viernes, 20 de agosto de 2021

EL MAR DE VENEZUELA COMO ESCENARIO DE CONFLICTO DE LAS GUERRAS EUROPAS: 1596-1648

 

Ver también: https://www.youtube.com/watch?v=FOApsERGH7E

Introducción

En el año 1589, Simón Bolívar ‘el viejo’ se trasladó de Santo Domingo a Caracas. Allí se convirtió en Regidor Perpetuo de la ciudad y más tarde, Procurador ante la Corte. Gracias a él se pudieron crear nuevas instituciones eclesiásticas, políticas y territoriales en beneficio de la Gobernación de Venezuela[1]. Nos interesa hacer mención sobre este último aspecto porque significó la institucionalización del Mar de Venezuela el cual se constituiría treinta y dos años después en el escenario de confrontación hispano-neerlandés dentro del marco de la guerra de los ochenta años y, desde el año 1621, como parte de la guerra civil europea conocida como la Guerra de los Treinta Años (GdlXXXa). Este espacio de mar fue descrito por ‘el viejo’ con las siguientes palabras

“…4. Yten que por cuanto por orden e mandato de Don Diego Osorio gobernador de esta dicha gobernación se han descubierto ciertos ostiales de perlas en las islas de Aves, Orchila y en otras islas comarcanas a ellas que todas son adyacentes y están en el término de la dicha gobernación que de las perlas que en todas las islas y costas de esta gobernación se sacaren en lugar del quinto se pague la décima de las dichas perlas por tiempo y espacio de veinte años o por el más tiempo que su Majestad fuere servido y que todas las dichas perlas que se sacaren de las dichas islas se paguen los derechos reales en la Ciudad de Santiago de León provincia de Caracas donde están y residen los oficiales reales y está la real caja de las rentas reales de esta gobernación”.

“5. Yten que aunque las dichas islas son adyacentes a la dicha gobernación por merced que el Emperador Don Carlos nuestro señor de gloriosa memoria hizo a esta gobernación de que en tiempo de los Belsares dio término jurisdicción e distrito desde el Moro de Maracapana hasta el cabo de la Vela corriendo la costa leste uestes con todas las islas que estuvieren en comarcae paraje de dicho sitio e término que su Majestad haga merced a esta dicha gobernación de darle aprobación de lo suso dicho conforme a la Cédula Real de suso referida”.

“11. Yten suplicar a su majestad haga merced a esta dicha gobernación de que el mas ni otras cosas de mantenimiento que se enviare de la ciudad de Santiago de León y su término para la Isla de Margarita y para la provincia de Cumaná e para la Isla de Aves e La Orchila  e las demás islas de la pesquería de perlas que nuevamente se han descubierto para el mantenimiento y sustento de las canoas cuyos dueños estuvieren en la gobernación no paguen derechos ninguno de tales mantenimiento así en la dicha gobernación de la salida como en las dichas islas de entradas de mas derechos por tiempo y espacio de veinte años.”

Como se puede observar, este mar de Venezuela bañaba las costas de dos Capitanías Generales, la de Venezuela y la de la Nueva Andalucia separadas por el morro de Maracapana. El mar de Venezuela fue el que le dio al espacio terrestres una unidad espacial que en el futuro tendría consecuencias administrativas y políticas. Este mar se extendió desde los Monjes al occidente del país y abarcaba lo que hoy se conoce como Aruba, Curazao y Bonaire y seguía y sigue al oriente con los archipiélagos de Aves y los Roques, continua con la Orchila, la Blanquilla, los hermanos y la Tortuga, incluye a Margarita y los Frailes y finalizaba en la isla de Trinidad. Ver el siguiente gráfico:

Este espacio se constituiría en un escenario de confrontación que se ha conocido regionalmente como la guerra de la sal. Su importancia para nosotros obedece a que la joven República neerlandesa delegó a una empresa privada, es decir, la Compañía de las Indias Occidentales, la autoridad para hacer la guerra, el comercio y la conquista de nuevos territorios apelando al principio de libertad de los mares. Estas circunstancias hacen necesario examinar cómo el contexto político-militar en Europa se extendió a nuestras costas de tierra firme y cómo los cambios de la naturaleza de la guerra marcaron el carácter de los enfrentamientos hispano-neerlandeses. Con estos exámenes podremos analizar la guerra hispano-neerlandesa en el mar de Venezuela y sus consecuencias y finalmente haremos un análisis de sus implicaciones actuales.

La situación político-militar europea entre la segunda década del siglo XVII y la Paz de Westfalia

Las guerras de religión del siglo XVI sumieron a Europa en una gran inestabilidad política que sólo fue contenida por la expansión otomana en la Europa central. Una vez contenida esta amenaza se vivió en una precaria paz conocida como Paz de Augsburgo que no abarcó al foco independentista ubicado en los Países Bajos. Los independentistas neerlandeses habían logrado sostenerse desde el inicio de la rebelión en el año 1568. La guerra de independencia neerlandesa fue la consecuencia del deseo del rey de España de obtener un mayor financiamiento de sus empresas político militares a través de una mayor recaudación de impuestos de esa región de tan gran crecimiento económico que la hizo convertirse en el centro económico, financiero y comercial de Europa a pesar de la crisis económica que vivió la región aun en gran parte del siglo XVII[1]. El sostenimiento político neerlandés generó una guerra de desgaste donde España llevó la peor parte debido a su dependencia del comercio neerlandés y su relativa limitación para procurarse recursos con respecto a los rebeldes.

