Venezuela como Estado ha sido destruida política,
moralmente y metafísicamente. Este hecho ha sido realizado por unos criminales
cuyos delitos comenzaron a ser cometidos mucho antes del año 1998 y la
expresión más cruda de esta situación ha sido la disminución deliberada de la
potencia de trascender a sí mismo de cada venezolano obligándolos por millones,
en consecuencia, a buscar destino en otros países. Existen muchos culpables,
pero la paradoja es que muchos de los que ayudaron a destruir el país antes y
después del año 1998 han pretendido exhibirse como ‘arrepentidos’ y como ‘salvadores’, por lo que
la culpa y el arrepentimiento en sí plantean diferentes niveles de presentación
como lo observaron Karl Jaspers y Hajime Tanabe. Karl Jaspers, al efecto,
realizó un seminario que denominó El
problema de la Culpa. Sobre la responsabilidad política de Alemania[1]
en el invierno del año 1945-46 cuando ese país se encontraba destruido,
derrotado y ocupado. Su problema fue la reconstrucción, es decir, la necesidad
de que los alemanes encontrasen juntos un camino de lo espiritual, esto es, un
nuevo camino para la trascendencia. Para ello diferenció cuatro tipos de culpa
en la Alemania que la condujo al desastre: la culpa criminal, la culpa
política, la culpa moral y la culpa metafísica. Por su parte, Hajime Tanabe
desarrolló una filosofía del
arrepentimiento como un modo de romper libremente con un compromiso
realizado en el pasado por sentir pesar por haber hecho un daño directo o
indirecto o haber dejado de hacer algo para evitar la consecución de un daño. Esa
reflexión la denominó Filosofía como
Metanoética[2].
Como se puede observar, en condiciones diferentes, es
decir, Jaspers fue un individuo que huyó de Alemania con el auge del
nacionalsocialismo y Tanabe fue un pensador que vivió el militarismo en Japón y
a pesar de seguir el nacionalismo ideológico reinante trató de poner frenos
para evitar el hundimiento como al final ocurrió. Su reconocida y manifiesta
incapacidad lo llevó al arrepentimiento. Ambos a fin de cuentas tuvieron un
mismo fin: la reconstrucción de sus sociedades. Hay que aclarar aquí que si
bien entendemos que hay una distancia muy grande entre Alemania, Japón y
Venezuela, creemos que las causas que brotaron de sistemas totalitarios
(pasiones que generan tristeza como, el odio, el temor, el resentimiento, la
envidia, etc.)[3],
y las consecuencias: la nihilidad vista como la destrucción de aquello que da
la potencia para trascender, la huida, la destrucción y la muerte son las
mismas en todos los casos. Ahora, esperemos tener la misma entereza que los
alemanes y los japoneses para seguir ese camino de la reconstrucción.
Veamos en qué consistieron estos cuatro tipos de culpas y
después cómo pudieran pensarse estas en Venezuela teniendo como horizonte un
período que vamos a anclar en el año 1945 hasta el presente y cómo podría
pensarse un arrepentimiento. Mi objetivo final es mostrar y explicar uno de los
nudos gordianos de la crisis en Venezuela para poder empezar nuevamente.
Los
tipos de culpa según Jaspers.
Antes de hacer mención a las culpas es conveniente tener
presente que tanto Jaspers como Tanabe reflexionaron sobre un contexto
determinado por el surgimiento de un nuevo orden surgido de Yalta y Potsdam.
