El desencadenamiento de
tumultos[1] urbanos en todo el
hemisferio Occidental observados como actos en sí mismos y más allá de toda
posible causa indican de suyo la recurrencia de prácticas remanentes en la
Europa Occidental desde que Roma fue objeto del asalto por parte de pueblos
nómadas visigodos buscando mejores condiciones de vida como en parte nos contó
San Agustín en su obra La Ciudad de Dios.
En la Roma de ese entonces, después de haber vivido doscientos años de paz,
prosperidad y florecimiento cultural se produjo una pérdida de carácter, un
relajamiento moral y una pérdida de respeto por la autoridad que la llevó a un
período de decadencia. Estas aguas de la decadencia, por una parte, nos la
mostraron Petronio y más recientemente Federico Fellini y, por la otra, hizo al
imperio depender de la fuerza militar en una situación signada por el hecho de
que la base de esta fuerza era mercenaria. El contexto que enmarcó esta realidad
que motivó la creación de la nueva Roma estuvo signado por estado de cosas y
estado de ideas que tuvieron un gran impacto en el devenir de la humanidad.
Veámoslo sucintamente:
·
Estado de cosas.
o
Las migraciones hacia Roma de grupos humanos que
estaban buscando mejores condiciones de vida afectaron el orden existente en
términos de desestabilización política porque significó la aparición de nuevas
formas de vida.
o
La descomposición social que en sí misma estaba
sufriendo Roma como nos la contó Petronio en el Satyricón o Federico Fellini en
su adaptación contemporánea[2].
o
La presión política, económica y cultural que
estaba ejerciendo el imperio centralista sasánida (226-651 d.C.)[3] en los confines orientales
del imperio romano constituyendo el principal antagonista organizado de Roma a
parte de los pueblos germánicos del norte.
o
La reorganización imperial de Diocleciano que
supuso la división del imperio, un gobierno militar y una mayor participación
del aparato militar en las funciones administrativas.
o
Persecuciones de religiosas, en especial, las
decretadas por Dioclesiano, Juliano y Teodocio I que afectaron a cristianos,
maniqueos y paganos.
·
Estado de ideas.
o
Creciente influencia del cristianismo,
zoroastrismo y maniqueísmo[4] en Roma a expensa de la
cosmovisión decadente romana a pesar de los esfuerzos por mantenerla con el
apoyo de la introducción deliberada del neoplatonismo. Vale decir que todas
estas corrientes estuvieron influidas del gnosticismo.
o
En relación con lo anterior, a pesar del
crecimiento del cristianismo, este, desde una perspectiva geográfica era una
minoría que se expresaba como islas desconectadas en el imperio romano. Este
cristianismo estuvo afectado por periódicas persecuciones y diferentes visiones
del mismo que generó conflictos internos. El centro más importante estuvo
constituido en Armenia que fue una de las fronteras críticas de tensión
geopolítica entre Roma y Persia.
o
Creciente homogeneización política del mundo
impulsada por la difusión deliberada de la filosofía griega en especial la
corriente neoplatónica.
o
Creciente homogeneización cultural producto del
control comercial que ejercieron los sasánidas mediando en los intercambios
entre Oriente y Occidente.
Si consideramos el estado de
cosas y estado de ideas antes indicado, que en sí pareciera indicar un periodo
de gran turbulencia, el emperador romano Constantino tomó un conjunto de
medidas trascendentes, es decir, mudó la capital del imperio a Bizancio para
tener una posición central en función de las amenazas fronterizas y un mayor
control político sobre todos sus dominios, inició el proceso de adopción del
cristianismo como la religión oficial e inició un proceso de captura
institucional y unificación de esa fe con el fin de dar estabilidad y unidad al
nuevo orden político. La captura institucional y la unificación las observamos
como las palabras claves porque frente al estado de cosas existente en ese
periodo histórico se necesitó desarrollar una operación política, es decir,
convertir ideas en acciones y acciones en ideas de modo que se lograse el
efecto político de estabilización imperial. Podemos decir que esta operación se
convirtió en un tipo particular de idea seleccionada como logos, es decir, se
hizo una ideología que impulsó un cambio de subjetividad como nos lo ha indicado
Michael Foucault en la Hermenéutica del
Sujeto para separar aquello que pudiera debilitar el orden político.
La unificación ideológica la
podemos considerar tanto en el propio plano ideológico como en el plano de la
fe, es decir, teológico-político. En lo ideológico la congregación (ekklesia) como indicamos en Guerra, soberanía y paz en el mundo de hoy
se produjo capturando a la población objetivada que estuviera a la mano considerando que las ideas
dominantes orbitaban en torno a las propias ideas romanas y el neoplatonismo.
En el plano de la fe, la operación de unificación se produjo capturando o
sujetando a los cristianos y manteniendo a los romanos no cristianos. La
separación se produjo por doble vía: mediante la segregación de los no romanos,
zoroástricos y los maniqueos y, la persecución de los credos cristianos considerados
heréticos por apoyar y seguir interpretaciones ‘erradas’ de la ‘verdadera’ fe
establecida en los concilios de Nicea y de Constantinopla. Aquí se destaca, por
una parte, el maniqueísmo que como una fe con una tendencia universalista fue
vista como una amenaza para los sasánidas y los romanos[5] y, por la otra, los
peregrinos y místicos que también fueron vistos como una amenaza a la ekklesia.
En el plano de las ideas, Roma
vivió una época de reorganización y de centralización en pleno conflicto civil y,
en este contexto, el platonismo fue un medio que contribuyó, inicialmente, a la
estabilización imperial tanto en Roma como en Ctesifonte porque sus ideas servían
para fundamentar, además de la centralización, la sectarización política permitiéndonos
pensar en una especie de praxis de un totalitarismo primitivo.
La estabilidad en Roma se
logró dos siglos y medio después y la evidencia de ello fue que la escuela
platónica de Atenas no fue más necesaria. De manera similar hoy estamos
viviendo un estado de cosas y un estado de ideas que permiten tener como
referente ese periodo de la historia de la humanidad debido a que la
unificación intentada en Roma estableció una subjetividad estable en Occidente mediante
un dispositivo de control teológico-político que sólo fue interrumpida por la
reforma protestante un milenio después. Por ello consideramos pertinente traer
de nuevo al presente el impacto de las ideas que condicionaron la toma de
decisiones en el ese periodo de la historia a partir de la exposición de los
siguientes temas:
·
El impacto del maniqueísmo en Occidente hasta
su proscripción definitiva en el año 382 d.C
·
El platonismo y el neoplatonismo como
herramienta ideológica para la unificación política imperial romana.
·
La imagen de la crisis: San Agustín entre el
gnosticismo y la mística y la iglesia jerarquizada.
·
Futuro como pasado: una perspectiva
pre-medievalista
·
La respectividad de lo real y el mundo por
venir.
El objetivo que nos proponemos
es establecer mediante una sucinta comparación histórica semejanzas y
diferencia entre la restauración romana y la actual situación que vive
Occidente para determinar la naturaleza y alcance del proceso histórico que
estamos viviendo. Para ello analizaremos de las tres cosmovisiones que
estuvieron en interrelación recíproca, es decir, el maniqueísmo, el paganismo
entendido desde una perspectiva helenística y neoplatónica y el cristianismo en
el contexto político en que estas coexistieron hasta que se estabilizó el orden
imperial romano.
El
impacto del maniqueísmo en Occidente hasta su proscripción definitiva en el año
382 d.C.
El cristianismo siguió un
proceso de expansión y de institucionalización después de la formación de la
primera comunidad cincuenta días después de la resurrección de Cristo. Este
proceso de expansión tuvo su primera crisis interna en el siglo II debido al
surgimiento de varias tendencias entre la que se destacan la gnóstica de
talante místico y la marcionista que negaba el carácter humano de Cristo.
