Edgar E. Blanco Carrero
El filosofo Juan Nuño expresó e intentó, al parecer, demostrar que Jorge Luís Borges no escribió filosofía, sino más bien fue un artista que cubrió a su obra de un marco que le dio un cariz filosófico[1]. La palabra fue la forma de expresión artística donde se manifestó la obra de Borges y en este sentido hay dos conferencias dictadas por el autor argentino en su país y en Estados Unidos, específicamente: “El Libro” y “El Enigma de la Poesía ” respectivamente, donde este autor hace si se quiere una ontología de la palabra escrita, pero sin categorizarla. Borges le permitió al lector y al oyente interpretar como más le fuese conveniente su experiencia como escritor y como expositor en un momento avanzado de su vida.
Aún así, Borges habla de filosofía cuando se pregunta “¿Qué es la historia de la filosofía sino la historia de las perplejidades de los hindúes, los chinos, los griegos, los escolásticos, el obispo Berkeley, Hume, Schopenhauer y otros muchos…?”. Esta pregunta ya como pregunta expresa un desdén por el tema filosófico, pero no en lo que representa o intenta representar la filosofía en si, sino de la filosofía como una categoría, como un exclusivo oficio de un grupo de individuos privilegiados cuyas ideas han adquirido un cierto rango de universalidad. ¿Pero qué significado podría tener esta expresión “universalidad”?. ¿Se está usando esta expresión a partir de un contenido científico? De lo que se desprende de la pregunta de Borges no sólo es la perplejidad de esos autores, sino también la duda que estas perplejidades han generado.
Estas dudas plantean el problema de la verdad y en este sentido Martín Heidegger expresó que la verdad se manifiesta en la obra de arte. Esta expresión permite revisar nuevamente la sentencia de Juan Nuño, pero usando como instrumento las conferencias antes citadas para constatar a la luz de Heidegger si estas obras son filosofía o arte o más aún si ambas (la filosofía y el arte en las obras seleccionadas de Borges) son la misma cosa. Para ello se hará una síntesis de las dos conferencias borgianas, una síntesis del pensamiento estético de Heidegger, una revisión de la obra de Borges a la luz de la estética heideggeriana y al final una reflexión de la estética heideggeriana para por una parte entender a Borges y si se quiere a Nuño y su visión de la obra de Borges. El esquema que se seguirá será el siguiente:
1.- Borges y la palabra
2.- Heidegger y la obra de arte.
3.- Borges a la luz de la propuesta heideggeriana.
4.- Heidegger, Nuño y Borges.
1.- BORGES Y LA PALABRA[2].
En las conferencias “El Libro” y “El Enigma de la Poesía ”, el tema central fue el libro y lo que este representa en si mismo y desde la perspectiva del que lo escribe y de quien lo lee. Borges habla del libro y por intermedio de un libro conocemos lo que habló y lo que expresa lo hace desde la perspectiva de la creación, de la representación, de la interpretación que eventualmente se pueda extraer de ella y de su finalidad, por lo que en una primera instancia se plantea la necesidad de determinar si estas conferencias tienen un contenido estético con una envoltura filosófica o por el contrario tienen un contenido filosófico con una envoltura estética.
Esta duda se reafirma por el mismo cuestionamiento que hace Borges sobre la historia de la filosofía ya expresada previamente y por las dudas que este autor expresa sobre lo que representa la creación en si, pero esta creación no es la creación en si, sino el desocultamiento de la obra de arte en tanto que obra de arte. No en balde afirma: “Cada vez que me he enfrentado a la página en blanco, he sabido que debía volver a descubrir la literatura por mi mismo” y por tal motivo en esas sus conferencias expresa que es la duda lo que él puede ofrecer: “He dedicado la mayor parte de mi vida a la literatura y sólo puedo ofrecerles dudas”.
Estas dudas se refieren al cómo y el porque de la obra porque la verdad es la obra y la obra es porque está y a partir del estar el observador, el lector hace que la obra sea. De aquí se pueden deducir que el libro es porque está y de lo que de él sea interpretado surge otro ser, el ser a partir del cual el libro adquiere un significado. En tal sentido Borges expresó que un libro “es un objeto físico en un mundo de objetos físicos. Es un conjunto de símbolos muertos. Y entonces llega el lector adecuado, y las palabras – o mejor, la poesía que ocultan las palabras, pues las palabras solas son meros símbolos – surgen a la vida y asistimos a una resurrección del mundo”.
