miércoles, 12 de agosto de 2020

SILVERIO CARRERO Y LOS ALZAMIENTOS ANTIGOMECISTAS 1920-1929

 

“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”

Ludwig Wittgenstein

 

En el año 1978 me presenté en casa de mis abuelos en Zorca Lagunillas (estado Táchira). Tenía varios años que no iba. La oportunidad anterior había ido con mi tío Encarnación. Esta vez llegue con el uniforme de cadete de segundo año de la Escuela Naval una vez que había participado en la conmemoración del día de la Armada en Maracaibo a bordo del transporte anfibio A.R.V. “Amazonas”. En ese momento era cadete de segundo año recién ascendido. Mi abuelo estaba en la entrada de la casa sentado en una silla recostada de la pared de forma inclinada en el momento de mi arribo. Para él produciría una gran impresión. Sobre todo el uniforme blanco. Después que me aloje me llamó para enseñarme dos cicatrices de heridas de balas sufridas en combate. Me dijo que después de esas heridas lo llamaron varias veces para ir a la guerra y para evitarla “se iba pal monte” mientras pasaba la recluta. Creo que eso fue en el año 1929. Después supimos que había sido sargento, por lo que no fue precisamente un recluta forzado propiamente, había seguido una carrera profesional en el mundo militar. Ello significa que el abuelo sirvió en el nuevo ejército nacional formado por Juan Vicente Gómez para acabar con las montoneras que habían asolado al país. De ahí pues la impresión por el color del uniforme. Después de él uno de sus hijos, Próspero seguiría su estela y mucho después, dos de sus nietos. Cuántos años prestó servicios en las fuerzas armadas. No sabemos. Probablemente unos cinco u ocho años. Lo que sí sabemos es que su uniforme estuvo cuidadosamente guardado en casa por muchos años después de su partida.

El tío Prospero también seguiría la carrera militar una vez que se ofreció para cumplir el servicio para asegurar que su hermano menor Silvino terminara sus estudios. Él llegaría a obtener el grado de Sargento Mayor y viviría en esa profesión los alzamientos militares de 1945 y 1948 sin verse obligado a participar en dichos eventos en alguno u otro bando. No así sus nietos cuya experiencia militar y política en los años 1992 y 2002 fue más notable. Pero esas son otras historias. A continuación una foto del tío Próspero con la abuela Rosa Méndez.


De la abuela Rosa también hay muy poca información disponible. Sólo que ese apellido es muy común entre Rubio, Capacho y Zorca y así como hubo muchos que siguieron a Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, otros lo adversaron.

Con respecto a la indumentaria hay que decir que a principios del siglo XX no había unidad de criterio en relación con los uniformes. La uniformidad en cuanto a la vestimenta se comenzaría a producir y a estandarizar a partir de la década de los veinte y treinta del siglo XX con material estadounidense excedente de la Primera Guerra Mundial. A continuación el primer uniforme que usaría el abuelo que explica por sí mismo la causa de su impresión:


Este uniforme era kaki y quizás por el uso continuado tendía a blanquearse. El equipamiento consistía de:

“… un fusil Máuser [tipo 71/84], 30 proyectiles, una bayoneta, una cartuchera, un correaje, un tahalíes, un vericues, un porta fusil, un tapa boca, dos gorras, tres cobijas, 2 a 3 vestuarios tipo kaky; un plato, una cuchara y una taza. También dotó al personal de tropa de un uniforme de faena, de color gris verdoso y alpargatas que más tarde serán sustituidas por las botas militares para mejorar la marcha del soldado en combate” [1].

 

La sencillez obedeció inicialmente a la relación inversamente proporcional de falta de presupuesto para equipamiento y número de reclutados para las campañas antisubversivas. Aquí habría que decir dos cosas: que entre 1899 y 1935 era muy difícil que no hubiesen militares en las familias andinas por necesidades de la guerra civil (stasis) y que hubo un empeño de Cipriano Castro inicialmente y después de Juan Vicente Gómez por crear un poderoso ejército nacional. La voluntariedad o no de sumarse a las filas estuvo dada por una dialéctica de la situación social: según Germán Guía Caripe, hubo una mejora paulatina de la “condición del soldado común en comparación con sus similares del siglo XIX” que se traducirá en mejora de la calidad de vida personal y profesional[2], pero junto con esta mejora también aumentaron las exigencias militares sobre todo si se considera el esfuerzo realizado por someter todos los alzamientos que se produjeron entre 1901 y 1929.

Juan Vicente Gómez tuvo una predilección por la infantería, la cual se constituyó en la principal fuerza de choque después del año 1903. El abuelo fue un infante. En relación con la tropa “según los Códigos Militares de 1923-1933, estaba conformada genéricamente por el soldado raso, el distinguido, los cabos (segundo y primero) y el ultimo de mayor rango de las tropa era el sargento (Segundo-Primero)”[3]. Así pues, por lo que sabemos nuestro abuelo fue sargento primero. Esto nos dice que hizo carrera en la fuerza armada. Por sus escritos debió de tener bajo su responsabilidad una centena de hombres, a partir de la inferencia de uno de sus escritos que se muestra a continuación:

“… soy aquel hombre sabio que hago cosas sin pensar, hago calditos de huevos para cien hombres almorzar; y también de racionar cien hombres con un chorizo, todo esto lo hago en un [provino que] bien lo están mirando la ciudad [desde] San Fernando la tumba de una helada y también de madrugada me almuerzo doscientas secas aunque mentira [pecan] que un cuero lo vuelvo llano hago como con la mano secar un rio al momento y la cuido…”

 

El abuelo nunca salió del estado Táchira. En este párrafo de difícil comprensión se debió referir al pico de montaña San Fernando ubicado al noreste de dicho estado entre Tovar y Coloncito en el período en que participó en la represión de la guerrilla.

Por otra parte, el juramento de fidelidad que debió haber realizado ante el jefe de Cuerpo, oficiales y clases al ingresar a la milicia fue el siguiente:

“Soldado! Prometéis a Dios y a la Patria, en presencia de la Bandera, defender las instituciones de la república hasta perder la vida y no manchar con delito de traición las armas que os confía?”[4]

 

La lealtad de los andinos, como se puede deducir, era fundamental para el sostenimiento de los andinos en el poder. Otros aspectos que destacó Guía Caripe que nos interesa mostrar, aunque ya hemos dicho algo, tiene que ver con las condiciones dinámicas con que el abuelo Silverio haría la vida militar considerando que vivió la reforma militar que conduciría a la conformación de las Fuerzas Armadas Nacionales[5]. En primer lugar, fue la promulgación de la Ley de Formación y Reemplazo de las Fuerzas de Tierra y Mar de 1919 que buscó reducir el reclutamiento forzoso a pesar de que, en ese entonces, se evitaba enviar al servicio militar a “hijos únicos, casados, mayores de 50 años e impedidos físicamente, menores de edad, hombres que tenían propiedades agrícolas…”. Esta ley que recogió la experiencia acumulada por los países contendientes en la Primera Guerra Mundial e instauró el servicio militar obligatorio tuvo como fin  complementar las filas de las fuerzas armadas de acuerdo con las necesidades derivadas de la paz o de la guerra y constituir una reserva que permitiera “aumentar sus efectivos y preparar una pronta y ordenada movilización"[6]. Esta ley sería modificada y perfeccionada en el año 1926 para mejorar la movilización en caso de emergencia. En segundo lugar, a pesar de esta ley, digamos más benevolente, hubo muchos desacatos y deserciones para evitar su cumplimiento. De ahí que el historiador destacó la queja del presidente del estado Zamora, en el año 1920, de que las familias preferían emigrar a Colombia que cumplir con la ley[7]. Para nuestros efectos, este año es de interés porque en ese año, las amenazas anti-gomecistas proveniente de Colombia estaban en el ambiente. En tercer lugar, el abuelo estaría en la transición de las prácticas militares de talante prusiano a la de origen francés, pero no creo que las haya vivido propiamente. Y finalmente, hay que mencionar que el marcado regionalismo de ese ejército gomecista se debió, según Guía Caripe, a “la falta de una plena integración del territorio nacional” de los estados andinos y su exclusión del poder político durante casi todo el siglo XIX.