Dentro de este contexto España a finales del siglo XVI les impuso a los rebeldes neerlandeses restricciones de uso de los puertos de Sevilla y Lisboa, afectando su provisión de materias primas necesarias para su desarrollo económico, así como también su acceso al comercio de las especias asiáticas. Estas restricciones hicieron que los neerlandeses se lanzaran a la búsqueda de nuevos espacios donde pudiesen, por una parte, recuperar las fuentes de suministros perdidas por dichas restricciones y, por la otra, abrir nuevos mercados[2]. En este contexto, el diseño estratégico que desarrollaron se fundamentó en la puesta en práctica del principio de libertad de los mares siguiendo al efecto los siguientes criterios: libertad de comercio y navegación, que el comercio debía estar supeditado a la realización de tratados y que no podía ser derogado el principio de libertad de los mares excepto por declaración unánime de todos los Estados.

El estancamiento de la guerra condujo a una tregua de doce años iniciada en el año 1609, pero esta tregua benefició más a los neerlandeses que a los españoles por lo que la dirigencia hispana se vio en la necesidad de reanudar la guerra porque estimaron que sus dominios de ultramar se verían amenazados por la extensión del exitoso emprendimiento representado por la Compañía de las Indias Orientales al hemisferio Occidental. Este emprendimiento le permitiría afirmar a Jan Pieterzoon Coen, uno de los fundadores del dominio neerlandés en esa región del mundo que, “el comercio en Asia debería guiarse y conservarse bajo la protección y con la ayuda de nuestras armas, y esas armas se han de empuñar con los beneficios obtenidos por el comercio” (Parker, 2010:16-17)[3]. Por lo que, como se verá, los neerlandeses hicieron explicita la relación recíproca existente entre guerra y economía como ha acaecido en toda la historia de la humanidad.

La tregua hispano-neerlandesa expiró en el año 1621, año en que se constituyó con auspicios de la República neerlandesa un nuevo emprendimiento denominado Compañía de las Indias Occidentales (WIC), es decir, una empresa monopólica que, como en el caso de las indias orientales, podía constituir pseudo estados, desde el mismo momento que podía nombrar gobernadores, construir fortaleza, armar ejércitos y construir flotas de guerra con fines privados en concordancia con la guerra que estaba acaeciendo en Europa[4]. Esta compañía en los albores del reinicio de la guerra desarrollo el plan "Desseyn Groot" (Gran Diseño) cuyo propósito fue extender la guerra europea al resto del mundo apoderándose de las colonias portuguesas y españolas en África y América y, específicamente, del comercio de sal, azúcar, tabaco y esclavos. Con este emprendimiento, los neerlandeses usaron como plataforma de proyección inicial hacia occidente los asentamientos ubicados al este del río Esequibo.

La guerra, si bien se inició formalmente en Europa en el año 1622 cuando los hispanos iniciaron sus operaciones en el Flandes y los neerlandeses conformaron una alianza con los daneses y protestantes alemanes para hacer la guerra contra los Habsburgo en Alemania dentro del marco de la GdlXXXa, en el mar se iniciaron con la batalla de Gibraltar del 10 de agosto de 1621 cuando un convoy español fue atacado infructuosamente por una fuerza naval neerlandesa sufriendo graves pérdidas[5]. En 1625 contemporáneamente al inicio del sitio de Breda y del asalto de Cádiz en Europa, los neerlandeses se establecieron en Nueva York y Recife y fueron expulsados de San Salvador de Bahía y de San Juan de Puerto Rico. Este último espacio fue pensado originalmente por los neerlandeses como una base de operaciones más adecuada que el Esequibo para unir las colonias del norte y del sur y proyectarse sobre el Mar Caribe. A pesar del fracaso en San Juan lograron establecer una base de operaciones estable en Bonaire y Saint Maarten para la obtención de sal, pero esta última la perdieron y la recuperaron después, casi al final de la guerra. En 1628, los piratas neerlandeses capturaron parte de la flota de Indias proveniente de la Nueva España en la bahía de Matanzas constituyendo este hecho en la acción predadora exitosa más importante realizada contra España. En 1630 se apoderaron de Pernambuco logrando permanecer por un poco más de treinta años. Los artífices de las victorias neerlandesas en Matanzas y Brasil fueron Piet Hein y Witte de With.

La revolución militar

Las prácticas militares que se observaron en el mar de Venezuela fueron producto de una revolución militar cuyos comienzos Geoffrey Parker las ubicó a inicios del siglo XVI. Esta revolución se produjo, a pesar de las permanencias de unas constantes: primeramente, por el desarrollo de las armas de fuego y posteriormente por el establecimiento de una logística y movilización de recursos que impulsaron consecuentemente el desarrollo de las fuerzas armadas nacionales y modificaron la forma de hacer la guerra en la tierra y en el mar.

