Los autores chinos Qiao Liang y
Wang Xiangsui realizaron una obra que tradujeron al inglés como Unrestricted Warfare[1] que ya desde su traducción
presenta un problema semántico en el sentido que ellos trataron de definir el
fenómeno bélico en el mundo de hoy más allá de las normas existentes. O sea,
ellos señalaron en esa obra que dicho fenómeno se estaba presentando por allá
en el año 1999 y tiempo después más allá de todo convencionalismo jurídico o
político que hace preguntarnos ¿qué es la guerra? Los autores chinos
describieron, con esa obra, los límites del nomos que nos ha regido desde 1648
y 1945 y la crisis en que estos se encuentran por su caducidad. Las causas que
esgrimieron estos autores estaban relacionadas con los cambios sociales y los
avances tecnológicos que habían producido una brecha entre lo establecido y lo
existente que obliga a pensar de nuevo a cerca de una de las expresiones de
nuestra condición humana. La causa de esta afirmación obedece a que si
entendemos como un acto violento aquel realizado para producir un ‘daño’,
podemos decir que hay infinitas formas de hacer ‘daño’ de manera intencional y
organizada cuyo efecto puede ser el mismo, desde la perspectiva política, al
provocado por una confrontación violenta de forma inmediata (violencia en sí
misma) o mediata (erosión, corrupción, etc.).
La problematicidad a la cual hicimos mención en la obra de Qiao
y Wang tiene dos vertientes: por una
parte, históricamente hemos tendido a visualizar la guerra según los chinos
desde dos ángulos de análisis: en primer lugar, la obra de Sun Zi y, en segundo
lugar, los escritos de Mao Zedong y, por la otra, desde un enfoque Occidental
hemos indicado en trabajos anteriores la problemática que representa la palabra
‘guerra’ desde sus orígenes en relación con las palabras ‘polemos’ y ‘bellum’[2].
Desde la perspectiva china
podemos decir que el conflicto violento se denota con las palabras ‘bing fa’[3], pero estas palabras
refieren el arte de hacer daño, no denota al estado en que esto acaece. Las
palabras que denotan dicho estado son: ‘zhan
zheng’ que se deriva del yin yang
y refieren al libro de las mutaciones, o sea que desde la perspectiva china no podemos
entender el conflicto violento sin considerar el cambio tal como nos lo enseñó
Heráclito el oscuro. Si consideramos a Mao Zedong podemos decir que él
sintetizó ambas palabras para poder llegar al estado eirénico de paz con el fin del capitalismo[4]. La pregunta que surge en
este momento es: ¿Por qué nosotros los Occidentales tenemos que expresar
nuestra condición humana en ese campo aprendiendo cosas chinas? La respuesta a
esta pregunta puede ser hecha simplemente usando un aforismo de Sun Zi, o sea, “conoce
a tu enemigo…”, pero hay otra, Mao Zedong produjo una síntesis del pensamiento
Occidental (Clausewitz, Lenin y Abdelkrim o T.H. Lawrence) con el Oriental y
hoy en día estamos viviendo un ricorsi
de esa síntesis.
En Occidente, las palabras ‘polemos’,
‘bellum’ y ‘guerra’ sufrieron una síntesis producto de un proceso de
institucionalización que tuvo aparejado el desplazamiento de significados que
ocultaron el significado original de estas palabras e hicieron que se definiera
convencionalmente qué se entendía por ‘guerra’ y qué se entendía por ‘paz’ a
pesar de las mutaciones indicadas según el Tao
Te King, de la armonía de los contrarios según los fragmentos heracleiticos
o de la conflictividad global que estamos viviendo en un contexto donde hay un
empeño de ajustar las cosas a conceptos que perdieron su consistencia para
negar la realidad que tenemos en frente. Un ejemplo de ello es el empleo de la
expresión ‘guerra de cuarta generación’. Pensar en una guerra de cuarta
generación supone la subsunción de las formas anteriores, no su exclusión. Este
hecho produce muchos equívocos en la toma de decisiones hoy en día, al menos en
Venezuela.
Ahora bien, esta situación no
es nueva. Karl von Clausewitz comenzó su obra inconclusa Vom kriege haciéndose la pregunta con que titulamos estas
reflexiones: Was ist der krieg? Este
autor se hizo esta pregunta porque él vivió un periodo de conflictos en Europa
producto de la revolución francesa que se salió de las convenciones existentes
y su esfuerzo de racionalización inacabado buscó comprender el conflicto a la
luz de la experiencia vivida y de los cambios que dicho fenómeno había sufrido.
Por ello, no vamos a usar la palabra ‘guerra’ sino la palabra ‘bellum’ por
considerarla más precisa con las normas existentes porque ello nos va a
permitir entender a posteriori el
significado real de la palabra ‘guerra’.
