El objeto del
presente ensayo es examinar cómo las diferentes teorías sobre la guerra en el
mar condicionaron las operaciones navales durante el período de la Primera
Guerra Mundial y cómo estas se manifestaron en Venezuela antes, durante y
después del citado conflicto bélico. Para tal fin se hará, en primer lugar, una
análisis de las diferentes teorías que estuvieron en boga, en segundo lugar,
cómo la praxis de la guerra en el mar obligó a revisar la teoría y, en tercer
lugar, se examinará cómo la teoría y praxis de la guerra en el mar se
manifestaron en Venezuela. Como de demostrará, a pesar de que la praxis de la
guerra en el mar condicionó el pensamiento estratégico naval que se expresaría
en el tipo de guerra desarrollado en la Segunda Guerra Mundial, en Venezuela se
hizo muy poco para estar a la altura de una circunstancias determinada por el
hecho de ser el primer productor mundial de combustibles fósiles.
Teoría,
praxis, guerra naval, poder marítimo y naval, Primera Guerra Mundial
Esta escuela se originó con el pensamiento de Alfred Mahan quien gracias al concepto de poder naval entendido modernamente como la capacidad de un Estado de auto-organizarse hacia el mar (Blanco, 2004) generó una forma de hacer, basada en un método histórico, que sería seguida por algunos de los principales contendientes de la guerra, es decir, el Reino Unido, Alemania, Japón y Estados Unidos. De acuerdo con esta escuela la capacidad de autoorganización suponía el control del comercio marítimo a escala global y para ello era necesario que el Estado dispusiese de una fuerza naval que protegiera su tráfico marítimo y, a su vez, en caso de conflicto, destruyera la fuerza naval adversaria, en un combate decisivo, de modo que el tráfico marítimo enemigo estuviera a su merced (Ibíd.)[1]. Este último concepto estuvo enmarcado en lo que denominó dominio del mar (o comando del mar) que tendría importantes consecuencias en la planificación de la guerra por parte de los Estados que estuvieron necesitados de mantener una importante proyección marítima.
La solución a estos dos
problemas fue pensada por Sir John Fisher, Primer Lord del Almirantazgo
británico mediante la estandarización y el desarrollo de un poder que fuese
capaz de enfrentar a la segunda y tercera armada más poderosa del mundo (Two
power estándar). Esta práctica sería seguida por Alemania, EE.UU. y Japón, más
no otros países como Francia, Austria-Hungría, Italia y Rusia, debido a consideraciones
basadas en la geografía, que también afectarían el pensamiento naval británico
y alemán durante la guerra iniciada en el año 1914. A tal efecto es conveniente
destacar el pensamiento desarrollado por el escritor inglés Julian Corbett y el
almirante alemán Wolfgang Wegener.
Corbett expresó en el
año 1911 que la idea mahaniana de la batalla decisiva era correcta en un 90 %
de posibilidades, por lo que su esfuerzo se dirigió el 10 % para dar respuesta
por intermedio de un método filosófico al por qué un poder naval puede
embarcarse en un conflicto limitado en tierra y a pesar de sus fortalezas,
estas necesariamente no servirán en ciertos momentos y lugares, marcando la
diferencia entre una paz victoriosa y desengancharse de un conflicto como
aconteció en el caso estadounidense a propósito de Vietnam. La importancia del
pensamiento de Corbett estriba en el hecho que a pesar de no considerar la
importancia de otros desarrollos tecnológicos (como el submarino y las
aeronaves), epistémicamente intentó considerar, por una parte, aspectos geográficos, logísticos
y técnicos tomados de la obra de otro pensador de la guerra, Jomini y, por la otra, siguiendo
una aproximación hermenéutica basada en los aspectos políticos y morales de la
guerra por intermedio del pensamiento de Clausewitz (Widén, 2012)[5].
De este esfuerzo concluyó que materialmente era imposible alcanzar el dominio
del mar, que la guerra debería tener un alcance limitado en función de la
incapacidad de alcanzar ese dominio en términos absolutos, que una batalla
decisiva no sólo era poco probable, también podría ser muy costosa de acuerdo
con la naturaleza y el fin de la guerra y consideró dos aspectos derivados de
estas afirmaciones, es decir, el concepto de fleet in being y el tema de las comunicaciones marítimas en lo
concerniente al concepto de dominio del mar y la forma de alcanzarlo (Ibíd.).
