sábado, 2 de marzo de 2024

EL COMANDANTE COMO SERVIDOR. EL MAR COMO MEDIO PARA EL EJERCICIO DE UNA FILOSOFÍA PRÁCTICA

 


 POR GUSTAVO SOSA LARRAZABAL

Un buen liderazgo casi siempre hace que las personas terminen siendo lo que se espera de ellas. Si las tratas como si esperaras que destaquen, que sean hombres y mujeres de integridad y honor, que trabajen con todo su corazón por su buque, entonces lo harán. Es así de simple.

Almirante James Stavridis, US Navy.

 

Asumir el comando de un buque de guerra implica poseer un cúmulo de conocimientos y experiencias operativas muy amplias en disciplinas muy variadas, tales como liderazgo, administración de recursos humanos, navegación marítima, tácticas navales, hidrografía, meteorología, plantas navales, maniobra de buques, sistemas de armas navales, gerencia, derecho internacional marítimo, … y pare Ud. de contar.

Es por ello que, muchas Marinas planifican cuidadosamente la formación de los oficiales que están destinados a ejercer el Comando de sus unidades flotantes, y los van avanzando en sus carreras a través de cursos y cargos que los exponen a esos conocimientos y a sus respectivas experiencias operativas. Es más, algunas Marinas consideran el asunto de tal importancia y complejidad, que también les imparten un curso diseñado específicamente para la clase de buque que van a comandar. Por ejemplo, el curso destinado a los futuros comandantes de los Destructores clase Arleigh Burke dura ocho meses!

Durante mis años de servicio naval, mi experiencia operativa fue construida a través de los once años de servicio a bordo de diversas unidades flotantes de la Armada de la República de Venezuela (ARV) en el siguiente orden: Jefe de la División de comunicaciones del Destructor Almirante Brión (D-23), Jefe de la División de Guerra Antisubmarina del Destructor Aragua (D-31), Jefe del Departamento de Cubierta y Segundo Comandante del Patrullero Petrel (P-05), Jefe del Departamento de Armamento del Destructor Carabobo (D-41), Comandante del Patrullero Constitución (P-11), Segundo Comandante de la Fragata General Soublette (F-24) y Comandante de la Fragata General Salom (F-25).

Como complemento indispensable a esa experiencia operativa, hice cursos y desempeñé cargos en tierra, en el siguiente orden temporal: Curso de Especialización de Armamento para Oficiales en la marina brasilera con duración de setenta y dos semanas, curso en fábrica del sistema de armamento constituido por la Consola NA-10, el radar Orión 10X y el cañón 76/62, Instructor Jefe de la Escuela de Armamento, Jefe Académico y Jefe de la División de Planes y Evaluación, todos en las Escuelas Técnicas del Centro de Adiestramiento Naval (CANES), Jefe del Departamento de Armamento de la Misión Naval Venezolana en Italia durante la construcción de las Fragatas Clase Mariscal Sucre, Curso de Estado Mayor Naval en la marina brasilera y Jefe de Departamento de Adiestramiento del Comando de la Escuadra.

La entrega del comando de la Fragata General Salom cerró el ciclo de cargos a bordo en mi carrera naval, siendo a continuación enviado a efectuar el curso en el Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional (IAEDEN), y posteriormente a los siguientes cargos en tierra: Director de Armamento de la Armada, Comandante de la Aviación Naval, Comandante del Centro de Adiestramiento Naval (CANES) y Jefe de Administración de Personal de la Armada. Pasé a retiro con el grado de Contralmirante el 23 de junio de 1993 por propia solicitud.

Mis primeras dos experiencias operativas se desarrollaron a bordo del Destructor Brión como jefe del departamento de comunicaciones y a bordo del Destructor Aragua como jefe del departamento de guerra antisubmarina. En ninguna de esas unidades flotantes pude satisfacer mis expectativas operativas como joven oficial recién graduado, ya que en ninguna de ellas funcionaba el sistema de dirección de tiro de la artillería principal, y además presentaban continuas averías en sus maquinarias, por lo que pasaban la mayor parte de su tiempo atracadas en el muelle de la Base Naval de Puerto Cabello.

Mi tercera experiencia operativa, pasada en el Patrullero Petrel (P-05), fue una delicia ya que ese pequeño combatiente me puso en contacto cercano con la tripulación y pude apreciar su comportamiento cuando hay un conocimiento mutuo y saben lo que se espera de ella. También me puso en contacto muy cercano con el oleaje caribeño y con las costas venezolanas, proporcionándome una experiencia marinera que sentía correr por mis venas. Y a veces por mi estómago.


La tripulación constaba de cuatro oficiales, cuatro suboficiales, cinco sargentos y treinta marineros. La unidad era muy sencilla de operar con su propulsión diesel, un radar de navegación, un cañón de 76 mm en proa y un montaje de 40 mm en popa, ambos de operación manual. Todos los equipos funcionaban correctamente, y el personal asignado a las diferentes áreas técnicas del Departamento de Cubierta cumplía sus deberes satisfactoriamente. Así, decidí asignar más tiempo a mi rol como Segundo Comandante y a sus labores en la gerencia del personal. Me dediqué a conocer personalmente cada uno de los tripulantes para entender su situación y motivaciones individuales, por lo que frecuentemente recorría el patrullero de proa a popa, conversando sobre asuntos personales y del servicio; recalcando la importancia del trabajo en equipo y de las tareas que cumplíamos como guardacostas en tiempo de guerrillas, citándoles como ejemplo el desembarco de guerrilleros cubanos y venezolanos en Machurucuto el 8 de mayo de 1967.

Al desembarcarme del Petrel fui enviado a Brasil para realizar un curso de especialización de armamento para oficiales con duración de setenta y dos semanas, y al regresar se me indicó que viajaría a Italia para efectuar los cursos en fábrica del nuevo sistema de armamento tipo NA-10, Radar Orión 10X y cañón 76/62, que estaba siendo instalado en los Destructores Clemente y Morán. Posteriormente asumiría el cargo de Jefe de la División de Armamento del Destructor Clemente.

Sin embargo, cuando recién finalizaba los cursos en Italia y me preparaba para recibir el Departamento de Armamento del Destructor Almirante Clemente, fui nombrado sorpresivamente para el Departamento de Armamento del Destructor Carabobo.

Así que lie mis bártulos y tomé un vuelo hacia Charleston S.C. para embarcarme en el USS Beatty (DD-756), un destructor de la clase Allen Sumner que había entrado en servicio en la marina estadounidense el 31 de marzo de 1945 y había sido adquirido por Venezuela el 14 de julio de 1972 y bautizado como ARV Carabobo (D-41).

Al embarcarme en el Carabobo, el motivo del cambio se hizo claro. El sistema de control de tiro MK 37 de la artillería principal del USS Beatty era exactamente igual al instalado en los Contratorpederos clase P de la Marina Brasilera, que fueron originalmente destructores de la clase Fletcher, cedidos al Brasil por el gobierno estadounidense. Ese sistema, compuesto por un director de Tiro MK 37, un computador electromecánico MK 1A y un radar AN-SPG 25, se estudiaba en profundidad en el curso de armamento que había realizado en ese país. En el Carabobo me sentí técnicamente como en casa y, cuando recalamos en Puerto Cabello, después de realizar un periodo de adiestramiento en la Base Naval de Guantánamo, la Unidad estaba lista para operar su armamento, lo que no quiere decir que estábamos listos para el combate naval.

En marzo de 1974 viajé a Inglaterra en un C-130 de la FAV con la finalidad de recibir el comando del patrullero Constitución (P-11), primero de un grupo de seis patrulleros (3 cañoneras y 3 misilísticas), que estaban siendo construidos en los astilleros de la Vosper Thornycroft en la ciudad de Portsmouth. Estaba acompañado por un oficial y algunos suboficiales y sargentos que formarían parte de mi tripulación.  Todos nos incorporamos a la Misión Naval Venezolana que supervisaba la construcción y alistamiento de los seis patrulleros y participamos en las pruebas de puerto y de mar de la P-11, que en ese momento se estaban efectuando.

