Trabajo presentado en: I JORNADAS SOBRE FORTIFICACIONES HISPÁNICAS en venezuela
http://culturaesve.org.ve/19-11-al-21-11-i-jornadas-sobre-fortificaciones-hispanicas-en-venezuela/
https://www.ivoox.com/nomos-tierra-como-el-audios-mp3_rf_50636271_1.html
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A Javier Nieves-Croes, in memorian
Mi propósito es hacer
un homenaje a Javier Nieves-Croes. No sólo es traer al presente las ocurrencias
que compartimos como profesor y alumno. Muchos recuerdan la anécdota de la
pistola Glock 9 mm usada con fines intimidatorios para poder continuar dando
sus clases de derecho del mar. Tampoco quiero traer al presente los retos que
encaramos en el Estado Mayor General de la Armada, por ocho años, para sostener
las posiciones históricas en defensa de la soberanía nacional en los ríos
fronterizos y en las áreas marinas y submarinas que pertenecen a todos los
venezolanos. Voy a compartir los empredimientos pasados y presentes que
desarrollamos en el plano intelectual para poder crear las condiciones de
posibilidad de pensar en una nueva Venezuela en el futuro por venir. Ambos,
junto con un grupo de republicanos que se hicieron llamar “Cañoneros” creímos
que era preciso revisar la historia nacional para traer al presente aquello que
por alguna u otra causa fue deliberada o fortuitamente sepultado en el olvido. En
este sentido, Javier insistió en que se debería revisar el período comprendido
entre 1830 y el fin del siglo XIX porque creía que en ese fase histórica, a
pesar de los avatares de la guerra civil que diezmo al país, habían elementos
consistentes acerca de una visión de la defensa del territorio nacional que
podrían ayudarnos a establecer el rumbo a seguir en la nueva Venezuela que ya
está en gestación.
La consistencia a la
que se ha hecho mención obedece al hecho de que después del año 1830 Venezuela
contó con una débil capacidad para la defensa del territorio nacional que se
evidenció en una notable disminución del ejército y de la marina de guerra. A
pesar de esta realidad, durante la denominada revolución de las reformas el gobierno nacional logró movilizar un
importante contingente militar y naval que le permitió restituir el orden
establecido. Seis años después de ese hecho, Codazzi en el año 1841,
reflexionando acerca de la hipótesis de una agresión al país por una potencia
extranjera expresó que la naciente república no se podía defender en la costa
porque las aguas adyacentes constituían un puerto natural que facilitaba las
operaciones navales agresivas. Este hecho permite afirmar que la principal
preocupación de este pensador venezolano fue que la defensa nacional estaba
supeditada a una eventual amenaza proveniente del mar.
Por tal motivo
expresó que la defensa era posible desde el territorio interior a partir de
tres líneas de defensa que iban de la sierra costera hasta la selva amazónica. Con
esta afirmación se puede inferir que se produjo un cambio en el nomos (ordenamiento) sobre el cual se
había regido el territorio venezolano. Diez años después de la reflexión
realizada por Codazzi, Castelli, en el año 1851 no sólo recordó el carácter
hispánico del dispositivo de defensa nacional, sino también indicó la necesidad
de potenciar el sistema de defensa costero planteando, además, la necesidad de
mantener lo que hoy conocemos como un equilibrio estratégico en relación con
los vecinos. Con ello se constata que el nomos
español marcó el pensar y el hacer venezolano desde una perspectiva intuitiva e
intencional a pesar de no tenerse conciencia sobre el fundamento sobre el cual
este nomos había sido establecido. Así pues, la consistencia a la cual hemos
hecho mención obedeció a que de alguna u otra manera, la defensa del territorio
nacional siguió en cierta manera la teoría y la praxis hispánica.
Esta génesis del
pensamiento acerca de la defensa del territorio nacional entre 1830 y 1869 se
produjo a la par de una serie de acontecimientos bélicos desarrollados en
nuestras costas como las guerras civiles, la diplomacia naval que afectó al
país en el período y las acciones de guardacostas y de diplomacia naval
realizadas por Venezuela que permiten hacer una reflexión acerca de las
concordancias y discrepancias entre el pensamiento y la acción político-estratégica
en el período considerado teniendo como referente, podemos decir, el modelo
español y, de cómo un pensar y hacer alejado de dicho modelo ha sido
perjudicial para los intereses venezolanos.
Consecuentemente, la
posibilidad de acceder a documentos inéditos en el Archivo General de la Nación
y otras fuentes documentales originales sobre temas navales de la época y la
constatación de que la manera de concebir la defensa naval entre los años 1830
y 1901 evolucionó al menos en el plano del pensamiento de una concepción
epirocrática en Codazzi a una tendencialmente talasocrática en Díaz y
Delgado-Chalbaud ha creado las condiciones de posibilidad para examinar la teoría
y praxis de la defensa naval del territorio nacional desde el inicio de la era
republicana de modo de hacer histórica esa manera de pensar y hacer la defensa
a partir de la consideración de una amenaza desde el mar para demostrar con
ello las carencias de la política marítima y naval venezolana a lo largo de
nuestra historia republicana como eje fundamental del pensamiento estratégico
nacional.
Para ello se hará, en
primer lugar, un análisis del impacto de la herencia hispánica en el plano
estratégico y operacional para determinar cómo la línea de amistad establecida
en Tordesillas ha servido como referente ha servido para dar titularidad sobre
territorios continentales, en segundo lugar, se analizará la conducta
estratégica venezolana desde la perspectiva del nomos y su efecto en la
reclamaciones territoriales en relación con el Esequibo y Colombia a partir de
las fracturas que sufrió el modelo hispánico y, en tercer lugar, se va a
examinar cómo la evolución del nomos de la tierra ha impactado en la soberanía
nacional en la era republicana. El objetivo final es demostrar que el alejamiento
del sistema de referencias usado por España para asegurar la defensa del
territorio venezolano ha traído graves consecuencias para la preservación de la
integridad territorial como hoy en día estamos observando
1.
DE LA HERENCIA
HISPÁNICA EN EL PLANO ESTRATÉGICO Y OPERACIONAL DE LAS PRACTICAS MILITARES Y
NAVALES EN EL PERÍODO INDEPENDENTISTA.
Jairo Bracho en su importante estudio
acerca de la defensa marítima de las costas de Venezuela y su papel en el
desarrollo del derecho del mar destacó una serie de aspectos estructurales del
sistema de defensa territorial español que es bueno recordar: en primer lugar,
que este sistema estaba originalmente centralizado y compuesto, de manera
general, por una flota del mar océano y unas flotas de defensa de costas tanto en
la metrópoli así como en el Mar Caribe, en segundo lugar, un sistema de
fortificaciones para garantizar la conexión marítima desde la metrópoli y hacia
el interior del territorio continental para operar como punto de proyección
hacia el hinterland americano, en tercer lugar, una estructura de normas que
actuaban como especie de reglas de enfrentamiento[1].
Todos, en su conjunto, actuaban como un dispositivo que aseguraba el dominio
español en América. En él, el mar desempeñaba un papel de importancia capital
como medio de unión que facilitaba la integridad de la totalidad de su espacio.
Franco (2009), en el mismo orden de pensamiento, expresó que la centralización
de la defensa naval española de sus dominios continentales heredada de Felipe
II fue retomada a finales del siglo XVIII por Carlos III luego que España
volviese a recuperar su papel de potencia marítima en los mares del mundo. La
centralización y la descentralización de la defensa naval española, en este
sentido, es un aspecto clave para entender la guerra de independencia en
Venezuela y consecuentemente los proyectos de defensa naval del territorio
venezolano por el resto del siglo XIX, pero para entender estos dispositivos
hay que examinar el plano de inmanencia sobre el cual era visto los dominios
españoles fuera de Europa y a qué se refiere la centralidad y descentralidad.
El plano de inmanencia, para nuestros
efectos, es el plano intuitivo sobre el cual se yergue la intención que permite
la formulación de un proyecto, es decir, es “la evaluación de las variables
internas de enunciación relacionadas con el conjunto de las circunstancias” que
permiten pensar y hacer algo (Deleuze y Guattari, 2008). El plano intuitivo es,
según Deleuze y Guattari (DyG) un a priori y se fundamenta en un
acontecimiento que se produce en un espacio y tiempo desarrollado mediante la
constitución de “trazos diagramáticos” que actúan
como direcciones absolutas de naturaleza fractal (1991/2005). En este contexto,
el Tratado de Tordesillas fue un
trazo diagramático que permitió que se desarrollara un proceso de adquisición
de conocimientos y, consecuentemente, de colonización, cristianización y
apropiación, es decir, territorialización, de nuevos espacios, por lo que intención,
espacio, tiempo y fractalidad son los aspectos que nos van a ayudar a entender
el concepto estratégico naval español hasta los albores del siglo XIX (Blanco,
2016).