En este sentido, estimó
que como era imposible obtener el comando del mar, el tema central de la
estrategia en el mar era alcanzar una importante libertad de maniobra sólo
posible a través de las operaciones de bloqueo y del control de las aguas en
que mayormente se desarrollaban las operaciones para mantener abiertas las
líneas de comunicaciones. Esto no se observó en las operaciones navales que
condujeron a Gallipoli si nos atenemos a la resistencia que realizaron las
fuerzas germano-turcas en el mar y a las condiciones político-morales que
obligaron al Reino Unido y a Francia a aceptar el alto número de pérdidas
sufridas antes y durante el desembarco. Sin embargo, ello se observó claramente
cuando se realizó el bloqueo a las costas de Venezuela en el año 1902, por el
interés de impedir una respuesta naval como la que había realizado la marina de
guerra venezolana en el incidente de Río Hacha.
Wegener, por su parte,
fue un oficial alemán que combatió en la gran guerra. De su experiencia del
primer año comenzó a publicar en el año 1915 artículos críticos sobre la conducción
de la guerra siendo oficial de estado mayor de la primera escuadra de batalla
del almirante von Hipper[6].
En estos ensayos predica la necesidad de alejarse de una estrategia continental
para ganar la guerra y enfocarse en concepto de guerra naval más integral que
se alejara de los conceptos de batalla decisiva, en Alemania seguida bajo el
enfoque de la teoría del riesgo calculado, la defensa de las aguas alemanas que
encerraba al país a un enfoque costero y seguir una orientación basada en cómo
usar la geografía para abrirse a los océanos del mundo. Posteriormente en su
principal obra, La Estrategia Naval en la
Guerra Mundial realizada en el año 1929, insiste en los postulados
enunciados previamente. La importancia de su pensamiento basado en una concepción
geográfica es que se le atribuyó una marcada influencia en el proceso decisorio
que condujo a la invasión de Dinamarca y Noruega en el año 1940. Lo que si es
cierto, es que la decisión hasta donde se conoce, estuvo condicionada a dos
consideraciones: en primer lugar, limitar el alcance de un posible bloqueo
naval inglés[7]
y, en segundo lugar, según Lambert, extender el radio de acción de los U-Boot
(Till, 1994:106)[8].
En todo caso, lo relevante para nosotros los venezolanos es que con la política
marítima iniciada en el año 1903 se buscó solucionar infructuosamente el riesgo
de un bloqueo intentando desarrollar al efecto una marina de alta mar, pero la
visión continentalista subyacente en la crítica de Wegener no fue resuelta por
Alemania en el año 1940 y quizás explica su pertinencia actual para un país con
alta dependencia de las comunicaciones marítimas.
De estos tres
pensadores, sólo Corbett y Wegener vivieron la gran guerra, pero sólo Wegener
pudo reflexionar profundamente sobre esos acontecimientos desde el punto de
vista naval por la desaparición física del pensador inglés en el año 1922. No
obstante ello, la consideración geográfica presente en el pensamiento de estos
autores contribuyó de alguna u otra forma a pensar la guerra en el mar desde
una perspectiva costera, por lo que vamos a examinar esta línea de pensamiento.
b. Escuela
continentalista pura.
La segunda escuela de
pensamiento fue de origen francés y se denominó Jeune Ecole. Esta escuela reconocida como continentalista preconizaba,
de forma realista y particularista, que los grandes desarrollos tecnológicos
alcanzados a finales del siglo XIX permitían que pequeñas embarcaciones
pudiesen producir grandes daños a buques de grandes dimensiones por lo que era
excesivamente costoso para un Estado plantearse un proceso de desarrollo naval cuyos
resultados pudieran ser destruidos por un efectivo sistema de defensa marítima compuesto
por artillería de costa, minas anti-buques, submarinos[9] y
lanchas torpederas[10]. Los
promotores de esta concepción de la guerra naval fueron primeramente el Almirante
Aube, quien elaboró un análisis de fondo del carácter cambiante del contexto
internacional y los medios disponibles
en La Guerre maritime et les ports
français, el Comandante Z y H. Montéchant (Coutau-Bégarie, 1999:514). Para
estos autores, los nuevos medios navales funcionaban como igualadores de
potencia que combinados con la guerra de corso podían obligar a poder naval
como el inglés a dispersar sus fuerzas.
De acuerdo con este
criterio, el tráfico marítimo se subordinaba a la defensa del territorio. Esta
concepción de la guerra naval no fue asumida oficialmente por ningún país, no
obstante, hay que hacer algunas precisiones: en primer lugar, algunas marinas
como la italiana, la francesa, la japonesa, la rusa, la alemana y la británica experimentaron
con estas nuevas ideas teniendo en consideración su geografía y sus enemigos potenciales.
