domingo, 19 de junio de 2016

LA RACIONALIDAD EN ACUDIR A LA GUERRA


 


Generalmente, cuando se piensa en la racionalidad para acudir a la guerra se tiene en mente a Clausewitz, pero por tratarse de racionalidad es mejor observar este tema precisando qué vamos a entender por racionalidad. A tal efecto vamos a considerar esta como la acción racional con respecto a fines que implica valernos de los valores veritativos de verdad, método y justificación[2]. Estos valores de naturaleza eminentemente cartesiana persiguieron alcanzar seguridad, certeza que justificara aseveraciones, es decir, hacer que un objeto que tiene un significado para nosotros sea un objeto cierto para todos. La racionalización consecuentemente, corresponde a la ampliación de los criterios de racionalidad.

La verdad pareciera estar relacionada con la certeza, la creencia de que la guerra es un estado / acto que permite en cualquier caso deliberadamente calculado alcanzar fines específicos en sentido clausewitziano. El método es el que permite llevar las ideas a la acción, adecuando medios a fines alcanzar la certeza esperada. Esto es lo que en principio puede ser entendido como estrategia. La justificación es lo que permitió validar el acto de guerra desde el punto de vista cualitativo, pero que hoy pareciera revestir un carácter ético-moral. Es más o menos remontar la historia de este concepto desde Santo Tomás de Aquino y Baltasar Ayala hasta John Rawls.  

La guerra en este contexto es una mediación, es el estado a través del cual se decide pasar para alcanzar el fin que se haya establecido, por lo cual se puede afirmar que la guerra es un estado y un acto equiparable al concepto de seguridad, más aún si se considera que para algunos países la seguridad está centrada en la defensa.

Esta idea del estado y del acto no es original, fue enunciada por Hobbes, padre del contractualismo político y la importancia de su mención radica en el hecho que logra justificar el estado de guerra o mejor dicho el estado de la naturaleza eliminando el estado de guerra entre los hombres mediante una ficción basada en la cesión del derecho natural de cada ser para perseverar en su propia existencia, permitiendo explicar el estado de guerra interestatal. Pero la idea de estado remite a la idea de cambio, porque lo que se persigue es un cambio de estado, es decir, tal como decía el general Fuller (1984) “el fin de la guerra es una paz ventajosa”.

El otro aspecto que es conveniente tomar de Hobbes (1651/1989) es la noción de temporalidad presente en su concepto de guerra. Al afirmar que la guerra no consiste solamente en el acto de luchar sino que es un periodo en que la voluntad de confrontación violenta es suficientemente declarada, está afirmando que la única forma de paz es contractual y el hecho que no se combata no significa que se esté en paz.

Consecuentemente, cuando se decide racionalmente asumir la mediación de la guerra para obtener fines, lo que se está buscando es intervenir el tiempo para producir el cambio de estado de manera más rápida. La guerra contiene el cambio y al contener lo que es y lo que será en términos de objetivación lo que se está buscando incluir la contradicción en un proceso diseñado sistémicamente. La guerra como un estado contiene la contradicción, la oposición, la diferencia. Por este motivo el profesor Frischknechst (1995) afirmó que el proceso estratégico es un proceso de ensayo y error. La explicación es que la lógica de la guerra es la política y la única manera de entender la racionalidad en acudir en la guerra es partiendo de una abstracción que como se demostrará parte de lo que Kant entendía como realidad esencial (wirklichkeit). Clausewitz (1832/1989) que entendió esto hizo la distinción entre guerras reales e ideales para poder sustentar el marco conceptual de su obra[3].

La oposición, la diferencia que aquí se refiere no sólo abarca a los bandos oponentes, también está presente en un mismo bando y en los propios individuos debido a que lo que está subyacente es la idea de cambio y la velocidad e intensidad en que se quiere hacerlo. La paradoja es que mientras a este estado nosotros lo llamamos guerra, conflicto, etc., por la idea de la separación los romanos a estas ideas le daban otro sentido: la mismidad. El conflicto es lo mismo porque contiene la diferencia que está en un individuo, una comunidad y entre comunidades.

Entonces interpretar el concepto de guerra o conflicto desde la mismidad sería entonces como considerar la paz como una forma de entender el conflicto, el cambio y no la negación de estos procesos. La guerra sería como un cambio que se produce y se percibe de manera más acelerada y su percepción coloca a esta en el plano de la conciencia. De estas interpretaciones nacen las creencias y el escepticismo que de estas se derivan. Partiendo de estas premisas vamos a examinar la racionalidad para acudir a la guerra partiendo de los valores veritativos para constatar su consistencia y demostrar así que esta racionalidad está limitada no por el acto en si mismo sino por el escepticismo que esta mediación ha producido. Para ello empezaremos por el método debido a que este evidencia el sentido de intencionalidad, la verdad o la certeza de alcanzar aquello que se ha deseado pasional o racionalmente y por la justificación.

El MÉTODO


Con respecto al método podemos afirmar que Jean Guitton (1972) realizó un libro que se llama el Pensamiento y la Guerra una recopilación de Conferencias dictadas en la Escuela Superior de Guerra en Francia. En estas sus reflexiones indicaba el cambio radical que estaba sufriendo el fenómeno guerra por efectos de la disuasión Nuclear. El cambio a que se refería implicaba el traslado de la guerra a un campo muy poco conocido: la Mente, la conciencia. La pregunta ahora es saber si ese cambio realmente se ha producido. Creo que desde el punto de vista humano no se ha operado un cambio, más bien se ha reconocido que ha cambiado el campo de batalla.

Desde la conciencia es que se produjeron estos conceptos de método, verdad y justificación. Desde la perspectiva metodológica, hay un proceso de pensamiento para determinar un objetivo y cómo alcanzarlo y hay un proceso de pensamiento y acción en el proceso de alcanzar lo que se ha determinado. Estos dos procesos son conocidos como ‘estrategia’ (στρατηγία), es decir, es una actividad relacionada con el conductor en la guerra y ha sido asociada con las expresiones engaño, astucia y maniobra militar. Este paso del ser-estratégico a la actividad estratégica hizo que esta actividad pudiese ser objetivada, es decir, racionalizada y como tal estudiada en tanto que actividad y en tanto que posibilidad de ser adquirida la capacidad para ejecutar esta actividad, con un fin determinado. La táctica (τακτική), consecuentemente, refiere, entre otras cosas, ‘arte que enseña a poner en orden las cosas’, ‘procedimiento para ejecutar una acción o conseguir un objetivo’, ‘habilidad o tacto para aplicar ese procedimiento’, ‘arte de disponer y mover, para el combate, los elementos bélicos, según los planes de la estrategia’.

Con esta diferenciación nos planteamos los interrogantes: ¿Qué es pensar estratégicamente?, ¿hay una diferencia sustantiva entre estrategia y táctica desde el punto de vista metodológico? En el campo de la estrategia está subyacente la relación pensar-hacer, es decir, la adecuación medios-fines en donde la racionalidad está en los medios y en los fines. Por ello, vamos a examinar qué se entiende cuando se menciona la palabra ‘estrategia’, porque para unos es considerada como una ciencia y para otros un arte.

Como ciencia la estrategia entendida ontológicamente pareciera ser un proceso de llevar las ideas a la acción tal como lo expresan Frischknecht y otros pensadores.  Pero digo ciencia entendida ontológicamente porque desde el punto de vista etimológico, episteme (ἐπιστήμη), denotaba conocimiento. Así pues, conocimiento puede ser entendido en este caso como el saber que, en un espíritu eminentemente Kantiano, permite la adecuación de medios a fines para hacer y alcanzar algo.

