ANTECEDENTES.
El río Meta constituye el límite con Colombia en la región
sur-occidental del país, y este se caracteriza por ser la principal vía de
comunicación durante casi todo el año. Esta dualidad del río favorece la
relación entre los habitantes de las dos riberas en un contexto de separación
estatal a pesar de los procesos de integración en curso. Sin embargo, hay que
destacar lo siguiente:
q Hay una baja densidad poblacional tanto en el lado
colombiano como en el venezolano.
q La presencia de las instituciones estatales es débil
en ambos lados de la frontera.
q Padecen un bajo grado de desarrollo político y
económico.
A esta situación se agrega que el Estado colombiano padece un conflicto
violento de larga data motivado a que grupos insurgentes de ese país buscan
obtener el poder político para lograr, según ellos, una sociedad más
igualitaria. La intensidad de este conflicto es baja, pero el propósito es
absoluto[1].
La explicación es que, en general, los grupos subversivos son débiles (con
respecto al Estado) y por tal motivo se mantienen a la defensiva en el orden
táctico y a la ofensiva en el orden estratégico de acuerdo con pautas
establecidas como doctrinaria en lo concerniente a las teorías que se han
escrito sobre guerra revolucionaria. Ello significa que en lo táctico no
dominan espacio, eventualmente mantienen un cierto grado de control y ejecutan
acciones violentas de naturaleza furtiva dada la incapacidad de sostener un
enfrentamiento abierto y convencional; el propósito es mantener viva la lucha. En
lo estratégico buscan la toma del poder y el cambio político[2],
pero para ello racionalizan el tiempo aplicando el principio de adaptación.
Este conjunto de hechos ha determinado que el conflicto interno
colombiano sea comparado por sus similitudes a la guerra civil que produjo un
cambio político en China a finales de los años cuarenta del siglo pasado.
En una guerra civil de carácter revolucionario la política y la guerra
están unidas en el sentido que la victoria táctica no se distingue del fin
político, esto es el aniquilamiento de la organización político-militar del
adversario, por lo que la ofensiva táctica es propia de la naturaleza misma de
las acciones de carácter revolucionario. Así pues la ofensiva pretende cambiar
y este cambio está relacionado, al parecer, con el derrocamiento del
capitalismo, la eliminación de las clases explotadoras y la conversión del
pueblo a la verdad del socialismo, unico modo de alcanzar la paz y la
felicidad. La revolución, entonces, es ofensiva y lleva la bandera de la guerra
justa. Pero para que la guerra sea justa el movimiento subversivo debe poseer
un alto grado de legitimidad y debe mantener una sintonía entre el discurso y
la acción política[3].
Esta circunstancia hace que la población sea tratada estratégicamente para
hacer de ella un aliado o por lo menos permanezca lo más apáticamente alejada
del conflicto.
Sin embargo, la guerra no tiene justificación moral. Podríamos decir que
es un estado de necesidad provocado por una consciencia intencional. Para
llegar a este estado de conciencia se ha recorrido un largo trecho que tal vez
comienza con las Inscripciones kadesh (que exaltan el heroísmo), el
Deuteronomio (que en nombre de Dios exhorta a los combatientes a no tener
miedo, por la libertad, por la vida, por los suyos y por el ambiente) y los
Manuscritos del Mar Muerto (que establecen el papel de los sacerdotes en un
ejercito para asegurar que en la batalla Dios permanezca de su lado), y termina
con la proscripción de la guerra en la carta constitutiva de la Organización de
las Naciones Unidas. Toda la estructura normativa que se ha erigido desde esos
inicios para justificar o para regular un fenómeno que no tiene justificación
ha estado soportada por otro valor: la confianza que sostiene el pacta sunct
servanda y de ahí la precariedad de todo este sistema con lo cual máxima ci
vis pacem parabellum aún permanece vigente. Pero en el caso de un conflicto
interno es diferente. Si bien estas normas se han aplicado a las relaciones
entre Estados y se han tratado de extender a las situaciones políticas dentro
de un mismo Estado, lo cierto es el conflicto interno, como en el caso
colombiano está planteado en términos absolutos y las únicas normas que al
efecto se han tratado de consolidar son aquellas relativas al terrorismo con lo
cual al planteamiento absoluto de la guerra revolucionaria se le ha opuesto el
planteamiento absoluto de revertir cualquier situación que afecte el statu quo político.
Se habla de “conflicto violento” o “conmoción interna” debido a las
implicaciones jurídicas que tiene la guerra como estado. Ello ha traído como
consecuencia que se ha minimizado el problema interno, que los combatientes
subversivos no hayan tenido el trato de soldados y la crisis colombiana no haya
alcanzado el estatus jurídico de guerra civil que la obligaría a ceñirse a un
ordenamiento legal establecido[4];
por este motivo, los grupos insurgentes colombianos intentaron
internacionalizar el conflicto como un medio para lograr su reconocimiento como
beligerantes. Pero, si se tiene presente una visión realista de las relaciones
internacionales centrada en el Estado-nacional, el gobierno colombiano se ha
valido de todos medios disponibles para aumentar el poder del Estado,
manteniendo a raya a los grupos insurgentes[5].
Una de las maneras como lo ha logrado, además del apoyo estadounidense, ha sido
ganándose a parte de la población, del mismo modo como lo hace la insurgencia,
conscientes claro está de la desventaja de la geografía y de los efectos que
ella tiene en la integración de la población al espacio funcional del Estado. Otra
ha sido la de involucrar a los países vecinos en un conflicto que no les
concierne.