En segundo lugar, los países limitados para construir una armada como la de cualquier
país de europa, consideraron esta manera de hacer la guerra. En el caso
venezolano, a fines del siglo XIX, se adquirieron dos embarcaciones torpederas
que participaron en el incidente de Río Hacha (Bracho en
Rivero-Blanco, 2013) y después del año 1902, se implantó un sistema de
artillería de defensa de costa (Hernández y Nieves-Croes en Farage, 2011),
pero, gracias a investigaciones realizadas por Rivero-Blanco, Nieves-Croes y
Bracho Palma, desde los años cincuenta del siglo XIX, pensadores venezolanos
comenzaron a reflexionar sobre la defensa naval del territorio.
Si bien, los estudios
estratégicos navales de este período están en proceso de elaboración por un
destacado grupo de profesionales, es conveniente mencionar que en el período
guzmancista se concibió un plan de defensa naval del territorio que evidencia
que con la salida a la luz de las primeras ideas acerca de la defensa costera,
la clase dirigente venezolana se interesó por ellas y para inicios de los años
noventa de ese siglo hubo un proyecto de adquisición de medios navales de
acuerdo con esas características. Ello explica, en primer lugar, la adquisición
de los dos torpederos que participarían en el combate de Río Hacha que ya
señalamos y, en segundo lugar, el esfuerzo emprendido por Delgado Chalbaud y
Ramón Díaz para tratar de hacer que la Marina de Guerra venezolana dejara de
ser una marina costera.
c. La
escuela de pensamiento mixto.
La tercera escuela de
pensamiento surgió como consecuencia de una práctica consuetudinaria que sería
sistematizada por Castex (1937), Sechi (1906) y Gross (1929). Esta escuela que
puede ser considerada como mixta, representaba un punto intermedio entre la
concepción navalista pura y continentalista pura a partir de la influencia que
ejerce el mar sobre la tierra y la tierra sobre el mar, con lo cual el apoyo
naval a tierra, la perturbación del tráfico marítimo adversario, la defensa de
costa y la disposición de una importante fuerza naval que le permitiera al país
diseñar maniobras navales de naturaleza estratégica para disponer de una gran
capacidad de negociación, fueron sus ideas predominantes. En este contexto,
para los tres autores antes mencionados, a pesar de la relación mar-tierra, el
elemento principal de la guerra en el mar es el buque, por su capacidad de
permanencia, su adaptabilidad y su capacidad para aplicar la fuerza graduada. Sin
embargo, a pesar de la categorización, cada uno de los autores mencionados (todos veteranos de guerra), tuvo
una orientación que en cierta forma los diferenciaba como indicaremos a
continuación.
Castex (I, 1938), siguiendo
un método sintético basado en una concepción histórica y realista, se interesó
por el equilibrio entre el mar y la tierra con foco en la concepción de una
maniobra estratégica en el mar entendido como la acción para crear una
situación favorable que posibilite el objetivo de la guerra. Este pensador,
asumió una concepción dualista de la guerra en el mar a partir de la
consideración de la guerra entre fuerzas organizadas con la guerra contra las
comunicaciones marítimas, teniendo en cuenta el desarrollo de la aviación bajo
el criterio de que el valor del espacio cambia en función de los medios
disponibles. En este sentido concluyó luego de un examen exhaustivo de la
historia que, en primer lugar, la misión de la fuerza organizada en el mar no
se reduce a la búsqueda de la batalla decisiva, en segundo lugar, no es
necesario provocar esta batalla y, en tercer lugar, la batalla en sí misma rara
vez produce resultados decisivos (Coutau-Bégarie, 1999:549-550).
Otro de los aspectos
que es importante destacar del pensamiento de este autor es relacionado que
aquellos elementos que contribuyen al crecimiento de un poder marítimo y naval
y aquellos que lo condicionan (Castex II, 1938). A este conjunto de aspectos
los denominó servidumbres y las clasificó en positivas y negativas. Las
positivas son todas aquellas que favorecen o ayudan al desarrollo del poder del
Estado en el mar y las negativas son todas “aquellas que hay que atender y que
son ajenas a la estrategia naval, pero que, no obstante ello, merecen ser
consideradas seriamente” (Ibíd.:318).