Cuando nos referimos a Kant (1781/1993) lo primero que viene a la mente son los juicios sintéticos a priori, las hipótesis, los pronósticos, las proyecciones etc. También la razón práctica en la voluntad (1788/2003) y la facultad de juzgar entendida desde una perspectiva teleológica (1790/2005). Tanto la razón pura como la razón práctica se expresan en el lenguaje. Cuando estamos hablando de lenguaje estamos hablando de estructuras lógicas.  De la lógica del Primer Orden del lenguaje científico, que se ha extendido mediante un proceso paulatino y sostenido de racionalización que ha abarcado el quehacer estratégico, al Campo de Ares.

La estrategia en términos epistémicos se basa en esta estructura del lenguaje. Con ello se puede afirmar que cuando hablamos de la estrategia, estamos hablando de algo que es predecible no desde las perspectivas del pensar y del hacer  sino de la perspectiva  del pensar mismo. Estamos hablando de un proceso deductivo donde solo están interviniendo como factores variables la voluntad y el tiempo. Esta afirmación es sostenida no sólo por el hecho que estamos viviendo en un contexto globalizador signado en la racionalidad, la sociedad de la información, sino por el tipo de enfrentamiento que hoy en día estamos presenciando. La voluntad es entendida en el sentido clausewitziano del término y el tiempo no es entendido en sentido aristotélico únicamente, puesto que este con la técnica ha sido Racionalizado, más bien el tiempo se está entendiendo dentro de la misma estructura del ser que ha hecho que la conciencia se haya convertido en un campo de batalla.

Esta manera de pensar racional es producto de un proceso sistemático de racionalización iniciado por Hobbes, Descartes y Kant que pareciera hoy día estar encontrando resistencia desde el punto de vista político[4]. De ahí la importancia del pensamiento de Spinoza, Bergson y Heidegger quienes le han dado al concepto de tiempo otra connotación y le ha permitido a otros autores como Deleuze y Guattari y Negri pensar la guerra desde otra perspectiva[5]. La base lógica de esta racionalización la estableció Alfred Tarski al afirmar que A=A Û A=A con lo cual se fundamentó un criterio de verdad en las ciencias[6]. Contemporáneamente con este autor, Kurt Gödel estableció un teorema  que indicaba  que el universo de la verdad es superior a la capacidad de nosotros para aprehenderla tanto desde las perspectivas de la razón pura como de la razón práctica (Omnès, 1995)[7].

 Así pues, la estrategia se atiene a un método, es decir, a una τεχνη (technē) que indica cómo se debe pensar así como existe una técnica para el hacer. Si la técnica se condiciona a los medios cualquier acción pensada puede ser predicha. Este condicionamiento opera también desde el punto de vista moral. En la actualidad la limitación orbita en torno a la defensa de los derechos humanos y si se considera desde una manera más extendida a la sujeción a lo que se conoce como derecho de la guerra o derecho humanitario bélico, se puede observar las normas en otro ángulo de acción política.

Desde la perspectiva de la facultad de juzgar teleológica también existe una sujeción si se considera que el juzgar a priori como posibilitador de una capacidad creativa innata está condicionado a modelos reales e ideales preconfigurados dentro de una realidad determinada[8]. De ahí la necesidad de salir de estos marcos de racionalidad como un modo de pensar y hacer que eventualmente permita crear nuevas formas de racionalidad.

Originalmente nosotros hablamos de A=A es decir, estrategia es el arte concebir, estrategia es cualquier secuencia meditada con anticipación de decisiones puntuales que trae un propósito especificado etc., o sea estrategia es estrategia si solo si estrategia es estrategia, pero fíjense en estas definiciones se observan diferencias ¿A qué obedecen estas diferencias? Podríamos afirmar que a la estructura de acción de cada individuo, de cada grupo y de cada Estado basada en costumbre. Esta acotación en el contexto actual signado por la Guerra contra el Terrorismo, es decir, un conflicto global donde los Estados le hacen la guerra a individuos que pueden amenazar el orden global, indica que se ha producido un solapamiento de los conceptos de estrategia y táctica desde el mismo momento que un individuo puede causar un daño similar al que puede realizar un Estado. Si un grupo de individuos se asocian en una estructura política diferente a un Estado podríamos afirmar la existencia de una forma de producción de conocimientos basada en la cooperación. Esta cooperación apunta a la estructuración de organizaciones inteligentes. Esto es lo que se podría denominar epistemología social. La epistemología social es una forma de saber de alcance grupal que preserva la individualidad y fomenta la cooperación[9]. Ello explica el concepto de enjambre desarrollado a partir de la tesis de Arquilla y Ronfeldt (2000) realizado por Hardt y Negri (2004)[10]. Esta estructura de acción es un pensar-hacer individual-colectivo que siendo idénticos contienen diferencias, que como vimos históricamente se han sintetizados en un proceso de racionalización, es decir, se ha tomado lo que identifica y se ha desechado la diferencia y lo que identifica es lo que nos ha hecho “Racionales” o mejor dicho predecibles, por lo que el conflicto se está presentando entre dos formas de racionalidad: una convencional determinada por la racionalidad construida en la modernidad y otra que es vista como caótica.

En estas circunstancias, el cálculo o sea la adecuación o el paso de las ideas a la acción son elementos inherentes a la lógica formal y estas según Gödel sólo nos dice una parte de la realidad determinada por la forma de racionalidad antes indicada. Lo que está más allá es el modo como se está realizando la guerra hoy en día. Con ello se quiere afirmar que lo que ha ocurrido es una ruptura epistemológica y praxeológica puesto que la realidad nos esta desbordando. Sólo basta reflexionar acerca de la denominada Guerra contra el Terrorismo.

JUSTIFICACIÓN

Desde el punto de vista de la justificación, la guerra se topó desde inicios de la edad media con el concepto de “guerra justa” gracias al pensamiento de San Agustín. Este fue un intento por justificar o legitimar algo que no fue un bien en si, pero necesario para la conquista y colonización violenta que se realizó en la edad media y la edad moderna. Posteriormente, Tomás de Aquino estableció que los requisitos para que una guerra sea declarada justa son: un fin puramente pacífico sin odios ni ambiciones, causa justa, declaración de guerra por autoridad legítima, y prohibición de toda mentira. Pero como este concepto no aclaraba que era lo que se consideraba una guerra justa, fue necesario establecer otro que evitara pronunciarse sobre la difícil cuestión de saber quién tenía la razón en la guerra (blanco, 2016). La primera aproximación sobre este asunto la hizo Baltasar Ayala quien consiguió diferenciar entre las guerras que corresponden a la confrontación entre dos Estados soberanos calificados cada uno de ellos de "iustus hosti" y las "guerras civiles" y "demás persecuciones penales y supresión de bandidos, rebeldes y piratas"[11]. El uso de la palabra "justo" en el sentido de la "guerra justa" fue entendido entonces como "ajustado a la forma". Por esta razón, este pensador español expresó lo siguiente:

a)    “la guerra en el sentido justo” hay que desviarla de la justicia material, de la causa justa, hacia “las cualidades formales de una guerra jurídico pública, es decir, interestatales”. Es esta la cuestión fundamental: “la guerra ha de ser pública en ambos lados”. No puede admitirse las “guerras privadas” (ámbito en el que tendría cabida los “principios éticos” de negación de las “guerras”).
b)    “la guerra justa” es la que se produce entre “enemigos justos”. Y "enemigo" es el iustus hostis, el soberano estatal en paridad e igualdad con el estado beligerante, aunque éste no tenga "causa justa" para la guerra, en el sentido moral, ya que se cumple sencillamente con ser un “estado soberano”.
c)    la decisión sobre "si existe o no una causa justa le corresponde exclusivamente a cada soberano estatal".

