La turbulencia generada, en primer lugar, por
la instauración de un califato suní en parte de los territorios que comprenden
Siria e Irak así como también el islamismo insurgentes en Afganistán, Libia,
Gaza, Nigeria, Mali, Yemen, Somalia y Sudán del Sur entre otros y, en segundo
lugar, el activismo político islámico en Túnez, Egipto y Pakistán han activado,
en esa gran región, una máquina de guerra
en el sentido dado por Deleuze y Guattari (2008) que amenaza con extender la
turbulencia más allá de las áreas en que los citados conflictos se han
desencadenado debido al relevante papel que le han dado a la religión desde el
punto de vista político con respecto al conjunto de normas seculares que
Occidente ha logrado establecer una vez que fue instrumentado el Tratado de paz
de Westfalia. El concepto de máquina de
guerra de estos dos autores franceses se fundamenta en el pensamiento de
Ibn Jaldún (1377/1967)[1]
y en el pensamiento de Pierre Clastres (2004). De Jaldún tomaron la idea de que
las sociedades se componían estructuralmente en urbanas (sedentarias) y nómadas[2].
Las urbanas las entendía como parte de un orden estatal y las sociedades
nómadas las consideraba como una forma de
organización social incomprensible para un ser urbano por no regirse por una
estructura normativa convencional. Esta incomprensión trae como consecuencia que
inexorablemente las sociedades nómadas tendían a destruir el orden estatal
urbano para imponer otro, haciendo que la humanidad progrese en forma de
espiral a partir de la consideración de la existencia de ciclos históricos que
son la resultante de los antagonismos existentes. De Clastres tomaron la
idea de que las guerras en las civilizaciones prehispánicas, en especial, las
que ocuparon la región oriental del continente suramericano de norte a sur,
estaban ocasionadas por el deseo de estas sociedades de evitar que surgiese un
orden estatal similar al imperio Tiahuanaco o Inca. La consecuencia de esta visión es que la historia
para estas civilizaciones no es cíclica y se explica por su propia desaparición
física desde el mismo momento que fueron incapaces de evitar el orden colonial
europeo.
El desarrollo este concepto de máquina de guerra se debe a que ambos
autores franceses trataron de explicar el origen de la guerra a partir de la relación
entre pueblos nómadas y pueblos urbanos o sedentarios. Para el desarrollo de
este concepto se apoyaron modernamente del concepto de bárbaro desarrollado por Walter Benjamín (1933/1982), es decir, la
de un ser que tiene un modo de vida caracterizado por la pobreza de experiencia
privada y de la humanidad, en general, que ha llevado al hombre a “comenzar
desde el principio; a empezar de nuevo; a pasársela con poco”. Para Deleuze y Guattari un nómada es
aquel ser cuya vida es un torbellino cuya circunstancia le permite surgir en
cualquier lugar debido a que su modo de vida no está basado en la acumulación
sino sólo en la satisfacción de sus necesidades básicas.
Dentro de esta perspectiva estos autores afirmaron que la
máquina de guerra es expresión de un
modelo: en primer lugar, “hidráulico” porque el flujo es su realidad, en
segundo lugar, “de devenir y heterogeneidad” debido a una naturaleza atómica caracterizada
por el hecho que cada átomo que la conforma opera a su libre albedrío, en tercer
lugar, “turbulento”, porque es efecto del paso de “las bandas o manadas de
átomos a las grandes organizaciones turbulentas” y en cuarto lugar, es
“problemático” porque se parte de la superación de los obstáculos a partir de
la consideración de estos en función de los afectos que producen (2008:368). Su fin
es la destrucción de un orden existente que en el mundo islámico está
representado por los Estados occidentalizados de talante tradicional westfaliano
apoyados por Occidente. También si se considera que para la izquierda global y
en especial, el Foro de São Paulo (FSP),
el orden capitalista que controla, de forma segmentada, los modos de producción
a escala global instrumentado desde Westfalia debe ser destruido, este concepto
de máquina de guerra puede utilizado.
Así pues, podemos afirmar que potencialmente existen en la actualidad dos máquinas de guerra que están operando
contra el orden existente. La importancia de esta acotación se debe a que el
Estado venezolano con el denominado Plan
de la Patria, persigue la destrucción del Estado-nacional en el sentido westfaliano
del término con el fin de implantar un nuevo orden político socialista. Este
nuevo orden político está basado en el concepto de comuna que en la práctica
constituirá una máquina de guerra
capaz de extenderse a toda la región gracias al papel que desempeña el FSP por
su capacidad conectiva en red para instaurar lo que han denominado como la Patria Grande Latinoamericana y Caribeña
en sustitución del orden hegemónico estadounidense (Blanco, 2014a). Para los
efectos de este trabajo, un Estado-nación es, en principio, una entidad
política autoorganizada capaz, por una parte, de obligar a sus miembros en
función de un ordenamiento interno y, por la otra, de evitar la injerencia en
sus asuntos internos.
La existencia de dos máquinas de guerra cuyo fin es destruir el orden westfaliano
representado por el Estado-nacional moderno se está produciendo dentro de un
contexto de crisis de ese orden y la tendencia creciente a la conformación de
una estructura internacional multipolar luego del relativamente breve periodo
de hegemonía global estadounidense. Si bien, la conexión de Venezuela con el
mundo islámico estuvo, hasta el año 1998, relacionada con el petróleo y después
de esa fecha con el apoyo que ha dado la política exterior venezolana a todos
los movimientos insurgentes que han estado enfrentados de alguna u otra manera
a Israel y EE.UU, a partir del 01ENE2015, la presencia venezolana como miembro
no permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones
Unidas (CSONU) va a involucrar a todos los venezolanos de forma directa en los
principales conflictos presentes en el globo por dos causas: en primer lugar,
porque ha dado apoyo a sus principales aliados en todos los escenarios
internacionales, principalmente Siria, Irán, Rusia y China y, en segundo lugar,
porque los principales escenarios de conflicto, a la sazón, Ucrania, Irak-Siria
y Afganistán colocan a Occidente ante el dilema de tener que escoger entre tres
opciones: enfrentar al islam suní insurgente, mantener el orden
político-económico mundial actual o enfrentar las dos amenazas al mismo tiempo
con un resultado incierto.
