La derrota realista en el Lago de Maracaibo dentro del
contexto de la lucha entre liberales y absolutistas en la península fue un
cambio de circunstancias que afectó a los realistas en este lado del océano
Atlántico. Ese fue el caso del coriano Manuel Cayetano de Carrera y Colina Gobernador
y comandante militar de la guarnición de Puerto Cabello quien preservó la
última bandera realista que ondeó en territorio venezolano[1] y el sevillano Sebastián
de la Calzada[2],
segundo de Francisco Tomás Morales y responsable de la capitulación de Puerto
Cabello: ambos fueron testimonios de las dos caras atlánticas de la génesis de
la inestabilidad política en Hispanoamérica en tanto y en cuanto fueron leales
a la monarquía desde el mismo inicio de la guerra de independencia en el año
1811.
Carrera y Colina fue el comandante militar perseguido
por las naves independentistas desde Curazao el 29 de abril de 1823 provocando la
varadura de bergantín “Pichincha” y, consecuentemente, la dispersión de la
fuerza independentista bloqueadora de Puerto Cabello y la victoria realista en
Isla Larga el 01 de mayo de 1823 obtenida por Ángel Laborde quien, en ese
momento, también tenía como cargo el comando del apostadero naval de Puerto
Cabello y segundo comandante de todas las fuerzas navales de la América
Septentrional.
Después del exitoso combate naval de Isla Larga para
las armas realistas, Sebastián de la Calzada arribó al castillo
de San Carlos en la Barra del Lago de Maracaibo en comisión de servicio el 17
de junio, o sea un poco más de un mes del forzamiento realizado por los
independentistas, se reunió con Morales para hacer coordinaciones operativas
relativas a la defensa de las posiciones realistas y un mes después el día 19
de julio recibió a las fuerzas navales conducidas por el Ángel Laborde, para
conjurar la amenaza de la fuerza naval independentista en Maracaibo. Luego de
la derrota de las armas realistas en Maracaibo, recibió al resto de la fuerza
naval de Laborde. Del testimonio que dio Sebastián de la Calzada, los realistas
organizaron una operación para evacuar a las fuerzas que habían quedado
aisladas en Maracaibo, pero esta operación no se concretó por la capitulación. De
allí partirían para Curazao a donde llegaron el 09 de agosto. Según el cronista
de los Archivos Militares de Segovia, parece que Sebastián Calzada acompañó a Ángel
Laborde a Curazao. El propósito de esta escala fue buscar provisiones para las naves
de la escuadra y para la plaza de Puerto Cabello, pero el resultado fue
negativo, por lo que se estima que arribaron a Puerto Cabello alrededor del 20
de agosto[3]. Según Madueño (2004),
Laborde llegaría a la Habana el
02 de octubre con sus naves y las corbetas
independentistas apresadas el 01 de mayo (es decir, una fragata, tres corbetas
y tres goletas), por lo que, si el
General Páez reactivó el bloqueo el 23 de septiembre, se estima que la partida
de Laborde se debió haber producido aproximadamente quince días antes siguiendo
un derrotero que incluyó a Puerto Rico. La importancia de esta
acotación obedece a que Laborde contaba aun con importantes fuerzas navales,
pero debía defender un frente muy extenso con una capacidad de negar su uso muy
limitada.
En
Puerto Cabello asumiría el comando de la Plaza el brigadier Sebastián de la
Calzada y como segundo quedaría Manuel Cayetano de Carrera y Colina. La situación de Puerto
Cabello según el propio brigadier ya era precaria. Veámoslos en su propio
testimonio durante su consejo de guerra:
“La situación de esta
plaza (Puerto Cabello) es la mas dolorosa, no tiene
ni aun la cuarta parte de la guarnición que la corresponde para
atender á la defensa de sus líneas exterior, interior y Castillo, y sus
beneméritos defensores ya no son mas que esqueletos como lo requiere la
ración escasísima que reciben por espacio de 28 meses y la fatiga desmedida que
sufren para cubrir los puntos indicados, mucho mas que en todo este tiempo
siempre se han visto con los enemigos al frente y que aun cuando se han
retirado por dos veces ha sido momentáneamente, sufren toda clase de
privaciones, y yo me veo entre ellos con el sentimiento ¿yncomparable? en no
poderles socorrer con nada la falta absoluta de recursos, pues que este
Vecindario por lo mucho que ha padecido ya no está en el caso de contribuir en
nada, y aun a pesar de todo yo habré de pasar por el sentimiento de abandonar
esta población para reducirme al Castillo único que puedo guarnecer y defender
asegurando á V.E. que esto será después de que las circunstancias lo exijan
imperiosamente”.
“Estoy reducido á mes y
medio de víveres y oficio con esta fecha al Capitán General de la Habana para
que me socorra con este renglón; que si lo consigo, aseguro a V.E. fiando en la
decisión de sus defensores la seguridad de esta fortaleza”.
“Las escaseces referidas
y otras razones de que considero instruido a V.E. obliga al Contra Almirante D.
Ángel Laborde á marcharse en la escuadra de su mando para la Habana, y a este
Jefe testigo ocular de nuestra situación encargo muy particularmente el cuidado
de la remisión de cuanto para nosotros se facilita” (AMS).
Teniendo presente lo antes indicado se puede entender
que en esas circunstancias los realistas no estaban en condiciones, en esos
momentos, de defender Puerto Cabello último bastión realista en el área como si
lo habían logrado sostener por mar desde 1821[4]. Pero los independentistas
no estaban seguros de ello debido a la posibilidad de que aparecieran las naves
realistas en auxilio y la persistencia de brotes realistas en todo el
territorio venezolano. De igual forma hay que tener muy presente que la defensa
realista de San Juan de Ulúa, con pocos recursos, podría ser tenida como un
ejemplo de un bastión que podía sostenerse hasta que mejorasen las condiciones
militares como en efecto ocurrió hasta finales del año 1825. Por tal motivo, en
primer lugar, vamos a analizar cómo operó la máquina de guerra y el aparato de
captura en el último acto formal y, digamos de escala considerable, de la
guerra de independencia en Venezuela, en segundo lugar, vamos a examinar cómo
se produjo el proceso de reterritorialización de Puerto Cabello y, finalmente, en
tercer lugar, vamos a analizar cómo fue la última fase de la guerra en el mar
Caribe. El objetivo principal es valorar de una manera diferente el proceso
independentista en Hispanoamérica siguiendo el derrotero iniciado en la obra De
la batalla naval del Lago de Maracaibo a la liberación: la máquina de guerra
marítima y el aparato de captura liberal en aguas hispanoamericana.
1.- Máquina de guerra y aparato de captura en Hispanoamérica
Para el año 1823 ya había transcurrido casi una década
en que el rey había asumido el trono y la España peninsular se recuperaba de la
invasión napoleónica. De igual forma, la situación en América se presentaba
auspiciosa puesto que la resistencia en San Juan de Ulúa, la ocupación de
Maracaibo y el fracaso de la primera campaña de Intermedios permitía pensar en
la recuperación de gran parte de los dominios. La derrota naval en el lago de
Maracaibo fue un cambio de circunstancias que puso a la monarquía de nuevo a la
defensiva.
Después de la capitulación en Maracaibo mutó la
máquina de guerra, es decir, así como entre los años 1814 y 1817 bandas guerrilleras
habían mantenido viva la llama de la independencia a partir del factor moral, desde
el mes de agosto de 1823 bandas guerrilleras estaban tratando de mantener vivo
el partido realista teniendo como un gran impedimento la crisis peninsular que
se irradió también en América a través de la división de los realistas entre
absolutistas y liberales. En este contexto el testimonio del Brigadier Sebastián de la Calzada nos resulta pertinente debido
a que además de oponerse al proceso independentista desde sus inicios en el año
1810 fue el destinado a librar la última batalla en Costa Firme y
someterse voluntariamente a un Consejo de Guerra después de una década de
sufrimiento y marginación. Este brigadier sevillano que empezó su carrera
militar como soldado en el
batallón de veteranos de Caracas se distinguió en la represión de los
movimientos independentistas en el periodo más álgido de la guerra a muerte.
Pero la defensa de las armas realistas de 1810 no fue la misma defensa que tuvo
que asumir en el año 1823 debido, en primer lugar, a que el tratado de
regularización de la guerra en el año 1820 dio paso a un cálculo de
posibilidades, es decir, dio paso a un estado de incertidumbre en lo
concerniente a las fuerzas morales y materiales y, en segundo lugar, la derrota
en el Lago de Maracaibo y la lucha entre liberales y absolutistas fue
consecuencia a que en el cálculo de posibilidades el jefe político, el rey, dio
por perdida la apuesta materializada en la lucha independentista y buscó
asegurar su permanencia en el poder indiferentemente de las circunstancias
mientras que el jefe naval, es decir, Laborde consideraba dentro de ese cálculo
que las posibilidades aún estaban de su lado a pesar del revés sufrido debido a
que en el mar Caribe como espacio ordenado por los españoles la situación es
diferente. Este no fue el caso de Morales como jefe militar en el momento
crítico, él decidió por la existencia de un desacoplamiento entre lo político y
lo militar. A este punto creemos que la designación de Morales como jefe
político-militar no sólo fue por su capacidad de resistir en la guerra sino por
su lealtad al rey. Él tendría el valor de asumir la responsabilidad de la
derrota, pero supo escurrir sus consecuencias en virtud de las circunstancias
políticas peninsulares.