Las constantes estuvieron relacionadas con la guerra de asedio en el plano de la defensa y el ataque y la asunción de la guerra como una actividad privada como vimos en relación con la WIC. El asedio fue una práctica militar que se desarrolló en la época romana tardía como la gran estrategia de defensa en profundidad, similar a la que desarrollarían los españoles en América[6]. En ambos casos el objeto fue “la conservación de los centros urbanos, sede de la administración, la organización religiosa, la manufactura y la población, que habían sido fortificados o reconstruidos tras las invasiones y las guerras civiles del siglo III” (Parker, Op.Cit.:69-70). Aquí también podemos incluir el evitar que una fuerza invasora penetre al hinterland de sus dominios. Esta práctica de asedio y de defensa en profundidad se mantuvo de manera más o menos inalterada desde el siglo IV d.C. hasta el siglo XIV debido al desarrollo de las armas de fuego.

La práctica de defensa en profundidad en la época moderna tuvo dos orientaciones: en primer lugar, cada fortaleza debía ser capaz de albergar fuerzas militares móviles que pudiesen amenazar los movimientos y las líneas de abastecimiento de un invasor como aconteció en San Juan de Puerto Rico en 1625. En segundo lugar, si un invasor decidía asediar una de las ciudades defendidas habría la posibilidad de que esta pudiera convertirse en un yunque contra el que el ejército principal de campaña del defensor o los refuerzos provenientes de las comarcas aledañas aplastarían o amenazarían con aplastar al invasor como más o menos acaecería en Cádiz en 1625. Estas orientaciones operacionales hacían muy difícil conquistar una plaza requiriéndose, al efecto, grandes ejércitos bien pertrechados y una logística que les permitiera mantenerse mientras duraran las operaciones de sitio. Todo ello hasta que la plaza asediada se rindiese por cansancio, por enfermedades o por hambre (Ibid.).

Propiamente el cambio en la guerra de sitio se produjo alrededor de la primera mitad del siglo XV cuando en Europa se comenzó a reducir a escombros en poco tiempo las murallas verticales de las fortalezas existentes gracias al perfeccionamiento de la artillería. El modo en que fue resuelto el problema de las fortificaciones provino de un ensayo elaborado por León Battista Alberti en la década de 1440 sobre el arte de la construcción. Allí sostuvo que

“… las fortificaciones defensivas serían mucho más eficaces si se construyeran siguiendo un trazado irregular, como los dientes de una sierra», y conjeturó que una configuración en forma de estrella podría [proporcionar] campos de fuego cruzados” (Ibíd.:110).

Esta idea hizo que a principios del siglo XVI aparecieran en la península itálica “bastiones en ángulo a intervalos regulares, tanto para mantener alejada la artillería enemiga como para presentar [un cruento] fuego de flanqueo contra cualquier intento de asalto” restableciéndose así la ventaja de la guerra defensiva respecto a la ofensiva[7]. Con ello se inauguró lo que se conocería como la ‘traza italiana’ (trace italienne), una nueva manera de construir fortificaciones que llegaría a propagarse por toda Europa, especialmente en los Países Bajos y después en la América hispánica (Cartagena, la Habana, el Callao, Araya) y otras partes del mundo. Esta ‘trace’ se constituiría en el único sistema de defensa eficaz contra las armas de fuego debido a un carácter científico basado en cálculos matemáticos que requirieron que el ataque asumiera también dicho carácter (Ibíd.:112).

La consecuencia de esta innovación hizo que, por una parte, mejorara la potencia de la artillería así como también las técnicas de asedio y que estos se prolongasen temporalmente como aconteció en Breda también en 1625 y, por la otra, por estas mismas circunstancias las acciones ofensivas contra los dominios españoles se circunscribieran a raid’s de corta duración por la imposibilidad material de capturar una población determinada a no ser que se empeñaran grandes recursos o se ocupasen espacios vacíos o poco poblados como ocurriría con parte de las islas que cierran el mar de Venezuela. Seis años después de los hechos en San Juan y Cádiz ocurrió un acontecimiento militar que en la literatura anglosajona se le ha dado una gran importancia por los cambios que produjo en el modo de hacer la guerra. Este hecho fue la batalla de Breitenfeld acaecida en el año 1631. Allí se pusieron en práctica dos innovaciones: una desarrollada en los Países Bajos por Mauricio de Nassau relacionada con el fuego de mosquetería por descargas sostenidas siguiendo las lecturas de táctica militar romana desarrollada en el año 100 d.C. por Eliano. Y dos, la aparición de la artillería móvil de campaña. A pesar de que la puesta en práctica por los neerlandeses en la Guerra de los Ochenta Años no fue tan efectiva por el tipo de operaciones que se desarrollaron, fueron los suecos dirigidos por su rey Gustavo Adolfo quien puso las dos innovaciones en práctica efectivamente en la batalla antes nombrada contra el ejército imperial de los Habsburgo e inmediatamente en otra acaecida un año después también dentro del marco de la GdlXXXa, es decir, Lützen. Este éxito produjo una reforma entre los contendientes que orbitó en torno a la instrucción militar para aprovechar las mejoras introducidas en las armas de fuego y estar a la altura de la efectividad de los tercios españoles.

