domingo, 16 de junio de 2024

JUAN DAVID GARCÍA BACCA Y LA POTENCIA DEL PENSAMIENTO: SANTO TOMÁS DE AQUINO, ALFRED N. WHITEHEAD Y LA ESCUELA FILOSÓFICA DE CARACAS.

 

Evoluciones Metafísicas: Permanencia, Emergencia y Diálogo: https://www.amazon.com/-/es/Mar%C3%ADa-Guadalupe-Llanes/dp/B08QC3SL9N

…Whitehead es el primer metafísico,…, que se ha atrevido a construir una metafísica del ser que esté a la altura del progreso matemático; una teoría del ser que incluye un proceso infinito convergente interior, primer paso para lo cual es negar que las cosas tengan que estar esencialmente especificadas, tengan que poseer una última diferencia específica, un límite superior; y negar además que el número de componentes interiores de una realidad tenga que ser finito, so pena de contradicción; cada cosa, cada entidad actual, precisamente por ser primariamente acto, y acto creador e inventor tiene en sí misma un principio de progreso o proceso in finitum más convergente en virtud del cual se aproxima indefinidamente, sin barrera superior infranqueable, al Absoluto, a Dios.


Juan David García Bacca

 

Omar Astorga, dentro de sus estudios realizados acerca de la filosofía en Venezuela (2010), consideró a Juan David García Bacca (JGB), quien fue fundador de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela, como un ensayista y un pensador independiente que hizo investigaciones sobre sus fuentes medievales en el periodo colonial hasta los albores de la independencia y realizó estudios sobre autores clásicos y contemporáneos destacando las obras Nueve grandes filósofos contemporáneos y sus temas: Bergson, Husserl, Unamuno, Heidegger, Scheller, Hartmann, W. James, Ortega y Gasset, Whitehead y Teoría y Metateoría de las Ciencias. Ambas obras marcaron una importante huella en la orientación de la filosofía en Venezuela. En esta marca el pensamiento platónico, tomasiano, kantiano y la filosofía e historia de la ciencia y de la técnica son elementos que deben tenerse presentes en su pensamiento. Por ello, teniendo en cuenta lo que Jesús Baceta (2018) expresó: “en lo que a papel respecta, la obra de García Bacca es más extensa que la de Bertrand Russell”, creemos que es desde este campo general e ‘independiente’ del pensamiento de JGB que podemos identificar unas trazas que dan unidad a esta generalidad que orbita en el pensamiento whiteheadiano. Para ello estamos siguiendo la tesis de María Guadalupe Llanes (2018:60). Estas trazas de una u otra manera permearían la formación en la Escuela filosófica de Caracas en virtud de que, siguiendo a Baceta, él jugó un importante papel en “la profesionalización de la filosofía en Venezuela”, hizo un “decidido esfuerzo por trasladar a nuestro recinto universitario la tradición del pensamiento europeo y dejó una imborrable huella en varias generaciones de alumnos que lo estimaron como su maestro” (Ibid.). Pero su derrotero filosófico no se circunscribió a España y Venezuela. También hizo vida académica y filosófica en Ecuador y México permitiendo con ello extender esta unidad de pensamiento en la generalidad a una gran parte del mundo hispanoparlante. De ahí que Ferrer-García (2017) destacara, usando sus propias palabras, que

Es en Whitehead donde nuestro autor encuentra, por vez primera, la excelencia de haber asentado los fundamentos de una metafísica del ser en cuanto creación, del ser en cuanto acto actuante, en cuanto proceso convergente de ascendentes creaciones Así, la metafísica whiteheadiana es la metafísica de hoy, la que merezca llamarse y ser y estar a la altura de Hoy […] lo que está más allá, trans, plus ultra de la Física actual (2017:205).

Por ello, nos ha parecido pertinente explorar sucintamente la influencia de Whitehead en el pensamiento garcíabaccano según sus propias palabras y de acuerdo con sus exégetas y la trascendencia de Whitehead y JGB en la Escuela filosófica de Caracas. Como los vestigios de la filosofía whiteheadiana a través de la exégesis garcíabaccana se focalizan en el proceso y la realidad, la finalidad de este ensayo es determinar la consistencia de su herencia filosófica como una manera de constatar el estado de las raíces de la filosofía en Venezuela. Para tal fin vamos a examinar en primer lugar, el Whitehead de JGB, en segundo lugar, analizaremos el pensamiento whiteheadiano de JGB según sus exégetas y finalmente analizaremos cómo la potencia del pensamiento ha traído de nuevo al presente a Whitehead y García Bacca en la escuela filosófica de Caracas.

Whitehead a través de García Bacca

El acercamiento de JGB a Whitehead se remonta al año 1943 como profesor del pensamiento heideggeriano en la Universidad de México[1], y desde ese momento se constituyó, para él, en un referente fundamental, en el plano metafísico, a la misma altura del Zeit und Sein heideggeriano debido no sólo a la novedad del enfoque utilizado, sino también porque consideró, junto con Whitehead, que el hombre es un ser orientado permanentemente a la reinvención de sí y de su entorno teniendo como medio y fin la creación. Esto nos indica de suyo que el foco de atención del filósofo español estuvo ubicado en esos primeros momentos en la metafísica y su carácter transustanciador que la hace un proceso ilimitado de ascendentes creaciones. Transustanciar es, para JGB, “… asimilar, digerir, absorber real y verdaderamente algo, sin aniquilación alguna de realidad, ni en asimilado ni en asimilante, con eliminación y desecho de lo inasimilable” (1965:15), por lo que el ser pasó a ser, en este contexto de cambio, un “fenómeno natural y normal, dejando de ser milagroso” (1990:411), con lo cual a JGB le pareció oportuno sustituir la clásica categoría de sustancia por la de ‘plan’ al igual que Whitehead lo hizo con ‘proceso’. Así pues, considerando que la visión de Whitehead se encuentra en Nueve grandes filósofos contemporáneos y sus temas, veamos a continuación los aspectos que consideramos más resaltantes en esta obra y su Teoría y metateoría de la ciencia de 1977 porque creemos que en esta obra desarrolló las tesis whiteheadianas de realidad y procesos.

Con respecto a Nueve grandes…, para JGB fueron relevantes los conceptos de ‘entidad actual’, la noción física de ‘campo’, aunamiento o ‘togetherness’, la ‘ontología dialéctica’ y la ‘creatividad’ porque los consideró como los fundamentos de la nueva metafísica derivada de los avances de las ciencias de la primera parte del siglo XX. Veámoslos sucintamente a continuación.

En relación con la entidad actual, JGB expresó que es una actualidad “plural que por un acto de Creatividad, asciende a unidad de ‘conjunción’” (1990:464). Esta actualidad está “delimitada, definida y especificada por… ser una forma o recibirse en una forma” dentro de un proceso de cambio continuo (1990:448). Con ello expresó que Whitehead impuso “una metafísica radicalmente nueva: la de los estados diversos de una misma realidad básica”, superando así el sustancialismo o el monismo de los clásicos (Ibíd.:446). Con esta operación, el número de componentes metafísicos internos de una entidad actual se pudo hacer superable y nos permitió introducir lo infinito en lo finito y, a su vez, permitió introducir la creatividad[2]. Como toda entidad actual está llena de infinidad, la infinitud “hace que el objeto correspondiente no resulte cognoscible en sí mismo, sino únicamente en su ley: en su estructura lógica general” (Ibíd.:235). Esta entidad actual “se constituye transitoriamente como ‘sujeto’ mediante la ‘inmediación subjetiva’, y en ‘superjeto’ por su ‘inmortalidad objetiva’” (Ibid.:473). El conocimiento, en este contexto, es una retención momentánea de aquello que evita ser detenido en un proceso que “apunta al infinito y empuja hacia el infinito todo lo que actualmente tiene” (Ibid.:477) y la conciencia aparece cuando se produce ese freno. La creatividad, por su parte, es un corte de “‘Lo que una cosa es actualmente, en acto” (Ibid.:470). Posteriormente, JGB desarrollará el concepto de ‘transfinitud’ como un medio para interrelacionar materialismo e inmortalidad a partir de la idea de dirección y ‘plan’ (1984:76-86)[3].

Whitehead definió ‘campo’ como “lo cósmico y lo continuo [debido a que este] penetra en la naturaleza de cada cosa” (1934 [2012]:31). De acuerdo con esta conceptualización “todo individuo está en compenetración real con entidades cósmicas” y podemos agregar infinitas pasando a ser este, según JGB, una simple abstracción (1990:420). Desde este enfoque podemos destacar dos cosas: en primer lugar, que en la exégesis garcíabaccana, campo es “una realidad […] que se halla difundida por todo el espacio y además en forma de continuidad, es decir: no individualizada en individuos realmente diferentes” (Ibid.:419)[4]. Este carácter abstracto del individuo puede ser observado desde el mismo concepto de campo puesto que en la física cuántica las fuerzas e interacciones no son otra cosa que el intercambio de partículas de una magnitud específica dentro de una estructura de relaciones distribuidas espacio-temporalmente que conforman redes de relaciones, cuerpos y sociedades, entidades actuales. En este campo físico hay atomizaciones que se expresan en conjuntos específicos que constituyen, en ese universo, entidades actuales que se convierten, a su vez, en “nexo” de actualidades (Whitehead, 1929 [1978]:123-124). Estos nexos, que JGB, define como ‘aunamiento’ (togetherness) consisten en que

… de dos o más entes actuales en acto, en acto no esencialmente especificado ni individuado, puede hacerse un ente en acto realmente uno con una cierta unidad actual de especificación y con una cierta unidad actual de individuación ninguna de las dos definitiva sino circunstancial (1990:455).

 

En este contexto, una multitud se aúna eficientemente, según JGB siguiendo a Whitehead, por ser disyunción que tiende a la conjunción siguiendo un principio metafísico basado en la creatividad que, como indicaremos, caracteriza a toda entidad actual (Ibid.:465-466).

En segundo lugar, el concepto de ´campo’ buscó superar el problema de conceptualización del espacio que Whitehead desarrolló en su Teoría relacional del espacio que describiremos más adelante[5]. Como se observa JGB asumió el concepto whiteheadiano de campo en concordancia con la consistencia que mantuvo esta idea a lo largo de su vida física. Sobre él también volveremos cuando examinemos la Teoría y Metateoría de las Ciencias.

