miércoles, 2 de enero de 2019

EL NOMOS DE LA TIERRA Y CÓMO EL SISTEMA DE REFERENCIA HA IMPACTADO LA DEFENSA DEL TERRITORIO VENEZOLANO AL OCCIDENTE DEL PAÍS Y LA FACHADA ATLÁNTICA



A Javier Nieves-Croes, in memorian

Mi propósito es hacer un homenaje a Javier Nieves-Croes. No sólo es traer al presente las ocurrencias que compartimos como profesor y alumno. Muchos recuerdan la anécdota de la pistola Glock 9 mm usada con fines intimidatorios para poder continuar dando sus clases de derecho del mar. Tampoco quiero traer al presente los retos que encaramos en el Estado Mayor General de la Armada, por ocho años, para sostener las posiciones históricas en defensa de la soberanía nacional en los ríos fronterizos y en las áreas marinas y submarinas que pertenecen a todos los venezolanos. Voy a compartir los empredimientos pasados y presentes que desarrollamos en el plano intelectual para poder crear las condiciones de posibilidad de pensar en una nueva Venezuela en el futuro por venir. Ambos, junto con un grupo de republicanos que se hicieron llamar “Cañoneros” creímos que era preciso revisar la historia nacional para traer al presente aquello que por alguna u otra causa fue deliberada o fortuitamente sepultado en el olvido. En este sentido, Javier insistió en que se debería revisar el período comprendido entre 1830 y el fin del siglo XIX porque creía que en ese fase histórica, a pesar de los avatares de la guerra civil que diezmo al país, habían elementos consistentes acerca de una visión de la defensa del territorio nacional que podrían ayudarnos a establecer el rumbo a seguir en la nueva Venezuela que ya está en gestación.
La consistencia a la que se ha hecho mención obedece al hecho de que después del año 1830 Venezuela contó con una débil capacidad para la defensa del territorio nacional que se evidenció en una notable disminución del ejército y de la marina de guerra. A pesar de esta realidad, durante la denominada revolución de las reformas el gobierno nacional logró movilizar un importante contingente militar y naval que le permitió restituir el orden establecido. Seis años después de ese hecho, Codazzi en el año 1841, reflexionando acerca de la hipótesis de una agresión al país por una potencia extranjera expresó que la naciente república no se podía defender en la costa porque las aguas adyacentes constituían un puerto natural que facilitaba las operaciones navales agresivas. Este hecho permite afirmar que la principal preocupación de este pensador venezolano fue que la defensa nacional estaba supeditada a una eventual amenaza proveniente del mar.
Por tal motivo expresó que la defensa era posible desde el territorio interior a partir de tres líneas de defensa que iban de la sierra costera hasta la selva amazónica. Con esta afirmación se puede inferir que se produjo un cambio en el nomos (ordenamiento) sobre el cual se había regido el territorio venezolano. Diez años después de la reflexión realizada por Codazzi, Castelli, en el año 1851 no sólo recordó el carácter hispánico del dispositivo de defensa nacional, sino también indicó la necesidad de potenciar el sistema de defensa costero planteando, además, la necesidad de mantener lo que hoy conocemos como un equilibrio estratégico en relación con los vecinos. Con ello se constata que el nomos español marcó el pensar y el hacer venezolano desde una perspectiva intuitiva e intencional a pesar de no tenerse conciencia sobre el fundamento sobre el cual este nomos había sido establecido. Así pues, la consistencia a la cual hemos hecho mención obedeció a que de alguna u otra manera, la defensa del territorio nacional siguió en cierta manera la teoría y la praxis hispánica.
Esta génesis del pensamiento acerca de la defensa del territorio nacional entre 1830 y 1869 se produjo a la par de una serie de acontecimientos bélicos desarrollados en nuestras costas como las guerras civiles, la diplomacia naval que afectó al país en el período y las acciones de guardacostas y de diplomacia naval realizadas por Venezuela que permiten hacer una reflexión acerca de las concordancias y discrepancias entre el pensamiento y la acción político-estratégica en el período considerado teniendo como referente, podemos decir, el modelo español y, de cómo un pensar y hacer alejado de dicho modelo ha sido perjudicial para los intereses venezolanos.
Consecuentemente, la posibilidad de acceder a documentos inéditos en el Archivo General de la Nación y otras fuentes documentales originales sobre temas navales de la época y la constatación de que la manera de concebir la defensa naval entre los años 1830 y 1901 evolucionó al menos en el plano del pensamiento de una concepción epirocrática en Codazzi a una tendencialmente talasocrática en Díaz y Delgado-Chalbaud ha creado las condiciones de posibilidad para examinar la teoría y praxis de la defensa naval del territorio nacional desde el inicio de la era republicana de modo de hacer histórica esa manera de pensar y hacer la defensa a partir de la consideración de una amenaza desde el mar para demostrar con ello las carencias de la política marítima y naval venezolana a lo largo de nuestra historia republicana como eje fundamental del pensamiento estratégico nacional.
Para ello se hará, en primer lugar, un análisis del impacto de la herencia hispánica en el plano estratégico y operacional para determinar cómo la línea de amistad establecida en Tordesillas ha servido como referente ha servido para dar titularidad sobre territorios continentales, en segundo lugar, se analizará la conducta estratégica venezolana desde la perspectiva del nomos y su efecto en la reclamaciones territoriales en relación con el Esequibo y Colombia a partir de las fracturas que sufrió el modelo hispánico y, en tercer lugar, se va a examinar cómo la evolución del nomos de la tierra ha impactado en la soberanía nacional en la era republicana. El objetivo final es demostrar que el alejamiento del sistema de referencias usado por España para asegurar la defensa del territorio venezolano ha traído graves consecuencias para la preservación de la integridad territorial como hoy en día estamos observando
1.        DE LA HERENCIA HISPÁNICA EN EL PLANO ESTRATÉGICO Y OPERACIONAL DE LAS PRACTICAS MILITARES Y NAVALES EN EL PERÍODO INDEPENDENTISTA.
Jairo Bracho en su importante estudio acerca de la defensa marítima de las costas de Venezuela y su papel en el desarrollo del derecho del mar destacó una serie de aspectos estructurales del sistema de defensa territorial español que es bueno recordar: en primer lugar, que este sistema estaba originalmente centralizado y compuesto, de manera general, por una flota del mar océano y unas flotas de defensa de costas tanto en la metrópoli así como en el Mar Caribe, en segundo lugar, un sistema de fortificaciones para garantizar la conexión marítima desde la metrópoli y hacia el interior del territorio continental para operar como punto de proyección hacia el hinterland americano, en tercer lugar, una estructura de normas que actuaban como especie de reglas de enfrentamiento[1]. Todos, en su conjunto, actuaban como un dispositivo que aseguraba el dominio español en América. En él, el mar desempeñaba un papel de importancia capital como medio de unión que facilitaba la integridad de la totalidad de su espacio. Franco (2009), en el mismo orden de pensamiento, expresó que la centralización de la defensa naval española de sus dominios continentales heredada de Felipe II fue retomada a finales del siglo XVIII por Carlos III luego que España volviese a recuperar su papel de potencia marítima en los mares del mundo. La centralización y la descentralización de la defensa naval española, en este sentido, es un aspecto clave para entender la guerra de independencia en Venezuela y consecuentemente los proyectos de defensa naval del territorio venezolano por el resto del siglo XIX, pero para entender estos dispositivos hay que examinar el plano de inmanencia sobre el cual era visto los dominios españoles fuera de Europa y a qué se refiere la centralidad y descentralidad.
El plano de inmanencia, para nuestros efectos, es el plano intuitivo sobre el cual se yergue la intención que permite la formulación de un proyecto, es decir, es “la evaluación de las variables internas de enunciación relacionadas con el conjunto de las circunstancias” que permiten pensar y hacer algo (Deleuze y Guattari, 2008). El plano intuitivo es, según Deleuze y Guattari (DyG) un a priori y se fundamenta en un acontecimiento que se produce en un espacio y tiempo desarrollado mediante la constitución de “trazos diagramáticos” que actúan como direcciones absolutas de naturaleza fractal (1991/2005). En este contexto, el Tratado de Tordesillas fue un trazo diagramático que permitió que se desarrollara un proceso de adquisición de conocimientos y, consecuentemente, de colonización, cristianización y apropiación, es decir, territorialización, de nuevos espacios, por lo que intención, espacio, tiempo y fractalidad son los aspectos que nos van a ayudar a entender el concepto estratégico naval español hasta los albores del siglo XIX (Blanco, 2016).
