miércoles, 12 de agosto de 2020

SILVERIO CARRERO Y LOS ALZAMIENTOS ANTIGOMECISTAS 1920-1929

 

“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”

Ludwig Wittgenstein

 

En el año 1978 me presenté en casa de mis abuelos en Zorca Lagunillas (estado Táchira). Tenía varios años que no iba. La oportunidad anterior había ido con mi tío Encarnación. Esta vez llegue con el uniforme de cadete de segundo año de la Escuela Naval una vez que había participado en la conmemoración del día de la Armada en Maracaibo a bordo del transporte anfibio A.R.V. “Amazonas”. En ese momento era cadete de segundo año recién ascendido. Mi abuelo estaba en la entrada de la casa sentado en una silla recostada de la pared de forma inclinada en el momento de mi arribo. Para él produciría una gran impresión. Sobre todo el uniforme blanco. Después que me aloje me llamó para enseñarme dos cicatrices de heridas de balas sufridas en combate. Me dijo que después de esas heridas lo llamaron varias veces para ir a la guerra y para evitarla “se iba pal monte” mientras pasaba la recluta. Creo que eso fue en el año 1929. Después supimos que había sido sargento, por lo que no fue precisamente un recluta forzado propiamente, había seguido una carrera profesional en el mundo militar. Ello significa que el abuelo sirvió en el nuevo ejército nacional formado por Juan Vicente Gómez para acabar con las montoneras que habían asolado al país. De ahí pues la impresión por el color del uniforme. Después de él uno de sus hijos, Próspero seguiría su estela y mucho después, dos de sus nietos. Cuántos años prestó servicios en las fuerzas armadas. No sabemos. Probablemente unos cinco u ocho años. Lo que sí sabemos es que su uniforme estuvo cuidadosamente guardado en casa por muchos años después de su partida.

El tío Prospero también seguiría la carrera militar una vez que se ofreció para cumplir el servicio para asegurar que su hermano menor Silvino terminara sus estudios. Él llegaría a obtener el grado de Sargento Mayor y viviría en esa profesión los alzamientos militares de 1945 y 1948 sin verse obligado a participar en dichos eventos en alguno u otro bando. No así sus nietos cuya experiencia militar y política en los años 1992 y 2002 fue más notable. Pero esas son otras historias. A continuación una foto del tío Próspero con la abuela Rosa Méndez.


De la abuela Rosa también hay muy poca información disponible. Sólo que ese apellido es muy común entre Rubio, Capacho y Zorca y así como hubo muchos que siguieron a Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, otros lo adversaron.

Con respecto a la indumentaria hay que decir que a principios del siglo XX no había unidad de criterio en relación con los uniformes. La uniformidad en cuanto a la vestimenta se comenzaría a producir y a estandarizar a partir de la década de los veinte y treinta del siglo XX con material estadounidense excedente de la Primera Guerra Mundial. A continuación el primer uniforme que usaría el abuelo que explica por sí mismo la causa de su impresión:


Este uniforme era kaki y quizás por el uso continuado tendía a blanquearse. El equipamiento consistía de:

“… un fusil Máuser [tipo 71/84], 30 proyectiles, una bayoneta, una cartuchera, un correaje, un tahalíes, un vericues, un porta fusil, un tapa boca, dos gorras, tres cobijas, 2 a 3 vestuarios tipo kaky; un plato, una cuchara y una taza. También dotó al personal de tropa de un uniforme de faena, de color gris verdoso y alpargatas que más tarde serán sustituidas por las botas militares para mejorar la marcha del soldado en combate” [1].