Después de superarse esta crisis comenzó el proceso de unificación y separación
en torno a una ekklesia organizada
jerárquicamente y ‘depositaria’ de la doctrina de la salvación. Pero, cuando se
produjo la conversión de Constantino y los concilios de Nicea y Constantinopla (381
d.C.) a pesar del crecimiento de la fe sólo había importantes núcleos
poblacionales cristianos que eran minoría en todo el orden romano. La guerra
civil y de sucesión de Constantino produjo una fragmentación del imperio
trayendo como consecuencia que muchos territorios fuesen abandonados o perdidos
hasta que acaeció la reunificación imperial a partir del siglo V. Esta
aclaratoria ha sido hecha para que se comprenda el impacto de la expansión de
la fe maniquea y cómo logró conservarse en muchos espacios a pesar de las
persecuciones. Por ello, cuando San Agustín aceptó la jerarquía de la iglesia
cristiana en momentos en que se estaban realizando persecuciones religiosas
contras los maniqueos en realidad estas persecuciones se produjeron en aquellos
espacios controlados por Roma y la jerarquía de la ekklesia o jerarquía eclesiástica.
El maniqueísmo fue, en el
siglo IV, uno de los sistemas de creencias más extendidos del mundo antiguo conocido.
Fue el primer credo en presentar de manera más elaborada el dualismo zoroástrico
y defender como principal fundamento de su sistema el gnosticismo, es decir, la
educación sistemática, el aprendizaje y el conocimiento como medio para poder lograr
la salvación. Esta fue fundada alrededor del año 240 d.C. por el persa Manes (Mani)
que se hizo llamar ‘apóstol de Jesucristo’ en un momento en que estaba en auge
el pensamiento de Orígenes y Plotino y
este último se había unido a una expedición militar romana contra el imperio
Parto para conocer la filosofía oriental. Manes nació en el seno de una familia
judía en el Imperio Parto y después sasánida (actual Irán) que en su juventud tuvo
una revelación que lo hizo desarrollar un sistema doctrinal de creencias y
difundirlo como una profesión de fe. Esta fe se basaba en la existencia de un
único Dios que había tenido un conjunto de profetas (Noé, Abraham, Nikotheos,
Henoc, Zoroastro, Hermes, Platón, Buda y Jesús) cuyo fin fue difundir el
conocimiento. Su difusión alcanzó primeramente Persia y el cercano oriente
hasta Egipto y después, gracias a las rutas comerciales marítimas y terrestres se
expandió rápidamente a China[6] y al Imperio romano a
finales del siglo III. De hecho, para el año 312 d.C. existieron monasterios
maniqueos en Roma y fueron maniqueos quiénes desde la capital del imperio le
proporcionaron apoyo a San Agustín para la obtención de una cátedra de retórica
en Milán.
En
el centro de las creencias del maniqueísmo se encontraba un absoluto dualismo
entre las fuerzas del bien y del mal que, según ellos, existieron desde el
principio de los tiempos, es decir, ese sistema sostuvo la idea de la
co-existencia de dos sustancias: “(…) la luz (Ormuz) y la oscuridad (Ahriman),
de donde se deriva que de la primera proviene el bien, equiparándose con Dios;
[y] de la segunda, el mal, equiparándose con la Materia” (Molina op.cit). Su
objeto fue, por una parte, explicar el origen del cosmos y del hombre y, por la
otra, la salvación de ambos de la experiencia del mal. Ambas sustancias
corresponden a fuerzas distintas e igualmente originarias cuya consideración
fue vista por los cristianos eclesiásticos como una amenaza debido a que los
gnósticos y los marcionistas tenían puntos en común con esa concepción (Ibíd.).
Además de ello, los maniqueos rechazaron al Antiguo
Testamento, por la función castigadora de Dios y la naturaleza de
Jesucristo (docetismo cristológico), entre otras (Bermejo, 2008).
San
Agustín, en este contexto, rechazó la doctrina maniquea después de haberla
seguido por dos causas: en primer lugar porque “el precio que parecía habían
pagado los maniqueos por el repudio total del mal era haber convertido el bien
en algo sumamente pasivo e ineficaz”, dejando a Dios en una condición de igual
(o similar) potencia a las fuerzas malignas provocando con ello una tensión que
rompía el principio de no-violencia que defendieron los maniqueos (Bermejo,
2008:160-161). En segundo lugar, el contexto político que vivió el hiponense
signado por la orden de perseguir a los maniqueos dada por Teodocio I que
entendemos se cumplió efectivamente en los territorios controlados por Roma y
la ekklesia lo obligó a asumir una
posición teológico-política por un asunto de supervivencia. Igual persecución sucedió
en el imperio sasánida. Desde esta perspectiva creemos que Las Confesiones pueden ser leídas como un testimonio de la crisis
existencial que tuvo San Agustín por la turbulencia política, religiosa y
social que estaba viviendo el imperio romano. Así pues, la capacidad de
adaptación del maniqueísmo y su crecimiento fue visto, por los zoroástricos persas,
los budistas e hinduistas en el sur y los cristianos en el imperio romano como
una gran amenaza desde el mismo momento que “los paganos los miraban con horror
y los cristianos ortodoxos con temor y odio”[7].
Creemos que estos sentimientos obedecían a la capacidad de esta fe extranjera de
desestabilizar el orden existente. En todo caso, a pesar de la proscripción de
que fue objeto en Occidente, lo cierto es que núcleos maniqueos lograron
supervivir a lo largo de la historia adoptando una envoltura hermética que
podemos hoy día visualizarla bajo la idea de una iglesia universal.
La importancia que reviste
para nosotros esta religión sintética, sincrética y aglutinante obedece a los
esfuerzos actuales en este siglo XXI de pensar en una ekklesia universal porque ha sido considerada como el puente más
sólido entre Oriente y Occidente y una garantía de estabilidad política global
de acuerdo a un orden determinado. En el presente podríamos identificar algo
que pudiéramos denominar maniqueísmo en algunas de sus manifestaciones: en el
lado de la luz, ekklesia de la ekklesia, o sea la congregación de los
diversos credos, ecologismo, new age,
etc.; y en el lado de la materia, la intervención sobre el cuerpo y los cuerpos
en condiciones contra naturales. Como ambas tendencias operan con igual
potencia creo que están actuando como una especie de mecanismo de control
social de naturaleza biopolítica mediante una forma de autosacrificio promovido
e instrumentado de manera deliberada bajo una errónea figura del cuidado de sí. Sobre esto volveremos más
adelante, en todo caso veamos a continuación el mecanismo que fue usado en el
pasado para resolver el problema de la estabilidad política, es decir, el
pensamiento de Platón y el neoplatonismo.
El
platonismo y el neoplatonismo como herramienta teológico-política para asegurar
la unidad imperial.
La importancia que reviste
para nosotros el pensamiento de Platón y de Plotino obedece a la relación en
que consideraron la teología y la política. Creemos que esta relación es
fundamental para comprender cómo fue el proceso de toma de decisiones romana en
la época en que se produjo la fragmentación y posterior unificación del
imperio. Por ello nos interesa revisar el pensamiento de Platón debido a que su
foco de atención fue el cambio, la recomposición y la conservación de un orden
frente a la corrupción y para Plotino la relación de lo uno y lo múltiple.
Para Platón la preocupación
por el cambio y la corrupción podemos observarla en el propio libro II de la República cuando reflexionó a través de
sus personajes conceptuales acerca del modo en que se debería tratar los
asuntos divinos, que llamó teología, para garantizar el gobierno de la
comunidad política o su recomposición y conservación[8].
Juan Nuño expresó que Platón
con sólo plantear la formación racional de la polis en el libro II de República inició el proceso de superación
de la crisis que afectó la tradición política ateniense post guerra del
Peloponeso (1988:53)[9]. Esta polis, según Platón,
fue producto natural, pero en el devenir el hombre guiado por sus pasiones fue
objeto de un proceso de degradación política que lo llevó a concebir la Polis ideal.
Por ello, en el Timeo comenzó
narrando una historia de la visita realizada por el rey Solón a Egipto
relacionada con el papel de la historia en el ser y hacer de las comunidades
políticas. En esa historia se señaló que la civilización griega era joven con
respecto a la egipcia debido a que en su devenir la primera había sido
destruida por diversas causas en varias oportunidades y por no tener registros
de esas experiencias repetían los mismos errores del pasado. En esta historia
se observa la idea del ciclo que es aclarada con precisión en la Republica cuando acaece la máxima
degeneración política. Este proceso cíclico es lo que nos ha llamado la
atención en función de las semejanzas que ya hemos estado introduciendo.