El 15 de agosto de 1974 recibí el comando del Patrullero Constitución en una ceremonia muy simple realizada en el puerto de Portsmouth y presidida por el Vicealmirante Armando Pérez Leefmans, Comandante General de la Marina. No hubo discursos. La tripulación se encontraba formada en el muelle. Yo me adelanté, le recibí el pabellón nacional, se lo entregué al segundo Comandante, quien lo izó en el mástil de popa. En ese momento me transformé en un Comandante de un buque de guerra de la Armada de la República de Venezuela. Sentía algunas cosquillas en el estómago.

Ya habíamos preparado un borrador del manual de organización y comenzamos a practicar los roles de maniobra, desde el puente y desde el servomotor, de guardia de mar, de incendio, de colisión y de combate, primero en puerto y después en la mar. A la semana evaluamos que la tripulación se encontraba lista, e iniciamos frecuentes salidas a un ancho canal de aguas profundas entre el puerto de Portsmouth y la isla de Wight llamado “Spithead”, donde se habían realizado todas las pruebas de mar de la plataforma.

Durante ese periodo sufrimos dos accidentes. El primero sucedió cuando nos encontrábamos atracados en muelle y disfrutábamos de un sabroso almuerzo preparado por nuestro excelente cocinero, cuando de repente sentimos un fuerte ruido y una vibración que estremeció nuestra unidad. Corrí hacia la cubierta de popa y me encontré que un patrullero construido por la Vosper para una Marina del Medio Oriente, en su maniobra de atraque al regreso de sus pruebas de mar, había clavado su roda de proa en nuestro espejo de popa. Sin pensarlo mucho salté al muelle y me dirigí raudo hacia el “agresor”. Yo lo conocía ya que él había sido el capitán de la P-11 durante las pruebas de aceptación. Sin embargo, pude afortunadamente controlarme al observar que él se encontraba mas horrorizado que yo enfurecido. Entonces para calmar la situación le dije algo así en inglés: “¿Es esto una declaración de guerra a la marina venezolana?”. Esa reacción fue instintiva, pero me trajo un aprendizaje: Un Comandante de una unidad de guerra siempre debe guardar su compostura. Pasada una hora me visitó el director del astillero y me presentó sus disculpas. El equipo de técnicos que lo acompañaba inició de inmediato la reparación y en la mañana del tercer día la P-11 lucía un espejo de popa nuevo.

Del otro accidente yo fui el único responsable y sucedió en una de las muchas maniobras de atraque al regreso de los ejercicios de buque independiente que realizábamos en el Spithead. Para entrar al puerto (que es también una base naval) había que solicitar obligatoriamente un piloto que, al embarcarse en la boya de entrada, se le decía que el Comandante haría la maniobra, pero que lo avisara si se presentaba alguna situación de peligro. En ese momento se nos asignaba el muelle donde atracaríamos. En esa oportunidad cambiaron nuestro muelle habitual y nos indicaron que nos abarloáramos a un viejo remolcador cuyo casco estaba en pésimo estado de mantenimiento y no tenía defensas en su costado. En ese momento el piloto me recomendó que solicitara un cambio de muelle. Pero el ego de un Teniente de Navío Comandante se infló repentinamente y decidí realizar esa maniobra. El resultado fue una defensa dañada y una pequeña abolladura en el casco. Al día siguiente llamé al director del astillero quien envió el personal y material necesario para la reparación del casco. Ah… y una defensa nueva.

De esa experiencia quedaron dos enseñanzas fundamentales. La primera es que el Comandante de un buque de guerra debe mantener su ego guardado en la caja fuerte.

La segunda es que un Comandante se convierte en un maestro en la maniobra de su buque, cuando nunca lo coloca en una situación que requiera un maestro en la maniobra de su buque.

Permanecimos en Portsmouth haciendo las pruebas de los equipos del sistema de combate, a saber, Consola NA-10 Mod 1, Radar Orión 10X, cañón 76/62 y radar de superficie SPQ2D. Para las pruebas de los equipos electrónicos se utilizó como blanco aéreo, una avioneta alquilada piloteada por el jefe de máquinas de la unidad. Terminadas las pruebas navegamos unas 80 millas hasta la Base Naval de Portland donde realizamos un adiestramiento básico de dos semanas con la Real Marina Británica. De allí volvimos a Portsmouth, donde nos esperaba el Patrullero Independencia (P-13) para ultimar los detalles del regreso a Venezuela, en la ruta Portsmouth, Lisboa, Canarias, Cabo Verde y Puerto Cabello. Fue en ese momento que nos enteramos que el Comando de la Armada había ordenado que hiciéramos rendezvous en Las Palmas de Gran Canaria con el submarino Carite (S-11), que nos acompañaría durante el cruce del Atlántico.

El conocimiento y la experiencia adquirida en los cursos y cargos que desempeñé antes de recibir el comando de la P-11, me facilitaron la implantación de una política de personal semejante a la que manejaba en el P-05, pero agregándole dos factores. El primero es que permitía que mis subordinados directos realizasen las maniobras del patrullero y cumpliesen sus tareas con una intervención mínima de mi parte, a menos que observara alguna falta de práctica, de conocimiento o de ambos. El segundo es que, en esos casos, pasaba a cumplir funciones de instructor, cuyo objetivo final era servir como facilitador en la formación activa de nuevos comandantes, de nuevos líderes.

Un caso anecdótico se presentó unas semanas antes del zarpe hacia Lisboa, cuando con mi cara más seria le pedí al Jefe de Operaciones y Logística, que me trajera el inventario del material que teníamos para realizar la navegación astronómica. Se puso de todos los colores del arcoíris. No pude contener una sonrisa, y le entregué el cuaderno de navegación que yo había redactado durante los seis meses que me desempeñé como oficial de navegación en adiestramiento en el buque escuela brasilero Custodio de Melo, durante el viaje de fin de curso. Allí se detallaban, el material, la rutina y todos los procedimientos, paso a paso, para realizar la navegación astronómica de un buque. Le ordené adquirir de inmediato lo faltante (recuerdo que carecíamos de las tablas HO 229) y que se preparase para iniciar, diariamente en muelle, las prácticas de navegación astronómica durante el crepúsculo vespertino. (No teníamos horizonte, pero lo que importaba era el procedimiento). Lo acompañé durante las primeras prácticas en puerto y las primeras durante la navegación. Con el tiempo se fueron incorporando algunos tripulantes que también querían participar, convirtiéndose esa actividad en un elemento integrador de la tripulación durante toda la navegación de cinco mil setecientas catorce millas hasta Puerto cabello.

Al recalar a la Base Naval de Puerto Cabello el 19 de diciembre de 1974, acicalamos las unidades y a seguir nos dirigimos hacia La Guaira, donde fuimos recibidos por el Presidente de la República el día 22 de diciembre.

Durante ese tránsito surgió un hecho que marcó el empleo de los patrulleros para siempre. Cuando se ordenó una velocidad de 20 nudos, resultó que no podíamos aumentar la velocidad más allá de 15 nudos ya que el sistema de protección de sobrecarga de los motores lo impedía. La velocidad máxima contractual era de 27,5 nudos, pero era alcanzada con el patrullero cañonero a media carga. Por esa razón, cuando se hizo la prueba de aceptación de velocidad máxima, el astillero puso la unidad a media carga y se alcanzó la velocidad estipulada. Esa información no era del conocimiento del comando de las unidades, que al llegar a Puerto Cabello, embarcaron combustible a máxima capacidad. Estoy escribiendo estas líneas cuando ya se pasaron 48 años de haber recibido el comando de la P-11, por lo que solo me parece apropiado presentar los hechos para el aprendizaje.

Desde que llegamos a Puerto Cabello, el concepto de empleo que le propuse al Comando del Escuadrón para los patrulleros cañoneros, fue que ellos no eran para patrullar, sino para combatir contra unidades navales tipo corbeta o destructor ligero, presentes en marinas del mar Caribe. Y en ese rol fuimos empleados en los ejercicios de Escuadra que se realizaban mensualmente.