El tipo de operaciones militares que caracterizaron la guerra de independencia neerlandesa fueron, como dijimos, las operaciones de sitio. Lo prolongado de estas operaciones gracias a las nuevas técnicas en fortificaciones y un acucioso aprovechamiento del terreno por parte de los independentistas hizo que el conflicto hispano-neerlandés se extendiera al resto del mundo y también hizo más estrecha la relación de este conflicto con la GdlXXXa como se puede constatar en la victoria de las armas españolas contra las fuerzas suecas en la primera batalla de Nördlingen (1634) para mantener abierta la ruta logística de Génova al Flandes de sur a norte. La extensión del conflicto al resto del mundo y el desarrollo de nuevas técnicas de combate produjo el desarrollo de nuevas técnicas en la guerra en el mar y explica de suyo las campañas militares emprendidas en Occidente por la WIC neerlandesa contra los dominios hispánicos. La consecuencia inmediata de este hecho fue que tanto neerlandeses como españoles desarrollaran una flota de guerra propiamente dicha y, consecuentemente, una carrera armamentista para producir más naves cada vez de mayor tonelaje y con más capacidades para emplear armas de fuego y, los españoles, por su parte, desarrollaran también un sistema de fortificaciones para la defensa en profundidad para proteger todos sus dominios americanos (Ibíd.:130).

En relación con las operaciones navales en la América meridional podemos agregar que a pesar de que la guerra emprendida por los neerlandeses fue dirigida contra el comercio ibérico en realidad esta no se presentó de forma asimétrica, es decir, no fue la lucha del débil contra el fuerte sino más bien fue una lucha de desgaste entre intereses públicos y privados emprendida con una simetría de medios en cuanto a cantidad y calidad. Es decir, los neerlandeses buscaron cortar las comunicaciones marítimas ibéricas y los hispanos trataron de neutralizar las operaciones extractivas y comerciales neerlandesas. ¿Qué medios fueron empleados? Los españoles usaron el galeón cuya característica principal fue su uso dual, es decir, mercante y de guerra. Los neerlandeses, por su parte, usaron la Urca[8] y el Fluyt[9]. Este último fue una evolución del galeón mayoritariamente usado como transporte de mercancías.

Con respecto al advenimiento de los ejércitos nacionales se puede afirmar que esto pasó a ser una constante durante la GdlXXXa, pero si se considera el caso hispano-neerlandés este fue la característica mayoritaria de sus fuerzas militares, mucho antes que los suecos, aunque ambos países contaron con fuerzas mercenarias que estuvieron bajo su mando sobre todo en el teatro de operaciones europeo. Pero en el caso español ello no ocurrió en América, no así en el neerlandés en que la WIC fue organizada como una empresa privada de alcance político-militar. En todo caso la instrucción militar instituida en el proceso de reformas castrenses iniciada en los Países Bajos promovió aún más la nacionalización de las fuerzas militares (Keegan, 2014:230).

Desde la perspectiva logística y de la movilización es conveniente destacar que Keegan expresó que la posibilidad de trasladar importantes contingentes militares de un lugar a otro dependía y siempre ha dependido de la capacidad de garantizar que estos pudiesen sostenerse efectivamente en lo que respecta a elementos básicos como alimentación, vestimenta, servicios sanitarios y otros enseres y pertrechos que permitan el sostenimiento de las operaciones[10]. Ello va explicar por qué algunas operaciones fueron de hostigamiento, otras de depredación como el corso y otras de apropiación como las que intentaron los neerlandeses en San Juan, Unare, San Salvador o Recife. Con el desarrollo de las armas de fuego la logística y la movilización de recursos para la guerra adquirió una mayor complejidad debido a la necesidad de disponer de suficientes municiones y de un sistema de mantenimiento y requirió una mayor preparación, como veremos, en el caso de las factorías y fortificaciones prefabricadas que elaboraron los neerlandeses para instalarlas en Araya, la Tortuga y Unare y defender así sus operaciones extractivas.

La extensión de la guerra civil europea al mar de Venezuela

Las innovaciones tecnológicas en cuanto a los modos de hacer la guerra se materializaron en el mar de Venezuela en la reproducción de la trace italienne en términos defensivos, el desarrollo de la tecnología naval en términos ofensivos y defensivos y el perfeccionamiento de la logística y de la movilización, pero en este caso se invertirían los roles, es decir, los hispanos fueron los defensores y los neerlandeses los ofensores. Permanecieron como remanente el tipo de operaciones de sitio y la organización para la guerra, es decir, por una parte, esta fue observada desde la perspectiva privada (neerlandeses por intermedio de la WIC) y por la otra, fue considerada desde una perspectiva pública por los españoles.

