El punto de inicio de las cruzadas lo
ubicamos en el siglo VII, como consecuencia de la rápida expansión musulmana, debido
a que, en ese entonces, tres de los cuatro Patriarcados orientales quedaron
sometidos al poder político del islam: Alejandría, Antioquía y Jerusalén. Como hemos
indicado en una oportunidad anterior la batalla de Siffin en el año 657 d.C. no
sólo marcó las escisiones en el islam en las principales corrientes que
conocemos (sunitas, chiitas y jariyismo), sino también el inicio de la expansión
al Asia Central, al cercano oriente, al norte de África y la península ibérica arrebatándole
territorios al imperio bizantino y derrotando al imperio persa[1].
Gran parte de esta expansión se produjo bajo la dinastía de los omeyas que
rigieron al islam desde mediados del siglo VII hasta
mediados del siguiente siguiendo las prácticas administrativas y militares bizantinas
y la cultura persa, y se extendería a la península ibérica entre los siglos X y
XI[2].
A pesar de esta rápida expansión los omeyas establecieron que la nueva religión
estaría reservada especialmente a los árabes, y mostraron poco interés en que
otros pueblos no árabes se convirtieran debido a que de ellos obtenían tributos
al que estaban exceptuados los musulmanes.
Si bien los omeyas trataron de tomar Constantinopla en varias
oportunidades tuvieron que solicitar treguas debido a los conflictos internos
que debió enfrentar. Una vez estabilizado el califato emprendieron su avance
hacia el oeste y el norte dominando rápidamente Egipto, la actual Libia y Túnez,
desde donde los árabes atacaron por mar Sicilia, las Baleares, el sur de Italia
y Cerdeña, y por tierra España y el sur de Francia, es decir, una dinámica que
se está observando de manera similar en el siglo XXI. En el siglo VIII el
califato alcanzó los máximos límites territoriales hasta que en Poitiers fueron
detenidos por el príncipe franco Carlos Martel. Fue en estas treguas que los
árabes bajo los omeyas tradujeron las obras de filósofos, médicos y sabios del
mundo de lengua griega.
Con los avances de los omeyas el
Oriente cristiano se identificó con la Iglesia bizantina, es decir, el
Patriarcado de Constantinopla y las iglesias nacidas como fruto de su acción
misionera y se produjo un alejamiento del obispado de Roma que empezó a buscar
la protección en los emperadores francos o germánicos a pesar de los esfuerzos
de Bizancio de reunificar el imperio. El alejamiento dio paso a fricciones y
enfrentamientos que comenzaron por el problema de la iconoclastia, se
extendieron a la solución al problema de la procedencia de la segunda persona
de la Santísima Trinidad y a conflictos por la autoridad (Primado de
la Iglesia universal)
y culminaron en el año
1054 con la mutua excomunión de los representantes designados para negociar una
paz eclesiástica[3].
Además de los antes indicado, Molero (2007) agregó, la antipatía
existente entre “asiáticos” y “europeos”, agravada por el “desprecio que sentían
los cristianos orientales
hacia los latinos” debido a la estrecha relación de estos con los germanos
(Pág., 11)[4].
Un año después
del cisma de la cristiandad en el año 1055 d.C. una tribu nómada de origen
turco logró tomar Bagdad y establecer allí lo que se conoció como el imperio
selyúcida liderado Togril nieto de Selyuq. A Togril lo sucedió Alp Arslan quien
derrotó a los bizantinos al mando del emperador Romano IV en la batalla de Manzikert
en 1071. Este hecho sumió a Bizancio en la guerra civil y permitió a los
selyúcidas expandirse a los territorios de la actual Siria y la anatolia. Fue con
esta presencia selyúcida en el área que acaecieron los hechos que detonaron las
cruzadas. Por ello, vamos, en primer lugar, describir sus antecedentes inmediatos,
en segundo lugar, examinar las cruzadas en sí mismas y, en tercer lugar,
analizar los movimientos militares y migratorios entendidos como visto como presente
o a la luz de los actuales acontecimientos en Siria.
1.- Antecedentes
Las Cruzadas o, como
lo denominó el historiador John Frederick Charles Fuller (1985) el contrataque
del cristianismo sobre el islam, fueron el conjunto de campañas militares realizadas
originalmente para ocupar Jerusalén y crear un imperio en el Cercano Oriente y
posteriormente para tratar de recuperar de forma infructuosa la ciudad
reconquistada por Saladino[5]. El contexto
en que se iniciaron las campañas cristianas fue el siguiente:
·
La estabilización que se produjo en Europa Occidental luego
de la batalla de Poitiers y, consecuentemente, la reconquista iniciada por los
reinos ibéricos en la península e italianos en Cerdeña, así como las costas que
bordean el mar Tirreno, Sicilia y Mahdia (Túnez), que les permitió a los
cristianos obtener el control casi absoluto del mar Mediterráneo occidental.
·
La decadencia acelerada del imperio bizantino sobre
todo después de la derrota sufrida en la batalla de Manzikert (1071 d. C.).
Consecuentemente, la ocupación selyúcida del Cercano Oriente y la oportunidad
que se le presentó a la Roma itálica de expandir su influencia en oriente gracias
a la solicitud de ayuda bizantina.
·
Los frecuentes ataques que sufrieron peregrinos
cristianos por parte de las autoridades selyúcidas porque la presencia
extranjera era percibida como un foco de inseguridad. Esta inseguridad se
agravó debido a que más allá de los sufrimientos que padecían los peregrinos portaron
enfermedades que en ese entonces eran totalmente desconocidas para los que
dominaban dicho espacio que los colocaron en constante riesgo de contagios[6].
·
Un crecimiento poblacional en Europa Occidental que
planteó la necesidad de conquistar tierras lejanas para alimento y cobijo.
Estos cuatro estados
de cosas crearon las condiciones de posibilidad para que el papa Urbano II aceptara
el pedido de ayuda bizantino antes mencionado e iniciara una campaña de
promoción por toda Francia de las ventajas materiales que se podían obtener de
una empresa dirigida a liberar los lugares santos de la cristiandad. Una vez logrado
su objetivo, el 27 de noviembre de 1095 durante el concilio de Clermont,
proclamó:
“Toda la cristiandad se siente acongojada por
los triunfos y supremacía de los musulmanes en Oriente. Las Iglesias orientales
han solicitado repetidamente nuestra ayuda. Tierra Santa, tan querida para
todos los corazones cristianos y posesión cristiana por derecho propio, se ve
profanada y esclavizada por sus gobernantes infieles. En consecuencia, los
reyes cristianos deben volver sus armas contra estos enemigos de Dios, en vez
de guerrear entre sí como acontece ahora. Han de rescatar Tierra Santa y la
Ciudad Santa; han de alejar de sí el reproche de la Cristiandad y destruir para
siempre el poderío musulmán. La guerra a la cual os llamamos es una Guerra
Santa y el grito de batalla será Deus volt. Quienes pierdan la vida en
semejante empresa ganarán el paraíso y la remisión de sus pecados”.
