visión revolucionaria de observar el mundo desde el lenguaje que tendría un gran impacto en el fortalecimiento de las repúblicas que lograron efectivamente su independencia (Jaksic, 2001:50). En ambos casos, el alemán y el venezolano asumieron una actitud cautelosa frente a las circunstancias que vivieron en ese momento histórico en las mismas condiciones en que Kant pasó del entusiasmo revolucionario a un cauto reformismo político.

La filosofía eclética que le ha sido atribuida a Andrés Bello tuvo sus orígenes en Grecia en el siglo II a.C. y supuso una síntesis de las diversas corrientes de pensamiento existentes en ese entonces. Los romanos perfeccionaron esta corriente siendo uno de sus mayores exponentes Cicerón, pero en realidad se hizo consistente con el surgimiento del pensamiento neoplatónico visto como el perfeccionamiento de la filosofía platónica a la luz de las diversas corrientes griegas y orientales existentes. Este eclecticismo se observaría en la edad media teniendo como foco el pensamiento aristotélico y lo observaremos durante la ilustración de la mano de los enciclopedistas franceses. Es por la vía de los enciclopedistas que el eclecticismo llegó a España y creemos que por esta vía llegó a Caracas. Creemos que Andrés Bello, influido por la escuela escocesa produjo después una síntesis eclética de la cosmovisión hispánica ilustrada con las cosmovisiones ilustradas de un mundo que se encontraba en plena transformación por los efectos de la revolución francesa, los procesos independentistas americanos y la revolución industrial. Esta síntesis estuvo orientada al lenguaje observado como función trascendental que “espiritualiza la materia, trocándola en signo y símbolos a través de los cuales nos habla el espíritu, y nos habla de ideas” permitiendo con ello cambiar el mundo (Beorlegui, 2004:473)[6]. En estas mismas condiciones sintéticas hispánicas y de la ilustración francesa con una orientación diferente podemos decir se ubica el pensamiento de Juan German Roscio.

Los intereses generales del pensador venezolano-chileno, en su etapa posterior chilena, fueron desarrollados en una obra filosófica que ha sido dividida en dos partes: Filosofía del Entendimiento y Filosofía Moral. Esta obra, en su totalidad fue publicada póstumamente en el año 1881. La primera de ellas, giraba en torno a las facultades y operaciones del entendimiento en el proceso del conocimiento y de las reglas lógicas para dirigir dichas facultades de modo tal que se pudiese dar cuenta de la realidad de una manera más amplia y general en relación al concepto kantiano (III,10)[7] y, la segunda, conducía al tratamiento de problemas relacionados con la ética y la psicología moral. Además de ello, su reflexión filosófica también abordó temas religiosos, culturales, de derecho, política y educación en un contexto donde las jóvenes republicas americanas tenían como propósito fundamental implantar un orden político moderno estable e inculcar la formación republicana de los pueblos que acobijaba en su seno para superar sus vulnerabilidades. Pero su vivencia chilena fue la tercera y última etapa de su vida intelectual: la primera la desarrolló en Caracas y la segunda en Londres desempeñando en todas estas un conjunto de actividades que van de lo diplomático al escritor y filósofo práctico. Por ello vamos a examinar esos tres momentos, es decir, como investigador pro-monárquico, como diplomático y agente publico en el campo de las relaciones internacionales, y, finalmente como filósofo practico en el mundo chileno e hispanoamericano.

Como investigador pro monárquico

En su etapa caraqueña Andrés Bello quedó negativamente impresionado con la trágica secuela de caos, violencia y muerte que produjo el proceso revolucionario en Haití a través del conocimiento de la experiencia de los refugiados como luego experimentará la región durante el proceso independentista. Por ello, nunca logró ver en la revolución un medio adecuado para la causa republicana en Hispanoamérica y explica, de suyo, su pasión por el orden como ha indicado Jaksic. De ahí que, por una parte, se le reprochase al caraqueño su pasado de funcionario de la Corona y su defensa consiguiente de esta institución frente al agresor francés y, por la otra, que el tema monárquico fuese recurrente en sus dos primeras etapas de su vida hasta, como dijimos, que la existencia de las nuevas repúblicas americanas se hizo firme. Pero en este punto hay que aclarar que, en la fase final de la colonia, la Capitanía General de Venezuela no se caracterizaba por su pobreza, sino más bien por el crecimiento económico por la liberación del intercambio inter-colonial. En este sentido, Andrés Bello expresó en una oportunidad que muchos emprendedores terminaban solicitando auxilio a sus gobernantes cuando sus emprendimientos fracasaban, por ello se puede agregar también que no fue un liberal en materia económica a pesar de la influencia anglosajona. La pertinencia de esta aclaratoria obedece a que la causa social como motivador de un proceso revolucionario no estaba en el horizonte de la situación política venezolana e incluso tampoco estaba las causas que dieron origen a la revolución estadounidense[8].

Ya hemos indicado que Andrés Bello representó en Londres a los derechos de Fernando VII en nombre de la junta de Caracas. El renovado interés de Andrés Bello por la monarquía constitucional como modelo político para una Hispanoamérica independiente surgió por el año 1817, cuando, en primer lugar, el Libertador Simón Bolívar estableció una base firme de operaciones al sur del territorio venezolano y empezó a actuar como jefe de un orden soberano estable, en segundo lugar, cuando comenzó su proyección independentista en todo el norte de Suramérica a la par que desde el sur José de San Martín actuaba de manera semejante y, en tercer lugar, se producía en España la revolución de Riego (Jaksic, Op. Cit.:74). Fue dentro de este marco temporal que el caraqueño expresó que estaba “persuadido que [la paz en Hispanoamérica] no podrá consolidarse jamás bajo otros principios que los monárquicos” (Ibíd.:75). Podemos entender aquí que siguiendo a Montesquieu y Rousseau los grandes espacios suramericanos aconsejaban esa forma de gobierno. Esta afirmación pareció para Jaksic,

“una evaluación pragmática, puesto que la violencia que acompañó al proceso de independencia parecía confirmar tanto el rechazo de los principios republicanos como la legitimidad de la monarquía entendida en términos limitados para importantes sectores de la población” (Ibid.).

Sin embargo, el fracaso de la monarquía en México, el avance republicano en Suramérica y la declaración del gobierno británico de estar dispuesto a reconocer las nuevas republicas americanas sin importar la forma de gobierno empujaron a Andrés Bello definitivamente a las ideas republicanas.

La idea de la monarquía entraría de nuevo en el ambiente en los años finales de Colombia ‘la grande’. Andrés Bello produjo en el año 1828 una poesía titulada “canción a la disolución de Colombia” donde promovió con optimismo la unidad estatal continental. Allí expresó: “una es la senda a que la Patria os llama, / uno el intento sea, uno el caudillo”. La patria aquí era para Andrés Bello Hispanoamérica como una unidad política y el caudillo era Simón Bolívar. Esta alusión al caudillo y a la unidad hispanoamericana, considerando que en ese momento histórico Andrés Bello buscó infructuosamente mantenerse como funcionario colombiano, se caracterizó por el hecho de que la idea de la monarquía estuvo presente en diversos círculos políticos como medio para evitar la fragmentación.

Pero, cuando Andrés Bello propuso la idea de la monarquía constitucional en el periodo de la campaña que condujo al establecimiento de la constitución de Angostura en 1819 fue objeto de reprobación por parte del Libertador a pesar de que el estado de guerra le había dado poderes excepcionales que lo acercaron fácticamente a la monarquía, pero en el año 1828 las circunstancias eran diferentes. Después de vivir la inestabilidad boliviana y la colombiana que lo llevó a asumir poderes excepcionales después de la convención de Ocaña, Bolívar fue objeto de un sinfín de propuestas monárquicas que indican que esa idea, como dijimos, estaba en el convulso ambiente político de la época. Sin embargo, para ese entonces Andrés Bello era un republicano que estaba al servicio de Colombia hasta que la crisis de la deuda del país lo puso en estado de aprieto tal que fue empujado para Chile que requería de sus servicios. El libertador cuando conoció la situación de su coterráneo hizo esfuerzos para mantenerlo al servicio de Colombia, pero en el contexto de disolución del país y de pérdida de poder era difícil que lograra mantenerlo. Ahora, la expresión ‘caudillo’, según Corominas es del siglo XIV y proviene de la palabra ‘cabdiello’ y a su vez del latín ‘capitellum’ que denotaba ‘cabecilla’, diminutivo de ‘caput’, ‘capitis’ que significaba cabeza. En el Diccionario de Autoridades la palabra ‘caudillo’ denotaba al que guiaba, mandaba y regía a gente de guerra, siendo su cabeza y como tal todos obedecían y, por extensión, se llamaba también el que regía y mandaba y era cabeza de alguna compañía o gente, aunque no fuese de guerra. Con esta etimología podemos decir entonces que Andrés Bello con el poema en cuestión estaba pensando en la imagen de un ser capaz no sólo de imponer el orden a la inestabilidad creciente en Colombia, Perú y Bolivia sino también a partir de allí construir una unidad hispanoamericana. De ahí la idea del hombre fuerte, con gran concentración de poder, estuvo coincidencialmente presente en la mente de los dos venezolanos más allá de las distancias y esto puede ser observado como un concepto muy cercano al del monarca sin abrazarlo explícitamente. La pasión por el orden como expresó Jaksic estuvo presente en el venezolano-chileno quizás bajo la figura clásica romana del dictador investido con poderes excepcionales.

Con respecto a la unidad hispanoamericana Andrés Bello hizo un llamado a los hombres de Estado para la realización de una estructura de principios y un derecho comunitario internacional en Hispanoamérica. Pero este esfuerzo lo desarrollaremos en el siguiente apartado.

El diplomático y las relaciones internacionales

Hay dos momentos diplomáticos en la vida de Andrés Bello: por una parte, como representante de la junta de Caracas y como hispanoamericano defensor de las jóvenes republicas americanas y, por la otra, como encargado de las relaciones internacionales chilenas. Del primero ya hemos hecho mención de forma sucinta. Aquí podemos agregar que fue parte de una misión venezolana a Londres que quedó sin sustento por el giro independentista que se asumió en el país y la caída posterior de la república. En vista de esta situación vivió de forma precaria hasta que la independencia de los países americanos se hizo consistente. Los problemas en que él se empeñó en este contexto de precariedad fueron tres: el del reconocimiento europeo de las nuevas repúblicas trabajando para los chilenos y posteriormente los colombianos y como un formador de opinión para ayudar en ese reconocimiento. El segundo tuvo que ver con la figura clave que representó en la política internacional.

La libertad de expresión como medio para difundir el nuevo estado de cosas en Suramérica y la necesidad de reconocer dicho estado de cosas y como medio para la formación ciudadana y adecuar el estado de ideas al nuevo estado de cosas político fue el papel que Andrés Bello ejecutó en Londres para contribuir con su criterio en la causa americana. En el primer caso difundió el proceso de liberación en curso de la región en sentido amplio y buscó que los liberados estuviesen a la altura de los países que conformaban el orden internacional y al afecto promovió la difusión de obras de autores anglosajones desde una perspectiva económica y principalmente educativa. De igual forma buscó a través del idioma y la gramática la facilitación del proceso de aprehender ese estado de ideas de modo tal de hacer más factible la adecuación de las nuevas repúblicas a la nueva realidad internacional. Para ello, transmitió a los potenciales lectores hispanoamericanos, por intermedio de tres revistas en las que participó, noticias y comentarios sobre temas científicos, políticos y culturales disponibles en la capital británica, así como también los resultados de sus propias investigaciones y asuntos culturales que le parecieron indispensables para la construcción de las nuevas nacionalidades una vez se concretase la Independencia.

Del segundo, podemos decir que Andrés Bello ocupó funciones de “Oficial Mayor” en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile. En este cargo publicó en el año 1832 la obra más influyente de derecho internacional en Hispanoamérica en el siglo XIX, esto es, los Principios de derecho de gentes. Según Jaksic esta obra trató de dar respuesta a dos necesidades:

·         Conocer los principios básicos de derecho internacional para las instituciones e individuos encargados de llevar la política exterior en las nuevas repúblicas, así como también dar respuesta eficaz “a temas prácticos como las demandas internacionales sobre la propiedad extranjera, y los límites de la responsabilidad del Estado en asuntos tales como la deuda externa y los actos criminales de extranjeros en territorio nacional”.

·         Fundamentar la legitimidad internacional de las nuevas repúblicas debido a que la doctrina europea no consideraba el surgimiento de nuevos estados a pesar de la experiencia neerlandesa, suiza y estadounidense. Este esfuerzo de fundamentación estuvo dirigido también a fomentar la realización de los ajustes de rigor en el emergente orden jurídico internacional (Op. Cit.)[9].

