Trabajo presentado en Realidad y Proceso: investigación
científico-filosófica. Enlace: https://filosofiafundamental.com/realidadyproceso/temporada-2/
Resumen
Partimos de la consideración de que la realidad es dinámica y que la verdad
como un indefinido proceso de desocultamiento está expuesta a la relativización
o la manipulación con fines de diferente naturaleza cuando acaecen desfases
entre los hechos y sus diferentes interpretaciones con consecuencias
individuales o colectivas. Este desfase es lo que permite la ocurrencia del
fenómeno conocido como posverdad y, por ello, como vivimos dentro de un
contexto de aceleración o desaceleración social hemos estimado conveniente valorar
el alcance del fenómeno de la posverdad. Con este propósito vamos a analizar cómo
la posverdad ha entrado en el mundo como un estado de cosas existente,
seguidamente vamos a examinar cómo ha sido la conexión existente entre estado
de ideas y estado de cosas que permite que dicho fenómeno haya sido considerado
como relevante, a continuación valoraremos cuál ha sido la naturaleza del
discurso y su relación con el poder entendido como estructura de mediación y, finalmente,
trataremos de determinar cómo hacer frente a un discurso tildado como posverdad
en una realidad dinámica como la que vivimos en el mundo de hoy. El puerto de
llegada de este esfuerzo investigativo en sí misma es una invitación al
filosofar.
Palabras claves: verdad, posverdad, discurso, realidad,
dominación
Abstract
We start from the consideration that reality is dynamic and that the
truth as an indefinite process of uncovering is exposed to relativization or
manipulation for purposes of a different nature when gaps occur between the
facts and their different interpretations with individual or collective
consequences. This gap is what allows the occurrence of the phenomenon known as
post-truth and, therefore, as we live in a context of social acceleration or
deceleration, we have deemed it convenient to assess the scope of the
post-truth phenomenon. For this aim, we are going to analyze how post-truth has
entered the world as an existing state of affairs, then we are going to examine
how the existing connection between the state of ideas and the state of affairs
has that allows said phenomenon to be considered as relevant. then we will
assess what the nature of the discourse has been and its relationship with power
understood as a mediation structure and, finally, we will try to determine how
to deal with a discourse branded as post-truth in a dynamic reality such as the
one we live in today's world. The port of arrival of this investigative effort
in itself is an invitation to philosophize.
Keyword: truth, post-truth, discourse, reality,
domination
Introducción
Si entendemos la realidad
como dinámica y la verdad como una relación de correspondencia dentro de un
contexto de pluralidad podemos afirmar que la verdad es dinámica en función del
dinamismo de la realidad. Esto significa también que si consideramos la realidad
en función de su ritmo y su cadencia podemos observar que en el acompasamiento
en la sucesión de eventos en un devenir y la cadencia como un ritmo que se
repite acaecen desfases entre la realidad y la verdad por acción u omisión o
ambas que explican, por una parte, las crisis en los órdenes políticos y, por
la otra, los cambios de paradigmas en el ámbito de la ciencia. Por ello, para
entender el campo de la verdad y la posverdad vamos a repasar algunos elementos
básicos de la teoría de la argumentación para contextualizar su rol en el
ámbito de la retórica política y, consecuentemente, en la ciencia en el mundo
de hoy partiendo de la premisa de la existencia de una relación armónica entre
realidad y verdad para que se comprenda de una mejor manera el impacto del
desfase en términos discursivos[1].
La argumentación puede
ser entendida a partir de tres campos de estudio, es decir, la retórica, la
dialéctica y la lógica. Veámoslas sucintamente. Sintéticamente podemos decir
que la retórica es un recurso persuasivo que está relacionada con la producción
de un discurso donde el argumento es utilizado para resolver problemas y tomar
decisiones[2]. La dialéctica,
por su parte, consiste en la organización sistemática de una interacción comunicativa
con el propósito de producir mejores decisiones. En esta perspectiva se hace
énfasis en la idea de admisibilidad asociada a la proposición de argumentos lo
cual significa en la práctica que su aceptación puede ser determinada a partir
de criterios establecidos por los sujetos involucrados en los procesos
argumentativos. Finalmente, desde la perspectiva lógica, la argumentación tiene
como propósito la producción de proposiciones destinadas a apoyar una
conclusión. En este sentido un buen argumento está constituido por una
afirmación sustentada con evidencias y justificaciones. La lógica, en sí se
divide en dos grupos: la lógica formal y la lógica informal. La lógica formal
tiene como objetivo elaborar medios para asegurar que nuestro pensamiento
proceda de forma correcta con el fin de llegar a un conocimiento verdadero. Sin
embargo, aquí se presentan inconvenientes, por una parte, cuando pretendemos
analizar argumentos cotidianos porque en este caso no existe una variedad de
posibilidades de argumentación y, por la otra, cuando se apela a las emociones,
a los especialistas y/o al carácter del sujeto, por su poca confiabilidad.
Sobre esto volveremos más adelante cuando tratemos sobre las falacias. De igual
forma, la lógica es el ámbito de las falacias en tanto y en cuanto pueden
presentar conclusiones y premisas posibles de ser falseadas, pero constituye el
tipo de argumentos que caracterizan de forma más efectiva nuestro contexto real
en lo concerniente a las discusiones cotidianas, políticas, científicas,
mediáticas, judiciales, etc., y en lo concerniente a la dinamicidad de la
realidad.
La lógica informal, por
su parte, tiene la finalidad de elaborar procedimientos para análisis,
interpretación, evaluación, crítica y construcción de la argumentación en el
discurso cotidiano. Aquí, las conclusiones pueden ser aceptadas en el entendido
de que pueden ser refutadas frente a nuevas evidencias o frente a la
invalidación de las premisas. Esto dentro de un contexto de dinamicidad explica
también la relativización de la verdad.
Con esta síntesis podemos
indicar que la retórica, la dialéctica y la lógica formal constituyen el campo
de la verdad y la postverdad en tanto y en cuanto ambas se producen dentro de
una realidad que es de naturaleza dinámica. Con ello podemos introducirnos
ahora en el campo de la postverdad.
La posverdad, ha sido entendida
de dos maneras: como algo “relativo o referido a circunstancias en las que los
hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones
y las creencias personales”[3], o como una “Distorsión
deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de
influir en la opinión pública y en actitudes sociales”[4]. En el primer caso podemos afirmar que las circunstancias
pueden influir de dos maneras: por una aceleración social o por una dinámica
acontecimental que genera una brecha entre discurso y hechos y una saturación de
información que propende a relativizar un discurso. En el segundo caso podemos
decir que esta distorsión no sólo tiene que ver con un tema de argumentación en
el discurso político, sino también puede y ha sido considerado como un problema
de seguridad nacional en la medida en que puede ser usado por poderes
extranjeros para afectar las visiones, conductas y toma de decisiones de
sociedades democráticas en época de paz o guerra[5].
En todo caso, lo que se considera una amenaza es la consecuencia, es decir, la
brecha que se genera en el plano argumentativo.
En ambas definiciones se
observa un desequilibrio que se hace patente en la esfera argumental tanto en
el plano político como del científico entre un estado de cosas y un estado de
ideas que hace que un individuo apele a sus emociones o a sus creencias tal
como los hechos son inmediatamente percibidos trayendo como consecuencia que
estas puedan ser manipuladas estratégicamente para su propio perjuicio. Es
decir, en este contexto los hechos parecen ser irrelevantes en relación con un
observador en tanto y en cuanto sólo pasa a tener relevancia el juicio que se
emite sobre ello por la incapacidad de mesurarlo efectivamente. Al respecto dos
autores han reflexionado sobre el tema, Wolfgang Gil y Raúl Rodríguez-Ferrándiz,
permitiéndonos establecer una orientación para examinar de qué se trata la
postverdad y su relación con la ciencia y la política.
Wolfgang Gil (2017), en
este sentido, relacionó exegéticamente la postverdad con el doublespeak o
“doblehabla” orwelliano puesto que consideró que sirve para explicar cómo se
distorsiona u ofusca la realidad con el propósito de dominar o mejor dicho de
mantener un estado de cosas o un orden político dado[6].
Según Gil el “doublespeak” o “doble discurso” es un lenguaje que
“deliberadamente oscurece, disfraza, distorsiona
o invierte el significado de las palabras… [para] hacer que la verdad suene más
aceptable e incluso refinada [o producir] ambigüedad intencional para que el
lenguaje exprese inversiones reales de significado. En tales casos, el
doble-habla disfraza la naturaleza de la verdad” (Ibid.).