Por otra parte, un objeto eterno lo interpretó JGB como un objeto en forma de campo de fuerza de definibilidad por poseer un valor dentro de una distribución matemática (Ibid.:486-487). El valor está constituido por la ‘eternidad’ que lo hace definible en un entorno espacio-temporal de extensión finita que está caracterizado por carecer de toda posibilidad de posicionamiento (Alemán, 2011:29). Es decir, los objetos eternos son “objetos cósmicos, y omnipresentes” y constituyen, para el filósofo hispano-venezolano, una de las más grandes aportaciones a la ontología realizadas por Whitehead para dar cuenta de la realidad (1990:488). Esto nos lleva a la dialéctica ontológica en virtud de la cual expresó que desde el advenimiento de la teoría de la relatividad no había existido antes de Whitehead un sistema de conceptos que sirviese para expresar tales realidades, constituyendo “cada sistema una de las posibles interpretaciones de lo real o una de las posibles determinaciones de lo real” (Ibid.:434). La dialéctica en sentido ontológico, según JGB, se sustenta en las siguientes premisas: “que hay caos, el gran barro ontológico, que hay novedades y que hay novedades en ser y en nada” (Ibíd.:445 y 1967:105). Sobre esto también volveremos más adelante. Como se puede observar, esta dialéctica whiteheadiana estuvo presente en el pensamiento de JGB entre los Elementos de Filosofía de las Ciencias (1967) y Nueve grandes filósofos… (1990).

Finalmente, con respecto a la creatividad vista como el principio de la novedad JGB, en su exégesis whiteheadiana, la entendió como una actividad o acto,

por cuya eficiencia toda entidad actual destila actividad, más por ello carece de actualidad, pese a tener su lugar en las entidades actuales. La creatividad rehúye el ser confinada en especie última por ser ella misma lo Último. Creatividad es como Acto en bruto, acto en puro, acto infinito […] que es de suyo absolutamente infinito, sin confinamiento a una especie (1990: 461)

 

De ahí que la actualidad de una cosa “es solo un corte que se ha hecho en la Creatividad: en ese universal de universales, el más concreto e inconcretable en forma específica y definitiva, de todas las cosas” (Ibíd.:470). La creatividad, desde esta perspectiva, al ser, para Whitehead, “el universal de los universales que caracteriza a la realidad [está] privada de carácter propio [porque] todo lo crea e inventa, incluso a Dios” (1929 [1978]: 31 y 46), o dicho a la manera garcíabaccana es “la génesis en toda la amplitud infinita del orden del ser” (1990:462). Esto nos lleva a su Teoría y metateoría de la ciencia.

En relación con su Teoría y metateoría de la ciencia (TyMC) (1977) Judith Kristoffy (2002) expresó que esta obra fue el resultado de la evolución de su tesis doctoral realizada en la Universidad de Barcelona sobre la estructura lógico-genética de las ciencias físicas y de varios cursos realizados en institutos de educación universitaria en Caracas. Su foco de atención fue definir qué era ciencia y su desarrollo. En este sentido definió a la ciencia como “conocimiento teórico, ontológico, verdadero, objetivo y sistemático” (JGB, 1977). Para llegar a esta definición partió de tres conceptos que consideró fundamentales y nos acercan al pensamiento whiteheadiano, es decir, estructura, contextura y plan. Estos conceptos, a los cuales circunscribiremos nuestra investigación, van a estar presentes en varias de las obras de JGB y van a confluir en su TyMC por lo que vamos a examinarlos y a retornar el concepto de ‘campo’ y su relación con el ‘espacio’ por sus implicaciones en la concepción de ‘plan’ o ‘proceso’.

Por estructura entendió “el entramado de relaciones que da a los términos (o argumentos) de tales relaciones la unidad de un contexto” que se ciñen al principio de novedad (TyMC II, 34-35). Además del concepto de estructura afirmó que “un conjunto de cosas puede tomar contextura” a partir de dicho entramado de relaciones, es decir, si en esa no se “reduce a un solo contexto todas las propiedades de las cosas” (Ibíd.). De ahí que Kristoffy indicara que la “estructura es un entramado unirelacional, contextura es plurirelacional, pues toda contextura necesariamente tiene estructura, y toda estructura adquiere [un] ‘ropaje’ distinto, según su contextura” (Op. Cit.). La palabra ‘plan’, en este mismo orden de ideas, es una definición metacientífica que va a estar asociada a otros dos términos, es decir, ‘proyecto’ y ‘designio’. Esta palabra ‘plan’ va a ser el equivalente whiteheadiano de ‘proceso’ y va a tener una relación cercana a la palabra ‘plan’ o ‘plano’ deleuzoguattariana[6]. JGB la definió como “un invento del hombre en cuanto empresario (creador); invento integrado de proyecto, designio, decisión; y a realizar con las metacategorías de material y ocurrencia" (TyMC II, 34-35). En si misma esta palabra ‘plan’ o ‘proceso’ constituye en todos estos autores el derrotero por el cual el universo escapa a las exclusiones de la inconsistencia. La manera en que se produce este escape es a través una concepción de materialidad que en el caso de JGB la concibió a partir de “la reivindicación de la existencia de una realidad material” concreta (o “realismo real e integérrimo”) considerada como un fundamento ontológico soportado por los avances de la física cuántica, que ya hemos indicado, y de las aplicaciones técnicas de la ciencia contemporánea (Izuzquiza, 1989:115). Proyecto, por su parte, que fue observado por JGB como causa formal (forma) artificial que surge en nosotros por lo que son: “la mostración propia y tangible de que el hombre es creador” (Ibíd.:35). Aquí hay que tener presente que lo ‘artificial’ y, consecuentemente, lo ‘natural’ son dos conceptos ontológicos garciabaccanos fundamentales. ‘Designio’, finalmente, lo definió como “invención de causas finales artificiales” (TyMC II, Op. Cit.)[7].

Por otra parte, es conveniente señalar que, según Jesús Baceta, JGB usó los lenguajes matemáticos dándole a su filosofía “un mero sentido retórico” sin comprometerse “con una teoría del significado”, y que además evidenció una estructura de argumentación poco clara (Op. Cit.). Ello se pudiera aplicar también a los conceptos whiteheadianos sobre todo a los que orbitan en torno a las nociones de ‘novedad’, ‘creatividad’ y ‘entidad actual’. No obstante, como veremos en el último parágrafo, esta crítica se debe a una consideración de su filosofía desde la contemporaneidad, con la consiguiente dispersión, y no desde sus orígenes: el pensamiento escolástico. Lo que hay que mantener presente, desde esta perspectiva, es que para JGB la ‘entidad actual’ es un vector que apunta al infinito y empuja hacia el infinito (1990:477), constituyendo en sí el pivote a partir del cual se puede ir profundizando en su pensamiento. Esta mención al infinito nos permite retomar un asunto pendiente por aclarar: el concepto de ‘campo’ y su relación con el de ‘espacio’.

Si bien Whitehead asumió en Process and Reality el concepto de ‘campo’ en una obra anterior hizo una exégesis del concepto de espacio que nos permite entender con mayor claridad el concepto de ‘proceso’ desde la perspectiva estructural y, consecuentemente, el de ‘plan’ garcíabaccano. Esta obra es The Relational Theory of Space[8]. En ella afirmó a partir del método de extensive abstraction que existían diversos tipos de espacios: inmediatamente aparente, completamente aparente, espacio físico y espacio abstracto. Pero en su estudio se concentró en el espacio completamente aparente y el espacio físico. El primero estaba relacionado con puntos, líneas y planos de una geometría perceptual relacionada con niveles de experiencia y, el segundo con un mundo físico basado en construcciones lógicas hipotéticas donde las cosas en sí mismas están contenidas por constructos teóricos. A partir de allí el pensador inglés produjo una conexión, desde una perspectiva lógica, entre constructos teóricos y conceptos (puntos, líneas y planos) (Hurley, 1979). Teniendo esto presente, Whitehead expresó

The fundamental order of ideas is first a world of things in relation; then the space whose fundamental entities are defined by means of those relations and whose properties are deduced from the nature of those relations (Ibid.).

 

Para este autor británico, el espacio solo percibido por los sentidos en un mundo contemporáneo es conscientemente prehendido como un continuo de relaciones extensivas (1929 [1978]:61), por lo que podemos inferir que este espacio whiteheadiano está inspirado en la concepción leibniziana desde una perspectiva estructural que coexiste con lo ‘continuo’ porque penetra en la naturaleza de cada cosa. Este carácter de continuo se distingue de manera teórica con el espacio absoluto y permite entender el alcance de la ´penetración’ como una relación de fuerzas que indicamos en lo concerniente a la física cuántica. Desde esta perspectiva JGB está en armonía conceptual con el filósofo inglés desde el mismo momento que considera la estructura un entramado unirelacional, según Kristoffy. Lo ‘unirelacional’, en este contexto, lo entendemos en el sentido de unidad estructural que abarca a todo el universo en concordancia con Whitehead, es decir, está “difundida por todo el espacio”, pero ¿qué es el espacio para JGB? Creemos que es un objeto de razón establecido a partir de la relación en un sentido kantiano, es decir, estético trascendental. Pero en esta relación nos topamos frente a la contingencia en las mismas condiciones leibnizianas que surgieron para evitar el monismo spinoziano como lo hicieron Kant, Whitehead, Zubiri y el propio JGB, es decir, “La razón de que exista el algo es que algo debe existir, y la razón de que no haya nada es que no puede haber nada”[9], que han servido para soportar sus respectivos sistemas en lo real como cambio de estado, desde una perspectiva materialista, evitando así la nada[10].

Desde esta perspectiva, para JGB entonces lo real es cambio visto estructural y contexturalmente como diferencias de estado y la realidad es un juego que indica la aventura del pensamiento donde el hombre tantea de forma probabilística su propio designio (TyMC, Op. Cit.). Esta es la base de lo que denominó como ontología dialéctica. La ontología dialéctica va a estar fundamentada en la relación recíproca del trinomio “realidad, probabilidad, novedad”. Realidad es campo, probabilidad es la estructura del ser y no ser, es decir, movimiento; y la novedad, como superación, es producto del cambio que hace que algo sea y esté. Así pues, esto le permitirá concluir que

… tres cosas hay que no debe importarnos aceptar si queremos hacer en serio, en real, metafísica moderna. Primera: que hay caos, el gran barro ontológico. Segunda: que hay novedades. Tercera: que hay novedades en ser y en nada. Son los tres porque sí, sincera y valientemente aceptados (1967:105).

