domingo, 7 de julio de 2019

EL LOGOS DE LA GUERRA CONTRA LA GUERRA.




Der Krieg, “…hat freilich seine eigene Grammatik,
aber nicht seine eigene Logik…”

Clausewitz, 1832

Hardt y Negri (HyN) han establecido un concepto de guerra para poder hacer la guerra contra la guerra. Este concepto integra una trinidad indisoluble integrada por la resistencia, el Éxodo y el vaciamiento de la estructura de poder del Estado que tiene por objeto destruir el orden existente por ser expresión de un estado de guerra global que ha alcanzado un estatus absoluto y ontológico. Este hecho nos obliga a hacer un sucinto recorrido de la historia del concepto en sí para poder abrir a la comprensión la naturaleza del concepto hardtnegriano[1].  
Platón ha tenido el mérito de haber sido el primero que se dedicó al estudio de la definición como paso previo para producir conceptos. Según Bravo, el carácter esencialista de la pregunta “¿Qué es X?”, le permitió al filósofo ateniense superar la ambigüedad subyacente a esta interrogante cuando se refiere al sujeto o al predicado al dirigir su atención al contexto en que ésta es determinada. Esta determinación le permitió definir la definición como un proceso y como un resultado por intermedio del término que las refiere (2002:78). Como proceso la definición, entendida como ‘horizein’ (que se traduce como delimitar, confinar) refleja, “como dice en el Fedro”, una “téchnê” (Ibíd.:81), que consistía en dividir y distinguir, que tenía en Platón el sentido de definir (‘diorízein’) constituyendo este un principio de demostración. Como resultado, el acto de definir tenía como resultado un hóros (ὅρος) o un logos (λóγος) (Ibíd:82). Hóros tenía el sentido lingüístico de “término” y además el sentido epistemológico de “criterio” para discernir e incluso proveer una regla de acción. Logos por su parte tenía un nivel lingüístico que puede ser entendido como palabra y otro gnoseológico que se entendía como pensamiento (Ibíd.).
Según Bravo, la definición tenía para Platón un objetivo y un propósito. Como objetivo, su intención tenía un carácter semántico, ético y epistemológico. Semántico para determinar qué términos pueden aplicarse a los objetos sensibles; ético teniendo como foco el cuidado de sí, tal como hemos indicado, y epistemológico, en el sentido que esta es la “la premisa necesaria para obtener cierta información que se encuentra más allá de la simple extensión del término general involucrado” (Ibíd.:94). Su objeto es, por una parte, la cosa (Ousía, Eîdos e idea y Génos y Physis), es decir, pragma o praxis y, por la otra, expresiones que entran en el campo del metalenguaje (Ibíd.:97-105). Sus características estaban relacionadas con la unidad (esencia, cualidad y metalenguaje) y la totalidad (engloba todo su contenido, no carece de partes y tiene un principio, medio y fin) para evitar una pluralidad que asemeje un enjambre (σμήνος smênós) (Ibíd.:130-132). El método para definir en Platón evolucionó de una dialéctica basada en la hipótesis, seguida por el análisis filosófico basado en la reunión y la división de “varios objetos” o “diversas ciencias”, hasta llegar al método del paradigma fundamentado éste en un razonamiento por analogías que persigue “abrir la vía hacia un logos” por intermedio de un modelo que permitiera descubrir un orden detrás de las cosas sensibles. Para el filósofo griego, la definición es la condición necesaria de todo conocimiento (Ibíd.:200-203 y 302). Desde esta perspectiva podríamos afirmar que HyN reunieron dialécticamente dos cosas con un mismo significado en una misma definición, es decir, hacer la guerra contra la guerra. En esta reunión definieron, como hemos indicado, la guerra contra la guerra esencialmente como la guerra contra el Estado porque el Estado se había convertido en un estado de guerra, para hacer del “hacer la guerra contra…” un principio de democracia.
Siguiendo con el recorrido, Aristóteles denominó logos al estudios de las voces de significación compleja (335-322 a.C./1995, 41). En los Tópicos, el estagirita expresó que una definición (ὸρισμός, horismós) es un enunciado que significa qué es ser con el fin de declarar la esencia del mismo (Ibíd., 95-96)[2]. En los Analíticos Segundos expresó, de igual manera, que una definición es una tesis que,
“… o bien es un principio de la demostración, o bien una demostración que difiere por la posición <de los términos>, o bien la conclusión de una demostración… y sólo hay que entenderla” (Ibíd.).