Así pues, la salida de los
límites de una expresión de nuestra condición humana nos obliga a pensar fuera
de los límites para tratar de entender la realidad que nos abruma, es decir, la
guerra en el mundo de hoy teniendo presente que navegar más allá de dichos
límites nos coloca en diferentes aguas, es decir, las teológicas y las
estéticas vistas sólo desde la capacidad de juzgar reflexivamente. Para ello
vamos a examinar las palabras que denotan el conflicto violento desde el punto
de vista genealógico, luego vamos a analizar el conflicto violento desde el
plano teológico y finalmente vamos a analizarlo desde la perspectiva estética
trascendental, para poder crear las condiciones de posibilidad de pensar el
conflicto violento en el mundo de hoy desde fundamentos más firmes que permitan
actuar efectivamente para capear el temporal en que estamos inmersos.
1.-
La semántica del conflicto violento
Si bien nosotros, desde la
perspectiva de Occidente, nos hemos anclado semánticamente en conceptos como polemos o bellum, lo cierto es que no conocemos el origen de estas palabras.
Sólo sabemos que el griego y el latín son dos lenguas cuyas raíces se remontan
al sanscrito y se desarrollaron como consecuencia de su aislamiento con
respecto a sus metrópolis originarias. Ahora si consideramos lo que denotaban
nos encontramos que en latín bellum
denotaba ‘duorum bellum’ o sea duelo
de dos. Este duelo partía de la existencia de un acuerdo para iniciarlo y para
cesarlo y unas reglas para llevarlo a cabo. La palabra ‘polemos’ que proviene
de la raíz ‘pallò’ (lanzarse, tirarse) también tenía la misma acepción latina. El
asunto que se nos presenta es por qué estas palabras perdieron su consistencia
histórica, por qué en español, inglés, francés, italiano y portugués tiene la
denotación del conflicto violento una raíz común muy distinta, es decir,
‘werra’[5] y en alemán esta
diferencia es más notoria, es ‘krieg’[6].
Con respecto a la pérdida de
consistencia de las palabras ‘polemos’ y ‘bellum’ podemos decir que su declive
vino aparejado con las civilizaciones que usaron la palabra y la pusieron en
práctica, me refiero al mundo griego y Roma. Aquí surge otro interrogante: cómo
‘bello’ pasó a denotar otra cosa diferente, es decir, cómo desplazó su
significado. Creemos que la clave está en la palabra ‘proporción’. La palabra
que denotaba algo perfecto que podía entenderse como hermoso, noble, famoso,
ordenado, proporcionado era ‘pulchrum’. Ahora, ¿cómo bello
desplazó su signo y su significado y dio paso al término “guerra”, una palabra
de origen alemán? Y ¿cómo se convirtió la palabra “pulchrum” en la palabra “bello” como la conocemos hoy día?
Como ya indicamos la
palabra guerra se introdujo por infiltración y pasó a ser una manera despectiva
de los latinos para calificar las formas de lucha que no se ajustaban al bellum romano caracterizado por su
ordenamiento, proporción y efectividad en el plano político. La mejor manera de
visualizar la proporción entre bellum
y otras formas de lucha se observa a inicios del film ‘Gladiador’ y la batalla
de Germania[7].
Con el fin del imperio romano en Occidente, se perdió su forma de combatir y
entró en desuso la palabra bellum,
quedando en su lugar la palabra “guerra” en el lenguaje común por ser expresión
de las prácticas habituales de hacer duelos como nos las describió Johan
Huizinga en El Otoño de la Edad Media. Pulchrum,
por su parte, mantuvo en la edad media, según Cassirer, un lazo con ‘bonum’ que
mantuvo, a su vez, al arte sujeto “a una esfera teológica y metafísica” que
comenzó a relajarse en el Renacimiento conquistando su autonomía tres siglos
después[8]. La
proporción, o sea, la medida va a ser uno de los elementos que va a distinguir bellum y guerra desde una perspectiva
estética y va a impedir que se comprenda su naturaleza.
En relación con la palabra
‘werra’ ya hemos indicado que proviene de los territorios que hoy conforman
Alemania. Para los antiguos alemanes esta palabra tuvo, al parecer, dos orígenes:
el primero, “Gewerr” (enredo) o “gewirr” (caos) que denotaba los cambios
imprevistos del rumbo de las cosas por los flujos y contraflujos producidos
cuando dos torrentes de un río confluían en un mismo punto. En el segundo
significado, muy relacionado con el primero, la palabra “werra” denotaba
mezcla. Esta palabra a su vez provenía de la palabra (fir-) werran que
significaba embarullar, enmarañar, confundir. La palabra “werra”, era entonces
una expresión, un grito, usado por los germanos cuando combatían. En este modo de
combate no había un inicio y un fin, sino era un estado donde los actos de
fuerza se podían presentar en cualquier momento y en forma permanente.
Posteriormente, los pueblos de la Europa Occidental modificarían la palabra “werra”
y la derivarían en las expresiones “guerra” o “warre” (war) para expresar un
estado y los actos que de ese estado de inseguridad se presentaban.
