La filosofía de Nietzsche es
producto a la confluencia de dos corrientes de pensamiento: en primer lugar, un
determinismo centrado en lo que se conoció como la filosofía de la historia que
tuvo en la dupla Hegel-Marx sus máximos exponentes que condujeron, por una
parte, desde la restauración europea de 1815 al estado de bienestar liberal del
II Reich (al que Nietzsche adversaba, según Hannah Arendt[1]), y, por el otro, al
marxismo militante que abogaba por el fin del Estado y, en segundo lugar, un
neokantismo que tuvo en el positivismo una corriente que se constituiría en uno
de los fundamentos de lo que en el siglo XX se conoció como filosofía de las
ciencias. Estas dos corrientes de pensamiento fueron vistas por este autor como
fuerzas deshumanizadoras que pueden ser entendidas como una crítica a la
modernidad y por ello trató por vías indirectas romper con ese rumbo inexorable
que en ese entonces, y podemos decir que aun ahora, conducía (y conduce) hacia una
especie de nihilismo, un futuro incierto (como lo estamos viviendo).
Estamos conscientes del uso
perverso que tuvo su pensamiento por parte del nacionalsocialismo alemán y de
su influencia en otras corrientes tan dispares como el anarquismo y el
postmodernismo, así como de las críticas que recibió por parte del marxismo debido
a la falta de consideración de aspectos económicos como elementos distintivos
entre liberalismo y socialismo desde una perspectiva individualista. La
pregunta que surge es si puede ser visto el pensamiento de este autor desde una
lectura liberal con lo cual habría que primero definir qué es liberalismo al
menos para orientar este ensayo. En este sentido, podemos definir, en una
primera instancia, el liberalismo de acuerdo con el pensamiento desarrollado
por John Locke como el firme ejercicio de la libertad individual de modo que un
individuo pueda perseverar en su propia existencia y pueda asumir la
responsabilidad en los propios actos, el respeto de los derechos de los demás,
la separación de los poderes públicos para evitar la supremacía del Estado
sobre los individuos y la libertad para escoger el modo de vida más deseable. Los
rasgos nucleares del pensamiento de Locke se centran en los conceptos de estado
de naturaleza, la propiedad y el conocimiento y política. El estado de
naturaleza es un estado de perfecta libertad e igualdad donde cada uno podía
ordenar sus acciones y disponer de sus posesiones como juzgue oportuno y la igualdad
se expresa en que el poder y jurisdicción son recíprocos (1689/2006:12). El eje
sobre el cual orbita la acción de un individuo en este estado es la buena fe
porque va definir la condición de seguridad en que se encuentre. Ella es entendida
como hacer algo, en función de sus conocimientos, que sea de beneficio propio y
no sea dañina para otro permitiendo con ello la apropiación y el intercambio
cuando modifica con su trabajo cualquier cosa que saca “del estado en que la
naturaleza la produjo y la dejó” (Ibíd.:34). La forma como un hombre se convierte
en propietario es mediante el trabajo. La sociedad política surge cuando cada
uno de sus miembros ha renunciado a su poder natural y lo haya entregado a
manos de la comunidad con el fin de proteger los bienes producidos para su
propio beneficio, es decir, la propiedad privada.
El Estado, en este contexto,
surge cuando un poder establece cuál es el castigo que corresponde a las
diferentes transgresiones de aquellos que, entre los miembros de una sociedad,
piensen que merece la pena. Este poder es el de hacer leyes y de castigar
cualquier daño que se le haga a la sociedad (Ibíd.: 88). La naturaleza del
orden político va a depender de quien es el que crea las leyes. Por ello, en
consonancia con Spinoza, consideró que la democracia es la forma más perfecta
de gobierno, puesto que el poder de la comunidad reside en la mayoría. El foco
de atención sobre el cual se centra la propuesta de Locke y que seguirá Adam
Smith desde una perspectiva económica va a ser el amor a uno mismo. Este último
siguiendo un criterio focalizado en la prudencia que permite la generación de
compromisos mutuos entre agentes tal como lo indicó en La Teoría de los Sentimientos Morales.
Teniendo presente lo antes
señalado, podemos indicar también que el pensamiento de Nietzsche ha sido
considerado como un precursor de una ontología del acontecer y el
acontecimiento que en la filosofía de Heidegger encontraría sus lineamientos
fundamentales. Su conexión con la política obedece a que en una multiplicidad
de individuos que dictan leyes siempre va a estar presente la novedad. En ello
se ha visto a Nietzsche, según Gama Barboza como pensador que inició esta
tendencia (2015:50). La importancia del estudio del tema del acontecer se debe
a que ha sido visto como un modo de dar un fundamento más sólido a “la vieja
metafísica de la sustancia que ha dominado el pensamiento occidental” desde el
mismo momento que la filosofía de la historia, una de sus derivaciones, no ha
podido dar cuenta del sentido del acontecimiento histórico a partir de “un
logos supratemporal” (Ibíd.). Esta relación de acontecimiento histórico y logos
es lo que ha permitido a pensadores como Hannah Arendt y Deleuze y Guattari,
entre otros, pensar el acontecimiento desde una perspectiva espacio-temporal
para considerar sus implicaciones políticas.
Con esta orientación nos
hemos establecido como objetivo examinar el pensamiento nietzscheano para
tratar de identificar trazas que puedan ser vistas desde una perspectiva
liberal. Para tal fin vamos a examinar el contexto histórico en que se
desarrolló el pensamiento de Nietzsche, seguidamente vamos a analizar unas
líneas del pensamiento de este pensador que nos permiten enfocarnos en torno al
tema del acontecer, luego vamos a examinar algunos de sus críticos y seguidores
y finalmente haremos una reflexión acerca de si se puede observar el
pensamiento de Nietzsche desde una perspectiva liberal.
Contexto
histórico del pensamiento de Nietzsche.
Frente a la noción moderna
de soberanía nacional, Alemania permaneció fiel a la de la soberanía universal
encarnada ya por el Sacro Imperio Romano Germánico como en cierta manera lo
representó el II Reich desde el mismo momento que en el proceso de
reunificación alemana el orden político mantuvo una estructura instaurada desde
la restauración de 1815 y había logrado resistir los movimientos políticos que
afectaron a Europa en plena revolución industrial. Dentro de este marco es que
se encuentra la filosofía de Hegel y Marx. Ambos pensadores se destacaron por
establecer su anclaje ontológico en el mundo griego así como también lo haría
Nietzsche posteriormente.
Hegel siguió una línea de
pensamiento cuyo logos apuntaba a un fin de la historia luego de una serie
sucesiva de acaecimientos signados por un acontecimiento específico como lo fue
la revolución francesa y aun así, dada la experiencia de la mencionada
restauración instituida en la Conferencia de Viena, se requería de
circunstancia humanas específicas para que los hombres fuesen dignos de sus
consecuencias políticas. Con la revolución francesa de 1830, la visión reformista (o restauradora) de Hegel se
acentuó cuando vio cómo el poder de un pueblo podía desestabilizar una realidad
específica que debía seguir un curso histórico. Por ello, encontró una
tentativa basada en la conceptualización de la
“… moderna sociedad
burguesa como un contexto antagonista de coerción y, al mismo tiempo, dejarla
en la situación de un poder substancial frente al Estado moderno… El Estado no
queda determinado a partir de las funciones de aquella estructura social como un
Estado de escasez y abstracto, sino que la eticidad absoluta de un orden
aristotélico de la vida buena se reconstruye de nuevo, mediada tan sólo por el
sistema de las necesidades, en el poder político” (1987:160).
Con ello se puede visualizar
cómo funcionó su dialéctica de la historia en el propio Hegel. Herrera, en este
sentido, señaló que la Filosofía del
Derecho de Hegel fue “el proyecto de reconstrucción de la estructura
conceptual de la sociedad moderna,…, de su política y su moral, a la luz de la
historia de la civilización humana y, en especial, de la tradición política del
mundo clásico”. Esta reconstrucción partió de la idea de conciliar el derecho
natural con la ciencia del Estado buscando mediante su conceptualización
“… mantener dentro de
límites inmutables la intervención del Estado en la sociedad, cuyo ordenamiento
originario se fundamenta en el derecho [persiguiendo]… confirmar el Estado
dentro de los límites del ejercicio del poder político, bajo un nuevo concepto
de derecho y de libertad” (2009:116).
El derecho y el Estado constituyeron la afirmación del
derecho y la moralidad porque la superación (aufhebung) conserva, no suprime. Esta superación sería
vista por Marx desde otra perspectiva.
Marx consideró que los
hombres eran seres concretos dándole un fundamento material al desarrollo de
una filosofía de la historia que debería conducir, dado los progresos que había
alcanzado la humanidad como consecuencia de la revolución industrial, al
comunismo. Esta tesis crítica de Hegel evolucionaría desde su obra inicial Diferencia de la filosofía de la naturaleza
en Demócrito y Epicuro, seguiría con La
ideología Alemana y en los Manuscritos
Económicos-Filosóficos y, finalmente se concretaría, según Briceño, en El Capital (1993:34). En estas tres
últimas obras, este pensador sostuvo que en la economía está el centro de
gravedad de la sociedad y que, por tanto, comprender la verdad acerca de la
economía moderna y de su movimiento histórico-social es aprehender la esencia
de la sociedad en cada momento de su desarrollo. Este aspecto es importante recordarlo
debido a que en Nietzsche no estuvieron presentes los aspectos económicos
En el comienzo de su crítica a Hegel, Marx ([1844] 1968) señaló que “el hombre no es algo abstracto” sino un ser que piensa, obra
y compone su ser real. De ahí que para él la tarea de la historia, es
establecer la verdad del acá
y el de la filosofía, que está al servicio de la historia, es el
de desenmascarar la aniquilación de la persona humana en su aspecto
profano, luego de haber sido desenmascarada la forma sagrada de
la negación de la persona humana. Una vez dicho esto, orientó su reflexión a la
filosofía alemana del Estado y del derecho a la luz de los acontecimientos
ocurridos en Francia y, en particular, la situación de Alemania en el año 1843.