Así pues, el abuelo Silverio, que nació el 21 de junio del año 1900, hijo de un inmigrante español de una población llamada ‘Carrero’ en las adyacencias de Salamanca probablemente arribó al país alrededor del año 1891 cuando se produjo el auge de la explotación del café y el cacao, sirvió en el ejército y estuvo en combate en una época en que el Táchira vivió un largo periodo de turbulencia política después que el conductor de la revolución Restauradora Cipriano Castro tomara el control del país a finales del siglo XIX[8]. Contextualizar en cuál situación bélica participó precisó reuniones familiares. Y los momentos de reunión de los Carreros han variado desde los velorios hasta las reuniones festivas. En el velorio del tío Vicente inquiriendo acerca de saber dónde había sido herido el abuelo salieron a relucir las palabras ‘Peñaloza’ y ‘Cúcuta’. Navegando por Internet apareció el año ‘1920’ y ‘los hombres de las Chácaras’[9] de Pregonero y permitió acceder a fuentes documentales más formales en una primera aproximación. En la bienvenida de David un mes antes de que la pandemia cerrara más al país en una cuarentena, pudimos hablar de nuevo sobre las heridas del abuelo pero con Darío y Alba, los primos más cercanos.

En el año 1920, la amenaza antigomecista representada por Juan Pablo Peñaloza generó en el Táchira reclutas forzadas. No en balde llegaron a estar alrededor de 20000 tachirenses refugiados en Colombia por la represión y la recluta gomecista[10]. Para un joven de veinte años de ese entonces que habitaba en los alrededores de Rubio y Capacho las posibilidades eran muy pocas de no participar en una contienda. Silverio Carrero pasó a enrolar de manera forzada por la ley o no a las fuerzas gubernamentales del nuevo ejército nacional que ya se había comenzado a organizar desde el año 1911 con la ayuda del coronel chileno Manuel Mc Gill.

Así pues, Peñaloza desde Cúcuta organizó una invasión para derrocar a Juan Vicente Gómez que se había hecho fuerte en el poder desde el año 1913 cuando fracasó el intento de Román Delgado Chalbaud para restituir el orden constitucional. De hecho, ambos fueron co-participes. Pero mientras el segundo terminó en La Rotunda. El primero insistió en el año 1920 en lo que se conoció como La Guerra de los Treinta Días o La Revuelta de los Chácaros, luego en el año 1921 y finalmente en el año 1931 cuando fue detenido y conducido a la prisión del castillo Libertador en Puerto Cabello. Allí murió a los 77 años “con los pies cargados con grillos de 60 libras”.

En el año 1920, la amenaza de la invasión de Peñaloza causó zozobra en el estado Táchira a pesar de que el jefe político del estado se había valido de bandoleros para acabar con el bandolerimos y cualquier forma de oposición política. Este estado a la sazón estaba presidido por Eustoquio Gómez, primo del dictador Juan Vicente Gómez, conocido como ‘mano negra’ y gobernante con mano de hierro, ordenó reclutas forzadas que generaron malestar en la población. La imposición fue tan alta que los cronistas refieren que “Amarrados unos con otros, cabizbajos y a golpe de culata, los jóvenes de Uribante eran obligados a salir por la calle principal de Pregonero camino del cuartel...”. Esta fue la gota que rebosó el vaso y empujó a la gente de Pregonero a la lucha.

De acuerdo con los planes, el General Juan Pablo Peñaloza entraría el 30 de setiembre al país con una cantidad de venezolanos que por alguna u otra circunstancia habían tenido que huir del país y se uniría a los sublevados que lo apoyarían[11]. Sin embargo, el general fue descubierto por lo que tuvo que abortar su misión dejando solo a los que iban a seguirlo. Aun así, el levantamiento en Pregonero se produjo el primero de octubre de 1920 y fue conocido como la Guerra de los Treinta Días[12]. También se unieron a la revuelta Queniquea, Mesa del Tigre, el Cobre, Las Trincheras, las Amarillas, la Cuchilla de los Muertos, Rubio y El Remolino. El encargado de aplastar la rebelión fue el general Rufo Dávila quien  con la orden de “mate, candela y robe”, trató de doblegar a la población. Según la crónica de Pregonero se afirmó que 

“Aquí ya había mucha gente levantada en armas comandada por varios hombres del pueblo y, dadas las circunstancias, se vieron en la necesidad de seguir luchando contra las fuerzas del gobierno aunque, finalmente sucumbieron porque el gobierno envió tropas para reprimir la rebelión…”

 

Los alzados mantuvieron el poder por 17 días. Además de las autoridades del pueblo se unieron según García[13], Francisco Useche y Calazán Andrade. Al décimo sexto día, Dávila intentó entrar a Pregonero, por la vía que conduce al Municipio Guaraque del estado Mérida, con 500 hombres y fue repelido por encontrar una fuerte resistencia. Se dice que dónde hubo mayor violencia fue en las Amarillas y en el Vaho de las Ánimas. Pero el arribo de 2000 hombres de refuerzo al mando del general Amaya bastó para disolver toda resistencia. Los alzados en armas escaparon a las montañas para evitar ser asesinados o encarcelados iniciando una especie de guerrilla. Los que no pudieron “fueron tomados prisioneros: algunos fusilados y otros enviados al castillo de San Carlos en Maracaibo”.

Con la vuelta al orden comenzó la represión. Según García,

“las tropas del gobierno, amparadas en el ambiente de dolor y miedo, se entregaron a la desdichada tarea de ultraje y abuso sin la menor fórmula de empacho. En la geografía uribantina se sufrieron en carne propia los aviesos y execrables actos de vesania, cometidos sin ningún género de contemplación contra humildes ciudadanos tanto del pueblo como del campo. Todos los vecinos se encontraron atribulados por el miedo y sumidos en el más profundo desamparo”.

 

La guerra de guerrillas que siguió a ese acontecimiento en el año 1921 coincidió con el tercer intento de Peñaloza. Para mediados de 1922 todavía había resistencia en esos parajes. Aquí comienzan nuestros interrogantes: ¿el abuelo estuvo en los combates y fue herido?, ¿el abuelo estuvo en combate, en la represión y fue herido en la guerra de guerrillas? No se sabe. Lo que se sabe es que fue herido. Mi hermano David señaló que el abuelo hablaba que había caminado mucho por esas montañas. ¿Podría haber sido que en una patrulla fue emboscado? las Memoria y Cuenta del Ministerio de Guerra y Marina de esos años dicen muy poco en relación a esos hechos. Creemos que fue por causa de la censura.


