Jairo
Bracho Palma
La
historia de Venezuela es próvida en acontecimientos épicos, hitos, referentes paradigmáticos
que nos confieren un origen imponente en razón de las hazañas de tan esforzados
hombres. Con una fuente casi inagotable de hechos heroicos, resulta inútil
mantener en el imaginario colectivo, una serie de creencias que al final de
cuentas, se han convertido en complejos seculares. Viene siendo hora de
deshacernos de ellos.
A
medida que releemos sobre los orígenes de la venezolanidad, viejos y no tan viejos autores, nos
encontramos que el proceso independentista cuenta invariablemente con dos bandos: los patriotas,
que son los buenos, idealistas forjados en granito. Por otro lado tenemos a los
realistas, los malos, agiotistas interesados, pérfidos, tiránicos, doble faz,
un afeamiento digno de una novela romántica.
Por
supuesto, no podían faltar los villanos específicos y los malvados habituales.
Es innegable que hombres como el capitán de navío Domingo Monteverde, el
pilotín José Tomás Bóves, el pulpero Francisco Tomás Morales, entre otros
tuvieron en su haber un desempeño rayano en la crueldad y la barbarie, pero
también del otro lado no faltaron los excesos.
Entre
estos villanos nos encontramos con dos invisibilizados por la historiografía
nacional, ambos marinos de guerra de meritorio desempeño, tanto en acciones de
guerra, como en funciones políticas. Nos referimos a Vicente Emparan y Ángel
Laborde.
Sabido es
que muchos manuales de historia patria dividen los hombres del 19 de Abril en
dos bandos irreconciliables: los buenos y los villanos; y en este último
colocan a Emparan como el gobernante inepto, corrupto, dogmático, tiránico,
empeñado en remachar las cadenas de ignominiosa esclavitud española. Emparan
-se dice en muchos de esos textos- no era más que una lacra, un estorbo, digno
de ser expulsado para que la Patria creciera altiva y risueña.
Nada
de esto ha resultado ser cierto.
En
las tierras altas de Euskadi se
encuentra la casa- torre y palacio Emparan, un edificio de planta cuadrada sin
patio central, con cubierta a cuatro aguas, construida en el siglo XIV.
Resguardaba los vados del río Urola. Por
siglos fue la propiedad principal del mayorazgo de una de las familias más antiguas de Guipúzcoa. Guerreros y marinos,
letrados, eclesiásticos, considerados tanto por su cuna como por sus
ejecutorias.
La familia Emparan y Orbe, señores de las
villas de Azpeitia y Ermua es descendiente directa de la casa de Butrón, la
casa de Haro, la casa de Borgoña y por esta línea familiar de los monarcas de
los reinos de Asturias, Castilla, León, Aragón, Navarra, Portugal, la dinastía
Hohenstaufen de Alemania, la casa de Plantagenet de Inglaterra y la casa de
Normandía.
José
Joaquín Emparan Zarauz y Velasco, fue el XV señor de la casa Emparan. Noble de Azpeitia, estuvo muy vinculado a la
vida política local. Varias veces alcalde, diputado y juez de su pueblo natal,
ejerció otros cargos, como teniente de
alcalde y regidor mayor. También se
desempeñó en el pueblo de Segura como procurador (1760). Alcalde y juez de
Ermua (1746), diputado en Fuenterrabia (1748), procurador en Motrico, Cestomo,
Aiscoitia y San Sebastián (1789), entre otros destinos de su dilatada carrera
como funcionario público.
María Ana
de Orbe y Zárauz pertenece a la casa Orbe, arraigada en el caserío de
Anguiozar, en Guipúzcoa. Hija de Francisco Antonio de Orbe y
Larreategui, coronel de los ejércitos y diputado de Ermua en 1748, y de María Teresa de Zárauz
Gamboa y Olaeta, originaria de Oñate.
María
Ana nació el 13 de marzo de 1723. Sobrina de Antonio de Orbe y Larreátegui,
obispo de Barcelona, arzobispo de Valencia, presidente del Consejo de Castilla,
inquisidor fiscal en Sevilla, e Inquisidor General de España, entre otras altas
dignidades. Hermana del primer marqués de Valdespina y vizconde Santa Cruz.
José
Joaquín Emparan contrajo matrimonio con María Ana de Orbe en Oñate, el 26 de
octubre de 1744. Hicieron vida en Azpeitia. De prole fecunda, algunos de sus
quince hijos tuvieron importante actuación pública. Podemos mencionar algunos
de ellos.
1)
Francisco: El mayor de los hijos, nacido el 5 de
agosto de 1745. Continuó el mayorazgo de la familia. XVI señor de la casa
Emparan. El primero en heredar el título de marqués de Monterrón.
2)
Manuel
Antonio: Ocupó plaza como guardiamarina el 22 de julio de
1746. Murió como capitán de navío al mando de su buque, el San Hermenegildo, el
12 de julio de 1801 en la batalla nocturna del estrecho de Gibraltar. Combatió
por error contra el navío Real San Carlos, ambos creyeron luchar contra el
navío inglés Superb. Se dice que otro hermano murió a bordo del San Carlos.
3)
José
Joaquín: Alcanzó el grado de teniente de navío .
4)
Miguel
José: alférez de fragata. Combatió al lado del general
Callejas contra el grande Hidalgo. Murió el 17 de enero de 1811 en México en la
famosa batalla del Puente de Calderón.
5)
Mateo: general
del ejército. En 1799, el gobernador de
Trinidad Tomás Picton estaba al tanto del arribo de un regimiento de quinientos
hombres a la Guaira, y la presunta
salida de un grueso de tropas desde el Ferrol para una invasión franco–española
desde Cumaná, o posiblemente desde las bocas del Orinoco. Las tropas estarían
mandadas por Mateo Emparan, apoyadas por el gobernador Vicente Emparan.
6)
Juan Bautista: Tomó los hábitos. Cuando
Carlos IV ocupó el trono, se convirtió en confesor de honor del rey.
7)
Agustín Ignacio: Fue un hombre de letras.
Alcalde del Crimen de la Real Audiencia de México, colegial de la Universidad
de Salamanca, regente de Manila, caballero de la Orden de Carlos III.
8)
María Asunción: Poco se conoce de su vida.
9)
Pedro: viajó a Cumaná al lado de su hermano Vicente en
1792. Fue alcalde ordinario de la provincia. No regresó a España. Se estableció
en Barcelona (Venezuela), en la población del Chaparro (estado Anzoátegui). Casado
con Gracia Arveláiz, perteneciente a una de las familias más influyentes del
oriente venezolano. Pedro Miguel cambiaría el apellido Emparan por Amparan
luego de los sucesos del 19 de abril. Los
descendientes de Pedro Emparan se emparentaron con la familias de Antonio José
de Sucre y José Tadeo Monagas La familia Amparan Arveláiz tuvo tres hijos.
Pedro Miguel, quien llegó a ser teniente coronel del ejército patriota. Alcalde
y jefe militar del pueblo de Onoto en 1819. Los
otros dos hijos fueron Salomé y Juan Francisca. El último descendiente en
Venezuela con el apellido Amparan fue Rafael Parés Amparan, quien fallecería a
principios del siglo XX.
10)
Vicente
Ignacio Antonio Ramón, quien
nació en Azpeitiko Udala (Azpeitia), provincia de Guipúzcoa, el 5 enero
de 1747.
La Academia Militar de Matemáticas
Recién
cumplidos los quince años, Vicente Emparan obtuvo plaza para ingresar a la Academia
Militar de Matemáticas y Fortificación de Barcelona, que había abierto sus
puertas en 1700 durante la Guerra de Sucesión, con profesores traídos de
Bruselas. Aquella institución representó el espíritu de la Ilustración. La
Academia formó ingenieros militares. El período de formación duraba tres años,
dividido a su vez en cuatro cursos. La esencia
cognoscitiva impartida era de naturaleza técnica–matemática.
En el primer curso se enseñaba
Aritmética, Geometría práctica, Trigonometría, Topografía, Esfera Terrestre. En
el curso siguiente: Artillería, Fortificación, Ataque y Defensa de Plazas,
Táctica, Movimientos de tropas, y Geografía. En el tercer curso se estudiaba
Mecánica y Maquinaría, Hidráulica, Construcción, Arquitectura civil, con lecciones extraordinarias de Perspectiva,
Elaboración de Cartas Geográficas y Resolución de Problemas Náuticos. El último
curso de la Academia comprendían materias de Diseño y Construcción de Edificios
Civiles y militares, Cartografía y Elaboración de Mapas.
Emparan estudió dos años y medio. Obtuvo
el grado de alférez del ejército el 1º de noviembre de 1764.
El prestigio de los oficiales ingenieros egresados de la
Academia militar era tal, que los poderosos ministros de Estado los
consideraban elegibles para responsabilidades en la administración y gobierno,
una situación de enojosos desencuentros con aquellos oficiales formados en el
diario hacer de los regimientos dispersos por el mundo hispano.
Estos supuestos se cumplieron en el caso
de Emparan, quien se destacaría como gobernador en funciones.
Entonces tenemos a una personalidad con
una esmerada formación técnica-matemática impartida en una prestigiosa institución. Varios estudios señalan que el
aprendizaje en materias relacionadas con las matemáticas permiten desarrollar
el valor práctico, la técnica, el hábito deductivo, el manejo de símbolos, la
resolución de problemas:
La imaginación,
ejercita el poder de generalización y abstracción, introduce el simbolismo y
contribuye a formar hábito de precisión en el uso del leguaje, así como la
exactitud y claridad en los conceptos y razonamiento (…) Aunque en menor
grado que las anteriores, tiene también la enseñanza de la matemática
importancia desde el punto de vista estético y moral
En el Real Ejército
Finalizado
el período de formación en la Academia Militar de Matemáticas, Emparan es
boletinado al regimiento de Cantabria,
un
antiguo pie de Tercio guipuzcoano, con varias fusiones y refusiones a lo largo
de su historia, y con unos requisitos de ingreso particulares: estatura mínima
de 1,54 metros, robustos y sin imperfecciones físicas.