Las primeras acciones agresivas privadas realizadas por los neerlandeses en el mar de Venezuela fueron en Araya. El objetivo fue procurarse de las fuentes de sal para evadir el embargo impuesto por España de materias primas esenciales para su industria de conservación de alimentos[11]. La salina de Araya, según Dávila, comenzó a ser explotada experimentalmente por España en la segunda mitad del siglo XVI, pero su rentabilidad era baja debido a que el mercado no era suficientemente grande en ese entonces (2015:49). Una vez que se produjo el embargo, los neerlandeses organizaron, desde el año 1600, expediciones a Araya para procurarse de la vital materia prima con Urcas salineras y/o Fluyt que transportaban también bienes comercializables para reducir el problema logístico que representaba el costo de la operación. Estos Fluyt serían provistos, en algunos casos, de artillería para que actuasen como buques auxiliares. Estas expediciones continuaron hasta el año 1604 fecha en que se envió una comisión presidida por Bautista Antonelli para evaluar la situación recomendando, al efecto, la erección de una fortificación. A pesar de que no se concretó inmediatamente la construcción de una fortaleza, en el año 1605 se envió una fuerza naval comandada por Don Luis de Fajardo e integrada por catorce galeones, cuatro pataches y una carabela que sorprendieron a los neerlandeses provocándoles el fin de las operaciones comerciales y extractivas en la salina. En esta operación que se conoció como la batalla del puerto de Ancón de Refriegas, los neerlandeses perdieron todas sus urcas salineras, es decir, quince embarcaciones, así como toda la infraestructura que habían instalado (Ibíd.:55).

Es conveniente acotar aquí que todos los neerlandeses capturados fueron ejecutados por ser acusados de piratas debido a que España no reconocía en ese momento la independencia de los Países Bajos y por tanto no reconocía como justos contendientes de acuerdo con el derecho de la guerra a los neerlandeses hechos prisioneros ejecutando actividades privadas que podían ser consideradas como delito (Ibíd.:56)[12]. Esta acción disuadió temporalmente a los neerlandeses de realizar emprendimientos de este tipo y con la tregua del año 1609, que supuso una suerte de reconocimiento político de los rebeldes, se eliminó el embargo comercial con lo cual pudieron procurarse de sal de las fuentes tradicionales españolas en la propia Europa.

Con la ruptura de la tregua en el año 1621 los neerlandeses se aprestaron a emprender nuevamente operaciones militares y mercantiles en la salina de Araya y para ello se prepararon de tal manera que se evitara lo acaecido en el año 1605. A tal fin la WIC envió una fuerza naval/mercantil para explotar las minas y defenderla, pero fueron, desde el principio, hostigados por los defensores sufriendo importantes pérdidas a pesar de disponer de armas de fuego emplazadas en naves y en fortificaciones de madera preensamblada que habían preparado para ello. Aquí comenzó una escalada que se interrumpió momentáneamente por el hecho de que los neerlandeses no buscaron, en principio, permanecer de forma permanente. Este hecho de la permanencia nos interesa destacarlo desde la perspectiva de la logística y movilización. Parte del fracaso del esfuerzo neerlandés se debió a problemas de naturaleza logística, es decir, por falta de agua para consumo humano. La península de Araya es seca y árida y ello generó importantes limitaciones para los ofensores que fueron aprovechadas por las fuerzas hispánicas. Ello explica en parte el por qué la acción neerlandesa no se tradujo en una estadía permanente como intentarían después en Unare y lograrían efectivamente en Aruba, Bonaire y Curazao. En parte debido a que el propósito de los neerlandeses no fue permanecer. La permanencia se produjo cuando las ganancias que obtenían por la piratería no fueron suficientes para mantener una guerra naval larga y a gran escala[13]. La rentabilidad de una acción ofensiva mercantil-militar era el centro de gravedad neerlandés, de ese entonces, para decidir sus objetivos operacionales.

El Gobernador de Cumaná Don Diego de Arroyo y Daza reportó esta agresión neerlandesa y no sólo se ordenó la construcción de la fortaleza de Araya según las recomendaciones realizadas por Antonelli sino también se dotó a la Capitanía General de una agrupación de infantería, artillería y armas portátiles (arcabuces y mosquetes con todos sus pertrechos) que pusieron a los lugareños en condiciones de hacer una defensa efectiva aplicando, al efecto, las mismas técnicas de guerra que se estaban empleando en Europa. A mediados de 1622 se dio inicio a la construcción del castillo de Araya por el hijo de Bautista Antonelli, Juan Bautista, con lo cual, la trace italienne se reprodujo de forma directa en las costas del mar de Venezuela. La construcción de este castillo tardó ocho años y recibió el nombre de Real Fortaleza de Santiago del Arroyo de Araya. Esta fortaleza fue testigo de los combates que se iniciarían en el propio comienzo de su construcción.