En la República Platón concibió una Polis ideal y a partir de allí hizo
una tipología de comunidades políticas en función de su grado de
descomposición. De ahí que su preocupación fue determinar las características
del hombre adecuado y la necesidad de que exista un gobierno adecuado para
poder formar este hombre debido a que un hombre adecuado de acuerdo con una
particular concepción del alma será expresión de una Polis bien ordenada. Un
Estado justo de acuerdo con su criterio es aquel en el cual cada miembro de la
comunidad política cumple con su deber de acuerdo al estamento al que pertenece.
La justicia, consecuentemente, la definió como la conservación de lo que nos
pertenece y virtud y cordura vista como habilidad y, por el contrario,
injusticia la observó como ignorancia.
Por lo demás hay otros
aspectos que nos interesa destacar en concordancia con nuestra línea discursiva:
en primer lugar, siguiendo a Karl Popper, Platón fue el primero en advertir las
posibilidades de la desigualdad natural al afirmar, en Las Leyes que “El tratamiento igual de los desiguales debe engendrar
la iniquidad”[10].
Su propósito fue evitar la degeneración de un modo que nos va a permitir
entender qué se entiende por biopolítica[11]. En segundo lugar,
siguiendo a Popper, Platón apeló al principio “del holismo o colectivismo,
relacionándolo con el principio de que la finalidad del individuo consiste en
mantener el Estado”. Si nos imaginamos la Roma en proceso de fragmentación es
factible pensar en una política de esa naturaleza. De igual manera podemos
pensar en los sistemas totalitarios como el venezolano donde el ser humano está
siendo sacrificado para defender un orden con unos fundamentos ambiguos pero
que apuntan a subsumirse a la ekklesia
universal. En tercer lugar, el problema de la guerra civil (stasis) y polemos
contra los barbaros. Eso lo podemos observar en el siguiente pasaje de La República:
“… calificarán de
discordias (stasis) [las] diferencias con los demás griegos y nos le darán el
nombre de polemos… y en esas diferencias procederán como quienes han de
reconciliarse algún día con sus adversarios… los traerán blandamente a razón,
sin querer, por castigarlos, hacerlos esclavos ni arruinarlos. Los corregirán
como amigos, para hacerlos sensatos y no enemigos… puesto que son griegos, no
llevarán la desolación a ningún lugar de Grecia, no quemarán las casas, no
considerarán como adversarios a todos los habitantes de un Estado, hombres,
mujeres y niños sin excepción, sino únicamente a los autores de la diferencia…”.
Si consideramos estas
previsiones a la luz de la situación política del siglo IV podemos observar que
el conflicto que se presentó como stasis
fue por la redefinición de lo público y lo privado frente una situación de
conflicto casi permanente contra los persas (partos o sasánidas) y permanente
contra los germanos. Desde esta perspectiva, el carácter oriental del maniqueísmo
no fue visto como stasis que estaba
presente por efectos del conflicto derivado de la sucesión de Constantino, sino
como polemos o bellum. En cuarto lugar, tenemos el tema recurrente de la
corrupción. A este aspecto señaló que
“… así como un cuerpo
enfermo sólo necesita para caer, el accidente más leve… así un Estado… no tarda
en ser presa de sediciones y de guerras intestinas… el gobierno pasa a ser
democrático cuando los pobres, habiendo conseguido la victoria contra los ricos
se reparten por igual los cargos”.
Como se puede observar, para
Platón la democracia era el régimen político más degenerado porque era visto
por él como “un mercado en que se hallan expuestas todas las clases de
gobierno”. De dónde proviene esta degeneración. Del relajamiento de las
costumbres en el seno de la sociedad. De ahí la mención de Petronio realizada
al principio de este ensayo. Esta relajación nos lleva al quinto y último
aspecto, es decir, el relativo al cuidado
de sí. Para Platón era alejarse de los corruptores y los corruptos. Ahora,
hay que imaginarse a la Roma de inicios del siglo IV tratando de definir a los
cristianos o los maniqueos como corruptores o corruptos. La decisión, en este
contexto, fue teológico-política. El cristianismo surgió en el seno del imperio
y el maniqueísmo surgió dentro del imperio rival, pero había muchas maneras de
entender el cristianismo y la única manera de garantizar la unidad fue a través
de la jerarquía eclesiástica y traerlos ‘blandamente a la razón’, de lo
contrario seguía la separación y posterior persecución. Ahora, sólo basta
imaginarse cómo se ha producido esta operación de separación y unión en Venezuela
entre los años 2002 y 2014. Esto nos lleva al papel de Plotino en este juego
estratégico.
En el capítulo segundo de la Eneada, Plotino expresó, por medio de
una cita del Teeteto, que el
principal objetivo del proyecto del filósofo neoplatónico es la huida del mundo
y la asimilación a lo divino. Esta ‘asimilación’ se consigue, según él, mediante
la virtud y, especialmente, las ‘virtudes políticas’ platónicas, es decir, prudencia,
valentía, moderación y justicia. Por tanto, desde la perspectiva neoplatónica,
la vida política representa la primera etapa del proceso de divinización del
hombre. La asimilación a Dios exigía al filósofo neoplatónico dedicarse a la
contemplación y ejercer, al mismo tiempo, responsabilidades políticas. Para Plotino
la política respondió entonces a la necesidad de moderación de las pasiones.
Esta visión contemplativa como vía a la divinidad, o sea, el Dios oficial, por
intermedio de la política, la consideramos como el arma más poderosa de los
decisores políticos romanos para recuperar la unidad del imperio.
Plotino fue superviviente de la
campaña de Mesopotamia (242 d.C.) en una de las guerras romano-sasánida en un
intento por conocer las doctrinas orientales (persas e indias) después de haber
sido discípulo de Amonio Saccas de Alejandría. De hecho, como dijimos fue
contemporáneo de Manes y coincidieron en esa campaña militar en bandos
contrarios. No se sabe si logró tener acceso a estas doctrinas en todo caso la
idea central que marcó su pensamiento fue la del Uno-Bien (que podemos
encontrar en el budismo mahayana) entendido como “el de donde y el a donde de toda alma”, es decir, como una fuente
manante o procesante de vida que fluye y re-fluye como realidad y hace
desbordar inteligencia y alma. Este Uno que es simplicísimo es el Bien de la República platónica basado en la
tendencia innata de todos los seres al bien que expresa la tendencia a la
unidad[12]. El flujo por su parte, que
deriva del concepto de receptáculo del devenir platónico que aparece en el Timeo, refiere las ideas de espacio,
soporte y materia que en conjunto constituyen lo ilimitado que procesualmente
constituye su eslabón último. La materia, en este contexto, es genéticamente
anterior y el nivel más bajo de la realidad del que no se engendra ningún otro
ser. Su importancia radica en que, a diferencia de los maniqueos, el mal
proviene de ella y es esencialmente una privación total del bien. El mundo
sensible, por su parte, es eterno y el cosmos es “realidad viva, eterna,
orgánica, perfecta, y bella”. Como entidad viva y ordenada estructuralmente, posee
un movimiento que consta de dos fases: fase cosmológica, es decir, el
movimiento cósmico que va de la unidad y a la multiplicidad por procesión (emanación)
y fase religiosa relacionada con el movimiento espiritual que conduce de lo
múltiple a la unidad.
El carácter político-teológico
que observamos en esta filosofía se va a intentar implantar como credo del
imperio en algunos períodos del proceso de estabilización sobre todo con
Diocleciano y Juliano bajo la figura de helenismo despectivamente llamado paganismo.
Decimos despectivamente porque este helenismo lo observaremos como laicismo a
partir del renacimiento y universalismo, o mejor dicho globalismo, en el
presente.
Finalmente podemos señalar dos
cosas: que para Francisco Bravo Plotino sistematizó “todas las doctrinas
importantes de las filosofías griegas y greco-romana o helenística tomando como
base un principio religioso” produciendo, en consecuencia, un sistema de
ciencia elaborado[13] y, que para algunos otros,
como Porfirio, fue considerado un gnóstico, un místico y un asceta. Estas
características que después fueron perseguidas por la ekklesia afectando a individuos que como Orígenes o Evagrio Póntico
a pesar de la censura, dejaron una huella imborrable en el cristianismo y en el
resto de las religiones monoteístas (judaica y musulmana). Esto nos lleva a
examinar la situación cristiana y el papel de San Agustín.