No
es prolija la información sobre los primeros destinos de Vicente, sabemos por
su expediente profesional que ocupó plaza sucesivamente en Barcelona, Zaragoza
y Orán.
Vicente
Emparan presentó ante la superioridad una solicitud de transferencia para la Real Armada en 1768. La
petición fue aprobada, y dado de alta con el grado de alférez de fragata el 16
de marzo de 1769. No tenemos certeza de los motivos que lo llevaron a tomar
esta decisión, pero si podemos afirmar que era el cuarto hermano que haría su
vida a bordo de los buques de guerra.
Poco
después recibe su primer destino a bordo del Triunfante (13 de abril de 1769),
un navío de línea de 70 cañones. Navegó hacia Mallorca y Cádiz, donde
desembarcó para su hacer efectiva su transferencia al navío Dragón, del mando
del capitán de navío José Luis de Sierra. El buque formaba parte de la escuadra
del marqués de Casa-Tilly, enviada a proteger el tráfico comercial entre
América y España.
El
navío San José será el próximo destino (1770), una unidad de 74 cañones recién construida en los astilleros de la
Habana, y dirigida por el capitán de navío Alejo de Rubalcava. Ese mismo año
pasó al navío Santo Domingo, de 74 cañones, que tuvo una muy corta vida útil.
Comandado por el capitán de navío Juan Antonio Cordero, sirvió de escolta a los
mercantes que navegan hacia América. El 16 de junio de 1771 el Santo Domingo
hace su último viaje al Ferrol, pues poco después es desarmado.
Emparan
se encuentra en Cádiz a mediados de 1771, momento en que recibe el despacho
para la fragata de 30 cañones Santa Dorotea, del mando del capitán de fragata
Manuel de Bedoya. Realiza varios cruceros de corso entre Ceuta y Cartagena del
Levante. Realizó iguales actividades a bordo de la fragata Teresa.
Hizo
su primer viaje a América a bordo de la fragata Liebre, del mando del capitán
de fragata Manuel Guirol, un oficial que se había distinguido en la defensa del
Morro de la Habana en 1762. Zarparon desde Cádiz hacia el puerto del Callao el
19 de diciembre de 1772. En esta ocasión Emparan fue comandante de la Guarnición de Infantería de Marina. Una
vez en Lima, es reasignado junto a su Compañía, al navío Peruano.
En
el transcurso de la comisión al Pacífico, asciende al grado del alférez de
navío ( 19 de enero de 1774).
El
2 de diciembre de 1775 pasa al navío San Julián, del mando de capitán de navío
Antonio Osorno, quien recalaba en el puerto del Callao con azogue y pertrechos
de guerra. Junto al navío San Pedro Alcántara, regresa a Cádiz el 20 mayo de
1776. En el tránsito hacia España, asciende a teniente de fragata (16 de
marzo). En poco menos de un año obtuvo los galones de teniente de navío.
Destinado
al servicio de artillería de la fragata Júpiter, pronto pasó a las fragatas
Venus y Teresa respectivamente. En ésta última viajó a la isla de Santa
Catalina (Brasil) y Montevideo, una de las unidades que formaron parte de la
expedición de Pedro Ceballos contra los portugueses. Levantó los planos del
lugar. De regreso, la fragata desarboló y debió arribar a las costas de Puerto
Cabello, donde fue reparada. Sería el primer encuentro de nuestro biografiado
con el territorio venezolano.
De
vuelta a Cádiz, Emparan embarca en el San Pablo, un navío de dos puentes y 74
cañones construido en el Ferrol según los planos de Gautier. La mandaba el
capitán de navío Carlos de la Villa.
El
bautizo de fuego lo tendría en la primera campaña sobre el Canal de la Mancha
en junio de 1779. Su buque formaba parte de la escuadra de uno de los marinos
mas distinguidos del siglo XVIII: Luis de Córdoba. Un poco más tarde participa
en el bloqueo al estrecho de Gibraltar.
Pasó
al navío Purísima Concepción, del mando del capitán de navío Miguel Gastón,
parte de la Segunda División de la escuadra del teniente general Luis de Córdoba.
Junto a la escuadra francesa y en el contexto del apoyo a la Guerra de
Independencia estadounidense, apresaron el doble convoy inglés que salía a las
Indias Orientales y hacia América (cabo de Santa María, 9 de agosto de 1780),
iban cargados
de tropas, pertrechos y armas. Se dirigían a prestar apoyo a las guerras en
desarrollo.
Córdoba
pasaba los 70 años, pero su experiencia y conocimiento eran prendas
irremplazables. Coloca un farol en el trinquete del navío de tres puentes Santísima Trinidad. Los ingleses creyeron que
se trataba de una señal del jefe del convoy. Cuando amaneció, era demasiado
tarde, en la primera vuelta 50 mercantes resultaron apresados con más de dos
millones de libras en mercancías.
Como
podemos observar, Emparan fue enviado a un gran número de embarcaciones en cortos períodos. Esto tiene
varias explicaciones. Podemos pensar en la idea de que Emparan no pasó por la
Compañía de Guardiamarinas, pero tenía una base de matemáticas avanzada. Estuvo
sus primeros cinco años prestando servicios en tierra, algo que no se
acostumbraba con oficiales navales de tan bajo grado, por lo tanto debía ser
calificado en sus competencias, y una manera eficaz era el cambio constante de
unidades según su tipo.
Al
parecer fue preferido para responsabilidades como artillero e infante de marina
por su formación en el ejército, pero esto es una conjetura.
El sitio de Gibraltar
En
1781, Emparan obtiene el mando de su primer buque de guerra, el jabeque Liebre,
y el mando de la Segunda División de lanchas cañoneras del Apostadero de
Algeciras, que desarrollaba operaciones de sitio sobre Gibraltar. Participó en
las acciones de ataque con las baterías flotantes (13 de septiembre de 1782), embarcaciones de gran
superficie en la que se apostaban gran cantidad de soldados a la vez que dejaba
circular agua de mar en su interior para evitar incendios por las llamadas
balas rojas, proyectiles calentados al rojo vivo. Según su
expediente de servicios, hizo varias presas inglesas.
Por sus acciones en Gibraltar,
Emparan es recompensado con su promoción al
grado de capitán de fragata (21 de diciembre de 1782).
Firmada
la paz con los ingleses (3 de septiembre de 1783), le tocó comandar el tránsito
de noventa y seis embarcaciones menores (brulotes, cañoneras, y demás
auxiliares) desde Cádiz hacia Cartagena.
Bombardeo de Argel
Antonio
Barceló se nos presenta en la historia naval española como un esforzado marino
desde sus inicios como grumete. Un oficial llegó a teniente general por mérito propio. Sus
hazañas en la guerra en el mar lo convirtieron en una leyenda. De ingenio poco
común, inventó la lancha cañonera y su uso en las fuerzas sutiles, sus
prestaciones serían experimentadas con éxito en Venezuela.
Vicente
Emparan tuvo la oportunidad de servir bajo el mando de Barceló en la segunda expedición contra Argel, el 26
de julio de 1783. Dirigió una de las divisiones de escuadra que zarpó desde
Cartagena del Levante.
La
escuadra de Barceló estaba compuesta por cuatro navíos, cuatro fragatas, nueves
jabeques, diecinueve buques de menor porte y otras tantas lanchas cañoneras,
veinte bombarda, mas dos fragatas de la Orden de Malta.
Al
finalizar las operaciones Barceló recomendará vivamente la promoción de Emparan
al grado de capitán de navío. Una real orden así lo dispone sin que llegue a
hacerse efectiva.
Después
de Argel, y por vez primera Emparan gozará de su primera licencia en tierra.
Cumplía catorce años embarcado sin la oportunidad de un largo descanso.
En el San Idelfonso
El
navío de 74 cañones San Idelfonso está ligado a nuestra historia, en él viajó
Simón Bolívar por vez primera a España en 1799. Perteneciente a la serie de
navíos de línea llamados “Idelfonsinos”, fue botado en los astilleros de
Cartagena el 22 de enero de 1785. Las pruebas de mar las realizó el célebre
José de Mazarredo. Junto a Ignacio de Álava y con el alto rango de
embajador, se dirigió a Argel en este navío en misión diplomática de paz,
firmada el 14
de junio de 1786.
De
vuelta a Cartagena, obtiene el mando de la fragata Nuestra Señora del Loreto en
enero de 1786. En septiembre entregó el cargo.
San
Felipe de Portobelo es una ciudad que durante el período colonial perteneció a
la Gobernación de Panamá. Estratégico puerto comercial, había logrado fama por
las desaparecidas ferias anuales, punto de encuentro de la flota de Indias, y
lugar donde quedaba temporalmente almacenada la plata extraída del Virreinato
de Nueva Granada, el oro y otras mercancías del Virreinato del Perú, para ser
exportadas a España.
La
Gobernación de Panamá representaba el último bastión del espacio geográfico que
los españoles denominaron “Tierra Firme”. Adscrito al Virreinato del Nuevo
Reino de Granada, para aquel entonces era dirigido por otro marino de rancia
estirpe que se había iniciado en política como capitán de fragata al frente del
gobierno de las islas Malvinas: el teniente general de la Armada Francisco Gil
y Lemos. El futuro virrey del Perú gozaba entre otras distinciones, de bailío y
gran cruz de la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén,
Rodas y Malta.