De estas palabras se puede afirmar que hay un acto de creación en la creación de la obra y otro acto de creación de lo que sea interpretado de ella. Es decir, así como el acto de crear es un desocultamiento, el desocultamiento en sí se manifiesta en lo que los otros puedan ver de lo que ha sido desocultado. Por ello lo “más importante de un libro es la voz del autor, esa voz que llega a nosotros”, pero en el libro también “…releer es más importante que leer…” debido a que en este releer puede obtenerse nuevas verdades de lo que sea desocultado.
Ahora ¿Qué es lo que es desocultado para Borges? Si se tiene en cuenta la siguiente expresión: “… creo que una forma de felicidad es la lectura; otra forma de felicidad menor es la creación poética, o lo que llamamos creación, que es una mezcla de olvido y recuerdo de lo que hemos leídos”. Se podría afirmar que lo desocultado es la felicidad por intermedio del placer. En ello coincide con los griegos, en el sentido que para ellos, la belleza es lo que los hacía felices.
Esta afirmación se sustenta también de otras expresiones borgianas: “... un libro tiene que ser una forma de felicidad”, “pienso que el libro es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres”, “un libro… es una ocasión para la belleza. Y ha de ser así, pues el lenguaje cambia sin cesar” y “…la literatura es también una forma de la alegría”.
De estas expresiones habría que hacer mención a dos aspectos que resaltan de ellas: la creación y la felicidad como un acto de desocultamiento.
Desde la perspectiva de la creación Borges expresó que “un libro se lee para la memoria” y por ello es posible afirmar que estos “están cargados de pasado”, el libro, consecuentemente “es una extensión de la memoria y de la imaginación”[3]. Por ello se pregunta: “¿Qué es nuestro pasado sino una serie de sueños? ¿Qué diferencia puede haber entre recordar sueños y recordar el pasado? Esa es la función que realiza el libro”. En otras palabras, el libro hace que se despliegue el pasado, el futuro y el presente, como un estar-cabe-algo en el más propio sentido heideggeriano. ¿Y qué hay en relación con la verdad? El descubrir la literatura cada vez que se enfrenta a una pagina en blanco, es desocultar una verdad, la que va a ser puesta adelante mediante otro desocultamiento: el de repensar el todo para reobtener lo que del todo es significativo. En este sentido, es posible afirmar que Borges fue un desocultador en su obra literaria y también en las obras referidas en este trabajo.
En cuanto al desocultamiento se refiere, Borges expresó que hay dos conceptos del libro como medio para acceder a la verdad:
· El primero es que “…un libro no debe revelar las cosas, un libro debe, simplemente ayudarnos a descubrirlas” y coloca como ejemplo el libro de las revelaciones, una obra que no fue escrita para ser entendida, “sino para ser interpretada”.
· El segundo es que el libro puede ser considerado una “obra divina”. En este sentido, originariamente el libro fue considerado un “sucedáneo de la palabra oral” y posteriormente esta visión fue sustituida por la creencia de que “cada país tiene que ser representado por un libro…”.
En el primer caso Borges da a entender que la verdad es producto de una interpretación, en el segundo dice que el libro fue considerado como el portador de la verdad o de lo que debe ser entendido por verdad. En ambos casos el libro debe ser desocultado debe ser releído y leído. Releído porque en la relectura es que es posible desocultar de tal manera que sea posible aprehender la esencia, lo que permanece de lo leído. Leído en el sentido de la afectación que produce la obra la primera vez, en su primer encuentro.
Ahora bien se ha hecho mención a la felicidad como un acto y un efecto del desocultamiento. ¿Es posible afirmar que la verdad es felicidad o la felicidad es la verdad? Porque la verdad podría ser referida al conocimiento, a la ciencia y la felicidad al placer. Hay que acordarse de que el libro es una ocasión para la belleza y también que “los libros son… ocasiones para la poesía”, entonces el libro como medio y fin es un proceso por lo que se puede afirmar que la verdad y la felicidad son para Borges medio y fin, y si esto es así se podría afirmar también que verdad y felicidad son la misma cosa. En este sentido, Cappelletti expresó que: “Ciencia y poesía se remiten, en ultima instancia a lo divino. Se diferencian, sin embargo, ante todo, por los diversos grados de lo divino, y luego también por los modos de la relación entre lo divino y el alma” (2000, p. 44). En otras palabras, al ser el fin el mismo, en el camino es que se pueden observar las gradaciones existentes en la verdad como felicidad y en la felicidad como verdad.
