domingo, 5 de enero de 2020

SOBRE LA UTILIDAD Y EL RIESGO: EL CASO DE LAS FUENTES HISTÓRICAS EN EL EVENTO NAVAL DE RÍO HACHA (1901)



Jürgen Habermas expresó en una oportunidad que histórico es todo aquello que debe ser mantenido presente. Tener algo presente supone la existencia de una estructura de acción que apunta utilitariamente a que un estado de cosas determinado en cierto modo se conserve. La importancia de la conservación radica en el hecho de que el estado de cosas en sí constituye el baremo para determinar la evolución o la corrupción. La evolución es superación del estado de cosas a una nueva realidad más compleja, no es supresión. Supresión es simplificación. La simplificación ha sido el carácter de la historia en Venezuela desde una perspectiva histórica y la evidencia concreta se presenta en los ciclos que ha vivido el país que expresan en sí un nuevo empezar. La corrupción se presenta cuando se producen desvíos en un estado de cosas dado porque lo que debe ser mantenido presente deja de cumplir su función utilitaria. Los problemas se agravan cuando la historia deja de ser importante, es decir, cuando se olvida, o cuando se convierte en un paradigma de tal dureza que impide ver el presente y el futuro de una manera más consistente.
La importancia del conocimiento de la historia está tan sobreentendida que, en general, olvidamos por qué y para qué tenemos que tenerla presente. Hay autores como Nicolás Machiavelli que han afirmado que la historia es la continua repetición de lo mismo cuando los hombres se someten a la fortuna o sea cuando olvidamos su utilidad. Paul Ricoeur en La Memoria, La Historia y el Olvido[1] al plantearse las preguntas ¿de qué hay recuerdo y de quién es la memoria?, nos indica en cierta medida una parcelación temporal de lo que se recuerda que se sustenta en imágenes que pueden ser alteradas como hemos visto en el país en los últimos treinta años, en contraposición a la rememorización que se fundamenta en la realidad que permite ser objetivada o historizada. Con respecto a la historia pensó en una epistemología de las ciencias históricas que incluye el testimonio y los archivos, los usos del porque en la explicación y la comprensión y finaliza con la representación histórica. En nuestro caso podemos afirmar que la calcificación paradigmática proviene de este cómo y por qué explicar la historia venezolana. Y finalmente en relación con el olvido reflexionó acerca de “la condición histórica de los hombres que somos” siguiendo tres pasos: la filosofía crítica de la historia atenta a un conocimiento histórico que puede ser transgredido, que en nuestro país no ha sido valorado por la dificultad de tratar las imágenes, la hermenéutica ontológica que explora las modalidades de temporalización, que explica el por qué deliberadamente se consideran unos períodos de nuestra historia y otros no y, finalmente el olvido en sí que se debate entre la destrucción de las huellas que en nuestro caso puede ser vista también como un acto deliberado realizado bajo la consigna del “nuevo hombre” o “nuevo comienzo” y la dejadez marcada por la negligencia y, por último, conservación.
Así pues, siguiendo a Ricoeur, podemos decir que los paradigmas calcificados y las desviaciones intencionales o no de los registros, nos han puesto en la situación riesgosa de traer al presente pedazos de historia que nos hacen difícil entender el presente. O dicho de otra manera, nos ha puesto frente a retazos de un tejido que puede ser visto como mitos. Esto es, pensar e interpretar retazos para poder recomponer un tejido histórico. Por ello me ha parecido necesario traer al presente a Platón en su Dialogo Timeo puesto que nos ha legado unas palabras que nos pueden ayudar a calibrar el papel de los mitos y la importancia del conocimiento de los hechos históricos
“Hay en Egipto, dijo Critias, en la punta del delta,…, una provincia llamada Saltica, cuya ciudad más importante es Sais, de donde… era el rey Amasis. Para sus habitantes, la fundadora de la ciudad es una diosa, cuyo nombre en egipcio es Neith y, en griego,…, Atenea... Solón dijo que, cuando llegó allí, fue muy apreciado por ellos, y que una vez, al preguntar a los sacerdotes más entendidos por las cosas antiguas, descubrió que ni él ni ninguno de los griegos sabía casi nada,… Entonces uno de los sacerdotes, que era muy anciano, le advirtió: «Solón, Solón, vosotros los griegos sois siempre niños; no hay un griego viejo». Al escucharlo, Solón le preguntó: «¿Qué quieres decir con esto?» Y el sacerdote le respondió: «Todos vosotros