Recuerdo que en uno de esos ejercicios, aproamos un destructor de la clase Nueva Esparta al norte del archipiélago de Los Roques, empleando máxima velocidad, disparando nuestro cañón (simulado) y efectuando zigzags alternados 20º a cada banda sobre la marcación relativa de 000º del destructor, cada vez que observásemos que disparaba sus cañones. La duración del Zigzag era igual a la duración estimada del tiempo de vuelo del proyectil enemigo. Esta táctica descrita arriba fue ejecutada a pepa de ojo, pero tiene alguna lógica contra naves armadas solo con artillería, y se podría perfeccionar creando modelos matemáticos computarizados para determinar los parámetros que proporcionen la mejor probabilidad de éxito al Patrullero. Experimentar con esa maniobra de ataque generó gran motivación en la tripulación, creando un sentimiento de misión alineado con los objetivos del comando. Y ese era uno de mis objetivos. En ese mismo ejercicio vectorizamos tres aviones Camberra de la Fuerza Aérea que también atacaron el mencionado Destructor.

A finales de enero de 1976 fui transferido del comando del Patrullero Constitución (P-11), y como señalé anteriormente, eso inició una cadena de cargos que duró unos cinco años en las siguientes unidades de tierra: Escuelas Técnicas del Centro de Adiestramiento Naval (CANES), Misión Naval Venezolana en Italia, Escuela de Guerra Naval, y Comando de la Escuadra.

Mi próximo destino me regresó a Italia en diciembre de 1981 como Segundo Comandante de la Fragata General Soublette (F-24). Me presenté a bordo faltando unas tres semanas para la entrega y, en común acuerdo con el Comandante, me fijé dos objetivos primordiales. El primero fue conocer y ser conocido por el personal (lo que llamaba estrategia P-05). El segundo fue organizar el funcionamiento del Centro de Informaciones de Combate (CIC) de la fragata, para que la unidad pudiese adoptar la doctrina del Comandante de la Guerra Compuesta, de modo que pudiese operar maximizando sus capacidades. De esa actividad fue elaborado un manual que posteriormente se distribuyó a todas las fragatas.

Tenía un poco más de dos años como Segundo Comandante de la F-24, cuando el 27 de febrero de 1984 fui nombrado Comandante de la fragata General Salom.

En mi discurso de posesión del cargo presenté los cinco objetivos comunes que serían las columnas de mi gestión: Operar la Fragata maximizando sus capacidades, apoyar el crecimiento profesional de cada tripulante, proporcionar a cada tripulante un trato justo y humano, mantener un alto grado de alistamiento del material y mantener un alto grado de limpieza. Y mientras los enumeraba en mi discurso, me invadió un sentimiento, mezcla de alegría porque ese día se iniciaba el sueño de ser Comandante de una fragata, y de tristeza porque al despertar parecería que sólo fue hasta mañana. Esa realidad de saber que el comando de la Fragata General Salom sería mi último cargo a bordo, me hizo reafirmar que lo tendría que disfrutar de la manera como yo lo había aprendido durante toda mi carrera: Siendo un Comandante que se realiza sirviendo a su tripulación, sirviendo a su Unidad, sirviendo a su Armada y sirviendo a su Patria. Si esta visión del Comandante como un servidor no se hace propia, y se piensa que el comando es para ser servido, se será siempre un reyezuelo vistiendo un uniforme invisible confeccionado con la más fina seda, pero desnudo ante la tripulación.

En la tarde del mismo día de la ceremonia de recepción del comando, zarpamos hacia Puerto La Cruz y, al inicio del tránsito, embarcamos un helicóptero para iniciar, desde allí, un Ejercicio de Buque independiente (EBI). No hay nada mejor para iniciar una buena relación con la tripulación, que hacerse a la mar el mismo día de la ceremonia y pasar revista al personal mientras ocupa sus puestos de guardia de mar.

En el momento del zarpe soplaba un fuerte viento que mantenía la Salom pegada al muelle, donde aún permanecían algunos oficiales observando la maniobra. Ante esa situación no dudé un solo segundo en solicitarle a la capitanía de puerto el envío de un remolcador para que me separara del muelle. Algún tiempo después escuché comentarios que insinuaban mi impericia por haber usado un remolcador. Lo que no saben esos opinadores de oficio es que el ego del Comandante estaba en la caja fuerte y no necesitaba demostrarle al público de galería, cuan maestro era yo si, para ello, se requería aumentar el riesgo de accidente al maniobrar en esa situación sin un remolcador. Los ejercicios finalizaron dos semanas después en Maracaibo.


Durante el tiempo del ejercicio de buque independiente, inicié mi rutina de pasar una o dos revistas diarias a toda la unidad para observar de cerca su funcionamiento desde el punto de vista de su operatividad y de su habitabilidad, a fin de identificar aspectos que pudiesen mejorar su funcionamiento y el bienestar del personal.

Desde el punto de vista de la operatividad, había recibido la unidad con el radar de detección aérea RAN 10 S inoperativo y los técnicos de a bordo y de la Base Naval venían trabajando en la búsqueda de la falla desde hacía varios meses, sin haber logrado identificarla. Todos los días pasaba por el local del radar y siempre me decían lo mismo: El radar está funcionando bien, pero no detecta aviones. Y me mostraban los diagramas de búsqueda de fallas y parecía que tenían razón. Ante esta situación y la cercanía de la operación UNITAS XXV, llamé por teléfono al presidente de la compañía Selenia, fabricante del radar, quien me envió un técnico desde Italia, que en treinta minutos solucionó la falla, que consistía en que el tornillo de focalización de la antena del radar estaba mal graduado, haciendo que el haz del radar apuntase noventa grados hacia arriba.

Desde el punto de vista de la habitabilidad, yo normalmente almorzaba en la cámara de oficiales,  visitaba diariamente al menos un sollado y algunas veces hice la cola con un menaje en el comedor de marinería. Eran oportunidades para compartir con todos los tripulantes como seres humanos, y comprobar de manera directa que en el fondo, tenemos todos las mismas necesidades básicas.

De esas revistas y conversaciones con la tripulación emergió como prioridad el asunto de la alimentación y la necesidad de mejorarla. Como bien lo decía Maslow, las necesidades de orden superior sólo se pueden lograr si se satisfacen primero las necesidades básicas. Y una de ellas es una alimentación de buena calidad, factor muy importante para mantener la moral y el rendimiento de la tripulación.

Es por ésto que me propuse examinar las alternativas de cómo y dónde intervenir para mejorarla, tomando en cuenta que desde los años 80, estaba vigente en la Armada el sistema de menú único para todas las Unidades, por lo que cualquier iniciativa debería estar enmarcada en ese contexto. Finalmente se decidió que las posibles áreas de intervención serían: El adiestramiento del personal de cocina, la confección de los alimentos, el mantenimiento de los equipos de cocina, la disponibilidad de los utensilios de comida, los ambientes de las diferentes cámaras y la limpieza de los locales de cámara y cocina.

Algunas de esas áreas ya estaban contempladas en la política del comando, por lo que nos concentramos en mejorar el adiestramiento del personal de cocina y la confección de los alimentos. Para ello, se coordinó un curso de cocina con el Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE), que nos envió dos instructores que durante dos meses dictaron un curso que bautizamos como “todo sobre cocina”, y gracias al cual se pudo lograr una mejora en la calidad de las comidas, haciendo un mejor uso de los ingredientes que disponíamos.

Si quisiera resumir mi gestión como Comandante de la Fragata General Salom (F-25) diría que participamos con éxito en todas las operaciones especificadas en el Plan Básico de Operaciones de la Escuadra, además de dos operaciones combinadas UNITAS partiendo de Puerto Rico, una operación VENBRAS con la marina brasilera con puerto base en la ciudad de Fortaleza en el nordeste de ese país, la operación JAPVEN, donde por primera vez la Armada venezolana realiza unas maniobras con buques de la marina japonesa y una operación especial en el mar caribe septentrional con buques del Escuadrón de cruceros y Destructores Nº 8 de la Marina de los Estados Unidos de América, cuyo buque insignia era el crucero Ticonderoga, además del acorazado USS New Jersey.