Esta proclama generó
una máquina de guerra cuyos efectos han llegado hasta el presente en momentos
en que el islam vivía un momento de gran esplendor que tuvo en Al-Fârâbî (872-950)
e Ibn Sina (Avicena) (980-1037) a dos de sus principales exponentes en el plano
filosófico. Para Al-Fârâbî (950 [2008]), quien
vivió la inestabilidad política que caracterizó la dinastía de los abasíes, las
cosas humanas por medio de las cuales los hombres alcanzan su felicidad, que
entiende como un bien absoluto, en esta vida y en el más allá son las virtudes
(Pág., 98)[7]. Las
virtudes las define como “las disposiciones propias del alma por las que el
hombre puede realizar actos buenos y acciones hermosas”, lo contrario son los
vicios, los defectos y las cualidades despreciables (Pág., 169). Estas virtudes
son cuatro, es decir, teoréticas o racionales (sabiduría, intelecto, talento,
agudeza mental y la excelencia en comprender), éticas (la templanza, la
fortaleza, la largueza y la justicia), prácticas o deliberativas (que proviene
de la reflexión y se enmarcan en la concepción aristotélica de la prudencia) (Pág.,
183-184) y las relativas a las artes prácticas (Pág., 222). Todas ellas reúnen
la perfección práctica.
Pero fue sobre todo su
sucesor Ibn Sina (Avicena) quien su pensamiento
tuvo un gran impacto en la manera de pensar y de ser de los protagonistas que
vivirían el enfrentamiento entre oriente y occidente. Él fue más allá de las
ideas de Al-Fârâbî, es decir, siguiendo la senda aristotélica observa las
virtudes como la inclinación hacia el justo medio respecto del placer y todo lo
que se agrupa bajo el concepto de irascibilidad. Dicho de otra manera, las
virtudes fueron por él enmarcadas en una forma de prudencia donde el
conocimiento tenía como fin la acción, praxis, pero llevada de la mano de la
templanza, la sabiduría y el valor, que constituyen para este pensador en
fundamento de la justicia.
Avicena tendió un
puente entre oriente y occidente puesto que su pensamiento influyó en la medicina
y en la filosofía en la Europa medieval hasta la irrupción del pensamiento de
Averroes y a través de su discípulo Sohravardî se desarrolló una “filosofía
oriental” cuyos efectos están aún presentes en la actual Irán[8].
Con esta filosofía práctica
que en principio fue puesta de lado por la amenaza cristiana entendida de
manera absoluta vamos ahora a examinar sucintamente las cruzadas.
2.- Las cruzadas
Entre los siglos XI y
XIII se llevaron a cabo ocho cruzadas, aunque hay autores que señalan que
fueron nueve, de mayor o menor intensidad en las que miles de guerreros
cristianos batallaron contra el islam con la esperanza de alcanzar el reino de
los cielos y los musulmanes se defendieron con la misma esperanza con lo cual
el enfrentamiento, en principio tendió a asumir un carácter absoluto. Aunque también
se realizaron cruzadas contra comunidades de otras religiones. Con este preámbulo
vamos a examinar sucintamente cada campaña.
En la primera cruzada
se organizó, según Fuller (1985), una armada de alrededor de treinta mil hombres
divididos en dos agrupamientos militares claramente diferenciados: los de Pedro
el Ermitaño y los que luego se agruparían en torno a Bohemundo de Tarento[9]. Ambos
grupos convergieron en Constantinopla dedicándose al saqueo como único modo de
sustento por una gran falta de organización y logística. Los primeros fueron
neutralizados, exterminados, esclavizados o vendidos como mano de obra después
del desastre del sitio de Xerigordos (21-29SEP1096). El sitio de Xerigordos por parte de los cruzados se inició después de
unas escaramuzas provocadas por los selyúcidas. Esta acción se emprendió de
forma exitosa puesto que los cruzados lograron mediante una acción sorpresa expugnar
la fortaleza. Pero una vez los cruzados
establecidos en la fortaleza fueron sorpresivamente contraatacados por refuerzos
selyúcidas quedando sitiados y sin acceso a sus fuentes de comida y agua en el
lago Iznik por lo que se vieron obligados a rendirse con las consecuencias
antes indicadas. Este hecho les permitió a los selyúcidas atacar la caravana de
peregrinos y su protección en Civetot (1096) produciendo una gran masacre.
Los segundos partieron
de Constantinopla en el año 1097 conquistando Nicea con ayuda bizantina y
derrotaron a los turcomanos selyúcidas en Dorylaeum (1097)
lo que les permitió seguir avanzando hacia Antioquia que fue sometida a un
asedio de ocho meses. En el momento culminante del sitio los cruzados lograron
entrar a la ciudad, pero fueron sitiados por refuerzos selyúcidas. En el medio
de la crisis el monje cruzado Pedro Bartolomé afirmó haber encontrado la Lanza Sagrada
(lanza del soldado romano que atravesó el cuerpo de Jesús) en la ciudad y esto
se consideró un milagro que presagiaba que obtendrían la victoria frente a los musulmanes.
La victoria de los cruzados se produjo y fundaron los reinos de
Eufratesia (Edesa) y Antioquia después de exterminar a los pobladores
musulmanes. Después de seis meses de descanso, lograron tomar Jerusalén por
asalto el 15 de junio de 1099 “matándose sin piedad a sus habitantes”. Luego de
esta victoria, lograron, por una parte, conquistar el puerto de Jaffa permitiéndole
la comunicación marítima directa entre Europa y Tierra Santa y establecer un
condado en Trípoli y, por la otra, derrotar a una fuerza de refuerzo musulmana (integrada
también por armenios, árabes y etíopes) en Absalón.
Pero otras ciudades
como Damasco, Alepo relativamente cercanas siguieron en manos musulmanas, así
como la propia Absalón permitiendo la comunicación entre Bagdad o Mosul y
Egipto. Este hecho en sí constituyó una gran vulnerabilidad para los cruzados
porque desde todos esos lugares atacarían sus conquistas o cortar sus líneas de
suministros. Los cruzados para asegurar sus dominios se limitaron, por una
parte, a establecer solo una red de fortificaciones y una eficiente línea de
comunicaciones marítimas con Europa y, por la otra, a mantener la alianza con
Bizancio con la finalidad de tratar de frenar a los musulmanes en Siria.