sois jóvenes de alma; pues no tenéis en ella ninguna opinión antigua, transmitida oralmente desde el pasado, ni tampoco ningún conocimiento vuelto cano por el tiempo. Y la causa de esto es la siguiente. Muchas veces y de muchas maneras la humanidad ha sido y seguirá siendo destruida. Los desastres más importantes son provocados por el fuego y el agua,… [que no son recordados. En cambio de]… todo [de] lo que tengamos noticia, aquí o en otro lugar, y conozcamos por haberlo escuchado,…, está todo escrito desde la antigüedad aquí en los templos y preservado. Sin embargo, cada vez que, entre vosotros y en otros lugares, se encuentra disponible recientemente la escritura y todo cuanto necesitan las ciudades, tras intervalos regulares, vuelve de nuevo como una enfermedad, el torrente del cielo se precipita sobre vosotros, y solo deja de entre vosotros a los analfabetos y los incultos. Así que nuevamente os volvéis como niños desde el principio, sin saber nada de lo que, ni aquí ni entre vosotros, ha sucedido en los tiempos antiguos”[2]

Podemos decir que nosotros los venezolanos somos jóvenes de alma a pesar de que, considerando la tesis matemática de Fernández Bolívar[3], los cien años de Bracho[4] o de los ciclos de 30-45 años de Giacopini[5], la ‘enfermedad’ no nos ha hecho volver a empezar como en la práctica sí debemos hacerlo ahora. Pero, por qué. De igual forma, por qué un acaecimiento del pasado se hace histórico convirtiéndolo en un momento dado en un evento, acontecimiento como ha apuntado Ricoeur. Si consideramos las vivencias que hemos tenido los venezolanos en estos últimos treinta años, es decir, desde el año 1989, se ha producido una creciente preocupación por la historia en Venezuela que ha seguido diferentes vías: una ha servido para legitimar el estado de cosas actuales y otros para cuestionarlos. Ambos desde una perspectiva ideológica. En otras palabras, ha emergido una preocupación acerca de qué debe ser mantenido presente. En esas dos vertientes hay que tener presente dos cosas: la primera es que hay una constelación de tendencias que apuntan a la precisión y significación de un hecho en sí que nos lleva a fundamentarnos en retazos y, segundo, otras que apuntan a su reinterpretación. Es decir, el foco está dirigido a lo epistémico, es decir, el método.
En todo caso, hay un interés por la historia que parece que es producto de la superación de la dejadez y hay un interés por hacer presente hechos del pasado, en general, para que se repitan o no y/o para comprender el alcance de lo que hemos estado viviendo. En los asuntos relativos al mar ese interés tuvo un importante impulso con el revisionismo historicista de talante hermenéutico emprendido por Jairo Bracho y el desocultamiento del papel del mar en la historia de Venezuela iniciado por el propio Bracho y Luis Farage. Antes y después de estos interesados se han presentado otras iniciativas realizadas por diferentes individuos, pero uno de los problemas con que se han topado para lograr un resultado efectivo ha sido el de los retazos con que contamos como fuentes históricas y consecuentemente de la intencionalidad subyacente en la imagen usada como estructura de representación histórica, la transgresión en la historización, las modalidades de temporalización y la destrucción o digamos el abandono de las huellas. El asunto de las fuentes ha sido el foco de atención de autores como Jairo Bracho, Ramón Rivero-Blanco y Gustavo Sosa Larrazabal. La importancia de qué debe ser tenido presente fue objeto de atención de Tomás Mariño Blanco, José Maita, Luis Farage, Javier Nieves-Croes, Julio Chacón y otros. En mi caso personal el interés ha estado orientado a la significación del o de los hechos en sí y por qué se consideran unos si y otros no. Todas estas orientaciones convergen en un punto: el qué y su naturaleza y cómo acceder al pasado y las dificultades que ello comporta. Por ello vamos a examinar algunos aspectos de interés relativos a la filosofía de la historia que nos pueden ayudar a contextualizar el qué de la investigación histórica, luego vamos a analizar el problema de las fuentes históricas en Venezuela tomando como caso el evento naval de Río Hacha para mostrar el movimiento del proceso de investigación histórica y finalmente vamos a indagar acerca de la historia como medio para decidir acerca del futuro. El objeto es crear un plano de inmanencia que permita orientar operativamente cómo crear las condiciones de posibilidad de usar el pasado para decidir acerca del futuro.
La filosofía de la historia como derrotero.