Esta aclaratoria nos parece pertinente si se considera que el orden anterior establecido
en Versalles había desaparecido dentro del marco de la guerra civil española,
la guerra de Etiopía y la guerra en China, por lo que en una situación donde
hay un orden fenecido, la guerra, dentro de un estado de naturaleza, es el
medio para la solución de controversias. Eso lo supieron las potencias que
impusieron el Tratado de Versalles en 1919 y estaban conscientes de ello cuando
se produjo la anexión de Austria y la famosa conferencia de München donde se
decidió el destino de Checoslovaquia. Con ello quiero decir, que la culpa
alemana o japonesa, para generalizar, no se circunscribe a los alemanes o
japoneses (inclusive italianos), para nosotros abarca a toda la comunidad internacional
en su conjunto y más aun a los que impusieron el citado orden. En la actualidad
aunque el orden de las Naciones Unidas impuesto en 1945 sigue vigente hay una
conciencia mundial de que debe ser actualizado. Esto significa que por todas
las grietas que posee está un flujo de destrucción a la vista de todos y las
actitudes de los garantes del orden son similares a las asumidas por los
conductores políticos entre 1933 y 1938. Nosotros los venezolanos sabemos las
consecuencias. Así pues, estaremos hablando de la culpa de la comunidad
internacional y de los venezolanos. Veamos ahora las culpas según Jaspers:
La culpa criminal
donde los crímenes “consisten en acciones demostrables objetivamente que
infringen leyes inequívocas” (1998:53) y ante una instancia en un proceso
formal se establece fielmente los hechos y se aplican las leyes
correspondientes. Desde el punto de vista nacional e internacional en relación
con el caso venezolano existen instancias en ambos niveles que han logrado y
están en proceso de establecer “fielmente hechos” para aplicar las leyes
correspondientes. No sabemos si a nivel nacional sea posible dicha aplicación en
el futuro dado el grado de destrucción existente. De igual forma, la culpa
criminal de alcance internacional (Tratado de Roma), a pesar de los procesos de
Nürnberg y de Tokio, es una institución relativamente nueva y esa situación y
los resultados que han tenido hasta ahora indican que su eficacia está en
discusión con el agravante de que las grietas antes indicadas en la estructura
del orden imperante hace fluir una materia relativizante que corrompe y
descompone.
La culpa política se refiere a las acciones de los
conductores y ciudadanos de un Estado,
“por mor de las
cuales tengo que sufrir las consecuencias de las acciones de ese Estado, a cuya
autoridad estoy sujeto y a través de cuyo orden determino mi existencia
(responsabilidad política). Cada persona es corresponsable de cómo sea
gobernada. Instancia es la fuerza y la voluntad del vencedor, tanto en la
política interior como en la exterior. El éxito es decisivo. Una reducción de
la arbitrariedad y de la fuerza acontece por medio de la inteligencia política,
que piensa en ulteriores consecuencias, y mediante el reconocimiento de normas
que se acomodan bajo las denominaciones de derecho natural y derecho
internacional público” (Ibíd.).
Si nos hacemos las siguientes preguntas: cuándo un
conductor político debe promover o dirigir un cambio para reducir la
arbitrariedad y la fuerza y cuál es la legitimidad del cambio en sí, podemos
hablar a la vez del plano nacional e internacional. En el plano internacional
si un Estado promueve un cambio de orden, para mejorarlo o establecer uno nuevo
debe contar con apoyo interno y ese apoyo debe estar consustanciado con la
mejora de la comunidad. En el mundo de entreguerras no fue así porque el orden
de Versalles caducó por sus inconsistencias. En el mundo actual a pesar de las
mejoras en las sociedades, las estructuras políticas no se han adecuado a las
realidades sociales por lo que la fuerza y la arbitrariedad como instancia han
estado a la orden para que el sistema político se mantenga. Cuando ello no es
así, como ocurrió en Venezuela, se busca contener el daño a pesar de que la
metástasis se ha extendido a toda la comunidad internacional (eso fue lo que
pasó con Alemania en 1919). Eso es lo que están haciendo los Estados afectados
por la crisis en Venezuela y eso es lo que están haciendo los que se suponen
deben oponerse a ello dentro del propio país. Aquí entramos en el campo moral.
