martes, 1 de septiembre de 2020

¿QUÉ ES SOBERANÍA?

 

Soberanía es una palabra que denotaba ‘lo que es alto, extremado y singular’. Como concepto es de origen medieval y significaba ‘poder supremo’, es decir, aquel poder “que no reconoce por encima de sí mismo a ningún otro”. Además de ello, Jean Bodin al definirlo como “poder [indivisible,] absoluto y perpetuo de un Estado” asoció dicho concepto con un estado político. Absoluto, en este contexto significó, para el pensador francés, que debe estar desligado de la obligación de obedecer leyes terrenas dadas por él o sus predecesores porque no se puede mandar a sí mismo y, perpetuo se refieren a la estructura del poder que no se limita a una persona determinada. Este poder tenía unos límites: no podía sobrepasar las leyes naturales establecidas por Dios y no podía “posesionarse de la propiedad ajena y disponer de ella sin el consenso del propietario”.

Con respecto a la diferenciación entre ‘estado’ y ‘soberano’ señaló que las formas de los Estados son tres: monarquía, aristocracia y democracia, por lo que rechazó el concepto de forma mixta en cuanto a los órdenes políticos debido a que consideró que era fuente de inestabilidad y en contra de la opinión de los antiguos como Aristóteles o Polibio afirmó que eso que llamaron orden político mixto en realidad no era así porque siempre prevalencia una forma sobre otra. Esta crítica obedeció a que para él hay una titularidad de la soberanía que es el Estado y un ejercicio de la soberanía que puede ser confiado a un monarca, a una asamblea aristocrática o a un régimen popular. Así pues, para este autor puede haber Estados monárquico-monárquico, monárquicos-aristocráticos, monárquico-democrático, aristocrático-monárquico, aristocrático-aristocrático, aristocrático-democrático, democrático-monárquico, democrático-aristocrático y democrático-democrático. Esta clasificación permite entender las formas degeneradas como vicio del ejercicio de la soberanía. Desde esta perspectiva, señaló que toda monarquía puede ser “real, despótica[1] y tiránica[2], toda aristocracia puede ser legítima, despótica y facciosa [y] toda democracia puede ser legítima, despótica y tiránica”.

Para Carl Schmitt[3] la idea de Estado en Bodin es producto de los conflictos civiles (religiosos) en Europa, aspecto que explica la inclinación hacia la tolerancia religiosa dentro de la tipología de los órdenes políticos dados y el respeto a la propiedad privada. No obstante, nos interesa destacar dos aspectos que se derivan de lo indicado en las primeras líneas relativas a lo que denota la palabra ‘estado’ por la estrecha relación que existe entre esta palabra y la palabra ‘soberanía’ y lo que implica este concepto de ‘soberanía’ desde la perspectiva de los órdenes políticos desde una perspectiva histórica.

Con respecto a la palabra ‘estado´ es conveniente tener presente que esta expresión ya denotaba en la edad media un estado de cosas político estable, pero fue Niccolò Machiavelli quien la popularizó cuando hizo la categorización de repúblicas y principados al inicio de Il Principe para explicar los órdenes políticos estable e inestables[4]. De acuerdo con nuestra línea discursiva, como Norberto Bobbio expresó que sólo había verdadero Estado a partir de la teorización del concepto de soberanía realizado por Bodin al entender como aquel donde el sumo poder organizado e institucionalizado se ejerce efectivamente podemos entonces asociar las expresiones ‘soberanía’ y ‘Estado’[5]. Esto nos lleva de nuevo al concepto de soberanía. Carl Schmitt al respecto nos indicó que un soberano es aquel que puede declarar un estado de excepción, es decir, es aquel que puede suspender la ley para reinstaurar dicha ley o para implantar otra[6]. Si consideramos que desde Aristóteles la soberanía radicaba en la ley y, por supuesto, de quién la hacía entonces se hace necesario hablar del origen del Estado y su evolución desde una perspectiva genealógica destacando los cambios más relevantes sufridos hasta la constitución del estado-nación moderno.

Como el estado-nación moderno se reconoció formalmente gracias a la Paz de Westfalia analizaremos seguidamente la crisis del orden westfaliano debido a que esta crisis está estrechamente relacionada con la crisis del estado-nación. De igual forma si consideramos que el estado de excepción es consecuencia de stasis, estado de guerra o de bellum como indicamos en ¿qué es la guerra?, nos encontramos, frente a la necesidad de explicar las causas que han llevado a los Estados en el presente a estar en un permanente estado de excepción en unas condiciones que se han hecho globales. Todo esto nos va a permitir definir qué es soberanía en el mundo de hoy.