De igual forma, si se considera que la
capacidad de maniobra internacional de Venezuela se ha reducido drásticamente
por la crisis político-social que enfrenta y que su capacidad de decisión va a
estar supeditada al condicionamiento cubano-chino-ruso, el margen de maniobra
que le queda al país está dado por la capacidad de la clase dirigente de
acentuar la crisis interna para desestabilizar el propio país y la región y por
la capacidad de manejar una política que logre pendulear entre el apoyo a los
Estados nacionales árabes y a los movimientos islámicos. Desde esta perspectiva las máquinas de guerra islámica y venezolana
(esta última como punta de lanza del FSP) van a estar estrechamente conectadas
por lo que se plantea la necesidad de examinar el papel de Venezuela dentro de
esta nueva fase de turbulencia global a partir del concepto de máquina de guerra antes indicado. Para
tal fin vamos a examinar, en primer lugar, la capacidad de la ONU para preservar
el orden instaurado por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial
en el año 1945, en segundo lugar, las condiciones de posibilidad para que los
conflictos actualmente en desarrollo se conecten en red en tanto que elemento
posibilitador para el establecimiento de un nuevo orden global desde la
perspectiva del concepto de máquina de
guerra, y en tercer lugar, el posible rol que jugará Venezuela dentro de
esa turbulencia.
1.- La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la emergencia
de un nuevo orden global.
Como se sabe, desde el fin de la guerra fría,
han surgido voces que exigen una reforma de la Organización de las Naciones
Unidas debido a que su objeto y fin ya no se corresponde con las necesidades de
la sociedad internacional actual. Pero el foco de atención está dirigido al
Consejo de Seguridad de dicha organización y especialmente al poder de veto que
tienen las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, a la sazón,
EE.UU., Francia, Reino Unido, la Federación Rusia y China[3].
El inconveniente de ese deseo de reforma es que ese nuevo orden se produjo por
la guerra, es decir, surgió como consecuencia de la finalización de un
conflicto bélico y se terminó con el fin de la guerra fría, es decir, cuando
EE.UU. se convirtió en la potencia hegemónica dentro de un contexto de grandes
cambios políticos y sociales una vez finalizado el conflicto entre dos polos
hegemónicos representados por este último país y la extinta Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas. La hegemonía estadounidense que hoy día se circunscribe
al campo militar, sin embargo, no ha sido capaz de mantener un orden que
garantice su supremacía en el globo. Esta incapacidad no ha estado dada en lo
específicamente militar, sino en la poca voluntad política de emprender una
guerra de dominación como se produjo en Kosovo (1998), Irak (2003-2010) y
Afganistán (2001-2014). Esta voluntad política se ha producido a la par en que
han emergido nuevos actores políticos en la escena internacional que aspiran a
un puesto permanente como Brasil, India, Japón, Alemania e Italia en lo que
constituiría un nuevo orden postwestfaliano reformado. Los dos primeros como
países emergentes que hoy día conforman el grupo denominado BRIC[4]
junto con Rusia y China, y los otros tres, son ex - miembros permanentes del CS
de la extinta Sociedad de Naciones y que constituyen el conjunto de las
potencias derrotadas en 1945.
A la par de este deseo de reforma, EE.UU. junto
con el Reino Unido y Francia, que son miembros permanentes del CSONU, han
emprendido un conjunto de operaciones militares tendentes a garantizar la paz y
la seguridad internacional en Libia, Mali, Siria, Irak y Afganistán que más que
cumplir con el propósito de la organización han generado más inseguridad y una
precaria estabilidad internacional. Junto a estas acciones, en primer lugar,
Israel con el apoyo de EE.UU ha ejecutado operaciones militares irrestrictas en
Líbano y Gaza, en segundo lugar, hay un equilibrio inestable en el mar de China
porque en esa región se enfrenta por una parte China y, por la otra, Japón,
Vietnam, Filipinas, Malasia y Taiwán. En esta área de tensión también
participan Rusia, EE.UU. y el Reino Unido. En tercer lugar, hay una grave
crisis política en Ucrania que ha enfrentado a Rusia con Occidente. Y en cuarto
y último lugar, hay otra serie de conflictos que han generado o tienden a
generar inestabilidad regional y mundial como el programa nuclear iraní y
norcoreano, los hallazgos petrolíferos en el ártico, las delimitaciones
marítimas colombo-nicaragüense, el proyectado canal interoceánico en Nicaragua
y un conjunto de conflictos civiles que tienen como denominador común el Estado
islámico como lo son: Libia, Sudán del Sur, Mali, Nigeria y Somalia por citar
sólo algunos ejemplos. Contrariamente a la opinión de Taylhardat (2014), el
papel de Venezuela en el desencadenamiento, mantenimiento y/o profundización de
los citados conflictos no ha sido ni siquiera ínfimo. Así pues, las condiciones de nuestro
país en el CSONU va a ser, en principio, muy similares a las poseídas en el año
1992 con la diferencia que en esta oportunidad el país va a estar alineado con
Rusia y China.
En el año 1992 Venezuela, como miembro no
permanente del CSONU, apoyó el establecimiento del Nuevo Orden internacional
que EE.UU estaba tratando de imponer como consecuencia del fin de la guerra
fría. Dentro de este marco, en ese año se le impusieron sanciones a Libia y la
consecuencia de ese hecho fue el acto simbólico de quemar la embajada
venezolana en Trípoli. La causa de este hecho se debió a que el país abandonó
la tradicional política de neutralidad seguida en relación al conjunto de
conflictos que han afectado a África y el Cercano Oriente entre socios del país
pertenecientes a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y un
Israel apoyado por Occidente.