 

Esto nos lleva a los exégetas.

El Whitehead de García Bacca por intermedio de algunos de sus exégetas

El interés que ha cobrado el pensamiento de JGB en los últimos tiempos ha tenido que ver con su esfuerzo en establecer los fundamentos de la unidad del conocimiento. En este sentido podemos decir que este esfuerzo ha coincidido con los realizados por otros autores whiteheadianos como J. Cobb y J. McDaniel desde una perspectiva teológica[11] y desde un enfoque centrado en las ciencias como también se observa en Iberoamérica. Por ello, nos ha parecido pertinente revisar algunos aspectos de estas inclinaciones y acercamientos desde un enfoque temático indicando a algunos de sus exégetas. Así pues, la importancia de la obra de Whitehead desde la lectura garciabaccana se basa en cuatro aspectos a tener en consideración: en primer lugar, en el hecho de introducir la facticidad en el concepto de creatividad, en segundo lugar, en que sirvió para actualizar una serie de conceptos que habían perdido su consistencia, en tercer lugar, evidenció una proximidad y confianza hacia una ontología cercana a los fundamentos de la ciencia y la física y su avance acelerado durante todo el siglo XX y, en cuarto lugar, en la concepción teológica del mundo.

Con respecto al primer aspecto, es decir, la facticidad de la creatividad Guadalupe Llanes partió de las concepciones mecanicistas y organicistas del universo para anclar la relación recíproca entre Dios y el Mundo que JGB observó whiteheadianamente como instrumento de novedad (Op.Cit.:60). La consistencia del vínculo, visto como una entidad actual, que da facticidad a la creatividad la observó la autora garcíabaccanamente a partir de

la significación de ‘entidad’ [como] la de ‘potencial de proceso’ –de las características que se va a ver-, y de ‘actual’, o lo que de actual tiene una entidad no es sino una decisión, un corte, en virtud del cual una entidad actual, en y por lo que tiene de actual, -de cortante, de decidente-, condiciona, -no define ni especifica-, la Creatividad, o Acto puro inventor, que, por ser tal, trasciende, supera ‘esta’ actualidad (Ibid.:124).

 

Con esta vinculación la autora consideró fáctica no sólo la creatividad como fundamento de ese sistema filosófico a partir del ‘plan’ o ‘proceso’ visto como “un flujo que conduce al infinito” (Ibid.), sino también como la idea del flujo o manantial del devenir que en sí mismo lo considera desde una perspectiva natural o artificial. En este flujo, en su exégesis garcíabaccana permite la existencia de distinciones reales entre un estado precedente y un estado posterior dentro de un estado de campo por su estrecha relación con los objetos eternos (Ibid.:160). Los aspectos claves aquí considerados son dos: en primer lugar, constituyen una realidad en estado de ubicuidad espacial, temporal, eficiente y, en segundo lugar, la distribución en él de su eficacia o eficiencia, de su causalidad eficiente, está dada por el potencial, que indica la vinculación de la eficiencia a cada parte de su ubicuidad espacial y temporal (Ibid.:167). Esta facticidad de la creatividad la seguiremos analizando en los siguientes enfoques.

En relación con el segundo aspecto relativo a la actualización, los exégetas de JGB nos han indicado tres elementos, entre otros, a tener en consideración:

El primero fue la introducción del concepto de las entidades actuales que permite repensar la metafísica y la univocidad del ser real, análogamente al ‘modo’ spinoziano, pues los tres autores (neerlandés, inglés y español) otorgaron a las entidades actuales el mismo valor metafísico y no las consideraron como entes fijos, estables o jerarquizados. Según Izuzquiza, Llanes y Monfort, este concepto le va a servir a JGB para introducir su concepto tomasiano de ‘transustanciación’, es decir, el fenómeno de transformación total de un cuerpo (masa) en energía y viceversa sin destruirse (JGB, 1984:215-224)[12]. Sin embargo, este concepto garciabaccano, como todos los conceptos whiteheadianos, sufrirá un proceso evolutivo de ajustes en el tiempo. En este sentido, otro aspecto que interesa destacar es que observamos en JGB el mismo interés kantiano de garantizar la consistencia desde una unidad sistémica. En este contexto el aspecto científico dado por los avances de la física en el siglo XX va a ser el pivote sobre el cual se sustentará el esfuerzo del filósofo español al igual que el de otro coterráneo: Xavier Zubiri, pero en el caso de JGB este pivote orbitará en torno al concepto de ‘novedad’ desde la perspectiva de la causalidad, mientras que para el segundo será el de ´dinamicidad’ como expresión de la realidad.

El segundo elemento, fue la idea de relativismo de talante einsteniano que va a estar presente en el inglés y va a tomar el hispano-venezolano y está relacionado “…con la idea de que el sujeto o entidades actuales atravesados por su capacidad natural de transubstanciación, pueden cambiar… su propio estado a otro diverso”[13]. Este relativismo le va a permitir a JGB pensar, al igual que Spinoza, Kant y Whitehead, el universo como un cuerpo y el cuerpo como un universo en constante cambio. Es decir,  

… nuestro cuerpo no termina donde parece hacerlo según los sentidos, sino que nuestro cuerpo es realmente cósmico, de dimensiones universales. Todo el universo es cuerpo nuestro, de cada uno, y a esta propiedad de todo el universo de ser cuerpo de cada uno llamará Whitehead propiedad de relatividad o, como dice en su lenguaje..., it belongs to the nature of a beings that it is a potential for every becoming. This is the principle of relativity[14].

 

Desde esa perspectiva el cuerpo, como observamos también en Spinoza, es una composición que expresa al universo como una totalidad con un enfoque dinámico. En este momento tenemos que decir que, si bien la relación entre Kant y Whitehead fue distante, JGB nos parece que se presentó como un puente entre estos dos pensadores[15]. La entidad actual, consecuentemente, pasa a ser, para el filósofo español, una entidad cósmica en interacción constante y permanente con otras en una red de prehensiones que se encuentran en un proceso de cambio permanente. Esto nos retrotrae al relativismo indicado desde el momento que JGB introdujo en su sistema la teoría en boga acerca del cambio en relación con la teoría de la conservación que regía la física en ese entonces. Desde esta perspectiva Monfort expresó que este argumento ontológico le permitió al filósofo español estar no sólo

a favor de la transformación radical por parte del sujeto en diversos estados, sino que, de algún modo, esta idea moderna de cambio de estado o transubstanciación es el acicate moderno y científico que la dialéctica filosófica necesita para poder desarrollar…, el profundo cambio que la propia metafísica estaba padeciendo y sufriendo desde la aparición, en 1927, de la obra de Heidegger Ser y tiempo.

 

Como se sabe, este concepto de entidad actual no se corresponde con el ‘dasein’ de Heidegger, más sí se corresponde con el ‘principio de novedad’.

El tercer elemento está relacionado con los principios de ‘Creación’ y ‘Novedad’. Al respecto, Suárez Bustamante (2003) nos ha indicado que la importancia del concepto de novedad está relacionada con el hecho de que esta le sirvió a JGB para desarrollar su “modelo científico de causa” anclada al concepto de “filosofía del vivir” que entendió desde una perspectiva bergsoniana como un “sentirse siendo manantial de novedades”[16], en el sentido de que “lo creativo, lo novedoso, lo espontáneo, lo original, lo transcendental, irrumpe en la vida cotidiana”, afectando todas nuestras acciones en el mundo[17]. Otra de las características que vamos a encontrar en el concepto de novedad, desde esta perspectiva, es que carece de “retrospectividad” porque esta anula la espontaneidad permitiendo su conversión en una especie de causa de sí mismo, es decir, “es creación incausada”, constituyéndose además en agente de cambio (Ibíd.). Con ello evitó remitirse a una causa primera desde una perspectiva que podemos considerar como clásica. Pero aquí debemos acotar que a pesar de esta propuesta los estudios relacionados con el bolsón de Higgs indican que la ciencia no se ha rendido en su búsqueda de una causa primera, del origen del universo. Esto nos lleva al plano científico.

Con respecto al tercer aspecto, es decir su orientación a los fundamentos de la ciencia y la física propia de los tiempos de Einstein, JGB se ha servido de ellos para fundamentar los elementos probabilísticos que están, según Suárez Bustamante, en las causas de los fenómenos físicos y le ha otorgado al hombre, según Monfort, un estatus ontológico próximo a la divinidad. Veámoslo a continuación desde otra perspectiva. Con respecto a los fenómenos físicos, fundamentó su

… filosofía de las ciencias en la cualidad de la novedad, que surge en cualquier cosa, como creatividad espontánea, surge del vivir incausadamente, es causa sui, y es causa de los cambios en los fenómenos físicos (Op. Cit.).

 

Aquí podemos observar propiamente que JGB buscó establecer con el concepto de novedad una unidad sistémica en su propuesta filosófica y creemos que en ello se acercó más a Kant que a Whitehead desde el mismo momento que Kant buscó esta unidad a partir del concepto de estofa hipotética elemental como una especie de materia omnipresente e incognoscible, como se puede observar en el Opus Postumum, mientras que Whitehead mantuvo una posición ambigua con el concepto de sustancia como lo observamos en los conceptos de espacio y campo. De igual forma, podemos decir que sólo aquí coincide con Zubiri en el sentido que para este otro filósofo español no hay causa, sino que hay causalidad que asocia con dinamicidad[18]. El concepto de espacio es uno de los aspectos que va a distanciar a Zubiri con el filósofo prusiano.

Esta orientación kantiana de JGB, que también veremos en el espacio-tiempo einsteniano, se explica porque partió de la física y de la matemática para llegar a una metafísica de modo que permitiese estudiar las condiciones de posibilidad del entendimiento que hiciesen posible cualquier ciencia, pivoteando al respecto en el concepto de causalidad (Ibid.). Al efecto, JGB introdujo entonces en su sistema el concepto de campo whiteheadiano de modo que le diese al concepto de ‘novedad’ un carácter probabilístico y de cotidianidad, es decir, de normalidad; dicho de otra manera, una especie de estofa elemental. La novedad consecuentemente posee, para el filósofo español, tres características: a.) “Previos propios remotos” en el sentido que puede poseer condiciones necesarias, más nunca suficientes, b.) “Previos propios próximos” donde surge la novedad en función de la probabilidad y c.) “Previos propios últimos” que exigen que la probabilidad defina una mayoría de medianos, o sea, de medias probables (JGB, 1967:48)[19].