La consecuencia de esta
forma de proceder es una afectación de la realidad en el sentido que si bien
entendemos que es inaprensible o que se hace difícil determinar un patrón de
comportamiento, deliberadamente se dificulta la posibilidad de que se haga
respectiva en términos propios dentro de un espacio público por la falta de
sinceridad que está subyacente agravada por el hecho de que, como hemos
indicado, la realidad es en sí dinámica[7].
Como se sabe, el espacio público es el lugar de la acción, es decir, de la praxis. Según Gil, “esta praxis está caracterizada por ser
espontanea, contingente y basada en un pensamiento libre” (Ibid.). En el plano político,
dentro de este contexto, la verdad esta referida al pacto originario cuya
consistencia se expresa en la duración de la estructura política de forma
estable a partir de la referenciación constante a dicho pacto. Con ello se
evita la inestabilidad dentro del orden existente. Cuando se genera
inestabilidad se crean las condiciones de posibilidad de que surjan formas
totalitarias. Es decir, si bien es cierto que ese pacto se puede alejar temporalmente
de la realidad en que vivimos, si tenemos presente la estructura dinámica de la
realidad, siempre hay que volver sobre el mismo para realizar correctivos
concordes con el estado de cosas existentes debido a que la dinamicidad de la
realidad posibilita “el surgimiento de formas con pretensión de verdad que
representan una ruptura de lo originariamente acordado” (Ibid.). Si bien esta
dinámica de las circunstancias plantea el problema de la permanencia y el
cambio desde la perspectiva de la sociedad, los dilemas que se presentan contextualmente
constituyen un marco que permite utilizar el término de posverdad.
Por su parte, Raúl
Rodríguez-Ferrándiz trató de precisar qué está subyacente en los conceptos
indicados de posverdad desde una perspectiva política y genealógica
considerando “una dicotomía o incluso una incompatibilidad entre conocimiento
racional y emociones”[8]. En esta
orientación, el autor ha tenido presente que la posverdad ha “sido un fenómeno
que ha estado siempre implícito en la noción misma de opinión pública” considerando
que desde el punto de vista filosófico la “opinión” ha estado opuesta a la verdad.
Dineyis Arias Mendoza, Rafael
González Pardo, Leonardo Herrera Delgans y Omar Cortés Peña (2020)
complementando lo expresado por Rodríguez-Ferrándiz destacaron el carácter
resbaladizo del concepto de posverdad y su difuseidad inherente cuando se
compara con otros fenómenos precedentes como la desinformación desde el mismo
momento que es tributaria de sus técnicas, métodos y condicionantes, en tanto y
en cuanto “se equipara de modo directo con la manipulación de la información en
el marco de los complejos procesos de configuración de la opinión pública” con
unas consecuencias políticas cuya data tiene una amplia raigambre histórica en
lo concerniente a la búsqueda del poder[9].
Pero estos autores fueron más allá. Para ellos
“… no ha sido solo un desinterés (…) de las
personas por alcanzar a conocer la verdad de los acontecimientos, es también un
desplome de la confianza que los individuos depositaban en el principal
narrador o publicista institucional: los medios de comunicación, dueños del
monopolio informacional y de la verdad en el pasado... Así las cosas, la
posverdad pone al descubierto el colapso del modelo racionalista moderno,
esto es, de un modelo bien definido y aceptado de decir la verdad como una
empresa comunicativa compartida basada en la razón y la ciencia” (Ibíd.:32).
El mecanismo empleado
para lograr estos efectos ha sido el de sembrar la duda aplicando la misma
metodología científica, pero con resultados diferentes. Esta estrategia que
originalmente fue empleada en el campo de la guerra ha sido empleada
efectivamente hoy en día para poner en duda las causas y consecuencias del
cambio climático (Ibid.). Sin embargo, debemos alertar aquí que Gil y Rodríguez-Ferrándiz
construyeron sus argumentos sin considerar la naturaleza dinámica de la
realidad y creemos que este carácter contextual de la realidad genera
distorsiones que impiden comprender el concepto de posverdad con una mayor
certidumbre. Como se puede observar la posverdad dentro de un contexto de
aceleración acaece: cuando una información relevante es suplantada por otro
relativizando la anterior en una secuencia infinita. Sobre este tema de la
aceleración volveremos más adelante.
Para los autores antes
citados, la causa de la posverdad se encuentra en un sesgo cognitivo que se
expresa en la preferencia de versiones de la realidad “que encajan con el
sistema de creencias cultivado en cada individuo [desechando aquellas] que
tienen una correspondencia lógica en el terreno de los hechos comprobables y
verificables, pero que no se articulan con los valores, creencias, ideologías o
filiales de una persona” (Ibíd.:35-36). Ya hemos indicado que la aceleración
social hace que estos encajes sean pobres no sólo con respecto al sistema de
creencias, sino también en relación con los argumentos que se utilizan para
imponer una realidad determinada.
Esta actitud basada en la
apelación al sistema de creencias echa a un lado cualquier orientación que
apunte a un razonamiento crítico-reflexivo de modo que se puedan confrontar los
hechos, tal como se presentan, y hacerlos respectivos dentro de un contexto que
cada quien busca producir su propia realidad en función de su propio sistema de
funcionamiento. Es decir, aquí observamos una especie de extrañamiento en el
sentido indicado por Hegel que en principio es voluntario, pero que también
podría ser inducido por la misma naturaleza de la realidad si entendemos esta procesualmente
no sólo desde su dinamicidad sino también de su aceleración. Desde esta
perspectiva, la posverdad no es un fenómeno nuevo, sino más bien, como veremos,
es un fenómeno que ha sido potenciado por el desarrollo de las tecnologías de información
y comunicación (TIC) desde dos perspectivas: una, en el plano argumentativo y,
otra, como consecuencia de la aceleración social que vive la humanidad (Rosa, 2016:90)[10].
Aquí se pueden observar
varios hechos que debemos tener presente: en primer lugar, cómo la posverdad ha
entrado como un estado de cosas existente en el mundo de hoy gracias a las TIC,
en segundo lugar, cómo ha sido la conexión existente entre estado de ideas y
estado de cosas que permite que dicho fenómeno haya sido considerado como
relevante, en tercer lugar, cuál ha sido la naturaleza del discurso y su
relación con el poder entendido como estructura de mediación y, en cuarto
lugar, cómo hacer frente a un discurso tildado como posverdad en una realidad
dinámica como la que vivimos en el mundo de hoy. A continuación, vamos a tratar
de dar respuesta a estos interrogantes con la finalidad de valorar el alcance
del fenómeno de la posverdad en el mundo de hoy.
1.- La posverdad como resultante
de un estado de cosas existente
Si bien es cierto que
Rodríguez-Ferrándiz (2019) expresó que los orígenes de la palabra ‘posverdad’
se remontan a los inicios de los años noventa cuando fue acuñada por Steve Tesich para describir el “proceso de degradación de
la calidad de la democracia y de la sociedad civil” en el sentido que los
ciudadanos estadounidenses comenzaron “a evitar cada vez más enfrentarse a la
verdad” y preferir que la clase política “les ahorrara” ese trabajo, Hannah
Arendt describió en Sobre es la revolución y posteriormente en la Crisis
de la República la brecha que se estaba generando entre gobernantes y
gobernados como consecuencia de este proceso degenerativo, el papel que estaban
realizando agencias del gobierno como los servicios de inteligencia para
imponer una realidad determinada en función de sus intereses políticos y sus
potenciales consecuencias totalitarias y el surgimiento de los políticos
profesionales como consecuencia del ensanchamiento de la brecha[11]. Esta
brecha es histórica. André Muralt expresó que tiene su origen en el estatus
ontológico que la dupla Scoto-Ochkam le dieron a la materia y la forma y,
consecuentemente, a su correlato político, es decir, sociedad y Estado en toda
la estructura de la filosofía política moderna[12].
Pero, además de ello, debemos detenernos aquí para examinar el contexto de la
realidad en función de su dinamicidad y la velocidad de los cambios que se vive
en el mundo de hoy de una manera tal que le ha permitido a Hartmut Rosa hablar
de aceleración debido a que esta aceleración o desaceleración ha contribuido a
ensanchar esa brecha con importantes consecuencias en el discurso y en las
relaciones políticas.
Hartmut Rosa utilizó la expresión ‘aceleración social’
para definir la naturaleza dinámica de los procesos de cambio que se están
produciendo en el mundo de hoy que no sólo puede conducir
a formas totalitarias, sino también a “formas de alienación social graves, que
pueden ser consideradas como un obstáculo” para aprehender la realidad y hacer
viable el concepto de buena vida (Op. Cit.:91). Nosotros agregamos
también que es un obstáculo para garantizar la estabilidad de un orden
político. Para
conceptualizar la aceleración social, dicho autor estableció tres categorías
que nos pueden ayudar a comprender de una manera más amplia uno de los factores
que incide en el fenómeno de la posverdad: la aceleración tecnológica, la
aceleración del cambio social y la aceleración del ritmo de vida.