La culpa moral,
según Jaspers, tiene que ver con las derivadas de las acciones políticas o
militares como individuo que ameritan una responsabilidad moral. Todas estas
acciones se encuentran sometidas al enjuiciamiento moral y la instancia es la
propia conciencia “así como la comunicación con el amigo y el allegado, con el
que me quiere y está interesado en mi alma” (Ibíd.). El problema aquí en el
plano internacional tiene que ver con una relación instrumental de la política
cuando el baremo es la relación medios-fines. Si nos limitamos al caso
iberoamericano y americano, en general, es indiscutible que su actitud ha sido
la de mitigar los males de los venezolanos indiferentemente del papel que
jugaron en la generación del problema. Pero hasta qué punto esos países son
capaces de contener un problema cuando tienen pleno conocimiento de la causa y
están sufriendo sus efectos. Pongamos un ejemplo: En un país ‘J’ se podrá
decir, hemos recibido X número de venezolanos a pesar de nuestros problemas con
las más amplias garantías por lo que porcentualmente podemos tener la
conciencia tranquila, pero el tema moral es que en términos humanitarios el
crimen contra un individuo tiene el mismo alcance que el crimen contra un
millón. En Venezuela esa situación es más grave. Los que dicen ser de oposición
proponen las mismas medidas que aplicó la tiranía, por lo que el término
‘humanitario’ dentro del país se ha relativizado. La relativización no sólo es
el flujo que sale por las grietas que corrompe todo, la relativización es el
flujo que ha corroído la estructura. Esto nos coloca en el plano metafísico. En
la culpa metafísica
“hay una solidaridad
entre hombres como tales que hace a cada uno responsable de todo el agravio y
de toda la injusticia del mundo, especialmente de los crímenes que suceden en
su presencia o con su conocimiento. Si no hago lo que puedo para impedirlos,
soy también culpable... Que siga yo viviendo una vez que han sucedido tales
cosas es algo que me agrava con la culpa imborrable. Cuando la suerte no nos
ahorra esa situación, llegamos como hombres al límite en el que tenemos que
elegir: o arriesgar la vida sin condiciones, inútilmente, puesto que no hay
perspectiva de éxito o, habiendo alguna posibilidad de éxito, preferir
conservar la vida. Lo que constituye la sustancia de su ser es que en algún
lugar entre los hombres vale de modo incondicional que o bien sólo puedan vivir
juntos o que no puedan hacerlo de ningún modo en el caso de que se cometa un crimen
contra uno u otro o en el caso de que se trate de compartir condiciones físicas
de vida. Pero que esto no dependa ni de la solidaridad entre todos los hombres,
ni entre los ciudadanos, ni siquiera entre los grupos más pequeños, sino que
quede restringido a los lazos humanos más estrechos, hace que esa culpa se
extienda a todos nosotros. Entonces, sólo Dios es instancia” (Ibíd.:54)
Llegar a la
instancia de Dios es pasar conscientemente por el camino de la nihilidad. Esa
fue la misma denuncia realizada por Nietzsche, Tanabe, Heidegger y Nishitani. La
nihilidad entendida como el acaecimiento de una parálisis que se expresa en un
no-ser, una ausencia de valores y convicciones verdaderas que evite seguir un
camino de trascendencia. Lo contrario es la banalización del mal hecha por
individuos no pensantes, sin voluntad y sin juicio como nos lo dijo Hannah
Arendt[4]. Lo grave
es que dentro del espacio de la nihilidad hay muchos caminos y muchos finales
de camino que no conducen a la trascendencia. El mundo ha sido así y la
imposición de caminos ha conducido a guerras santas, exterminios y actualmente
a guerras contra el terrorismo. Esta variedad es lo que ha generado una
tendencia a taponear las culpas en una cripta que se ha manifestado en
paralisis para actuar y ha hecho que todos, vamos a decir, nos refugiemos en la
comodidad de una creencia religiosa o una ideología que a pesar de ser absoluta
se maneja con un criterio instrumental de medios y fines. Esta instrumentalidad
que conduce al vacío puede ser entendida como “un modo de ser en
que el hombre utiliza las leyes de la naturaleza como si se encontrara
totalmente fuera de ellas”[5]. Esto es lo que Jaspers, Tanabe
y Nishitani invitan a superar a través de cualquier tradición
religiosa o sistema filosófico pero mediante la confrontación con la nihilidad
misma colocando las respuestas religiosas o filosóficas frente a ese sinsentido
para poder rechazarlas y superarlas.