En relación con el estatus ontológico próximo a la divinidad, recordemos que para Whitehead su proximidad depende del apoderamiento y fortalecimiento de la condición de creador y productor de novedades “en un horizonte de probabilidades” (Monfort, Op. Cit.). En este sentido, JGB afirmó que:

Si tomamos en serio eso de que Creatividad (…) entra en la constitución misma de todo ser en cuanto ser, de que el conjunto de los seres no es un conjunto de cosas hechas, sino que encierra en sí, cada uno, un principio de novedad, de originalidad, sin poder llegar tal originalidad individual o específica a quedar presa definitiva y esencialmente en una especie o individuación, habremos de afirmar: Creativity is the universal of universals characterizing ultimate matter of fact. It is that ultimate principle by which the many, which are the universe disjunctively, become the one actual occasion which is the universe conjunctively (…) ‘Creativity’ introduces novelty into the content of the many, which are the universe disjunctively (JGB, 1990).

 

Junto a la apropiación de este concepto de novedad, JGB agregó los conceptos de creación, cambio de estado y vectorialidad del conocimiento. De todos ellos ya hemos hecho mención. Del tercero, el de vectorialidad, agregaremos que es de capital importancia debido a que en él se hacen patentes los conceptos de ‘creación’ e ‘invención’ tanto desde la relación de sensaciones y sentimientos, como de la creación e invención de novedades desde la perspectiva de los objetos eternos (Monfort, Op. Cit., Ferrer-García, Op. Cit. y Llanes, Op. Cit.). Es decir, para el filósofo hispano-venezolano el conocimiento sensible es la acción de lo real (los sentidos) sobre lo real (las cosas en el mundo) con efectos reales; y el conocimiento intelectivo, “sirviéndose de aquellas realidades que se encuentren en estado eterno, específica y dirige lo real” afectando el conocimiento sensible generando, en consecuencia, cambios de estado[20]. Así pues, el conocimiento tiene la forma y la naturaleza de un vector que en su proyección expresa la invención o creación de novedades y en ese contexto Dios constituye el paradigma de la creación en tanto que creador de los creadores de novedades.

La esencia basada en la creatividad, en este sentido, “empuja permanente y constantemente” a las entidades actuales a trascender hacia nuevos estados  haciendo que todo sea transitorio, con lo cual la causa final y causalidad final, causa eficiente y causalidad eficiente son, para JGB, momentos de la creatividad. La creatividad, en este sentido, opera para el inglés y para el hispano-venezolano como una especie de potencia para perseverar en la propia existencia en el sentido spinoziano del término, sobre todo si tenemos presentes dos cosas: que Whitehead comparó la creatividad con la sustancia spinoziana, antes de su versión en Proceso y Realidad y posteriormente, en esta obra, intentará una operación de desustancialización que según Guadalupe Llanes no logra, a pesar de que el filósofo inglés se diferenció del neerlandés en relación con el monismo sustancial.

En relación con el cuarto aspecto, es decir, desde un enfoque teológico ya hemos hecho indicaciones acerca de la relación de la entidad actual con la divinidad desde el ángulo de la creación, pero en una perspectiva no-teocéntrica, nos falta decir, por demás que JGB tuvo un enfoque semejante cuando surcó las aguas del tomismo. En este sentido la creatividad es Dios porque “Dios […] es el poeta del mundo” (JGB, 1990:534). Vale decir que para nuestro autor la palabra ‘mundo’ está estrechamente relacionada con "universo", pero diferenciado de él. "El Mundo está tejido con hilos de ser, según el plan y diseño de las causas finales, dirigidas por los valores"[21]. Como estas causas, según el plan, pueden ser naturales podemos ver el designio de Dios en la hendidura de la ambigüedad expresada en un tomismo que creemos se mantuvo presente en el autor español. Al respecto Guadalupe expresó que es diferente decir que algo como un Dios no-personal todavía cabe dentro de la constitución física del universo sin contradecir a la ciencia. Pero aclaró que no sabía si su encuentro con Whitehead lo había llevado a una concepción pan-experiencialista como la whiteheadiana (Op. Cit.).

Finalmente creemos que JGB, de acuerdo con la exégesis de Monfort y Suárez Bustamante, parte de una visión antropocéntrica que no está presente en nuestra interpretación spinoziana del pensamiento de Whitehead, aunque el propio filósofo español expresó que la novedad y la creación se presentan en todas las entidades actuales indiferentemente de su naturaleza[22]. Esto nos trae de nuevo al concepto de sustancia que veremos cómo está siendo observado por Guadalupe desde una perspectiva metafísica si consideramos que JGB trató en sus primeros tiempos de sintetizar, según Sánchez, el tomismo y las teorías de la física y la ciencia moderna (1993:169). Decimos en sus primeros tiempos porque esta será una idea que posteriormente rechazará dejándola para un desarrollo futuro. Es en ese desarrollo futuro donde observaremos la estrecha relación entre tomismo y whitehedianismo. Ello explica por qué la autora recoge esas primeras inclinaciones garcíabaccanas para llevarlas a su punto límite y extenderlo si es posible.

Whitehead y García Bacca hoy.

Como dijimos al principio de este ensayo, la huella de JGB en la Escuela de filosofía de Caracas se expresó en un horizonte muy general cuyo centro estuvo anclado en la lógica, la metafísica vista como ontología y el plan entendido como proceso[23]. Los personajes conceptuales que creemos le dieron unidad de sentido y un importante grado de consistencia a sus intuiciones fueron: Santo Tomás de Aquino, Immanuel Kant, Albert Einstein y Alfred N. Whitehead, amparándose, al efecto, en los avances de la física de la primera parte del siglo XX. Esto nos lleva a examinar ese horizonte general y la trascendencia de su propuesta filosófica a través de dos de sus personajes conceptuales, es decir, Santo Tomás y Whitehead.

Con respecto al horizonte general Jesús Baceta nos indicó que JGB no sólo fue un ejemplo virtuoso de filosofía práctica en ese turbulento presente y en el futuro por venir por diferentes motivos, siendo los principales: por una parte, el hecho de mantener sus convicciones en los momentos más críticos de su vida, es decir, el de la caída de la república española en 1939 y la toma de la Universidad Central de Venezuela en 1971 y su inquebrantable “afán por presentar una filosofía con una forma de expresión propia, llena de giros retóricos, analogías, metonimias, símiles y metáforas, tomando todos sus riesgos” y, por la otra, el haber seguido el valiente camino que va de Dios a la duda metódica cartesiana (Op. Cit.). Pero Baceta no terminó allí. Él expresó que el filósofo español:

·         Fue tenaz en divulgar la filosofía y la lógica matemática a través de unas obras de excelente factura pedagógica.

·         Hizo un colosal trabajo de traducción y un invalorable trabajo ensayístico

·         Inculcó el valor del “trabajo del historiador de la ciencia como una labor prioritaria e indispensable para la reflexión filosófica” así como la de mantener una sincronía en el estudio de las ciencias formales. Y finalmente

·         Hizo un sincero e insistente elogio a la técnica que había sido olvidada por el discurso filosófico.

Según Baceta (2010), JGB al final de sus días retornó a sus orígenes en sus “Ficciones científicas”[24], es decir, al pensamiento tomista. La tesis de María Guadalupe Llanes nos lleva al segundo aspecto de nuestro hilo argumentativo para constatar la actualidad de García Bacca.

Guadalupe se interesó en la cosmología whiteheadiana de Proceso y Realidad, pero observó que algunas de las nociones fundamentales de su sistema “son, en algunos casos, bastante ambiguas. En particular el concepto de substancia” que según la autora “lo utiliza, lo rechaza, le cambia el nombre, le da más de un significado, mezcla rasgos de varios autores para componer su versión”, pero, a pesar de todo ello observó que el concepto de sustancia ‘reina’ en su sistema “aunque… lo niegue”. La novedad en esta investigación fue el papel de García Bacca como personaje conceptual para desentrañar el universo whiteheadiano desde un enfoque intuitivo de talante tomista.

Para Guadalupe, la ‘substancia’ es el puerto de salida y de llegada del espíritu puesto que su búsqueda se orienta a lo trascendente. De ahí que “pensada de mil maneras, eso sí, pero todas conducentes a la certeza de la duración, a la destrucción de la nada” (Op. Cit.:237). La nada, como dijimos, ha sido lo que ha motivado ese gran esfuerzo intelectual por evitarla y evitarla por otra vía que no sea spinoziana. Para ello se han seguido los modelos mecanicista y organicista del universo vistos como modos de organización y no de dinamicidad. Whitehead, en este contexto, estableció, según la autora, un modelo ‘conciliador’ que denominó “Mecanicismo orgánico para explicar el todo” (Ibid.). Esta conciliación consistió en la consideración de la existencia de “entes duraderos con patrones estructurales que permiten su permanencia y también [la existencia del] flujo universal de las cosas” (Ibid.:238). Aquí nosotros observamos, gracias a Guadalupe, que fue en esta conciliación que JGB pudo adoptar ese sistema whiteheadiano y explicarlo, como examinamos, y ajustarlo en su TyMC. Ahora bien, ¿cómo llegó a este modelo? Bueno, Guadalupe partió de la concepción de la sustancia entendida como

el objeto complejo que está frente a mí, que existe y permanece más o menos tiempo, siendo lo que es en medio del cambio; [y es]… en el mundo del proceso,… una sociedad más o menos estructurada (Ibíd.:239).

 

A partir de esta descripción la autora consideró que podemos ver también que las “entidades actuales son reales, individuales y particulares” como lo son también las sociedades. Es decir, poseen una autonomía ontológica. Esta autonomía ontológica, que también observó JGB a partir del concepto de creatividad, es una característica de la sustancia que va a estar presente en ambos autores, o sea, Santo Tomás y Whitehead (Ibid.:240).