De estas dos necesidades podemos observar reminiscencia del opúsculo Sobre la Paz Perpetua de Immanuel Kant: en relación con el primer aspecto si tenemos presente los artículos preliminares para la paz perpetua entre Estados en lo concerniente a que “no debe emitirse deuda pública en relación con los asuntos de política exterior” y el potencial empleo en un estado de guerra “de asesinos, envenenadores, quebrantamiento de capitulaciones, la inducción a la traición, etc.” (1795 [2002]:46-47)[10]. En el segundo aspecto, la preocupación de Andrés Bello fue demostrar, en una relativa cercanía con Kant, la existencia de constituciones republicanas, es decir:

“aquella establecida de conformidad con los principios, 1º de la libertad de los miembros de una sociedad (en cuanto hombres), 2º de la dependencia de todos respecto a una única legislación común (en cuanto súbditos) y 3º, de conformidad con la ley de la igualdad de todos los súbditos (en cuanto ciudadanos: es la única que se deriva de la idea del contrato originario y sobre la que deben fundarse todas las normas jurídicas de un pueblo” (Ibíd.:52-53).

De aquí se sigue que el objetivo principal de Andrés Bello estuvo dirigido a dar consistencia al principio de igualdad de los Estados a través de la demostración de la existencia de constituciones republicanas indiferentemente de su sistema político y/o la manera en que hubiesen nacido o surgido, con la finalidad de colocarlas al mismo nivel que los principales estados europeos bajo la premisa de que Estado en sí mismo es estado de derecho. De acuerdo con esto señalado, el caraqueño expresó que,

“siendo los hombres naturalmente iguales, lo son también los agregados de hombres que componen la sociedad universal. La república más débil goza de los mismos derechos y está sujeta a las mismas obligaciones que el imperio más poderoso” (X, 31).

Esta afirmación se basa en el derecho de gentes y podemos decir que constituye para Kant el fundamento para la constitución de una federación de Estados. Pero en el caso de Andrés Bello como también en Francisco de Miranda[11], la existencia dentro de los nuevos estados de salvajes apegados a “la libertad sin ley, que prefieren la lucha continua a la sumisión a una fuerza legal determinable por ellos mismos” usando las palabras de Kant (Op. Cit.:58), hacía necesario salir de esa situación de vulnerabilidad para asegurar el reconocimiento. Es conveniente agregar aquí que la palabra ‘reconocimiento’ es la palabra clave para comprender la obra Los Rasgos Fundamentales de la Filosofía del Derecho (1821) de Georg F Hegel, una obra que marcó la restauración en el centro de Europa.

En este mismo orden de ideas, el venezolano-chileno desarrolló unos conceptos de soberanía e independencia ajustados y justificados de acuerdo con las necesidades continentales. En este sentido expresó que: “La independencia de la nación consiste en no recibir leyes de otra, y su soberanía en la existencia de una autoridad suprema que la dirige y representa” (X, 32). Esta conceptualización es muy similar a la realizada por Kant cuando afirmó que cada Estado sitúa su soberanía “… en no estar sometido en absoluto a ninguna fuerza legal externa…” (Kant, Op. Cit.: 59). El fundamento de esta afirmación del venezolano-chileno radicaba según él en el hecho de que “la independencia y soberanía de una nación es, a los ojos de las otras”, un hecho observable desde una autoorganización efectiva y una capacidad de defenderse; y de este hecho surgió naturalmente el derecho de relacionarse entre ellas sobre la base de la igualdad, la buena fe y la reciprocidad. Si surge, en este sentido, un estado nuevo luego de un proceso de colonización de un espacio o un país recién descubierto, o por la desmembración de un estado antiguo, a los demás estados sólo les corresponde constatar si la nueva comunidad política es efectivamente independiente y ha establecido “una autoridad que dirija a sus miembros, los represente, y se haga en cierto modo responsable de su conducta” frente al resto del concierto de naciones. Siendo así, no podían dejar de reconocer a los nuevos Estados, como miembros de la comunidad internacional (X, 36). Ahora bien, la soberanía e independencia no suponían para Andrés Bello una ruptura con las raíces culturales hispánicas, sino más bien su renovación y difusión con la finalidad de que proporcionase los valores cívicos y morales, antes de difícil acceso, debido a la restringida educación, para dar sustento a las nuevas repúblicas.

En relación con el nuevo concierto de estados hispanoamericanos Andrés Bello además de las ideas de "equilibrio de intereses y fuerzas” pensó en la unidad hispanoamericana forjada por la lengua común desde antes de la fragmentación de Colombia. Este deseo de unidad resurgiría a propósito del congreso para la Confederación de Hispanoamérica. Al efecto expresó en el año 1845 que la unidad había sido una tendencia que se había observado en Europa y no había nada de extraño que los nuevos estados siguiesen el mismo derrotero teniendo la ventaja de una lengua e identidad común respetando las nuevas estructuras jurídico-políticas. De igual forma expresó que esta unidad no sólo se refería específicamente a los gobiernos, sino a los pueblos que integraban a través de su estructura legislativa en condiciones similares a las que se pueden observar en la Metafísica de las Costumbres de Immanuel Kant de modo que fuese viable la paz perpetua y el equilibrio entre Estados tanto dentro como fuera de la unión[12]. Este congreso se realizaría desde finales del año 1847 e inicios de 1848 dentro del marco de la guerra entre México y EE.UU. y, se harían nuevos intentos en los años 1856 y 1864-1865 (2011:29)[13]. Estos esfuerzos que apoyó Andrés Bello como representante chileno, que lo colocan en una esfera conservatista vista desde un enfoque reformista, nos lleva a examinar el alcance de su praxis política hispanoamericana.

Andrés Bello como filósofo práctico

En la introducción de este estudio hicimos mención al eclecticismo de Andrés Bello. Pero este eclecticismo puede ser observado desde la perspectiva del político que estaba obligado a ejercer un efecto moderador en el ámbito ideológico, a través del lenguaje, para sumar voluntades y extender las redes de poder que garantizasen integridad y orden. Así pues, este eclecticismo se observa desde el punto de vista moral y en su concepción filosófica de la historia. 

Desde la perspectiva moral Andrés Bello escribió los Apuntes sobre la teoría de los sentimientos morales, de Mr. Jouffroy con la finalidad de “analizar las ideas morales, no sólo desde un punto de vista genealógico, sino también en su fundamento y naturaleza”[14]. A partir de esta obra que fue publicada también póstumamente, el filósofo venezolano-chileno consideró desde una perspectiva intermedia, en primer lugar, un racionalismo que imagina el origen del deber en el orden y, en segundo lugar, el utilitarismo que se centra en el placer (la felicidad) entendido como “el bien a que aspiramos por un instinto irresistible de la naturaleza humana y la utilidad que es algo correlativo a la idea de la felicidad”. Este enfoque que se basa en la idea del derecho natural es el fundamento desde donde establece un anclaje de sus principios morales (XXX, 549-550). El derecho natural será otro aspecto que diferenciará el pensamiento de Andrés Bello con el de Georg Hegel quien superó los sistemas basados en el derecho natural en Los Rasgos Fundamentales de la Filosofía del Derecho.

Según Andrés Bello la naturaleza hizo al hombre sociable y para ello benévolo, pero apoyando esta idea de benevolencia (simpatía) en un egoísmo que relaciona con el altruismo desde una perspectiva utilitaria a partir de la afectividad. La felicidad es, para él, el bien por excelencia que conduce al bien absoluto. Pero este ‘bien’ no fue entendido como ‘el bien’ sino como ‘un bien’ en sentido utilitario (Ibíd.:561) y, por ello podemos decir que, en primer lugar, “el interés bien entendido es la felicidad”. Ahora, este interés prescribe una norma que tiene un sentido eminentemente moral cuyo fundamento trascendental se encuentra en una creencia superior que podría estar ubicada en la contemplación de Dios[15]. Y, en segundo lugar, lo útil que se fundamenta en el placer entendido de manera corporal y espiritual es lo que promueve el interés, de lo que se sigue que "El verdadero bien, el bien absoluto, es el bien total, y último que resume los fines parciales de todas las criaturas posibles” (Ibíd.:572)[16]. El bien es entonces, para Andrés Bello, un principio de acción que está determinado por una voluntad acompañada de la razón. Así pues, la moral, según el filósofo venezolano-chileno, está indefectiblemente ligada a la felicidad. De forma más enfática expresó en el Discurso pronunciado en la instalación de la Universidad de Chile, lo siguiente

“… la moral (que yo no separo de la religión) es la vida misma de la sociedad, la libertad es el estímulo que da vigor sano y una actividad fecunda a las instituciones sociales. Lo que enturbie la pureza de la moral, lo que trabe el arreglado, pero libre desarrollo de las facultades individuales y colectivas de la humanidad – y digo más – lo que las ejercite infructuosamente, no debe un gobierno sabio incorporarlo en la organización del estado” (XXI, 4-5).

En la ética Andrés Bello siguió también un método empírico espiritualista que ha sido catalogado como descriptivo, permitiéndole concluir que

"Como las aspiraciones eliminadas de cada individuo encuentran resistencias insuperables en las aspiraciones ilimitadas de todos los otros, y como cada individuo es débil en comparación del conjunto, la razón no tarda en decir a cada hombre: no debes, es decir, no puedes en el interés a tu mayor felicidad posible, permitirte a ti mismo lo que, permitido a cualquier otro hombre en circunstancias semejantes, sería pernicioso a todos" (XXX: 573-574)

Aquí podemos encontrar dos cosas: en primer lugar, la reminiscencia a los imperativos categóricos kantianos y, en segundo lugar, siguiendo a Rojas Osorio que Andrés Bello “comienza con el utilitarismo y termina en el racionalismo [permitiéndole] de ese modo armoniza los dos principios. El orden que la razón propone es un concepto abstracto [al que se llega en una] lenta maduración humana” (1992:47). Nosotros encontramos aquí un punto de equilibrio que se sintetiza en una visión reformista siguiendo al efecto otra perspectiva.

Como se observa, en Andrés Bello el acceso a las verdades morales sólo puede realizarse mediante la relación recíproca de la afectividad y la razón. El ser humano, según nuestro autor, va avanzando de forma progresiva por aquellas nociones más cercanas a la experiencia, como lo son, la sensación, los sentimientos y la utilidad, hasta llegar finalmente a una noción de felicidad y orden racional que se expresa en armonía en relación con los otros seres. El bien, dentro de esta perspectiva, está presente como un sentimiento instintivo que se va desarrollando hasta llegar a la idea de una felicidad absoluta que entendemos era observada de una manera contemplativa.

Por otra parte, en Chile también publicaría los estudios realizados acerca del lenguaje en su etapa caraqueña y londinense añejados por la experiencia vivida. Su propósito, según Jaksic, fue documentar los procesos de corrupción y colapso del latín en la Europa medieval porque consideró que ese proceso tuvo consecuencias políticas (Op. Cit.:80). Andrés Bello no quería que Hispanoamérica siguiera el mismo derrotero de la Europa medieval en cuanto al idioma sino una América unida en lenguaje y en cultura porque estimó que ambos eran fuertes pilares para construir una sólida unidad política, cultural y social en el continente como ya hemos indicado. Según el autor chileno,

“su obra Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (1847), fue de hecho preparada con vistas a proporcionar una unidad lingüística a las nuevas naciones hispanoamericanas y evitar así la fragmentación” (Ibíd.:84).

La fragmentación la entendemos aquí como un hecho generado por los desplazamientos de significados que pueden sufrir las palabras y por los cambios semánticos y estructurales que sufrió el latín a lo largo del tiempo. Esto nos coloca en el plano de la historia y de la gramática.

En relación con la historia, Andrés Bello defendió, desde un fundamento romántico, “una historia narrativa que debía contar los hechos sin mistificarlos con teorías”, es decir, él defendió una concepción de la historia observada desde una mirada romántica, preocupándose más de la Nación, entendida aquí desde una perspectiva hispanoamericana (nación de naciones), en particular que de la validez de ideas universales[17]. De ahí que Andrés Bello consideró que una

“Una filosofía de la historia debe no olvidar que por encima de los postulados que unos principios esenciales puedan erigir se encuentra la cadena continua e imprevisible de asociaciones y secuencias de sucesos únicamente observables a través de la experiencia. El historiador debe acometer con probidad y ecuanimidad sus estudios, lo que en definitiva viene a entenderse como la facultad de mantenerse fiel a los acontecimientos, sin quitarle, ni añadirle nada. La virtud del investigador radica en retratar con vivos colores el pasado, en una palabra, revivir, o si se quiere hacer inteligible lo que fue un modo de proceder ya caduco o extraño, pero que dice mucho de la naturaleza humana” (Da Silva, 2007:61-62)[18].