G. Sechi, se enfocó por
el equilibrio entre mar y tierra con énfasis en las operaciones conjuntas y en
la guerra de costas debido a que la amenaza que consideró su país, Italia, se
encontraba en el mar adriático, es decir, el imperio austrohúngaro. Por tal
motivo, el foco de atención del pensamiento estratégico italiano estuvo
centrado, en primer lugar, en las operaciones de bloqueo, como modo de asegurar
el uso del mar en lo concerniente al tráfico marítimo y la realización de
operaciones de apoyo a tierra, en segundo lugar, mediante la diplomacia naval
para mostrar con la fuerza sus intereses frente a sus aliados sobre todo en
relación con el imperio otomano y, en tercer lugar, la guerrilla naval con el
empleo de los torpederos (MAS), aeronaves y medios de asalto, que le permitiría
alcanzar notables éxitos sobre todo al final de la guerra (Ramoino, 2010:09). La
importancia del pensamiento de este autor radicó en el hecho que en los albores
del siglo XX concibió una marina de guerra equilibrada en contraposición al pensamiento
dominante centrado en el desarrollo de una flota capaz de mostrar bandera en
los mares del mundo. Un hecho que los venezolanos pudieron apreciar en el año
1903 con la participación de ese país en el bloqueo. Después de la guerra, su
preocupación se dirigió a colocar a Italia dentro del marco de limitaciones
establecidas en el Tratado de Washington que en la práctica representó el
aumento del estatus de su país en relación a los otros poderes navales, es
decir, Reino Unido, EE.UU., Japón y Francia.
Gross, seguidor del
pensamiento de Corbett según Castex (1938) y Coutau-Bégarie (1999), se interesó
por un equilibrio entre el mar y la tierra focalizado en el ataque al tráfico
marítimo. La orientación de su pensamiento estuvo enmarcada en la posición
desventajosa de su país, el exitoso papel que desempeñó el submarino en la
pasada guerra, la consideración del mar como condición de posibilidad para el
bienestar de su país y la derrota de 1918 que obligó a su país a ingeniárselas para mantener una adecuada presencia en los espacios
marítimos a pesar de sus limitaciones. Este oficial alemán, después de la guerra, realizó una reflexión sobre los
errores y aciertos de las operaciones navales alemanas durante la pasada guerra
en su obra Doctrina de la guerra marítima
según las enseñanzas de la Guerra Mundial. Allí comenzó afirmando que el
objetivo de la guerra naval no es el dominio del mar sino el dominio de las
comunicaciones marítimas, agregando además que la naturaleza de la guerra tenía
un alcance limitado (1929:40). Como este dominio no era
absoluto, se considera alcanzado cuando “el adversario no tiene posibilidad de
atacar eficazmente – las - comunicaciones económicas y militares, ni de
utilizar ni defender las propias” (Ibíd.:60). La causa de esta afirmación, la
justifica el autor a partir del criterio que, el grado de dependencia de una
nación de las líneas de comunicaciones marítimas constituye el núcleo
fundamental para decidir la forma en que se conducirá la guerra en el mar. Como
los Estados europeos se había hecho cada vez más dependientes del mar, Alemania
debió, según su criterio, haber hecho un esfuerzo mayor en destruir la
propiedad pública y privada enemiga debido a que es “uno de los resortes
principales para quebrantar la resistencia del adversario…” (Ibíd.:56-57). En
este contexto consideró un error, en primer lugar, no desarrollar antes de la
guerra una escuadra capaz de perturbar el comercio (Ibíd.: 163), en segundo
lugar, que la fuerza naval del pacífico comandada por el Almirante Graf Spee se
dedicara a la objetivación militar de otros intereses estratégicos que no
fuesen el comercio de la Entente y, en tercer lugar, que la Hochseeflotte
confinada en el mar del Norte no hubiese hecho presión a la Grand Fleet
británica para apoyar a los buques alemanes en la etapa crítica de agosto a
diciembre de 1914. Para el pensador alemán, las hazañas de buques corsarios
como el SMS “Emden” y SMS “Karlsruhe”, demostraron al mundo lo que se hubiese
podido esperar del espíritu y de las cualidades de los marinos alemanes si la
guerra de corso se hubiera extendido a todos los mares del globo” (Ibíd.:168).
Como se sabe, el desarrollo de los submarinos llevarían la guerra de corso a
nuevas circunstancias modificando con ello todo el pensamiento naval, pero
Alemania perdería dos años para explotar de forma efectiva esa nueva arma.
Con la excepción de
Sechi que tuvo posteriormente una importante participación en la política
italiana antes del advenimiento del fascismo, la obra teórica de Castex y de
Gross[11]
fue consecuencia de sus reflexiones de una guerra en la que participaron de
alguna u otra manera como oficiales de estado mayor (al igual que Wegener).
Sechi participó en la denominada guerra
di porto, la forma en que los italianos desarrollaron la guerra en el
Adriático, Castex participó en las fuerzas navales francesas destacadas en el
mar Mediterráneo y Gross estuvo a las ordenes de Hipper en el mar del Norte.