Hay otro tipo de culpa que se puede ubicar dentro de esta
culpa metafísica que se produce cuando se hace al ser humano superfluo,
prescindible, agregaremos, reducido a votar cuando los llaman (u obligan) y que
Hannah Arendt describió como el mal radical. La banalización del mal que es el
camino del mal radical en Venezuela que ha seguido la conducción política de
lado y lado es lo que ha producido la diáspora porque el objetivo siempre ha
sido la renta y el medio lo constituyen los venezolanos y el sistema instaurado[6]. Ello explica que todo se
haya reducido a un ‘clap’ y que se haya relativizado la verdadera realidad del
país y que esta reducción y relativización promovida incluso por la mal llamada
conducción de la ‘oposición’ haya sido usada como un justificativo a escala
internacional para no hacer lo que hay que hacer.
Quiénes pueden juzgar estas culpas. En principio los que
imponen o establecen el orden. El problema se presenta cuando el que impone el
orden comete el crimen o duda en juzgar y aplicar la ley. Este segundo aspecto
considero que es el más grave porque cubre con un velo de dudas la legitimidad
del orden. Eso es lo que ha ocurrido en la comunidad internacional y en
Venezuela.
Las
culpas en Venezuela
A la sociedad venezolana, en
general, no se le puede imputar ninguna de las culpas antes aludidas debido a
que la única participación política, antes del año 2002, ha sido el voto en
elecciones en ambientes controlados. Después de esa fecha la sociedad se ha
percatado de manera más contundente que ha sido medio para fines de una minoría.
Y cuando esta minoría no ha podido asegurar sus fines ha apelado a la violación
de sus propias normas y ahí ha comenzado la cadena, el ritornello.
Nosotros hemos vivido una
cadena de crímenes que se iniciaron el 18 de octubre del año 1945, de acuerdo
con la cosmovisión betancourtista imperante, pero podemos ir más atrás. Estos crímenes
continuaron en el año 1948, 1952, el pacto de punto fijo, 1992, 1993, 1998,
2002, 2004, 2008, 2012-2019. En todos los casos prevaleció la justificación de
que la sociedad venezolana no estaba preparada. Esa justificación es lo que ha permitido
otras justificaciones políticas, morales y metafísicas y sus consecuencias se
han traducido en una acumulación que se expresa en un eterno ritornello que se ha traducido en
relativización y banalización de los males que hemos padecido. Hoy día, los
venezolanos después de haber combatido en 2002, 2004, 2014, 2016-2019 resulta
que son culpables por no seguir a sus ‘dirigentes’… que ironía, la diáspora
venezolana ocurre porque los venezolanos somos malos ‘súbditos’.
Desde la perspectiva de la culpa criminal el principal elemento a
tener presente es que, con la excepción de 1945, todos los que impusieron el
orden lo han violado tanto en el plano humano, social, económico, político y
militar. Desde ahí, en cascada la violación amparada en la relativización ha generado
grietas que se fueron ensanchando desde mediados de los ochenta del siglo
pasado hasta que se fracturó la estructura a inicios del siglo XXI. Hoy en día,
la posibilidad de aplicar leyes está ensombrecida por la relativización y por
las ruinas estructurales existentes.
Todo el control de averías usado
para tapar las grietas ha estado compuesto por elementos salidos de las grietas
o con instrumentos no acordes con el grave problema a resolver. Lo más
espantoso ha sido la amnistía ofrecida en febrero del presente año 2019 que
acobijó a un grupo de individuos sospechosos de haber cometido crímenes de
diversa naturaleza. Por ello se puede afirmar que ha existido una conspiración
histórica que ha impedido que los venezolanos nos constituyamos en república y
esa conspiración ha surgido dentro del mismo territorio y se ha manifestado en
cada caso, por una parte, por los cambios convenientemente realizados entre lo
que es delito y lo que no es delito y, por la otra, porque se le ha ido
colocando a los venezolanos un techo que limita su capacidad para trascender a
sí mismo. Todo por intereses minoritarios con consecuencias políticas.