En la Metafísica la definición es efecto de la unidad de un enunciado, es decir, es la razón resultante de las diferencias. Está basado en su forma y en la diferencia de sus partes componentes (Aristóteles, 352)[3]. Para el estagirita, una definición puede ser clara u oscura. La claridad y la oscuridad dependen, en primer lugar, de la falta de elegancia demostrativa y, en segundo lugar, de la falta de rigor para capturar su esencia y lo que la hace evidente para obtener certeza. Esto es más notorio en los casos de las definiciones retóricas o poéticas y en el caso de la metáfora (Zagal, 2002:52). La importancia de esta categorización obedece a que si bien, una definición retórica o poética puede ser considerada como clara, en el caso de una metáfora ello resulta dificultoso por lo que Aristóteles afirmó que no era conveniente su uso desde el punto de vista ontológico debido a que no era explicativa (Op. Cit., 475)[4]. La obscuridad puede provenir, según Zagal, (2002:55-57), en primer lugar, por el intento de hacer semejante por homonimia una expresión definitoria como han tratado de hacer HyN con su concepto de guerra contra la guerra cuando asocian al Estado como estado de guerra. En segundo lugar, cuando no es evidente la definición de lo contrario a partir de lo enunciado.
La falta de rigor puede provenir de la equivocidad y de la redundancia. La equivocidad se debe a que las partes de la definición no son adecuadas para unir significante y significado y la redundancia se produce cuando se añaden más elementos de lo estrictamente indispensable que hace oscura la esencia de lo que se pretende significar, en nuestro caso, cuando se entiende que la guerra contra la guerra es la guerra contra el Estado sin indicar que en la democracia que pretenden alcanzar la guerra va a seguir siendo un fenómeno de nuestra condición humana. Como se sabe, en el siglo XX Unamuno y Friedrich usaron la expresión antes mencionada para tratar de proscribir la guerra realizada entre Estados de acuerdo a lo que la práctica había producido desde el Tratado de Paz de Westfalia, pero como HyN hacen analógicas las expresiones guerra y Estado, a partir de la exegesis de la obra de Deleuze y Guattari (DyG), se evidencia que ambos autores hacen intencionalmente un giro lingüístico en el uso de la citada expresión que hace necesario prestar atención al aspecto retórico por la carga política que contiene.
Después de Aristóteles, la definición de retórica cambió con la escuela megárico-estoica. Para esta escuela, la definición de retórica provenía, de acuerdo a Bochenski, del logos filosófico constituido por una triple partición donde sus componentes estaban íntimamente relacionados: una parte era física (relativa al alma), la otra era ética y la última era lógica (1985:118). La lógica consecuentemente estuvo dividida en Retórica y Dialéctica. Para los estoicos, el objeto principal de la lógica era lo dicho, lekta (λεκτά), que constituía la cosa significada. Lekton (λεκτόυ), era entendido como una representación mental. El lekton era, en términos del filósofo polaco, lo que equivaldría al concepto objetivo escolástico (Ibíd.:120)[5]. Así pues, un concepto plenamente desarrollado era un horismós y este es a su vez dos cosas: en primer lugar, la forma en que se manifiesta la actividad pensante y, en segundo lugar, la esencia que poseemos cuando llegamos a poseer algo (Glockner, 1965:27).
Con la modernidad, Descartes expresó que el concepto es producto de una concepción clara y distinta generada por un sujeto que determina los límites, el alcance y el criterio de verdad y falsedad del acto de conocer dado que “… lo verdadero es alguna cosa” (1641/2004:89). Siguiendo este criterio, Spinoza expresó que el concepto expresa “una acción del alma” (1677/1980:67) y “que la verdadera definición de cada cosa no implica ni expresa nada más que la naturaleza de la cosa definida” por lo que debe notar en ella que la causa “en cuya virtud existe” está contenida en la misma naturaleza y en su definición (Ibíd.:33-34).