Como hemos indicado que este nuevo orden
internacional tuvo corta vida por la poca voluntad política de Occidente de
imponer por la fuerza ese orden, la humanidad está transitando un período de
transición política debido a que se ha percibido que esta falta de voluntad ha
sido considerada como la oportunidad que se ha presentado a nuevos actores
políticos para crear las condiciones de posibilidad de establecer una manera de
hacer política diferente a la instaurada con la Paz de Westfalia en 1648 y
basada en el Estado-nación. Estos nuevos actores políticos son tres: una
izquierda internacional que hoy día se agrupa en el denominado Foro de São
Paulo (FSP), el Islamismo Radical (IR) representado por lo que se ha denominado
genéricamente Estado Islámico y una red de poderes de alcance global que Hardt
y Negri (2000) denominan Imperio, es decir, Imperio de Ley que podríamos agregarle
la denominación Mercantil (ILM) (Blanco, 2012). Frente a estas fuerzas, se
encuentra el Estado-nacional moderno que trata de recomponer un orden internacional
westfaliano basado en un criterio de multipolaridad, es decir, la existencia de
unos centros de poder que puedan garantizar la estabilidad a escala global tal
como lo ha sugerido Mouffe (2007).
Frente a este conjunto de intencionalidades
Venezuela ha adoptado una política que persigue desde el Estado-nación, la
democratización de la comunidad internacional en contraposición al orden
hegemónico estadounidense y del multipolar basado en centros de poder ubicados y
reconocidos como los miembros permanentes del CSONU. Este orden propuesto lo
denomina pluripolar.
Ahora bien, si se considera que todos los
cambios políticos que se han producido en la estructura de la comunidad
internacional desde el año 1648 han sido por la guerra, tal como lo indicó la
Conferencia de Viena en 1815, las Conferencias de Berlín en 1884-85, el Tratado
de Versalles en 1919 y la Conferencia de San Francisco en 1945, la emergencia
de un nuevo orden internacional es sólo posible, de igual forma, mediante la
guerra. El inconveniente que se presenta es determinar la naturaleza de la
guerra que al parecer estamos comenzando a vivir tal como lo ha indicado el
Papa Francisco I en fecha reciente[5].
En este sentido, Qiao y Wang (1999), van Creveld y Luttwak y Hardt y Negri, han
dado luces de cómo es la naturaleza de la guerra actual.
Qiao y Wang han propuesto una nueva categoría
de guerras que ubica el campo de acción en el espacio donde no existen normas
que no han sido reguladas convencionalmente. Estas categorías las denominaron:
militar, extramilitar y metamilitar. La militar abarca los siguientes tipos:
Nuclear, convencional, bioquímica, ecológica, espacial, electrónica, terrorista
y de guerrillas. La meta-militar se refiere a la guerra: Diplomática,
psicológica, tecnológica, de redes de información, de inteligencia, de
contrabando, de drogas y disuasión. La extra-militar incluye: recursos, ayuda
económica, sanciones, medios de información, finanzas, comercio, derecho e
ideología. A partir de esta categorización, establecieron una serie de
principios de acción bélica donde se destaca el uso de medios ilimitados dentro
de un contexto de objetivos limitados y consumo mínimo (Ibíd.). Operar con
medios ilimitados en cada una de las categorías mencionadas precedentemente nos
da un abanico casi ilimitado de formas de acción que pueden ser aplicadas: en
primer lugar, omnidireccionalmente en diferentes planos; en segundo lugar, de
manera simultánea (sincrónicamente); en tercer lugar, asimétricamente con
respecto al punto más débil del adversario; en cuarto lugar, mediante una
coordinación multidimensional. Todos estos aspectos sometidos,
consecuentemente, a un sistema de ajuste y control.
Van Creveld y Luttwak (SSI, 2010) han indicado
que la guerra ha perdido su frontalidad y ha hecho que reaparezca el concepto
de ‘justo’ en la realización de acciones bélicas. Ello se debe a, en primer
lugar, al advenimiento, no sólo de un nuevo campo de batalla tecnológico , sino
también la aparición de otras comunidades políticas más allá del Estado capaces
de hacer la guerra, y en segundo lugar, la poca tolerancia de los países de
Occidente para soportar bajas civiles y militares en conflictos bélicos, que
los ha obligados a recurrir a otras formas de antagonismo, amparado en la
amenaza de empleo de armas de destrucción masiva, relacionadas con el
resurgimiento de lo que en el pasado se denominó guerras privadas y mixtas que
han afectado las normas con que se regía el derecho de la guerra, facilitando
en consecuencia el surgimiento de cuerpos mercenarios.
Hardt y Negri (2004 y 2012), por su parte, han
propuesto, siguiendo a Deleuze y Guattari una forma de hacer la guerra, a
escala global, basada en la resistencia, el Éxodo de la estructura de
producción capitalista y el vaciamiento de las estructuras de poder del Estado,
dentro de la coyuntura de la crisis financiera actual, por intermedio de una
táctica basada en el concepto de enjambre que considera la reversión en el
capital de la carga de la deuda, la destrucción de los dispositivos de
seguridad, la construcción de una verdad fuera de los sistemas de mass media y por último, la construcción
de un sujeto constituyente para instaurar una democracia absoluta. Su intención
es reproducir a escala global lo ocurrido con la caída del muro de Berlín y/o la primavera
árabe bajo la forma de un nuevo mayo
francés global.
De manera general se puede afirmar que estas
son las tres caras de un nuevo tipo de guerra que puede ser realizada por
Estados, grupos e individuos de manera simultánea y sucesiva. De igual forma,
se puede observar que todos estos autores describen de una u otra forma la
gramática de la guerra, no su lógica política y al efecto creo que esta lógica
está basada en una teología que justifica las relaciones de poder que se quiere
imponer o mantener. Por una parte se opone el orden teológico islámico suní al orden
secular westfaliano (o reformista postwestfaliano) y por otro se opone el orden
westfaliano (o reformista postwestfaliano) frente a una propuesta de orden
secular que se ha apropiado de un discurso teológico a partir de la mezcla de
una teológica de la liberación con lo que se ha dado en denominar filosofía de
la liberación de origen latinoamericano (Scannone, 2009, Quijano, 2000 y
Dussel, 1996). Si se considera la naturaleza teológica del antagonismo en
conjunto al carácter de ‘justo’ que se la ha dado a la guerra, desde una
perspectiva moral, se está generando las condiciones de posibilidad para un
ascenso a los extremos, desde el punto de vista bélico, en función de la puesta
en juego político, es decir, la destrucción del orden existente. Frente a esta
situación antagónica se puede afirmar que la ONU es un escenario de conflicto
que se expresa en un plano discursivo y en las decisiones que se toman y dejen
de tomar para asegurar la paz y la seguridad internacional de una idea de orden
que ha quedado en el pasado que se expresa en las confrontaciones violentas que
se encienden de manera constante alrededor del globo.