Al contrario de aquellas expresiones relativas al fin de la historia de raigambre hegeliano, en nosotros, los venezolanos hay en la actualidad un interés por la historia que nos indica que el presente está respirando por la historia en un contexto determinado por la incertidumbre por saber cuál va a ser la nueva realidad[6]. Quizás esta fue la actitud de los pensadores alemanes a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX cuando se vieron al frente de la ola revolucionaria que al final batiría los cimientos de todo aquello a lo que estuvieron acostumbrados. Ahora, el evocar el fin de la historia que pudiera ser el fundamento para expresar una crisis en la reflexión sobre el acaecimiento de grandes acontecimientos dejó de ser un argumento: estamos en medio de una tormenta histórica y estamos como los griegos, según el sacerdote del rey Amasis, con un alma joven porque no disponemos de solidos referentes en nuestro propio pasado que nos permita capear las gigantescas olas que nos están batiendo. Solo hemos dispuesto de mitos, que como hemos indicado, son la consecuencia cíclica de la recolección de retazos cada vez que ha ocurrido un cambio de orden. Esto nos permite afirmar que el lugar de la historia es el presente.
Pero, pensar en la historia como un modo de poder vivir mejor el presente supone el hecho de que hay una continuidad que nos permite comprender las causas del presente. De ahí los sobresaltos que causó Giacopini y causa Bracho con sus reflexiones. De ahí el inusitado interés que ha despertado la convocatoria del Congreso La Ilusión de la Libertad convocado por la Universidad de Sevilla para la primavera del año 2020 para reflexionar acerca de los cambios políticos a ambos lados del Atlántico como consecuencia de la revolución francesa y el nuevo orden implantado como consecuencia[7]. Desde esta perspectiva, podemos decir que el pasado puede resultar inteligible a la luz del presente si se coloca como referente la situación que estamos viviendo. Aquí creemos que empiezan los problemas. Si un historiador habla desde su presente, no necesariamente puede hablar todo desde su tiempo. Aquí entramos en el tema de la parcialidad, la intencionalidad y la ideología que indicamos en la introducción. El antídoto para esta situación está representado por la pluralidad de visiones de la historia que se puedan producir y la libertad necesaria para ello. Pero la pregunta que surge es: ¿podemos hablar de pluralidad de relatos en Venezuela? Aquí comienzan las dudas. Creo que antes de 1998 lo histórico servía para dar consistencia a la permanencia. Después de 1998 ha servido para cuestionar lo contingente desde la perspectiva de los que se oponen al nuevo orden. Frente a esta corriente, los detentores del orden se han valido de la imagen y, consecuentemente, el mito de la gesta independentista para justificar el estado de cosas actual y, gran parte de los que se oponen se han anclado ambiguamente en otros periodos que denominan de civilidad para producir otro ritornello. En ambos casos, que delata identidades específicas, hemos llegado a un punto en que estamos peores que los atenienses porque no ha sido ni el agua ni el fuego lo que han producido el cambio de circunstancias que le da sentido al estado de cosas actual. Esto plantea la pregunta: ¿la historia es el espacio para enjuiciar o para actuar?
En las dos corrientes que hemos indicado acerca de la manera de hacer historia en Venezuela se han emitido tantos enjuiciamientos que se ha perdido el referente sobre el cual se juzga debido al sectarismo de los jueces y el contexto sobre el cual se juzga. Esto nos coloca en el plano del sentido de la historia como línea de fuga que nos ayude a salir del problema planteado por el sacerdote del rey Amasis y por los ritornellos. Desde esta perspectiva, tal como expresó Vattimo, “si la historia debe tener algún sentido, éste hay que buscarlo en la pérdida del sentido”[8]. Cómo podemos interpretar esto: creo que si nos encontramos a solas en nuestra ‘juventud’, es decir, de nuestra incapacidad, que es la consecuencia de la pérdida de sentido, entonces debemos partir de nuestra propia subjetividad.
En esto Kant nos puede dar una ayuda. En su obra ¿Cómo orientarse en el pensamiento?, uso la analogía del cuarto oscuro para indicar cómo un individuo va estableciendo referentes para ubicarse y conocer dentro de ese espacio donde todo está oculto[9]. Aquí se circunscribe la corriente historicista naval que parte de la creencia de la maritimidad de Venezuela. Si bien esta creencia parte de un ideal, es decir, la existencia de Venezuela proviene de circunstancias marítimas, estamos consciente que es un ideal que consideramos bastante consistente desde la perspectiva de la comprensión de las causas por las cuales acaecieron los hechos como efectivamente acontecieron[10]. Por tal motivo, nuestra reflexión apunta a aumentar la calidad del conocimiento del pasado y aumentar su cantidad de modo que el conocimiento del presente sea lo suficientemente consistente para reducir el problema de la incompletitud como causal de los desvíos que dificulte la toma de decisiones de cara al futuro.
Así pues, si la historia nos ayuda a entender el presente, el conocimiento del presente nos va a permitir decidir acerca del futuro. Desde esta perspectiva, para esta corriente maritimista, realmente la importancia del estudio de la historia desde una perspectiva filosófica no es precisamente para conocer el pasado sino para reflexionar acerca del futuro. Esto nos lleva al problema de la calidad y de la cantidad y al papel que juegan los mitos en la comprensión de la historia.