2.- HEIDEGGER Y LA OBRA DE ARTE.
Para Heidegger la palabra oral y escrita tiene un papel central en el quehacer artístico. Basta recordar no sólo la especial admiración que Heidegger sentía por el poeta Hölderlin, también las citaciones que, en su obra, hace de Dostoiesvki. El filosofo alemán, en este sentido, expresó que “la obra del lenguaje, el poema en sentido estricto, ocupa un lugar privilegiado dentro del conjunto de las artes” debido a que la poesía es uno de los modos que adopta el proyecto esclarecedor de la verdad, es decir, el del cómo esta es desocultada[4]. De igual forma expresó que “el lenguaje es poema en el sentido esencial… es poema porque la poesía acontece en el lenguaje debido a que este conserva la esencia originaria del poema”. El desocultamiento es un traer delante y lo traído es la obra. El proceso de traer y de mostrar es la creación.
Según este autor alemán, hay dos momentos en lo que se refiere a la obra de arte: uno que se manifiesta en lo creativo donde la expresión es la metáfora[5] puesto que ese es el primer acto de desocultamiento del ente en cuanto ente. “El arte es un llegar a ser y acontecer de la verdad” ello es debido a que “la esencia del arte es poema” y “la esencia del poema es la fundación de la verdad”[6]. La metáfora es el cordón umbilical entre el fenómeno y la significación que de ello hace el individuo en un momento dado, “para ver esto sólo es necesario comprender correctamente el concepto de lenguaje. El lenguaje no es sólo ni en primer lugar una expresión verbal y escrita de lo que ha de ser comunicado. El lenguaje no se limita a conducir hacia delante en palabras y frases lo revelado y lo oculto, eso que se ha querido decir: el lenguaje es el primero que consigue llevar a decir lo abierto a lo ente en tanto que ente”. “En la medida que el lenguaje nombra por primera vez a lo ente, es ese nombrar el que hace acceder lo ente a la palabra y la manifestación. Este nombrar nombra a lo ente a su ser a partir del ser”.
El segundo acto es el de la categorización, el de la racionalidad, de aquello que para Heidegger hace al individuo identificarse con Occidente. La categoría convierte a la metáfora en palabra, la fija, permite que pueda esta ser usada por terceros.
En el primer momento la esencia es la verdad, la verdad producida en un acto de desocultamiento en donde el móvil es la metáfora; por ello la pregunta por la esencia de la obra de arte es la pregunta por lo que permanece de esta[7]. Para Heidegger lo bello sólo se manifiesta en el acontecimiento de la creación, de la verdad. En el segundo momento se encuentran los mismos interrogantes que el mismo Heidegger retoma de Hegel, es decir, la de saber “si el arte sigue siendo todavía un modo esencial y necesario en el que acontece la verdad decisiva para nuestro Dasein histórico o si ya no lo es. Si ya no lo es, aún queda la pregunta de por qué es esto así”. La razón de este cuestionamiento está determinada por el hecho que el pensamiento de occidente está presente en el quehacer artístico, mediante lo que se ha dado en denominar estética.
Consecuentemente, en los momentos heideggerianos subyacen dos ideas del arte: el de la creación y el del cuidado que también contiene un elemento creativo. El de la creación, que podría llamarse pura porque está relacionada con el origen, debido a que en el caso de la palabra o mejor dicho de la metáfora, “empezar un libro es comunicarse con Dios, puesto que en la creación de una obra, lo sagrado se abre como lo sagrado y el Dios es llamado a ocupar la apertura de su presencia”, y el del cuidado que también contiene un elemento creativo puesto que el encontrarse con la obra permite que de ella se pueda extraer lo que de verdad ella mantiene consigo[8]. En este sentido, Heidegger expresó que “el único ámbito de la obra, en tanto que obra, es aquel que se abre gracias a ella misma, porque el ser-obra de la obra se hace presente en dicha apertura y sólo allí… en la obra está presente el acontecimiento de la verdad”. La obra de arte es un templo que, gracias a él “el dios se presenta” y esta presencia “… es en si misma la extensión y la perdida de limites del recinto como recurso sagrado”. La obra de arte “es el templo por el mero hecho de alzarse ahí en permanencia, el que les da a las cosas su rostro y a los hombres la visión de si mismo”. En el cuidado está subyacente la idea de la utilidad. La obra permite hacernos accesibles a nosotros mismos y su cuidado da continuidad a la posibilidad de apertura en función de lo que esta pueda dar.