La importancia de la
insistencia en cuanto a su acotación obedece a que ese era un estado que
generaba angustia, miedo por la imprevisibilidad y terror que nos permite
asociar las palabras ‘guerra’ con ‘Terrorismo’. Creemos que el terrorismo, una
palabra introducida por Robespierre en el plano político y que adquirió
relevancia con las formas de hacer daño en el siglo XX, es el punto de
confluencia de ‘bellum’ y ‘guerra’ porque representa una expresión
paradigmática de la violencia primigenia que podemos observar desde la
existencia de armas de destrucción masiva hasta la ejecución de actos de
violencia extrema con medios ilimitados y de bajo consumo según la tesis de
Qiao y Wang, por lo que el terrorismo es el acto violento para producir daño
realizado en un estado caracterizado por el terror (werra). En la palabra
terrorismo confluye el azar, la naturaleza cambiante (“Der Krieg ist also… ein
wahres Chamäleon”) y el odio, la enemistad y el instinto ciego primigenio en su
esencia que señaló Clausewitz y nos indica su inconmensurabilidad desde una
perspectiva estética.
Finalmente la palabra ‘krieg’
es la palabra con que históricamente se denota en alemán el conflicto violento.
Creemos que su origen es indio. Proviene de la palabra kshatriyas (chatria) que denotaba administradores y guerreros. Esta
palabra mutaría en ‘karja’ o ‘xarja’ (en indo-iranio) y otras derivaciones como
el lituano y a Occidente evolucionarían en la palabra ‘krieg’ como se denota
‘guerra’ en alemán o ‘kata’ como las formas de combate en el karate japonés por
citar sólo dos ejemplos extremos desde la perspectiva geográfica.
Así pues, bellum (terrorismo), en tanto que medio, es el acto que se realiza
de manera declarada o no declarada en un estado de guerra (werra) o de terror.
Estos elementos, es decir, bellum
dentro de un estado de terror fueron los elementos que caracterizaron la guerra
que dio origen a la Paz de Westfalia, esto es, la guerra civil alemana o Guerra de los Treinta Años que involucró
a Europa y el Cercano Oriente y se extendió a gran parte del mundo. La mención a la guerra civil vista
como una situación excepcional nos resulta pertinente debido a que Giorgio
Agamben, yendo más allá y pensando el terrorismo como un modo de hacer la
guerra, ha indicado que esta es la forma de enemistad que se corresponde con la
stasis (discordia y quietud) que
hemos venido indicando, con lo cual es posible pensar que la manera en que hoy
en día se presenta el conflicto violento, desde otro ángulo de análisis, es
mediante la ocurrencia de un fenómeno de este carácter interno indicado por
Agamben y eventualmente la disolución de una comunidad política, pero con
efectos en el nomos en una escala global[9]. Es decir, ‘lo interno’
dejó de ser la comunidad política en sí misma para ser hoy en día la sociedad
de comunidades en condiciones que podríamos decir similares al mundo griego en
la época de las guerras del Peloponeso.
Con lo antes mencionado
podemos destacar varios hechos a tener en consideración. Estos son: acción más
allá de los límites, desplazamiento de significados de las palabras que denotan
el fenómeno y su inconmensurabilidad. Esto nos lleva al examen de lo que hay
más allá de los límites.
2.-
La teología del conflicto violento
Una de las palabras usadas en
el parágrafo anterior para describir el conflicto violento fue el ‘daño’ deliberado
(perjuicio o menoscabo que se recibe en hacienda, persona u honra). Esta
palabra proviene del latín damno que
significaba de forma compuesta condenar (cum damnar), es decir, desaprobar,
declarar culpable judicialmente a alguien generándole una pena mediante un daño
proporcional; y pasó al castellano en doble forma: como damno “condena, pena y castigo eterno a los condenados al infierno”
y como daño, es decir, como habitualmente la usamos. La conjunción religiosa,
jurídica y habitual del daño nos interesa destacar por sus aspectos morales y
rituales desde el mismo momento que a través del mito, es decir, del tejido
argumentativo originario, se condena y se hace de la agresión un acto benéfico
a partir de la invocación al principio de conexión de lo múltiple ubicado en el
plano de lo divino que justifica una acción determinada. A partir de ese
criterio es que revisten importancia, en primer lugar, los mitos de Rex y
Flamen, Indra Mitra-Varuna y sus diversas derivaciones desde la perspectiva
indoeuropea y, en segundo lugar, la explicación posterior de dicho fenómeno a
través de las expresiones: trimurti en indio, polemos según Heráclito, zhan zheng en chino, y de ãiãmoriwë
(demonio de la guerra) en yãnomãmi.
La invocación al principio, en tanto que primera causa, tiene diversas connotaciones en lo concerniente a quién puede ejecutar una condena y cuáles son las causas que ameritan una condena. Esto nos lleva al concepto de ‘iustum bellum’ que al igual que ‘bellum’ sufrió un proceso de transformación en el tiempo. Cicerón fue el primer autor que usó la expresión ‘bellum iustum’. Él al respecto afirmó que
“son injustas las guerras que se acometen sin
causa, pues no pueden haber guerras justas si no se hace a causa de castigo o
para rechazar al enemigo invasor… y no es justa si no se ha declarado y
anunciado, y si no se hace por reclamar la restitución de algo”.
