Dr. Jairo Bracho Palma
Ver también: https://festinalent.com/2022/07/22/la-escuadra-nacional-y-la-toma-de-ciudad-bolivar-19-22-de-julio-de-1903/
Ciudad Bolívar, madrugada del lunes 20 de julio de
1903. Al ancla, un poco alejados de las riberas del río que bordea la
“Alameda”, se encuentran los vapores de guerra venezolanos “Bolívar”, “Zamora”,
“Miranda” y “Restaurador”. Tres años desgastados en oficios de guerra. Se
detienen en puerto lo estrictamente necesario para cargar tropas, bastimentos,
repuestos y municiones. Aquellos barcos tan difamados, al igual que sus
capitanes por la historiografía en general, navegan a todo trapo y a toda
máquina desde el oriente hasta el occidente, por las grandes arterias
fluviales, en los lagos, donde fuera necesario. Los esfuerzos de sus
tripulaciones han contribuido en gran medida a terminar con la plaga de las
guerras civiles, y con la estafa más grande de nuestra historia: el sistema
federal como parcela de poder y co-gobierno.
A bordo del “Restaurador” viaja el general de división Juan Vicente Gómez
Chacón. Aún no usa los espejuelos gruesos que le darían el aspecto inescrutable
y terrible. Tímido, de torpeza ensayada, una nulidad como jefe
militar, bastante lento en la decisión perentoria por quien ejerce el mando en
tiempos de guerra, consulta cada paso al Estado Mayor General con su clásico “y
cómo le ve usted”. Tiene fama de simplón y bien mandado, aparenta no tener
más ambiciones que tierras y ganado. Cuenta con su tío colombiano para los
asuntos políticos. El futuro próximo y la naturaleza torcida del destino le
señalarán a uno, ser la eminencia gris, el alma de la intriga del régimen. Al
otro, lo convertirá en el dictador más longevo, cruel y avaro que haya conocido
la joven nación. Gómez es el general expedicionario ungido por Cipriano Castro
para terminar con los despojos de la “Revolución Libertadora”.
Han pasado tres días desde el inicio de hostilidades. El avance de las
tropas del gobierno ha sido lento. Los sitios de la “Alameda” y de
la “Represa” han puesto las cosas difíciles.
Las operaciones navales son conducidas desde el “Restaurador”. Al frente de
ellas encontramos a un oficial alto, muy delgado, dentadura dispareja,
bigotillo incipiente. Hiperactivo, nervioso en sus ademanes. Vehemente,
decidido. Una personalidad fascinante encerrada en apenas 21 años ávidos de
aventuras. Poco tiempo de egresado de la academia, pero dirige la escuadra con
tanta seguridad como el oficial de mayor experiencia. La voz de mando ronca,
segura, inapelable. En monólogos impositivos pero educados, ausente de la jerga
soez de los cuarteles, y sin perder el correcto acento merideño, ha sustituido
al comandante del “Bolívar” por su poca diligencia, ha ordenado, a su vez, que
el buque a todo evento y a riesgo de ser alcanzado por la artillería enemiga,
se acerque hasta la orilla del paseo de la “Alameda”. El bombardeo del pasado
año en el mismo lugar le ha enseñado que la prudencia y la distancia de
artillería no son buenas compañeras para el éxito, que el riesgo forja a los
vencedores. Hace uso de la infantería de marina para el desembarco y ataques
rápidos.
No ha tenido tiempo para consultas ni permisos al general Gómez. Ordena y
dispone, después informa, es la actitud clásica de un comandante de buque de
guerra, días antes, tal forma de obrar le trajo serios disgustos con jefe tan
indeciso.
Las evoluciones de la escuadra resultan acertadas. El apoyo de artillería
en la forma como fue concebida rompe las defensas. Las tropas del gobierno
avanzan. El resto es historia.
En adelante, el joven teniente de navío
será objeto de especial atención por el gobierno y por el alto mando militar.
En menos de tres años ha ganado fama de valiente, decidido, responsable, de
capaz, pero también de cruel. Tiene hambre de gloria, de ascensos, de
ejecutorias, de mundo, de riquezas, tiene hambre de todo. Es ambicioso, no
codicioso. Es agresivamente esforzado. No envidia. Es amigo de una forma a la
que no estamos acostumbrados.