La segunda cruzada se
inició casi cincuenta años después que se produjo la estabilización del mundo
islámico le permitió establecer un reino en Siria y emprender la conquista de
Edesa recuperándola casi completamente después de la derrota cruzada en Harrán.
La importancia de Edesa para los cruzados estaba dada por ser un centro de
peregrinación debido a que allí, al parecer, se había encontrado la Sábana
Santa. La bula Quantum
Praedecessores emitida por el papa Eugenio III del 01DIC1145[10].
En la primavera de 1147, Bernardo de Claraval, nombrado santo, bajo la consigna
de que “tomar la cruz era un medio para lograr la absolución de los pecados y alcanzar
la gracia”[11], un contingente de
las islas británicas que lograron liberar Lisboa y Conrado III de
Alemania y Luis VII de Francia después de tomar la cruz de peregrinos trataron
de dirigirse al Cercano Oriente, pero sólo lo lograron los segundos debido a
que el contingente del primero fue destruido en la segunda batalla de Dorylaeum.
Una vez reorganizados los franceses emprendieron el sitio de Damasco, pero no
solo fracasaron, sino también perdieron el resto de Edesa con lo cual las
fuerzas cruzadas sobrevivientes tuvieron que replegarse en Jerusalén ante la
llegada de fuerzas superiores selyúcidas.
Alentados por esta
victoria, en el mundo islámico se produjo un proceso político-estratégico que
culminó con la inclusión de Egipto bajo la autoridad espiritual del califa de
Bagdad. El artífice de este proceso fue el Kurdo Melik en Nasir Salah ed-Din
Yusuf ibn Ayyub (mejor conocido como Saladino). Una vez que los cristianos se
percataron de este proceso se sintieron amenazados por lo que tuvieron que dedicar
todos sus esfuerzos en fortalecer su posición. Ello no lo lograron por causas
externas, la derrota del emperador bizantino en Miriocéfalo en 1176 en un
intento por recuperar territorios perdidos con lo cual la cristiandad de
oriente perdió definitivamente la Anatolia y, por causas internas, debido a las
disensiones que empezaron a producirse en el seno de los reinos cristianos. A
pesar de esta situación los cristianos lograron sorprender a Saladino y derrotarlo
en Ramleh (Montgisard)
en 1177.
Luego de una tregua
acordada entre cristianos y musulmanes, que fue rota por los primeros, se
inició la fase final de la campaña que culminó con la caída dl reino cristiano
de Jerusalén. Esta fase final tuvo varios momentos: el primero fue naval cuando
Reinaldo de Chatillón realizó una incursión naval en el mar Rojo con una
escuadra de galeras para perturbar el tráfico marítimo de Egipto, Arabia y la India
y destruir La Meca y Medina. La fuerza naval cruzada fue destruida por el gobernador de
Egipto, hermano de Saladino, Malik al-Adil, pero el hecho causó una gran consternación
en el mundo islámico agravado por el asalto de una caravana de peregrinos a la
Meca. El segundo momento lo constituyó el intento fallido de Saladino de
ocupar la fortaleza de Kerak. El tercer momento, se inició con el agravamiento
de las disensiones interna entre los francos por una sucesión que no dejó
herederos. Estas disensiones fueron aprovechadas por Saladino para
profundizarlas. El punto culminante de la disensión fue aprovechado por el jefe
musulmán creando las condiciones para emboscar a los cruzados. Los cruzados se
lanzaron al rescate el 03 de julio de 1187 y cayeron en una trampa. Emboscados
los cruzados se vieron obligados a buscar fuentes dirigiéndose al cuerno de
Hattin. En el cuerno de Hattin el ejercito cruzado colapso cayendo prisioneros
el rey cristiano, algunos nobles y la Vera Cruz.
Después de esta
victoria Saladino ocupó tiberiades y se dirigió a Jerusalén. Esta ciudad cayó
el 02 de octubre de 1187 después de una tenaz e inútil resistencia. A esta caída
se sumó la de Mirabel, Absalón, Jaffa y, especialmente, Acre porque alteró el
equilibrio naval en favor de los musulmanes. A pesar de las ejecuciones que
realizó después de Hattin, la fama de Saladino se acrecentó porque no repitió las
atrocidades que cometieron los cruzados cuando tomaron el espacio un siglo
antes. Además, Saladino permitió peregrinaciones cristianas a Jerusalén, y
permitió que la Iglesia del Santo Sepulcro permaneciera en manos cristianas. A la
caída de Jerusalén le siguió también Montreal y Krak en 1188 y 1189 respectivamente.
Este desastre cruzado,
según Read (2000), dejó atónitos a toda la cristiandad europea[12], “y
asumieron de inmediato que el abandono de Dios tenía que obedecer a los pecados
de su gente”. El papa Gregorio VIII expresó que la pérdida de Jerusalén era
un castigo divino por los pecados de los cristianos de Europa. ¿Cuáles
eran estos pecados? Quizás el estado de cosas vivido por Juan de Salisbury que
murió siete años antes de la caída de Jerusalén nos de una pista de qué estaba
sucediendo. Este autor, alumno de Pedro Abelardo, produjo una obra que denominó
Policraticus (1159[1984]) que ha sido
catalogada como la primera obra del medioevo de filosofía política que describe
la realidad de su tiempo[13]. Su
importancia radica en que a pesar de exigir a los gobernantes la sumisión a
Dios y la ejecución de sus planes, es el primer esfuerzo de un pensador cristiano
de secularizar la política al asociarla con el orden de la naturaleza para hacer
la vida más digna. En esta obra expresó que el “príncipe es ministro de la
utilidad pública y servidor de la equidad” (Pág.,
308). De ahí que afirmara
"…la salud de toda comunidad solo será
perfecta y manifiesta si los miembros superiores se vuelcan hacia los
inferiores y los inferiores responden con igual derecho, de tal manera que
mutuamente los unos sean los miembros de los otros y cada uno se sienta
principalmente interpelado en aquello que perciba que es más útil a los
demás" (Pág., 471).
Esta doble relación se
sintetiza en la expresión “el pueblo se configura en la medida del príncipe y
el principado según los merecimientos del pueblo” por lo que se explica las
veces que tuvo que refugiarse de las persecuciones políticas porque sus
afirmaciones contrastaban con la realidad imperante. La palabra clave aquí es
corrupción debido a que su fuente es el placer. El placer fue el signo de la
crisis que afectaba el orden europeo en la primera centuria del primer milenio
de la era cristiana (Pág., 494). Fue en esta situación agravada por la caída de
Jerusalén que se produjo un nuevo llamamiento para emprender una nueva cruzada
en la encíclica Audita Tremendi[14] que tuvo una
inmediata respuesta. Esta respuesta dio origen a la tercera cruzada.
