Soberanía es una palabra que denotaba ‘lo que es alto, extremado y
singular’. Como concepto es de origen medieval y significaba ‘poder supremo’,
es decir, aquel poder “que no reconoce por encima de sí mismo a ningún otro”. Además
de ello, Jean Bodin al definirlo como “poder [indivisible,] absoluto y perpetuo
de un Estado” asoció dicho concepto con un estado político. Absoluto, en este
contexto significó, para el pensador francés, que debe estar desligado de la
obligación de obedecer leyes terrenas dadas por él o sus predecesores porque no
se puede mandar a sí mismo y, perpetuo se refieren a la estructura del poder
que no se limita a una persona determinada. Este poder tenía unos límites: no
podía sobrepasar las leyes naturales establecidas por Dios y no podía
“posesionarse de la propiedad ajena y disponer de ella sin el consenso del
propietario”.
Con respecto a la diferenciación entre ‘estado’ y ‘soberano’ señaló que
las formas de los Estados son tres: monarquía, aristocracia y democracia, por
lo que rechazó el concepto de forma mixta en cuanto a los órdenes políticos debido
a que consideró que era fuente de inestabilidad y en contra de la opinión de los
antiguos como Aristóteles o Polibio afirmó que eso que llamaron orden político mixto
en realidad no era así porque siempre prevalencia una forma sobre otra. Esta
crítica obedeció a que para él hay una titularidad de la soberanía que es el
Estado y un ejercicio de la soberanía que puede ser confiado a un monarca, a
una asamblea aristocrática o a un régimen popular. Así pues, para este autor puede
haber Estados monárquico-monárquico, monárquicos-aristocráticos,
monárquico-democrático, aristocrático-monárquico, aristocrático-aristocrático,
aristocrático-democrático, democrático-monárquico, democrático-aristocrático y
democrático-democrático. Esta clasificación permite entender las formas
degeneradas como vicio del ejercicio de la soberanía. Desde esta perspectiva,
señaló que toda monarquía puede ser “real, despótica[1] y tiránica[2], toda aristocracia
puede ser legítima, despótica y facciosa [y] toda democracia puede ser legítima,
despótica y tiránica”.
Para Carl Schmitt[3] la idea de Estado en Bodin
es producto de los conflictos civiles (religiosos) en Europa, aspecto que explica
la inclinación hacia la tolerancia religiosa dentro de la tipología de los órdenes
políticos dados y el respeto a la propiedad privada. No obstante, nos interesa
destacar dos aspectos que se derivan de lo indicado en las primeras líneas relativas
a lo que denota la palabra ‘estado’ por la estrecha relación que existe entre
esta palabra y la palabra ‘soberanía’ y lo que implica este concepto de
‘soberanía’ desde la perspectiva de los órdenes políticos desde una perspectiva
histórica.
Con respecto a la palabra ‘estado´ es conveniente tener presente que
esta expresión ya denotaba en la edad media un estado de cosas político estable,
pero fue Niccolò Machiavelli quien la popularizó cuando hizo la categorización
de repúblicas y principados al inicio de Il
Principe para explicar los órdenes políticos estable e inestables[4]. De acuerdo con nuestra
línea discursiva, como Norberto Bobbio expresó que sólo había verdadero Estado
a partir de la teorización del concepto de soberanía realizado por Bodin al
entender como aquel donde el sumo poder organizado e institucionalizado se
ejerce efectivamente podemos entonces asociar las expresiones ‘soberanía’ y
‘Estado’[5]. Esto nos lleva de nuevo al
concepto de soberanía. Carl Schmitt al respecto nos indicó que un soberano es
aquel que puede declarar un estado de excepción, es decir, es aquel que puede
suspender la ley para reinstaurar dicha ley o para implantar otra[6]. Si consideramos que desde
Aristóteles la soberanía radicaba en la ley y, por supuesto, de quién la hacía
entonces se hace necesario hablar del origen del Estado y su evolución desde
una perspectiva genealógica destacando los cambios más relevantes sufridos hasta
la constitución del estado-nación moderno.
Como el estado-nación moderno se reconoció formalmente gracias a la Paz
de Westfalia analizaremos seguidamente la crisis del orden westfaliano debido a
que esta crisis está estrechamente relacionada con la crisis del estado-nación.
De igual forma si consideramos que el estado
de excepción es consecuencia de stasis,
estado de guerra o de bellum como
indicamos en ¿qué es la guerra?, nos
encontramos, frente a la necesidad de explicar las causas que han llevado a los
Estados en el presente a estar en un permanente estado de excepción en unas condiciones que se han hecho globales. Todo
esto nos va a permitir definir qué es soberanía en el mundo de hoy.
Genealogía sucinta de las formas
‘Estado’ hasta la Paz de Westfalia.