 

La sencillez obedeció inicialmente a la relación inversamente proporcional de falta de presupuesto para equipamiento y número de reclutados para las campañas antisubversivas. Aquí habría que decir dos cosas: que entre 1899 y 1935 era muy difícil que no hubiesen militares en las familias andinas por necesidades de la guerra civil (stasis) y que hubo un empeño de Cipriano Castro inicialmente y después de Juan Vicente Gómez por crear un poderoso ejército nacional. La voluntariedad o no de sumarse a las filas estuvo dada por una dialéctica de la situación social: según Germán Guía Caripe, hubo una mejora paulatina de la “condición del soldado común en comparación con sus similares del siglo XIX” que se traducirá en mejora de la calidad de vida personal y profesional[2], pero junto con esta mejora también aumentaron las exigencias militares sobre todo si se considera el esfuerzo realizado por someter todos los alzamientos que se produjeron entre 1901 y 1929.

Juan Vicente Gómez tuvo una predilección por la infantería, la cual se constituyó en la principal fuerza de choque después del año 1903. El abuelo fue un infante. En relación con la tropa “según los Códigos Militares de 1923-1933, estaba conformada genéricamente por el soldado raso, el distinguido, los cabos (segundo y primero) y el ultimo de mayor rango de las tropa era el sargento (Segundo-Primero)”[3]. Así pues, por lo que sabemos nuestro abuelo fue sargento primero. Esto nos dice que hizo carrera en la fuerza armada. Por sus escritos debió de tener bajo su responsabilidad una centena de hombres, a partir de la inferencia de uno de sus escritos que se muestra a continuación:

“… soy aquel hombre sabio que hago cosas sin pensar, hago calditos de huevos para cien hombres almorzar; y también de racionar cien hombres con un chorizo, todo esto lo hago en un [provino que] bien lo están mirando la ciudad [desde] San Fernando la tumba de una helada y también de madrugada me almuerzo doscientas secas aunque mentira [pecan] que un cuero lo vuelvo llano hago como con la mano secar un rio al momento y la cuido…”

 

El abuelo nunca salió del estado Táchira. En este párrafo de difícil comprensión se debió referir al pico de montaña San Fernando ubicado al noreste de dicho estado entre Tovar y Coloncito en el período en que participó en la represión de la guerrilla.

Por otra parte, el juramento de fidelidad que debió haber realizado ante el jefe de Cuerpo, oficiales y clases al ingresar a la milicia fue el siguiente:

“Soldado! Prometéis a Dios y a la Patria, en presencia de la Bandera, defender las instituciones de la república hasta perder la vida y no manchar con delito de traición las armas que os confía?”[4]

 

La lealtad de los andinos, como se puede deducir, era fundamental para el sostenimiento de los andinos en el poder. Otros aspectos que destacó Guía Caripe que nos interesa mostrar, aunque ya hemos dicho algo, tiene que ver con las condiciones dinámicas con que el abuelo Silverio haría la vida militar considerando que vivió la reforma militar que conduciría a la conformación de las Fuerzas Armadas Nacionales[5]. En primer lugar, fue la promulgación de la Ley de Formación y Reemplazo de las Fuerzas de Tierra y Mar de 1919 que buscó reducir el reclutamiento forzoso a pesar de que, en ese entonces, se evitaba enviar al servicio militar a “hijos únicos, casados, mayores de 50 años e impedidos físicamente, menores de edad, hombres que tenían propiedades agrícolas…”. Esta ley que recogió la experiencia acumulada por los países contendientes en la Primera Guerra Mundial e instauró el servicio militar obligatorio tuvo como fin  complementar las filas de las fuerzas armadas de acuerdo con las necesidades derivadas de la paz o de la guerra y constituir una reserva que permitiera “aumentar sus efectivos y preparar una pronta y ordenada movilización"[6]. Esta ley sería modificada y perfeccionada en el año 1926 para mejorar la movilización en caso de emergencia. En segundo lugar, a pesar de esta ley, digamos más benevolente, hubo muchos desacatos y deserciones para evitar su cumplimiento. De ahí que el historiador destacó la queja del presidente del estado Zamora, en el año 1920, de que las familias preferían emigrar a Colombia que cumplir con la ley[7]. Para nuestros efectos, este año es de interés porque en ese año, las amenazas anti-gomecistas proveniente de Colombia estaban en el ambiente. En tercer lugar, el abuelo estaría en la transición de las prácticas militares de talante prusiano a la de origen francés, pero no creo que las haya vivido propiamente. Y finalmente, hay que mencionar que el marcado regionalismo de ese ejército gomecista se debió, según Guía Caripe, a “la falta de una plena integración del territorio nacional” de los estados andinos y su exclusión del poder político durante casi todo el siglo XIX.