Ahora es importante destacar que Heidegger expresa que el preguntarse “que sea el arte es una de esas preguntas a las que no se les da respuesta”. Esta afirmación se debe a que según él el arte está determinado “única y decisivamente a partir de la pregunta por el ser”, en otras palabras, el arte se encuentra en ese ámbito de las perplejidades a las cuales Borges hizo mención al hablar de la poesía y del libro. Para Heidegger el arte es un enigma y lo que él sólo se propuso fue observarlo. Pero al observarlo lo hizo desde la perspectiva en que occidente entiende el arte, es decir, desde la razón, por ello este autor afirma que el arte no se puede definir si no se está en el proceso de creación misma, pero si se tiene presente que el sujeto es un ser-con-otros, entonces se podría afirmar que todos participan de alguna manera en la obra, en tanto que creación, y en función de la temporalidad ésta estaría determinada por la significación que la obra tiene a través del tiempo.
En “el Origen de la Obra de Arte”, es difícil hacer una asociación de la verdad con la felicidad, pero en la obra de Heidegger, está presente la idea del destino que permite, según Heymann, cualquier tipo de interpretación. Aún así, cuando Heidegger expresa que el sujeto está en deuda consigo mismo, el llamado de la conciencia es para asumir esa deuda. Si el ser humano es un ser para la muerte, el aprender a morir es un desprendimiento que apunta al aprovechamiento de las posibilidades que provienen de la capacidad del hombre para proyectarse. Es ante el memento mori, aprovechar la vida. Bajo esta perspectiva se puede afirmar que habría concordancia entre verdad y felicidad. El desocultamiento abre un abanico de oportunidades para el bien desde la perspectiva de la responsabilidad hacia la felicidad.
3.- BORGES A LA LUZ DE LA PROPUESTA HEIDEGGERIANA.
En una primera instancia se puede sentir la pasión que ambos autores tenían por la palabra. Pasión y perplejidad por lo que ella representa en cuanto a expresión y significación. La expresión conlleva la creación y la significación es el puente entre el sujeto y lo que para él es relevante o útil. Pero, la expresión en tanto que expresión es un instrumento, un medio que permite un “para”. Este “para”, el fin, es lo que es significativo, es decir, la felicidad o la verdad, dependiendo del caso. En este sentido, la expresión oral o escrita son instrumentos que consideran ambos autores para alcanzar un fin: La verdad y/o la felicidad.
Así como Borges desdeña las perplejidades de los filósofos, Heidegger hace presente los cuestionamientos que hace Hegel sobre la obra de arte y su significación desde la perspectiva de la razón. Esta convergencia hace coincidir también a ambos autores en el punto de la creación y de la palabra como mediación.
No obstante, a pesar de ser instrumento, también la palabra es un fin puesto que mediante la comunicación se es y se está, y este ser-estar, plantea una reflexión sobre si mismo en tanto ser-en-el-mundo y en tanto ser-con-los-otros. Esta reflexión, en ambos autores, representa la necesidad de descubrir, de desvelar la expresión, pero haciendo de este hacer el camino, la expresión, el proceso para desocultarse a si y al mundo. Ambos autores consideran el camino el fin, porque en todos los casos el fin, siendo camino y fin enmarca su existencia dentro de la verdad y la felicidad.
Para ambos autores la palabra es un medio y un fin. Es medio en tanto que desocultador, de portador, de llevar lo inexplicable a lo más o menos explicable. Es fin porque para desocultar, la palabra también tiene que ser desocultada y tomada para significar y ser significante, y en este acto creativo, como una totalidad que permite ajustar lo que es significativo es lo que contiene la verdad y la belleza. Para el filósofo alemán es la verdad la que se manifiesta en el acto de creación y este manifestar contiene la belleza. Para el escritor argentino es el placer (la felicidad) la que se manifiesta en el acto de creación y este manifestar contiene la belleza y la verdad. Ahora, para Heidegger la verdad es una posibilidad, posibilidad para saldar la deuda que tenemos nosotros con nosotros mismos y este saldar, en un camino signado por la muerte y considerado de manera optimista, es la vida buena, la felicidad si tenemos en cuenta la imagen que de Heidegger nos ha mostrado Sloterdijk.
Dentro de esta misma perspectiva, no hacen falta abrirse a la expresión oral y escrita para que esta pueda ser entendida porque para estos dos autores, las palabras penetran al sujeto y se erigen a partir de él de la misma manera en que lo hace la música desde la perspectiva de Schopenhauer.