La
imagen de la crisis: San Agustín entre el gnosticismo y la mística y la iglesia
jerarquizada.
Francisco Bravo expresó que la filosofía cristiana conocida
como Patrística surgió como un esfuerzo de los defensores del cristianismo
primitivo (apologistas) de responder a las acusaciones de los paganos y los
judíos con el fin de evitar las persecuciones de que fueron objeto. Este
esfuerzo que significó la transformación de su fe en un sistema de saber que
favoreció el surgimiento de una corriente gnóstica permitió también el
desarrollo de un “sistema dogmático conceptualmente elaborado” que
estructuralmente favoreció la erección de una estructura de poder[14]. Es decir, este esfuerzo
promovió el paso de una organización horizontal que, como dijimos, se conoció
como cristianismo primitivo a una organización vertical que partió de la idea
de la congregación (ekklesia) que
seguía o sigue a un pastor. Fue en este paso dentro de un contexto de su
conversión como credo oficial del imperio que el cristianismo fue visto como
una calamidad y la causa de la decadencia de Roma. Fue esta visión la que atacó
San Agustín en la Ciudad de Dios
después de los saqueos realizados por los nómadas conducidos por Alarico. Al
efecto el hiponense expresó que:
“…
Roma fue destruida por la invasión e ímpetu arrollador de los godos,
acaudillados por Alarico. Los adoradores de muchos dioses falsos, cuyo nombre,
corriente ya, es el de paganos, empeñados en hacer responsable de dicho
asolamiento a la religión cristiana, comenzaron a blasfemar del Dios verdadero
con una actitud y un amargor desusado hasta entonces. Por lo cual, yo, ardiendo
en celo por la casa de Dios, tomé por mi cuenta escribir la Ciudad de Dios contra sus blasfemias o
errores”.
Esta afirmación nos lleva a revisar
de nuevo la situación del cristianismo antes de convertirse en la fe romana. Antes
del cristianismo hubo en el imperio romano muchas creencias que pueden ser
categorizadas en tres tipos: de la naturaleza, del misterio y del orden
político. Los de la naturaleza
adoraban sus fuerzas. Los del misterio
adoraban la posibilidad de poder comunicarse con la divinidad a través de un
proceso de iniciación y comunión producido por diferentes maneras (bautizo). La
del Estado que poseía unas fuertes
connotaciones políticas orientadas a la adoración de la autoridad del emperador
como lazo de unión de la gran diversidad de pueblos y tribus que integraban el
imperio. Cualquier creencia que reconociera a la religión del imperio era
reconocida. Pero esta fe, a diferencia de las anteriores, no estaba conectada
con lo divino ni se preocupaba por el más allá. De ahí el papel que jugó en
neoplatonismo en esta fase transitiva. El cristianismo como fe surgió de la
vida y obra del Señor Jesucristo y podemos decir que su forma de comunión se
ubicó originalmente en una fe del misterio. Desde ese momento acontecimental
comenzó y se expandió bajo la figura de la predicación misionera al este
(Armenia y Persia), al oeste (África y península Ibérica), al norte (Roma y más
allá) y al sur (Abisinia).
En la medida en que fue
creciendo la cristiandad se hizo necesario un concilio de apóstoles que guiaran
a sus fieles en el poder y la sabiduría de la nueva fe considerando las
persecuciones de que fue objeto por no aceptar la adoración al emperador. La
causa de esta negativa, entre otras, estuvo relacionada principalmente en que
“adorar al emperador significaba estar de acuerdo con el politeísmo y la
idolatría”. Los apologistas surgieron como consecuencia de estas persecuciones.
Fue dentro de este marco de persecuciones que aparecieron el gnosticismo
cristiano, el marcionismo y el montanismo[15].
El gnosticismo fue una
derivación de la fe del misterio y “pretendía proporcionar… conocimiento acerca
de Dios, del hombre, y de la redención”. Surgió de ideas provenientes del
oriente, India, Babilonia y Persia que poseían similitudes con la filosofía
griega especialmente platónica. Los pensadores gnósticos quedaron impresionados
por Jesucristo y lo adoptaron dentro de su sistema a partir de dos
presupuestos: Dios es bueno y está completamente fuera de todas las cosas
materiales. La jerarquía cristiana que se fue consolidando, según Boer, rechazó
el gnosticismo por representar un peligro a la jerarquía, al canon de las
escrituras y el credo en sí mismo debido a lo siguiente:
·
Imposibilidad de conocer a Dios y su comunión
con Él.
·
No aceptaron la idea de que este mundo material
fuese malo.
·
No aceptaron que Dios pareciese humano
(docetismo).
·
No aceptaron que solo algunos hombres podían
salvarse y que no hubiese resurrección.
El marcionismo derivado de
Marción fue una derivación del gnosticismo que partió de la revisión y
elaboración de un primer Nuevo Testamento
planteando a la jerarquía eclesiástica la necesidad de unificar al Dios Creador
y el Dios Redentor. Finalmente, el montanismo atribuido a Montano se enfocaba
en la profecía y en la idea de la existencia de un espíritu santo. Estas tres
tendencias tuvieron un efecto sobre la jerarquía eclesiástica en el sentido
que, por una parte, los obligaron a hacer énfasis en la disciplina y, por la
otra, capturaron algunas de sus ideas de forma atenuada para mantener el número
y un grado de control sobre sus seguidores. Así pues, estas tres corrientes
obligaron a hacer más énfasis en la fe y en el canon de los escritos
apostólicos aceptados permitiendo con ello que, para el año 250 d.C., existiese
una organización jerárquica eclesiástica consolidada. Aquí se circunscribe el
pensamiento de Orígenes.
Orígenes gracias a su
formación griega y su fe cristiana trató de conciliar el helenismo con el
cristianismo y desarrolló unas obras trascendentes entre la que se destaca De principiis (los primeros principios)
donde expuso unas tesis relacionadas con la preexistencia de las almas, el
dialogo con otras confesiones y la reconciliación universal al final de los
tiempos que, junto a su crítica a la jerarquía eclesiástica por la corrupción
del poder como posteriormente acaeció le valieron su proscripción y persecución[16]. Como se sabe, Orígenes y
después, uno de sus importantes seguidores, Evagrio Póntico, contemporáneo del
hiponense, sufrirían la exclusión de la nueva ekklesia[17]. Quizás la reacción
reformada liderada por Lutero fue la respuesta histórica a estas segregaciones.
Esto nos lleva a las relaciones entre iglesia e Imperio para comprender el rol
jugado por San Agustín.
Como indicamos al inicio,
Diocleciano reinició las persecuciones contra los cristianos y estas cesarían
propiamente con la consolidación en el poder de Constantino quien implantó una
política de reparaciones además de su tolerancia. En un contexto de decadencia,
la conversión final al cristianismo supuso, para él, la adopción de un credo
que permitiese la regeneración del imperio. Por qué el cristianismo. Porque,
como dijimos, el maniqueísmo era una religión oriental y aunque el cristianismo
era también considerado así había surgido dentro del imperio. Tampoco podían
ser las religiones paganas y/o helenísticas porque estas habían conducido a la
decadencia. Ello explica la idea del hombre nuevo. Pero el asunto que se debió
haber presentado para la estabilización fue: cuál forma de cristianismo. A
todas luces se observa que fue la ekklesia
jerarquizada la que permitía estabilidad política y de ahí que se necesitase
fortalecer su posición frente a las otras formas de fe cristiana existentes
para luego hacer frente a los otros sistemas de creencias teniendo presente que
los cristianos eran una minoría que orbitaba en torno al 10 %[18]. Este fue el marco del
concilio de Nicea, el surgimiento de la doctrina de la Santísima Trinidad y la
guerra civil. El concilio de Nicea fue una operación política concebida para
evitar la guerra civil mediante el establecimiento de una unidad de criterio.
De la imposibilidad de esta operación, según Carl Schmitt, desencadenó la
guerra civil[19].