·
La aceleración tecnológica tiene que ver con el
aumento evolutivo y progresivo de la velocidad de los procesos dirigidos a
alcanzar objetivos específicos en relación con el transporte, la comunicación, aspecto que ya
hemos introducido, y la producción (Rosa, Op. Cit.:12). Esta aceleración ha transformado
la realidad y el "régimen espacio-temporal" de las sociedades (Ibid.).
·
En relación con la
aceleración del cambio social Rosa expresó que este se ha observado en la
inestabilidad y el carácter efímero del tejido y estructuras de las sociedades,
así como sus “patrones de acción y orientación”. La idea que está subyacente
aquí es que “la misma velocidad del cambio está cambiando” (Ibid.:24). Estos
cambios que se producen con una rapidez cada vez mayor están relacionados con “las
actitudes y los valores, además de las modas y los estilos de vida, las
relaciones y obligaciones sociales, además de los grupos, clases, entornos,
lenguajes sociales, formas de práctica y hábitos” (Ibid.). De ahí que la
simbolización del mundo social, se compone hoy en día “de flujos culturales que
solo cristalizan puntualmente en los paisajes ideológicos, étnicos,
técnico-financieros-mediáticos" que aparecen en las redes de información y
comunicación. Por ello, para hablar de aceleración social ha recurrido al
concepto de "contracción del presente" permitiéndole concluir que “la aceleración está
definida por un incremento en las tasas de pérdida de confianza en las
experiencias y las expectativas, y por la contracción [del] tiempo definible
como el presente" (Ibid.:26).
·
Finalmente, la aceleración del ritmo de vida es entendida
por Rosa como “la consecuencia del deseo o necesidad sentida de hacer más cosas
en menos tiempo” (Ibid.:31).
Podemos inferir aquí que la aceleración social es una
expresión de la estructura dinámica de la realidad que afecta la verdad como
correspondencia, como coherencia, como referente originario, como coherencia o
como revelación favoreciendo, en consecuencia, el surgimiento de fenómenos como
la posverdad tanto desde la perspectiva de su manifestación fenomenológica como
de su uso para lograr un efecto deseado. Al haberse convertido la
sociedad moderna, en una "sociedad de la aceleración" podemos
entender que la brecha a la cual hemos hecho alusión fomenta, como indicamos,
el desarrollo del fenómeno totalitario. Esta aceleración es consecuencia de dos
factores: un sistema de vida altamente competitivo y un consecuente afán de
reconocimiento que impulsa dicha aceleración (Ibid.:46 y 104) y, una promesa
cultural que se sintetiza bajo el aforismo de que la buena vida es la vida vivida
efectivamente (Ibid.:46)[13]. En este
hecho influyen otros dos factores: Primero, la fuerza normativa silenciosa de
reglas temporales que se presenta bajo la forma de plazos, cronogramas y otros
límites temporales y, segundo, la transformación de nuestra relación con el
mundo en términos subjetivos y en términos de nuestra condición de "estar
en el mundo" (Ibid.:71-72). Estos dos factores, según Rosa, han generado
la percepción de la vivencia en un proceso de transición que es observado como
aleatorio, episódico y hasta frenético reemplazando la noción de progreso o
historia dirigida (Ibid.:79), creando así las condiciones de posibilidad de que
se produzcan desarrollos destructivos que pueden provocar angustia o sufrimiento
(Ibid.:80). Nosotros agregamos también que esta transición está siendo
observada como permanente. La posverdad es uno de estos desarrollos en tanto y
en cuanto es difícil hacer mención a ‘hechos objetivos’ e incluso, como
dijimos, fomenta la distorsión producida con un propósito específico. En ambos
casos observamos una cortedad de quien la argumenta produciendo un
ensanchamiento de la brecha dentro de una estructura institucional. Esto nos
trae de vuelta al plano argumentativo.
Si bien los argumentos se
han hecho “demasiado lentos para la velocidad del mundo”, las estructuras de
poder han sido inmunes a cualquier exigencia en nombre de la veracidad o la
justicia (Ibid.:95), ensanchando la brecha que separa a gobernantes y
gobernados. Así pues, a la preocupación inicial de Steve Tesich, según
Rodríguez-Ferrándiz, hay que agregar otra variable que, si bien no justifica,
permite entender el fenómeno de la posverdad desde otra dimensión, es decir, en
la dinamicidad del mundo de hoy la aceleración social es una realidad que se
impulsa a sí misma obligando a los individuos a pensar en su propia supervivencia
debido a las limitaciones relacionadas con “la velocidad de la percepción y de
procesamiento por parte de nuestros cerebros” (Ibid.:56).
A pesar de esta
situación, el aspecto más preocupante que señala Rodríguez-Ferrándiz,
y creemos que es lo más destacable ha sido la actitud de la opinión pública
frente a la “ocultación de verdades incómodas”. La aceleración social y la
posverdad, permiten, en este contexto, colocar el discurso político en un
límite ético si consideramos que este se encuentra fuera de los bordes de lo
que se puede hacer o no, de lo que está bien o no y, de lo aceptable o no. Un
ejemplo de lo antes expresado se muestra en la actitud de un individuo cualquiera
frente al discurso político relativo al conflicto en Ucrania.
En otro orden de ideas, el
derrotero que ha seguido la posverdad desde sus inicios en el año 1992 con la
afirmación de Steve Tesich en el artículo denominado “Un gobierno de mentiras”
publicado en The Nation, dentro de un contexto de aceleración social, ha
pasado por los términos ‘factoid’ para denotar hecho de que estas, posverdades,
sólo existen en letra impresa y se convierten en realidad cuando son publicados,
‘bullshit’ usado, dentro del marco de esta aceleración, para referir la
irrelevancia que se da entre verdad y mentira o cuando se hacen discursos
insustanciales y el ‘fake news’ que se presenta como una profecía autocumplida
en la medida en que se publica en los medios de comunicación y en las redes
sociales desde que estas irrumpieron en el espacio de la comunicación política
a partir del año 2004. Dicho de otra manera, es una “desinformación
intencionada (invención o falsificación de hechos conocidos) con fines
políticos y/o comerciales, presentada como noticias reales” generadas como
consecuencia de un relativismo en el que todo vale y/o un mero interés
económico[14]. Según
Arias Mendoza et alii, la paradoja a la que la humanidad se ve afectada en el
presente es que
“los mismos avances que han servido a la
psicología para entender los mecanismos de ese campo que experimentan las
personas cuando los hechos reales o las versiones objetivas de la
realidad, no están alineados con sus creencias, actitudes y comportamientos,
son instrumentalizados al servicio de intereses políticos y monetarios
específicos” (Ibíd.:37).
Con la revolución de la
información, la posibilidad de establecer patrones psicológicos casi en tiempo
real, o mejor dicho en un presente contraído y un ritmo de vida acelerado en
una brecha existente, ha abierto un campo de posibilidades para manipular estratégicamente
a la opinión pública haciendo a “las personas más proclives al autoengaño” (Ibíd.:37-38).
Esta manipulación es favorecida por el uso de las plataformas de RR.SS como plataforma
ubicua y de fácil acceso que promueven el aislamiento y la expansión (Ibid.). Dicho
de otra manera, quien sabe qué queremos ser nos puede manipular. Creemos que
toda esta situación es debido a que el gran volumen de información posibilita
una segmentación basada en los intereses de los individuos y a que la
tecnología permite en lo actuales momentos establecer esos patrones ‘casi en
tiempo real’ en la medida en que permite ir al mismo ritmo de la aceleración
social.
Rodríguez-Ferrándiz en la
singladura realizada sucintamente expresa que la posverdad orbita en torno a dos
posiciones: los que la observan como un término de moda cuyas raíces se
remontan a la retórica clásica (demagogia) y a la propaganda o desinformación
y, los que consideran que ha emergido como consecuencia de la fragmentación
producida gracias al desarrollo de las tecnologías de información y
comunicación debido al relativo empoderamiento comunicativo que ha alcanzado el
usuario, desde una perspectiva individual, y a la sobreabundancia informativa
en un contexto donde se ha dilatado el espacio y se ha reducido el tiempo de
exposición que ha hecho improcesable el manejo de información de una situación
determinada y su consecuente valoración en términos argumentativos. Esta
realidad, que se sustenta además en la aceleración social, ha traído a su vez
como consecuencia no sólo la privatización de la información sino también la
invasión de la privacidad de los individuos gracias a la posibilidad de
determinar patrones de preferencias de los mismos posibilitando la emergencia
de lo que Gilles Deleuze (1999) denominó sociedad de control[15]. Esta
afirmación nos conduce al plano político.