A finales del año 1622 una fuerza naval neerlandesa compuesta por más de cien navíos y más de un millar de infantes se aproximó a la salina de Araya siendo recibidos por sus defensores. Aunque estos eran diez veces menos que la fuerza invasora, los españoles lograron repeler el ataque logrando hundir dos Urcas y alrededor de trescientas bajas. Un mes después, en diciembre, volvieron los neerlandeses, pero fueron recibidos por una defensa reforzada y más experimentada que resistió un asedio de quince días. En enero apareció de nuevo la fuerza naval neerlandesa y después de un infructuoso bombardeo de dos días se retiró sin conseguir la preciada materia prima. Vale decir, que las operaciones militares-extractivas se hacían en el invierno en el hemisferio norte, en momentos en que las aguas del mar de Venezuela son más tranquilas para la navegación. Después de la exitosa defensa hispánica una flota compuesta por catorce 14 galeones al mando del Almirante Tomás de Larraspuru, realizó una operación de limpieza en el área capturando seis Urcas que le dio tranquilidad a los lugareños por cuatro años. En el año 1626 la WIC envió una nueva fuerza naval de mayor envergadura al mando de Balduino (Enrico) Hendrick que logró desembarcar en la salina de Araya, pero se encontró con un dispositivo de defensa mejor organizado por lo que no pudieron obtener la materia prima como lo habían hecho a principios de siglo.

Contemporáneamente a este nuevo fracaso, en ese año 1626, en Europa el explorador Johannes De Laet publicó un libro titulado: Nuevo Mundo o Descripción de la India Occidental, que no sólo solidificó las nociones geográficas con las emergentes doctrinas sobre el derecho al comercio y la libre navegación en el marco del incipiente pensamiento racionalista de la época, sino también incluyó un apartado sobre otros lugares desguarnecidos que eran ricos en sal[14]. Estos eran Saint Maarten, fuera del mar de Venezuela y Bonaire, La Tortuga y la desembocadura del rio Unare en Tierra Firme dentro del mar de Venezuela, por lo que la WIC se aprestó a emprender operaciones militares-extractivas en esos espacios. De Bonaire ya hicimos mención. Con respecto a la Tortuga, la WIC envió en 1627 dos embarcaciones para inspeccionar las características de la salina y al año siguiente el gobernador de Venezuela Don Francisco Núñez Melean junto al ingeniero Juan Bautista Antonelli inspeccionaron la salina y determinaron que como la sal debía ser extraída del agua de mar no creyeron que los neerlandeses emprendieran operaciones extractivas en la isla. Pero poco después de esta inspección, un convoy de la WIC comandado por Peter Petersen Ahien desembarcó en la Tortuga dejando un contingente de hombres que consideraron adecuado para la explotación de su sal que se hizo efectiva a partir del año 1630. En esta isla del mar de Venezuela los neerlandeses construyeron

“… un complejo sistema de 11 bombas, que impulsaban el agua desde el mar a través de canales hasta pequeñas lagunas artificiales, en donde el líquido se evaporaba por la acción del sol acumulando la sal. Ésta, una vez seca era transportada en carretas por un entablado hasta un muelle que se adentraba más de 100 pasos en el mar, y en el que cuatro naves podían cargarla simultáneamente. Desde una plataforma, tres cañones protegían todo el extenso complejo, que en su comienzo [1630], permitía cargar 30.000 carretas en 4 barcos, y para 1632 producía un acopio semanal de 12.000 fanegas, que una treintena de barcos almacenan simultáneamente en sus bodegas (Dávila, Op. Cit.:65).

Esta operación militar-comercial sólo fue perturbada al final de la campaña extractiva cuando en el año 1631 el Gobernador Núñez Meleán desplegó una fuerza de ciento cincuenta hombres comandados por Benito Arias Montalvo que lograron audazmente capturar dos urcas salineras y destruir todas las instalaciones. Pero en el año 1633, los neerlandeses regresaron con mejores aprestos industriales y militares siendo nuevamente expulsados por fuerzas enviadas desde Tierra Firme.

Una nueva incursión neerlandesa en la Tortuga acaeció en el año 1638. De nuevo emplazaron un complejo sistema de defensa y de extracción de sal, y nuevamente fueron desalojados perdiendo una balandra y sufriendo importantes bajas. En total, en la Tortuga, los neerlandeses sufrieron un poco más de 200 bajas además de las pérdidas materiales relativas al sistema de extracción implantado. Después de esta última acción se inundó la salina siguiendo las recomendaciones dadas por el ingeniero Juan Bautista Antonelli. Paralelamente a la incursión en la Tortuga, una flota neerlandesa conformada por 24 navíos comandados por el almirante Corneille Joll intentó interceptar la flota de Tierra Firme comandada por Carlos de Ibarra y en las cercanías de las costas de Pan de Cabañas (Cuba) fueron severamente derrotados por las armas españolas a pesar de contar los neerlandeses con una superioridad en medios de tres a uno evidenciándose con ello el alto costo que estaban padeciendo las empresas mercantiles-militares de la WIC[15].

En agosto de 1633 los neerlandeses incursionaron en Unare con el mismo patrón. Establecieron un fuerte y una infraestructura de madera para extraer la sal, pero los hispanos organizaron desde Cumaná una fuerza que tomó por asalto el fuerte, destruyó las instalaciones que se habían desarrollado y les produjo a los incursores alrededor de 80 bajas. Llama la atención que en ninguno de los casos los hispanos se aprovecharon de la infraestructura para beneficio propio a excepción de las naves, de la artillería y otros pertrechos de guerra.