La intención estuvo materializada en el interés de las monarquías
ibéricas de asegurar un espacio exclusivo de proyección. El espacio y el
tiempo están condicionados por el poder[2].
Un poder que desde el Tratado de
Tordesillas hasta el Tratado de Paz
de Westfalia estableció su naturaleza y alcance dado el papel que jugó
España en ese período. Después de Westfalia, el tiempo y el espacio pasaron a
ser relativos, es decir estuvieron condicionados por los poderes europeos que
emergieron victoriosos del conjunto de guerras que orbitaron en torno a la
guerra civil alemana de los Treinta Años.
El alcance estaba determinado por la capacidad de ejercer el poder en sí y el
horizonte de su ejercicio y su naturaleza estaba dada por la capacidad de
excluir a otros en el espacio de dominio.
Teniendo presente lo antes indicado, los
territorios que hoy conforman Venezuela fueron un confín unido a la metrópoli
por un mar entendido como medio de comunicación y fuente de recursos. El
carácter de horizonte de Venezuela, es decir, de frontera, indicaba que su
posesión dependía de la capacidad de mantenerlo y de extenderlo más allá del
límite que había alcanzado. Esta afirmación, vista desde la perspectiva de un
observador en Madrid, puede ser entendida como un centro cuyo radio indicaba un
trazo que señalaba hasta dónde se ejercía la soberanía. Esta afirmación permite
explicar cómo varió la estructura de defensa española durante el período
colonial a partir de la instrumentación de círculos de interés que indicaba de
forma diagramática la capacidad de respuesta del soberano. Ahora si se
considera que este observador estuviese frente a un plano de referencia que lo
ayudase a ejercer su poder para asegurar sus dominios, este plano en sí expresa
la estructura y la capacidad de representar ese poder de forma cartográfica.
Esto significó que de un trazo diagramático realizado de forma intuitiva se
pasó a una estructura de representación realizada desde una perspectiva
referencial. Así pues, la clave de lo que aquí se está indicando son los
fundamentos de la estructura de referencialidad para delimitar y proyectar el
dominio del espacio.
Un observador observa estableciendo
círculos de observación que en cierta forma constituyen círculos de representación.
Para un observador español Venezuela era un confín aunque supiese que más allá
de ese territorio hubiese otros dominios españoles como Perú y los dominios
portugueses que pasaron a formar parte de una misma corona por un período
determinado. El espacio entre el horizonte venezolano y los otros dominios
españoles es lo que fraccionaba el círculo de representación. Este
fraccionamiento no fue percibido como un problema debido a que al encontrarse
entre dominios frente a un mismo tiempo del poder, sólo bastaba dilatar (para dominar)
el espacio. El mismo tiempo del poder estaba referido a la sujeción de todos
los seres del espacio de dominio a la dinámica del poder que, en nuestro caso,
estaba relacionada con el establecimiento de un ciclo económico que integró al
territorio venezolano a la realidad europea. Esta integración es lo que hizo,
por una parte, que para un colono en Venezuela, las decisiones,
indiferentemente de la naturaleza de la misma, estuviesen condicionadas por
España y, por la otra, que la extensión del espacio estuviese subordinada a lo
que efectivamente pudiese ser defendido.
Este modo de ser y hacer se mantuvo más o
menos igual hasta el año 1648. Después de ese año se produjo una fragmentación
desde el mismo momento que España reconoció la independencia de Portugal y
perdió formalmente la supremacía marítima. Desde ese momento, los dominios
españoles en América estuvieron amenazados desde el mar por las potencias
marítimas europeas (Francia, Países Bajos y el Reino Unido) y desde tierra por
los dominios portugueses.
Así pues, si volvemos a una concepción
estratégica para la defensa de los dominios españoles basada en la manutención
de las rutas marítimas de la flota de indias por intermedio de la flota de
guerra del mar océano y los sistemas de defensa intermedio, es decir, los
constituidos por los guardacostas y las fortificaciones construidas para cerrar
los puntos de acceso al hinterland en
cada caso en particular, para garantizar un ciclo económico esencialmente
mercantilista[3], podemos entender
que la fortaleza de este sistema estaba determinada por la capacidad de defensa
y esta capacidad estaba condicionada a la productividad de dichos espacios y al
aseguramiento de vectores de proyección que asegurasen la conexión de dichos
espacios. La capacidad productiva fue lo que determinó los límites del poder
español.
Estos límites se hicieron patentes
después del Tratado de Paz de Westfalia
y sobre todo después de la guerra de sucesión que obligó a la nueva monarquía
borbónica española a instrumentar los mecanismos que le permitieran restituir
su poder militar en el mar y a fortalecer su sistema de defensa. Con esta
necesidad la España borbónica reorganizó sus dominios siguiendo hoy en día un
criterio que podríamos llamarlo fractal, es decir, una cosa, en nuestro caso la
soberanía española, cuyo ser se repite a diferentes escalas[4].
Es decir, España reorganizó sus dominios de modo tal que su ser-político se
repitiera a diferentes escalas para garantizar su integridad territorial en un
alcance global de una manera descentralizada. Pero esto se produjo dentro de un
contexto determinado por una fragmentación porque la falta de conocimiento del
espacio y la existencia de otros poderes competidores impidieron que este fuese
completamente integrado. La evidencia más palpable de este hecho es que si se
observa las fortificaciones españolas en la Venezuela de 1750, estas iban en el
norte desde San Carlos, en Maracaibo, pasaba por Puerto Cabello, la Guaira,
Margarita, Cumaná y Puerto España y, en el sur, por Angostura[5] y,
posteriormente, por San Carlos y San Felipe Neri en el Río Negro. A este punto
es conveniente que nos detengamos un poco para examinar el dispositivo de
defensa español en Venezuela y su importancia en relación con el resto de sus
dominios en América.
Zapatero (1990) nos ha indicado que la
corona española designó a una serie de enclaves como llaves “por ser decisiva
política y militarmente su conservación para la seguridad y desenvolvimiento de
un territorio”. Siguiendo a este autor, podemos acotar que de las veinte llaves
que cerraban al Caribe para la protección de los dominios españoles, cinco se
encontraban en lo que hoy es Venezuela (y Trinidad)[6].
Al conjunto del dispositivo venezolano se le denominó el caño de la Ymbernada o ruta de penetración de los navíos españoles que
después de la travesía del océano, se internaban en busca de los abrigos de
Tierra Firme[7].
Esta concentración de fortalezas en nuestro país nos permite afirmar que Venezuela se originó como un país fortaleza.
La importancia de esta afirmación obedece a que la caída de una de estas llaves
amenazaba completamente todo el dispositivo para quien fuese el soberano, tal
como se demostró en el año 1634 con la pérdida de lo que hoy se conoce como
Antillas Holandesas, en 1795 con la pérdida de Trinidad, en 1811 Puerto Cabello
y posteriormente, en el año 1817 con la liberación de Margarita, Cumaná y
Angostura[8].
La eficacia de este sistema de defensa se
demostró entre los años 1739-1743 y 1806 y en el esfuerzo por reprimir y
contener la piratería, el corso, el contrabando y las incursiones armadas que
sufrió la colonia. Esta eficacia evidencia que la erección de la Capitanía
General de Venezuela, tal como fue reorganizada en el año 1776 fue posible a
que ésta se constituyó como una eficaz estructura de contención dentro de un
dispositivo defensivo de gran envergadura en el mar Caribe. Desde otro punto de
vista, la entidad fractal ya constituida, es decir, la Capitanía General, tal
como la conocemos, se convirtió en un espacio productivo que le permitió
obtener mayores grados de autonomía. Esta autonomización se produjo, tal como
nos las indicó Franco, dentro de un contexto de centralización de la defensa
naval[9]. Así pues, la fractalización política tenía un cordón
umbilical representado por la defensa naval de un territorio fragmentado.