La intención estuvo materializada en el interés de las monarquías ibéricas de asegurar un espacio exclusivo de proyección. El espacio y el tiempo están condicionados por el poder[2]. Un poder que desde el Tratado de Tordesillas hasta el Tratado de Paz de Westfalia estableció su naturaleza y alcance dado el papel que jugó España en ese período. Después de Westfalia, el tiempo y el espacio pasaron a ser relativos, es decir estuvieron condicionados por los poderes europeos que emergieron victoriosos del conjunto de guerras que orbitaron en torno a la guerra civil alemana de los Treinta Años. El alcance estaba determinado por la capacidad de ejercer el poder en sí y el horizonte de su ejercicio y su naturaleza estaba dada por la capacidad de excluir a otros en el espacio de dominio. 
Teniendo presente lo antes indicado, los territorios que hoy conforman Venezuela fueron un confín unido a la metrópoli por un mar entendido como medio de comunicación y fuente de recursos. El carácter de horizonte de Venezuela, es decir, de frontera, indicaba que su posesión dependía de la capacidad de mantenerlo y de extenderlo más allá del límite que había alcanzado. Esta afirmación, vista desde la perspectiva de un observador en Madrid, puede ser entendida como un centro cuyo radio indicaba un trazo que señalaba hasta dónde se ejercía la soberanía. Esta afirmación permite explicar cómo varió la estructura de defensa española durante el período colonial a partir de la instrumentación de círculos de interés que indicaba de forma diagramática la capacidad de respuesta del soberano. Ahora si se considera que este observador estuviese frente a un plano de referencia que lo ayudase a ejercer su poder para asegurar sus dominios, este plano en sí expresa la estructura y la capacidad de representar ese poder de forma cartográfica. Esto significó que de un trazo diagramático realizado de forma intuitiva se pasó a una estructura de representación realizada desde una perspectiva referencial. Así pues, la clave de lo que aquí se está indicando son los fundamentos de la estructura de referencialidad para delimitar y proyectar el dominio del espacio.
Un observador observa estableciendo círculos de observación que en cierta forma constituyen círculos de representación. Para un observador español Venezuela era un confín aunque supiese que más allá de ese territorio hubiese otros dominios españoles como Perú y los dominios portugueses que pasaron a formar parte de una misma corona por un período determinado. El espacio entre el horizonte venezolano y los otros dominios españoles es lo que fraccionaba el círculo de representación. Este fraccionamiento no fue percibido como un problema debido a que al encontrarse entre dominios frente a un mismo tiempo del poder, sólo bastaba dilatar (para dominar) el espacio. El mismo tiempo del poder estaba referido a la sujeción de todos los seres del espacio de dominio a la dinámica del poder que, en nuestro caso, estaba relacionada con el establecimiento de un ciclo económico que integró al territorio venezolano a la realidad europea. Esta integración es lo que hizo, por una parte, que para un colono en Venezuela, las decisiones, indiferentemente de la naturaleza de la misma, estuviesen condicionadas por España y, por la otra, que la extensión del espacio estuviese subordinada a lo que efectivamente pudiese ser defendido.
Este modo de ser y hacer se mantuvo más o menos igual hasta el año 1648. Después de ese año se produjo una fragmentación desde el mismo momento que España reconoció la independencia de Portugal y perdió formalmente la supremacía marítima. Desde ese momento, los dominios españoles en América estuvieron amenazados desde el mar por las potencias marítimas europeas (Francia, Países Bajos y el Reino Unido) y desde tierra por los dominios portugueses.
Así pues, si volvemos a una concepción estratégica para la defensa de los dominios españoles basada en la manutención de las rutas marítimas de la flota de indias por intermedio de la flota de guerra del mar océano y los sistemas de defensa intermedio, es decir, los constituidos por los guardacostas y las fortificaciones construidas para cerrar los puntos de acceso al hinterland en cada caso en particular, para garantizar un ciclo económico esencialmente mercantilista[3], podemos entender que la fortaleza de este sistema estaba determinada por la capacidad de defensa y esta capacidad estaba condicionada a la productividad de dichos espacios y al aseguramiento de vectores de proyección que asegurasen la conexión de dichos espacios. La capacidad productiva fue lo que determinó los límites del poder español.
Estos límites se hicieron patentes después del Tratado de Paz de Westfalia y sobre todo después de la guerra de sucesión que obligó a la nueva monarquía borbónica española a instrumentar los mecanismos que le permitieran restituir su poder militar en el mar y a fortalecer su sistema de defensa. Con esta necesidad la España borbónica reorganizó sus dominios siguiendo hoy en día un criterio que podríamos llamarlo fractal, es decir, una cosa, en nuestro caso la soberanía española, cuyo ser se repite a diferentes escalas[4]. Es decir, España reorganizó sus dominios de modo tal que su ser-político se repitiera a diferentes escalas para garantizar su integridad territorial en un alcance global de una manera descentralizada. Pero esto se produjo dentro de un contexto determinado por una fragmentación porque la falta de conocimiento del espacio y la existencia de otros poderes competidores impidieron que este fuese completamente integrado. La evidencia más palpable de este hecho es que si se observa las fortificaciones españolas en la Venezuela de 1750, estas iban en el norte desde San Carlos, en Maracaibo, pasaba por Puerto Cabello, la Guaira, Margarita, Cumaná y Puerto España y, en el sur, por Angostura[5] y, posteriormente, por San Carlos y San Felipe Neri en el Río Negro. A este punto es conveniente que nos detengamos un poco para examinar el dispositivo de defensa español en Venezuela y su importancia en relación con el resto de sus dominios en América.
Zapatero (1990) nos ha indicado que la corona española designó a una serie de enclaves como llaves “por ser decisiva política y militarmente su conservación para la seguridad y desenvolvimiento de un territorio”. Siguiendo a este autor, podemos acotar que de las veinte llaves que cerraban al Caribe para la protección de los dominios españoles, cinco se encontraban en lo que hoy es Venezuela (y Trinidad)[6]. Al conjunto del dispositivo venezolano se le denominó el caño de la Ymbernada o ruta de penetración de los navíos españoles que después de la travesía del océano, se internaban en busca de los abrigos de Tierra Firme[7]. Esta concentración de fortalezas en nuestro país nos permite afirmar que Venezuela se originó como un país fortaleza. La importancia de esta afirmación obedece a que la caída de una de estas llaves amenazaba completamente todo el dispositivo para quien fuese el soberano, tal como se demostró en el año 1634 con la pérdida de lo que hoy se conoce como Antillas Holandesas, en 1795 con la pérdida de Trinidad, en 1811 Puerto Cabello y posteriormente, en el año 1817 con la liberación de Margarita, Cumaná y Angostura[8].

La eficacia de este sistema de defensa se demostró entre los años 1739-1743 y 1806 y en el esfuerzo por reprimir y contener la piratería, el corso, el contrabando y las incursiones armadas que sufrió la colonia. Esta eficacia evidencia que la erección de la Capitanía General de Venezuela, tal como fue reorganizada en el año 1776 fue posible a que ésta se constituyó como una eficaz estructura de contención dentro de un dispositivo defensivo de gran envergadura en el mar Caribe. Desde otro punto de vista, la entidad fractal ya constituida, es decir, la Capitanía General, tal como la conocemos, se convirtió en un espacio productivo que le permitió obtener mayores grados de autonomía. Esta autonomización se produjo, tal como nos las indicó Franco, dentro de un contexto de centralización de la defensa naval[9]. Así pues, la fractalización política tenía un cordón umbilical representado por la defensa naval de un territorio fragmentado.
El problema que se presentaría, como lo veremos más adelante estaría en que la forma de demarcación se mantendría dentro de un concepción euclideana a pesar de que la fractalidad parte de la asunción de la existencia de un espacio no-euclideano. Aun así, en el año 1804, con la creación del Apostadero de Marina de Puerto Cabello se formalizó la capacidad de proyección naval de la fortaleza Venezuela como señaló Bracho (2005).