El aspecto clave que va a considerar Guadalupe es que Whitehead creyó “en la permanencia de lo mismo” bajo una estructura con una diferencia que va a estar basada en el origen de las estabilidades, es decir, en el sentido de que estas estructuras son forjadas por las propias entidades actuales como consecuencia de su propia evolución generando patrones que son a su vez “estructuras probadas para beneficio de la entidad por la propia entidad, su ambiente, su pasado, su línea de existencia y su interacción con todas las [otras] entidades y con el todo” (Ibid.:242). Estos patrones se transmiten entre las entidades que constituyen la sociedad y, consecuentemente, a las futuras en sucesión espacio-temporal como también lo pensó el Aquinate. Este aspecto estructural está presente de manera general en la TyMC, aunque podemos decir, en relación con el concepto de permanencia, que este va a anclarlo a las leyes físicas de conservación de la materia y de indeterminación temporal propia de toda realidad material presente en el mundo cuántico, como hemos indicado[25]. Creemos que las consideraciones ontológicas hicieron que JGB diera por sentado el aspecto estructural puesto que, como fue señalado por Guadalupe en su exégesis tomasiana, a pesar de los cambios lo que hay de permanente es la sustancia no quedando nada por fuera “ni la materia ni la forma (que para Tomás forman en conjunto la esencia)” (Op. Cit.:243 y 246). Es decir, esta sustancia “cambia ‘accidentalmente’ cuando cambian sus accidentes… pero permaneciendo como tal sustancia y como ésta, sustancia, o sea, conservando íntegra su naturaleza específica e individual”. De ahí que la autora fuera más allá del pensamiento garcíabaccano al concluir que tanto para el Aquinate, como para el filósofo inglés “lo permanente es en realidad la esencia individual, la sustancia primera, que dice lo que este ente es” (Ibid.:244).

Por otra parte, Guadalupe agregó otros elementos confluyentes en el sistema del Aquinate y del filósofo inglés, que JGB explica de una manera abierta y general como nos indicó Baceta, pero que en este momento creemos fue para evitar la identificación de la mediación entre esa escolástica y la filosofía del organismo. Estos otros elementos fueron los objetos eternos, el mundo actual de una entidad actual, el sujeto o supersujeto, y la noción de relación interna. Los objetos eternos, según la autora, “estabilizan las sociedades whiteheadianas. Son patrones, equivalentes a los universales medievales” (Ibíd.:246). Dicho de otra manera, “El mundo actual de una entidad actual es un nexo compuesto por todas las ocasiones actuales pasadas de esa entidad, objetivizadas y listas para ser prehendidas” de modo que producen una ruta histórica que se debate, tanto en el Aquinate como en el hispano-venezolano, entre el devenir y la nada por ser la consecuencia de pertenecer a un universo creado de la nada. Entre el sujeto y el superjeto hay una enorme diferencia, es decir, entre el sujeto tomista que es anterior a sus determinaciones y el whiteheadiano que “nace de la concrescencia y satisfacción o punto final de una entidad actual” (Ibíd.:247). En esta diferenciación JGB se va a inclinar por el sujeto whiteheadiano como hemos visto ya en sus expresiones unívocas y las de sus intérpretes en este ensayo. La noción de relación interna está inmersa con el todo, es decir, en la relación de una entidad actual como substancia última, con Dios y el mundo visto como una totalidad orgánica (Ibid.:248). En la exégesis realizada por Guadalupe indicó que para el Doctor Angélico cada criatura participa de la entera esencia divina en el grado que corresponde a su naturaleza. Y agregó que si reemplazamos

… al Dios tomista por el universo whiteheadiano,… encontraremos que una entidad actual puede tener su versión particular de la esencia de su universo completo, participar del universo como totalidad por el tipo de relación que tiene con el todo (Ibid.).

 

Aquí está la hendidura a la que me refería con respecto a JGB. La operación de reemplazo fue la que realizó el filósofo hispano-venezolano para apropiarse y explicar el sistema whiteheadiano de la manera como lo hizo en Nueve Grandes Filósofos… debido a que, en palabras de Guadalupe, “Dios es profundamente trascendente al universo orgánico” (Ibid.:250).

Lo que descubrió JGB en Whitehead fue la posibilidad de explicarlo mediante un tomismo desbordante que le permitió asumir una nueva metafísica sin dejar la que había aprendido e interiorizado en sus primeros tiempos. Podríamos decir que JGB fue un cripto tomista, pero es un error. Lo que demostró Guadalupe fue algo que había descubierto JGB, es decir, que Whitehead se pudo haber ahorrado el gran esfuerzo realizado si hubiese seguido el derrotero de todo aquel que navega las aguas de la filosofía. En todo caso, Guadalupe Llanes gracias al apoyo de JGB ha producido una triangulación en el plano filosófico que permite sentar sobre unas bases más firmes la filosofía del organismo.

Así pues, además de los aportes que hizo JGB a la filosofía en Iberoamérica, según Baceta y Sánchez, creemos que Guadalupe ha revitalizado el pensamiento garcíabaccano a partir de la correlación del tomismo y el whitehedianismo. Esta triangulación realizada por la autora ha empezado a ser vista con interés en el mundo de la filosofía del organismo y en sí constituye un retorno a los orígenes de la Escuela filosófica de Caracas en estos trescientos años de reflexión, investigación y difusión.

Escolio

¿Cuál es el rastro que dejó JGB en la UCV? Creo que en la estructura del proceso educativo está la base metafísica que se observa aun en el plano de la teorética y la filosofía de las ciencias, aunque el nombre del filósofo español no esté presente de una manera formal. Pero afirmamos categóricamente que la presencia de JGB realmente se ha actualizado y se ha puesto de nuevo en boga de la mano de Santo Tomás de Aquino y Alfred N. Whitehead a través de la línea de investigación iniciada por María Guadalupe Llanes denominada como Evoluciones Metafísicas.

 



[1] Ver también: Monfort (2017) y Ferrer García, (2017).

[2] Ver al respecto: JGB (1984).

[3] Ver también: Izuzquiza (1989:114, 122)

[4] Ver también: Ferrer García (Op.Cit.) y Llanes (2018).

[5] Hurley, P., “Russell, Poincaré, and Whitehead’s ‘Relational Theory of Space’”. Claremont. Process Studies, Vol. 9, Numbers 1 & 2. 1979, pp.14-21

[6] En relación con Deleuze y Guattari es conveniente indicar que utilizaron las expresiones: plan (o plano) de consistencia o de inmanencia desde una concepción geométrica, por oposición a plan de organización y de desarrollo (o de transcendencia). Su objeto fueron para indicar lo plano de las multiplicidades y definir rizoma  (2008:12-16).

[7] Kristoffy expresó que estas palabras están estrechamente relacionadas con las cuatro causas aristotélicas (Op.Cit.).

[8] Este texto fue producto de una conferencia dictada en París en el 1° Congreso de Filosofía Matemática, en el año 1914 que sólo apareció en francés en la Revue de Métaphysique et de Morale (1916:423-54). Ver al respecto: Hurley (1979).

[9] Ver al respecto: Givone (2001:242).

[10] Aquí es conveniente señalar que JGB negó “repetidamente a su pensamiento el carácter de sistema”, pero como nosotros tratamos de buscar una unidad dentro de la generalidad de su pensamiento creemos que podemos usar el términos sistema no sólo desde una perspectiva evolutiva como expresó Izuzquiza, sino también, como veremos, desde el fundamento escolástico de su pensamiento. Ver al respecto: Izuzquiza (1989:114).

[12] Según Santo Tomás: “Dios es acto infinito, por lo cual su acción se extiende a la naturaleza entera del ser. Así que puede hacer que toda la sustancia de un ente se convierta en toda la sustancia de otro” (Suma teológica 3º parte, 75, art. IV.)

[13] Monfort, Op. Cit.

[14] García Bacca (1990).

[15] Podemos agregar que este puente fue más sólido si consideramos al Kant del Opus Postumum.

[16] García Bacca (2001).

[17] En esta corriente, que se conoce como vitalista, buscó establecer “un principio o impulso vital para dar una explicación sobre la diferencia existente entre los fenómenos vitales y las estructuras orgánicas” (Ibíd.). En este sentido, Bergson expresó que: “… la vida, desde sus orígenes, es la continuación de un único y mismo impulso que se ha repartido entre líneas de evolución divergentes. Algo ha crecido, alguna cosa se ha desarrollado mediante una serie de adiciones que han sido otras tantas creaciones.” (1977:99).

[18] Ver al respecto: Zubiri (1995).

[19] Suárez Bustamante, Op.Cit.

[20] García Bacca (1990, Op. Cit.), Llanes (Op. Cit.) y Monfort (Op. Cit.).

[21] García Bacca (1964).

[22] Suárez Bustamante, Op. Cit.

[23] Ver al respecto: En la Revista Episteme NS de 1993 Vol XIII N° 1-3 In memorian; en la Revista Apuntes Filosóficos: Nº 2. B. SÁNCHEZ: “Juan David García Bacca: Esquema de su itinerario intelectual”, N° 3. Reseña: J.L. RUGGERI: J.D. García Bacca: La filosofía de la música, N° 10: V. PRADO: Diálogo con J.R. Núñez Tenorio: en torno a García Bacca, N° 13: Entrevista a Juan David García Bacca, N° 23: D. SUÁREZ BUSTAMANTE (2003): “La cualidad de la novedad como el fundamento del modelo científico de causa de J.D. García Bacca”. Por otra parte, hay un estudio donde se hace mención del autor español, denominado: “Epistemología y Complejidad: una aproximación a la Cibernética de 3 orden” en www.giem.net y http://edgareblancocarrero.blogspot.com/2012/03/epistemologia-y-complejidad-una_05.html

[24] Baceta et al. (2010).

[25] Ver al respecto: Izuzquiza, (Op.Cit.:119).

martes, 7 de mayo de 2024

HISTORIA DEL TIEMPO: De los textos védicos hasta Heidegger


En la física clásica admite sólo un fluir “absoluto” del tiempo en un contexto donde no se conoce el sistema de referencia que permite hacer una afirmación semejante. Desde esta perspectiva, Prigogine en su exposición acerca del origen del tiempo señaló que él precedía a la existencia. Esta afirmación fue producto de un conjunto de consideraciones basadas en la necesidad de respetar las exigencias actuales de la física orientada a seguir un paradigma basado en el principio de entropía establecido en la segunda ley de la termodinámica, es decir, irreversibilidad, probabilidad y coherencia. La irreversibilidad conduce a la autonomía. Está relacionada con el desequilibrio, es decir, con estructuras disipativas y el desorden, esto es, con la turbulencia entendida como fenómeno estructurado. La explicación que da el autor es que un sistema en equilibrio no tiene historia “porque las fluctuaciones son nulas”.  La vida, en este contexto, parte del principio de incertidumbre que puede explicar cómo un sistema se mantiene o no. De este principio surge la memoria. Por ello puede argumentar que gracias al segundo principio de la termodinámica es que se puede explicar cómo se ha desarrollado el tiempo bajo la imagen de la flecha que sólo puede ser descrita a partir de un acontecimiento que trascienda las categorías de devenir y de eternidad. El desequilibrio es lo que permite introducir el principio de la probabilidad en el sentido que estamos regidos por la incertidumbre. La coherencia está dada por la autorreferencialidad y la capacidad de mantenerse.