La visión realista de las relaciones internaciones hace que se considere
la capacidad de desestabilización internacional de una guerra civil, más aún si
la resultante es un gobierno revolucionario. La razón de esta percepción es la
idea de sistema y de un orden que es necesario preservar, por ello se ha
discutido mucho acerca de si se puede hablar de una moral internacional y se ha
afirmado que entre Estados sólo hay intereses más aún si se tiene presente que
dentro de éste interés está presente la necesidad de preservar la actual
división internacional del trabajo. El problema moral sería entonces saber
cuando se debe intervenir en un conflicto: ¿En función de los daños que le
podría ocasionar al sistema de Estados o de acuerdo a los daños que está
produciendo a la población del país dentro del marco de la protección de los
Derechos Humanos?. En la Carta de las Naciones Unidas y otras normas derivadas
de dicho instrumento, los Estados reconocen como principios la igualdad
soberana, el cumplimiento de sus obligaciones de buena fe, la solución pacífica
de controversias, la abstención de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza
contra la integridad territorial y la independencia política, la protección de
los derechos humanos y la no injerencia en los asuntos internos de los Estados.
Estos principios son esencialmente principios morales que podrían ser descritos
como imperativos[6],
con lo cual, en primera instancia, al parecer, una guerra civil es un asunto
interno del afectado siempre y cuando el poder establecido pueda mantener el
control de la situación dentro de sus fronteras o el nuevo se ajuste a una
serie de normas internacionales existentes. En Colombia parece que no ha
ocurrido así incluso ahora y esta situación dio inicio a los incidentes en la
frontera venezolana a finales de los años ochenta del siglo pasado, es decir,
al hostigamiento a unidades militares venezolanas y el aumento del numero de
delitos en una línea limítrofe que más que separar une[7].
Otro factor que favoreció la ocurrencia de incidentes fronterizos en ese
entonces fueron las necesidades logísticas de la subversión para sostener el
conflicto de manera prolongada. Durante la guerra fría este problema no
revistió un notorio interés, pero el colapso soviético obligó a los grupos
subversivos a buscar formas de autoabastecimiento y en este sentido, el Estado
venezolano (y en general los otros fronterizos con Colombia) se constituyó en
una base de apoyo con lo cual se pudiera argumentar que esta subversión
colombiana ha contado con un apoyo limitado de la población de ese país por lo
que la justificación moral de ese conflicto violento pareciera estar
cuestionada. Este cuestionamiento fue aún mayor si se considera que el modelo
socialista sovietico se desplomó tanto desde el punto de vista teórico como
práctico.
Estas circunstancias obligaron al Estado venezolano a desarrollar una
estrategia de contención, con la finalidad de evitar que el conflicto interno
colombiano se extendiera al territorio venezolano afectando a la población.
Pero como los insurgentes no son reconocidos como soldados, el problema
entonces ha sido de orden público, es decir, de naturaleza policial y
humanitaria. En lo táctico esta estrategia se materializó en la instalación de
una serie de puestos fronterizos con propósitos defensivos fomentando a su vez
la integración de la población al Estado dada la debilidad institucional en el
área. El Puesto Naval de Cararabo desde su nacimiento cumplió con ambos
propósitos, pero su efectividad estuvo condicionada por la capacidad de
sostener logísticamente a un puesto ubicado en un área inhóspita[8];
además de ello, en lo concerniente a orden publico, sus competencias estaban
circunscriptas a todo lo atinente a la actividad de guardacostas.
Consecuentemente, las limitaciones presupuestarias que tuvo el estado
venezolano a inicios de los años noventa se reflejaron en carencias en la
frontera. Este problema se intentó resolver mejorando la inteligencia y el
adiestramiento en el ámbito operacional.
Bajo estas consideraciones se podría afirmar la presencia de una moral
que opera en varios niveles o varias morales entendidas a nivel horizontal y
vertical. En el primer caso se hablaría de una moral que abarca a la comunidad
internacional e incluye a los Estados, grupos e individuos, como ello ha sido
evidente en todo lo concerniente a Derechos Humanos. En la otra perspectiva se
hablaría de diferentes sistemas morales que intentan imponerse los unos a los
otros. En relación con el primer caso el discurso moral internacional sería
viable en la medida en que se consolide la Comunidad Internacional. Para el
segundo caso habría que evaluar los hechos, de forma particular, para constatar
la consistencia de la afirmación.
CONSIDERACIONES PARTICULARES
Teniendo presente lo mencionado precedentemente, una unidad de la
subversión colombiana específicamente del Ejército de Liberación Nacional atacó
al Puesto Naval de Cararabo. En este ataque presuntamente participaron algunos
miembros de la población civil del lugar y como se hizo mención, los atacantes
no tenían el estatus jurídico de combatientes[9]
aunque persiguían, en ese entonces, un cambio político en Colombia. Los
atacados fueron individuos pertenecientes a las FF.AA. de Venezuela,
específicamente a la Infantería de Marina.
Bajo instrucciones de combate que apuntan a la defensa en términos
proporcionales a la amenaza, la efectividad de la defensa depende de la
información que se tenga del probable ataque. Durante un enfrentamiento se
presume una igualdad moral entre combatientes, pero antes y después el problema
es policial, es decir, de autoridad. La presunción radica en el hecho que en el
combate se combate, pero si alguien se rinde o queda neutralizado
indiferentemente del bando debería tener otro trato que es legal, moral y
sincero, pero ello no sucede generalmente así, en Cararabo, como caso
particular no hubo Infantes de Marina prisioneros, las personas que fueron
halladas desarmadas fueron ejecutadas, con lo cual se podría inferir que los
Infantes de Marina fueron instrumentos para lograr una forma de reconocimiento
internacional, pero este uso fue realizado sin aplicar las normas establecidas
en el Protocolo II de las Convenciones de Ginebra. En otras palabras,
intentaron obligar al Estado venezolanos a seguir sus designios usando a sus
soldados como medios de otra naturaleza.
A pesar de que el puesto naval tuvo una alerta de ataque, cuando este se
concretó fueron sorprendidos, no obstante, hubo una respuesta proporcional a la
agresión que no fue efectiva debido a fallas en el alistamiento[10].
Una vez desbordada la defensa y sin municiones se dio la orden de retirada.