Finalizada la batalla, en menos de dos meses, aquél intempestivo oficial
empujado en sus primeros años por el hegemón merideño, Esteban Chalbaud
Cardona, recibirá las presillas de capitán de navío y general de división, será
condecorado, una distinción que en la Venezuela marcial no era tan fácil de
conceder, porque había que sudarla en sangre. En menos de tres meses será el
Comandante General de la Armada Nacional. En poco menos de tres años, impulsará
el salto tecnológico más importante de principios del siglo XX, equiparable con
la llegada de la electricidad. En menos de ocho años creará la “Compañía
Anónima Venezolana de Navegación Fluvial y Costanera”, e intentará hacerla una
trasnacional. Ha traído a Venezuela al aviador Frank Boland para que el país no
quede atrás en una innovación que cambiaría el mundo. En menos de ocho años ha
intentado crear un moderno sistema bancario, hasta que chocó con nuestros
banqueros, cómodos con las cosas como estaban.
Y en menos de un lustro dará con sus huesos en la cárcel, donde permanecerá
con grillos de 60 libras durante catorce años. Caerá envuelto en el tricolor
nacional a los 47 en la calle larga de Cumaná. En la fallida expedición viajará
su hijo Carlos Román, casi un niño estrenándose como hombre de
guerra. A éste, el destino le tendrá señalado ser el mejor político
de su tiempo, y el presidente con la mejor preparación que hayamos conocido.
LA TOMA DE CIUDAD
BOLÍVAR
La batalla de Ciudad Bolívar está asociada necesariamente a dos
personajes: Román Delgado Chalbaud y Juan Vicente Gómez.
El 17 de junio de 1903, el teniente de navío Román Delgado Chalbaud es
nombrado comandante de la escuadra de operaciones sobre Ciudad Bolívar.
Román Delgado reunió a los comandantes de buques y los instruyó sobre los
preparativos para el zarpe y las acciones posteriores. Los vapores escogidos
para la operación conjunta fueron el “Restaurador”, “Bolívar”, el “Zamora” y el
“Miranda”, surtos en la Guaira. Al anochecer, se embarcaron dos mil hombres a
bordo del vapor “Zamora”[1].
En el “Restaurador” viajaba el general Juan Vicente Gómez, jefe de la
expedición; José Antonio Dávila, jefe del Estado Mayor expedicionario, y el
personal del tren ejecutivo[2]. Desde este buque se
dirigió la guerra.
Los buques navegaron en formación: El “Zamora” ocupó la vanguardia; el
“Bolívar”, el centro. El “Restaurador”, a la retaguardia.
La escuadra expedicionaria arribó a Carúpano el 29 de junio de 1903. Se les
unió el “Miranda”, que debía buscar a los prácticos de las bocas del Orinoco, que
estaban en Trinidad, de allí, el “Miranda” se colocó a la capa y esperó a la
escuadra[3].
La toma de Güira
El comandante del vapor “Bolívar” recibió órdenes de desembarcar las tropas
del general Mata Illas en Güiria, ocupada por el general Antonio Paredes.
Mientras Matas Illas hizo el recorrido por tierra de norte a suroeste, la
escuadra se situó frente a las costas. El “Zamora” se dirigió a las bocas
del Orinoco[4].
Delgado ordenó al teniente de navío Adolfo Rosales, comandante del
“Miranda” abarloarse al “Restaurador”, y recibir dos compañías del batallón
“Bárbula”. Éste fue desembarcado con grandes tropiezos y bajas en el puerto de
Zoro. La artillería del buque apoyó eficazmente la operación[5].
A bordo del “Bolívar” se encontraba Manuel Corao. Recibió instrucciones de
acercarse a las costas y observar los movimientos del enemigo[6].
Asegurada la cabecera de playa y las primeras posiciones, los vapores
“Bolívar” y “Restaurador” desembarcaron las fuerzas terrestres. Los
revolucionarios no resistieron la carga y se desplazaron hacia Irapa donde se
encontraba el general Antonio Paredes[7].