El problema que se presentaría, como lo veremos más
adelante estaría en que la forma de demarcación se mantendría dentro de un
concepción euclideana a pesar de que la fractalidad parte de la asunción de la
existencia de un espacio no-euclideano. Aun así, en el año 1804, con la
creación del Apostadero de Marina de Puerto Cabello se formalizó la capacidad
de proyección naval de la fortaleza Venezuela como señaló Bracho (2005).
Esta fragmentación padecía otro inconveniente. El
dispositivo de defensa español se fundamentaba en una concepción territorial
del espacio que hizo de España una epirocracia a pesar de su dependencia del
mar. ¿Qué significa ello? Para que se tenga una idea de lo que se quiere
indicar, la batalla de Salamina significó para DyG, una ruptura ontológica en
el sentido de que este hecho, que colocó la guerra en el plano de la conciencia, creó las
condiciones de posibilidad de apropiarse de un espacio por intermedio de una
abstracción dada a partir del aprovechamiento de la capacidad productiva que
estaba en concordancia con las necesidades de la época[10].
España no fue capaz de producir una ruptura de naturaleza semejante y ello se
evidenció en que las cerraduras (fortalezas) que guardaban las llaves del
dispositivo español en América no guardasen las entradas en sí, sino los
dominios interiores desde donde España obtenía su riqueza y su poder. De ahí
que Nweihed (2000) haya indicado que las puertas marítimas representadas por
Caracas y Buenos Aires jugaran un papel preponderante en el proceso
independentista continental.
De igual forma, estas llaves a pesar de
su capacidad de auto-sostenerse, dependían de la seguridad que ofrecía la flota
del mar océano, es decir, sin la posibilidad de defensa desde el mar, la
capacidad de contención de las llaves dependían de una serie de factores
internos. Por ello, a pesar de la fortaleza del dispositivo de defensa la costa
venezolana de Tierra Firme estuvo
expuesta a la influencia extranjera, es decir, a otra manera de entender el
mundo ¿Qué implicaciones tiene esta afirmación?
El interés extranjero en los territorios
de Tierra Firme estaba determinado,
por la intención de integrar al espacio a otro ciclo productivo. Este último
aspecto es conveniente destacarlo debido a que el monopolio español en sí
mediaba entre las necesidades de las colonias y la posibilidad de satisfacción
ubicada en muchos casos fuera del dominio. La intención de integrar a Tierra Firme en otro ciclo económico
buscaba romper con esa mediación, no eliminar necesariamente esa forma
dependencia. La república liberal que se instituyó en el año 1811 en Venezuela,
fue la resultante de esa trama de relaciones intencionales. Así pues, el
sistema defensivo español en Venezuela fue capaz de contener físicamente las amenazas
de las otras potencias marítimas, mas no de las ideas, entendidas como
fundamento de la referencialidad, que estaban subyacentes en la intención de
romper el sistema de contención.
La ruptura del dispositivo de defensa de
los dominios en América se produjo por triple vía: la pérdida de Trinidad, la
derrota en Trafalgar y la ocupación napoleónica de la península ibérica. La
consecuencia de estos hechos fue que del fracto se produjo una fragmentación
política y geográfica, es decir, una guerra civil en un espacio débilmente
ocupado que precisó ser delimitado. Ello explica la naturaleza de las
operaciones militares y navales al inicio de la guerra de independencia en
Venezuela, es decir, el propósito fue integrar fragmentos al nuevo espacio
político. Las operaciones navales que se
realizaron en Tierra Firme se
desarrollaron, en primer lugar, en el espacio circunscrito a las
fortificaciones[11] y, en segundo lugar, en el
espacio fuera de las mismas. En el espacio fortificado, las operaciones fueron
básicamente:
·
De bloqueo y contrabloqueo para intentar mantener abiertas las líneas de
comunicaciones marítimas dentro del espacio fortificado y fragmentado.
·
Evacuación y transporte de tropas, que se realizaron durante casi todo el
periodo de la guerra para dar continuidad a las operaciones.
·
Suministro de víveres y pertrechos, para sostener la guerra terrestre y
para socorrer poblaciones civiles.
·
Enfrentamientos navales puros, cuyo nivel de intensidad fue baja en función
de las fuerzas empeñadas.
El tipo de confrontación que se desarrolló en este espacio fue de desgaste.
Este desgaste se observa en el agotamiento de la capacidad productiva de la
antigua colonia por diferentes causas relacionadas con el tipo de antagonismo
que se desarrolló en nuestro espacio, es decir, una guerra revolucionaria[12]. Así pues, las operaciones
ejecutadas en el espacio fortificado estuvieron orientadas a disminuir las
capacidades logísticas, si se puede llamar así, del adversario.
La reconexión del fracto venezolano con la metrópoli se produjo en sólo
tres momentos: 1815, 1817 y 1821[13]. En el año 1815, arribó a
Carúpano una expedición conducida por el Brigadier de la Armada Pascual
Enrile y Alsedo. Esta expedición condujo a tierra a 10.209 hombres. La importancia de esta expedición se evidenció en el hecho
que este comandante español expresó que:
“… las marchas que el ejército expedicionario acaban de hacer prueban hasta
la evidencia de que la posesión de Venezuela no es interés tanto solo por lo
que vale sino por el papel que juega con respecto a la Nueva Granada y que sus
frutos codiciados y recogidos en las haciendas de la costa, tientan a los
extranjeros, y de allí nace el tener los insurgentes armas y los negros
esclavos para soldados... Sin un cierto pie de marina no puede tranquilizarse
Venezuela, y sin un aumento de marina en los momentos de las cosechas no
florecerá Venezuela. Si Venezuela se perdiera, sucumbiría la Nueva Granada
antes de seis meses, ocuparían el Centro de la América los rebeldes, y el Perú
sería el primero que se emanciparía” (Pérez, 1992:191-222).
Después de la expedición 1815,
siguió la expedición de Francisco de Paula Topete, que condujo a 1600 hombres a
Barcelona en el año 1817. La última expedición de apoyo a la bandera realista
en Tierra Firme la condujo Ángel
Laborde, quien trasladó 1500 hombres a Puerto Cabello (Ibíd.)[14]. Estas operaciones realistas evidenciaron la necesidad de detener la espiral
de desgaste que produjeron las operaciones dentro del cordón fortificado y
expresan de suyo la existencia de una entidad política que dejó de ser fracto
español.
Antes de examinar el espacio que estaba ubicado fuera de las
fortificaciones es de destacar que este estaba constituido por el mar Caribe,
el cinturón de islas que cubre el mar de Venezuela (con la excepción de
Margarita), los territorios no ocupados al sur de Angostura, al sur del rio
Arauca y Meta y el alto Orinoco. Los lugares de máxima vulnerabilidad española
estuvieron representados por Trinidad y las Antillas Holandesas[15], y los lugares considerados como
llaves estratégicas por su capacidad de proyección estaban representadas, como
ya lo indicamos, por los lugares donde se encontraban las principales
fortificaciones en el país, es decir, San Carlos en Maracaibo, Puerto Cabello,
La Guaira, el eje Margarita-Cumana y Angostura. Este dispositivo nos indica que
entre Angostura y la fortaleza de San Carlos viniendo desde el sur, no había
una estructura de defensa consolidada debido a que era un territorio interior
español resguardado por lo agreste de la geografía. De ahí la importancia de
estas dos plazas una vez pérdida Trinidad. Si caían en manos de potencias
extranjeras quedaba amenazado todo el dominio. Pero este no fue el caso del año
1811. Ese año se produjo una fragmentación del territorio y Angostura pasó a
ser, por una parte, un lugar de importancia estratégico para quién lo poseyera
y, por la otra, dada su importancia estratégica sería un lugar donde se
producirían enfrentamientos que inclinarían la balanza de la guerra como lo
demostraron la serie de combates fluviales que condujeron al enfrentamiento en
Sorondo en 1811 donde las armas patriotas fueron severamente derrotadas (Díaz, 2009)
y, la liberación de Angostura por parte de las armas patriotas en el año 1817[16].