Portobelo
era una ciudad literalmente cercada por la espesa selva, poco poblada, con una guarnición que no pasaba de 140 hombres. Varias veces
saqueada y ocupada, a pesar de su importancia, su urbanismo dejaba mucho que
desear:
La ciudad es pequeña,
sus casas en general de madera habiendo muy poca cuyo primer cuerpo sea de cal y canto: tiene una calle larga,
otra corta en la misma dirección que la
costa, con alguna otra pequeña que la atraviesan, ocupa la parte llana de la
falda de la montaña hasta la orilla de la mar: hay dos plazas capaces, una al
frente de la contaduría o cajas reales, cuyo edificio es muy bueno y de cal y canto,
y la otra en el sitio que halla la iglesia parroquial que también es de cal y canto. A más de esta iglesia hay otra dos, una
de la Merced muy desmantelada y pobre con convento arruinado, y la otra de San
Juan de Dios con fundación de hospital; pero en realidad no lo es por su
pequeñez y pobreza.
Poco
conocemos sobre las circunstancias que hicieron posible el salto de Emparan al
quehacer político. Una real orden del 27 de marzo de 1789 dispuso su
nombramiento como gobernador político y militar de la plaza de San Felipe de
Portobelo.
Podemos
pensar en varias posibilidades. Su hermano Juan Bautista Emparan era confesor
de honor de Carlos IV, pero también estaba pendiente la recompensa dispuesta
por el desempeño en Argel como combatiente, y posteriormente como embajador.
Poco
después de su nombramiento, Emparan fue promovido a capitán de navío (8 de
junio de 1789), siendo el último que obtendrá en el Cuerpo General de la
Armada. En adelante sus nuevos grados provendrán del ejército. Los grados navales para jefes políticos en
América poco tenían que hacer con el mérito contraído a bordo. En la mayoría de
los casos eran ganados en la dura fragua de una vida, en la que los periodos en
tierra eran escasos, y los sacrificios en la mar, muchos. Para su superior, el
virrey Gil y Lemos no fue un inconveniente prestar servicios en funciones del
gobierno colonial, y alcanzar las más altas jerarquías en la Real Armada.
Emparan
embarcó para Portobelo a bordo de la fragata Nuestra Señora de la Paz. Arribó
en aquel puerto en agosto de 1789.
Portobelo
tenía uno de los peores índices de mortalidad por causa de las enfermedades
tropicales:
Como la ciudad está
rodeada de cerros según queda indicado, no permiten que el viento la bañe y
atempere, por tanto el calor es
excesivo: así mismo como la espesa arboleda que hay en los cerros no dejan
pasar el sol, exhalan estas vapores gruesos (…) El clima como se deja inferir
es muy húmedo, cálido y por consiguiente malsano.
De
tal manera que los esfuerzos del nuevo gobernador estuvieron dirigidos a crear
mejores condiciones sanitarias para la población. Llama la atención que antes
de partir a su destino, había solicitado el pago del impuesto colonial de media anata, beneficio que obtenía por el
cargo recibido, correspondiente a la mitad del sueldo del primer año en
funciones. Según sus palabras, estaría dirigido para labores de tala y
desmalezado. Un observador de su tiempo, que no le negaba críticas a quien lo
merecía, lo describía en estos términos:
El gobernador don
Vicente Emparan, capitán de navío de la Real Armada, y hoy mariscal de campo
de los Reales Ejércitos, para corregirlo (el clima) en lo posible emprendió en
1789 para apartar el monte de la ciudad, a fin de darle alguna ventilación,
pues lo árboles llegaban hasta ella; y al efecto y para estimular al vecindario
fue él primero a tomar el hacha y principiar a
abatir los árboles , y a su ejemplo concurriendo lo vecinos logró fuese algo
más sana la ciudad y que se librase de las fieras que con estrago se
introducían en ella (…) en todas parte ha sido admirado por su celo, actividad,
justificación, pureza, desinterés y beneficencia manteniendo lo pueblos en
justicia, y mereció ser amado de todos.
Su actuación como gobernador no pasaría desapercibida.
Cumaná
La provincia de Nueva Andalucía,
luego conocida como provincia de Cumaná (Nueva Córdova), se extendía a las
poblaciones de Carúpano, Río Caribe y
Barcelona entre otras. Los golfos de Paria y de Cariaco ocupan ciento
cincuenta leguas de costa, y desde río Caribe al Orinoco, unas setenta leguas,
tierras mayormente de labranza y de escasa población.
La ciudad de Cumaná, residencia del gobernador, concentraba la mayoría de la población, unos 86.083 habitantes.
Productora de cacao, caña de azúcar y cueros, las
principales familias como los
Vallenilla, los Sucre, Sifontes, Sotillo, Ramírez, Luces, Carrera, Alcalá,
Maíz, Bermúdez, Subero, Barceló, Salazar, Gómez, Marcano, Gómez, entre otros,
poseían más de 1.184.000 árboles de cacao en las 221 haciendas censadas.
Los campos
de algodón se extendían por Cumaná, Barcelona, Cumanacoa, el Golfo y los Valles
de Cariaco. Un total de 50 hacendados tenían 1.283.250 árboles que producían
3.970 quintales desmotados (…) El· añil, cultivo de reciente introducción, se
sembraba en las inmediaciones de San Francisco, Arenas, Guanaguana y Cumanacoa.
Para entrar al puerto se debía
acceder por el río Manzanares, su boca estaba protegida del lado este por una
batería; al oeste había un dique para embarque de madera. Al oeste, a orillas
del río Neverí, se encontraba la ciudad
de Nueva Barcelona.
El río Guarapiche era una zona
de contrabando por excelencia, en
especial para aquellos que comerciaban con
ganados y mulas de los llanos.
Cumaná fue una de las
ciudades más perjudicada por causa de los terremotos. En 1767 hubo
un ligero temblor, fuertes y violentos en 1778 y 1779, igual en 1794 y 1797, este último coincidió con la erupción
del volcán de la isla Guadalupe.
Desempeño
El
período de desempeño de Vicente Emparan
en funciones de gobierno ha sido calificada como una época de progreso, tolerancia,
una gestión de beneficio y aplauso colectivo.
Por
los resultados obtenidos en Portobelo, fue promovido al gobierno de la provincia
de Nueva Andalucía, perteneciente a la Capitanía General de Venezuela (19 de
junio de 1792). En realidad Vicente Emparan obtuvo la Capitanía
General, Intendencia y Vicepatronato Real de dos provincias: Nueva Andalucía y
Nueva Barcelona (el 22 de diciembre de 1792). Recibió de manos de Pedro
Carbonell y Pinto Vigo, quien a su vez fue
destinado al gobierno de la Capitanía General de Venezuela.
Uno de sus primeros actos de gobierno consistió en
determinar la esencia de los problemas económicos de las gobernaciones a su
mando: el contrabando, la evasión de capitales y la escasa productividad. Las
dos primeras, relacionadas con la complicidad de la población y del Resguardo
de Mar y de Tierra. A pesar de las altas tasas impositivas de la Real Hacienda
a los productos de la tierra y a los géneros de importación españoles, ciudades
como Barcelona y Cumaná se encontraban surtidas de géneros extranjeros. El
ganado vacuno salía de contrabando a las islas inglesas y francesas, igualmente
las mulas, que eran utilizadas para los trapiches de azúcar, el recurso
adictivo de mayor demanda en los mercados europeos. Para combatir estos
ilícitos, construyó
seis lanchas cañoneras, y diez baterías que aprovisionó con 18 cañones de
diferentes calibres.
Una tasa impositiva del 8% sobre los productos de
importación y exportación, así como una declaratoria de libre comercio, tal vez
fue la solución más adecuada para evitar todo aquello y estimular la
producción. Gracias a la apertura y demás medidas gubernamentales, la
prosperidad en oriente fue superior al resto de las provincias.
Los asaltantes de caminos mantuvieron en zozobra a
los comerciantes y transeúntes. Persiguió con dureza el abigeato y la
delincuencia, que en dos años se redujeron de manera significativa.
Dejó importantes obras materiales: dos puentes, uno
de ellos, sobre el río Neverí (que perduró hasta 1856). Las calles de Cumaná
fueron empedradas (1796). Ordenó la construcción del hospital general de
Cumaná, dos leprocomios y varias iglesias. Tuvo que reconstruir parte de la
ciudad derruida por el último terremoto.
El hospital
general de Cumaná había sido fundado por
el presbítero Patricio de Alcalá. Emparan lo convirtió en uno de los mejores de
América.
Inició la construcción del puerto real del golfo de
Paria.
Mejoró las condiciones de vida de las poblaciones
originarias, fundando siete nuevos pueblos. Reconstruyó sus habitaciones
derruidas por causa de los terremotos: San Vicente de Carapa, Santa
Gertrudis, San Pedro del Pao, Santiago del Orinoco, Santa Catalina de Carito,
San Simón de Maqueta y San Jacinto de Urica.
La
ciudad de Barcelona recibió una esmerada atención. Se construyó un puente sobre
el río Aragua, y un hospital lazarino, el empedrado de las calles, entre otras
construcciones.
Prestó especial atención a la salud pública. El mal
olor y las enfermedades eran frecuentes, las carnicerías dentro de la ciudad,
una de las causas. Las trasladó a sotavento del río, donde construyó edificios
adecuados para tales fines.
Cumaná carecía de médicos cirujanos con formación
académica, por tal motivo, solicitó con éxito al Real Colegio de Cádiz (el Dr.
Alonso Ruíz Moreno), que hizo la primera operación de laparatomía en el país,
así como otras de obstetricia. Al parecer Ruíz Moreno ensayó la vacuna de
Jenners antes de la llegada de Balmis.
Prohibió
el ejercicio de la medicina a aquellos practicantes sin estudios formales ni
títulos válidos, como el caso del barbero José Zibico, quien la ejercía desde
hacía siete años, razón de un serio enfrentamiento con el Protomedicato de
Caracas, que a todo evento habilitó a Zibico como médico. Emparan no obedeció
la instancia de refrendarle el título por creerle un peligro para la salud
pública.