La batalla tuvo lugar en Campo Claro (2 de julio). El general Pérez
Bustamante marchó sobre la plaza de Irapa. El general Robles venía haciendo
movimientos de pinzas por la playa, mientras el general Mata Illas cortó la
posibilidad de retirada en buen orden viniendo por la vía de Yaguaraparo. El
encuentro entre el batallón del general Pérez Bustamante y el general Antonio
Paredes se produjo poco después. Paredes comandaba unos 500 hombres, y fue
puesto en derrota[8].
Camino a Ciudad Bolívar
Al día siguiente de la toma de Güiria e Irapa, la escuadra arribó a las
bocas del Orinoco. Un leve incidente con el “Restaurador” que varó, detuvo por
poco tiempo la navegación[9].
La escuadra llegó a Barrancas del Orinoco (10 de julio). El reconocimiento
de los dispositivos de las fuerzas de Rolando en Ciudad Bolívar fue
realizado por el general Francisco Terán desde el “Miranda”[10].
El despliegue operacional
De esta forma quedaron dispuestas las fuerzas de tierra: El general Araujo
al mando de la División “Araujo”; en el centro, los Batallones “Sin Nombre”,
“Zamora” y “Bárbula” a las órdenes de los generales Aranguren y Urdaneta, éste
último descendiente del ilustre prócer; como reserva, la División “Vanguardia
“, al mando de Eustoquio Gómez[11].
El “Restaurador” trasladó al Dr. José del Rosario García para una
entrevista con los cuerpos diplomático y eclesiástico de Ciudad Bolívar. El día
13 en horas de la tarde, se reunieron el secretario del jefe de la Escuadra,
coronel Guillermo Muir; el obispo de Guayana, monseñor Durán, los cónsules
francés y alemán, y el general J.M. Peñaloza, representante del general
Rolando. No llegaron a un acuerdo. El obispo tuvo una entrevista con
el general Gómez en Santa Ana. Nada logró.
Los acuerdos para lograr una rendición incondicional no tuvieron los
resultados esperados, y las razones nos muestran una importante particularidad:
las revoluciones y movimientos nacionales que soportan el grueso de sus
acciones en apoyos extranjeros abiertos o vedados sacan de la estulticia a la
población, exacerban pasiones, no precisamente a su favor.
Prevalecía en el ánimo del gobierno y de la sociedad en general, un
violento resentimiento contra el bloqueo extranjero y el apoyo del cuerpo
diplomático, así como el relacionamiento de ambos con los rebeldes, y la
negativa de éstos a la unidad nacional en tan graves horas del bloqueo, que en
boca de Matos se convirtió en una respuesta deslenguada e inoportuna. Es el
problema de buscarnos padrinos para que nos resuelvan los asuntos de casa.
El general Rolando proponía una rendición condicionada de la plaza. El tema
del coronel Farreras fue la divergencia más importante[12]. La intermediación
del cuerpo diplomático de Ciudad Bolívar, que por vez primera se dignaba en
dirigirse a Castro; el arribo del buque norteamericano “Bancroft” y el
francés “Joufroy“, empeoraron las cosas. No haber acuerdo, y el
gobierno no lo quería.
Juan Vicente Gómez ofreció un buque de guerra como refugio a los ciudadanos
nacionales y extranjeros, “el Derecho de Gentes” así lo imponía en palabras de
su secretario general[13].[13]
El bloqueo
El bloqueo naval comenzó el 13 de julio. El “Miranda” navegó aguas arriba
para cortar el paso con el río Apure. El “Restaurador” ancló en Soledad. Los
otros buques un poco alejados aguas abajo.
Habiendo recibido del jefe expedicionario orden de establecer el bloqueo de
la ciudad, lo dispuse en la forma siguiente: el “Miranda”, su radio de acción
desde Playa Grande a la isla del Degredo, sobre la vía del Apure; el
“Bolívar” desde Soledad hasta los Manguitos; el “Zamora”, desde este punto
hasta la isla de Panaderos y el “Restaurador”, fondeose en Punta de Mateo,
situación adecuada para comunicarse con el jefe del Ejército[14].
