jueves, 2 de abril de 2020

1918 (A propósito de las histerias colectivas)




Dr. Jairo Bracho Palma

           
En siglos anteriores, las pestes han sido bautizadas con nombres alusivos al posible origen geográfico, denominaciones escogidas no porque sean ciertas las procedencias, en algunos casos han prevalecido consideraciones políticas, en el que la xenofobia tiene un efecto colectivo aglutinante, es un medio en tanto fines de perverso criterio económico.
El 16 de octubre de 1918, un soldado es recluido en el hospital Vargas de la Guaira. Presenta un cuadro de “fiebre, cefalea y odinofagia”. En la tarde del mismo día, el registro aumenta a cuarenta de soldados con iguales síntomas. Veinticuatro horas después, las cifras indican que se trata de una epidemia: 500 infectados.
En 1918, uno de cada cuatro venezolanos podía ser portador de tuberculosis, era una sociedad golpeada por sucesivas oleadas de paludismo, de fiebre amarilla, peste bubónica; azotada por la difteria, por el tifus, entre otras.
Sin servicio de aguas servidas, con la disponibilidad de un médico por cada 5000 habitantes,  una mortalidad infantil superior al 12%, una esperanza de vida de 42 años, y un servicio sanitario apuntalado por el sacrificio de magníficas individualidades, como el Dr. Luis Razetti, no era asunto extraño, hasta que  la epidemia dejó detrás de su inapelable sentencia, viudas, huérfanos y una violenta ausencia de seres queridos.
La llamada “Gripe Española” había llegado a nuestro país. Caracas, Los Valles del Tuy, La Guaira, Maracaibo, Miranda, Ciudad Bolívar y Táchira,  fueron los lugares más afectados.
Como suele suceder con los complejos de infalibilidad, el gobierno negó la existencia de una epidemia que se llevó al viaje sin retorno, a 50 mil almas entre 1918 y 1920, el 2% de la población venezolana.
Venezuela fue sacudida por la segunda oleada de la enfermedad, la más virulenta, y que había comenzado a mediados de agosto de aquel año. Fue  diseminada por los soldados de la Primera Guerra Mundial, desde los  “puertos de Freetown (Sierra Leona), Boston (EEUU) y Brest (Francia)”.
Realmente la “Gripe Española” no salió de España, la mayoría de las opiniones coinciden en que se inició en los Estados Unidos, específicamente en Fort Riley, Kansas. Pero como lo que parecen ser prácticas calcadas, las culpas recayeron sobre los chinos, en cuyo país la influenza se cobró 30 millones de víctimas. Una gripe de España que propagaron los chinos, una verdadera tontería. Los actos de xenofobia y las medidas de aislamiento no se hicieron esperar. Al parecer las naciones desarrolladas están exentas de convertirse en el “Azote de Dios”.
La gripe española ha sido la pandemia que más víctimas ha cobrado en el siglo XX. Un total de 100 millones de personas muertas, el 2,5% de la población mundial.
Ninguna iniciativa de contención tuvo éxito, a excepción de Australia, pero luego recibió una tercera oleada que dejó una gran desolación. Desde allí se expandió a todo el mundo con mayor virulencia, efectos que se prolongaron hasta 1920.
Los síntomas de la peste de influenza de 1918 tienen ciertas semejanzas con la actual pandemia:
Quienes sobrevivían permanecían deprimidos y fatigados por meses, y quienes no lograban sobrevivir morían en pocos días, con fiebre, fatiga extrema, palidez, cianosis, disnea tos con expectoración, hemoptoica, delirio y otros trastornos psiquiátricos, para finalmente expirar con una respiración débil, en narcosis... Las autopsias revelaban una neumonía bacteriana masiva (neumonía de múltiples focos) intercalada con cambios inflamatorios en la que no se identificaban siempre las mismas bacterias.

Las medidas de contención y de erradicación resultaron inútiles como va dicho. Las medicinas poco hicieron. La aspirina fue la más utilizada.  En países como el nuestro, se usó la quinina, pero al parecer, sumaba otros síntomas y no ayudaba a la mejoría.
El virus apenas fue identificado en 1933:
Es una cepa A (H1N1), precursora del que circula actualmente por el mundo, muy similar al que habita en las aves y para el cual el sistema inmunológico del ser humano no tenía memoria inmunológica en 1918.
En Venezuela, las políticas sanitarias para contener el virus fueron coordinadas por el Dr. Luis Razetti, quien presidió la Junta de Socorro Central en Caracas, en ella estaban representadas las parroquias y los estados. Se suspendieron actividades escolares, reuniones sociales, misas, se prohibieron fiestas y actos públicos.
 Caracas entró en cuarentena, y la población en fobia”.
En 1985, el médico venezolano Samir Kabbabe predijo que en el futuro cercano, (revista Medicina Interna, abril de 1985, V. 35) una nueva pandemia de parecido origen viral, causará una potencial mortandad, estimada entre 150 y 300 millones de personas.
¿Qué podemos aprender de la crisis de la pandemia de 1918?
Detengámonos un momento en el caso de Gran Bretaña, sin anuncios triunfalistas, se han dedicado a aislar a los ancianos y han echado mano de la experiencia de múltiples pestes que los han azotado por siglos, así como de su natural pragmatismo: desarrollo inmunológico como proceso inevitable, y eso pasa por la posibilidad de infección y decesos, complementado con la prevención, las medidas sanitarias sin histerias, sin cerrar escuelas, ni lugares públicos. Seguramente vendrá otra oleada de un virus mas fuerte, el desarrollo de la inmunidad es importante, algo básico.

¿Qué podemos aprender los venezolanos de la crisis de influenza de 1918?

Pues podríamos tomar debida nota de las políticas sanitarias que desarrolla Gran Bretaña en este caso, leer el informe en circulación, y no repetir al dedillo las medidas de contención y prevención tomadas por la Junta de Socorro de 1918, porque buena parte de ellas, como los encierros, ciudades fantasmas y exageradas prohibiciones, probaron no ser efectivas.

La higiene, la prevención, la contención en fronteras son medidas válidas, pero deberían ser complementarias. La necesidad del desarrollo de la memoria inmunológica resulta fundamental. Para exhaltados y sarracenos, no estoy diciendo que debemos exponernos adrede y enfermarnos para desarrollar defensas, queramos o no, estos virus son estacionales y remitirán paulatinamente.







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