Emparan
mantuvo unas muy buenas relaciones con los habitantes, no tanto con algunos
funcionarios, españoles y criollos. Sus relaciones solían ser poco diplomáticas
cuando defendía sus puntos de vista, y el alcance de sus encargos. Actuaba con
independencia.
En
cierta ocasión sostuvo fuertes discusiones epistolares con el capitán general
de Venezuela, el mariscal de campo Manuel Guevara y Vasconcelos, un hombre complicado
y recursivo, quien quiso reprenderle por el caso del apresamiento del barco
negrero John, en el que había ejercido de juez de presas. Emparan manifestó que
él era gobernador de dos grandes provincias, y que cualquier juicio a su
persona debería hacerse ante un Consejo de Generales.
Tampoco
cedió ante otro funcionario no menos peligroso cuando de intrigas cortesanas se
trataba, el intendente Esteban Fernández de León. Tras la sombra, Fernández gestionó
sin éxito su destitución. La actuación política y militar de Emparan en la
gobernación de Cumaná fue eficiente, honesta, orientada hacia el bien ciudadano
y recordada por años. Ganó
el aprecio de la población, razón por la cual, ésta elevó una petición a la
corte para que continuara al frente de su cargo, que se prorrogó por doce años.
El 4 de noviembre de 1801, el rey le concedió el grado de brigadier de los
reales ejércitos.
Lo que se
silencia en los libros de enseñanza es la formidable labor de Emparan como
Gobernador de Cumaná y Barcelona; su tenaz tarea, allá en el oriente
venezolano, en construir hospitales y escuelas; su deseo de mejorar los
puertos, en tecnificar los cultivos, en contratar en Guipúzcoa (su tierra
natal) escultores y pintores para que vinieran a Cumaná a hermosear los templos
parroquiales (…) Intensa y fructífera labor desplegó Emparan en Cumaná,
especialmente en el sector agrícola. Ya en 1794 el Tesorero de las Reales
Cajas, don Manuel Navarrete, ponderaba el esfuerzo del mandatario vasco por
incrementar las siembras de cacao, algodón, añil y caña de azúcar en los
distintos valles y pueblos costeños.
Defensa militar de la provincia
La presencia
inglesa en antigua provincia de Trinidad representaba la concreción de
pragmáticos objetivos geopolíticos cumplidos con fría paciencia por el gobierno británico, y que nada tenían que
hacer con la formación de países independientes, y si con la instauración de
pequeñas repúblicas, sostenidas bajo una forma de dependencia neocolonial
dentro del esquema de la división internacional del trabajo (colocación de
excedentes industriales a cambio de materias primas).
Los ingleses se trazaron como objetivo
inmediato, frenar la influencia francesa en América; a largo plazo, asegurar el
control comercial del eje Orinoco-Brasil-norte de Venezuela, y el dominio
territorial del arco amazónico-Esequibo y sus potencialidades auríferas. Venezuela
dejó de tener la consideración estratégica de “Abra o garganta de América”, sustituida por la denominación
comercial de “balcón”, un cambio radical de la visión española sobre sus
colonias.
Perdida la isla de Trinidad (16 de febrero de
1797), desde aquella plaza se estimuló la desobediencia a las autoridades españolas,
hasta el punto de apresar a algunas de ellas, con la complacencia de la
población (caso del teniente de Güiria). El nuevo gobernador inglés favoreció
el contrabando de extracción y el de importación de ropas, así como la
protección naval a los mercantes criollos que se dirigieran a Puerto España.
Paralelamente, se repartían tierras de labranza cerca de punta Barima, se
invadía Surinam y Berbice, mientras se
preparaba lo propio por el río Orinoco con 15.000 hombres, para
conquistar Angostura, y asegurar las tierras con minas de oro, que abundaban según noticias de científicos
alemanes contratados por la corona española. A su vez, se invadiría desde
Martinica por las playas de Macuto. A esto se suma el apoyo a los intentos
separatistas.
El ataque sistemático
de cuatro fragatas inglesas a los puertos más importantes de las costas
venezolanas entre 1797 y 1806 (“Hermione” y “Ceres” entre otras) produjo una
sensación de aislamiento, inseguridad y de abandono por el gobierno central.
La revolución francesa
alcanzó su fase más violenta en el Caribe. La penetración de las nuevas ideas
representaban un peligro para el sistema español y para el esquema de
dominación del criollo, por la que se mantuvo en cuarentena a Curazao luego del
alzamiento de José Leonardo Chirinos, y la prohibición de introducir esclavos y
libertos de las islas bajo el dominio francés. La llegada de esclavos y
mestizos “lenguaraces” a la Guajira y Paraguaná; el alzamiento en Maracaibo (6
de mayo de 1799), los intentos revolucionarios de Gual, España y Picornell, y
la insurrección de Chirinos se suman a la complejidad política en que
estaba sumergida la Capitanía General de
Venezuela.
Antes del ataque
inglés a Trinidad, Emparan tomó las providencias necesarias para apoyar al
gobernador español de Trinidad, y evitar su conquista, pues sabía que “tal
insensatez puede ser consecuencia para Cumaná, ya que está a 150 leguas y con
las fuerzas intactas. Tomé todas las medidas para defenderla con tres compañías
veteranas y ocho cañones.
Las consecuencias
de la pérdida de Trinidad se sintieron de inmediato en el comercio de Cumaná
con la destrucción de los buques mayores y veinte menores, paralizando la
actividad económica, y favoreciendo a la nueva posesión inglesa. El gobernador
Tomás Picton solía referirse a Emparan como
“protector de los esclavos del gobierno
español”.
Emparan esperaba la invasión inglesa por el
río Orinoco y la conquista de San Rafael de Barrancas, punto de inicio de la
expedición sobre Caracas.
Sostenía que Coro y Maracaibo serían dejadas
en manos de los españoles, puesto que la geografía, capacidad de control
militar en función de la distancia, y las ventajas económicas, les llevaban a
ambicionar el Esequibo, las tierras que atraviesan el Orinoco y parte de los
llanos de Barinas. Las
medidas de defensa tomadas de manera
oportuna impidieron la conquista de aquellas regiones. Estimuló a sus vecinos a
la defensa territorial, paso importante para la consolidación del sentimiento de nacionalidad.
Personalidad
El desenvolvimiento
del vasco en la Capitanía General de Venezuela estuvo ligado a las redes de parentesco y paisanaje. Por
naturaleza eran gente esforzada y valiente, que asumían el peligro como parte
de la cotidianidad. Los vascos en Venezuela fueron la mayoría inmigrante en los
dos primeros tercios del siglo XVIII. Vicente Amezaga Aresti contó 3.260
apellidos de este origen radicados en Venezuela, y que disminuyó hacia 1776.
Emparan fue
estimado como un gobernador celoso, de gran autoridad, “fervoroso del orden y minucioso hasta la exageración”. El mismo
escribía las providencias del Ayuntamiento. Le gustaba estar enterado al
detalle de todo. Hombre con más títulos que bienes de fortuna, por su pobreza,
había pedido el retiro del cargo en 1802. El rey rechazó la petición y lo
mantuvo en su destino.
Alejandro Humboldt
lo conoció a su paso por Cumaná, conceptuándolo como un hombre franco, propio
de su origen vasco, de una gran cultura y natural bondad.
Mantuvo relaciones
estrechas con las familias más influyentes, quienes se reunían regularmente en
su casa: los Sucre, los Mayz, los Isava, los Bermúdez de Castro, entre otros.
Emparan
constituye uno de los gobernantes más cultos del período colonial. Fue --como
señala Grisanti- un marino de escuela, un experto en física y un aficionado a
la botánica. El prestigioso naturalista alemán Alejandro de Humboldt anota que
Emparan amaba demasiado las ciencias, atesoraba estupendos libros (entre ellos
el Tratado de la Navegación, de
Mendoza) y se interesaba vivamente por la astronomía, y, además, poseía el
rasgo notable de la generosidad, al extremo de
facilitar dinero para que no se interrumpieran las investigaciones sobre la
flora y la fauna en la región de Nueva Andalucía.
No
se casó, ni tuvo descendencia conocida, sabemos muy poco de su vida privada.
El nombramiento
Algunos
historiadores venezolanos, contemporáneos de Vicente Emparan los más, le han
señalado una serie de gravísimos defectos de
carácter, y de actuaciones propias de un tirano, digno del peor de los
destinos, reservado a los más graves
transgresores contra la naciente patria, y pare usted de contar cuantas
palabrerías vacía de contenido. No pretendemos hacer una apología de un
defenestrado gobernador, pero nada de aquellos señalamientos han resultado ser
ciertos, mitos repetidos a través del tiempo que se han convertido en arraigadas creencias colectivas.
Una de estas
creencias está relacionada con la supuesta simpatía de Emparan hacia el
usurpador José Bonaparte, causa de su nombramiento para la Capitanía General de
Venezuela. Los documentos encontrados en su oportunidad, desmienten semejante
acusación.
El brigadier Emparan
hizo entrega de la gobernación de Cumaná a finales de 1804. Poco sabemos de sus actividades entre esa
fecha y 1808, sólo que pasó como agregado en su clase en la plaza de Cádiz. Se
encontraba en Madrid cuando llegaron los franceses. El gobierno usurpador, por
sugerencia del almirante Mazarredo a Napoleón,[1] pretendía nombrarle como capitán general de Venezuela
en reemplazo del difunto Manuel Guevara y Vasconcelos.
Al contrario
de algunos funcionarios, clérigos y militares españoles incluidos, Emparan rehusó
ayudar a los invasores, menos aún, recibir sus favores.