Delgado Chalbaud y Gómez
El puerto tenía una intensa actividad
comercial, la presencia de un cuerpo consular lo demuestra. Varios mercantes de
nacionalidades francesa, inglesa y norteamericana intentaron arribar, pero les
fue impedido ante el inminente inicio de las hostilidades. Un buque
norteamericano pudo pasar para retornar de inmediato. Había sido autorizado por
Delgado Chalbaud. Una concesión de efectos inicuos por la cortedad de la
estadía se complicó porque el comandante del buque solicitó al jefe de la
escuadra la entrada de los vapores de la Compañía del Orinoco, de propiedad
norteamericana.
La naturaleza de las decisiones de
Delgado Chalbaud corresponde a las de un comandante de buque de guerra. Asume y
después consulta, o en todo caso, se limita a informar, estas iniciativas eran
cónsonas con el carácter de Castro, pero no con el de Juan Vicente Gómez.
Gómez en campaña no era el dotado guerrero de las exaltaciones posteriores.
No era un hombre que tuviera un sentido épico de la historia y ni de las
acciones de guerra. Sus dudas que eran muchas, las sometía a la consulta
de su jefe inmediato y de sus generales del Estado Mayor, bregados en la
guerra.
El primer desencuentro entre Gómez y Delgado Chalbaud viene de aquella
época.
A pesar de que ambos jefes navegaban a bordo del “Restaurador”, Gómez le
hace saber su disgusto por escrito, y va más allá, le llama la atención por
decidir asuntos graves por “su sola cuenta” porque el tema de los
vapores de la Compañía del Orinoco era competencia del presidente Castro[15].
La batalla
Técnicas navales empleadas
A estas alturas, defender posiciones sobre glorias militares y honras
corporativas significaría asomarse al mundo con un monóculo, pero nos
encontramos con los historiadores de siempre, que escriben sobre temas
militares con un pañuelo en la nariz. Resulta interesante detenerse en sus
análisis sobre guerras, batallas, y cómo abordan el tema de las mentalidades,
de cómo echan mano de referencias modélicas de conocidos acontecimientos de
otras latitudes. Pero al tratar nuestras guerras civiles, dejan toda aquella
estructura, y pasan a poco serias generalizaciones, y le viene a la mente
su estereotipo favorito, el de un anti-militarismo a ultranza que desdice de
las razones por la que escriben.
Para ilustrar el punto, tomemos como referencia los bombardeos sobre
nuestras costas. En ellos nuestras impresiones a priori nos
señalan a una banda de alpargatados irresponsables, que descargan sus sádicos
instintos sobre poblaciones indefensas, mientras fuman despreocupados un “Recortado
Nº 17”. Los denominados “daños colaterales” para referirse a la
infraestructura y a las bajas entre la población civil, es un tema recurrente
aún en las modernas “operaciones quirúrgicas”, que nada tienen de anestésicas.
Estamos hablando de una guerra en toda forma, que dejó más de 12.000 mil
muertos en el campo de batalla, en el que dos formas de ver el mundo se
enfrentaron: uno de exagerado nacionalismo, pero terrígeno, al fin y al
cabo, de un barniz constitucional, más bien tiránico. Otro, modernizador,
liberal, pero de un entreguismo repugnante, de esto no hay duda. La ambición
por el poder es el único aspecto común.
Centrándonos en las técnicas navales durante la Libertadora, podemos saber
cuáles fueron las referencias históricas – operacionales de los oficiales
navales venezolanos. Si prestamos atención a las revistas, diarios y semanarios
que se editaron en Venezuela entre 1899 y 1903, nos enteraremos de algunos
detalles: Que la batalla del río Yalú (1894), y las operaciones desarrolladas
en Filipinas y Cuba en el contexto de la Guerra Hispano-Americana (1898) fueron
temas de recurrente publicación.
No vamos a analizar los episodios navales referidos. Pero si observamos la
manera cómo Delgado Chalbaud organizó, entrenó sus hombres e hizo el despliegue
operacional, no podemos evitar asociarlas con unas evoluciones que
respondieron a criterios profesionales y a aquellos específicos
referentes. Los marinos venezolanos no vivían aislados.