El problema de las fuentes y el evento en río Hacha
Volviendo al dialogo entre el sacerdote del rey Amasis y Solón, la juventud de los que se han interesado por el mar en la historia de Venezuela ha sido marcada por severas limitaciones en cuanto a calidad y cantidad de las fuentes. Por ello, para nosotros el registro superficial de un hecho puede ser considerado un mito. El mito visto como el tejido de un relato es la explicación de un fragmento de un relato mayor que por alguna u otra causa no ha llegado completo hasta el presente. Por ello este fragmento se opone al conocimiento que permite la comprensión desde y para el presente y dificulta la toma de decisiones. Desde esta perspectiva se encuentra lo que Tomás Mariño Blanco denominó ‘Combate naval de Río Hacha’.
Este evento fue traído al presente por Mariño Blanco como un mito entendido en los términos en que hemos estado hablando[11]. Esta afirmación categórica obedece a que las fuentes disponibles en el país, a pesar de la existencia de la Memoria y Cuenta del Ministerio de Guerra y Marina y del Archivo General de la Nación, son escasas y el interés por la historia era muy bajo. Por ello, la iniciativa desplegada por este historiador resulta encomiable. A este punto hay que decir que la Memoria y Cuenta del Ministerio de Guerra y Marina es un medio básico para la investigación histórica, es decir, es el medio a través del cual se nos dice oficialmente qué es histórico. Pero dentro de la estructura organizacional dudo de que históricamente haya existido un mecanismo formal para determinar la naturaleza del proceso para hacer algo histórico y corregir deficiencias o reafirmar aciertos en cuanto a los modos de hacer en el ámbito militar sobre todo en un contexto país signado por las destrucciones periódicas. Así pues, esa fuente primaria que indicó un hecho, del modo en que lo hizo, la hemos considerado un mito por no explicar completamente qué aconteció de forma específica hasta el más mínimo detalle posible. Mariño Blanco nos dijo un qué que debe ser tenido en cuenta más allá de los paradigma calcificados y en ese proceso salieron a la luz las implicaciones e inconvenientes que tiene nuestra memoria, nuestra historia y lo que hemos olvidado o perdido.
Pero el autor iniciador de este análisis no estaba rodeado de “analfabetos [e] incultos” como nos ha narrado el sacerdote del rey Amasis, hubo ‘jóvenes de alma’ que valoraron el hecho como una crisis internacional donde la marina de guerra de Venezuela había tenido un cierto protagonismo. Bracho, en este sentido, partiendo del relato realizado por Mariño Blanco logró recabar más datos acerca del evento en sí a partir del estudio biográfico de algunos marinos venezolanos ilustres que participaron en ese evento y los avatares que ha vivido el país habían lanzado al olvido[12]. Pero en sí sólo confirmó parte de la veracidad del evento. Hasta este punto el evento de Río Hacha había sido un Combate Naval. Tan fue así que Sosa Larrazabal y quien escribe lo tomaron, en principio, como un hecho verificado y digno de hacerlo histórico.
Pero Sosa Larrazabal no se conformó con la información desde el mismo momento que a posteriori trató de corroborarla. De hecho, Sosa logró acceder a otras fuentes extranjeras que señalan que no hubo ningún combate naval en Río Hacha[13]. Por ello lo llamó ‘Encuentro de Río Hacha’, porque si hubo un encuentro de buques en ese puerto en un escenario de conflicto a pesar de que no había una guerra declarada entre Colombia y Venezuela. Es de destacar en el caso de este autor de que a pesar del exhaustivo arqueo de fuentes realizado, no incluyó fuentes oficiales, pero definitivamente fue más allá de lo alcanzado por Bracho en el sentido que además de corroborar la información acerca del comandante venezolano de la fallida operación de bloqueo en Río Hacha y del impacto del fracaso en las operaciones terrestres, hizo precisiones con respecto a los medios navales empleados. Es decir, dicho por el propio autor
“… las unidades venezolanas presentes fueron los cañoneros Miranda, Zumbador y General Crespo; que participaron dos unidades francesas, el crucero Suchet y el mercante Alexander Bixio; que la única unidad colombiana fue el cañonero Próspero Pinzón y que no hubo ningún combate naval”.
“El fracaso del bloqueo sobre Riohacha resultó determinante en el resultado de las operaciones en el teatro terrestre, ya que a las fuerzas liberales comandada por los generales Dávila y Castillo, se les opuso ahora, inesperadamente para ambos, un ejército colombiano conservador de tamaño semejante, descansado de marchas, con liderazgo centralizado y mejor armado; que cayó sobre ellos en las cercanías del caserío de Carazúa, situado a un kilómetro al este de Riohacha, causándoles enormes bajas y poniéndolo en fuga en un episodio donde los jefes liberales exhibieron escasa competencia militar”[14].