Como consecuencia de lo anterior, los oficiales que conducían el puesto naval
sufrieron penas de prisión por las deficiencias encontradas en el puesto naval
durante la jornada[11].
Miembros del Ejército de Liberación Nacional realizaron el ataque, al
parecer, para: continuar la política de internacionalización del conflicto,
abastecerse de armas y pertrechos y proteger a nacionales colombianos que
supuestamente habían recibido abusos por parte de los Infantes de Marina
venezolanos. Ahora ¿por qué individuos que habitan en las adyacencias del
puesto naval y que tenían una relación directa con la única institución del
Estado presente colaboraron o participaron directamente en el ataque? La
relación directa con el personal militar permite inferir que no existían
condiciones que hicieran presumir una actitud en contra, por lo cual se puede
plantear la siguiente hipótesis:
q Esas personas fueron consideradas medios por los
subversivos y consideraron como medios a los Infantes de Marina.
En primer lugar la preservación de la vida pudo haber dejado a los
pobladores sin elección, pero esta preservación estuvo supeditada a la posibilidad
de salir ileso en el ataque. En este caso, esas personas constituyeron medios
para el logro de un fin, pero, en general, como en esos parajes existen
diferentes comunidades donde la idea del “ellos” está presente, la preservación
de la vida estaba condicionada por la existencia no de una moral, sino de
varios sistemas morales. La causa de esta afirmación está relacionada con la
ambivalencia que ocasiona el río, es decir, convivieron en esa región tres
tipos de moral: la representada por la subversión, la moral de los venezolanos
y colombianos que viven a ambas riberas del río Meta y la moral de la
institución venezolana representada por los Infantes de Marina. Los pobladores,
al parecer, tuvieron que elegir en función de lo establecido por el grupo
subversivo, con lo cual es muy difícil hablar de legitimación con respecto a
las instituciones políticas de los dos Estados. Esta elección o esta
no-elección representaron un cuestionamiento al Estado y a los individuos y, en
general a toda idea de moral basada en el poder.
Desde el punto de vista legal, los pobladores de la ribera venezolana (y
en especial la Colombiana) del río Meta están obligados por el sistema
normativo del Estado, pero para ello se requiere un pleno ejercicio de la
autoridad representada en las instituciones y ello estuvo (y continúa)
descansando sólo en la Armada que mantenía, y aún mantiene, unas competencias
limitadas.
El tipo de relaciones que se presentaron entre los pobladores y los
Infantes de Marina facilitaron la convivencia, de hecho varios de los
individuos que presuntamente participaron en el ataque jugaron fútbol con los marinos
el día del hecho. Desde esta perspectiva, la relación entendida por los
Infantes de Marina y los pobladores estaba fundada en la confianza y la
utilidad respectivamente[12],
debido a que el personal militar tenía problemas de motivación y tenían
considerables limitaciones operativas y personales. Desde una óptica moral es
difícil hablar de la actitud asumida por la población puesto que si se asume una
amenaza o un riesgo intolerable no tenían capacidad de elección, sin embargo,
no se evidencia la presencia de una moral sino mas bien varios puntos de vista
morales coexistiendo en un mismo sitio de acontecimiento como se afirmó
anteriormente.
No cabe duda que en el acto realizado por la guerrilla hubo
premeditación, pero en ella los pobladores fueron medios y no fines de la
subversión. Más aún, el trato estratégico hacia la población estubo dirigido a
un fin, que es el fin del alzamiento y no la población que se entendería que es
un fin posterior. Pero al ser este fin posterior, la población pasa a ser
medio, para luego ser fin y en este contexto pareciera que no tenían opción. El
problema entonces, dentro del contexto de la “guerra justa” que la subversión pregonó
y aun pregona, es si esa población querría ser “liberada”, liberada en un área
donde la debilidad institucional es manifiesta y donde la mayoría de las
acciones que estos grupos realizan están fuera de la ley en el sentido estatal
y dentro del marco de la misma doctrina de la guerra revolucionaria.
Desde esta perspectiva, se confirma
nuevamente que es dudosa la justificación moral de esa guerra y el fundamento
de sus acciones, porque la población es un instrumento de una u otra manera: o
son combatientes, puesto que tienen que luchar por su liberación de una clase
explotadora causante de todos sus males o no son combatientes y tienen que
contribuir de una u otra forma con el esfuerzo bélico rebelde con la garantía
de un respeto que en todo caso obedece a una situación de conveniencia. En
ambos casos, la población es un medio para los fines de la revolución.
Doce horas después del ataque fue reforzado el puesto naval iniciándose
un proceso de búsqueda de los atacantes. Estos refuerzos fueron aumentados
progresivamente permitiendo la conformación de un grupo de tarea naval que
intentó reparar el daño recibido, pero en el período que medió entre la
constitución de la unidad superior transcurrieron treinta y seis (36) horas en
donde fue capturado un grupo de personas que se presumían haber participado en
el ataque. Entre ellas había una persona herida de bala. En los días que
siguieron no se tuvo más noticias de esa persona y se hicieron, en
consecuencia, graves acusaciones a los militares venezolanos en la zona por la
desaparición forzada del herido y supuestas torturas a los otros detenidos[13].
Los Infantes de Marina de refuerzo arremetieron contra la población una
vez que se percataron de su presunta participación en el ataque. Esta actitud
estuvo fundada más en la traición a la confianza que le habían depositado a los
lugareños, puesto que si hubiesen sido otros agentes habrían actuado de otra
manera. Dentro de la perspectiva de Strawson, los Infantes de Marina trataron a
los pobladores como unos fines en si mismo manifestado en el hecho de la
retaliación, aunque su acción no haya sido racional en virtud de ser ellos la
única autoridad. Al haberse producido la denuncia de violaciones de derechos
humanos fuera del ámbito militar se presume que, en principio, las acciones
realizadas por los Infantes de Marina estuvieron acordes con las circunstancias
hasta tanto se aclarara la situación, de ahí el silencio inicial mantenido por
las autoridades.