La culpa política se ha
producido cuando se le ha puesto un techo a la sociedad venezolana cuando esta ha
logrado superar sus propias limitaciones. El momento más alto de superación en
términos de conciencia se produjo entre la década de los setenta y ochenta del
siglo pasado. En términos políticos los momentos más altos se han dado
sucesivamente in crescendo en los
años 2002, 2007, 2014 y 2016-2019 y en todos estos casos la sociedad ha sido de
forma arbitraria contenida, traicionada, echada a un lado, reprimida etc., por aquellos
que se disputan el poder. Ello explica la diáspora. Cómo puede ayudar la
comunidad internacional cuando los dirigentes políticos que ‘conducen’ la
oposición quieren el poder dejando las cosas como están y banalizando el mal
que padecemos para mantener un sistema dañino. La respuesta es que los venezolanos
somos superfluos. El descaro ha sido tal que la comunidad internacional habla más
en nombre de los venezolanos.
La culpa moral se hizo
patente de dos maneras: la primera con el techo que se le puso a la sociedad
debido a que ha estado disminuyendo la posibilidad de definir en el plano
subjetivo qué es bueno y qué es malo. Es decir, cuando se les cerró a los
venezolanos la posibilidad de trascender y se le comenzó a ofrecer
políticamente un ‘clap’ como medio de subsistencia. O sea la maldad está en el
techo y la causa del mal está en quien puso el techo tanto en las acciones económicas,
sociales, políticas y militares. Dejar el techo y cambiar a quienes lo
controlan es mantener la misma responsabilidad moral por acción u omisión de
los daños que han estado padeciendo los venezolanos. Mitigar los males de los
venezolanos no es mitigar la culpa, corregir los errores cometidos antes del
año 1998 dejando el mismo sistema como pretexto para recuperar el poder
tampoco. El problema aquí al igual que en el plano internacional tiene que ver
con una relación instrumental de la política cuando el baremo es la relación
medios-fines. Si nos limitamos al caso iberoamericano y americano, en general,
es indiscutible que su actitud ha sido la de mitigar los males de los
venezolanos indiferentemente del papel que jugaron en la generación del
problema. Entonces, es ese mantener que se presenta como un ritornello pernicioso que está afectando
a toda la región.
La segunda tiene que ver con
la carencia de límites subjetivos de la conducción política cuando no había
límites objetivos dentro de un contexto de carencia generalizada. El desenfreno
que ha producido este hecho ha estado a la par de la exigencia de obediencia
ciega sin dar el ejemplo. Este ha sido el parte aguas entre la sociedad y el
Estado. Lo que ha posibilitado esta situación ha sido la estructura rentista
del orden y el ansia de mantenerla. Esto nos lleva a la culpa metafísica.
Los venezolanos que
conformamos los fractos de sociedad que aún persiste son solidarios y esta
solidaridad se ha mantenido en circunstancias límites. Ahora, ¿la conducción
política en general frente a los crímenes de todo orden cometidos bajo su
presencia o su conocimiento sin haber hecho algo para impedirlos tendrán
conciencia de culpa? ¿Podrán compartir condiciones normales de vida? ¿Tienen
alguna instancia divina a que recurrir? La respuesta histórica ha sido echarle la culpa a otro como medio para
tapar las propias grietas que muestran el vacío interior que expresa la
relativización y acomodación mezquina. Es una forma de nihilismo donde el que
lo padece trata de ocultarlo frente a terceros con una carcasa justificativa.
En ese caso no hay conciencia de necesidad ni necesidad de instancias divinas,
filosóficas o de cualquier naturaleza. Un individuo que en su interior no tenga
nada no tiene instancia divina ni filosófica a que recurrir. Es un humano sin
dignidad que pretende que el resto de los venezolanos sigan su estela. Esos
individuos son los únicos capaces de pretender vivir y compartir condiciones normales
de vida y dejar que el rio corra. Esa es la realidad que han vivido los
venezolanos desde 1945, pero ha sido más patente desde 2017 y en especial este
año que la asunción voluntaria de una posición política frente a la tiranía les
ha servido para creer que tienen impunidad para ‘continuar’ su vida desde la
perspectiva de aquellos que se acogieron en la supuesta ‘amnistía’.
