Se ha tendido a usar la
expresión “intervención humanitaria” para proponer una alternativa que permita crear
las condiciones de posibilidad para poner fin a la crisis política que vive el
país y que tiende cada vez más a convertirse en una crisis regional. Sin
embargo, creo que el uso de esta expresión obedece a la impotencia de un
importante sector de la población que vive, por una parte, el empobrecimiento,
la tendencia a estar cada día padeciendo una soledad no deseada y con un riesgo
creciente de muerte por diferentes causas generadas por una tiranía que busca
por todos los medios garantizar su permanencia en el poder y, por la otra, la
traición de una parte importante de la clase dirigente que se hizo llamar
opositora y ha pactado con unos individuos que no se han cohibido en destruir
la dignidad de las personas para sus propios fines por ser un “complejo
capitalista”[1].
La dignidad se destruye corrompiendo no mediante el sometimiento de los
individuos al imperio de la necesidad. La corrupción se manifiesta de
diferentes formas y no tiene reparo. Del imperio de la necesidad se sale aprendiendo
a usar la razón.
Hay muchos autores que han
señalado que lo que vive Venezuela no ha tenido precedentes en la historia, es
decir, que una organización transnacional cuyos delitos se han descubierto por
intermedio de la legitimación de capitales se haya apropiado de un país para
imponer una forma de Estado que aparenta oponerse a un orden global que en
realidad se encuentra dentro de un proceso de transición cruenta que evidencia
en sí misma que la guerra ha cambiado su naturaleza.
La impotencia generada por
el sistemático proceso de deshumanización a que está siendo sometido el
venezolano ha producido desesperación y esta ha desembocado en esos pedidos de
“ayuda” internacional, pero creo que hoy más que nunca estamos sometidos a la
máxima que más o menos reza “ayúdate que yo te ayudaré”, es decir, si no
hacemos nada no podremos ser ayudados debido a que la tiranía está usando en su
propio beneficio los principios de la carta de las Naciones Unidas (ONU) de soberanía,
“no injerencia en los asuntos internos” y la prohibición de usar la fuerza
armada para la solución de controversias. Como la misma Carta establece unas
condiciones y unos mecanismos por medio de las cuales es posible la
intervención siempre y cuando amenacen la paz y la seguridad internacional
donde las organizaciones regionales cumplen un importante papel, vamos a examinar
la condición de posibilidad de la intervención humanitaria, describir la actual
naturaleza de la guerra y posteriormente analizar las posibilidades que otorgan
otros mecanismos regionales de seguridad siempre y cuando la población
venezolana se haga digna de la ayuda internacional debido a que, en principio,
la dignidad es un tema de sumisión o insumisión. Los sumisos son a los que se
le ha “extirpado” ese “complejo…” de alguna u otra manera, y los dignos son los
que aun sometidos a fuerzas superiores resisten de cualquier forma para
destruir aquello que los oprime e impide que puedan perseverar en su propia
existencia.
Sobre
la intervención humanitaria.
La intervención humanitaria
es un concepto muy ambiguo porque abarca un conjunto de acciones de naturaleza
política, diplomática y militar. De igual forma, este concepto no aparece en la
carta de la ONU pero el desarrollo del concepto ha sido posible debido a la
relativización del concepto de soberanía[2]. Según Abrisketa (2000) son
“el conjunto acciones
emprendidas por la comunidad internacional en el territorio de un determinado
Estado con el fin de proteger y defender a la población de violaciones graves y
masivas de los derechos humanos fundamentales, y de garantizar la asistencia
humanitaria a las víctimas de conflictos armados cuando el gobierno soberano
impide su paso”[3].
En términos restrictivo es
una acción generalmente coercitiva realizada sin el consentimiento del Estado.
El consentimiento la convierte en una acción humanitaria como ocurre con las
operaciones de paz realizadas en el marco de la ONU. Como en Venezuela no hay
consentimiento el asunto es cómo actuar de manera coercitiva frente a una
situación de violaciones masivas de los derechos humanos en contextos de
conflicto civil y de desmoronamiento del Estado. Si se consideran los ejemplos
de la ex – Yugoslavia, Ruanda, Somalia y más recientemente Libia y Siria ello
resulta muy problemático. En los tres primeros países hubo intervención cuando
la pérdida de vidas humanas había llegado a escalas que fueron vistas como
intolerables en el sentido que podía afectar la estabilidad regional. En el
caso de Libia y Siria es aún más complicado por la acción internacional también
estuvo motivada por factores geopolíticos.