Dentro de este conflicto en el seno del imperio la guerra
civil que se inició luego de la desaparición de Constantino hizo que Roma
perdiese el control de vastas regiones occidentales donde el maniqueísmo se
pudo mantener a pesar de las persecuciones de que fue objeto. Ahí también el
paganismo y/o helenismo mantuvo una fuerte presencia y credibilidad. Fue en
este marco de fragmentación que la Roma itálica fue objeto del asalto de los
visigodos planteándose la necesidad de justificar una forma de vivir para
enfrentar el derrumbe institucional y la ruina del imperio en los territorios
occidentales.
La estabilidad imperial en los
espacios que lograron mantener se logró con Teodocio a partir del año 379 d.C. Desde
ese momento se inició, por una parte, un proceso de consolidación de lo
alcanzado en términos de control teológico-político (aquí se circunscribe el
concilio de Constantinopla) y un proceso misionero para unificar el sistema de
creencias en el imperio y, por la otra, la separación de los sistemas de
creencias que consideraron nocivos por su potencial de afectar la estabilidad
alcanzada. Este fue el marco para contextualizar el papel que jugó San Agustín,
quien formó parte del maniqueísmo por casi una década, por lo que es importante
tener presente en qué territorios del imperio romano el cristianismo estaba
consolidado y qué estaba en juego en la iglesia cristiana en ese entonces para
entender su posición política y religiosa. Ver a continuación mapa explicativo
La orden de persecución y muerte
para todos los monjes maniqueos la dictó Teodocio I en el año 382 d.C., cinco
años antes de que San Agustín se convirtiera al cristianismo y nueve años antes
del concilio de Constantinopla. A partir de allí comenzaron sus escritos
antimaniqueos entre los que se destaca De
la naturaleza del bien del año 405 d.C. donde ataca los fundamentos
maniqueos a partir de la metafísica platónica y neoplatónica. Veamos,
consecuentemente, la doble operación de separación en relación con los
maniqueos y con respecto a los remanentes cristianos segregados por los
concilios antes mencionados que realizó la jerarquía eclesiástica a través del
pensamiento de San Agustín una vez que él se unió a la ekklesia. Su foco central fue el gnosticismo y a través de él sus
diversas derivaciones maniqueas, cristianas y finalmente neoplatónicas.
Con respecto a los maniqueos
la operación realizada por San Agustín apuntó a considerar que el creador,
Dios, no tenía la misma naturaleza de lo creado porque lo creado está expuesto
a la corrupción. En la corrupción del modo, de la belleza y del orden natural
fue dónde él observó el mal, por consiguiente, no había una substancia
totalmente mala, como afirmaban los maniqueos, es decir, el mal lo entendió
como privación o corrupción de un bien. Para el hiponense el bien estaba relacionado
con la idea de justicia, es decir, “el amor que sirve solo a Dios y… de este
modo gobierna bien aquellas cosas que están sujetas a los hombres”.
La justicia, en este contexto,
puede entenderse desde dos enfoques: que “se aplica en la ciudad terrenal
finita, temporal, contentiva de hombres que se aman a sí mismos y sujeta al
devenir y a la corrupción” y que la Ciudad
de Dios, “donde reina la ley divina, es perfecta y eterna porque proviene
del bien superior y une a los hombres a través de la comunión de los corazones”[20]. San
Agustín pensó, al respecto, en un “Hombre Nuevo” o espiritual, y un “Hombre
Viejo” o carnal, que corresponden, el primero a la Ciudad de Dios y el segundo
a la Ciudad terrenal cuya imagen fue Roma. Y el hombre real, actúa siguiendo
uno u otro principio. Si sigue el primero se salva; si sigue el segundo
entendido como “cuidado de sí mismo” se condena.
El cuidado de sí a partir del conocimiento
de sí va a constituir el aspecto pivote que va a marcar el cambio de era a
partir del advenimiento o imposición de una nueva subjetividad tal como lo
indicó Foucault en la Hermenéutica del
Sujeto[21].
En el presente pareciera que estuvieran en oposición estas dos formas de
subjetividad, pero como hemos visto en ese momento histórico habían diversas
subjetividades que por causas teológico-políticas fueron puestas en oposición
para preservar la naturaleza o regenerar el orden existente. Estas diferentes
subjetividades producían diferentes cosmovisiones que producían a su vez
diferentes concepciones de la justicia. De ahí que San Agustín consideró que
alcanzar la verdadera justicia o la virtud en la ciudad terrenal,
sólo era posible a través de la imagen de Dios representada en la ekklesia puesto que ella era la única
que podía señalar el camino de la salvación y ley divina. Así
pues, el fruto de la justicia es la paz que definió desde varias perspectivas,
es decir,
“La paz del cuerpo es
la ordenada templanza de las partes; la paz del alma irracional es el ordenado descanso de los
apetitos; la paz del alma racional es la ordenada armonía de la contemplación y
acción; la paz del cuerpo y alma, la vida ordenada y salud del animal, la paz
del hombre mortal y Dios, la obediencia a la ley eterna ordenada en la fe; la
paz de los hombres, la concordia ordenada; la paz de la casa, la ordenada
concordia que tienen en el mandar y obedecer los que viven juntos; la paz de la
ciudad, la ordenada concordia que tienen los ciudadanos y vecinos en el mandar
y obedecer; la paz de la ciudad celestial, la ordenadísima y concordísima
compañía para gozar de Dios y unos de otros en Dios; la paz de todas las cosas,
la tranquilidad del orden. El orden es una disposición de cosas
iguales y desiguales que da a cada uno su lugar”[22].
Esta concepción de la paz
vista de una manera más amplia a lo dicho en ¿Qué es la Paz?, como podemos observar,
fue fruto de las tensiones teológico-políticas a las cuales estuvo sometida
Roma en ese periodo. Por ello, podemos entender que la paz haya sido el concepto
central del pensamiento político de San Agustín y la preparación del sujeto
para que pudiera ser miembro de la Ciudad
de Dios.
Con respecto a las corriente
montanista y la obra de Orígenes que expresaron aspectos relativos al fin de
los tiempos San Agustín llamó Christus
totús al fin de la historia como la edificación efectiva de la Civitas Dei, que acaecería cuando el
último justo se agregase al Cuerpo de Cristo y lo complete. Este fin de la
historia difiere, por una parte, del indicado por Orígenes orientado a la
hermandad universal de todas las creencias y, por la otra, a la praxis maniquea
que había sintetizado las más importantes creencias de ese período histórico.
Para San Agustín el fin y el sentido de la historia fue la Civitas Dei, y todo lo demás, la historia profana, es medio y
función de ese fin.
Después de esta doble
operación contra los maniqueos le tocaría el turno a los ‘paganos’ que
difundían directamente la doctrina neoplatónica. Ello acaecerá con el cierre de
la escuela platónica de Atenas. En 529 d.C., el emperador Justiniano, temeroso
de ver amenazada Ia unidad del nuevo Imperio cristiano consolidado, ordenó el
cierre de Ia escuela neoplatónica recientemente restaurada por Damascio, neutralizando
así el último foco de enseñanza pagana y/o helenística. Con ello podemos concluir a partir de todo lo expuesto que la ekklesia cambio el conocimiento por la
fe y para ello se valió de la promoción de la renuncia de sí mismo como medio
para alcanzar la vida eterna.
La fe es una forma de creencia,
es decir, es la convicción de que un objeto o creencia es exactamente tal como el alma
la ha aprehendido dando certeza a su realidad. En todo caso, la diferencia está
en el método que define el objeto. En nuestro contexto fe,
desde el punto de vista cristiano, es creencia en la palabra de Dios. La
relación de la palabra ‘fe’ con la palabra ‘creencia’ nos permite ir a los
orígenes de la palabra ‘credo’. Esta palabra está relacionada con el sanscrito ‘kred’
y el verbo ‘dhē’. ‘Kred’ indicaba el poder mágico de un objeto y la expresión
verbal compuesta ‘kred- dhē’ significaba poner poder mágico dentro de una
persona o cosa resultando en sentimiento de fe o confianza.