Estas reflexiones fueron producto del hecho que la teoría fue desbordada por
los acontecimientos, tal como veremos a continuación.
Estas
tres escuelas de pensamiento trascendieron la Primera Guerra Mundial a pesar de
la revisión realizada por Castex, Wegener, Gross y Fioravanzo (en tanto que
sucesor de Sechi y Bernotti) sobre todo en el teatro de operaciones del
Pacífico entre 1941 y 1945, donde el pensamiento de Mahan fue predominante,
pero como proceso de revisión a
posteriori, es decir, lo que se puso en práctica en la Segunda Guerra
Mundial a partir de la reflexión realizada es de destacar dos aspectos que
revolucionarían la guerra en el mar: en primer lugar, la rudeltaktik desarrollada por Karl Dönitz en su obra Die U-Bootwaffe que pasó desapercibida,
según Coutau-Bégarie (1999:519), en el mundo naval en el momento de su
publicación[12]
y el Tratado Naval de Washington de 1922 que favoreció el desarrollo del
portaaviones, un arma que los japoneses lograron conocer sus ventajas al
estallido de la guerra en el año 1914 y los británicos a propósito de
Jutlandia. Estos dos hechos nos permiten explorar la proxis de las operaciones
en la Gran Guerra.
2. La praxis de la guerra en el mar:
1914-1918.
La guerra en el mar en
el año 1914 sufrió los mismos avatares de la guerra terrestre. De una imagen
operacional concebida como una guerra de movimientos terminó después de las
batallas de las Malvinas y Coronel en el sur de Suramérica que significaron el
sacrificio de hombres y buques británicos y alemanes, en una guerra de
posiciones caracterizada por la ejecución de operaciones de bloqueo y
contrabloqueo que expresaron el inmovilismo en ese escenario de operaciones (De
la Sierra, 1984). Así pues, vamos a hacer un examen de cómo conceptos claves de
la teoría se expresaron en la práctica de la guerra en el mar, esto es: en
primer lugar, el concepto de dominio del mar y su relación con las acciones de
bloqueo y la batalla decisiva, en segundo lugar, el ataque a las líneas de
comunicaciones marítimas, en tercer lugar, el apoyo naval a tierra, en cuarto
lugar, la guerrilla naval y, por último vamos a valorar cómo funcionó la visión
continentalista, navalista pura y mixta.
En lo que se refiere a
la aplicación del concepto mahaniano del dominio del mar que nos lleva a la
acción de bloqueo y al combate decisivo es de destacar, que en la Gran Guerra
se aplicaron operaciones de bloqueo (a distancia) y contrabloqueo en el mar del
Norte en la relación Reino Unido y Alemania, en el mar Báltico contra los
rusos, en el mar Adriático contra los austrohúngaros, en el mar Mediterráneo
oriental contra los turcos y el mar Negro contra los rusos. Todas estas
operaciones limitaron las operaciones navales de los países afectados, pero no
la impidieron en un 100 % por lo que el 10 % indicado y estudiado por Corbett
obligó a pensar más en un control que facilite el uso del mar por ser más
realista en términos de medios y necesidades. Con respecto al concepto de
batalla decisiva, ésta se puso en
práctica intencionalmente por el Reino Unido contra Alemania, primeramente en
Dogger Bank y posteriormente en Jutlandia en el año 1916, pero a pesar de las
graves pérdidas sufridas por ambos bandos, especialmente por los anglosajones,
en el resto de la guerra no se planteó un combate de esa naturaleza, por lo
que, como señaló Castex, en el mar, un combate decisivo no es necesario porque
históricamente ha sido escaso.