Durante la operación VENBRAS, la tripulación de la SALOM tuvo la oportunidad de realizar, por primera vez, una transferencia de combustible en la mar. Cuando estábamos listos para recibir combustible, el oficial de puente realizó la maniobra de posicionamiento a unas quinientas yardas a popa del tanquero de la marina brasilera MARAJÓ y en esa posición esperamos que nos autorizasen la aproximación. Cuando llego la señal ejecutiva de iniciar la maniobra que nos llevaría a unas cincuenta yardas del costado de babor del tanquero, el oficial de puente no reaccionó pensando que el Comandante haría la maniobra.

Yo tenía muchas ganas de hacerla, porque en toda mi carrera nunca había realizado una maniobra de transferencia en alta mar. Pero también pensaba que la SALOM sería mi último cargo a bordo y que la experiencia sería más provechosa para el teniente que estaba como oficial de puente, quien aún tenía enfrente varios años de carrera en la mar.

Pero, además, en ese instante pensaba que mis deseos no podían estar por encima de mi concepto del Comandante como servidor… en la belleza de la renuncia… en los vapores de la fantasía terrenal… en ser mi propio dueño. Y le dije algo así: ¿Que estas esperando?… Tú estás de guardia de puente… Ésta es tu maniobra… Él la realizó a la perfección y, mientras lo felicitaba, me sentí más Comandante que nunca.

 Antes de concluir está narración, no puedo dejar de señalar que una Marina de Guerra operativa es un excelente instrumento de política exterior y, en tiempos de paz, es la tarjeta de presentación de cualquier país marítimo. El Mar Caribe nos obliga a aceptar esa situación geográfica y a mantener una Marina dimensionada convenientemente para actuar con excelencia en ese inmenso teatro acuático donde residen nuestros principales intereses estratégicos.

Esas consideraciones me permiten afirmar que Venezuela fue bien servida por la SALOM cuando, terminadas algunas de las supracitadas operaciones, se recibieron a bordo cartas del Comodoro David Jeremiah, Comandante del Grupo Ocho de Cruceros y Destructores de la Marina Norteamericana, embarcado en el USS Ticonderoga quien, en una larga correspondencia, nos manifestó “ Yo disfruté mi visita a su limpio y profesionalmente operado buque” y mencionó que la Marina venezolana seria invitada a participar en el ejercicio READEX 2-85, del 5 al 25 de julio en las áreas de operación de Puerto Rico, y del Contralmirante Masami Ogawa, Comandante de la Escuadra de Entrenamiento del Japón, quien al despedirse, nos entregó una carta, donde manifestaba “Hemos culminado exitosamente los primeros ejercicios combinados y productos (sic) de la cooperación entre las Marinas Venezolana y Japonés (sic). Tan brillante resultado es debido a su entusiasmo y seriedad profesional…

Al desembarcarme de la F-25, el millaje de mi odómetro particular marcaba un recorrido de veinte mil quinientos cuarenta y cinco millas navegadas.

 

jueves, 15 de febrero de 2024

PASADO Y PRESENTE DE LA FILOSOFÍA ANALÍTICA

 


La filosofía analítica fue una corriente de pensamiento que surgió a finales del siglo XIX y principios del siglo XX como respuesta a la necesidad de establecer argumentos claros y críticos dentro de un contexto signado por la profunda transformación que estaba viviendo la ciencia. Para ello se enfocó en el proceso para establecer conceptos y enunciados. Esta corriente se basó en el análisis conceptual del lenguaje a través de la lógica formal creada por George Boole, Gottlob Frege, Bertrand Russell y Alfred Whitehead, Charles Sanders Peirce, George Edward Moore, Ludwig Wittgenstein y otros miembros que integraron el Círculo de Viena. Sus creadores sostenían que muchos problemas de la filosofía de esa época podían ser resueltos a través de la reflexión rigurosa y sistemática de la aplicación de conceptos y del uso del lenguaje. Este proceso fue posible gracias al desarrollo de la lógica formal, es decir, el establecimiento de un universo del discurso y de un conjunto total de referencia.

La lógica formal es una rama de la filosofía y las matemáticas que, por intermedio de símbolos y esquemas, se enfoca en determinar cuáles son las formas válidas y correctas de los razonamientos matemáticos y científicos independientemente del contenido particular del razonamiento a través de reglas de inferencia definidas. A partir de estos elementos analiza y estudia todos los recursos del lenguaje y la semántica, para poder llegar a una conclusión de forma precisa y rigurosa. Además de la lógica formal existe una lógica informal que, al contrario, es subjetiva, no funcionan a través de reglas de inferencia precisas y se usa en los procesos de razonamiento cotidianos.

Teniendo presente esta rigurosidad otorgada por la lógica formal, las principales características de la filosofía analítica están relacionadas con:

·         Un especial interés en el estudio del lenguaje y el análisis lógico de los conceptos.

·         Una posición tendencialmente escéptica en relación con la metafísica, aunque, como veremos, en la actualidad hay un proceso de convergencia.

·         Una conexión con la tradición empirista (empirismo lógico), tanto en espíritu, estilo, foco y análisis filosófico.

·         Un autoproclamado fundamento en la física que se orienta a la investigación científica a pesar de que la física moderna actual ha hecho que considere aspectos de la experiencia humana relacionados con la subjetividad a pesar de su contra.

·         Una contraposición respecto a otras tradiciones filosóficas como la denominada filosofía continental y otras filosofías orientales[1], aunque, como veremos, desde la filosofía del proceso se ha buscado un punto de confluencia en la propuesta metodológica de los filósofos Gilles Deleuze y Félix Guattari que se apoyaron de los últimos avances de la matemática y de la física de finales del siglo XX y del físico de plasma espacial y filósofo del proceso T. Eastman quien, en la actualidad, se ha apoyado en la física moderna (cuántica) y en la hermenéutica para dar cuenta de la realidad.

La filosofía analítica, así como su antecedente el empirismo lógico, tuvo una máxima receptividad en el mundo anglosajón, específicamente en países como Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda, aunque también se han creado corrientes en el mundo escandinavo, e incluso en Alemania y Austria. De igual forma, ha sido objeto de críticas por su enfoque en el análisis conceptual del lenguaje a través de la lógica formal, lo que ha llevado a que algunos filósofos la consideren como una disciplina limitada y reduccionista. Otros han destacado su carácter demasiado técnico y especializado, lo que la hace inaccesible para el público en general. También se ha argumentado que ella no se preocupa lo suficiente por otros aspectos de la experiencia humana, como las emociones y la subjetividad. Por ello la filosofía analítica ha evolucionado con el tiempo y ha tendido a fusionarse con otras ramas filosóficas, especialmente, la filosofía de mente y la filosofía de la ciencia, evidenciándose así la confluencia antes indicada.

Teniendo presente lo antes indicado vamos a examinar la tradición empirista que tiene su fundamento en el empirismo lógico, luego vamos a examinar su fundamento en la física hasta la irrupción de la física moderna, luego analizaremos los problemas epistemológicos actualmente presentes (Kuhn, Foucault-Deleuze y Agamben) y, finalmente, examinaremos las tendencias actuales.

1.- Los fundamentos del empirismo lógico

El empirismo lógico, también llamado neopositivismo o positivismo lógico, fue una corriente filosófica que surgió a inicios del siglo XX caracterizada por atenerse a un estricto empirismo y la sistemática utilización de la lógica matemática. Como proceso fue el efecto de una serie de inquietudes que aparecieron a finales del siglo XIX como consecuencia de la crítica que se hizo a una manera de entender la filosofía en momentos en que se estaban produciendo grandes descubrimientos científicos. Consecuentemente, vamos a exponer los antecedentes empirismo lógico y luego examinaremos al Círculo de Viena destacando sus contribuciones en sus comienzos

a.- Los antecedentes del Empirismo Lógico

En sus raíces dos elementos se destacaron en el empirismo lógico: la concepción de la verdad de Aristóteles y las contribuciones de Francis Bacon, Rene Descartes, David Hume, Immanuel Kant y Augusto Comte.

Con respecto a la teoría de la verdad enunciada por Aristóteles esta expresaba una correspondencia entre el decir y el ser: decir las cosas como son era sinónimo de un discurso verdadero que veremos también en Alfred Tarski.