Fue desde esta perspectiva que
la ekklesia cambio el conocimiento
por la fe al desplazar convicción o certeza por confianza y se colocó en el
medio para conducir y decidir quiénes renunciando a sí mismo podían alcanzar la
vida eterna. Es decir, ellos darían la confianza a sus seguidores de que
conseguirían lo que esperaban en el más allá. Fue en esta situación de
consolidación que San Agustín padeció los tormentos de ver cómo la realidad,
que había servido para justificar su posición teológico-política, no había
servido para dar respuestas a la inmensidad de los problemas que vivió Roma en
esa fase histórica de su devenir. En todo caso sobre esa iglesia cristiana
organizada y jerarquizada fue que se pudieron sostener las instituciones
políticas que permitieron la restauración en la vieja y nueva Roma bajo una
nueva estructura de control social en un proceso que duraría alrededor de dos
siglos y medio. Este hecho nos trae de nuevo al presente para la determinación
de diferencias y semejanzas con el pasado examinado.
Futuro
como pasado: una perspectiva pre-medievalista
El proceso histórico de estabilización del imperio romano bajo una nueva subjetividad tardó, como hemos dicho, alrededor de dos siglos y medio. Después del siglo VI Roma y después Occidente dispusieron de una estructura de control teológico-político que le dio estabilidad por casi un milenio, es decir, hasta la caída de Constantinopla y el surgimiento de la iglesia reformada. La caída de Constantinopla y el surgimiento de la iglesia reformada significaron una situación de crisis que duró aproximadamente dos siglos y medio hasta que se consagró el Tratado de Paz de Westfalia en el año 1648 que permitió, a su vez, que se estableciera un equilibrio más o menos estable que se extendió a todo el globo por tres siglos y medio.
Como pudimos observar, la
operación de estabilización desde la perspectiva teológico-política puede ser explicada
mediante una especie de ósmosis inversa donde un embudo con una membrana ubicado
en el extremo más estrecho fue usado para decantar a presión y separar
sucesivamente los sistemas de creencias que fueron considerados nocivo para
garantizar la estabilidad. Es decir, los cristianos que no aceptaban la
jerarquía, los maniqueos y los remanentes cristianos de la fe primitiva, y
finalmente los paganos y/o helenistas. En este deliberado proceso de
homeostasis hubo filtraciones que permanecieron en el tiempo en lo concerniente
a la fe cristiana primitiva y podemos incluir a la fe maniquea. Con respecto al
helenismo este resurgiría con el Renacimiento y el ‘paganismo’ lo observaran los
cristianos cuando establecieron contactos con otras civilizaciones no europeas.
Este ‘paganismo’ visto por ellos de manera despectiva, insistimos, se
correspondió a todos los sistemas de creencias que se encontraron y fueron
suprimidos o se ocultaron por el avance del cristianismo. Lo decimos de esta
manera porque explica todo el conjunto de creencias que han resurgido en
Venezuela, por citar un ejemplo, a expensas del catolicismo o han surgido a
pesar de las confesiones existentes. Podemos decir también que la iglesia
reformada también ha vivido un proceso de decadencia desde finales del siglo
XIX a pesar de su esfuerzo misionero[23].
A pesar de este traumático proceso,
es importante decir que los representantes de la ekklesia en la Roma itálica o la primera Roma hicieron frente con
el poder que les dio la fe, en condiciones desventajosas, a las olas de saqueos
que sufrió la ciudad en ese periodo crítico entre los siglos V y VI d.C.. Ello
les dio confianza a esas nuevas autoridades en su propósito teológico-político
y es desde ese momento que las instituciones políticas romanas pudieron
restaurarse y expandirse al resto de Europa y después hacer frente al avance
del islam. A continuación mostramos un cuadro sintético de dicho proceso
A.D. |
Stasis |
Guerras romano sasánidas |
Ekklesia |
San Agustín |
Herejías |
250 – 252 |
Persecución de
cristianos y maniqueos |
h. 260 |
Iglesia cristiana
consolidada |
-- |
Muerte de Orígenes |
270 - 276 |
-- |
296 -299 |
-- |
-- |
Muerte de Plotino Muerte de Manes |
302 – 313 |
Persecución de los
cristianos y maniqueos |
-- |
Edicto de Milán |
-- |
-- |
325 |
-- |
-- |
Concilio de Nicea |
-- |
Supresión de
corrientes anti-jerárquicas |
340 – 354 |
Sucesión imperial,
stasis y unificación |
337 – 358 y 363 - 369/370 |
|
Nacimiento de San
Agustín |
|
380 |
|
|
Cristianismo religión
del imperio |
|
|
381 |
|
|
Concilio de
Constantinopla |
|
Confirmación del
concilio de Nicea |
382 + |
Persecución de los
maniqueos y paganos (helenistas) |
|
|
|
|
385 – 387 |
|
|
|
Conversión y bautizo
al cristianismo |
|
395 - 399 |
|
|
|
Obispo de Hipona |
Muerte de Evagrio
Póntico |
403 |
|
|
|
|
1° Crisis origenista |
410 |
Saqueo de Roma |
420 – 421 |
|
|
|
430 |
Sitio de Hipona por
Genserico |
|
|
Muerte de San Agustín |
|
529 |
|
|
|
|
Cierre de la escuela
platónica de Atenas |
Como se puede observar en el
cuadro el cambio de cosmovisión romana se produjo en un periodo de alta
conflictividad. Aquí no están reseñadas las guerras en el norte contra los
germanos debido a que fue un estado de guerra permanente que se mantuvo casi
ininterrumpidamente por casi dos siglos. En esa situación de guerra fue que
acaecieron las invasiones visigodas en Europa Occidental y el norte de África. Si
queremos traer la rivalidad del pasado como imagen del presente podemos decir
que han ocurrido unos cambios de actores pero geográficamente el espacio de
conflicto se ha mantenido: los rusos y eslavos reemplazaron a los galos y
germanos desde el año 1945; los persas son rivales de Occidente desde el año
1979 y aunque no tienen la misma fuerza del pasado cuentan con sus aliados ruso
y chino[24]. Por otro lado, está
surgiendo un nuevo rival de Occidente que es China. Y Occidente en sí misma
está sumida en los mismos conflictos internos que vivió Roma desde el siglo IV,
donde están enfrentadas diversas cosmovisiones dentro de un contexto donde, de
igual forma, se están produciendo importantes movimientos migratorios que han
acentuado los conflictos en su seno. Desde esta perspectiva Occidente tiene un
frente externo cuyas líneas se extienden desde el polo norte al sur y cruzan el
punto de confluencia de los ríos Tigris y Éufrates, por una parte, y, por la
otra, una línea que separa a las dos Coreas y las dos China y un frente interno
cuyas líneas están determinadas por la necesidad de redefinir lo público y lo
privado en función de la cosmovisión que prevalezca.
El conflicto interno que
padece Occidente se parece entonces al que vivió Roma desde la perspectiva de
la degeneración, pero en nuestro caso hemos vivido la degeneración de las
instituciones creadas sobre un fundamento cristiano o judeo-cristiano. Pareciera,
como veremos, que hay un esfuerzo por imponer el ideal ‘pagano’ o ‘helenístico’,
es decir, greco-romano mediante un proceso de desmitificación de la religión
histórica. Creemos como veremos que el propósito es oscuro. Y la ekklesia católica frente a esa situación
ha buscado reacomodarse bajo un paragua ideológico y ello ha tendido a
dividirla aún más desde que se produjo la reforma protestante. En todo caso,
estamos viviendo en Occidente una crisis de enormes proporciones que hace que
debamos cada uno establecer lo real de forma respectiva como medio para
construir nuestra propia realidad y poder perseverar en nuestra propia
existencia.
Creemos que el denominador
común de este estado de cosas lo constituye la universalidad de la estructura
de control que las tendencias apuntan se quiere implantar en condiciones
similares a las que hicieron los imperios sasánidas, romano y chino para
preservar su integridad. Es sobre este aspecto que vamos a dirigir nuestra
atención debido a que es en este plano donde se justifica la soberanía, bellum y paz.