En relación con la
lucha contra el tráfico marítimo es de mencionar que estás se enfocaron en el
ataque a los puertos enemigos y al tráfico marítimo propiamente dicho. El
primero ejecutado principalmente por la marina alemana con buques y dirigibles y
turca únicamente con buques, contra puertos británicos y rusos y, el segundo
realizado con el empleo de minas, buques corsarios y submarinos. Las minas usadas
de manera ofensiva produjeron importantes daños, pero sólo limitaron el uso del
mar desde la perspectiva del tráfico marítimo así como de las operaciones
navales. Los buques corsarios principalmente alemanes operaron hasta principios
del año 1915. Aquí son de destacar las acciones realizadas por el SMS
“Karlsruhe”[13]
y SMS “Dresden” porque contaron, de alguna u otra manera, con el apoyo
logístico venezolano a partir de la instrumentación del ettappendienst
(Blanco en Rivero-Blanco, 2013). Por otra parte, los puntos de discrepancia de
Wegener y Gross, con respecto a la forma en que condujo la guerra en el mar se
produjo por el hecho que la escuadra del extremo oriente de von Spee no fue
usada para perturbar el tráfico marítimo y aligerar así la presión en el mar
del Norte. Las acciones contra el tráfico marítimo realizadas con submarinos
lograron por poco que Alemania ganara la guerra por el daño que produjo al
Reino Unido, pero ello significó la entrada en guerra de Estados Unidos
trayendo como consecuencia que la estadística de hundimientos se inclinara en
contra de ese país centroeuropeo. Para que se tenga una idea de la efectividad
del arma submarina en esa guerra, se hundieron alrededor de 7,5 millones de toneladas
netas de buques de la entente. En la guerra contra el tráfico marítimo, el
Reino Unido, Francia y EE.UU se vieron forzados a rescatar la practicas de
convoy utilizadas originalmente por la liga hanseática en el siglo XIII y por
España en el siglo XVI para defenderse de los piratas (De la Sierra, 1984). De
esta última dio cuenta T. Campanella en su Civitas
solis, poetica idea Reipublicae philosophicae (Blanco, 2004).
El apoyo naval a tierra
fue realizado por todos los contendientes, tanto desde el punto de vista
estratégico como el caso alemán para aligerar la presión sobre el frente
occidental en los años 1915 y 1916[14],
como desde la perspectiva estratégico-operacional realizada especialmente por
el Reino Unido y Francia en Gallipoli y Salónica (esta última con la
participación italiana) (Blanco, 2014)[15],
Japón en Tsingtao (Maita, 2011), Rusia en el mar Báltico y Negro y
Austria-Hungría en el Adriático. En este tipo de operaciones es que se observa
la relación recíproca de la tierra y el mar, según Castex y también por qué no
Wegener y Gross. La diferencia entre estos pensadores es que mientras el
francés partía del concepto de operación que al final de cuentas va a definir
el empleo de la fuerza organizada, los alemanes consideraban la relación
existente entre producción y guerra que conecta estratégicamente la guerra con
la política. Desde esta perspectiva, para los pensadores navales alemanes, su
objeto estaba relacionado en cómo el apoyo a tierra favorecía las operaciones
navales para garantizar el uso del mar y para Castex, dependía del concepto de
maniobra. Por supuesto que Castex también consideraría la necesidad de proteger
el tráfico marítimo, como ya indicamos, pero el logos empleado por este autor partió
de una manera más flexible de la relación medios-fines a diferencia de los
pensadores germanos que la experiencia de la guerra submarina condicionaron su
pensamiento estratégico por la desventajosa ubicación geográfica de su país con
respecto a sus enemigos. En Venezuela, históricamente y de forma más acentuada
durante el período gomecista, se usó a la Armada como un medio para favorecer
las operaciones en tierra, pero dada la alta dependencia de sus comunicaciones
marítimas sólo en el año 2007 se trató de generar la inquietud a nivel de la
Escuela de Guerra Conjunta de cómo desde tierra se puede apoyar las operaciones
navales para limitar las posibilidades de un bloqueo naval en nuevas
condiciones, pero sin resultados prácticos desde el mismo momento que la Armada
adoptó, en concordancia con las directrices proveniente de la clase dirigente
del país, el concepto de guerra popular de resistencia abandonando, en
consecuencia, sus funciones inherentes en caso de un hipotético conflicto.
Con respecto al
accionar de los beligerantes bajo la concepción de la Jeune Ecole, es posible afirmar que la marina alemana aprovechó el
éxito en el empleo de los submarinos e intensificó su uso a gran escala,
primeramente contra los buques de guerra y posteriormente contra el tráfico
marítimo de sus adversarios. Las minas usadas de manera defensiva fueron usadas
ampliamente por todos los beligerantes obligando a instrumentar los bloqueos navales
a distancia prudencial. La artillería de defensa de costa fue poco efectiva en
las operaciones por su carácter fijo, ello se mostró patentemente en los
bombardeos a las costas de Inglaterra y en Gallipoli. El empleo de lanchas
torpederas merece una mención aparte, además de otro tipo de operaciones
clandestinas realizadas en el mar Adriático. En lo que concierne a las lanchas
torpederas italianas, estas en dos acciones espectaculares penetraron primeramente en el puerto de Trieste y
hundieron al acorazado Wien y posteriormente
al Szent Istvan (Blanco, 2012 y Rivero-Blanco,
2014).