Pero, ni, Morales, en su oportunidad, ni de la
Calzada, ni de la Carrera y ni el propio general Páez sabían, en ese momento, qué
orden estaban defendiendo y por qué estaban luchando puesto que estaba en
proceso una operación de captura que los estaba sujetando indiferentemente del
bando en que se encontraban a un orden liberal que iba a condicionar su
existencia y la de todos los hispanoamericanos.
El Brigadier Sebastián de la Calzada fue acusado por el propio
Morales, fiel a la causa de Fernando VII, de conducta inadecuada en la defensa de Puerto
Cabello y eso le hizo sufrir un largo calvario que cesó en 1833, en
parte, gracias al consejo de guerra que solicitó para salvar su honor y, en
parte, con la muerte del monarca[5]. Entendemos aquí que él,
como militar de carrera, debió rendir cuentas ante la política. No así los
casos de Morales ni de Carrera. Pero nos interesa destacar dos citas realizadas
por Emilio Acosta (2023) que nos permiten conocer más acerca de este español de
la península que se involucró en un conflicto que fragmentó España y cuyas
consecuencias se sienten aun hoy en día. La primera realizada por el general Pablo
Morillo quien expresó de él lo siguiente:
“… aunque valiente, sumamente práctico en las provincias y con gran
influjo entre sus habitantes a cuyo carácter y costumbres ha sabido
atemperarse, ha sido más a propósito para manejar las grandes reuniones de
gente del país, que para mandar una división de europeos”.
Aquí podemos observar, separando la distinción entre
los veteranos de las guerras napoleónicas y los veteranos de la guerra en la
américa meridional, que Sebastián de la Calzada fue un español que vino a
Tierra Firme en 1798 para su defensa por orden del Estado en un contexto
signado por el proceso de destrucción del orden en Europa y su expansión tanto
en ese continente como en el mar Caribe. Es decir, fue un individuo que se
compenetró y vivió en la sociedad de la época y de testigo a los estragos de la
revolución en Haití, como lo fue Andrés Bello[6], primeramente, se
convirtió en defensor de orden español que había colapsado en 1808 sin saber
con certeza las causas internas del acontecimiento y, posteriormente, se
convirtió en defensor de una forma de vida como se evidencia en su capacidad de
reunir y compartir los intereses de los lugareños en una situación caótica, no
sólo por el estado de cosas generado por la máquina de guerra en el
plano de la destrucción y muerte en Venezuela, sino también en el plano de las
ideas por la confluencia de corrientes de pensamiento revolucionarias
estadounidenses y francesas. La segunda cita de Acosta es de Laureano
Vallenilla Lanz en su obra Cesarismo Democrático:
“Calzada era… un general tan criollo como cualquiera de los que han
figurado en nuestras guerras civiles: y como Calzada existían muchos otros que
arraigados en suelo venezolano y vinculados estrechamente con sus habitantes,
luchaban en aquella guerra por intereses y pasiones velados entonces con el
nombre del Rey de España” (1919:33).
Si
consideramos que Sebastián de la Calzada fue un militar que obtuvo el comando
de un batallón de forma accidental en el año 1814 después de un largo periodo
de atemperamiento y de vivir los terribles momentos que significaron la
descomposición del orden en el país y fue ratificado en dicho comando por Pablo
Morillo en el año 1815, creemos que no sólo fueron los ‘intereses y las
pasiones’ que lo empujaron a actuar de una manera determinada, sino la vivencia
de un pasado que podía regresar en el contexto de restauración en curso que se
estaba viviendo formalmente en Europa y Tierra Firme. Así pues, Sebastián de la
Calzada fue un general tan criollo como lo debió haber sido también Morales y
llegó a ese grado por su efectividad en la lucha que libraron por sobrevivir. Su
efectividad provino del ‘atemperamiento’ y ello explicó la indeterminación de
la fuerza moral en la fase inicial de la guerra a muerte y la
consecuente ascensión a los extremos[7].
Así
como Sebastián de la Calzada fue un peninsular ‘atemperado’, Manuel de la
Carrera y Colina fue un criollo que abrazó también la misma causa, expresando
así cómo fue la mentalidad en las provincias donde se llevó a cabo la guerra.
Esta circunstancia es un dato a tener en consideración debido a que expresa la
virtud guerrera del ejercito realista en una de sus dimensiones. Las otras dos
dimensiones, según Aron en su exégesis de Clausewitz, son: el espíritu y las
demás cualidades morales del ejército, del jefe y de los gobiernos y el impacto
moral de una victoria o una derrota (1993:186). En relación con el segundo
aspecto en una obra anterior analice la moral en términos de la justificación
de la guerra y la moral en la guerra[8]. En este sentido, podemos
decir que los realistas en el año 1811 tanto en la península como en América se
estaban defendiendo, pero en su caso, es decir, como el de Manuel de la
Carrera, estaban defendiendo su modo de vida del huracán revolucionario. La
particularidad de este modo de vida es que estuvo asociado a la monarquía. En
el caso de Morales y de la Calzada no fue así, al contrario, la guerra en
defensa de la monarquía fue lo que le permitió el ascenso militar y social y
por ello, en el año 1823, ambos, sopesaron las posibilidades en función de las
circunstancias y se vieron obligados a decidir en condiciones desventajosas. El
primero en medio de la crisis peninsular, o sea durante el mes de agosto,
momento de su capitulación y el segundo por una maniobra sorpresiva conducida
por el general Páez que produjo un desequilibrio y un cambio de circunstancias
como veremos en el parágrafo siguiente. Con respecto al impacto de una derrota
o una victoria podemos decir que la capitulación de Maracaibo pudo haber
afectado el espíritu combativo del ejercito realista, pero esa no era la
circunstancia de Puerto Cabello. Si consideramos las diversas fases de la
guerra de independencia en Venezuela: la de la discordia o stasis hasta
1814, la de la guerra a muerte desde 1814 hasta 1820 y finalmente la de
la regularización de la guerra nos encontramos que Manuel de la Carrera vivió
los vaivenes y los extremos de esa guerra y por tanto la derrota o la victoria
no le producían ningún efecto porque tenían el mar Caribe como su espacio que a
pesar de la ruptura del dispositivo de defensa era el medio que le permitía a
España continuar la lucha y tenían un ejemplo a seguir: San Juan de Ulúa.
Así
pues, podemos decir que Morales y de la Calzada estuvieron defendiendo su
estatus alcanzado dentro de un contexto incierto debido a las vinculaciones
políticas de ambos, mientras que Manuel de la Carrera fue un sedentario que
defendió su modo de vida y el de su familia que lo acompañó en los últimos
momentos de la presencia formal hispánica en Venezuela. Por ello, si
consideramos entonces que la ascensión a los extremos devenida en tierra firme
fue producto de la discordia generada por las facciones que se crearon entre
1810 y 1811 formando una espiral de violencia sin límites en función de la
cadena sucesiva de errores cometidos, observamos que todo ello fue consecuencia
del colapso de la monarquía. Algo que quizás los tres realistas antes
mencionados no lo sabían con precisión y quizás no necesitaban saberlo. Ello
explica porque hablamos de modo de vida. La naturaleza atroz de la guerra
subsiguiente, igual a como los españoles la hicieron contra los franceses,
otros españoles afrancesados y liberales se atenuó con la instauración del
régimen liberal en la península y mutó a otro tipo de conflicto: el que se
comenzó a gestar con la operación de captura.
José
Antonio Páez se encontró en una circunstancia parecida a la de Morales y de la
Calzada, es decir, fueron unos nómadas que se sedentarizaron por la guerra. Páez
defendió su posibilidad de ascenso y su estatus alcanzado como ocurrió al
inicio de la Cosiata, pero sin saber qué ideales estaban defendiendo. En
Puerto Cabello Páez estuvo luchando contra un enemigo, pero dentro de un
contexto de cálculo de posibilidades que en ese momento lo favorecían y lo
favorecerían mucho tiempo después. En este sentido, la independencia fue para
Páez la independencia de sus amos, pero en unas condiciones completamente
esquizoides debido a que no sabía cuál era la parcializada realidad que estaba ayudando
a construir, primero la de Bolívar y, después la de los cociateros si se tiene
presente que tanto realistas como independentistas estaban siendo objetos de
una operación de captura no sólo de la máquina de guerra de la cual Páez fue el
instrumento llamado para hacerlo, sino también del nuevo estado de cosas, el
nuevo Estado, por una operación de comparación facilitada por la deuda
adquirida por el nuevo Estado y la limitada capacidad productiva de los
constructores del nuevo orden que en ese momento histórico vivía una revolución
industrial[9]. Esto nos lleva a examinar
la diferencia existente entre peninsulares
y criollos teniendo como referente a Manuel de la Carrera y Colina y de la
Calzada, Morales y Páez.