Por lo que creyó que el statu quo alemán, de ese presente, se
destrozaría frente a la filosofía debido a que la teoría en un pueblo alcanza a
realizarse, en tanto y en cuanto se trata de la realización de sus necesidades.
Este pueblo estaba representado por el proletariado que en ese entonces se
estaba comenzando a formar en Alemania gracias a la revolución industrial.
Este proletariado hay que tenerlo presente para la comprensión del pensamiento
de Nietzsche.
En relación con la Crítica de la Dialéctica y Filosofía
Hegeliana en General contenida en sus Manuscritos
Económico-Filosóficos, Marx (1844) identificó de forma crítica que la
esencia del hombre solo vale para Hegel como autoconciencia y no su propia
acción material para sí mismo, hacia los otros y hacia la naturaleza el propio
ejercicio de su fuerza de trabajo, por lo que concluyó que todo extrañamiento
de la esencia humana no es nada más que extrañamiento de la autoconciencia y no
el extrañamiento del propio trabajo y de su materialización (Briceño,
1993:92-94).
Es el extrañamiento en la
contradicción de conciencia y autoconciencia dentro del pensamiento el producto
dentro de la relación social que termina expresado en un Estado. Por ello, no
sólo en lo concerniente a la identificación de su esencia Marx coloca de cabeza
la dialéctica hegeliana, sino también, en lo concerniente a su movimiento
histórico a partir de una ley fundamental que determina el curso y desarrollo,
introduciendo con ello el concepto de ‘desarrollo’ en el plano de la teoría
científico-social y de la “praxis general del Ser Social” (Briceño, 1993:25)[2].
Como indicamos al principio,
el pensamiento de Marx estuvo muy condicionado por los fenómenos sociales
derivados de la revolución industrial, pero esta también tuvo su propia
dinámica y generó sus propias necesidades. A la par de estos hechos, estaban
ocurriendo otros derivados de los desarrollos industriales que plantearon la
necesidad de restablecer la unidad del dominio científico en base a un método
debido a la dispersión producida por la existencia de numerosas ciencias
particulares especializadas. Aquí se enmarca el origen del positivismo y su
fundamento en el criticismo kantiano. Este hecho reafirmaría la generación de
un proceso de maquinación que posteriormente sería objeto de la reflexión de
Heidegger que conduciría a la profundización de la objetivación del ser y la
consideración de las condiciones de posibilidad de ocurrencia de un
acontecimiento, Ereignis, que
significase en si un nuevo comienzo de la humanidad y consecuentemente del
filosofar (2003.29-39).
Así pues, de la ocurrencia
de estos cambios que estaban acaeciendo en el mundo nos interesa destacar que a
pesar de las críticas que tuvo el pensamiento de Hegel se observa en él un
énfasis en el uso del concepto de acontecimiento
que nos puede ayudar a comprender el pensamiento nietzscheano. Hegel señaló que
un acontecimiento,
“es una realidad
externa concreta, la cual, a causa de esto, tiene en si muchas circunstancias
indeterminables, por lo que la existencia empírica de la acción es una conexión
múltiple,… puede ser considerada infinitamente dividida en individualidades. No
obstante ello, la verdad de lo individual es lo universal y la determinidad de
la acción es para sí, no un contenido aislado respecto a una individualidad
externa, sino un contenido universal que contiene en sí la conexión múltiple” (119).
Después agregó que siendo la monarquía constitucional la mejor
forma de gobierno en un Estado, en su existencia empírica hay una
negatividad que se basa en la idea del acontecimiento donde se presenta su
infinitud real (323). Este acontecimiento se presenta como fuerza absoluta
frente a todo lo singular y lo particular, es decir, vida, propiedad y
derechos, de manera general, trayendo la nulidad de ellos en cuanto a existencia
empírica y conciencia. Este acontecimiento, en el cual el interés y el derecho
del singular, es puesto como un momento evanescente es la guerra vista como
algo transitorio (325 y 328).
Así pues para Hegel la idea
del Estado sigue un proceso histórico que es determinado porque va a un fin y
en este proceso pueden ocurrir acontecimientos que pueden perturbar ese
proceso. Marx, al igual que Hegel cree en este determinismo histórico pero considera
que ese debe dirigirse a un comunismo llevado por una clase política
consciente, el proletariado.
Si volvemos al origen de
este ensayo, tenemos entonces que Alemania vivía un curso histórico, signado
por un proceso de reunificación marcado por una serie de acaecimientos
económicos (zollverein) y políticos,
que se estaban produciendo en plena revolución industrial, que estaba siendo
realizada, a su vez, por una élite que tenía una visión de la política
enmarcada dentro de lo que indicamos como restauración, que estaba conduciendo
a Europa a un callejón sin salida en sentido macro que describieron Hannah
Arendt y Michael Foucault por una expansión económica que estaba llegando a su
fin[3] y que precisaba de la
ocurrencia de nuevas circunstancias políticas.
Las consecuencias políticas
de estos acaecimientos económicos, de la manera en que se estaban produciendo
incluso desde la impronta militar, fueron vistos por Nietzsche como
acontecimientos transitorios de naturaleza trascendente tanto en lo general como
en lo personal. En lo personal, Nietzsche no vivió en el mundo liberal que
percibía iba a desaparecer y su vivencia como voluntario en la guerra
franco-prusiana pasó a ser, el punto de inicio de su producción intelectual con
El Nacimiento de la Tragedia, un
esfuerzo por comprender el valor de la existencia al preguntarse si el
pesimismo es necesariamente señal del declino, de la decadencia, del fracaso de
los instintos cansados y debilitados una vez que no soportara el hecho que se
hiciera identificación de la cultura con el Estado, ni creyese que la victoria
de las armas pudiese ser la victoria de la cultura[4]. Con esta interrogante
podemos ahora introducirnos en los aspectos fundamentales del pensamiento de
Nietzsche desde la perspectiva del acontecimiento.
Aspectos
fundamentales del pensamiento de Nietzsche.
El pensamiento de Nietzsche
puede ser observado desde varias perspectivas, es decir, la de tratar de comprender
la realidad colocándonos en un plano ontológico, la consideración de la
existencia de seres ejemplares que pudiesen volver a definir el marco de la
existencia humana y cómo se visualiza estas orientaciones desde el punto de
vista político. El fundamento sobre el cual este pensador alemán construye su
propuesta puede ser observado en el Nacimiento
de la Tragedia y en la reflexión que realiza sobre la misma en el Ensayo de una autocrítica. Veamos
sucintamente de qué tratan para observar después cómo se inserta la idea del
acontecimiento.
Nietzsche en estas dos obras
hace una reflexión sobre el pensamiento trágico por intermedio de la relación
de los dioses griegos Dionisio y Apolo para tratar de explicar que este pensamiento
era para él una intuición de la unidad de todas las cosas y su afirmación
consecuente, es decir, afirmación de la vida y de la muerte, de su unidad y de
su separación, con la finalidad de proponer una nueva visión de la moral
contraria a la visión cristiana como una forma de reafirmación de la vida
dentro de un contexto de decadencia que tenía entre otras cosas una
consecuencia política. Este anclaje obedeció al hecho que, para este autor, sólo
los griegos habían sido capaces de responder a la pregunta por el valor de la
vida y después de ahí habían sufrido un proceso de degeneración. Ese movimiento
de degeneración que afectó, según Nietzsche, a la filosofía expresa un devenir
más general signado no por
“… un hecho en la
historia, sino [por] el principio mismo del que manan la mayoría de
acontecimientos que han determinado nuestro pensamiento y nuestra vida,
síntomas de descomposición” (Deleuze, 2003:30)[5].
Aquí se observan dos cosas:
en primer lugar, este autor consideró que el deber del filósofo, en tanto que
agente histórico, era crear las condiciones de posibilidad de generar esta
nueva visión de la moral y pensar así su momento de advenimiento como un
acontecimiento debido a que ellos en sí reflejan la coherencia entre
pensamiento y carácter. En segundo lugar, la idea del acontecimiento fue el
foco de atención en el pensamiento del filósofo alemán. Así pues, a lo largo de
toda la obra de este autor la idea del ‘acontecimiento’ siempre estuvo
presente. La referencia a los griegos, va a estar presente en todo el
pensamiento nietzscheano debido a que en ello vio un signo inequívoco del
espíritu aristocrático tal como se observa en Más allá del bien y del mal.
Si bien Heidegger coloca el
‘acontecimiento’ en Nietzsche en el plano filosófico, Lemm expresó que esta
idea estuvo presente cuando observa el triunfo de Dionisio como el
acontecimiento intuitivo desde la perspectiva musical y en la obra Richard Wagner en Bayreuth (2011:174).