Genealogía sucinta de las formas ‘Estado’ hasta la Paz de Westfalia.

‘Política’ es una palabra de origen griego que proviene de ‘polis’ y para explicarla Aristóteles siguió dos derroteros que debemos tener muy en cuenta por las implicaciones que tuvo a posteriori. El primero estuvo relacionado con la comprensión de la política como ‘praxis’ y el segundo estuvo referido a cómo se operacionalizó esta praxis en lo atinente a los órdenes políticos.

La ‘praxis’ en el plano ético y político la entendió como el propósito de la política, es decir, algo que se busca por sí mismo y no como medio para alcanzar otro fin. Este fin en sí mismo es el bien humano visto como una actividad del alma conforme a la virtud. Como la palabra praxis refiere movimiento se requiere una mayor explicación. Alberto Rosales al respecto expresó que ‘Praxis’ es una palabra de acción que significa movimiento acabado en sí mismo (ser-en-obra) y sin límites temporales, es decir, cambio. Este cambio es lo que le permitió a Rosales afirmar que praxis es una acción acabada en sí misma “y por tanto energeiai”. Agregando además que “como energeia significa presencia, Aristóteles expresó que es práxis y opuso a ella la palabra stasis”, que interpreta como quietud y discordia como hemos visto en otras interpretaciones[7]. Para nosotros stasis es a su vez ‘quietud’ y ‘discordia’. ‘Dynamis’, su contra parte, la asoció con el concepto de potencia, es decir, la condición de posibilidad para que la praxis se despliegue en el tiempo. Desde esta perspectiva podemos decir que praxis es expresión de la estabilidad producida por la armonía de un orden dado con los cambios, digamos sociales, que se están produciendo dentro de una comunidad política en un tiempo indeterminado.

Con respecto a los órdenes políticos Aristóteles estableció una distinción entre los buenos y los malos tomando como referente que la soberanía estaba basada en la ley. Para la constitución de estos órdenes habló del proceso de reunión de las familias para la conformación de la polis que en el futuro servirá erróneamente para hacer distinciones entre la reunión de las familias en sí, es decir, la sociedad, y el estado. Decimos erróneamente porque para el estagirita la sociedad es el estado[8].

El impacto de estos dos aspectos producidos por la separación epistemológica de la ‘sociedad’ y el ‘estado’ lo veremos más adelante cuando nos topemos con visiones de la política que no consideran el movimiento generado por el cambio o visiones de la política basadas en la distinción entre sociedad y Estado o ambas. Finalmente, con respecto a Aristóteles queremos destacar que él expresó que entre las formas buenas de órdenes políticos había una mixta basada en la unión de dos formas degeneradas, es decir, la oligarquía y la democracia. La importancia de esta acotación obedece a que después del estagirita Polibio indicará además que la mejor forma de gobierno estaría representada por un régimen mixto que contuviera las formas buenas puras considerando la democracia como una forma buena. Las formas buenas para él fueron la monarquía, la aristocracia y la democracia.

La decadencia de Roma y el establecimiento del cristianismo como religión oficial del imperio trajeron aparejada un cambio de circunstancias que significó la detención del movimiento de cambio en sentido histórico y la separación entre ‘sociedad’ y ‘Estado’ de una manera tan radical que fueron vistas como dos entidades diferentes. La causa de lo primero fueron las mejoras de las condiciones de vida que provocaron tensiones políticas que comenzaron a desestabilizar el orden político medieval. La causa de lo segundo se debió a la disputa por la soberanía entre la iglesia y el imperio y su subsiguiente impacto en los órdenes políticos que comenzaron a emerger como consecuencia de dicha disputa.

Estas tensiones y finalmente las disputas se radicalizarían por tres causas: el renacimiento, el avance de la reforma protestante y la conquista de América. Con respecto al renacimiento Machiavelli, pensaría de la política desde una perspectiva republicana apoyándose en Polibio, Tito Livio y Marsilio di Padova. Bodin, como ya indicamos haría una reflexión acerca del proceso histórico de conformación de los nuevos ordenes políticos y de ahí su concepto de soberanía, Martín Lutero que creó las condiciones de posibilidad de pensar la política en términos teológicos a partir de una exégesis de las sagradas escrituras y Francisco Suárez como uno de los ‘adelantados’ de la contrarreforma y con conocimiento de la experiencia española en América que concibió la soberanía desde una perspectiva popular. En estos tres últimos autores es que se observa la reflexión para entender la política a partir de la unidad de dos cosas pensadas como ‘separadas’, es decir, ‘sociedad’ y ‘Estado’ cuyas ramificaciones veremos en formas políticas tan dispares como el marxismo, la monarquía o el republicanismo. Con respecto a América nos interesa mencionar que la observación de nuevas y viejas formas de órdenes políticos les permitirá a los teóricos establecer un anclaje ontológico para desarrollar una teoría y/o una teología política que marcará el advenimiento del mundo moderno.

