domingo, 5 de enero de 2025

LA GUERRA SANTA: EL PASADO VISTO COMO PRESENTE

 



El punto de inicio de las cruzadas lo ubicamos en el siglo VII, como consecuencia de la rápida expansión musulmana, debido a que, en ese entonces, tres de los cuatro Patriarcados orientales quedaron sometidos al poder político del islam: Alejandría, Antioquía y Jerusalén. Como hemos indicado en una oportunidad anterior la batalla de Siffin en el año 657 d.C. no sólo marcó las escisiones en el islam en las principales corrientes que conocemos (sunitas, chiitas y jariyismo), sino también el inicio de la expansión al Asia Central, al cercano oriente, al norte de África y la península ibérica arrebatándole territorios al imperio bizantino y derrotando al imperio persa[1]. Gran parte de esta expansión se produjo bajo la dinastía de los omeyas que rigieron al islam desde mediados del siglo VII hasta mediados del siguiente siguiendo las prácticas administrativas y militares bizantinas y la cultura persa, y se extendería a la península ibérica entre los siglos X y XI[2]. A pesar de esta rápida expansión los omeyas establecieron que la nueva religión estaría reservada especialmente a los árabes, y mostraron poco interés en que otros pueblos no árabes se convirtieran debido a que de ellos obtenían tributos al que estaban exceptuados los musulmanes.

Si bien los omeyas trataron de tomar Constantinopla en varias oportunidades tuvieron que solicitar treguas debido a los conflictos internos que debió enfrentar. Una vez estabilizado el califato emprendieron su avance hacia el oeste y el norte dominando rápidamente Egipto, la actual Libia y Túnez, desde donde los árabes atacaron por mar Sicilia, las Baleares, el sur de Italia y Cerdeña, y por tierra España y el sur de Francia, es decir, una dinámica que se está observando de manera similar en el siglo XXI. En el siglo VIII el califato alcanzó los máximos límites territoriales hasta que en Poitiers fueron detenidos por el príncipe franco Carlos Martel. Fue en estas treguas que los árabes bajo los omeyas tradujeron las obras de filósofos, médicos y sabios del mundo de lengua griega.

Con los avances de los omeyas el Oriente cristiano se identificó con la Iglesia bizantina, es decir, el Patriarcado de Constantinopla y las iglesias nacidas como fruto de su acción misionera y se produjo un alejamiento del obispado de Roma que empezó a buscar la protección en los emperadores francos o germánicos a pesar de los esfuerzos de Bizancio de reunificar el imperio. El alejamiento dio paso a fricciones y enfrentamientos que comenzaron por el problema de la iconoclastia, se extendieron a la solución al problema de la procedencia de la segunda persona de la Santísima Trinidad y a conflictos por la autoridad (Primado de la Iglesia universal) y culminaron en el año 1054 con la mutua excomunión de los representantes designados para negociar una paz eclesiástica[3]. Además de los antes indicado, Molero (2007) agregó, la antipatía existente entre “asiáticos” y “europeos”, agravada por el “desprecio que sentían los cristianos orientales hacia los latinos” debido a la estrecha relación de estos con los germanos (Pág., 11)[4].

Un año después del cisma de la cristiandad en el año 1055 d.C. una tribu nómada de origen turco logró tomar Bagdad y establecer allí lo que se conoció como el imperio selyúcida liderado Togril nieto de Selyuq. A Togril lo sucedió Alp Arslan quien derrotó a los bizantinos al mando del emperador Romano IV en la batalla de Manzikert en 1071. Este hecho sumió a Bizancio en la guerra civil y permitió a los selyúcidas expandirse a los territorios de la actual Siria y la anatolia. Fue con esta presencia selyúcida en el área que acaecieron los hechos que detonaron las cruzadas. Por ello, vamos, en primer lugar, describir sus antecedentes inmediatos, en segundo lugar, examinar las cruzadas en sí mismas y, en tercer lugar, analizar los movimientos militares y migratorios entendidos como visto como presente o a la luz de los actuales acontecimientos en Siria.

1.- Antecedentes

Las Cruzadas o, como lo denominó el historiador John Frederick Charles Fuller (1985) el contrataque del cristianismo sobre el islam, fueron el conjunto de campañas militares realizadas originalmente para ocupar Jerusalén y crear un imperio en el Cercano Oriente y posteriormente para tratar de recuperar de forma infructuosa la ciudad reconquistada por Saladino[5]. El contexto en que se iniciaron las campañas cristianas fue el siguiente:

·         La estabilización que se produjo en Europa Occidental luego de la batalla de Poitiers y, consecuentemente, la reconquista iniciada por los reinos ibéricos en la península e italianos en Cerdeña, así como las costas que bordean el mar Tirreno, Sicilia y Mahdia (Túnez), que les permitió a los cristianos obtener el control casi absoluto del mar Mediterráneo occidental.

·         La decadencia acelerada del imperio bizantino sobre todo después de la derrota sufrida en la batalla de Manzikert (1071 d. C.). Consecuentemente, la ocupación selyúcida del Cercano Oriente y la oportunidad que se le presentó a la Roma itálica de expandir su influencia en oriente gracias a la solicitud de ayuda bizantina.

·         Los frecuentes ataques que sufrieron peregrinos cristianos por parte de las autoridades selyúcidas porque la presencia extranjera era percibida como un foco de inseguridad. Esta inseguridad se agravó debido a que más allá de los sufrimientos que padecían los peregrinos portaron enfermedades que en ese entonces eran totalmente desconocidas para los que dominaban dicho espacio que los colocaron en constante riesgo de contagios[6].

·         Un crecimiento poblacional en Europa Occidental que planteó la necesidad de conquistar tierras lejanas para alimento y cobijo.

Estos cuatro estados de cosas crearon las condiciones de posibilidad para que el papa Urbano II aceptara el pedido de ayuda bizantino antes mencionado e iniciara una campaña de promoción por toda Francia de las ventajas materiales que se podían obtener de una empresa dirigida a liberar los lugares santos de la cristiandad. Una vez logrado su objetivo, el 27 de noviembre de 1095 durante el concilio de Clermont, proclamó:

“Toda la cristiandad se siente acongojada por los triunfos y supremacía de los musulmanes en Oriente. Las Iglesias orientales han solicitado repetidamente nuestra ayuda. Tierra Santa, tan querida para todos los corazones cristianos y posesión cristiana por derecho propio, se ve profanada y esclavizada por sus gobernantes infieles. En consecuencia, los reyes cristianos deben volver sus armas contra estos enemigos de Dios, en vez de guerrear entre sí como acontece ahora. Han de rescatar Tierra Santa y la Ciudad Santa; han de alejar de sí el reproche de la Cristiandad y destruir para siempre el poderío musulmán. La guerra a la cual os llamamos es una Guerra Santa y el grito de batalla será Deus volt. Quienes pierdan la vida en semejante empresa ganarán el paraíso y la remisión de sus pecados”.