En el parágrafo anterior
hicimos una mención acerca del cambio de subjetividad que vivieron los romanos
con el advenimiento del cristianismo. Foucault al respecto expresó que la subjetividad hasta el surgimiento del cristianismo
que como hemos visto tuvo que ver con el cuidado
de sí mismo, relacionó el conocerse y el ocuparse de sí mismo frente al
mundo en lo concerniente a: un determinado modo de comportarse frente a uno
mismo en relación a cierta forma de vigilancia sobre lo que se piensa y sobre
lo que acontece en el pensamiento, una forma de comportarse que se ejerce sobre
uno mismo, “a través de lo cual uno se hace cargo de uno mismo”, y por último,
“una manera de ser, una actitud o forma de reflexión de un tipo determinado…”[25]. Este conjunto de
prácticas, según el autor francés, quedaron relegadas debido a que la ética en
la antigüedad griega dio paso a una moral cristiana basada en “la obligación de
renunciar a uno mismo, ya sea bajo la forma,…, de la obligación para con los
otros, entendiendo por otros la colectividad, la clase, etc.”, con la esperanza
de que éste cuidado de sí rindiese
frutos después de la vida de acuerdo con un criterio de trascendencia[26]. Ya hemos visto el
proceso que condujo a esta renuncia y sus implicaciones políticas, es decir, el
ejercicio del poder. Este es el problema que estamos viviendo en el presente.
El núcleo central del conflicto en el presente es el fundamento de la
espiritualidad, es decir, lo que da sustento al cuidado de sí porque ante el colapso de los referentes se están
tratando de imponer otros de dudosa procedencia. Frente a la imagen cristiana
ha resurgido la imagen greco-romana que asociamos a la obra de Petronio y,
podemos agregar otras imágenes de otras confesiones viejas o nuevas que se
presentan todas como formas de dominación que compiten con las formas exteriores
en que se presentan estas imposiciones,
es decir, la inteligencia artificial y la robótica. Ambas, esta última física
en conjunto con la metafísica del fundamento del cuidado de sí, operan como los dos brazos de una maniobra para
establecer una nueva forma de control que garantice una estabilidad teológico-política
milenaria.
Como se sabe Foucault estaba pensando en esta
hermenéutica desde su propia condición personal. Esa condición que ha
justificado un retorno a la idea del cuidado
de sí greco-romana más que cuidado de
sí se está observando una especie de destrucción
de sí amparada en unos supuestos derechos a la libertad que hoy en día
exhiben las minorías. Pero estas más que alcanzar una situación igualitaria y
de respeto constituyen algo así como la carne de cañón de todos los
resentimientos sociales, es decir, se presentan como homo sacer de una lucha donde están siendo sacrificados. En muchos
casos la condición de sacrificado es consciente.
Por ello insisto que si reflexionamos acerca de la
naturaleza de la crisis actual observamos que esta se ubica en el fundamento
del cuidado de sí en un contexto
signado por la existencia de diversas visiones del mismo que buscan imponerlas
de alguna u otra manera a expensas de las otras. De ahí que partimos de las
tres concepciones del cuidado de sí
en el momento de crisis del imperio romano para tratar de tener una imagen que
nos pudiera ayudar a comprender la situación actual. La imposición en el pasado
se produjo, como dijimos, con la intención de garantizar estabilidad política.
Aquí surgen dos interrogantes: quiénes se están imponiendo y cuál es el
material de la imposición.
Con respecto a la pregunta acerca de quiénes se están
imponiendo, es decir, quiénes están tratando de imponer una idea con
consecuencias teológico-políticas la imagen de los siglos IV y V pareciera
indicarnos que fue un proceso que fue aprovechado por unos decisores políticos
para sus fines. En el presente pareciera ser de nuevo así, pero a diferencia
del pasado que se trató de preservar un estado de cosas determinado, hoy en día
se está utilizando para destruir, mejor dicho, para autodestruir una visión del
mundo. Estos autodestructores han sido unos tontos útiles dentro de ese juego
mundial que no se planteó de forma destructiva o existencial en el siglo IV ni
por los sasánidas, ni los chinos, ni los nómadas y mucho menos por los romanos.
Los nómadas, en el pasado, se asentaron en espacios abandonados por Roma para
luego seguir sus dictámenes hasta que fueron suplantados por otros nómadas
musulmanes. En el presente los nómadas no quieren subvertir el orden, sólo
quieren tomarlo e imponer sus propias reglas. Por ello creo que de lograr su
propósito se percatarán de que destruyeron todo para ser sirvientes de sus
nuevos amos. Desde esta perspectiva, el propósito de destruir en sí mismo
expresa en realidad un vacío que se ha extendido como una fuerza negativa que
de suyo explica las causas de la decadencia romana y el papel del cristianismo
para su estabilización.
El símbolo de la fortaleza del cristianismo y la nueva
Roma la constituyó la iglesia de Santa Sofía en Constantinopla. Este templo
para congregar a los fieles se erigió en el año 360 d.C. y fue por un poco más
de mil años el referente teológico-político más importante de la cristiandad.
Por supuesto que en la Roma itálica, la primera Roma, existió un templo poco
después de la crucifixión de Pedro y el propio Constantino ordenó hacer una
basílica contemporáneamente a Hagia Sofía y fue el referente espiritual de
Occidente, acrecentándose como símbolo teológico-político cincuenta años
después de la caída de Constantinopla es decir a inicios del siglo XVI. El
declive de esta relevancia se iniciaría formalmente con la Paz de Westfalia y
se acentuaría a toda la cristiandad con la revolución francesa y rusa a pesar
de los esfuerzos misioneros en todo el mundo. Con este declive la iglesia
romana se ha visto en la necesidad de adecuarse a los nuevos tiempos y creemos que
como esta adecuación se corresponde con el vacío que afecta al mundo, esta se
ha inclinado a la realidad política, es decir, se ha inclinado por sostener a
las fuerzas políticas autodestructivas que están interactuando en el globo.
En relación con el material para imponer el nuevo
orden podemos decir que han sido ideas fragmentadas con enlaces abiertos para
incluir otras ideas que se han convertido en logos favoreciendo la
relativización en todos los órdenes del quehacer humano. Esta relativización está
operando como una máquina de destrucción que nos ha permitido hacer mención de
la expresión destrucción de sí mismo.
En Occidente estamos viviendo entonces, por una parte, la promoción de la destrucción de sí mismo bajo la falsa idea del cuidado
de sí mismo greco-romana, es decir, se está usando al ser humano como un
arma para destruir los órdenes políticos y, por la otra, un cristianismo
atomizado frente a una iglesia romana que ha pretendido formar parte de ese
orden falsamente estable que se está tratando de construir para los próximos
mil años.
La destrucción
de sí mismo como la falsa idea del cuidado
de sí mismo ha sido uno de los medios que se han empleado de manera
sistemática para destruir el orden instaurado en Occidente desde Teodocio I. Esta
destrucción de sí mismo ha sido un
proceso que ha tenido diversas etapas: La primera, no ha sido como en el pasado
la consecuencia de una imposición sino más bien un proceso sistemático de
inducción dirigido a individuos y núcleos familiares que han sido sometidos a
presión por diversas e innumerables causas con el fin de destruir la estructura
de valores a partir de la imposición de falsos valores como la equidad y el género, el aborto y el consumo de sustancias
estupefacientes y psicotrópicas. La
segunda comenzó con el descenso deliberado de los estándares de vida de las
comunidades políticas como una totalidad (declive de servicios, aumento de la
inseguridad, destrucción de los valores de vida y de cambio) y la implantación
sucesiva de dispositivos de control biopolítico. La tercera ha sido la
relativización de la palabra que ha diluido los referentes políticos, morales y
de vida. La cuarta ha sido la producción de acontecimientos calamitosos. Todos
estos hechos han marcado a muchos individuos haciéndolos seguir el camino de la
fatalidad de manera mediata o inmediata. En Venezuela ha significado en veinte
años más de doscientos mil muertos y un inimaginable número de condenados. Es
una limpieza social realizada en términos darwinianos. Aquí podemos agregar que
no todos siguen el camino de la fatalidad y prefieren la huida[27].
Esa huida también ha sido cubierta por el manto de la
fatalidad, pero en este caso, seres humanos llevados a vivir en condiciones de nuda vida, sólo con algunas excepciones,
están condenados a vivir en la precariedad porque la crisis abarca todo Occidente.