Esta fragmentación padecía otro inconveniente. El dispositivo de defensa español se fundamentaba en una concepción territorial del espacio que hizo de España una epirocracia a pesar de su dependencia del mar. ¿Qué significa ello? Para que se tenga una idea de lo que se quiere indicar, la batalla de Salamina significó para DyG, una ruptura ontológica en el sentido de que este hecho, que colocó la guerra en el plano de la conciencia, creó las condiciones de posibilidad de apropiarse de un espacio por intermedio de una abstracción dada a partir del aprovechamiento de la capacidad productiva que estaba en concordancia con las necesidades de la época[10]. España no fue capaz de producir una ruptura de naturaleza semejante y ello se evidenció en que las cerraduras (fortalezas) que guardaban las llaves del dispositivo español en América no guardasen las entradas en sí, sino los dominios interiores desde donde España obtenía su riqueza y su poder. De ahí que Nweihed (2000) haya indicado que las puertas marítimas representadas por Caracas y Buenos Aires jugaran un papel preponderante en el proceso independentista continental.
De igual forma, estas llaves a pesar de su capacidad de auto-sostenerse, dependían de la seguridad que ofrecía la flota del mar océano, es decir, sin la posibilidad de defensa desde el mar, la capacidad de contención de las llaves dependían de una serie de factores internos. Por ello, a pesar de la fortaleza del dispositivo de defensa la costa venezolana de Tierra Firme estuvo expuesta a la influencia extranjera, es decir, a otra manera de entender el mundo ¿Qué implicaciones tiene esta afirmación?
El interés extranjero en los territorios de Tierra Firme estaba determinado, por la intención de integrar al espacio a otro ciclo productivo. Este último aspecto es conveniente destacarlo debido a que el monopolio español en sí mediaba entre las necesidades de las colonias y la posibilidad de satisfacción ubicada en muchos casos fuera del dominio. La intención de integrar a Tierra Firme en otro ciclo económico buscaba romper con esa mediación, no eliminar necesariamente esa forma dependencia. La república liberal que se instituyó en el año 1811 en Venezuela, fue la resultante de esa trama de relaciones intencionales. Así pues, el sistema defensivo español en Venezuela fue capaz de contener físicamente las amenazas de las otras potencias marítimas, mas no de las ideas, entendidas como fundamento de la referencialidad, que estaban subyacentes en la intención de romper el sistema de contención.
La ruptura del dispositivo de defensa de los dominios en América se produjo por triple vía: la pérdida de Trinidad, la derrota en Trafalgar y la ocupación napoleónica de la península ibérica. La consecuencia de estos hechos fue que del fracto se produjo una fragmentación política y geográfica, es decir, una guerra civil en un espacio débilmente ocupado que precisó ser delimitado. Ello explica la naturaleza de las operaciones militares y navales al inicio de la guerra de independencia en Venezuela, es decir, el propósito fue integrar fragmentos al nuevo espacio político. Las operaciones navales que se realizaron en Tierra Firme se desarrollaron, en primer lugar, en el espacio circunscrito a las fortificaciones[11] y, en segundo lugar, en el espacio fuera de las mismas. En el espacio fortificado, las operaciones fueron básicamente:
·         De bloqueo y contrabloqueo para intentar mantener abiertas las líneas de comunicaciones marítimas dentro del espacio fortificado y fragmentado.
·         Evacuación y transporte de tropas, que se realizaron durante casi todo el periodo de la guerra para dar continuidad a las operaciones.
·         Suministro de víveres y pertrechos, para sostener la guerra terrestre y para socorrer poblaciones civiles.
·         Enfrentamientos navales puros, cuyo nivel de intensidad fue baja en función de las fuerzas empeñadas.
El tipo de confrontación que se desarrolló en este espacio fue de desgaste. Este desgaste se observa en el agotamiento de la capacidad productiva de la antigua colonia por diferentes causas relacionadas con el tipo de antagonismo que se desarrolló en nuestro espacio, es decir, una guerra revolucionaria[12]. Así pues, las operaciones ejecutadas en el espacio fortificado estuvieron orientadas a disminuir las capacidades logísticas, si se puede llamar así, del adversario.
La reconexión del fracto venezolano con la metrópoli se produjo en sólo tres momentos: 1815, 1817 y 1821[13]. En el año 1815, arribó a Carúpano una expedición conducida por el Brigadier de la Armada Pascual Enrile y Alsedo. Esta expedición condujo a tierra a 10.209 hombres. La importancia de esta expedición se evidenció en el hecho que este comandante español expresó que:
“… las marchas que el ejército expedicionario acaban de hacer prueban hasta la evidencia de que la posesión de Venezuela no es interés tanto solo por lo que vale sino por el papel que juega con respecto a la Nueva Granada y que sus frutos codiciados y recogidos en las haciendas de la costa, tientan a los extranjeros, y de allí nace el tener los insurgentes armas y los negros esclavos para soldados... Sin un cierto pie de marina no puede tranquilizarse Venezuela, y sin un aumento de marina en los momentos de las cosechas no florecerá Venezuela. Si Venezuela se perdiera, sucumbiría la Nueva Granada antes de seis meses, ocuparían el Centro de la América los rebeldes, y el Perú sería el primero que se emanciparía” (Pérez, 1992:191-222).

Después de la expedición 1815, siguió la expedición de Francisco de Paula Topete, que condujo a 1600 hombres a Barcelona en el año 1817. La última expedición de apoyo a la bandera realista en Tierra Firme la condujo Ángel Laborde, quien trasladó 1500 hombres a Puerto Cabello (Ibíd.)[14]. Estas operaciones realistas evidenciaron la necesidad de detener la espiral de desgaste que produjeron las operaciones dentro del cordón fortificado y expresan de suyo la existencia de una entidad política que dejó de ser fracto español.
Antes de examinar el espacio que estaba ubicado fuera de las fortificaciones es de destacar que este estaba constituido por el mar Caribe, el cinturón de islas que cubre el mar de Venezuela (con la excepción de Margarita), los territorios no ocupados al sur de Angostura, al sur del rio Arauca y Meta y el alto Orinoco. Los lugares de máxima vulnerabilidad española estuvieron representados por Trinidad y las Antillas Holandesas[15], y los lugares considerados como llaves estratégicas por su capacidad de proyección estaban representadas, como ya lo indicamos, por los lugares donde se encontraban las principales fortificaciones en el país, es decir, San Carlos en Maracaibo, Puerto Cabello, La Guaira, el eje Margarita-Cumana y Angostura. Este dispositivo nos indica que entre Angostura y la fortaleza de San Carlos viniendo desde el sur, no había una estructura de defensa consolidada debido a que era un territorio interior español resguardado por lo agreste de la geografía. De ahí la importancia de estas dos plazas una vez pérdida Trinidad. Si caían en manos de potencias extranjeras quedaba amenazado todo el dominio. Pero este no fue el caso del año 1811. Ese año se produjo una fragmentación del territorio y Angostura pasó a ser, por una parte, un lugar de importancia estratégico para quién lo poseyera y, por la otra, dada su importancia estratégica sería un lugar donde se producirían enfrentamientos que inclinarían la balanza de la guerra como lo demostraron la serie de combates fluviales que condujeron al enfrentamiento en Sorondo en 1811 donde las armas patriotas fueron severamente derrotadas (Díaz, 2009) y, la liberación de Angostura por parte de las armas patriotas en el año 1817[16].