 

Esta proclama generó una máquina de guerra cuyos efectos han llegado hasta el presente en momentos en que el islam vivía un momento de gran esplendor que tuvo en Al-Fârâbî (872-950) e Ibn Sina (Avicena) (980-1037) a dos de sus principales exponentes en el plano filosófico. Para Al-Fârâbî (950 [2008]), quien vivió la inestabilidad política que caracterizó la dinastía de los abasíes, las cosas humanas por medio de las cuales los hombres alcanzan su felicidad, que entiende como un bien absoluto, en esta vida y en el más allá son las virtudes (Pág., 98)[7]. Las virtudes las define como “las disposiciones propias del alma por las que el hombre puede realizar actos buenos y acciones hermosas”, lo contrario son los vicios, los defectos y las cualidades despreciables (Pág., 169). Estas virtudes son cuatro, es decir, teoréticas o racionales (sabiduría, intelecto, talento, agudeza mental y la excelencia en comprender), éticas (la templanza, la fortaleza, la largueza y la justicia), prácticas o deliberativas (que proviene de la reflexión y se enmarcan en la concepción aristotélica de la prudencia) (Pág., 183-184) y las relativas a las artes prácticas (Pág., 222). Todas ellas reúnen la perfección práctica.

Pero fue sobre todo su sucesor Ibn Sina (Avicena) quien su pensamiento tuvo un gran impacto en la manera de pensar y de ser de los protagonistas que vivirían el enfrentamiento entre oriente y occidente. Él fue más allá de las ideas de Al-Fârâbî, es decir, siguiendo la senda aristotélica observa las virtudes como la inclinación hacia el justo medio respecto del placer y todo lo que se agrupa bajo el concepto de irascibilidad. Dicho de otra manera, las virtudes fueron por él enmarcadas en una forma de prudencia donde el conocimiento tenía como fin la acción, praxis, pero llevada de la mano de la templanza, la sabiduría y el valor, que constituyen para este pensador en fundamento de la justicia.

Avicena tendió un puente entre oriente y occidente puesto que su pensamiento influyó en la medicina y en la filosofía en la Europa medieval hasta la irrupción del pensamiento de Averroes y a través de su discípulo Sohravardî se desarrolló una “filosofía oriental” cuyos efectos están aún presentes en la actual Irán[8].

Con esta filosofía práctica que en principio fue puesta de lado por la amenaza cristiana entendida de manera absoluta vamos ahora a examinar sucintamente las cruzadas.

2.- Las cruzadas

Entre los siglos XI y XIII se llevaron a cabo ocho cruzadas, aunque hay autores que señalan que fueron nueve, de mayor o menor intensidad en las que miles de guerreros cristianos batallaron contra el islam con la esperanza de alcanzar el reino de los cielos y los musulmanes se defendieron con la misma esperanza con lo cual el enfrentamiento, en principio tendió a asumir un carácter absoluto. Aunque también se realizaron cruzadas contra comunidades de otras religiones. Con este preámbulo vamos a examinar sucintamente cada campaña.

En la primera cruzada se organizó, según Fuller (1985), una armada de alrededor de treinta mil hombres divididos en dos agrupamientos militares claramente diferenciados: los de Pedro el Ermitaño y los que luego se agruparían en torno a Bohemundo de Tarento[9]. Ambos grupos convergieron en Constantinopla dedicándose al saqueo como único modo de sustento por una gran falta de organización y logística. Los primeros fueron neutralizados, exterminados, esclavizados o vendidos como mano de obra después del desastre del sitio de Xerigordos (21-29SEP1096). El sitio de Xerigordos por parte de los cruzados se inició después de unas escaramuzas provocadas por los selyúcidas. Esta acción se emprendió de forma exitosa puesto que los cruzados lograron mediante una acción sorpresa expugnar la fortaleza.  Pero una vez los cruzados establecidos en la fortaleza fueron sorpresivamente contraatacados por refuerzos selyúcidas quedando sitiados y sin acceso a sus fuentes de comida y agua en el lago Iznik por lo que se vieron obligados a rendirse con las consecuencias antes indicadas. Este hecho les permitió a los selyúcidas atacar la caravana de peregrinos y su protección en Civetot (1096) produciendo una gran masacre.

Los segundos partieron de Constantinopla en el año 1097 conquistando Nicea con ayuda bizantina y derrotaron a los turcomanos selyúcidas en Dorylaeum (1097) lo que les permitió seguir avanzando hacia Antioquia que fue sometida a un asedio de ocho meses. En el momento culminante del sitio los cruzados lograron entrar a la ciudad, pero fueron sitiados por refuerzos selyúcidas. En el medio de la crisis el monje cruzado Pedro Bartolomé afirmó haber encontrado la Lanza Sagrada (lanza del soldado romano que atravesó el cuerpo de Jesús) en la ciudad y esto se consideró un milagro que presagiaba que obtendrían la victoria frente a los musulmanes. La victoria de los cruzados se produjo y fundaron los reinos de Eufratesia (Edesa) y Antioquia después de exterminar a los pobladores musulmanes. Después de seis meses de descanso, lograron tomar Jerusalén por asalto el 15 de junio de 1099 “matándose sin piedad a sus habitantes”. Luego de esta victoria, lograron, por una parte, conquistar el puerto de Jaffa permitiéndole la comunicación marítima directa entre Europa y Tierra Santa y establecer un condado en Trípoli y, por la otra, derrotar a una fuerza de refuerzo musulmana (integrada también por armenios, árabes y etíopes) en Absalón.

Pero otras ciudades como Damasco, Alepo relativamente cercanas siguieron en manos musulmanas, así como la propia Absalón permitiendo la comunicación entre Bagdad o Mosul y Egipto. Este hecho en sí constituyó una gran vulnerabilidad para los cruzados porque desde todos esos lugares atacarían sus conquistas o cortar sus líneas de suministros. Los cruzados para asegurar sus dominios se limitaron, por una parte, a establecer solo una red de fortificaciones y una eficiente línea de comunicaciones marítimas con Europa y, por la otra, a mantener la alianza con Bizancio con la finalidad de tratar de frenar a los musulmanes en Siria.