Las operaciones militares se prolongaron hasta que comenzaron las
detenciones de militares por violación de derechos humanos, en este contexto,
un Infante de Marina que estaba prestando el servicio militar obligatorio hizo
dos cuestionamientos: ¿por qué si fueron asesinados varios Infantes de
Marina, hay Infantes de Marina detenidos y los responsables libres? Y ¿por qué
la Armada los envía a la frontera si no puede mantenerlos en ella?.
Las respuestas a la primera pregunta
se podrían sintetizar en lo siguiente: Los Infantes de Marina no estaban
cumpliendo con sus funciones y fueron sorprendido con las graves consecuencias
del caso y las acciones posteriores que se llevaron a cabo fueron realizadas de
forma errónea. Con ello se simplificaría y se obviarían una serie de fallas que
se presentaron y se reseñaron previamente, pero esta respuesta no satisface a
un soldado. La segunda pregunta puede ser respondida argumentando que si se es
militar hay que cumplir órdenes indiferentemente de las circunstancias puesto
que el deber del militar es servir a la patria sin importar los sacrificios y
aunque ello signifique la perdida de la propia vida. Esta respuesta a simple
vista parece correcta, pero para cualquier oficial que tuviese que decirla
sabría que no podría satisfacer la pregunta formulada generando riesgos serios
en la organización.
Ahora estas preguntas formuladas de
manera simultánea requieren una respuesta que asegure la cohesión, sobre todo
en una zona de conflicto. En este sentido estas respuestas se completaron como
sigue: miren, a nadie le importa que estemos aquí a excepción de nosotros
mismos, estas situaciones a veces tienen que ocurrir para desgracia de muchos,
para que todos se den cuenta que se están haciendo las cosas mal, si se
hicieran las cosas más o menos como deberían hacerse todos estaríamos en otros
lugares, pero estamos aquí y eso hace que tengamos que velar por nosotros
mismos y por nuestros compañeros como una manera de cuidarnos también nosotros
mismos, con la finalidad de que podamos salir bien librados de todo esto. Si,
ustedes deberían estar bien equipados y tenga la seguridad que ya se están
corrigiendo esas deficiencias pero mientras eso ocurre tenemos que cumplir con
el trabajo que nos encomendaron.
En estas preguntas y respuestas se evidencian varias ideas del bien: el
estoico fundado en la dignidad como fin de la voluntad (expresado en el
sacrificio), el epicúreo donde se busca el máximo bien, significando con ello
el posible abandono del lugar, la idea del deber en sentido kantiano y un
instantáneo constructivismo moral que mantuvo las bases para asegurar el
cumplimiento de la misión.
El sentido del sacrificio como virtud es característica del
republicanismo clásico, el problema es saber a partir de qué momento es valido
este sacrificio o si es pertinente este sacrificio, es decir, lograr que se
sacrifique el adversario. Con respecto al primer aspecto se entiende que al
soldado se le deben dar los medios idóneos para cumplir con la misión, si las
circunstancias lo permiten. En relación con el segundo aspecto, el General
Patton expresó en una oportunidad que el deber de un soldado es hacer que su
enemigo se sacrifique por su patria, ello implica una serie de aspectos
relativos al alistamiento cuya responsabilidad recae en todos los niveles de
comando y para ello se requiere en todo momento la evaluación de las
potenciales amenazas.
Ahora bien, en una democracia, hay un deber de servirla debido a su
legitimidad. En este sentido, a pesar que la coerción armada no se corresponde
con ese sentido de legitimidad, su justificación estriba en la necesidad de asegurar
la defensa con respecto el exterior a pesar que el sistema de Estados tiende a
garantizar su defensa de acuerdo al conjunto de principios ya mencionados. El
problema se presenta cuando no se es democracia y cuando no hay legitimidad,
entonces el papel de la coerción armada
pasa a tener otra característica. Si se considera que la FF.AA. es un
instrumento del Estado el uso del mismo debe estar acorde con las necesidades
del Estado puesto que lo contrario conduce a tres vías: una conduce a la
renuncia al servicio y por consiguiente, un proceso erosivo, otra a Cararabo y
la otra al 04FEB1992. Los otros problemas que se presentaron fueron: entender
qué es la democracia, qué es el Estado y sobre qué estructura estos se
fundamentan. La práctica nos ha dicho que existen diversas concepciones de
democracia basadas en una estructura de producción internacional capitalista
consolidada y capaz de adaptarse a circunstancias contingentes. Los esfuerzos
por mantener esa estructura es lo que podría entenderse como Estado con lo cual
se puede afirmar que en Cararabo se intentó desde la perspectiva de los
combatientes políticos preservar el Estado bajo la asunción de diferentes
criterios de democracia.
El bien epicúreo, que parte del sentido del bien individual, pudiera
significar dentro de la estructura de un Estado una perdida de identificación
con el mismo y ello implica el debilitamiento de la cohesión social y el
advenimiento de nuevos tipos de moral. Los problemas que presentó Estados
Unidos durante la guerra de Vietnam son un ejemplo de esta afirmación. Desde el
punto de vista militar esto se evidencia en las deserciones, licencias y
solicitudes de baja, fuera del área de operaciones, pero en el área de
operaciones una actitud de esta naturaleza puede tener consecuencias
impredecibles, como por ejemplo el desmoronamiento del ejercito ruso en la Gran
Guerra, del ejército italiano en la Segunda Guerra Mundial o el ejército iraquí
en la segunda y tercera guerra del golfo.
Desde la perspectiva de la virtud estas dos (02) ideas básicas del bien
en sentido republicano presentan algunos problemas en el sentido kantiano del
término debido a que hace necesario entender que son juicios desde la
perspectiva de la tercera crítica puesto que la idea del bien podría partir de
la sensibilidad y de la razón. La sensibilidad considera la experiencia y la
costumbre. La razón en sentido kantiano es trascendente.