La pregunta que surge al respecto es: ¿es capaz
la ONU de sobrevivir a un nuevo orden? La respuesta a esta pregunta, si se toma
en cuenta la experiencia de la Sociedad de las Naciones, amerita la
consideración de los antagonismos existentes. Una visión reformista sería
aplicable en dos casos, es decir, si la reforma es entendida como un intento de
preservar el orden existente como se intentó infructuosamente antes de la 2 GM
en relación con la URSS y Alemania o si se da el caso de que haya la necesidad
de recomponer un orden en una nueva postguerra como ocurrió en Viena (1815). En
este caso la ONU demostraría una capacidad de supervivencia. Esta segunda
opción permite introducir la visión no reformista. Esta visión tiene dos
vertientes que apuntan, por una parte, a la derrota político-militar de los garantes
de la ONU sin su aniquilación y, por la otra, a la desaparición del Estado
nacional como organización política protagónica. En el primer caso nos
encontramos frente a un posible orden imperial global o una guerra permanente
hasta el fin de uno de los antagonistas, lo que supondrá una etapa de
transición entre un orden imperial y otro orden por conocer. En el segundo caso
se estaría enfrente a ese otro orden que asemejaría al de una pax mongólica, es decir, un orden
surgido después de la destrucción del orden estatal en general. Esta pax mongolica es lo nos retrotrae al
concepto de máquina de guerra de
Deleuze y Guattari. El orden imperial o la pax
de carácter mongol significarían, en ambos casos, el fin de la ONU porque está
subyacente el fin del Estado nacional como principal organización política de carácter
representativo.
Ahora bien, si se considera que de alguna u
otra manera Venezuela encarna en la representación estatal en el CSONU la
visión reformista y en su política interior, enmarcada en el Plan de la Patria, la pax mongólica, la nueva pregunta que
surge es: ¿en un escenario de guerra global, cómo sería la intensidad de esta
guerra como para poner en jaque el orden instaurado en 1945 y cuál sería el
papel que pudiera jugar Venezuela en esas circunstancias políticas? Vamos a
intentar responder esta pregunta en los párrafos siguientes.
2.- Las condiciones de posibilidad de conexión en red de los conflictos presentes en la comunidad internacional.
Hardt y Negri han usado la imagen de la Guerra
de los Treinta Años (GdlXXXa) para explicar el estado de guerra global actual.
Estos autores creen que esa guerra civil alemana fue en realidad una guerra
civil europea con consecuencia extra-continentales por lo que el estado de
guerra actual es, para ambos autores, el equivalente de una guerra civil de
alcance global[6].
La particularidad de la GdlXXXa fue que fue una red de conflictos a escala
europea con repercusiones globales, por lo que surge el interrogante de saber
si es posible pensar en una red de conflictos de alcance global. Teniendo este
fundamento se podría pensar la guerra desde una perspectiva estatal y desde una
perspectiva no-estatal.
Desde la perspectiva estatal los países con
veto en el CSONU mantienen situaciones conflictivas, en primer lugar, en el extremo
oriente que involucra por una parte a China frente a Japón (con apoyo
estadounidense), Vietnam, Taiwán, Filipinas, Indonesia y Malasia y, por la otra
involucra a Corea del Norte (apoyada por China y Rusia) frente a Corea del Sur
y Japón (con apoyo de EE.UU.). En segundo lugar, el mar Negro que ha colocado a
Rusia frente a Ucrania y los países que conforman la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN). Y en tercer lugar, el mar Mediterráneo que ha
colocado, por una parte, a Siria (con el apoyo de Rusia, China y Venezuela)
frente a los IR y EE.UU. (con el apoyo básico de Francia, Reino Unido, Turquía,
Arabia Saudita y Qatar) y, por la otra, a Israel frente a Palestina. En cuarto
lugar, el océano Ártico que opone a Rusia contra la OTAN (especialmente
Noruega, Dinamarca, Reino Unido, Canadá y EE.UU.). Por otra parte, se proyectan
situaciones conflictivas en el golfo Pérsico y potencialmente conflictivas en
el océano Índico o en mar Caribe. En el golfo Pérsico se enfrentan EE.UU. e
Israel con Irán (esta última con el
apoyo de Rusia, China, Venezuela y Corea del Norte), aunque en los actuales
momentos se vive un proceso de distensión. En el océano Indico, a India y
Pakistán que también ha pasado un proceso de distensión. Y por último, el mar
Caribe se proyecta como un área de conflicto por las delimitaciones pendientes
entre Colombia y Venezuela, Colombia y Nicaragua, Nicaragua y Costa Rica y
Venezuela y Guyana y el resto del Caribe anglosajón (con la excepción de
Trinidad y Tobago) dentro del marco de la ampliación del canal de Panamá y la
construcción del canal interoceánico nicaragüense, por lo que EE.UU., China,
Rusia y Cuba, estarán también directa e indirectamente involucrados (Blanco,
2014).
Desde la perspectiva antiestatal, en la
actualidad se presentan de forma efectiva y potencial diversos conflictos
civiles en diferentes partes del globo que tienen un potencial de proyección
trasfronteriza. De forma efectiva, estos conflictos están presentes en Irak,
Siria, Libia, Afganistán, Pakistán, Colombia, Nigeria, Mali, Marruecos, el
cuerno de África, Yemen y Gaza. De forma potencial, estos conflictos se pueden
presentar en EE.UU. (por la crisis político-social que enfrenta), Venezuela (por
la estrecha relación de los movimientos antiestados presentes en Colombia y el
resto de la región) y Líbano (por la atomización teológico-política que
involucra a diversas manifestaciones políticas del islam, del judaísmo y del
cristianismo).