Para la tercera
cruzada tomaron la cruz personajes emblemáticos como los reyes Ricardo Corazón
de León de Inglaterra y Felipe Augusto de Francia y el emperador Federico I
Hohenstaufen (Barbarroja) de Alemania. Esta congregación produjo la agrupación
de un importante ejército que se dirigió por mar (los primeros) y por tierra
(el segundo), produciéndose un cambio en la conducta de los que iban realizar
la empresa guerra desde el mismo momento que dio paso al surgimiento de ideas
caballeresca. Read indicó que
“Los emblemas heráldicos, desconocidos en
tiempos de la primera Cruzada blasonaban escudos y estandartes; y había
entonces en la mente de la nobleza europea la sensación de que la cruzada era
la mayor prueba de coraje y de virtud: la justa suprema contra las fuerzas del
mal, la prueba final del caballero”.
Barbarroja fue el que
arribó primero al teatro de operaciones después de que su ejército sufriera
grandes penalidades por la inhospitalidad de los bizantinos. No obstante, les
propinaron una contundente derrota a las fuerzas del yerno de Saladino Malik
Shah el 18 de mayo de 1190 y se abrieron paso hacia el sur, pero en el cruce
del rio Cydnus, el emperador alemán cayó al agua y se ahogó por el peso de la
armadura. Este hecho hizo dispersar al ejército germano, aunque una parte del
mismo llegó a Palestina. Allí un grupo fundó un Hospital bajo el patronazgo de
Santa María de los germanos que luego se convertirían en la Orden de los
Caballeros Teutónicos.
Contemporáneamente el
rey francés llegó a Tiro sin inconveniente y el rey ingles tuvo que ocupar
primeramente Chipre. Luego de que ambos se reunieran en Tiro, Ricardo asumió el
comando de las fuerzas cristianas y se dirigieron a Acre tomándola sin
inconvenientes. Los cristianos se dirigieron al sur y se toparon directamente
con las fuerzas de Saladino. Éste último fue derrotado en Cesárea. Los cruzados
siguieron entonces a Jerusalén, pero no la tomaron por considerar que su
captura iba a ser insostenible. Saladino consecuentemente atacó Jaffa mientras
el rey inglés fortificaba Absalón, pero salió en su rescate logrando sostenerla.
Pero ambos líderes se percataron de la imposibilidad de una victoria decisiva y
pactaron un arreglo:
“[Aceptó] que Absalón fuese demolida. A
cambio, Saladino garantizaba las posesiones cristianas de las ciudades costeras
desde Antioquia hasta Jaffa. Musulmanes y cristianos podrían visitar libremente
Jerusalén y los demás lugares sagrados para la religión cristiana”.
Así terminó la tercera
cruzada en el año 1191. Saladino murió poco tiempo después y Ricardo Corazón de
León murió en el año 1199, mientras sitiaba el castillo de Châlus.
En virtud de los
resultados de la tercera cruzada, la cuarta cruzada o mejor conocida como
cruzada mercantil fue convocada por el papa Inocencio III con muy poca
receptividad en Europa por los conflictos, por una parte, entre la iglesia y el
sacro imperio y, por la otra entre Francia e Inglaterra. Estuvo originalmente dirigida
contra Jerusalén, pero teniendo como foco Egipto con apoyo veneciano. Sin
embargo, después de apoyar a los venecianos a petición de Enrico Dandolo duque
de Venecia para conquistar Zara y Dalmacia, fueron dirigidos contra Bizancio,
es decir, para ocupar Constantinopla en el año 1203, primero para restituir el
emperador legítimo de Bizancio, después para vengar los desaires y traiciones
sufridas por los latinos lo cual supuso que la capital imperial fuese sometida,
según Fuller,
“… a un saqueo total, sucediéndose las escenas
de matanzas. El saqueo conseguido fue tan
grande que no podía columbrarse el fin del mismo… Nunca, desde que el mundo fue
creado, se consiguió obtener tanta riqueza de una sola ciudad” de este modo…,
el Imperio bizantino se convirtió en imperio feudal de los francos… creándose,
además, el imperio colonial de Venecia”.
Con este hecho se
neutralizó el imperio bizantino, aunque en las décadas siguientes logró
restituir parte de su poder, distanciaron definitivamente a la Iglesia Católica
romana y la Iglesia Ortodoxa y se crearon las condiciones de posibilidad para
que otra civilización asiática llenara ese vacío, es decir, el imperio otomano.
La quinta cruzada fue
convocada en el año 1215 en el concilio de Letrán por el sentimiento de fortaleza
que generó en el orden instaurado en Europa la represión interna que supuso la
cruzada contra los cátaros[15] y
la importante victoria española sobre los musulmanes en Navas de Tolosa que
marcó el inicio de la decadencia acelerada del islam en la península ibérica y
que bien nos la describió Averroes (1194 [1998]) en la Exposición de la
República de Platón unas décadas antes de ese suceso[16]. En este concilio, que contó con la presencia
de Francisco de Asís[17], se
evidencia cómo las medidas que adoptó la iglesia contra cualquier forma de
pensamiento no autorizada indicaban que se estaba produciendo un cambio de
circunstancias por el surgimiento de una nueva subjetividad. Ello explica no sólo
la cruzada contra los cátaros, sino también la condena al místico Gioacchino
da Fiore y la obligación que se exigió a todo católico de comulgar y confesarse
al menos una vez al año para detectar y combatir la herejía.
Esta cruzada
efectivamente se desarrolló entre los años 1228-1229 por el emperador Federico
II, pero tuvo inicialmente una avanzada húngara (e inglesa) que se conoce como
quinta cruzada que logró establecer una cabeza de puente en Damietta y sitiar
la ciudad. Contó también con cruzados ingleses y neerlandeses que después de
ayudar a los portugueses en la península ibérica se dirigieron a Chipre y seguidamente
a Acre. Esta fuerza llegó a San Juan de Acre y luego de un acuerdo con el
sultán de Egipto obtuvo Jerusalén, Belén, Nazareth y la Vera Cruz y los musulmanes
conservaron el Monte del Templo y la mezquita de al-Aqsa. La importancia de
estas acciones fue que Federico II se desvió a Sicilia y fue excomulgado por el
papa por lo que, cuando llegó finalmente al Cercano Oriente (sexta cruzada) no
contaba con el apoyo papal. Aun así, el emperador alemán sentó un importante
precedente: una cruzada podía tener éxito sin apoyo papal. A partir de ese
momento, dos reyes europeos tomaron la Cruz, es decir, Luis IX de Francia
(Séptima y Octava Cruzadas) y Eduardo I de Inglaterra (Novena Cruzada).