En 1634, una flota de la WIC comandada por el almirante Johannes van Walbeeck conquistó Curazao a pesar de la obstinada defensa que hicieron Lope López de Morla y Juan Matheos al mando de un reducido grupo de españoles apoyados por indígenas arawacos. La WIC estableció allí una factoría para la producción de sal y otras para la plantación de maíz y otros frutos locales a partir de los establecimientos españoles y, además, estableció un centro de comercio de esclavos. Todo ello a pesar de que en el año 1513 el primogénito de Cristóbal Colón, Diego II Almirante de la Mar Oceana declaró que esta isla junto con Aruba y Bonaire eran inútiles por su aridez[16]. Curazao demostraría, en ese entonces, un valor incalculable cuando además de la explotación de los productos indicados se aprovechó las ventajosas características geográficas como puerto comercial, es decir, sus aguas profundas y sus barreras naturales que protegían al puerto. En 1636, los neerlandeses también tomaron sin ningún tipo de resistencia la isla de Aruba y fortalecieron sus posesiones en Bonaire y, como en Curazao, instalaron factorías para explotar las bondades allí existentes.

A estas alturas de la guerra civil europea la capacidad hispánica de movilizar recursos para sostener operaciones militares, a pesar de los éxitos alcanzados, se había mermado considerablemente y su consecuencia se materializó en pérdidas territoriales en Europa y ultramar como las antes indicadas en el mar de Venezuela.

En 1640 los neerlandeses realizarían la última acción ofensiva en el mar de Venezuela. Esta acción neerlandesa en Tierra Firme se repetiría en Unare una vez que se habían logrado establecer firmemente en Curazao, pero en esta oportunidad con la cooperación de los indios cumanagotos, pero una vez más fueron rechazados en un sangriento combate. La salina fue igualmente anegada para evitar nuevas incursiones. A este punto, la WIC en una evaluación de costos y beneficios se percatarían que el corso y el contrabando se presentaban más rentables que la explotación de la sal.  

Consecuencias

La brecha creada en el mar de Venezuela en perjuicio de España con las pérdidas de Aruba, Bonaire y Curazao formalizada en el tratado de Paz de Westfalia significó la adopción por parte de los españoles de dispositivos para evitar que los neerlandeses pudiesen aprovecharse de la ventaja obtenida para beneficiarse del contrabando. De ahí surgiría la teoría de los rumbos sospechosos y las instituciones posteriores de derecho de Paso Inocente, Zona Contigua y Mar Territorial[17]

Además del establecimiento de nuevas colonias en el mar Caribe y su posterior reconocimiento, en realidad, la WIC obtuvo las dos terceras partes de sus beneficios mediante el corso, y sólo una tercera parte del comercio, gracias al contrabando y la extracción de la sal. Entre 1622 y 1636, se estima, que su flota mercantil-militar capturó, a través del corso, medio millar de embarcaciones enemigas con cargas de diferente naturaleza en toda el área de operaciones de la empresa. A pesar de estos beneficios, el costo que tuvieron que pagar fue también muy alto, como ya indicamos en el caso del mar de Venezuela, si se considera que ambos países después de Westfalia terminarían siendo aliados. Con respecto al contrabando los neerlandeses establecieron grandes almacenes de distribución de mercancías en sus nuevas posesiones en el mar Caribe que tendrían realmente una gran rentabilidad en el siglo XVIII.

A pesar de estos logros, la WIC entró en decadencia después que se produjo la restauración monárquica en Portugal en el año 1640 y se iniciara su proceso de independencia de España. Con la paz de Westfalia del año 1648 España reconoció no sólo la independencia de los Países Bajos, sino también, como indicamos, el dominio neerlandés en Aruba, Bonaire y Curazao. Estas islas y, especialmente Curazao, se beneficiarían de la emigración de los colonos neerlandeses que serían expulsados de Recife en Brasil en el año 1654. A partir de ese momento, los neerlandeses se convertirían en aliados de los españoles al concretar convenios comerciales que exceptuaron la explotación de la sal en el mar de Venezuela. De igual forma, los neerlandeses debieron subsiguientemente enfrentar la competencia inglesa y francesa en condiciones desventajosas.

Corolario: implicaciones para el mundo de hoy

El mar de Venezuela fue cortado con los establecimientos neerlandeses en Aruba, Bonaire y Curazao y, a pesar de los problemas de contrabando que hizo que las relaciones hispano-neerlandesas tuviesen sus puntos bajos prevaleció el entendimiento. Esta fue la herencia que recibió la república de Venezuela en el año 1810 con la diferencia que la relación venezolano-neerlandesa no sólo fue liberal sino también el país tuvo un héroe de la independencia de origen neerlandés encarnado en Luis Brión. En todo caso nos interesa destacar unos aspectos que fueron heredados en la guerra hispano-neerlandesa de las formas antiguas y medievales de hacer la guerra y que han reaparecido en el mundo de hoy. Nos referimos a la guerra de asedio y la asunción de la guerra como una actividad privada que con el auge del estado-nacional moderno había tendido a desaparecer.