La segunda cruzada se inició casi cincuenta años después que se produjo la estabilización del mundo islámico le permitió establecer un reino en Siria y emprender la conquista de Edesa recuperándola casi completamente después de la derrota cruzada en Harrán. La importancia de Edesa para los cruzados estaba dada por ser un centro de peregrinación debido a que allí, al parecer, se había encontrado la Sábana Santa. La bula Quantum Praedecessores emitida por el papa Eugenio III del 01DIC1145[10]. En la primavera de 1147, Bernardo de Claraval, nombrado santo, bajo la consigna de que “tomar la cruz era un medio para lograr la absolución de los pecados y alcanzar la gracia”[11], un contingente de las islas británicas que lograron liberar Lisboa y Conrado III de Alemania y Luis VII de Francia después de tomar la cruz de peregrinos trataron de dirigirse al Cercano Oriente, pero sólo lo lograron los segundos debido a que el contingente del primero fue destruido en la segunda batalla de Dorylaeum. Una vez reorganizados los franceses emprendieron el sitio de Damasco, pero no solo fracasaron, sino también perdieron el resto de Edesa con lo cual las fuerzas cruzadas sobrevivientes tuvieron que replegarse en Jerusalén ante la llegada de fuerzas superiores selyúcidas.

Alentados por esta victoria, en el mundo islámico se produjo un proceso político-estratégico que culminó con la inclusión de Egipto bajo la autoridad espiritual del califa de Bagdad. El artífice de este proceso fue el Kurdo Melik en Nasir Salah ed-Din Yusuf ibn Ayyub (mejor conocido como Saladino). Una vez que los cristianos se percataron de este proceso se sintieron amenazados por lo que tuvieron que dedicar todos sus esfuerzos en fortalecer su posición. Ello no lo lograron por causas externas, la derrota del emperador bizantino en Miriocéfalo en 1176 en un intento por recuperar territorios perdidos con lo cual la cristiandad de oriente perdió definitivamente la Anatolia y, por causas internas, debido a las disensiones que empezaron a producirse en el seno de los reinos cristianos. A pesar de esta situación los cristianos lograron sorprender a Saladino y derrotarlo en Ramleh (Montgisard) en 1177.

Luego de una tregua acordada entre cristianos y musulmanes, que fue rota por los primeros, se inició la fase final de la campaña que culminó con la caída dl reino cristiano de Jerusalén. Esta fase final tuvo varios momentos: el primero fue naval cuando Reinaldo de Chatillón realizó una incursión naval en el mar Rojo con una escuadra de galeras para perturbar el tráfico marítimo de Egipto, Arabia y la India y destruir La Meca y Medina. La fuerza naval cruzada fue destruida por el gobernador de Egipto, hermano de Saladino, Malik al-Adil, pero el hecho causó una gran consternación en el mundo islámico agravado por el asalto de una caravana de peregrinos a la Meca. El segundo momento lo constituyó el intento fallido de Saladino de ocupar la fortaleza de Kerak. El tercer momento, se inició con el agravamiento de las disensiones interna entre los francos por una sucesión que no dejó herederos. Estas disensiones fueron aprovechadas por Saladino para profundizarlas. El punto culminante de la disensión fue aprovechado por el jefe musulmán creando las condiciones para emboscar a los cruzados. Los cruzados se lanzaron al rescate el 03 de julio de 1187 y cayeron en una trampa. Emboscados los cruzados se vieron obligados a buscar fuentes dirigiéndose al cuerno de Hattin. En el cuerno de Hattin el ejercito cruzado colapso cayendo prisioneros el rey cristiano, algunos nobles y la Vera Cruz.

Después de esta victoria Saladino ocupó tiberiades y se dirigió a Jerusalén. Esta ciudad cayó el 02 de octubre de 1187 después de una tenaz e inútil resistencia. A esta caída se sumó la de Mirabel, Absalón, Jaffa y, especialmente, Acre porque alteró el equilibrio naval en favor de los musulmanes. A pesar de las ejecuciones que realizó después de Hattin, la fama de Saladino se acrecentó porque no repitió las atrocidades que cometieron los cruzados cuando tomaron el espacio un siglo antes. Además, Saladino permitió peregrinaciones cristianas a Jerusalén, y permitió que la Iglesia del Santo Sepulcro permaneciera en manos cristianas. A la caída de Jerusalén le siguió también Montreal y Krak en 1188 y 1189 respectivamente.

Este desastre cruzado, según Read (2000), dejó atónitos a toda la cristiandad europea[12], “y asumieron de inmediato que el abandono de Dios tenía que obedecer a los pecados de su gente”. El papa Gregorio VIII expresó que la pérdida de Jerusalén era un castigo divino por los pecados de los cristianos de Europa. ¿Cuáles eran estos pecados? Quizás el estado de cosas vivido por Juan de Salisbury que murió siete años antes de la caída de Jerusalén nos de una pista de qué estaba sucediendo. Este autor, alumno de Pedro Abelardo, produjo una obra que denominó Policraticus (1159[1984]) que ha sido catalogada como la primera obra del medioevo de filosofía política que describe la realidad de su tiempo[13]. Su importancia radica en que a pesar de exigir a los gobernantes la sumisión a Dios y la ejecución de sus planes, es el primer esfuerzo de un pensador cristiano de secularizar la política al asociarla con el orden de la naturaleza para hacer la vida más digna. En esta obra expresó que el “príncipe es ministro de la utilidad pública y servidor de la equidad” (Pág., 308). De ahí que afirmara

"…la salud de toda comunidad solo será perfecta y manifiesta si los miembros superiores se vuelcan hacia los inferiores y los inferiores responden con igual derecho, de tal manera que mutuamente los unos sean los miembros de los otros y cada uno se sienta principalmente interpelado en aquello que perciba que es más útil a los demás" (Pág., 471).

Esta doble relación se sintetiza en la expresión “el pueblo se configura en la medida del príncipe y el principado según los merecimientos del pueblo” por lo que se explica las veces que tuvo que refugiarse de las persecuciones políticas porque sus afirmaciones contrastaban con la realidad imperante. La palabra clave aquí es corrupción debido a que su fuente es el placer. El placer fue el signo de la crisis que afectaba el orden europeo en la primera centuria del primer milenio de la era cristiana (Pág., 494). Fue en esta situación agravada por la caída de Jerusalén que se produjo un nuevo llamamiento para emprender una nueva cruzada en la encíclica Audita Tremendi[14] que tuvo una inmediata respuesta. Esta respuesta dio origen a la tercera cruzada.