Teniendo
presente la conceptualización realizada por el pensador romano, San Agustín usó
el término guerra justa, dentro de un
contexto de descomposición del imperio romano en occidente y de la adopción del
cristianismo como la religión oficial, para pensar en un dique, desde una
perspectiva moral, que ayudara a reconstruir el orden político romano amenazado
tal como puede ser observado en las páginas iniciales de la Ciudad de Dios. El filósofo de Hipona
expresó que la guerra era justa porque era la lucha contra el pecado, es decir,
era la lucha del género humano contra el mal, esto es, contra los que
cuestionaban el orden de Dios. Según él, la guerra era tanto la consecuencia
del pecado como el medio para su cura e invocada por la autoridad moral
adecuada y de acuerdo con unos motivos justificados, no era sólo una acción de
legítima, sino un acto moral beneficioso para todos.
Si se
tiene presente que la filosofía agustiniana fue la que marcó el pensamiento
europeo hasta Santo Tomás de Aquino podemos afirmar que en ese tiempo
transcurrido, en primer lugar, se mantuvo un estado de guerra (werra) frente a
los invasores nómadas provenientes de Asia hasta que las cruzadas reafirmaron
el concepto de bellum contra los no
cristianos, es decir, los musulmanes, en segundo lugar, estos conflictos contra
los musulmanes fueron adquiriendo una práctica que se hizo consuetudinaria
generando un nuevo derecho donde bellum
pasó a diferenciarse de los conflictos dentro de la cristiandad romana y, en
tercer lugar, los conflictos dentro de la cristiandad romana fueron dirimidos
de forma violenta de acuerdo con un criterio basado en la justificación moral
hasta que comenzaron a ocurrir cambios notables en el seno de las sociedades.
Dentro de este marco Santo Tomás de Aquino afirmó que la guerra era un
obstáculo permanente para poder llevar a cabo una vida buena porque era
ilícita, y era pecado en doble sentido: porque existía y porque se hacía. Ahora
para que bellum fuese justo, para un
autor que fue protegido por el rey cruzado Luis XII, tenía que cumplir con tres
condiciones: debía se emprendida por un príncipe porque a él le competía
defender el bien público, se requería una causa justa, es decir, responder a
una injuria generada por un daño deliberado y se requería una recta intención,
es decir, debía promover el bien o evitar el mal. De igual forma, él indicó los
casos en que se podía resistir o deponer u asesinar un usurpador. La
resistencia era justa si se hacía antes de que un usurpador se hiciese con el
poder y su ejecución era posible sólo cuando no cabía “interponer recurso ante
un superior que pudiese juzgarlo”.
Para
tener idea de cómo fue el nuevo derecho que se fue gestando (ius ad y ius in
bello), en relación con bellum, Huizinga
nos ha indicado la fuerte influencia que tuvo el ideal caballeresco en las
órdenes militares medievales sobre las prácticas bélicas. Esta influencia la
observó en la medida en que en la concepción del conflicto en el derecho de gentes estaba “un elemento de
juego”. Sin embargo, esta influencia perdió fuerza por la evolución del arte de
hacer bellum, la naturaleza de la
amenaza a enfrentar, en este caso, otomana y la conquista de América.
Los
cambios sociales que hicieron ver el conflicto violento con una cara externa y
una cara interna fueron visualizados por Machiavelli a la luz de los cambios
sociales generados por el renacimiento.
Después de él fue Francisco de Vitoria quien introdujo cambios importantes al
concepto de iustum bellum. Él expresó
que era lícito a los cristianos hacer bellum
y la república era la que tenía autoridad para declararla y hacerla. La causa
justa para hacer bellum no era sólo
la defensa, “sino también para vengarse a sí y a los suyos, y perseguir
injurias”. La diversidad de religión no era causa justa para hacer bellum, ni el ensanchamiento del
Imperio, ni la gloria del príncipe. Su fin era la paz, y en este contexto, el
que hacía Ius bellum le eran lícitas
todas las cosas que fuesen necesarias para conseguir la paz y la seguridad. El
cambio que empezó a producir Vitoria fue profundizado por Baltazar Ayala y
Francisco Suárez. Ayala, consideró que la guerra era un acto que se realizaba
entre iustus hosti, es decir, entre
soberanos estatales reconocidos por el “derecho de gentes”. Él así hizo una
diferenciación entre las guerras civiles y la represión contra bandidos,
rebeldes y piratas teniendo como foco el levantamiento neerlandés contra
España. El Iustum bellum era entonces
bellum entre iusti hostes, es decir, que ‘justo’ equivalía a ‘ajustado a la
forma’[10].
Francisco Suarez, por su parte, entendió iustum bellum como todo hecho de fuerza
justificado en ciertas y determinadas circunstancias incluyendo la resistencia.
En relación con la iustum bellum
afirmó que era aquella que para realizarse debía reunir tres condiciones: que
fuese declarada por una autoridad legítima, que hubiese una causa justa, es
decir, “una grave injuria ya consumada que no [pudiese] ser devengada, ni
reparada de otra manera” y, que hubiese proporcionalidad con la gravedad de la
injuria. En este sentido, la defensa en tanto que un derecho natural: en primer lugar, era lícita y, en segundo lugar, el
príncipe estaba obligado a defender a la comunidad política y el bien común.