Como se puede observar
de lo reseñado, la praxis desbordó la teoría debido a que la guerra al final de
cuentas resultó ser un asunto de producción y destrucción que tuvo graves consecuencias
si se considera, en primer lugar, las importantes pérdidas navales sufridas por
los países de la Entente, sólo mitigadas por la entrada en guerra de EE.UU que
alteró la estadística de hundimientos y, en segundo lugar, el agotamiento que
impulsó a los marineros de las flotas, rusa, austrohúngara y alemana a que
tomaran parte decisiva en los procesos revolucionarios que vivieron esos países
obligándolos a abandonar la guerra. Así pues, hasta que se consolidó la
comunidad internacional como hoy día se conoce a partir del reconocimiento de los
Estados las guerras se podían perder en el mar pero se ganaban en tierra.
Después que se consolidó la comunidad internacional, ha cambiado la formula,
las guerras entre Estados se pierden y se ganan en el mar, las revoluciones
podrían ganar en tierra.
3.
Influencia
de la teoría y praxis de la guerra naval en Venezuela.
Como
indicamos ya, el pensamiento naval puro venezolano formal tuvo de la mano de
Ramón Díaz sus orígenes a pesar de las preocupaciones de varios pensadores que
desde mediados del siglo XIX plantearon proyectos sobre la defensa naval del
territorio. Si bien el pensamiento a finales del siglo XIX tuvo, al parecer,
una fuerte influencia de la Jeune Ecole, si se tiene presente la disponibilidad
de dos torpederos en el combate naval de Río, Hacha, el pensamiento naval de
inicios del siglo XX fue mahaniano. Pero en nuestro caso estaba orientado a
desarrollar un poder naval amparado en los desarrollos tecnológicos en la
construcción de buques y en las técnicas de navegación como trataron de realizar
Cipriano Castro y Román Delgado Chalbaud (Bracho, 2010). Como se sabe, este
esfuerzo se detuvo cuando después del golpe de abril de 1913, Juan Vicente
Gómez se estableció firmemente en el poder y rigió los destinos del país hasta
el año de su muerte en el año 1935 evitando por todos los medios el desarrollo
de cualquier institución que amenazara su dictadura. Como consecuencia de este
hecho, la transición tecnológica en el ámbito marítimo en Venezuela se extendió
hasta el año 1938, cuando la clase dirigente, luego de percatarse, en primer
lugar, de la incapacidad de capturar al Falke en el año 1929, y, en segundo
lugar, de las causas y consecuencias de los recientes conflictos acaecidos en
la región como la guerra por el cuadrilátero de Leticia y la guerra del Chaco,
comenzó a preocuparse del estado de las fuerzas militares y navales en relación
con los países vecinos[16].
De ahí se explica las preocupaciones por modernizar la marina de guerra y los
proyectos de defensa naval desarrollados con la ayuda italiana (Blanco, 2012 y
Rivero-Blanco, 2014). Pero en ese momento, en nuestro país entraron en la
palestra pública dos visiones del poder marítimo y del poder naval: la visión
mahaniana y la propugnada por la Jeune
Ecole, ambas dentro de un contexto en que el país se había hecho importante
por la producción petrolera y se estaba haciendo cada vez más dependiente de
las comunicaciones marítimas que hizo que el país se inclinara por un tiempo en
lo que hemos denominado escuela de pensamiento mixto.
Desde la perspectiva
tecnológica, la Marina de Guerra de Venezuela entre 1835 y 1935 fue fiel
reflejo de la situación de transición tecnológica que afectó la guerra en el
mar desde el inicio de la era del vapor y del acero. En Venezuela, si tomamos
en consideración, en primer lugar, las políticas adoptadas para desarrollar un
poder en el mar, en segundo lugar, la implantación de una infraestructura que
marcó el inicio del desarrollo del poder marítimo venezolano, en tercer lugar, las
armas utilizadas por los marinos venezolanos entre 1899 y 1938 y, en cuarto
lugar, la divulgación de reflexiones relacionada con la política marítima que
debería practicarse en el país para aumentar la efectividad del desarrollo
marítimo venezolano realizadas por Díaz, podemos afirmar que al menos un sector
de la sociedad venezolana estuvo a la par de las tendencias mundiales. Ha
faltado que la política, como expresión de la sociedad, sea su fiel reflejo y
no de una parcialidad que a todo lo largo del siglo XX y principios del XXI nos
ha colocado como un país dependiente. En este sentido, la parcialidad política
que ha afectado el desarrollo del poder naval venezolano se ha evidenciado en
el monopolio de los sistemas de armas que en el pasado como en el presente, con
la excepción de los torpederos veteranos de Río Hacha y los medios navales
adquiridos entre los años cincuenta y ochenta del siglo pasado, lo ha tenido el
ejército.