La diferencia que se podría derivar entre estos dos autores radica en el hecho que para Borges, la palabra en tanto que estar es felicidad y para Heidegger es una posibilidad.
Consecuentemente, habría que preguntarse ¿Quién era el Borges que expresó unas palabras que Heidegger sólo esboza como una posibilidad?. Es posible que haya sido un Borges cuya experiencia cultivada por una larga y prolífica vida lo autorizaba a expresar desde la perspectiva del ser, del que se preguntó quién era y pudo darse una respuesta: “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento, el momento a partir del cual el hombre sabe para siempre quién es”. Tal vez el Heidegger que observa el camino andado es el Heidegger de “Serenidad”, obra que no fue considerada en este trabajo, pero la posibilidad a la cual se hizo mención permite afirmar que en Borges la poesía y la filosofía son envoltura y contenido desde la perspectiva que Heidegger permite categorizarlo aún cuando Borges y Heidegger cuestionaron las categorías, en consecuencia, desde la perspectiva de Heidegger, el Borges de las citadas conferencias estaba hablando de la palabra en un contexto donde en la envoltura y el contenido es posible encontrar poesía y ontología.
En general, se puede afirmar entonces que para estos dos autores, la obra en tanto que obra es un fin por medio del cual se obtiene un algo: la felicidad o su posibilidad, por lo que se puede afirmar que la envoltura y el contenido de las dos conferencias de Borges, a pesar de él desdeñar la filosofía, son de carácter filosófico.
4.- HEIDEGGER, NUÑO y BORGES.
De acuerdo a lo que Alegre cita de Nuño e incluso desde la misma perspectiva de Borges se puede afirmar que este autor argentino “no hizo nunca alarde de pensamiento filosófico”. Pero, si se tienen en cuenta las conferencias del autor del Aleph se puede afirmar la existencia de un nuevo Borges, faltaría precisar ¿Cuál Borges? ¿La obra de Borges sólo se limitó a lo que escribió?, ¿Lo que hizo?, ¿Lo que dijo? Para este trabajo se tomó lo que dijo y lo que dijo fue escrito. En esta perspectiva, ¿lo que dijo es posible ser considerado como lo escrito? Como se ha podido observar aquí, en este escrito, no se ha hecho diferenciación entre lo escrito y lo dicho.
Tal vez el tema no es saber cual es la perspectiva en la cual se enmarcó Juan Nuño para hacer esas afirmaciones. Pero la misma ubicación de Borges con respecto a lo oral permite hacer otro tipo de inferencias, o más aún complementar o diferenciar la obra de Borges en función de la existencias de dos momentos, momentos a los cuales él siempre hizo mención: el del Borges escritor y el Borges lector[9]. Del Borges escritor ya por intermedio de Nuño se pueden hacer conclusiones. Del Borges lector, gracias a sus conferencias, podemos conocer su experiencia, experiencia esta complementada por la experiencia de la creación y más que dudas, lo que cualquiera persona podría entender también serían las perplejidades: Entender las perplejidades del leer y del releer en términos de desocultar tanto el placer y la verdad, así como las palabras que permiten expresarlas.
De estas perplejidades es a lo que se refiere Heidegger cuando hace mención al enigma del arte. Por ello sólo se propuso en su obra “ver el enigma” y no tratar de resolverlo. De igual forma expresa que: “el modo en que el hombre vive el arte es el que debe informarnos sobre su esencia” y Borges por intermedio de esas conferencias a pesar de haber ofrecido sólo dudas, en esas dudas se evidencia el enigma de la creación y ese enigma en tanto que enigma es una respuesta de alguien que ha creado y que a pesar de ello no tiene palabras para expresar la creación en si, pero aún así afirma que ese es el camino. Este acercamiento de la filosofía y la poesía no es nuevo, Cappelletti expresó que Aristóteles hizo esa misma aproximación, porque creyó que la poesía tenía también “por objeto lo universal”, debido a que Aristóteles entendía la obra artística “como un intento de perfeccionar los entes sensibles para aproximarlos al Acto Puro (realidad absoluta plena)” (P. 134).
De Heidegger se podría tomar su introducción a la “Introducción a la Filosofía ” para afirmar que Borges al haber intentado responder la pregunta por el ser hizo filosofía, pero la sola posibilidad de auscultar el enigma de la creación, coloca a este Borges en una dimensión diferente: La dimensión del individuo que luego de haber vivido puede decir algo.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
ALEGRE, Atanasio. Los territorios Filosóficos de Borges según Nuño. Ediciones del Vicerrectorado Académico UCV. 2002. P. 119-144.