La vida de Manuel de la Carrera y Colina pone en duda
que una de las causas del proceso independentista estuvo relacionada con las
diferencias entre criollos y peninsulares. De igual forma, la vida de Morales y
de la Calzada como hispanos que vinieron del otro lado del Atlántico de alguna
u otra manera también confirma esta duda. Podemos incluir aquí la propia vida
de Páez. En cierta manera podemos decir, que todos ellos fueron
hispanoamericanos que sobrevivieron a los momentos más atroces de la guerra
civil. Si utilizamos como referente el período que va del 05 de julio de 1811
hasta el 15 de junio de 1813, fecha del decreto de guerra a muerte podemos
decir que ese fue el momento de la descomposición de la estructura social
colonial que inició el proceso de ascenso social a los tres últimos antes
mencionados dentro de un contexto en que España a los dos lados del Atlántico
se estaba empequeñeciendo por la fragmentación política. En este contexto
Manuel de la Carrera y Colina estuvo consciente de ello y explica de suyo la
firmeza de su lealtad a la corona desde el año 1810 y su asentamiento en Cuba. En
un sentido él no perdió ni ganó sino más bien se convirtió en un nómada, porque
al final no salió de España. Creemos que el Libertador Simón Bolívar, como un
sedentario, también estuvo consciente en tanto y en cuanto creó a Colombia y
trató de preservarla por todos los medios posibles.
Sebastián de la Calzada, como militar al fin, no
estaba en condiciones de saber la apuesta política que había hecho la monarquía
hispánica como si la pudo haber intuido Morales y por ello sería el
protagonista de Puerto Cabello más afectado en el sentido que a pesar de su
ascensión militar y social tuvo que esperar diez años para su reconocimiento.
Finalmente, Páez al igual que Morales tuvo una meteórica carrera que lo llevó
al plano de la política, pero en ambos casos en una España más pequeña, es
decir, Venezuela, como un fragmento de España, se encontró en el año 1830 en
unas dimensiones muchísimo más pequeña que la Capitanía General de Venezuela en
el año 1810 y que Colombia en el año 1826. Las dimensiones del Estado, en este
sentido, fueron aquellas que en función del conocimiento de la realidad podía
controlar. Páez fue un virtuoso jefe militar que le dio a sus subordinados la
fuerza moral para lograr la victoria en innumerables oportunidades y un
excelente táctico como llegaría a demostrarlo en la toma de Puerto Cabello,
pero incapaz de dirigir la totalidad que conecta la estrategia con la política.
Aun así, el 07 de noviembre de 1823 fue capaz de asegurar la superioridad del
número en el punto decisivo.
2.- La reterritorialización de Puerto Cabello
La reterritorialización de Puerto Cabello comenzó
desde el mismo momento que comenzaron las capitulaciones de las fuerzas
realistas debido a que más allá del reconocimiento del enemigo, había no sólo
el reconocimiento del otro Estado, sino también se hacía patente la
fragmentación que estaba operándose en España a los dos lados del océano Atlántico.
La primera capitulación se produjo cuando los realistas perdieron el Fortín
Solano en mayo de 1822. En ella se cumplieron los principios del Tratado de
Regularización de la guerra de Santa Ana. Después que Morales iniciase desde
Puerto Cabello la campaña que le permitió recapturar Maracaibo el 09 de
septiembre de 1822, la decisiva batalla naval del 24 de julio de 1823 produjo
la segunda capitulación casi dos semanas después. La diferencia de la primera
capitulación con respecto a la segunda es que la segunda se produjo en momentos
en que se había producido la fragmentación en el bando realista en virtud de la
crisis en la península. Por ello, la crisis dinástica que estaba viviendo
España y la derrota en Maracaibo fue el marco de la reterritorialización final de
Puerto Cabello.
Como hemos podido visualizar cuando se reinicia formalmente
el asedio de Puerto Cabello el 23 de septiembre, las fuerzas navales
colombianas todavía no habían bloqueado completamente el área a pesar del
aumento de la presión de los independentistas en tierra. La causa estuvo
determinada por el comienzo de envío de refuerzos por mar siguiendo la ruta de
Panamá para la campaña del Perú. Se deduce que estos refuerzos salieron primero
de Maracaibo y Cartagena de Indias por la presencia de la fuerza naval realista
entre Curazao y Puerto Cabello[10].
Creemos que la fuerza naval realista permaneció en Puerto Cabello
aproximadamente durante quince días desde el 20 de agosto. Cuando zarpó,
quedaron para apoyar la defensa del puerto la corbeta Bailén que se
encontraba inoperativa y varias lanchas de defensa desplegadas alrededor de las
fortalezas[11].
En este contexto, la fuerza naval independentista consistente de la corbeta Úrica[12]
se mantuvo a distancia debido a su condición de inferioridad y la incertidumbre
de saber cuándo dispondrían de refuerzos. Esto empezaría a cambiar a partir del
23 de septiembre.
En Puerto Cabello, consecuentemente, se encontraban
refugiados realistas y sus defensores no sólo eran peninsulares, sino mayoritariamente
nativos del país para el momento de reactivación del asedio el 23 de septiembre.
En ese momento acaecieron también negociaciones más intensas cuando se tuvo la
certeza de que la escuadra de Laborde había dejado el área y la situación en la
península era crítica. El argumento de la situación en la península ibérica fue
crucial porque creemos que influyó en la capitulación de Maracaibo y fue visto,
en esa oportunidad, como una vía para la conciliación dentro de un nuevo estado
de cosas republicano. Sin embargo, el brigadier de la Calzada se mostró
obstinado en el cumplimiento de su deber debido a que a pesar de la situación
de asedio se encontraban en una posición de fuerza para sostenerse en
condiciones similares a las que se encontraban los defensores de San Juan de
Ulúa[13]. La posición realista se
fortaleció a primeros días del mes de octubre cuando una nave logró penetrar en
el puerto y suministrar avituallamientos e información del estado de la
polémica acerca de qué hacer con los defensores de la plaza. Es conveniente
afirmar aquí que el tráfico comercial y/o logístico estaba interrumpido, aunque
fue uno de los aspectos considerados durante el proceso de la capitulación.
Así las cosas, los bombardeos terrestres comenzaron el
11 de octubre, pero la estrategia de los sitiadores apuntó, inicialmente, a que
la plaza se rindiera cuando se agotaran los suministros sin tener una certeza
clara de la cantidad a pesar de las afirmaciones de escasez de de la Calzada.
La estrategia de los sitiados apuntó a resistir en una posición sólida con la
ayuda de la escuadra realista. Desde esta perspectiva, el hecho de que un navío
lograse entrar al puerto indicaba, en sí mismo, la debilidad del bloqueo naval.
Para la fecha antes mencionada, el general Páez esperó el arribo de refuerzos
navales, es decir, flecheras y bergantines. Esto comenzó a concretarse a
finales de octubre. Para el 31 de octubre el general Páez contó con una fuerza
naval de 07 naves (las corbetas Boyacá[14]
y Úrica, el bergantín Pichincha[15] y 04 flecheras[16]) que nominalmente
estuvieron al mando de Renato Beluche. Decimos nominalmente debido a que, por
una parte, el nombramiento de “Comandante General de la Escuadra que obra sobre
Puerto Cabello” se produjo el 01 de noviembre de 1823, es decir, diez días
antes del inicio de la capitulación de la plaza[17] y, por la otra, cuando se
dio la orden de estrechar el bloqueo con el envío de más medios navales se
presentó la oportunidad de asaltar las posiciones realistas desde tierra en una
operación especial. Por ello, cuando la acción sorpresiva que permitió tomar la
plaza se concretó los medios que arribaron fueron utilizados para el envío de
refuerzos para la campaña del sur, por tanto, no creemos que Beluche haya
tomado el mando efectivo de la fuerza bloqueadora. De igual forma, el fantasma de
la derrota en el combate de isla Larga rondaba en la cabeza de los
independentistas. En vista de esta situación, se elaboró el siguiente plan de
ataque nocturno:
“… se debía fatigar la
resistencia de los sitiados, con bombardeos continuos y simulacros de ataque
por varios puntos de sus defensas, añadiendo maniobras de diversión, una
a cargo de la flotilla de flecheras que debían amagar un desembarco nocturno,
apoyado con un fuerte cañoneo desde el mar, y la principal maniobra que
consistía en atacar por el frente amenazando las líneas exteriores, además de
otras acciones tendentes a hacer creer que continuarían hasta rendir la plaza
por hambre” (AMS).