En
lo que respecta a la guerra en sí, a parte del periplo del SMS “Karlsruhe” en
el mar caribe y el Atlántico meridional, Venezuela no tuvo otra participación
en la guerra que la presencia de unos voluntarios que actuaron de forma
representativa en ese conflicto (Blanco, 2014), por lo que, en cierta forma,
fueron válidas las preocupaciones de Ramón Díaz en lo concerniente a la necesidad
de formar al oficial naval venezolano para estar a la altura de un nuevo tipo
de guerra que nos afectaría de manera directa y categórica entre los años 1942
y 1944.
Si podemos hacer una
conclusión general de todo lo expuesto, los dogmatismos, así como nos lo ha
indicado Kuhn (2004), han impedido el desarrollo del conocimiento y así como un
general alemán expresó que los errores en una guerra se corrigen en la próxima,
los extremos teóricos prevalecientes antes de la guerra del 14 fueron
convergiendo a un punto de equilibrio en lo que concierne a la teoría y a la
praxis. Lástima que Venezuela, a cien años del estallido de la Gran Guerra,
esté sumergida en un extremismo en lo que concierne al poder naval.
Bibliografía
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[1] Ver también: Mahan (1890/2011)
[2] Ver al respecto: Blanco (Rivero-Blanco,
2013).
[3] Este autor austriaco elaboró un
libro en el año 1903 denominado Politik
und Seekrieg que llamó la atención de los pensadores españoles después de
su desastrosa guerra contra EE.UU, en el año 1898. Después, este libro sería
usado por los rusos para recompones su fuerza naval después de su derrota
frente a los japoneses en el año 1905.
[4] Este trabajo fue obtenido
gracias a las investigaciones realizadas por Ramón Rivero-Blanco.
[5] Ver también: Corbett (1911/2005).
[7] Sobre esta discusión, ver al
respecto: Clemmesen (2010).
[8] Lambert expresó que los orígenes
de la Batalla del Atlántico estuvo relacionado con la poca atención que le dio
el Almirantazgo británico a la amenaza submarina en el año 1939 a pesar de los
indicios que manejaron los diplomáticos británicos en Berlín antes de la
guerra. al efecto agregó “A more direct warning came in April 1939; the Foreign
Office advised First Sea Lord Admiral backhouse to read Admiral Wegener’s The Naval Strategy of the World War,
then spoken of as Hitler’s Naval Bible.
The british naval attaché in Berlin considered the
book offered a clear warning that operations against Trondheim and Bergen would
not be imposible” (Ibíd.). Ver
también: Castex (1938).
[9] A pesar de existir antecedentes
que se remontan al siglo XV en Corea y su defensa frente al Japón y en el siglo
XIX en la guerra de secesión estadounidense, el submarino, en su nueva
concepción, tendría su bautismo de fuego en el año 1914, por lo que antes de la
guerra, las discusiones que se plantearon fueron teóricas y jurídicas en
función de sus potencialidades.
[10] El empleo de lanchas torpederas
fue favorablemente considerado por Colomb en sus escritos y en las conferencias
dictadas en ese período (Castex, 1938:59).
[11] Este oficial alemán también
estuvo a las órdenes de Hipper, por lo que tuvo una importante experiencia de
combate.
[12] Al parecer fue publicada en el
año 1940 según: http://www.booklooker.de/B%FCcher/Angebote/titel=Die+U-Bootwaffe&autor=Karl+D%F6nitz&sortOrder=preis_total aunque Coutau-Bégarie señala que
fue en el año 1939.
[13] Sobre las acciones del SMS
“Karlsruhe”, en un reportaje especial del año 1914 se relata las vivencias del
cónsul venezolano, el Doctor Navarrete Serrano, a bordo primeramente del vapor
“Bahía Blanca”, después en el vapor “van Dyck” y posteriormente del vapor “Asunción”, antes
que fuese echado a pique el segundo por el crucero alemán el 26OCT1914. Información
obtenida gracias a la colaboración de Alfredo Schael.
[14] Desde el punto de vista
estratégico es de destacar también que en
septiembre del año 1918 Alemania intentó usar su flota para aligerar de
nuevo la presión en el frente occidental y la negativa de la marinería en salir
de puerto fue el detonante de la revolución y del fin de la guerra. en las
acciones antirevolucionarias realizadas por las fuerzas armadas alemanas
participaría el venezolano Carlos Meyer Baldó (Blanco, 2014)
[15] En estas operaciones anfibias
participaría el venezolano Ismael Urdaneta (Ibíd.)
[16] Ver al respecto: Blanco (Farage,
2011).
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