Estos conceptos emitidos por Baltasar Ayala formaron partes del orden instituido en Westfalia, pasando a ser principios de derecho internacional. Pero hay que adelantar que estos principios hoy en día están en cuestión porque esta justicia no está dada por la cualidad sino por la capacidad en hacer la guerra. de ahí que hayan resurgido las guerras privadas.

Para dar mayor complejidad a lo antes indicado, varios siglos después Kant (1797/2008) introdujo involuntariamente la categoría política del "enemigo injusto" rompiendo con ello la "igualdad formal" entre Estados beligerantes.  Este pensador alemán entendió lo "justo" como "moralmente" bueno, y lo "injusto" como "malo". Esta calificación no contribuyó a una paz perpetua como en su momento propuso (1795/2002)[12], sino a un perpetuo estado de la naturaleza interestatal tal como pareciera evidenciarse hoy en día. En este sentido, él posibilitó la introducción de las "guerras" contra un "enemigo" que es considerado peor que un "criminal" dando lugar a la posibilidad de desatar conflictos por causas morales con las complicaciones que lo moral trae consigo.

Las instituciones creadas luego de 1945 incluyendo la arquitectura normativa de los DD.HH. pareciera haber generado las condiciones para hablar de una moral internacional en statu nascendi y se dice pareciera porque los que efectivamente ha sucedido es que esta estructura aun responde a una forma de dominación producto del proceso de racionalización de Occidente que ha evolucionado desde la Paz de Westfalia en el año 1648 y que hoy día ha seguido su curso a pesar de la crisis de legitimidad que hoy sufre dicho proceso en todos los ámbitos del quehacer humano.

Al tener los DD.HH. un carácter universal, su defensa pareciera adquirir un carácter globalizante, racionalizador, no sólo en el sentido que el acto de defensa en si se puede realizar en nombre de la humanidad en cualquier parte del globo, sino que también esta defensa se puede realizar por cualquier humano. Al defender DD.HH. en esencia se está defendiendo a un Ser que es expresión de humanidad, y esta defensa pareciera justificar un acto racional de guerra. Esto pareciera ser la esencia de la propuesta política de autores contemporáneos como J. Rawls y M. Walzer. Las obras de estos autores buscan justificar la actual política exterior estadounidense, desde una perspectiva moral, aún cuando hoy día todavía se hace difícil hablar de una moral internacional a no ser que sea sólo desde una perspectiva contractual, de ahí la vigencia de tesis de Hobbes y Kant.

Rawls (1999) afirmó que “si los crimenes contra los derechos humanos son de relevancia excepcional y la sociedad permanece insensible a la imposición de sanciones,  una intervención armada en defensa de los derechos humanos resultaría aceptable y eventualmente necesaria”. Con ello se reconoce la existencia de “enemigos injustos” en las relaciones internacionales, se acepta que la violación de derechos humanos son un casus belli y se legitima la ingerencia en otros Estados en caso de violaciones graves de los derechos humanos. El enemigo injusto, en este contexto, lo constituiría la clase dirigente de un Estado fuera de Ley que se resiste a aceptar las pautas establecidas por la razón, o sea por el contrato social al cual se ha adherido desde el punto de vista interno y externo. Walzer (2011) yendo más allá ha afirmado que una intervención militar podría realizarse, como un acto humanitario realizado de forma caritativa para ayudar a la población de un país afectada por los abusos de un regimen tiránico. Esta caridad estaría condicionada a unos principios a ser aplicados como aceptar la autodeterminación, ser realizada a pedido de una población indefensa y no ofender la dignidad de la población. Aunque reconoce el autor que es sólo una propuesta que debe ser revisada, esta sirve para explicar la intervención en Libia aunque no sus consecuencias[13].

Las tesis contractualistas en cierta forma buscan sostener el orden westfaliano para que los cambios produzcan racionalmente “una paz ventajosa”, sobre todo para los defensores de dicho orden. De ahí el porque hoy día se ha logrado una legislación antiterrorista en el marco de la ONU y las operaciones militares de EE.UU. y sus aliados pueden ser entendidas desde una perspectiva policial a escala global. La paradoja que se presenta es que ésta es una manera de continuar el proceso racionalizador con otros medios quebrando las pautas del Estado racional westfaliano recurriéndose sólo a la guerra en caso de que se encuentre resistencia a este proceso. Los intentos de democratización en Irak, Afganistán, Libia y Siria son algunos ejemplos a tener en consideración.

Al plantearse la guerra desde una perspectiva moral-racional, dentro de un contexto signado por la denominada globalización, hemos entrado en un nuevo estado de la naturaleza donde están en juego las diversas perspectivas de lo que se entiende por moral, es decir, por vida buena y la reflexión de lo que se entiende por ella. En estas circunstancias desde la estructura westfaliana pasa a ser malo todo aquello que no se corresponda con esa visión particular occidental del mundo, siendo susceptible de ser suprimido, aniquilado o subyugado. Es lo que Clausewitz denominó Guerras Ideales. Dentro de este marco entran los movimientos antiwestfalianos islámicos y marxistas actualmente activos en el mundo.

Clausewitz caracterizó a las guerras como reales (las que hacían los príncipes) e ideales (las de la revolución y el imperio). Estas últimas para él han sido rarezas en la historia, pero las ideologías parecieran haber convertido a las guerras ideales en reales y vigentes: Lázaro Carnot, Lenin y Mao Zedong pueden dar fe de ello, así como la racionalidad entendida como visión del mundo que de ellos ha surgido. Esta realidad permite afirmar, en primer lugar, que las guerras que orbitan en torno al cuestionamiento o no del orden westfaliano están planteadas en términos absolutos y, en segundo lugar, que las guerras que ocurren dentro de la esfera de influencia de Occidente son civiles o policiales.

La racionalización basada en la adecuación medios-fines debe ser entonces entendida como un proceso revolucionario si se entiende que persigue revertir el orden westfaliano, pero en este contexto es muy difícil justificar racionalmente un acto de guerra cuando la racionalidad, entendida como ciencia y técnica, ha pasado a ser un fin en si misma. Un fin que puede justificar una guerra contra el mal solo para implantar una única manera de ver el mundo. Esta es la naturaleza de la crisis que estamos viviendo: aceptar o no una verdad que proviene desde afuera.

VERDAD

La certeza puede ser visualizada desde dos puntos de vista convergentes: primero, la creencia de que el uso de la fuerza puede ser el camino para la obtención de un fin y segundo que la certeza de que si adecuo medios a fines, si se pasa ideas preconcebidas a la acción, podríamos alcanzar el objeto que nos hayamos propuestos por intermedio de esa mediación, es decir, una paz ventajosa. En este sentido se puede afirmar que no hay ninguna diferencia entre objeto y creencia cuando se define un objeto a ser conocido o alcanzado en base a la creencia y la fe de que se puede conocer o alcanzar. La diferencia está en el método que define el objeto y en la fe en que este puede servir para alcanzar el fin propuesto (Blanco, 2016).