Teniendo presente lo antes señalado podemos concluir, en una primera instancia, que el tiempo es una inestabilidad que puede favorecer la creatividad en la medida en que haya irreversibilidad y eso me permite plantear el interrogante acerca cuándo el tiempo empezó a ser para nosotros repetitivo y cuándo dejó de serlo. Para poder examinar la idea del tiempo en Deleuze y Guattari vamos a revisar las variaciones del concepto de tiempo a lo largo de la historia siguiendo en lo que sea aplicable a los autores en que nos hemos apoyado a propósito del espacio.

A propósito del espacio, señalamos que el concepto de tiempo surgió del concepto de espacio y ello fue así por la necesidad de contar los intervalos de una repetición que permitiera predecir las inundaciones, las sequias, las cosechas. Los testimonios más remotos se remontan a los acadio-sumerios. Sin embargo, de acuerdo con la tradición oral, según los textos védicos, el concepto de tiempo (nakshatra) es una relación que tiene dos vertientes. Por un lado, se corresponde con el movimiento entre el sol y la luna una vez que el universo dinámico (Virat) se hizo existente gracias a la divina energía del supremo Ser (Rig Veda.10.90.5). El Ser supremo es considerado en los textos védicos como el preservador de la eternidad (Rig.10.125.2). La eternidad es definida como

“Eternity is sky, eternity is mid-air,

Eternity is mother, father and son

Eternity is all that exists

Eternal is the social consciousness

Eternal are all that have been born

And shall be born” (Rig.1.89.10).

 

(“La eternidad es cielo, la eternidad está en el aire,

La eternidad es madre, padre e hijo.

La eternidad es todo lo que existe.

Eterna es la conciencia social.

Eternos son todos los que han nacido.

Y nacerá”) (Rig.1.89.10).

En relación con la eternidad en los textos védicos existe una deidad, Mitra que en antigüedad védica fue asociada con el origen del mundo y fue festejada como la entidad que prefigura su fin. También fue asociada con la entidad que observa y protege a los hombres que pagan justamente sus deudas, por lo que podría ser visto como el dios del intercambio de dones. Con el devenir, en Persia el intercambio convertiría a Mitra en deidad de la mediación. Estas dos visiones de Mitra en Roma dieron posteriormente origen a una asociación con el tiempo y el destino, es decir, el tiempo infinito y el tiempo devorador donde se paga lo que ha sido recibido. De estas dos visiones es posible entender en la Grecia antigua el tiempo infinito ‘Aión’ y el tiempo medido ‘Cronos’ vistos como las dos potencias que marcan el devenir del mundo. ‘Aión’ en Roma pasó a ser nombrado como ‘aevo’ y denotaba un largo e indeterminado curso de tiempo y comenzó a aplicarse a largos períodos históricos.

En la mitología Tamanaco, a diferencia del antiguo Testamento, la idea del tiempo comienza cuando Amalivaca reconstruye el mundo empezando por la creación de la luna y el sol. Desde este momento se puede hablar de espacio-tiempo. El tiempo anterior, que era eterno, fue finalizado porque los tamanacos no adoraron a sus dioses.

En concordancia con la idea de la eternidad, entre los presocráticos, Heráclito ha sido considerado el padre de la filosofía del devenir, es decir, como señala Cappelletti “del cambio y del devenir del Uno, que se hace múltiple, aunque permanece en el fondo de las cosas múltiple y más allá de todas ellas, siempre uno”. El devenir es visto como un flujo de momentos diferentes y sucesivos que expresan en sí la idea de cambio en una concepción de la naturaleza vista como proceso. De ahí la expresión de que quien penetra dos veces el mismo río se consigue aguas siempre diferentes permitiendo con ello pensar un logos que permita considerar la unidad a partir de la multiplicidad. El tiempo es un tipo de ordenamiento del movimiento con sus límites y períodos y se corresponde con un gran ciclo (gran año), de la eterna recurrencia de todas las cosas que es análogo al ciclo de vida humana y se repite alrededor de cada 10000 años.

Estas dos ideas del tiempo expresan relatividad. La relatividad viene dada porque la hace dependiente de ciertas condiciones: el día y la noche dependen del sol y en esta oposición es que se puede observar la existencia de una unidad. En esta unidad de los contrarios es que se observa la existencia de un logos. En tal sentido, Heidegger, tratando de determinar un concepto de logos como unidad, para su proyecto filosófico, contrastó ser y devenir para luego contraponer los conceptos de ser y apariencia con la finalidad de determinar su unidad oculta y formular su exégesis de la verdad, alétheia, como desocultamiento. Consecuentemente, la idea de eternidad la desarrolla bajo la idea de permanencia en relación con el cosmos que es Dios y de los seres que lo conforman como entes sujetos a un ciclo que expresa en sí unidad y armonía.

La idea de eternidad en Heráclito (fuego siempre vivo) puede ser también visualizada en el Crátilo de Platón en relación a la metáfora del rio. Pero Platón desarrolló su propio concepto en el Timeo. Este filósofo señaló que Dios resolvió crear el tiempo “como una imagen móvil de la eternidad” dentro de un contexto de unidad que indicaba orden en contraposición al caos. El tiempo. Los días y las noches, los meses y los años son partes del tiempo que fueron creados por Dios cuando este introdujo el orden en el cielo bajo una imagen de la eternidad que avanza según el número que hemos designado con el nombre de tiempo. Como Dios “no podrá ser ni más viejo ni más joven, no es, ni ha sido ni será en el tiempo”. Es decir, “no está sujeto a ninguno de los accidentes que la generación pone en las cosas que se mueven y caen bajo los sentidos”; el ‘fue’ y ‘será’, en esta contextualización, son formas del tiempo que expresan el movimiento que imitan a “la eternidad al efectuar sus revoluciones medidas por el número”. Para que estas revoluciones fueran posibles de ser medidas Dios hizo que naciera el Sol, la Luna y los cinco astros que han sido llamados planetas, todos destinados “a marcar y mantener las medidas del tiempo”.

Aristóteles, a diferencia de Platón a pesar de la naturaleza cíclica que ambos le atribuyeron, se focalizó en la medida como veremos a continuación. Para él el tiempo presentaba dificultades de conceptualización debido a que, en primer lugar, “una parte de él ha acontecido y ya no es, otra está por venir y no es todavía”, y ambas, en sí, componen el tiempo infinito como el tiempo periódico”. En segundo lugar, considera que “aunque el tiempo sea divisible, algunas de sus partes ya han sido, otras están por venir, y ninguna es”. En tercer lugar, no es fácil ver si el ahora permanece siempre uno y el mismo o es siempre otro distinto. Ello debido a que es difícil admitir “que los ‘ahoras’ sean contiguos entre sí, como que un punto lo sea con otro punto”. En cuarto lugar, ningún ahora permanece siempre el mismo, pero al ser un límite, “es posible tomar un tiempo limitado”. El otro problema que planteó Aristóteles estuvo relacionado con la simultaneidad. En este sentido agregó que

“… si ser simultáneo con respecto al tiempo es ser en uno y el mismo ahora…, y si tanto las cosas anteriores como las posteriores estuvieran en este ahora presente, entonces los acontecimientos de hace diez mil años serían simultáneos con los actuales, y nada de cuanto suceda sería anterior o posterior a nada”.

Por todo ello y después de un razonamiento exhaustivo concluyó que cuando se percibe un antes y un después, se podía hablar de tiempo, debido a que el tiempo es, en concordancia con Platón, el número del movimiento (y del reposo) según el antes y después, gracias a la división que produce el ‘ahora’ y, es continuo, porque es número de algo continuo[1]. En cuanto a número, puede ser mucho o poco y en su carácter continuo, el tiempo puede ser largo o corto, evidenciándose con ello su espacialidad original.

Esta espacialidad es la que nos interesa destacar en el sentido que Aristóteles al examinar lo que era el ser en el tiempo indicó que ello significaba que ese ser era mensurable, porque se era ser cuando el tiempo era o se era ser cuando se decía que una cosa era en un número. Aquí se puede uno imaginar que ser ‘5’ es ser un sujeto con unas particulares características con las consecuencias que ello trae consigo y es lo que estaba en la preocupación de Heidegger, según Alberto Rosales.

De aquí se deduce, en primer lugar, que las cosas que son en “el tiempo tienen necesariamente que ser contenidas por el tiempo”, es decir, en un tiempo mesurable, y que las cosas que son siempre no son en el tiempo, ya que no están contenidas por el tiempo, ni su ser es medido por tiempo lo que supone se enmarca dentro del concepto de eternidad platónico y, en segundo lugar, que “todas las otras cosas que son en algo, como las que existen en un lugar, son en el lugar”, en sentido espacio-temporal como veremos en el próximo acápite e incluso bajo otra forma de matematización como la que es posible ser visualizada mediante la teoría de conjuntos como veremos más adelante cuando examinemos la tesis de Alain Badiou.

Por otra parte, ser en el tiempo, era para el estagirita ser afectado por el tiempo, en el sentido que era, por sí mismo, causa de destrucción ya que el movimiento hacía salir de sí a lo que existe puesto que todo cambio y todo movimiento se producen en el tiempo. La eternidad, el estagirita la estudiaría en su Metafísica. En ella señala que está relacionado con algo ingénito (sustancias) no susceptible de generación o degeneración que corresponde con los principios eternos y primeros que sólo se bastan a si mismo. En esta línea de pensamiento, con muy pocas variantes, se mantuvieron los estoicos y epicúreos. Para los estoicos el tiempo era visto como una extensión del movimiento y los epicúreos como una forma de acompañamiento. En Plotino se produjo una síntesis de pensamiento de estas cuatro últimas corrientes. Según él, el tiempo procedía desde la trascendencia del intelecto. Como la eternidad era vista por él como la vida del intelecto (nous), el tiempo era la vida del alma la cual la identificaba con una razón discursiva (dianoia) que descendía desde la hipostasis del intelecto. En el “antes” del descenso del alma, el tiempo estaba, para el neoplatónico, en reposo con la eternidad y, luego, por ser de una naturaleza inquieta y activa que quería controlarse y estar sola, el alma transfirió lo que vio a otra cosa y ‘pasó a la’ siguiente y el ‘después’.