Como se puede observar en este plan se buscaba
conjugar el engaño a través de la diversión atacando por dos flancos (mar y
tierra), la ofensiva (la acción en sí misma), la información (el conocimiento
por parte de los independentistas de un paso por los manglares y el
desconocimiento por parte de los realistas), la iniciativa (la acción no fue
reactiva), la maniobra (la acción por el flanco que los realistas no esperaban),
y la rapidez de movimiento (la acción sincronizada realizada en el momento). En
la conjugación de todos estos elementos, Páez trató de generar sorpresa en el
adversario y lo logró efectivamente[18].
El ataque a la fortaleza se inició el 07 de noviembre
y después de 18 horas se dio inicio al pasaje por unos manglares que se encontraban
muy cerca de la proa de la corbeta Bailén que estaba cumpliendo el rol de
plataforma flotante en el dispositivo de defensa, y de las lanchas realistas
destinadas a patrullar la bahía otorgándole la superioridad del número en el
punto de aplicación del esfuerzo. Creemos que las flecheras independentistas se
ubicaron en torno a isla Rey. A las 0200 del día 09 de noviembre tomaron por
sorpresa a los defensores atacando con celeridad a cuchillo y bayoneta
los puntos neurálgicos en el dispositivo de defensa realista (Páez, 270). De manera simultánea los sitiadores
atacaron
“…. la línea exterior
donde se concentraban las fuerzas de los sitiados, para impedir que fuesen en
su auxilio, con el mismo fin, algunos botes pequeños y seis flecheras atacaron
llamando la atención sobre el flanco derecho dirigiendo su fuego contra el
baluarte del Príncipe y la Estacada, produciéndose tres frentes simultáneos”
(AMS).
A pesar de la obstinada, briosa y desesperada resistencia
de los defensores, la maniobra de los sitiadores precipitó no sólo la capitulación
de la plaza sino la voladura de la corbeta “Bailén” fondeada entre punta Brava
e isla Rey (Páez, 271-272). El proceso de negociación comenzó el 10 de noviembre
con la captura de Sebastián de la Calzada y la hizo efectiva Manuel de la
Carrera y Colina. Llama la atención los aspectos navales de la capitulación más
allá del envío de los realistas en buques republicanos a Cuba o a las colonias
extranjeras dónde deseasen los integrantes de la milicia nacional local. Es
decir, en primer lugar, el “desarme y devolución a sus dueños de los buques
menores particulares fletados por los españoles, incluyendo la flechera Puerteña”
(artículo 13), en segundo lugar, las medidas preventivas ante un posible ataque
realista desde el mar con fuerzas superiores. Al respecto, se estableció dos
horas después de haber zarpado las naves que debían transportar la guarnición, para
que las naves de guerra republicanas pudiesen entrar al puerto al tiempo que
las tropas vencedoras quedaban habilitadas para ocupar la fortaleza siempre y
cuando no “existiese amenaza de ataque por parte de alguna escuadra,
circunstancia en la cual los oficiales republicanos al mando del castillo
izarían una bandera blanca para evitar la violación de estos tratados”
(Ibid.:277). Al final fueron las mismas naves bloqueadoras las encargadas de llevar
a los realistas a Cuba por escasez de medios. En tercer lugar, en materia de
transporte marítimo, se estableció 15 días de haber sido puesta en vigencia la
capitulación para que toda nave, tanto de guerra como mercante, que entrara al
puerto creyendo que Puerto Cabello seguía siendo realista, “no podía ser
molestado; al contrario, sería protegido” (artículo 16). Después de ese plazo la
nave sería incautada (Ibid.:277-278).
Con la capitulación cayeron en poder de los
independentistas: más de 60 piezas de artillería de todos los calibres, 620
fusiles, 3.000 quintales de pólvora, seis lanchas cañoneras y gran cantidad de
pertrechos del ejército y de la marina (Ibid.:273). Por ello, creemos que la
nave que entró a principios de octubre aprovisionó a los realistas a parte de
lo que le pudo haber dado Laborde mientras permaneció en la plaza.
Al
amanecer del día 16 de noviembre de 1823 por última vez se le rindió honores en
el castillo de San Felipe en Puerto Cabello en Costa Firme al pabellón español después
de que hubiese ondeado de forma casi ininterrumpida por tres siglos. Como
dijimos, Manuel de la Carrera y Colina se quedó con dicha bandera. Con la
salida del último realista este pabellón fue arriado. Con la capitulación de Puerto Cabello se
reterritorializó dicho espacio tal como se puede observar en el articulado que
fue aprobado.
Las embarcaciones empleadas para esta evacuación
fueron las corbetas Boyacá y Úrica, el bergantín Pichincha,
la goleta estadounidense La Tártaro y la flechera Picayo. Al
final, hubo que contratar de nuevo los servicios del capitán de fragata, J.
Maitland, que estuvo en el combate de Isla Larga, para que con la designación de
comandante condujera el convoy a su destino siguiendo una serie de
instrucciones que garantizasen un traslado seguro y en las mejores condiciones
posibles. El citado comandante tuvo las siguientes instrucciones
“Cuando avistara buques de guerra, el capitán debía izar una bandera
blanca en el palo de la proa en cada una de las embarcaciones con el fin de que
se supiera que iban en comisión de paz y lo mismo debía hacer al aproximarse a
tierra: […] echando un bote parlamentario con uno de sus oficiales y otro
que envíe el general brigadier don Sebastián de la Calzada para que, informando
al gobernador de aquella plaza del motivo de su arribada, se desembarque la
gente. Tanto de ida como de regreso debían suspender cualquier hostilidad
contra los buques españoles y se instó al referido capitán, a los comandantes
de cada nave y a los oficiales republicanos rehenes para que acogieran y
brindaran el mejor trato posible a las tropas españolas mientras que con los
jefes y oficiales debían procurar un inviolable respeto”.
El esperado ataque realista no sucedió y los evacuados
arribaron a la Habana el día 22. Después de cumplir la misión en Cuba, la
corbeta Boyacá arribó el 10 de diciembre a las playas de Puerto Cabello,
Cuba, y el día 16 la corbeta Úrica y el bergantín Pichincha. A
partir de ese momento Puerto Cabello comenzó a servir como punto de proyección
naval colombiano para negar el uso del mar al norte del mar Caribe y para
transportar refuerzos para la campaña del Perú. En ese sentido, la corbeta
Úrica fue una de naves que condujo las operaciones de escolta al puerto
de Chagres en Panamá bajo el mando del comodoro John D. Danels.
Catorce días después del arribo de las dos naves
colombianas a Puerto cabello, es decir, el 02 de diciembre de 1823 James Monroe
hizo la famosa declaración que se convertiría en doctrina. El objeto de esta
declaración estuvo dirigido contra la santa alianza en un contexto donde se
estaba produciendo el avance ruso en la costa occidental de América y se había
afirmado el absolutismo en España con la ayuda francesa. El temor de que se
produjera una confluencia que le permitiera a España recuperar sus dominios
americanos con la ayuda franco-rusa después de la derrota y capitulación en
Maracaibo hizo que esta declaración fuese recibida de forma favorable por todos
los nuevos ordenes políticos americanos y explica, por una parte, la invitación
que se le hizo al gobierno de EE.UU. para participar en el congreso
Anfictiónico de Panamá y, por la otra, los proyectos expedicionarios
colombiano-mexicano para liberar a Cuba y Puerto Rico y español para recuperar
la Nueva España. Estas maniobras estratégicas conducirían a la
reterritorialización del mar Caribe.
3.- La reterritorialización del
mar Caribe: los últimos estertores
La toma de Puerto Cabello desplazó el foco de la
guerra en el mar hacia el norte, es decir, a las costas cubanas y
puertorriqueñas, así como mexicanas. En función de lo antes indicado vamos a examinar
las últimas acciones de la guerra de independencia en la mar Caribe y después examinaremos
la proyectada liberación de Cuba y el congreso anfictiónico de Panamá.
Con respecto a la negación del uso del mar el comodoro
Renato Beluche realizó una de las acciones más emblemáticas desarrolladas por
las fuerzas navales colombianas teniendo bajo su mando a las corbetas Bolívar
y Boyacá. Esto es la captura la corbeta realista “Ceres” a tres leguas
del Morro de La Habana el 24 de abril de 1824. La importancia de esta captura,
además de haberse realizado en aguas al norte de Cuba, expresó la entente
existente entre México y Colombia para saturar la capacidad defensiva realista
en Cuba[19]. Esta perdida obligó a
Laborde a tratar de recuperar la embarcación y a reorganizar su escuadra para garantizar
el uso del mar, es decir, sostener la defensa de San Juan de Ulúa y garantizar
las comunicaciones de Cuba con la metrópoli, por una parte, en función de las
pérdidas sufridas frente a Colombia (Madueño, 2004) y, por la otra, por la
diplomacia naval estadounidense 1824 -1825[20]. Sin embargo, en agosto
de ese mismo año recibiría refuerzos que serían dirigidos inicialmente a San
Juan de Ulúa.