Están condenados en la medida en que no asuman su realidad y no sean capaces de
adaptarse a las nuevas circunstancias. Aquí también opera la destrucción de sí mismo y el cuidado de sí mismo, pero aquí debe prevalecer
el cuidado de sí mismo basado en la
estructura de valores inculcada y readecuada de modo que se dispongan de
herramientas para perseverar en la propia existencia. El cuidado de sí mismo debe en consecuencia ser llevado a su justa
dimensión: la trascendencia.
Sobre la ekklesia
romana y las otras congregaciones promovidas por los mass media ya
hemos hecho mención en La estructura de
la comunidad internacional y su evolución histórica a la luz de los
desplazamientos de significado de los conceptos de guerra, soberanía y paz.
Esto ha fomentado el advenimiento de señoríos eclesiásticos y temporales que
están estructurados y organizados como cuerpos
militares y paramilitares cuyo propósito ha apuntado al debilitamiento y/o
destrucción de los órdenes políticos. Como dispositivo de control estas
estructuras se presentan como sistemas paralelos al orden formalmente
constituido y sólo los buenos ordenamientos serán capaces de hacerles frente.
Para los demás seres humanos nos queda el espíritu de resistencia y construir
nuevamente las condiciones de posibilidad de perseverar en nuestra propia
existencia en mejores condiciones mientras se reconstituye la nueva Roma como
ideal de Occidente.
Corolario:
La respectividad de lo real y el mundo por venir
El mundo a pesar de haberse hecho pequeño todavía es
muy grande no sólo para imponer una manera de pensar y una manera de hacer a
pesar del fantasma que representa la Inteligencia Artificial y el
perfeccionamiento de los dispositivos de control. Desde esta perspectiva, entendemos
que vivimos
una aceleración del tiempo histórico. Lo que tardó la humanidad de superar o
sintetizar en alrededor de doscientos cincuenta años en el mundo de hoy es
notoriamente menor, sin embargo, nos preguntamos cuánto más vamos a seguir
viviendo tanta incertidumbre. Creo que Occidente ha sido lento en responder al
igual que la iglesia católica, pero más importante que la respuesta que ellos
puedan dar está la respuesta que podamos dar nosotros desde nuestra propia
suidad.
Dar una respuesta desde
nuestra propia suidad va a significar un dialogo o una lucha con nosotros
mismos para perseverar en la propia existencia y ser ejemplo digno a las
sucesivas generaciones. Esa es la trascendencia. Dialogo o lucha con nosotros
mismos porque vamos a estar y estamos ante diferentes tipos de imposiciones,
unas más persuasivas que las otras, que van a estar buscando separar nuestro
ser y pensar para imponer una realidad que no se corresponde con nuestra propia
realidad. Y nuestra realidad en sí misma es y debe ser expresión del conocimiento de sí mismo para el cuidado de sí
que permita perseverar en nuestra propia existencia cada vez en mejores
condiciones.
[1] El sentido de la palabra ‘tumulto’
que estamos dando es una reinterpretación al usado por Jean Paul Charnay en su
obra: Métastratégie. Systèmes, formes et
príncipes de la guerra féodale à la dissuasion nucléare. París. Ed.
Economica, 1990. 264 p.
[2] Ver al respecto: Fellini Satyricon
https://www.youtube.com/watch?v=mcmBqimmmB4
[3] En ese imperio coexistió el
cristianismo primitivo, el budismo, el judaísmo y el zoroastrismo que fue la
religión mayoritaria.
[4] El maniqueísmo, en este contexto,
fue una corriente gnóstica y reformista que sincretizó elementos del
cristianismo primitivo (en la forma y en el enfoque hacia el mundo interior),
el budismo (en la ética), el zoroastrismo (en el dualismo) y costumbres
babilónicas mezcladas con elementos bautistas y judaicos que produjeron una
composición religiosa innovadora y que se expandió desde Persia al oriente, el
occidente y el sur de Asia. Ver al respecto: Bermejo Rubio, F. (2007).
“Factores Cristianos en el Maniqueísmo: Status
Quaestionis (Christiano-Manichaica I)”. Barcelona. Revista Catalana de Teología 32/1. Pp 67-99 y Molina, J. (2019).
“Introducción al dualismo maniqueo”. Cuadernos Judaicos N° 36. Pp 101-112
[5] En China se mantuvo formalmente
hasta el siglo IX en el pueblo Uigur (turcomanos) que en la actualidad está
sufriendo persecuciones políticas por el régimen chino. Sus rastros se remontan
al siglo XVII. Por otra parte, esta fe maniquea se mezcló con el islam y se
propagó en el cristianismo occidental en otras corrientes que serían
proscritas.
[6] Hoy en día todavía se conserva un
templo maniqueo en Quanzhou, donde una estatua de Mani se venera como Buda.
[7] Molina, Op.Cit.
[8] Ver al respecto: Platón (2006). Diálogos: República, Protágoras o de los
sofistas. Madrid: Editorial Gredos. También en el Protágoras se puede
observar la relación de lo político y lo teológico (Ibíd.).
[9] Ver al respecto: Nuño, J. (1988). El Pensamiento de Platón. 2° ed. México.
FCE. 162 p
[10] Ver al respecto: Popper, K.
(2006). La Sociedad Abierta y sus
enemigos. Barcelona. (T. E. Loedel). Ediciones Paidós Ibérica. 809 p.
[11] Por biopolítica entendemos la
politización de la vida misma explicando de suyo el porqué de la justificación
o no de dispositivos de control de la misma en función de lo que se defina o no
como vida. Sobre este tema, ver al respecto: Blanco, E. (2016). Ontología de la Guerra: crítica a los
conceptos de guerra y resistencia en las obras de Hardt y Negri. Caracas.
Ediciones Rivero-Blanco. 476 p.
[12] Ver al respecto: Porfirio/Plotino.
(270 d.C. [1982]). Vida de
Plotino/Eneadas I y II. Madrid (T.J. Igal): Editorial Gredos. 536 p.
[13] Ver al respecto: Bravo, F. (1998).
Ensayos para una Historia de la
Filosofía. De los presocráticos a Leibniz. Caracas. Fondo Editorial de
Humanidades. UCV. 495 p.
[14] Ver al respecto: Bravo
(Op.Cit.:136).
[15] Ver al respecto: Boer, H. (2011). Historia de la Iglesia primitiva. (A.D.
1-787). Weyers Cave, VA. Facultad Latinoamericana de Estudios Teológicos.
[16] Ver al respecto: Orígene (220-248
d.C [1975]). I Principi. Contra Celsum e
altro scritti Filosofici. Firenze. (T. M. Simonetti). Sanzoni s.p.a. 540 p
[17] Ver al respecto: Blásquez
Martínez, J. (2009). “Orígenes y su legado al Mundo Antiguo y al Mundo
Moderno”. Revista Gerión Vol. 27, núm. 1.
Pp 263-295
[18] Ver al respecto: Boer (Op.Cit.)
[19] Ver al respecto: Schmitt, C.
(2009). Teología Política. Madrid.
(T.F. Conde y J. Navarro). Editorial Trotta. 180 p.
[20] Ver al respecto: San Agustín.
(2007). La Ciudad de Dios. Madrid.
Editorial Gredos
[21] Ver al respecto: Foucault, M.
(1994). La Hermenéutica del Sujeto.
Madrid. (T. F Álvarez-Uría). Ediciones de la Piqueta. 143 p
[22] Ver al respecto: San Agustín
(Op.Cit.).
[23] Ver al respecto: Weber, M. (1999).
La ética protestante y el Espíritu del
Capitalismo. 17° ed. (T. L. Lagaz). Barcelona. Ediciones península. 262 p.
[24] Hay que aclarar que el conflicto
en el cercano oriente se remonta al año 1948. De igual forma, India es otro
actor estratégico importante dentro de este juego global.
[25] Ver al respecto: Foucault
(Op.Cit.)
[26] Ibíd.
[27] Sobre el uso del ser humano como
arma, ver al respecto: “Ibn Jaldún y el Impacto Político de las Migraciones: De
Machiavelli a Deleuze y Guattari. Reflexiones acerca de los procesos
migratorios vistos como armas de destrucción de alcance global” y “Homo (No)
Sacer: Lo que queda de Auschwitz desde una relectura Arendtiana”.
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