Para ello, en primer lugar, se apoyó parcialmente en el pensamiento de Johann Gottfried von Herder desarrollado en Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad (1784-91). A través de esta obra, Andrés Bello consideró que Herder apoyó una filosofía de la historia basada en una investigación empírica que integraba a la naturaleza como un todo. En segundo lugar, Andrés Bello pretendió iniciar una praxis sustentada en una crítica de la historia reciente que a su vez se sustentó en su experiencia vivida como después observaremos en el Hegel de la Fenomenología del Espíritu. De acuerdo con esta filosofía de la historia el progreso era expresión de este todo que era posible mediante el lenguaje. El aspecto político que Andrés Bello omitió estuvo dado en que Herder defendió

“un concepto de nacionalidad que a su parecer surgía de comunidades orgánicas e integradas que se constituían sobre la base de la lengua y la cultura y, rechazaba, al mismo tiempo, la autoridad estatal centralizada como el motor de la organización y desarrollo de las naciones” (Jaksic, Op. Cit.:170).

La omisión deliberada se debía a que esta idea de Herder, en primer lugar, podía impedir la consolidación de Chile como república en un contexto de inestabilidad donde el gobierno era la única institución capaz de ir más allá de la existencia de intereses individuales[19] y, en segundo lugar, considerando que la inestabilidad chilena era similar en el resto de la región, podía impedir la consecución del proyecto integracionistas cuando las condiciones estuviesen dadas.

No obstante, podemos decir que Andrés Bello eclécticamente trató de reproducir las ideas europeas, pero trató de desarrollar nuevas formas de conceptualizar y pensar la realidad desde una perspectiva hispanoamericana para articular una forma de Nación y una Nación de naciones, en sentido concreto, reformada y reformadora, es decir, su planteamiento estuvo dirigido a determinar qué tipo de nación desarrollar desde una perspectiva práctica en función de la experiencia vivida. En este sentido, el objetivo de Andrés Bello fue lograr la consolidación de un orden y a partir de él hacer progresar a la Nación a través del énfasis que hizo en el lenguaje, la educación y la historia debido a que los consideraba como fundamentales para definir un concepto de ciudadanía en un sistema republicano que fuese estable. Por ello, Andrés Bello en su visión de la historia apuntó a articular una narración que, como indicamos, debían seguir una visión imparcial basada en ideas filosóficas ilustradas que sostuvieran el nuevo estado de cosas también dentro de un contexto ilustrado (Vrsalovic, 2013:38). Podemos decir, además, que su idea de la historia era de progresión lineal, en el sentido kantiano del término, y en términos de filosofía práctica, su experiencia histórica lo inclinó a asumir una prudente actitud reformista, insistimos, utilizando el lenguaje como vehículo de cambio, para evitar los excesos que había conocido y presenciado. Es decir, del mismo modo que había logrado una comprensión de la historia de alcance regional y trasatlántico a través del estudio de la lengua, Andrés Bello creyó y logró

“estructurar la nacionalidad independiente [de las nuevas repúblicas] sobre la base del cultivo y adaptación del castellano a las nuevas realidades políticas, y en cercano contacto, además, con la promoción del imperio de la ley” (Ibid.).

Todo este esfuerzo estuvo orientado a dar un fundamento republicano romano a las nuevas republicas americanas a partir del concepto de virtud siguiendo al efecto el pensamiento de Montesquieu (Jascik, Op. Cit.:157-158). Este esfuerzo creemos que no fue seguido y, por consiguiente, todavía no ha sido completado.

Corolario

Este escrito lo iniciamos presentando una comparación entre Andrés Bello y Georg W. F. Hegel debido a que el primero fue poco proclive a los cambios revolucionarios a diferencia del segundo, pero en dos momentos históricos que podemos ubicar el primero en el periodo 1815-1817 ambos coincidieron en la propuesta de monarquía constitucional. Sabemos que el venezolano-chileno no tuvo suerte en su propuesta, no así el alemán que le dio sustento filosófico a la restauración germana. En el segundo, que podemos ubicar entre los años 1828 y 1830, las ideas republicanas de Andrés Bello estaban consolidadas a pesar de las corrientes monárquicas imperantes, mientras que Hegel observó cómo se comenzó a tambalear la restauración en Europa debido al surgimiento de un nuevo germen revolucionario. De ahí la importancia que le dimos al conservatismo kantiano a lo largo del texto debido a que el republicanismo kantiano no sólo se apoyaba en la idea de orden y progreso, sino también apuntaba a dar continuidad a las ideas establecidas en Sobre la Paz Perpetua y en cierta manera en la Metafísica de las Costumbres en tanto y en cuanto oponía el republicanismo al “cosmopolitismo” generado por la revolución francesa.



[1] Andrés Bello. Obras completas. 26 tomos. Caracas: La Casa de Bello, 1981-1984. Aquí se va a indicar el tomo en números romanos y seguidamente el número de página.

[2] Ver al respecto: Juan David García Bacca citado por Omar Astorga, “Una mirada a la filosofía y sus nexos con el pensar venezolano”. Sevilla. Universidad de Sevilla. Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, vol. 12, núm. 23, 2010, pp. 3-28. García Bacca nos mostró “no solamente la herencia escotista e ilustrada de Bello en su aplicación a los conceptos de Dios, alma, lenguaje y lógica; o en su orientación espiritualista, desde la cual hace énfasis en la autonomía del espíritu -al considerar que tenemos conciencia directa de los actos y conciencia metafórica del cuerpo-, sino también en la ingeniosa articulación que es posible advertir entre su filosofía y su consagrada gramática.

[3] Ver al respecto: Mora, D. (2018). “Andrés Bello: Gramática y Filosofía del Entendimiento, Visión Latinoamericanista”. Mérida. Universidad de los Andes. Revista Contexto Segunda etapa - Vol. 22 - Nro. 24. Pp 170-182

[4] Sobre las influencias en Andrés Bello, en esta primera etapa ver: Iván Jaksic Andrade (2001). Andrés Bello: la pasión por el orden. Santiago de Chile. Editorial Universitaria. 331 p

[5] Memoria chilena, “El pensamiento filosófico de Andrés Bello”. [Documento en línea]. Disponible: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-94698.html

[6] Beorlegui, Carlos. (2004). El espiritualismo positivista de Andrés Bello (La filosofía de Andrés Bello desde la perspectiva de Juan David García Bacca). San Salvador. Universidad centroamericana. Realidad: Revista de Ciencias Sociales y Humanidades No. 100, Pp 461-502

[7] Mora, D. (Op. Cit.:177).

[8] Sobre el tema de la revolución, ver al respecto: Arendt, H. (2006). Sobre la Revolución. Madrid. (T. P. Bravo). Ediciones de la Revista de Occidente. 343 p.

[9] La última obra que desarrolló Andrés Bello y que legó a la posteridad fue el Código Civil de la República de Chile. Este fue un instrumento concebido para ordena, de una manera diferente la organización y utilización de la propiedad privada. Es decir, allí se estableció un ordenamiento donde se le quitó a la costumbre la “fuerza de ley”, definiéndose, por una parte, a la ley como “una declaración de la voluntad soberana que, manifestada en la forma prescrita por la Constitución, manda, prohíbe, o permite” (XIV, 27), y, por la otra, a la libertad como “imperio de las leyes” (Ibid.).

[10] Kant, I. (1795). Sobre la Paz Perpetua. Madrid (2002). Alianza Editorial. 109 p.

[11] Ver al respecto: Blanco, E. (2019). “Francisco de Miranda: De la Construcción Teórica de una República Liberal a una praxis fallida de 200 Años”. Caracas. Documento en línea. Disponible: https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2019/03/francisco-de-miranda-de-la-construccion.html

[12] Ver al respecto: Kant, I. (1797 [2008]). Metafísica de las Costumbres. 4° ed. (T. A. Cortina y J. Cunill). Editorial Tecnos. 374 p

[13] Andrés Bello impulso la creación de congresos permanentes para asegurar la efectividad de la estructura confederada. Ver al respecto: De la Reza, G. (2010). “La asamblea hispanoamericana de 1864–1865, último eslabón de la anfictionía”. México. Estudios de historia Moderna y Contemporánea. Nº.39 y Rojas, M. (2011). “La vigencia y trascendencia de los aportes de Andrés Bello a la identidad e integración Iberoamericana”. Cali. Universidad del Valle. Revista Poligramas 27. Pp 1-37. Documento en línea. Disponible: https://bibliotecadigital.univalle.edu.co/xmlui/handle/10893/2976

[14] Según Morales, Théodore Jouffroy consideraba que los aspectos históricos y jurídicos debían estar contenidos en lo que denominó la Ley Natural. Esta ley natural “la que concebía como el sistema de los principios morales y políticos subyacentes a los estatutos de todos los pueblos. Sólo el sentido común poseería la verdad absoluta, pero este sentido común sería más el fruto de la concurrencia de todas las facultades anímicas y de los conocimientos de distintos pensadores y naciones, que algo directamente accesible a cada individuo. Para Jouffroy, si los hombres entendieran su dependencia de la totalidad de los demás individuos que componen su especie, cesarían de combatirse unos a otros, y formarían una comunidad fraternal, encarnación del sentido común que late ocultamente en todos ellos… En cuanto a la moral, conducía según él a la metafísica, pues, aunque todos los seres vivos poseen su destino especial, que les es dado por su naturaleza, sólo el hombre cuenta con la capacidad de hacerse consciente del suyo” (2004:151). Ver al respecto: Morales, F. (2004). “La teoría de los sentimientos morales de Andrés Bello”. Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, 21 pp 149-168

[15] Ver también: Morales (2004:163).

[16] Ver también: Rojas Osorio, C. (1992). “Tres Aspectos de la Filosofía de Andrés Bello”. Santafé de Bogotá. UNIVERSITAS PHILOSOPHICA. Pp 29-50

[17] Ver al respecto: Stefan Vrsalovic, (2013). “Andrés Bello y José Victorino Lastarria: La Apropiación Latinoamericana del Romanticismo y la Ilustración”. Santiago. Intus-Legere Filosofía, Vol. 7, Nº 1. pp. 27 – 41.

[18] Ver al respecto: Da Silva, J. (2007). “El modo de escribir historia o la importancia de los hechos en el pensamiento histórico de Andrés Bello”. Caracas. Revista Apuntes Filosóficos Nº 31. Pp 45-66

[19] Ibid.

jueves, 4 de noviembre de 2021

LA MÁQUINA DE GUERRA Y EL APARATO DE CAPTURA EN IBEROAMERICA: 1808-1825

 


 

Dra. Maríalsira González [2]

Dr. Edgar E. Blanco Carrero[3]

 

G. Deleuze y F. Guattari desarrollaron en su Tratado de Nomadología los conceptos de máquina de guerra y aparato de captura para explicar la guerra y los orígenes del Estado. Estos conceptos fueron empleados posteriormente por C. Thibaud en su estudio la Repúblicas en Armas. Los Ejércitos Bolivarianos en la Guerra de Independencia  en Colombia y Venezuela para explicar la naturaleza de la guerra y el proceso de constitución de Colombia. Pero su visión republicana parte del supuesto del dominio de la capacidad para hacer la guerra que resulta equivoco en función de cómo se destruyó el orden español y a partir de qué momento se puede hablar de republica en términos efectivos. Es decir, una Máquina de Guerra es un vector que produce cortes, escisiones, uniones y mezclas, de estructuras abstractas que configuran los espacios mentales y el Aparato de Captura es entendido como el mecanismo estatal de apropiación de los excedentes de lo producido. Así pues, ambos autores relacionan estos conceptos del siguiente modo: Una Máquina de Guerra es un tipo de agenciamiento que tiene una línea vital abstracta, capaz de construir un nuevo tipo de realidad, que se transforma en línea de destrucción y muerte cuando es apropiada por el aparato de captura del Estado. Su surgimiento, en este contexto, tiene como único fin la destrucción del Estado. Creemos que esta línea vital abstracta y la consiguiente máquina de guerra se iniciaron efectivamente con el agotamiento de la ilustración y las guerras de la revolución que se iniciaron en América, se expandieron por Europa y culminaron en la campaña de Ayacucho. En Iberoamérica esta máquina de guerra fue medianamente capturada en el espacio político en procesos sucesivos por lo que el concepto de república en armas es inconsistente. Por ello voy a examinar el origen de la máquina de guerra en Hispanoamérica, analizar cómo fueron usados por Thibaud para explicar su concepción de república en armas y finalmente valorar cómo el flujo, el devenir, la turbulencia y la necesidad de dar una respuesta a la existencia de ordenes incompletos determinaron la naturaleza de la guerra entre 1808 y 1825. El objetivo final es, siguiendo un método exegético, valorar de forma diferente la naturaleza de la guerra en Iberoamérica en el período indicado.

Descriptores: máquina de guerra, aparato de captura, guerra de independencia en Iberoamérica, república en armas, naturaleza de la guerra.