Para la tercera cruzada tomaron la cruz personajes emblemáticos como los reyes Ricardo Corazón de León de Inglaterra y Felipe Augusto de Francia y el emperador Federico I Hohenstaufen (Barbarroja) de Alemania. Esta congregación produjo la agrupación de un importante ejército que se dirigió por mar (los primeros) y por tierra (el segundo), produciéndose un cambio en la conducta de los que iban realizar la empresa guerra desde el mismo momento que dio paso al surgimiento de ideas caballeresca. Read indicó que

“Los emblemas heráldicos, desconocidos en tiempos de la primera Cruzada blasonaban escudos y estandartes; y había entonces en la mente de la nobleza europea la sensación de que la cruzada era la mayor prueba de coraje y de virtud: la justa suprema contra las fuerzas del mal, la prueba final del caballero”.

 

Barbarroja fue el que arribó primero al teatro de operaciones después de que su ejército sufriera grandes penalidades por la inhospitalidad de los bizantinos. No obstante, les propinaron una contundente derrota a las fuerzas del yerno de Saladino Malik Shah el 18 de mayo de 1190 y se abrieron paso hacia el sur, pero en el cruce del rio Cydnus, el emperador alemán cayó al agua y se ahogó por el peso de la armadura. Este hecho hizo dispersar al ejército germano, aunque una parte del mismo llegó a Palestina. Allí un grupo fundó un Hospital bajo el patronazgo de Santa María de los germanos que luego se convertirían en la Orden de los Caballeros Teutónicos.

Contemporáneamente el rey francés llegó a Tiro sin inconveniente y el rey ingles tuvo que ocupar primeramente Chipre. Luego de que ambos se reunieran en Tiro, Ricardo asumió el comando de las fuerzas cristianas y se dirigieron a Acre tomándola sin inconvenientes. Los cristianos se dirigieron al sur y se toparon directamente con las fuerzas de Saladino. Éste último fue derrotado en Cesárea. Los cruzados siguieron entonces a Jerusalén, pero no la tomaron por considerar que su captura iba a ser insostenible. Saladino consecuentemente atacó Jaffa mientras el rey inglés fortificaba Absalón, pero salió en su rescate logrando sostenerla. Pero ambos líderes se percataron de la imposibilidad de una victoria decisiva y pactaron un arreglo:

“[Aceptó] que Absalón fuese demolida. A cambio, Saladino garantizaba las posesiones cristianas de las ciudades costeras desde Antioquia hasta Jaffa. Musulmanes y cristianos podrían visitar libremente Jerusalén y los demás lugares sagrados para la religión cristiana”.

 

Así terminó la tercera cruzada en el año 1191. Saladino murió poco tiempo después y Ricardo Corazón de León murió en el año 1199, mientras sitiaba el castillo de Châlus.

En virtud de los resultados de la tercera cruzada, la cuarta cruzada o mejor conocida como cruzada mercantil fue convocada por el papa Inocencio III con muy poca receptividad en Europa por los conflictos, por una parte, entre la iglesia y el sacro imperio y, por la otra entre Francia e Inglaterra. Estuvo originalmente dirigida contra Jerusalén, pero teniendo como foco Egipto con apoyo veneciano. Sin embargo, después de apoyar a los venecianos a petición de Enrico Dandolo duque de Venecia para conquistar Zara y Dalmacia, fueron dirigidos contra Bizancio, es decir, para ocupar Constantinopla en el año 1203, primero para restituir el emperador legítimo de Bizancio, después para vengar los desaires y traiciones sufridas por los latinos lo cual supuso que la capital imperial fuese sometida, según Fuller,

“… a un saqueo total, sucediéndose las escenas de matanzas. El saqueo conseguido fue tan grande que no podía columbrarse el fin del mismo… Nunca, desde que el mundo fue creado, se consiguió obtener tanta riqueza de una sola ciudad” de este modo…, el Imperio bizantino se convirtió en imperio feudal de los francos… creándose, además, el imperio colonial de Venecia”.

 

Con este hecho se neutralizó el imperio bizantino, aunque en las décadas siguientes logró restituir parte de su poder, distanciaron definitivamente a la Iglesia Católica romana y la Iglesia Ortodoxa y se crearon las condiciones de posibilidad para que otra civilización asiática llenara ese vacío, es decir, el imperio otomano.

La quinta cruzada fue convocada en el año 1215 en el concilio de Letrán por el sentimiento de fortaleza que generó en el orden instaurado en Europa la represión interna que supuso la cruzada contra los cátaros[15] y la importante victoria española sobre los musulmanes en Navas de Tolosa que marcó el inicio de la decadencia acelerada del islam en la península ibérica y que bien nos la describió Averroes (1194 [1998]) en la Exposición de la República de Platón unas décadas antes de ese suceso[16].  En este concilio, que contó con la presencia de Francisco de Asís[17], se evidencia cómo las medidas que adoptó la iglesia contra cualquier forma de pensamiento no autorizada indicaban que se estaba produciendo un cambio de circunstancias por el surgimiento de una nueva subjetividad. Ello explica no sólo la cruzada contra los cátaros, sino también la condena al místico Gioacchino da Fiore y la obligación que se exigió a todo católico de comulgar y confesarse al menos una vez al año para detectar y combatir la herejía.

Esta cruzada efectivamente se desarrolló entre los años 1228-1229 por el emperador Federico II, pero tuvo inicialmente una avanzada húngara (e inglesa) que se conoce como quinta cruzada que logró establecer una cabeza de puente en Damietta y sitiar la ciudad. Contó también con cruzados ingleses y neerlandeses que después de ayudar a los portugueses en la península ibérica se dirigieron a Chipre y seguidamente a Acre. Esta fuerza llegó a San Juan de Acre y luego de un acuerdo con el sultán de Egipto obtuvo Jerusalén, Belén, Nazareth y la Vera Cruz y los musulmanes conservaron el Monte del Templo y la mezquita de al-Aqsa. La importancia de estas acciones fue que Federico II se desvió a Sicilia y fue excomulgado por el papa por lo que, cuando llegó finalmente al Cercano Oriente (sexta cruzada) no contaba con el apoyo papal. Aun así, el emperador alemán sentó un importante precedente: una cruzada podía tener éxito sin apoyo papal. A partir de ese momento, dos reyes europeos tomaron la Cruz, es decir, Luis IX de Francia (Séptima y Octava Cruzadas) y Eduardo I de Inglaterra (Novena Cruzada).