Como se puede observar, la estructura de los
antagonismos y de las entidades políticas que lo expresan indican la presencia
de una red de alianzas entre Estados que oponen a EE.UU. y Occidente
(incluyendo a Japón e Israel) frente, por una parte a China, Rusia, Corea del
Norte, Siria, Irán y aliados (incluyendo a Venezuela) y por la otra al IR en
sus diversas manifestaciones. De igual forma, Rusia, Siria y China se oponen al
IR, así como EE.UU. y Occidente se oponen al FSP. Esta situación conflictiva
que enfrenta a estos tres grupos de antagonistas evidencia, en primer lugar, un
enfrentamiento entre, por una parte, una visión estatal moderna seguida especialmente
por Rusia, China y Siria contra una visión antiestatal representada por el IR
y, por la otra, una visión estatal que podríamos denominar postmoderna por
incluir elementos antiestatales y estatales frente a una visión antiestado que
involucra, por una parte, a Venezuela y el FSP y, por la otra, al IR. Lo que
resulta complejo es entender, en primer lugar, cómo EE.UU. y Occidente apoyaron
a los movimientos IR en Libia, Irak y Siria y en menos de un año después les
está haciendo la guerra y, en segundo lugar, la posición de Venezuela.
El caso de EE.UU. y Occidente puede ser
explicado, siguiendo por una parte a Hardt y Negri y por la otra a Luttwak y
van Creveld, en el sentido que la poca proclividad a hacer la guerra ha fomentado,
en primer lugar, la aparición de empresarios militares privados y, en segundo
lugar, el surgimiento de conflictos de diferente naturaleza a escala global por
la creciente incapacidad política y material de los Estados imperialistas
tradicionales de emprender operaciones militares a gran escala en ultramar. En
el primer caso, los empresarios militares privados han logrado obtener, de
forma más visible, un importante grado de autonomía para operar en diferentes
escenarios. Este hecho no es nuevo en el tercer mundo si se considera que
muchas empresas, sobre todo en el ramo petrolero han sido causantes de
importantes conflictos locales y regionales como la guerra del Chaco o del
cuadrilátero de Leticia por citar sólo dos ejemplos, la diferencia es que hoy
en día estas empresas han comenzado a organizar sus propios ejércitos privados[7]
. En el segundo caso, los Estados imperialistas tradicionales se han visto en
la necesidad de operar en conjunto dentro de un marco legal más o menos
establecido para obtener fines políticos amparados en los principios de la ONU,
después que sus “empresarios” desestabilizan una región para “estabilizarla” en
nombre de la paz y la seguridad internacional.
El punto de quiebre se produjo en el año 2003
cuando un Estado, EE.UU., falseó información para justificar la invasión de
Irak, debido a que a partir de ese momento comenzaron nuevamente a coincidir
los aspectos públicos y privados en el sentido que lo publico en Occidente se
ha subordinado a intereses privados trayendo como consecuencia que la guerra
haya perdido su frontalidad y haya convertido a esos países y sus sociedades en
blancos militares en el sentido que el Estado ha tenido que intervenir para
“terminar” aquello que los empresarios militares privados no han podido
lograrlo. Dos ejemplos de lo afirmado han sido “las contribuciones” de
Occidente para reconstruir la infraestructura destruida por los israelíes en el
Líbano (2006) y Gaza en dos oportunidades (2009 y 2014). Ello explica el
carácter postmoderno de EE.UU. y Occidente en lo que concierne a lo que
tradicionalmente se ha entendido como Estado.
Lo que resulta decisivo mencionar aquí es que
estos empresarios militares privados, que operan dentro de una estructura
económica que está más allá del Estado, son una forma de antiestado que en
cierta manera coincide con el objetivo del IR y el Plan de la Patria que está tratando de instrumentar el gobierno
venezolano en concordancia con el FSP. Así pues, lo no-estatal, expresa aquí
los movimientos antiestado. En este contexto, el Estado es una estructura que mediante
una autoorganización que expresa la propiedad de los modos de producción que a
escala global se ha mantenido en cierta forma desde el Tratado de Paz de
Westfalia y los movimientos antiestado buscan acabar con ese tipo de
apropiación y consecuentemente, de la relación política que genera.
El movimiento antiestado que está ejecutando el
IR en diferentes Estados de África y del cercano oriente en oposición a los
Estados-nacionales implantados por Occidente en la región se sustenta en un
plano intuitivo que conjuga una cultura ancestral que ha logrado sobrevivir
frente a un cúmulo de injusticias generadas por un forzado proceso de
occidentalización. De ahí el papel de la religión en las sociedades nómadas
frente al papel de la norma legal (de origen occidental en este caso) de las
sociedades árabes urbanas o sedentarias tal como nos lo ha indicado Jaldún y
han recogido Deleuze y Guattari. El movimiento antiestado que se ha generado en
el seno de Occidente persigue destruir todos los óbices que impiden que se
mantengan y desarrollen los flujos económicos como un todo en beneficio de los que
pueden ejecutar la actividad privada en sí. En Venezuela, por su parte, desde
el año 1998 oficialmente se ha privilegiado lo público sobre lo privado
primeramente reproduciendo en el país el orden cubano y posteriormente
siguiendo sus lineamientos para la construcción del socialismo tratando de
seguir al respecto los postulados del Plan
de la Patria. Esta orientación política ha estado enmarcada, como ya hemos
indicado, dentro de las pautas que ha estado desarrollando el FSP por lo que, lo
que ha realizado nuestro país hasta ahora, en cierta forma se ha reproducido en
toda la región[8].