‘Política’ es una palabra de origen griego que proviene de ‘polis’ y para
explicarla Aristóteles siguió dos derroteros que debemos tener muy en cuenta
por las implicaciones que tuvo a posteriori.
El primero estuvo relacionado con la comprensión de la política como ‘praxis’ y
el segundo estuvo referido a cómo se operacionalizó esta praxis en lo atinente
a los órdenes políticos.
La ‘praxis’ en el plano ético y político la entendió como el propósito
de la política, es decir, algo que se busca por sí mismo y no como
medio para alcanzar otro fin. Este fin en sí mismo es el bien humano visto como
una actividad del alma conforme a la virtud. Como la palabra praxis refiere
movimiento se requiere una mayor explicación. Alberto Rosales al respecto
expresó que ‘Praxis’ es una palabra
de acción que significa movimiento acabado en sí mismo (ser-en-obra) y sin
límites temporales, es decir, cambio. Este cambio es lo que le permitió a
Rosales afirmar que praxis es una acción acabada en sí misma “y por tanto energeiai”. Agregando además que “como energeia significa presencia,
Aristóteles expresó que es práxis y
opuso a ella la palabra stasis”, que
interpreta como quietud y discordia como hemos visto en otras interpretaciones[7]. Para nosotros stasis es a su vez ‘quietud’ y ‘discordia’.
‘Dynamis’, su contra parte, la asoció
con el concepto de potencia, es decir, la condición de posibilidad para que la
praxis se despliegue en el tiempo. Desde esta perspectiva podemos decir que
praxis es expresión de la estabilidad producida por la armonía de un orden dado
con los cambios, digamos sociales, que se están produciendo dentro de una
comunidad política en un tiempo indeterminado.
Con
respecto a los órdenes políticos Aristóteles estableció una distinción entre
los buenos y los malos tomando como referente que la soberanía estaba basada en
la ley. Para la constitución de estos órdenes habló del proceso de reunión de
las familias para la conformación de la polis que en el futuro servirá
erróneamente para hacer distinciones entre la reunión de las familias en sí, es
decir, la sociedad, y el estado. Decimos erróneamente porque para el estagirita
la sociedad es el estado[8].
El
impacto de estos dos aspectos producidos por la separación epistemológica de la
‘sociedad’ y el ‘estado’ lo veremos más adelante cuando nos topemos con
visiones de la política que no consideran el movimiento generado por el cambio
o visiones de la política basadas en la distinción entre sociedad y Estado o
ambas. Finalmente, con respecto a Aristóteles queremos destacar que él expresó
que entre las formas buenas de órdenes políticos había una mixta basada en la
unión de dos formas degeneradas, es decir, la oligarquía y la democracia. La
importancia de esta acotación obedece a que después del estagirita Polibio
indicará además que la mejor forma de gobierno estaría representada por un
régimen mixto que contuviera las formas buenas puras considerando la democracia
como una forma buena. Las formas buenas para él fueron la monarquía, la
aristocracia y la democracia.
La
decadencia de Roma y el establecimiento del cristianismo como religión oficial
del imperio trajeron aparejada un cambio de circunstancias que significó la
detención del movimiento de cambio en sentido histórico y la separación entre ‘sociedad’
y ‘Estado’ de una manera tan radical que fueron vistas como dos entidades
diferentes. La causa de lo primero fueron las mejoras de las condiciones de
vida que provocaron tensiones políticas que comenzaron a desestabilizar el
orden político medieval. La causa de lo segundo se debió a la disputa por la
soberanía entre la iglesia y el imperio y su subsiguiente impacto en los
órdenes políticos que comenzaron a emerger como consecuencia de dicha disputa.
Estas
tensiones y finalmente las disputas se radicalizarían por tres causas: el
renacimiento, el avance de la reforma protestante y la conquista de América.
Con respecto al renacimiento Machiavelli, pensaría de la política desde una
perspectiva republicana apoyándose en Polibio, Tito Livio y Marsilio di Padova.
Bodin, como ya indicamos haría una reflexión acerca del proceso histórico de
conformación de los nuevos ordenes políticos y de ahí su concepto de soberanía,
Martín Lutero que creó las condiciones de posibilidad de pensar la política en
términos teológicos a partir de una exégesis de las sagradas escrituras y Francisco
Suárez como uno de los ‘adelantados’ de la contrarreforma y con conocimiento de
la experiencia española en América que concibió la soberanía desde una
perspectiva popular. En estos tres últimos autores es que se observa la
reflexión para entender la política a partir de la unidad de dos cosas pensadas
como ‘separadas’, es decir, ‘sociedad’ y ‘Estado’ cuyas ramificaciones veremos en
formas políticas tan dispares como el marxismo, la monarquía o el
republicanismo. Con respecto a América nos interesa mencionar que la
observación de nuevas y viejas formas de órdenes políticos les permitirá a los
teóricos establecer un anclaje ontológico para desarrollar una teoría y/o una
teología política que marcará el advenimiento del mundo moderno.