En relación con el empirismo se puede afirmar que este pregonaba antes y después de Hume que la única fuente del conocimiento era la experiencia sensible. Pero junto con Hume, Kant también afirmó que el entendimiento humano se perdía en contradicciones cuando se “aventuraba más allá de los límites de la experiencia posible”.

En este sentido el sistema filosófico de Kant fue un intento de mediación y síntesis entre la postura racionalista y la empirista. Kant desarrolló el primer modelo interpretativo de las ciencias y para ello se fundamentó en dos teorías firmemente establecidas para la época: la geometría euclidiana y la mecánica newtoniana y se preguntó por la estructura esencial que se escondía detrás de estas teorías puesto que permitieron obtener nuevos conocimientos. Kant expresó que todos los enunciados tienen forma de juicios estableciendo cuatro tipos de ellos: dos lógicos y dos gnoseológicos (ver cuadro) tratando de justificar los juicios sintéticos a priori. Para Kant, en este sentido, la verdad podría haber sido el conocer todos los juicios sintéticos a priori. A partir de él se han mantenido dos corrientes de pensamiento: una que trató de mejorar los juicios sintéticos a priori y otra representada por los positivistas que trataron de negarla. La preocupación de Kant por la estructura esencial del conocimiento científico fue retomada a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, dando origen a una serie de corrientes que intentaron dar respuesta a estas inquietudes.

Augusto Comte fue un filósofo francés, cuyas obras dieron inicio propiamente a la corriente que se denominó positivismo. Esta corriente sostenía que el único auténtico saber era el saber científico caracterizándose por asumir una actitud crítica ante la filosofía tradicional, en especial la metafísica y por seguir un conjunto de reglas inmutables según el cual la realidad se manifestaba en los fenómenos; el nominalismo, según el cual el saber abstracto era el saber de cosas individuales generalizadas; la renuncia a los juicios de valor y a los enunciados normativos, por carecer de contenidos cognoscitivos y, finalmente, la regla de la unidad del método de la ciencia.

La principal aportación que hizo Comte al positivismo fue el criterio de que un conocimiento verdadero es un consenso entre humanos (Omnes, 1996:306). Comte expresó que

Toda ciencia, igual que todo individuo y aun la especie humana, pasa por tres estados: el estado teológico, cuando el hombre explica las cosas recurriendo a principios y fuerzas sobrenaturales y de carácter personal; el metafísico o abstracto, cuando el hombre sustituye lo sobrenatural por lo abstracto, y recurre a fuerzas y causas a modo de entidades ocultas que explican la naturaleza; y el científico o positivo, cuando el hombre, renunciando a un saber absoluto, se conforma con conocer las meras relaciones entre fenómenos, esto es, las leyes.

Con estos antecedentes podemos ahora hacer mención a las influencias considerando que todas convergieron hacia la conformación del Círculo de Viena. Según Pitter y Rincón las influencias provinieron de cuatro fuentes: Dos de carácter filosófico: el neopositivismo de Ernst Mach y la vinculación del empirismo con la lógica matemática, uno de carácter histórico y el ultimo de carácter instrumental. De acuerdo a este criterio se va a hacer una reseña de los aportes de los principales filósofos influyentes.

·          En lo concerniente al neopositivismo de Mach se tiene que este se originó por el rechazo a la división del conocimiento en especialidades separadas. Él desarrolló una filosofía que recibió el nombre de “sensacionalismo” o empirismo radical porque llamaba a las unidades últimas del conocimiento «sensaciones» o «elementos», equivalentes a las «ideas» e «impresiones» de los empiristas clásicos.

·          En la vinculación del empirismo con la lógica matemática destacó la figura de Ludwig Wittgenstein. Este autor expresó que su objetivo inicial fue “trazar un límite a la expresión de los pensamientos”. Hay tres elementos que se destacan en este esfuerzo: realidad, pensamiento y lenguaje. En relación con la estructura de la realidad Wittgenstein afirmó que el mundo es un conjunto de hechos. Estos hechos son atómicos, independientes, aislados, contingentes, que se pueden conocer al margen del universo. Los hechos son las combinaciones de objetos y la estructura del mundo lógico-matemática. Con respecto a la Estructura del pensamiento afirmó que es la que interpreta la realidad. En lo que concierne a la Estructura del lenguaje, afirmó que es la expresión perceptible del pensamiento, y se expresa en proposiciones. La proposición es el retrato lógico de la realidad. Cada hecho atómico sólo tiene una expresión correcta. Para Wittgenstein conocer toda la verdad sería conocer el mundo, pero, toda la realidad no es posible ser expresada mediante el lenguaje. Por ello también Wittgenstein expresó que “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”. La figura de Wittgenstein en su primera etapa de existencia estuvo asociada a la de Bertrand Russell. Las conversaciones que sostuvieron ambos autores permitieron que Russell formulara la concepción que denominó "Atomismo Lógico"[2]. Esta concepción se caracterizó por afirmar que toda la realidad era de una estructura similar a la wittgensteniana. El atomismo lógico pretendió sintetizar el empirismo y la lógica.

·          La vinculación de carácter histórico estuvo determinada por el desarrollo que tuvo la física a comienzos del siglo XX. En este sentido se destacan las contribuciones que hizo Alberto Einstein en todo lo referente a la comprensión de la estructura del espacio-tiempo y de Niels Bohr en relación con la mecánica cuántica para la comprensión de la estructura atómica y nuclear. Las aportaciones de Einstein se centraron en lo que se denominó la Teoría sobre la Relatividad Especial. Esta teoría partió de la suposición de que no existía un espacio-tiempo universal o absoluto, que la simultaneidad de acontecimientos sólo existe dentro de un mismo sistema físico inercial, y que la materia y la energía son equivalentes. Las consecuencias de la teoría de la relatividad especial fueron: que a partir de ella se creyó que los intervalos de tiempo son relativos al movimiento del observador; que el espacio se contrae o dilata en el mismo sentido y por la misma razón que lo hace el tiempo; y que la velocidad de la luz es la máxima del universo. La teoría general de la relatividad es una generalización de la especial y generó un nuevo modelo de cosmología en el que la gravitación universal se convirtió en una geometría (no euclidiana) del espacio/tiempo. Sobre la mecánica cuántica hablaremos más adelante.

·         Desde el punto de vista instrumental se destacan las contribuciones que hicieron Gotlob Frege, Giuseppe Peano y los trabajos de Russell y Whitehead[3]. Estas contribuciones permitieron a Rudolf Carnap construir un lenguaje lógico que facilitara “el análisis de los conceptos científicos y la clarificación de los problemas filosóficos”.

La importancia de Frege en la filosofía ha radicado en el hecho que los problemas que él se planteó son los mismos que luego enfrentaría la filosofía analítica. La obra de Frege tuvo su base en dos principios: el principio del contexto y el principio de composicionalidad. El principio del contexto establecía que las palabras no significaban nada aisladamente, sino que su significado era una contribución específica al significado de las oraciones en las que pueden aparecer. El principio de composicionalidad, por su parte, requería que el significado de las "palabras" fuese establecido caso por caso. El segundo requería que las reglas del significado para las palabras hicieran necesariamente referencia al modo en que, dada una categoría semántica general a la que pertenecen, contribuyesen junto con palabras de otras categorías al significado de las oraciones. El principio del contexto requería que las reglas que determinan el significado de las oraciones no tomaran en consideración del mismo modo el significado de todas las palabras[4].

Según Frege, existía una relación entre signo, sentido y referencia. Esta relación era la siguiente: cada signo tiene un sentido, cada sentido tiene una referencia, pero, una referencia podía tener varios. La referencia de una palabra es aquello de que se quiere hablar cuando se la usa normalmente y está asociada a su valor veritativo. De aquí se sigue que todos los enunciados verdaderos tienen la misma referencia: la verdad; y que todos los enunciados falsos tienen la misma referencia: lo falso. Hubo otro autor que tuvo los mismos intereses que Frege, pero con una orientación diferente. Las contribuciones de Carnap las trataremos a continuación.

b.- El Circulo de Viena.