Con respecto a la resistencia, Suarez se focalizó en el examen de las condiciones
de posibilidad de deponer un tirano que ha accedido al trono ilegítimamente o
de forma legítima. En este sentido consideró que un pueblo puede “emprender…
una [iustum bellum], es decir, [una]
resistencia activa” al estar amenazado el bien común y la ley natural de una
forma existencial y se puede cometer tiranicidio por ser el usurpador un
enemigo que ha actuado de forma pública y manifiesta siempre y cuando se haga
de forma proporcional con el daño y se restaure el bien común.
A pesar de este proceso evolutivo del derecho de gente, la reforma protestante
fue una situación excepcional sumió a Europa en conflictos religiosos por más
de cien años imponiendo un modo de ver la realidad que significó el
ocultamiento y/o solapamiento, mediante conceptos, de prácticas políticas que
habían estado confluyendo en el tiempo a pesar de los cambios sociales que
sostenidamente se habían estado produciendo. En cuanto al modo de entender la
guerra la bisagra entre la baja edad media y la modernidad la constituyó Hugo
Grocio
Hugo Grocio expresó que el uso había hecho que la
palabra ‘guerra’ indicase “no la acción, sino el estado”, y ello había
determinado que este fenómeno haya sido entendido como “el estado de los que
combaten por la fuerza”. Con ello produjo un solapamiento entre lo que
entendimos entre estado de guerra y bellum para definir la paz en base al
segundo concepto. Este autor neerlandés expresó que la causa justa para hacer bellum
era la injuria y ésta se podía manifestar de varias formas: la defensa, la
recuperación de las cosas y el castigo. Para que la guerra fuese justa, ius bellum, se requerían dos cosas: que
se hiciera de ambas partes por el que en la comunidad política tenía el poder
supremo y que se cumplieran ciertas formalidades. Él, al contrario que Santo
Tomás y Suarez, no estuvo de acuerdo con que los súbditos de una comunidad se
sublevaran en contra del soberano debido a que en cierta forma significaría
volver a la stasis. En este marco se
circunscribe el Tratado de Paz de Westfalia y el pensamiento de Hobbes.
En el Tratado de Paz de Westfalia se usó el concepto
de bellum tal como la entendió Grocio
y ésta expresión indicó una situación que consideraba el acto como estado para producir un cambio político. Pero en este
tratado, iustum bellum sería aquella que se podía realizar entre iustus
hostes, es decir, entre Estados únicamente. Esta ambivalencia sería recogida por Hobbes cuando definió su concepto
de ‘Warre’. Teniendo presente este concepto, Omar Astorga tuvo dos
visiones con respecto al tema de ‘warre’ en el pensador inglés: uno relacionado
con la stásis y el otro relativo a la
identificación “entre guerra y política”. Con respecto a la stásis afirmó que, además de ser un
problema ideológico, en esta situación excepcional y potencial “en la medida en
que no hay poder común que logre unificar a los hombres” permanecerá el estado de guerra y que es a través de
esa unificación que es posible que se produzca la paz.
Benedicto
de Spinoza, en una concepción realista cercana directamente al pensamiento de
Hobbes e indirectamente al de Machiavelli y Suárez buscó que la comunidad
política fuese lo suficientemente democrática para que en caso de necesidad de
tomar una decisión de hacer bellum
esta fuese algo decidido por la mayoría de modo que, el peso de las
consecuencias fuese compartido por todos sus miembros. Como se puede observar, bellum en Europa vivió un proceso de
cambios de significado donde se pasó de ser un asunto divino o teológico a un
asunto racional o teológico-político en concordancia con el surgimiento del
Estado-nación. Como la Paz de Westfalia fue un orden que se extendió a todo el
mundo, la concepción de bellum con
todos los problemas que trajo consigo ocultó también las concepciones y formas
de bellum de los pueblos dominados
generando, en consecuencia, un doble solapamiento y ocultamiento histórico que
hizo del conflicto violento algo inconmensurable. Esta inconmensurabilidad se
ha hecho más patente con la crisis del orden westfaliano explicando con ello la
incapacidad de comprender la realidad del conflicto en el mundo de hoy en tanto
que, en palabras de Xavier Zubirí, apertura del orden en que se encuentran
inmersos las comunidades políticas, respectividad de los afectados por la
situación, ‘suidad’ en tanto cómo lo real del conflicto afecta a cada comunidad
y cada individuo y mundanidad en relación con otros individuos y comunidades.