Sabemos que
partió de manera discreta a Sevilla. Allí la Junta Central lo nombró para la
Capitanía General de Venezuela el 1º de marzo de 1809. También le concedió el
grado de mariscal de campo el 27 de marzo de ese año. El reconocimiento
recibido desecha la especie esparcida en Caracas por el licenciado Pedro Ortega
sobre la supuesta compra que hizo del cargo al general francés Murat. Ortega
era enemigo de Emparan. Tiempo después, tan graves acusaciones fueron desmentidas
por alguien tan insospechable como el arzobispo de Caracas. Este rumor le haría
un daño enorme.
El mismo
Emparan nos lo aclara:
Estando en
Madrid, a la entrada de los enemigos en 1808, fui sorprendido por el gobierno
intruso que me nombró Capitán General de Caracas, de cuyo encargo procuré
eximirme, más viendo que de ningún modo eran admitidas mis disculpas, me fugué
disimuladamente y me presenté en Sevilla a la Junta de quien solicité varias
veces me diese destino en el ejército. Establecida la Central, en lugar del
destino que esperaba, me nombró Capitán General de Caracas.
El nombramiento de
gobernadores y virreyes con experiencia en América y conocimientos marítimos fue
auspiciado por el antiguo intendente de Venezuela, y comisionado en la Guerra
de Independencia de los Estados Unidos, Francisco Saavedra. Puede considerarse
que existió un replanteamiento de la situación americana luego de los escritos
del Cabildo de Buenos Aires y del movimiento juntista de Caracas.
Esto se corrobora
con el hecho de que el 7 de mayo de 1810, Emparan fue nombrado para la plaza
más importante de “Tierra Firme”: Cartagena de Indias. Otros marinos fueron
designados para importantes gobiernos, como el de Buenos Aires (Baltasar
Hidalgo de Cisneros) y Puerto Rico (Meléndez Bruna). Además de la influencia de
Saavedra, personas afectas a Emparan ayudaron en su nombramiento. El
antiguo gobernador Carbonell, muy unido a aquel, había hecho las gestiones para
que fuera seleccionado. A la muerte del mariscal Manuel de Guevara y
Vasconcelos, la gobernación de Venezuela fue solicitada sin éxito, por varias
personalidades, entre ellas, el gobernador de Maracaibo Fernando Miyares.
En las provincias
de Tierra Firme, no fueron pocos los gobernadores de formación naval y cuya carrera profesional transcurrió
a bordo de los bajeles de guerra. En Maracaibo: el gobernador Francisco de
Ugarte (1751-1758) había sido comandante
de las galeotas de Cartagena y asistido al ataque de Knowles a esa plaza; Venezuela: el teniente general Francisco
Solano y Bote (1763 – 1771); el jefe de
escuadra Julián Arriaga (1749 –1751); en Cumaná: capitán de navío Máximo
Bouchet, gobernador de Cumaná (1774). En el Virreinato de Santa Fe: teniente
general José Alfonso Pizarro (1749); teniente general Pedro Messía de la Cerda
(1761); jefe de escuadra Manuel de
Guirior (1772) y teniente general
José Antonio Flores (1775).
Emparan tomó posesión de la Gobernación y
Capitanía General de Venezuela, y la Presidencia de su Audiencia el 22 de mayo
de 1809. Otros autores afirman que el acto se produjo el día 20, la mayoría, el
19 de mayo. Junto al gobernador, otras autoridades fueron nombradas, como el
intendente y el comandante del Apostadero. En la Intendencia, Don Vicente Basadre (24 de mayo de 1809); y en el
Apostadero de Puerto Cabello, el capitán de fragata Juan de Tiscar, quien lo
recibió de igual graduación, Joaquín Blanco Maldonado, el 10 de julio de 1809.
Contexto
internacional
La llegada del
nuevo gobernador se produce en momentos de conflictos a escala mundial, con
alianza entre España e Inglaterra, y la amenaza de Napoleón de enviar una flota
a América para dividir los bandos fernandistas y carlistas.
La Junta Central ordenaba a Emparan impedir
el desembarco de Carlos IV y María Luisa en Venezuela. Se manejaba la
información de que los viejos reyes bajo el amparo francés, desembarcarían en
América para oponerlo a la corriente fernandista, lo que dividiría las posturas
políticas. Dos eran los sitios que permitirían un deseado efecto, coincidente
con la concepción estratégica manejada para el Caribe: Venezuela y Nueva España
(México). La circular que dirigió Emparan a los comandantes militares y
tenientes de justicias costeros con la instrucción de trasladar dignamente de
regreso a los defenestrados reyes con las seguridades del caso, confirman este
hecho. Poco después, la Junta de Sevilla
anunció su posible traslado a la capital
de la Capitanía General o a México.
Parte de la alianza con el Reino Unido se
materializa con la presencia del almirante inglés Thomas Cochrane en aguas de
Venezuela. Se abastece de carnes en el puerto de Barcelona, y hace sustanciales negocios con la compra de
tabaco. A veces, la Intendencia de su partida de gastos reservados le obsequia
con novillos castrados, vacas, cerdos y otros comestibles. Por otro lado, noticias sobre la salida de la flota de
Napoleón (el navío L´Orient”)
hacia América y el supuesto apoyo que le
presta a Manuel Inca Yupanqui y otros emisarios para insurreccionar las
colonias partiendo desde el Esequibo, tienen prevenido al gobernador.
Gestión
gubernamental
No eran
infrecuente que los capitanes generales de Venezuela sostuvieran reuniones con
los gremios y sectores representativos de la sociedad venezolana para tratar
ciertas contingencias, en el caso particular de Emparan, conocemos de sus
afanes por llegar a las clases sociales que no tenían mayor representatividad
en el sistema político: pardos, negros y esclavos. No era una formalidad de
estilo acorde con los nuevos tiempos que corrían con la revolución francesa,
y que reclamaba contra la exclusión,
este hombre tenía cualidades naturales y una sólida formación para la concordia.
Pero, cuando se
trataba de competencias profesionales y preparación para responsabilidades que
afectaban al colectivo, era invariablemente inflexible con quien careciera de
ellas, un comportamiento que resultaba odioso para aquellos sectores empeñados
en una rigidez de clases rayana en la inhumanidad, pero laxa en deberes.
Otra cualidades
que resaltan en este gobernante fueron los esfuerzos por incentivar la cultura
y las obras públicas, algo en que parte de sus antecesores tuvieron modestas iniciativas.
El nuevo
gobernador no tuvo tiempo para ejecutorias mayores, pues permaneció menos de un
año en el cargo y dentro de un contexto de alta conflictividad y de
incertidumbre.
No pretendemos
presentar a un jacobino irreverente, con ideas revolucionarias adelantadas a su
tiempo, pero si hemos dejado claro quien no fue Emparan, y cómo la imagen histórica que hemos conocido por
siglos nada tuvo que hacer con la realidad.
Una de las primeras y más importantes medidas
tomada al iniciar su gestión, fue de orden económico por la escasez de
productos de primera necesidad. Promovió la apertura al comercio internacional,
hasta ese momento vedado a los extranjeros.
A pesar del
convulsionado ambiente y del tiempo que ocupaba en recibir las visitas de
estilo en ocasión a su llegada, el 5 de junio convocó a una junta para la
construcción de un matadero. Al profundizar sobre el tema del abastecimiento y
exportación de cueros y carnes, entró en desacuerdo con la Audiencia, que le
revocó un bando donde se prohibía la matanza de hembras, y se establecía el
consumo de las inservibles para los peones de los hatos, así como la
eliminación de ciertas concesiones.
El 12 de julio
presentó un ambicioso plan de mejoramiento de la plaza mayor (estimado en
119.999 pesos).
En el mismo
documento justificó la construcción de instalaciones que serían rentadas para
aumentar el ingreso fiscal. Los puestos de ventas que abundaban en la plaza,
considerado un lugar de franquicias contra la moral, de sórdidos tratos, de
mancebías, licor y otras ociosidades, fueron mudados a la plaza de San Jacinto.
Atendió el
problema de las fiebres que asolaban los valles de Aragua. El 22 de junio dictó
un decreto para reunir y escuchar la opinión de los médicos más notables para
encontrar la solución a la epidemia.
El servicio
sanitario era un ejemplo del carácter excluyente de la sociedad caraqueña. Existían
tres médicos para los blancos y siete para pardos y mulatos, estos últimos
atendían a los de su clase, a los pobres, así como las cirugías en los
hospitales generales, militares y casas religiosas. La real cédula del 14 de
mayo de 1777 establecía la posibilidad de habilitar curanderos en caso de
déficit para atender a la población en general. El Protomedicato de Caracas
había pedido al rey que se suspendiera esta excepción, por lo que pardos y
mulatos protestaron. La Audiencia presentó una petición sobre que se admitiese
temporalmente a médicos pardos.
Para Emparan, el problema de atención médica no era un
asunto de clases, sino de preparación. Por noticias obtenidas entre la
población, supo de casos de mala praxis y falta de conocimientos de los médicos
recién egresados de la Universidad. Entre sus facultades estaba el suscribir
los títulos expedidos por el Protomedicato de Caracas. Se negó a ello porque:
La salud pública me merece infinita consideración y
nunca se autorizarán con mi forma, títulos dados por quien hace médico
romancistas desconocidos en las Ordenanzas del Real Protomedicato y graduado de
médicos una multitud de bárbaros que asesinan al incauto y al desgraciado
público.
Las quejas
ante la Junta Central de Sevilla no se hicieron esperar.
Atendió el orden interno, el alistamiento de las tropas en los lugares
más alejados, donde existiera la posibilidad de una invasión extranjera.
Protegió a los pueblos originarios de los abusos de los hacendados, entre otras
medidas. Para hacer efectivas estas disposiciones, nombró justicias mayores en
el Hatillo, Ocumare de la Costa, Cata, Turiamo, Puerto Cabello, entre otros.