Aquí es conveniente que hagamos una digresión con algo que está directamente relacionado con nuestra línea discursiva. Con las mejoras de las condiciones de vida de la población en la Europa medieval y las implicaciones políticas que ello trajo consigo el pensamiento aristotélico cobró un renovado auge en autores como Santo Tomás de Aquino e Ibn Rush después que el pensamiento político de San Agustín que fue influido por el pensamiento de Cicerón, pero la crisis que empezó a afectar a la iglesia romana y su impacto en el orden europeo hizo que varios pensadores como Guillermo de Ockham, Marsilio di Padova y Dante Alighieri pensaran la política separada de la iglesia. Ockham sería junto con su tutor, Duns Scoto quienes generarían las condiciones de posibilidad de pensar la ‘sociedad’ y el ‘Estado’ como dos entidades diferentes y separadas en condiciones similares a la ‘materia’ y la ‘forma’. Marsilio radicalizaría la necesidad de separar la iglesia de la política tomando como referente la reforma de Constantino y el concilio de Nicea y Dante Alighieri propondría una ‘Monarquía Universal Cristiana’ donde quedarían separados los roles de la iglesia y de la política asegurando con ello un equilibrio. Si bien la propuesta de Dante, al contrario de los otros dos autores citados, no tendría ninguna aplicación práctica, estaría posteriormente en la mente de Carlos V y sus sucesores Habsburgo y de todos aquellos que en Europa trataron de restablecer un orden imperial estable, en este contexto, el renacimiento fue una reacción contra los defensores del pensamiento aristotélico y Francisco Suárez fue uno de los encargados de renovar el pensamiento del estagirita para usarlo como un arma contra los reformados. La línea de fuga contra estas dos corrientes antagónicas la trazó René Descartes con la certeza de la mente en los inicios de la Guerra de los Treinta Años, fase final de conflicto religioso que asoló al viejo continente por más de un siglo y daría paso al Tratado de Paz de Westfalia.   

Paz de Westfalia y estado-nación moderno.

El estado-nación moderno fue producto de un proceso histórico que sintetizó, en la mayor parte de Europa, los conceptos de soberanía y orden político en la figura de un príncipe, es decir, de un primer ciudadano que era el monarca. Decimos que de forma mayoritaria porque a pesar del panorama absolutista de las entidades políticas modernas que se consolidaron, dos comunidades encarnaron el ideal renacentista frustrado de adecuar el orden político republicano con el desarrollo social de la época. Las excepciones fueron los Países Bajos y la confederación Helvética países que durante la Guerra de los Treinta Años lucharon por su independencia. Pero como el contexto de las guerras religiosas fue esencialmente el de stasis, o sea, el de guerra civil, podemos observar que este conflicto se produjo por el antagonismo existente entre los emergentes estados-nacionales y el intento infructuoso de instaurar en los órdenes políticos soberanos que se estaban consolidando la concepción de la monarquía universal como una estructura superior.

Como ya dijimos, la guerra civil o stasis constituyó la realidad de las comunidades políticas europeas hasta el Tratado de Paz de Westfalia. A partir de ese acontecimiento el conflicto interno comenzó a declinar, pero no fue por la superación del conflicto, sino por la supresión del contrario como indicamos en Anaciclosis en Venezuela y la crisis del orden westfaliano y la implantación de un régimen de violencia que garantizó estabilidad. En este contexto se destacan el pensamiento de tres autores que fueron más o menos contemporáneos, es decir, a Tomas Hobbes, Benedicto de Spinoza y John Locke. El primero, describió racionalmente la realidad de un Estado que se erige para contener la guerra civil a partir de la atemorización de sus habitantes lo cual supone la existencia de una separación entre ciudadanos (sociedad) y Estado, el segundo, consciente de estos riesgos de contención se inclinó por evitar la separación entre sociedad y Estado a pesar de reconocer su existencia y de establecer un sistema de equilibrios y, el tercero, describió la realidad inglesa a través del surgimiento de un sistema de equilibrios (ejecutivo y legislativo) que contuviera la concentración de poder por los riesgos de ejercerlo discrecionalmente bajo la figura de la situación excepcional.