2.- La conexión entre
estado de ideas y estado de cosas en el discurso político dentro de un contexto
de aceleración social
Como los estados de ideas
pueden expresar también estados de cosas mediante el discurso, aun dentro de un
contexto de aceleración social, vamos a examinar qué se entiende por discurso
para poder contextualizarlo en el marco de la argumentación y consecuentemente
de la postverdad. Paul Ricoeur[16], definió ‘discurso’
como una “dialéctica del acontecimiento y el sentido” (2006:25), es decir, en
la medida en que todo discurso se actualiza como un acontecimiento, en esa
medida se comprende como sentido. El acontecimiento, en este orden de ideas, es
un fluir del pensamiento que transfiere la experiencia entendida como significado
expresado y comunicado, es decir, “el intercambio intersubjetivo en sí mismo y
la comunicación con el receptor” (Ibíd.:30). La significación, en este contexto
es su sentido que se hace público a través del discurso. El dialogo,
consecuentemente, es el acontecimiento que une los acontecimientos del discurso
y la escucha del mismo desde la perspectiva de la reciprocidad de intenciones o
de sentidos que generan a su vez la gramática del reconocimiento (Ibíd.:33).
Es aquí donde se presenta
la ruptura en el plano de la praxis si se considera la existencia de un
contexto determinado, es decir, unas relaciones de dominación determinada. En
este sentido, la perdida de contextualidad o la compresión del presente destruye
el dialogo porque se destruye la consistencia del discurso. Con ello, la
postverdad puede ser vista como consecuencia de una ruptura deliberada o no que
impide que se concrete el acontecimiento del discurso. Esta ruptura se produce
entonces a partir de la aceleración social o como un acto deliberado de
manipulación realizado desde la ruptura misma para alcanzar un objetivo
determinado o ambas.
Christian Plantin, por su
parte, expresó que ‘discurso’ es “un conjunto de actos de habla planificados,
terminados, que se dirigen a un público en el seno de un marco institucional
concreto” (Op. Cit.) y agregó que “Sólo puede haber argumentación si hay
desacuerdo sobre una posición, es decir, confrontación entre un discurso y un
contradiscurso” (Ibid.:31). Como la norma fundamental de la argumentación es la
eficacia y la influencia, agregó que “el discurso bien argumentado es el
que hace hacer bien, ya se trate de hacer votar bien, de hacer amar bien o de
hacer comprar bien” (Ibid.). Este ‘hacer hacer’, el autor lo distinguió del ‘hacer
creer’ para evitar la manipulación y el engaño característico de los regímenes
donde los conductores no van a la cabeza sino a las espaldas de los conducidos.
Nosotros pudiéramos agregar aquí a los conductores que están separados de los
que deberían ser los conducidos. La brecha, a la que hicimos mención, impide
entonces la argumentación y la sustituye por la divulgación de una realidad
distorsionada donde los hechos objetivos son relativizados de forma deliberada
con una finalidad específica o donde los hechos se producen dentro de un
contexto tan acelerado que hace difícil o innecesaria la argumentación.
La verdad, en este
contexto, es el referente de la argumentación en términos de correspondencia en
tanto y en cuanto forma parte del dominio de las ciencias y la argumentación,
en este sentido, asegura la conservación y el descubrimiento de lo verdadero (Ibid.).
Desde esta perspectiva podemos decir que la argumentación es una operación del
pensamiento que puede ser objeto de crítica “en función de una norma
lógico-científica que toma en consideración el valor de verdad de los
enunciados y la validez del lazo que une las premisas [con] la conclusión”
(Ibíd.:45). De esta forma de comprobar la validez de algún enunciado es posible
que se produzcan dos resultados en la medida en que el discurso soporte o no la
crítica. Si la argumentación supera efectivamente la prueba, se hablará de
demostración. Si sucede lo contrario, se dirá que la argumentación no es más
que una falacia o un paralogismo, es decir, una argumentación (una inferencia)
no válida, pero que recuerda a la de una argumentación válida. Dentro de las
formas de argumentación no validas, para nuestros efectos, está la ambigüedad
que se aprovecha de la pluralidad de significados de las palabras, la deducción
defectuosa de enunciado, las observaciones equivocadas o desactualizadas y/o “toda
transgresión del método científico, especialmente en la determinación de las
relaciones de causalidad, y, de forma correlativa, en la formulación de las
leyes explicativas” (Ibíd.:50-56).
Si consideramos ahora que
los paralogismos se producen dentro de un contexto de no ruptura, el asunto es tener
presente cómo operan dichas falacias dentro de un contexto donde hay ruptura
entre interlocutores debido a que con ella la dimensión crítica y
acontecimental dentro del plano del discurso indiferentemente de su naturaleza resulta
inoperable. Por otra parte, si tenemos presente el contexto dinámico
caracterizado por la aceleración que hace la ruptura más patente podríamos
hablar no de un argumento falaz, sino más bien de un argumento desactualizado
que usado deliberadamente dentro de un contexto determinado permite hablar de
postverdad. Pero aquí estaríamos hablando de una verdad desactualizada, es
decir, una verdad que perdió su sistema de referencia.
Ya indicamos que la duda
ha sido la herramienta usada para que la postverdad esté presente en el
discurso político del mundo de hoy, pero de acuerdo con nuestra línea
discursiva tenemos dos elementos a valorar: por una parte, tenemos la “distorsión
deliberada de una realidad” y las “circunstancias en las que los hechos
objetivos son menos influyentes…” y, por la otra, la manipulación y/o
relativización de “creencias y emociones…”. Ambas dentro de un contexto de
aceleración social. La bisagra en las dos definiciones es la opinión pública en
el sentido que en ella se busca generar un entorno poliédrico de
contrastes de ideas exacerbado por una realidad acelerada y por unos medios de
comunicación que operan dentro de una estructura de poder que enmudece
cualquier capacidad de decisión dejando el paso libre para la ejecución de una
acción política determinada. Las RR.SS acrecientan estos contrastes haciendo
que no exista una opinión pública consistente sino más bien una atomización que
Byung-Chul Han (2014) ha asociado con un enjambre que se caracteriza por su
instantaneidad[17]. Pero
esta atomización la observamos como una forma de uniformización en sentido
inverso en una escala más amplia, es decir, una forma de aislamiento e incluso
de alienación siguiendo el criterio de Hartmut Rosa (Op. Cit.), como veremos a
continuación. Con ello se explica porque se pasó de una sociedad disciplinar a
una sociedad de control como nos lo ha indicado Gilles Deleuze (Op. Cit.).
Las RR.SS, teniendo a la
postverdad como el espacio de acción dentro de un contexto de aceleración
social, ha contribuido al debilitamiento de las relaciones intersocietales
debido a que la mediación tecnológica ha alejado a las personas y ha significado
el desarrollo e instrumentación de algoritmos que, como hemos dicho, han
servido para personalizar la información según sus preferencias produciendo
infinitas segmentaciones dentro de una sociedad. Estas segmentaciones se
producen porque las TIC ofrecen hoy en día “la alternativa de darle al público
aquella información (verdadera, falsa o distorsionada) que es congruente con
sus gustos e ideologías políticas” (Arias Mendoza et alii, Op. Cit.), haciendo
con ello que la brecha existente se ensanche aún más. De ahí que el problema
del paralogismo o de la falacia, según Pantin, “consiste en saber en qué
medida, y en qué sentido, la argumentación común es, o debe ser, una
argumentación científica, sujeta a la norma de lo verdadero” (Op. Cit.). Aquí incluimos
el pacto originario como criterio de verdad entendido como sistema de
referencia, pero, como esta no está forzosamente sujeta a la ley de lo
verdadero, eso depende de cómo el sentido común que sustenta la opinión pública
se hace más científico en la medida en que los avances de las ciencias permeen
de forma cognitiva a todas las sociedades y que sus integrantes puedan ser
capaces de producir su propia realidad. Esto nos lleva a la relación del
discurso y la argumentación con la dominación.
3.- La naturaleza del
discurso y su relación con la dominación
Según Teun van Dijk el
discurso político ha tenido importancia para todos los miembros de una
comunidad política a lo largo de la historia debido a su capacidad para influir
“como de sus diversos grados de legitimidad” que se da en función de una
importancia que es agrandada o empequeñecida por los medios como han sido los
casos de los discursos de dirigentes políticos (2009:93)[18].