El establecimiento de una base firme de operaciones en la llave estratégica de Angostura colocó a las fuerzas patriotas ante la posibilidad de operar en el interior del cordón fortificado y afuera del mismo porque esa llave conectaba los espacios marítimos, que en ese momento se encontraban en disputa, con el hinterland suramericano libre de la presencia de fuerzas organizadas realistas. Ello explica de por sí la campaña de los Andes y el propio Armisticio del año 1820. Al estar cortadas las líneas de comunicaciones terrestres realistas con el sur, y el mar encontrándose en una situación de control en disputa, la decisión de la guerra no estaría necesariamente en los campos de batalla terrestres, sino en la imposibilidad de que los realistas recibieran refuerzos[17]. En este contexto, la Batalla Naval del Lago de Maracaibo fue un enfrentamiento con resultados trascendentes debido a que redujo la capacidad de maniobra española fuera de los espacios fortificados, obligándolos, en consecuencia, a replegar su fuerza organizada de combate para una hipotética defensa de los territorios insulares que todavía formaban parte de sus dominios con los escasos medios disponibles para esta tarea[18]. Hipotéticamente debido, en primer lugar, a que en la mente de los conductores de la naciente república se percibía la posibilidad de un intento de invasión por parte de España, según Jiménez (2006)[19] y, en segundo lugar, a que la capacidad de proyección de la naciente república no estaba dada por su capacidad productiva sino por las posibilidades de conexión de la llama independentista al resto del continente. Sin embargo, el hecho de encontrarse dentro de una fortaleza y con el dominio de las llaves que le permitiría proyectarse al hinterland del continente desde una posición, si se quiere central, le dio a Venezuela y posteriormente a la Gran Colombia una ventaja estratégica insuperable.
Así pues, la naciente república pudo proyectar su poder naval hacia las aguas cubanas e incluso a aguas metropolitanas españolas mediante la realización de operaciones de corso. Hubo otros actos donde se buscó crear las condiciones de posibilidad de proyectar el poder contra España. Uno fueron los proyectos para liberar Cuba y las islas Filipinas y, el otro fue la constitución del congreso anfictiónico de Panamá. El primero permaneció como una idea. El segundo se materializó efectivamente en un congreso. Este congreso generaría una nueva dinámica política que estuvo condicionada por la debilidad marítima de los participantes. Las debilidades de la capacidad de proyección marítima colombiana se evidenciarían inmediatamente después del fin de la guerra de independencia en Suramérica debido a la destrucción de su capacidad productiva.
La independencia generó en sí los fundamentos de una nueva referenciabilidad, por lo que el problema de los venezolanos fue cómo restaurar el sistema defensivo español y cómo producir proyectabilidad desde una perspectiva material e inmaterialmente para reducir la dependencia. Dentro de este marco problemático es que se circunscriben los problemas que el país comenzó a padecer desde el año 1830.
II.-        LA CONCEPCIÓN DE LA DEFENSA DEL TERRITORIO NACIONAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX.
Julio Chacón ha sido enfático en afirmar que es muy difícil hablar de poder naval entre los años 1835 y 1890 debido a que este concepto surgió a finales del siglo XIX con los trabajos de Mahan y a pesar del incremento del comercio marítimo y del impacto de la revolución industrial en la actividad marítima, en Venezuela esta actividad fue entregada a las casas comerciales extranjeras que operaban en el país. De igual forma agregó que también era problemático hablar de defensa nacional debido a que si bien, en la teoría hubo una preocupación por la defensa nacional en la praxis, las operaciones navales que se realizaron en el país fueron contra insurgentes y no contra potencias extranjeras, y ahí lamentablemente se fue desvaneciendo la visión ofensiva y defensiva estratégica en Venezuela. Por este motivo, vamos a examinar cuál fue la conducta estratégica nacional a la luz de los problemas marítimos venezolanos con las potencias navales del área.
Las indicaciones realizadas por Castelli relativas a la necesidad de defensa en San Carlos de río Negro, en Sinamaica y el Golfo de Venezuela y en el oriente del país constituyeron en sí el retorno de la idea del país fortaleza señalada al principio de este ensayo. Esta preocupación surgió veintiún años después de la separación de Colombia y después de que el país sufriera dos movimientos insurreccionales de gran envergadura. Ahora, ¿qué estaba subyacente en esta preocupación? El sur del río Orinoco era un espacio vacío, en la Goajira se encontraba una civilización que hacía resistencia a la europeización y a sus herederos republicanos y el avance inglés al oeste del río Esequibo no encontraba ningún obstáculo civilizacional.
Como también indicamos, la proyección española en el continente se realizó sobre la base de una línea que se conoció como la partición del mar en el año 1494 en Tordesillas. La línea de Tordesillas facilitó el proceso de territorialización del espacio a partir de una abstracción producida por usar como referencia un meridiano. La actitud asumida para la territorialización del espacio americano fue ofensiva en el continente y ofensivo-defensiva en el espacio marítimo favoreciendo, en consecuencia, la generación de un nuevo tipo de nomos de la tierra a partir de la territorialización del globo mediante el establecimiento y perfeccionamiento de un sistema de coordenadas geográficas. El Tratado de Paz de Westfalia marcó formalmente un punto de inflexión en la conducta estratégica española debido a que significó que España tuvo que adoptar, desde ese entonces, una estrategia eminentemente defensiva en un tiempo territorializado y compartido. Es decir, un tiempo de los principales poderes capaces de proyectarse en el globo.
Esta actitud permitió la implantación de un dispositivo de defensa que fue eficaz para la manutención del imperio colonial por más de un siglo. Así pues, la conducta estratégica de los colonos en Venezuela comenzó siendo defensiva. La fortaleza Venezuela en este contexto fue una estructura de defensa dentro de un dispositivo que reforzó en la conciencia esta conducta pasiva de aquel cuya aptitud se basa en la espera. El movimiento independentista iniciado en el año 1810 cambió esta actitud cuando, mediante una acción ofensiva, buscó la re-territorialización del espacio bajo un nuevo ordenamiento.
Esta re-territorialización se realizó en el espacio fortificado dejando a un lado el espacio marítimo. La causa de este hecho se debió a que el único modo de territorializar el espacio marítimo fue y ha sido siempre por intermedio de la producción y el uso del espacio. Después de la instauración del apostadero de marina de Puerto Cabello en el año 1804, sólo fue durante el gobierno de Páez que se planteó la necesidad de crear una base productiva marítima que permitiera la proyección más allá del espacio fortificado. Esta había sido la principal enseñanza de este General venezolano luego de sus andanzas en el año 1848, sin embargo, la guerra federal impidió que se concretara su proyecto efectivamente.
Si se tiene presente el contexto sobre el cual el General Páez consideró la posibilidad de desarrollar una industria naval hay que considerar que éste estuvo caracterizado por la revolución industrial. Quizás él visualizó la vulnerabilidad de Venezuela tanto en el espacio marítimo como en lo concerniente a la capacidad productiva que permitiera alcanzar dicha proyección. Pensar en desarrollar una capacidad de proyección marítima, en este estado de cosas, es pensar como un emprendedor y como un marino. Ello basado en el criterio de que producir una ruptura ontológica como la acontecida en Salamina, en plena revolución industrial, resultaba razonable si se considera que las invenciones y los nuevos procesos industriales podrían haber hecho que el salto a dar de una economía agraria a otra industrial en un período de recuperación fuese más efectivo en términos de resultados. De forma gráfica mostraremos a continuación ese proceso evolutivo de la conducta estratégica venezolana.

En el cuadro mostrado precedentemente se observa que frente a la concepción de defensa territorial del territorio de Codazzi y Castelli se ejecutaron operaciones navales en el espacio marítimo que fue cedido voluntariamente a un potencial adversario como se evidenció con las acciones de 1848 y 1902.
 Con esta vulnerabilidad estructural, la conducta estratégica de la Venezuela republicana tendió a ser defensiva. Y esta actitud reforzada por la aptitud que se heredó del período colonial hispánico hizo que el modo con que se trató de resolver las disputas internacionales fuese por la vía pacífica como se evidenciaría frente a los Países Bajos, Colombia y el Reino Unido a partir de una práctica consuetudinaria (Utis Possidetis Iuris). En el caso específico del Reino Unido, el uso de la isla Trinidad como un punto de proyección de sus intereses pasó a ser un aspecto estratégico cuya valoración a pesar de ser considerada por los colonos españoles en el momento de su pérdida, no fue suficientemente percibida por los conductores de la joven república en lo atinente a las llaves defensivas construidas por España y operacionalizadas en el siglo XVIII. Después de 1830 se planteó, desde la perspectiva de la práctica estatal, la necesidad de generar una nueva llave que asegurara el hinterland del país frente a amenazas extranjeras y consecuentemente permitiera la completa re-territorialización del espacio y ello no fue percibido plenamente, debido a las estrechas relaciones que mantuvo inicialmente el país con el Reino Unido. 