La contención y el equilibrio condujeron al establecimiento de una estructura de representación que creó las condiciones de posibilidad de pensar en una concepción de la soberanía más inclusiva que cerrara la brecha entre la sociedad y el Estado. Pero ello ocurrió en la comunidad política británica. Este fue el marco del surgimiento del liberalismo político. Desde esta perspectiva Montesquieu perfeccionó esta estructura de equilibrio y de representación y Rousseau, inspirándose en Spinoza y Montesquieu, radicalizó la estructura de representación al hacerla más inclusiva pero rompió la estructura de equilibrios que estaba cristalizando en el tiempo. Esto fue lo que observaremos en la revolución francesa. Pero esta ruptura se produjo en un país, Francia, regido por un sistema absolutista, provocando una reacción en cadena cuyos efectos repercutirían en la América Hispánica. Pero la revolución francesa no fue la primera y única ruptura. Hannah Arendt al respecto señaló dos aspectos que nos van a ayudar a comprender la mutación del concepto de soberanía a propósito de las revoluciones estadounidenses y francesa[9]. En primer lugar, que todas las revoluciones, que en sí mismas son producto de una crisis interna, es decir, de una stasis, son guerras que de acuerdo al concepto de ‘guerra’ que hemos estado empleando y, en segundo lugar, la desviación del propósito revolucionario de establecer una nueva forma de soberanía condujo a que se solaparan los conceptos de ‘guerra’ y ‘bellum’ como vivió Occidente desde 1776 hasta el año 1826 con la rendición de los últimos focos realistas en Suramérica. Esta acotación va a ayudar a comprender dos cosas: el papel de Kant en este proceso histórico y la naturaleza del estado de excepción que hoy en día estamos viviendo.

Immanuel Kant fue un testigo del proceso revolucionario francés hasta que la misma onda expansiva de la revolución alcanzó a su país. Él, en palabras de Omar Astorga, asumiría una posición conservatista en el sentido de que abogó, en primer lugar, por una actitud reformista para evitar los excesos franceses y el desvío y fracaso de lo que originalmente perseguían desde la perspectiva del concepto de soberanía, es decir, hacer que la sociedad fuese más el Estado de acuerdo con una estructura de representación equilibrada[10] y, en segundo lugar, acabar con el estado de guerra permanente mediante una confederación de repúblicas soberanas enmarcadas dentro de un contexto cosmopolita que deberían renovar los fundamentos de dicha organización en la medida en que fuesen avanzando las sociedades. Estas repúblicas soberanas dentro de la concepción kantiana estaban basadas en la estructura de equilibrios y de representatividad (según los autores indicados previamente), por lo que su foco se encontraba en el legislativo como expresión de una concepción de soberanía que buscaba cerrar la brecha entre la sociedad y el estado.

Con la excepción estadounidense, en Iberoamérica no sólo se reprodujeron los excesos franceses, sino también la separación entre sociedad y Estado dando origen al caudillismo, autoritarismo y populismo. Esta realidad se reproduciría como un boomerang en Europa con el auge de los nacionalismos con la complicación de que ideológicamente se buscaría también la minimización (Proudhon) o la desaparición (Marx) del Estado y luego, después de la Primera Guerra Mundial esta tendencia basada en la separación entre sociedad y Estado se extendería a todo el mundo. En EE.UU la separación se fue produciendo con el tiempo explicando con ello la crisis política que vive en los actuales momentos y los esfuerzos gubernamentales por cerrar la brecha existente. Sobre esto volveremos más adelante. Ahora bien, si anteriormente habíamos dicho que lo opuesto a bellum era la paz, o sea el pacto, el acuerdo que cesaba el estado de conflicto creando un nuevo estado de cosas que políticamente asociamos con el ‘Estado’ como indicamos en ¿Qué es la paz?, ¿Por qué permanece el estado de guerra dentro de ese orden?, ¿Será que el pacto ha sido una imposición no sólo desde la perspectiva del vencedor al vencido, sino también desde la misma constitución de la polis entre facciones de una misma comunidad?

Al respecto Deleuze y Guattari expresaron que la guerra y el Estado habían surgido al mismo tiempo[11]. Pero aquí nosotros estamos entendiendo ‘guerra’ de acuerdo con la exegesis que hemos estado realizando considerándola un estado. De hecho estos autores tienden a asociar ‘guerra’ y ‘Estado’ de acuerdo con unos regímenes de violencia que van desde bellum por una parte hasta la acción policial por la otra, entonces, ¿dónde queda la soberanía si esta no expresa a la sociedad en una comunidad política? La separación entre sociedad y Estado y el empeño de mantener unido dos entidades concebidas como distintas dentro de un contexto de auto-destrucción provocado por el mismo Estado como indicamos en ¿Qué es la ‘Guerra’?, condujo a los procesos revolucionarios del siglo XVIII, siglo XIX y los que pusieron fin a la Primera Guerra Mundial y pusieron en crisis el orden westfaliano debido a que esta se presentó en principio como una crisis en cómo se aplicó el concepto de soberanía. Esta crisis se acentuaría con el fin de la Segunda Guerra Mundial y con los procesos políticos globales derivados del fin de ese conflicto como la descolonización, las migraciones, los desarrollos tecnológicos y la ‘necesidad’ de mantener el orden en sí mismo. Por ello, el empeño de destacar la separación de conceptos o distinción formal del que hicimos mención no fue para unir lo que estaba separado sino para mantener una estructura de mediación dentro de la separación para mantener el estado de cosas existentes. Así pues, el estado de excepción ha sido uno de los medios para mantener una mediación de la separación entre ´sociedad’ y ‘estado’.