El establecimiento de una base firme de operaciones en la llave estratégica
de Angostura colocó a las fuerzas patriotas ante la posibilidad de operar en el
interior del cordón fortificado y afuera del mismo porque esa llave conectaba
los espacios marítimos, que en ese momento se encontraban en disputa, con el hinterland suramericano libre de la
presencia de fuerzas organizadas realistas. Ello explica de por sí la campaña
de los Andes y el propio Armisticio del año 1820. Al estar cortadas las líneas
de comunicaciones terrestres realistas con el sur, y el mar encontrándose en
una situación de control en disputa, la decisión de la guerra no estaría
necesariamente en los campos de batalla terrestres, sino en la imposibilidad de
que los realistas recibieran refuerzos[17]. En este contexto, la Batalla
Naval del Lago de Maracaibo fue un enfrentamiento con resultados trascendentes
debido a que redujo la capacidad de maniobra española fuera de los espacios
fortificados, obligándolos, en consecuencia, a replegar su fuerza organizada de
combate para una hipotética defensa de los territorios insulares que todavía
formaban parte de sus dominios con los escasos medios disponibles para esta
tarea[18]. Hipotéticamente debido, en
primer lugar, a que en la mente de los conductores de la naciente república se
percibía la posibilidad de un intento de invasión por parte de España, según
Jiménez (2006)[19] y, en segundo lugar, a que la
capacidad de proyección de la naciente república no estaba dada por su
capacidad productiva sino por las posibilidades de conexión de la llama
independentista al resto del continente. Sin embargo, el hecho de encontrarse
dentro de una fortaleza y con el dominio de las llaves que le permitiría
proyectarse al hinterland del continente desde una posición, si se quiere
central, le dio a Venezuela y posteriormente a la Gran Colombia una ventaja
estratégica insuperable.
Así pues, la naciente república pudo proyectar su poder naval hacia las
aguas cubanas e incluso a aguas metropolitanas españolas mediante la
realización de operaciones de corso. Hubo otros actos donde se buscó crear las
condiciones de posibilidad de proyectar el poder contra España. Uno fueron los
proyectos para liberar Cuba y las islas Filipinas y, el otro fue la
constitución del congreso anfictiónico de Panamá. El primero permaneció como
una idea. El segundo se materializó efectivamente en un congreso. Este congreso
generaría una nueva dinámica política que estuvo condicionada por la debilidad marítima
de los participantes. Las debilidades de la capacidad de proyección marítima
colombiana se evidenciarían inmediatamente después del fin de la guerra de
independencia en Suramérica debido a la destrucción de su capacidad productiva.
La independencia generó en sí los fundamentos de una nueva
referenciabilidad, por lo que el problema de los venezolanos fue cómo restaurar
el sistema defensivo español y cómo producir proyectabilidad desde una
perspectiva material e inmaterialmente para reducir la dependencia. Dentro de
este marco problemático es que se circunscriben los problemas que el país
comenzó a padecer desde el año 1830.
II.- LA CONCEPCIÓN DE LA DEFENSA DEL
TERRITORIO NACIONAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX.
Julio Chacón ha sido enfático en afirmar que es muy
difícil hablar de poder naval entre los años 1835 y 1890 debido a que este
concepto surgió a finales del siglo XIX con los trabajos de Mahan y a pesar del
incremento del comercio marítimo y del impacto de la revolución industrial en
la actividad marítima, en Venezuela esta actividad fue entregada a las casas
comerciales extranjeras que operaban en el país. De igual forma agregó que
también era problemático hablar de defensa nacional debido a que si bien, en la
teoría hubo una preocupación por la defensa nacional en la praxis, las
operaciones navales que se realizaron en el país fueron contra insurgentes y no
contra potencias extranjeras, y ahí lamentablemente se fue desvaneciendo la
visión ofensiva y defensiva estratégica en Venezuela. Por este motivo, vamos a
examinar cuál fue la conducta estratégica nacional a la luz de los problemas
marítimos venezolanos con las potencias navales del área.
Las indicaciones realizadas por Castelli relativas a la
necesidad de defensa en San Carlos de río Negro, en Sinamaica y el Golfo de
Venezuela y en el oriente del país constituyeron en sí el retorno de la idea
del país fortaleza señalada al principio de este ensayo. Esta preocupación
surgió veintiún años después de la separación de Colombia y después de que el
país sufriera dos movimientos insurreccionales de gran envergadura. Ahora, ¿qué
estaba subyacente en esta preocupación? El sur del río Orinoco era un espacio
vacío, en la Goajira se encontraba una civilización que hacía resistencia a la
europeización y a sus herederos republicanos y el avance inglés al oeste del
río Esequibo no encontraba ningún obstáculo civilizacional.
Como también indicamos, la proyección española en el
continente se realizó sobre la base de una línea que se conoció como la
partición del mar en el año 1494 en Tordesillas. La línea de Tordesillas
facilitó el proceso de territorialización del espacio a partir de una
abstracción producida por usar como referencia un meridiano. La actitud asumida
para la territorialización del espacio americano fue ofensiva en el continente
y ofensivo-defensiva en el espacio marítimo favoreciendo, en consecuencia, la
generación de un nuevo tipo de nomos de la tierra a partir de la
territorialización del globo mediante el establecimiento y perfeccionamiento de
un sistema de coordenadas geográficas. El Tratado de Paz de Westfalia marcó
formalmente un punto de inflexión en la conducta estratégica española debido a
que significó que España tuvo que adoptar, desde ese entonces, una estrategia
eminentemente defensiva en un tiempo territorializado y compartido. Es decir,
un tiempo de los principales poderes capaces de proyectarse en el globo.
Esta actitud permitió la implantación de un dispositivo
de defensa que fue eficaz para la manutención del imperio colonial por más de
un siglo. Así pues, la conducta estratégica de los colonos en Venezuela comenzó
siendo defensiva. La fortaleza Venezuela en este contexto fue una estructura de
defensa dentro de un dispositivo que reforzó en la conciencia esta conducta
pasiva de aquel cuya aptitud se basa en la espera. El movimiento independentista
iniciado en el año 1810 cambió esta actitud cuando, mediante una acción
ofensiva, buscó la re-territorialización del espacio bajo un nuevo
ordenamiento.
Esta re-territorialización se realizó en el espacio
fortificado dejando a un lado el espacio marítimo. La causa de este hecho se
debió a que el único modo de territorializar el espacio marítimo fue y ha sido
siempre por intermedio de la producción y el uso del espacio. Después de la
instauración del apostadero de marina de Puerto Cabello en el año 1804, sólo
fue durante el gobierno de Páez que se planteó la necesidad de crear una base
productiva marítima que permitiera la proyección más allá del espacio
fortificado. Esta había sido la principal enseñanza de este General venezolano
luego de sus andanzas en el año 1848, sin embargo, la guerra federal impidió
que se concretara su proyecto efectivamente.
Si se tiene presente el contexto sobre el cual el General
Páez consideró la posibilidad de desarrollar una industria naval hay que
considerar que éste estuvo caracterizado por la revolución industrial. Quizás
él visualizó la vulnerabilidad de Venezuela tanto en el espacio marítimo como
en lo concerniente a la capacidad productiva que permitiera alcanzar dicha
proyección. Pensar en desarrollar una capacidad de proyección marítima, en este
estado de cosas, es pensar como un emprendedor y como un marino. Ello basado en
el criterio de que producir una ruptura ontológica como la acontecida en
Salamina, en plena revolución industrial, resultaba razonable si se considera
que las invenciones y los nuevos procesos industriales podrían haber hecho que
el salto a dar de una economía agraria a otra industrial en un período de
recuperación fuese más efectivo en términos de resultados. De forma gráfica
mostraremos a continuación ese proceso evolutivo de la conducta estratégica
venezolana.
En el cuadro mostrado precedentemente se observa que
frente a la concepción de defensa territorial del territorio de Codazzi y
Castelli se ejecutaron operaciones navales en el espacio marítimo que fue
cedido voluntariamente a un potencial adversario como se evidenció con las
acciones de 1848 y 1902.
Con esta vulnerabilidad
estructural, la conducta estratégica de la Venezuela republicana tendió a ser
defensiva. Y esta actitud reforzada por la aptitud que se heredó del período
colonial hispánico hizo que el modo con que se trató de resolver las disputas
internacionales fuese por la vía pacífica como se evidenciaría frente a los
Países Bajos, Colombia y el Reino Unido a partir de una práctica
consuetudinaria (Utis Possidetis Iuris). En el caso específico del Reino Unido,
el uso de la isla Trinidad como un punto de proyección de sus intereses pasó a
ser un aspecto estratégico cuya valoración a pesar de ser considerada por los
colonos españoles en el momento de su pérdida, no fue suficientemente percibida
por los conductores de la joven república en lo atinente a las llaves
defensivas construidas por España y operacionalizadas en el siglo XVIII.