Como veremos más adelante, el acontecimiento en Nietzsche sería considerado por
Heidegger en su intento de reconstrucción de su pensamiento filosófico. En Richard Wagner en Bayreuth Nietzsche
señaló en relación a un acontecimiento
“Para que… tenga
grandeza, deben combinarse el gran espíritu de los que lo llevan a cabo y el
gran espíritu de los que lo presencian. Ningún acontecimiento tiene de por sí
grandeza, así desaparezcan constelaciones enteras, se hundan pueblos, se derrumben
grandes Estados y se libren guerras con tremendas fuerzas y pérdidas; por sobre
mucho acontecer de esta naturaleza sopla el viento de la historia como si se
tratase de frágiles copos. Más a veces ocurre también que un hombre portentoso
asesta un golpe que, descargado sobre piedra dura, no surte efecto alguno;. Así
es que quien ve acercarse un acontecimiento experimenta la aprensión de que sus
testigos no sean dignos de él. El que actúa, así sea en grande o en pequeña
escala, siempre apunta y aspira a tal concordancia de acción y receptividad; y
el que quiera dar ha de esforzarse por encontrar a los que tomen con cabal
comprensión del sentido de su obsequio” (1970:779).
Para Nietzsche, el agente
histórico, en su condición de un ser humano excepcional para producir el cambio
histórico debe poseer un sentido de la
necesidad, es decir, debe ser capaz de determinar el momento adecuado para la
acción de tal modo que su acto sea realmente un acontecimiento. Lemm al
respecto señaló que en otra obra temprana Nietzsche echa luz sobre los grandes
acontecimientos desde la perspectiva de lo histórico y desde la perspectiva de
lo suprahistórico pudiéndose hacer la distinción entre pequeña y gran política
del acontecimiento (2011:175). Lo que denomina pequeña política (Kleine Politik) es una “práctica humana
que inscribe el acontecimiento en el devenir histórico de la humanidad”. La
gran política (Große Politik) es “una
política de la vida que inscribe el acontecimiento en el eterno retorno de lo
mismo” (Ibíd.:172). El eterno retorno, siguiendo a Deleuze, es un pensamiento
selectivo donde únicamente regresa la afirmación, lo positivo, la alegría. Dicho
de otro modo,
“debe ser comparado
con el movimiento de una rueda donde lo centrifugó ahuyenta lo negativo y
reafirma el devenir... Nietzsche lo dice dramatizando ideas, es decir,
contrapone el regreso de lo malo y de lo bueno para negar lo malo… El eterno
retorno es la repetición que selecciona, que salva, que libera” (2003:51).
Volviendo a la gran y
pequeña política se observa con más claridad los distintos elementos y
entrecruzamientos del acontecimiento en tres figuras recurrentes del
pensamiento de Nietzsche: el agente histórico, el genio y el filósofo, puesto
que es en estos hombres donde “la vida es completamente histórica y, por lo
tanto, le es propia la tarea de producir continuamente una nueva vida futura a
partir de la vida pasada” (Lemm, 2011:176).
En la Genealogía de la Moral nos encontramos también con la idea del
‘acontecimiento’. Es decir, “aquellas cosas largas que son difíciles de ver, de
abarcar con la mirada” a propósito del sufrimiento de los judíos en sentido
histórico, algo que permitió crear ideales y recrear valores (Nietzsche, 2005:47)
y aquellas relativas a la religión cristiana que orbitan en torno al pecado:
“El pecado es hasta ahora el mayor acontecimiento de la historia del alma
enferma” porque ha impedido el perfeccionamiento de la humanidad (Ibíd.:185)[6]. Esta crítica al
cristianismo es relacionada a una estructura de poder en particular y no a la
religión en sí. La idea del poder nos lleva al conjunto de textos recopilados
en la Voluntad de Poder que fueron
realizados en diferentes momentos de toda su obra para pensar cómo es posible
este acontecimiento liberador. Aquí se nos plantea los siguientes
interrogantes: qué es poder y qué es voluntad de poder.
Al respecto Deleuze nos ha
indicado que para pensar la Voluntad de Poder
hay que considerar que toda interpretación es la determinación del sentido de
un fenómeno que es en sí producto de una relación de fuerzas. Esa relación de
fuerzas, según el filósofo francés se llama voluntad (2003:31). Esta relación
puede ser vista como una crisis que purifica. Ese es su valor porque fuerza a
la agrupación de elementos semejantes y los hace descomponerse mutuamente
(Nietzsche, 2000:72). Por lo que la voluntad de poder puede entenderse como algo
móvil, variable, plástico, que permite interpretar, modelar y dar sentido y
valor a las cosas. Para él la voluntad de poder
“no significa… que la
voluntad adquiera el poder o desee dominar. Mientras se interprete voluntad de
poder en el sentido de «deseo de dominar», se la hace depender forzosamente de
valores establecidos, únicos aptos para determinar quién debe ser «reconocido››
como el más poderoso en tal o cual caso... Por ese camino se desconoce la
naturaleza de la voluntad de poder como principio plástico de todas nuestras
evaluaciones, como principio oculto para la creación de valores no reconocidos.
La voluntad de poder, dice Nietzsche, no consiste en codiciar, ni siquiera en
tomar, sino en crear y en dar. El Poder, en cuanto voluntad de poder, no es lo
que la voluntad quiere, sino eso que quiere en la voluntad… Una fuerza manda
por voluntad de poder, pero también una fuerza obedece por voluntad de poder...
Porque la voluntad de poder hace que las fuerzas activas armen, y afirmen su
propia diferencia: en ellas la afirmación es lo primero, la negación no es
nunca sino una consecuencia...” (Deleuze, 2003:31-32).
En palabras del propio Nietzsche ello se sintetiza en que
a pesar de que la voluntad de poder es la esencia de todo cuanto vive, según
esta interpretación, es querer ir más allá de uno mismo mediante y sentirse
satisfecho, es decir, “toda victoria, todo sentimiento de gozo, todo
acontecimiento supone una resistencia vencida” (2000:469). Lo contrario, la
pérdida de toda voluntad, conduce al nihilismo (Ibíd.:51). De ahí que
“A las fuerzas
reactivas y de la voluntad de negar Nietzsche las llama nihilismo. La victoria
del nihilismo se produce en devenires enfermizos de toda la vida y un devenir
esclavo de todos los hombres. Cuando el nihilismo triunfa la voluntad de poder
ya no es crear sino dominar (Deleuze, 2003:32-34).
Para evitar este nihilismo,
Nietzsche consideró que los grandes momentos de la historia se han
caracterizado por la sucesión de individuos superiores que han ennoblecido a la
humanidad entera en la medida en que han abierto espacios de libertad (Lemm,
2011:179). Esta sucesión ha sido vista por esta autora como acontecimientos. Pero
la libertad, en este contexto, siempre ha estado acompañada de una obligación y
de un conocimiento, es decir, ser sí mismo y conocerse a sí mismo. Todo esto
apunta a la constitución de una comunidad aristocrática tal como lo indicó
Nietzsche en Más allá del Bien y del Mal.
Esta orientación aristocrática fue, desde el punto de vista humano, la
alternativa a las tendencias políticas que vivió el autor e indicamos
previamente, es decir, los vestigios del ancien
regime presentes en el II Reich a pesar del carácter liberal de su sistema
económico y el marxismo militante y ascendente que estaba comenzando a acechar
en el seno de la sociedad. Para Nietzsche, aristocrática es una alma que se
respeta a sí misma (2005:262). Ser aristocrático era para él el momento en el
cual se era asumida la premisa conócete a
ti mismo. Esto era un acontecimiento a pesar de que su comprensión tardara
generacionalmente: “…los pensamientos más grandes son los acontecimientos más
grandes…” (Ibíd.:60-62 y 262). Cuáles eran según él los signos distintivos de
la aristocracia:
“no pensar nunca en
rebajar nuestros deberes a deberes de todo el mundo; no querer ceder, no querer
compartir la responsabilidad propia; contar entre los deberes propios los
privilegios propios y el ejercicio de esos privilegios” (2005:256).
Ya hemos indicado que
Nietzsche no vivió en un sistema liberal. Por qué la aristocracia. Según Lemm,
Nietzsche veía fallas graves en el sistema liberal debido a que a pesar de
intentar producir un tipo de ser humano libre, eliminaba su capacidad de lucha
contra las circunstancias desfavorables, institucionalizando así sólo aquello
por lo se puede luchar siempre (2011:187). La consecuencia de este hecho es que
el miedo comenzó a convertirse en fundamento de la moral constituyendo en sí
misma un peligro para la comunidad porque su fe se hizo pedazos”. Por ello
Nietzsche señaló que
“Hay un punto en la
historia de la sociedad en el que el reblandecimiento y el languidecimiento
enfermizos son tales que ellos mismos comienzan a tomar partido a favor de
quien los perjudica, a favor del criminal, y lo hacen, desde luego, de manera
seria y honesta” (2005:141-142).
Por ello el ideal de
Nietzsche estaba dirigido a la elevación del hombre dentro de un contexto
aristocrático, con lo cual asumía la existencia de un orden jerárquico dentro
de una sociedad (Ibíd.:232-233). Su visión aristocrática contenía en sí una
moralidad que producía dureza, uniformidad y simpleza de formas, y en cuanto
tal aseguraba la duración y dominación de su forma de vida frente a otras. Es
en sí misma determinadora de los valores desde el mismo momento que tiene el
poder de transformar la contingencia en necesidad (Ibíd.:236-238). La moralidad
aristocrática, en consecuencia, proporciona las condiciones necesarias para el
surgimiento de grandes seres humanos capaces de producir acontecimientos dentro
de un contexto signado por la necesidad. No el Estado que trata de inmiscuirse
y de decidir incluso en cuestiones de cultura (Lemm, 2011:188).