Así pues, el abuelo Silverio, que nació el 21 de junio del año 1900, hijo de un inmigrante español de una población llamada ‘Carrero’ en las adyacencias de Salamanca probablemente arribó al país alrededor del año 1891 cuando se produjo el auge de la explotación del café y el cacao, sirvió en el ejército y estuvo en combate en una época en que el Táchira vivió un largo periodo de turbulencia política después que el conductor de la revolución Restauradora Cipriano Castro tomara el control del país a finales del siglo XIX[8]. Contextualizar en cuál situación bélica participó precisó reuniones familiares. Y los momentos de reunión de los Carreros han variado desde los velorios hasta las reuniones festivas. En el velorio del tío Vicente inquiriendo acerca de saber dónde había sido herido el abuelo salieron a relucir las palabras ‘Peñaloza’ y ‘Cúcuta’. Navegando por Internet apareció el año ‘1920’ y ‘los hombres de las Chácaras’[9] de Pregonero y permitió acceder a fuentes documentales más formales en una primera aproximación. En la bienvenida de David un mes antes de que la pandemia cerrara más al país en una cuarentena, pudimos hablar de nuevo sobre las heridas del abuelo pero con Darío y Alba, los primos más cercanos.

En el año 1920, la amenaza antigomecista representada por Juan Pablo Peñaloza generó en el Táchira reclutas forzadas. No en balde llegaron a estar alrededor de 20000 tachirenses refugiados en Colombia por la represión y la recluta gomecista[10]. Para un joven de veinte años de ese entonces que habitaba en los alrededores de Rubio y Capacho las posibilidades eran muy pocas de no participar en una contienda. Silverio Carrero pasó a enrolar de manera forzada por la ley o no a las fuerzas gubernamentales del nuevo ejército nacional que ya se había comenzado a organizar desde el año 1911 con la ayuda del coronel chileno Manuel Mc Gill.

Así pues, Peñaloza desde Cúcuta organizó una invasión para derrocar a Juan Vicente Gómez que se había hecho fuerte en el poder desde el año 1913 cuando fracasó el intento de Román Delgado Chalbaud para restituir el orden constitucional. De hecho, ambos fueron co-participes. Pero mientras el segundo terminó en La Rotunda. El primero insistió en el año 1920 en lo que se conoció como La Guerra de los Treinta Días o La Revuelta de los Chácaros, luego en el año 1921 y finalmente en el año 1931 cuando fue detenido y conducido a la prisión del castillo Libertador en Puerto Cabello. Allí murió a los 77 años “con los pies cargados con grillos de 60 libras”.

En el año 1920, la amenaza de la invasión de Peñaloza causó zozobra en el estado Táchira a pesar de que el jefe político del estado se había valido de bandoleros para acabar con el bandolerimos y cualquier forma de oposición política. Este estado a la sazón estaba presidido por Eustoquio Gómez, primo del dictador Juan Vicente Gómez, conocido como ‘mano negra’ y gobernante con mano de hierro, ordenó reclutas forzadas que generaron malestar en la población. La imposición fue tan alta que los cronistas refieren que “Amarrados unos con otros, cabizbajos y a golpe de culata, los jóvenes de Uribante eran obligados a salir por la calle principal de Pregonero camino del cuartel...”. Esta fue la gota que rebosó el vaso y empujó a la gente de Pregonero a la lucha.