Considerando todas las posibilidades antes indicadas y con la poca información que tenemos a la mano creo que el abuelo fue herido en una emboscada durante una patrulla. Por ello, si se considera que después de dos años el gobierno no pudo someter completamente a los alzados y ante la continua amenaza de invasión por parte de los refugiados en Colombia tuvo que pactar con ellos. Con el pacto cesaron los hostigamientos contra los vecinos, se modificó el sistema de recluta que se hacía muy arbitraria, se disminuyeron los impuestos, se resarcieron los daños, lo lugareños pudieron nombrar sus autoridades locales y se  reconocieron los grados militares de los alzados, entre otras prerrogativas. Lograda estas exigencias por los pregoneros se logró la paz[14].

Una vez concertada la paz el país vivió otros eventos de semejante naturaleza: el alzamiento de José Rafael Gabaldón entre abril y mayo de 1929 en Boconó, Guanare, El Tocuyo y Biscocuy. Este levantamiento ocurrió en un contexto signado por la invasión a Coro desde Curazao por Rafael Simón Urbina y la invasión del Falke comandada por Román Delgado Chalbaud en agosto del mismo año. Todos fracasaron costándole al país un sinnúmero de muertos.  Quizás en este período fue que el abuelo se fue ‘pal monte’ para no tener que exponerse de nuevo a las balas[15].

Sabemos que gran parte de su vida él se ganó el respeto por ser un ‘curandero’, o sea, curaba con sus manos y con sus rezos. Faltaría saber dos cosas: en primer lugar, qué sintió y qué pensó cuando estaba caído y sangrando. Los grandes cambios en una persona ocurren en un instante. Por ejemplo Wittgenstein comenzó a apreciar la vida después de sobrevivir a un tiroteo en el frente ruso en plena ofensiva del General Brusilov durante la Primera Guerra Mundial.  El filósofo contó que tuvo miedo, pero no sabemos qué pensó en ese momento. De acuerdo con mi experiencia personal puedo decir que tuve una experiencia de peligro extremo en una operación de abordaje a un buque que había naufragado cerca del cabo San Román siendo tripulante de la fragata “General Soublette”. En esos momentos no pensé en nada, uno se conecta con el todo. Cuando piensas viene el miedo. Tuve suerte. No me pasó nada. En el suelo, mi abuelo, por su parte, si debió de pensar en algo, vivió un intervalo. En ese espacio temporal o atemporal debió encontrarse con algún misterio. Ahí se produjo el cambio. Y, en segundo lugar, si sus heridas fueron en el vaho de las Ánimas ¿Ahí fue el encuentro con ese misterio?, ¿Con quién fue el encuentro que convirtió a un soldado en un curandero? Hubo otro caso. John Rawls fue un combatiente estadounidense de la infantería de marina que participó en las campañas del Pacífico y la experiencia del combate lo hizo desistir del sacerdocio convirtiéndose en ateo. No sabemos cómo fue la convalecencia, la recuperación, la religiosidad, ni tenemos testimonios acerca de las aventuras militares del abuelo. Sólo fragmentos. Los pocos escritos que dejó dicen muy poco, pero indican por su sencillez la dureza de la vida en Venezuela en el primer cuarto de siglo por sus principales temores: el hambre y la falta de palabra. Qué consejo dio. Veamos:

“El hombre que esté soltero y que se fuese a casar debe de reflexionar en lo que ha de tener y si no ha de desistir, no debe parecer tal cosa que esto de tener esposa no es de hoy para mañana, piense que cada semana tiene que comprar mercado así haya maíz obligado, tenga o no tenga dinero su familia puede quedar como embustero porque lo que va a ser adquirido todo lo va a ir consumiendo con sus hijos y mujer cumpliendo con su deber”.

 

Hay otras palabras que nos dejó el abuelo relacionado con las penurias que vivió:

“Una tarde en un granado, ya cuando el sol se oculta, estaban en una consulta un perruno y pintao se dijo del uno al otro que haremos para gallina que estamos como una espina / mudemos de condición / terminemos el corrido”

 

Al final de cuentas, las obligaciones para con su familia serían lo que terminaría de alejar al abuelo de las aventuras guerreras. Los otros escritos en su cuaderno de anotaciones fueron la partida a Caracas de sus hijos José y Encarnación (23ENE1946) y Próspero (05SEP1947) y de Rubén Carrero (24NOV1934), la muerte de Darío (19FEB1941), el nacimiento de su nieta Daisy (10JUN1963). Sus escritos terminan con lo siguiente: “Señores les pongo en cuenta esta corta relación y a mirarse en este espejo el que fuese hijador…”.

En todo caso, la palabra ‘Chácaro’ devendría en la palabra ‘chácharo’, apodo, según Pinzón, usado de manera burlesca que los caraqueños llamaban a los andinos que vinieron con Juan Vicente Gómez[16].

 



[1] Ver al respecto: Guía, G. (2007). “Condiciones de vida del soldado: uso y abuso de la tropa en el ejército Nacional Gomecista”. Caracas. CONHISREMI, Revista Universitaria de Investigación y Diálogo Académico, Volumen 3, Número 3.

[2] Ibíd.

[3] Ibíd.

[4] Ibíd.

[5] Ver al respecto: Guía, G. (2009). La Recluta Forzosa y su Transición al Servicio Militar Obligatorio (1908-1933). Caracas. Fundación Centro Nacional de Historia. 125 p

[6] Un aspecto que llama la atención de esta ley, según Guía Caripe fue que “los hombres con escasa o ninguna formación recibieran una enseñanza gratuita y obligante para lograr no sólo un ejército bien armado y organizado, sino también instruido. Por ende, atacará los vicios de la población, basados en el latrocinio y la vagancia, mediante el uso efectivo de los ciudadanos en el servicio activo” (Ibíd.:71).

[7] Ibíd.

[8] Desde la invasión de Rangel Garbiras derrotada en Palmira, pasando por las montoneras y guerrillas que se formaron después de la derrota hasta los sucesivos intentos de derrocar a Juan Vicente Gómez en las dos décadas subsiguientes. 

[9] Según el cronista de Pregonero José García (2001), "chácara" era “una cartera masculina de cuero, una especie de mochila donde llevaban, en algunos casos, alimentos y, en otros, las armas que utilizaban para defenderse, principalmente cuchillos”. Cárdenas (2013) agregó que también llevaban, además, imágenes religiosas y, chimó.

[10] Ver al respecto: Fundación Polar (2011). Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas. Fundación Polar.

[11] Este General, que se consideraba liberal amarillo ‘lagartijo’, formó parte de la revolución Libertadora a la par de Rangel Garbiras y después que Juan Vicente Gómez se hizo con el poder integró entre sus filas a muchos castristas perseguidos. Ver al respecto: Alcalde, J. (2012). Primos y Tiranos. Juan Vicente y Eustoquio Gómez, crónica de dos primos dictadores. Bloomington. Palibrio. 516 p

[13] García Mora, J. (2001). Uribante, geografía e Historia. Caracas. Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses. 308 p.

[14] Ver al respecto: Cárdenas, D. (2013). “Una Mirada al Grupo Uribante a través de una Entrevista al Dr. Ramón J. Velásquez”. Caracas. Tiempo y Espacio vol.23 no.59. [Documento en Línea]. Disponible: http://www.scielo.org.ve/pdf/te/v23n59/art05.pdf

[15] Según Guía Caripe, “La falta de reemplazo desalentaba a los individuos de tropas que prestaban servicio activo, puesto que no tenían esperanza de volver a la vida civil, cuestión que llevó a varios soldados a desertar de las filas del ejército. La deserción tenía sus causas, en los siguientes casos: tiempo ilimitado del servicio activo (más de cuatro años), castigos, y el no derecho a conceder una licencia de permiso al soldado por temor a la deserción absoluta”. Quizás esta fue una de las causas que hicieron que el abuelo se fuese ‘pal’monte’ en el año 1929.