Estos hechos hicieron que los Estados se comportasen como estructuras de contención que con el pasar del tiempo se han hecho más ineficientes en relación con los parámetros que se habían establecidos y explican de suyo que se encuentren en un estado de excepción permanente en sus relaciones con la sociedad y con los otros Estados, por lo que podemos decir que estamos reeditando las mismas circunstancias que produjeron el orden westfaliano, no sus causas ni sus consecuencias. Es decir, antes de dicho orden existió una unidad metafísica y estructural en la cristiandad occidental que se rompió como indicamos previamente y hoy día la unidad metafísica y estructural de la comunidad internacional se ha roto en semejantes circunstancias, pero a diferencia de la segmentación del poder que se produjo en 1648, hoy en día estamos observando un esfuerzo de unificación del poder en condiciones, que nos recuerdan a la monarquía universal de Dante Alighieri, con una estructura de mediación que lo asegure y para ello se requiere debilitar aún más a los Estados aprovechándose de la ventaja de la separación conceptual existente entre la sociedad y su estructura política. Esto nos lleva a examinar la estructura de fallas del orden westfaliano que han conducido al estado de excepción permanente.   

El estado de excepción en el Estado y en los estados.

Con lo que hasta aquí hemos estado expresando podemos afirmar que el estado-nación moderno ha sido una estructura de contención que ha existido en circunstancias excepcionales en condiciones cada vez más desventajosas. Esto se ha debido al hecho de que la estructura de control que le había permitido conducir a la sociedad se ha hecho cada vez más ineficiente. Los símbolos de esta ineficacia son los muros (en las propiedades, las urbanizaciones y las fronteras), la violencia política y la extensión de los dispositivos de control a lo más profundo de las sociedades, es decir, a los cuerpos de los individuos en eso que hoy en día se está denominando biopolítica. Veamos ahora la naturaleza de esta ineficacia para determinar así quién es soberano y si se puede entender la soberanía de manera diferente.

Los principios sobre los cuales se erigió el orden westfaliano que pueden ser vistos como atributos de la soberanía fueron: independencia política, no injerencia en los asuntos internos, libre determinación de los pueblos (como se puede observar en la carta de la Naciones Unidas) y la libertad de navegación y de comercio. Este orden se tradujo en un equilibrio de poderes soberanos a escala global y estos poderes se ejercían en cada comunidad política sobre el territorio, la población y la estructura administrativa que los gobernaban en unas condiciones tendencialmente autárquicas y expansivas, desde una perspectiva económica, impulsadas por el libre comercio. La crisis del orden westfaliano comenzó, como dijimos, con la Primera Guerra Mundial cuando se modificó la configuración territorial de Europa, se hicieron de difícil control los flujos poblacionales y el Estado comenzó a ejercer su soberanía de manera extrema al intervenir inicialmente en la sociedad controlando un comercio que dejó de ser libre y conteniendo los factores de disolución del orden al interno del mismo. Esta crisis se acentuó con el fin de la Segunda Guerra Mundial, acelerando este proceso de decadencia, agregándose además otros elementos como el surgimiento de organizaciones supra e intra nacionales que limitaron la capacidad de los estados en su devenir histórico, por una parte y, por la otra, el crecimiento geográfico de los estados a expensas del mar.

Es decir, de una concepción absolutista en relación con el concepto de soberanía se pasó a una concepción flexibilizada basada en la autonomía, plenitud y exclusividad de competencias porque el territorio comenzó a ser permeable a los flujos de cualquier naturaleza (poblacionales, energéticos, financieros, económicos, alimentarios, radioeléctricos), el gobierno quedó limitado, en principio, por la acción de actores supranacionales y después por la acción de individuos y/o grupos subnacionales capaces de afectar la toma de decisiones y la población se hizo más asertiva. La flexibilización en sí misma produjo, en efecto, una ruptura debido a que se ensanchó la brecha entre la sociedad y el estado dentro de un contexto donde las sociedades estaban sufriendo cambios importantes. Esta concepción relativizada de la soberanía se relajó aún más por el auge de las tecnologías de información y comunicación que mejoraron los procesos económicos e industriales trayendo como consecuencia cambios notables en los procesos de producción, intercambio, acceso y consumo a escala global, por una parte y, por la otra, en la ubicación y direccionamiento de esos procesos en dicha escala.