Después de 1830 se planteó, desde la perspectiva de la práctica estatal, la
necesidad de generar una nueva llave que asegurara el hinterland del país
frente a amenazas extranjeras y consecuentemente permitiera la completa
re-territorialización del espacio y ello no fue percibido plenamente, debido a
las estrechas relaciones que mantuvo inicialmente el país con el Reino
Unido.
Desde la perspectiva de Codazzi y Castelli, no hubo una
ruptura ontológica en relación con el dispositivo de defensa español. En todo
caso, el segundo, consideró la gravedad de la baja densidad poblacional como un
impedimento para la defensa y consecuentemente, planteó la necesidad de
territorializar la totalidad del espacio venezolano. Guzmán Blanco, consciente
de los avances tecnológicos acelerados que se estaban produciendo en Europa y
de la debilidad del país en términos productivos, apostó por las comunicaciones
terrestres como medio para integrar espacios. Pero no tomó debidamente en
consideración que dichos desarrollos también estaban afectando el cómo
establecer sistemas de referencia territorial.
Desde el punto de vista de la defensa naval del
territorio Nieves-Croes y Jairo Bracho afirmaron que Guzmán Blanco proyectaría
la extensión de la línea de defensa al cordón insular que protege al mar de
Venezuela. Esto, siguiendo nuestra línea discursiva puede ser entendido como
una forma de territorialización.
El modo en que el gobernante venezolano posiblemente
concibió la defensa fue mediante el empleo de pequeñas embarcaciones dentro de
un concepto estratégico enmarcado en lo que se conoció como Jeune Ecole. Ramón Rivero-Blanco ha
descubierto planos de proyectos para la construcción de buques para el país en
la era guzmancista que permiten concluir de forma categórica acerca de esta
intención[20]. Como se sabe, este
proyecto guzmancista a pesar de considerarse la conformación del territorio
federal insular teniendo como sede la isla La Blanquilla no se concretó a
cabalidad. No obstante, si se analiza este proyecto se evidencia que al ser una
especie de evolución del pensamiento de Codazzi y Castelli, no produjo una
ruptura ontológica con lo hispánico, como la que se ha hecho alusión, que
permitiera colocar al país en capacidad de responder efectivamente ante
amenazas externas, lo que faltó fue adecuar esa concepción a las realidades de
ese presente histórico. Con ello, la vulnerabilidad estructural del país se
mantuvo hasta finales del siglo XIX y esa situación desventajosa tendría, en
primer lugar, importantes consecuencias frente al Reino Unido y Colombia en
relación al territorio y, en segundo lugar, se constataría durante el bloqueo
anglo-germano-italiano entre los años 1902 y 1903 la preocupación de Codazzi en
relación con el puerto natural que constituye el mar de Venezuela para la
ejecución de operaciones ofensivas contra el país.
La aptitud y las actitudes constatables de la clase
dirigente venezolana después del año 1903, fue la misma aun a pesar de que
entre los años 1939 y 1944, la guerra mundial se desarrollara a tres millas
náuticas de nuestras costas y que el fin de la guerra fría en el año 1991 generó
un proceso de reacomodo internacional que nosotros los venezolanos en la
actualidad estamos padeciendo. La excepción de esta tendencia estuvo
representada por los esfuerzos realizados, en primer lugar, por Román
Delgado-Chalbaud y Ramón Díaz[21] a principios del siglo
XX, en segundo lugar, por Ghersi Gómez y Sosa Ríos después de la Segunda Guerra
Mundial y, en tercer lugar, por Seijas Villalobos y Mendoza Ramírez, como
consecuencia de la evolución del derecho del mar. A continuación se muestra el
dispositivo de defensa venezolano pensado y activado en 1935 por la Regia
Marina Militare italiana y entre 1941 y 1945 por el U.S. Army.
Así pues, la Venezuela republicana mantuvo la conducta
estratégica defensiva legada por España sin tener en consideración las
fracturas que había sufrido el dispositivo hispánico en la fase final de la
colonia ni la estructura de referencialidad que le permitió a España asegurar
su dominio por un poco más de tres siglos. Esta fractura estaría agravada
esencialmente por el carácter de un ser-español que no superó una orientación
dada a la apropiación física de la tierra sin considerar esta desde el punto de
vista productivo. De igual forma, los cambios en los modos de establecer los
sistemas de referencia que condicionaron la apropiación y defensa del
territorio comenzaron a ser percibidos sólo cuando los perjuicios que generaron
en el país se hicieron evidentes. Este aspecto es importante tenerlo en cuenta
si se considera que en la actualidad los principales sistemas de
posicionamiento globales son estadounidense, europeo, ruso y próximamente chino,
pero con un nomos que sigue estando establecido por una convención que regula
el tiempo y el espacio y una práctica que aún mantiene la intencionalidad de la
línea de amistad que constituyó Tordesillas.
Como esta apropiación física permitió que se
desarrollaran prácticas que se hicieron consuetudinarias y que hoy día se
enmarcan como aquello que se conoce como circunstancias especiales dentro del
actual ordenamiento jurídico global, que en sí es el fundamento del sistema de
referencia, pero no el cómo aplicarlo para la delimitación y defensa de
territorios, vamos a examinar ahora cómo ha impactado el proceso de
ordenamiento global en el caso venezolano a partir de la pasividad antes
indicada.
III.- EL NOMOS
DE LA TIERRA Y SU IMPACTO EN LA DEFENSA DEL TERRITORIO VENEZOLANO.
Kant nos
enseñó en su estética trascendental que el espacio y el tiempo son los
fundamentos del conocimiento. Si aceptamos esto como válido hay que imaginarse
cómo fue acordado un tratado como el de Tordesillas donde el espacio y el tiempo
se constituirían en los fundamentos de la apropiación en la medida en que estos
se fueran conociendo. Esta acotación se debe a que siendo una línea, un
meridiano, ubicada en el océano a 360 leguas de Cabo Verde que le iba a
determinar la titularidad de lo que se obtuviere, habría que preguntarse por
una parte, cuándo se produjo el cambio para que desde “una partición del mar”
diese titularidad sobre la tierra[1],
se pasase a otra donde la tierra generase apropiación del mar si esto
efectivamente ocurrió así y, por la otra, hasta dónde llegaban los límites de
esa titularidad, es decir, si ese meridiano iba de norte a sur dónde se
ubicaría su opuesto.
Si se tiene
presente que la navegación realizada con “rrumos de vientos e çrados de norte o
de sol” era posible de norte a sur y viceversa en términos de certeza en el
posicionamiento, la navegación de altura hacia el oeste era sólo posible con un
reloj y un compás que indicara el norte magnético. Con ello quiero señalar que
la titularidad del espacio que se consiguiese y conociese se produjo por una
abstracción basada en una línea que en sí marcaba desde donde se iniciaba y
terminaba la exclusividad de la territorialización de un espacio que, en
principio, no tenía límites. Dicho de otra manera, el espacio empezó a ser
dibujado a partir del movimiento que realizaron sobre el mismo los ibéricos
teniendo como referente una línea trazada sobre el espacio marítimo.
Territorializar
es convertir la tierra en un territorio sometido a un régimen de apropiación u
ordenamiento. Un territorio es una construcción social, es decir, un nomos que
se estructura en un espacio (tierra) que DyG (2008) lo definen dividiéndolo en
liso y estriado. Un espacio liso es vectorial, proyectivo y
topológico sin conductos ni canales como históricamente ha tendido a ser el
Alta Mar y el espacio estriado es métrico, es decir,
delimitado como un Estado (incluyendo el Mar Territorial, Zona Contigua y
Plataforma Continental) o como fue el mar océano luego del Tratado de
Tordesillas para efectos de apropiación. Guattari, en este sentido, ha
señalado que el territorio,
“… puede ser relativo tanto a un espacio vivido
como a un sistema percibido dentro del cual un sujeto se siente ‘una cosa’. El
territorio es sinónimo de apropiación, de subjetivación fichada sobre sí misma.
Él es un conjunto de representaciones las cuales van a desembocar,
pragmáticamente, en una serie de comportamientos, inversiones, en tiempos y
espacios sociales, culturales, estéticos, cognitivos” (Guattari y Rolnik,
2006).