[16] Según Quintero (2013) CHÁCHARO, es un báquiro de collar y su nombre se usó como apodo ofensivo que se aplicó a los tachirenses rústicos y de alta peligrosidad que formaron una guardia especial o cuerpo represivo durante la tiranía gomecista. Ver al respecto: http://lecturas-yantares-placeres.blogspot.com/2013/09/de-chacharos-y-capacheros.html?m=1

sábado, 1 de agosto de 2020

¿QUÉ ES LA ‘GUERRA’?


Los autores chinos Qiao Liang y Wang Xiangsui realizaron una obra que tradujeron al inglés como Unrestricted Warfare[1] que ya desde su traducción presenta un problema semántico en el sentido que ellos trataron de definir el fenómeno bélico en el mundo de hoy más allá de las normas existentes. O sea, ellos señalaron en esa obra que dicho fenómeno se estaba presentando por allá en el año 1999 y tiempo después más allá de todo convencionalismo jurídico o político que hace preguntarnos ¿qué es la guerra? Los autores chinos describieron, con esa obra, los límites del nomos que nos ha regido desde 1648 y 1945 y la crisis en que estos se encuentran por su caducidad. Las causas que esgrimieron estos autores estaban relacionadas con los cambios sociales y los avances tecnológicos que habían producido una brecha entre lo establecido y lo existente que obliga a pensar de nuevo a cerca de una de las expresiones de nuestra condición humana. La causa de esta afirmación obedece a que si entendemos como un acto violento aquel realizado para producir un ‘daño’, podemos decir que hay infinitas formas de hacer ‘daño’ de manera intencional y organizada cuyo efecto puede ser el mismo, desde la perspectiva política, al provocado por una confrontación violenta de forma inmediata (violencia en sí misma) o mediata (erosión, corrupción, etc.).

La problematicidad  a la cual hicimos mención en la obra de Qiao y Wang  tiene dos vertientes: por una parte, históricamente hemos tendido a visualizar la guerra según los chinos desde dos ángulos de análisis: en primer lugar, la obra de Sun Zi y, en segundo lugar, los escritos de Mao Zedong y, por la otra, desde un enfoque Occidental hemos indicado en trabajos anteriores la problemática que representa la palabra ‘guerra’ desde sus orígenes en relación con las palabras ‘polemos’ y ‘bellum’[2].

Desde la perspectiva china podemos decir que el conflicto violento se denota con las palabras ‘bing fa’[3], pero estas palabras refieren el arte de hacer daño, no denota al estado en que esto acaece. Las palabras que denotan dicho estado son: ‘zhan zheng’ que se deriva del yin yang y refieren al libro de las mutaciones, o sea que desde la perspectiva china no podemos entender el conflicto violento sin considerar el cambio tal como nos lo enseñó Heráclito el oscuro. Si consideramos a Mao Zedong podemos decir que él sintetizó ambas palabras para poder llegar al estado eirénico de paz con el fin del capitalismo[4]. La pregunta que surge en este momento es: ¿Por qué nosotros los Occidentales tenemos que expresar nuestra condición humana en ese campo aprendiendo cosas chinas? La respuesta a esta pregunta puede ser hecha simplemente usando un aforismo de Sun Zi, o sea, “conoce a tu enemigo…”, pero hay otra, Mao Zedong produjo una síntesis del pensamiento Occidental (Clausewitz, Lenin y Abdelkrim o T.H. Lawrence) con el Oriental y hoy en día estamos viviendo un ricorsi de esa síntesis.  

En Occidente, las palabras ‘polemos’, ‘bellum’ y ‘guerra’ sufrieron una síntesis producto de un proceso de institucionalización que tuvo aparejado el desplazamiento de significados que ocultaron el significado original de estas palabras e hicieron que se definiera convencionalmente qué se entendía por ‘guerra’ y qué se entendía por ‘paz’ a pesar de las mutaciones indicadas según el Tao Te King, de la armonía de los contrarios según los fragmentos heracleiticos o de la conflictividad global que estamos viviendo en un contexto donde hay un empeño de ajustar las cosas a conceptos que perdieron su consistencia para negar la realidad que tenemos en frente. Un ejemplo de ello es el empleo de la expresión ‘guerra de cuarta generación’. Pensar en una guerra de cuarta generación supone la subsunción de las formas anteriores, no su exclusión. Este hecho produce muchos equívocos en la toma de decisiones hoy en día, al menos en Venezuela. 

Ahora bien, esta situación no es nueva. Karl von Clausewitz comenzó su obra inconclusa Vom kriege haciéndose la pregunta con que titulamos estas reflexiones: Was ist der krieg? Este autor se hizo esta pregunta porque él vivió un periodo de conflictos en Europa producto de la revolución francesa que se salió de las convenciones existentes y su esfuerzo de racionalización inacabado buscó comprender el conflicto a la luz de la experiencia vivida y de los cambios que dicho fenómeno había sufrido. Por ello, no vamos a usar la palabra ‘guerra’ sino la palabra ‘bellum’ por considerarla más precisa con las normas existentes porque ello nos va a permitir entender a posteriori el significado real de la palabra ‘guerra’.

Así pues, la salida de los límites de una expresión de nuestra condición humana nos obliga a pensar fuera de los límites para tratar de entender la realidad que nos abruma, es decir, la guerra en el mundo de hoy teniendo presente que navegar más allá de dichos límites nos coloca en diferentes aguas, es decir, las teológicas y las estéticas vistas sólo desde la capacidad de juzgar reflexivamente. Para ello vamos a examinar las palabras que denotan el conflicto violento desde el punto de vista genealógico, luego vamos a analizar el conflicto violento desde el plano teológico y finalmente vamos a analizarlo desde la perspectiva estética trascendental, para poder crear las condiciones de posibilidad de pensar el conflicto violento en el mundo de hoy desde fundamentos más firmes que permitan actuar efectivamente para capear el temporal en que estamos inmersos.

1.- La semántica del conflicto violento

Si bien nosotros, desde la perspectiva de Occidente, nos hemos anclado semánticamente en conceptos como polemos o bellum, lo cierto es que no conocemos el origen de estas palabras. Sólo sabemos que el griego y el latín son dos lenguas cuyas raíces se remontan al sanscrito y se desarrollaron como consecuencia de su aislamiento con respecto a sus metrópolis originarias. Ahora si consideramos lo que denotaban nos encontramos que en latín bellum denotaba ‘duorum bellum’ o sea duelo de dos. Este duelo partía de la existencia de un acuerdo para iniciarlo y para cesarlo y unas reglas para llevarlo a cabo. La palabra ‘polemos’ que proviene de la raíz ‘pallò’ (lanzarse, tirarse) también tenía la misma acepción latina. El asunto que se nos presenta es por qué estas palabras perdieron su consistencia histórica, por qué en español, inglés, francés, italiano y portugués tiene la denotación del conflicto violento una raíz común muy distinta, es decir, ‘werra’[5] y en alemán esta diferencia es más notoria, es ‘krieg’[6].

Con respecto a la pérdida de consistencia de las palabras ‘polemos’ y ‘bellum’ podemos decir que su declive vino aparejado con las civilizaciones que usaron la palabra y la pusieron en práctica, me refiero al mundo griego y Roma. Aquí surge otro interrogante: cómo ‘bello’ pasó a denotar otra cosa diferente, es decir, cómo desplazó su significado. Creemos que la clave está en la palabra ‘proporción’. La palabra que denotaba algo perfecto que podía entenderse como hermoso, noble, famoso, ordenado, proporcionado era ‘pulchrum’. Ahora, ¿cómo bello desplazó su signo y su significado y dio paso al término “guerra”, una palabra de origen alemán? Y ¿cómo se convirtió la palabra “pulchrum” en la palabra “bello” como la conocemos hoy día?