Teniendo esto presente, al haberse prohibido el uso de la fuerza como un medio para alcanzar fines en el ámbito internacional el problema de seguridad para una entidad política queda circunscrito a la defensa: de establecer de QUÉ (que implica los medios disponibles para la guerra) y de QUIÉN. Por citar un ejemplo, el concepto de defensa de EE.UU. pasó del quién al qué y ese paso que expresa un supremo acto de racionalidad muestra también una pretensión: todos somos sus potenciales enemigos si nos ajustamos a un patrón “no-racional”. Esto es lo que Deleuze y Guattari (1991/2005) señalan como establecimiento de un plano de referencia. También, como hemos indicado gracias al Teorema de Gödel, señala las limitaciones del método científico aplicado a la guerra y la política.

El QUÉ muestra la realidad como dato y como proceso. El QUÉ nos dice el carácter existencial de la guerra y su posibilidad. El fundamento de esa racionalidad nos lo expresó, por una parte, el General Moshe Dayan: “no seremos los primeros, pero tampoco los últimos en usar armas nucleares”. Dicho de otras maneras, si vamos a morir, vamos a morir todos. Por otra parte, Qiao y Wang (1999) en su obra Unrestricted Warfare señalaron que en un contexto existencial era inútil hacer la guerra dentro de un marco de racionalidad debido a que la relación recíproca se circunscribe a escalar en el empleo de la fuerza hasta llegar a la guerra absoluta en sentido clausewitziano y por ende existencial. Por ello propusieron hacer la guerra más allá de todo esquema de racionalidad usando al efecto cualquier medio que pueda ser convertido en arma. Para ello hay que tener presente que un arma es un medio que puede ser usado para amenazar o producir un daño (Blanco, 2016).

Por último hay que examinar la racionalidad de la guerra desde la perspectiva de QUIÉN decide o QUIÉN cree que es posible alcanzar algo siguiendo ese camino. La racionalidad hasta aquí la habíamos abordado desde el Estado. El problema se presenta ahora cuando otras entidades políticas hacen la guerra con o contra el Estado o viceversa, como hoy día está aconteciendo con la guerra contra el terrorismo. En un conflicto entre Estados el criterio de verdad como se indicó estaba basado en el control del tiempo y del espacio. Pero en un conflicto entre un Estado contra una entidad política que no es un Estado tal como hoy en día se reconoce, la racionalidad ha dado paso a la razonabilidad, es decir, una combinación de ética y certeza. Visto desde la entidad política que no es un Estado el criterio es la fe. Esto nos hace volver a la fe como modo de alcanzar certeza.

La razonabilidad está sustentada en un acto de fe, que para algunos está movido por la confianza y para otros por la desconfianza llevada a niveles de angustia existencial. El desequilibrio entre confianza y desconfianza produjo la Primera y Segunda Guerra Mundial. El equilibrio inestable que se produjo a posteriori evitó una guerra mundial entre el año 1945 y 1989 y posibilitó otro estado de guerra a partir del año 1991. La posibilidad de uso de armas nucleares y de otras armas de destrucción masiva no sólo ha sido considerada sino que también hoy está presente. Estamos hablando de guerra en sentido ideal y ello no se corresponde con un criterio de verdad basado en la certeza sino en las fallas que se presentaron en construir el sistema de referencias sobre los cuales se sustentó esa verdad. La guerra global actual se basa en el intento o aceptación acerca de la implantación de un plano de referencia sobre el cual se pueda erigir un criterio de verdad.

La pregunta ahora es si se va a mantener este criterio y la respuesta, validada por la historia es afirmativa, pero este referente deja también a la creencia sin fundamento. En este sentido ¿Cómo es posible sustentar una creencia si el problema, desde el Estado, ha estado centrado en una racionalidad que esencialmente es deductiva cuando estamos confrontados a un problema de elección basado en un plano de referencia impuesto? ¿Cómo es posible que un ser, en su singularidad, pueda perseverar en su propia existencia cuando se le impone un plano de referencia, una realidad, que le impide desarrollar su potencia? Creemos que cuando la humanidad pierda su condición y actue como un rebaño.

Ahora la defensa como acto en si pareciera asegurar un cierto grado de existencia, ello valida la máxima CI VIS PACEM PARABELLUM, no desde la perspectiva del Estado porque el criterio de racionalidad no es capaz de dar cuenta para satisfacer sus propias necesidades ni la de los seres que aglutina. Estamos en un punto en que cada ser en su singularidad debe obrar por su propia supervivencia como modo de crear las condiciones de posibilidad de construir un nuevo espacio político. El cuestionamiento por diferentes modos a la racionalidad sobre la cual ha orbitado el modo con que los Estados han hecho la guerra hasta el presente es otra manera de indicarnos que estamos viviendo una guerra civil de alcance global.

CONCLUSIONES

Como hemos observado los valores veritativos mencionados al inicio de esta disertación más que validar la racionalidad para usar la guerra como medio para obtener fines, la cuestiona porque la realidad ha demostrado incluso desde el colapso soviético que la tendencia actual apunta a la idealidad, es decir, a aquella idealidad que Clausewitz observó en las guerras de la revolución y el imperio y que consideró excepcional y no deseable. Esta idealidad hoy en día le da a la guerra un carácter absoluto y ontológico y explica el carácter civil del actual conflicto global.

Alguien dijo por ahí que “los sueños de la razón generan monstruos” y el escepticismo que esta situación despierta no sólo se evidencia en el hecho que estemos reflexionando sobre este problema, sino en el hecho que la humanidad está en estado de guerra, en la guerra contra el terrorismo, es decir, en la guerra de los que impusieron este orden internacional y están actuando consecuentemente para mantenerlo. Y así como las fallas de la razón en establecer un plano de referencia que permita alcanzar fines políticos de alcance global no han podido validar el camino de la guerra, los actos de defensa que se manifiestan de diversas formas en un contexto en que la guerra ha cambiado su naturaleza tanto desde el punto de vista individual, grupal y estatal es lo que podría darle a la humanidad las herramientas para reconstruir un nuevo espacio político desde una perspectiva metafísica.
 
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[1] Esta fue originalmente una conferencia realizada en la Escuela Superior de Guerra Naval en Caracas en el año 2005.
[2] Al respecto ver: Albujas (2004).
[3] Ver al respecto: Blanco (2007) De la Guerra y la Paz: Una perspectiva Hermenéutica.
[4] Sobre la influencia de Hobbes y Descartes en el pensamiento de Kant, ver: Astorga (1999).
[5] Sobre Negri (1997), ver al respecto La Costituzione del tempo. Prolegomini. Orologi del capitale e liberazione comunista.
: Blanco (2016).
[6] Ver al respecto: Badesa et alii (1998)
[7] Ver también: Baceta (2004).
[8] Ver al respecto: Habermas (1991).
[9] Ver al respecto: Marsh y Onof (2007).
[10] Ver al respecto: Blanco (2016).
[11] Antes de este pensador español Francisco de Vitoria y Alberico Gentili buscaron quitarle a la guerra la carga moral y darle un carácter racional. Posterior a Ayala lo hicieron Suarez, Grocio y Pufendorf. Ver al respecto: Blanco (2016).
[12] Como se sabe, esta fue la visión federalista de Kant. Su visión cosmopolita, mucho anterior puede observarse en: Filosofía de la Historia (Kant, 1784/2002).
[13] Ibíd.