Si volvemos a la metáfora
del techo nos encontramos que en la medida en que lo han bajado restándoles
posibilidad a los venezolanos de trascender y colocándolos ante un estado de
nihilidad, en esa medida han buscado dejarlos sin dignidad como una manera de
atenuar las culpas criminales, políticas y morales. La frase clave es: Todos
somos culpables, pero ¿todos somos culpables? En realidad los que argumentan
eso no poseen capacidad para el arrepentimiento por el vacío interior que
padecen.
La culpa criminal es la que
puede ayudar a develar las otras culpas, pero el país no está en capacidad para
hacer eso por sus propios medios. Más aún si se mantiene el mismo sistema
político.
El
arrepentimiento en Venezuela
El arrepentimiento en
Venezuela lo encontramos en un solo lado: el lado de muchos individuos que
formaron parte del régimen cuando los crímenes comenzaron a ser cometidos desde
el año 2002. Estos arrepentidos también se ubican en diferentes niveles: están
los que de alguna u otra manera fueron apartados y los que cayeron en desgracia
por alguna u otra causa. Es posible que hayan individuos que no se encuentren
en ninguno de estos casos y genuinamente se apartaron mientras ello fue posible
y tratan de expiar de alguna manera su culpabilidad asumida: la culpabilidad de
haber estado ahí dejándose llevar por la corriente. Pero en estos arrepentidos
están los que cometieron crímenes políticos en el año 1992 y son presuntos
criminales o tienen culpa moral, política y/o metafísica por lo que sucedió después.
Hay otros que sólo están en el plano moral y/o metafísico. Pero en todos estos
casos la pregunta que surge es qué refiere el arrepentimiento en cada caso. Para
esa respuesta hay que prepararse.
Hajime Tanabe trató con La
Filosofía como Metanoética, de convertir el arrepentimiento en un método
filosófico. Es decir, “trató de demostrar el núcleo irracional de todo
pensamiento filosófico, [en especial], aquel que critica la irracionalidad de
la existencia social” buscando con ello colocar a la razón al servicio de la
moral. Pero a nosotros nos interesa es mostrar el momento en que se produjo
este cambio que consideramos como un acontecimiento trascendental. Tanabe en la
fase final de la guerra se percató de que estaba saturado de sí mismo y ello lo
llevó a expresar unas palabras que serían usadas en el prólogo de la obra
citada, es decir,
“… Mi propia indecisión,…, me descalificaba como filósofo y como
profesor universitario. Pasaba mis días forcejeando con preguntas y dudas como
éstas, desde dentro y desde fuera, hasta que me encontré empujado a punto del
agotamiento, y en mi desesperación concluí que no me sentía capaz de
comprometerme en la labor sublime de la filosofía. En ese momento, ocurrió algo
asombroso. En medio de mi desasosiego renuncié y me rendí humildemente a mi
incapacidad. ¡De repente fui llevado a una compenetración nueva! Mi confesión
penitente me arrojó inesperadamente hacia atrás en la interioridad, lejos de
las cosas exteriores. No se trataba de enseñar y corregir a los otros bajo
estas condiciones, pues yo mismo no había podido hacer lo correcto. Lo único
que tuve que hacer en esta situación fue resignarme honestamente a mi
debilidad, examinar con humildad mi yo interior, e indagar en las profundidades
de mi impotencia y falta de libertad... No importa si es llamado «filosofía» o
no.... Lo que tenía importancia es que me enfrentaba en ese momento con una
tarea…, y que debía hacer lo mejor posible para proseguirla” (Tanabe,
2014:52-53)[7].