La reticencia a las innovaciones nace de los enemigos de las novedades
y de las envidias disfrazadas. Los buques de guerra actuaron en su mayoría,
como transporte de tropas y en algunos ocasionales encuentros hasta 1900.
Delgado se empeñó en el uso masivo de la artillería, en los despliegues con
criterio estratégico operacional, un paso coreado por Castro. Delgado elevaría
el prestigio de la Armada.
La escuadra utilizó varios tipos de operaciones de manera combinada: 1)
Apoyo de artillería en sus diferentes variantes: Fuego directo sobre posiciones
enemigas, apoyo a las fuerzas atacantes mediante fuego de trayectoria curva,
entre otras. 2) Centro de Comando y Estado Mayor de la Jefatura Expedicionaria.
3) Transporte y desembarque de tropas. 4) Incursiones con tropas de
infantería de marina. 5) Apoyo médico y logístico.
Las técnicas de artillería naval fueron de cuatro tipos: El cañoneo, que
sigue una trayectoria más o menos recta, utilizado cerca de las costas. El
bombardeo, en el que los proyectiles siguen una trayectoria curva sobre las
trincheras, nidos de ametralladoras colocados en las alturas, y sobre tropas en
movimiento. El uso de ametralladoras contra tropas que se encuentran a corta
distancia y no cuentan con artillería. El uso de cápsulas incendiarias, para
atrincheramientos en edificios e instalaciones difíciles de desalojar. De
acuerdo al método que se dispusiera, se precisaría de una determinada munición.
La Santamaría de cada buque almacenaba en cantidades suficientes, cápsulas
explosivas, perforantes, de metralla e incendiarias, además de salvas para
casos protocolares[16]. No es difícil
imaginar la devastación sufrida en las posiciones enemigas, y el efecto
desmoralizador entre sus filas. Cada una de estas técnicas fueron empleadas con
resultados en la batalla de Ciudad Bolívar.
La disponibilidad de artillería naval fue
la siguiente:
Tomando en consideración el número del ejército rebelde (2.000 aproximadamente) y las posiciones emplazadas, la artillería disponible era suficiente para los fines de la reconquista de la ciudad.
El Comando y Estado Mayor dirigió la guerra a bordo del “Restaurador”. Las
órdenes para las divisiones y batallones, el uso de artillería salió del puente
de mando y de la cámara.
En cuanto al transporte, desembarque y uso de la infantería de marina, en
el transcurso del relato, el lector podrá determinar la técnica específica.
Las operaciones
El general rebelde Nicolás Rolando esperaba el ataque con 2.000 hombres
atrincherados en los emplazamientos de la Alameda, la Aduana, en las azoteas
del teatro, el sector de Mango Asado, la Capilla, Cementerio, la Matanza y los
cerros la Esperanza, Zamuro y Colorado.
El Jefe del Estado Mayor, nos relata
sobre el despliegue de las tropas para el ataque:
Situadas el 15
nuestras tropas, como he dicho, en dos puntos que correspondían a los extremos
de este diámetro, se desplegó nuestra línea de batalla, de modo que quedasen
unidos esos dos puntos por una circunferencia que, encerrando al enemigo,
interceptase todas sus comunicaciones con el interior, quedando así reunido a
la plaza por la colocación de nuestra Escuadra en la parte fronteriza del río,
del modo más conveniente a sus maniobras y en armonía con las evoluciones de
tierra[17].
El batallón del general Emilio Rivas ocupó las márgenes de San Rafael, el
cerro la Laja y los Morichales, el batallón “Sin Nombre” sobre la sabana del
Morichal, igual maniobra ejecutaron los batallones Piar, Guayana y Bárbula, la
División Araujo sobre la Laja de la Llanera y Santa Lucía[18].
La artillería fue distribuida de la
siguiente forma: Dos en el sitio denominado Laja de la Llanera; una sobre el
cerro de Santa Lucía, otro cerca del sector de Miraflores, y el último, en
Soledad.
Las fuerzas de mar y de tierra
permanecieron a la espera hasta el día 17 en la tarde[19].