Al joven Simón Bolívar lo nombró justicia mayor de
San Francisco de Yare en julio de 1809. Por problemas con el Cabildo
no tomó posesión del cargo. Bolívar escribiría a Emparan:
Me
veo en la necesidad de reclamar esta providencia quejándome del desaire que se
me ha irrogado, y haciendo presente que no hay ley ni disposición alguna que
ordene el requisito o ceremonial de haber de visitar en persona a los regidores
para recibirse los tenientes en el Cabildo y que es una costumbre abusiva y
embarazosa, que no ha tenido otro principio que la arbitrariedad de los
capitulares.
Tomó previsiones para repeler una posible invasión francesa, y advirtió a
los gobernadores, especialmente al de Margarita, que cualquier trato o
consideración con ellos, sería señalado como crimen de Estado, actuaciones que
terminan de echar por tierra su supuesta conducta francófila.
Emparan adelantaba las
gestiones para traer una imprenta y un impresor para mejorar la edición de la
Gaceta de Caracas.
El mariscal de campo Vicente
Empara fue un destacado gobernante. Culto, progresista, y tolerante.
La idea de revolución supone un cambio dentro de una temporalidad lineal,
asociada a un retorno al origen a partir de algo conocido, o al establecimiento
de una nueva situación inicial (Vg: la Revolución Francesa). El modelo de
explicación histórica sobre los cambios, especialmente los revolucionarios
desde la perspectiva arendtiana nos acerca a la intencionalidad política y
privada de los actores que destacaron entre 1808 y el 19 de abril de 1810, si
era revolucionaria, de simple cambio o continuidad del estado de cosas, en
suma, cómo ellos entendía la libertad. De igual forma nos asoma a las
superficies de emergencias de dicotomía evidente entre lo enunciativo
(proclamas, actas, documentos) y lo íntimo-intencional, con lo que superamos la
dificultad de contrastar el hecho político con la voluntariedad del sujeto.
La ruptura del 19 de abril se produjo
dentro de un enunciado de adhesión al legítimo soberano y en un contexto de
formación de juntas gubernamentales en todo el continente, como las de
Montevideo (21 de septiembre de 1808); La Paz (16 de julio de 1810); Quito (10
de agosto de 1809, reemplazada por la del 20 de septiembre de 1810); Buenos
Aires (25 de mayo de 1810); Bogotá (21 de julio de 1810); Chile (18 de
septiembre); y las fallidas de México de agosto y septiembre de 1809.
El 19 de abril fue una revolución si la
entendemos como el retorno a un origen a partir de una ruptura, producto de la
ilegitimidad de la transferencia del poder real y de las posesiones en América
al invasor. Pero también fue el desenlace natural de un proceso fisiocrático.
La expresión del conde de Tovar, nos lo confirma: “He llegado a la edad de
ochenta y tres años sin mezclarme jamás en los negocios públicos, porque jamás
fui testigo de uno tan importante como el presente”. Todo esto estuvo auspiciado de manera indirecta por el Estado como actor
de los cambios: la unificación de las provincias bajo una Capitanía General (8
de septiembre de 1777), y la cada vez mayor participación criolla en las
instituciones gubernamentales: Intendencia de Ejército y Real Hacienda (8 de
diciembre de 1776); la Audiencia de Caracas (31 de julio de 1786) y el
Consulado (3 de junio de 1793).
El cambio revolucionario del 19 de abril de 1810 se caracterizó por:
1.
La originalidad en su significancia, pues devino de una
ilegitimidad en el derecho positivo español e indiano (la formación de juntas),
pero justificado a su vez dentro del él.
2.
El retorno a un estado inicial, vale decir, el ejercicio
de los “derechos de Soberanía que por el
mismo hecho han recaído en el pueblo conforme a los mismos principios de la
sabia Constitución primitiva de España”, soberanía nacida del rompimiento
del contrato de unión de los americanos con Castilla y de lo estipulado en las
bulas papales del descubrimiento (como lo manifestaba Juan Germán Roscio a
Andrés Bello).
3.
El proceso de ruptura inicial careció de ideologías
ajenas al derecho español, más si en la fase de consolidación (5 de julio de
1811).
4.
La libertad del dominio español-napoleónico (el reinado
de José Bonaparte).
5.
El inmediato choque con el Consejo de Regencia, que
sustituyó a la Junta de Sevilla (apoyada por los americanos españoles), ya que
aquella desconocía a las juntas americanas, no en sus fines, sino en sus
medios.
Ideología e intencionalidad
El
fin de la revolución es la libertad. Fue entendida de tres maneras: la absoluta (que defendía la independencia); la
que actuaba en nombre de Fernando VII y que se sentían libres con esta
dependencia; finalmente, quienes creían
en una monarquía constitucional, con participación igualitaria de las colonias
ante la Junta de Sevilla. La clase dominante en general se dividió entre las
dos primeras tendencias. Ambas carecieron de criterios uniformes.[2]
La
idea de libertad del primer grupo estaba disociada de la igualdad proclamada
por la Revolución Francesa. Era aceptada en tanto no afectara los valores
seculares de la hispanidad como la autoridad, la separación social y la
religión. Las nociones de libertad e igualdad no fueron entendidas como
derechos de la naturaleza humana, eran convencionales y artificiales, producto
de cualidades fabricadas por el hombre. La libertad estaba asociada a ciertas
actividades, siempre y cuando pudieran ser testimoniadas por otros (los que
podían votar de acuerdo a la Constitución de 1811, debían poseer bienes raíces).[3]
La primera tendencia estaba representada por los
hermanos Tovar Ponte, parte de la familia Bolívar,[4]
los hermanos Ribas (José Félix y Neponucemo), Pedro Palacios e Isidoro
Quintero, entre otros.
El segundo grupo actuaban en nombre de Fernando
VII, y se sentían libres bajo el “suave yugo de su señor”. Representaban
los valores seculares de la monarquía absoluta. Compuesto en su mayoría por
peninsulares, con fuerte adhesión de los pardos, quienes habían obtenido
importantes concesiones por parte del rey, y odiaban el inaccesible escalafón
social establecido por los mantuanos.
Los seguidores de la fórmula monárquica también
estaban divididos entre carlistas y fernandistas, aunque las grietas no eran
notorias pues la usurpación de José I les congregaba en intereses comunes. Los
continuistas habían precisado las ambiciones políticas personales que dominaban
a algunos seguidores de la idea independentistas.
Entre sus representantes más conocidos tenemos al
regente Joaquín Mosquera, los oidores de la Real Audiencia José Bernardo de
Aristiguieta, Felipe Martínez y José Antonio Álvarez; los fiscales Francisco
Antonio Berrío, entre otros. Tal vez el hombre del rey de línea más dura fue el
licenciado Miguel José Sanz, tres veces decano del Colegio de Abogados, y
asesor del Consulado.
Finalmente, nos encontramos con los oportunistas
habituales, que se movieron entre dos aguas según la conveniencia: los
Fernández de León y los Rodríguez del Toro, entre otros.
Antonio Fernández de León era hermano del antiguo
intendente Esteban, y cuñado del marqués del Toro. El intendente había logrado
una nada modesta fortuna durante su gestión. Los Fernández de León mantuvieron
un extenso feudo en los valles de Aragua, San Casimiro y Charallave.
El caso de los Rodríguez del Toro merece atención,
porque dice mucho de una costumbre tan actual, como es preferir que todo se
pierda antes de que una persona que no nos simpatice tenga éxito en sus
propósitos. Poco antes de la revolución, habían enviado una lacrimosa carta con
protestas de fidelidad al rey (9 de abril de 1810). Diez días después, junto a los hermanos Tovar Ponte, los hermanos Ribas, Pedro
Palacios e Isidoro Quintero, entre otros, estuvieron comprometidos en la
destitución de Emparan. Entorpecieron con inclemencia el triunfo del
generalísimo Francisco de Miranda sobre las provincias que no reconocían el
nuevo gobierno. Años antes, habían entregado a la Junta Central, unas cartas
que aquel había enviado al marqués del Toro. Despreciaron a Miranda por asuntos
tan baladíes como sus orígenes sociales.
Consumados
los hechos del 19 de abril, los Rodríguez del Toro ejercieron un escandaloso
uso de la influencia. El marqués del Toro y su hermano Fernando fueron
ascendidos a brigadieres, a pesar de sus fracasos militares en Coro y Valencia,
fueron nuevamente promocionados. El alférez de navío Diego de Toro ascendió a teniente coronel en
menos de seis meses. Varios familiares formaron parte de la burocracia nepótica
instaurada por aquellos en la Junta Suprema.
Con la guerra de independencia en uno de los
momentos de mayor violencia e incertidumbre, el marqués, Fernando y Juan Toro
suplicaron al rey su perdón mientras permanecían exiliados en Santo Tomás
(1815). Aseguraron estar “constituidos por razones físicas y morales para
una sociedad de mejor rango”.
Se
han expuesto las tendencias y las motivaciones personales de algunos actores,
sin que ello quite el significante originario de la nacionalidad, ni mérito al
proceso independentista. Las inmensa mayoría de países donde se produjeron
estos hitos históricos cuenta con sus miserias representadas en
individualidades, como también con pasajes épicos que resisten cualquier
comparación.
El
movimiento revolucionario del 19 de abril de 1810 no fue un proceso uniforme,
mucho menos monolítico, fue perfeccionándose con el tiempo, dejando atrás a la
mayoría de los actores de la primera hora.
Si bien es cierto
que los hechos que ocurrieron el 19 de abril de 1810 desencadenaron en un
proceso que condujo a la declaración de la independencia absoluta de España el 5 de julio de 1811, también es cierto que no se puede asegurar
que este haya sido el propósito inicial de los participantes en los acontecimientos
de aquel jueves santo.