En Libia, M. Walzer en un
intento por justificar de manera diferente la intervención armada expresó, a
partir del concepto de caridad de Maimónides, que una intervención armada de
carácter humanitario puede ser permitida si esta persigue ayudar a ser
independiente a individuos y Estados, respetando al efecto la dignidad de las
personas y comunidades que van a ser ayudadas, pero reconoce que se necesita el
establecimiento de principios de caridad y justicia que se puedan compartir con
otros pueblos (2011:73 y 79)[4]. Pero en ese país africano
no se ayudó a nadie y al contrario vive una situación de guerra tribal desde
que ocurrió la intervención. De ahí la importancia de ayudarse para poder ser ayudados.
En Siria, un país que es
producto de la aglutinación de importantes restos de civilizaciones, está
encajonado (junto con Irak) dentro de tres potencias regionales como son
Turquía, Irán y Arabia Saudita que a su vez mantienen entre ellos relaciones
tendencialmente competitivas (en especial los dos últimos). Como se sabe, este
país padece una guerra civil caracterizada por el tipo de interacciones que se
producen entre ese conjunto de civilizaciones que ha sido aprovechada por
potencias regionales y extrarregionales para sus propios fines trayendo como
consecuencia que el conflicto en general se haya prolongado, haya favorecido la
intervención de potencias extrarregionales bajo la figura de intervención
humanitaria (principalmente países de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte, OTAN)[5]
y/o acto de defensa unilateral (Rusia, Turquía e Israel), la acción de
movimientos anti-estados o anti-westfalianos[6] y, finalmente, haya
provocado millones de víctimas. Teniendo esto presente, para pensar en una
intervención humanitaria en Venezuela hay que pensar en la escala siria y ya
sabemos cuál ha sido la respuesta internacional al respecto.
Esta realidad nos obliga a
examinar la naturaleza de la guerra actual para comprender cómo se ubica el
conflicto venezolano.
La
naturaleza de la guerra actual.
Los Estados, que han
constituido la legítima estructura de representación política, hoy en día se
encuentran en crisis, pero no es lo mismo pensar el Estado en Europa que en América y en especial en Iberoamérica. En
Iberoamérica los Estados nacieron débiles en cuanto a las premisas sobre los
cuales se implantó el orden westfaliano. Ello explica la recurrencia de
conflictos civiles en la segunda mitad del siglo XIX y todo lo largo del siglo
XX. En Iberoamérica primero fue el Estado y sobre él se construyó un orden inestable
mixto tal como lo pensó Machiavelli, es decir: mitad republicano y mitad
nacional en el sentido oligárquico del término[7]. En Europa el Estado fue
después...
Esta debilidad estructural en
Iberoamérica se ha constituido en el punto de aplicación del esfuerzo de los
movimientos anti-westfalianos y ello explica porque la región ha sido el blanco
de ataques después del año 1991.
Como el objetivo ha apuntado
a la destrucción de las instituciones estatales iberoamericanas aprovechando
esta debilidad estructural, la naturaleza de la guerra actual se manifiesta en
la destrucción de los órdenes internos estatales como medio para crear las
condiciones de posibilidad para destruir el orden global. Ese ha sido el
propósito del Foro de Sao Paulo. El modo en que se ha manifestado esta acción ha
sido en la desinstitucionalizacion política como se ha vivido en Venezuela y se
está viendo en Colombia. La desinstitucionalizacion ha dado paso a la
implantación de un sistema político totalitario que ha operado de manera
simultánea con la destrucción de la estructura político-social y del tejido que
la sostenía.
La destrucción del tejido
social y de las instituciones políticas de estructuras estatales tradicionales
en el sentido que permanecieron de forma inestable por dos siglos en la región
y el cambio de circunstancias a escala global, crearon las condiciones de
posibilidad para pensar en la instauración de un nuevo orden político regional
con pretensiones globales de una manera más eficiente. Este orden no es
republicano ni democrático ni está basado en una estructura de representación o
participación como se está construyendo en Venezuela, sino en el miedo y la
sumisión.
La eficiencia en la
implantación del sistema totalitario ha sido lograda en el sentido que se les
ha hecho más fácil destruir los Estados desde dentro, aprovechando su debilidad
estructural, que mediante una acción exterior como una guerra en sentido
westfaliano. Las guerras internacionales son muy costosas como ocurrió en las
Malvinas y la subversión fue un fracaso, como ocurrió en toda Iberoamérica.
Esta es la naturaleza de la guerra, es decir, la destrucción de los órdenes
políticos desde dentro amparándose para ello en los principios de la carta de
la ONU que materializan los estatutos establecidos en Westfalia en el año 1648.