Kant expresó que los juicios morales se pueden justificar racionalmente.
En la Fundamentación de la Metafísica de
las Costumbres, expresa que todos los conceptos morales tienen su asiento y
origen completamente a priori, en la
razón y para explicar ello parte de la Buena
Voluntad como principio de moralidad. Esta Buena Voluntad proviene de dos vías: aquella cuyas acciones tienen
un Contenido Moral (ser benéfico, procurarse su propia felicidad, hacer el
bien), es decir, no son hechas por inclinación sino por deber, y lo que Kant
denomina Imperativo Categórico por ser
mandato de la razón[14] y
voluntariamente aceptado por todos los integrantes, de forma autónoma,
permitiendo la constitución de un reino de los fines. La moralidad, en
consecuencia, es aquella condición bajo la cual un ser racional puede ser un
fin en sí mismo, puesto que sólo por aquella condición es posible ser miembro
legislador en un reino de los fines. En un reino de los fines la voluntad buena
es el mecanismo que les permite a los otros individuos que son fines en sí
mismo tratar dignamente de alcanzar el propósito que se hayan establecido.
En Cararabo, a pesar que todas las
acciones tuvieron un contenido moral, no existió un único reino de los fines
sino más bien varios reinos y el principio de autonomía necesario para la
construcción de una moral tampoco estuvo presente puesto que todos los actores
fueron medios de alguna u otra manera incluyendo a la subversión, puesto que
obrar de la manera con que lo hicieron refleja una pobre autoestima puesto que
recurrir a las armas para lograr un reconocimiento en un contexto signado por
la falta de legitimidad en lo que concierne al apoyo a su causa los convierte
en individuos que actúan con mala voluntad, no por necesidad sino por poder. La
palabra que mejor expresa esta situación es cinismo, el cual Sloterdijk lo
definió, en principio, como falsa conciencia ilustrada dado que entraron en
juego valores que sólo son incompatibles si se consideran desde una óptica
basada en el poder.
La idea
de la construcción puede ser entendida a partir de la noción de temporalidad,
es decir, bajo el supuesto de que la costumbre es un proceso evolutivo o por el
contrario puede surgir instantáneamente de una convención sobre algo que es
considerado como bueno.
La idea del constructivismo
“instantáneo”, puede ser entendida como una forma de manipulación tendente a
preservar el orden. La autoridad en ese momento preservó el orden
descalificando públicamente a la autoridad formal, con lo cual logró
fundamentar el juicio moral, logró continuar la misión y invocar la necesidad
de preservar la vida y de actuar de la mejor manera posible logrando invocar
una norma de carácter universal, pero ¿estos juicios morales pudieron
supervivir a los hechos? Pareciera no ser así, reflejándose en consecuencia la
duda a partir de un escepticismo ético.
El comportamiento del Estado venezolano tendió desde los años sesenta
hacia una concepción liberal centrada en un individuo cuyo fin era su propia
felicidad. Esta concepción del mundo y de la vida facilitaba la preservación
del statu quo desde la perspectiva de
la estructura de producción capitalista mundial y del rol que el país jugaba
dentro de esa estructura. En las FF.AA. esta concepción pareció hacerse
presente cuando las doctrinas del desarrollo comenzaron a hacerse manifiestas a
partir de la aprobación de la Ley Orgánica de Seguridad y Defensa en el año
1976. Con la consolidación de esta doctrina las FF.AA. empezaron a sufrir
tensiones entre los que defendían la visión estoica de aquellos que pensaban en
que el rol de las FF.AA. era netamente militar y los que pensaron que el rol
principal estaba centrado en el desarrollo del país presentándose el
inconveniente de que, como se sabe, no existe un solo modelo de desarrollo. El
agravamiento de las tensiones se produjo cuando se comenzaron a reducir los
recursos producto del estancamiento económico acaecido en los años ochenta
debido a que todo gasto militar debió ser plenamente justificado aun a pesar de
la experiencia que tuvo el país en la crisis de la corbeta “Caldas”. En esas
circunstancias la prioridad era supuestamente el desarrollo del país y en
consecuencia el problema militar fue tomado en consideración sólo cuando el
instrumento intentó producir por la fuerza un cambio político.
La razón por la que se intentó producir un cambio político fue debida en
parte al hecho que a finales de los años ochenta los altos mandos tendieron a
estar constituidos por individuos de formación liberal con una FF.AA con una
moral republicana y esta característica produjo un fractura entre los cuadros
altos y medios de la oficialidad, con el agravante que la posibilidad de
ascenso social de dichos oficiales quedaba limitada[15].
A partir de ese momento el problema se centró en los cuarteles y no en la
defensa, con las consecuencias que ello trajo consigo, es decir, para un sector
de las fuerzas armadas de ese entonces era el sostenimiento del Estado, para
otro sector el cambio político y finalmente para un pequeño grupo el problema
era cumplir la función militar sin tener claro el referente…
CONSIDERACIONES FINALES
Los muertos civiles y militares de nacionalidad venezolana o colombiana
y el abandono del territorio por parte de la población a raíz de los
acontecimientos de Cararabo presentan un grave problema al (o los) Estado en
sus elementos constitutivos, es decir: población, territorio e instituciones.
Con respecto a la población, mantener comunidades no integradas a la comunidad
mayor dadas las peculiaridades geográficas de la región no se corresponde con
los fundamentos específicos del Estado. La actitud de los dirigentes de
protegerlos luego de los acontecimientos pudiera evidenciar una tacita
aceptación de la responsabilidad. En este aspecto, la posición asumida con
respecto a la Infantería de Marina, visto desde la perspectiva que fueron
detenidos cinco de sus miembros, da a entender que el instrumento militar fue
usado, pero con la conciencia de los efectos que podría causar un uso no
adecuado. ¿Se podría hablar de sentimiento de culpa en los Infantes de Marina?,
o más bien ¿los Infantes de Marina tuvieron conciencia del problema que se
había planteado?. Esta segunda pregunta es necesaria para poder responder a la
primera y en primera instancia, creo que no la tuvieron, su pensamiento giraba
en torno a como salir del problema.