domingo, 8 de mayo de 2016

ONTOLOGÍA DE LA GUERRA: CRÍTICA AL CONCEPTO DE GUERRA EN HARDT Y NEGRI



Esta exposición que va a tratar sobre la ONTOLOGÍA DE LA GUERRA: CRÍTICA AL CONCEPTO DE GUERRA DE HARDT Y NEGRI se va a regir por el siguiente orden: introducción, justificación, situación problemática, objetivos, camino seguido durante la investigación, crítica y reflexión final.
La guerra es una expresión de nuestra condición humana. Pareciera ser la reproducción de las fuerzas de destrucción y creación de la naturaleza bajo la creencia de que es posible hacerlo de forma controlada. En lo personal he sido formado para la guerra y mi experiencia militar estuvo relacionada tanto con la guerra regular entre Estados como con la irregular contra grupos subversivos que operaban en la frontera venezolana. Esta formación y experiencia me llevó al estudio de la filosofía de la guerra y su estrategia. Tratar de comprender la guerra me condujo, en el año 2007 a la realización de un estudio de la obra de Clausewitz que se denominó De la Guerra y la Paz: Una Perspectiva Hermenéutica. El examen de la obra de este pensador alemán me permitió detectar unas líneas potenciales de investigación. Estas inquietudes me condujeron a considerar la posibilidad de examinar el pensamiento de Michael Hardt y Antonio Negri (HyN) acerca de la guerra debido a que el estudio de este fenómeno ha sido un tema importante en sus investigaciones y asumí como reto comprender sus reflexiones a pesar de la dificultad que comporta examinar el pensamiento de dos autores que aún están activos en su producción intelectual.
Estos autores hicieron una exégesis de la guerra en su obra Multitude: War and Democracy in the Age of Empire para considerar de una manera diferente un fenómeno que convencionalmente ha sido entendido de forma clausewitziana, es decir, como la continuación de la política con otros medios expresada en un enfrentamiento violento y cruento, tiene como propósito compeler a un adversario a acatar nuestra voluntad. El modo como ellos entienden la guerra se sintetiza en la expresión hacer la guerra contra la guerra. Esta expresión sirve para indicar que éste fenómeno había adquirido un carácter ontológico y absoluto, planteando la necesidad de “…destruir el régimen de violencia que perpetúa el estado de guerra y sustenta los sistemas de desigualdad y opresión” mediante un nuevo método basado en la resistencia, el Éxodo y el vaciamiento de la estructura de poder del Estado que sería realizado por una Multitud conformada por singularidades que actúan en común para alcanzar un objetivo político orientado a la instauración de una democracia de talante spinozista. 
Con este foco y teniendo presente que la obra de ambos autores aborda una serie de temáticas dignas de examen y discusión, me propuse buscar los orígenes de la expresión guerra contra la guerra. Así pues, me encontré que esta expresión fue usada a principios del siglo XX por Miguel de Unamuno para alertar sobre los riesgos de una confrontación bélica en Europa. Ahora bien, si nos vamos al momento de la popularización de esta expresión, hay que recordar a Ernst Friedrich quién en el año 1925 publicó un libro de fotografías sobre el tema (krieg dem kriege). El uso generalizado de esta expresión se acentuó a finales de los años veinte, primeramente con los trabajos artísticos de Kollwitz y, posteriormente, cuando se concretó el Tratado de París conocido como Briand-Kellogg donde los Estados firmantes renunciaron a hacer la guerra como medio para alcanzar fines políticos.
En una búsqueda posterior descubrí que esta frase fue usada también por Gilles Deleuze en La Lógica del Sentido y posteriormente por Deleuze y Feliz Guattari (DyG) en ¿Qué es la Filosofía?, para indicar que la filosofía entendida como la construcción de conceptos debe ser digna de algo que denominan acontecimiento. Negri también usó esta expresión en una obra anterior y otra posterior a Multitud, por lo que hoy tengo la certeza de que estas palabras, con la carga intencional que han tenido a lo largo del siglo XX, han pasado de ser más que una mera expresión retórica.
Pudimos considerar la expresión guerra contra la guerra como un concepto teniendo presente, por una parte, que HyN entienden la guerra como un fenómeno de una naturaleza diferente a lo que convencionalmente por ella se ha entendido porque para estos autores el Ser llamado a realizarla es alguien que produce sus propias formas de vida y para la vida y, por la otra, que Negri afirmó en los años ochenta, en una obra contemporánea con la Anomalia Selvaggia, es decir, Kairos, Alma Venus, Multitudo que un concepto es un ‘nombre’, es decir, un signo lingüístico que se atribuye a una cosa y como todo lo nombrado existe, su problema ha sido tratar de comprender cuál es su naturaleza y sus condiciones de posibilidad y, al mismo tiempo, del acontecimiento y de la cosa nombrada.
Esto marcó mi orientación investigativa, es decir, me propuse examinar el concepto de guerra de estos autores en vista de que su visión ético-política, desde la cual se acercan a este fenómeno, va más allá de los estudios realizados, en primer lugar, de los conceptos basados en el criterio de la guerra justa esgrimidos por autores contemporáneos como Rawls y Walzer que han servido para justificar las intervenciones militares en Afganistán, Iraq y más recientemente en Libia. En  segundo lugar, dicha visión se aleja del concepto de guerra de Beyerchen, fundamentado en una concepción clausewitziana de la teoría del caos destinada a mantener el carácter limitado del conflicto bélico y de la teoría de Boyd, quién trató de explicar el fenómeno bélico como un flujo de destrucción siguiendo para ello el pensamiento científico. En tercer lugar, se distancia de la reflexión de Mouffe quién trató de revalorizar el conflicto desde una perspectiva limitada en sentido westfaliano. En cuarto lugar, HyN se distinguen del pensamiento de Sloterdijk, Habermas y Derrida quienes han hecho una exégesis de la guerra desde el terror y del terrorismo. Y, en quinto lugar, se diferencian de los enfoques asumidos por Qiao y Wang (Q&W), Umberto Eco, Luttwak y van Creveld quienes han destacado los cambios de la naturaleza de la guerra y su extensión a otros campos del quehacer político.
El abordaje que he hecho de la guerra contra la guerra en tanto concepto se debe a que HyN, apoyándose en DyG, expresaron que,
“… en la era contemporánea…, la construcción de conceptos no es sólo una operación epistemológica, sino también un proyecto ontológico. Construir conceptos… es… una actividad que combina inteligencia y la acción de la multitud, y la hace trabajar en conjunto. Construir conceptos significa hacer realidad un proyecto que es una comunidad… Esta comunidad es, desde el punto de vista de la fenomenología de la producción, desde el punto de vista de la epistemología del concepto y desde el punto de vista de la práctica, un proyecto en que la multitud está incluida plenamente”.