Teniendo esto presente la
manifestación de la guerra se observa en Venezuela desde hace algún tiempo a
pesar de la feroz resistencia que ha hecho la sociedad desde el año 2002. Dicho
de otra manera, la naturaleza de la guerra se expresa como el proceso de
desaparición del orden político desde sus cimientos mediante la “extirpación de
la dignidad” para generar un grado de inestabilidad que destruya el orden
regional y global. Cómo se observa esto en Venezuela. Además de la destrucción
antes indicada se observa en la disposición de la antigua clase dirigente en
negociar y colaborar para mantener ‘espacios políticos’ y en la acción de los
poderes económicos tradicionales para mantener sus privilegios. Estas tres
intencionalidades operan como una suerte de triple tenaza. Pero se ha producido
un cambio de circunstancias. El cambio de circunstancias se ha dado gracias al
surgimiento de una ciudadanía republicana diferente a la triple tenaza que la
sujeta.
En este contexto, Venezuela
no necesita de una intervención humanitaria a no ser que sea vista como un medio
para generar una discusión o un mediocre pretexto para actuar en el país
teniendo presente situaciones más graves a escala global. Pero vista la actual
naturaleza de la guerra, el régimen que se ha apropiado de Venezuela constituye
una amenaza a la paz y seguridad internacional en la medida que va consolidando
su proyecto político regional a pesar del rechazo y el sufrimiento de la
población como se observa en Venezuela y se está comenzando a observar en
Colombia. Este proceso de destrucción fue detenido en Argentina, Paraguay y
Perú. Panamá, Guatemala, Costa Rica, Chile y Uruguay han logrado mantenerse al
margen. Haití, República Dominicana, Nicaragua, Bolivia y Ecuador se encuentran
en una situación estable sin proyectar inestabilidad. Honduras y Colombia se
encuentran en una situación crítica. Cuba es el foco de desestabilización que
ha usado a Venezuela como instrumento para sus fines hasta agotar todos sus
recursos y ha inducido a su clase dirigente a actuar al margen del derecho y
las prácticas consuetudinarias internacionales extirpando dignidades. Por ello
he insistido que hay un eje, es decir, Cuba-Venezuela, que cuenta con muchos
aliados en la región, que ha logrado extender sus acciones a Colombia con el
consentimiento de la clase dirigente de ese país, del Vaticano y de la
izquierda europea permitiendo con ello entender la situación regional como una
arista de los conflictos que afectan a la humanidad por las conexiones
existentes.
Ahora vamos a estar viviendo
un momento crítico debido a que México y Brasil van a ser objeto de
desestabilización como medida de presión con el objeto de asegurar la situación
en Venezuela y Cuba y lograr avances significativos en Colombia como ya he
indicado en otro ensayo[8]. Con esa potencial acción
contra esos países se va a evidenciar de forma más clara la naturaleza de la
amenaza en la región y va a facilitar el emprendimiento de acciones
contundentes a escala regional en función de los instrumentos existentes. Pero los
venezolanos tenemos que ayudar para que eso así sea. Si la relación Cuba-Venezuela-FARC
constituye una amenaza regional, veamos
ahora qué mecanismos pueden ser usados para conjurar la amenaza.
Sobre
el Consejo de Defensa Suramericano.
Ya hemos indicado que la
intervención humanitaria no está contemplada en la carta de la ONU. Pero así
como los principios indicados al inicio de este ensayo limitan el empleo de la
fuerza, la misma Carta establece su excepción cuando ocurre una agresión o hay
una amenaza a la paz y seguridad internacional. Como los derechos humanos se
han convertido en derechos universales, cualquier violación puede ser vista
como una agresión que ameritaría una respuesta proporcional para impedir la
continuidad del daño para restituir el orden y reparar el daño mediante el
establecimiento de responsabilidades. Teniendo esto presente, el Consejo de
Seguridad podría autorizar acciones coercitivas contra un Estado con objeto de detener
las violaciones de derechos humanos, pero la trama de relaciones existentes en
el caso venezolano no es aplicable debido al apoyo de China y Rusia al orden
que se implantó en el país. Una solución a este problema lo constituiría una
acción unilateral vistas como último recurso para detener violaciones
fragrantes de derechos humanos cuando se han agotado todos los medios
diplomáticos y de presión que hayan sido aplicados.
El órgano que ha aplicado
esta unilateralidad ha sido la OTAN desde el mismo momento que asumió como
misión en un espacio euroatlántico
“defender la seguridad y los valores democráticos dentro y fuera de sus
fronteras, incluyendo entre sus cometidos la lucha contra el genocidio, el
terrorismo y las armas de destrucción masiva” (Abrisketa, 2000).