Como ya indicamos la palabra guerra se introdujo por infiltración y pasó a ser una manera despectiva de los latinos para calificar las formas de lucha que no se ajustaban al bellum romano caracterizado por su ordenamiento, proporción y efectividad en el plano político. La mejor manera de visualizar la proporción entre bellum y otras formas de lucha se observa a inicios del film ‘Gladiador’ y la batalla de Germania[7]. Con el fin del imperio romano en Occidente, se perdió su forma de combatir y entró en desuso la palabra bellum, quedando en su lugar la palabra “guerra” en el lenguaje común por ser expresión de las prácticas habituales de hacer duelos como nos las describió Johan Huizinga en El Otoño de la Edad Media. Pulchrum, por su parte, mantuvo en la edad media, según Cassirer, un lazo con ‘bonum’ que mantuvo, a su vez, al arte sujeto “a una esfera teológica y metafísica” que comenzó a relajarse en el Renacimiento conquistando su autonomía tres siglos después[8]. La proporción, o sea, la medida va a ser uno de los elementos que va a distinguir bellum y guerra desde una perspectiva estética y va a impedir que se comprenda su naturaleza.

En relación con la palabra ‘werra’ ya hemos indicado que proviene de los territorios que hoy conforman Alemania. Para los antiguos alemanes esta palabra tuvo, al parecer, dos orígenes: el primero, “Gewerr” (enredo) o “gewirr” (caos) que denotaba los cambios imprevistos del rumbo de las cosas por los flujos y contraflujos producidos cuando dos torrentes de un río confluían en un mismo punto. En el segundo significado, muy relacionado con el primero, la palabra “werra” denotaba mezcla. Esta palabra a su vez provenía de la palabra (fir-) werran que significaba embarullar, enmarañar, confundir. La palabra “werra”, era entonces una expresión, un grito, usado por los germanos cuando combatían. En este modo de combate no había un inicio y un fin, sino era un estado donde los actos de fuerza se podían presentar en cualquier momento y en forma permanente. Posteriormente, los pueblos de la Europa Occidental modificarían la palabra “werra” y la derivarían en las expresiones “guerra” o “warre” (war) para expresar un estado y los actos que de ese estado de inseguridad se presentaban.

La importancia de la insistencia en cuanto a su acotación obedece a que ese era un estado que generaba angustia, miedo por la imprevisibilidad y terror que nos permite asociar las palabras ‘guerra’ con ‘Terrorismo’. Creemos que el terrorismo, una palabra introducida por Robespierre en el plano político y que adquirió relevancia con las formas de hacer daño en el siglo XX, es el punto de confluencia de ‘bellum’ y ‘guerra’ porque representa una expresión paradigmática de la violencia primigenia que podemos observar desde la existencia de armas de destrucción masiva hasta la ejecución de actos de violencia extrema con medios ilimitados y de bajo consumo según la tesis de Qiao y Wang, por lo que el terrorismo es el acto violento para producir daño realizado en un estado caracterizado por el terror (werra). En la palabra terrorismo confluye el azar, la naturaleza cambiante (“Der Krieg ist also… ein wahres Chamäleon”) y el odio, la enemistad y el instinto ciego primigenio en su esencia que señaló Clausewitz y nos indica su inconmensurabilidad desde una perspectiva estética.

Finalmente la palabra ‘krieg’ es la palabra con que históricamente se denota en alemán el conflicto violento. Creemos que su origen es indio. Proviene de la palabra kshatriyas (chatria) que denotaba administradores y guerreros. Esta palabra mutaría en ‘karja’ o ‘xarja’ (en indo-iranio) y otras derivaciones como el lituano y a Occidente evolucionarían en la palabra ‘krieg’ como se denota ‘guerra’ en alemán o ‘kata’ como las formas de combate en el karate japonés por citar sólo dos ejemplos extremos desde la perspectiva geográfica.

Así pues, bellum (terrorismo), en tanto que medio, es el acto que se realiza de manera declarada o no declarada en un estado de guerra (werra) o de terror. Estos elementos, es decir, bellum dentro de un estado de terror fueron los elementos que caracterizaron la guerra que dio origen a la Paz de Westfalia, esto es, la guerra civil alemana o Guerra de los Treinta Años que involucró a Europa y el Cercano Oriente y se extendió a gran parte del mundo. La mención a la guerra civil vista como una situación excepcional nos resulta pertinente debido a que Giorgio Agamben, yendo más allá y pensando el terrorismo como un modo de hacer la guerra, ha indicado que esta es la forma de enemistad que se corresponde con la stasis (discordia y quietud) que hemos venido indicando, con lo cual es posible pensar que la manera en que hoy en día se presenta el conflicto violento, desde otro ángulo de análisis, es mediante la ocurrencia de un fenómeno de este carácter interno indicado por Agamben y eventualmente la disolución de una comunidad política, pero con efectos en el nomos en una escala global[9]. Es decir, ‘lo interno’ dejó de ser la comunidad política en sí misma para ser hoy en día la sociedad de comunidades en condiciones que podríamos decir similares al mundo griego en la época de las guerras del Peloponeso.

Con lo antes mencionado podemos destacar varios hechos a tener en consideración. Estos son: acción más allá de los límites, desplazamiento de significados de las palabras que denotan el fenómeno y su inconmensurabilidad. Esto nos lleva al examen de lo que hay más allá de los límites.

2.- La teología del conflicto violento

Una de las palabras usadas en el parágrafo anterior para describir el conflicto violento fue el ‘daño’ deliberado (perjuicio o menoscabo que se recibe en hacienda, persona u honra). Esta palabra proviene del latín damno que significaba de forma compuesta condenar (cum damnar), es decir, desaprobar, declarar culpable judicialmente a alguien generándole una pena mediante un daño proporcional; y pasó al castellano en doble forma: como damno “condena, pena y castigo eterno a los condenados al infierno” y como daño, es decir, como habitualmente la usamos. La conjunción religiosa, jurídica y habitual del daño nos interesa destacar por sus aspectos morales y rituales desde el mismo momento que a través del mito, es decir, del tejido argumentativo originario, se condena y se hace de la agresión un acto benéfico a partir de la invocación al principio de conexión de lo múltiple ubicado en el plano de lo divino que justifica una acción determinada. A partir de ese criterio es que revisten importancia, en primer lugar, los mitos de Rex y Flamen, Indra Mitra-Varuna y sus diversas derivaciones desde la perspectiva indoeuropea y, en segundo lugar, la explicación posterior de dicho fenómeno a través de las expresiones: trimurti en indio, polemos según Heráclito, zhan zheng en chino, y de ãiãmoriwë (demonio de la guerra) en yãnomãmi.

La invocación al principio, en tanto que primera causa, tiene diversas connotaciones en lo concerniente a quién puede ejecutar una condena y cuáles son las causas que ameritan una condena. Esto nos lleva al concepto de ‘iustum bellum’ que al igual que ‘bellum’ sufrió un proceso de transformación en el tiempo. Cicerón fue el primer autor que usó la expresión ‘bellum iustum’. Él al respecto afirmó que

“son injustas las guerras que se acometen sin causa, pues no pueden haber guerras justas si no se hace a causa de castigo o para rechazar al enemigo invasor… y no es justa si no se ha declarado y anunciado, y si no se hace por reclamar la restitución de algo”.