Esta paz se mantuvo de manera precaria y al expirar el tratado firmado por Federico II, se reanudó el conflicto. Por ello el papa Gregorio IX convocó una nueva cruzada después de 1239 y partieron a Tierra Santa un conjunto de nobles atendiendo el llamado. En el Cercano Oriente se consiguieron una situación complicada debido a que, por una parte, los reinos musulmanes se habían dividido y los cristianos tomaron partido por uno de los bandos rompiendo la tregua con los egipcios y, por la otra, al Cercano Oriente estaban llegando restos de los ejércitos que habían logrado salvarse del avance mongol desde el Este. Jerusalén sería reconquistada por uno de estos grupos musulmanes (corasmios) en agosto de 1244. Después de este hecho, en Herbiya (La Forbie) se enfrentaron y la coalición damasceno-cristiana fue derrotada por los egipcios y corasmios en condiciones similares a Hattin perdiéndose en consecuencia Jerusalén de forma definitiva.

Este desastre motivo formalmente la séptima cruzada que fue conducida por el rey Luis IX de Francia. En 1249 se dirigió a Damietta y la tomó sin dificultad. Una vez hechos fuertes allí se dirigieron a Mansurah y fueron derrotados. Luego contratacaron los egipcios siendo también repelidos. La imposibilidad de un resultado comenzó a inclinar la balanza a la causa musulmana. En consecuencia, el rey ordenó la retirada a Damietta pero fue perseguido y capturado, por lo que tuvo que pagar un rescate. Después de ser liberado fortaleció las defensas de San Juan de Acre y Sidón e hizo negociaciones con los egipcios y otra civilización que había arribado a la región proveniente del oriente, es decir, con los mongoles. Con los primeros lograría liberar a los prisioneros cristianos cautivos en el Cairo. Con los segundos sólo obtuvo la oferta de someterse si no querían ser destruidos. Luego regresaría a Francia.

Los mongoles serían detenidos en el año 1260 en Ain Jalut cerca de Nazareth por los mamelucos reestableciéndose, en consecuencia, el equilibrio que había logrado Saladino a su favor. En esta situación, el sultán Baybars conquistó gran parte de los territorios de los territorios Cruzados de Levante, es decir, capturó Nazaret, Cesárea, Haifa, Arsuf, Salef y otras fortificaciones templarías en la región hasta llegar a Antioquia. Los cristianos en estos lugares fueron asesinados o vendidos como esclavos y las estructuras demolidas debido a su falta de colaboración frente a los mongoles que, aunque derrotados, todavía eran una amenaza en Siria. Para el año 1277 los cruzados solo contaban con Acre, Tiro, Sidón, Trípoli, Gibelet, Tortosa y Latakia y las fortalezas de Marqab y Atlit.

Estas derrotas empujaron al rey Luis IX a tomar la cruz nuevamente[18]. Así pues, condujo una fuerza a Cartago (Túnez) ocupándola exitosamente en la séptima cruzada, pero una epidemia en la región diezmo a los cruzados hasta que el propio rey cayó enfermo y murió poco tiempo después en el año 1270. Esta cruzada se desintegró rápidamente, pero la llegada de un refuerzo inglés comandado por Eduardo de Gales hizo que se emprendiera la que pasaría a la historia como la Novena Cruzada cuando decidieron dirigirse a San Juan de Acre. Sin embargo, no pudo hacer otra cosa que una especie de guerra de guerrillas hasta que se percató que su esfuerzo fue inútil. El heredero de Baybars Qalawun continuó con la captura del resto de las posiciones latinas hasta conquistar San Juan de Acre en 1291. Con la caída de Acre sólo quedó en posesión latina la isla de Ruad, que lograron mantenerla por 12 años. A pesar de algunos otros intentos no se pudo organizar otra cruzada.

3.- Los movimientos militares y migratorios: el pasado visto como presente

Kínder y Hilgemann (1988) expresaron que las cruzadas fracasaron en su empresa de conquista debido a la imposibilidad de congregar los intereses particulares de sus principales dirigentes en una causa común. Las discrepancias que opusieron, en primer lugar, los príncipes cruzados y, en segundo lugar, al papa con el emperador, impidieron la concentración de esfuerzos y mermaron la eficacia combativa de los expedicionarios. Debemos decir también que este fracaso se debió a que los defensores tuvieron la tenacidad de defender su territorio sin medir los costos. Entre sus consecuencias se mencionan:

·         Las ciudades marítimas de Italia y el sur de Francia experimentaron una gran expansión económica gracias a su contacto con el Cercano Oriente.

·         El contacto directo con egipcios, árabes, selyúcidas y bizantinos elevó el nivel cultural de Europa en la medida en que incrementó el conocimiento en filosofía, medicina y en las matemáticas y se adoptaron nuevas tecnologías: por una parte, instrumentos como el astrolabio, el gnomon, el sextante y la brújula marinera y, por la otra, se introdujo el molino de viento y se perfeccionó la forja del acero y la alfarería. Además, gracias a este intercambio, se introdujo una importante cantidad de nuevos alimentos.

·         El papado comenzó su declive político, después de que había sido el reino de reyes. Los desastres cristianos en el Cercano Oriente comenzaron a producir disensiones internas en Europa por el surgimiento de una nueva subjetividad que provocaron primero la separación entre imperio y papado y después dentro de la misma iglesia.

·         La aparición en el escenario del Cercano Oriente de otras civilizaciones como la mongola y, finalmente, la otomana que generaron una nueva dinámica político-estratégica en ese espacio.

Los europeos regresaron al Cercano Oriente con el fin de la Primera Guerra Mundial en específico desde el año 1917. El auge del petróleo hizo que fortalecieran su presencia, pero con ello comenzaron los movimientos de resistencia. Estos movimientos de resistencia se acrecentaron en diferentes momentos: el rechazo a la creación de estados a imagen y semejanza de occidente (Israel, Líbano, Siria, Jordania, Irak, etc.), el embargo petrolero árabe y la revolución islámica en Irán. Con estos hechos se comenzó un reflujo que nos regresa al siglo VII momento de la expansión de la dinastía de los omeyas con una diferencia: el avance del islam, como dijimos, fue a expensas del imperio bizantino. El reflujo y la presencia de occidente en el Cercano Oriente nos conduce a los movimientos militares y migratorios en esa gran área de operaciones que constituye los territorios que bordean el mar mediterráneo cuyos límites, son el mar del norte, el desierto del Sahara, el océano Atlántico y hasta ahora el mar Caspio.