Desde la perspectiva de Codazzi y Castelli, no hubo una ruptura ontológica en relación con el dispositivo de defensa español. En todo caso, el segundo, consideró la gravedad de la baja densidad poblacional como un impedimento para la defensa y consecuentemente, planteó la necesidad de territorializar la totalidad del espacio venezolano. Guzmán Blanco, consciente de los avances tecnológicos acelerados que se estaban produciendo en Europa y de la debilidad del país en términos productivos, apostó por las comunicaciones terrestres como medio para integrar espacios. Pero no tomó debidamente en consideración que dichos desarrollos también estaban afectando el cómo establecer sistemas de referencia territorial.
Desde el punto de vista de la defensa naval del territorio Nieves-Croes y Jairo Bracho afirmaron que Guzmán Blanco proyectaría la extensión de la línea de defensa al cordón insular que protege al mar de Venezuela. Esto, siguiendo nuestra línea discursiva puede ser entendido como una forma de territorialización.
El modo en que el gobernante venezolano posiblemente concibió la defensa fue mediante el empleo de pequeñas embarcaciones dentro de un concepto estratégico enmarcado en lo que se conoció como Jeune Ecole. Ramón Rivero-Blanco ha descubierto planos de proyectos para la construcción de buques para el país en la era guzmancista que permiten concluir de forma categórica acerca de esta intención[20]. Como se sabe, este proyecto guzmancista a pesar de considerarse la conformación del territorio federal insular teniendo como sede la isla La Blanquilla no se concretó a cabalidad. No obstante, si se analiza este proyecto se evidencia que al ser una especie de evolución del pensamiento de Codazzi y Castelli, no produjo una ruptura ontológica con lo hispánico, como la que se ha hecho alusión, que permitiera colocar al país en capacidad de responder efectivamente ante amenazas externas, lo que faltó fue adecuar esa concepción a las realidades de ese presente histórico. Con ello, la vulnerabilidad estructural del país se mantuvo hasta finales del siglo XIX y esa situación desventajosa tendría, en primer lugar, importantes consecuencias frente al Reino Unido y Colombia en relación al territorio y, en segundo lugar, se constataría durante el bloqueo anglo-germano-italiano entre los años 1902 y 1903 la preocupación de Codazzi en relación con el puerto natural que constituye el mar de Venezuela para la ejecución de operaciones ofensivas contra el país.
La aptitud y las actitudes constatables de la clase dirigente venezolana después del año 1903, fue la misma aun a pesar de que entre los años 1939 y 1944, la guerra mundial se desarrollara a tres millas náuticas de nuestras costas y que el fin de la guerra fría en el año 1991 generó un proceso de reacomodo internacional que nosotros los venezolanos en la actualidad estamos padeciendo. La excepción de esta tendencia estuvo representada por los esfuerzos realizados, en primer lugar, por Román Delgado-Chalbaud y Ramón Díaz[21] a principios del siglo XX, en segundo lugar, por Ghersi Gómez y Sosa Ríos después de la Segunda Guerra Mundial y, en tercer lugar, por Seijas Villalobos y Mendoza Ramírez, como consecuencia de la evolución del derecho del mar. A continuación se muestra el dispositivo de defensa venezolano pensado y activado en 1935 por la Regia Marina Militare italiana y entre 1941 y 1945 por el U.S. Army.

Así pues, la Venezuela republicana mantuvo la conducta estratégica defensiva legada por España sin tener en consideración las fracturas que había sufrido el dispositivo hispánico en la fase final de la colonia ni la estructura de referencialidad que le permitió a España asegurar su dominio por un poco más de tres siglos. Esta fractura estaría agravada esencialmente por el carácter de un ser-español que no superó una orientación dada a la apropiación física de la tierra sin considerar esta desde el punto de vista productivo. De igual forma, los cambios en los modos de establecer los sistemas de referencia que condicionaron la apropiación y defensa del territorio comenzaron a ser percibidos sólo cuando los perjuicios que generaron en el país se hicieron evidentes. Este aspecto es importante tenerlo en cuenta si se considera que en la actualidad los principales sistemas de posicionamiento globales son estadounidense, europeo, ruso y próximamente chino, pero con un nomos que sigue estando establecido por una convención que regula el tiempo y el espacio y una práctica que aún mantiene la intencionalidad de la línea de amistad que constituyó Tordesillas.
Como esta apropiación física permitió que se desarrollaran prácticas que se hicieron consuetudinarias y que hoy día se enmarcan como aquello que se conoce como circunstancias especiales dentro del actual ordenamiento jurídico global, que en sí es el fundamento del sistema de referencia, pero no el cómo aplicarlo para la delimitación y defensa de territorios, vamos a examinar ahora cómo ha impactado el proceso de ordenamiento global en el caso venezolano a partir de la pasividad antes indicada.
III.-    EL NOMOS DE LA TIERRA Y SU IMPACTO EN LA DEFENSA DEL TERRITORIO VENEZOLANO.
Kant nos enseñó en su estética trascendental que el espacio y el tiempo son los fundamentos del conocimiento. Si aceptamos esto como válido hay que imaginarse cómo fue acordado un tratado como el de Tordesillas donde el espacio y el tiempo se constituirían en los fundamentos de la apropiación en la medida en que estos se fueran conociendo. Esta acotación se debe a que siendo una línea, un meridiano, ubicada en el océano a 360 leguas de Cabo Verde que le iba a determinar la titularidad de lo que se obtuviere, habría que preguntarse por una parte, cuándo se produjo el cambio para que desde “una partición del mar” diese titularidad sobre la tierra[1], se pasase a otra donde la tierra generase apropiación del mar si esto efectivamente ocurrió así y, por la otra, hasta dónde llegaban los límites de esa titularidad, es decir, si ese meridiano iba de norte a sur dónde se ubicaría su opuesto.
Si se tiene presente que la navegación realizada con “rrumos de vientos e çrados de norte o de sol” era posible de norte a sur y viceversa en términos de certeza en el posicionamiento, la navegación de altura hacia el oeste era sólo posible con un reloj y un compás que indicara el norte magnético. Con ello quiero señalar que la titularidad del espacio que se consiguiese y conociese se produjo por una abstracción basada en una línea que en sí marcaba desde donde se iniciaba y terminaba la exclusividad de la territorialización de un espacio que, en principio, no tenía límites. Dicho de otra manera, el espacio empezó a ser dibujado a partir del movimiento que realizaron sobre el mismo los ibéricos teniendo como referente una línea trazada sobre el espacio marítimo.
Territorializar es convertir la tierra en un territorio sometido a un régimen de apropiación u ordenamiento. Un territorio es una construcción social, es decir, un nomos que se estructura en un espacio (tierra) que DyG (2008) lo definen dividiéndolo en liso y estriado. Un espacio liso es vectorial, proyectivo y topológico sin conductos ni canales como históricamente ha tendido a ser el Alta Mar y el espacio estriado es métrico, es decir, delimitado como un Estado (incluyendo el Mar Territorial, Zona Contigua y Plataforma Continental) o como fue el mar océano luego del Tratado de Tordesillas para efectos de apropiación. Guattari, en este sentido, ha señalado que el territorio,
“… puede ser relativo tanto a un espacio vivido como a un sistema percibido dentro del cual un sujeto se siente ‘una cosa’. El territorio es sinónimo de apropiación, de subjetivación fichada sobre sí misma. Él es un conjunto de representaciones las cuales van a desembocar, pragmáticamente, en una serie de comportamientos, inversiones, en tiempos y espacios sociales, culturales, estéticos, cognitivos” (Guattari y Rolnik, 2006).