Estos
“territorios” remiten al tipo de agenciamiento que permite que estos sean
construidos porque relacionan pensamientos y deseos produciendo, en
consecuencia, vectores de “desterritorialización” (des-apropiación) y
“reterritorialización” (re-apropiación) que le dan contenido y expresión. La
“desterritorialización” es relativa en la medida en que concierne a la relación
histórica de la tierra con un territorio, como, por ejemplo, el proceso que
condujo a la concreción del principio de libertad de los mares en el Tratado
de Paz de Westfalia, y es absoluta cuando la tierra entra en el puro “plano
de inmanencia” de un pensamiento, que remite propiamente al acto de pensar, es
decir, cuando se es capaz de observar el espacio más allá de toda construcción
social. Pensar consiste, según DyG (1991/2005), en extender un “plano de
inmanencia” que absorbe la tierra entendida como fundamento de
una construcción social mediante un proceso de reunión y división proyectándola
sobre un devenir establecido. En nuestro caso la relación tierra y territorio
se evidencia, en primer lugar, en la tensión entre la historia y un devenir que
la considera como el estudio del conjunto de condiciones por medio de las
cuales nos desviamos para crear y conservar una república a partir de la realidad
española y, en segundo lugar, entre el Ser y el ente, es decir, en cómo definir
y separar en conceptos dos entidades determinadas que puedan expresarse en una
realidad concreta.
La separación
de conceptos que medio para crear otro u otros tiene que ver, como lo hemos
indicado, con la ruptura ontológica que permitió el paso de una realidad basada
en un territorio a una realidad basada en la producción. En el caso ateniense,
este fue un acto des-territorialización que fue posible a partir de un reconocimiento
de su ser en sí. Este acto fue producido de golpe, es decir, fue producto de
una situación contingente. A finales del siglo XV este acto fue más bien un
proceso histórico. Veamos esto más de cerca.
Con la unión
de los reinos de España y Portugal la línea de Tordesillas pasó a ser, según
Schmitt (2005), la línea que indicaba hasta dónde se aplicaba el ordenamiento
europeo. Con ello se iniciaría una competencia entre Inglaterra, Francia y los
Países Bajos, para obtener nuevos espacios y para lograr determinar cuál era la
antípoda de la línea usada como referencia para concretar el tratado
luso-español, es decir, el meridiano de los 180°. Si bien, la primera
aproximación la lograron navegantes al servicio de España, su orientación
apuntó al espacio que podría ser apropiado. El resto de los competidores
también consideraron la importancia del espacio, pero su foco estaba dirigido
al tiempo debido a su conexión con la producción y el libre comercio. La obra
de Umberto Eco, l’isola del giorno prima, nos cuenta de forma
fabulada cómo fue un el proceso histórico de determinación del meridiano 180°
desde el siglo XVII hasta finales del siglo XVIII[2][2].
En este proceso es de destacar que con la Paz de Westfalia, el océano pasó a
regirse por el tiempo de los usuarios del mismo, es decir, pasó a ser relativo
y el espacio estuvo en función de quien lo dominaba.
Cuando España
dejo de ser la potencia hegemónica su tiempo del poder dejó de ser el referente
sobre el cual orbitaron las relaciones europeas. Según Mahan el Reino Unido
alcanzaría la hegemonía en el mar, en el Mar Caribe, en la batalla del canal
de Les Sainte en el año 1782 contra Francia dentro del marco
del proceso independentista estadounidense y esos acontecimientos marcarían el
inicio de los procesos de cambio en toda la región al acentuarse la
relativización del tiempo en el mar.
Esta
relatividad del tiempo en el mar fue la que empezaron a percibir los habitantes
de la Capitanía General de Venezuela entre los siglos XVII y XVIII. La
relatividad del tiempo en el mar de los poderes que hacían uso del mismo fue lo
que ayudó a Venezuela a producir la ruptura con España. Esta ruptura significó,
en primer lugar, que el nuevo país se integraba directamente al orden
westfaliano, en segundo lugar, que las prácticas territoriales realizadas por
los colonos hispanos quedaran como remanente consuetudinario de un modo de
ser-español que tuvo en su plano de conciencia la dependencia a una estructura
y unos modos de subsistencia que le permitieron permanecer y trascender en el
nuevo territorio y, en tercer lugar, que el Reino Unido se constituyese en el
referente, desde el punto de vista temporal, del nuevo Estado. Este referente
es el que va a primar en los futuros procesos de demarcación desde una
perspectiva temporal y productiva determinada por una relación:
Tiempo-valor-trabajo.
La relación
tiempo-valor y trabajo fue un recurso desarrollado para explicar las
consecuencias de las relaciones económicas producidas por el dominio de esta
relación. El desarrollo de la teoría del valor creó las condiciones de
posibilidad de observar los procesos históricos que había producido el estado
de cosas de ese entonces pudiendo a DyG explicar después que las actuales
relaciones de poder global enmarcadas en el orden westfaliano han sido la
expresión de un poder global segmentado y sustentado bajo una misma concepción
del tiempo basado en la producción en función de las necesidades del mercado.
Con esta manera de entender las relaciones internacionales, al establecerse el
poblado de Greenwich como el meridiano 0° un siglo después, en plena revolución
industrial, el Reino Unido alcanzó lo que habían logrado los atenienses en
Salamina más de dos milenios atrás.
Teniendo lo
antes indicado presente se puede entender que Estados Unidos produjo una
ruptura ontológica gracias al desarrollo de una estructura de producción y los
venezolanos al arrojarse al mundo como entidad política independiente
heredaron, por una parte, un sentido de ser segmentado por la conciencia de su
propia realidad en términos de subsistencia y la realidad impuesta por el hecho
de formar parte de un ordenamiento que había dejado de ser global frente a un
nuevo nomos que comenzaría a gestarse con la ascensión del
Reino Unido como potencia hegemónica y, por la otra, una actitud pasiva
heredada de la experiencia colonial, que les ha impedido producir una ruptura
que les permitan ser y consecuentemente les permita producir su propia realidad
desde una propia temporalidad dentro de un contexto de cambios.
La realidad
del mundo está y ha sido determinada por la producción. Esta se presenta como
un acto de superación frente a una práctica consuetudinaria y un orden
imperante. En la Convención del Mar del año 1982 estas dos acciones están
tipificadas como circunstancias especiales (la costumbre en el uso del espacio
marítimo) y circunstancias pertinentes (la aplicación de la norma). Con estas
dos tipificaciones podemos volver a la fortaleza Venezuela y el impacto que ha
tenido el nomos instaurado por los británicos al capturar
Trinidad y apropiarse de las tierras al oeste del rio Esequibo y las
pretensiones colombianas en los ríos fronterizos y en el Golfo de Venezuela.
La fractura
de la fortaleza Venezuela con la conquista de Trinidad y el avance inglés al
oeste del rio Esequibo produjo un nuevo ordenamiento a pesar de que se
mantuvieron las prácticas consuetudinarias del uso del mar, es decir, la
navegación y la obtención de recursos. Ello se mantuvo igual aún mucho después
del Laudo de París que decretó la pérdida del territorio Esequibo. En el año
1998, la Armada de Venezuela consciente de que en la fachada del Atlántico
Meridional que proyectaba el territorio Esequibo y la desembocadura
del río Orinoco[3] se
iban a generar presiones políticas de gran alcance por el interés guyanés de
otorgar concesiones a empresas extranjeras para explotar los recursos ubicados
en áreas que le corresponden a Venezuela, hizo una serie de propuestas
orientadas a generar circunstancias especiales en el uso del espacio para
reforzar la posición política en un esquema de negociación que comenzaba a
presentarse como complejo.
Luego de un
importante esfuerzo marítimo realizado a principios del siglo XXI por el Estado
venezolano, que en principio supuso una ruptura ontológica desde el mismo
momento que se utilizó a la producción como un arma de negociación en ese
espacio marítimo, el gobierno nacional ha realizado un cambio de orientación de
su política con respecto a los intereses de Venezuela al focalizar sus
esfuerzos en un territorio que el país no ocupa, ni usa. Es decir, si bien
Venezuela por una serie de causas no usa el espacio terrestre de la Guayana
Esequiba, si usa su proyección marítima, y si se considera que la proyección
marítima que produjo el Tratado de Tordesillas creo las
condiciones de posibilidad de apropiación y territorialización de América, se
considera que es en el mar, por intermedio de su uso, lo que podría colocar a
Venezuela en una fuerte posición negociadora no sólo frente a Guyana, sino
también a las empresas y países que están detrás de esa controversia. Así pues,
la manera más razonable de territorializar el Atlántico meridional es
por intermedio del uso del espacio marítimo, es decir, creando circunstancias
especiales que le den al país un mayor poder de negociación.