El 18 las tropas restauradoras no avanzaban lo suficiente, por esa razón,
tres batallones mandados por los generales Aranguren, Araujo y Urdaneta,
reforzados por diecinueve oficiales de un cuerpo de la Sagrada, atacaron las
posiciones del cerro del Zamuro, Esperanza, el Convento, mientras la Escuadra
apoyaba con artillería[20].
Uno de los puestos de los revolucionarios que mayor estrago hizo fue el
denominado “Punta Mateo”. El coronel Luis Jugo Delgado[21], primer oficial del
“Restaurador”, con quince infantes de marina, y apoyo de artillería del
vapor “Bolívar”, tomó por sorpresa la trinchera en la madrugada del 19.
Las fuerzas navales insistían sobre las trincheras de los Molinos, ubicadas
un poco más adelante de Punta Mateo. El coronel Jugo fue relevado por el
general Madero, quien tomó aquellas tras fuertes encuentros[22].
A las seis de la mañana, cuando Madero ocupaba las trincheras de los
Molinos, las tropas del gobierno llegaron a la cumbre del cerro la Esperanza, y
dos horas más tarde, bajo fuerte metralla y cargas repetidas de los defensores,
tomaron el cerro el Zamuro[23].
Los cadáveres se iban acumulando en la ciudad. La fetidez por la
mortecina, el cloroformo, y la carne chamuscada enrarecieron el ambiente. Los
dos enterradores del pueblo no sabían qué hacer[24].
Rolando fue acertado en el despliegue de la defensa. No era un adversario
común, lo demostró en el Guapo y en oriente. Ha presentado las cosas difíciles.
Las fuerzas del gobierno han penetrado en Ciudad Bolívar. Los rebeldes se
han hecho fuertes en el Capitolio, el teatro, y la aduana.
Delgado ha ordenado al “Miranda” romper los fuegos sobre la artillería
apostada en el Capitolio. Desde la Alameda abrió fuego otra batería, que fue
respondida por los cañones del “Restaurador”[25].
En horas de la tarde, el “Bolívar” bombardeó la trinchera de la represa de
la ciudad, la toma de ese objetivo correspondía al batallón “Cardona”[26] de la División
Araujo, la presencia del dique, lo impedía además de las posiciones de
artillería enemiga sobre la Alameda. El “Restaurador” disparó sus cañones sin
mayores resultados.
El “Bolívar” debía concentrar sus fuegos sobre las mismas trincheras, como
no lo pudo verificar. El día 20 de julio, Delgado Chalbaud reemplazó al
comandante de aquel buque por el segundo comandante del “Restaurador”,
José Lares.
Lares se acercó lo suficiente hasta disparar a “boca de jarro” sobre las
trincheras. Destruidas estas, el batallón “Cardona” junto a una sagrada del
general Madero y las tropas del coronel Infante se apoderaron de la represa[27]. Ésta se rompió
dejando un número considerable de damnificados.
Las operaciones del “Bolívar” definieron importantes acciones en tierra.
Continuó navegando aguas arriba en paralelo conforme avanzaba el batallón
“Cardona”[28].
El “Restaurador” y el “Miranda” apoyan al “Bolívar” que
maniobra muy cerca de la costa, abren paso al batallón “Cardona” por la aduana,
el Resguardo y el acueducto. El batallón recibe fuego cruzado desde las
trincheras, las azoteas y las ventanas de los edificios. Sus hombres van cayendo
conforme avanzan. El comandante del batallón muere en la acción[29].
Delgado no tiene tiempo para consultas
epistolares. Ordena el desembarco del coronel Jugo Delgado con un refuerzo de
infantería de marina para aumentar la capacidad del batallón “Cardona”. Tras
ardua refriega, toman la aduana. Los rebeldes quedaron reducidos al acueducto y
a la cárcel[30].
El “Cardona” avanzó. El “Restaurador”, “Zamora” y “Bolívar” mantuvieron la
concentración de los fuegos. Por el otro extremo, las divisiones “Araujo” y
“Rivas” ejercen presión. Los soldados de Rolando van cayendo, no se
desmoralizan, los compañeros que están al lado toman el puesto del caído. Se
luchaba desesperadamente.