Desde el punto de vista de las instituciones políticas, su débil
presencia en las áreas fronterizas los coloca en la situación de haber tenido
que fortalecer a las únicas instituciones presentes, es decir a las FF.AA..
Ahora la FF.AA., en general, y la Armada, en particular, como asesores frente
al poder político y administradores del uso de la fuerza y las fallas hechas
presentes en Cararabo, reflejaron problemas estructurales y procedimentales en
esas dos funciones específicas. El problema que se planteó si es que debiese
haber sido planteado a raíz de los hechos fue: sacrificar a los civiles o a los
militares ¿moral republicana o moral utilitaria?
Las acusaciones sobre la participación de los pobladores en el ataque y
la desaparición de personas como consecuencia del mismo obligaron al resto a
abandonar la región. Esto refleja miedo pero también pudiera reflejar vergüenza
o culpa por los hechos ocurridos. Bajo esa perspectiva, hubo un juicio moral
que entendido desde la perspectiva de la política, fue suficiente para los
pobladores, es decir, el abandono del lugar como consecuencia de sus acciones,
por lo cual el asunto se centró en lo militar.
La moral republicana establece que el sacrificio por los otros es una
forma de virtud que se manifiesta en la dignidad, pero ¿los Infantes de Marina
que se encontraban en Cararabo se estaban sacrificando por otros?. El Estado no
estaba en guerra y las familias de los soldados no estaban amenazadas por el
problema fronterizo. No se sacrificaron por los habitantes fronterizos puesto
que como se vieron ellos participaron o colaboraron en el ataque. No obstante,
dichos militares estaban cumpliendo órdenes, estaban cumpliendo una misión
específica, resguardar al Estado en un territorio que presenta una gran
variedad de problemas. Entonces, la presencia militar parecía ser necesaria por
el tipo de problemas a afrontar, y por su profesión debían estar preparados
para conducir los asuntos concernientes a la vida o la muerte, por lo cual su
presencia estaba plenamente justificada y haber sido el blanco de todas las
situaciones que en Cararabo se presentaron reflejan la necesidad de mantener un
aceptable grado de efectividad en el cumplimiento de su misión militar.
Desde otra perspectiva, el hecho que no se presentaran en Cararabo
nuevas acciones de la subversión a pesar de que una de las motivaciones fue la
de “castigar” a los Infantes de Marina por los abusos cometidos a la población
colombiana, evidencia que la población no fue el fin de la acción guerrillera,
por lo cual el concepto de “guerra justa” no cabe en este escenario.
En estos hechos se evidencia que el Estado eligió de forma pragmática a
los Infantes de Marina por su utilidad instrumental, pero si la Armada
evidenció fallas, en un área donde la presencia del Estado es débil y habita
todavía una población no integrada al país, entonces el Estado está presentando
fallas y estas no sólo están referidas a la instituciones, sino a la comunidad
en sí en lo concerniente a las reglas que le permiten su convivencia, puesto
que la sinceridad, la legalidad estuvieron presentes, pero no para la
construcción de un discurso moral basado en el entendimiento. Pero esto
significa, como lo expresó Wittgenstein, que se debió ir más allá del mundo por
las limitaciones de nuestro lenguaje. Para la propia supervivencia de la comunidad
política faltaría saber qué se hizo luego de las enseñanzas adquiridas puesto
que el estado-nacional sigue siendo el eje de las relaciones internacionales
puesto que ello podría ayudar a entender la actitud político del Estado
venezolano frente a la subversión colombiana en los actuales momentos en la
frontera.
A partir de esta experiencia se puede afirmar, siguiendo a Sloterdijk
que
“Sólo la moral puede ocupar puestos a la izquierda o a
la derecha de las realidades. La realidad, en la medida en que nos atañe, nos
es bienvenida u odiada, soportable o insoportable. Y la conciencia frente a lo
dado sólo tiene la posibilidad de reconocerlo o no… No es, sin embargo,
primitiva la perspectiva de comprender a partir de aquí el sentido de la actual
desmoralización. Sólo la moral es sensible a la desmoralización -por lo tanto-… en la desmoralización ¿no nos
acercamos a la verdad?”(2007:170).
Ello significa que al final de cuentas
lo que ocurrió en Cararabo fue la existencia de una doble moral por parte de
los subversivos colombianos y del Estado venezolano de ese entonces que se
manifestó en la cosificación de una población que supuestamente se iba a
proteger dentro de un contexto de preservación de su estatus de poder político
donde sólo se buscó, al final de cuentas, guardar las apariencias en las
medidas que instrumentaron para reparar los daños ocasionados a la estructura
de legalidad y legitimidad de las formas de Estado presentes en esos parajes,
para ocultar una realidad caracterizada por el abandono, por un solo motivo
primigenio: el poder. En lo que respecta al Estado colombiano es muy difícil
hacer algún tipo afirmación, lo que aconteció en Cararabo, dentro de la misma
lógica del poder, fue una oportunidad para involucrar a otras entidades
políticas para la solución de un problema del que han sido incapaces de
resolver evidenciando que la violencia parece ser el modo en que en ese país se
expresa la política, no sólo para preservar una estructura de producción que se
corresponde con la ubicación de ese país en la división internacional del
trabajo, sino por el dudoso carácter moral de la lucha por el control de un
negocio como lo es el narcotráfico.