Esto nos
lleva a otro aspecto del problema. De acuerdo con el derecho del mar todo
territorio genera titularidad en el mar, pero cómo un país como Guyana, con una
baja capacidad productiva puede aspirar a la explotación de un espacio donde
los verdaderos usufructuarios serán empresas transnacionales cuyas sedes se
ubican fuera de la región. La respuesta es que aún la línea establecida en Tordesillas
permite desde el mar establecer la titularidad de un espacio. Ese es lo que
está en juego en la fachada atlántica. Si consideramos que los países con
sistemas de posicionamiento propio tienen intereses en Guyana y que el nomos es
británico el tema de delimitación va a estar dado por el sistema de referencia
(que incluye las circunstancias pertinentes), el nomos y la práctica
consuetudinaria.
Con respecto
a Colombia, el Laudo de Madrid y el acuerdo de amistad del año 1941 produjeron
una nueva fractura en la fortaleza Venezuela. Esta fractura ha ido en dos
sentidos, en los ríos fronterizos y en el Golfo de Venezuela. En los ríos
fronterizos, gracias al citado laudo, Colombia logró avanzar a los ríos Arauca
medio, Meta bajo, Orinoco medio, Atabapo, Guainía y Negro. Su principal interés
ha sido lograr navegar libremente hacia el Atlántico por el rio Orinoco y
conectar por vía de la navegación fluvial entre el Orinoco y el rio Negro por
la difluencia Orinoco-Casiquiare[4][4].
Como se recordará estos espacios quedan fuera de la fortaleza Venezuela que en
un momento histórico fueron espacios vacíos y hoy en día espacios con baja
densidad poblacional. Esta circunstancia motivó la instrumentación de planes de
desarrollo del sur hasta finales del siglo XX con la finalidad de establecer
cuñas en los espacios de la fortaleza que habían sido horadados y una
concepción estratégica de gran alcance, desde el punto de vista ambiental, para
desarrollar de forma sustentable el espacio venezolano ubicado fuera de la
fortaleza.
Como se
indicó previamente, la posesión de la llave del río Orinoco permitiría el
acceso por vía terrestre o fluvial al centro de Colombia y al sur del
continente como lo hizo el Libertador Simón Bolívar en el siglo XIX y al río
Amazonas y Manaus en el norte de Brasil. Este hecho en sí no ha pasado
desapercibido para potencias extranjeras: por una parte, los estadounidenses
consideraron la posibilidad de conectar por vía fluvial a Suramérica durante la
Segunda Guerra Mundial y, por la otra, un análisis del Admiralty Charts
and Publications británico, nos permite considerar que tomando como
centro a la Venezuela continental, divide al país en tres áreas cartográficas
de alcance global desde su temporalidad estatal por su potencial de
comunicación y la concentración de recursos existentes. Consecuentemente, la
importancia que en el pasado le dieron los españoles y en el pasado reciente le
dan los británicos a ese espacio ameritaría por parte de Venezuela la
realización de un importante esfuerzo de reflexión de los sistemas de
referencia y, por supuesto, de territorialización, que supondría colocarlo en
condiciones para que los habitantes del país fuesen capaces de producir sus
medios de vida y evitar así que el ordenamiento global determine la utilidad de
ese espacio para efectos de la estructura de producción por canales directos o
indirectos como lograron estadounidenses, japoneses y coreanos por citar sólo
tres ejemplos.
Por otra
parte, la pérdida de territorio al Occidente del país también dejó una práctica
consuetudinaria en relación con la obtención de recursos en el golfo de
Venezuela y en el archipiélago de Los Monjes. Junto a esta práctica se agregó
el uso del espacio de manera creciente en lo que concierne a la navegación.
Estos dos hechos han permitido percibir esa parte del territorio desde una
perspectiva productiva generando, en consecuencia, una conciencia de
dependencia y de identidad que se ha materializado en actos de fuerza para
demostrar el interés por mantener el dominio sobre el mismo[5].
Así pues,
mientras que el foco de atención en el Atlántico Meridional apunta
a la recuperación de un territorio relativizando las circunstancias especiales
que pudiesen aumentar el poder de negociación del país, en el Occidente la
propiedad del espacio ha estado basada en el uso del mismo, es decir, a partir
de la producción dentro de una estructura global relacionada con el petróleo y
unas circunstancias especiales relacionadas con el uso del espacio como fuente
de recursos de forma consuetudinaria.
La fortaleza
Venezuela no fue cosa del pasado, el Proyecto de Desarrollo Sustentable del Sur
(PRODESSUR) instrumentado entre 1994 y 1998 tenía como foco la arteria que
representa el rio Orinoco. No con la amplitud británica basada en una
estructura de producción, sino con la visión española de la dominación de
espacios. La visión británica indica, como señalamos en otra oportunidad, que
el centro de Suramérica se encuentra en territorio venezolano aunque el centro
de Venezuela se ubique en Caracas si se considera el espacio marítimo. El
centro de la fortaleza Venezuela queda ubicada de acuerdo con el sistema de
referencia global británico, es decir, el eje Caicara-Cabruta y sólo una visión
del espacio considerado desde una estructura nacional de referencia y
producción es lo que permitiría a los venezolanos producir la ruptura
ontológica similar a la que permitieron a atenienses y estadounidenses
trascender desde el punto de vista histórico, sobre todo si se considera que al
sur-este de esa área se ha confirmado la existencia de recursos que podrían ayudar
a generar ese cambio a partir de su transformación desde el punto de vista
productivo.
La
titularidad de un espacio no la da la tenencia, sino su aprovechamiento desde
el punto de vista productivo. La producción, en este contexto, es expresión de
una facultad de juzgar o dicho en sentido deleuzoguattariano, de una máquina
abstracta que persigue alcanzar mayores grados de perfección y de libertad. Con
ello se puede afirmar que la iniciativa de Javier Nieves-Croes Aguirre nos ha
permitido usar la concepción de defensa de Codazzi-Castelli para reflexionar
acerca de la estructura de acción venezolana desde su génesis hispánica para
alertar que en esta segunda década del siglo XXI se ha producido en el país un
retroceso que puede tener graves consecuencias para el ser-venezolano desde el
mismo momento que la concepción de defensa del país ha retornado a la imagen
del espacio fortificado del siglo XVIII y XIX. En todo caso, hay que tener
presente que no es que la tierra genere mar o que el mar genere tierra! Lo que
da títulos sobre un espacio determinado es el sistema de referencias que se use
dentro de un contexto intencional. La importancia de esta acotación obedece a
que, con el advenimiento de la era espacial está tendiendo a cambiar el nomos
de la tierra en la medida en que se está implantando un nuevo sistema de
referencia.
IV.- REFLEXIÓN FINAL.
El Tratado
de Tordesillas fue un trazo diagramático realizado en un plano de
inmanencia absoluto sobre un espacio liso. Según Schmitt, el sentido de este
trazo cambio cuando Estados Unidos utilizó aproximadamente esa línea para
declarar que el espacio ubicado a Occidente de la misma era una zona de paz y
neutralidad en el año 1939. En todo caso, los estadounidenses usaron mutatis
mutandi el mismo plano de referencia. Si bien los desarrollos
aeronáuticos produjeron un nuevo sistema de referencia, este aún se basó en la
estructura abstracta que permitió la territorialización del mar con la
Convención de Jamaica en el año 1982. El surgimiento de la era espacial ha
producido un cambio de circunstancias que está impactando los sistemas de
referencias y la producción.
Sin embargo,
aún está el plano de inmanencia sobre el cual se hacen trazos diagramáticos.
Schmitt anunció el papel que las comunicaciones radioeléctricas estaban
empezando a jugar en la humanidad. No profundizó sobre el tema debido a que
trazar una línea en el espacio electromagnético es colocar una línea en un
espacio físico y en el espacio metafísico. En el espacio físico colocar una
línea para partir el espacio significa tener presente los desarrollos
satelitales y consecuentemente ir más allá de las orbitas de los satélites
actualmente en uso como a finales del siglo XV se realizó con los medios
disponibles. En el espacio metafísico es colocar una línea en el plano de la
conciencia que se corresponde con la introducción de una idea estructurada con
una finalidad específica. En ambos casos al igual que en el pasado, privó una
voluntad y una intención que fue conectada intuitivamente produciendo un
concepto que marcó la vía para la acción, materializada en una práctica
productiva entendida desde el punto de vista material e inmaterial. Este acto
intencional es lo que permite establecer un sistema de referencias como lo
representó Tordesillas.