Aquí
es conveniente que hagamos una digresión con algo que está directamente
relacionado con nuestra línea discursiva. Con las mejoras de las condiciones de
vida de la población en la Europa medieval y las implicaciones políticas que
ello trajo consigo el pensamiento aristotélico cobró un renovado auge en
autores como Santo Tomás de Aquino e Ibn Rush después que el pensamiento
político de San Agustín que fue influido por el pensamiento de Cicerón, pero la
crisis que empezó a afectar a la iglesia romana y su impacto en el orden
europeo hizo que varios pensadores como Guillermo de Ockham, Marsilio di Padova
y Dante Alighieri pensaran la política separada de la iglesia. Ockham sería
junto con su tutor, Duns Scoto quienes generarían las condiciones de
posibilidad de pensar la ‘sociedad’ y el ‘Estado’ como dos entidades diferentes
y separadas en condiciones similares a la ‘materia’ y la ‘forma’. Marsilio
radicalizaría la necesidad de separar la iglesia de la política tomando como
referente la reforma de Constantino y el concilio de Nicea y Dante Alighieri propondría
una ‘Monarquía Universal Cristiana’ donde quedarían separados los roles de la
iglesia y de la política asegurando con ello un equilibrio. Si bien la
propuesta de Dante, al contrario de los otros dos autores citados, no tendría
ninguna aplicación práctica, estaría posteriormente en la mente de Carlos V y
sus sucesores Habsburgo y de todos aquellos que en Europa trataron de
restablecer un orden imperial estable, en este contexto, el renacimiento fue
una reacción contra los defensores del pensamiento aristotélico y Francisco
Suárez fue uno de los encargados de renovar el pensamiento del estagirita para
usarlo como un arma contra los reformados. La línea de fuga contra estas dos
corrientes antagónicas la trazó René Descartes con la certeza de la mente en
los inicios de la Guerra de los Treinta Años,
fase final de conflicto religioso que asoló al viejo continente por más de un
siglo y daría paso al Tratado de Paz de Westfalia.
Paz de Westfalia y estado-nación
moderno.
El estado-nación moderno fue producto de un proceso histórico que
sintetizó, en la mayor parte de Europa, los conceptos de soberanía y orden político
en la figura de un príncipe, es decir, de un primer ciudadano que era el
monarca. Decimos que de forma mayoritaria porque a pesar del panorama
absolutista de las entidades políticas modernas que se consolidaron, dos
comunidades encarnaron el ideal renacentista frustrado de adecuar el orden
político republicano con el desarrollo social de la época. Las excepciones
fueron los Países Bajos y la confederación Helvética países que durante la Guerra de los Treinta Años lucharon por
su independencia. Pero como el contexto de las guerras religiosas fue
esencialmente el de stasis, o sea, el
de guerra civil, podemos observar que este conflicto se produjo por el antagonismo
existente entre los emergentes estados-nacionales y el intento infructuoso de
instaurar en los órdenes políticos soberanos que se estaban consolidando la
concepción de la monarquía universal como una estructura superior.
Como ya dijimos, la guerra civil o stasis
constituyó la realidad de las comunidades políticas europeas hasta el Tratado
de Paz de Westfalia. A partir de ese acontecimiento el conflicto interno
comenzó a declinar, pero no fue por la superación del conflicto, sino por la supresión
del contrario como indicamos en Anaciclosis
en Venezuela y la crisis del orden westfaliano y la implantación de un
régimen de violencia que garantizó estabilidad. En este contexto se destacan el
pensamiento de tres autores que fueron más o menos contemporáneos, es decir, a
Tomas Hobbes, Benedicto de Spinoza y John Locke. El primero, describió
racionalmente la realidad de un Estado que se erige para contener la guerra
civil a partir de la atemorización de sus habitantes lo cual supone la
existencia de una separación entre ciudadanos (sociedad) y Estado, el segundo, consciente
de estos riesgos de contención se inclinó por evitar la separación entre
sociedad y Estado a pesar de reconocer su existencia y de establecer un sistema
de equilibrios y, el tercero, describió la realidad inglesa a través del
surgimiento de un sistema de equilibrios (ejecutivo y legislativo) que
contuviera la concentración de poder por los riesgos de ejercerlo
discrecionalmente bajo la figura de la situación excepcional.