Introducción

G. Deleuze y F. Guattari desarrollaron en su Tratado de Nomadología los conceptos de máquina de guerra y aparato de captura para explicar la guerra y los orígenes del Estado[4]. Estos conceptos fueron empleados posteriormente por C. Thibaud en su estudio la Repúblicas en Armas[5]. Los Ejércitos Bolivarianos en la Guerra de Independencia  en Colombia y Venezuela para explicar la naturaleza de la guerra y el proceso de constitución de Colombia. Pero su visión republicana parte del supuesto del dominio de la capacidad para hacer la guerra que resulta equivoco en función de cómo se destruyó el orden español y a partir de qué momento se puede hablar de republica en términos efectivos. Es decir, una Máquina de Guerra es un vector que produce cortes, escisiones, uniones y mezclas, de estructuras abstractas que configuran los espacios mentales y el Aparato de Captura es entendido como el mecanismo estatal de apropiación de los excedentes de lo producido. La máquina de guerra se caracteriza por ser expresión de un modelo: 1) “hidráulico”: el flujo es su realidad o consistencia, 2) “de devenir y heterogeneidad”: es de una naturaleza atómica donde cada átomo opera a su libre albedrío, 3) “turbulento”: porque es efecto del paso de “las bandas o manadas de átomos a las grandes organizaciones turbulentas” y 4) es “problemático” porque se parte de la superación de los obstáculos a partir de la consideración de estos en función de los afectos que producen.

Así pues, ambos autores relacionan estos conceptos del siguiente modo: Una Máquina de Guerra es un tipo de agenciamiento que tiene una línea vital abstracta, capaz de construir un nuevo tipo de realidad, que se transforma en línea de destrucción y muerte cuando es apropiada por el aparato de captura del Estado. Su surgimiento, en este contexto, tiene como único fin la destrucción del Estado (2008:418). Creemos que esta línea vital abstracta y la consiguiente máquina de guerra se iniciaron efectivamente con el agotamiento de la ilustración y las guerras de la revolución que se iniciaron en América, se expandieron por Europa y culminaron en la campaña de Ayacucho. La ruta que siguió esta línea vital abstracta fue: la destrucción de las instituciones políticas y del tejido social. Ambas impidieron que hubiese capacidad de responder políticamente para mantener o restaurar el orden, por lo que en Hispanoamérica, en general, la naturaleza de la guerra se manifestó como discordia (stasis) y después como guerra formal cuando empezaron a erigirse nuevas formas-Estado mediante operaciones sucesivas de captura. Pero esta máquina de guerra fue medianamente capturada en el espacio político en procesos sucesivos por lo que el concepto de república en armas es inconsistente. Esta incompletitud marcó la inestabilidad política en la España del trieño liberal y en los diversos órdenes políticos instaurados en toda la América hispánica. Por ello voy a examinar el origen de la máquina de guerra en Hispanoamérica, analizar cómo fueron usados por Thibaud para explicar su concepción de república en armas y finalmente valorar cómo el flujo, el devenir, la turbulencia y la necesidad de dar una respuesta a la existencia de ordenes incompletos determinaron la naturaleza de la guerra entre 1808 y 1825. El objetivo final es, siguiendo un método exegético, valorar de forma diferente la naturaleza de la guerra en Iberoamérica en el período indicado

1.-   Los conceptos deleuzoguattarianos de máquina de guerra y aparato de captura.

Como hemos indicado los conceptos de máquina de guerra y aparato de captura fueron concebidos por Deleuze y Guattari para explicar la destrucción del Estado y el origen del Estado. El problema central sobre el cual orbitó el pensamiento de estos autores fue el de tratar de determinar qué es la realidad mediante la relación estado de cosas y estado de ideas y a partir de allí comprender los procesos de cambios desde una perspectiva específica y general bajo un logos que no derivara en una estructura dual y sirviese para justificar la existencia de un poder trascendente que fuese contrario al orden de la naturaleza.

Estos conceptos fueron desarrollados en su Tratado de Nomadología que tuvo como propósito inicial el explicar que fue primero: la guerra o el Estado. Para ambos autores ambos estados acontecieron de forma simultánea a partir del antagonismo entre nómadas y sedentarios que expresa la oposición entre espacios lisos y espacios estriados o nomolizados (territorializados). Territorializar es convertir la tierra en un territorio sometido a un régimen de apropiación u ordenamiento, es decir, un nomos que se estructura en un espacio (tierra). Un espacio liso es vectorial, proyectivo y topológico sin conductos ni canales como históricamente ha tendido a ser el Alta Mar o sometido bajo un régimen liberal signado por el libre comercio y el espacio estriado es métrico, es decir, delimitado como un Estado.

Pero lo en el siglo XIX la oposición no se dio entre nómadas y sedentarios en el sentido estricto del término. Deleuze y Guattari desarrollaron la relación entre máquina abstracta, esto la facultad de pensar y producir ideas y su potencialidad en producir una máquina de guerra para explicar cómo una idea puede ser capaz de destruir un orden político. Si en este contexto consideramos la revolución y las ideas que se gestaron para defender la ilustración y/o para canalizarla observamos que la ilustración en sí fue un movimiento que surgió en la Europa de finales del siglo XVII una vez que los absolutismos del recientemente consagrado estado-nacional moderno se habían hechos firmes políticamente. Consistió en un movimiento que tuvo como ideal el acceder a la naturaleza a través de la razón, y se hizo más fuerte especialmente en el Reino Unido con la reforma política (separación de poderes entre lo que podríamos decir la monarquía y el parlamento), cuando la riqueza comenzó a ser medida por el trabajo y el desarrollo científico se tradujo en mejoras a la sociedad, en Francia donde se enfrentó al absolutismo y la nobleza y en España también estuvo presente la ilustración sobre todo en todo aquello que no cuestionó el orden político-religioso existente. Así pues mientras en el Reino Unido los cambios sociales dieron paso a cambios políticos, en el continente europeo se estableció una estructura de contención política que se rompió en el año 1789 impulsada por la revolución estadounidense.

La ruptura producida en Francia en el año 1789 creo las condiciones de posibilidad de extender e implantar el estado de ideas y el estado de cosas generados por la revolución francesa y ello en sí significó la re-territorialización del espacio. Esta re-territorialización del espacio se produjo mediante la gestación de una máquina de guerra que en Europa fue capturada por Napoleón Bonaparte produciendo destrucción y muerte hasta 1815 en ese espacio político en que se produjo un proceso restaurador o de re-captura que introdujo reformas liberales que sirvieron de contención por varias décadas. España sería el país más afectado debido a que la máquina de guerra que se activó contra el estado napoleónico abarcó a casi todos los dominios hispánicos en un contexto donde fue difícil conciliar las tendencias absolutista y liberal para establecer una unidad de criterio y de propósito de modo que fuese posible establecer un nuevo orden político estable. Esta situación afectó por igual a España como a todos los países hispano-americanos tal como se puede observar por la inestabilidad política endémica que se produjo a los dos lados del océano Atlántico desde los inicios del siglo XIX y se ha mantenido hasta el presente pudiendo explicar de suyo la ruptura independentista. ¿Por qué se produjo esta inestabilidad política?

Jairo Bracho[6] destacó una serie de aspectos estructurales del sistema de defensa español que se mantuvieron hasta inicios del siglo XIX: en primer lugar, que estaba originalmente centralizado y compuesto, de manera general, por una flota del mar océano y unas flotas de defensa de costas, en segundo lugar, que disponía de un sistema de fortificaciones para garantizar la conexión marítima con la metrópoli y la proyección hacia el interior del hinterland americano, y en tercer lugar, una estructura de normas que actuaban como especie de reglas de enfrentamiento. La centralización es un aspecto clave para entender la guerra de independencia al norte de Suramérica y en especial en Venezuela y consecuentemente la concepción de la defensa naval del territorio venezolano, por ello hay que examinar el plano de inmanencia sobre el cual se erigieron los dominios españoles y a qué se refiere, por una parte, la centralidad en términos de fragmentación y, por la otra, la descentralidad en términos de fractalidad.

El plano de inmanencia, para nuestros efectos, es el plano intuitivo sobre el cual se erigió la intención que permitió el proyecto de dominio y defensa del espacio. El plano intuitivo es un a priori que se fundamentó en un acontecimiento, es decir, el Tratado de Tordesillas. En este contexto, el Tratado de Tordesillas fue un diagrama que permitió que se desarrollara un proceso de adquisición de conocimientos y, consecuentemente, de colonización, cristianización y apropiación, es decir, captura y territorialización, de nuevos espacios, por lo que intención, espacio, tiempo relativo y fractalidad son los aspectos que nos van a ayudar a entender de una manera diferente el nomos español y la defensa del espacio.

La intención estuvo materializada en el interés de la monarquía ibérica de asegurar un espacio exclusivo de proyección. El espacio y el tiempo estaban condicionados por España como poder global. Un poder que desde el Tratado de Tordesillas hasta el Tratado de Paz de Westfalia estableció su naturaleza y alcance de forma casi absoluta. Después de Westfalia, el tiempo y el espacio pasaron a ser relativos, es decir estuvieron condicionados por los poderes europeos que emergieron victoriosos del conjunto de guerras que orbitaron en torno a la guerra de los Treinta Años. El fracto es la expresión de una geometría no-euclideana basada en procesos matemáticos repetitivos, caracterizados, por tener el mismo aspecto a cualquier escala de observación, por tener longitud infinita, y por tener una dimensión donde cada forma geométrica, al ser separada en partes, mantienen en una versión reducida el todo. Esta fue la forma como se organizaron los dominios españoles a principios del siglo XVIII.

Teniendo presente lo antes indicado, los territorios que hoy conforman Tierra Firme fueron un confín unido a la metrópoli por un mar entendido como eje de la centralidad. El carácter de horizonte de Venezuela, es decir, de frontera, indicaba que su posesión dependía de la capacidad de mantenerlo y de extenderlo más allá del límite que había alcanzado. Esta afirmación permite explicar cómo varió la estructura de defensa española durante el período colonial a partir de la instrumentación de círculos de interés que indicaba la capacidad de respuesta del soberano. Esto significó que de un trazo diagramático realizado de forma intuitiva se pasó a una estructura de referencia basada en la representación cartográfica construida por trazos que se expresaban en vectores de colonización y ordenamiento y rutas de navegación acompañados por líneas de defensa que se oponían a espacios lisos completamente desconocidos.

El espacio entre el horizonte venezolano y los otros dominios españoles es lo que fraccionaba la estructura de representación. Este fraccionamiento no fue percibido como un problema debido a que al encontrarse entre dominios frente a un mismo tiempo del poder, sólo bastaba dilatar el espacio. El mismo tiempo del poder estaba referido a la sujeción de todos los seres del espacio de dominio a un ciclo económico que integró al territorio venezolano a la realidad española. La capacidad productiva fue lo que determinó los límites del ordenamiento del espacio. Estos límites plantearon la necesidad de reorganizar sus dominios de modo tal que su ser-político se repitiera a diferentes escalas para garantizar su integridad territorial de una manera descentralizada y fractalizada.

Siguiendo a Zapatero[7] y Bracho[8], podemos acotar que una parte importante del sistema de defensa que cerraba al Caribe para la protección de los dominios españoles se encontraba en Venezuela (incluyendo a Trinidad). Esta concentración de fortalezas en nuestro país nos permite afirmar que Venezuela se originó como un país fortaleza. La importancia de esta afirmación obedece a que la caída de una de estas llaves amenazaba completamente todo el dispositivo tal como se demostró en 1795 con la pérdida de Trinidad y posteriormente, en el año 1817 con la liberación de Angostura. La eficacia de este sistema de defensa se demostró entre los años 1629-1631 y 1739-1743 y 1806 y en el esfuerzo por reprimir y contener la piratería, el corso y el contrabando y permitió la erección en 1776 de la Capitanía General de Venezuela como espacio productivo integrado y fractalizado políticamente que le permitió a su vez obtener mayores grados de autonomía.

De igual forma, estas cerraduras a pesar de su capacidad de auto-sostenerse, dependían de la seguridad que ofrecía la flota del mar océano. Por ello, a pesar de la consistencia del dispositivo de defensa la costa venezolana estuvo expuesta a otra manera de entender el mundo ¿Qué implicaciones tiene esta afirmación? Que el sistema defensivo español en Venezuela fue capaz de contener físicamente las amenazas de las otras potencias marítimas, mas no de las ideas, entendidas como fundamento de la referencialidad y de los procesos de intercambios, es decir, las mercancías liberalizadas, que promovían la constitución de una máquina de guerra y de un aparato de captura. La relación de ambos conceptos la hacen los autores franceses de la siguiente: Una Máquina de Guerra es, según Deleuze y Guattari, un tipo de agenciamiento[9] que tiene una línea vital abstracta que se transforma en línea de destrucción y muerte cuando es apropiada por el aparato de captura del Estado.