Esta paz se mantuvo de
manera precaria y al expirar el tratado firmado por Federico II, se reanudó el
conflicto. Por ello el papa Gregorio IX convocó una nueva cruzada después de
1239 y partieron a Tierra Santa un conjunto de nobles atendiendo el llamado. En
el Cercano Oriente se consiguieron una situación complicada debido a que, por
una parte, los reinos musulmanes se habían dividido y los cristianos tomaron
partido por uno de los bandos rompiendo la tregua con los egipcios y, por la
otra, al Cercano Oriente estaban llegando restos de los ejércitos que habían
logrado salvarse del avance mongol desde el Este. Jerusalén sería reconquistada
por uno de estos grupos musulmanes (corasmios) en agosto de 1244. Después de este
hecho, en Herbiya (La Forbie) se enfrentaron y la coalición damasceno-cristiana
fue derrotada por los egipcios y corasmios en condiciones similares a Hattin
perdiéndose en consecuencia Jerusalén de forma definitiva.
Este desastre motivo
formalmente la séptima cruzada que fue conducida por el rey Luis IX de Francia.
En 1249 se dirigió a Damietta y la tomó sin dificultad. Una vez hechos fuertes
allí se dirigieron a Mansurah y fueron derrotados. Luego contratacaron los
egipcios siendo también repelidos. La imposibilidad de un resultado comenzó a
inclinar la balanza a la causa musulmana. En consecuencia, el rey ordenó la
retirada a Damietta pero fue perseguido y capturado, por lo que tuvo que pagar
un rescate. Después de ser liberado fortaleció las defensas de San Juan de Acre
y Sidón e hizo negociaciones con los egipcios y otra civilización que había
arribado a la región proveniente del oriente, es decir, con los mongoles. Con
los primeros lograría liberar a los prisioneros cristianos cautivos en el
Cairo. Con los segundos sólo obtuvo la oferta de someterse si no querían ser
destruidos. Luego regresaría a Francia.
Los mongoles serían
detenidos en el año 1260 en Ain Jalut cerca de Nazareth por los mamelucos
reestableciéndose, en consecuencia, el equilibrio que había logrado Saladino a
su favor. En esta situación, el sultán Baybars conquistó gran parte de los
territorios de los territorios Cruzados de Levante, es decir, capturó
Nazaret, Cesárea, Haifa, Arsuf, Salef y otras fortificaciones templarías en la
región hasta llegar a Antioquia. Los cristianos en estos lugares fueron
asesinados o vendidos como esclavos y las estructuras demolidas debido a su
falta de colaboración frente a los mongoles que, aunque derrotados, todavía
eran una amenaza en Siria. Para el año 1277 los cruzados solo contaban con Acre, Tiro,
Sidón, Trípoli, Gibelet, Tortosa y Latakia y las fortalezas de Marqab y Atlit.
Estas derrotas empujaron
al rey Luis IX a tomar la cruz nuevamente[18].
Así pues, condujo una fuerza a Cartago (Túnez) ocupándola exitosamente en la
séptima cruzada, pero una epidemia en la región diezmo a los cruzados hasta que
el propio rey cayó enfermo y murió poco tiempo después en el año 1270. Esta
cruzada se desintegró rápidamente, pero la llegada de un refuerzo inglés
comandado por Eduardo de Gales hizo que se emprendiera la que pasaría a la historia
como la Novena Cruzada cuando decidieron dirigirse a San Juan de Acre. Sin embargo,
no pudo hacer otra cosa que una especie de guerra de guerrillas hasta que se
percató que su esfuerzo fue inútil. El heredero de Baybars Qalawun continuó
con la captura del resto de las posiciones latinas hasta conquistar San Juan de
Acre en 1291. Con la caída de Acre sólo quedó en posesión latina la isla de
Ruad, que lograron mantenerla por 12 años. A pesar de algunos otros intentos no
se pudo organizar otra cruzada.
3.- Los movimientos
militares y migratorios: el pasado visto como presente
Kínder y Hilgemann (1988)
expresaron que las cruzadas fracasaron en su empresa de conquista debido a la
imposibilidad de congregar los intereses particulares de sus principales
dirigentes en una causa común. Las discrepancias que opusieron, en primer
lugar, los príncipes cruzados y, en segundo lugar, al papa con el emperador,
impidieron la concentración de esfuerzos y mermaron la eficacia combativa de
los expedicionarios. Debemos decir también que este fracaso se debió a que los
defensores tuvieron la tenacidad de defender su territorio sin medir los
costos. Entre sus consecuencias se mencionan:
·
Las ciudades marítimas de Italia y el sur de Francia
experimentaron una gran expansión económica gracias a su contacto con el
Cercano Oriente.
·
El contacto directo con egipcios, árabes, selyúcidas y
bizantinos elevó el nivel cultural de Europa en la medida en que incrementó el
conocimiento en filosofía, medicina y en las matemáticas y se adoptaron nuevas
tecnologías: por una parte, instrumentos como el astrolabio, el gnomon, el
sextante y la brújula marinera y, por la otra, se introdujo el molino de viento
y se perfeccionó la forja del acero y la alfarería. Además, gracias a este
intercambio, se introdujo una importante cantidad de nuevos alimentos.
·
El papado comenzó su declive político, después de que
había sido el reino de reyes. Los desastres cristianos en el Cercano Oriente
comenzaron a producir disensiones internas en Europa por el surgimiento de una
nueva subjetividad que provocaron primero la separación entre imperio y papado
y después dentro de la misma iglesia.
·
La aparición en el escenario del Cercano Oriente de
otras civilizaciones como la mongola y, finalmente, la otomana que generaron
una nueva dinámica político-estratégica en ese espacio.
Los europeos regresaron
al Cercano Oriente con el fin de la Primera Guerra Mundial en específico desde
el año 1917. El auge del petróleo hizo que fortalecieran su presencia, pero con
ello comenzaron los movimientos de resistencia. Estos movimientos de
resistencia se acrecentaron en diferentes momentos: el rechazo a la creación de
estados a imagen y semejanza de occidente (Israel, Líbano, Siria, Jordania,
Irak, etc.), el embargo petrolero árabe y la revolución islámica en Irán. Con estos
hechos se comenzó un reflujo que nos regresa al siglo VII momento de la expansión
de la dinastía de los omeyas con una diferencia: el avance del islam, como
dijimos, fue a expensas del imperio bizantino. El reflujo y la presencia de
occidente en el Cercano Oriente nos conduce a los movimientos militares y
migratorios en esa gran área de operaciones que constituye los territorios que
bordean el mar mediterráneo cuyos límites, son el mar del norte, el desierto
del Sahara, el océano Atlántico y hasta ahora el mar Caspio.