Esta precisión de la información, sin embargo, no indica el papel de un buque de guerra francés en medio de la crisis colombo-venezolana. Por mi parte, la importancia que le di al evento de Río Hacha, siguiendo la estela dejada por Bracho, se debió a que éste entraba en el marco de lo que se conoce como diplomacia naval. Mi criterio fue que el evento correspondió a aquello que James Cable denominó diplomacia naval catalítica en el sentido que el buque francés estaba ‘pescando en río revuelto’ en un contexto signado por el surgimiento de la república panameña[15]. Para mí el enfrentamiento no era relevante porque al final había resultado en un fracaso y me apoyaba en el hecho de que según el autor inglés, puede en estos casos acaecer hechos de fuerza siempre y cuando no sean percibidos como actos de guerra[16]. En este caso me refiero a la interacción del buque francés con los venezolanos[17]. Mi desvío, siguiendo a Sosa Larrazabal fueron dos: no podía hacer inferencias del supuesto combate puesto que no hubo combate y en aceptar la presencia de un medio naval de bandera británica. Pero creo que eso no está claro aún. En este caso me apoyé de otra fuente, es decir, Herwig y Helguera, Alemania y el bloqueo internacional de Venezuela 1902-03[18]. Por ello hay que hurgar para tratar de saber qué nos dicen las fuentes oficiales. Aquí nos encontramos de nuevo con el problema de la confiabilidad de las fuentes y la necesidad de rehacer consistentemente el tejido para asegurar la confiabilidad de la comprensión del hecho histórico. En todo caso, lo rescatable de todo esto es el concepto de diplomacia naval puesto que no disminuye la relevancia histórica del evento de Río Hacha desde esa perspectiva. 
Pero hasta ahora hemos hecho un análisis de los inconvenientes que presentan los testimonios, las crónicas y las autobiografías y los desvíos que provoca. El esfuerzo de Sosa Larrazabal, hasta el presente el más exhaustivo en reconstruir el tejido, debe cumplir un paso más para que se convierta en un conocimiento cano o que permita la comprensión de las causas por las cuales acaecieron los hechos como efectivamente acontecieron teniendo presente que parte de los actores del evento formaron parte de entidades oficiales de tres países: Colombia, Francia y Venezuela. Para ello debemos consultar las fuentes oficiales, si ello es posible, para determinar la naturaleza de los actos intencionales y determinar así, por una parte, el sentido de ese hecho para constatar su pertinencia en el presente y, por la otra, el alcance del desvío y su impacto en la comprensión de un hecho histórico. Con ello no estoy desestimando al mito puesto que su consideración es parte de la esencia de la gente de mar. El mito es lo que nos ha llevado a este ensayo. Esto nos lleva de nuevo a la iniciativa de Mariño Blanco.
Para que desde el presente se traiga un hecho histórico que había pasado desapercibido es porque el espíritu de la época lo ha convocado. No vamos a hablar aquí de las fallas estructurales del país, ni de su posible ocultamiento como expresión de una fase histórica oscura o porque lo marítimo expresa una visión del Estado que no se corresponde con el orden existente. Sabemos de los inconvenientes que tuvo la obra de Mariño Blanco para dar a luz, pero si tomamos como referente el año 2006, año de su publicación, podemos decir que el alumbramiento fue providencial. Si el sacerdote del rey Amasis nos dijo que desde las aguas (y del fuego) provienen los desastres más importantes, podemos decir que ese fue el año de la presencia de una fuerza naval de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en las adyacencia a las aguas venezolanas y de la decisión de un Tribunal Internacional sobre el diferendo limítrofe entre Barbados y Trinidad y Tobago que creo las condiciones de posibilidad para colocar la fachada Atlántica venezolana como un espacio de un conflicto potencial que va a afectar los interés marítimos de nuestro país. Además de ello, los incidentes fronterizos con Colombia comenzaron a ser recurrentes en ese período y con tendencia a su incremento como hoy en día los estamos presenciando. Con ello quiero decir que los ‘jóvenes de alma’ se dieron cuenta de esas señales y no se interesaron por estudiar el bloqueo naval que comenzaría un año después, sino de las nubes que presagiaban la llegada de las aguas. Desde esta perspectiva, el acierto de Mariño Blanco fue que impulsó a un grupo de individuos con las limitaciones ya indicadas a recoger retazos, a rehacer el tejido histórico y a reflexionar críticamente sobre los acaecimientos que se produjeron por el develamiento realizado por el autor antes citado. Esto nos lleva de nuevo al problema de la calidad y digamos variedad para hacer crecer el tejido y comprender reflexivamente un hecho histórico de cara al presente y el futuro.