La necesidad a la cual hemos
hecho mención indica de cierta manera que somos seres determinados y el
conocimiento de ello la observa como la última fuente de liberación debido a
que libera nuestro potencial creativo. Esta determinación se produce dentro de
un contexto azaroso donde cada acaecimiento puede ser visto como un
acontecimiento en la medida en que se asuma conscientemente. Gama Barboza, en
este sentido, ha señalado que la importancia del tema del acontecer ha ganado
relevancia en el pensamiento filosófico contemporáneo, debido a dos cosas: “al
fracaso de la filosofía de la historia en su intento por normalizar el curso de
los acontecimientos históricos en el marco de un logos supratemporal” y a los
nuevos esfuerzos teóricos orientados a rescatar y renovar la metafísica
(2015:50). El pensamiento de Nietzsche, en este sentido, tiene una vigencia
actual como antecesor de Heidegger, debido a la relación que hace de caos y
acontecimiento y de cómo la voluntad juega un papel capital desde una
perspectiva aristocrática. Para destacar su importancia Gama Barboza hizo una
exégesis del pensamiento nietzscheano teniendo como foco La Voluntad de Poder que nos va a servir para examinar dicha obra
desde la perspectiva del acontecimiento.
Nietzsche llamó ‘vida’ a una
multiplicidad de fuerzas unidas por un mismo proceso de nutrición que comprende
“los llamados sentimientos, imaginación, pensamiento” y están sujetos a: “1)
una resistencia a todas las fuerzas restantes; 2) un poner en orden estas
fuerzas según la forma y el ritmo; 3) un evaluar referente a la incorporación o
a la separación”, ‘Vivir’, en este contexto, es “una forma duradera de procesos
de las fijaciones de fuerza” entre seres interactuantes que crecen
desigualmente (2000:430).
A partir de esta definición,
Gama Barboza señaló que en el mundo en esta relación de fuerzas, pensado por
Nietzsche, los seres interactuantes buscan “imponer su particular posición de
sentido” con el fin de poner en entredicho la “universalidad de los valores
culturales”. Para ello se preguntó por “el interés vital y la posición de
sentido” del que dichos valores son meros síntomas, develando, en consecuencia,
“la particular forma de voluntad de poder a la base de cada una de ellas”.
Definiendo como “cada uno” a toda fuerza agente que opera en la naturaleza. A
este mundo lo denomina voluntad de poder (2015:54). Con ello Gama Barboza cree
que la voluntad de poder fue “en último término una doctrina ontológica sobre
el carácter de la totalidad del ente” que va y viene en una serie de
acontecimientos visto como caos en sentido griego que se expresa como un
devenir y un acaecer de un mundo dionisíaco que eternamente se crea y se
destruye a sí mismo, permitiendo, con ello, considerar la posibilidad de pensar
en una ontología del acontecer.
Desde esta perspectiva, la
voluntad de poder es un acontecer (o un puro devenir), donde el sentido del
mundo está permanentemente aconteciendo, con lo cual la vida es un movimiento
azaroso del caos del que surge para estructurarlo y fundarse un espacio vital (Ibíd.:64-66).
A tal fin, Nietzsche señala que el hombre busca “reducir cada acontecimiento a
un acontecimiento para los ojos y para el tacto, por consiguiente, a
movimientos; quiere buscar fórmulas para simplificar la enorme masa de estas
experiencias” con la finalidad de explicarse un sentido (2000:429). Pero agrega
que “en los más pequeños acontecimientos reina una finalidad que se oculta a
todo nuestro saber: una previsión, una elección, un conectar, un hacer bueno de
nuevo…” (Ibíd.:450). Gama Barboza señala que el caos es la contracara oculta
del acontecer de sentido, pudiendo considerarse accesible desde el punto de
vista fenomenológico “en toda su procesualidad” que puede ser percibida por
individuos excepcionales, con lo cual el aristocratismo al cual hicimos mención
tiene una base ontológica y una posibilidad de aprehensión desde la perspectiva
fenomenológica. Es decir,
“…lo que hace
superior a un individuo o a una cultura no es un rasgo o atributo óntico
determinado, sino la manera como estos se plantan y actúan frente a la totalidad
del ente y al sentido del ser en general: entre más dispuesto y capaz se esté
para reconocer el acontecer de lo real y para incorporar el caos, más posibilidades
creativas e interpretativas se abren y más rica será la existencia” (Ibíd.:72).
Así pues, desde la
perspectiva del acontecimiento, la voluntad de poder no es más que el momento
en que un ser adquiere plena conciencia de las determinaciones que lo limitan.
En este sentido, Nietzsche fue destinista en relación con la vida, pero buscaba
que uno se sobrepusiera a ello, de ahí La
Voluntad de Poder, es decir, adquisición de la conciencia para transformar la
vida en función del lugar desde donde nos coloquemos con respecto a ella de
modo que fuese posible la superación en la propia existencia como medio, a su
vez, para que el mundo, en sentido del curso histórico, pudiese seguir
aconteciendo. Aquí hay que decir finalmente que, según Deleuze, la enfermedad
estuvo presente en la obra de Nietzsche en el sentido que le “confirió el
derecho a cambiar radicalmente [sus] costumbres”, es decir, lo “liberó
lentamente, [le ahorró] toda ruptura, toda gestión violenta y escabrosa”
permitiéndole con ello producir convenientemente. Pero no fue vista por él como
un acontecimiento que afectara desde el exterior a un cuerpo-objetó, o a un
cerebro objeto permitiéndole con ello, digámoslo así, seguir un derrotero donde
su pensamiento y sus acciones fueron concordantes (2003:14). Es decir, frente a
sus limitaciones, su producción intelectual fue una cadena de acontecimientos
que fue adquiriendo un carácter trascendente.
De todo lo afirmado se
pueden extraer ya dos hechos que van a marcar la divergencia de sus exégetas:
La visión biológica que se le atribuye a su obra creo que fue producto de su
enfermedad y su mala interpretación fundamentó prácticas aterradoras que pueden ser observadas en el
nacionalsocialismo y la idea del acontecimiento que sería la línea de
investigación que seguirían otros pensadores como veremos a continuación.
Exégetas
de Nietzsche.
De los exégetas de Nietzsche
podemos hacer una categorización, es decir, podemos considerar una que es
crítica y apunta a tratar de reconstruir la metafísica y otra que toma algún u
otro aspecto de su pensamiento con el fin de adecuarlos a las realidades del
presente para justificar una línea de pensamiento de alcance liberal. Desde la
perspectiva crítica y metafísica se encuentra el pensamiento de Heidegger y de
Arendt y los que buscaron adecuar su pensamiento a la realidad actual se
encuentran, entre otros, Foucault, Deleuze y Guattari y Hardt y Negri. Estos
últimos desde una perspectiva metafísica y política. Sin embargo, para
facilitar su comprensión vamos a seguir una línea temporal para examinar el
pensamiento de sus exégetas con el fin de determinar su alcance. Así pues vamos
a analizar el papel de Nietzsche siguiendo esta secuencia: Heidegger, Arendt,
Foucault, Deleuze y Guattari y Hardt y Negri.
Como se sabe, Heidegger
trató de reconstruir la metafísica que elaboró en Ser y Tiempo al enfocar todos sus esfuerzos intelectuales en el
acontecimiento. De ahí su obra Aportes de
la filosofía: acerca del evento. Estamos consciente que Heidegger hizo un
estudio bastante amplio de la obra de Nietzsche pero hemos decidido enfocarnos
es la obra referida porque nos ayuda de forma más efectiva a lograr el
propósito que nos hemos establecido. Según esta obra el nuevo nombre del ser
Heidegger lo designa con la palabra 'Ereignis'. Aquí utiliza este término en un
sentido diferente al empleado por Nietzsche y de lo que hoy refiere la palabra 'acontecimiento',
para designar, como veremos a continuación, la realización de lo que apropia el
hombre al ser y el ser al hombre (Dastur, 2006: 97-99). De acuerdo con esta
interpretación Heidegger creyó que sólo a través de una reflexión, como veremos
a continuación, sobre la esencia de la técnica moderna podía ser presentido el Ereignis. Heidegger en la prospectiva de la obra antes señalada
expresó que el acontecimiento es
“la primera respuesta
a la pregunta por el ser [y en ella] La verdad del ser tiene que ser pensada
desde el ser mismo para salvar el abismo, es decir, lo abierto de la contienda,
en el ente,… y mundo" (2003:24).
Este salvar es er-eignis
(eventualización) que observa como una especie de esenciación del mismo ser.
Esto es lo que llama acontecimiento[7]. El acontecimiento constituye
el esenciarse del ser-en-sí-mismo que, supone un rehuso (resonancia), un pase,
es decir, ir de un comienzo a otro, ese ir es un salto, es decir, el salto, a la verdad, al ser-en-sí-mismo (Ibíd.:25).
Con este salto es posible sobrepasar “el
abismo del quiebre (Zerkluftung) y sólo entonces la necesidad de la fundación
del ser-ahí asignado a partir del ser-en-sí-mismo se hace manifiesta (Ibíd.).