Desde la perspectiva de los pobladores que abandonaron Cararabo, la
política, siguiendo igualmente a Sloterdijk, seria “aquella esfera en la que
los hombres se golpean mutuamente la cabeza en una competencia por cosas de las
que en realidad se –podría- prescindir” (2007:256). Para la Infantería de
Marina venezolana esa fue otra manifestación de una crisis que se hizo patente
el 04FEB y 27NOV1992, y para la subversión colombiana, la poca aceptación que
ha tenido su lucha sería puesta a prueba unos años después con la
instrumentación del Plan Colombia.
Veinte años después de ese acontecimiento aún estamos frente a ese
cinismo al que hizo mención Sloterdijk, pero con un grado mayor de distorsión. Mientras
los valores que ha usado la guerrilla para sostener su lucha han sido
deslegitimados por sus principales aliados en el gobierno venezolano, el
gobierno venezolano ha amenazado con profundizar la revolución para asegurar su
permanencia en el poder usando a todos los venezolanos como instrumentos para
sus propios fines políticos…
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[1] Hobbes expresó que la
guerra no consiste en el acto de luchar sino que también es un periodo en que
la voluntad de confrontación violenta es suficientemente declarada. Esta es una
conceptualización de la guerra como estado. Desde la perspectiva del acto,
Clausewitz conceptualizó a la guerra
como la continuación de la política con otros medios. En este sentido la fuerza
militar es el medio que permite la obtención del fin político doblegando la
voluntad del adversario mediante la amenaza o destrucción de su fuerza armada o
la ocupación de una parte de su territorio. Esto presupone que la guerra como
un acto, en función del objetivo político planteado, se mantiene en un rango de
racionalidad que apunta a considerar
esos fines como limitados. Desde la perspectiva clausewitziana es vital
la consideración del objetivo, los medios disponibles y la voluntad. Estos constituyen
los componentes políticos de la estrategia, en conjunto con una trinidad
conformada por: la dirección política, la conducción militar y la pasión del
pueblo. En este sentido, la pasión del pueblo determinará el alcance del
conflicto, puesto que ellos son los que deberán soportar los sacrificios, más
aún si se tiene presente que, en este caso la guerra es para liberar al pueblo
o para generar las condiciones de posibilidad para que puedan alcanzar su
felicidad.
[2] Engels y Lenín fueron
los primeros lideres políticos que apreciaron la dimensión política de la obra
de Clausewitz, al entender que este autor trató de hacer una teoría sobre la
guerra considerando dos momentos distintos: el primero el de las guerras
limitadas del siglo XVIII y de lo que representó la revolución francesa y las
guerras subsiguientes en el panorama político europeo y global. Las primeras
interpretaciones de Clausewitz consideraron que él favoreció las guerras
absolutas promoviendo las guerras totales de inicio del siglo XX, pero los
enfoques fueron netamente militares, en cambio los lideres izquierdistas
entendieron la visión política de la obra de Clausewitz y desarrollaron teorías
de la guerra revolucionaria que tendían a la aniquilación de los sistemas
políticos vigentes. Engels y Lenín visualizaron la obra del oficial prusiano
desde el punto de vista político y, posteriormente Mao Zedong, influido por los
primeros, la perfeccionó usando como patrón las enseñanzas de Lenin y Abd-el-Krim.
La idea del aniquilamiento de los sistemas políticos para la creación de un
orden justo sin clases la desarrolla Lenín, la idea de que los combatientes
deben ser al pueblo como pez en el agua en un contexto de guerra prolongada (de
carácter erosivo) es perfeccionada por Mao en lo que se ha denominado
estrategia adaptativa.
[3] La causa de esta
afirmación obedece a que en Venezuela en los últimos quince años se ha
producido un discurso de esa naturaleza, pero en la práctica han formado una
nueva burguesía de similar característica a la que querían destruir.
[4] El Derecho Internacional
legitima el uso de la fuerza en caso de defensa individual o colectiva de los
Estados. Para acometer una contingencia de esa naturaleza se perfeccionaron una
serie de normas que estuvieron vigentes durante la Segunda Guerra Mundial en lo
que se conoció como los Convenios de Ginebra del año 1949. Pero en caso de una
guerra interna se plantean dos tipos de problemas: el 1º de delimitación de su
concepto, (esto es si es dentro de un mismo Estado, si es entre dos partes, una
de las cuales no es reconocida y si se ajusta al derecho internacional), 2º que
a pesar de ser un conflicto interno, en general, tiene implicaciones
internacionales. El Protocolo II de las Convenciones de Ginebra del año 1977
que fue ratificado por Colombia hace una distinción entre guerra civil y “situaciones
de tensión interna”. A tal efecto el articulo 1º reza que una guerra civil es
un conflicto armado que se desarrolla en el territorio de una alta parte
contratante entre sus FF.AA. y FF.AA., disidentes o grupos armados organizados
que, bajo la dirección de un mando responsable, ejerzan sobre una parte de
dicho territorio un control tal que les permita el desarrollo de operaciones
militares sostenidas y concertadas y aplicar el presente protocolo. El articulo
2º califica de tumulto “situaciones de tensiones internas y de los disturbios
interiores tales como motines, los actos esporádicos y aislados de violencia y
otros actos análogos, que no son conflictos armados”. Por lo que se deduce de
estas definiciones Colombia se encuentra en una situación intermedia y por ello
el Estado colombiano ha sido cuidadoso en la categorización de su conflicto.
Por otro lado, la subversión se encuentra en una fase operacional
revolucionaria que no es la guerra abierta y esto no lo ha logrado por
incapacidad.
[5] El realismo “clásico”
está fundado en la creencia que los Estados, al igual que los seres humanos
tienen un innato deseo de dominar a otros, lo cual podría constituirse en una
causa de guerra. Esta teoría evolucionó en una forma denominada “neorrealismo”
que ignora la naturaleza humana y está focalizada en los efectos del sistema
internacional, debido a que este es anárquico, es decir, cada Estado sobrevive
por si mismo. Con el fin de la Guerra Fría apareció una forma de realismo
“redux” que expresa que si un Estado logra muchas ganancias con respecto a sus
aliados o amigos se hará más fuerte mientras estos se harán más vulnerables.