Los movimientos migratorios hacia Europa provocados por la situación económica y/o por la guerra en varios estados de mayoría islámica nos obliga a hacer mención al concepto de máquina de guerra de Deleuze y Guattari (2008) en un doble sentido: como máquina de guerra cuyo fin es la destrucción del Estado y como máquina de guerra capturada por el Estado[19]. El primero tiene que ver con los flujos migratorios y el segundo con la presencia militar de Occidente en el Cercano Oriente que nosotros vamos a correlacionar con las ordenes de caballería.

Como máquina de guerra cuyo fin es la destrucción del Estado entendemos que las olas de migrantes a Europa han tenido originalmente un componente social en el sentido de que su aceptación se produjo por solidaridad (identificación por el sufrimiento humano y sentimiento de culpa por el pasado colonialista) y por necesidades económicas (mantener el ritmo del crecimiento económico). El hecho que se financiaran desde los emiratos del golfo pérsico la construcción de mezquitas le dio a esta migración un poderoso componente porque estos dejaron de ser nómadas y se convirtieron en sedentarios en tierras donde muchos antecesores ocuparon (España, Portugal, Italia, Francia) y en otras nuevas (el resto de Europa Occidental). Esto generó núcleos de subjetividad diferente que comenzaron a desafiar el orden político o adoptarlo (alcaldes musulmanes en el Reino Unido, guetos en toda Europa). Esta situación ha puesto a Europa en jaque debido a que desde su mismo seno han surgido movimientos de resistencia contra estas “invasiones bárbaras”. La palabra ‘bárbaro’ se usa aquí en el sentido griego del término.

La progresión de este movimiento migratorio en cierta medida fue similar al acaecido en el siglo IX en la península ibérica. La diferencia está dada en el plano militar. La expansión musulmana en Europa se tornó militar cuando tuvieron una basa política fuerte. En la actualidad no ha sido así debido, por una parte, al poder científico y tecnológico de Occidente a pesar de su decadencia política y, por la otra, Occidente mantiene un importante grado de control sobre las monarquías de la península arábiga, así como de los estados hechos a imagen y semejanza de Occidente, es decir, Israel y Jordania y, un relativo bajo grado de control sobre Irak, Líbano y Siria. Siria en los actuales momentos se presenta con un gran signo de interrogación porque una parte del país tiende a convertirse en una teocracia en condiciones similares a la que dio inicio a la dinastía de los omeyas. Creemos que el vacío generado en aquellos espacios no controlados por el nuevo orden en Siria y expresa la presencia de otros intereses (turcos, estadounidenses, iraníes, rusos, franceses e israelíes) va a generar una nueva fase de conflictos en el área.

En relación con las órdenes de caballería sobre las que orbitaron las empresas guerreras originalmente se crearon siguiendo el ideal ascético con el caballeresco, es decir, voto monástico (pobreza, castidad y obediencia) con la misión del caballero (protección del oprimido) en condiciones similares a aquellas que defendió Bernardo de Claraval. Las más representativas fueron:

·         Los caballeros de San Juan (hospitalarios y posteriormente caballeros de Malta) que se originaron de la hermandad hospitalaria de Jerusalén. Su misión fue el cuidado de los enfermos y el servicio de armas para la defensa de la fe. Esta orden se mantiene más o menos vigente.

·         Los caballeros del temple (templarios) que tuvieron como propósito la protección armada de los peregrinos y Tierra Santa[20].

Según Read, estas dos órdenes fueron “una fuerza multinacional financiada por una corporación multinacional que combatía a los enemigos de la iglesia en diversos frentes”. De alguna otra manera en la actualidad, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), después del fin de la guerra fría, realiza un parecido propósito, es decir, la defensa del neoliberalismo soterrado en expresiones como libertad, democracia y derechos humanos. Esta corporación, en el pasado, basó su poder en el diezmo que sirvió como la más importante fuente de ingresos. De esta manera fue posible el desarrollo de la banca y se generó un ciclo de producción e intercambios que en Europa generó prosperidad. En el presente, la principal fuente de ingresos del neoliberalismo es la guerra misma entendida como una actividad productiva bajo una lógica basada en la relación entre destrucción y construcción. Las otras órdenes fueron:

·         Los caballeros teutónicos que también tuvieron como propósito la protección de los enfermos y Tierra Santa, aunque después se dedicaron a combatir a los no cristianos en Europa oriental.

·         La del Santo Sepulcro fue una orden compuesta por clérigos y laicos y su propósito fue proteger el Santo Sepulcro y, por último

·         La orden de San Lázaro de Jerusalén que originalmente fue creada para proteger a los leprosos y, posteriormente, se convirtió en una orden militar.

Hubo otras dos órdenes de origen español que estuvieron al mismo nivel que las antes mencionadas y todavía están vigentes. Nos referimos a la de los caballeros de Calatrava y los caballeros de Santiago que tuvieron poca participación en las cruzadas debido a que su foco estuvo dirigido a la expulsión de los musulmanes de la península ibérica. Pero como la orden de los templarios fue la única que no sobrevivió vamos a examinarla sucintamente.

La orden de los caballeros templarios luego de la caída de San Juan de Acre estableció su base en Chipre. Desde ahí se sostuvo la isla de Ruad mientras se mantuvo en manos cristianas y realizó una serie de incursiones contra los mamelucos de Egipto que hicieron convencer a estos últimos de la necesidad de arrebatar esa isla a los cristianos. Piénsese en el presente el conjunto de acciones militares estadounidenses en Irak o Afganistán a pesar de que el EE.UU. se “retiró” de esos países o de Rusia, EE.UU., Israel, Reino Unido y Francia en Siria. Debemos recordar aquí que con la excepción de Rusia el resto de los países son de la OTAN o asociado.  

La pérdida de todas las posiciones cristianas en Tierra Santa hizo que se pensara en realizar una nueva cruzada y para ello se creyó que era necesario fusionar a los templarios y los hospitalarios. La resistencia a esta fusión hizo que salieran a relucir acusaciones de grave impropiedad a algunos de sus miembros que obligaron a abrir una investigación en Francia. De esta investigación siguió la detención de más de 15000 miembros de la orden y la confiscación de sus bienes a pesar de depender esta orden directamente del papa. De estas acciones siguió la tortura por parte de la inquisición para hacerlos admitir los cargos que se le imputaban. Los crímenes, según Read, esencialmente eran que:

“se entregan a la adoración y al servicio del diablo,… Jesucristo era un falso profeta que había sido crucificado no para redimir los pecados de la humanidad sino como castigo a los suyo propios… En ceremonias secretas adoraban a un demonio llamado Bafomet que aparecía bajo la forma de un gato, o de un cráneo, o de una cabeza con tres rostros”.