El concepto de concepto se modificó gracias a Kant cuando en la lógica trascendental este se transformó en una teoría del conocimiento, es decir, cuando se buscó establecer una estructura formal del saber acerca de un contenido, tratando de garantizar con ello la objetividad de un objeto de conocimiento en el seno de la subjetividad (Glockner, 1965:32)[6]. Este saber formal estaba relacionado con el juicio entendido éste como un puente entre el concepto y lo que realmente era concebido (Composition, Zusammensetzung) o comprendido (begreifen), es decir, el fenómeno[7]. Al estar el fenómeno determinado espacial y temporalmente, este fue visualizado en una posición anterior a todo concepto, por lo que el concepto en sí poseía además de su propio contenido un elemento fenoménico (Ibíd.:35-36). Como se puede observar, con Kant, el concepto (Begriff) adquirió una nueva dimensión gracias a la introducción del concepto de juicio (Urtheilskraft) debido a que el juicio, en sí es la facultad de subsumir bajo reglas o de distinguir si una cosa está o no bajo una regla dada (1781/1993:133). Según Glockner, a la manera kantiana podría ser definido conceptualmente el juicio como “un elemento esencial de todo juicio, sin el cual ningún juicio es posible” (1965:41), permitiéndose con ello ir más allá de lo formal. Este ir más allá trajo como consecuencia que la filosofía saliera del marco teórico especial de una doctrina de las ciencias generando las condiciones de posibilidad de examinar aspectos de naturaleza metafísica del concepto en sí desde una perspectiva intencional como a continuación examinaremos.
Desde esta perspectiva de cambio es que se enmarca el pensamiento de Hegel. Este filósofo alemán definió el concepto (Definition)[8] como un objeto de conocimiento revestido primeramente de la forma de la noción determinada (Begriff), de tal modo que se pudiese poner su género (Gattung) y su determinabilidad general por intermedio de un proceso de externalización (Äußerlichkeiten) de la noción de aquellos elementos necesarios para su existencia y de abstraer (abstrahirt) lo que permitiría su determinación (1841/1973:360). Este proceso, que se constituyó a partir del movimiento de un Ser hacia un devenir que se produce “dentro de un conceptualismo puramente apriorístico que facilita el paso del concepto, como preformativo, a la idea cumplida” (Glockner, 1965:76), permitió considerar al concepto desde una perspectiva intencional[9]. Este devenir, consecuentemente, ha sido considerado como “la identidad del Ser y del no-Ser, y el proceso que lleva de la nada hacía algo” (Ibíd.:84). Este carácter intencional del concepto es conveniente tenerlo en cuenta, debido a que DyG también le dan al concepto un carácter intencional, siguiendo la estela dejada por Hegel y posteriormente por Peirce, Husserl y Heidegger[10] (y si se quiere también Wittgenstein[11]), con la diferencia que adoptaron la idea de que éste posee un devenir y está dirigido a un acontecimiento por venir (1991/2007:17).
A este punto, es conveniente destacar que el concepto hardtnegriano de guerra contra la guerra a pesar de expresar en sí mismo un acto del pensamiento, tiene dos aspectos que deben ser tomados en consideración: en primer lugar, el giro lingüístico hecho por HyN pareciera hacer oscura la representación mental por la homonimia estado de guerra y Estado, trayendo como consecuencia que la esencia de la expresión tenga algo más que es de difícil aprehensión que hace necesario su examen para una mayor comprensión y, en segundo lugar, a pesar de la fuerte presencia del pensamiento de Spinoza en la obra de estos autores, no siguen la idea que este autor tuvo sobre el mismo. Vamos ahora a abrir a la comprensión el pensamiento de DyG y sus ideas acerca del concepto, por ser fundamental en la obra de HyN.
DyG expresaron que la filosofía procede por frases y filosofar es producir conceptos. Este aspecto es importante tenerlo en cuenta debido a que la expresión guerra contra la guerra es un concepto desarrollado por HyN que, como ya hemos indicado, posee una historia (devenir) que, en el siglo XX se inicia con Unamuno  hasta que DyG le da una orientación que apunta hacia el porvenir (1991/2007:206)[12]. También posee un horizonte a donde va dirigido, es decir, un mundo posible materializado, en nuestro caso, en una democracia absoluta de inspiración spinozista.