Este cambio, que puede ser
visto como la consagración de un derecho de intervención humanitaria unilateral
por parte de la OTAN, ha estado relegando el papel de la ONU a un segundo plano.
Este hecho es aún más notorio si se considera que EE.UU., principal país
miembro de la OTAN ha presionado a la ONU en diversos campos incluso el
presupuestario[9].
A nivel regional, la
posibilidad de actuación de la OTAN se hizo patente a partir del año 2006 con
el ejercicio Joint Caribbean Lion
conducido por el Reino de los Países Bajos, pero, la situación en Ucrania,
Corea del Norte y en el eje Siria-Irak con la consolidación de un estado kurdo
independiente[10],
además de su presencia en Afganistán, limita la capacidad de acción de esa
organización para realizar un acto unilateral que puede desembocar en otra
Libia, Siria o Irak. Se pudiera pensar, como se consideró hace algunos años en
una intervención para salvar vidas, como un acto de legítima defensa sobre todo en relación con las comunidades como las
portuguesas y españolas, pero la experiencia lusa en Angola y la crisis
catalana constituyen un importante freno a acciones unilaterales por parte de
esos países con el apoyo de la OTAN[11]. Con este escenario
habría que examinar la situación de los mecanismos de seguridad regional.
A nivel americano, si bien
el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) se creó con otro propósito
y mostró su inoperatividad en el caso de la guerra de las Malvinas, puede ser
visto como un antecedente del Consejo de Defensa Suramericano. Este consejo es
un instrumento de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) que podría ser
utilizado en virtud de que fue concebido para actuar, entre otras cosas para
ratificar la democracia y garantizar “el respeto irrestricto a los derechos
humanos…, con el fin de reforzar y garantizar el estado de derecho” dentro de
un marco de no injerencia en los asuntos internos de los Estado, etc.[12]. Así pues, como se ha
evidenciado en otros foros de integración regional como el Mercado Común del
Sur (MERCOSUR), la Organización de Estados Americanos (OEA) y la misma ONU, en Venezuela
se ha destruido la democracia y las instituciones del Estado y se ha incurrido
en violaciones graves de derechos humanos por lo que el país ha violado un
tratado que promovió y no ha estado en condiciones de liderar. Además, con el avance político de la FARC (en
su doble condición) con el apoyo cubano y venezolano, Colombia está en
condiciones, a no ser que espere hechos más concretos, de denunciar la
injerencia en los asuntos internos e invocar la legítima defensa de manera más
contundente que los potenciales casos de Brasil y México que se presentaran por
los actores políticos que están compitiendo[13].
Esta potencial situación
permite invocar desde ya ese instrumento regional en función de los intereses
políticos de los países del continente y pensar incluso la realización de
acciones unilaterales en mejores condiciones para mitigar la crisis venezolana.
Es decir, usar dicho consejo como un boomerang por las trasgresiones que ha
realizado y potencialmente podría realizar la tiranía venezolana con el fin de obligar
a considerar la situación regional como un elemento componente del conflicto
que hoy día está comenzando a sacudir el mundo. Pero para ello se requiere de
la acción política de la sociedad venezolana para reducir la capacidad de
maniobra de la tiranía.
Corolario.
Con la neutralización de la
Asamblea Nacional el panorama político se ha aclarado. Los venezolanos, a los
que no le han “extirpado” o no se han auto-extirpado la dignidad, sabemos que
sólo contamos con nosotros mismos y eso es una fortaleza en un contexto de gran
desventaja. En la historia, a pesar de que tenemos muchos ejemplos, el otro
pueblo que vivió una situación desventajosa de semejante naturaleza fue el
polaco. El pueblo polaco dominado por los nazis en el año 1944 y ante la
inminencia del dominio soviético no se quedó de brazos cruzados y a la espera
de un milagro a pesar de su religiosidad. No me interesa mostrar los
sangrientos hechos que caracterizaron la insurrección polaca sino el espíritu que
la motivó y las condiciones en que actuaron. El espíritu fue el conatus que alentó y fortificó el cuerpo
para la acción en las peores condiciones para lograr su libertad. La dignidad
se expresa en este espíritu. Cuando se dice que se ha “extirpado” la dignidad
en realidad lo que se está diciendo es que se le ha extirpado el espíritu y ese
es el camino de la sumisión, la entrega y la colaboración. Basta decir que los
polacos no tenían recursos para hacerle frente a los nazis ni a los soviéticos,
pero la manera de comportarse digna fue lo que les permitió resistir la
ocupación soviética hasta el año de la liberación en 1989. Cayeron y se
levantaron, pero no se sometieron. Fueron dignos. Esa es la esencia de la
resistencia.