 

Teniendo presente la conceptualización realizada por el pensador romano, San Agustín usó el término guerra justa, dentro de un contexto de descomposición del imperio romano en occidente y de la adopción del cristianismo como la religión oficial, para pensar en un dique, desde una perspectiva moral, que ayudara a reconstruir el orden político romano amenazado tal como puede ser observado en las páginas iniciales de la Ciudad de Dios. El filósofo de Hipona expresó que la guerra era justa porque era la lucha contra el pecado, es decir, era la lucha del género humano contra el mal, esto es, contra los que cuestionaban el orden de Dios. Según él, la guerra era tanto la consecuencia del pecado como el medio para su cura e invocada por la autoridad moral adecuada y de acuerdo con unos motivos justificados, no era sólo una acción de legítima, sino un acto moral beneficioso para todos.  

Si se tiene presente que la filosofía agustiniana fue la que marcó el pensamiento europeo hasta Santo Tomás de Aquino podemos afirmar que en ese tiempo transcurrido, en primer lugar, se mantuvo un estado de guerra (werra) frente a los invasores nómadas provenientes de Asia hasta que las cruzadas reafirmaron el concepto de bellum contra los no cristianos, es decir, los musulmanes, en segundo lugar, estos conflictos contra los musulmanes fueron adquiriendo una práctica que se hizo consuetudinaria generando un nuevo derecho donde bellum pasó a diferenciarse de los conflictos dentro de la cristiandad romana y, en tercer lugar, los conflictos dentro de la cristiandad romana fueron dirimidos de forma violenta de acuerdo con un criterio basado en la justificación moral hasta que comenzaron a ocurrir cambios notables en el seno de las sociedades. Dentro de este marco Santo Tomás de Aquino afirmó que la guerra era un obstáculo permanente para poder llevar a cabo una vida buena porque era ilícita, y era pecado en doble sentido: porque existía y porque se hacía. Ahora para que bellum fuese justo, para un autor que fue protegido por el rey cruzado Luis XII, tenía que cumplir con tres condiciones: debía se emprendida por un príncipe porque a él le competía defender el bien público, se requería una causa justa, es decir, responder a una injuria generada por un daño deliberado y se requería una recta intención, es decir, debía promover el bien o evitar el mal. De igual forma, él indicó los casos en que se podía resistir o deponer u asesinar un usurpador. La resistencia era justa si se hacía antes de que un usurpador se hiciese con el poder y su ejecución era posible sólo cuando no cabía “interponer recurso ante un superior que pudiese juzgarlo”.

Para tener idea de cómo fue el nuevo derecho que se fue gestando (ius ad y ius in bello), en relación con bellum, Huizinga nos ha indicado la fuerte influencia que tuvo el ideal caballeresco en las órdenes militares medievales sobre las prácticas bélicas. Esta influencia la observó en la medida en que en la concepción del conflicto en el derecho de gentes estaba “un elemento de juego”. Sin embargo, esta influencia perdió fuerza por la evolución del arte de hacer bellum, la naturaleza de la amenaza a enfrentar, en este caso, otomana y la conquista de América.

Los cambios sociales que hicieron ver el conflicto violento con una cara externa y una cara interna fueron visualizados por Machiavelli a la luz de los cambios sociales generados por el renacimiento. Después de él fue Francisco de Vitoria quien introdujo cambios importantes al concepto de iustum bellum. Él expresó que era lícito a los cristianos hacer bellum y la república era la que tenía autoridad para declararla y hacerla. La causa justa para hacer bellum no era sólo la defensa, “sino también para vengarse a sí y a los suyos, y perseguir injurias”. La diversidad de religión no era causa justa para hacer bellum, ni el ensanchamiento del Imperio, ni la gloria del príncipe. Su fin era la paz, y en este contexto, el que hacía Ius bellum le eran lícitas todas las cosas que fuesen necesarias para conseguir la paz y la seguridad. El cambio que empezó a producir Vitoria fue profundizado por Baltazar Ayala y Francisco Suárez. Ayala, consideró que la guerra era un acto que se realizaba entre iustus hosti, es decir, entre soberanos estatales reconocidos por el “derecho de gentes”. Él así hizo una diferenciación entre las guerras civiles y la represión contra bandidos, rebeldes y piratas teniendo como foco el levantamiento neerlandés contra España. El Iustum bellum era entonces bellum entre iusti hostes, es decir, que ‘justo’ equivalía a ‘ajustado a la forma’[10].

Francisco Suarez, por su parte, entendió iustum bellum como todo hecho de fuerza justificado en ciertas y determinadas circunstancias incluyendo la resistencia. En relación con la iustum bellum afirmó que era aquella que para realizarse debía reunir tres condiciones: que fuese declarada por una autoridad legítima, que hubiese una causa justa, es decir, “una grave injuria ya consumada que no [pudiese] ser devengada, ni reparada de otra manera” y, que hubiese proporcionalidad con la gravedad de la injuria. En este sentido, la defensa en tanto que un derecho natural: en primer lugar, era lícita y, en segundo lugar, el príncipe estaba obligado a defender a la comunidad política y el bien común. Con respecto a la resistencia, Suarez se focalizó en el examen de las condiciones de posibilidad de deponer un tirano que ha accedido al trono ilegítimamente o de forma legítima. En este sentido consideró que un pueblo puede “emprender… una [iustum bellum], es decir, [una] resistencia activa” al estar amenazado el bien común y la ley natural de una forma existencial y se puede cometer tiranicidio por ser el usurpador un enemigo que ha actuado de forma pública y manifiesta siempre y cuando se haga de forma proporcional con el daño y se restaure el bien común.

A pesar de este proceso evolutivo del derecho de gente, la reforma protestante fue una situación excepcional sumió a Europa en conflictos religiosos por más de cien años imponiendo un modo de ver la realidad que significó el ocultamiento y/o solapamiento, mediante conceptos, de prácticas políticas que habían estado confluyendo en el tiempo a pesar de los cambios sociales que sostenidamente se habían estado produciendo. En cuanto al modo de entender la guerra la bisagra entre la baja edad media y la modernidad la constituyó Hugo Grocio

Hugo Grocio expresó que el uso había hecho que la palabra ‘guerra’ indicase “no la acción, sino el estado”, y ello había determinado que este fenómeno haya sido entendido como “el estado de los que combaten por la fuerza”. Con ello produjo un solapamiento entre lo que entendimos entre estado de guerra y bellum para definir la paz en base al segundo concepto. Este autor neerlandés expresó que la causa justa para hacer bellum era la injuria y ésta se podía manifestar de varias formas: la defensa, la recuperación de las cosas y el castigo. Para que la guerra fuese justa, ius bellum, se requerían dos cosas: que se hiciera de ambas partes por el que en la comunidad política tenía el poder supremo y que se cumplieran ciertas formalidades. Él, al contrario que Santo Tomás y Suarez, no estuvo de acuerdo con que los súbditos de una comunidad se sublevaran en contra del soberano debido a que en cierta forma significaría volver a la stasis. En este marco se circunscribe el Tratado de Paz de Westfalia y el pensamiento de Hobbes.