La historia como medio para decidir acerca del futuro.
Como nos ha ayudado Kant, si volvemos a la historia del Timeo, unos jóvenes de alma sin conocimiento cano tuvieron la indicación de un mito y trataron de determinar subjetivamente un sentido mediante la reunión de retazos obtenidos a partir de la significación que le dieron: Bracho, los hombres; Blanco, sus implicaciones; Sosa, la veracidad de los mismos y, Rivero-Blanco, la recolección de datos y su difusión. Pero el norte de todos ha sido el futuro. Hemos en cierta forma retomado con este ensayo parte de ese pasado siguiendo algo parecido a un círculo hermenéutico y necesitamos romper con el ciclo de destrucciones que históricamente hemos propiciado nosotros mismo en nuestro devenir como comunidad política.
En este sentido Heidegger cuando nos habló de aletheia como el proceso exegético de desocultar la verdad nos alertó de que este es infinito debido a que va a depender del presente y de todo lo que lo caracteriza[19]. Por ello creo que la verdad siempre se está moviendo en función del espíritu de la época y de cómo hemos sido afectados por este movimiento. En este contexto nosotros con el evento de Río Hacha hemos realizado un movimiento que todavía no ha concluido debido a la accesibilidad de las fuentes y de cómo el actual presente nos afecta y afectará en el proceso de determinar y comprender que pasó. Queda para ello seguir uniendo retazos de modo que las decisiones que se tomen de cara al futuro tengan una mayor consistencia. Esto nos remite de nuevo al método de explicación histórica y la comprensión del presente.
No es de mi interés indicar el método. Mi interés es dar un golpe de timón que facilite el estudio de la historia en el país, al menos en el ámbito naval, más allá de la imagen y sus representaciones, más allá de las transgresiones deliberadas y del olvido intencional o no desde una perspectiva onto-epistémico. Es decir, el estudio de la historia debe partir de un anclaje ontológico firmemente establecido que permita hacer hablar, a los retazos que se rescaten y reúnan y este anclaje debe partir ontológicamente de un evento de unión y no de separación. Es decir, debe fomentar la unión y no la separación porque desde allí es posible determinar precisamente el alcance y naturaleza de una relación. Desde este fundamento cualquier presente desde donde se examine la historia va a tener otro sentido porque su espíritu va a estar orientado a la superación de cualquier situación y no el ritornello de un eterno retorno mal entendido. La independencia, en este contexto, es un punto de separación que sólo tendría validez cuando una comunidad, en tanto que totalidad, ha adquirido la conciencia de que ha dejado de ser dependiente y es capaz de generar las condiciones de posibilidad de perseverar en su propia existencia. Creo que hasta ahora ese no ha sido el caso venezolano y creo que iberoamericano. Esto nos coloca en el presente y el futuro.
El ‘qué’ indicado por Mariño Blanco que produjo este movimiento investigativo se produjo en un contexto en que presagiaba tormentas. El encuentro de Río hacha se produjo en una situación de conflicto sin que hubiese una guerra declarada. Este encuentro se circunscribió en un conjunto de enfrentamientos que no se limitaron solo a Carazúa, sino también a Palmira y la región fronteriza en torno al río Catatumbo entre fuerzas oficiales y no oficiales de Colombia y Venezuela. Este hecho se produjo porque en ambos estados se vivía una situación crisis política y de guerra interna que su repetición en el año 2006, e incluso para analistas actuales, parece exagerado. Pero la intuición del propiciador de este ensayo y de los que nos hemos esforzado para evitar la ocurrencia de una nueva afirmación como la dicha por el sacerdote del rey Amasis hasta ahora no ha sido errada por dos causas: por una parte, la cadena de eventos que hemos vivido entre 2006 y 2019 lo confirman a pesar de que aún no se ha llegado a la intensidad del conflicto como acaeció en el año 1901[20] y, por la otra, las situaciones de conflicto que se están viviendo en otras partes del mundo (Siria, Irak, Gaza, Libia, por citar algunos ejemplos) obedecen a un mismo patrón, es decir, una pérdida del monopolio de la fuerza por parte del Estado y el surgimiento de formas de organizaciones militares (o paramilitares) pre-westfaliana que hoy se denominan: contratistas militares o bandas que obedecen a un interés privado o público. La acotación al tratado de Westfalia comporta una diferencia en cuanto a la situación de 1901 y el presente: el orden westfaliano en el pasado no estaba cuestionado y en el presente se busca reconstituir en circunstancias inciertas. De ahí el esfuerzo de buscar el sentido en el desvío que produjo el sinsentido en esta reflexión acerca de la historia. El futuro, en este sentido, si lo consideramos producto de una linealidad histórica correremos el riesgo de incurrir en los errores que llevaron a Machiavelli a hablar de repetición. El futuro es lo que prospectivamente decidamos a partir de una comprensión consistente del presente.