3.-
El conflicto violento desde la perspectiva del juicio estético
En el parágrafo anterior
introducimos algunos aspectos estéticos relacionados con la proporcionalidad
que permiten mesurar el conflicto bélico. Dijimos también la relación
metafísica y teológica de lo bueno con que se sujetó al arte. Lo bueno, en este
contexto de medida, es desde la perspectiva kantiana una expresión del juicio
crítico reflexivo en la categoría de lo sublime. Lo sublime es una categoría de
lo bello que se presenta de un modo en que la afección es provocada por cosas o
acontecimientos casi informes o disformes, porque su magnitud sobrepasa
cualquier posibilidad de medida provocando admiración o rechazo. Este carácter
informe se genera por la incapacidad de sintetizar lo percibido por lo que
tenemos que buscar la ley que permite dicha síntesis en la finalidad o
teleología para dar cuenta de la realidad a pesar de que podemos percibir la
totalidad de lo múltiple que nos afecta. La síntesis, según Kant consiste, en
primer lugar, en limitar una diversidad en el espacio y en el tiempo, y una
diversidad del espacio y del tiempo mismos para decir eso comienza, eso
termina, etc. y, en segundo lugar, en reunir esto limitado con una categoría
(cualidad, cantidad, modalidad, relación) de modo que la resultante, un
concepto, le permita a un sujeto funcionar o a un decisor político tomar
decisiones.
Desde el punto de vista
político, para nuestros efectos, Kant reconoce en bellum algo de sublimidad si este se atenía a una serie de
requisitos morales previos por el sentimiento que genera la propia posibilidad
de representar a la propia naturaleza, desde el mismo momento que engrandece la
mentalidad de un pueblo y este logra mantenerse valeroso. El problema que se
presenta es cuando no se puede representar a la naturaleza impidiendo la
valoración moral como ocurrió, por ejemplo, en la alta intensidad de los
conflictos violentos que se generaron como consecuencia de la revolución
francesa. Esta incapacidad de juzgar las consecuencias de la revolución
francesa hizo que Kant posteriormente desarrollara su obra La Paz Perpetua y la Metafísica
de las Costumbre como medio para lograr recuperar una forma de mesura para
luego lograr la erradicación de esa forma violenta de dirimir los conflictos.
En esta preocupación el filósofo prusiano plantearía dos conceptos de desmesura
que obligarían a considerar el juicio reflexivo y serían desarrollados
posteriormente: ‘enemigo injusto’ y ‘mal radical’.
El juicio reflexivo al cual
hicimos mención fue para Kant, en principio, un juicio subjetivo sin una
finalidad específica. Cuando había una finalidad él lo denominó objetivo. En
esta objetividad se considera que la percepción de lo múltiple de la naturaleza
se es posible determinar una finalidad que permite dar cuenta de la realidad.
En este contexto la intuición juega un papel fundamental desde el mismo momento
que la entendió en un doble sentido: En primer lugar, como una facultad de
conocimiento que crea las condiciones de posibilidad para “la concordancia
[contingente] de los caracteres de la naturaleza con nuestra facultad de
[producir] conceptos”. Esta concordancia es lo que Clausewitz tratara de
encontrar en un mecanismo de mesura frente a la guerra revolucionaria que vivió en lo personal hasta el año 1815. En
segundo lugar, cuando se trata de encontrar esta finalidad de la naturaleza en
un ser creador todopoderoso, Dios, que explica la armonía de los contrarios y
justifica la ‘necesidad’ de obrar de una manera determinada que constituye en
sí una forma de desmesura.
Pero la desmesura se
extendería por dos caminos, por el desarrollo de formas de hacer la guerra
revolucionaria que harían Marx y principalmente Engels y seguidores (L. Trostky
en cuanto al terrorismo, V. Lenin en relación con la guerra del pueblo y Mao
Zedong con respecto a la guerra popular prolongada) y por la revolución
industrial que permitió el desarrollo de armas cada vez más letales que
permitieron la introducción del concepto de guerra total. La confluencia de
estas dos formas de desmesura acaeció, por una parte, entre 1914 y 1945
trayendo sus consecuencias hasta el presente y, por la otra, entre 1948 y 1989
desde el mismo momento que a las desmesuras antes indicadas se le agregaron los
solapamientos y ocultamientos del modo de entender el conflicto violento en un
contexto en que la estructura westfaliana que los fijó se encuentra en crisis y
junto con ella toda la estructura de conceptos y valoraciones.
Es importante acotar que
Martin van Creveld expresó en The
Transformation of War que estos procesos habían hecho que todo el
pensamiento sobre bellum y guerra hubiese
perdido su consistencia, en especial el clausewitziano. En cierta forma él
coincide con nosotros en el sentido que estos fenómenos se han hecho
inconmensurables. La diferencia es que nosotros estamos explicando a través del
ocultamiento y el solapamiento las causas de la inconmensurabilidad y estamos
ubicando ésta en un plano contemplativo o estético. Al respecto, Jürgen Habermas en Pasado como Futuro expresó a propósito
de la segunda Guerra del Golfo que bellum se había transformado en una realidad producida, en la muestra de una
acción militar “limpia”, desarrollada sin riesgos, eficaz desde el punto de
vista técnico, rápida, precisa, realizada de modo de evitar el derramamiento de
sangre realizado por una de las partes. Este hecho hizo que este autor pensase
que bellum pudiese ser considerado
como algo factible desde el punto de vista racional gracias a la estilización,
fragmentación de la percepción y abstracción en tal grado que los sentimientos
morales y la fantasía podrían ser sometidas a interpretaciones que se podían
extender a dimensiones eminentemente políticas.