La contención y el equilibrio condujeron al establecimiento de una estructura
de representación que creó las condiciones de posibilidad de pensar en una
concepción de la soberanía más inclusiva que cerrara la brecha entre la sociedad
y el Estado. Pero ello ocurrió en la comunidad política británica. Este fue el
marco del surgimiento del liberalismo político. Desde esta perspectiva
Montesquieu perfeccionó esta estructura de equilibrio y de representación y
Rousseau, inspirándose en Spinoza y Montesquieu, radicalizó la estructura de
representación al hacerla más inclusiva pero rompió la estructura de
equilibrios que estaba cristalizando en el tiempo. Esto fue lo que observaremos
en la revolución francesa. Pero esta ruptura se produjo en un país, Francia, regido
por un sistema absolutista, provocando una reacción en cadena cuyos efectos
repercutirían en la América Hispánica. Pero la revolución francesa no fue la
primera y única ruptura. Hannah Arendt al respecto señaló dos aspectos que nos
van a ayudar a comprender la mutación del concepto de soberanía a propósito de
las revoluciones estadounidenses y francesa[9]. En primer lugar, que
todas las revoluciones, que en sí mismas son producto de una crisis interna, es
decir, de una stasis, son guerras que
de acuerdo al concepto de ‘guerra’ que hemos estado empleando y, en segundo
lugar, la desviación del propósito revolucionario de establecer una nueva forma
de soberanía condujo a que se solaparan los conceptos de ‘guerra’ y ‘bellum’
como vivió Occidente desde 1776 hasta el año 1826 con la rendición de los
últimos focos realistas en Suramérica. Esta acotación va a ayudar a comprender
dos cosas: el papel de Kant en este proceso histórico y la naturaleza del estado de excepción que hoy en día
estamos viviendo.
Immanuel Kant fue un testigo del proceso revolucionario francés hasta
que la misma onda expansiva de la revolución alcanzó a su país. Él, en palabras
de Omar Astorga, asumiría una posición conservatista en el sentido de que abogó,
en primer lugar, por una actitud reformista para evitar los excesos franceses y
el desvío y fracaso de lo que originalmente perseguían desde la perspectiva del
concepto de soberanía, es decir, hacer que la sociedad fuese más el Estado de
acuerdo con una estructura de representación equilibrada[10] y, en segundo lugar,
acabar con el estado de guerra permanente mediante una confederación de
repúblicas soberanas enmarcadas dentro de un contexto cosmopolita que deberían
renovar los fundamentos de dicha organización en la medida en que fuesen
avanzando las sociedades. Estas repúblicas soberanas dentro de la concepción
kantiana estaban basadas en la estructura de equilibrios y de representatividad
(según los autores indicados previamente), por lo que su foco se encontraba en
el legislativo como expresión de una concepción de soberanía que buscaba cerrar
la brecha entre la sociedad y el estado.
Con la excepción estadounidense, en Iberoamérica no sólo se reprodujeron
los excesos franceses, sino también la separación entre sociedad y Estado dando
origen al caudillismo, autoritarismo y populismo. Esta realidad se reproduciría
como un boomerang en Europa con el auge de los nacionalismos con la
complicación de que ideológicamente se buscaría también la minimización
(Proudhon) o la desaparición (Marx) del Estado y luego, después de la Primera
Guerra Mundial esta tendencia basada en la separación entre sociedad y Estado se
extendería a todo el mundo. En EE.UU la separación se fue produciendo con el
tiempo explicando con ello la crisis política que vive en los actuales momentos
y los esfuerzos gubernamentales por cerrar la brecha existente. Sobre esto
volveremos más adelante. Ahora bien, si anteriormente habíamos dicho que lo
opuesto a bellum era la paz, o sea el
pacto, el acuerdo que cesaba el estado de conflicto creando un nuevo estado de
cosas que políticamente asociamos con el ‘Estado’ como indicamos en ¿Qué es la paz?, ¿Por qué permanece el
estado de guerra dentro de ese orden?, ¿Será que el pacto ha sido una
imposición no sólo desde la perspectiva del vencedor al vencido, sino también
desde la misma constitución de la polis entre facciones de una misma comunidad?
Al respecto Deleuze y Guattari expresaron que la guerra y el Estado
habían surgido al mismo tiempo[11]. Pero aquí nosotros
estamos entendiendo ‘guerra’ de acuerdo con la exegesis que hemos estado realizando
considerándola un estado. De hecho estos autores tienden a asociar ‘guerra’ y
‘Estado’ de acuerdo con unos regímenes de violencia que van desde bellum por una parte hasta la acción
policial por la otra, entonces, ¿dónde queda la soberanía si esta no expresa a
la sociedad en una comunidad política? La separación entre sociedad y Estado y
el empeño de mantener unido dos entidades concebidas como distintas dentro de
un contexto de auto-destrucción provocado por el mismo Estado como indicamos en
¿Qué es la ‘Guerra’?, condujo a los
procesos revolucionarios del siglo XVIII, siglo XIX y los que pusieron fin a la
Primera Guerra Mundial y pusieron en crisis el orden westfaliano debido a que
esta se presentó en principio como una crisis en cómo se aplicó el concepto de
soberanía. Esta crisis se acentuaría con el fin de la Segunda Guerra Mundial y
con los procesos políticos globales derivados del fin de ese conflicto como la
descolonización, las migraciones, los desarrollos tecnológicos y la ‘necesidad’
de mantener el orden en sí mismo. Por ello, el empeño de destacar la separación
de conceptos o distinción formal del que hicimos mención no fue para unir lo
que estaba separado sino para mantener una estructura de mediación dentro de la
separación para mantener el estado de cosas existentes. Así pues, el estado de
excepción ha sido uno de los medios para mantener una mediación de la
separación entre ´sociedad’ y ‘estado’.