 

En el presente y en Occidente las adoraciones a otras entidades consideradas como ‘divinas’ parten, no sólo, de la libertad de culto consagrada políticamente, sino también de la decadencia de las religiones católicas y protestantes. Además, se le agregaban otras acusaciones como la sodomía, traición al pactar con los musulmanes y adquirir bienes de forma legal e ilegal. La sodomía es un elemento que, en Occidente, en la actualidad, ha generado conmoción cuando se hace mención a la pedofilia, ideología transgénero, prostitución infantil, etc. La traición al pactar con musulmanes en el presente se observa no en el pacto en sí porque estamos en un mundo cada vez más pequeño, sino en la creación de grupos armados a los cuales Occidente ha perdido el control y se ven obligados a combatirlos como ISIS o Dáesh. Y la adquisición de bienes de forma legal o ilegal, en el presente se observa en la causa económica del conflicto actual y explica la gran presencia de mercenarios.

Una vez que estas acusaciones en el pasado fueron admitidas, en su mayor parte bajo tortura, el papa Clemente V dio la orden de arrestar a todos los templarios y colocar todas sus propiedades en salvaguarda de la iglesia bajo la acusación de brujería, herejía y la responsabilidad de perder Tierra Santa. Esto hizo que el foco de atención de la persecución se dirigiera a la captura de las inmensas propiedades de la orden, aunque en muchos casos no lograron dar con ellas. Basta tener presente que una de las ofertas de la campaña electoral pasada en EE.UU. es abrir una investigación acerca de la forma en que ese país se retiró de Afganistán. Piénsese en el presente en los intereses económicos derivados del petróleo y el gas que ha obligado a las potencias extrarregionales a utilizar, como dijimos, mercenarios para cumplir aquellas tareas que antes estaban reservadas a los estados como el uso de la fuerza.

Mediante la bula Vox in excelso se abolió, a perpetuidad, la Orden del Temple. Sus propiedades, aunque fueron transferidas a los hospitalarios, partes considerables de estas quedaron en manos de los reyes de Inglaterra, Aragón y Francia. Después de una serie de confusiones y de contraordenes, los tres principales maestres de la orden fueron quemados en la hoguera. Se debe decir aquí que en la actualidad han existido voces que piden la reinstitucionalización de dicha orden, pero una iglesia católica que requiere de una renovación profunda dentro del contexto de la existencia de una guerra espiritual en las mismas condiciones en que fueron acusados los templarios haría riesgoso cualquier intento. No solo por los templarios, sino también por el hecho de que Occidente vive una crisis de espiritualidad. Por ello en el islam se habla de jihad dentro de un contexto de guerra santa y en Occidente se habla de guerra contra el terrorismo.

De igual forma una política que se ha separado de la ética como se vive Occidente indica que su declive cada vez será más pronunciado si no resuelve su crisis espiritual.  

4.- Corolario

El saqueo veneciano de Constantinopla redujo las posibilidades de reunir de nuevo las iglesias de oriente y occidente a pesar de los esfuerzos unionistas que siguieron. Hubo momentos como en el concilio II de Lyon (1274) y el de Florencia (1439) en que pareció que se había logrado, pero estas posibilidades fueron sepultadas con la caída de Constantinopla y la reforma protestante que sumieron a Europa en terribles guerras religiosas. Después del tratado de Paz de Westfalia hubo intentos, como el realizado por Gottfried Leibniz de reunir de nuevo a las iglesias en Europa.

En la época de máximo apogeo del unipolarismo estadounidense los estudios de escenarios indicaban que en el presente el conflicto que enfrentaría Occidente sería con el islam, pero decían que no tenían las armas suficientes para hacerles frente. Sin embargo, la máquina de guerra que está operando en Europa y en Siria indican que no sólo con las armas cinéticas se gana o evitan guerras, también se requiere de dos componentes de la trinidad de la guerra que expresó Clausewitz, es decir, la voluntad del jefe político en la determinación de los objetivos y la voluntad del pueblo para soportar las penalidades de un conflicto. En Occidente no se cuenta con ninguno, sino con las armas de alta tecnología. El islam parece no contar con el primero, pero si cuenta con el segundo. Así pues, la importancia de los acontecimientos que estamos viviendo es que, con seguridad, habrá gente que piense que se está repitiendo el proceso que se inició en Siffin, siguió en Al Raqqa y finalizó en Damasco con la instauración de un nuevo califato del que no se visualiza su orientación política, pero que podría disponer del dinero de los países de la península arábiga y de la voluntad que emana de una fe que parece inquebrantable.



[1] Blanco, E. (2024). “Ucrania y Siria: Las dos caras de la derrota de los órdenes Postwestfalianos”. Caracas, Festina Lente BG. Documento en línea. Disponible: https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2024/12/ucrania-y-siria-las-dos-caras-de-la.html

[2] Bajo el reinado de Omar el islam conquistó Persia, pero fue abatido por un cautivo persa y el califato fue asumido por Uzman, descendiente de Umayya. Este hecho produjo disensiones entre los musulmanes que provocaron la guerra civil que finalizaría en la batalla de Siffin. Martínez, F. (2019). La gran expansión del Islam: los Omeyas. La Vanguardia. Documento en línea. Disponible: https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-media/20190807/47312081762/la-gran-expansion-del-islam-los-omeyas.html

[3] Según Molero, “los papas habían introducido en el credo la afirmación de que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (“Credo in Spiritum Sanctum qui ex Patre Filioque procedit”), en contra de lo que sostenían los patriarcas orientales, que no reconocían esta última procedencia” (2007:11). Ver también: https://es.catholic.net/op/articulos/9479/cat/443/xii-el-cisma-de-oriente.html#modal

[4] Molero, J. (2007). El Cisma de Oriente y Occidente. Una introducción. GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Año VI. Número 51. Documento en línea. Disponible: https://gibralfaro.uma.es/historia/pag_1404.htm

[5] Ver al respecto: Fuller, J. (1985). Batallas decisivas del Mundo Occidental y su Influencia en la Historia. Vol 1. Desde los tiempos remotos hasta la batalla de Lepanto.  2° ed. Madrid. (T. J. Fernández). Ediciones Ejército. 670 p.