Así pues, Deleuze y Guattari expresaron que los flujos descodificados como las ideas y las mercancías sirven para formar una máquina de guerra. El aparato de captura es producto de una axiomática que los autores franceses definen a partir de la consideración directa de “elementos y relaciones puramente funcionales cuya naturaleza no está especificada, y que se realizan inmediatamente a la vez en dominios muy diversos[10]. Es decir, la axiomática liberal operó la conjunción de ideas e intercambios sin mediaciones gestando, en consecuencia, un cambio de forma y un nuevo sentido a una parte importante de Hispanoamérica mediante un proceso de ruptura realizado mediante la guerra.

La ruptura del dispositivo de defensa de los dominios en América se produjo por una máquina de guerra gestada desde afuera mediante una triple acción: la pérdida de Trinidad, la derrota en Trafalgar y la ocupación napoleónica de la península ibérica. La consecuencia de estos hechos fue que del fracto se produjo una fragmentación política que precisó a posteriori una re-territorialización[11]. Así pues, la máquina de guerra se produjo por una fragmentación y/o disolución política de los fractos que la declaración de la república precisó de un proceso de re-captura.

Después de la crisis que significó para España la invasión napoleónica y la guerra de independencia, el país estuvo junto a los países vencedores de Napoleón luego de la abdicación del año 1814. Es bueno mencionar que muchas de las acciones ejecutadas por rioplatenses y venezolanos en lo concerniente a la guerra de guerrillas fueron primeramente realizadas por españoles que lucharon por la defensa de su territorio metropolitano luego de que se constituyera una máquina de guerra. Pero España estaba debilitada por el esfuerzo realizado por la población, y por ello no tuvo el mismo peso que tuvieron otros países europeos en la Conferencia de Viena y tuvo que lidiar con dos problemas: la insurrección de los dominios en América y la entrada de la axiomática representada por el liberalismo político con las Cortes de Cádiz que condujo a la revolución de Riego y la inauguración de lo que se conoció como trieño liberal.

Con respecto a la insurrección americana, Blanco[12], ha señalado que si bien fue en Caracas fue donde se inició la reacción anti-francesa en los dominios españoles de américa fue Francisco de Miranda quien los condicionó y fue una de las causas primeras de los mismos. No obstante, hay que tener presente, las consecuencias que tuvieron los procesos estadounidense y francés como cambio político, la intención de otras potencias de acceder a ese inmenso espacio geográfico y la situación española en sí que provocó la insurrección en América.

En relación con el primer aspecto, Hannah Arendt[13] señaló que la idea de la revolución está asociada con el cambio. Esta idea de cambio está relacionada con la idea del origen en el sentido que el cambio puede estar referido al retorno a una situación original o al establecimiento de un nuevo origen y para ello hizo una exégesis de la revolución en Norteamérica y en Francia, para afirmar que en Estados Unidos se buscó retornar a un origen, dada una situación opresiva que significó la libertad y la independencia y la revolución francesa establecer uno nuevo que en principio fue la libertad pero después fue la igualdad y la solución de problemas sociales que finalmente condujo a la dictadura, el fin de la monarquía y la guerra. Como se sabe, España estuvo en guerra contra el Reino Unido durante la guerra de independencia estadounidense y de forma indirecta colaboró con el proceso independentista a pesar de que ese fenómeno podría presentarse en sus dominios. Posteriormente estuvo en guerra contra la Francia del directorio, pero con la ascensión al poder de Napoleón hubo un cambio en la política que al final de cuentas convirtió a España en objeto de la política napoleónica.

Así pues, el fenómeno estadounidense, seguido por Haití, comenzó a ser reproducido en Iberoamérica (Venezuela, Quito, Alto Perú) pero la respuesta española fue rápida permitiendo con ello conjurar las amenazas. Pero la ascensión de Fernando VII y la aparición de las cortes de Cádiz generaron dos visiones de la hispanidad que plantearía la guerra de independencia en la península de dos maneras diferentes. Estas dos visiones se reprodujeron en los dominios americanos y junto con ellas la idea de ser independientes que promovió Miranda desde Europa y trató de realizar de forma infructuosa en el año 1806. Eso fue lo que hizo que la independencia en Hispanoamérica se plantease originalmente como guerra civil y fuese muy compleja la situación que condujo a la independencia peruana y altoperuana.

Con respecto al segundo aspecto, hay que tener muy presente que una de las razones que motivaron la presencia de Miranda en la Francia revolucionaria, fue el conocimiento de que los galos habían pensado en provocar cambios revolucionarios en las Colonias Españolas de la América Meridional. Si bien, como se sabe, esto no se concretó, pero Blanco indicó que

“Talleyrand se llegó a entrevistar con William Pitt, para intentar una alianza anglo-francesa, o por lo menos la neutralidad inglesa en caso de que Francia invadiera Bélgica (cosa que hizo posteriormente) y para ello propuso entre otras: la acción común destinada a abrir al comercio de los dos países, las colonias españolas, o... reunir sus esfuerzos comunes-para- la independencia de las colonias españolas....”[14].

 

Si bien estas gestiones fracasaron, lo que se puede destacar es que en el momento más crítico de la revolución francesa se planteó la posibilidad de restaurar la paz en Europa a costa del imperio colonial español aprovechando la debilidad de la política ibérica.

Finalmente en relación con el tercer aspecto, como se sabe, la monarquía española luego de un proceso de deterioro iniciado con Carlos IV fue expuesta a una serie de presiones determinadas por la invasión napoleónica de la península ibérica, es decir, la abdicación del rey, la proclamación de la población de Fernando VII y la detención de la familia real en Bayona. Dentro de este marco se generaron dos hechos a tener en consideración: la insurrección popular cuyo principal símbolo fueron los sitios de Zaragoza y el establecimiento de la Constitución de Cádiz. En relación con Zaragoza, para nosotros representa el símbolo de la heroicidad hispana a pesar de la situación tan desventajosa. Por su parte, la Constitución de Cádiz de 1812 fue un hecho que dividió a los españoles y condujo a lo que se conoció como “Trienio Liberal” que tuvo un período de tres años, es decir, entre 1820 – 1823[15]. Esta división fue aprovechada por otras potencias europeas y también por los independentistas americanos debido a que debilitó el esfuerzo por recuperar los dominios americanos. Este hecho posibilitó los armisticios de Santa Ana y Punchauca[16]. El fin del trieño liberal marcó una nueva etapa en la política americana de la Corona española en condiciones aún más desventajosa, lo cual supondría un esfuerzo por tratar de ascender a los extremos en sentido clausewitziano a pesar de las limitaciones de recursos[17].

En este contexto, nuestra idea es mostrar que en toda Hispanoamérica se produjo sucesiva y casi simultáneamente una máquina de guerra y un aparato de captura frente a un Estado en principio francés que devino en un proceso de re-territorialización materializada en nuevos Estados que han sido inestables en Europa y América.

2.-     La concepción de máquina de guerra en Clement Thibaud

Clément Thiebaud hizo una exégesis del proceso independentista en el norte de América del sur para mostrar cómo las facciones producidas en torno a la forma de encarar la crisis española desatada por la invasión napoleónica de España desembocaron en la gestación de dos grupos que se transformaron progresivamente en campos nacionales en función de una axiomática que produjo una isomorfia estatal como hemos indicado. Para este autor, las facciones se denominaron originalmente “americanos” y “españoles europeos”, luego “republicanos” y “realistas”, durante y después de la caída de la segunda república en Venezuela en 1814, y finalmente “colombianos” y “españoles”, después del armisticio entre Simón Bolívar y Pablo Morillo del año 1820[18].

Así pues, siguiendo este proceso de formación de identidad, el autor buscó por intermedio de las categorías de amigo-enemigo explicar cómo surgieron nuevas identidades políticas en tres momentos históricos, es decir, cuerpos de milicias poco entrenadas pero idóneas para la guerra urbana en 1810, agrupaciones militares curtidas y disciplinadas en la guerra para encarar campañas de gran envergadura en los años 1819-1820 y, un poderoso un ejército nacional libertador de 30,000 hombres, rico en historia, en símbolos, y respaldado por un gobierno que sacrifica todo por él en el año 1825.

Teniendo presente este proceso, Thibaud, intentó aclarar esta evolución, “en nada linear, sino al contrario violenta, brutal, llena de incidentes y de retrocesos”. En este camino guerrero se moldearon la política, los partidos, se determinó el grado de violencia tolerable en el campo de batalla y, finalmente la organización de los ejércitos y la estrategia adoptada en las campañas, con lo cual no fue sólo en los combates, sino también en las estrategias bélicas donde se puede observar “el resultado de un complejo cambio de las relaciones entre la sociedad y la política” gracias a los cambios, en la composición social del ejército, en las formas de combate en diferentes niveles de planificación y, en las relaciones entre el ejército y la política moderna.

Esto le permitió analizar cómo fue que se produjo la máquina de guerra y, podemos decir, el aparato de captura, al norte de América del sur a partir del análisis de la guerra civil y, consecuentemente, las mutaciones que se produjeron por las deserciones y las reafirmaciones de los bandos; el proceso de desarrollo de la guerra irregular que podemos afirmar fue similar a la Guerra Gaucha en el sur; el proceso de desarrollo administrativo de las fuerzas patriotas siguiendo las categorías weberianas[19], muy similar a la reforma realizada por San Martín según Pérez Pardella[20]; el proceso de conversión de la guerra civil en una guerra nacional de liberación a partir de los conceptos de guerra total analizado por Raymond Aron[21] y de estado de excepción destacando cómo la Constitución de Angostura creó las condiciones de posibilidad para la liberación de parte de la Nueva Granada luego la campaña que culminó con la batalla de Boyacá el 07 de agosto de 1819 y; finalmente el proceso que condujo del armisticio de Santa Ana (Trujillo) signado por la revolución de Riego entre Simón Bolívar y Pablo Morillo hasta la victoria en la batalla de Carabobo patriota el 24 de junio de 1821 que supuso el reconocimiento de la existencia de una guerra entre Estados según el derecho de gentes, es decir, una guerra convencional.

Teniendo esto presente Clement Thibaud hizo una relación sinónima entre máquina de guerra y república en armas que hacen pensar la guerra de independencia en Iberoamérica como un enfrentamiento puro entre una visión republicana mayoritaria y una concepción  realista en proceso de decadencia. Si consideramos que Deleuze y Guattari emplearon en conjunto los conceptos de máquina de guerra y aparato de captura podemos afirmar que su tesis de la república en armas sólo mostró una parte del proceso independentista de americano de España y ocultó la verdadera naturaleza de la guerra. Esta afirmación es aún más relevante si se considera que el concepto de aparato de captura no aparece en la obra del autor francés que por lo demás es considerada una obra de referencia en la historiografía americana. Por ello, vamos a mostrar dónde estuvo presente el concepto deleuzoguattariano de máquina de guerra y en qué contexto lo utiliza para valorar la intención del autor en esta obra de referencia.

Thibaud hizo dos citas explicitas a Deleuze y Guattari y cinco menciones a la expresión ‘máquina de guerra’. Las citas tuvieron que ver, en primer lugar, con la oposición de las formas de combate ordenadas frente a las formas arcaicas del raid o de la turba en sentido deleuzoguattariano[22] que se presentaron en Venezuela particularmente entre los años 1814-1817, pero podemos decir, que ambas formas de combate coexistieron como oposición y/o se presentaron de forma paralela, es decir, orden-turba, turba-turba y orden-orden. La segunda cita tiene que ver con la rutinización de la autoridad, es decir,

“… la idea weberiana de rutinización describe bien el proceso que opera en Casanare en 1818 y a principios de 1819. La influencia simbólica de los jefes militares irregulares es demasiado inestable como para perdurar en el tiempo. La adopción de las formas escritas de la reglamentación participa en esta evolución hacia un tipo de dominio legal y administrativo. En otras palabras, el trabajo de Santander equivale, ni más ni menos, que a captar una máquina de guerra nómade y montada para integrarla a un gobierno legal”[23].

 

La palabra ‘captar’ es la expresión que utiliza Thibaud para sortear el concepto de aparato de captura. Captura, para Deleuze y Guattari, es “la diferencia o al exceso que va a constituir el beneficio, el sobretrabajo o el sobreproducto”[24]. El beneficio refiere a la renta del propietario, el trabajo está relacionado con el beneficio del patrón visto como sobretrabajo y la moneda tiene que ver con el sobre producto que genera el impuesto a los intercambios. El aparato de captura, desde esta perspectiva, es una estructura de apropiación que está conformada por dos operaciones que “siempre aparecen de modo convergente: comparación directa, apropiación monopolista” (Ibíd.:451) y su mecanismo para capturar consiste, en este contexto, “en aislar una máquina abstracta de captura o de extorsión” que es presentada como una justificación (en nuestro caso venezolano opresión española y luego francesa) por lo que “la violencia del Estado siempre es vista como ya hecha” (Ibíd.:453). Desde esta perspectiva Thibaud nos presenta en esta cita cómo operó el aparato de captura del nuevo Estado digamos independizado, es decir, explicando cuál era su potencia de apropiación, es decir, todo lo que podía capturar incluyendo una máquina de guerra que no fue conformada deliberadamente por los independentistas, recordemos que fue consecuencia de una fragmentación[25]. La rutinización y la reglamentación que expresan la conformación de una institución militar, en este contexto, operaron como una máquina abstracta. Nosotros creemos que el desvío de Thibaud fue realizado para evitar las implicaciones de un desfase entre el estado de las ideas de su discurso y el estado de cosas que acaeció en el período estudiado y antes. La causa de esta afirmación obedece a que en ese desvío hubo actos intencionales provocados por la Francia napoleónica dentro de una axiomática liberal en proceso de constitución orientada a la producción para un mercado que tendencialmente centrado donde Hispanoamérica (incluyendo a España) pasaría a formar parte desde la ruptura.