Los movimientos
migratorios hacia Europa provocados por la situación económica y/o por la
guerra en varios estados de mayoría islámica nos obliga a hacer mención al
concepto de máquina de guerra de Deleuze y Guattari (2008) en un doble sentido:
como máquina de guerra cuyo fin es la destrucción del Estado y como máquina de
guerra capturada por el Estado[19]. El
primero tiene que ver con los flujos migratorios y el segundo con la presencia
militar de Occidente en el Cercano Oriente que nosotros vamos a correlacionar
con las ordenes de caballería.
Como máquina de guerra
cuyo fin es la destrucción del Estado entendemos que las olas de migrantes a Europa
han tenido originalmente un componente social en el sentido de que su
aceptación se produjo por solidaridad (identificación por el sufrimiento humano
y sentimiento de culpa por el pasado colonialista) y por necesidades económicas
(mantener el ritmo del crecimiento económico). El hecho que se financiaran
desde los emiratos del golfo pérsico la construcción de mezquitas le dio a esta
migración un poderoso componente porque estos dejaron de ser nómadas y se
convirtieron en sedentarios en tierras donde muchos antecesores ocuparon (España,
Portugal, Italia, Francia) y en otras nuevas (el resto de Europa Occidental). Esto
generó núcleos de subjetividad diferente que comenzaron a desafiar el orden político
o adoptarlo (alcaldes musulmanes en el Reino Unido, guetos en toda Europa). Esta
situación ha puesto a Europa en jaque debido a que desde su mismo seno han
surgido movimientos de resistencia contra estas “invasiones bárbaras”. La palabra
‘bárbaro’ se usa aquí en el sentido griego del término.
La progresión de este
movimiento migratorio en cierta medida fue similar al acaecido en el siglo IX
en la península ibérica. La diferencia está dada en el plano militar. La expansión
musulmana en Europa se tornó militar cuando tuvieron una basa política fuerte. En
la actualidad no ha sido así debido, por una parte, al poder científico y
tecnológico de Occidente a pesar de su decadencia política y, por la otra,
Occidente mantiene un importante grado de control sobre las monarquías de la península
arábiga, así como de los estados hechos a imagen y semejanza de Occidente, es
decir, Israel y Jordania y, un relativo bajo grado de control sobre Irak,
Líbano y Siria. Siria en los actuales momentos se presenta con un gran signo de
interrogación porque una parte del país tiende a convertirse en una teocracia
en condiciones similares a la que dio inicio a la dinastía de los omeyas. Creemos
que el vacío generado en aquellos espacios no controlados por el nuevo orden en
Siria y expresa la presencia de otros intereses (turcos, estadounidenses, iraníes,
rusos, franceses e israelíes) va a generar una nueva fase de conflictos en el
área.
En relación con las órdenes
de caballería sobre las que orbitaron las empresas guerreras originalmente se
crearon siguiendo el ideal ascético con el caballeresco, es decir, voto
monástico (pobreza, castidad y obediencia) con la misión del caballero
(protección del oprimido) en condiciones similares a aquellas que defendió
Bernardo de Claraval. Las más representativas fueron:
·
Los caballeros de San Juan (hospitalarios y
posteriormente caballeros de Malta) que se originaron de la hermandad
hospitalaria de Jerusalén. Su misión fue el cuidado de los enfermos y el
servicio de armas para la defensa de la fe. Esta orden se mantiene más o menos
vigente.
·
Los caballeros del temple (templarios) que tuvieron
como propósito la protección armada de los peregrinos y Tierra Santa[20].
Según Read, estas dos órdenes
fueron “una fuerza multinacional financiada por una corporación multinacional
que combatía a los enemigos de la iglesia en diversos frentes”. De alguna otra
manera en la actualidad, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN),
después del fin de la guerra fría, realiza un parecido propósito, es decir, la
defensa del neoliberalismo soterrado en expresiones como libertad, democracia y
derechos humanos. Esta corporación, en el pasado, basó su poder en el diezmo
que sirvió como la más importante fuente de ingresos. De esta manera fue
posible el desarrollo de la banca y se generó un ciclo de producción e
intercambios que en Europa generó prosperidad. En el presente, la principal
fuente de ingresos del neoliberalismo es la guerra misma entendida como una
actividad productiva bajo una lógica basada en la relación entre destrucción y
construcción. Las otras órdenes fueron:
·
Los caballeros teutónicos que también tuvieron como propósito
la protección de los enfermos y Tierra Santa, aunque después se dedicaron a
combatir a los no cristianos en Europa oriental.
·
La del Santo Sepulcro fue una orden compuesta por clérigos
y laicos y su propósito fue proteger el Santo Sepulcro y, por último
·
La orden de San Lázaro de Jerusalén que originalmente
fue creada para proteger a los leprosos y, posteriormente, se convirtió en una
orden militar.
Hubo otras dos órdenes
de origen español que estuvieron al mismo nivel que las antes mencionadas y
todavía están vigentes. Nos referimos a la de los caballeros de Calatrava y los
caballeros de Santiago que tuvieron poca participación en las cruzadas debido a
que su foco estuvo dirigido a la expulsión de los musulmanes de la península
ibérica. Pero como la orden de los templarios fue la única que no sobrevivió
vamos a examinarla sucintamente.
La orden de los
caballeros templarios luego de la caída de San Juan de Acre estableció su base
en Chipre. Desde ahí se sostuvo la isla de Ruad mientras se mantuvo en manos
cristianas y realizó una serie de incursiones contra los mamelucos de Egipto
que hicieron convencer a estos últimos de la necesidad de arrebatar esa isla a
los cristianos. Piénsese en el presente el conjunto de acciones militares
estadounidenses en Irak o Afganistán a pesar de que el EE.UU. se “retiró” de esos
países o de Rusia, EE.UU., Israel, Reino Unido y Francia en Siria. Debemos recordar
aquí que con la excepción de Rusia el resto de los países son de la OTAN o
asociado.
La pérdida de todas
las posiciones cristianas en Tierra Santa hizo que se pensara en realizar una
nueva cruzada y para ello se creyó que era necesario fusionar a los templarios
y los hospitalarios. La resistencia a esta fusión hizo que salieran a relucir
acusaciones de grave impropiedad a
algunos de sus miembros que obligaron a abrir una investigación en Francia. De
esta investigación siguió la detención de más de 15000 miembros de la orden y
la confiscación de sus bienes a pesar de depender esta orden directamente del
papa. De estas acciones siguió la tortura por parte de la inquisición para
hacerlos admitir los cargos que se le imputaban. Los crímenes, según Read,
esencialmente eran que:
“se entregan a la adoración y al servicio del
diablo,… Jesucristo era un falso profeta que había sido crucificado no para
redimir los pecados de la humanidad sino como castigo a los suyo propios… En
ceremonias secretas adoraban a un demonio llamado Bafomet que aparecía bajo la
forma de un gato, o de un cráneo, o de una cabeza con tres rostros”.