Como este horizonte “est le contour, la configuration, la constellation d’un événement à venir” (1991/2007:36), el problema que se plantearon HyN fue el de desarrollar un concepto que permitiera alcanzar ese mundo posible. Pero, el concepto guerra contra la guerra, como ya hemos señalado, es expresión de un proceso que contiene en sí mismo el acto de luchar, el objeto contra el que se lucha o se va a luchar, el Estado y los seres llamados a ejecutarla, es decir, las singularidades que conforman la multitud. No obstante, no se puede visualizar en el concepto el futuro por venir, debido a que en una primera instancia se entiende que el fin último es acabar con las guerras, como ya hemos indicado, pero en Multitud aclaran que lo que persiguen es limitar su alcance dentro de un contexto democrático spinoziano, por lo que el evento por venir caracterizado por contener en su seno el futuro a alcanzar no es visible desde su propia enunciación. Este hecho hace necesario examinar este concepto en tanto que concepto para constatar, de acuerdo con DyG, si éste se avala por la naturaleza de los eventos que convoca o nos hace capaces de decantar (dégager) en conceptos la naturaleza de esos eventos porvenir (Ibíd., 37). En este orden de ideas, DyG han afirmado que un concepto es autoreferencial y posee dos características que deben ser tenidas en consideración: en primer lugar, remite a un problema, en nuestro caso la guerra y, en segundo lugar, está compuesto por tres elementos heterogéneos inseparables que le dan su consistencia, a saber: mundo posible (en este caso, un mundo sin guerra o una democracia que la limite), rostro existente (visage existant) o acontecimiento (en nuestro caso “hacer la guerra contra…”) y lenguaje real (langage réel ou parole) que nos indica la forma en que el concepto es expresado como un  todo comprensible (Ibíd.:23). Esta consistencia es, según ambos autores, interna y externa y está relacionada a un “plano de inmanencia” entendido este como el plano donde se erigen los conceptos. Además, tiene como guía a unos “personajes conceptuales” que operan los movimientos que describen el “plano de inmanencia” de HyN y han permitido que estos desarrollen el concepto de guerra contra la guerra que nos aproxima al objeto de estudio. Sobre estos dos últimos aspectos, es decir, los “personajes conceptuales” y el “plano de inmanencia”, DyG expresaron que
 “Le concept est bien une solution, mais le problème auquel il réspond reside dans ses conditions de consistance intensionnelle,... Si le concept est une solution, les conditions du problème philosophique sont sur le plan d’immanence qu’il suppose (à quel mouvement infini renvoie-t-il dans l’image de la pensé?) et les inconnues du problème sont dans les personnages conceptuels qu’il mobilise (quel personnage précisément?)” (Ibíd.:78).

Por último poseen un espacio físico, psicológico y social que DyG denominan “geo-filosófico”. Esta “geo-filosofía” es definida como el grado de vecindad que conecta los componentes de un concepto en un territorio, otorgándole un fundamento uniforme sin niveles y una ordenación sin jerarquía (Ibíd.:107). Un territorio es una construcción social, es decir, un nomos que se estructura en un espacio que ambos lo definen dividiéndolo en liso y estriado. Un espacio liso es vectorial, proyectivo y topológico sin conductos ni canales y el espacio estriado es métrico, es decir, delimitado (2008:368).
Pensar consiste, según DyG, en extender un “plano de inmanencia” que absorbe la tierra entendida como construcción social mediante un proceso de reunión y división proyectándola sobre un devenir establecido (1991/2005:106). En nuestro caso la relación tierra y territorio se evidencia, en primer lugar, en la tensión entre la historia y un devenir que la considera como el estudio del conjunto de condiciones por medio de las cuales nos desviamos para crear algo nuevo (Ibíd.) y, en segundo lugar, entre el Ser y el ente, es decir, en cómo definir y separar en conceptos dos entidades determinadas. En HyN esta tensión, desde el punto de vista conceptual, se observa en el concepto de multitud, es decir, entre el Ser entendido como una singularidad que va a actuar políticamente en común con un conjunto de singularidades que como un todo va a generar un efecto político. 
Al seguir los postulados filosóficos de DyG, HyN han producido, dentro del marco de la propuesta de instaurar una democracia de talante spinozista de alcance global, un concepto de guerra contra la guerra orientado a un futuro por venir..
Así pues, el concepto de guerra contra la guerra sería producto de una intuición en lo que concierne a la guerra como un estado donde los actos son permanentes y una intención que se expresa en hacer “la guerra contra…” siguiendo al efecto, en primer lugar, la lógica spinoziana consistente en incluir en dicho concepto la causa y el efecto de tal manera que la unidad del objeto no sea fragmentada y, en segundo lugar, otorgándole una carga intencional orientada al futuro de acuerdo con DyG. Por este motivo nos propusimos determinar la consistencia de este concepto desde la perspectiva fenomenológica, epistemológica y ontológica con el fin de determinar el logos de la guerra contra la guerra para ambos autores.