Lo que podemos reescribir ya ha sido dicho, y ha sido ignorado porque se
produce el conocido fenómeno de que al no coincidir tales asertos con nuestras
más arraigadas creencias colectivas, las rechazamos. Tal es el caso de algunas
de las extensas observaciones de Caracciolo Parra Pérez en su libro sobre la Historia de la Primera República. Señala
que los revolucionarios manejaron inicialmente ideas, no planes definidos, que
los hechos lo condujeron a los actores, y no en sentido contrario.
Ideología
y comportamiento político de Emparan
Hombre
alto, de buena apariencia y carácter sosegado, de gran calidad humana, se
acercaba con facilidad a la población. Cualidades que alarmaron a algunos
criollos, razón por la que insinuaron que lo hacía para fines políticos
personales.
En
realidad la actitud de Emparan derivaba de su conocimiento de las tendencias sociales.
Nosotros
pensamos que Emparan se mostró siempre como un monárquico convencido y como un
político tolerante, empeñado en armonizar vana y tercamente con aquellos
espíritus revolucionarios (los Bolívar, los Toro, los Salias, los Ribas, etc.),
ansiosos de liquidar la estructura de los viejos imperios coloniales. Esa fue
su tragedia y su grave error que hubo de pagar bien caro con la pérdida de su
mandato en 1810.
Sus
apreciaciones sobre la situación de incertidumbre de aquellos días resultaron
premonitorias, y las soluciones propuestas, acertadas. Todo aquello quedó para
la posteridad en un largo memorial dirigido al secretario de Estado y del
Despacho Universal de Guerra. Manifestaba que las posibilidades de
levantamiento, tomando como causa efectiva una invasión, sería comprometedora,
pues una parte se pronunciaría contra España, aunque otra de no poca magnitud,
defendería las causas del rey, lo que supondría una guerra larga y cruenta.
Comenzó a referirse en algunas proclamas y bandos a
la población como “su pueblo”, un término
que al parecer escandalizó a algunas plañideras de protestas altisonantes,
alegando que tal enunciativa estaba reservado a los reyes. A nuestro juicio la
cita fue sacada de contexto
Sobre la expresión -mi
pueblo- con que finaliza el decreto V.M. se dignará darle el valor que
corresponda, por no tocar al Protomédico que solo entiende es privativa de los soberanos o de los
señores que tienen estado y vasallos y de cuyas investiduras carece el actual
gobernador.
Los
historiadores de siglo XIX y buena parte del siglo XX se han referido a Emparan
como un hombre de conducta contradictoria. Firme, severo y activo en algunos
casos. Traidor, déspota y torpe la mayoría de las veces. En ocasiones lo describieron
como un hombre débil a ratos, en otras, violento, enemistado con el clero y
con la Audiencia por el nombramiento del teniente gobernador Vicente de Anca, y
de un diputado provincial a la Junta Central. Se le acusaba de encarcelar y
desterrar a sospechosos de notable influencia sin previo juicio.
Testigos de su tiempo como gobernador afirmaron que tenía un buen
concepto de sí mismo y de su desempeño, cualidades que eran exageradas por el
marqués del Toro, que hacía de alter ego.
El arzobispo
de Caracas, nos ofrece un juicio mas equilibrado:
Recto, prudente, desinteresado y piadoso durante el tiempo de su
gobierno, sin que se le hubiese notado otro defecto que el hallarse algunas
tardes con indisposición para el recibo de gentes por decirse que en la comida había algún
exceso en la bebida de vinos y que por esto alguna u otra vez recibía a alguno
de mal modo.
El acercamiento del gobernador a las personas con mayor
representatividad, y que habían
intentado crear la Junta de 1808, formaba parte de las directrices de la Junta
de Sevilla. No fue una iniciativa personal.
Emparan, al igual que el brigadier Hidalgo en Buenos Aires, eran
partidarios de las reformas, por lo que se rodearon de los juntistas de 1808 y
apartaron a los que seguían la línea continuista ortodoxa.
Estaba al tanto de las tendencias políticas revolucionarias que se
desarrollaban en Caracas y de las ideas separatistas prevalecientes entre los
mantuanos, pues lo manifestaban abiertamente en los diversos convites a los que
asistía.
Emparan creyó encontrar una posible solución a la crisis de
gobernabilidad: la formación de una junta que sería encabezada por él, con una
notable participación local, y que mantendría el vínculo con la península. Consustanciado con las políticas de la Junta
Central que propiciaba la formación de una monarquía constitucional, fue un partidario
de reformas fundamentales, vale decir, del cambio revolucionario tal como era
entendido en aquellos años.
Las ideas de Gual y España estaban influidas por los “Derechos del Hombre
y del Ciudadano”. Estas provocaron horror entre los criollos, y lo prueba el
hecho de que ofrecieron armas, dinero y vidas para contenerlas. La señora
Josefa de España, viuda del entonces “reo de alta traición”, José María España
permanecía confinada en su casa, sus bienes y los de sus hijos embargados,
medida que se mantuvo por once años. Ésta elevó una instancia al gobernador
solicitando piedad, quien opinó favorablemente a la petición. Algunos textos
señalan que años atrás, cuando era gobernador de Nueva Andalucía, Manuel Gual
se refugió en Cumaná mientras escapaba de la persecución por la infidencia del
movimiento conspirativo. Le permitió marchar a Trinidad y salvarse de la segura horca, pero tal
aserto requiere de mayores investigaciones.
No podemos pensar en Emparan como un convencido de las ideas revolucionarias
de Miranda, Gual y España, las calificó como
“depravadas”. Mantuvo una larga correspondencia con Manuel Guevara y
Vasconcelos sobre los movimientos de aquellos.
La muerte política de Emparan estuvo relacionada con varios desaciertos,
principalmente con el manejo de los grupos de presión. Fue condescendiente,
crédulo y ciegamente parcial hacia los mantuanos. Estos le hicieron constantes
votos de adhesión, estimularon sus potencialidades futuras enalteciendo su
desempeño, mientras por otro lado preparaban el movimiento revolucionario:
Hallándome
que el general Emparan era notorio amigo de los Toros(sic.) y de Simón Bolívar,
primo hermano político de estos.
Esto no habría tenido mayores consecuencias más allá del correveidile, si
Emparan no hubiera conseguido para Fernando Rodríguez del Toro, un poder jamás
delegado a persona distinta del Capitán General. A su regreso a España vino
acompañado de aquel hombre que era nombrado en un cargo inexistente, pero que
el gobernador se ocupó de habilitar: comandante general de las Milicias. Lo
consideraba su amigo, confidente y consejero, hasta que fue muy tarde.
La segunda, fue el distanciamiento y hostilidad hacia los seguidores de
la fórmula monárquica, así como la remoción de funcionarios que bien habrían
representado un contrapeso a los abiertos brotes conspirativos. En la creencia
de que apaciguaba los ánimos entre bandos, se precipitó contra aquellos,
especialmente contra la Audiencia. Estos funcionarios fueron hostilizados
abierta e impunemente por los que sostenían la idea de independencia, hasta el
punto de retarlos a duelo, hechos en los que se vieron involucrados los Toro y
Simón Bolívar.
Determinada la posición de los
monarquistas durante los sucesos de 1808, se llegó al punto que:
En
las calles no se quitaban el sombrero y pasan mirando con un semblante
amenazador y de tácito desafío, si exceptuar de este inconfundible trato a los
mas principales magistrados y personas de carácter hasta el extremo de
provocarlos con palabras de desprecio (…) A las
once y media de la mañana del 22 siguiente atraviesa D. Fernando Toro las
calles más públicas de la ciudad, acompañado de su pariente Simón Bolívar,
ambos armados con sable. Entran en la casa del coronel D. Manuel Fiero, nuestro
amigo, uno de los más opuestos a la intentada Junta y le desafían. Siguen a mi
casa, entran en ella con la mayor desatención, no hallan a Rodríguez. Se pasean
en la calle para esperarle, llega desarmado, y en la misma calle le desafían.
Emparan cometió un gravísimo error al creer que podía evitar mayores males enviando a los más firmes continuistas al
interior del país o expulsarlos, como al tres veces decano del Colegio de
Abogados, y asesor del Consulado, Miguel José Sanz. Fue destinado a Pariaguán. De allí salió para Puerto Rico. El yerno de Sanz, el capitán Francisco
Antonio Rodríguez, enemistado con Fernando Rodríguez del Toro por motivos del
servicio, salió bajo partida de registro para España.
Los
prolegómenos
El 29 de marzo de 1810, el capitán
general y el auditor de guerra José Vicente de Anca, publicaron un bando en el
que denunciaban las “últimas maniobras
del tirano Napoleón contra la nación española cuyas armas y perfidia aumentan
más y más cada día en la metrópoli el valor y patriotismo”. Se
implementaron medidas contra los espías franceses con cartas falsificadas de
los reyes cautivos. No
estaban equivocados, dos
emisarios franceses llegaron a Caracas con órdenes del teniente gobernador del
Reino, el general Joaquín Murat para que el gobierno de la Capitanía General de
Venezuela reconociese a José Bonaparte como nuevo rey, era el 15 de julio de
1808. La propuesta tuvo una fuerte oposición por parte del Ayuntamiento, al
punto que los emisarios corrieron peligros de ser linchados.
Conocida la abdicación de Bayona en
Caracas y luego de las protestas de fidelidad a Fernando VII en las plazas
Mayor, San Francisco y San Jacinto, el Ayuntamiento pidió los pliegos que
venían de España. El entonces capitán general Juan de Casas, posterga la
comunicación de tales documentos. El 27 de julio se dirigió al
Ayuntamiento manifestando la
conveniencia de formar una Junta a imitación de la de Sevilla, que es aprobada
el 29. Pero las tendencias más exaltadas propugnaban la expulsión de los
peninsulares y el rompimiento con España.