Sin embargo, esta capacidad, a pesar de los medios, ha ensanchado la brecha
entre gobernantes y gobernados como nos lo ha dicho Hannah Arendt. Aquí podemos
agregar que esta brecha se ha producido, según la autora, por la irrupción en
el campo de la política del homo faber que le ha dado a este un
envoltorio de racionalidad instrumental, y lo ha convertido en campo de acción
de políticos profesionales, a partir de la consideración de la relación medios
y fines. Este hecho le ha dado a la postverdad un campo de acción para los
propios fines de dicho homo faber devenido en político profesional porque
ha permitido el acrecentamiento de la brecha entre discurso y acción en el
plano político dentro del contexto de la aceleración social. Es decir,
instrumentalmente ya no es importante la mayoría de consenso sino la mayoría
necesaria para alcanzar un fin.
Esta última situación de
la brecha la podemos rastrear en situaciones de crisis como la vivida por
Platón en la Atenas de postguerra tal como nos indicaron Paul Ricoeur y
Wolfgang Gil. El autor francés, en este sentido, destacó el problema del
lenguaje que planteó el ateniense en varias de sus obras. Según él en El
Crátilo el filósofo de las formas ideales mostró que
“El logos del lenguaje requiere por lo menos de
un nombre y un verbo, y es el entrelazamiento de estas dos palabras lo que
constituye la primera unidad del lenguaje y del pensamiento. Incluso esta
unidad tan sólo formula su pretensión de poseer la verdad; la cuestión aún debe
decidirse en cada instancia” (Op. Cit.).
Debemos pensar aquí que
en el discurso político ateniense de ese entonces no existía esa unidad y es en
esta brecha que Platón se preguntó por qué. Posteriormente, en sus obras de
madurez como El Teeteto y El Sofista volvió sobre el mismo
problema. En esas obras el asunto que trató estuvo relacionado, según el autor francés,
con el esfuerzo por comprender “cómo es posible el error, o sea, cómo es
posible decir lo que no viene al caso, si hablar siempre significa algo” (Ibid.).
Este decir, tiene que ver con la combinación de un conjunto de palabras que
pueden significar alguna cosa aun cuando no hayan captado la naturaleza de
algún fenómeno. Así pues, Ricoeur afirmó que con Platón el error y la verdad
fueron observadas como ‘afecciones’ del discurso que nos podrían ayudar a
entender el plano de referencia en el cual se presenta la postverdad en cuanto
a la relación existente entre discurso y dominación. Aristóteles llegaría a las
mismas conclusiones en el tratado Sobre la Interpretación.
Wolfgang Gil a propósito
de la postverdad se apoyó también en Platón para hacer una relación entre
discurso y orden político para indicar que el desequilibrio de este produce la
injusticia:
“Según Platón, cuando el alma del individuo o de
la sociedad se desequilibra, tiene lugar la injusticia. En Republica IX
(588b-590a), el pensador griego nos brinda una iluminadora alegoría
antropológica. La injusticia se presenta cuando el alma inferior, la apetitiva,
representada por un monstruo de muchas cabezas, es alimentada con retórica
política manipuladora. Platón representa la razón como un ser humano; el alma
pasional como un león y la apetitiva como un monstruo” (Op. Cit.).
El objeto de W. Gil, en
este caso, fue mostrar cómo un demagogo al seducir “a la parte inferior (el
monstruo) con halagos y palabras complacientes; vale decir, con posverdad”
(Ibid.), podía afectar un orden político determinado convirtiendo a los miembros
de una comunidad política en esclavos creando así las condiciones para el
surgimiento de una tiranía. Así pues, el autor venezolano asoció la demagogia
con la postverdad en los mismos términos que lo hizo Arias Mendoza et alii
dándole a dicho concepto una orientación que busca correlacionar las brechas
antes indicadas. Si, en este contexto, incluimos el tema de la aceleración
podríamos afirmar que pudiera suceder que no existe intencionalidad para
producir distorsiones de la realidad, sino más bien incapacidad para dar cuenta
de la realidad o de ‘hechos objetivos’ o un aprovechamiento de la situación a
partir de un cálculo instrumental, pero aun así se persiste en mantener la
misma estructura de relaciones.
En relación con los
medios, ya hemos indicado que también tienen un discurso orientado a la
dominación. Sin embargo, debemos agregar también que muchas personas con esta
orientación, los influencer por ejemplo, han poseído una amplia cobertura
por parte de los medios de comunicación e información, con lo cual esa
capacidad para influir, en ambos casos, a pesar de ser consecuencia de
imposiciones ha tendido a confirmarse y, en algunos casos, legitimarse aún más en
el plano del discurso político (van Dijk, Op. Cit.:95). Este hecho ha acaecido a
la par de la creciente capacidad de dominio de las RR.SS.
Dentro del contexto de
aceleración social, estos medios hacen aun un uso selectivo de las fuentes
dentro de un contexto rutinario en el ritmo de las noticias y la selección de noticias
a difundir. Por ello, los medios de comunicación e información, en general, todavía
deciden quiénes son sus representantes públicos, qué se dirá de ellos y cómo lo
dirán, siguiendo al efecto criterios ideológicos, científicos y profesionales
que proveen un acceso direccionado a personas y/o a organizaciones, con lo cual
no sólo reconocen y legitiman su status de dominio, sino también ensanchan la
brecha entre dirigentes y el sentido común sobre el cual se basa la opinión
pública. Así pues, los medios tradicionales han logrado mantenerse como una
parte de la estructura de dominación de la sociedad en virtud de la dimensión
simbólica que aun manejan (Ibíd.:96), a pesar del desarrollo de las RR.SS y de
la aceleración social de la cual hemos hecho mención.
Así pues, junto con el
desequilibrio al cual se ha hecho mención nos interesa examinar ahora los
abusos que se cometen en el plano discursivo a partir de la naturaleza de la brecha
antes indicada que nos colocan en el plano de la postverdad manteniendo estos
desequilibrios y su correlato la injusticia y la estructura de representación dentro
de una comunidad política evidenciando, con ello, el estado de crisis en que se
encuentran.
Teniendo presente lo
antes expresado de la estructura de dominación política y de los medios de
comunicación van Dijk para correlacionar discurso y dominación comenzó expresando,
en primer lugar, que el discurso se examina “no solamente como un objeto verbal
autónomo, sino también como una interacción situada, como una práctica social o
como un tipo de comunicación que se da en una situación social, cultural,
histórica o política” (2009:36), que evidencia la existencia de una metafísica
anclada a una realidad determinada que en nuestro caso está representada por la
pérdida de la relación de correspondencia entre esta y el discurso y, en segundo lugar, que el dominio lo define
a partir de una posición social en sí y para sí en la medida en que tienen
acceso a los mecanismos de producción del discurso para manipular
estratégicamente las opiniones del público con el fin de relativizar la
veracidad de un hecho. Para ello consideró que muchas formas de dominación contemporánea
“deberían definirse como poder simbólico en relación con el acceso preferencial
a —o el control del— discurso público” (Ibid.), en tanto y en cuanto implica el
control de la mente del público mediante la manipulación de las emociones y las
creencias personales y, por consiguiente, de forma indirecta, el control de lo
que el público quiere y hace que como indicamos tiende a evitar enfrentarse a
la verdad. Por ello, se constata que la postverdad no sólo no es un fenómeno
relativamente nuevo, sino también está estrechamente relacionado con la
demagogia.
La reproducción
discursiva de la relación de dominio que da sentido al fenómeno de postverdad,
en este contexto, son consideradas, siguiendo a van Dijk, a partir de un
triángulo de conceptos conformado por el discurso, la cognición y la sociedad (esta
última se observa a través de dos dimensiones: la historia y la cultura) (Ibíd.:39).
Es dentro de este marco en que se presentan los abusos en el campo del
ejercicio legítimo de la política y en el campo de la información en los actos de
desinformación y postverdad. Van Dijk llamó a estas formas de abuso ‘dominación’,
definiéndola como
“una noción que implica la dimensión negativa del
«abuso» y también la dimensión de desigualdades, injusticia e inequidad, es
decir, todas las formas de acciones y situaciones ilegítimas. La dominación
engloba asimismo los diversos tipos de abuso de poder comunicativo… como la manipulación,
el adoctrinamiento o la desinformación...” (Ibíd.:41).