Como hemos visto, desde un enfoque fenomenológico, el concepto hardtnegriano esta nueva manera de hacer la guerra presenta dos inconvenientes, por una parte, ocurrieron cambios de circunstancias que lo hicieron inaplicable y, por la otra, de saber quiénes serían los llamados a emprenderla.
El primer inconveniente nos llevó a una epistemología de la guerra contra la guerra, que supone la aplicación de un criterio de razonabilidad que intenta suplantar el miedo por una temor basado en el cálculo de riesgo que depende, en primer lugar, de una fe que compensa la falta de información y, en segundo lugar, de la confianza en que se va poder alcanzar el objetivo político. Esta suposición limita la capacidad de producir ideas adecuadas creando las condiciones de posibilidad de generar, por una parte, un resultado inesperado o indeseado y, por la otra, que un ser actúe de acuerdo con un cálculo de riesgo en función a la información existente limitando la acción política. Desde la perspectiva de la multitud, de igual forma, se evidencia que lo que motiva la acción es una mezcla fluctuante de ideas adecuadas y no adecuadas producidas por alegrías y tristezas en un lugar y momento determinado y, en este contexto, no tiene sentido otorgarle a una tristeza la capacidad de producir una idea adecuada. Este hecho le resta consistencia a la propuesta hardtnegriana debido a que la acción política va a generar más incertidumbre que la que existía antes de dicha acción. Con respecto al segundo aspecto que nos conduce al Ser de la guerra contra la guerra, hemos encontrado que este es inexistente y su generación podría constituir una minoría que podría generar las mismas condiciones por las cuales se haría la guerra contra la guerra debido a que en tanto que minoría, podría establecer un orden similar al que se ha pretendido deponer.
Teniendo presente lo antes indicado, ambos autores no pudieron dar consistencia al concepto de guerra contra la guerra por lo que éste desde el plano intuitivo se presenta como una reflexión acerca de las condiciones de posibilidad de ocurrencia de un evento de esa naturaleza.
Teniendo presente lo antes indicado, el concepto hardtnegriano de guerra contra la guerra, no es oscuro, ni ha tendido a desvanecerse desde su elaboración. Tampoco ha perdido los componentes que le han dado forma, pero requiere, para que obtenga consistencia, que sea sumergido en un medio caracterizado no por la relación Ser y Estado, sino en un medio que abarque todas las relaciones presentes en el mundo de hoy desde la perspectiva de los antagonismos existentes entre seres singulares, grupos y Estados, de modo que sea posible pensar un nuevo orden y no reproducir los mismos males que han aquejado a la humanidad desde los orígenes de los tiempos. La inmersión a la que se hace alusión obedece a que en la actualidad se está usando el lenguaje para imponer una realidad a pesar de que esta realidad nos está desbordando.

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[1] Concepto es una expresión que proviene del latín ‘conceptus’, ‘concipio’ que denotaba recibir, coger, absorber, contraer, concebir y expresar. En el Diccionario de Autoridades, entre otras acepciones denota “la idea o imagen que forma el entendimiento” a partir de un principio de proporcionalidad debido a que “en él fe atiende à la correfpondencia que hacen los extremos cognofcibles entre sí” y, también, “se suele tomar por el feto” desde la perspectiva de la concepción entendida esta como principio de formación. De acuerdo con la Real Academia Española denota, entre otras, idea que concibe o forma el entendimiento, pensamiento expresado con palabras, sentencia, agudeza dicho ingenioso y feto.
[2] Ver también: Bochenski (1985:64). Según este filósofo, la definición se deriva de la expresión hóroi que significa límite, por lo que definición en sí es una determinación o delimitación (Ibíd.:56).
[3] De igual forma agrega que el concepto (νόημα) es “uno, no sólo en lo concerniente a las ousias (οuσία), sino también a otras cosas” (Aristóteles, 143). Ver también: Bravo (2002:268).
[4] Ver también: Zagal (2002:53). Este autor agregó, siguiendo a Aristóteles, que una metáfora es la asignación “de un nombre poco usual o contrapuesto a lo común o desde el género a la especie o desde la especie al género, o desde una especie a otra especie, o por analogía” (Ibíd.:62). La analogía era entendida a partir de la igualdad de razones, específicamente es una transposición de nombres basada en una relación de relaciones (Ibíd.:65). Este aspecto es conveniente tenerlo en cuenta, en lo concerniente al concepto de semejanza que Foucault asoció a la episteme europea prevaleciente hasta el siglo XVII.