Estos “territorios” remiten al tipo de agenciamiento que permite que estos sean construidos porque relacionan pensamientos y deseos produciendo, en consecuencia, vectores de “desterritorialización” (des-apropiación) y “reterritorialización” (re-apropiación) que le dan contenido y expresión. La “desterritorialización” es relativa en la medida en que concierne a la relación histórica de la tierra con un territorio, como, por ejemplo, el proceso que condujo a la concreción del principio de libertad de los mares en el Tratado de Paz de Westfalia, y es absoluta cuando la tierra entra en el puro “plano de inmanencia” de un pensamiento, que remite propiamente al acto de pensar, es decir, cuando se es capaz de observar el espacio más allá de toda construcción social. Pensar consiste, según DyG (1991/2005), en extender un “plano de inmanencia” que absorbe la tierra entendida como fundamento de una construcción social mediante un proceso de reunión y división proyectándola sobre un devenir establecido. En nuestro caso la relación tierra y territorio se evidencia, en primer lugar, en la tensión entre la historia y un devenir que la considera como el estudio del conjunto de condiciones por medio de las cuales nos desviamos para crear y conservar una república a partir de la realidad española y, en segundo lugar, entre el Ser y el ente, es decir, en cómo definir y separar en conceptos dos entidades determinadas que puedan expresarse en una realidad concreta.
La separación de conceptos que medio para crear otro u otros tiene que ver, como lo hemos indicado, con la ruptura ontológica que permitió el paso de una realidad basada en un territorio a una realidad basada en la producción. En el caso ateniense, este fue un acto des-territorialización que fue posible a partir de un reconocimiento de su ser en sí. Este acto fue producido de golpe, es decir, fue producto de una situación contingente. A finales del siglo XV este acto fue más bien un proceso histórico. Veamos esto más de cerca.
Con la unión de los reinos de España y Portugal la línea de Tordesillas pasó a ser, según Schmitt (2005), la línea que indicaba hasta dónde se aplicaba el ordenamiento europeo. Con ello se iniciaría una competencia entre Inglaterra, Francia y los Países Bajos, para obtener nuevos espacios y para lograr determinar cuál era la antípoda de la línea usada como referencia para concretar el tratado luso-español, es decir, el meridiano de los 180°. Si bien, la primera aproximación la lograron navegantes al servicio de España, su orientación apuntó al espacio que podría ser apropiado. El resto de los competidores también consideraron la importancia del espacio, pero su foco estaba dirigido al tiempo debido a su conexión con la producción y el libre comercio. La obra de Umberto Eco, l’isola del giorno prima, nos cuenta de forma fabulada cómo fue un el proceso histórico de determinación del meridiano 180° desde el siglo XVII hasta finales del siglo XVIII[2][2]. En este proceso es de destacar que con la Paz de Westfalia, el océano pasó a regirse por el tiempo de los usuarios del mismo, es decir, pasó a ser relativo y el espacio estuvo en función de quien lo dominaba.
Cuando España dejo de ser la potencia hegemónica su tiempo del poder dejó de ser el referente sobre el cual orbitaron las relaciones europeas. Según Mahan el Reino Unido alcanzaría la hegemonía en el mar, en el Mar Caribe, en la batalla del canal de Les Sainte en el año 1782 contra Francia dentro del marco del proceso independentista estadounidense y esos acontecimientos marcarían el inicio de los procesos de cambio en toda la región al acentuarse la relativización del tiempo en el mar.
Esta relatividad del tiempo en el mar fue la que empezaron a percibir los habitantes de la Capitanía General de Venezuela entre los siglos XVII y XVIII. La relatividad del tiempo en el mar de los poderes que hacían uso del mismo fue lo que ayudó a Venezuela a producir la ruptura con España. Esta ruptura significó, en primer lugar, que el nuevo país se integraba directamente al orden westfaliano, en segundo lugar, que las prácticas territoriales realizadas por los colonos hispanos quedaran como remanente consuetudinario de un modo de ser-español que tuvo en su plano de conciencia la dependencia a una estructura y unos modos de subsistencia que le permitieron permanecer y trascender en el nuevo territorio y, en tercer lugar, que el Reino Unido se constituyese en el referente, desde el punto de vista temporal, del nuevo Estado. Este referente es el que va a primar en los futuros procesos de demarcación desde una perspectiva temporal y productiva determinada por una relación: Tiempo-valor-trabajo.
La relación tiempo-valor y trabajo fue un recurso desarrollado para explicar las consecuencias de las relaciones económicas producidas por el dominio de esta relación. El desarrollo de la teoría del valor creó las condiciones de posibilidad de observar los procesos históricos que había producido el estado de cosas de ese entonces pudiendo a DyG explicar después que las actuales relaciones de poder global enmarcadas en el orden westfaliano han sido la expresión de un poder global segmentado y sustentado bajo una misma concepción del tiempo basado en la producción en función de las necesidades del mercado. Con esta manera de entender las relaciones internacionales, al establecerse el poblado de Greenwich como el meridiano 0° un siglo después, en plena revolución industrial, el Reino Unido alcanzó lo que habían logrado los atenienses en Salamina más de dos milenios atrás.
Teniendo lo antes indicado presente se puede entender que Estados Unidos produjo una ruptura ontológica gracias al desarrollo de una estructura de producción y los venezolanos al arrojarse al mundo como entidad política independiente heredaron, por una parte, un sentido de ser segmentado por la conciencia de su propia realidad en términos de subsistencia y la realidad impuesta por el hecho de formar parte de un ordenamiento que había dejado de ser global frente a un nuevo nomos que comenzaría a gestarse con la ascensión del Reino Unido como potencia hegemónica y, por la otra, una actitud pasiva heredada de la experiencia colonial, que les ha impedido producir una ruptura que les permitan ser y consecuentemente les permita producir su propia realidad desde una propia temporalidad dentro de un contexto de cambios.
La realidad del mundo está y ha sido determinada por la producción. Esta se presenta como un acto de superación frente a una práctica consuetudinaria y un orden imperante. En la Convención del Mar del año 1982 estas dos acciones están tipificadas como circunstancias especiales (la costumbre en el uso del espacio marítimo) y circunstancias pertinentes (la aplicación de la norma). Con estas dos tipificaciones podemos volver a la fortaleza Venezuela y el impacto que ha tenido el nomos instaurado por los británicos al capturar Trinidad y apropiarse de las tierras al oeste del rio Esequibo y las pretensiones colombianas en los ríos fronterizos y en el Golfo de Venezuela.
La fractura de la fortaleza Venezuela con la conquista de Trinidad y el avance inglés al oeste del rio Esequibo produjo un nuevo ordenamiento a pesar de que se mantuvieron las prácticas consuetudinarias del uso del mar, es decir, la navegación y la obtención de recursos. Ello se mantuvo igual aún mucho después del Laudo de París que decretó la pérdida del territorio Esequibo. En el año 1998, la Armada de Venezuela consciente de que en la fachada del Atlántico Meridional que proyectaba el territorio Esequibo y la desembocadura del río Orinoco[3] se iban a generar presiones políticas de gran alcance por el interés guyanés de otorgar concesiones a empresas extranjeras para explotar los recursos ubicados en áreas que le corresponden a Venezuela, hizo una serie de propuestas orientadas a generar circunstancias especiales en el uso del espacio para reforzar la posición política en un esquema de negociación que comenzaba a presentarse como complejo.
Luego de un importante esfuerzo marítimo realizado a principios del siglo XXI por el Estado venezolano, que en principio supuso una ruptura ontológica desde el mismo momento que se utilizó a la producción como un arma de negociación en ese espacio marítimo, el gobierno nacional ha realizado un cambio de orientación de su política con respecto a los intereses de Venezuela al focalizar sus esfuerzos en un territorio que el país no ocupa, ni usa. Es decir, si bien Venezuela por una serie de causas no usa el espacio terrestre de la Guayana Esequiba, si usa su proyección marítima, y si se considera que la proyección marítima que produjo el Tratado de Tordesillas creo las condiciones de posibilidad de apropiación y territorialización de América, se considera que es en el mar, por intermedio de su uso, lo que podría colocar a Venezuela en una fuerte posición negociadora no sólo frente a Guyana, sino también a las empresas y países que están detrás de esa controversia. Así pues, la manera más razonable de territorializar el Atlántico meridional es por intermedio del uso del espacio marítimo, es decir, creando circunstancias especiales que le den al país un mayor poder de negociación.