Esta afirmación se corrobora por el hecho que, en primer lugar, las declaraciones
finales de las reuniones del FSP, en especial, en Caracas (2012) y La Paz
(2014), se ha establecido como su objetivo final “luchar contra el
neoliberalismo y las guerras, a construir un mundo de paz, democracia y
justicia social… un mundo socialista” y, en segundo lugar, en el año 2014
concluyó afirmando la necesidad de “Derrotar la pobreza y la contraofensiva
imperialista, conquistar el Vivir Bien, el Desarrollo y la Integración en
Nuestra América”, dentro de un contexto caracterizado por
“… una fuerte crisis
estructural del capitalismo, acompañada de la disputa por espacios geopolíticos
y geoestratégicos, la emergencia de
nuevos polos de poder, las amenazas contra la paz mundial y la agresividad
militar e injerencista del imperialismo que
intenta revertir su declive. Adicionalmente a la crisis económica hay
que sumar la ambiental, la energética y la alimentaria, así como la crisis de
los sistemas de representación política [que] exigen una firme respuesta de los
pueblos latinoamericanos y caribeños y una eficaz actuación de las fuerzas
progresistas, populares y de izquierda” (FSP, 2012).
Si se tiene presente que la idea de dicho foro
fue concebida por Fidel Castro e Luiz Ignacio “Lula” da Silva, se explica el
permisivo empleo del potencial económico venezolano realizado desde el año 1998
para alcanzar ese fin con el apoyo de la izquierda internacional. Dentro de
esta perspectiva, el FSP está buscando destruir la estructura económica global
actual, que se encarna en una manera de concebir el Estado, desde ese mismo
Estado para construir otra forma de organización política basada en la apropiación
y la construcción de nueva capacidad productiva que denominan socialista que permita alcanzar los
objetivos de la organización. Pero esta intención se ha realizado en un
contexto en que el empuje alcanzado en la década pasada está llegando a su
límite como lo han demostrado las elecciones en Venezuela en el año 2012,
Argentina, 2013 y Brasil en fecha reciente. Esta realidad permite entender, en
primer lugar, la debilidad de la propuesta del FSP y, en segundo lugar, la apremiante
necesidad de esa organización de aprovechar la debilidad de Occidente, en
general, desde la perspectiva del Estado y de acelerar la imposición del nuevo modelo político, al
menos, a escala regional. Y permite entender, a su vez, la naturaleza de la
guerra desde la perspectiva de los medios empleados de acuerdo con las
tipologías antes indicadas.
Esta perspectiva no-estatal que se evidencia en Occidente,
el FSP y el IR se opone en cierta forma tanto a la visión estatal moderna que
encarnan Rusia, Irán, China y en general los Estados que agrupan Asia y el
extremo oriente, como al orden estatal postmoderno que se mantiene básicamente en
EE.UU. y Europa. Ahora bien, ¿cómo se expresa el movimiento antiestado en
Occidente?, ¿qué es el FSP?, ¿qué es el IR? Hardt y Negri (2000), como ya hemos
indicado, han expresado que en la actualidad existe una tendencia que denominan
Imperio (ILM) y la definen como una evolución postmoderna de la forma Estado caracterizada por ser una forma de organización política
soberana, racional y segmentada de alcance global que preserva una particular
estructura de producción y propiedad mediante el uso de la fuerza dentro de su
espacio que está conformada por Estados, empresas, organizaciones no
gubernamentales, etc. Por otra parte, el FSP es una agrupación de partidos
y grupos de izquierda latinoamericanos, constituido para reunir esfuerzos
dentro de un amplio margen de intereses incluso contrapuestos, para debatir
sobre el escenario internacional después del fin de la guerra fría y sus
consecuencias en la región. En este foro, los miembros de la región tienen voz
y voto, sin embargo, a los encuentros de esta agrupación asisten normalmente partidos
y movimientos sociales de izquierda de otras regiones del mundo dentro del
marco de establecimiento de directrices políticas que son ejecutadas de
diversas y variadas formas con el apoyo de la organización. El IR, por su
parte, se asemeja al FSP con la diferencia que, por las circunstancias en que
se encuentran, se han visto en la necesidad de dar más preponderancia a la lucha
armada para alcanzar sus objetivos.
Si se observa ahora, la forma de alcanzar objetivos tanto del ILM, FSP e
IR, se evidencia el empleo de métodos erosivos basados en tácticas de enjambre
que buscan generar conflictos por la existencia de un mismo combustible (el
orden occidental westfaliano) y un mismo comburente (la necesidad planteada por
destruir ese orden). Por ello es que es posible visualizar, en primer lugar, la
acción del IR en África y el cercano oriente como focos de conflictos que están
conectados en un plano de inmanencia teológico-político, en segundo lugar, en
Latinoamérica y el Caribe insular mediante un discurso teológico-político
sustentado en una teología y filosofía de la liberación. Por su parte, el ILM
es un tipo de orden que se asemeja al que intentó implantar la España de los
Habsburgo antes de su declive definitivo una vez que no se pudo recuperar de
las derrotas militares en la batalla naval de las Dunas y la batalla terrestre
de Racroi. De ahí parte de las semejanzas con la GdlXXXa en términos de la
naturaleza de los antagonismos, al menos, desde el punto de vista político. El
otro aspecto que puede dar idea de semejanza y no considera Hardt y Negri se
presenta si se superponen las dos estructuras de conflictos, es decir, la dada
entre Estados y la que se presenta entre Estados y los movimientos antiestado.
Si se hace esta superposición, se presenta una única red de conflictos que
tiene como centros de bifurcación a EE.UU., Venezuela, y donde está presente el
IR debido a que en estos países está presente con igual intensidad el Estado y
el antiestado. El Estado por intermedio del orden existente y el antiestado por
la máquina de guerra evidenciada por
los empresarios militares y por un milicianismo de naturaleza nómada que tiene
una gran capacidad de expansión regional tanto en el mundo árabe como en
Iberoamérica.
Así pues, en la comunidad internacional está presente una estructura de
conflicto que conecta antagonismos entre Estados y antagonismos entre Estados y
el movimiento antiestado evidenciado en dos vertientes, el IR y el FSP. Al ser
Venezuela uno de los elementos de bifurcación entre estas tres formas de
conflicto, vamos a ver ahora qué papel puede jugar nuestro país en el CSONU en
un contexto de maximización de la intensidad de los antagonismos a escalada
global.