Los resultados
Castro tenía la costumbre de corroborar por otros medios la información
recibida de sus jefes militares en campaña, una de estas fuentes provenía de un
cuerpo de telegrafistas que le reportaban directamente. Carentes de
florituras y narrativas épicas, en pocas líneas, estos hombres lo colocaban en
la situación militar. Si comparamos los escuetos telegramas de guerra con las
exposiciones de los jefes militares recogidas en la Memoria y Cuenta de
1904, nos impondremos de que las acciones de Ciudad Bolívar no fueron una
exagerada exaltación de méritos individuales.
Las acciones de guerra fueron de una violencia tremenda. Cada tramo de
terreno, cada edificio fue peleado hasta la última posibilidad. El bombardeo de
la escuadra, elogiada por los informantes, tuvo la efectiva contundencia que
expone Delgado, y que decidieron en el desalojo, repliegue y rendición de los
rebeldes[31].
Cerca de las 11 de la noche, los sitiados intentaron una fuga, imposible la
retirada, las fuerzas de Rolando fueron vencidas.
Prisioneros: Nicolás Rolando, proclamado jefe de la Revolución Libertadora,
y con él, cincuenta y cuatro generales, noventa y dos coroneles, cuarenta y dos
comandantes, treinta y dos capitanes, seis tenientes, nueve doctores y cuarenta
y cuatro ciudadanos más.
Parque apresado: 3.275 fusiles, 4 cañones, 1 ametralladora, 1 caja de
dinamita, 3 cajas de estopines, 161 botes de metralla, 264 granadas, 39 balas
rasas, 32 schrapnels, 300 libras de pólvora, 160 de guáimaros, 450 botes
explosivos, 528.000 cápsulas, 6.020.000 fulminantes”.
También son apresados
800 soldados que son licenciados inmediatamente y liberados”[32].
Del bando restaurador cayó el general
Urdaneta, cuatro coroneles, cuatro comandantes, nueve capitanes, 6 seis
tenientes, dos alféreces, nueve sargentos, ocho cabos y 198 soldados ofrendaron
su vida para cerrar el episodio de las guerras civiles, de tan nefasta memoria.
Del bando revolucionario se produjo la muerte del general Aurelio Varela y de
800 soldados.
El parte de heridos fue el siguiente:
Dos generales, quince coroneles, dieciséis comandantes, veinticinco capitanes,
veintidós tenientes, once alféreces, veintiocho sargentos, quince cabos y 277
soldados.
Gómez ordenó informarle a Castro sobre tan felices acontecimientos, pero el
escrito del Dr. José Rosario García, no fue del agrado del jefe expedicionario,
a quien le molestaba en la documentación militar la prosa puntillosa y sobre
adornada de los juristas:
El general Gómez cargaba como secretario de campaña a su tío colombiano, el
Dr. José Rosario García, muy amigo de mi padre, era un abogado bogotano
extraordinario, y como buen colombiano adornaba en el decir y en el escribir,
elaboró el telegrama para el general Castro que era una pieza épica, se lo
llevó al general Gómez y le dijo: “Eso no, eso es un chorro de baba,
escriba ahí: Ciudadano general Cipriano Castro, Caracas, palacio de
Miraflores, cumpliendo instrucciones suyas salí de esta capital; el 20 de
diciembre de 1901 para batir al traidor Luciano Mendoza, levantado en armas contra
el orden constitucional, hoy con la toma de esta plaza, le entrego la república
totalmente pacificada”[33].
En la toma de Ciudad Bolívar más que en
ninguna otra batalla, Román Delgado Chalbaud se nos revela como un conductor de
hombres asertivo, capaz de estimularlos al logro de misiones arriesgadas, que
no obtendría por la vía del castigo y del plan de machete.
La valentía personal era una cualidad fundamental para el buen éxito de la
guerra, y Román predicaba con el ejemplo. Demostró capacidad para organizar las
operaciones navales y combinadas. Los resultados de los bombardeos y apoyos de
fuego nos hablan de una escuadra bien entrenada y con una alta moral. Era un
hombre decidido. Pero también nos dice que las escuadras navales no se hacen
necesariamente con grandes barcos y tecnología de avanzada, las construyen el
poder de la voluntad de sus tripulaciones.