La propuesta de hacer la guerra contra la guerra, en este contexto, es muy novedosa debido a que intentan mantener el concepto tradicional de guerra dentro del ámbito de la política por intermedio de un juego lingüístico que persigue, sin embargo, crear algo nuevo. A pesar de ello no queda claro qué entienden en definitiva por ese fenómeno pues en cierta forma pareciera que el resultado de su propuesta se traduce, por una parte, en una nueva organización de los antagonismos y, por la otra, en la permanencia de dicho fenómeno desde una perspectiva que recuerda la conceptualización hobbesiana.
La determinación de este problema en el rumbo seguido en mi línea de investigación fue posible gracias a Giuseppe Cocco, una persona muy cercana a Hardt y a Negri, quien me suministró, de algún modo, la carta de navegación para poder conducirme en el pensamiento de estos autores y precisar, dentro del conjunto de críticas que habían recibido, si el tema de la guerra había sido efectivamente abordado. El conjunto de críticas han estado relacionadas, con la posición política que han asumido, con la estructura metodológica de las obras, con la estructura argumentativa de talante hobbesiano y utópico y, finalmente, por su carácter entusiasta y poco realista.
En relación con la guerra, valga destacar dos observaciones críticas hechas a HyN: la de Mouffe que cuestiona el modo en que se podría llevar a cabo la revolución, entendiendo esta, siguiendo el criterio de Arendt, como guerra, pero sin analizar el concepto de guerra en sí y, la de Sloterdijk, que analiza el papel de la ira como medio para generar cambios políticos, aunque, la orientación de su reflexión no apuntó exclusivamente al examen de la propuesta de los autores considerados.
La orientación de la reflexión de los autores mencionados y lo indicado por los propios HyN, planteó la necesidad de considerar la guerra desde el punto de vista ontológico. En este campo, no se ha planteado una exégesis de la guerra desde una perspectiva ontológica que permite comprender cuál es la intención que persiguen ambos autores. Más allá de la pregunta clausewitziana que interroga acerca de la guerra y que apuntó a considerar ésta como una nueva ciencia, Aron, Howard y Paret la catalogaron como una expresión de la política, Bouthoul la consideró como un fenómeno social “susceptible de observación” desde el punto de vista científico, Moseley la examinó desde diversos enfoques en un plano filosófico y, Foucault, DyG y Q&W la analizaron a partir de la inversión de la formula clausewitziana, es decir, la política es la continuación de la guerra con otros medios. 
Heidegger nos ofreció inicialmente un enfoque que resultó útil en este sentido. Teniendo presente la caracterización absoluta y ontológica de la guerra que hacen HyN consideré, que la existencia condicionada por la guerra puede ser entendida desde una perspectiva óntica, y el sentido de Ser, de esa existencia en esa guerra, como aquello que podría darle a esta un carácter ontológico y, que una ontología de la guerra podría ser definida, en una primera instancia, como la comprensión del Ser y de su esfuerzo en perseverar en su propia existencia. Con esta aproximación se tomó en consideración el pensamiento de Clausewitz y de Hartmann para establecer un concepto que nos permitiera abordar el pensamiento sobre la guerra de los autores estudiados. De Clausewtiz asumimos su naturaleza cambiante y camaleónica. Y siguiendo a Hartmann, consideramos que la realidad, “como una manera de ser [dada] de todo aquello que tiene en el tiempo su lugar”, se produce dentro de un contexto de cambios.
Con esta nueva aproximación, se nos presenta la ontología desde tres ángulos exegéticos tal como DyG lo indican al afirmar que el ente puede ser visto como el mundo, la humanidad o un Ser en su singularidad. Como para estos autores franceses el acontecimiento puede ser entendido como el evento de trans-apropiación de estas tres maneras de comprender el ente, ello me ha permitido evaluar el concepto de guerra contra la guerra desde una perspectiva ontológica a partir de la comprensión del Ser y su esfuerzo en perseverar en su propia existencia en un mundo en constante cambio donde la guerra se presenta como un fenómeno que también cambia su naturaleza en cada caso concreto.
Teniendo presente esta orientación, en vista de que en el proceso de búsqueda de información no encontré un examen satisfactorio del concepto de guerra de HyN me planteé como problema determinar hasta dónde llega la pretensión ontológica de la guerra en ambos autores. Con este marco, el objetivo general que nos propusimos en esta investigación fue: Evaluar desde el punto de vista ontológico el concepto de guerra en las obras de Hardt y Negri.
Teniendo presente el objetivo general decidimos explorar el anclaje ontológico que le atribuyen a la Guerra de los Treinta Años (GdlXXXa), hecho acaecido en el centro de Europa entre los años 1618 y 1648. De ahí surgió como primer objetivo específico la tarea de analizar la guerra en tanto que estado.
De igual forma, como ellos plantearon que la guerra deje de ser una representación de otra representación (el Estado) para que sea un elemento constituyente en cada Ser a partir de una concepción material del hombre, el segundo objetivo específico apuntó a analizar la guerra en tanto que acto, para determinar qué es éxodo, resistencia y vaciamiento de la estructura del Estado.
Por otra parte, frente a la pretensión de que la guerra contra la guerra sólo es posible en la medida en que el disenso y la diferencia se conviertan en fuerza en función de la obtención de un objetivo, el tercer objetivo específico fue evaluar la guerra en tanto que medio para destacar los problemas epistemológicos que enfrentaron ambos autores.
En estrecha conexión con lo anterior, si se considera el argumento según el cual hoy en día, vivir en las actuales circunstancias, para cada ser, en su singularidad, es luchar a partir del momento que adquiere conciencia de sí, el cuarto objetivo específico fue analizar a los seres en tanto que combatientes. Por último, si se tiene presente que la propuesta política de ambos autores apunta a la constitución de una organización política inspirada en el pensamiento spinoziano, el quinto objetivo específico de este trabajo fue determinar el alcance ontológico de su concepto de guerra.
Para alcanzar estos objetivos nos hemos apoyado en la metodología de DyG y en los principales autores que le permitieron a HyN construir su concepto de guerra contra la guerra, es decir, Machiavelli, Spinoza, Clausewitz, Marx, Heidegger, Schmitt, Foucault y los propios DyG.
Para dar respuesta a los objetivos antes señalados hemos estructurado el presente estudio en cinco partes. En la primera analizamos por qué usaron la GdlXXXa como anclaje ontológico dentro de un horizonte de comprensión que se remonta a los orígenes del Renacimiento italiano y, por la otra para poder explicar la naturaleza del estado de guerra actual. Para ello describimos la GdlXXXa para conocer la relevancia que pudiera tener ese acontecimiento para traerlo de nuevo al presente desde una perspectiva global. Seguidamente, nos propusimos analizarlo como horizonte de comprensión de la guerra actual para constatar su pertinencia. Posteriormente, interpretamos el uso que se hace de ese evento histórico como paradigma y signo para determinar la intencionalidad de su uso. Y, por último, examinamos desde el punto de vista arqueológico el significado de la expresión guerra contra la guerra.
En la segunda parte, con el fin de dar respuesta al segundo objetivo hicimos un análisis fenomenológico de la guerra contra la guerra para comprender cómo la agresión y su respuesta nos pueden ayudar a desocultar la esencia del fenómeno guerra y lo que persiguen los autores estudiados. Para tal cometido se analizó la guerra como efecto de una conciencia intencional; el daño como el fenómeno fundamental de la agresión, las armas entendidas como procesos para producir daño, y examinamos el momento de la guerra, es decir, el evento entendido como un hecho que acaece en un espacio-tiempo determinado.
Para dar respuesta al tercer objetivo examinamos las formas en que se han abordado los modos de hacer la guerra con el propósito de determinar las condiciones de posibilidad de la guerra contra la guerra que haga posible su propuesta política debido a que en las obras Imperio, Multitud y Commonwealth hicieron una interpretación particular del método marxista para tratar de proponer unas líneas de acción destinadas a alcanzar el objetivo que se han propuesto. Sin embargo, dadas las dificultades inherentes a dicho método, en la obra Declaration se vieron en la necesidad de establecer el camino a seguir con el fin de suministrar herramientas para la guerra. Partiendo de esta premisa, en este capítulo se hizo un examen del método seguido por HyN a la luz de lo que hoy día se conoce como epistemología de la guerra, para determinar las condiciones de posibilidad de alcanzar el objetivo político que se han propuesto.