Este estado anímico de Tanabe signado
por una carencia, un vacío visto como nihilismo lo empujó a emprender un nuevo
camino siguiendo un nuevo ideal. Este ideal “fue la concreción de una comunidad existencial” fundamentada en
el arrepentimiento colectivo. Si consideramos, como dijimos, la responsabilidad
moral de este filósofo frente al proceso decisorio que se materializó en el
expansionismo japonés podemos ver un indicador que los arrepentidos, es decir,
los que se pueden arrepentir sin evadir otras culpas, pudieran seguir más allá
de otra aventura política. Aquí, este pensador japonés
desarrolló el concepto de autodespertar que entendió como un estado donde el yo
se despide de la introversión en sí mismo de un yo que sigue existiendo y lo
destruye, borrándose a sí mismo, proporcionando al juicio moral, una especie de
telos último que sigue la vía del arrepentimiento y la compasión. Siguiendo a
Jaspers podemos agregar la reparación y el esclarecimiento de la culpa como
formas de purificación. Esto constituye un derrotero a seguir para pensar en
una nueva espiritualidad. Volviendo a la reflexión de Jaspers, toda
transformación real comienza por los individuos, si muchos individuos podemos
hacer eso al mismo tiempo nos daremos cuenta que la purificación es el camino
para la libertad política. Estas ideas en realidad plantean un problema: hay
que aprender a arrepentirse y eso tiene que venir de cada uno.
Lo espeluznante ahora es que
entre los arrepentidos que han estado surgiendo no se encuentran ninguno de los
que llevaron al país a la situación de 1992, 1998 y así sucesivamente y hoy
pretenden erigirse como conductores y representantes de la oposición. Realmente
aquí está el nudo gordiano de la crisis en Venezuela. Y cuando me refiero a
aquellos individuos que antes de 1998 fueron culpables de alguna u otra manera
incluyo a sus herederos presentes en lo económico y político: los que se
dejaron llevar por el flujo de la relatividad y la corrupción. En la medida en
que podamos superar esta situación en esa medida es que podremos decir que
hemos reconstruido nuestra espiritualidad y abierto la posibilidad de trascender.
Corolario
Hemos visto una historia sintética de la culpa en Venezuela pero no de
la justicia ni de la expiación. Si miramos atrás, en primer lugar, una vez que
el mal se cernió sobre Alemania y Japón, un pequeño grupo de países no pudo
sólo y cuando se consolidó el mal en la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas un pequeño grupo de países no pudo sólo… habría que evitar que este
nuevo mal se siguiera esparciendo… porque su naturaleza es similar a la que
acabó con muchas civilizaciones en la historia de la humanidad.
[1] JASPERS, K. (1998). El problema de la Culpa. Sobre la
responsabilidad política de Alemania. Barcelona. (T. R. Gutiérrez).
Ediciones Paidós. 133 P.
[2] TANABE, H. (2014). Filosofía como Metanoética. Barcelona.
(T. R. Maldonado, A. Marquina, S. Espinoza y C. Pérez). Editorial Herder. 435 p
[3] Seguimos aquí a Benedicto de Spinoza,
3, VII-XLVIII en SPINOZA, B. (1677/2011). Tutte le Opere. Milano. (T. M.
Buslacchi, A. Dini, G.Durante, S. Follini y A. Sangiacomo). Editorial Bompiani.
2838 p.
[4] Ver al respecto: HOMO (NO)
SACER: LO QUE QUEDA DE AUSCHWITZ DESDE UNA RELECTURA ARENDTIANA en https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2018/12/homo-no-sacer-lo-que-queda-de-auschwitz.html
[5]Keiji Nishitani en HEISIG, J.
(2013). Filósofos de la Nada. Un Ensayo
sobre la Escuela de Kioto. Barcelona. Editorial Herder. 409 p.
[6] Ver al respecto: LA TIRANÍA EN
VENEZUELA Y EL MAL RADICAL: ANÁLISIS POLÍTICO DESDE LA PERSPECTIVA DE HANNAH
ARENDT en https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2017/07/la-tirania-en-venezuela-y-el-mal.html
[7] Ver también: HEISIG, J. (2013).
Hola a todos! Soy un estudiante indeciso y necesito su ayuda. Conseguí esta web https://titulofp.es/ porque deseo hacer un curso, entonces quisiera preguntarles si ¿Alguien ha tomado este curso antes? ¿Qué les pareció? Me gustaría conocer sus opiniones antes de tomar una decisión. Gracias por su tiempo
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