Ser
independiente, en este contexto, es ser capaz de establecer su propio sistema
de referencias. Si ello no es posible va a ser difícil generar los medios para
perseverar en la propia existencia y consecuentemente para hacer una defensa
viable.
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p.
[1] Ver al respecto: Bracho (2005 a
y b).
[2] Para nosotros el poder es la
capacidad de mediar entre necesidades y satisfacciones.
[3]Los supuestos fundamentales del
sistema mercantilista fueron, en general, los siguientes: los metales preciosos
constituyen la medida más valiosa de la riqueza de una nación; aparte de la
extracción de minerales, el comercio es
el medio principal de acumular metales preciosos en forma de numerarios; como
consecuencia de lo anterior hay que favorecer las exportaciones y reducir las
importaciones, establecer colonias para garantizar provisión de materias primas
y asegurar mercados de productos terminados (Barnes, 1987:326)
[4] Los fractales son entidades
matemáticas que están por todas partes. Por sus cualidades son difíciles de
definir porque no todos cumplen con las mismas características. Sin embargo,
poseen algo en común, es decir, son el producto de la repetición de un proceso
geométrico elemental que da lugar a una estructura final de una complicación
extraordinaria. Hay muchos objetos de la naturaleza que, debido a su estructura
o comportamiento, son considerados fractales naturales aunque no lo parezcan:
las nubes, las montañas, las costas, los árboles y los ríos. En lo que se
diferencian de los fractales matemáticos es que éstos son entidades infinitas.
El padre de esta nueva manera de concebir matemáticamente la naturaleza fue
primeramente G. Julia y posteriormente, B. Mandelbrot (DyG, 2008).
[5]Las fortalezas de Angostura
estaban orientadas al mar y no al hinterland venezolano.
[6] Estas llaves abarcaban desde la
Florida, las Antillas mayores, Centroamérica hasta Cartagena de Indias
(Ibíd.:39).
[7] Ver también: Bracho (2005a) y
Blanco (2004).
[8]Bracho al respecto ha hecho una
importante recopilación acerca de las incursiones realizadas contra el
territorio que hoy se conoce como Venezuela. En esa recopilación ha indicado
que en al menos en veinticinco oportunidades nuestras costas fueron atacadas de
forma localizada o simultánea por importantes fuerzas francesas, neerlandesas o
inglesas. Ver al respecto: Bracho (Blanco, 2010:17). Sobre la pérdida de las
Antillas Holandesas ver al respecto: ArteHistoria, “Holandeses: guerra de la
Sal y contrabando” en http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/1591.htm.. Y sobre la pérdida de Trinidad
ver: Zapatero (1990)
[9] Esto significó para Venezuela,
siguiendo a Bracho, la institucionalización de una capacidad militar con
implicaciones productivas como lo fue el Apostadero de Marina de Puerto
Cabello.
[10] Sobre la guerra entendida como
un estado de conciencia, ver al respecto: Blanco (2016).
[11] Ver al respecto: Blanco (2004) y
Rivero-Blanco (2013).
[12]Esta afirmación sugiere la implantación de una estrategia acorde con las
necesidades de guerra que bien podría categorizarse como de guerra prolongada y
en este sentido es conveniente destacar que la guerra de corso fue una de las prácticas
más empleadas según Franco (2009) y Pérez (1992). El corso patriota se
caracterizó por enmarcarse dentro de tácticas dilatorias “fiados en la mayor
movilidad de sus naves y la escasez de embarcaciones españolas...”,“...con el
fin de que el tiempo y el mar dejasen a los españoles desprovistos de buques”
(Ibíd.:264 y 268). Ciertamente los patriotas tuvieron plena conciencia de las
limitaciones de los realistas en cuanto a medios, pero si se considera que los
medios navales patriotas eran de proveniencia privada, institucionalizada por
una patente de corso, la necesidad de preservar la empresa como medio de
sustento era un imperativo funcional y de ahí se pudiera presumir la prudencia
en realizar combates directos contra unos enemigos dispuestos a acabar la
insurrección por cualquier medio.
[13] En el año 1813 la fragata Venganza, condujo a mil soldados a
Puerto Cabello (Blanco, 2004).
[14] Esta expedición denominada la
“División de Costa Firme” arribó a Puerto Cabello después de haber derrotado a
las fuerzas navales patriotas en la citada plaza en el año 1823 antes de la
batalla del lago de Maracaibo (Díaz, 2009).
[15] Hay que recordar que para el
momento del estallido de la guerra, se estaba constituyendo en Europa una
importante coalición anti-napoleónica que tuvo en el mismo bando a España, el
Reino Unido y los Países Bajos, por lo que estos territorios, para efectos de
la guerra que se libraba en tierra firme eran más o menos neutrales. De ahí la
importancia de Haití como lugar de proyección de las operaciones navales
bolivarianas.
[16] Piar expresó que la Guayana era
“la llave de los llanos, es la fortaleza de Venezuela... ella por su posición
está en contacto con los países extranjeros y con todo el interior; ella está
cubierta y defendida por un muro más fuerte que el bronce, por el Orinoco,
ella, es en fin, el único territorio de Venezuela que exento de las calamidades
de la guerra anterior nos ofrece recursos para proveernos de lo necesario, y el
único punto de defensa que podemos elegir, así para establecer nuestros
almacenes, como para tener un asilo seguro si la suerte nos redujese al último
término. La ocupación de Guayana debe ser, pues, con preferencia, el objeto de
nuestros esfuerzos. Sus ventajas son incalculables, y los males que produciría
el dejarla a nuestra espalda son
conocidos de todos los venezolanos”. La importancia del corso fue tan relevante
que el Contralmirante francés Jurien de la Graviere afirmó que esta guerrilla
naval, hizo perder sólo a Francia veintitrés buques destinados al comercio en
un solo año motivando la presencia de una escuadra francesa en Puerto Cabello
para resolver “diplomáticamente”, estas perturbaciones al tráfico marítimo. Ver
al respecto: Blanco (2004). Laborde, expresó que para corregir los problemas
derivados del corso instrumentó a partir del año 1821 un sistema de convoyes
entre Puerto Cabello, La Guaira, Puerto Rico y Saint Thomas para minimizar las
posibilidades de pérdidas comerciales más allá de lo grave que ya fueron
(Chaves, 2009:233).
[17]La campaña del sur se inició en Angostura, luego del Congreso
Constituyente, para lo cual se remontó el río Orinoco y el Arauca, para cruzar
la región más septentrional de los Andes. Luego de Boyacá, una parte de las
fuerzas patriotas navegaron el río Magdalena dirigiéndose al norte ganando la
costa, liberaron Cartagena de Indias y siguieron al este desembocando en el
lago de Maracaibo por mar, mientras que otros lo hacían desde el este por
tierra y mar.
[18] Ver al respecto: Rodríguez
(2014).
[19] Si bien es cierto que pudo haber
sido posible que la monarquía española pensase en recuperar sus dominios,
también es cierto que el absolutismo monárquico entraría en crisis después del
año 1817 y ello reduciría la capacidad militar ibérica para emprender grandes
operaciones fuera de la península.
[20] Sobre la influencia de la Jeune Ecole en Venezuela ver al
respecto: Blanco (2015).
[2] Sobre este tema, ver al respecto: Blanco (2015a).
[3] El uso de la expresión ‘Atlántico Meridional’ obedece a que de acuerdo con la concepción geopolítica brasileña y occidental el Atlántico Sur comienza al sur del Trópico de Cáncer. Ello ha determinado el establecimiento de áreas de influencia que subordinan al país frente a las potencias marítimas del norte y del sur. Por ello el uso de esta expresión ‘Atlántico Meridional’ busca darle un nombre histórico a la pretensión venezolana de proyectarse en el océano Atlántico. Ver al respecto: Blanco (2013).
[4] De igual forma Colombia ha mostrado interés en acceder al Lago de Maracaibo por intermedio del rio Catatumbo y al Golfo de Venezuela por el rio Limón.
[5] Para ello sólo basta recordar la defensa del Archipiélago de Los Monjes en el año 1952 y la crisis de la corbeta “Caldas” en el año 1987. Ver al respecto: Blanco (2004).https://www.ivoox.com/nomos-tierra-como-el-audios-mp3_rf_50636271_1.html
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