De acuerdo con los planes, el General Juan Pablo Peñaloza entraría el 30 de setiembre al país con una cantidad de venezolanos que por alguna u otra circunstancia habían tenido que huir del país y se uniría a los sublevados que lo apoyarían[11]. Sin embargo, el general fue descubierto por lo que tuvo que abortar su misión dejando solo a los que iban a seguirlo. Aun así, el levantamiento en Pregonero se produjo el primero de octubre de 1920 y fue conocido como la Guerra de los Treinta Días[12]. También se unieron a la revuelta Queniquea, Mesa del Tigre, el Cobre, Las Trincheras, las Amarillas, la Cuchilla de los Muertos, Rubio y El Remolino. El encargado de aplastar la rebelión fue el general Rufo Dávila quien  con la orden de “mate, candela y robe”, trató de doblegar a la población. Según la crónica de Pregonero se afirmó que 

“Aquí ya había mucha gente levantada en armas comandada por varios hombres del pueblo y, dadas las circunstancias, se vieron en la necesidad de seguir luchando contra las fuerzas del gobierno aunque, finalmente sucumbieron porque el gobierno envió tropas para reprimir la rebelión…”

 

Los alzados mantuvieron el poder por 17 días. Además de las autoridades del pueblo se unieron según García[13], Francisco Useche y Calazán Andrade. Al décimo sexto día, Dávila intentó entrar a Pregonero, por la vía que conduce al Municipio Guaraque del estado Mérida, con 500 hombres y fue repelido por encontrar una fuerte resistencia. Se dice que dónde hubo mayor violencia fue en las Amarillas y en el Vaho de las Ánimas. Pero el arribo de 2000 hombres de refuerzo al mando del general Amaya bastó para disolver toda resistencia. Los alzados en armas escaparon a las montañas para evitar ser asesinados o encarcelados iniciando una especie de guerrilla. Los que no pudieron “fueron tomados prisioneros: algunos fusilados y otros enviados al castillo de San Carlos en Maracaibo”.

Con la vuelta al orden comenzó la represión. Según García,

“las tropas del gobierno, amparadas en el ambiente de dolor y miedo, se entregaron a la desdichada tarea de ultraje y abuso sin la menor fórmula de empacho. En la geografía uribantina se sufrieron en carne propia los aviesos y execrables actos de vesania, cometidos sin ningún género de contemplación contra humildes ciudadanos tanto del pueblo como del campo. Todos los vecinos se encontraron atribulados por el miedo y sumidos en el más profundo desamparo”.

 

La guerra de guerrillas que siguió a ese acontecimiento en el año 1921 coincidió con el tercer intento de Peñaloza. Para mediados de 1922 todavía había resistencia en esos parajes. Aquí comienzan nuestros interrogantes: ¿el abuelo estuvo en los combates y fue herido?, ¿el abuelo estuvo en combate, en la represión y fue herido en la guerra de guerrillas? No se sabe. Lo que se sabe es que fue herido. Mi hermano David señaló que el abuelo hablaba que había caminado mucho por esas montañas. ¿Podría haber sido que en una patrulla fue emboscado? las Memoria y Cuenta del Ministerio de Guerra y Marina de esos años dicen muy poco en relación a esos hechos. Creemos que fue por causa de la censura.


Considerando todas las posibilidades antes indicadas y con la poca información que tenemos a la mano creo que el abuelo fue herido en una emboscada durante una patrulla. Por ello, si se considera que después de dos años el gobierno no pudo someter completamente a los alzados y ante la continua amenaza de invasión por parte de los refugiados en Colombia tuvo que pactar con ellos. Con el pacto cesaron los hostigamientos contra los vecinos, se modificó el sistema de recluta que se hacía muy arbitraria, se disminuyeron los impuestos, se resarcieron los daños, lo lugareños pudieron nombrar sus autoridades locales y se  reconocieron los grados militares de los alzados, entre otras prerrogativas. Lograda estas exigencias por los pregoneros se logró la paz[14].