3.- El
Rol de Venezuela en la ONU y en el nuevo orden global.
Taylhardat y Arria (2014) hicieron grandes
esfuerzos para evitar el ingreso de Venezuela como miembro no permanente en el
CS para el período 2015-2016, porque no va a ayudar a preservar la paz y la
seguridad internacional como lo establece la ONU como uno de sus fines
principales. Entre su argumentación adujeron, entre otras cosas, lo siguiente:
·
Mantener una política militarista agravada por
la incorporación de un gran número de civiles (milicias) a actividades de
carácter militar.
·
La exportación de la revolución bolivariana a
la región.
·
Una confrontación con EE.UU. con repercusiones
globales.
·
Las declaraciones realizadas de incapacidad del
organismo de dar cuenta de los problemas globales.
·
Las facilidades que le ha dado a movimientos
radicales en el cercano oriente como el hezbolá, Hamas y otros grupos
subversivos como los presentes en Colombia.
·
La asociación con regímenes no democráticos
como “el de Sadam Husein, Gadafi, al-Bashir, al-Asad,
Ahmadineyad y Mugabe”.
·
La acusación
de delitos de lesa humanidad que enfrenta el presidente de Venezuela y otros
funcionarios del gobierno.
Este elenco de razones esgrimido por estos dos venezolanos
reflejan una preocupación sincera que más que apuntar al orden que el CSONU
debe preservar porque ya hemos demostrado que está en crisis, está orientado al
papel que podría desempeñar Venezuela en un juego estratégico global, que por
el apoyo que recibió nuestro país, una gran mayoría de Estados quiere que
participe. Ahora bien, si se ha reconocido que nuestro país va a apoyar a China
y Rusia, la pregunta que surge nuevamente es ¿cuál va a ser la capacidad de
maniobra del país con esta servidumbre ya indicada y la crisis política
generada por el desgaste del modelo político implantado desde el año 1998?
La capacidad venezolana de influir en el
escenario internacional se ha reducido de forma drástica. Esta capacidad estaba
dada en aspectos puramente económicos relacionados con el petróleo. En lo
militar, el programa de reformas ha permitido al país poseer de una importante
capacidad defensiva aeroterrestre y no de proyección bélica[9],
pero esta capacidad depende a su vez de la capacidad de asegurar un importante
grado de disponibilidad operacional de los medios disponibles, por lo que
militarmente su capacidad se ha mantenido, con la excepción de los aspectos
navales (que fue reducida drásticamente), de forma más o menos igual en la
región. Así pues, como ya se señaló en un principio, la capacidad de maniobra
de la clase dirigente venezolana está dada, en primer lugar, por su capacidad
de acentuar la crisis nacional como un modo de desestabilizar el propio país
para crear las condiciones de posibilidad de implantar el modelo de desarrollo
socialista y la región debido a que ninguno de los países del hemisferio está
interesado en una desestabilización de Venezuela incluyendo EE.UU. y, en
segundo lugar, por la capacidad de actuar como un péndulo que se mueva entre el
apoyo a los Estados nacionales tradicionales encarnado en Rusia y China en el
CSONU y los movimientos antiestado representado directamente por el FSP e
indirectamente por el IR. Vamos a examinar ahora, después de haber analizado la
situación internacional, estas dos opciones de maniobra.
El proceso de cambios políticos venezolano se
encuentra en una fase de declive acentuado debido a que no cuenta con el apoyo popular
y económico que disfrutó el liderazgo político hasta el año 2007. Para que la
clase dirigente se haya logrado mantener hasta el presente ha tenido que hacer
al país cada vez más dependiente de China, pero hasta esa creciente dependencia
ha llegado a un límite. De ahí el interés de profundizar los cambios políticos
mediante la aplicación del denominado Plan
de la Patria que no es más que un instrumento que va a generar las
condiciones de posibilidad para que la clase política se mantenga en el poder extendiendo
el “socialismo” en el país y más allá de las fronteras al cambiar la relaciones
de producción en un nuevo espacio geopolítico comunal determinado por la
producción en sí misma (Blanco, 2014a). ¿Cómo es posible que se produzca este
cambio? Ya en “Venezuela y su Historicidad
Marítima…” se hizo un análisis al respecto. Nos interesa destacar ahora, la
relación que tiene la creación del nuevo espacio productivo en el país con el
Plan de Paz que hoy en día se discute en La Habana entre el gobierno colombiano
y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La relación que
existe está dada por el hecho que, en Cuba se está discutiendo una nueva
política agraria en las áreas rurales colombianas basada en el cooperativismo, que conecta la frontera
de Venezuela y Colombia dentro de un contexto de democracia participativa (Blanco, 2014b). Como estas discusiones se
están produciendo dentro de unas circunstancias determinadas por las pérdidas
de importantes áreas marítimas frente a Nicaragua, la clase dirigente
colombiana tiene una ventana de maniobra hasta el fin de esas negociaciones
para legitimar su existencia política y consecuentemente para detener el avance
del plan de la clase dirigente venezolana y su potencial conexión operativa con
la guerrilla colombiana que apunta, en esta nueva fase histórica a una
maximización de las contradicciones políticas para hacer que avance el plan del
FSP por una nueva vía, en este caso armada, a fin de alcanzar los objetivos
regionales y globales desde la perspectiva antiestado[10].
En este contexto, Venezuela se va a comportar
como un Estado para impulsar hacia adentro el movimiento antiestado que
representa el Plan de la Patria. Es
decir, hacia afuera en un comportamiento estatal va a estar alineado con sus
aliados en el CSONU y hacia adentro va a generar desestabilización, de manera
erosiva y no de golpe, a semejanzas del resto de los movimientos antiestado.