En este contexto, la fundación del ser
es la fundación de la verdad como verdad del ser-en-sí-mismo (Ibíd.:26). Así
pues, el acontecimiento puede ser visto como la simultaneidad espacio-temporal
para el ser-en-sí-mismo y el ente que posibilita otro comienzo en un sentido
histórico (Ibíd.:29). Es decir, es el "entre" para el paso del último
Dios, entendido el pase como fin del
mundo como hemos entendido, y para el ser ahí (Ibíd.:39). Con esto, Heidegger
señala que el acontecimiento y el ser-ahí “están en su esencia, es decir, en su
pertenencia como fundamento de la historia”. Aquí podemos comenzar a observar
reminiscencias del pensamiento nietzscheano, pero en un sentido diferente como
se observa en Más allá del bien y del mal
y la Genealogía de la Moral.
Considerando que el
acontecimiento-apropiador es la historia originaria misma, el camino hacia la
esencia de la historia significa fundar la historicidad sobre la temporalidad,
con lo cual la filosofía pasa a ser el esfuerzo por volver al comienzo de la
historia y sobrepasarla (Ibíd.:43-47). Este comienzo es lo oculto que sustrayéndose
siempre capta por anticipado del modo más amplio la realidad y de esta manera guarda
en si el más elevado dominio. Con este nuevo saber, desde el punto de vista
individual, se fuerza todo crear permitiendo erigir un nuevo mundo al ente y
salvar lo confiable de la tierra (Ibíd.:62). La decisión que permite que el
acto de fundar el ser-en-sí-mismo como acontecimiento “es la necesaria forma de
realización de la libertad. Libertad [esta] entendida como facultad”
(Ibíd.:95). Lo contrario de este hecho Heidegger lo relaciona con el nihilismo.
Siguiendo a Nietzsche, como se observa en la parte correspondiente a la resonancia, el nihilismo refiere la
ausencia de metas (Ibíd.:129). Aquí podemos adentrarnos ahora a la crítica
heideggeriana al pensamiento nietzscheano en torno al acontecimiento.
La crítica de Heidegger a
Nietzsche se observa en el pase y en
el salto. Creemos que se debe a que
su argumentación no conduce al propósito que había concebido de gestar un nuevo
mundo más allá del bien y del mal. En el pase
señala que si bien se asocia a Nietzsche con el fin de la metafísica occidental
(muerte de Dios) al señalar desde el mismo momento que coloca el devenir contra
el ‘ser’ (entidad) bajo el presupuesto de que la ‘lógica’ determina la entidad,
pero considera que, en su caso, produce una inversión donde el ‘ente’ (real)
queda como “devenir y el ‘ser’ precisamente lo observa como sujeción y
estabilización” (Ibíd.:154). Con ello, la verdad se degenera en necesaria
apariencia, y por consiguiente, en inevitable sujetamiento, al estar incluida
en el ente mismo, que queda determinado como ‘voluntad de poder’ (Ibíd.:168).
En el Salto, señala que Nietzsche se pregunta en la Genealogía de la moral ¿Qué significa toda voluntad de verdad vista
como lo más profundo de la esencia de la vedad? Y la respuesta que se da fue
que la voluntad de verdad es equívoca: en tanto sujetar es aversión a la vida y,
en tanto, voluntad de apariencia, sujeción de la verdad, con lo cual ésta es
para Nietzsche entonces una condición de la vida que está contra la vida. Por
lo que, si la voluntad de poder es querer-más-allá-de sí y de este modo llegar
a sí-mismo, entonces la verdad, se muestra como condición de la voluntad de
poder el -más-allá-de sí que exigiría una apertura del espacio-tiempo (Ibíd.:291).
Podemos decir que estas dificultades limitan la intención de Nietzsche de
construir otra forma de relacionamiento que tuviese un talante aristocrático (en
el plano de la Kleine y Grosse Politik) que pudiese ser
expresión de la sociedad como un todo.
De ahí que, en
contraposición a Nietzsche, desde el punto de vista colectivo, Heidegger señaló
que el pueblo tan solo se convierte en pueblo cuando este se hace libre para su
ley pudiéndose ser visto este hecho como un acontecimiento histórico mundial
(Ibíd.:65). Esto nos permite introducirnos en la reflexión que hizo Hannah
Arendt del pensamiento de Nietzsche.
En Hannah Arendt hemos
considerado la presencia del pensamiento de Nietzsche en algunas de sus obras.
Específicamente en Los Orígenes del Totalitarismo, Entre el Pasado y el Futuro y en la Condición Humana. La crítica de Arendt,
en este sentido tuvo un alto componente histórico político. En la primera parte
de Los Orígenes del Totalitarismo
donde explica el origen de la situación de los judíos ella señaló que Nietzsche
no consideró dos aspectos que le quitarían consistencia a las consecuencias
políticas que se pudieran derivar de su pensamiento. En primer lugar, estuvo el
hecho de que a pesar de ser los judíos unos buenos europeos fueron los únicos
que no tuvieron un Estado propio y por ello siempre estuvieron dispuestos a
establecer alianzas con gobiernos y con Estados, indiferentemente de su
condición (2004:42), en segundo lugar, Nietzsche no tuvo la “experiencia básica
de la decadencia europea” como más o menos hemos señalado (Ibíd.:153). Y en
tercer lugar, existía una repulsión hacia una sociedad que hacía frente a dos
dilemas: estaba completamente penetrada por una perspectiva ideológica que
buscaba la destrucción del orden existente y las normas morales de la burguesía,
con lo cual, a diferencia de Nietzsche, había un deseo de destrucción “de todo
ese mundo de falsa seguridad, falsa cultura y falsa vida” (Ibíd.:270). La
propuesta aristocrática de Nietzsche, en este sentido, fue una manera de salir
de ese devenir autodestructivo, pero usada políticamente para justificar
sistemas ideológicos que condujeron al establecimiento de estructuras
totalitarias y genocidas.
En Entre pasado y futuro, Arendt, expresó que la filosofía política
necesariamente implica la actitud del filósofo ante la política. Una tradición
que comenzó cuando el filósofo se apartó de la política y finalizó cuando Marx
intentó unir ambas para cambiar el mundo (1996:23). Aquí según la autora
observó que Nietzsche había señalado que sólo las ‘mentes mediocres’ habían
sido, hasta ese entonces, las más cualificadas para la política y la amenaza
que veía en ciernes es que por una parte, los marxistas, especialmente Lenin,
creían que la administración de la sociedad se había simplificado tanto que
cualquier cocinera podía asumir su conducción (Ibíd.:25). Y por la otra,
anunciada por Heidegger, apuntaba a la maquinación del mundo y su
deshumanización.
Nietzsche, así como Marx y
Kierkegaard, fue un autor que usó las herramientas conceptuales de la
tradición, es decir, de la religión, del pensamiento político y de la
metafísica tradicionales, para tratar de pensar los modos de pensar en contra
de ella invirtiendo conscientemente la jerarquía tradicional de los conceptos (Ibíd.:31
y 34). Pero aclara que estos autores, en cierta forma vieron la historia de la
filosofía del pasado como un todo “dialécticamente desarrollado” desde la
perspectiva hegeliana, pero el logos sobre el cual se basaba había perdido su
autoridad con lo cual trataron de superarlo. En Nietzsche “la superación vino
desde el reino trascendente no sensual de las ideas y dimensiones al reino
sensual de la vida,…”, constituyendo para Arendt la última tentativa de
apartarse de la tradición al tratar de superar el nihilismo subyacente a la
realidad de la vida moderna a partir de la misma tradición. Sin embargo, según
ella sólo logró “ponerla cabeza abajo” (Ibíd.:35-36), como se observó en el movimiento
nacionalsocialista alemán y en el presente en eso que se conoce como socialismo
del siglo XXI.
A propósito de esta
inversión de la jerarquía, en La
Condición Humana Hannah Arendt señaló que el enorme peso de la
contemplación en la jerarquía tradicional había borrado las distinciones y
articulaciones dentro de la vita activa
y esta situación, como hemos visto, no ha sufrido cambio esencial (1993:29). La
vita activa es vista por la autora
como el conjunto de tres actividades fundamentales: Labor, Trabajo y Acción.
La Labor está relacionada con el
proceso biológico del cuerpo humano ligado a las necesidades vitales producidas
y alimentadas en el proceso de la vida e implica crecimiento, metabolismo y
decadencia. El Trabajo, cuya
condición es la mundanidad es la actividad relacionada con lo no natural de la
exigencia del hombre proporcionándole el “artificial mundo de cosas más allá de
todas las circunstancias naturales”. La Acción,
finalmente, se corresponde con la pluralidad entendida como la condición de
toda vida política en el sentido que “los hombres viven en la tierra y habiten en
un mundo” de individuos que no están sujetos a la Labor y al Trabajo (1993:21-22).
La Acción es la esfera de la libertad
y es la que tiene de las tres una relación más estrecha con la ‘natalidad’. La
‘natalidad está referida a la posibilidad de “empezar algo nuevo, es decir, de
actuar”, constituyendo no sólo “la categoría central del pensamiento político”,
sino también, el hecho de poder empezar algo nuevo por el simple acto de actuar
hay siempre un contexto de mundo azaroso que nos conecta con la idea del mundo
en sentido nietzscheano y con la idea de acontecimiento con nuestra línea
discursiva.