Una vez concertada la paz el país vivió otros eventos de semejante naturaleza: el alzamiento de José Rafael Gabaldón entre abril y mayo de 1929 en Boconó, Guanare, El Tocuyo y Biscocuy. Este levantamiento ocurrió en un contexto signado por la invasión a Coro desde Curazao por Rafael Simón Urbina y la invasión del Falke comandada por Román Delgado Chalbaud en agosto del mismo año. Todos fracasaron costándole al país un sinnúmero de muertos.  Quizás en este período fue que el abuelo se fue ‘pal monte’ para no tener que exponerse de nuevo a las balas[15].

Sabemos que gran parte de su vida él se ganó el respeto por ser un ‘curandero’, o sea, curaba con sus manos y con sus rezos. Faltaría saber dos cosas: en primer lugar, qué sintió y qué pensó cuando estaba caído y sangrando. Los grandes cambios en una persona ocurren en un instante. Por ejemplo Wittgenstein comenzó a apreciar la vida después de sobrevivir a un tiroteo en el frente ruso en plena ofensiva del General Brusilov durante la Primera Guerra Mundial.  El filósofo contó que tuvo miedo, pero no sabemos qué pensó en ese momento. De acuerdo con mi experiencia personal puedo decir que tuve una experiencia de peligro extremo en una operación de abordaje a un buque que había naufragado cerca del cabo San Román siendo tripulante de la fragata “General Soublette”. En esos momentos no pensé en nada, uno se conecta con el todo. Cuando piensas viene el miedo. Tuve suerte. No me pasó nada. En el suelo, mi abuelo, por su parte, si debió de pensar en algo, vivió un intervalo. En ese espacio temporal o atemporal debió encontrarse con algún misterio. Ahí se produjo el cambio. Y, en segundo lugar, si sus heridas fueron en el vaho de las Ánimas ¿Ahí fue el encuentro con ese misterio?, ¿Con quién fue el encuentro que convirtió a un soldado en un curandero? Hubo otro caso. John Rawls fue un combatiente estadounidense de la infantería de marina que participó en las campañas del Pacífico y la experiencia del combate lo hizo desistir del sacerdocio convirtiéndose en ateo. No sabemos cómo fue la convalecencia, la recuperación, la religiosidad, ni tenemos testimonios acerca de las aventuras militares del abuelo. Sólo fragmentos. Los pocos escritos que dejó dicen muy poco, pero indican por su sencillez la dureza de la vida en Venezuela en el primer cuarto de siglo por sus principales temores: el hambre y la falta de palabra. Qué consejo dio. Veamos:

“El hombre que esté soltero y que se fuese a casar debe de reflexionar en lo que ha de tener y si no ha de desistir, no debe parecer tal cosa que esto de tener esposa no es de hoy para mañana, piense que cada semana tiene que comprar mercado así haya maíz obligado, tenga o no tenga dinero su familia puede quedar como embustero porque lo que va a ser adquirido todo lo va a ir consumiendo con sus hijos y mujer cumpliendo con su deber”.

 

Hay otras palabras que nos dejó el abuelo relacionado con las penurias que vivió:

“Una tarde en un granado, ya cuando el sol se oculta, estaban en una consulta un perruno y pintao se dijo del uno al otro que haremos para gallina que estamos como una espina / mudemos de condición / terminemos el corrido”

 

Al final de cuentas, las obligaciones para con su familia serían lo que terminaría de alejar al abuelo de las aventuras guerreras. Los otros escritos en su cuaderno de anotaciones fueron la partida a Caracas de sus hijos José y Encarnación (23ENE1946) y Próspero (05SEP1947) y de Rubén Carrero (24NOV1934), la muerte de Darío (19FEB1941), el nacimiento de su nieta Daisy (10JUN1963). Sus escritos terminan con lo siguiente: “Señores les pongo en cuenta esta corta relación y a mirarse en este espejo el que fuese hijador…”.