Los venezolanos hemos caído y
nos hemos levantado desde el año 2002, sólo falta ahora tejer desde abajo los
nuevos fundamentos para la acción política que creen las condiciones para la
restitución del orden quebrado y colocar, de una vez, a un lado a sumisos y
colaboradores porque el escenario que se presenta, a pesar de su dureza es
favorable.
[1] Sólo basta ver todas las tristes
situaciones que ha generado en el país la “promesa de los perniles”. Por lo
demás, ver al respecto: Sánchez García, A. “Ecce Homo”. Caracas. El Nacional el 02ENE2018. [Documento en Línea]. Disponible: http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/ecce-homo_217510:
[Consulta: 05ENE2018] y Álvarez, T el 28DIC2017.: https://mobile.twitter.com/tulioalvarez/status/946370946549600256
[Consulta: 05ENE2018]
[2] Sobre este tema ver al respecto:
ROUSSEAU, C. (1984). Derecho Internacional Público. 3ª Ed. Barcelona. Editorial
Ariel. 742 p.
[3] Ver al respecto: ABRISKETA, J. (2000).
Intervención humanitaria en el Diccionario
de Acción Humanitaria
y Cooperación al Desarrollo. Editado Icaria y Hegoa.
[Documento en Línea]. Disponible: http://www.dicc.hegoa.ehu.es/listar/mostrar/131
[Consulta: 01ENE2018].
[4] Ver al respecto: WALZER, M.
(2011). “On Humanitarianism. Is Helping Others Charity, or
Duty, or Both ?”. New York. Foreign
Affairs Vol 90 N° 4. Pp 69-80.
[5] De estas intervenciones han
recelado países como China, Rusia, Cuba debido a que la defensa de derechos
humanos pudiera volverse en su contra y podría afectar sus intereses en los
lugares objeto de intervención (Abrisketa, 2000).
[6] Sobre este tema de los
movimientos anti-estados ver estudios anteriores publicados en: BLANCO (2016). Ontología de la guerra. crítica al concepto
de guerra en las obras de Hardt y Negri. Caracas. Ediciones Rivero-Blanco.
376 p, y (2014). “Venezuela y la Máquina de Guerra Islámica”. Caracas.
[Documento en Línea]. Disponible: http://edgareblancocarrero.blogspot.com/2014/11/venezuela-y-la-maquina-de-guerra.html
[Consulta: 31DIC2017].
[7] Ver al respecto: MACHIAVELLI, N.
(1513/2001). Il Principe. Con uno Scritto di G. W. E. Hegel. 9ª
ed. Milano. Feltrinelli. 140 p.
[8] Ver al respecto: “Los Bufones de
la Historia: Socialismo y Colaboracionismo, la crónica de un Ritornelo”. Caracas.
[Documento en Línea]. Disponible: http://edgareblancocarrero.blogspot.com/2017/11/los-bufones-de-la-historia-socialismo-y.html
[9] Ver al respecto: “Trump fuerza
un recorte millonario en el presupuesto de la ONU”. Madrid. ABC Internacional. [Documento
en Línea]. Disponible: http://www.abc.es/internacional/abci-trump-fuerza-recorte-millonario-presupuesto-201712270223_noticia.html
[10] La consolidación de un gobierno
autónomo kurdo en Siria y otro en Irak marca una clara tendencia al
establecimiento de un Estado kurdo a expensas de esos dos países. Como los
kurdos cuentan en la actualidad con el apoyo de EE.UU. y Occidente, en general,
se visualiza un importante escenario de confrontación que podría significar la
fragmentación de Irak en tres Estados: uno kurdo, con el apoyo antes señalado, uno
sunita, con el apoyo de Turquía, Qatar y Arabia Saudita, y otro chiita con el
apoyo de Irán. Con este escenario de confrontación, la situación venezolana pasa
a segundo plano en la escena internacional a no ser que se visualice una
conexión entre ambas situaciones conflictivas.
[11] Igual ocurre con el Reino de los
Países Bajos a propósito de la situación de las Antillas Holandesas.
[13] Este tema de la relación
colombo-venezolana ya se ha analizado con profundidad en anteriores entregas. Ver
al respecto: “Operación Escorpión: La Crisis de la Corbeta “Caldas” en una visión
Prospectiva” en: http://edgareblancocarrero.blogspot.com/2014/07/operacion-escorpion-la-crisis-de-la.html
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