En el Tratado de Paz de Westfalia se usó el concepto de bellum tal como la entendió Grocio y ésta expresión indicó una situación que consideraba el acto como estado para producir un cambio político. Pero en este tratado, iustum bellum sería aquella que se podía realizar entre iustus hostes, es decir, entre Estados únicamente. Esta ambivalencia sería recogida por Hobbes cuando definió su concepto de ‘Warre’. Teniendo presente este concepto, Omar Astorga tuvo dos visiones con respecto al tema de ‘warre’ en el pensador inglés: uno relacionado con la stásis y el otro relativo a la identificación “entre guerra y política”. Con respecto a la stásis afirmó que, además de ser un problema ideológico, en esta situación excepcional y potencial “en la medida en que no hay poder común que logre unificar a los hombres” permanecerá el estado de guerra y que es a través de esa unificación que es posible que se produzca la paz.

Benedicto de Spinoza, en una concepción realista cercana directamente al pensamiento de Hobbes e indirectamente al de Machiavelli y Suárez buscó que la comunidad política fuese lo suficientemente democrática para que en caso de necesidad de tomar una decisión de hacer bellum esta fuese algo decidido por la mayoría de modo que, el peso de las consecuencias fuese compartido por todos sus miembros. Como se puede observar, bellum en Europa vivió un proceso de cambios de significado donde se pasó de ser un asunto divino o teológico a un asunto racional o teológico-político en concordancia con el surgimiento del Estado-nación. Como la Paz de Westfalia fue un orden que se extendió a todo el mundo, la concepción de bellum con todos los problemas que trajo consigo ocultó también las concepciones y formas de bellum de los pueblos dominados generando, en consecuencia, un doble solapamiento y ocultamiento histórico que hizo del conflicto violento algo inconmensurable. Esta inconmensurabilidad se ha hecho más patente con la crisis del orden westfaliano explicando con ello la incapacidad de comprender la realidad del conflicto en el mundo de hoy en tanto que, en palabras de Xavier Zubirí, apertura del orden en que se encuentran inmersos las comunidades políticas, respectividad de los afectados por la situación, ‘suidad’ en tanto cómo lo real del conflicto afecta a cada comunidad y cada individuo y mundanidad en relación con otros individuos y comunidades.

3.- El conflicto violento desde la perspectiva del juicio estético

En el parágrafo anterior introducimos algunos aspectos estéticos relacionados con la proporcionalidad que permiten mesurar el conflicto bélico. Dijimos también la relación metafísica y teológica de lo bueno con que se sujetó al arte. Lo bueno, en este contexto de medida, es desde la perspectiva kantiana una expresión del juicio crítico reflexivo en la categoría de lo sublime. Lo sublime es una categoría de lo bello que se presenta de un modo en que la afección es provocada por cosas o acontecimientos casi informes o disformes, porque su magnitud sobrepasa cualquier posibilidad de medida provocando admiración o rechazo. Este carácter informe se genera por la incapacidad de sintetizar lo percibido por lo que tenemos que buscar la ley que permite dicha síntesis en la finalidad o teleología para dar cuenta de la realidad a pesar de que podemos percibir la totalidad de lo múltiple que nos afecta. La síntesis, según Kant consiste, en primer lugar, en limitar una diversidad en el espacio y en el tiempo, y una diversidad del espacio y del tiempo mismos para decir eso comienza, eso termina, etc. y, en segundo lugar, en reunir esto limitado con una categoría (cualidad, cantidad, modalidad, relación) de modo que la resultante, un concepto, le permita a un sujeto funcionar o a un decisor político tomar decisiones.

Desde el punto de vista político, para nuestros efectos, Kant reconoce en bellum algo de sublimidad si este se atenía a una serie de requisitos morales previos por el sentimiento que genera la propia posibilidad de representar a la propia naturaleza, desde el mismo momento que engrandece la mentalidad de un pueblo y este logra mantenerse valeroso. El problema que se presenta es cuando no se puede representar a la naturaleza impidiendo la valoración moral como ocurrió, por ejemplo, en la alta intensidad de los conflictos violentos que se generaron como consecuencia de la revolución francesa. Esta incapacidad de juzgar las consecuencias de la revolución francesa hizo que Kant posteriormente desarrollara su obra La Paz Perpetua y la Metafísica de las Costumbre como medio para lograr recuperar una forma de mesura para luego lograr la erradicación de esa forma violenta de dirimir los conflictos. En esta preocupación el filósofo prusiano plantearía dos conceptos de desmesura que obligarían a considerar el juicio reflexivo y serían desarrollados posteriormente: ‘enemigo injusto’ y ‘mal radical’.

El juicio reflexivo al cual hicimos mención fue para Kant, en principio, un juicio subjetivo sin una finalidad específica. Cuando había una finalidad él lo denominó objetivo. En esta objetividad se considera que la percepción de lo múltiple de la naturaleza se es posible determinar una finalidad que permite dar cuenta de la realidad. En este contexto la intuición juega un papel fundamental desde el mismo momento que la entendió en un doble sentido: En primer lugar, como una facultad de conocimiento que crea las condiciones de posibilidad para “la concordancia [contingente] de los caracteres de la naturaleza con nuestra facultad de [producir] conceptos”. Esta concordancia es lo que Clausewitz tratara de encontrar en un mecanismo de mesura frente a la guerra revolucionaria que vivió en lo personal hasta el año 1815. En segundo lugar, cuando se trata de encontrar esta finalidad de la naturaleza en un ser creador todopoderoso, Dios, que explica la armonía de los contrarios y justifica la ‘necesidad’ de obrar de una manera determinada que constituye en sí una forma de desmesura. 

Pero la desmesura se extendería por dos caminos, por el desarrollo de formas de hacer la guerra revolucionaria que harían Marx y principalmente Engels y seguidores (L. Trostky en cuanto al terrorismo, V. Lenin en relación con la guerra del pueblo y Mao Zedong con respecto a la guerra popular prolongada) y por la revolución industrial que permitió el desarrollo de armas cada vez más letales que permitieron la introducción del concepto de guerra total. La confluencia de estas dos formas de desmesura acaeció, por una parte, entre 1914 y 1945 trayendo sus consecuencias hasta el presente y, por la otra, entre 1948 y 1989 desde el mismo momento que a las desmesuras antes indicadas se le agregaron los solapamientos y ocultamientos del modo de entender el conflicto violento en un contexto en que la estructura westfaliana que los fijó se encuentra en crisis y junto con ella toda la estructura de conceptos y valoraciones.

Es importante acotar que Martin van Creveld expresó en The Transformation of War que estos procesos habían hecho que todo el pensamiento sobre bellum y guerra hubiese perdido su consistencia, en especial el clausewitziano. En cierta forma él coincide con nosotros en el sentido que estos fenómenos se han hecho inconmensurables. La diferencia es que nosotros estamos explicando a través del ocultamiento y el solapamiento las causas de la inconmensurabilidad y estamos ubicando ésta en un plano contemplativo o estético. Al respecto, Jürgen Habermas en Pasado como Futuro expresó a propósito de la segunda Guerra del Golfo que bellum se había transformado en una realidad producida, en la muestra de una acción militar “limpia”, desarrollada sin riesgos, eficaz desde el punto de vista técnico, rápida, precisa, realizada de modo de evitar el derramamiento de sangre realizado por una de las partes. Este hecho hizo que este autor pensase que bellum pudiese ser considerado como algo factible desde el punto de vista racional gracias a la estilización, fragmentación de la percepción y abstracción en tal grado que los sentimientos morales y la fantasía podrían ser sometidas a interpretaciones que se podían extender a dimensiones eminentemente políticas.