Como el alma constituye en sí misma, en tanto que imagen del intelecto y productora del mundo físico como su propia imagen, también esta constituía el tiempo el cual era su propia vida entendida como una imagen proyectiva de la eternidad, creando a su vez, como una imagen de sí misma, el mundo sensible en el tiempo. El tiempo entonces era para Plotino una entidad que existía en dos niveles: En el primero, el tiempo era la vida del alma en un movimiento de paso de un modo de vida a otro. Dicho a la manera deleuziana era “una adición irreparable del ser en sí mismo”. En el segundo, era la medida del tiempo en el mundo físico. La vida del alma es la razón discursiva, que es, el movimiento de una idea a otra de acuerdo con un ‘antes’ y un ‘después’ que da una idea de irreversibilidad. Aquí se puede observar entonces que la teoría del tiempo de Plotino conecta la idea del tiempo platónica entendida como imagen móvil de la eternidad y con la concepción aristotélica que la concibe como el número del movimiento.

Otro pensador influido posterior y tardíamente por el neoplatonismo fue San Agustín. Para este filósofo, el tiempo no es posible sin el alma que lo piensa. En Las Confesiones señaló que cuando el tiempo pasaba se podía sentir y medir, “pero cuando ha pasado ya, no puede porque no existe” por lo que se preguntó “¿Qué es pues el tiempo?”. Para dar una respuesta a esta interrogante expresó la famosa máxima de que

“si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que si digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro ¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es él y el futuro todavía no es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo sino eternidad. Si pues, el presente, para ser tiempo es necesario que pase a ser pretérito, ¿cómo decimos que existe éste, cuya causa o razón de ser está en dejar de ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que existe el tiempo sino cuando tiende a no ser?”.

La respuesta que se da el filósofo después de afirmar que el tiempo es una distensión es que “…los tiempos son tres: presente de las cosas pasadas, presente de las cosas presentes y presente de las cosas futuras”, porque todas ellas existen de algún modo en el alma, con lo cual el foco de su atención no estuvo en el movimiento de los cuerpos sino en la duración del alma.

Partiendo de San Agustín, la cristiandad, asumiendo la cultura imperial romana adoptó la concepción del tiempo medida, a través de un calendario, establecida por Julio Cesar caracterizada por padecer una serie de limitaciones que produjeron un desfase en el cómputo de los días en alrededor de 10 días para cuando el papa Gregorio VII produjo el cambio, para encadenar las fiestas religiosas a acontecimientos astrales específicos de forma más exacta. Este cambio, que se produjo en el siglo XVI si bien redujo el error, no lo ha podido hacer del todo puesto que hay todavía un margen de inexactitud de alrededor de medio día que se expresa en complicaciones de naturaleza financiera que generan importantes pérdidas que cada año se hacen acumulativas que ya han sido observadas por hacedores de políticas públicas[2].

El concepto de tiempo en Santo Tomás tuvo una fuerte influencia aristotélica. Para él, al igual que para el estagirita, es el número del movimiento, pero agrega que este “número no es abstracto e independiente de lo que se enumera, sino en cuanto existente en lo enumerado (el movimiento)”, para que sea continuo. Esta existencia estaba determinada por la medida de la duración del ser corpóreo que es, en sí, ser en movimiento, es decir, un ser que muta dentro de un contexto de cambios. El concepto de eternidad es esencialmente platónico y, consecuentemente agustiniano en tanto que totalidad simultánea. Así como la noción del tiempo se origina en la percepción del fluir de la hora, la eternidad es la idea del ahora permanente no sujeto a la degeneración de algo finito como lo es el movimiento en sí mismo. Frente a estas dos ideas, el aquitense, incluye otra, es decir, una criatura espiritual que, en cuanto a su ser natural y en especial a su modo de ser, no está limitada por el tiempo y denomina evo, y a su vez está contenida en la eternidad. El aevo, dentro de un contexto de multiplicidad, tiene principio, pero no tiene fin, con lo cual el modo de ser expresa, en sí, un modo de la duración que tiende a la eternidad. Aquí podría explicarse el énfasis que hace Spinoza en el concepto de duración y eternidad y podría explicar aquello que Heidegger denominó una autenticidad y responsabilidad como expresión del dasein.

Este concepto de duración también sería objeto de la reflexión en Suarez. Para el filósofo granadino, la "duración es la positiva permanencia en el existir, sea este existir permanente o sucesivo", de ahí se sigue que “habrá tantas clases de duraciones como de existencias”, por lo que se interesa por analizar la esencia del tiempo. En tal sentido argumenta que, si “todo ser que existe realmente, permaneciendo en su existencia, tiene una duración proporcionada a su ser”, y puesto que se dan entes que duran sucesivamente, es decir, en movimiento, entonces el “tiempo es la duración del movimiento” y habrá tantos tiempos como movimientos, porque cada uno tiene su ser y por tanto su propia duración. El concepto de duración no sería considerado por Descartes, más si por Spinoza, como veremos a continuación.

Según Deleuze y Guattari, Descartes desarrolló el concepto de cogito pero expulsando el tiempo como forma de anterioridad para hacer de él un simple modo de sucesión que remite a la creación continua.

Spinoza, considerado como un perfeccionador del pensamiento cartesiano por Whitehead, entiende el tiempo de tres maneras diferentes, pero estrechamente relacionadas a partir de los conceptos de eternidad, de duración y del movimiento entendido como tiempo en sí. Con respecto a la eternidad expresa que es un atributo por medio del cual concebimos la existencia infinita de Dios, desde el mismo momento que todo lo que no es Dios no existe por su propia fuerza. De ello deduce que las cosas creadas participan de la duración mientras que Dios no y, que todas las cosas creadas, mientras participan de la duración, aunque no tengan fin y de la existencia en sí están privadas de aquella futura y eso porque debe ser constantemente provista, mientras que en Dios no se le puede atribuir una existencia futura.

La duración es, por su parte, el atributo bajo el cual concebimos racionalmente la existencia de la cosa creada en la medida en que se mantiene en acto. Para determinarla, la comparamos con la duración de otra cosa que tiene un movimiento constante y determinado, por lo que la comparación en sí, es lo que denomina tiempo. De ahí que el tiempo sea para el filósofo neerlandés un modo de pensar, es decir, un ente de razón que sirve para explicar la duración de una existencia cualquiera, por intermedio de una percepción cuya imaginación se produce por un cierto número y bajo una determinada duración y cantidad que acaece cuando se mueve una parte de la materia a través del espacio así sea este de pequeñas dimensiones. En esta circunstancia, el tiempo con el cual se mide será todavía divisible y, en consecuencia, su duración.

Para finalizar señala que antes de la creación no se puede imaginar algún tiempo ni duración, puesto que ambos se inician en conjunto a la cosa creada. Leibniz consideró el tiempo, al igual que el espacio como un fenómeno producto de un ente de razón y por lo tanto no era verdadero ni real de por sí, sino parte de un conjunto de relaciones de orden continuo y unificado, ordenes de coexistencia que excluían el vacío e imposible de considerarlo ónticamente, es decir, como un receptáculo, sino más bien como una idea basada en la conexión de las cosas. De ahí que el tiempo era para él, una relación sincrónica de acontecimientos.

Kant, por su parte, siguiendo a Deleuze y Guattari, reintrodujo el tiempo en el cogito. Este tiempo lo consideró de una forma completamente diferente de la anterioridad platónica. El tiempo fue considerado por Kant como una forma a priori de la subjetividad, una forma de interioridad con tres componentes: sucesión, simultaneidad y permanencia, que permitieron considerar el ‘espacio’, el ‘tiempo’ y ‘Yo pienso’ como tres conceptos originales unidos por unos puentes que constituyen otras tantas encrucijadas que permiten a su vez pensar en nuevos tipos de relaciones. Según Deleuze, el tiempo para Kant era trascendente.

Para Hegel, invirtiendo la concepción kantiana, el tiempo es el concepto mismo que está ahí. Es decir, un ahora, que indefinidamente se re-crea a sí mismo, por lo que lo entiende como expresión de lo eterno, es decir, el tiempo es un concepto intuido que apunta a lo absoluto y eterno en un proceso de reconocimiento de la propia existencia y la propia actividad. Este proceso en sí es un desarrollo temporal cuyo curso está determinado por el auto-movimiento del espíritu mismo que pasa a observarse no como espíritu en el tiempo, sino tiempo en sí. En este sentido, el pasado y el futuro son dimensiones del ser, que en un proceso de negación y de negación de la negación conduce a la liberación respecto de la contingencia temporal permitiendo la apertura a nuevos desarrollos que darán inicio a otro ciclo histórico.

Por otra parte, Wandschneider indicó que el concepto de tiempo en Hegel se deriva de una carencia derivada de la existencia de un límite esencial de un espacio con respecto a otro que representa categorías como pasaje, cambio y mudanza. El tiempo es, de esta manera, el proceso del devenir entendido como una continua autodestrucción donde el carácter del durar expresa el cambio de eso que persiste y permanece coexistente.

El punto intermedio de las concepciones del tiempo en Hegel (y podemos incluir a Marx por su carácter teleológico) y las realizadas por Husserl, Bergson y Heidegger corresponde con el pensamiento de Nietzsche. Husserl, en una estrecha cercanía con Bergson, tal como la señalan Deleuze y Guattari descubrió que el tiempo, es decir, la conciencia del tiempo era el fundamento de la conciencia en total. Para él el tiempo es una “multiplicidad unidimensional ortoidea”. En esa tesis verá Heidegger algo radical: la conciencia es tiempo y el tiempo es conciencia. En ese mismo plano coincidirá con Bergson.