Las reuniones en la “cuadra de los
Bolívar”, cerca del río Guaire así como en la casa de José Félix Ribas,
terminaron en arrestos la noche del 24 de noviembre de 1808. Fue conocida como
la conspiración de los mantuanos. El marqués del Toro, Antonio Fernández de
León y el conde de San Javier fueron recluidos en sus casas. José Félix Ribas,
Mariano Montilla, Francisco de Paula Navas, Juan Sojo y Martín Tovar y Tovar en
diversos cuarteles. Otros como Tomás Montilla, confinado en Baruta entre otros.
El arresto se levantó el 18 de febrero de 1809. La no concreción de los planes
se debió básicamente a diferencias en cuanto a quiénes deberían componer el
organismo colegiado.
Simón Bolívar se vio involucrado. Los bienes de Antonio Fernández de León
fueron embargados, salió del país deportado bajo partida de registro. Por
influencia de su hermano Esteban y ayuda de Emparan, regresó a Venezuela con el
título de marqués de Casa-León.
Desde la “Casa de la Misericordia”, cuartel de los Granaderos de Aragua,
se formó otra conspiración a principios de 1810. En acuerdo Fernando Rodríguez
del Toro y el marqués de Casa-León en Valencia, debían obrar en aquellos
lugares y en Caracas. Emparan sería destituido bajo el rumor por ellos
esparcido de que entregaría el gobierno a los franceses.
Las conspiraciones del 24 de noviembre de 1809 y de principios de 1810, y
la representación de un grupo de notables de Caracas, vista en Cádiz el 9 de abril
de 1810, nos señala que una cosa eran las protestas de fidelidad, y otra los
fines políticos trazados en aquellos conciliábulos. A todo evento, la Junta
Central había prevenido a los virreyes y gobernadores sobre posibles desórdenes.
El
desenlace
La circunstancia de no menor consideración fue la declaración de la Junta Central Gubernativa del
Reino (reconocida en Caracas el 12 de enero de 1809) que concedía la igualdad
política de los americanos, considerando a la América como parte integrante de la
monarquía española.Posteriormente, la Regencia en su manifiesto del 14 de
febrero de 1810 alentó los propósitos
autonomistas americanos al declarar:
Desde
este momento, españoles americanos, os veis elevados a la dignidad de hombres
libres: no sois ya los mismos que antes, encovados bajo un yugo mucho más duro
mientras más distantes estáis el centro del poder; mirados con indiferencia,
vejados por la codicia y destruidos por la ignorancia. Tened presente que al
pronunciar o escribir el nombre del que ha de venir a representaros en el
congreso nacional, vuestros destinos ya no dependen ni de los Ministros, ni de
los Virreyes, ni de los Gobernadores: están en vuestras manos.
Algunos de los más pragmáticos partidarios de la independencia pensaban que
era absolutamente necesario eliminar del panorama político a los peninsulares
con posibilidades políticas y a aquellos que pudieran promover la movilidad
social (reparto de tierras, acceso a ciertas profesiones, etc.).
Las noticias sobre la desintegración de la Junta Central y los fracasos
del ejército español frente a los franceses que habían llegado a Cádiz, fueron
traídas por los comisionados del Consejo de Regencia que arribaron a la Guaira
a bordo del bergantín “Carmen” el 17 de abril. Esto precipitó los
acontecimientos.
Y así llegamos a los eventos del 19 de abril de 1810. No relataremos
hechos ya conocidos. Nos referiremos a la actitud de Emparan y su incapacidad
para enfrentar al presbítero José Cortés de Madariaga.
Un levita con sólida formación intelectual y cualidades para la demagogia
es un azote, no precisamente un azote de Dios. Madariaga es un buen ejemplo.
Hombre con habilidades oratorias, la política no escapó a tan santas
intenciones. Fue capaz de moverse a sus anchas en contextos de alta
incertidumbre como el del 19 de abril, y sobrepasar a un hombre que tenía por
lecturas ordinarias, obras de Física y Botánica (poseía una biblioteca
especializada en ciencias exactas y naturales).
Imperativo y ambicioso, el mercedario fue tildado por el Libertador como
un demente. Poco antes, Emparan había ayudado a Cortés de Madariaga y contra la
opinión del Arzobispado, para que viajara a España. En uno de esos impulsos de
loco furioso, había acusado ante el inquisidor decano de Cartagena de Indias, a
la sociedad venezolana como de relajada conducta y aficionada al
enciclopedismo. Al inquisidor en Caracas, le señalaba de senil y complaciente.
Finalmente, se ofrecía para reemplazarlo y ejercer con suficiencia el cargo de
Inquisidor General.
No obstante, haber sido obligado a salir al balcón del Cabildo y
encontrarse en un precario estado de control de los poderes fácticos (a pesar
de que contaba con apoyos importantes entre la milicia de pardos y regimientos
regulares), el hecho de someterse al dictamen popular puede
interpretarse como una apelación confiada a un público al que Emparan se había
acercado de forma inusual, en un sistema social excluyente, y en el que tenía
expectativas de salir airoso. A punto estuvo de lograr el asentimiento de los
congregados, pero, en un juego de astucia y por causa de la ventaja que otorga
el atropello verbal contra sus interlocutores, el portador de la palabra de
Dios sacó ventaja.
Ante la existencia de dos propuestas
acerca de su continuidad en el gobierno de Venezuela, Vicente de Emparan y Orbe
sale al balcón para consultar a unas 300 personas que se habían congregado en
la Plaza Mayor.
¡Señores!, les dijo, ¿Están Vuestras Mercedes contentos conmigo? ¿Quieren
Vuestras Mercedes que los gobierne? Inicialmente la muchedumbre pareció
dispuesta a asentir, pero, el canónigo Madariaga, situado detrás de Emparan,
hizo señas negativas y la muchedumbre, cambiando de parecer, rechazó al Capitán
General. Éste, ingresando de nuevo en la sala, se dejó caer sobre una silla y
exclamó: Pues yo tampoco quiero mando. Inmediatamente, el Cabildo dispuso
comunicar por bando la destitución de Emparan y la formación de una Junta
Conservadora de los Derechos de Fernando VII.
Luego de haber renunciado a su cargo, Vicente Emparan salió rumbo a
Norfolk, luego a Filadelfia. También fueron
destituidos el intendente de Ejército y Real Hacienda Vicente Basadre; los
oidores de la Real Audiencia de Caracas, Felipe Montúnez de Aragón y Antonio Julián
Álvarez y el auditor de guerra José Vicente de Anca.
Una vez en los Estados Unidos, informó sobre los sucesos de Caracas al
teniente general de la Armada Sebastián Ruiz de Apodaca, enviado
plenipotenciario cerca de la Corte de Londres. La Junta de Caracas fue rechazada
en Guayana, Coro y Maracaibo. Emparan expresaba sus temores sobre que las armas
que tenía contratadas y pendientes de entrega con el almirante Cochrane
quedaran en manos de la nueva Junta. Sugería, acto seguido, el bloqueo de
Venezuela y su conquista.
Las invectivas contra el defenestrado capitán general comenzaron pronto,
marca el inicio de las creencias colectivas que albergamos sobre este hombre. Un
artículo publicado en el diario El Mercurio Venezolano en 1811, en el que
refutaba la proclama que Emparan hizo desde Filadelfia, estaba expresamente
dirigido a las “gentes sencillas e
incautas”:
Este agente del Gobierno Español que en los
once meses de su magistratura nos hizo sufrir todos los horrores del despotismo
que sus antecesores nos habían ofrecido en el espacio de algunos años: este emisario
disfrazado de la Francia que de acuerdo con la Junta Central de la España,
proyectaba uncirnos al carro de los Napoleones: este mandatario adusto y
orgulloso, á quien nosotros concedimos una vida que no merecía, por no manchar con sangre la historia de
nuestra regeneración, satisfechos con desterrarle de nuestro suelo.
Los últimos días
Vicente Emparan había sido nombrado gobernador de Cartagena de Indias el
7 de mayo de 1810, cargo que nunca recibiría.
Apartado de la función pública pero no
desacreditado, fue condecorado con una la
distinción de caballero gran cruz de la Real y Militar Orden de San
Hermenegildo.
Llevó una
vida modesta, anónima.
En la ciudad
de Santa María, cerca de Cádiz (España), dejó de existir el mariscal de campo
de los Ejércitos y capitán de navío de la Real Armada, Vicente Emparan y Orbe,
el 3 de octubre de 1820. Un año antes, había visitado su tierra natal: “Azpeitiko Udala”.
Inocencio
Emparan fue el XIX y último señor de la casa. Falleció en 1888. Hoy en día la
casa torre y palacio de los Emparan alberga la Biblioteca Municipal de
Azpeitia.
[1] Al parecer, José María de Mazarredo, en tres oficios dirigidos a
Napoleón, insiste en el nombramiento de Emparan por su exitosa actuación en
Cumaná, donde hasta “gozaba de veneración”. Napoleón escribe a Murat el 26 de
mayo de 1808 ordenándole que Emparan saliera con el mayor sigilo para Venezuela
dentro de 24 horas después de recibida la orden.
[2] Edgar Blanco Carrero, El
modelo de Revolución de Hanna Arendt y el proceso que dio inicio a la
Independencia (inédito), Caracas, Universidad Central de Venezuela, 2005,
pp.1-18.
[3] Blanco, El modelo de
Revolución de Hanna Arendt…, pp.1-18.
[4] En el caso del Libertador
en los primeros años de la Guerra de Independencia, concedió la emancipación a
sus esclavos, ejemplo que no fue seguido por la mayoría de la clase dominante.
Excelente
ResponderEliminarGraaacias
ResponderEliminarCreo que la especialización laboral puede ser una excelente opción para cambiar de carrera o explorar nuevas oportunidades como esta https://fpciclosformativos.com/c-ciclo-formativo-diet%C3%A9tica .
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