Además de lo indicado, la expresión ‘máquina de guerra’ que es capital en el Tratado de Nomadología de Deleuze y Guattari aparece en cinco oportunidades. Es decir, en la primera

“La mesnada se distingue de la guerrilla por su carácter mixto de agrupación combatiente y de refugio. Formada a menudo por más de un millar de hombres, diferenciados en varias armas, constituye en primer lugar un refugio para los numerosos desplazados arrancados de sus vidas normales por la persecución y la venganza políticas... Partidas coordinadas dominaban un territorio mediante la formación de una red flexible y practicaban una guerra de observación y hostigamiento. Su principal actividad era reclutar hombres a las buenas o a las malas. La tercera función de las mesnadas remite a las atribuciones de cualquier soberanía en gestación. Se trataba de extraer de un vasto espacio geográfico los elementos necesarios para la supervivencia de la máquina de guerra itinerante, pero también de organizar la producción de los bienes más preciosos: los caballos y el ganado nutricio” [26].

 

Como se puede observar de esta cita y en concordancia con lo que hemos estado argumentando, la máquina de guerra en Venezuela no fue consecuencia de un acto deliberado de creación por parte de los independentistas venezolanos. Lo que fue deliberado fue la operación de captura de la máquina de guerra para dirigirla contra los restos del dominio español en condiciones que no siempre fueron eficaces. Este fue el origen de la inestabilidad: los señores o patriotas que dirigían esas mesnadas quedaron distribuidos en condiciones diferentes a su decisión por la misma operación de captura de acuerdo con una axiomática que se estaba estableciendo. Estas condiciones las podemos observar en la segunda cita:

 “En la pobreza más completa, las distinciones sociales se suspenden. No se trata ya de una retórica revolucionaria o de problemas de filosofía política. La experiencia de una convivencia basada en la voluntad de sobrevivir rompe las jerarquías funcionales o naturales del ejército regular. Además, estas mesnadas viven en un espacio poco o nada institucionalizado y apenas controlan el territorio que pisan. Esta desterritorialización del ejército-república, separado tanto de los pueblos como de la sujeción a cualquier poder central, permite poco a poco formar la guerrilla como un cuerpo sin atributos al cual se ata el discurso de la nación. Porque la guerrilla no es la milicia de tal o cual pueblo, no es el ejército de tal o cual provincia; se convierte en una máquina de guerra desterritorializada, desinstitucionalizada, y por consiguiente en un cuerpo cuya única identidad es defender las vidas y también las ideas de los últimos republicanos perseguidos. A pesar de su aspecto miserable, la guerrilla es la república igualitaria en armas…”[27].

 

Aquí, en estas condiciones donde la mesnada vista como máquina de guerra se convierte en guerrilla es lo que Thibaud denominó “república en armas”. Pero ¿cómo diferentes mesnadas que operaban de forma autónoma y desarticulada podrían convertirse en una república en armas sin una operación de captura? Si consideramos, siguiendo a Deleuze y Guattari, que la máquina de guerra tiene como fin la destrucción del Estado y se convierte en un instrumento de destrucción y de muerte cuando es capturada por un Estado, el Estado que se estaba constituyendo que Thibaud denominó república igualitaria en armas” fue un Estado que en su seno tenía la capacidad de autodestrucción. Eso ocurrió en España durante el proceso independentista cuando coexistieron elementos absolutistas y liberales. De hecho, si se tiene presente que, según Deleuze y Guattari, los “Estados no efectúan una captura sin que lo capturado no coexista” en España, y como nos narra el propio Thibaud, se presentó el mismo fenómeno.  En este contexto, a ambos lados del Atlántico se produjo mediante la ruptura, una isomorfia en cuanto a la naturaleza de los nuevos Estados como consecuencia de la nueva axiomática que se estaba implantando. La tercera cita dice

“La máquina de guerra irregular, construida después de la derrota de 1815, seguía siendo extraña a la lógica de un gobierno centralizado, codificador, y que se autoerigía como representación provisional de la Nación. Diseminada, fragmentada, discontinua, se integraba mal a un Estado que trataba, por obra de la actividad del Libertador, de someterla. Ahora bien, la legión británica era un cuerpo constituido de tropas extranjeras acostumbradas a obedecer a una jerarquía, colocada a su turno bajo el control de una soberanía incontestable. A falta de poder integrar las mesnadas, el Libertador y su estado mayor encuentran en estos militares de ultramar un injerto que puede ser insertado en las guerrillas para regularizar su aspecto y su forma en beneficio de una administración impersonal. A pesar de su debilidad numérica, las tropas extranjeras se convierten en los soportes de la transformación en infantería del ejército, y por lo tanto de su conformación al gobierno y al Congreso. Su influencia irá más allá de una simple contribución de fuerza. Los contingentes extranjeros aportaron con ellos sus costumbres, tradiciones, y una nueva manera de hacer la guerra. Transportaron, en la forma más concreta, el modelo bélico europeo nacido de la ruptura revolucionaria, y se lo mostraron a los soldados criollos. Sus enseñanzas y su ejemplo les permitieron a los americanos librarse lentamente del molde militar español”[28].

 

Las tropas inglesas y alemanas sirvieron para fortalecer en la praxis la operación del aparato de captura y después actuaron en cascada en la medida en que avanzaban hacia el sur de Suramérica. En la teoría, el Libertador Simón Bolívar estableció la adopción del manual de Tiébault, es decir, el Manual General del Servicio de los Estados Mayores Generales y Divisionarios, en los Ejércitos que sirvió como un elemento de la operación de captura[29]. Esta operación de captura hecha desde la máquina de guerra para constituir el Estado será en América el germen de la inestabilidad. La cuarta cita correspondió a las que se refieren directamente a Deleuze y Guattari y ya fueron examinadas. La quinta

“Además, la integración es una máquina de guerra contra las amenazas exteriores y las tendencias disgregadoras de las sociedades de castas. Las circunstancias de la guerra también trazan una nueva geografía para la causa patriota. En diciembre de 1819, la patria es de facto una larga franja de territorio liberado, que va desde Antioquia hasta la desembocadura del Orinoco. La racionalidad republicana divide el futuro estado central en departamentos, como hiciera la constitución francesa de 1791. Desde ese momento, ¿por qué no forjar una nueva entidad a partir de estos territorios unidos por la guerra y liberados por las mismas armas? La constitución de una nueva nación colombiana es el proyecto que nace de esta interrogación y de las circunstancias de la guerra”[30].

 

Thibaud aquí se refirió a la racionalidad republicana para la constitución de un nuevo Estado, Colombia, pero podemos observar esta racionalidad desde la perspectiva teológico política expresada por Carl Schmitt, es decir, la que se justifica a partir de una situación excepcional[31].

3.-       La naturaleza de la guerra entre 1808 y 1825.

El periodo histórico que va de la fracasada operación de liberación del norte iniciado en el año 1811 desde Buenos Aires hasta la entrevista de Guayaquil entre José de San Martín y Simón Bolívar se caracterizó por dos hechos dignos de ser recordados: la campaña militar liderada por José de San Martín y la realizada por Simón Bolívar desde el norte y el enlace de ambos en Guayaquil y la máquina de guerra y el aparato de captura que operó hasta el Alto Perú o audiencia de Charcas. A nosotros nos interesa mostrar cómo se constituyó la máquina de guerra y el aparato de captura en las Provincias Unidas del Río de la Plata, en Perú y el Altoperú, una vez que hemos analizado qué aconteció al norte de Suramérica, para comprender cómo la inestabilidad que se gestó en España y el norte de Suramérica se reprodujo a nivel continental. Para ello nos vamos a apoyar, en parte, en el trabajo de Sánchez Caraza[32].

En las Provincias Unidas del Río la Plata, luego de la eficacia demostrada por los patriotas bonaerenses de sostener lo logrado desde el punto de vista político proyectaron acciones militares para asegurar la independencia en el Alto Perú[33]. Allí se realizaron un conjunto de operaciones militares de variado resultado, sin embargo, como la llama independentista quedó encendida en el norte de las Provincias los realistas dirigidos desde Lima emprendieron varias campañas para sofocar estos focos obligando al gobierno independiente porteño a emprender medidas para evitar su disolución por amenazas externas e internas. La Guerra Gaucha se enmarcó en este contexto. La Guerra Gaucha comenzó como una guerrilla para defender los focos independentistas conocidos como ‘Republiquetas’ y se mantuvo hasta que se produjo una especie de paz armada entre el Alto Perú y Buenos Aires a partir del año 1822. Pero a pesar de la estabilización del frente se produjo una insurrección en Cuzco que en sí evidenció el hecho de que se había generado en ese espacio una máquina de guerra que en parte había sido capturada de acuerdo con la exégesis que estamos realizando[34].

La Guerra Gaucha nos permite retornar sobre unos aspectos indicados que nos permiten hablar, por una parte, de cómo ese tipo de guerra afecto la moral de los realistas y, por la otra, hablaremos de la máquina de guerra en sí y el aparato de captura. Con respecto al primero la indeterminación de la fuerza moral se expresó en la dialéctica de la ascensión a los extremos hasta que la imposibilidad de los realistas de lograr una victoria decisiva hizo que la racionalidad encausara la acción de los antagonistas.

En relación con el segundo aspecto, es decir, la constitución de la máquina de guerra, Thibaud afirmó que ésta, al norte de América del sur, se conformó desde la declaración de independencia hasta que se concretó el armisticio de Santa Ana que significó el reconocimiento del adversario. Pero si seguimos a Deleuze y Guattari, esa máquina se generó desde afuera y se extendió a la región. En todo caso, la misión de los independentistas era capturarla. Por ello, en ese período coexistió dicha máquina también de forma parcialmente capturada como ya lo hemos indicado[35].

Es un hecho cierto que Simón Bolívar en la constitución de Angostura produjo efectivamente un nuevo Estado creando así las condiciones de posibilidad de capturar la máquina de guerra al norte de Suramérica. En la Guerra Gaucha se estructuró una máquina de guerra contra la forma-estado realista, y al sur, el nuevo Estado al tratar de capturar otra parte de dicha máquina de guerra, desencadenó la guerra civil en pleno conflicto contra España. Esto fue en sí un doble fraccionamiento. La solución del conflicto civil argentino, según Sánchez Caraza, se produjo desde el mismo momento que la ‘captura’ se expresó en una forma de autonomía. Siguiendo con este autor, en el virreinato Perú y la audiencia de Charcas (Alto Perú), por su parte, se fomentó la constitución de una máquina de guerra aprovechando el factor moral por tres vías: la dificultad de capturarla al sur del continente, el motín de las fuerzas realistas en Aznapuquio y el avance de San Martín y Bolívar hacia la región. La anarquía que se presentó, según Bolívar y Sucre, se produjo por la dificultad que tuvieron realistas e independentistas de capturar la máquina de guerra como veremos a continuación.

En Perú a pesar de los brotes insurreccionales de Cuzco se vivió en relativa paz y estabilidad bajo el régimen español en contraste con el resto del imperio[36]. Todo cambió cuando San Martín consolidó la independencia chilena después de la batalla de Maipú e inició los preparativos para dirigirse al corazón del virreinato. Anna, señaló que el signo que marcó el deterioro político-militar del Perú fue primeramente el colapso económico y, finalmente, la desintegración política por el surgimiento de facciones que de suyo nos indican la existencia de condiciones de formación de una máquina de guerra generada por factores exógenos[37].

Lo que haría inclinar la balanza a favor de la independencia fue el desconcierto que produjo en la sociedad peruana las divisiones existentes en el propio ejército realista evidenciadas primeramente en el motín de Aznapuquio y su desconexión con una realidad basada en la creencia de que el pueblo los apoyaría para retornar a las mismas relaciones de poder que caracterizaron el período del antiguo régimen[38]. Con la entrada de San Martín en la escena peruana en el año 1820 se fomentó el levantamiento de montoneras y una insurrección general para desorientar el despliegue estratégico realista. Aquí un Estado estaba en guerra contra otro Estado que a su vez estaba fomentando el surgimiento de una máquina de guerra que sería incapaz de capturar. Este hecho generó una escalada de violencia que comenzó a minar las bases del poder español y de la propia operación de liberación de San Martín. Este fue el marco del pronunciamiento de Aznapuquio donde se depuso al virrey en ejercicio y asumió la jefatura José La Serna un veterano de la guerra de independencia en la península ibérica[39].