El tratado de Paz de Westfalia inauguró la era de los Estados-nacionales modernos y en la medida en que evolucionó el derecho internacional se hizo cada vez difícil pensar en la desaparición de Estados. Ello hizo que estos se convirtieran en estructuras de contención que mal que bien garantizan su existencia cada vez en peores condiciones si se considera que este orden westfaliano entró en crisis a finales del siglo pasado. Como estructura de contención el Estado se ha comportado como una fortaleza en asedio permanente desde el espacio de maniobra constituido por los espacios marítimos, aéreos, ultraterrestres y electromagnéticos. Este hecho nos conecta con el pasado en circunstancias más o menos similares. Lo otro que nos interesa destacar es el hecho de hacer la guerra como una actividad privada. Una de las manifestaciones de las guerras privadas que tendieron a desaparecer con el orden westfaliano y reaparecieron de nuevo está representado por la gran proliferación de empresas de seguridad que en el presente están actuando en la fachada Atlántica venezolana en aquellos espacios que también fueron arrebatados a los neerlandeses al este del rio Esequibo y a nosotros los venezolanos a finales del siglo XIX siguiendo el mismo patrón militar-mercantil. En la actualidad estamos viviendo la misma nociva actividad sin poseer la capacidad de logística y de movilización para defender nuestros intereses desde una perspectiva pública. Ese el reto que tienen los venezolanos, es decir, defender nuestros espacios como lo hicieron los americanos meridionales en el mar de Venezuela en el siglo XVII.



[1] Ver al respecto: Gilsanz Pérez, G. “El Imperio Comercial Holandés en el siglo XVII”. Pp 49-106. Documento en línea. Disponible: https://core.ac.uk/download/pdf/72045178.pdf

[2] Ibid.

[3] Parker, G. (2010). La Historia de la Guerra. Madrid. (T. J. Gil). Editorial Akal. 548 p

[4]Zapatero, J. (1990). La Guerra del Caribe en el siglo XVIII. Madrid. Servicio Histórico Militar y Museo del Ejército. 438 p

[5] Rodríguez G., A. (2007). Victorias por mar de los españoles. Córdoba Editorial Sekotia. pp 124-127

[6]Las fortificaciones en red fueron desarrolladas por los hispanos, en primer lugar, en la meseta de España central de una manera tal que dieron nombre a su principal Estado: Castilla (Parker. Op.Cit.:87) y en el llamado caño de la Ymbernada. Ver al respecto:  Blanco, E. (2019). “El Nomos de la Tierra y cómo el Sistema de Referencia ha Impactado la Defensa del territorio venezolano al Occidente del País y la Fachada Atlántica”. [Documento en línea]. Disponible: http://edgareblancocarrero.blogspot.com/2019/01/el-nomos-de-la-tierra-y-como-el-sistema.html

[7] Ver también: Keegan, J. (2014). Historia de la Guerra. Madrid. (T. F. Martín). Turner Publicaciones S.L. 545 p.

[8] Embarcación grande, muy ancha por el centro, usada para el transporte de granos y otros géneros

[9] El fluyt o filibote fue una versión modernizada del galeón español, es decir, una embarcación

sencilla, de fondo plano, poco calado y larga eslora. Para la época, con la popa en forma de arca redondeada. Se concibió para el transporte de mercancías.

[10] Ver al respecto: Keegan, J. Op. Cit.

[11] Ver al respecto: Dávila, R. (2015). “La Sal: Objetivo codiciado por Holanda en las provincias de Nueva Andalucía y Venezuela durante el siglo XVII”. Caracas. UPEL. Revista Tiempo y Espacio Nº 64. pp. 45-71.

[12] Baltazar Ayala, intendente español del ejército de Flandes, fue uno de los intérpretes del derecho de la guerra que sostuvo esta tesis del enemigo justo. Para ampliar más en el tema, ver al respecto: Blanco, E. (2015). De la guerra y la paz: una perspectiva Hermenéutica. Madrid. EAE. 425 p.

[13] Originalmente, como dijimos, los neerlandeses no fueron partidarios de la conquista territorial, sino sólo cuando había de defender sus intereses comerciales o cuando el costo de mantener una flota de guerra era muy alto.

[14] Ver al respecto: Wolff, J. (2015). "VENISTI TANDEM: Johannes De Laet y la articulación del imaginario Geográfico Holandés sobre el Caribe, 1625-1641”. Rio Piedras. Universidad de Puerto Rico. Institute of Caribbean Studies. Vol. 43, Nº. 2, pp. 3-32.

[15] Ver al respecto: Rodríguez G., Op. Cit.

[16] Ver al respecto: Ana Crespo Solana y María Dolores González-Ripoll (coord.). La situación político-administrativa de las Antillas holandesas y su evolución económica, siglos XIX-XX, Historia de las Antillas no hispanas, Capitulo 18, Volumen III, CSIC, Madrid, Ediciones Doce Calle, 2011, pp. 479-506.

[17] Ver al respecto: Bracho, J. (2005a). El Derecho Internacional Marítimo en el mar de Venezuela I (1700-1783). Caracas INEAI. 199 p., y (2005b). La Defensa Marítima de la Capitanía General de Venezuela II (1783-1813). Caracas. INEAI. 540 p