En la cuarta parte se hizo una exégesis del Ser, en su singularidad, en la guerra contra la guerra para determinar cómo la producción de subjetividad crea las condiciones de posibilidad de construir el sujeto adecuado que la haga posible. A tal fin, se describe qué es la subjetividad para HyN vista como fundamento de la acción bélica, qué es y cuáles son las características de la nueva subjetividad con el propósito de analizar el contexto que la hace posible, cuáles son las condiciones de posibilidad del nuevo Ser para actuar como combatiente y, por último, cuál es el Éthos del nuevo Ser que haría la citada guerra.
Y para dar respuesta al quinto objetivo, es decir, determinar el alcance ontológico de la expresión guerra contra la guerra, examinamos dicho concepto con el fin de determinar su consistencia desde el punto de vista intuitivo e intencional conforme a la lectura de Spinoza que han realizado DyG. Para tal fin se valoró su consistencia a la luz de los análisis arqueológico, fenomenológico, epistemológico y ontológico realizados. De igual manera, se examinó la forma en que éste concepto ha sido erigido como el espacio en que se desenvuelve para entender a final de cuentas el lugar en que se desarrollaría la guerra contra la guerra.
 Con este marco, quisiera destacar que AyR, DyG, De Landa, Boyd, Q&W, van Creveld y Luttwak hicieron un análisis acerca de las formas en que han evolucionado los modos de hacer la guerra utilizando al respecto una metáfora hidráulica que va desde la aplicación de las leyes de la termodinámica hasta la explicación del comportamiento de un enjambre. Sin embargo, DyG, a diferencia del resto de los autores antes mencionados, fueron más allá al hacer énfasis en la ruptura ontológica que significó históricamente la batalla naval de Salamina en el sentido de que este hecho colocó la guerra en el plano de la conciencia. Este plano creó las condiciones de posibilidad de apropiarse de un espacio por intermedio de una abstracción dada a partir del aprovechamiento de la capacidad productiva que estaba en concordancia con las necesidades de la época. HyN, tratando de superar el pensamiento de estos autores franceses, colocaron también la guerra en el plano de la conciencia, pero haciendo uso del tiempo como una forma de hacer política con otros medios.
Del estudio realizado hemos encontrado en el presente que el papa Francisco I ha advertido justificadamente que la humanidad se encuentra viviendo una tercera guerra mundial. Esta afirmación, que expresa una preocupación generada por la serie de eventos conflictivos que hemos vivido en este inicio del siglo XXI, recuerda el mismo sentimiento que embargó a Nicolás de Cusa cuando elaboró su obra La Paz de la Fe después de la caída de Constantinopla y pudiera explicar porque HyN la han dado a la guerra actual, encarnada en la guerra contra el terrorismo, un carácter absoluto y ontológico. De ahí partió la necesidad, en ambos autores, de hacer la guerra contra la guerra, entendida ésta como guerra contra el Estado y su manifestación tendencial, vale decir, el Imperio. Sin embargo, esta expresión, entendida como un concepto orientado hacia un porvenir, requiere la revisión de una serie de aspectos para que se pueda apreciar su consistencia. 
Esta afirmación tiene que ver con la orientación de su propuesta. Como esta apunta hacia el porvenir gracias a la consideración de una tendencia producida por un acontecimiento desencadenante, el ataque del 11 de septiembre de 2001, y una serie de acaecimientos que han ocurrido de forma más o menos encadenada desde ese evento, la no ocurrencia de lo que han esperado ha subsumido su propuesta en una zona de incertidumbre. Esta subsunción obedece a que de las causas argumentadas por ellos no se derivan los efectos que han estado esperando para justificar un modo de proceder que permita alcanzar el fin que han establecido. Ello explica, por una parte, que en un período que se inicia poco antes de la obra Imperio hasta el presente, en un contexto global caracterizado por la ocurrencia de cambios acelerados, los ajustes dados a su propuesta busquen darle consistencia para justificar la ocurrencia del acontecimiento generador de cambios políticos. Por la otra, los ajustes en sí para lograr esta consistencia han presentado una serie de inconvenientes.
Por ello, para que esta consistencia sea posible, en primer lugar, se debe considerar al mundo como una totalidad, tanto en el pasado como en el presente, para que la analogía de la GdlXXXa con la realidad actual sea adecuada tanto desde el punto de vista teológico-político como geográfico debido a que la operación epistemológica de reunir el Renacimiento italiano con la realidad vivida por los neerlandeses del siglo XVII no considera una gran cantidad de acaecimientos políticos que marcaron la gran conflictividad que caracterizó ese período. De igual forma, desde una perspectiva ontológica, se deben considerar las condiciones de posibilidad de existencia de un conflicto para determinar el nivel de antagonismo existente. Desde este ángulo de análisis, como veremos, estar en guerra es asumir conscientemente una posición política frente a la realidad.
En segundo lugar, desde el punto de vista fenomenológico, a pesar de lo novedoso de los planteamientos relativos a las nuevas formas de hacer la guerra consistente en considerar el daño desde un enfoque amplio entendido como éxodo, resistencia y vaciamiento de la estructura de poder del Estado y las armas destinadas para ello como procesos destructivos de acuerdo con una estrategia del enjambre que nos permiten comprender su naturaleza actual, se debe considerar en la relación recíproca entre el Ser y el Estado (o el Imperio) que es muy difícil hablar de escalada dentro de un conflicto asumido como absoluto y ontológico porque la Multitud, tal como la han concebido, tiene un alcance limitado que dificulta su capitalización desde una perspectiva política.
En tercer lugar, desde el punto de vista del fundamento epistemológico, el principal elemento sobre el cual se sustenta la propuesta de ambos autores es la razonabilidad para realizar una acción ético-política que considera también el cálculo de riesgo. No obstante, la razonabilidad entendida como un supuesto ha padecido hasta el presente de la máxima popperiana del Modus Tollendo Tolens porque no ha ocurrido lo estimado por ambos autores, por lo que esta razonabilidad entendida a partir de la relación entre ética y certeza que genera fe, debería ser suplantada por la esperanza como ha sido entendida históricamente y por el entendimiento, en sentido spinoziano.
En cuarto lugar, el Ser llamado a realizar la guerra contra la guerra de acuerdo con el criterio de ambos autores aún no existe y si existiera o fuera construido, dadas las diferencias en cuanto al acceso al conocimiento, su acción podría correr los mismos riesgos de implantar un orden político igual al que se quería suplantar. De igual forma, desde la perspectiva del Ser que debe ser transformado para cumplir un fin político, no se podría pensar que pueden existir otras opciones que le permitan perseverar en su propia existencia en mejores condiciones. Llama la atención que el personaje usado por HyN, es decir, Simplicius Simplicissimus haya abandonado la guerra como modo de supervivencia. Esa acción la encontramos también en otros personajes de ese periodo histórico, me refiero, en el Renacimiento italiano a Galeoto Cei, citado por José Balza y en la propia GdlXXXa a Estebanillo González referido por Carl Schmitt. Desde esta perspectiva, a pesar de lo novedoso del planteamiento de nuestros autores, los testimonios de la época apuntan a lo contrario.
Y en quinto lugar, si la lógica de la guerra es la política, para qué destruir un orden si hay un riesgo de implantar uno no deseado debido a que el pensamiento spinoziano visto como una ideología por parte de HyN se presenta como la introducción en nuestra conciencia de ideas estructuradas que podrían provocar una mezcla fluctuante de alegrías y tristezas que nos podrían convertir más que en actores políticos en objetos de unas nuevas relaciones de poder basada en la mediación en la relación de sentimientos y de sensaciones. En este sentido, afirmo categóricamente que la guerra es un estado de conciencia que se exterioriza como una representación del poder de cambio de la naturaleza cuando la asumo desde el punto de vista político. Si la guerra no es considerada políticamente, es la lucha que normalmente desarrolla un Ser para perseverar en su propia existencia. Este es el problema de la tesis de HyN y por ello necesitan colocar una prótesis ideológica que les permita hacer consistente su propuesta política.