Estos hechos hicieron que los Estados se comportasen como estructuras de
contención que con el pasar del tiempo se han hecho más ineficientes en
relación con los parámetros que se habían establecidos y explican de suyo que
se encuentren en un estado de excepción permanente en sus relaciones con la sociedad
y con los otros Estados, por lo que podemos decir que estamos reeditando las
mismas circunstancias que produjeron el orden westfaliano, no sus causas ni sus
consecuencias. Es decir, antes de dicho orden existió una unidad metafísica y
estructural en la cristiandad occidental que se rompió como indicamos
previamente y hoy día la unidad metafísica y estructural de la comunidad
internacional se ha roto en semejantes circunstancias, pero a diferencia de la
segmentación del poder que se produjo en 1648, hoy en día estamos observando un
esfuerzo de unificación del poder en condiciones, que nos recuerdan a la
monarquía universal de Dante Alighieri, con una estructura de mediación que lo
asegure y para ello se requiere debilitar aún más a los Estados aprovechándose
de la ventaja de la separación conceptual existente entre la sociedad y su
estructura política. Esto nos lleva a examinar la estructura de fallas del
orden westfaliano que han conducido al estado de excepción permanente.
El estado de excepción en el Estado y en los estados.
Con lo que hasta aquí hemos estado expresando podemos afirmar que el
estado-nación moderno ha sido una estructura de contención que ha existido en
circunstancias excepcionales en condiciones cada vez más desventajosas. Esto se
ha debido al hecho de que la estructura de control que le había permitido
conducir a la sociedad se ha hecho cada vez más ineficiente. Los símbolos de
esta ineficacia son los muros (en las propiedades, las urbanizaciones y las
fronteras), la violencia política y la extensión de los dispositivos de control
a lo más profundo de las sociedades, es decir, a los cuerpos de los individuos
en eso que hoy en día se está denominando biopolítica. Veamos ahora la
naturaleza de esta ineficacia para determinar así quién es soberano y si se
puede entender la soberanía de manera diferente.
Los principios sobre los cuales se erigió el orden westfaliano que
pueden ser vistos como atributos de la soberanía fueron: independencia
política, no injerencia en los asuntos internos, libre determinación de los
pueblos (como se puede observar en la carta de la Naciones Unidas) y la
libertad de navegación y de comercio. Este orden se tradujo en un equilibrio de
poderes soberanos a escala global y estos poderes se ejercían en cada comunidad
política sobre el territorio, la población y la estructura administrativa que
los gobernaban en unas condiciones tendencialmente autárquicas y expansivas,
desde una perspectiva económica, impulsadas por el libre comercio. La crisis
del orden westfaliano comenzó, como dijimos, con la Primera Guerra Mundial
cuando se modificó la configuración territorial de Europa, se hicieron de
difícil control los flujos poblacionales y el Estado comenzó a ejercer su
soberanía de manera extrema al intervenir inicialmente en la sociedad
controlando un comercio que dejó de ser libre y conteniendo los factores de
disolución del orden al interno del mismo. Esta crisis se acentuó con el fin de
la Segunda Guerra Mundial, acelerando este proceso de decadencia, agregándose
además otros elementos como el surgimiento de organizaciones supra e intra nacionales
que limitaron la capacidad de los estados en su devenir histórico, por una
parte y, por la otra, el crecimiento geográfico de los estados a expensas del
mar.
Es
decir, de una concepción absolutista en relación con el concepto de soberanía
se pasó a una concepción flexibilizada basada en la autonomía, plenitud y
exclusividad de competencias porque el territorio comenzó a ser permeable a los
flujos de cualquier naturaleza (poblacionales, energéticos, financieros,
económicos, alimentarios, radioeléctricos), el gobierno quedó limitado, en
principio, por la acción de actores supranacionales y después por la acción de
individuos y/o grupos subnacionales capaces de afectar la toma de decisiones y
la población se hizo más asertiva. La flexibilización en sí misma produjo, en
efecto, una ruptura debido a que se ensanchó la brecha entre la sociedad y el
estado dentro de un contexto donde las sociedades estaban sufriendo cambios
importantes. Esta concepción relativizada de la soberanía se relajó aún más por
el auge de las tecnologías de información y comunicación que mejoraron los
procesos económicos e industriales trayendo como consecuencia cambios notables
en los procesos de producción, intercambio, acceso y consumo a escala global,
por una parte y, por la otra, en la ubicación y direccionamiento de esos
procesos en dicha escala.