Esta forma de acción nos lleva al segundo aspecto del análisis. La capacidad de
actuar como un péndulo que se mueva entre el apoyo a los Estados nacionales modernos
encarnado en Rusia y China en el CSONU y los movimientos antiestado
representados directamente por el FSP e indirectamente por el IR va a depender
de la sincronía existentes entre las situaciones conflictivas presentes y por
presentarse, lo que supone un importante grado de coordinación, facilitada presumiblemente,
por la conexión existente entre los tres movimientos antiestado y por la
capacidad de los aliados con derecho a veto en el CSONU de actuar oportunamente
ante potenciales situaciones de crisis. La situación problemática que se
presenta con respecto a los actores políticos con que va a interactuar
Venezuela es cómo China y Rusia por una parte y las corrientes pro-Estado
existentes en Occidente pueden lidiar con el conflicto que se está presentando
entre las corrientes antiestado y entre Estados. Por otra parte, el problema
que se le presentaría a la clase dirigente venezolana es que se le salga del
control el manejo de la situación por causas internas o externas, es decir,
desde el punto de vista interno, por la crisis económico-social existente, como
se evidencia en la actualidad con los síntomas de confrontación violenta que se
han presentado entre grupos políticos dentro del mismo gobierno y, desde la
perspectiva externa, que pierda el apoyo de uno o varios de sus aliados
políticos. Ambos casos suponen la caída del actual régimen político.
Como se sabe, la política venezolana ha
apuntado a la democratización de la ONU y ello explica su apoyo a un orden multicéntrico
y pluripolar que se diferencia del multipolar porque supone la eliminación de
un CS que expresa el carácter oligárquico de la comunidad internacional. Esta
intención que se presenta como contraria a los intereses de los aliados del
país en el CSONU va a ser la forma en que se va a materializar el apoyo a los
movimientos antiestado como paso previo a la instauración del socialismo a
escala global en sus diferentes facetas de acuerdo con el FSP. En este
contexto, el gran dilema que se le presentará a la clase dirigente venezolana
es que si apoya a sus aliados ruso y chino negará desde el punto de vista
externo la instrumentación del Plan de la
Patria. Por otra parte, si actúa en concordancia con los movimientos
antiestado, se pueden presentar dos situaciones igualmente problemáticas: o
logra su objetivo de contribuir a la emergencia de un nuevo orden internacional
profundizando aún más la desestabilización nacional e internacional o promoverá
la intervención extranjera en el propio país para asegurar, al menos, su
supervivencia política. En todos estos contextos, los venezolanos viviremos
épocas aún más interesantes…
4.- Reflexión
Final
La preocupación que mostraron Arria y
Taylhardat a pesar de no estar bien fundamentada debido a que, como ya
indicamos, los garantes permanente del orden instituido en el año 1945 han
contribuido de manera notoria su la desestabilización, tiene un fondo que si
debería ser valorado en su justa dimensión. Es decir, Suramérica a pesar de sus
desencuentros a lo largo de la historia ha sido un área que se había mantenido
al margen de los principales conflictos mundiales del siglo XX hasta que se
produjo la crisis de los misiles en Cuba en el año 1962 que involucró, al
menos, a Argentina y Venezuela. En la actualidad, la presencia del FSP gracias
a la mediación venezolana en el CSONU va a traer el conflicto global a nuestro
país y la región como un todo por la conexión existente entre los movimientos
antiestado a escala mundial y por el deseo de implantar en la región una
concepción de la política basada en el resentimiento y el odio de clases. Si
esta es la venganza con que el régimen cubano ha respondido a sus fracasos
políticos en la región entre 1962 y 1991, se deben sentir muy satisfechos. La
ironía es que ese régimen tampoco va a poder sobrevivir a la turbulencia
desatada por el inicio de esta nueva GdlXXXa… y los venezolanos saldremos
airosos de este trance…
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[1] Ibn Jaldún (1332-1406) fue un pensador y diplomático nacido en
Túnez, pero de origen al-andalusí conocido por haber sido un precursor de lo
que hoy se denomina filosofía de la historia, un esfuerzo por explicar las
causas de la decadencia del islam por el avance cristiano en España y el avance
mongol en el cercano oriente. Cumplió misiones diplomáticas a la orden del
reino de Granada y frente a Tamerlán cuando asedió Damasco en el año 1401.
[2] Las sociedades nómadas son aquellas, para el escritor
andalusí-magrebí, que viven en el nivel de satisfacción de sus necesidades
básicas y las sociedades sedentarias o urbanas son aquellas que son capaces de
vivir por encima de necesidades básicas siendo proclives a la suntuosidad y el
lujo.
[4] Acrónico que identifica a Brasil, Rusia, India
y China.
[5] El Papa expresó que “tras el segundo fracaso de una guerra
mundial, quizás se puede hablar de una tercera guerra combatida 'por partes',
con crímenes, masacres, destrucciones". Ver al respecto: (2014) “Papa
Francisco: Vivimos una Tercera Guerra
Mundial" en http://actualidad.rt.com/ultima_hora/view/140796-papa-francisco-tercera-guerra-mundial
La importancia de la afirmación realizada por el máximo representante de la
iglesia católica es que la orden de los jesuitas, del cual el papa forma parte,
jugó un rol clave en la GdlXXXa.
[6] Dentro del marco de esa guerra, hubo enfrentamientos militares
entre holandeses y luso-españoles en Bahía, Chile, Cuba y Venezuela (Cumaná,
Aruba, Curazao y Bonaire).
[7] Este es uno de los
aspectos que ha permitido a Hardt y Negri usar el paradigma de la GdlXXXa para
explicar el estado de guerra actual (Blanco, 2012)
[8] Para que se tenga
una idea, la independencia política, la construcción del socialismo, la
potenciación del país y de la región, la construcción de un mundo multicéntrico
y pluripolar y preservar la vida y salvar el planeta, objetivos todos que se
encuentran en la estructura del Plan de
la Patria, son objetivos que están presente en las políticas del FSP.
[9] Desde el punto de
vista de la SIPRI, el porcentaje del PIB dedicado a la compra de armas de
Venezuela ha sido menor al de Brasil y Chile en la región.
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