Como se puede observar, los
abusos en prácticas discursivas están relacionados con la legitimidad, aunque podemos
entender que esta puede cambiar con el tiempo. El abuso, en este contexto, es
un uso ilegítimo de la institucionalidad establecida y refiere “la violación de
las normas y valores fundamentales” de una comunidad política en beneficio de
quienes detentan esa autoridad afectando los intereses y los derechos sociales
y civiles de dicha comunidad (Ibid.:42). Desde esta perspectiva podemos decir
que la postverdad es consecuencia de un abuso producido por una estructura de
dominación.
Si bien estos abusos se
producen dentro de un contexto de desigualdad en el sentido que existen circunstancias
donde los recursos del poder, producido por un consenso en sentido arendtiano, no
se distribuyen equitativamente, para van Dijk esto también ocurre en relación
con “los recursos simbólicos del poder tales como el conocimiento y el acceso
al discurso público” (Ibíd.:43). Los abusos los refiere el autor a una forma de
persuasión que produce daño, es decir, promueve el establecimiento de formas de
desigualdad social por las distorsiones que produce: desinformación,
manipulación, estereotipación, falta de conocimiento y adoctrinamiento que se
ubican en un plano simbólico y pueden conducir a la exclusión social (Ibíd.:44-46).
Una ideología, en este orden de ideas, es para van Dijk,
“un complejo marco cognitivo que controla la
formación, la transformación y la aplicación de otras cogniciones sociales
tales como el conocimiento, las opiniones y las representaciones sociales,
entre las que se incluyen los prejuicios. Este mismo marco ideológico consiste
en un conjunto de normas, valores, propósitos y principios socialmente
importantes, seleccionados, combinados y aplicados de tal manera que favorezcan
la percepción, la interpretación y la acción de las prácticas sociales que
jueguen a favor del interés conjunto del grupo. Así, una ideología da
coherencia a ciertas actitudes sociales que, a su vez, co-determinan prácticas
sociales” (Ibíd.:68-69).
Este marco cognitivo determina
estratégicamente para quien los controla los contenidos y la organización del
conocimiento público, las jerarquías de las creencias y la formación y generalización
de consensos (Ibíd.:70). Teniendo presente lo antes indicado, van Dijk
estableció una tipología de los modos en que el discurso representa una
estructura de dominación como una forma de interacción social, pero nos vamos a
enfocar en tres por su impacto en la conformación de decisiones dentro del
contexto de la postverdad.
- Los anuncios
publicitarios y la propaganda. En estos casos, la conformidad se construye
apelando a instrumentos retóricos como la repetición y la argumentación.
- Los grupos de
“expertos”. Los medios retóricos aquí están relacionados con exposiciones
estructuradas de problemas específicos y en las descripciones de cursos de
acción alternativos, generalmente, indeseables.
- La descripción de acciones
deseables o indeseables recurriendo a la manipulación de emociones o a
varias formas de originalidad tanto en el tema como en el estilo seleccionado
(Ibíd.:73-74)[19].
Estas tres formas de
representar el poder mediante el discurso evidencian la existencia de una correlación
directa entre el alcance del discurso y el alcance del poder en el sentido de que
el poder se ejerce y se reproduce en el discurso (Ibíd.:107). Pero como hemos
visto hay una brecha entre discurso y acción que evidencia la existencia de
otra brecha, la de gobernantes y gobernados la postverdad, en este contexto, es
la expresión que sirve, por una parte, para preservar el statu quo en el
caso de los dirigentes y, por la otra, mantener el desinterés de los dirigidos por
la imposibilidad de cambiar el estado de cosas político evitando así un mayor
daño. La postverdad, desde esta perspectiva, opera como el disipador de un
enjambre potencialmente capaz de desestabilizar, aunque sea momentáneamente, un
orden político[20]. Este nos
lleva al campo de cómo hacerle frente.
4.- Cómo hacer frente a
la postverdad
Podemos considerar dos
maneras para hacer frente a la postverdad: una basada en un contexto de
movimiento uniforme de evolución de las comunidades políticas y otro dentro de
un contexto de aceleración social[21]. En el
primer caso tenemos la sugerencia de W. Gil, a partir de la tesis de David
Runciman, y otra desarrollada por Douglas Walton como medio para recuperar la dimensión
crítica en el plano discursivo frente al poder. En el segundo caso nos interesa
analizar estas propuestas dentro de un contexto de aceleración social.
W. Gil para dar respuesta al fenómeno de la postverdad
sugirió la obra de David Runciman[22]
denominada La hipocresía política… Según el autor venezolano es “un
libro agudo y revelador, sobre los problemas de la sinceridad y la verdad en
esta actividad humana, y cómo podemos lidiar con ellos sin caer nosotros mismos
en contradicción” (Op. Cit.). David Runciman (2018), en este sentido, a
propósito de las democracias liberales expresó que, para
los políticos profesionales,
“la honestidad sería un arte que incluiría también el
recurso, sabiamente administrado, de no ser del todo honesto. La idea es que el
arte de la política incorpora de forma congénita la mentira, y que lo que
debemos hacer los ciudadanos es tener un criterio para saber cuál es el nivel
de hipocresía sostenible, quizás incluso beneficioso o deseable”.
Dicho en palabras de
W. Gil, hay que saber “distinguir entre hipocresías inocuas y dañinas” debido a que el
autor inglés considera que “debemos aceptar la hipocresía como un hecho de la
política, pero sin abrazarla” (Gil, Op. Cit.). El problema es, según Runciman,
determinar “qué clase de
hipócritas queremos que sean los políticos” (2018:50), dentro de un contexto
signado por el hecho de que, en la conducta de los políticos profesionales, “ya
no preocupa tanto su estratégico cultivo de las apariencias como su aparente
falta de interés por los hechos” (Ibid.). Podemos agregar aquí que esta falta
de interés puede provenir de los cambios acelerados de la realidad, como hemos
indicado y de hecho volveremos a considerar, de la ubicación de un individuo
dentro de la estructura de poder simbólico de la comunidad política o ambas. Es
decir, “si no hay hipocresía sin disimulo, es difícil [entonces] considerar
hipócritas a políticos [profesionales]… que han dejado de disimular sus
verdaderas opiniones” (Ibid.). Creemos que los políticos profesionales aquí, y
en general los detentadores del poder simbólico, han entrado en el plano del
cinismo debido a que subestiman las consecuencias ensanchando la brecha entre
gobernantes y gobernados, como indicó Hannah Arendt, pero también hay que
agregar, como indicó Rodríguez- Ferrándiz, que la
respuesta de los dirigidos ha tendido a la indiferencia generando las
condiciones de posibilidad de que surjan ordenes totalitarios. Este es el marco
de la crisis de los órdenes políticos modernos donde Venezuela puede ser vista
como un ejemplo.
Runciman, en este
contexto, hizo una distinción entre hipocresía y mentira para dar fundamento a
su tesis y diferenciarla así de las formas de poder simbólico que se encuentran
fuera del contexto de la realidad. La mentira está relacionada con una afirmación
de algo que no se constata en la realidad de los hechos. La hipocresía, por su parte,
está relacionada con el carácter, es decir, con la presunción de creencias que
no se profesan o con el alardeo de virtudes que no se practican. Como la
hipocresía y la mentira se pueden presentar de forma simultánea podemos
encontrarnos también con políticos profesionales “que se creen sus ficciones y
otros que observan en todo momento sobre lo que dicen una reserva mental que
los mantiene en contacto con la realidad”. Si bien Runciman creyó que ambos son
necesarios e inevitables, se inclina por aquellos políticos profesionales que tienden
a no caer en el autoengaño, aspecto que el autor si consideró pernicioso.
Nosotros creemos que es pernicioso en ambos casos.
Teniendo presente
lo antes indicado, Runciman consideró que la falta de sinceridad es “inextirpable
de los sistemas democráticos [debido a que] la propia democracia no es otra
cosa que una ficción útil” (Ibíd.:241). Es decir,
“Ficción, porque no
es cierto que el pueblo sea soberano; útil, porque así creerlo sirve para poner
límites al poder. Los representantes bien pueden tener una opinión distinta de
la de sus representados, pero se comportarán, al buscar su voto, como si ambas
fuesen coincidentes. Los electores, que conocen las reglas del juego, confieren
al gobernante un margen de incumplimiento de las promesas imposibles o absurdas
que les fueron hechas en campaña. Para los partidos, en fin, exponer la
hipocresía del otro se convierte en el arma política predilecta en la contienda
electoral” (Ibíd.:40).
Podemos observar en
esta afirmación dos cosas: en primer lugar, la aceleración social ha generado
un punto de ruptura que le está quitando los límites al poder y el margen de
incumplimiento está relacionado con algo ya referido en relación con las
verdades incomodas que hacen que la brecha que se ha formado permita que la
verdad se relativice en función de dicha aceleración.