Estos hechos se han estado produciendo dentro de un contexto signado por la separación existente entre el estado y la sociedad haciendo más precaria la situación del individuo dentro de dichas sociedades y por el creciente ensanchamiento de esa separación hasta producir un abismo que ha favorecido, por una parte, la acción de grupos insurgentes y, por la otra, ha hecho del estado de excepción una situación permanente dentro de un contexto donde cada vez y de forma creciente la fuerza ha sido el medio empleado para contener el orden en las condiciones en que se encuentra.

Pudiéramos decir entonces que ‘soberano’ en un contexto de stasis es aquel capaz de emplear la fuerza para someter a otro, a otros o a una sociedad, o dicho de manera más específica un soberano es aquel capaz de hacer daño para mantener un orden o implantar uno nuevo. El problema que se presenta es que la soberanía es un concepto que se aplica en la relación con terceros si nos atenemos a las pautas westfalianas. Pero como el mismo orden está en proceso de cambios, habría que analizar la situación de países como Venezuela o de un venezolano cualquiera en la circunstancia política excepcional que estamos viviendo. Si consideramos que en unas líneas atrás expresamos que un soberano es aquel capaz de emplear la fuerza para sus propios fines, es decir, hacer daño, la capacidad y la posibilidad de ‘hacer’ es lo que distingue a un soberano de un no soberano. El ‘hacer’ está referido para la vida, para la subsistencia. Hacer es producir, producir para autosostenerse indiferentemente de los cambios que están acaeciendo en los procesos de producción e intercambio a escala global.

Esta distinción es lo que nos permitió hablar en un momento determinado de sociedades mayormente desarrolladas y sociedades mayormente dependientes. Las sociedades desarrolladas son aquellas que se pueden autosostener y autoorganizarse y su forma de organización se corresponde con su capacidad productiva. Desde esa perspectiva la soberanía es una estructura de cooperación basada en el respeto del otro, es decir, del respeto entre productores. Desde ese respeto es que horizontalmente se produce el pacto o el contrato que permite la erección de una estructura donde la soberanía se expresa en la estructura en sí. En cambio, en las sociedades mayormente dependientes la fuerza es la que mantiene el orden y soberano es quien puede, como dijimos, emplear la fuerza para sus fines. Estas sociedades dependientes son entidades que generalmente han sido exoorganizadas y es en esta circunstancia donde radica el estado de excepción.

Pero, con los cambios sociales que comenzó a vivir la humanidad después de 1945, y en especial, 1989 las estructuras de las sociedades a escala global están tendiendo a ser similares a las de las sociedades dependientes y esto es lo que ha hecho que el estado de excepción se haya extendido a escala global por diferentes causas: terrorismo, criminalidad, subversión, etc., tal como lo ha explicado Giorgio Agamben[12]. Si bien se entiende que el terrorismo[13] hoy en día se corresponde con una categoría política al igual que la subversión, la criminalidad es un acto que tiene una respuesta de acuerdo a los regímenes de violencia de un Estado, por tanto, si el Estado no puede reducir la criminalidad esta se puede convertir en un flujo de destrucción en su contra porque, indiferentemente de su naturaleza, es una forma de violencia capaz de destruir el orden existente. Esto es más notorio aun si se observa desde la perspectiva de la criminalidad organizada en una escala internacional desde dos perspectivas: por una parte, expresa la relativización del concepto tradicional de soberanía desde la perspectiva de la separación entre Estado y sociedad y, por la otra, la criminalidad internacional evidencia la emergencia de un tipo de sociedad global sin Estado que podemos decir aspira a instaurar una nueva forma de orden y utiliza el crimen como una forma de subversión.