BORGES, Jorge Luis. Borges Oral. Madrid. 2000. Alianza Editorial. 99 p.
BORGES, Jorge Luís. Arte Poética. Seis Conferencias. Barcelona. Editorial Critica 2001. 181 p.
CAPPELLETTI, Ángel. La Estética Griega. Caracas. UCV. FHE/FAHE. 2000. 298 P.
HEIDEGGER, Martín. El Origen de la Obra de Arte. Versión española de Helena Cortés y Arturo Leyte en: Heidegger, Martín, Caminos de bosque, Madrid, Alianza, 1996. 62 p.
HEIDEGGER, Martín. Introducción a la Filosofía. 3ª edición. Ediciones Cátedra. 2001. Madrid. 469 p.
HEIDEGGER, Martín. El Ser y el Tiempo. 2 da edición. Fondo de Cultura Económica. Santa Fe de Bogota. Traducción José Gaos. 1998. 478 p.
HEYMANN, Ezra y PIGNOLO, Sara. Ser-en-el-mundo y ser-sí-mismo: el nexo de dos vertientes de Ser y Tiempo de Heidegger. En Apuntes Filosóficos 14. UCV. Caracas. 1999. 131-160 p.
[1] Juan Nuño expresó que lo que libró a Borges “de no haber hecho otra cosa que repetir una media docena de ideas metafísicas trilladas es la poderosa imaginería de sus símbolos literarios”.... “Es innegable que encierra temas de valor metafísico, pero justamente eso, el encierro vale más que los temas”.
[2] Si bien Borges da sus conferencias sobre la forma de expresión escrita, en este trabajo se usará la palabra “palabra” para referir la expresión oral y escrita.
[3] Según Alegre, el hecho “que las cosas sucedan al azar permite a Borges la creación de un centro de operaciones simbólicas como no se había visto en la historia de la literatura universal. Ese simbolismo crea la relación que se establece a partir de lo contado, entre ontología y relato”.
[4] Para Heidegger “La verdad es el desocultamento de lo ente en cuanto ente. La verdad es la verdad del ser. La belleza no aparece al lado de esta verdad. Se manifiesta cuando la verdad se pone en la obra. Esta manifestación en tanto que ser de la verdad dentro de la obra y en tanto que obra es la belleza. Así lo bello tiene su lugar en el acontecer de la verdad… lo bello reside en la forma”.
[5] La expresión “metáfora” es usada aquí como traslación, como la palabra que expresa lo traído delante, lo que es llevado hasta.
[6] La filosofía de Heidegger se destaca por el hecho de haber puesto sobre el tapete la pregunta por el ser y al igual que Husserl hace un cuestionamiento a la visión del mundo de inicios del siglo XX puesto que esta estaba centrada en la ciencia, por su objetivación y su des-significación. Para hacer estos cuestionamientos Heidegger busca las significaciones originales de una serie de expresiones y las hace presente. En este sentido expresó que “saber significa haber visto, en el sentido más amplio de ver, que quiere decir captar lo presente como tal. Según el pensamiento griego reside en el desocultamiento de lo ente…. es traer delante lo ente en la medida en que saca a lo presente como tal fuera del ocultamiento y lo conduce dentro del desocultamiento de su aspecto… pero no es un hacer”.
[7] “... el poema es el relato del desocultamiento de lo ente. Todo lenguaje es el acontecimiento de este decir en el que a un pueblo se le abre históricamente su mundo... el decir que proyecta es aquel que al preparar lo que se puede decir trae al mismo tiempo al mundo lo indecible en cuanto tal. Es un semejante decir en donde se le acuñan previamente a un pueblo histórico los conceptos de su esencia, esto es, su pertenencia a la historia del mundo”.
[8] “En tanto que el poner a la obra de la verdad, el arte es poema. No es sólo la creación de la obra la que es poética, sino también, aunque de otra manera, el cuidado de la obra. En efecto, una obra es tal cuando nos desprendemos de nuestros hábitos y nos adentramos en aquello abierto por la obra…”.
[9] Borges expresó en varias oportunidades que él se jactaba de los libros que había leído y no de los que había escrito. Esta expresión que si bien puede ser interpretada de muy diversas maneras, indican una parte de la naturaleza de este autor que fue Director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.
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