El Circulo de Viena fue fundado en el año 1929 en torno al filósofo Moritz Schlick, Rudolf Carnap, Hans Hahn, Otto Neurath, Kurt Gödel y otros. Este grupo redactó el documento del Círculo: la concepción científica del mundo.

b.1.-          Proyecto, características y Postulados

La aplicación de los conceptos lógicos a la reconstrucción racional de los conceptos científicos, el análisis lógico del lenguaje que asegurara significatividad, la exigencia de comprobabilidad de las frases y la búsqueda de un criterio de sentido empírico, el rechazo a la metafísica por su carencia de significatividad empírica, la concepción errónea acerca de la superación de la distinción entre humanidades y ciencia de la naturaleza mediante la traducibilidad general al lenguaje de la Ciencia Unitaria, etc., constituyeron las preocupaciones fundamentales de ese grupo.

El principio de verificación, como característica epistemológica fue lo que esencialmente identificó al círculo. El objetivo central de la metodología fue formular y legitimar una regla de aceptación de los enunciados conforme a la convicción fundamental según la cual una proposición científica debía ser aceptada sólo cuando era verdadera (Damiani, 1997). Para la concreción de esta norma era necesario establecer un criterio de significatividad que permitiera determinar si una proposición era o no verdadera. Este criterio les permitió establecer una demarcación del discurso científico del no científico.

La tarea de la reconstrucción racional de los conceptos científicos la llevó a cabo Carnap. Este filosofo estableció un sistema de construcción de los conceptos a partir de lo inmediatamente dado (es decir, las experiencias elementales) mediante el empleo de las nociones de “clase” y “relación”. A partir de las relaciones fundamentales que rigen entre ellas, logró establecer un árbol genealógico de los conceptos de las ciencias humanas y experimentales que garantizaba la reducción de todos los conceptos científicos a la base fenomenalista que constituyen las experiencias elementales. Pero la necesidad de comprobación hizo que a este fenomenalismo (de carácter epistémico) se incluyera un fisicalismo (real científico) que perseguía también abarcar toda la ciencia en un sistema consistente y unitario.

La verificación (observable y teórica) va a ser el problema que se planteó Carnap debido a que consideró que no había independencia en los términos de las teorías científicas. Él estableció dos órdenes de verificación: el directo y el indirecto. Si un enunciado, por ejemplo, afirmaba algo respecto a una percepción actual, entonces el enunciado podría probarse directamente acudiendo a la percepción actual. En la verificación de tipo indirecto se trataba de proposiciones que no eran verificables en sí mismas, pero que sí lo son mediante la verificación directa de otras proposiciones ya verificadas con anterioridad.

De esta manera, toda aseveración científica debía afirmar algo acerca de percepciones actuales o acerca de otra clase de observaciones y, entonces, es verificable por ellas; o bien afirmar enunciados acerca de futuras experiencias que se infieren de la unión de datos científicos u otros que se sometían a constatación empírica. La ciencia, pues, era un sistema de hipótesis verificables que, en última instancia, tocaban la realidad. Y todas las proposiciones de su lenguaje expresivo eran reducibles a "enunciados atómicos", "juicios de percepción", "proposiciones protocolares" que eran propiamente empíricas en sentido estricto. La conclusión de este análisis le añadió a las proposiciones analíticas y sintéticas otro tipo de proposiciones: las metafísicas, es decir, las carentes de significación que, como tales, eran expresiones de pseudoproblemas.

El trabajo de Carnap fue complementado por los trabajos de Alfred Tarski en lo concerniente al criterio de verdad que mencionaremos más adelante, pero Kurt Gödel[5] alertó sobre las limitaciones acerca del tratamiento del problema de la verdad en el proceso que se llevó a cabo para unificar las ciencias. Este autor expresó lo siguiente:

§  No todo lo verdadero es demostrable

§  No hay un cálculo que supla la semántica (hay lenguaje donde lo que yo deduzco es verdadero).

§  La consistencia entre deducción y razonamientos en términos aristotélicos sólo puede obtenerse si se especifica en qué lógica se está trabajando

Para Gödel la verdad era inagotable, no todo lo verdadero coincidía con lo demostrable[6].

b.2.-          Contribuciones al Círculo de Viena en sus comienzos

Las principales aportaciones que recibió el Circulo de Viena en sus comienzos provinieron de sus colaboradores en Berlín y en Varsovia. En Berlín se destacó Hans Reichenbach quien hizo aportaciones relacionadas con la filosofía de la ciencia y la teoría de la probabilidad. Este filosofo fue el que promovió la distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación[7]. Sobre el contexto de descubrimiento volveremos en el parágrafo tercero.

Por el lado polaco, Alfred Tarski, hizo sus principales aportaciones a la lingüística y a la lógica en su teoría semántica de la verdad. Esta concepción se colocó en la línea del concepto aristotélico de la verdad como correspondencia entre el pensamiento y los hechos al definir “verdad” con respecto a un lenguaje. Según esta teoría, “verdadero” es una propiedad (metalingüística) de toda proposición que describa (en un lenguaje objeto) un hecho tal como éste es en el mundo real. Se llama “semántica” porque “verdad” o “verdadero” son términos semánticos, cuyo significado sólo puede explicarse mediante un metalenguaje; un metalenguaje puede relacionar expresiones lingüísticas con hechos, mientras que un lenguaje objeto sólo puede hablar de sus propias expresiones lingüísticas o de los hechos. Para Tarski la verdad no puede ser discutida dentro de su propio lenguaje, tiene que ser discutida a través de metalenguaje, de lo contrario es inconsistente. Algunos aspectos de su teoría semántica se deben a la influencia de su maestro Stanislaw Lesniewski miembro del círculo de Varsovia quien centró su interés en el estudio de las paradojas lógicas, en la teoría de probabilidades y en el estudio de la lógica de relaciones

Generalmente se ha asociado el empirismo lógico, positivismo lógico, neopositivismo con el Circulo de Viena, no obstante, este grupo se comenzó a disolver siete años después de que se produjera la interpretación de Copenhague que dio paso a lo que empezó a conocerse como epistemología cuántica (Omnès, 1995:105). Sin embargo, podemos hablar de una transición entre ese pasado y el presente como veremos a continuación.

2.- La física moderna y su impacto en la filosofía: la construcción de un sentido común cuántico

En la introducción expresamos que la filosofía analítica surgió a finales del siglo XIX y principios del siglo XX dentro de un contexto de una ruptura producida por el gran avance científico que afectó profundamente el pensamiento y el acto de comprender. Fue en la física dónde han ocurrido los más grandes cambios: en primer lugar, la teoría de la relatividad y, en segundo lugar, la mecánica cuántica vista como una ciencia universal que expresa las leyes de la naturaleza a partir de la existencia de un mundo hecho de partículas omnipresente y casi inaprehensibles. Esta nueva ciencia nos indicó los límites del sentido común y la falibilidad de ciertos principios filosóficos esenciales como inteligibilidad, localidad, causalidad, identidad y discernibilidad (Ibid.). El lenguaje existente empezó a hacerse limitado para dar cuenta de ese nuevo mundo explicando así el desarrollo de la matemática y la lógica formal que hemos mencionado.

La creciente importancia de las matemáticas como lenguaje formal obedeció al hecho de poseer un conjunto de características que las hacían idóneas para explicar los avances científicos en términos de leyes de la física. Estas son: fecundidad, simbolización, correspondencia superior con la realidad y ser consecuencia de una actividad humana. Gracias al desarrollo de las matemáticas formales permitió el desarrollo de la numerología cuántica de Bohr, de la mecánica matricial de Werner Heisenberg y de la función de onda de Schrödinger que dio paso al desarrollo de la física moderna, la química, el láser y la física nuclear. Estos avances han tenido consecuencias epistemológicas en función de las severas y restrictivas reglas establecidas por Bohr que han funcionado en el plano de la física, pero han generado una gran confusión filosófica que en sí explican el paso del empirismo lógico a la filosofía analítica y de ahí a la corriente denominada naturalista (ontológico o metodológico), la filosofía de la ciencia, de la mente, la filosofía exacta desarrollada por Mario Bunge a partir de la lógica y la matemática, etc. La confusión filosófica está relacionada con la interpretación, la complementariedad y la reducción a una función de onda.