Con este cambio, que dejó a la sociedad peruana cubierta en un manto de perplejidad según Cristina Mazzeo, se produjeron más deserciones dentro del campo realista y más intentos de rebelión en la Sierra y en el Alto Perú[40]. Aquí la máquina de guerra se encontraba ya en pleno proceso de destrucción del virreinato. A pesar de estas complicaciones que agravaban la situación de España en el continente, según Sánchez Caraza, el ejército realista aún no estaba derrotado, se encontraba con una alta disponibilidad operacional y fue capaz de obtener importantes victorias militares[41]. Este fue el marco de las fallidas negociaciones de paz a mediados del año 1821 en Punchauca (1821) que, según García Camba, introdujeron más variables a la situación de por sí ya compleja[42]. El estancamiento de la situación peruana, el avance de las tropas colombianas desde el norte y la entrevista entre San Martín y Bolívar fue el punto muerto de la guerra en Suramérica. El esfuerzo por destrabar la situación se tradujo en dos desastrosas campañas en la región conocida como Intermedios que provocaron la disolución del nuevo Estado peruano y la entrada en escena en Perú del Estado colombiano en un contexto signado por la vuelta del absolutismo en la península ibérica[43].

La vuelta del absolutismo en la península ibérica provocó la insurrección del General Pedro Antonio de Olañeta que obligó al virrey a destinar fuerzas para su sofocamiento[44]. La división de fuerzas realistas fue el momento utilizado para la reanudación de las operaciones militares por los independentistas. Este fue el marco de la batalla de Junín. No vamos a analizar los pormenores de ese encuentro. El aspecto relevante de esta situación fue el hecho de que el despliegue de una importante fuerza de combate con la resolución de destruir la dividida fuerza realista representó un golpe moral que produjo la erosión del ejército y la extensión de la máquina de guerra. Lo que nos interesa destacar aquí fue que este se produjo dentro de un contexto masivo de disolución del Estado español y del nuevo Estado americano, es decir, deserciones, asesinatos, cambios de bando, etc. La diferencia fue que los realistas estaban limitados para aplicar medidas severas de disciplina. No así en el campo del aparato colombiano a las órdenes de Bolívar y Antonio José de Sucre que estaba operando en un estado de excepción. Por ello, para los peruanos Bolívar fue un dictador en el sentido estricto del término. La pregunta ahora es cómo operó esta máquina de guerra y cómo fue el intento de captura conducido por dictador peruano.

Ya hemos indicado que la fuerza militar conducida por San Martín desencadenó una máquina de guerra y trató de activar un aparato de captura en la medida en que pudo proyectar su poder, pero cuando éste llegó a su límite buscó formalizar lo que había alcanzado mediante la constitución de un Estado. En este fallido intento quedaron en el medio de las fuerzas realistas e independentistas las facciones políticas (de Riva Agüero y Torres Tagle) y las bandas (guerrilleros, montoneros u oportunistas). A estos grupos hay que agregarle también los grupos militares rioplatenses, chilenos, colombianos y peruanos que buscaron rehacer el Estado[45]. Nos interesa destacar el papel de las bandas debido a que permite visualizar mejor el concepto de máquina de guerra.

La máquina de guerra, como indicamos al principio, Deleuze y Guattari la caracterizan  como un modelo turbulento, problemático, atómico y su imagen asemeja a un flujo. Si consideramos el año 1822 como anclaje temporal, podemos afirmar que José de San Martín trató de establecer un enlace con las fuerzas colombianas para salir del estancamiento en que se encontraba. Esta parálisis sanmartiniana tendió a convertir a la totalidad del virreinato en un espacio fragmentado por la existencia de diferentes grupos con intereses convergentes, divergentes o mixtos que se disputaban el poder y ello en sí indicaba la situación problemática en que se encontraba el virreinato. El flujo puede ser entendido como un torbellino desencadenado en un espacio específico con potencial de extenderse más allá del virreinato, por lo que junto con la destrucción del poder español, como efectivamente estaba acaeciendo en dicho espacio, podía también destruir los recientes ordenes políticos constituidos en el resto de la región[46].

Así pues, las facciones o bandas (los gauchos, peruanos o altos peruanos) redujeron la acción de los ‘ordenes’ realista y en menor medida independentistas a las ciudades y poblados operando desde espacios lisos incluso en el período que medio entre Torata-Moquegua y Ayacucho. Desde esta perspectiva, los realistas operaron desde espacios estriados. Desde esta perspectiva, las operaciones militares desarrolladas por San Martín fueron mixtas, es decir, fueron dirigidas contra los espacios estriados realistas (ciudades y vías de comunicación) y buscó erosionar su poder operando en espacios lisos. Bolívar y Sucre, por el contrario, considerando la existencia de diferentes órdenes en pugna generaron las condiciones de posibilidad logísticas para actuar en el espacio liso y esto colocó a esa fuerza de combate superior a la de las bandas a actuar como un aparato de captura convirtiendo el torbellino peruano en un flujo de destrucción dirigido contra el poder realista[47].

La pregunta que surge en este momento es cómo se produjo esta forma de acción que provocó el agenciamiento entre máquina de guerra y aparato de captura. Nosotros creemos que fue mediante la solución del dilema de saber ‘quién era el verdadero enemigo’ como se plantearon los alemanes en Tauroggen en el año 1813. Ese dilema se presentó a todos los actores de la crisis política peruana cuando ocurrió la fragmentación de los independentistas del año 1823 contemporáneamente con el fin del trieño liberal en España y cuando aconteció la fragmentación realista en el 1824. Esto nos permite examinar ahora el plano de las fuerzas morales para poder comprender la naturaleza de dicho fraccionamiento. El dilema alemán de 1813 nos permite hacer referencia al pensamiento de Raymond Aron.

Raymond Aron ha expresado que existen dos momentos antitéticos en que se presentan las fuerzas morales: El primero momento está referido al cálculo de fuerzas que puede apuntar a una ascensión a los extremos e indica su indeterminación, es decir, lo que se está dispuesto a sacrificar y el segundo, donde se puede conducir a la interrupción de las operaciones y la desescalada[48]. En base a este criterio, podemos decir con respecto al primer momento que hasta la batalla de Maipú, con excepciones, en toda Suramérica, operó una máquina de guerra que hizo ascender la guerra hacia el extremo. Después del año 1820 se llegó al límite y después de allí la negociación y una polaridad expresada en acción e inacción, es decir, un cálculo de posibilidades hasta las acciones de Oruro y Junín que condujeron a Ayacucho. Aquí resaltan dos aspectos a tener presente: Uno señalado por Deleuze y Guattari y otro realizado por el propio Aron. Deleuze y Guattari expresaron que

“La guerra no tiene necesariamente por objeto la batalla, y sobre todo la máquina de guerra no tiene necesariamente por objeto la guerra, aunque la guerra y la batalla puedan derivar de ella necesariamente (bajo ciertas condiciones)”[49].

 

Esta afirmación obedece a que consideran que la no-batalla y la batalla son el doble objeto de la guerra. Esto se corresponde con el cálculo de posibilidades en todo el virreinato del Perú entre 1820 y 1824. Este cálculo de posibilidades se enmarcó en lo que correspondió con el trieño liberal. De igual forma, si la guerra, después de la fragmentación realista se derivó de la máquina de guerra se debió al retorno del absolutismo en España por lo que la guerra en América podía tender nuevamente a los extremos y había que evitar en unas circunstancias inciertas para ambos contrincantes.

Con respecto al segundo momento antitético, Aron señaló tres aspectos relacionados con el elemento moral que nos van a ayudar a entender cómo se produjo el agenciamiento de la máquina de guerra y el aparato de captura:

·         La definición inicial de la guerra como guerra de liberación convirtió al elemento moral y material como blanco de las acciones de los antagonistas. Hasta 1820 el punto de aplicación se concentró en lo moral, después en lo material como medio para quebrar la moral.

·         El efecto de la fricción a la cual están sometidos los antagonistas que se materializó en el debilitamiento del Estado realista y el nuevo Estado y desarrollo de la máquina de guerra. Por ello después de 1823 el Libertador Bolívar buscó dirigir la turbulencia generada por la máquina hacia los realistas y los realistas buscaron suprimirla infructuosamente como aconteció en Oruro.

·         La pasión del pueblo como expresión de la concepción clausewitziana de la trinidad de la guerra muestra la virtud guerrera del poder militar por tres vías: el apoyo dado al ejército y gobierno colombiano victorioso por parte de unos peruanos que en general supieron reponerse a las adversidades a pesar de las circunstancias; la perplejidad de la población en el espacio donde se desarrollaron las campañas militares y; finalmente, la erosión de la moral que terminó definiendo al realista como enemigo. Y finalmente, el impacto del desarrollo de las operaciones del Ejército Unido en gran parte del año 1824[50].

Si se tiene presente que para Deleuze y Guattari sólo existen agenciamientos de deseo y de enunciación podemos aseverar que Bolívar, y después Sucre, logró agenciar a todas las organizaciones turbulentas atomizadas que coexistían en el virreinato del Perú y dirigirlas contra el ‘verdadero enemigo’ siguiendo la tesis de Aron. Hubo una relación entre tiempo y moral donde el primero actuó como erosionador del segundo en un momento de máxima tensión generada por la secuencia de fraccionamientos antes indicada. No obstante, la moral, comprendida como consecuencia de una praxis determinada por la presencia de una estructura de valores que había sido destruida por la turbulencia revolucionaria, no podía ser rehecha ipso facto explicando, con ello, el aparato de captura que se instauraría contemporáneamente.

El Libertador Bolívar se apropió de la máquina de guerra mediante una triple operación: 1.-) mediante la incorporación de bandas y facciones que operaban en un territorio dado y el reclutamiento nacional, 2.-) mediante la aplicación de severas medidas disciplinarias dentro de un contexto de estado de excepción y 3.-) el endeudamiento peruano. Así pues, con la máquina de guerra capturada operando en la dirección que Bolívar determinaba se produjo un nuevo Estado gracias a que ejecutó una operación de comparación de la capacidad destructiva existente que permitió la implantación de unos regímenes de violencia y se apropió de forma monopolista de la renta, el sobre trabajo y la moneda apelando a la existencia de una fuerza superior vista como una situación amenazante[51]. La campaña de Ayacucho, en este contexto, se produjo después de un progresivo proceso erosivo material y moral del imperio español.

La victoria de los independentistas en Ayacucho hizo que se extendiera el poder de destrucción de la máquina de guerra contra el Estado realista en todo el espacio geográfico que dominaba. La campaña se desarrolló como una danza de desgaste donde los realistas llevaron la peor parte[52]. Luego del desenlace favorable de la batalla para la causa independentista y la capitulación de las fuerzas realistas, Antonio José de Sucre, nombrado Gran Mariscal de Ayacucho avanzó hacia el sur teniendo a su disposición el ejército más poderoso de Suramérica[53]. En este avance muchos comenzaron a sumarse a la causa independentista a pesar de la existencia de importantes fuerzas realistas que pudieron seguir combatiendo efectivamente.

El desenlace de Ayacucho activo la máquina de guerra contra el Estado español en el Alto Perú desde el mismo momento que importantes unidades militares se avinieron a la capitulación. Otras que se plantearon seriamente combatir se encontraron frente a una fuerza inmensamente superior por lo que también se acogieron a la capitulación y/o se unieron a las fuerzas independentistas o se replegaron manteniéndose leales a monarquía. Estas últimas se concentraron en torno al General Pedro Antonio Olañeta con la intención de ganar tiempo, pero a pesar de unas maniobras infructuosas el proceso de disolución del poder español continuó en la medida en que avanzaron las fuerzas independentistas hasta la propia muerte del general realista en Tumusla que dio punto final al conflicto con la península ibérica.

Con el deterioro de la situación política en el Alto Perú el Mariscal Sucre convocó una asamblea constituyente para que la población decidiera su destino en un contexto donde esta estaba dividida entre realistas, independentistas y de estos últimos los que querían formar parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata y los que querían formar parte de Perú. Aquí observaremos cómo la imposibilidad de capturar la máquina de guerra que se había gestado se constituyó en el germen de la inestabilidad no sólo en el Alto Perú, sino también en el resto de Suramérica. Ya habíamos indicado la situación en las Provincias Unidas del Río de la Plata. En el Alto Perú, después Bolivia, y en Perú la máquina de guerra fue contenida por la fuerte presencia militar colombiana[54]. En la medida en que se fueron retirando estas tropas el fermento de la guerra civil entraría en escena[55].