En esas circunstancias es que se puede visualizar mejor la capacidad o no de ‘hacer’ de una entidad soberana en las nuevas circunstancias que estamos viviendo y su incidencia a nivel de los individuos, de grupos, de los Estados y la comunidad internacional como un todo y se puede entender la estructura de los agrupamientos que se está presentando a escala global en función de la capacidad de ‘hacer’ de manera efectiva (productivo o dañino en un contexto donde el daño puede ser visto como una forma de producción). Es decir, una que tiende a ser westfaliana o post-westfaliana y otra que denominamos estructura de poder global en red[14]. Con respecto a la primera, hay autores como Chantal Mouffe que abogan por el establecimiento de un nuevo orden westfaliano o postwestfaliano que reforme el orden caduco adecuándolo a las nuevas circunstancias, pero la tendencia antes indicada se está produciendo dentro de un contexto donde se están observando prácticas pre-estatales o pre-westfaliana sobre todo si tenemos el tema de la criminalidad que hemos indicado o la permealización del territorio como acaece en la frontera venezolana donde participan actores políticos extraestatales que conspiran contra el orden estatal westfaliano y/o postwestfaliano. Con respecto a la segunda, Hardt y Negri y otros autores como Juval Harari, Byung Chul Han, Alain Turraine o Luigi Ferrajoli se han apoyado, en este contexto antes indicado, para plantear su tesis de la democracia global, un nuevo orden global semejante al medieval europeo pero de talante postmarxista[15]. En el primer caso, la soberanía estaría focalizada en el Estado indiferentemente de la situación de la sociedad en el mismo aunque la tendencia apuntará a reducir la brecha entre la sociedad y el Estado. En el segundo caso, la soberanía va a estar distribuida en los grupos de poder que conforman la red. En ambos casos, el alcance de los dispositivos de control es lo que va a determinar la condición política del orden en lo atinente a la sociedad y el Estado.

Sin embargo, no fue sólo la ruptura del equilibrio de poderes globales lo que estuvo en el primer plano en la crisis del orden westfaliano, sino también el hecho de que los estados tendencialmente pasaron a ser menos autónomos, menos plenos y menos exclusivos, es decir, se han hecho menos soberanos desde el mismo momento que el empleo de la fuerza en sus diferentes modalidades en condiciones excepcionales depende de la capacidad del orden de autosostenerse. Esto hace que en el primer caso (orden westfaliano o postwestfaliano) si bien tiende a reducirse la separación entre la sociedad y el Estado, esta permanecerá. En el segundo (estructura de poder en red) se mantendrá la brecha que el agravante de que la estructura de representación se va a diluir generando más tensiones sociales. En ambos casos la concepción de soberanía va a estar condicionada por el respeto, es decir, por la capacidad de producir y de defenderse con o sin una estructura de mediación representada por el Estado.

En estas circunstancias podemos decir entonces que en un contexto de cambio político dentro de las comunidades políticas y del orden global como totalidad, soberano es aquel que posee la capacidad de producir sus medios para la vida en un espacio-tiempo dado y no está afectado por una estructura de mediación tanto desde la perspectiva de un individuo y como de una comunidad. Por ello, la dependencia es un mecanismo de subsistencia no para el que subsiste en el orden dado sino para quien impone dicho orden. Ello explica la emergencia de dispositivos de control biopolitico como medio para garantizar un orden dentro de este contexto de cambios.  

El aspecto biopolítico a la luz de la actual pandemia global merece una consideración aparte en lo concerniente al impacto en el concepto de soberanía de acuerdo con nuestra línea argumentativa por doble vía: encerramiento de los Estados para asegurar su supervivencia y la instrumentación de medidas de alcance global cuya aplicación para las sociedades dependientes tienden a ser obligatorias o necesarias. Esta situación generó una discusión en el Grupo de Investigación de Evoluciones Metafísicas (GIEM) teniendo como foco un conjunto de declaraciones realizadas por Giorgio Agamben donde se pone en cuestión no sólo el orden westfaliano sino también los mismos valores sobre los cuales se desarrolló la civilización Occidental[16]. Para nosotros la importancia de esta situación radica en que las concepciones de la soberanía que están en discusión son, por un lado, la que parte de la separación entre la sociedad y el estado y, por el otro, la que considera que la sociedad es el Estado. Pero estas concepciones reducen la capacidad de un ser para que pueda perseverar en su propia existencia. Por ello insistimos, el productor, y el productor dentro de una estructura de cooperación autoorganizada, es el único que puede invocar la soberanía tanto en lo atinente a los medios para la vida y para la defensa.

Así pues, la naturaleza del estado de excepción que evidencia la crisis del orden westfaliano se evidencia por la viabilidad misma de los propios estados. Lo que se hace patente además es que muchos de los esfuerzos que se hacen para mitigar los efectos de la crisis que padecen las comunidades políticas tienen como referente el modelo estatal westfaliano y la realidad es que este referente perdió su vigencia desde el mismo momento en que ese orden se encuentra en transición. Por lo que el proceso en que estamos inmersos los venezolanos en sí mismos y la humanidad como un todo indica que la forma de encararlo ha sido hasta ahora inadecuada debido a que se buscan referentes externos cuando en realidad debemos buscarla en nosotros mismos como seres capaces de producir nuestros propios medios para la vida y superar así lo que realmente impide el proceso de movimiento de la historia.