Esto nos lleva a otro aspecto del problema. De acuerdo con el derecho del mar todo territorio genera titularidad en el mar, pero cómo un país como Guyana, con una baja capacidad productiva puede aspirar a la explotación de un espacio donde los verdaderos usufructuarios serán empresas transnacionales cuyas sedes se ubican fuera de la región. La respuesta es que aún la línea establecida en Tordesillas permite desde el mar establecer la titularidad de un espacio. Ese es lo que está en juego en la fachada atlántica. Si consideramos que los países con sistemas de posicionamiento propio tienen intereses en Guyana y que el nomos es británico el tema de delimitación va a estar dado por el sistema de referencia (que incluye las circunstancias pertinentes), el nomos y la práctica consuetudinaria.
Con respecto a Colombia, el Laudo de Madrid y el acuerdo de amistad del año 1941 produjeron una nueva fractura en la fortaleza Venezuela. Esta fractura ha ido en dos sentidos, en los ríos fronterizos y en el Golfo de Venezuela. En los ríos fronterizos, gracias al citado laudo, Colombia logró avanzar a los ríos Arauca medio, Meta bajo, Orinoco medio, Atabapo, Guainía y Negro. Su principal interés ha sido lograr navegar libremente hacia el Atlántico por el rio Orinoco y conectar por vía de la navegación fluvial entre el Orinoco y el rio Negro por la difluencia Orinoco-Casiquiare[4][4]. Como se recordará estos espacios quedan fuera de la fortaleza Venezuela que en un momento histórico fueron espacios vacíos y hoy en día espacios con baja densidad poblacional. Esta circunstancia motivó la instrumentación de planes de desarrollo del sur hasta finales del siglo XX con la finalidad de establecer cuñas en los espacios de la fortaleza que habían sido horadados y una concepción estratégica de gran alcance, desde el punto de vista ambiental, para desarrollar de forma sustentable el espacio venezolano ubicado fuera de la fortaleza.
Como se indicó previamente, la posesión de la llave del río Orinoco permitiría el acceso por vía terrestre o fluvial al centro de Colombia y al sur del continente como lo hizo el Libertador Simón Bolívar en el siglo XIX y al río Amazonas y Manaus en el norte de Brasil. Este hecho en sí no ha pasado desapercibido para potencias extranjeras: por una parte, los estadounidenses consideraron la posibilidad de conectar por vía fluvial a Suramérica durante la Segunda Guerra Mundial y, por la otra, un análisis del Admiralty Charts and Publications británico, nos permite considerar que tomando como centro a la Venezuela continental, divide al país en tres áreas cartográficas de alcance global desde su temporalidad estatal por su potencial de comunicación y la concentración de recursos existentes. Consecuentemente, la importancia que en el pasado le dieron los españoles y en el pasado reciente le dan los británicos a ese espacio ameritaría por parte de Venezuela la realización de un importante esfuerzo de reflexión de los sistemas de referencia y, por supuesto, de territorialización, que supondría colocarlo en condiciones para que los habitantes del país fuesen capaces de producir sus medios de vida y evitar así que el ordenamiento global determine la utilidad de ese espacio para efectos de la estructura de producción por canales directos o indirectos como lograron estadounidenses, japoneses y coreanos por citar sólo tres ejemplos.
Por otra parte, la pérdida de territorio al Occidente del país también dejó una práctica consuetudinaria en relación con la obtención de recursos en el golfo de Venezuela y en el archipiélago de Los Monjes. Junto a esta práctica se agregó el uso del espacio de manera creciente en lo que concierne a la navegación. Estos dos hechos han permitido percibir esa parte del territorio desde una perspectiva productiva generando, en consecuencia, una conciencia de dependencia y de identidad que se ha materializado en actos de fuerza para demostrar el interés por mantener el dominio sobre el mismo[5].
Así pues, mientras que el foco de atención en el Atlántico Meridional apunta a la recuperación de un territorio relativizando las circunstancias especiales que pudiesen aumentar el poder de negociación del país, en el Occidente la propiedad del espacio ha estado basada en el uso del mismo, es decir, a partir de la producción dentro de una estructura global relacionada con el petróleo y unas circunstancias especiales relacionadas con el uso del espacio como fuente de recursos de forma consuetudinaria.
La fortaleza Venezuela no fue cosa del pasado, el Proyecto de Desarrollo Sustentable del Sur (PRODESSUR) instrumentado entre 1994 y 1998 tenía como foco la arteria que representa el rio Orinoco. No con la amplitud británica basada en una estructura de producción, sino con la visión española de la dominación de espacios. La visión británica indica, como señalamos en otra oportunidad, que el centro de Suramérica se encuentra en territorio venezolano aunque el centro de Venezuela se ubique en Caracas si se considera el espacio marítimo. El centro de la fortaleza Venezuela queda ubicada de acuerdo con el sistema de referencia global británico, es decir, el eje Caicara-Cabruta y sólo una visión del espacio considerado desde una estructura nacional de referencia y producción es lo que permitiría a los venezolanos producir la ruptura ontológica similar a la que permitieron a atenienses y estadounidenses trascender desde el punto de vista histórico, sobre todo si se considera que al sur-este de esa área se ha confirmado la existencia de recursos que podrían ayudar a generar ese cambio a partir de su transformación desde el punto de vista productivo.
La titularidad de un espacio no la da la tenencia, sino su aprovechamiento desde el punto de vista productivo. La producción, en este contexto, es expresión de una facultad de juzgar o dicho en sentido deleuzoguattariano, de una máquina abstracta que persigue alcanzar mayores grados de perfección y de libertad. Con ello se puede afirmar que la iniciativa de Javier Nieves-Croes Aguirre nos ha permitido usar la concepción de defensa de Codazzi-Castelli para reflexionar acerca de la estructura de acción venezolana desde su génesis hispánica para alertar que en esta segunda década del siglo XXI se ha producido en el país un retroceso que puede tener graves consecuencias para el ser-venezolano desde el mismo momento que la concepción de defensa del país ha retornado a la imagen del espacio fortificado del siglo XVIII y XIX. En todo caso, hay que tener presente que no es que la tierra genere mar o que el mar genere tierra! Lo que da títulos sobre un espacio determinado es el sistema de referencias que se use dentro de un contexto intencional. La importancia de esta acotación obedece a que, con el advenimiento de la era espacial está tendiendo a cambiar el nomos de la tierra en la medida en que se está implantando un nuevo sistema de referencia.

IV.-   REFLEXIÓN FINAL.

El Tratado de Tordesillas fue un trazo diagramático realizado en un plano de inmanencia absoluto sobre un espacio liso. Según Schmitt, el sentido de este trazo cambio cuando Estados Unidos utilizó aproximadamente esa línea para declarar que el espacio ubicado a Occidente de la misma era una zona de paz y neutralidad en el año 1939. En todo caso, los estadounidenses usaron mutatis mutandi el mismo plano de referencia. Si bien los desarrollos aeronáuticos produjeron un nuevo sistema de referencia, este aún se basó en la estructura abstracta que permitió la territorialización del mar con la Convención de Jamaica en el año 1982. El surgimiento de la era espacial ha producido un cambio de circunstancias que está impactando los sistemas de referencias y la producción.
Sin embargo, aún está el plano de inmanencia sobre el cual se hacen trazos diagramáticos. Schmitt anunció el papel que las comunicaciones radioeléctricas estaban empezando a jugar en la humanidad. No profundizó sobre el tema debido a que trazar una línea en el espacio electromagnético es colocar una línea en un espacio físico y en el espacio metafísico. En el espacio físico colocar una línea para partir el espacio significa tener presente los desarrollos satelitales y consecuentemente ir más allá de las orbitas de los satélites actualmente en uso como a finales del siglo XV se realizó con los medios disponibles. En el espacio metafísico es colocar una línea en el plano de la conciencia que se corresponde con la introducción de una idea estructurada con una finalidad específica. En ambos casos al igual que en el pasado, privó una voluntad y una intención que fue conectada intuitivamente produciendo un concepto que marcó la vía para la acción, materializada en una práctica productiva entendida desde el punto de vista material e inmaterial. Este acto intencional es lo que permite establecer un sistema de referencias como lo representó Tordesillas.
Ser independiente, en este contexto, es ser capaz de establecer su propio sistema de referencias. Si ello no es posible va a ser difícil generar los medios para perseverar en la propia existencia y consecuentemente para hacer una defensa viable.