[5] A este punto es conveniente indicar que los estoicos siguieron las descripciones realizadas por Porfirio que permitieron “incorporar la lógica aristotélica al neoplatonismo especialmente la doctrina de las categorías del ser interpretada en los términos de las entidades”. La consecuencia de este hecho fue que los conceptos se comenzaron a subordinar partiendo de los más generales a los más simples dando inicio a lo que se conoció como nominalismo (Abbagnano, 1994:220 y 339).
[6] En su lógica trascendental, Kant expresó que pensar es el conocimiento por conceptos, pero los conceptos se refieren, como predicados de juicios posibles, a cualquier representación de un objeto todavía indeterminado (1781/1993:90). Por otra parte, el filósofo alemán agregó que la lógica trascendental encuentra ante sí el múltiple de la sensibilidad a priori, que la estética trascendental lo presenta para dar una materia a los conceptos puros del intelecto, por lo que esta multiplicidad debe ser penetrada, recogida y unificada para obtener un conocimiento mediante un acto que él denominó síntesis (Ibíd.:94).
[7] Ver al respecto: Kant, (1795/2000:235).
[8] También puede traducirse como “término”.
[9] “Hegel a défini puissamment le concept, parce qu’elles constituent le côté sous lequel le concept est créé par et dans la conscience, á travers la succession des esprits, tandis que les moments dressent l’autre côté suivant lequel le concept se pose lui-même et réunit les esprits dans l’absolu du Soi. Hegel montrait ainsi que le concept n’a rien á voir avec une idée générale ou abstraite, pas plus qu’avec une Sagesse incréée qui ne dépendrait pas de la philosophie même” (Hegel definió poderosamente el concepto por las figuras de su creación y los Momentos de su autoposición: las figuras se tornan en pertenencias del concepto, porque constituyen el lado sobre el cual el concepto es creado por y en la consciencia, por medio de una sucesión de espíritus, en cuanto los momentos erigen el otro lado, por el cual el concepto se pone a sí mismo y reúne los espíritus en lo absoluto de sí. Hegel mostraba así que el concepto nada tiene que ver con una idea general o abstracta, ni tampoco con una sabiduría no creada, que no dependería de la propia filosofía). Ver también: DyG (1991/2007:17).
[10] Peirce (1931/1994) estableció, gracias a lo que denominó abducción, las condiciones de posibilidad para generar hipótesis explicativa que permiten inventar una teoría que las explique, porque facilita la introducción de nuevas ideas en el proceso de adquisición de nuevos conocimientos (Ver también: Gil, 2014 y Espejo, 2008). Husserl, por su parte, expresó que  “se puede tomar la definición en el sentido de que no sólo un contenido parcial sea puesto en relación con un todo más amplio, sino en general un contenido con otro contenido, aunque los dos sean disyuntos” de igual forma, llama conceptos “a tanto los objetos universales como a las representaciones universales (significaciones universales) o más exactamente las representaciones directas de objetos universales” por lo que significación quiere decir también concepto  (I, 1901/2006:382). En relación con Heidegger, él expresó con respecto al Begriff des Logos que este “ist φωνή und zwar φωνή μετά φαντασίας” (1927/1967:33)  (“el λóγoς es φωνή y además φωνή μετά φαντασίας”) y agregó que su función “im schlichten Sehenlassen von etwas liegt, im Vernehmenlassen des Seienden, kann λóγos Vernunft bedeuten” (consiste en el simple permitir ver algo, en el permitir percibir los entes, puede el λóγoς significar también “percepción racional” y “razón”). De ahí que fenomenología puede formularse en griego como λéγeιν τά φαινόμενα” (1927/ 1993:43-44).
[11] Para Wittgenstein un concepto (Begriff) es a su vez un significado que forma parte de una familia de significados (familie von Bedeutungen) y una regla que expresa un límite no trazado que indica un juego de lenguaje (sprachspielen) (2004:69-75)
[12] “Vouloir la guerre contre les guerres à venir et passées, l’agonie contre toutes les cicatrices, ou nom du devenir et non pas de l’eternel: c’est en ce seus seulement que le concept rassemble” (1991/2007:151).

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