Finalmente, Runciman
expresó, en este mismo orden de ideas, que “es difícil sostener que a los
electores les mueva el esclarecimiento de la verdad en cualquier debate público”
(Ibid.) y, este aspecto nos coloca, como hemos estado argumentando, en el campo
de la postverdad debido a una credulidad autoinducida por el deseo de afianzar
asentados prejuicios sobre la propia identidad nos coloca frente al problema planteado
por Steve Tesich relacionado con una vivencia dentro de una sociedad civil y una
democracia degradada caracterizada por el deseo de que la clase política les
ahorrara el trabajo de enfrentarse a la verdad.
Observamos que en un marco de postverdad entonces la existencia de un
discurso dentro de un contexto degradado caracterizado por la brecha que separa
a dirigentes y dirigidos tiende al cinismo en los mismos términos que describió
Peter Sloterdijk el ambiente político de la república de Weimar debido a que se
resume en una lucha por el poder a todo costo[23]. Por tanto, la propuesta de
Runciman a pesar de ser adelantada en relación con los fenómenos políticos que
se presentarían en las décadas siguientes da una orientación equivoca frente al
fenómeno de la postverdad en el sentido que propone la aceptación de un estado
de cosas que van Dijk lo asoció a una estructura de poder que persigue su
permanencia indiferentemente del estado de cosas existente.
Por otra parte, uno de los investigadores que ha realizado importantes contribuciones
en el ámbito de la lógica informal en lo concerniente a las falacias
consideradas como esquemas argumentativos que nos pueden ayudar a hacer frente
a la posverdad en el sentido que hemos dado en este ensayo es Douglas Walton.
Este pensador ha puesto a la disposición de los individuos, por una parte, habilidades
en el uso de herramientas de argumentación y, por la otra, habilidades para la
construcción de sistemas que puedan realizar razonamientos automatizados usando
la argumentación computacional en el ámbito de la inteligencia artificial (2014:04)[24].
De forma más específica propuso un sistema concebido a partir de unos
cuestionamientos críticos vistos como formas de argumentos (patrones de diálogos
o formas abstractas de raciocinio) utilizados en el discurso cotidiano y en
contextos específicos, como el de la argumentación en el campo científico,
político y en el campo del derecho que nos resultan pertinentes analizarlos
porque la opinión de expertos, como ya hemos indicado, puede ser vista en el
plano retórico como un medio para inducir cursos de acción a través de la
apelación a la autoridad (ad verecundiam) dentro de un contexto
relativizado de posverdad que, generalmente, tiende a ser indeseable.
Los esquemas argumentativos propuestos por Walton son considerados a partir
de un conjunto de cuestiones críticas que pueden ayudar a evaluar cada esquema
argumentativo teniendo en consideración el contexto en que se produce para evaluar
si un argumento es consistente o no. La introducción del contexto nos pone en
el plano de la tesis de Timothy Eastman, no obstante, vamos a examinar la
propuesta de Walton para analizar luego cómo el contexto debe ser considerado
dentro de un mundo acelerado.
Walton hizo la distinción entre casos razonables de argumentación de una opinión
experta y las instancias falaces de este tipo de argumentación como los
entimemas[25]
y la omisión deliberada realizada por el experto dentro de un contexto dado (Ibid.:2-3).
Para ello estableció un procedimiento de cinco pasos que mostraremos a
continuación:
(1) Identificar las partes de un argumento, sus premisas y la conclusión,
utilizando el esquema de argumentación para el caso del argumento basado en la
opinión de un experto,
(2) Evaluar el argumento mediante la construcción de un diagrama de
argumentos que represente la masa de evidencias relevantes en el caso. En este
sentido propuso seis preguntas críticas, que funcionan como un dispositivo que sirve
para evaluar un argumento de un experto, capaces de derrotar un argumento. Las
preguntas críticas, dentro de este contexto, son:
Pregunta
de experticia: |
¿Qué
credibilidad tiene un experto (E) como fuente experta? |
Pregunta
de campo: |
¿Es
E un experto en el campo F en el que se encuentra A? |
Pregunta
de opinión: |
¿Qué
afirmó E que implica A? |
Pregunta
de confiabilidad: |
¿Es
E personalmente confiable como fuente? |
Pregunta
de coherencia: |
¿A
es coherente con lo que afirman otros expertos? |
Pregunta
de evidencia de respaldo: |
¿La
afirmación de E se basa en evidencias?
|
Teniendo presente estas preguntas, un individuo podría hacer
cualquiera de ellas haciendo que el argumento original evidenciara su
inconsistencia. Si la pregunta es respondida adecuadamente, el argumento se
mantendría tentativamente hasta que se hagan más preguntas críticas al
respecto. A medida que se respondan adecuadamente las preguntas más críticas
que coinciden con el esquema, el argumento de la opinión de los expertos se
vuelve cada vez más fuerte, aunque haya sido débil al principio.
(3) Tomar en cuenta las
preguntas críticas que coinciden con el esquema.
(4) Hacer esto hace que se
representan las preguntas como premisas (supuestos y excepciones) del esquema y
(5) Establecer un sistema
que permita mostrar las relaciones probatorias entre los argumentos a favor y
en contra antes de sopesar los argumentos tanto a favor como en contra de la
opinión de un experto.
Para este último aspecto,
según Walton, se ha demostrado que es posible la aplicación de este
procedimiento en un sistema formal de argumentación computacional
reconfigurando las preguntas críticas, es decir, distinguiendo tres tipos de
premisas en el esquema llamadas premisas ordinarias, supuestos y excepciones. Para
ello Walton propuso la aplicación de una hipótesis diferente a cada cuestión
crítica del esquema, es decir, modelando las preguntas críticas como premisas
de un esquema ampliando las premisas en el esquema que se esté desarrollando al
efecto con el fin de valorar el argumento y, por consiguiente, la confiabilidad
del experto dentro de un contexto excepcional. Sin embargo, creemos que
computacionalmente es posible la obtención de un resultado satisfactorio en
casos puntuales donde esté en juego una posición política o científica
específica, no así en un plano informal y cotidiano. En este caso, el recurso
de la intuición en función de cada individuo va a prevalecer por la incapacidad
de manejar un mayor volumen de datos si consideramos el contexto de aceleración
y desaceleración que estamos viviendo. La intuición aquí la estamos entendiendo
como la facultad de producir juicios a partir de la coherencia, la consistencia
y no-ambigüedad en el proceso de dar cuenta a fenómenos físicos y discursivos[26].
De igual forma, es
importante tener presente que vivimos en un entorno donde el conocimiento es entendido
como un conjunto de compromisos de los científicos en un dominio del
conocimiento que está sujeto a falsación a medida que se produce una nueva
evidencia. Por ello creemos que esta solución sólo es aplicable si se es capaz
de estar al ritmo de la aceleración social o a través de la inteligencia
artificial.
Finalmente, Walton
concluyó que (1) es generalmente un error, desde el punto de vista de la
argumentación, confiar en los expertos, (2) aunque frecuentemente es necesario
basarse en la opinión de los expertos, pero (3) podemos producir conclusiones
provisionales a partir del juicio de expertos hasta la aparición de nuevas
evidencias que permitan producir nuevas conclusiones. Como se puede observar,
el foco de atención de este autor ha sido la confiabilidad. Nosotros nos
preguntamos ahora cómo aplicar su propuesta dentro de un contexto de aceleración
que impide de forma fortuita o deliberada el dialogo.
Dentro de un contexto de
aceleración la tesis de Walton resulta consistente en la medida en que existan
situaciones aplicables, pero es de difícil aplicación a no ser que se recurra a
la inteligencia artificial. El contexto de aceleración social es, para nuestros
efectos, el fundamento ontológico de la posverdad. La verdad se mueve al compás
de los cambios sociales y por ello, el ámbito de ocurrencia de la posverdad es
en los desfases. Ello explica la apelación a la intuición de acuerdo al sentido
que le hemos estado dando debido a que en los desfases o las brechas que se
generan se evidencian, la falta de coherencia, de consistencia y la ambigüedad
que para nosotros indican, de suyo, falta de confiabilidad. El criterio de
verdad, en este sentido no es aplicable por el nivel de incertidumbre que
genera la aceleración social. Esto nos lleva al último aspecto, o sea qué
hacer.
En este sentido hay dos
principios de la filosofía especulativa indicados por John Cobb desde una
perspectiva procesual que nos pueden ayudar a complementar lo indicado con
respecto a la intuición frente al fenómeno de la posverdad en relación con el
científico y el experto en el debate político[27].