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[1] Ver al respecto: Bracho (2005 a y b).
[2] Para nosotros el poder es la capacidad de mediar entre necesidades y satisfacciones.
[3]Los supuestos fundamentales del sistema mercantilista fueron, en general, los siguientes: los metales preciosos constituyen la medida más valiosa de la riqueza de una nación; aparte de la extracción de minerales, el comercio  es el medio principal de acumular metales preciosos en forma de numerarios; como consecuencia de lo anterior hay que favorecer las exportaciones y reducir las importaciones, establecer colonias para garantizar provisión de materias primas y asegurar mercados de productos terminados (Barnes, 1987:326)
[4] Los fractales son entidades matemáticas que están por todas partes. Por sus cualidades son difíciles de definir porque no todos cumplen con las mismas características. Sin embargo, poseen algo en común, es decir, son el producto de la repetición de un proceso geométrico elemental que da lugar a una estructura final de una complicación extraordinaria. Hay muchos objetos de la naturaleza que, debido a su estructura o comportamiento, son considerados fractales naturales aunque no lo parezcan: las nubes, las montañas, las costas, los árboles y los ríos. En lo que se diferencian de los fractales matemáticos es que éstos son entidades infinitas. El padre de esta nueva manera de concebir matemáticamente la naturaleza fue primeramente G. Julia y posteriormente, B. Mandelbrot (DyG, 2008).
[5]Las fortalezas de Angostura estaban orientadas al mar y no al hinterland venezolano.
[6] Estas llaves abarcaban desde la Florida, las Antillas mayores, Centroamérica hasta Cartagena de Indias (Ibíd.:39).
[7] Ver también: Bracho (2005a) y Blanco (2004).
[8]Bracho al respecto ha hecho una importante recopilación acerca de las incursiones realizadas contra el territorio que hoy se conoce como Venezuela. En esa recopilación ha indicado que en al menos en veinticinco oportunidades nuestras costas fueron atacadas de forma localizada o simultánea por importantes fuerzas francesas, neerlandesas o inglesas. Ver al respecto: Bracho (Blanco, 2010:17). Sobre la pérdida de las Antillas Holandesas ver al respecto: ArteHistoria, “Holandeses: guerra de la Sal y contrabando” en http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/1591.htm.. Y sobre la pérdida de Trinidad ver: Zapatero (1990)
[9] Esto significó para Venezuela, siguiendo a Bracho, la institucionalización de una capacidad militar con implicaciones productivas como lo fue el Apostadero de Marina de Puerto Cabello.
[10] Sobre la guerra entendida como un estado de conciencia, ver al respecto: Blanco (2016).
[11] Ver al respecto: Blanco (2004) y Rivero-Blanco (2013).
[12]Esta afirmación sugiere la implantación de una estrategia acorde con las necesidades de guerra que bien podría categorizarse como de guerra prolongada y en este sentido es conveniente destacar que la guerra de corso fue una de las prácticas más empleadas según Franco (2009) y Pérez (1992). El corso patriota se caracterizó por enmarcarse dentro de tácticas dilatorias “fiados en la mayor movilidad de sus naves y la escasez de embarcaciones españolas...”,“...con el fin de que el tiempo y el mar dejasen a los españoles desprovistos de buques” (Ibíd.:264 y 268). Ciertamente los patriotas tuvieron plena conciencia de las limitaciones de los realistas en cuanto a medios, pero si se considera que los medios navales patriotas eran de proveniencia privada, institucionalizada por una patente de corso, la necesidad de preservar la empresa como medio de sustento era un imperativo funcional y de ahí se pudiera presumir la prudencia en realizar combates directos contra unos enemigos dispuestos a acabar la insurrección por cualquier medio.
[13] En el año 1813 la fragata Venganza, condujo a mil soldados a Puerto Cabello (Blanco, 2004).
[14] Esta expedición denominada la “División de Costa Firme” arribó a Puerto Cabello después de haber derrotado a las fuerzas navales patriotas en la citada plaza en el año 1823 antes de la batalla del lago de Maracaibo (Díaz, 2009).
[15] Hay que recordar que para el momento del estallido de la guerra, se estaba constituyendo en Europa una importante coalición anti-napoleónica que tuvo en el mismo bando a España, el Reino Unido y los Países Bajos, por lo que estos territorios, para efectos de la guerra que se libraba en tierra firme eran más o menos neutrales. De ahí la importancia de Haití como lugar de proyección de las operaciones navales bolivarianas.
[16] Piar expresó que la Guayana era “la llave de los llanos, es la fortaleza de Venezuela... ella por su posición está en contacto con los países extranjeros y con todo el interior; ella está cubierta y defendida por un muro más fuerte que el bronce, por el Orinoco, ella, es en fin, el único territorio de Venezuela que exento de las calamidades de la guerra anterior nos ofrece recursos para proveernos de lo necesario, y el único punto de defensa que podemos elegir, así para establecer nuestros almacenes, como para tener un asilo seguro si la suerte nos redujese al último término. La ocupación de Guayana debe ser, pues, con preferencia, el objeto de nuestros esfuerzos. Sus ventajas son incalculables, y los males que produciría el dejarla a nuestra espalda  son conocidos de todos los venezolanos”. La importancia del corso fue tan relevante que el Contralmirante francés Jurien de la Graviere afirmó que esta guerrilla naval, hizo perder sólo a Francia veintitrés buques destinados al comercio en un solo año motivando la presencia de una escuadra francesa en Puerto Cabello para resolver “diplomáticamente”, estas perturbaciones al tráfico marítimo. Ver al respecto: Blanco (2004). Laborde, expresó que para corregir los problemas derivados del corso instrumentó a partir del año 1821 un sistema de convoyes entre Puerto Cabello, La Guaira, Puerto Rico y Saint Thomas para minimizar las posibilidades de pérdidas comerciales más allá de lo grave que ya fueron (Chaves, 2009:233).
[17]La campaña del sur se inició en Angostura, luego del Congreso Constituyente, para lo cual se remontó el río Orinoco y el Arauca, para cruzar la región más septentrional de los Andes. Luego de Boyacá, una parte de las fuerzas patriotas navegaron el río Magdalena dirigiéndose al norte ganando la costa, liberaron Cartagena de Indias y siguieron al este desembocando en el lago de Maracaibo por mar, mientras que otros lo hacían desde el este por tierra y mar.
[18] Ver al respecto: Rodríguez (2014).
[19] Si bien es cierto que pudo haber sido posible que la monarquía española pensase en recuperar sus dominios, también es cierto que el absolutismo monárquico entraría en crisis después del año 1817 y ello reduciría la capacidad militar ibérica para emprender grandes operaciones fuera de la península.
[20] Sobre la influencia de la Jeune Ecole en Venezuela ver al respecto: Blanco (2015).
[21] Ver al respecto: Rivero-Blanco (2013).
[1] “procurar e conseruar mayor paz o más ritmo concordia e sosieço çue el mar en çue las dichas islas están e fueron halladas se / parta o demarçue entre nos todos en alçuna buena çierta e limitada manera” (Tratado de Tordesillas).
[2] Sobre este tema, ver al respecto: Blanco (2015a).
[3] El uso de la expresión ‘Atlántico Meridional’ obedece a que de acuerdo con la concepción geopolítica brasileña y occidental el Atlántico Sur comienza al sur del Trópico de Cáncer. Ello ha determinado el establecimiento de áreas de influencia que subordinan al país frente a las potencias marítimas del norte y del sur. Por ello el uso de esta expresión ‘Atlántico Meridional’ busca darle un nombre histórico a la pretensión venezolana de proyectarse en el océano Atlántico. Ver al respecto: Blanco (2013).
[4] De igual forma Colombia ha mostrado interés en acceder al Lago de Maracaibo por intermedio del rio Catatumbo y al Golfo de Venezuela por el rio Limón.
[5] Para ello sólo basta recordar la defensa del Archipiélago de Los Monjes en el año 1952 y la crisis de la corbeta “Caldas” en el año 1987. Ver al respecto: Blanco (2004).https://www.ivoox.com/nomos-tierra-como-el-audios-mp3_rf_50636271_1.html

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