Para Bergson el tiempo se confunde con la continuidad de nuestra vida interior. Esta continuidad es un despliegue y un pasaje que expresa en si una transición artificialmente captada y que es naturalmente experimentada que denomina duración. Por ello, para él el tiempo es la propia fluidez de nuestra vida interior. En esta fluidez, no se concibe el tiempo sin un antes y un después, por lo que, en sí, este es sucesión. Ello significa que allí donde no hay alguna memoria, alguna conciencia, real o virtual, no podrá haber un antes y un después, en consecuencia, es preciso, para este pensador, que estén los dos para que haya tiempo. En este contexto, la simultaneidad es la posibilidad de que dos o más acontecimientos pudiesen entrar en una percepción única e instantánea. La considera en el plano de la percepción y de los flujos. Llama simultáneas dos percepciones instantáneas aprehendidas en un mismo acto mental, poniendo la atención más de una vez en hacer de ellas una o dos a voluntad. Puesto esto, es fácil ver que es de nuestro mayor interés tomar por 'desenvolver el tiempo' un movimiento independiente de nuestro propio cuerpo. Este tiempo la sociedad lo adoptó para nosotros con lo cual lo encontramos ya tomado. Se observa en el movimiento de rotación de la tierra, pero, ha sido aceptado debido a que hay un viaje de nuestro propio cuerpo, virtual, y es, en consecuencia, eso que podría ser para nosotros el desenrollar del tiempo, o sea, como el trayecto de un cuerpo móvil encargado de contarlo, que se exterioriza en duración[3].

De igual forma, llamó simultáneos dos flujos exteriores que ocupan la misma duración porque están ambos comprendidos en la duración de un mismo tercero, el nuestro: esa duración es apenas la nuestra cuando nuestra conciencia ve solamente para nosotros, pero se torna igualmente a ellos cuando nuestra atención abarca los tres flujos en un único acto indivisible. La instantaneidad implica por tanto dos cosas: una continuidad de tiempo real (duración) y un tiempo espacializado (una línea simbólica de tiempo que describe un movimiento).

Así pues, la simultaneidad en el instante y simultaneidad de flujo son cosas distintas que se complementan recíprocamente, con lo cual, la simultaneidad entre dos instantes de dos movimientos exteriores a nosotros que permite que midamos el tiempo, pero es la simultaneidad de esos momentos con momentos marcados por ellos a lo largo de nuestra duración interna que hace que esa medida sea una medida de tiempo. Por ello, Bergson afirmó que medir el tiempo es enumerar simultaneidades.

Duraciones diferentes, es decir, con ritmos diversos, podrían coexistir, por lo que la consideración de un tiempo material uno y universal es una hipótesis fundamentada en un raciocinio dado por una analogía que se sustenta en la creencia de que todas las conciencias humanas (que expresan duración) son de la misma naturaleza y perciben de la misma manera. Como están lo suficientemente cerca las unas a las otras pueden tener en común una porción externa del campo de su experiencia exterior, generando una experiencia única. De ahí que se puede pensar en la unidad de un tiempo impersonal. Esta es la hipótesis del sentido común que podría ser igual a la de Einstein en el sentido de confirmar un tiempo único para todas las cosas.

Finalmente agrega que el tiempo espacializado es en la realidad una cuarta dimensión del espacio. Solamente esa cuarta dimensión nos permitirá yuxtaponer lo que está dado en sucesión gracias a que se le atribuye al tiempo una rapidez infinita. De ahí la tendencia inmanente a vaciar el contenido del tiempo en un espacio de cuatro dimensiones donde pasado, presente y futuro estarían siempre superpuestos. Ello expresa una limitación, es decir, la incapacidad de traducir matemáticamente el tiempo y el balizamiento para realizar paradas virtuales entre la duración consciente y el movimiento real. El campo, en este contexto, mide solo una duración en un tiempo mayor a un instante.

Vemos entonces que la duración es el propio tejido de nuestro ser, de todas las cosas y de cómo el universo es a nuestros ojos una continuidad de creación, puesto que esta es experimentada, al constatar que el tiempo se despliega y no podemos medir este sin convertirlo en espacio. En una posición cercana al pensamiento de Bergson se encuentra la conceptualización realizada por Whitehead. Para Whitehead el tiempo es descrito bajo lo que denominó Epochal Theory of Time como totalidades discontinuas complejas o cuantas imposibles de descomponer, cuya conexión es la que otorga la apariencia de continuidad al tiempo, por lo que todo análisis de las entidades actuales es solo intelectual, pudiéndose afirmar que la unidad de composición de nuestra percepción del tiempo es la duración vista en un sentido bergsoniano.

Heidegger, por su parte, siguiendo el derrotero iniciado por Nietzsche y continuando lo realizado por Husserl expresó que nuestra “conciencia” del tiempo, más exactamente, nuestra temporalidad, se extiende directamente hacia lo pasado y lo futuro. Ella es la forma originaria del estar­fuera­de­sí como estructura de la conciencia. Este extenderse mismo constituye una dimensión patente que permite comprender los entes a partir del Ser y éste a partir del tiempo. Este extenderse no se prolonga indefinidamente sino se dirige a un límite último, a un horizonte temporal del Ser. Por ello la temporalidad es extática y horizontal y, finalmente, como la conciencia es la que se extiende así se puede afirmar que ella misma es el tiempo.

De acuerdo con esta orientación Heidegger distinguió dos grandes clases de entes y de modos de ser: el ente que está patente a sí mismo (el Dasein que cada hombre es, así como el Mitdasein desde la perspectiva de su relación con el prójimo) y el ente que carece de patencia (la cosa, el utensilio, la obra de arte, la naturaleza inorgánica, el ente matemático etc.). Entre esos dos extremos se ubica su obra Sein und Zeit. De acuerdo con el proyecto heideggeriano plasmado en esta obra, en ese momento histórico, la distinción de los modos de ser ha de fundarse en la temporalidad. Para ello se le hizo necesario mostrar que el tiempo mismo tenía una de ellas originaria, peculiar al Dasein, y otra derivada, la cual es a su vez es el origen de la idea vulgar del tiempo como sucesión de ‘ahoras’ que está en la base de la tradicional ontología de la cosa. Por ello consideró que la temporalidad originaria no podía ser ella misma un flujo sino más bien una patencia extática del tiempo como una dimensión, en la que existe constantemente cada dasein mientras está con vida que en sí corresponde con el concepto de eternidad tanto en el Timeo platónico como en la Metafísica aristotélica.

El hacer patente que el estar fuera de sí designa de acuerdo con su fundamento temporal el comprender (advenir, futuro), en el sentido de proyectar ese ente a sus posibilidades ónticas y ontológicas (existencia); el encontrarse (sido, pasado), en el sentido del sentimiento o temple de ánimo que revela cómo nos encontramos en relación con otros entes a partir de la asunción de la angustia como sentimiento principal y; el comportarse (presente) que supone un ser-junto-a y un horizonte temporal que denomina presencia, la presencia es el ámbito del Ser cotidiano. Pero, en este ámbito es dónde este Ser se puede apartar de su comprensión propia al caer (caída) en la patencia de otros seres intramundanos.

En lo concerniente a los horizontes de Ser (ser-posible y ser-ya), entre el comprender y el encontrarse ya se puede observar la posibilidad de una pugna entre ser y ente. Como el Dasein es la unidad estructural permanente del comprender, encontrarse y comportarse, se puede entender que esta está en permanente movimiento a la verdad y no verdad y viceversa. La unidad de esta estructura es lo que llama cura.

En palabras de Alberto Rosales, el objeto de Heidegger con Sein und Zeit, como ya indicamos, fue convertir al Ser en objeto de una ontología para evitar la objetivación del Ser mismo. En este esfuerzo se produjo un giro en la orientación del pensamiento del filósofo alemán cuya solución fue lograda en parte al entender, en primer lugar, “el originario ocultamiento del Ser” y, en segundo lugar, el aferramiento al “supuesto metafísico que la verdad reside y se agota en la patencia de objetos para el alma (humana o divina)”. De ahí el pensador venezolano infirió que

“si el comprender humano no pone ante sí al Ser como un horizonte, y éste, en tanto originariamente oculto, no es una hechura del comprender; entonces el Ser es independiente de éste, es autoestante, si bien en una referencia necesaria al comprender en tanto sale de su ocultamiento y se hace patente a él”.

 

La fuente de la verdad en Heidegger no está en el alma sino en el Ser y en este contexto el Ser es a la vez su ocultamiento y su patencia. Esto significa que las figuras del Ser son, para él, “múltiples y diversas” y su desocultamiento debe desplegarse a lo largo de la historia. La causa de esta afirmación obedece a que consideró que si ocurriese lo contrario existiría el riesgo de que al hacerse patente el hombre, el Ser se revelara por entero de una forma tal que “hiciera imposible la historia futura” en el sentido de que dejaría de ser azarosa y “aboliera la esencia de la verdad en tanto desocultamiento”. El modo en que acaece concretamente la verdad del Ser es, entonces, la relación recíproca entre el hombre y el Ser para garantizar el ocultamiento de éste. Este acaecer es un movimiento circular que, como ya indicamos, Heidegger denominó ereignis

Como se puede observar, en el pensamiento de Husserl, Bergson, Whitehead y Heidegger se produjo una ruptura en el sentido que más allá del concepto de sustancia inmóvil que privilegio la filosofía a lo largo de la historia, estos autores se orientaron a considerar el rol del acontecimiento desde una perspectiva metafísica apoyándose en el concepto de tiempo gracias a la génesis y el desarrollo de la física cuántica y del advenimiento del espacio de cuatro dimensiones conocido como espacio-tiempo.

 

 



[1] El número lo entiende Aristóteles en dos sentidos: a lo numerado y lo numerable, y a “aquello mediante lo cual numeramos”. Así pues, “el tiempo es lo numerado, no aquello mediante lo cual numeramos. Aquello mediante lo cual nulo meramos es distinto de lo numerado”.

[2] Como se sabe, originariamente existieron diversos calendarios como el acadio-sumerio, el judío, el egipcio, el maya y el chino. Todos estaban basados a hechos físicos que le permitían en cierto modo producir sus medios para la vida. Con el proceso globalizador iniciado con la conquista de américa se produjo un proceso de estandarización del calendario, específicamente Gregoriano, que es el que conocemos en el presente. Ver al respecto: Stratfor (2016) “The Geopolitics of the Gregorian Calendar”. Austin. [Documento en Línea]. Disponible: https://www.stratfor.com/analysis/geopolitics-gregorian-calendar?utm_medium=email&utm_content=stratfor_analysis&utm_campaign=nid-203408&utm_source=Facebook

[3] Deleuze y Guattari, en este sentido, expresaron que la duración correspondía a un tipo de multiplicidad “propiamente filosófica” que expresaba la inseparabilidad de las variaciones que ordenaban mezclas y remitían a variables independientes.