[6] Ver al respecto: Cuestas, J. (2009). Breve Historia de las Cruzadas. Madrid. Ediciones Nowtilus. 254 p.

[7] Al-Fârâbî, A. (950 [2008]). Obras Filosóficas y Políticas. Madrid. (T.R. Guerrero) Editorial Trotta. 256 p

[8] Ver al respecto: López Farjeat, Luis Xavier, Avicena, en Fernández Labastida, Francisco – Mercado, Juan Andrés (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL: http://www.philosophica.info/archivo/2009/voces/avicena/Avicena.html

[9] El primero fue el líder espiritual del movimiento de la cruzada popular o de los pobres y él segundo condujo la cruzada de los nobles. Aquí se puede observar la división social que explicará la posición política de Bernardo de Claraval

[10] El obispo Hugo de Jabala que le transmitió al papa Eugenio III la mala noticia también le habló de un rey oriental cristiano, conocido como Preste Juan que ayudaría a los cruzados. Esta fue primera mención documentada del citado rey.

[11] Bernardo de Claraval (1091-1153) fue miembro de la Orden del Císter que se destacó por imponer un ideal que se va a extender a las órdenes de caballería, es decir, disciplina, austeridad, oración y simplicidad. Logró obtener gran importancia política, no sólo, por defender los derechos políticos y económicos del papa, sino también porque su discípulo Eugenio III (1145-53) llegó a ser papa. Él luchó contra las tendencias laicistas que surgieron de su tiempo, haciendo condenar el racionalismo de Pedro Abelardo (1079 - 1142) y las propuestas de Arnaldo de Brescia de que la Iglesia volviera a la pobreza primitiva. De hecho, promovió la condena a las llamas en el Concilio de Soissons (1121) del tratado De la unidad y la trinidad divinas de Pedro Abelardo, así como de otras frases de sus libros en el Concilio de Sens (1140) debido a que consideró que la fe fuese limitada por “principios racionales”, que desarrolló en su Dialéctica (1121) corriendo el riesgo de ser acusado de hereje. Bernardo también legitimó el uso de la fuerza en apoyo de la Iglesia, promovió y condujo a franceses y alemanes en la segunda Cruzada (1146) y promovió el reconocimiento de la Orden del Temple como realización del ideal del fraile-soldado (1128). Ver al respecto: Tomás Fernández y Elena Tamaro (2004). «Biografia de Pedro Abelardo y Bernardo de Claraval» Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas. Documento en línea. Disponible: https://www.biografiasyvidas.com

[12]   Read, P. (2000). Los Templarios. Buenos Aires. (T. G. Gambolini). Editorial Vergara. 399 p.

[13] Juan de Salisbury. (1159 [1984]). Policraticus. Madrid. (T. M. García y T. Zamarriego). Editora Nacional. 529 p.

[14] Ver al respecto: “Medieval Monday: Pope Gregory VIII, the Audita tremendi, and the Third Crusade”. Pennsylvania. University of Pennsylvania Press. [Documento en Línea]. Disponible: http://pennpress.typepad.com/pennpresslog/2013/04/medieval-monday-pope-gregory-viii-audita-tremendi-and-the-third-crusade.html  .

[15] Esta fue una secta considerada como herética alojada en la ciudad de Albi al suroeste de Francia que cobró gran auge debido a que la iglesia estuvo en decadencia y una jerarquía eclesiástica poco preocupado “por proteger su rebaño”. La doctrina de esa comunidad se basaba en el zoroastrismo. Esta doctrina sostenía que había dos dioses: “una deidad benévola cuyo reino era espíritu puro, y una deidad malévola que había creado el mundo. Todo lo material era por lo tanto intrínsecamente perjudicial y la salvación radicaba en emanciparse de la carne”.  Un personaje histórico que de joven abrazó esta doctrina fue San Agustín de Hipona.

[16] Averroes hizo una interpretación aristotélica de La República de Platón teniendo como foco la realidad de los reinos árabes en la península ibérica. Esta obra realizada en el marco, por una parte, del proceso de descomposición de las instituciones políticas árabes y de la lucha civil que se desató en consecuencia y, por la otra, de la lucha contra los castellanos, significó la persecución política del autor y el destierro. La influencia de su pensamiento marcó e inició la estructuración del espíritu laico al separar la sabiduría religiosa de la filosofía, tal como la indicó Dante Alighieri en El Infierno, que se hará presente en los siglos venideros. Él creyó en la necesidad del ser de reunirse en sociedad para su perfección. Siguiendo a Aristóteles creyó que en sociedad dos eran los modos de alcanzar las virtudes: convencimiento dialectico y coerción punitiva y este último era el que había que aplicar a enemigos, adversarios y delincuentes, así como a las sociedades injustas y malvadas. El islam adoptó este principio para quienes rechazasen su mensaje y para ello había que esforzarse (yihad), pero su fin es la paz… proclama la igualdad de la mujer. A diferencia de Platón que no indica posibilidad de renovación, Averroes cree que sí, si hombres probos toman las riendas del poder. Ver al respecto: Averroes (1194 [1998]). Exposición de la República de Platón. 5° ed. Madrid. (T.M. Cruz). Editorial Tecnos. 158 p. Ver también: Kinder, H y Hilgemann, W. (1988). Atlas Histórico Mundial. De los orígenes a la Revolución Francesa. Madrid. (T. C. Martín y A. Dieterich). Editorial Istmo. 311 p.

[17] San Francisco de Asís (1182 - 1226) fue un religioso y místico italiano que sin proponérselo lideró un movimiento de renovación cristiana que, centrado en el amor a Dios, la pobreza y la alegre fraternidad, tuvo una inmensa repercusión entre las clases populares. Este movimiento que propugnaba una vuelta al cristianismo primitivo requirió de la autorización papal debido a que los movimientos anteriores habían sido declarados heréticos. Ello fue aprobado por Inocencio III. En el concilio de Letrán se reconoció su congregación. Tuvo la oportunidad de viajar al Cercano Oriente y visitar los Santos Lugares. Ver al respecto: Fernández y Tamaro (2004).

[18] Santo Tomás de Aquino fue consejero del rey en el año 1269.

[19] Deleuze, G. y Guattari, F. (2008). Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia. 8º éd. Valencia. (T. J. Vásquez y U. Larraceleta).  Editorial Pre-Textos. 522 p.

[20] Hubo una orden de origen español, denominada del Monte Gaudio que pasó a formar parte del patrimonio del Temple en el año 1186. Ver al respecto: Cuestas (2009).

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