Según Ortiz Escamilla (2018), los espías mexicanos
dentro de la citada fortaleza consiguieron una gaceta de Madrid del 10 de junio
de 1823, traída con los refuerzos, donde se señalaba que “el gobierno español
organizaba una expedición de quince a veinte mil hombres bajo las órdenes del
general José de la Cruz, programada para llegar entre noviembre o diciembre de
ese año”. Es dentro de este marco que se proyectó una expedición para
liberar a Cuba y conjurar la amenaza realista contra México.
En febrero de 1825, la Bolívar al mando del
comodoro Renato Beluche, continuó sus cruceros de guerra capturando la corbeta Tarántula
de 16 cañones y dos bergantines (Guadalupe y Neptuno) y la Úrica cruzó
las costas de las islas Española y Puerto Rico al mando del comandante G. Pilot
veterano de la batalla del Lago de Maracaibo con el mismo propósito corsario. Pero después, la corbeta Úrica sería puesta a
la orden de Beluche para que junto con las corbetas Boyacá y Ceres
hiciera presencia al sur oeste de Cuba para distraer a las fuerzas navales
realistas y si dirigiesen a Cartagena de Indias.
La proyectada expedición de liberación de Cuba fue un
propósito acerca del cual se ha tenido conocimiento gracias, en primer lugar, a
las cartas que se escribieron durante el año 1825, el Gran Mariscal de Ayacucho
Antonio José de Sucre quien se encontraba lidiando con la creación de la
república de Bolivia y el general Carlos Soublette, en segundo lugar, las
observaciones realizadas por el viajero sueco Carl August Gosselman un viajero
interesado en valorar el estado de cosas y de ideas en la republica colombiana
en su pasaje por Cartagena de Indias y constatar la venta de navíos de ese país
por parte de la corona[21] y, en tercer lugar, los
estudios realizados por José Maita (2023) y Venegas Delgado (2008). En relación
con las cartas, el Mariscal Sucre aspiraba a ser el comandante de la fuerza de liberación
que iba a estar compuesta por el grueso de las fuerzas que estaban en Perú y
habían iniciado su retorno a Colombia. Esta proyectada operación se concibió
bajo la creencia de que España estaba concentrando fuerzas en Cuba para iniciar
la reconquista y bajo esta circunstancia, el Mariscal Sucre fue
muy insistente. En este sentido
expresó al general Carlos Soublette lo siguiente:
“Desde febrero he escrito al
Gobierno a ver si quiere que este ejército vaya a la Habana, puesto que ya no
tenemos que hacer aquí. Yo reuniré más de 7.000 soldados buenos, sin contar con
los que ha traído Valero, etc... sino con solo lo que yo tenía antes aquí. El
ejército cuenta más de 8.000 hombres (es decir el que yo tenía) pero existen
muchos enfermos y sólo cuenta disponibles 7.000; ellos protegidos por alguna
marina bastarán, yo creo, a tomar la Habana, donde aseguran que el espíritu
patriótico está en todas las gentes” (O’Leary XXIII, 301).
Debemos tener presente aquí que esta carta
fue enviada cuando estaban finalizando las operaciones en el Alto Perú y se
había iniciado el proceso de constitución de Bolivia. A pesar de estas consideraciones,
hay que agregar la valoración de la potencial amenaza de un ejército auxiliar
francés que intentase recuperar para España sus colonias estuvo también en el
cálculo de posibilidades. Esta preocupación fue hecha manifiesta por el
Mariscal de Ayacucho al secretario del Despacho de Guerra el 24 de mayo de 1825
dos meses antes del inicio de la concentración de fuerzas navales en Cartagena
de Indias por lo que la factibilidad de la proyectada expedición tuvo una
estrecha relación con el Congreso Anfictiónico de Panamá. Es dentro de este marco que se entiende la presencia
de Soublette en Cartagena de Indias de acuerdo con las memorias de Gosselman. En otra carta
enviada por el Mariscal Sucre al general Soublette del 12 de diciembre de 1825
hizo algunas observaciones acerca de las posibles disposiciones de las tropas para
la expedición a Cuba y señala el redespliegue del ejército colombiano. En este
sentido expresó:
“… hace cerca de dos meses que
teníamos noticia de la llegada de tropas a La Habana, pero hasta ahora nos
hallamos en la misma incertidumbre que Uds. en agosto. El libertador ha mandado
poner los cuerpos en todo el tren de campaña como avisé de oficio desde Potosí
y ha resuelto mandar la división de Lara en marzo o abril que llevará tres mil
hombres; puedes contar que esta división que tiene tres batallones y dos
escuadrones, es magnífica y propiamente veterana; pero para conservarla es
menester que procuren acantonarla en un temperamento algo frío, porque si no,
deben contar con un hospital en lugar de un cuerpo. En tu carta del 21 de
agosto me hablas de que el Gobierno necesitaba dos batallones y un escuadrón de
este ejército y casualmente en este mismo tiempo estaban marchando de la Paz
para embarcarse en Panamá el batallón Junín con mil cuatrocientas plazas y el
Cuarto Escuadrón de Granaderos con doscientas. El batallón de Callao con
ochocientas plazas debe estar ya embarcándose o para embarcarse también para
Panamá, de manera que anticipadamente estaba satisfecha la prevención del Gobierno, con la remisión de 2.400
hombres. El batallón de Junín es absolutamente preciso ponerlo en tierra fría;
el del Callao puede quedarse en la costa porque está aclimatado”.
“Marchando la división Lara
con tres mil hombres y los dos mil cuatrocientos que han ido, sólo quedan en el
Perú de nuestro ejército tres mil infantes largos y cuatrocientos caballos de
la división Córdova y mil doscientos hombres con Salom. Creo que pueden Uds.
disponer libremente de dos mil hombres de esta fuerza, si acceden a que dos mil
hombres colombianos queden en esta República boliviana y dos batallones que
parece quiere el gobierno del Perú en Lima por algún tiempo. Esto se entiende
si está tranquila Colombia, porque si hay guerra y no nos dan parte en la
defensa de nuestra patria, hasta maldeciremos a nuestro Gobierno”[22].
Esta carta por si
sola explica no sólo cómo fue el proceso de retirada de las fuerzas colombianas
que participaron en la campaña del Perú, sino también la naturaleza de los
preparativos para la citada expedición a Cuba considerando las fuerzas que
estaban empeñadas en el sitio del Callao bajo el mando del general Bartolomé
Salom. El Libertador Simón Bolívar
ordenaría enviar a Colombia el 19 de mayo las divisiones de los generales Jacinto
Lara y José María Córdova una vez que capitularan los realistas atrincherados
en la fortaleza del Callao por lo que la retirada de las fuerzas militares colombianas
del Alto Perú comenzó de forma escalonada en septiembre de 1825 con la
excepción también de las unidades militares que estaban desplegadas en Bolivia[23].
Debemos decir aquí que no sabemos dónde fueron precisamente ubicadas las
fuerzas militares que estaban regresando de Perú y si en realidad se pensaba
utilizarlas en una operación anfibia, es decir, si las tropas serían solamente
mexicanas o colombo-mexicanas. En el primer caso sería de apoyo, en el segundo
de participación directa.
Con este estado de cosas en el sur Gosselman expresó
que desde finales de septiembre se encontraba en la bahía de Cartagena de
Indias en plenos preparativos “el grueso de la armada colombiana” que estaba en
ese momento bajo el mando del Almirante Lino de Clemente (1827 [2011]:132)[24]. Si se considera la
potencia de fuego de la escuadra con que contaba Laborde, las acciones de las
fuerzas navales colombianas en términos de apoyo podían perseguir la división
de las fuerzas realistas que estaban operando contra México. Creemos que, ante
la posible amenaza de una operación militar contra Cuba, las prioridades de
Laborde estuvieron dirigidas a conjurarla mediante un enfrentamiento decisivo.
La flota colombiana estaba compuesta por la fragata Venezuela
de 28 cañones, tres corbetas la Ceres (24 cañones) y la Boyacá y la Úrica (18
cañones c/u), dos bergantines (10-12 cañones c/u) y algunas goletas. Toda
esta esta escuadra requería adiestrarse para operar como una fuerza organizada
de combate y por tanto estuvieron, no sólo haciendo ejercicios en el puerto
durante varios meses, sino también se produjo un acelerado proceso de formación
de oficiales (Ibid.:133)[25]. Además de esta fuerza,
Colombia contaba con dos fragatas de 60 cañones de reciente adquisición. Nos
referimos a la Colombia y la Cundinamarca, pero ambas, según
Gosselman, apenas tenían tripulación[26].