No obstante lo indicado, el circulo hermenéutico que se generó en torno al encuentro o evento de Río Hacha permitió salir de la consideración de la imagen como fundamento para hacer historia y ha permitido pensar en un episteme diferente a aquella que ha partido de las asunción de paradigmas que se han fundamentado, a su vez, en imágenes indiferentemente del formato usado. Si bien ello comporta riesgo, hemos tratado de que los desvíos que nos ha generado, es decir, la perdida de sentido, sirvan de utilidad para evitar incurrir nuevamente en ellos no sólo desde nuestra perspectiva, sino también en el esfuerzo general porque nuestra condición histórica no sea transgredida por acción u omisión. Finalmente, con respecto a nuestra condición histórica, hemos partido de una modalidad diferente de temporalización que dificulta la transgresión o dejadez deliberada, pero nos fuerza a sistematizar, profundizar y extender el interés de la historia para poder rehacer el tejido que permita comprender el presente y decidir acerca del futuro.
Corolario
La necesidad de escribir sobre el encuentro o evento de Río Hacha fue producto del hecho de considerar de utilidad exponer los avatares que ha significado escribir historia con un nuevo sentido y los riesgos que ha implicado para superar la situación indicada por el sacerdote del rey Amasis contando con pocos medios para ello. Como estos riesgos han estado relacionados con el hecho de tener que lidiar con retazos el riesgo del error es latente. Pero creo que un círculo de comprensión a varias manos puede ayudar a tener una visión más consistente del presente y otear el futuro de forma prospectiva. En todo caso ese ha sido el legado del Capitán de Navío Tomás Mariño Blanco.




[1] Ver al respecto: Ricoeur, P. (2010). La memoria, la Historia y el Olvido. 2° ed. Madrid. (T. A. Neira). Editorial Trotta. 688 p
[2] Ver al respecto: Platón. (358 - 356  a .C [2010]). Timeo. Madrid. (T. J. Zamora). Abada editores. 473 p
[3] Ver al respecto: Fernández B, F. (2009). Los Principios Matemático-Históricos y la Evolución de la Libertad. Windermere. Publicado por Fernández M. 146 p. [Documento en línea]. Disponible: http://www.gutenberg.org/files/30175/30175-pdf.pdf y “ANNO DOMINI 1989: CARACAS, BEIJING Y BERLÍN, SITIOS DE ACONTECIMIENTOS O COMPONENTES DE UN PROCESO”. [Documento en Línea]. Disponible: https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2019/11/anno-domini-1989-caracas-beijing-y.html
[4] Ver al respecto: “INTRAHISTORIA E IDEOLOGÍA (La ‘Ventaja’ de la Izquierda Global)”. [Documento en línea]. Disponible: https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2019/12/intrahistoria-e-ideologia-la-ventaja-de.html
[5] “LA TEORÍA DE LOS CICLOS HISTÓRICOS DEL DR. JOSE GIACOPINI ZARRAGA: UNA REVISIÓN A LA LUZ DEL PRESENTE Y DEL FUTURO POR VENIR”. [Documento en Línea]. Disponible: https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2012/05/la-teoria-de-los-ciclos-historicos-del.html y “ANNO DOMINI 1989: CARACAS, BEIJING Y BERLÍN, SITIOS DE ACONTECIMIENTOS O COMPONENTES DE UN PROCESO”. [Documento en línea]. Disponible: https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2019/11/anno-domini-1989-caracas-beijing-y.html 
[6] Ver al respecto: Cruz, M. (1991). Filosofía de la historia. El debate sobre el historicismo y otros problemas mayores. Barcelona. Ediciones Paidos. 195 p.