En Colombia también estaba sucediendo lo propio agregándose además la sombra de la secesión como acaecerá también en las Provincias Unidas del Río de la Plata y más tarde en la región centroamericana. La isomorfía, en este contexto se presentaría a partir de una axiomática que expresaría, siguiendo a Deleuze y Guattari, un mismo plano de inmanencia dado por la forma Estado en sí que se gestó en función de un solo y mismo mercado, por la permanencia de minorías irredentas capaces de desencadenar una máquina de guerra y por dejar un umbral que se expresará como máquina de guerra liberada o desencadenada[56].

4.-     Corolario

La independencia de Hispanoamérica fue un proceso histórico iniciado por una acontecimiento que tuvo su origen en la máquina de guerra que representó la revolución estadounidense y francesa y la posterior invasión napoleónica de la península ibérica que planteó tanto en Europa como en América un conflicto entre los años 1808 y 1825 que tuvo a la libertad en el plano discursivo, pero en el fondo lo que se debatía era el establecimiento de una isomorfía basada en la constitución de un nuevo ordenamiento. Es decir, según Blanco, muchos hispanos europeos y americanos quisieron ser libre dentro del sistema absolutista español, otros quisieron ser libres siguiendo un sistema monárquico liberal con igualdad de estatus político para los criollos americanos y otros pensaron en ser republicanos e independientes de la metrópoli. Estas querencias se produjeron en tiempos diferentes como acontecería en la propia España desde la perspectiva republicana, no obstante, el acontecimiento en sí mismo, siguiendo a Sánchez Caraza, obligó a todos los individuos regidos por el nomos hispánico a asumir una posición política haciendo que el conflicto en los dos continentes asumiera un carácter absoluto e históricamente revolucionario.

Este carácter revolucionario es lo que nos ha permitido introducir los conceptos de máquina de guerra y aparato de captura que a pesar de no haber sido considerado de forma explícita por Thibaud nos ha servido para explicar la inestabilidad política remanente insistimos a los dos lados del océano Atlántico doscientos años después de esos hechos. El problema que se ha presentado usando al efecto los conceptos deleuzoguattariano es que el nuevo Estado no pudo capturar efectivamente la máquina de guerra y esta históricamente se ha dirigido a destruir el orden existente unas veces bajo la figura absolutista que ha trasmutado en la constitución de sistemas totalitarios y otras veces bajo una figura liberal que ha fomentado el fraccionamiento, pero en ambos casos bajo la misma axiomática cuyo estudio nos pudiera ayudar a definir quién ha sido del verdadero antagonista.



[2] Marialsira González Rivas, Licenciada en Biología (UCV) (1990), Magister Scientiarum en Filosofía de la Guerra en la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela (UMBV) (2014) y Doctora en métodos cuantitativos y modelaje de cuencas en la Universidad Paris VI, La Sorbona (1996).

[3] Edgar Blanco Carrero, Capitán de Navío y Doctor en Filosofía (UCV) (2016), Magister Scientiarum en Filosofía y Ciencias Humanas (UCV) (2008), Especialista en Derecho y Política internacionales (UCV) (1994), Especialista en ciencias administrativas (UCV) (1996). Comando y Estado Mayor Naval (1996), Especialista en Política y Estrategia (ESG-Río de Janeiro) (1998). Profesor de Filosofía de la Praxis FHE-UCV, Grupo de Investigación de Evoluciones Metafísicas www.giem.net 

[4] Deleuze, Gilles y Guattari, Felix., Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia. Editorial Pre-Textos 8º éd. Valencia, 2008

[5] Thibaud, Clement, Repúblicas en Armas. Los Ejércitos Bolivarianos en la Guerra de Independencia  en Colombia y Venezuela, Planeta, Institut Français d’Etudes Andines Bogotá-Lima, 2003.

[6] Bracho, Jairo, La Defensa Marítima de la Capitanía General de Venezuela II (1783-1813), INEAI, Caracas, 2005.

[7] Zapatero, José, La Guerra en el Caribe en el siglo XVIII, Servicio Histórico Militar y Museo del Ejército, Madrid, 1990.

[8] Bracho, 55.

[9] Un agenciamiento es “un conjunto de singularidades y de rasgos extraídos de un flujo – seleccionados, organizados, estratificados – a fin de converger (consistencia) artificialmente y naturalmente”. Deleuze, Gilles y Guattari, Felix, 408 y 421.

[10] Deleuze, Gilles y Guattari, Felix, 459.

[11] Blanco, Edgar, “El Nomos de la Tierra y cómo el Sistema de Referencia ha impactado la defensa del territorio venezolano al Occidente del país y la fachada Atlántica”. Caracas. UCV. Trabajo presentado en: I Jornadas sobre Fortificaciones Hispánicas en Venezuela, 2019, https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2019/01/el-nomos-de-la-tierra-y-como-el-sistema.html (Consultado el 13 de febrero de 2020).

[12] Blanco, Edgar, “El Concepto de Revolución de Hannah Arendt y el proceso que dio inicio a la Independencia Venezolana”. CGA. Correo de la Armada. Edición 40° Aniversario, Caracas, 2011.

[13] Arendt, Hannah, Sobre la Revolución, Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid. (T. P. Bravo), 2006.

[14] Ver al respecto: Blanco, Edgar, (2005) “Consideraciones de Orden Estratégico que Enmarcaron el Intento de Francisco de Miranda de Independizar la América del Sur” en Jiménez, Hadelis (Comp.), El Desembarco de la Vela de Coro. Caracas. CGA, 25-26

[15] Sanz, Víctor, Nuevo bosquejo de la Historia de España, Universidad Central de Venezuela, Ediciones de la Biblioteca. Caracas, 2002.

[16] Ver al respecto: Agustín, Sánchez y Almudena, Delgado. (2011). “España y las independencias de sus dominios de ultramar, 1808 – 1823” en: Straka, Tomás, Sánchez, Agustín. y Zeuske, Michael. (Comp.),  Las Independencias de Hispanoamérica, Fundación Empresas Polar, Universidad Católica Andrés Bello, Fundación Konrad Adenauer, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Caracas.

[17] Clausewitz, Carl. On War. Princeton University Press, Princeton (1832), 1989.

[18]Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Archivo del Libertador, en www.archivodellibertador.gob.ve (Consultado el 24 de enero de 2020)

[19] Weber, Max, Economía y Sociedad. Esbozo de Sociología Comprensiva, F.C.E, México, 1994.

[20] Pérez Pardella, Agustín, José de San Martín. El Libertador cabalga. Una biografía Editorial Planeta 3° ed., Buenos Aires, 1998.

[21] Aron, Raymond, Pensar la Guerra, Clausewitz I. La edad europea. Ministerio de Defensa, Madrid, 1993.

[22] “La guerra hoplítica, que libran las ciudades en combates ordenados donde se enfrentan ciudadanos-soldados, se opone clásicamente a las formas más arcaicas de los combates singulares, tal como los describe Homero”. Aquí remite a un autor citado por Deleuze y Guattari, es decir, G. Dumezil, y sugiere complementar los análisis que hacen al respecto. Thibaud, Clement, 108.

[23] Sobre Weber, 202 y Thibaud, 300.

[24] Deleuze, Gilles y Guattari, Felix, 452.

[25] Sobre la potencia de apropiación ver: Deleuze, Gilles y Guattari, Felix, 444.

[26] Según la Real Academia de la Lengua una mesnada es una agrupación de “gente de armas que antiguamente servía bajo el mando del rey o de un ricohombre o caballero principal”. Por otra parte, ver Thibaud, Clement, 202.

[27] Thibaud, Clement, 204.

[28] Thibaud, Clement, 282.

[29] Ver al respecto: Tiébault, Charles, Manual General del Servicio de los Estados Mayores Generales y Divisionarios, en los Ejércitos, Ministerio de la Defensa, Edición facsímil, Caracas (1973).

[30] Thibaud, Clement, 311

[31] Schmitt, Carl, Teología Política. Editorial Trotta, Madrid, 2009.

[32]Sánchez Caraza, Manuel, “La Campaña de Ayacucho como fundamento de la Unidad Suramericana”, MSc diss., Universidad de Buenos Aires, 2018, 185.

[33]Ruiz Moreno, Isidoro, Campañas militares argentinas. La política y la guerra. del Virreinato al Pacto Federal, Editorial emecé, Buenos Aires, 2012.

[34] García Camba, Andrés, Memorias del General García Camba. Para la Historia de las Armas Españolas en el Perú 1809-1821, Editorial América, Madrid, 1916, Pérez Pardella, Agustín, 95-97, Huergo, Martín, (2005). “General Don Martín Miguel de Güemes: Conductor Militar”. Colegio Militar. Revista Digital Universitaria Año 3 Número 10. Buenos Aires, 2005, 15 p en http://www.rediu.colegiomilitar.mil.ar/pdf/ReDiU_0310_art3-Guemes.pdf (Consultado el 12 de febrero de 2020) y Rolando, Pedro, “La Guerra Gaucha en la visión de los vencidos: La Serna - García Camba – Pezuela – Torata – Miller”, Colegio Militar. Revista Digital Universitaria Año 15 Número 42, Buenos Aires, 2017, 20 en http://www.rediu.colegiomilitar.mil.ar/pdf/ReDiU_1542_art3-La%20Guerra%20Gaucha%20en%20la%20visi%C3%B3n%20de%20los%20vencidos.pdf  (Consultado en 09 de febrero de 2020).

[35] Hay que tener presente que la guerra hasta la regularización se rigió según el decreto de guerra a muerte pronunciado por Bolívar en el año 1813 generando contemporáneamente una situación similar a la Guerra Gaucha.

[36] Ver al respecto: Mazzeo, Cristina, Las Vicisitudes de la Guerra de la Independencia del Perú 1817-1824. Instituto Riva-Agüero N° 201, Lima, 2003..

[37] Ver al respecto: Anna, Timothy, La Caída del Gobierno Español en el Perú. El Dilema de la Independencia, IEP, Lima, 2003.

[38] García Camba, Andrés, 307 y Pérez Pardella, Agustín, 236.

[39] García Camba, Andrés, 493.

[40] Mazzeo, Cristina, 55.

[41] Sanchez Caraza, 75.

[42] García Camba, Andrés, 513.

[43] En principio la presidencia en Perú fue asumida por José de la Riva Agüero quien tomó el poder luego de lo que se conoce como Motín de Balconcillo deponiéndose a la junta gubernativa nombrada por el congreso constituyente convocado por San Martín. Después, él sería depuesto del cargo asumiéndolo José Bernardo de Tagle y Portocarrero. Ver al respecto: Anna, Timothy, 39 y Ayala, Agustín, “El Ayacucho descrito por Madariaga no es el Ayacucho de Sucre”, Ministerio de la Defensa y Sociedad Bolivariana de Venezuela N° 5. Caracas, 1976, 01-46.

[44]López, Eleazar, Sucre. Síntesis de su vida militar, Fuerzas Armadas de Cooperación, Caracas, 1993, 124 p y Valdez, José. Conde de Torata, Refutación que hace el Mariscal de Campo Don Jerónimo Valdés del manifiesto que el Teniente General Don Joaquín de la Pezuela imprimió en 1821 a su regreso del Perú, Imprenta de Minuesa de los Ríos, Madrid, 1895.

[45] Sánchez Caraza, Manuel, 95

[46] Sánchez Caraza, Manuel, 97

[47]Sánchez Caraza, Manuel, 105.

[48] Aron, Raymond, 181-183.

[49] Deleuze, Gilles y Guattari, Felix, 416.

[50] Sánchez Caraza, Manuel, 75.

[51] Deleuze, Gilles y Guattari, Felix, 407.

[52] Valdés, José, III, 35, Cortegana, José. y de la Haza, Manuel, Historia de las Batallas de Junín y Ayacucho, Milla Batres Editorial, Lima, 1974, 57; Ayala, Agustín, 42-44, López, Manuel Antonio, Recuerdos Históricos de la Guerra de Independencia, Forda y Lombana, 2° ed. Bogotá, 1889, https://archive.org/stream/recuerdoshistr00lp/recuerdoshistr00lp_djvu.txt (Consultado el: 14 de abril de 2020), Academia Militar de Venezuela (AMV) Manual de Historia Militar IV. Caracas. División Académica, 1981, Luqui-Lagleyse, Julio, Ayacucho. El ocaso del Imperio Español. Buenos Aires. Editorial Planeta. 2008.

[53] Ver al respecto: O’Leary, José Prudencio Memorias del General O´Leary. Tomos XX-XXIII. Caracas. Edición facsimilar. Ministerio de la Defensa. 1981, Sucre, Antonio José De mi propia mano. 2° ed., Fundación Biblioteca Ayacucho, Caracas, 2009 y Andrade. Luis, “Sucre: Soldado de la Independencia”. En Ayala, E (Ed.). Sucre. Soldado y Estadista. 2° ed. Quito. Corporación Editorial Nacional, 2009, 33- 52.

[54] López, Manuel, 220-222.

[55] López, Manuel, 455

[56] Deleuze, Gilles y Guattari, Felix, 466-476.