Finalmente, desde la perspectiva investigativa Maita
(2023) hizo mención al proyecto expedicionario siguiendo el testimonio de
Gosselman, pero no profundizo en él debido a que el propósito de su
investigación fue otro, es decir, valorar el poder naval de Colombia en sí
mismo. Venegas Delgado expresó que el cónsul español en EE.UU. advirtieron al
gobernador de Cuba sobre la posibilidad de una operación de esa naturaleza en
base a las compras de naves por parte de México y Colombia. De manera
específica expresó
“No cabe duda alguna, que cuando se concluyan (ó probablemente antes)
los Navíos que se están construyendo en estos Estados y se reúnan los Barcos,
que se dice han comprado aquellos Gobiernos revolucionarios en Europa, se
organizará una fuerza de consideración para invadir la Isla de Cuba, y que allá
será preciso ponerse en una aptitud correspondiente para repeler una invasión
que tarde ó temprano tendrá lugar” (2008:06).
Esta concentración de medios navales en Cartagena de
Indias obligó al gobernador en Cuba a tomar medidas de defensa terrestre y
navales dentro de un contexto signado por la purga de los sospechosos de ser
considerados liberales. En el plano terrestre la llegada en el año 1823 de las
fuerzas militares de Francisco Tomás Morales[27] y de Sebastián de la
Calzada y Manuel de la Carrera[28] derrotadas en Maracaibo y
Puerto Cabello respectivamente aumentó las posibilidades de defensa terrestre por
lo que, según Venegas Delgado para el año 1826 los realistas contaban con alrededor
de 14,000 hombres que estaban distribuidos por toda la Isla teniendo a la bahía
de bahía de Jagua como el área probable de desembarco (2008:08). El principal
temor en Cuba era que se armasen a los esclavos y se repitiera la misma
experiencia vivida por Manuel de la Carrera.
Desde la perspectiva naval Laborde emprendió un
crucero de guerra hacia Cartagena y Santa Marta a partir del 14 de julio de
1825 para hacer una demostración de fuerza a Colombia en momentos en que se
empezaba a organizar la expedición contra Cuba. Para esta acción contó con el
navío de línea Guerrero, cinco fragatas (Lealtad, Sabina, Iberia,
Perla y Castilla) y la goleta Habanera (Madueño, 2004).
Después del 24 de octubre se le agregaron a la fuerza
naval colombiana dos naves de bandera sueca[29]: el navío de línea Tapperheten
que pasaría a denominarse por breve tiempo Bolívar de 60 cañones[30] y la fragata Chapman
de 40 cañones que pasaría a denominarse también por breve tiempo Congreso[31]. Ambos llegaron
acompañadas de una fragata sueca y corbeta inglesa Protectora que
también fue ofrecida a Colombia (Ibid.:136). Con este proceso
de agrupamiento a inicios del año 1826 el Mariscal Sucre le comunicó al
Libertador sus reflexiones acerca de la situación internacional en función del
venidero Congreso convocado en Panamá. En ella el Mariscal expresó que
“… Ud. supondrá que he
celebrado infinitamente… las buenas noticias que Ud. recibió allí... La
concurrencia de los Estados Unidos a nuestro gran congreso y la alianza de
Colombia con la Inglaterra son novedades de importancia, y la conducta del
gobierno francés que, si no es amigo, es neutral, nos deja sin cuidados de una
guerra en Colombia. Supongo que los 3.500 hombres que salieron el 27 de
septiembre de la Coruña para la Habana convoyados por el navío Guerrero,
no darán gran cuidado a Colombia; bien que si se reúnen todas las guarniciones
de la Habana y Puerto Rico no dejarán de arreglar ocho mil hombres, puesto que
dichas islas tienen guarniciones francesas. Esto es lo único que veo de
desagradable en todo, porque un desembarco de 8.000 hombres en las costas de
Venezuela atrasaría mucho a aquel país tan destruido por la Revolución; pero no
sé qué se propondría sacar el gobierno español con un cuerpo de 8.000 mil
hombres, sino incomodarnos”[32].
Inferimos que el
Mariscal Sucre no estaba, en ese momento, al tanto de la inminente suspensión, pero
la dinámica de la situación en Bolivia lo empujaría a aceptar condicionalmente la
presidencia constitucional en ese país el 28 de mayo 1826 a pesar de mostrar aun
su deseo de participar en la expedición a Cuba.
Toda la fuerza naval colombiana permaneció en
Cartagena de Indias hasta finales del mes de enero de 1826 en que dicha expedición
fue cancelada. Mientras esta suspensión ocurría, Laborde inició un crucero de
guerra para neutralizar una fuerza naval mexicana que hostilizó las aguas
cubanas. Creemos que la cancelación de la expedición por parte de Colombia se
debió a la capitulación realista en San Juan de Ulúa el 23 de noviembre de 1825[33], pero también a la ola
depresiva generada por la crisis financiera londinense que en diciembre de ese
año 1825 estaba afectando severamente las transacciones mercantiles y las operaciones
bancarias entre Gran Bretaña y América Latina y, en especial, los préstamos y
el comercio internacional (Avella, 2003). Según Gosselman lo mejor que sucedió
fue que la expedición no se realizase debido a que las fuerzas realistas
hubiesen acabado con las independentistas (1827 [2011]:133)[34] y, si bien creemos que de haberse dado esta
expedición la misión de Laborde hubiese sido la aniquilación de la fuerza naval
independentista mediante una batalla decisiva donde contaría con la ventaja de
la disponibilidad operacional, del adiestramiento y de la cohesión de sus
medios, la misión de la fuerza expedicionaria independentista hubiese sido la
de garantizar que las tropas desembarcaran en las mejores condiciones posibles
en la isla caribeña con lo cual, se hubiesen abierto un abanico de posibles
resultados. De igual forma, si se considera que la fuerza expedicionaria estaba
compuesta por mexicanos y colombianos, los realistas se hubiesen visto
obligados a dividir sus fuerzas colocándolo en una situación de desventaja.
Esta cancelación coincidió con el fin de las
operaciones contra la piratería en el mar Caribe por parte de EE.UU., las
capitulaciones realistas de Chiloé el 18 de enero y del Callao el 23 de enero
de 1826, la negativa estadounidense de extender la guerra de independencia a
Cuba y Puerto Rico (Venegas, Delgado, 2008:10) y el pronto inicio del congreso
anfictiónico de Panamá. Este estado de cosas nos lleva al congreso anfictiónico
de Panamá.
El congreso anfictiónico de Panamá se inició en junio
de 1826 en la sala capitular del convento de San Francisco con cuatro
convocados (Colombia, México, Centroamérica y Perú[35]) y la observación
británica y neerlandesa. El peso de la crisis financiera en curso se hizo
presente por la negativa de los asistentes a aceptar la recomendación británica
de pagar reparaciones a España para acabar con el conflicto. De manera general
se trataron las problemáticas siguientes:
“… renovación de los tratados de unión, liga y confederación;
publicación de un manifiesto en que se denuncie la actitud de España y el daño
que ha causado al Nuevo Mundo; decidir sobre el apoyo a la independencia de
Cuba y Puerto Rico, así como de las Islas Canarias y Filipinas; celebrar
tratados de comercio y de navegación entre los Estados confederados; involucrar
a Estados Unidos para hacer efectiva la Doctrina Monroe en contra de las
tentativas españolas de reconquista; organizar un cuerpo de normas de derecho
internacional; abolir la esclavitud en el conjunto del territorio confederado;
establecer la contribución de cada país para mantener contingentes comunes;
adoptar medidas de presión para obligar a España al reconocimiento de las
nuevas repúblicas; y establecer las fronteras con base en el uti possidetis de 1810[36].
Como se puede observar, el tema de Cuba y Puerto Rico
estaba en la preocupación de los asistentes por dos causas, es decir, la
existencia de refuerzos realistas en Cuba, y la necesidad británica y
neerlandesa de preservar el statu quo. El tema de la doctrina Monroe y
la defensa continental permitió a EE.UU. ser incluido en la génesis del
panamericanismo, pero en ese momento sus intereses estaban dirigidos a
preservar el statu quo. En relación con el cuerpo de normas de derecho
internacional sería un trabajo que desarrollaría posteriormente Andrés Bello
desde Chile[37].
Nos interesa destacar los aspectos político-militares propuestos por el
Mariscal Sucre como presidente de Bolivia por haber sido muy polémicos e
incidieron en el resultado del congreso. Estos aspectos fueron básicamente tres[38]:
·
La liberación de Cuba y Puerto
Rico. Esto se descartó por dos causas: en primer lugar, para no escalar en el
conflicto con España y para evitar que Estados Unidos se involucrara en el
Caribe español y, en segundo lugar, por el esfuerzo británico de disuadir a
Colombia y México de no emprender acciones militares contra España en Cuba y
Puerto Rico porque afectaría sus propios intereses, así como la de otra
potencia marítima en el área, es decir, Francia. Con respecto a este último
punto podemos decir que, al contrario de la tesis de Gosselman, los británicos
si creían que la expedición se podía ejecutar de forma eficaz.