Sobre las acciones en Ciudad Bolívar, Román Delgado escribiría: La
Armada cooperó eficazmente a la pacificación de la República (…) desempeñando
las importantes comisiones de transportar los Cuerpos de ejércitos, los
elementos de guerra, etc., y además combatiendo en las combinaciones que fueron
necesarias, cuando se trataba de recuperar plazas y sitios costaneros invadidos
por fuerzas revolucionarias. En ese punto es de digna mención la eficacia de
los servicios de la marina de guerra venezolana en la memorable batalla de
Ciudad Bolívar, en donde secundó las operaciones del Ejército Constitucional,
de una manera honrosa a su tripulación y en especial para los pundonorosos
Comandantes de nuestras naves de guerra, en su mayor parte jóvenes lleno de
entusiasmo por la causa que defendían y de estímulo por alcanzar el mejor
concepto de sus Jefes Superiores y del País; cuyas instituciones han estado
defendiendo abnegada y valerosamente.
[1] Memoria y Cuenta del Ministerio de
Guerra y Marina, Caracas, Imprenta Nacional, 1904, pp. 14-24.
[2] Ídem.
[3] Ídem.
[4] ARV. CNPE. RN. Exp. Nº 02, Antonio
Mijares Palom.
[5] Memoria y Cuenta del Ministerio de
Guerra y Marina, Caracas, Imprenta Nacional, 1904, pp. 15-24.
[6] Ídem
[7] Ídem.
[8] Ídem
[9] Ídem.
[10]Ídem
[11]Ídem.
[12] Cipriano Castro a Nicolás Rolando,
Caracas, 26 de julio de 1903. “La Revolución Libertadora” en Boletín del
Archivo Histórico de Miraflores, Caracas, Imprenta Nacional, septiembre-
octubre de 1961, Nº 14, pp. 104-106.
[13] El secretario de Juan Vicente
Gómez al obispo de Guayana, a bordo del “Restaurador”, 13 de julio de 1903. El secretario
de Juan Vicente Gómez al Decano del Cuerpo Diplomático de Ciudad Bolívar, a
bordo del “Restaurador”, 13 de julio de 1903. Ibídem, pp. 96-97.
[14] Memoria y Cuenta del Ministerio de
Guerra y Marina…, pp. 15-24.
[15] Juan Vicente Gómez a Román Delgado
Chalbaud, a bordo del “Restaurador”, 16 de julio de 1903. “La Revolución
Libertadora” en Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, Caracas, Imprenta
Nacional, septiembre- octubre de 1961, Nº 14, pp. 106-107.
[16] Para tener una idea sobre las
municiones utilizadas, vide AGNV. MGM. Legajo Nº 03-03-10-30-0043.
[17] Ídem.
[18] Ídem
[19] Ídem
[20] Ídem.
[21] Primo de Delgado Chalbaud.
[22] Memoria y Cuenta del Ministerio de
Guerra y Marina, Caracas, Imprenta Nacional, 1904, pp. 15-24.
[23] Ídem
[24] Ídem.
[25] Narración del Comandante de la
Escuadra. Ibídem
[26] En honor al general Esteban
Chalbaud Cardona, quien envió ese ejército.
[27] Narración del Comandante de la
Escuadra. Memoria y Cuenta del Ministerio de Guerra y Marina, Caracas, Imprenta
Nacional, 1904
[28] Ídem.
[29] Ídem.
[30] Ídem.
[31] Los telegrafistas al general
Castro. Telegramas de los días 18 al 21 de agosto de 1903. “La Revolución
Libertadora” en Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, Caracas, Imprenta
Nacional, septiembre- octubre de 1961, Nº 14, pp. 104-116.
[32] Ídem.
[33] Bracho, Entrevista al Dr. José Giacopini
Zárraga….1998
Hola he estado por investigar y comparar los distintos programas de formación que ofrece esta web https://www.cursosinemfpo.com/ y así poder seleccionar aquel que mejor se adapte a mis necesidades y objetivos profesionales.
ResponderEliminar