Corolario

Ciertamente la concepción de la soberanía basada en el no reconocimiento de un poder por encima de uno mismo ha perdido su consistencia, sin embargo, en el orden medieval se reconocía que era Dios ese único poder por lo que ‘poder’ estaba referido al mundo y la estructura de relaciones que gobiernan a los entes que allí cohabitan, con lo cual, podemos decir que ‘soberanía’ refiere a la potencia que tiene un ser para autoproducirse a sí mismo, perseverar en el tiempo en mejores condiciones y posibilitar las condiciones para la cooperación de modo que el orden que se establezca o pueda establecerse se base en esa estructura de relaciones donde todos sean medios y a la vez fines y no favorezca el surgimiento de otras formas que posibiliten estructuras de mediación que destruyan la autoproducción y la cooperación.

 



[1] Despótica en relación con los bienes y personas obtenidas “por derecho de las armas y de guerra justa”. un ejemplo de este tipo de monarquía lo constituye para Bodin el papel de Carlos V en relación con los dominios americanos. Ver al respecto: Bodin, J. (1576 [1997]). Los seis libros de la República. 3° ed. Madrid. (T. P. Bravo). Editorial Tecnos. 389 p

[2] Según Bodin “Donde se transgrede las leyes de naturaleza, abusa de los libres como si fueran esclavos, dispone de los bienes de los súbditos como si fueran propios”.

[3] Schmitt, C. (2005). El Nomos de la Tierra en el Derecho de Gentes del "Jus publicum europaeum". Buenos Aires.  (T. D. Schilling). Editorial Struhart. 375 p.

[4] Passerin D’Entreves, A. (1969). The Notion of the State. An Introduction To Political Theory. Oxford. Clarendon Press. 233 p

[5] Bobbio, N. (2008). Teorías de las Formas de Gobierno en la Historia del pensamiento Político. Año académico 1975-1976. 2° ed. México. (T. J. Fernández). Fondo de Cultura Económica. 193 p.

[6] Schmitt, C. (2009). Teología Política. Madrid. (T.F. Conde y J. Navarro). Editorial Trotta. 180 p.

[7] Rosales, A. (1971 [2018]), Dynamis y Energeia en Aristóteles, Caracas, Editorial Apuntes Filosóficos.

[8] Muralt. A. (2002). La Estructura de la Filosofía Política Moderna. Sus orígenes medievales en Escoto, Ockham y Suárez. Madrid. (T. V. Fernández). Editorial Istmo. 187 p.

[9] Arendt, H. (1967). Sobre la Revolución. Madrid. (T. P. Bravo). Ediciones de la Revista de Occidente. 343 p.

[10] Astorga, O. (1999) El Pensamiento Político Moderno: Hobbes, Locke y Kant. Caracas. Ediciones de la Biblioteca UCV. 445 p.

[11] Deleuze, G y Guattari, F. (2008). Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia. 8º éd. Valencia. (T. J. Vásquez y U. Larraceleta).  Editorial Pre-Textos. 522 p.

[12] Agamben, G. (2015). Stasis. La guerra civile come paradigma político. Homo sacer II, 2. Torino. Bollati Boringhieri. 83 p.

[13] Ver al respecto: Estrategia de las Naciones Unidas contra el Terrorismo en  https://www.un.org/disarmament/es/adm/estrategia-de-las-naciones-unidas-contra-el-terrorismo/

[14] Sobre esta red de poder en red se recomienda de Hardt y Negri (2000), Empire. Cambridge. Harvard University Press. Edición en castellano Barcelona. (T. A. Bixio). Ediciones Paidós Ibérica

[15] Ver al respecto: “La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín”. [Documento en línea]. Disponible: https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html , “Yuval Harari: El mundo después del coronavirus” [Documento en línea]. Disponible: https://www.lavanguardia.com/internacional/20200405/48285133216/yuval-harari-mundo-despues-coronavirus.html ,  Alain Touraine, sociólogo: “Esta crisis va a empujar hacia arriba a los cuidadores” [Documento en línea]. Disponible: https://elpais.com/ideas/2020-03-28/alain-touraine-esta-crisis-va-a-empujar-hacia-arriba-a-los-cuidadores.html , Luigi Ferrajoli, filósofo: “Los países de la UE van cada uno por su lado defendiendo una soberanía insensata” [Documento en Línea]. Disponible: https://elpais.com/ideas/2020-03-27/luigi-ferrajoli-filosofo-los-paises-de-la-ue-van-cada-uno-por-su-lado-defendiendo-una-soberania-insensata.html


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