[6] Hay autores que han
expresado que en la medida en que se pueda hablar de una comunidad
internacional en esa medida se podrá hablar de una moral internacional.
[7] Esta situación finalizó
en el año 1998-99, pero desde ese entonces, el gobierno venezolano ha buscado intervenir
en el proceso de paz colombiano y ello en la práctica se materializó en el
reconocimiento de su estatus político. Este hecho condujo a una ruptura de
relaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia en el año 2009 y al proceso
de paz que se está produciendo actualmente en La Habana. La causa de este
reacomodamiento ha estado relacionada con el hecho que ideológicamente el
gobierno venezolano y la guerrilla colombiana son afines.
[8] Desde el punto de vista
fluvial se puede apoyar a Cararabo en el periodo abril-diciembre (el tiempo de
navegación aguas arriba es de tres días aproximadamente), por tierra de enero a
marzo ( el tiempo del recorrido en de alrededor de las 08 horas) y por aire de
acuerdo a las posibilidades que ofrece la estación lluviosa. Durante el ataque
a Cararabo, la comunicación fluvial estaba interrumpida desde sus principales puntos
de apoyo y no se contaba con apoyo terrestre o aéreo). En otras palabras, ese
puesto naval estaba obligado a sostenerse con sus propios medios.
[9] Hay que destacar que la
avanzada guerrillera era de aproximadamente veinte (20) individuos, sin
embargo, durante los preparativos del ataque pudieron reclutar, de forma
forzada, lugareños por razones políticas, económicas y tácticas. Estos
individuos durante el ataque se cubren el rostro y en caso de caer en la acción
sus cuerpos en la medida de las posibilidades son retirados del lugar por los
mismos insurgentes.
[10] En el ámbito político
fueron restringidos los recursos presupuestarios en las FF.AA., afectando su
alistamiento, en el nivel estratégico militar hubo deficiencias en la
asignación de recursos humanos y materiales, a nivel estratégico operacional
hubo fallas de conducción que incidieron en la doctrina, a nivel táctico hubo
fallas de conducción que incidieron en la moral del personal y fallas en la
aplicación de la doctrina. Desde el punto de vista de inteligencia, hubo la
información precisa y la evaluación correcta, pero sobre el terreno hubo un
exceso de confianza olvidándose el personal que eran extranjeros en el área.
[11] La
normativa actual de la Armada no establece actos de heroísmo o de cobardía. La
única referencia que se tiene al respecto es el Código de la Marina de Guerra
del año 1903. Este
Código de Marina decretado por Cipriano Castro estableció en el articulo 1219
como acciones heroicas: “Sostener un combate hasta perder la mitad de la
gente”, “el centinela que en caso de sorpresa se oponga por si solo la entrada
del enemigo... hasta quedar herido o muerto o conseguir con su resistencia que
extendida la alarma durante su defensa...”, etc. Como actos de cobardía: “todo
comandante que no conserve sus fuerzas en el puesto de combate”, “no acuda a su
lugar o puesto de combate, o durante este muestre cobardía”, etc.
[12] Las condiciones que
deben seguir un grupo insurgente para declarar una situación como favorable
para lanzar un ataque, de acuerdo con Mao Zedong (1936), son:
·
La
población apoya activamente a los insurgentes.
·
El
terreno es favorable para las operaciones.
·
Las
fuerzas insurgentes están concentradas.
·
Los
puntos débiles del enemigo han sido descubiertos.
·
El
enemigo está reducido por el cansancio y
está desmoralizado.
·
El
enemigo ha sido inducido a cometer errores.
[13] La matriz de falla en
esta fase de los hechos estuvo constituida: en el ámbito político no se
impartieron instrucciones de combate, con lo cual el despliegue desde esa
perspectiva adquiría un carácter demostrativo; a nivel estratégico militar no
fueron asignados los medios idóneos para acometer las tareas derivadas del
ataque teniendo presente que las operaciones a ser realizadas tenía un carácter
policial debido a que no estaba declarada situación de conflicto alguno. En el
ámbito estratégico operacional las
treinta y seis (36) horas que tardaron para la instauración del Grupo de Tarea,
trascurrieron sin que las tropas desplegadas tuvieran instrucciones claras de
que hacer en caso de ocurrir una situación particular por lo que el tratamiento
de las situaciones que tuvieron que afrontar fue de acuerdo a su libre albedrío.
[14]
Los imperativos pueden ser hipotéticos y categóricos; hipotéticos si
representan la necesidad practica de una acción posible como medio para
conseguir otra cosa que se quiere (o que es posible que se quiera), y
categórico si representa una acción por sí misma como objetivamente necesaria,
sin referencia a ningún otro fin. Todos los imperativos son formulas de la
determinación de la acción que es necesaria según el principio de la buena
voluntad. Por otra parte, el imperativo categórico es algún mandato que es
posible, para las capacidades que algún ser racional puede pensarse como
propósito posible para alguna voluntad. Hay otro imperativo que se refiere a la
forma y al principio que gobierna la acción y lo esencialmente bueno de tal
acción reside en el animo del que la lleva a cabo, sea cual sea el éxito
obtenido. Este es el Imperativo de la Moralidad. El imperativo categórico de la
moralidad es el único que se expresa en una ley practica por ser necesario y
los demás imperativos pueden llamarse principios de la voluntad pero no leyes
de la voluntad porque son contingentes. En este sentido un principio practico
supremo e imperativo categórico con respecto a la voluntad es: “Obra de tal
modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de
cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio”.
[15] Venezuela había sido el único caso en Iberoamerica donde los oficiales
no formaban parte de la clase dominante del país. Hoy día, con los cambios
políticos que han acontecido en los últimos diez (10) años se ha buscado
politizar a la Fuerza Armada Nacional con la finalidad de hacer de esta un
cuerpo revolucionario afin a la nueva circunstancia política.
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