Estos
hechos se han estado produciendo dentro de un contexto signado por la
separación existente entre el estado y la sociedad haciendo más precaria la
situación del individuo dentro de dichas sociedades y por el creciente
ensanchamiento de esa separación hasta producir un abismo que ha favorecido,
por una parte, la acción de grupos insurgentes y, por la otra, ha hecho del
estado de excepción una situación permanente dentro de un contexto donde cada
vez y de forma creciente la fuerza ha sido el medio empleado para contener el
orden en las condiciones en que se encuentra.
Pudiéramos
decir entonces que ‘soberano’ en un contexto de stasis es aquel capaz de emplear la fuerza para someter a otro, a
otros o a una sociedad, o dicho de manera más específica un soberano es aquel
capaz de hacer daño para mantener un orden o implantar uno nuevo. El problema
que se presenta es que la soberanía es un concepto que se aplica en la relación
con terceros si nos atenemos a las pautas westfalianas. Pero como el mismo
orden está en proceso de cambios, habría que analizar la situación de países
como Venezuela o de un venezolano cualquiera en la circunstancia política excepcional
que estamos viviendo. Si consideramos que en unas líneas atrás expresamos que
un soberano es aquel capaz de emplear la fuerza para sus propios fines, es
decir, hacer daño, la capacidad y la posibilidad de ‘hacer’ es lo que distingue
a un soberano de un no soberano. El ‘hacer’ está referido para la vida, para la
subsistencia. Hacer es producir, producir para autosostenerse indiferentemente
de los cambios que están acaeciendo en los procesos de producción e intercambio
a escala global.
Esta
distinción es lo que nos permitió hablar en un momento determinado de
sociedades mayormente desarrolladas y sociedades mayormente dependientes. Las
sociedades desarrolladas son aquellas que se pueden autosostener y
autoorganizarse y su forma de organización se corresponde con su capacidad
productiva. Desde esa perspectiva la soberanía es una estructura de cooperación
basada en el respeto del otro, es decir, del respeto entre productores. Desde
ese respeto es que horizontalmente se produce el pacto o el contrato que
permite la erección de una estructura donde la soberanía se expresa en la
estructura en sí. En cambio, en las sociedades mayormente dependientes la
fuerza es la que mantiene el orden y soberano es quien puede, como dijimos,
emplear la fuerza para sus fines. Estas sociedades dependientes son entidades
que generalmente han sido exoorganizadas y es en esta circunstancia donde
radica el estado de excepción.
Pero,
con los cambios sociales que comenzó a vivir la humanidad después de 1945, y en
especial, 1989 las estructuras de las sociedades a escala global están tendiendo
a ser similares a las de las sociedades dependientes y esto es lo que ha hecho
que el estado de excepción se haya extendido a escala global por diferentes
causas: terrorismo, criminalidad, subversión, etc., tal como lo ha explicado
Giorgio Agamben[12].
Si bien se entiende que el terrorismo[13] hoy en día se corresponde
con una categoría política al igual que la subversión, la criminalidad es un
acto que tiene una respuesta de acuerdo a los regímenes de violencia de un
Estado, por tanto, si el Estado no puede reducir la criminalidad esta se puede
convertir en un flujo de destrucción en su contra porque, indiferentemente de
su naturaleza, es una forma de violencia capaz de destruir el orden existente. Esto
es más notorio aun si se observa desde la perspectiva de la criminalidad
organizada en una escala internacional desde dos perspectivas: por una parte,
expresa la relativización del concepto tradicional de soberanía desde la
perspectiva de la separación entre Estado y sociedad y, por la otra, la
criminalidad internacional evidencia la emergencia de un tipo de sociedad
global sin Estado que podemos decir aspira a instaurar una nueva forma de orden
y utiliza el crimen como una forma de subversión.
En
esas circunstancias es que se puede visualizar mejor la capacidad o no de ‘hacer’
de una entidad soberana en las nuevas circunstancias que estamos viviendo y su
incidencia a nivel de los individuos, de grupos, de los Estados y la comunidad
internacional como un todo y se puede entender la estructura de los
agrupamientos que se está presentando a escala global en función de la
capacidad de ‘hacer’ de manera efectiva (productivo o dañino en un contexto
donde el daño puede ser visto como una forma de producción). Es decir, una que
tiende a ser westfaliana o post-westfaliana y otra que denominamos estructura
de poder global en red[14].