En el presente y en
Occidente las adoraciones a otras entidades consideradas como ‘divinas’ parten,
no sólo, de la libertad de culto consagrada políticamente, sino también de la decadencia
de las religiones católicas y protestantes. Además, se le agregaban otras
acusaciones como la sodomía, traición al pactar con los musulmanes y adquirir
bienes de forma legal e ilegal. La sodomía es un elemento que, en Occidente, en
la actualidad, ha generado conmoción cuando se hace mención a la pedofilia,
ideología transgénero, prostitución infantil, etc. La traición al pactar con
musulmanes en el presente se observa no en el pacto en sí porque estamos en un
mundo cada vez más pequeño, sino en la creación de grupos armados a los cuales
Occidente ha perdido el control y se ven obligados a combatirlos como ISIS o Dáesh.
Y la adquisición de bienes de forma legal o ilegal, en el presente se observa
en la causa económica del conflicto actual y explica la gran presencia de
mercenarios.
Una vez que estas
acusaciones en el pasado fueron admitidas, en su mayor parte bajo tortura, el
papa Clemente V dio la orden de arrestar a todos los templarios y colocar todas
sus propiedades en salvaguarda de la iglesia bajo la acusación de brujería,
herejía y la responsabilidad de perder Tierra Santa. Esto hizo que el foco de
atención de la persecución se dirigiera a la captura de las inmensas
propiedades de la orden, aunque en muchos casos no lograron dar con ellas. Basta
tener presente que una de las ofertas de la campaña electoral pasada en EE.UU.
es abrir una investigación acerca de la forma en que ese país se retiró de
Afganistán. Piénsese en el presente en los intereses económicos derivados del petróleo
y el gas que ha obligado a las potencias extrarregionales a utilizar, como dijimos,
mercenarios para cumplir aquellas tareas que antes estaban reservadas a los
estados como el uso de la fuerza.
Mediante la bula Vox in excelso se abolió, a perpetuidad,
la Orden del Temple. Sus propiedades, aunque fueron transferidas a los
hospitalarios, partes considerables de estas quedaron en manos de los reyes de
Inglaterra, Aragón y Francia. Después de una serie de confusiones y de
contraordenes, los tres principales maestres de la orden fueron quemados en la
hoguera. Se debe decir aquí que en la actualidad han existido voces que piden la
reinstitucionalización de dicha orden, pero una iglesia católica que requiere
de una renovación profunda dentro del contexto de la existencia de una guerra
espiritual en las mismas condiciones en que fueron acusados los templarios haría
riesgoso cualquier intento. No solo por los templarios, sino también por el
hecho de que Occidente vive una crisis de espiritualidad. Por ello en el islam
se habla de jihad dentro de un contexto de guerra santa y en Occidente se habla
de guerra contra el terrorismo.
De igual forma una
política que se ha separado de la ética como se vive Occidente indica que su
declive cada vez será más pronunciado si no resuelve su crisis espiritual.
4.- Corolario
El saqueo veneciano de Constantinopla
redujo las posibilidades de reunir de nuevo las iglesias de oriente y occidente
a pesar de los esfuerzos unionistas que siguieron. Hubo momentos como en el
concilio II de Lyon (1274) y el de Florencia (1439) en que pareció que se había
logrado, pero estas posibilidades fueron sepultadas con la caída de Constantinopla
y la reforma protestante que sumieron a Europa en terribles guerras religiosas.
Después del tratado de Paz de Westfalia hubo intentos, como el realizado por
Gottfried Leibniz de reunir de nuevo a las iglesias en Europa.
En la época de máximo apogeo del
unipolarismo estadounidense los estudios de escenarios indicaban que en el
presente el conflicto que enfrentaría Occidente sería con el islam, pero decían
que no tenían las armas suficientes para hacerles frente. Sin embargo, la
máquina de guerra que está operando en Europa y en Siria indican que no sólo con
las armas cinéticas se gana o evitan guerras, también se requiere de dos
componentes de la trinidad de la guerra que expresó Clausewitz, es decir, la
voluntad del jefe político en la determinación de los objetivos y la voluntad
del pueblo para soportar las penalidades de un conflicto. En Occidente no se
cuenta con ninguno, sino con las armas de alta tecnología. El islam parece no
contar con el primero, pero si cuenta con el segundo. Así pues, la importancia de los
acontecimientos que estamos viviendo es que, con seguridad, habrá gente que
piense que se está repitiendo el proceso que se inició en Siffin, siguió en Al
Raqqa y finalizó en Damasco con la instauración de un nuevo califato del que no
se visualiza su orientación política, pero que podría disponer del dinero de
los países de la península arábiga y de la voluntad que emana de una fe que
parece inquebrantable.
[1] Blanco, E. (2024). “Ucrania
y Siria: Las dos caras de la derrota de los órdenes Postwestfalianos”. Caracas,
Festina Lente BG. Documento en línea. Disponible: https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2024/12/ucrania-y-siria-las-dos-caras-de-la.html
[2] Bajo el reinado de Omar
el islam conquistó Persia, pero fue abatido por un cautivo persa y el califato fue asumido
por Uzman, descendiente de Umayya. Este hecho produjo disensiones
entre los musulmanes que provocaron la guerra civil que finalizaría en la
batalla de Siffin. Martínez,
F. (2019). La gran expansión del Islam: los Omeyas. La Vanguardia. Documento en
línea. Disponible: https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-media/20190807/47312081762/la-gran-expansion-del-islam-los-omeyas.html
[3] Según Molero, “los papas habían
introducido en el credo la afirmación de que el Espíritu Santo procede del
Padre y del Hijo (“Credo in Spiritum Sanctum qui ex Patre Filioque procedit”),
en contra de lo que sostenían los patriarcas orientales, que no reconocían esta
última procedencia” (2007:11). Ver
también: https://es.catholic.net/op/articulos/9479/cat/443/xii-el-cisma-de-oriente.html#modal
[4] Molero, J. (2007). El
Cisma de Oriente y Occidente. Una introducción. GIBRALFARO. Revista de Creación
Literaria y Humanidades. Año VI. Número 51. Documento en línea. Disponible: https://gibralfaro.uma.es/historia/pag_1404.htm
[5] Ver al respecto:
Fuller, J. (1985). Batallas decisivas del
Mundo Occidental y su Influencia en la Historia. Vol 1. Desde los tiempos
remotos hasta la batalla de Lepanto.
2° ed. Madrid. (T. J. Fernández). Ediciones Ejército. 670 p.