·
El proyecto de armar un
ejército confederado de 60.000 soldados para salvaguardar la independencia de
los nuevos Estados y mantener operando una marina común estuvo dirigido a concretar
un plan de operaciones contra el Caribe español que cumpliese el rol de
disuadir a España de sus proyectos restauradores en la región. Este proyecto no
se concretó. Creemos aquí que las circunstancias económicas fueron
determinantes en el resultado.
·
La solución de los problemas
de límites entre Perú y Colombia por el tema de Guayaquil. Además, había otros
problemas limítrofes entre Centroamérica, por una parte, con México y, por la
otra, con Colombia. El primero desembocó en la guerra colombo-peruana, hecho de
por sí obligó a destinar a varias naves colombianas a operar en el océano
Pacífico haciendo pasar a segundo plano el escenario caribeño. Los dos segundos
problemas no escalaron lo suficiente, permitiéndole a los mexicanos mantener
las hostilidades sobre aguas cubanas mientras sus capacidades económicas se lo
permitieron.
El Libertador
Simón Bolívar se mostró decepcionado con los resultados de la congregación por
su inutilidad e ineficacia debido a que el germen de la discordia en y entre los
nuevos estados expresó la naturaleza de la operación de captura que se estaba
produciendo. Esta operación de captura se produjo con el mantenimiento del statu
quo porque la situación económica socavaría las capacidades militares
colombianas y mexicanas.
Casi dos meses después del Congreso Anfictiónico de
Panamá la escuadra realista al mando de Ángel Laborde partió de la Habana para
hostilizar las costas venezolanas y, en general, colombianas, pero esta fuerza
fue dispersada y severamente dañada por un huracán. Esta circunstancia trataría
de ser aprovechada por una escuadra mexicana comandada por el comodoro David
Porter quien, operando desde cayo Hueso (EE.UU.) se dirigió a la Habana para
tratar de interrumpir el tráfico marítimo realista, pero fue sorprendido por
una fuerza superior obligándolo a refugiarse en territorio estadounidense
generando un conflicto internacional entre España y EE.UU. que fue resuelto
diplomáticamente. Durante y después de este incidente, la fuerza naval mexicana
sufrió los efectos de la crisis financiera quedando diezmada para finales del
año 1827. A pesar de ello a inicios del año 1828 fueron enviados tres
bergantines para tratar de capturar un convoy realista, pero fueron derrotados.
La victoria de los realistas creó las condiciones de posibilidad para que, en
ese mismo año, Laborde realizara una nueva campaña de guerra para perturbar el
tráfico marítimo en aguas venezolanas (Río Chico, cabo Codera, la Guaira)[39].
La serie de incidentes, a pesar del esfuerzo realizado
por británicos y neerlandeses, forzaron a que la monarquía española enviase de
nuevo a Laborde para comandar una fuerza naval que proyectaría sobre México una
fuerza militar para intentar recuperar el virreinato en 1829. Esta expedición
terminaría en un rotundo fracaso. Con ello, las aguas del mar Caribe se
tranquilizarían en el año 1830 cuando Laborde condujo una fuerza naval para
defender los intereses españoles frente a Santo Domingo, en ese momento, bajo
dominación haitiana.
4.- Corolario
La vivencia de Manuel de la Carrera y Colina nos ha
permitido hacer un retrato de la situación estratégica en el mar Caribe entre
la batalla del Lago de Maracaibo y el Congreso Anfictiónico de Panamá. Gracias
a ello hemos podido hacer algunas precisiones y colocar la guerra de
independencia en Venezuela o mejor dicho de Colombia dentro de un contexto más
general como lo intentamos hacer en De la batalla naval del Lago de
Maracaibo a la liberación: la máquina de guerra marítima y el aparato de
captura liberal en aguas hispanoamericana. Esta generalidad partió del
concepto de espacio abstracto o espacio liso porque nos permitió unir lo que
pudo tener en mente el protagonista antes nombrado con el mar dentro en una
doble oposición: conservación - cambio y orden – caos.
De la Carrera fue un conservador que luchó, por una
parte, contra el cambio porque este no era producto de un hecho natural fue
producto de una imposición dentro de un contexto de incertidumbre y, por la
otra, por el mantenimiento de un orden dentro de un caos. Nos imaginamos cómo
pudo ser su vivencia en Cuba ante la angustia de la población que había huido
de Venezuela ante una posible invasión. También nos imaginamos que hubiese
hecho lo mismo que hizo en Venezuela durante más de una década, esto es
defender los suyos.
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Venegas
Delgado, H. (2008). “Los planes colombo-mexicanos de expedición conjunta para la
liberación de Cuba (1820-1827)”. San Juan, Instituto de Estudios del Caribe. Caribbean
Studies, vol. 36, núm. 1, pp. 3-23
[1] Según Oscar
de Rojas (1986), él ocupó los principales cargos en Coro. Participó
intensamente en la defensa de las armas realistas durante la guerra de
independencia en Venezuela, específicamente en la región de Trujillo y Coro durante
toda la guerra organizando fuerzas guerrilleras hasta que los vientos
desfavorables del conflicto lo empujaron junto con su familia a Puerto Cabello.
[2] Según el Archivo Militar de Segovia, se alistó el 01
de Julio de 1798 en Sevilla en el Batallón Infantería de Caracas a la edad de
16 años. La primera acción de guerra que figuró en su hoja de servicio fue en junio
de 1810, cuando fue hecho prisionero por haberse opuesto a la revolución de
Caracas. Luego de lograr escapar a Puerto Rico fue destinado a la provincia de
Coro a la orden del Batallón Infantería de la Reina. En el año 1814 asumió el primer mando de batallón y en el año 1815 el
general Pablo Morillo lo nombró comandante de un batallón del regimiento
Numancia. En 1819 participó en las campañas militares que se desarrollaron en
la Nueva Granada regresando a Venezuela en el año 1821. En el año 1821 participó
en la contra ofensiva realista que se llevó a cabo después de la batalla de
Carabobo. En el año 1822 fue nombrado 2° de Francisco Tomás Morales Capitán
General de Venezuela. Después de la capitulación en Puerto Cabello se dirigió a
la Habana y después a España, presumimos que inmediatamente después de Morales,
donde solicitó un consejo de guerra para salvar su honor militar. Fue absuelto.
Al parecer, según AHS murió a los 58 años de edad en el año 1840 en el proceso
de reclamación
de los intereses de un empréstito cuando residía en Ultramar.
[3] Ver
también: Alfaro (2013:356).
[4] Estimamos
que el conocimiento de la capitulación de Maracaibo lo tuvieron el 20AGO con la
llegada de Laborde y de la Calzada, aunque el general Páez le hizo llegar a
Manuel de la Carrera una copia de la rendición el día 28AGO.
[5] La
sentencia dada el 9 de marzo de 1833 por el Consejo de Guerra expresó lo
siguiente:
“...
el Consejo debió declarar y declara unánimemente al Brigadier D. Sebastián de
la Calzada absuelto é indemne de todos los cargos expresados anteriormente, y
que no le perjudiquen en ningún sentido a su buen nombre y reputación bien
adquirida el procedimiento seguido en esta causa; como también que es acreedor
a que S. M. [su majestad] se digne revalidarle el empleo de
Brigadier que por ella está pendiente, y mandar reintegrarle de los sueldos que
haya devengado durante la injusta persecución que aparece en los autos, en que
está plenamente justificada la falsedad de todas las imputaciones hechas a su
honor y carácter; y se patentiza que la defensa de la plaza de Puerto Cabello,
cuyo mando tomó legítimamente, no solo lo hizo hasta donde pudo conforme a
ordenanzas, y en consideración a las cortas fuerzas y limitados recursos con
que contaba, sino es que la llevó hasta el último extremo de obstinación y
heroísmo, tanto por su parte, cuanto por la de sus súbditos y honrado
vecindario, que sirvieron al Soberano con las más pura lealtad y decidido
patriotismo; declarando también al enunciado Brigadier merecedor, así por ella
como por sus anteriores y distinguidos servicios, de la noble prerrogativa del
aprecio del rey N. S. y de todos los españoles; y que se recomiende a
S.M. para las demás gracias que su augusta munificencia tenga
a bien dispensarle en remuneración de sus sobresalientes virtudes militares,
servicios importantes, honoríficas heridas y méritos contraídos en el curso de
sus dilatada carrera; suplicándole las haga extensivas a todos los militares y
demás individuos que contribuyeron a tan gloriosa defensa; y publicándose este
fallo con arreglo a ordenanzas y órdenes posteriores, para la más cumplida
satisfacción del interesado; a quien se le reserva el derecho de reclamar lo
que tenga conveniente contra los sujetos que calumniosamente intentaron
mancillar su honor Sevilla…” (AMS).
[6] Ver al
respecto: Blanco (2021).