La ‘estilización’ nos remite a la proporción, o
sea, a lo pulchrum o lo bello frente
a algo, el oponente, que no estaba a la ‘moda’ produciendo las consecuencias
del todo conocida en ese año 1991. Ahora bien la ‘fragmentación de la
percepción’ remite a lo inconmensurable que en este caso puede causar miedo o
terror a un espectador y lo puede disuadir de actuar de una manera determinada
si observamos cuales fueron las consecuencias del oponente que experimentó esa
forma de bellum. Pero el filósofo
alemán se refirió a bellum, no se
refirió a la conjunción que hemos descrito en lo concerniente a bellum y guerra como se observará
después de la tercera guerra del golfo
en esa región dentro de un contexto signado por la revolución de la
información, el desarrollo de nuevas formas de hacer daño, la robótica y hoy en
día la Inteligencia artificial. Esto nos trae de vuelta a Qiao
y Wang.
Creemos que la incapacidad de
mesurar el conflicto actual para poder definirlo y hablar de armonía de los
contrarios, según Heráclito, o de progreso según Kant obedece a que los
referentes sobre los cuales se hacía bellum
se han deshecho por el colapso del referente en sí (orden westfaliano) y por
los cambios sociales y desarrollos tecnológicos que ha vivido la humanidad. En
palabras de Qiao y Wang estos elementos están haciendo que la tapa que cubre el
cofre de Pandora actué como un péndulo que cuando cierra el cofre se progresa y
cuando lo abre libera calamidades entendidas como infortunios provocados por
causas conocidas o desconocidas. Es decir, podemos afirmar que cuando el cofre
se mantiene cerrado el progreso, en la estructura del cosmos, permite el avance
armónico de los contrarios, es decir, bellum
y paz, y cuando se abre ocurren las calamidades que observamos se presentan de
forma no deliberada y deliberada. De forma no deliberada cuando la acción del
hombre produce de forma indirecta la calamidad y de forma deliberada cuando la
provoca el hombre directamente o cuando acaeciendo la calamidad esta es
direccionada intencionalmente con un propósito específico. Esto nos lleva de
nuevo a la inconmensurabilidad.
Dijimos que el juicio
reflexivo era producto de la capacidad de percibir la totalidad de lo múltiple
pero debíamos buscar o producir la ley o categoría que permite producir la
síntesis que nos permita dar cuenta del fenómeno o de la realidad. Dado el
carácter subjetivo de este juicio pensamos que es desde este juicio reflexivo donde
podemos pensar en una nueva mitosis que nos permita comprender la relación
entre bellum y guerra desde una
perspectiva histórica. Si consideramos el caso específico venezolano desde la respectividad de lo real deberíamos
tener presente, para saber ¿qué es la ‘guerra’?
lo siguiente:
·
Desde la mundanidad, el orden westfaliano que
era el referente está en crisis y ello produjo una apertura de las formas de bellum que habían estado represadas como
consecuencia dentro de un contexto signado por cambios sociales y desarrollos
tecnológicos.
·
La crisis del orden westfaliano en sí se
expresa en la oposición entre la aperturidad y la no-aperturidad generando la
aparición de múltiples formas de injusticia y de mal rostrificadas mediante el
totalitarismo, el control biopolítico y la segmentación social.
·
Desde la respectividad del venezolano como
miembro de una comunidad debemos considerar los solapamientos de las formas de
conflicto pre-hispánicas, hispánicas (coloniales, fratricidas, internacionales)
y la stasis venezolana evidenciada en
su anaciclosis desde la perspectiva histórica.
·
Desde el individuo en su ‘suidad’, es decir, en
su realidad debe considerar cómo lo real es afectado por los tres aspectos
indicados anteriormente y cómo este individuo es frente a eso real y su
realidad. Este es el modo en que podrá entender qué es guerra, su guerra, qué
es bellum, su bellum y cómo podría hacer bellum
y resistencia.
Corolario:
La desarmonía de los contrarios
Usando las palabras de los
exégetas de Heráclito podemos decir que la realidad se expresa en el movimiento
armónico y desarmónico de los contrarios. Pero estamos considerando que este movimiento constituye
una expresión del cosmos en que vivimos. El problema que estamos viviendo es
que estamos haciendo una distinción entre Cosmos
y Physis. El concepto de Physis que hemos usado corresponde a la interpretación que hizo
el profesor Francisco Bravo de la obra de Heráclito. Esta interpretación se
basó en tres postulados fundamentales: que la unidad de los contrarios es el
principio de todas las cosas, que la dinamicidad
como expresión de la unidad se construye mediante el cambio y el cambio
mediante la unidad y, que unidad y dinamicidad son eternas. A partir de estas premisas los profesores
Francisco Bravo y Ángel Cappelletti afirmaron que, según el efesio, la paz y polemos eran divinas debido a que no
había contrarios privilegiados y, consecuentemente, polemos era generadora de armonía puesto que si la acción y la
reacción entre realidades opuestas cesaran, el vencedor establecería un dominio
permanente y el mundo como tal quedaría destruido.