[6] Ver al respecto:
Cuestas, J. (2009). Breve Historia de las
Cruzadas. Madrid. Ediciones Nowtilus. 254 p.
[7] Al-Fârâbî, A. (950 [2008]). Obras
Filosóficas y Políticas. Madrid. (T.R. Guerrero) Editorial Trotta. 256 p
[8] Ver al respecto: López
Farjeat, Luis Xavier, Avicena, en Fernández Labastida, Francisco – Mercado,
Juan Andrés (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL: http://www.philosophica.info/archivo/2009/voces/avicena/Avicena.html
[9] El primero fue el líder
espiritual del movimiento de la cruzada popular o de los pobres y él segundo condujo
la cruzada de los nobles. Aquí se puede observar la división social que
explicará la posición política de Bernardo de Claraval
[10] El obispo Hugo de
Jabala que le transmitió al papa Eugenio III la mala noticia también le habló
de un rey oriental cristiano, conocido como Preste Juan que ayudaría a los
cruzados. Esta fue primera mención documentada del citado rey.
[11] Bernardo de
Claraval (1091-1153) fue miembro de la Orden del Císter que se destacó
por imponer un ideal que se va a extender a las órdenes de caballería, es
decir, disciplina, austeridad, oración y simplicidad. Logró obtener gran
importancia política, no sólo, por defender los derechos políticos y económicos
del papa, sino también porque su discípulo Eugenio III (1145-53) llegó a ser
papa. Él luchó contra las tendencias laicistas que surgieron de su tiempo,
haciendo condenar el racionalismo de Pedro Abelardo (1079 - 1142) y las
propuestas de Arnaldo de Brescia de que la Iglesia volviera a la pobreza
primitiva. De hecho, promovió la condena a las llamas en el Concilio de Soissons
(1121) del tratado De la unidad y la trinidad
divinas de Pedro Abelardo, así como de otras frases de sus
libros en el Concilio de Sens (1140) debido a que consideró que la fe fuese
limitada por “principios racionales”, que desarrolló en su Dialéctica (1121) corriendo el riesgo de ser
acusado de hereje. Bernardo también legitimó el uso de la fuerza en apoyo de la
Iglesia, promovió y condujo a franceses y alemanes en la segunda Cruzada (1146)
y promovió el reconocimiento de la Orden del Temple como realización del ideal
del fraile-soldado (1128). Ver al respecto: Tomás Fernández y Elena Tamaro
(2004). «Biografia de Pedro Abelardo y Bernardo de Claraval» Barcelona,
España: Editorial Biografías y Vidas. Documento en línea. Disponible: https://www.biografiasyvidas.com
[12] Read, P. (2000). Los Templarios. Buenos
Aires. (T. G. Gambolini). Editorial Vergara. 399 p.
[13] Juan de Salisbury.
(1159 [1984]). Policraticus. Madrid. (T. M. García y T. Zamarriego). Editora
Nacional. 529 p.
[14] Ver al
respecto: “Medieval Monday: Pope Gregory VIII, the Audita tremendi, and the Third Crusade”. Pennsylvania. University
of Pennsylvania Press. [Documento en Línea]. Disponible: http://pennpress.typepad.com/pennpresslog/2013/04/medieval-monday-pope-gregory-viii-audita-tremendi-and-the-third-crusade.html .
[15] Esta fue una secta
considerada como herética alojada en la ciudad de Albi al suroeste de Francia
que cobró gran auge debido a que la iglesia estuvo en decadencia y una
jerarquía eclesiástica poco preocupado “por proteger su rebaño”. La doctrina de
esa comunidad se basaba en el zoroastrismo. Esta doctrina sostenía que había
dos dioses: “una deidad benévola cuyo reino era espíritu puro, y una deidad
malévola que había creado el mundo. Todo lo material era por lo tanto
intrínsecamente perjudicial y la salvación radicaba en emanciparse de la
carne”. Un personaje histórico que de
joven abrazó esta doctrina fue San Agustín de Hipona.
[16] Averroes hizo una interpretación
aristotélica de La República de Platón teniendo como foco la realidad de
los reinos árabes en la península ibérica. Esta obra realizada en el marco, por
una parte, del proceso de descomposición de las instituciones políticas árabes
y de la lucha civil que se desató en consecuencia y, por la otra, de la lucha
contra los castellanos, significó la persecución política del autor y el
destierro. La influencia de su pensamiento marcó e inició la estructuración del
espíritu laico al separar la sabiduría religiosa de la filosofía, tal como la
indicó Dante Alighieri en El Infierno, que se hará presente en los
siglos venideros. Él creyó en la necesidad del ser de reunirse en sociedad para
su perfección. Siguiendo a Aristóteles creyó que en sociedad dos eran los modos
de alcanzar las virtudes: convencimiento dialectico y coerción punitiva y este
último era el que había que aplicar a enemigos, adversarios y delincuentes, así
como a las sociedades injustas y malvadas. El islam adoptó este principio para
quienes rechazasen su mensaje y para ello había que esforzarse (yihad), pero su
fin es la paz… proclama la igualdad de la mujer. A diferencia de Platón que no
indica posibilidad de renovación, Averroes cree que sí, si hombres probos toman
las riendas del poder. Ver al respecto: Averroes (1194
[1998]). Exposición de la República de Platón. 5° ed. Madrid. (T.M.
Cruz). Editorial Tecnos. 158 p. Ver también: Kinder, H y Hilgemann, W. (1988).
Atlas Histórico Mundial. De los orígenes a la Revolución Francesa. Madrid. (T.
C. Martín y A. Dieterich). Editorial Istmo. 311 p.
[17] San Francisco
de Asís (1182 - 1226) fue un religioso y místico italiano que sin
proponérselo lideró un movimiento de renovación cristiana que, centrado en el
amor a Dios, la pobreza y la alegre fraternidad, tuvo una inmensa repercusión entre
las clases populares. Este movimiento que propugnaba una vuelta al cristianismo
primitivo requirió de la autorización papal debido a que los movimientos
anteriores habían sido declarados heréticos. Ello fue aprobado por Inocencio
III. En el concilio de Letrán se reconoció su congregación. Tuvo la oportunidad
de viajar al Cercano Oriente y visitar los Santos Lugares. Ver al respecto: Fernández y Tamaro (2004).
[18] Santo Tomás de Aquino
fue consejero del rey en el año 1269.
[19] Deleuze, G. y Guattari,
F. (2008). Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia. 8º éd. Valencia.
(T. J. Vásquez y U. Larraceleta).
Editorial Pre-Textos. 522 p.
[20] Hubo una orden de
origen español, denominada del Monte Gaudio que pasó a formar parte del
patrimonio del Temple en el año 1186. Ver al respecto: Cuestas (2009).
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