Con respecto a la primera, hay autores como Chantal Mouffe que abogan por el
establecimiento de un nuevo orden westfaliano o postwestfaliano que reforme el
orden caduco adecuándolo a las nuevas circunstancias, pero la tendencia antes
indicada se está produciendo dentro de un contexto donde se están observando
prácticas pre-estatales o pre-westfaliana sobre todo si tenemos el tema de la
criminalidad que hemos indicado o la permealización del territorio como acaece
en la frontera venezolana donde participan actores políticos extraestatales que
conspiran contra el orden estatal westfaliano y/o postwestfaliano. Con respecto
a la segunda, Hardt y Negri y otros autores como Juval Harari, Byung Chul Han,
Alain Turraine o Luigi Ferrajoli se han apoyado, en este contexto antes indicado,
para plantear su tesis de la democracia global, un nuevo orden global semejante
al medieval europeo pero de talante postmarxista[15]. En el primer caso, la
soberanía estaría focalizada en el Estado indiferentemente de la situación de
la sociedad en el mismo aunque la tendencia apuntará a reducir la brecha entre
la sociedad y el Estado. En el segundo caso, la soberanía va a estar
distribuida en los grupos de poder que conforman la red. En ambos casos, el
alcance de los dispositivos de control es lo que va a determinar la condición
política del orden en lo atinente a la sociedad y el Estado.
Sin
embargo, no fue sólo la ruptura del equilibrio de poderes globales lo que
estuvo en el primer plano en la crisis del orden westfaliano, sino también el
hecho de que los estados tendencialmente pasaron a ser menos autónomos, menos
plenos y menos exclusivos, es decir, se han hecho menos soberanos desde el
mismo momento que el empleo de la fuerza en sus diferentes modalidades en
condiciones excepcionales depende de la capacidad del orden de autosostenerse. Esto
hace que en el primer caso (orden westfaliano o postwestfaliano) si bien tiende
a reducirse la separación entre la sociedad y el Estado, esta permanecerá. En
el segundo (estructura de poder en red) se mantendrá la brecha que el agravante
de que la estructura de representación se va a diluir generando más tensiones
sociales. En ambos casos la concepción de soberanía va a estar condicionada por
el respeto, es decir, por la capacidad de producir y de defenderse con o sin
una estructura de mediación representada por el Estado.
En
estas circunstancias podemos decir entonces que en un contexto de cambio
político dentro de las comunidades políticas y del orden global como totalidad,
soberano es aquel que posee la capacidad de producir sus medios para la vida en
un espacio-tiempo dado y no está afectado por una estructura de mediación tanto
desde la perspectiva de un individuo y como de una comunidad. Por ello, la
dependencia es un mecanismo de subsistencia no para el que subsiste en el orden
dado sino para quien impone dicho orden. Ello explica la emergencia de
dispositivos de control biopolitico como medio para garantizar un orden dentro
de este contexto de cambios.
El
aspecto biopolítico a la luz de la actual pandemia global merece una
consideración aparte en lo concerniente al impacto en el concepto de soberanía
de acuerdo con nuestra línea argumentativa por doble vía: encerramiento de los
Estados para asegurar su supervivencia y la instrumentación de medidas de
alcance global cuya aplicación para las sociedades dependientes tienden a ser obligatorias
o necesarias. Esta situación generó una discusión en el Grupo de Investigación
de Evoluciones Metafísicas (GIEM) teniendo como foco un conjunto de
declaraciones realizadas por Giorgio Agamben donde se pone en cuestión no sólo
el orden westfaliano sino también los mismos valores sobre los cuales se
desarrolló la civilización Occidental[16]. Para nosotros la
importancia de esta situación radica en que las concepciones de la soberanía
que están en discusión son, por un lado, la que parte de la separación entre la
sociedad y el estado y, por el otro, la que considera que la sociedad es el Estado.
Pero estas concepciones reducen la capacidad de un ser para que pueda
perseverar en su propia existencia. Por ello insistimos, el productor, y el
productor dentro de una estructura de cooperación autoorganizada, es el único
que puede invocar la soberanía tanto en lo atinente a los medios para la vida y
para la defensa.
Así
pues, la naturaleza del estado de excepción que evidencia la crisis del orden
westfaliano se evidencia por la viabilidad misma de los propios estados. Lo que
se hace patente además es que muchos de los esfuerzos que se hacen para mitigar
los efectos de la crisis que padecen las comunidades políticas tienen como
referente el modelo estatal westfaliano y la realidad es que este referente
perdió su vigencia desde el mismo momento en que ese orden se encuentra en
transición. Por lo que el proceso en que estamos inmersos los venezolanos en sí
mismos y la humanidad como un todo indica que la forma de encararlo ha sido
hasta ahora inadecuada debido a que se buscan referentes externos cuando en
realidad debemos buscarla en nosotros mismos como seres capaces de producir
nuestros propios medios para la vida y superar así lo que realmente impide el
proceso de movimiento de la historia.