Teniendo esto presente,
Arendt expresó en la parte correspondiente a la Labor que una filosofía de la vida que no llegue a la afirmación de
la eterna repetición de Nietzsche como el más elevado principio de todo ser,
simplemente no sabe de lo que está hablando (Ibíd.:110). ¿En base a qué hizo
esta afirmación?
“La diferencia entre
las primeras teorías de la labor y las últimas filosofías de la vida radica
fundamentalmente en que estas han perdido de vista la única actividad necesaria
para mantener el proceso de la vida. Sin embargo, incluso esta pérdida parece
corresponder al real desarrollo histórico que hizo más fácil la labor que
antes, y por lo tanto, más similar al proceso de la vida que funciona
automáticamente. Cuando a la vuelta del siglo, con Nietzsche se proclamó a la
vida, y no a la labor, ‘creadora de todos los valores’, está glorificación del
puro dinamismo del proceso de la vida [excluyó] ese mínimo de iniciativa
presente incluso en esas actividades en que, como el laborar y el procrear, la
necesidad urge al hombre” (Ibíd.:126).
Esta situación de la Labor se ha agravado desde la
perspectiva del Trabajo debido a que
una racionalidad basada en la relación de medios y fines entendida como una simple
función del propio proceso de la vida no había sido capaz de erigir un mundo.
En la distinción entre Labor y Trabajo, Arendt sigue la realizada por
Locke que tiene reminiscencia griegas, con lo cual puede observarse ya la
orientación liberal del pensamiento de la autora (1993:98)[8]. El Trabajo es para ella una actividad sin mundo así como los
apremiantes procesos de la vida, de la labor y el consumo (Ibíd.:189). Esta
actividad sin mundo que había asumido funciones de la Acción, de la política, había generado un conjunto de distorsiones que
según ella han promovido el surgimiento de corrientes totalitarias desde el
mismo momento en que se había generado una brecha entre los fundamentos de la
acción política y la realidad de una comunidad que persigue mantener y expandir
sus espacios de libertad. La acción política basada, en sus orígenes, en una
promesa mutua que generaba poder para la conducción había dado paso a una
instrumentalidad que exigía la aplicación, cada vez mayor, de la fuerza de
manera continuada para mantener un orden específico.
En este caso, siguiendo a
Nietzsche, pensó que una voluntad de poder que no buscaba mantener y abrir
espacios de libertad es una forma de corrupción. Ello ocurría cuando los débiles,
es decir, los que se encontraban sujetos a la Labor y el Trabajo, se
congregan con el fin de destruir a los únicos posibilitados para la Acción debido a que la envidia y la
codicia y podemos agregar, el resentimiento, conducen al uso de la fuerza y la
violencia (Ibíd.:226). Por ello Arendt agregó de forma enfática que
“Nietzsche, con su
extraordinaria sensibilidad para los fenómenos morales, y a pesar de su
prejuicio moderno de considerar el origen de todo poder en la voluntad de poder
del individuo aislado, vio en la facultad de las promesas (la memoria de la
voluntad como la llamó) la distinción misma que deslinda la vida humana de la
animal. Si la soberanía es en la esfera de la acción y de los asuntos humanos
lo que la maestría es en la esfera del hacer y del mundo de las cosas, entonces
su principal diferencia consiste en que uno solo puede realizarse por muchos
unidos, mientras que la otra solo se concibe en aislamiento” (Ibíd.:264).
Este es el aspecto que nos
interesa destacar debido a que aquí es posible pensar en un Nietzsche político
que eventualmente podría considerarse desde una perspectiva liberal a partir de
las categorías indicadas por Lemn de Keine
y Grosse Politik. Pero Arendt señaló
que si bien él “vio con inigualada claridad la conexión entre la soberanía
humana y la facultad de hacer promesas… ambas… relacionadas con su principal
concepto, la ‘voluntad de poder’”, muchos de sus exégetas pasaron por alto conduciendo
a formas políticas totalitarias (Ibíd.:276). Este hecho nos va a permitir
examinar con mayor detenimiento el pensamiento de Foucault y Deleuze y Guattari
aclarando antes que a pesar de la confluencia aristocrática de Nietzsche y
Arendt tenía un fundamento común, es decir, la libertad para que cada quien
pudiese perseverar en su propia existencia en las mejores condiciones posibles.
Arendt yendo más allá rescató el concepto de isonomía para indicar que la igualdad era política, y digamos
legal, de seres que eran diferentes. Sobre este tema volveremos más adelante.
Nos falta indicar un poco más cómo se ubica en Arendt la idea de
‘acontecimiento’. Si bien la idea de acontecimiento se observa en la autora
cuando examina los establecimientos de un nuevo origen en las revoluciones
estadounidense y francesa desde una perspectiva espacio-temporal, es en los
conceptos de ‘nacimiento’ y ‘milagro’, que se ubican en el plano de la Acción, donde es posible tender un
puente que acerca el pensamiento de esta autora con Nietzsche debido no sólo a
su carácter azaroso de dichos acontecimientos, sino al hecho que son
inevitables haciendo determinada la indeterminabilidad del mundo. En la parte
correspondiente a La revelación del
agente en el discurso y la Acción ella señaló que
“Con palabra y acto
nos insertamos en el mundo humano, y esta inserción es como un segundo
nacimiento, en el que confirmamos y asumimos el hecho desnudo de nuestra
original apariencia física. A dicha inserción no nos obliga la necesidad, como
lo hace la Labor, ni nos impulsa la
utilidad, como es el caso del Trabajo.
Puede estimularse por la presencia de otros cuya compañía deseemos, pero nunca
está condicionada por ellos; su impulso surge del comienzo, que se adentró en
el mundo cuando nacimos y al que respondemos cuando comenzamos algo nuevo por
propia iniciativa. Actuar,…,
significa tomar una iniciativa, comenzar,…, poner algo en movimiento… Este
comienzo no es lo mismo que el del mundo; no es el comienzo de algo, sino de
alguien que es un principiante por sí mismo. Con la creación del hombre, el
principio del comienzo entró en el propio mundo, que, claro está, no es más que
otra forma de decir que el principio de la libertad se creó al crearse al
hombre, no antes”.
“En
la propia naturaleza del comienzo radica que se inicie algo nuevo que no puede
esperarse de otra cosa que haya ocurrido antes. Este carácter de lo pasmoso
inesperado es inherente a todos los comienzos y a todos los orígenes… [con lo
que] lo nuevo aparece en forma de milagro…” (1993:201-202).
Con esta cita se puede
observar que el centro de gravedad del acontecimiento se encuentra en el plano
del discurso porque se ubica en la Acción.
Es en este plano donde se ubica el pensamiento de Foucault y Deleuze y Guattari.
En relación con Foucault
podemos observar una estrecha semejanza con la Arendt de Entre el pasado y el futuro por cuanto este autor se focaliza en
las semejanzas entre Freud, Marx y Nietzsche. Pero su foco es el lenguaje. En
cierta manera podemos establecer una relación de continuidad con respecto a la Condición Humana. Este pensador francés
sospechó que el lenguaje no decía lo que exactamente quería expresar y qué
había otras formas de lenguaje. Su fundamento se basó en que la modernidad
produjo un cambio en las formas de interpretación que prevalecieron hasta el
siglo XVI y Nietzsche, junto con Marx y Freud, plantearon nuevas formas de
interpretación a finales del siglo XIX, digamos a partir de la tradición, que
posibilitaron una nueva hermenéutica. Según Foucault ellos cambiaron “la
naturaleza del signo, modificado la manera como el signo en general podía ser
interpretado” (1969:38).
¿Cómo se produjo ese cambio?
Bueno, el filósofo francés señaló que los signos se sobrepusieron en un espacio
mucho más diferenciado, específicamente una mayor profundidad, desde una
perspectiva dimensional. Esto lo observó en la obra nietzscheana en la medida
en que consideró que en este autor alemán había una crítica de la profundidad
de conciencia, “inventada por los filósofos” cuyo fin no era más que la
“búsqueda pura e interior de la verdad” pero auscultando, para poder lograrlo,
sus bajos fondos de modo que fuese posible restituir “la exterioridad
centelleante que ha sido recubierta y enterrada” (Ibíd.:39).
Para Foucault, Nietzsche
emprendió esta búsqueda constituyendo una experiencia única para la
hermenéutica moderna en el sentido que llegó a un nivel absoluto de profundidad
que representó en sí mismo un punto de ruptura desde el mismo momento que tuvo
la experiencia de la locura que hizo inacabado su modo de interpretar.
Además de lo señalado Foucault
expresó que en Nietzsche ese nivel de interpretación fue casi alcanzado como se
observó en Más allá del bien y del mal
y en la Genealogía de la Moral desde
el mismo momento que concluyó que las palabras habían sido inventadas no para
indicar un significado sino para imponer una interpretación por lo que se hacía
necesario, para un intérprete, atender a aquello que hicieron nacer las
palabras en un sentido original. Por ello para Nietzsche el principio de
interpretación fue el intérprete mismo (1969:47). El interpretar mismo pasó a
ser, en este contexto, una forma de la voluntad de poder que tenía una
existencia en cuanto devenir que fue vista como un afecto[9]. Aquí es donde encontramos
el momento en el cual es posible, en primer lugar, pensar en Nietzsche, de
acuerdo con esta exegesis, un fundamento político de naturaleza liberal en el
plano discursivo y, en segundo lugar, observar una cercanía entre Arendt y
Foucault con la diferencia que el filósofo francés trató de establecer el
alcance discursivo del pensamiento nietzscheano. Desde esta perspectiva podemos
ver en Foucault que el devenir de Nietzsche fue un acontecimiento. Deleuze y
Guattari fueron más allá y trataron de hacer converger por otra vía este
aspecto discursivo y una filosofía del
acontecimiento.