En relación con la interpretación se tiene que la mecánica cuántica se basa en probabilidades de algo que está pero que no es perceptible, por tanto, su fin es conciliar esos extremos (la incerteza de la probabilidad y el hecho de estar sin poder ser imaginado que examinaremos bajo el concepto de virtualidad según Arkady Plotnitsky), que sus datos son coherentes y establecer los modos de pensamiento capaces de unir dichos extremos sin producir deformaciones. Desde la perspectiva filosófica es saber cómo pensar el mundo. Así pues, la interpretación puede ser entendida de dos maneras: la de Bohr a partir de un sentido común milenario (separa lo que es compatible con los descubrimientos de la física, depura los conceptos, limita su campo y habla) y, la actual que parte de los principios establecidos de la mecánica cuántica (existencia de partículas, función de onda, etc.) y se muestra cómo de ellos surgen, por demostración matemática, todas las características de la representación matemática y del sentido común, para los objetos suficientemente grandes ubicados en nuestra escala de observación.

La interpretación en la mecánica cuántica es esencial por tres causas: porque el formalismo de la teoría es oscuro, porque la propia noción del observador deja de ser transparente ya que entra en juego la conciencia con el riesgo de poner en jaque el carácter objetivo de la ciencia y porque el carácter probabilístico de la teoría tiene que ser conciliado con la existencia indudable de hechos y, con ello, se ha convertido en una teoría en sí (Ibid.:177-179).

En relación con el principio de complementariedad parte de la dificultad de describir simultáneamente la posición o velocidad de una partícula o la luz en términos ondulatorios o corpusculares. Este principio considera que la manera de decir una descripción es complementaria, es decir, cada una de ellas es correcta siempre y cuando se hable de probabilidades para evitar la arbitrariedad de elegir una descripción y el paralogismo (asegurar la coherencia en el discurso). La escogencia, en sí misma, determina el campo de proposiciones. Con ello Bohr impuso la existencia a través de equipos sofisticados de medición de lo inaccesible y lo impensable (Ibid.:179-181).

Finalmente, la reducción de la función de onda fue observada por Bohr a partir de la idea de que es un dispositivo para fabricar probabilidades. Es decir, la reducción es posible cuando se conocen los resultados de una medición porque a través de la función de onda se puede calcular las probabilidades que se pueden esperar en la segunda medición. Esta dupla de mediciones evidencia de una paradoja: la existencia de dos categorías de leyes que expresan la presencia de una dualidad, una clásica y otra cuántica o existe una sola categoría de leyes donde la reducción en sí es solo un medio que no produce ningún efecto (Ibid.:181-183).

La confusión filosófica antes indicada es lo que explica el proceso de evolución que hemos indicado que va desde el empirismo lógico hasta la filosofía analítica y de ahí a la filosofía de la ciencia contemporánea. El esfuerzo que se ha realizado para conciliar la física clásica con la cuántica o moderna se ha orientado a lograr la coherencia en el conocimiento del mundo entre la observación clásica concreta y las leyes desarrolladas de la física moderna, es decir, profundizar en el conocimiento del mundo tanto por la vista como por los signos de una manera indiferente porque se obtendrían los mismos resultados, pero para ello habría que dominar la ciencia formal y partir de lo cuántico de modo que fuese posible deducir un sentido común o lógica común (o informal) a partir de premisas cuánticas. Esto nos lleva a reflexionar acerca del sentido común desde varias perspectivas: su lógica desde la perspectiva de las ciencias, las historias y su coherencia, el papel de las probabilidades, la lógica del mundo cuántico y la complementariedad.

La lógica, según Omnès, posee tres elementos esenciales: en primer lugar, especifica aquello de que se habla, es decir, es un campo de proposiciones, un universo de discurso o un dominio del pensamiento, en segundo lugar, trae consigo los medios de razonar y, en tercer lugar, el criterio de verdad que permita decidir si una proposición es verdadera. A partir de estos elementos, el autor trató de acercar el mundo cuántico al sentido común teniendo como pivote el concepto de verdad de Tarski. Primero fue considerando todas las afectaciones que puede tener un objeto que se mueve y la geometría de cómo es representado. Segundo fue considerando los cambios de estados en el tiempo. Tercero fue actualizando la metáfora del hombre flotante de Avicena, es decir, un ángel con un sólido conocimiento de lógica y matemática que desciende a la tierra y comienza a conocer las leyes fundamentales de la naturaleza y particularmente la física cuántica con lo cual hace un recorrido inverso al realizado por la humanidad. Este ángel terminaría hablando un lenguaje similar al humano. Cuarto es la consideración de la secuencia de propiedades más o menos fortuitas que ocurren en instantes sucesivos. En este contexto, la historia articula los valores que se producen en cada instante. La historia, en este sentido, sirve de lenguaje universal tanto para un evento físico como de una situación cualquiera debido a que gracias a las probabilidades podemos tener certezas de que ciertas historias son coherentes (Ibid.:193-211).

Teniendo todo esto presente Omnès partió de las ideas de que un objeto cualquiera percibido por los sentidos es un sistema físico (una clase de función de onda) que entendemos similar a la concepción de un cuerpo visto como una composición en una lectura spinoziana. Desde esta lectura un cuerpo flotante o un ángel podría observar sus precisiones e imprecisiones desde una perspectiva matemática considerando que esa composición de quantas de acción, según Spinoza, es perfecta. Así pues, según Omnès, si se considera que la lógica del sentido común es, de forma aproximada, una lógica de historias cuánticas coherentes y los raciocinios del sentido común son apenas, en última instancia, la expresión verbal de implicaciones demostrables por medio de la lógica cuántica (Ibid.:219)[8].

Con lo hasta aquí examinado Omnès propuso una inversión de la epistemología debido a que el mundo cuántico tiene sus propias reglas de descripción y de raciocinio y de ahí emanan las del mundo clásico debido a que este mundo derrumbó los principios que anteriormente permitían explicar el mundo (Ibid.:224 y 246). Esto nos lleva a preguntarnos en la actualidad cuál es el carácter de la ciencia como representación de la realidad y el alcance de su transformación.

El carácter actual de la ciencia es una coherencia integral puesta a prueba en todo momento y el conjunto de reglas que representan el mundo. Estas reglas se expresan en tres categorías: las empíricas, los principios y las leyes. Las empíricas son todas aquellas que provienen de la experiencia indefinidamente repetida. Los principios, desde una perspectiva filosófica, buscan la universalidad y la predicción. Es una regla empírica de un orden más elevado y más económico que se extiende a lo conocido y lo desconocido. Las leyes, finalmente, son consecuencias particulares que podemos deducir de los principios y se aplican a una categoría específica de fenómenos. Así pues, la coherencia de las ciencias contemporáneas radica en que el número de las leyes es muy superior al de las reglas puramente empíricas. Esto nos lleva a los problemas epistemológicos del presente.

3.- Los problemas epistemológicos actualmente presentes (Kuhn, Foucault-Deleuze y Agamben)

Así como Omnès ha destacado que dos de las grandes transformaciones de la ciencia han sido la coherencia y la irrupción de lo formal, Tomás Kuhn (2004) denominó a estas transformaciones como revoluciones. Estas revoluciones han sido producto de cambios súbitos productos de grandes descubrimientos que han influido en el desarrollo de la ciencia y se han convertido en modelos a ser imitados como paradigmas. Según Omnés y Giorgio Agamben el uso de la palabra paradigma ha sido problemático. Para el filósofo francés Kuhn con el uso de la palabra paradigma quiso hacer alusión a lo que creyó habían sido saltos súbitos y revolucionarios sin considerar que las crisis que ha vivido la ciencia han sido más bien producto de un proceso evolutivo que ha generado nuevos principios. Para Omnés la reflexión de Kuhn es parecida a la de Michael Foucault en Las palabras y las cosas, es decir,

“Para el primero, una ciencia es, en cada época, un mostrario de paradigmas e imitaciones, todos marcados por una inspiración común. Para Foucault es todo el conjunto de las obras intelectuales de una época que presenta ese tipo de parentesco, para construir la episteme del siglo. En ambos casos, los conceptos organizadores, episteme o paradigma, parecen buenos indicadores para una historia de las mentalidades, más nada tienen en común con la realidad, la única cosa que debe preocupar a la ciencia” (Ibid.:264).