La ‘estilización’ nos remite a la proporción, o sea, a lo pulchrum o lo bello frente a algo, el oponente, que no estaba a la ‘moda’ produciendo las consecuencias del todo conocida en ese año 1991. Ahora bien la ‘fragmentación de la percepción’ remite a lo inconmensurable que en este caso puede causar miedo o terror a un espectador y lo puede disuadir de actuar de una manera determinada si observamos cuales fueron las consecuencias del oponente que experimentó esa forma de bellum. Pero el filósofo alemán se refirió a bellum, no se refirió a la conjunción que hemos descrito en lo concerniente a bellum y guerra como se observará después de la tercera guerra del golfo en esa región dentro de un contexto signado por la revolución de la información, el desarrollo de nuevas formas de hacer daño, la robótica y hoy en día la Inteligencia artificial. Esto nos trae de vuelta a Qiao y Wang.

Creemos que la incapacidad de mesurar el conflicto actual para poder definirlo y hablar de armonía de los contrarios, según Heráclito, o de progreso según Kant obedece a que los referentes sobre los cuales se hacía bellum se han deshecho por el colapso del referente en sí (orden westfaliano) y por los cambios sociales y desarrollos tecnológicos que ha vivido la humanidad. En palabras de Qiao y Wang estos elementos están haciendo que la tapa que cubre el cofre de Pandora actué como un péndulo que cuando cierra el cofre se progresa y cuando lo abre libera calamidades entendidas como infortunios provocados por causas conocidas o desconocidas. Es decir, podemos afirmar que cuando el cofre se mantiene cerrado el progreso, en la estructura del cosmos, permite el avance armónico de los contrarios, es decir, bellum y paz, y cuando se abre ocurren las calamidades que observamos se presentan de forma no deliberada y deliberada. De forma no deliberada cuando la acción del hombre produce de forma indirecta la calamidad y de forma deliberada cuando la provoca el hombre directamente o cuando acaeciendo la calamidad esta es direccionada intencionalmente con un propósito específico. Esto nos lleva de nuevo a la inconmensurabilidad.

Dijimos que el juicio reflexivo era producto de la capacidad de percibir la totalidad de lo múltiple pero debíamos buscar o producir la ley o categoría que permite producir la síntesis que nos permita dar cuenta del fenómeno o de la realidad. Dado el carácter subjetivo de este juicio pensamos que es desde este juicio reflexivo donde podemos pensar en una nueva mitosis que nos permita comprender la relación entre bellum y guerra desde una perspectiva histórica. Si consideramos el caso específico venezolano desde la respectividad de lo real deberíamos tener presente, para saber ¿qué es la ‘guerra’? lo siguiente:

·         Desde la mundanidad, el orden westfaliano que era el referente está en crisis y ello produjo una apertura de las formas de bellum que habían estado represadas como consecuencia dentro de un contexto signado por cambios sociales y desarrollos tecnológicos.

·         La crisis del orden westfaliano en sí se expresa en la oposición entre la aperturidad y la no-aperturidad generando la aparición de múltiples formas de injusticia y de mal rostrificadas mediante el totalitarismo, el control biopolítico y la segmentación social.

·         Desde la respectividad del venezolano como miembro de una comunidad debemos considerar los solapamientos de las formas de conflicto pre-hispánicas, hispánicas (coloniales, fratricidas, internacionales) y la stasis venezolana evidenciada en su anaciclosis desde la perspectiva histórica.

·         Desde el individuo en su ‘suidad’, es decir, en su realidad debe considerar cómo lo real es afectado por los tres aspectos indicados anteriormente y cómo este individuo es frente a eso real y su realidad. Este es el modo en que podrá entender qué es guerra, su guerra, qué es bellum, su bellum y cómo podría hacer bellum y resistencia.

Corolario: La desarmonía de los contrarios

Usando las palabras de los exégetas de Heráclito podemos decir que la realidad se expresa en el movimiento armónico y desarmónico de los contrarios.  Pero estamos considerando que este movimiento constituye una expresión del cosmos en que vivimos. El problema que estamos viviendo es que estamos haciendo una distinción entre Cosmos y Physis. El concepto de Physis que hemos  usado corresponde a la interpretación que hizo el profesor Francisco Bravo de la obra de Heráclito. Esta interpretación se basó en tres postulados fundamentales: que la unidad de los contrarios es el principio de todas las cosas,  que la dinamicidad como expresión de la unidad se construye mediante el cambio y el cambio mediante la unidad y, que unidad y dinamicidad son eternas.  A partir de estas premisas los profesores Francisco Bravo y Ángel Cappelletti afirmaron que, según el efesio, la paz y polemos eran divinas debido a que no había contrarios privilegiados y, consecuentemente, polemos era generadora de armonía puesto que si la acción y la reacción entre realidades opuestas cesaran, el vencedor establecería un dominio permanente y el mundo como tal quedaría destruido.

Creemos que en este mundo el Cosmos ha subsumido a Physis y en este estado la desarmonía de los contrarios se ha presentado porque además de las formas de daño que en sí se tiene en bellum creemos que se han creado las condiciones de posibilidad de usar Physis también para producir daño. Este hecho se evidencia en el hecho de que hoy en día estamos viviendo la misma realidad que hizo que en el Tratado de Paz de Westfalia se solaparan los conceptos de ‘guerra’ y ‘bellum’ en  un contexto signado por el hecho mismo de que la humanidad ha sido sometida a un proceso de objetivación para evitar que siga su propia realidad y su propio devenir. Así pues, el acto de objetivar al hombre es ‘bellum’ y la objetivación en sí misma es ‘guerra’.



[1] Ver al respecto: Qiao, L. y Wang X. (1999). Unrestricted Warfare. Beijing: PLA Literature and Arts Publishing House en https://www.c4i.org/unrestricted.pdf

[2] Ver al respecto: Blanco, E. (2014). De la guerra y la paz: una perspectiva hermenéutica. Madrid. Editorial Académica Española (EAE). 375 p y (2016). Ontología de la guerra. Crítica al concepto de guerra y resistencia en la obras de Hardt y Negri. Caracas. Editorial Rivero-Blanco. 476 p.

[3] Sun Zi. (500 a.C./1996). Arte de la Guerra. Beijing. Ediciones en Lengua Extranjera.  106 p. Para otra versión de la obra, ver: Sun Tzu (1998). El Arte de Guerra. Versión de Thomas Cleary. (T. A. Colodrón). Madrid. Editorial Edaf.  224 p

[5] En rumano se denota como ‘război’, es decir, lucha.

[6] A este punto podemos decir que las palabras que denotan el conflicto violento en indio es ‘yuddha’, en lengua aymará es ‘awqasiña’ y yãnomãmi es ‘nini tihetimapou’, pero esta última está más relacionada con el estado de conflicto que con los actos en sí mismo.

[7] Ver al respecto: Gladiador en https://www.youtube.com/watch?v=X8BZ-raMIJ0

[8] Ver al respecto: Cassirer, E. (1927/1951). El Individuo y el Cosmos en la Filosofía del Renacimiento. Buenos Aires. (T.A. Bixio). Emecé editores. 147 p.

[9] Ver al respecto: Agamben, G. (2015). Stasis. La guerra civile come paradigma político. Homo sacer II, 2. Torino. Bollati Boringhieri. 83 p.

[10] Hubo otro autor, Alberico Gentili que indicó que la guerra era un contencioso público armado que debía ser formalmente declarado una vez que la necesidad fuese probada, y la paz debía ser el fin de la confrontación. Él estableció tres tipos de causas para iniciarla: divinas, naturales y humanas. Como causa divina estaba la justificación de hacerla contra un pueblo que careciera de religión. Las relacionadas con derechos naturales tienen que ver con pasaje, comercio y navegación. Las causas humanas son la violación de un derecho garantizado por las leyes de los hombres.