De Deleuze y Guattari nos
hemos enfocado en dos de sus obras: Mil
Mesetas y ¿Qué es la Filosofía?
En la primera observaremos cómo trata el tema discursivo bajo en concepto de
enunciación y máquina abstracta y en la segunda cómo ello se evidencia en una
filosofía del acontecimiento.
Deleuze y Guattari apelan al
Nietzsche del Nacimiento de la Tragedia
en Mil Mesetas para reflexionar sobre
algunos regímenes de signos que consideraron era una semiótica. Allí señalan
que Nietzsche sugirió “que Edipo, por oposición a Prometeo, era el mito semita
de los griegos,…”. Para ellos Edipo fue un caso claro de semiótica mixta en el
sentido que por una parte representó un régimen despótico de la significancia y
de la interpretación y, por la otra un régimen autoritario de la subjetivación
y del profetismo. Ambos regímenes son para ellos absolutamente diferentes para
unirlos en una composición por lo que consideraron que en ella era que se basan
“los peores poderes, los más solapados” desde una perspectiva política (2008:129).
Esta indicación obedece a que consideraron que el lenguaje era un problema
político antes de ser un problema lingüístico. Los regímenes de signos son
agenciamientos[10]
de enunciación. En estos agenciamientos había que llegar a algo más profundo
que diese cuenta de estos solapamientos que denominaron máquina abstracta. Una máquina
abstracta es un posibilitador en la construcción de un nuevo tipo de
realidad (Ibíd.:143). Ella es diagramática y opera en un plano de consistencia.
Ello les permite concluir que “El lenguaje remite a los regímenes de signos, y
los regímenes de signos a máquinas abstractas, a funciones diagramáticas y a
agenciamientos maquínicos que van más allá de toda semiología, de toda
lingüística y de toda lógica (Ibíd.:150).
Con respecto al plan señalan
que no es un principio de organización, sino “un medio de transporte”. Teniendo
esto presente, ambos señalaron a propósito de Nietzsche que está
conceptualización de plan puede ser observada pero no en lo concerniente a la
fragmentación sino en relación a las velocidades o las lentitudes de su
escritura. ¿En qué sentido? Ellos afirmaron que:
“... la escritura y
todo lo demás [son] producción de velocidades y de lentitudes entre partículas.
Ninguna forma podrá resistirlo, ningún carácter o sujeto le sobrevivirá... El Plan, así concebido, siempre tiene
forzosamente que fallar, pero los fallos forman parte integrante del plan... la
multitud de planes para La Voluntad de
Poder. En efecto, dado un aforismo, siempre será posible, e incluso
necesario, introducir entre sus elementos nuevas relaciones de velocidades y
lentitud que le hacen cambiar verdaderamente de agenciamiento, saltar de un
agenciamiento a otro... Extraña máquina, a la vez de guerra,... y de
contagio-proliferación-involución (Ibíd.:271-272).
El propósito de los autores aquí
fue demostrar que un devenir es un bloque de coexistencia para pensar en un
cuerpo sin órganos a partir de una multiplicidad de planes, es decir una
estructura sin jerarquía. El pensamiento de Nietzsche en este sentido fue visto
por ellos como un posibilitador para evitar el surgimiento de estructuras
totalitarias en el plano político. De ahí el uso de la obra La Voluntad de Poder como modelo debido
a que su realización fue vista por ambos autores como el devenir nietzscheano. Luego
señalan que del caos nacen los medios y el ritmo con lo cual podemos encontrar
una cercanía con Gama Barboza y su relación caos/cosmos para hablar de
acontecimiento.
Como los agenciamientos se
abren a las fuerzas del cosmos en una relación directa de material-fuerzas, la filosofía,
según ellos, sigue este mismo movimiento y a la manera de Nietzsche persiguen “capturar
el cosmos energético, informal e inmaterial deviniendo en un problema de
consistencia o de consolidación” (Ibíd.:346-347)[11]. El propósito como
veremos en la siguiente obra es hacer de la filosofía digna de un ‘acontecimiento’
por venir.
En ¿Qué es la filosofía? Usan como ejemplo la obra de Nietzsche para
reforzar algunas de sus posiciones filosóficas en torno a la producción de
conceptos y la política. En relación con
la producción de conceptos, Nietzsche es un ejemplo para mostrar el papel de
los personajes conceptuales como devenir o sujeto de una filosofía. Los
personajes conceptuales son pensadores cuyos ‘trazos personalísticos’ se juntan
estrechamente a los ‘trazos diagramáticos’ del pensamiento y a los ‘trazos
intensivos’ de los conceptos (1991/2005:66), jugando un papel intermedio entre los
conceptos y dicho plano de inmanencia que permite la solución de un problema
determinado. Tales son los casos del “anticristo” o el “Diónisos crucificado” (Ibíd.).
¿Para qué sirvieron a Nietszche estos personajes? La respuesta a este interrogante
la da Deleuze en su obra dedicada a este pensador alemán. Allí expresó que en
la Grecia clásica
“Las dos virtudes del
filósofo eran la crítica de todos los valores establecidos, es decir, de los
valores superiores de la vida y del principio del que dependen, y la creación
de nuevos valores de la vida que reclaman otro principio.... el filósofo cuando
[dejaba] de cumplir este rol se [convertía] en metafísico... se declara
sometido a las exigencias de la verdad, de la razón, pero [al] traer la
exigencia de la razón se reconocen con frecuencia fuerzas que no son tan
razonables, estados, religiones, valores vigentes., pasando la filosofía [a
ser] el recuento de todas las razones que el hombre se aplica para obedecer”
(2000:26-27)
El acontecimiento se producía,
según este criterio, cuando se producía este parte aguas. En ese contexto, el propio
acontecimiento tiene, entonces para Deleuze y Guattari, la necesidad del
devenir como de un elemento no-histórico en ese parte-aguas. El elemento
no-histórico, dice Nietzsche, se asemeja a una atmósfera ambiente sin la cual
la vida no puede engendrarse, vida que desaparece de nuevo cuando esa atmósfera
ambiente se aniquila (1991/2005:127). De ahí la importancia que reviste para
ellos un nuevo mundo. El acontecimiento sería lo que lo posibilitaría y la
filosofía debe propender a ser digna de ese evento. De ahí la importancia que
Nietzsche tuvo para estos autores: él fue un anunciador.
La síntesis de pensamiento
de todos estos autores en cuanto a la visión política del pensamiento de
Nietzsche se encuentra en la obra de Hardt y Negri.
La presencia de Nietzsche en
su pensamiento político, entre otros personajes conceptuales, busca dar
consistencia a su propuesta política de establecer una democracia absoluta de
alcance global de orientación anarcocomunista. En esta orientación se apoyaron
de la relectura realizada por filósofos franceses del pensamiento nietzscheano
como medio para superar la modernidad, es decir, “superar las barreras y la
trascendencia del eurocentrismo” (2000:342-343). Para tal fin realizaron tres
obras, Imperio, Multitud y Commonwealth que delinea el alcance de
esa propuesta. En Imperio indican el
estado de guerra civil global en que se encuentra la humanidad por el declive
de la modernidad planteando la necesidad de regresar a los orígenes en el
sentido propuesto por Maquiavelo, pero combinado con “el heroico eterno
retorno” de Nietzsche (2000,94). En estas circunstancias conflictivas utilizan
al pensador alemán para indicar la situación actual de movilidad social y de
movimientos migratorios al afirmar
“Nietzsche [se
preguntó] ‘¿dónde están los bárbaros del
siglo XX? Evidentemente, aparecerán y se consolidarán sólo después de tremendas
crisis socialistas’. No podemos decir qué previó exactamente Nietzsche en
su lucido delirio, pero por cierto, ¿qué acontecimiento reciente puede ser un
ejemplo más sólido del poder de la deserción y el éxodo,..., que la caída del
Muro de Berlín y el colapso de todo el bloque soviético? Al desertar de la
‘disciplina socialista’, la movilidad salvaje y la migración masiva
contribuyeron sustancialmente a provocar el derrumbe del sistema” (Ibíd.:202).
En Multitud en la introducción al capítulo III de la segunda parte
relacionado con ‘las huellas de la multitud’ se apoyan en un pensamiento de
Nietzsche relativo a la revolución como acontecimiento para indicar a esa
multitud, entendida desde una perspectiva spinoziana, como sujeto llamado a
llevar a cabo dicho acontecimiento. Pero en su obra Commonwealth señalan que Nietzsche entre otros autores asumió una
posición ambigua con respecto al establecimiento de una democracia absoluta de
la multitud según Spinoza y la contextualización realizada por Marx (2009:115).
Pero, la multitud que pensó Spinoza era diferente a la pensada por Marx. La spinozista
del siglo XVII era conformada por individuos que producían sus medios para la
vida a diferencia de la marxista afectada por la revolución industrial. Aquí
realmente podemos observar la diferencia entre ambas y la actitud de Nietzsche
frente a las consecuencias políticas de ambas situaciones enmarcadas en una
concepción anclada en el mundo griego caracterizado por el hecho de que sólo
los que su Vita Activa está orientada
a la Acción pueden ser seres políticos. Esta diferencia es lo que nos permite
preguntarnos ¿puede ser visto Nietzsche desde una perspectiva liberal?