Creemos que en este mundo el Cosmos ha subsumido a Physis y en este estado la desarmonía de
los contrarios se ha presentado porque además de las formas de daño que en sí se
tiene en bellum creemos que se han
creado las condiciones de posibilidad de usar Physis también para producir daño. Este hecho se evidencia en el
hecho de que hoy en día estamos viviendo la misma realidad que hizo que en el
Tratado de Paz de Westfalia se solaparan los conceptos de ‘guerra’ y ‘bellum’
en un contexto signado por el hecho
mismo de que la humanidad ha sido sometida a un proceso de objetivación para
evitar que siga su propia realidad y su propio devenir. Así pues, el acto de
objetivar al hombre es ‘bellum’ y la objetivación en sí misma es ‘guerra’.
[1] Ver al respecto: Qiao, L. y Wang
X. (1999). Unrestricted
Warfare. Beijing: PLA Literature and Arts Publishing House en
https://www.c4i.org/unrestricted.pdf
[2] Ver al respecto: Blanco, E.
(2014). De la guerra y la paz: una
perspectiva hermenéutica. Madrid. Editorial Académica Española (EAE). 375 p
y (2016). Ontología de la guerra. Crítica
al concepto de guerra y resistencia en la obras de Hardt y Negri. Caracas.
Editorial Rivero-Blanco. 476 p.
[3] Sun Zi. (500 a.C./1996). Arte de la Guerra. Beijing. Ediciones en
Lengua Extranjera. 106 p. Para otra
versión de la obra, ver: Sun Tzu (1998). El Arte de Guerra. Versión de Thomas
Cleary. (T. A. Colodrón). Madrid. Editorial Edaf. 224 p
[4] Ver al respecto: ¿Qué es la paz? En https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2020/07/que-es-la-paz.html
[5] En rumano se denota como ‘război’,
es decir, lucha.
[6] A este punto podemos decir que las
palabras que denotan el conflicto violento en indio es ‘yuddha’, en lengua
aymará es ‘awqasiña’ y yãnomãmi es ‘nini tihetimapou’, pero esta última está
más relacionada con el estado de conflicto que con los actos en sí mismo.
[7] Ver al respecto: Gladiador en https://www.youtube.com/watch?v=X8BZ-raMIJ0
[8] Ver al respecto: Cassirer, E.
(1927/1951). El Individuo y el Cosmos en
la Filosofía del Renacimiento. Buenos Aires. (T.A. Bixio). Emecé editores. 147
p.
[9] Ver al respecto: Agamben, G.
(2015). Stasis. La guerra civile come
paradigma político. Homo sacer II, 2. Torino. Bollati Boringhieri. 83 p.
[10] Hubo otro autor, Alberico Gentili que
indicó que la guerra era un contencioso público armado que debía ser
formalmente declarado una vez que la necesidad fuese probada, y la paz debía
ser el fin de la confrontación. Él estableció tres tipos de
causas para iniciarla: divinas, naturales y humanas. Como causa divina estaba
la justificación de hacerla contra un pueblo que careciera de religión. Las
relacionadas con derechos naturales tienen que ver con pasaje, comercio y
navegación. Las causas humanas son la violación de un derecho garantizado por
las leyes de los hombres.
Sólido y muy bien hilado discurso, amigo. Me queda la duda, sin embargo, de que vincularas a Marx con Lenin, Trotsky y Mao Tse Tung. Este es, a mi juicio, una muestra de cómo se insiste en la presuposición de que lo que he denominado el "marxismo oriental", que se caracteriza por ser más orientalista que marxista, sigue haciendo un profundo daño hermenéutico, a los fines de poder comprender y ponderar debidamente el pensamiento de Marx. Es sólo una acotación, pero quizá tenga algo de importancia, sobre todo en esta coyuntura, en la que los gansters del mundo entero se presentan como auténticos sucesores del marxismo, dando por sentado que se trata de la continuidad de Marx, como si el marxismo oriental fuese su legitimo heredero.
ResponderEliminarSaludos!
Saludos, muchisimas gracias... si, estoy completamente de Acuerdo con la observación. Marx ha sido una franquicia para hacer y deshacer. La actitud de la clase dirigente China no ha dejado de ser aquella que Hegel calificó como despotismo oriental barnizado gracias al 'partido' de marxismo
EliminarSólido y muy bien hilado discurso, amigo. Me queda la duda, sin embargo, de que vincularas a Marx con Lenin, Trotsky y Mao Tse Tung. Este es, a mi juicio, una muestra de cómo se insiste en la presuposición de que lo que he denominado el "marxismo oriental", que se caracteriza por ser más orientalista que marxista, sigue haciendo un profundo daño hermenéutico, a los fines de poder comprender y ponderar debidamente el pensamiento de Marx. Es sólo una acotación, pero quizá tenga algo de importancia, sobre todo en esta coyuntura, en la que los gansters del mundo entero se presentan como auténticos sucesores del marxismo, dando por sentado que se trata de la continuidad de Marx, como si el marxismo oriental fuese su legitimo heredero.
ResponderEliminarSaludos!