[7] Sobre al
análisis de las fuerzas morales en Clausewitz, ver Aron (1993:181-197) y
Clausewitz (1832 [1989]).
[8] Blanco
(2016).
[9] Ver al
respecto: capítulo I y V en Blanco (Coord.) (2023).
[10] Ver al
respecto: Lucas de Grummond (Op. Cit.: 222_224) y O’Leary (XX, Op. Cit.:11, 135
y 343-344 y XXI:567))
[11] Esta nave
construida en la Habana en el año 1815 disponía de 20 cañones. Ver: https://bibliotecavirtual.defensa.gob.es/BVMDefensa/es/consulta/registro.do?control=BMDB20150210128
Además, tuvo una dilatada hoja de
servicios defendiendo la causa realista en Tierra Firme entre los años 1816 y
1820. En 1820 fue encontrada por Ángel Laborde en mal estado en Puerto Cabello
y al parecer fue reparada y enviada de nuevo a esa plaza (Marchena, 2020:30 y
63). Su comandante fue en ese entonces el teniente de navío Manuel María de
Forta. Sobre las operaciones que realizó esta nave, ver al respecto: Mercado
(2015). De igual forma, ver algunos datos cotidianos de la vida en la corbeta Bailén
en: León (1986).
[12] Esta
corbeta fue de origen inglés y adquirida bajo el mismo préstamo con que se
adquirió la corbeta Boyacá. Estaba armada con 20 cañones y estuvo comandada por
Fleury Bentley.
[13] Además de
la recepción de refuerzos en varias oportunidades, la defensa realista de San
Juan de Ulúa se apoyó en las disensiones internas dentro del bando
independentista y la carencia de una marina de guerra que pudiera desde el mar
bloquear a los realistas. Estas circunstancias permitieron a los realistas
bombardear al puerto de Veracruz en agosto de 1823 en momentos en que México se
había declarado liberal y Fernando VII había recibido el apoyo de la santa
alianza. La crisis peninsular también afecto la defensa de San Juan de Ulúa
sobre todo entre los años 1823 y 1824. Después, fueron las enfermedades, pero
aun así recibieron refuerzos que permitieron la rotación de defensores. En el
año 1825 el envío de refuerzos se redujo y ello hizo que aumentara el número de
enfermos. Esta situación sería la que determinaría la capitulación de la plaza.
En la capitulación como también veremos en Puerto Cabello, los realistas
pudieron abandonar la plaza con todos los honores, se atendieron a los
enfermos, se respetó la propiedad privada, se permitió a todo buque español
atracar en el puerto sin ser molestado hasta un plazo de 60 días y se facilitó
el envío de las tropas a la Habana para todos los que quisieran. Ver al
respecto: Ortiz Escamilla (2018).
[14] Esta nave
estuvo armada con veinte cañones y contó con una tripulación de 140 marineros.
Esta corbeta fue de origen inglés y adquirida ese año de 1823 mediante un
préstamo de ese país. Fue una de las cuatro corbetas adquiridas con el préstamo
inglés.
[15] Para el 30 de abril disponía de ocho cañones y estaba bajo el
comando del señor Mathews, pero como consecuencia de la varadura en Tucacas
tuvo que desprenderse de los cañones. No sabemos de su estado de alistamiento
para octubre de 1823
[16] Las
flecheras fueron embarcaciones menores usadas con gran eficacia en acciones
ofensivas, sobre todo de desgaste y defensivas para “batir” al enemigo en la
superficie marítima, costas, lagos y ríos. Sobre las flecheras ver: Escalante,
María (2023). “Flechera: breve historia de la pequeña combatiente que venció al
Imperio español en aguas caribeñas”. Caracas. En Épica naval Bicentenaria.
Editorial El Perro y la Rana. 130 p.
[17] El
nombramiento apareció en el periódico “El Venezolano” Nº 58, publicado en
Caracas el 1º de noviembre de 1823.
[18] Ver
también: Blanco (2004).
[19] Luego de su captura fue llevada para reparaciones y regresó a Puerto
Cabello al mando de Mateo
P. Game. Allí sería alistada y tripulada por 326 marineros para realizar en
1825 un crucero de guerra que la llevó a Barbados para luego integrarse a la
fuerza naval que se presentaría para realizar operaciones de hostigamiento en
el golfo de México y después a la fuerza naval que se dirigiría a Cuba. Según
Reza (2011), esta acción fue parte del tratado bilateral de naturaleza ofensiva
suscrito con México teniendo como norte los reductos españoles en el continente
y la proyectada liberación de Cuba y Puerto Rico.
[20] Aquí se
destaca el incidente naval en Puerto Rico (Fajardo) a finales de 1824. Ver al
respecto: Blanco (Coord.) (2023).
[21] Deavila y
Guerrero (2011:107-142). El libro de Gosselman es: “Viaje por Colombia” (“Resa
i Colombia aren 1825 och 1826”, publicado originalmente en 1827),
[22]
Ibíd.:373-374.
[23] La división Colombia que se encontraba
destacada en La Paz sería la que tardaría más en regresar (Ibíd.:150,
346-347)
[24] Según
O’Leary el comandante de esta operación sería inicialmente el irlandés Juan
Illingworth Hunt, pero él estuvo conduciendo las operaciones de bloqueo del
Callao hasta su caída a inicios del año 1826. Esta información fue confirmada
por Venegas Delgado quien agregó además que el segundo de dicha operación sería
Renato Beluche (2008:14).
[25]En este sentido se establecieron escuelas náuticas en Cartagena,
Guayaquil, Puerto Cabello y Maracaibo para preparar de manera urgente a las
tripulaciones que se necesitaban. De igual forma, se utilizaron a las fragatas Venezuela
y Colombia, así como las corbetas Ceres y Bolívar como
centros de formación embarcada entre los años 1825 y 1826 con el mismo
propósito expedicionario. Ver al respecto: Venegas (2008:15) y Etcheverry
(2007).
[26] Según Etcheverry
(2007) ambas de 2000 toneladas contaban con 30 piezas de a 32
libras y 30 piezas de a 42 libras). Sus esloras eran de 59 mts., manga de 14
mts, puntal de 10 mts. Los botes principales de la “Colombia” estaban bien
armados en guerra, cada uno de ellos con un cañón de bronce de a cuatro.
[27] Francisco
Tomás Morales partió para España en el año 1824.
[28] No sabemos
cuánto tiempo permaneció en Cuba Sebastián de la Calzada, pero Manuel de la
Carrera y Colina echó raíces en esa isla, por lo que creemos que tuvo que ver
con el dispositivo de defensa.
[29] Estas naves fueron adquiridas por Colombia gracias al “empréstito
inglés” de 24 millones de pesos en agosto de 1824. Según Gosselman ambas naves
estuvieron comandadas por el capitán comodoro Carl August Gyllengranat. En
enero de 1826, el gobierno colombiano decidió no recibirlos debido a que “no
cumplían con las especificaciones acordadas” (Maita II, 2023:77 y Etcheverry, 2007).
[30]Según Etcheverry (2007) en la escuadra sueca su armamento era de 60 ó 62
cañones, compuesto por 26 piezas de a 24 libras, 28 de a 18 libras y 8 de a 6 u
8 libras. Su eslora 49,6 mts., manga de 13,59 mts. y calado de 5,79 mts.
[31]Según
Etcheverry (2007) en la escuadra sueca contaba con 26 piezas de a 24 libras y
14 de a 8 libras. Su eslora 47,8 mts., manga de 11,9 mts. y calado de 5,4 mts.
[32] O’Leary, XXIII, 377-378. Por otra parte, según Venegas Delgado, la
fuerza mexicana estaría compuesta por alrededor de 22000 hombres y el plan
general consistía en armar a los independentistas (2008:16).
[33] Según
Venegas Delgado, México desde el año 1823 había llevado a cabo un proceso de
incremento de su flota. Mediante adquisiciones en EE.UU. Para el año 1824 ese
país norteamericano había logrado ingresar a su escuadra catorce navíos de
diferentes tipos (2008:06).
[34] Sobre las
condiciones de la armada colombiana en ese período ver: Maita, J. (2023).
[35] Bolivia y
EE.UU. no llegaron a tiempo para el congreso.
[36] López (1889:220).
[37] Ver al
respecto: Blanco (2021).
[38] Hubo otro relativo a los problemas de
límites que al final de cuentas involucró al Mariscal Sucre, es decir, el
problema de límites entre Perú y Colombia por el tema de Guayaquil. Además,
había otros problemas limítrofes entre Centroamérica, por una parte, con México
y, por la otra, con Colombia.
[39] La esta
campaña estuvo dirigida a capturar el buque de guerra mexicano de origen
realista denominado “Asia” que había hecho escala en la isla Margarita y había
operado en el océano Pacífico contra las fuerzas independentistas en el año
1824 y después de un motín se dirigieron a aguas mexicanas integrándose a la
naciente marina mexicana.
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