Corolario
Ciertamente la concepción de la soberanía basada en el no reconocimiento
de un poder por encima de uno mismo ha perdido su consistencia, sin embargo, en
el orden medieval se reconocía que era Dios ese único poder por lo que ‘poder’
estaba referido al mundo y la estructura de relaciones que gobiernan a los entes
que allí cohabitan, con lo cual, podemos decir que ‘soberanía’ refiere a la
potencia que tiene un ser para autoproducirse a sí mismo, perseverar en el
tiempo en mejores condiciones y posibilitar las condiciones para la cooperación
de modo que el orden que se establezca o pueda establecerse se base en esa
estructura de relaciones donde todos sean medios y a la vez fines y no
favorezca el surgimiento de otras formas que posibiliten estructuras de
mediación que destruyan la autoproducción y la cooperación.
[1] Despótica en relación con los
bienes y personas obtenidas “por derecho de las armas y de guerra justa”. un
ejemplo de este tipo de monarquía lo constituye para Bodin el papel de Carlos V
en relación con los dominios americanos. Ver al respecto: Bodin, J. (1576
[1997]). Los seis libros de la República.
3° ed. Madrid. (T. P. Bravo). Editorial Tecnos. 389 p
[2] Según Bodin “Donde se transgrede
las leyes de naturaleza, abusa de los libres como si fueran esclavos, dispone
de los bienes de los súbditos como si fueran propios”.
[3] Schmitt, C. (2005). El Nomos de la Tierra en el Derecho de
Gentes del "Jus publicum europaeum". Buenos
Aires. (T. D. Schilling). Editorial
Struhart. 375 p.
[4] Passerin
D’Entreves, A. (1969). The Notion of the
State. An Introduction To Political Theory. Oxford. Clarendon Press. 233 p
[5] Bobbio, N. (2008). Teorías de las Formas de Gobierno en la
Historia del pensamiento Político. Año académico 1975-1976. 2° ed. México.
(T. J. Fernández). Fondo de Cultura Económica. 193 p.
[6] Schmitt, C. (2009). Teología Política. Madrid. (T.F. Conde y
J. Navarro). Editorial Trotta. 180 p.
[7] Rosales, A. (1971 [2018]), Dynamis y Energeia en Aristóteles,
Caracas, Editorial Apuntes Filosóficos.
[8] Muralt. A. (2002). La Estructura de la Filosofía Política
Moderna. Sus orígenes medievales en Escoto, Ockham y Suárez. Madrid. (T. V.
Fernández). Editorial Istmo. 187 p.
[9] Arendt, H. (1967). Sobre la Revolución. Madrid. (T. P.
Bravo). Ediciones de la Revista de Occidente. 343 p.
[10] Astorga, O. (1999) El Pensamiento Político Moderno: Hobbes,
Locke y Kant. Caracas. Ediciones de la Biblioteca UCV. 445 p.
[11] Deleuze, G y Guattari, F. (2008). Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia.
8º éd. Valencia. (T. J. Vásquez y U. Larraceleta). Editorial Pre-Textos. 522 p.
[12] Agamben, G. (2015). Stasis. La guerra civile come paradigma
político. Homo sacer II, 2. Torino. Bollati Boringhieri. 83 p.
[13] Ver al respecto: Estrategia de las Naciones Unidas contra el
Terrorismo en https://www.un.org/disarmament/es/adm/estrategia-de-las-naciones-unidas-contra-el-terrorismo/
[14] Sobre esta red de
poder en red se recomienda de Hardt y Negri (2000), Empire. Cambridge. Harvard University Press. Edición en castellano
Barcelona. (T. A. Bixio). Ediciones Paidós Ibérica
[15] Ver al respecto:
“La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo
surcoreano que piensa desde Berlín”. [Documento en línea]. Disponible: https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html
, “Yuval Harari: El mundo después del coronavirus” [Documento en línea].
Disponible: https://www.lavanguardia.com/internacional/20200405/48285133216/yuval-harari-mundo-despues-coronavirus.html
, Alain Touraine, sociólogo: “Esta
crisis va a empujar hacia arriba a los cuidadores” [Documento en línea].
Disponible: https://elpais.com/ideas/2020-03-28/alain-touraine-esta-crisis-va-a-empujar-hacia-arriba-a-los-cuidadores.html
, Luigi Ferrajoli, filósofo: “Los países de la UE van cada uno por su lado
defendiendo una soberanía insensata” [Documento en Línea]. Disponible: https://elpais.com/ideas/2020-03-27/luigi-ferrajoli-filosofo-los-paises-de-la-ue-van-cada-uno-por-su-lado-defendiendo-una-soberania-insensata.html
[16] Ver al respecto: Decasophos # 14 en https://giem.net/investigaciones-publicaciones/decasophia-del-organismo-14/
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