¿Nietzsche
liberal?
Luego de haber hecho esta
singladura del contexto del pensamiento nietzscheano podemos afirmar lo
siguiente: 1) su vivencia estuvo marcada por una relación de fuerzas entre el
conservadurismo heredado de la restauración europea de 1815 y el conflicto
social emergente producido por la revolución industrial, por lo que su crítica
al liberalismo, que hemos señalado, no era consistente aunque dentro de un
contexto general fue capaz de percibir los signos de decadencia que estaban
afectando a Europa; 2) si bien el foco de nuestra revisión del pensamiento
nietzscheano orbitó en torno al concepto de acontecimiento que es recurrente en
toda su obra de diferentes manera, este acontecimiento era consecuencia en el
hombre con singularidad de su esfuerzo por perseverar en la propia existencia
expandiendo sus espacios de libertad (Kleine
Politik) y dentro de un contexto múltiple, es decir, social debería
conducir a una nueva humanidad (Grosse
Politik). En este contexto la expansión de sus espacios de libertad y de
superación le da al pensamiento nietzscheano un carácter aristocrático que no
niega su fundamento liberal con lo cual a esta orientación se le puede categorizar
desde una perspectiva política. 3) Sus exégetas, siguiendo esta amplitud de
perspectivas se orientaron, por una parte, a profundizar en el plano metafísico
las reflexiones nietzscheanas y sus afectaciones a la realidad desde una
perspectiva acontecimental y, por la otra, intentaron hacer una interpretación
política. Entre los primeros se encuentran todos los autores aquí considerados.
Entre los segundos se encuentran los que conformaron el movimiento
nacionalsocialista alemán y, en cierta forma, Hardt y Negri. Aunque la
presencia de Nietzsche en la obra de estos últimos autores solo es fuerte en Imperio por la tendencia aristocrática
de su pensamiento.
Teniendo presente todos estos
aspectos hay que considerar cómo el liberalismo en la actualidad y su conexión
con la política puede armonizar con la concepción nietzscheana del mundo.
Sí bien el foco sobre el
cual orbita el liberalismo desde el punto de vista político se centra en el
pensamiento de John Rawls que tiene un importante talante contractualista y
alejado (porque son supuestos) del aspecto económico que se deriva de los
postulados iniciales de Locke y Smith indicados al inicio de este ensayo,
consideramos pertinente dirigir nuestra atención en el pensamiento de Amartya
Sen debido a que en este autor se conjugan los conceptos de libertad, la
expansión consciente de los espacios de libertad que puede ser vista como ‘voluntad
de poder’ y la economía. De este autor se puede hacer una analogía con
Nietzsche, en primer lugar, desde una vivencia que tiene su anclaje en la
crítica a la religión y, en segundo lugar, desde el mismo momento que sigue un
criterio que defiende la dignidad humana más allá del bien y del mal y el valor
de la libertad como un bien primario que posibilita el desarrollo desde una
perspectiva social.
La libertad es entendida por
Sen como “el rompimiento de las ataduras que en cualquiera de sus formas impiden
a un individuo ejercer su voluntad por intermedio de un juicio racional. Este
concepto se sustenta en el amor por uno mismo” que hemos indicado está presente
en el pensamiento de Locke y Adam Smith. Según este autor, citando a Smith, el
interés por uno mismo permite explicar unos procesos de intercambios
sustentados en una serie de valores “que van más allá de la prudencia, es
decir: la comprensión, la generosidad y el actuar en función del colectivo”.
Consecuentemente, Sen consideró que se puede vincular un razonamiento ético en
nombre de la sociedad por intermedio de la relación voluntad–fin que pasa a ser
el motor que permite la obtención de esos fines y en estas circunstancias la
libertad es un medio y un fin para el desarrollo individual y social[12]. Esta relación ética,
voluntad y desarrollo dentro de un contexto social en el momento que se produce
puede ser vista como acontecimientos, así como su reproducción desde el punto
de vista social.
Ahora el desarrollo es
entendido como un proceso de expansión de las libertades reales que disfrutan o
pueden disfrutar los individuos, por lo que el desarrollo múltiple de esas
libertades podría dar eficacia a proyectos igualitaristas en el plano político
en la medida en que la orientación a la superación, la velocidad y el ritmo son
armónicos tal como señalaron Deleuze y Guattari y Gama Barboza. Estas
libertades se podrían evidenciar entonces de diferentes maneras, esto es en lo
económico, lo político, la seguridad social y las garantías individuales. La
libertad política se refiere a la capacidad de elegir y determinarse el
gobierno que se desea y la de expresarse y asociarse libremente. La libertad
económica se refiere a la posibilidad de utilizar recursos para el consumo, la
producción o el intercambio. Las oportunidades sociales se refieren a la
condición de posibilidad para el ejercicio de otras libertades, las garantías
son la transparencia que implica poder relacionarse con reglas muy claras y la
seguridad es el instrumento que garantiza la posibilidad de que todas estas
libertades sean viables.
El fondo de la propuesta de
Sen consiste en defender que una teoría política debería incorporar de manera
directa y básica las libertades concretas y efectivas que pueden ser
disfrutadas por individuos diferentes con proyectos de vida diferente. La
información, en este sentido, es el elemento central para la construcción de
dichas libertades. Estas libertades se caracterizan por dos aspectos:
oportunidades para alcanzar metas prioritarias referidas a la libertad como
desarrollo y procesos referidos a la toma de decisiones para la obtención de
esas metas. En la libertad como desarrollo solo interesa la capacidad para
vivir de acuerdo a los valores de cada individuo ante un sinnúmero de
posibilidades reales. En la libertad como proceso lo que interesa son las metas
a alcanzar en un abanico de posibilidades.
La propuesta de Sen está
centrada en el individuo, pero colocando por encima a las instituciones, lo
cual tiene un apreciable impacto en lo político puesto que plantea la necesidad
de un espacio político democrático para la consolidación del individuo y su
éxito social en un contexto liberal en condiciones en que la expansión de los
espacios de libertad adquiere el carácter de un devenir. Desde esta perspectiva
si se puede leer también a Nietzsche desde una perspectiva liberal. El reto es
construir un orden político que se ajuste a esta situación por lo que la visión
arendtiana ajustadas a esta intencionalidad propuesta por Sen podrían hacer
pensar un mundo aristocrático como lo visualizó Nietzsche.
Como podemos observar, la
deficiencia de Nietzsche en su esfuerzo por sustentar sus tesis, que puedan ser
vistas como políticas, está dada en la no inclusión del aspecto económico en lo
que él define como libertad. Si observamos esta definición a la luz de la
concepción de libertad en Locke y Smith esta deficiencia orbita en torno al
aspecto económico. Como hemos indicado esto tiene una explicación en cómo los
griegos entendían la política. Esta deficiencia es la que ha permitido que de
él se haya hecho una lectura de su pensamiento y se hayan apoyado, en cierto
sentido, en algunas de sus posiciones con respecto a: la decadencia de la
modernidad y el deterioro progresivo de una estructura de poder y de valores de
inspiración cristiana, conduciendo ambas al nihilismo.
Si podemos contextualizar su
pensamiento, podemos decir, que se ubicó en un plano abstracto desde la
perspectiva política pensando en la posibilidad de crear las condiciones para
generar un acontecimiento revolucionario en el plano intelectual que podemos
afirmar que está en curso, pero en este proceso sólo unos determinados
individuos tienen y tendrán acceso, por lo que observar a Nietzsche desde una
perspectiva liberal implica colocarse más bien en el plano de reflexión de una metafísica del
acontecimiento para entender las circunstancias actuales y pensar en un nuevo
devenir.
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[1] Ver al respecto: Arendt (2004:42)
[2] Sobre el extrañamiento o
alienación ver al respecto: Herrera, (Op. Cit:155 y 168).
[3] Ver al respecto: Arendt (2004) y
Foucault (2008).
[4] Ver al respecto: Ensayo de una autocrítica (2007) y
Deleuze (2003:11).
[5] En La Voluntad de Poder señaló: “la tierra misma, como cualquier
constelación, es un «hiatus» entre dos nadas, un acontecimiento sin plan, sin
razón, sin voluntad, sin conciencia” (2000:224).
[6] Ver también: Nietzsche
(2000:150).
[7] En nuestro caso evento y
acontecimiento son sinónimas.
[8] Este fundamento lockeano en el
pensamiento de Arendt se observa en sus análisis correspondientes a Labor y
vida, Labor y fertilidad, Lo privado de la propiedad y la riqueza y valía en lo
concerniente a Trabajo
(1993:109-116).
[9] Ver al respecto: Gama Barboza
(2015:64)
[10] Un agenciamiento es para ellos…
“un conjunto de singularidades y de rasgos extraídos de un flujo –
seleccionados, organizados, estratificados – a fin de converger (consistencia)
artificialmente y naturalmente” (Deleuze y Guattari, 2008:408).
[11] El material es una materia
molecularizada y como tal debe “captar” las fuerzas entendidas estas como los
devenires que constituye el cosmos (Ibíd.).
[12] Ver al respecto: Blanco (2013).
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