En todo caso, la palabra ‘Chácaro’ devendría en la palabra ‘chácharo’, apodo, según Pinzón, usado de manera burlesca que los caraqueños llamaban a los andinos que vinieron con Juan Vicente Gómez[16].

 



[1] Ver al respecto: Guía, G. (2007). “Condiciones de vida del soldado: uso y abuso de la tropa en el ejército Nacional Gomecista”. Caracas. CONHISREMI, Revista Universitaria de Investigación y Diálogo Académico, Volumen 3, Número 3.

[2] Ibíd.

[3] Ibíd.

[4] Ibíd.

[5] Ver al respecto: Guía, G. (2009). La Recluta Forzosa y su Transición al Servicio Militar Obligatorio (1908-1933). Caracas. Fundación Centro Nacional de Historia. 125 p

[6] Un aspecto que llama la atención de esta ley, según Guía Caripe fue que “los hombres con escasa o ninguna formación recibieran una enseñanza gratuita y obligante para lograr no sólo un ejército bien armado y organizado, sino también instruido. Por ende, atacará los vicios de la población, basados en el latrocinio y la vagancia, mediante el uso efectivo de los ciudadanos en el servicio activo” (Ibíd.:71).

[7] Ibíd.

[8] Desde la invasión de Rangel Garbiras derrotada en Palmira, pasando por las montoneras y guerrillas que se formaron después de la derrota hasta los sucesivos intentos de derrocar a Juan Vicente Gómez en las dos décadas subsiguientes. 

[9] Según el cronista de Pregonero José García (2001), "chácara" era “una cartera masculina de cuero, una especie de mochila donde llevaban, en algunos casos, alimentos y, en otros, las armas que utilizaban para defenderse, principalmente cuchillos”. Cárdenas (2013) agregó que también llevaban, además, imágenes religiosas y, chimó.

[10] Ver al respecto: Fundación Polar (2011). Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas. Fundación Polar.

[11] Este General, que se consideraba liberal amarillo ‘lagartijo’, formó parte de la revolución Libertadora a la par de Rangel Garbiras y después que Juan Vicente Gómez se hizo con el poder integró entre sus filas a muchos castristas perseguidos. Ver al respecto: Alcalde, J. (2012). Primos y Tiranos. Juan Vicente y Eustoquio Gómez, crónica de dos primos dictadores. Bloomington. Palibrio. 516 p

[13] García Mora, J. (2001). Uribante, geografía e Historia. Caracas. Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses. 308 p.

[14] Ver al respecto: Cárdenas, D. (2013). “Una Mirada al Grupo Uribante a través de una Entrevista al Dr. Ramón J. Velásquez”. Caracas. Tiempo y Espacio vol.23 no.59. [Documento en Línea]. Disponible: http://www.scielo.org.ve/pdf/te/v23n59/art05.pdf

[15] Según Guía Caripe, “La falta de reemplazo desalentaba a los individuos de tropas que prestaban servicio activo, puesto que no tenían esperanza de volver a la vida civil, cuestión que llevó a varios soldados a desertar de las filas del ejército. La deserción tenía sus causas, en los siguientes casos: tiempo ilimitado del servicio activo (más de cuatro años), castigos, y el no derecho a conceder una licencia de permiso al soldado por temor a la deserción absoluta”. Quizás esta fue una de las causas que hicieron que el abuelo se fuese ‘pal’monte’ en el año 1929.

[16] Según Quintero (2013) CHÁCHARO, es un báquiro de collar y su nombre se usó como apodo ofensivo que se aplicó a los tachirenses rústicos y de alta peligrosidad que formaron una guardia especial o cuerpo represivo durante la tiranía gomecista. Ver al respecto: http://lecturas-yantares-placeres.blogspot.com/2013/09/de-chacharos-y-capacheros.html?m=1

No hay comentarios:

Publicar un comentario