De estos dos ya hemos mencionado uno, es decir, la coherencia, consistencia y
no-ambigüedad como un todo. El otro es la adecuación. Ambos están orientados
para probar, como hipótesis, cualquier tipo de idea propuesta. La coherencia,
en este sentido es la prueba de cuán bien unas ideas propuestas se ajustan
mutuamente para garantizar confiabilidad. La adecuación, por su parte, está
relacionada con el grado de correspondencia existente entre las ideas propuestas
en un proceso argumentativo y los datos obtenidos en los más campos de la
experiencia y del conocimiento humano[28].
5.- Corolario
Consideramos que el modo
de hacer frente a la posverdad dentro de un contexto de aceleración social
tiene que ver con la capacidad de un ser de construir su propia realidad. Esto
nos lleva de nuevo al pensamiento de Arendt, Zubiri y Deleuze y Guattari.
Arendt, como expresamos nos indicó la existencia de una brecha entre
gobernantes y gobernados en el plano político y su potencial consecuencia,
Zubiri nos habló de hacer respectivo lo real como paso para construir su
realidad y Deleuze y Guattari nos dijeron el contexto donde esta realidad se
puede construir.
[1][1] Plantin, Christian (1998).
La Argumentación. Barcelona (T. A. Tusón). Editorial Ariel. 159 p
[2] Marina Martins, Stefannie
de Sá Ibraim y Paula Cristina Cardoso Mendonça, (2016). “Esquemas
argumentativos de Walton na análise de argumentos de Professores de Química em
formação inicial”, Belo Horizonte, Revista Ensaio, v.18, nº 2, pp. 49-71. Por
otra parte, sobre la palabra ‘discurso’ hablaremos en el parágrafo 2
[3] Ver: Oxford English
Dictionary, 2016
[4] Ver: Real Academia
Española, 2017.
[5] Ver:
Bertilsson, Fredrik. 2021. Source Criticism as a Technology of Government in
the Swedish Psychological Defence: The Impact of Humanistic Knowledge on
Contemporary Security Policy.
Humanities
10: 13. [Documento en línea]. Disponible: https://doi.org/10.3390/h10010013 Consulta: 03DIC2021
[6] Gil, Wolfgang, ¡La verdad
ha muerto! ¡Viva la posverdad!, Caracas, 2017, PRODAVINCI. Documento en línea. Disponible: https://historico.prodavinci.com/2017/03/07/artes/la-verdad-ha-muerto-viva-la-posverdad-por-wolfgang-gil-lugo-1/
[7] Ver: Zubiri, Xavier: Estructura
dinámica de la realidad, Alianza, Madrid, 1995
[8] Rodríguez-Ferrándiz, Raúl
(2019). “Posverdad y fake news en comunicación política: breve genealogía”. El
profesional de la información, v. 28, n. 3, e280314. https://doi.org/10.3145/epi.2019.may.14
[9] Dineyis Arias Mendoza, Rafael González Pardo, Leonardo Herrera
Delgans y Omar Cortés Peña, (2020), Posverdad en revistas científicas de
comunicación en Iberoamérica un análisis de contenido, Bogotá, Universidad
Sergio Arboleda, Instituto Latinoamericano de Altos Estudios –ILAE–, 136 p.
[10] Hartmut
Rosa (2016). Alienación y aceleración. Hacia una teoría crítica de la
temporalidad en la modernidad tardía. Madrid. (T. Centro de Investigaciones
Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional
Autónoma de México). Katz editores. 190 p
[11] Ver: Hannah Arendt (2015).
Crisis de la República. Madrid. (T. G. Solana). Editorial Trotta. 182 p.
y (2006). Sobre la Revolución. Madrid. (T. P. Bravo). Ediciones de la
Revista de Occidente. 343 p. Para evitar esta brecha, Di Giacomo siguiendo a
Arendt expresó que “La unidad de los acuerdos, …, no está dada de antemano, de
una vez y para siempre en las ilegibles líneas de una metafísica destronada,
sino que se halla al final de prácticas comunicativas merced a las cuales los
hombres se convencen a sí mismos de sus posturas argumentativas, convencen a
los demás, o son convencidos por éstos. Se ha de vivir y se ha de saber, pues,
en la atmósfera de una conveniente sobriedad: sapere et vivere ad
sobrietatem”. Ver al respecto: Di Giacomo, M. (2011). “El poder
comunicativo en Arendt y en Habermas”. Maracaibo. LUZ. Revista de Filosofía,
Nº 69, 3, pp. 52 – 73.
[12] Ver al respecto: Muralt,
André (2002). La Estructura de la Filosofía Política Moderna. Sus orígenes
medievales en Escoto, Ockham y Suárez. Madrid. (T. V. Fernández). Editorial
Itsmo. 187 p.
[13] Rosa expresó que el término "totalitario" refiere aquí “un
principio abstracto que somete a su autoridad a todos los que viven bajo el
mismo” sistema siguiendo al efecto cuatro características: “a) ejerce presión
sobre la voluntad y las acciones de los sujetos; b) cuando es ineludible, es
decir, que todos los sujetos son afectados por él; c) cuando es omnipresente,
en otras palabras, cuando su influencia no se limita a una u otra área de la
vida social sino a todos sus aspectos; y d) cuando es difícil o casi imposible
criticarlo y luchar contra él” (Ibid.:105).
[14] Ver: McNair, Briand citado
por Rodríguez-Ferrándiz (2019).
[15] Deleuze, Gilles, (1999). Conversaciones.
Post-scriptum sobre las Sociedades de Control. Valencia (T. J. Pardo).
Editorial Pre-Textos. 349 p.
[16] Ricoeur, Paul, (2006), Teoría
de la Interpretación. Discurso y excedente de sentido. 6º ed. México. (T.
G. Monges). Siglo XXI Editores y Universidad Iberoamericana. 112 p
[17] Byung-Chul Han.
(2014). En el Enjambre.
Barcelona. (T. R. Gabás). Editorial Herder. 111 p
[18] Dijk v., Teum, (2009). Discurso
y Poder. Contribuciones a los Estudios Críticos del Discurso. Barcelona.
(T. A. Bixio). Editorial Gedisa. 417 p
[19] Un ejemplo de lo aquí
afirmado lo constituye la censura a la que fue expuesto el filósofo sueco Erik
J. Olsson quién “identificó la sustitución de los valores académicos
tradicionales por un enfoque excesivo en la igualdad y otros valores blandos
como una gran amenaza para la libertad de expresión en la academia”. Ver al
respecto: “CENSURAN UNA CONFERENCIA SOBRE LIBERTAD DE EXPRESIÓN ACADÉMICA EN EL
INSTITUTO DE ASTROFÍSICA DE CANARIAS” en Disedentia (2021). [Documento
en línea]. Disponible: https://disidentia.com/censuran-una-conferencia-sobre-libertad-de-expresion-academica-en-el-instituto-de-astrofisica-de-canarias/
[20] Ver al respecto:
Byung-Chul Han (Op. Cit.).
[21] En ambos casos se puede
presentar una situación de estancamiento.
[22] Runciman, David, (2018), La
Hipocresía Política. La Máscara del Poder, de Hobbes a nuestros días.
Madrid. (T. D. Salcedo Megales). Avarigani Editores. 393 P. Ver también: De
Ramón, Juan, (2019), “Artes de ser honesto: hacia una hipocresía sostenible”.
Madrid. RdL. Documento en línea: disponible en https://www.revistadelibros.com/david-runciman-la-hipocresia-politica-la-mascara-del-poder-de-hobbes-a-nuestros-dias-juan-claudio-de-ramon/ Consulta: 11 de octubre de
2021
[23] Sloterdijk, P. (2007). Crítica
de la Razón Cínica. 4º ed. Madrid. (T. M. Á. Vega). Ediciones
Ciruela. 786 p.
[24] Walton, D.
(2014). “On a razor's edge: Evaluating arguments from expert opinión”. Taylor & Francis. Review
Argument and Computation 5(2-3). Pp 139-159
[25] Silogismo abreviado que,
por sobrentenderse una de las premisas, solo consta de dos proposiciones, que
se llaman antecedente y consiguiente.
[26] Ver al respecto: Vera
Rojas, L., & Blanco Carrero, E. (2021). “Intuición y prospección: la
realidad y su impacto en la toma de decisiones”. Observador del Conocimiento, 6
(n° 3), 63-89. Recuperado a partir de http://www.oncti.gob.ve/ojs/index.php/rev_ODC/article/view/293
[27] Cobb, J.
(2015). Whitehead Word Book: a
glossary with alphabetical index to technical terms in Process and Reality.
2º ed. Anoka: Process Century Press,
[28] Ver
también: Cobb (2015:12).
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