[8] Citado por Cruz (Op.Cit.:30)
[9] Ver al respecto: Kant, I. (1786/1982). Cómo orientarse en el pensamiento. Buenos Aires. (T. C. Correas). Editorial Leviatán. 71 p
[10] Ver al respecto: “VENEZUELA Y SU HISTORICIDAD MARÍTIMA: PASADO, PRESENTE Y FUTURO”. [Documento en línea]. Disponible: https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2013/12/venezuela-y-su-historicidad-maritima.html
[11] Ver al respecto: Mariño Blanco, T. (2006). Buques de la Armada Venezolana 1901 – 1950. Caracas. Ministerio de la Defensa. 230 p. allí él expresó lo siguiente: “El 8 de septiembre de 1901, la Escuadra venezolana con un Grupo de Tarea integrado por el cazatorpedero ARV Bolívar, el crucero-auxiliar ARV Restaurador, el cazatorpedero ARV Miranda, la corbeta ARV General Crespo, y el cañonero ARV Totumo, se presentó frente al puerto de Riohacha en la Guajira, para bloquear ese puerto y asegurar que un Cuerpo de ejército de Venezuela, comandado por el general de división Antonio Dávila tomara la ciudad y controlara la península de la Guajira. Pero a media mañana se presentó al mismo puerto una Fuerza de Tarea combinada colombo-franco-británica integrada por el crucero francés Suchet, el crucero-ligero ARC Pinzón, cuatro lanchas cañoneras colombianas, dos pequeños vapores mercantes colombianos, el buque mercante francés Alexander Bixio y el remolcador de altura artillado británico Penélope. Al medio día las dos fuerzas se enfrentaron y se produjo el Combate Naval de Riohacha. El Penélope atacó al Totumo, el cual lo repelió y atacándolo conjuntamente con el General Crespo lo echaron a pique. El Suchet avanzó a toda velocidad hacia el General Crespo, disparando sin éxito sus cañones de 160 mm, pero el Bolívar lo atacó por su costado de babor, lanzándole dos torpedos que fueron evadidos a toda velocidad, estallando uno de ellos cerca de una lancha cañonera colombiana. El Suchet se retiró a más de dos mil metros para evitar otros ataques de torpedos y comenzó un feroz cañoneo hacia los buques venezolanos con sus piezas de 160 mm y 100 mm, pero sus proyectiles no dieron en el blanco. Ante la superioridad de fuego de los franceses, la entrada en combate de los buques colombianos y la distancia de nuestros barcos de su base de operaciones, el Grupo de Tarea venezolano se retiró a Bahía Honda”.
[12] Ver al respecto: Bracho, J. (2012). Hombres de Hierro. Tomo I. Caracas. Ediciones de Rivero-Blanco. 296 p. allí el autor expresó: “Pellicer se dirigió en un bote a bordo del Suchet y conferenció largamente con su Comandante. No hubo acuerdo… Terminada la entrevista, sin noticias del general Dávila, el carbón escaso y con el Miranda averiado, la Escuadra se trasladó hasta Cabo de la Vela, sirviendo el Zumbador como remolque”
[13] Ver al respecto: Sosa Larrazabal, G. El Encuentro de Río Hacha. Las fuentes que logró acceder fueron estadounidenses y colombianas: Edwin Emerson Jr. en “The South American War”, publicado en la revista Collier’s Weekly del 9 noviembre de 1901 volumen XXVIII Nº 6 pp 8 y reportes de prensa extranjera de la época, específicamente del New York Daily Tribune. Con respecto a Colombia las fuentes fueron: Las Memorias del general José María García y el libro Riohacha, Fénix del Caribe de Lázaro Diago Julio.
[14] Es de notar que en Carazúa también hubo venezolanos que combatieron contra las fuerzas enviadas por Cipriano Castro. Uno de ellos fue Rafael De Nogales Méndez.
[15] Ver al respecto: Cable, J. (1977). Diplomacia de Cañoneras. Buenos Aires: Instituto de Publicaciones Navales. (T. B. Cosentino y M. Cosentino). 200 p y Blanco, E. (2004). Reflexiones sobre estrategia marítima en la era de la libertad de los mares. Caracas. Editorial Panapo. 376 p
[16] Ver al respecto: Rivero-Blanco, R. (2013). Historia de la Marina de Guerra de Venezuela de inicios del siglo XX. Legado del Capitán de Corbeta Ramón Díaz. Caracas. Ediciones de Rivero-Blanco218 p.
[17] Ver al respecto: Blanco (Rivero-Blanco, 2013: 86-90, 97).
[18] Ver al respecto: Herwig, H. y Helguera, L. (1977). Alemania y el bloqueo internacional de Venezuela 1902-03. (T. G. Palacios y A. Lozada). Caracas: Editorial Arte, 1977. 138 p., y reseñada en Blanco, E. (2004). Reflexiones sobre estrategia marítima en la era de la libertad de los mares. Caracas. Editorial Panapo. 376 p.
[19] Ver al respecto: Heidegger, M. (1927/1967). Sein und Zeit. Tübingen. Max Niemeyer Verlag. 449 p. En español: (1927/98). El Ser y el Tiempo. (2ª ed.). (T. J. Gaos) Santa Fé de Bogotá. FCE. 478 p.
[20] Ver al respecto: “LA ESTRUCTURA DEL CONFLICTO: PUNTO UNO DE LA ESCALADA REGIONAL” [Documento en Línea]. Disponible: www.edgareblancocarrero.blogspot.com