Esta prótesis tiene dos inconvenientes relacionados con su naturaleza y su intención. Con su naturaleza tiene que ver con las inconsistencias planteadas en los cinco capítulos antes indicados. Con su intención de producir un cambio político a escala global para quitarle a la guerra su carácter ontológico y absoluto y convertirla en instrumento de la política es, como hemos señalados antes, una reorganización de los antagonismos. Es esta reorganización de los antagonismos la que hace oscura la propuesta de HyN debido a que se plantea el interrogante: ¿para qué cambiar si la guerra entendida desde el punto de vista ontológico y absoluto es una lucha por el poder de aquellos que están en armonía con los cambios sociales que han ocurrido hasta el presente?
Además de lo mencionado, para lograr que el concepto de guerra contra la guerra sea consistente se debería disponer de una considerable capacidad intelectiva derivada del hecho que la Multitud, entendida como una multiplicidad de temporalidades, le da al acontecimiento un carácter azaroso difícil de ser calculado. Es como si HyN estuviesen intentando explicar cómo se controla la energía así como, en el pasado, fue el proceso que condujo a la elaboración del arma atómica. Crear a voluntad una Multitud para destruir un orden a escala global es pensar la producción de un arma absoluta. Como se sabe, la efectividad del arma atómica está no en el uso, sino en la amenaza de su uso. Por ello, si se tiene presente la estrecha conexión entre los conceptos de Imperio y Multitud en ambos autores: ¿será posible amenazar a un hipotético Imperio con una Multitud de la misma manera como se utilizan las armas nucleares? En la respuesta a esta interrogante se evidencia el alcance ontológico de la propuesta de ambos autores y su propio límite, debido a que la respuesta a la consideración de una guerra global desde una perspectiva ontológica y absoluta, es una guerra contra la guerra planteada también en un plano absoluto y ontológico sin lograr determinar su condición de posibilidad ni su ocurrencia.
Lo antes indicado se puede resumir de la forma siguiente: La ontología de ambos autores se basó en la consideración de cuatro niveles de multiplicidades, es decir, la realidad, la guerra, la multitud y la conciencia. En este esfuerzo de reunión, no lograron dar cuenta de la realidad de forma consistente tal como se evidenció en los ajustes que debieron realizar sobre todo en la obra Declaration. A esta realidad proponen constituir un rizoma de guerra sin considerar todos los conflictos existentes. De igual forma, a la realidad y con los conflictos existentes, una Multitud con una alta carga disolutiva y de naturaleza volátil debe provocar un cambio en un momento “x” que denominan acontecimiento que no se ha presentado. Y por último, las singularidades que deben conformar esa Multitud deben ser también constituidas de una manera determinada para provocar un cambio dentro de un contexto de cambios. Por ello, en este notable esfuerzo han tenido que dar respuesta a una serie críticas producidas por diversos cuestionamientos a sus obras, pero, en esos cuestionamientos también se ha evidenciado la importancia del esfuerzo realizado por los autores estudiados.
Por ello, se hace necesario continuar examinando la propuesta de HyN a la luz de los cambios de la realidad actual y de su naturaleza conflictiva, debido a que en cierta forma esta se presenta como un enfrentamiento, por una parte, entre Estados y, por la otra, entre Estados y movimientos anti-Estados. Entre Estados como consecuencia del proceso de reacomodo internacional luego del fin de la Guerra Fría y anti-Estado por la creciente conflictividad que se ha hecho patente en gran parte del globo contra ese orden histórico establecido.
Con respecto al conflicto entre Estados y movimientos anti-Estados, es de señalar que Hobsbawn a propósito del bicentenario de la revolución francesa, destacó el tibio entusiasmo que despertó la conmemoración de ese evento como un modo de hacer ver la poca inclinación de Occidente a que se repitiera algo de naturaleza semejante. Si bien este autor da un conjunto de explicaciones para resaltar su vigencia, el asunto que está subyacente en el escritor británico es cómo un conflicto interno puede convertirse en un conflicto internacional. Esta si ha sido la preocupación de otros autores como Schmitt y Charnay, porque han podido de forma aproximada dar cuenta de cómo se ha producido este tránsito desde finales de la Edad Media. HyN trataron de ir más allá. Pero, mientras la preocupación de nuestros autores ha sido la de estudiar las condiciones de posibilidad para que un evento focalizado en un sitio de acontecimiento en Occidente pueda convertirse en un rizoma de guerras civiles en ese espacio político cuya conexión propicie la instauración de una democracia a escala global, están sucediendo una serie de eventos que originalmente había sido examinado por Ibn Jaldún, que si bien no han sido justamente valorados, ha servido a autores como DyG para explicar la guerra a partir del concepto de máquina de guerra. Para estos autores franceses, al igual que el pensador tunecino, el conflicto histórico ha sido entre civilizaciones sedentarias o urbanas y civilizaciones nómadas y esto, al parecer, es lo que hoy en día está nuevamente planteado de una u otra manera, si se observa actualmente la crisis siria y sus repercusiones en Europa así como el debate político actualmente presente en EE.UU. sobre el tema de la inmigración.
Esta tesis de DyG ha sido utilizada de forma limitada por HyN. Este alcance ha sido limitado debido a un foco sobre el cual han sustentado sus argumentos que no toma en consideración otros fenómenos políticos que están ocurriendo fuera de Occidente que tienen como centro al Estado. Ello plantea la siguiente interrogante: ¿hasta qué punto es viable una democracia de alcance global de talante spinoziano, si existen lugares en ese mundo donde el Estado, en el sentido que ha justificado el pensamiento de los autores estudiados, va a conspirar para que esta se implante dentro de un contexto donde la guerra mantenga su carácter de instrumento de la política?
En lo personal, a pesar de los aspectos innovadores que contiene creo que la propuesta de HyN termina siendo oscura e incierta. Así como han logrado hacer un importante aporte acerca de cómo destruir un orden, en su propuesta se encuentran también los gérmenes que posibilitarían la instauración de un orden similar al que pretendieron destruir. Por ello es que se ha evidenciado el alcance limitado de su ocurrencia a escala global.
Para finalizar, además de la crítica antes mencionada hay que tener en consideración el papel de Spinoza en el pensamiento de HyN. En lo personal, la pertinencia del Spinoza del Tratado Político ha sido la de proponer la estabilidad de los regímenes monárquicos y aristocráticos haciéndolos más democráticos de modo que sea más difícil que la guerra sea usada con fines políticos. No sabemos cómo hubiese sido la democracia spinoziana de acuerdo a su propia línea discursiva. En todo caso, destruir un orden para construir otro como proponen HyN a partir de la reinterpretación del pensamiento del filósofo neerlandés no resulta razonable si consideramos literalmente esa obra. No sabemos por qué quedó inconclusa. Se cree que la muerte lo sorprendió antes de acabarla, pero si él mismo nos indicó que al principio las comunidades políticas fueron democráticas ¿habría para él necesidad de retornar al principio para recomponer un orden político óptimo como para que sus exégetas pensaran que si es posible? De igual forma, si se tiene presente que la república era el mejor sistema de gobierno ¿por qué no es posible visualizar en el pensador neerlandés otra idea de un régimen mixto democrático que fuese capaz de ser puesto como modelo en dicho tratado?
En consecuencia, si el pensamiento spinoziano ha sido usado en la actualidad para hacer énfasis en la libertad como condición de posibilidad de un Ser, en su singularidad, para perseverar en la propia existencia, falta saber si la reinterpretación que se ha hecho de su pensamiento no ha creado más que la imagen de un paraíso que, como nos lo ha indicado Borges, evoca un paraíso perdido.