Al contrario de Omnès, esta desconexión con la realidad fue lo que destacó Foucault y como veremos a continuación, también Agamben. Esta desconexión obedece según Omnés a que la epistemología se interesa por la sociedad humana, mientras que los que hacen ciencia se interesan por la naturaleza, es decir, lo real y las relaciones que en ella existen.

Agamben, por su parte, expresó que Kuhn reconoció que la palabra ‘paradigma’ fue usada en dos sentidos que resultaban problemáticos porque su naturaleza es arqueológica y, por consiguiente, ontológica: como lo que los miembros de una comunidad científica poseen en común (técnicas, modelos, valores, etc.) y como “elemento singular de ese conjunto que, sirviendo como ejemplo común sustituye las reglas explicitas y permite definir una tradición de investigación particular y coherente” (2009:15-16). A partir de esta consideración Agamben expresó que Foucault mantuvo una distancia con el pensamiento de Kuhn debido a que no se trataba

“de saber cuál es el poder que pesa desde el exterior sobre la ciencia, sino qué efectos de poder circulan entre los enunciados científicos; cuál es, de alguna manera, su régimen interno de poder; y de qué modo y por qué, en ciertos momentos, estos se modifican de una manera global” (Ibid.:19)

Este hecho hizo que el pensador italiano reflexionara acerca de una teoría de las signaturas debido a la necesidad de saber acerca de ese régimen interno visto como signos que expresan la existencia de un paradigma que tienen un sentido y hay que hacerlos hablar. En relación con el concepto de paradigma afirmó, entre otras cosas, lo siguiente:

“Un paradigma es una forma de conocimiento ni inductiva ni deductiva, sino analógica, que se mueve de la singularidad a la singularidad”.

“El caso paradigmático deviene tal suspendiendo y, a la vez, exponiendo su pertenencia al conjunto, de modo que ya no es posible separar en él ejemplaridad y singularidad”.

“La historicidad del paradigma no está en la diacronía ni en la sintonía, sino en un cruce entre ellas” (Ibid.:42),

Con respecto a las signaturas Agamben expresó que el lenguaje, además de ser el lugar de la significación es también el lugar de las signaturas sin las cuales el signo no podría funcionar y por ello Foucault expresó que la episteme es en sí misma una práctica histórica, es decir, un conjunto de relaciones que “en una época dada es posible descubrir entre las ciencias cuando se las analiza al nivel de su regularidad discursiva. Esto nos permite comprender el alcance de la extensión de las ciencias naturales al campo humano y del espíritu. Esto nos lleva al método.

El tema del método apunta a dos direcciones: cómo hacer descubrimientos y cómo establece la humanidad la concordia entre sus conocimientos y lo real. En relación con lo primero, tal como lo señaló Paul Feyerabend, no existe método para trazar de antemano un itinerario en tierra desconocida, pero si existe una lógica que puede ayudar a ello tal como la desarrolló inicialmente Charles Peirce bajo el nombre de lógica abductiva[9]. Con respecto a lo segundo, Karl Popper elaboró un criterio esencial denominado falsacionismo o racionalismo crítico que consiste en el establecimiento de hipótesis o teorías explicativas basadas en la experiencia (método hipotético deductivo) que luego es verificada de forma inductiva.

De una manera más abstracta Omnés expresó que existe un método bien definido que resalta la especificidad de la ciencia. Es un método a cuatro tiempos, es decir, empirismo o exploración, conceptualización o concepción, elaboración o lógica (enumeración de todas las consecuencias posibles de los principios) y verificación o la exposición a ser refutada (falsasión) (Ibid.:272-281). Este método a cuatro tiempos no es aplicable a lo que se conoce como ciencias humanas o del espíritu debido a que no sólo no existe la predicción, sino también en el proceso de conceptualización se usen conceptos que sean más bien signaturas que cualifica y especifica a partir de un evento y un signo que relacionamos con la modernidad (sobre el concepto volveremos más adelante). A pesar de la crítica de Mario Bunge al pensamiento hermenéutico y heideggeriano, Heidegger (1938) expresó

“… todas las ciencias del espíritu, …, tienen que ser necesariamente inexactas si quieren ser rigurosas. Cierto que también se puede entender lo vivo como una magnitud de movimiento espacio-temporal, pero entonces ya no se capta lo vivo. La inexactitud de las ciencias históricas del espíritu no es ningún defecto, sino únicamente un modo de satisfacer una exigencia esencial para este tipo de investigación. En realidad, el proyecto y el modo de asegurar el sector de objetos de las ciencias históricas, además de ser de otro tipo, resulta mucho más difícil de cara a medir su rendimiento que el rigor de las ciencias exactas”.

La predicción en las ciencias humanas o del espíritu se ha tratado de lograr, primeramente, según Foucault, mediante la disciplina, posteriormente, según Deleuze, mediante el control y, en la actualidad, existe el riesgo de que la Inteligencia Artificial cuántica pueda hacerlo a pesar de que pensadores como John Searle y Timothy Eastman no lo han creído posible. Esto nos lleva ahora a consideras lo que se escapa de la ciencia.

En función de lo antes señalado, se tiene lo siguiente: la lógica ha penetrado el mundo al nivel de la materia, mas no de nuestra conciencia a pesar de los avances en el campo de la computación, la física cuántica y la inteligencia artificial; nuestro conocimiento de las leyes de la realidad es lo suficientemente maduro para que esa conciencia, su representación intuitiva y visual y el sentido común que en ella habita puedan mostrarse, con una cuasi total certeza, como los frutos obtenidos por principios mas generales y; finalmente, existe una disyunción irreducible entre el dominio de las teorías y la realidad que hace necesario pensar en una nueva manera de conocer el mundo, es decir, una nueva manera de correlacionar la conciencia y el mundo debido a que todo como percibimos y procesamos mediante el sentido común son manifestaciones sutiles de leyes cuánticas. Estas manifestaciones parecieran indicar la existencia de un Logos, en sentido heracleitico, que se contrapone a lo real haciendo evidente la existencia de una dualidad.

Al respecto, si consideramos la interpretación que hizo Heidegger (1943) de Logos, según Heráclito, podemos decir que dicho Logos es producción, creación e innovación con lo cual creemos que el ser, en sentido heideggeriano, reúnen lo real y el Logos bajo la palabra Dasein. Omnès expresó que ambos danzan un baile divino que el hombre contempla sin penetrar su secreto. Creemos que ello es inalcanzable.

La orientación dada por Omnés nos indica la naturaleza del desplazamiento del paradigma epistemológico de las ciencias humanas hacia disciplinas que originalmente tendían a ser biológicas, según Agamben, y en la actualidad se apoyan en la epistemología cuántica como veremos a continuación, por ello, el foco de atención del pensador italiano es pensar desde el comienzo el anclaje ontológico que permita entender “al ser como un campo de tensiones esencialmente históricas” (Op. Cit.:152).

4.- Las tendencias actuales

James Ladyman (2019) ha indicado desde un realismo estructural que parte de la existencia de un mundo independiente de la mente que debería desarrollarse una posición metafísica según la cual, dado que la continuidad en el cambio científico es de “forma o estructura”, el éxito de la ciencia debería explicarse en términos de la representación de relaciones modales entre fenómenos. Si consideramos esta afirmación a la luz de lo expresado en la introducción de este ensayo, es decir, hicimos mención a la confluencia entre la física moderna, es decir, la filosofía de la ciencia y la metafísica gracias a la filosofía del proceso. Esta confluencia se ha producido por la dificultad que han tenido los científicos de producir conceptos dada su complejidad y la han realizado autores como Deleuze y Guattari desde la filosofía y Timothy Eastman desde la física y la filosofía del proceso que vamos a examinar a continuación.

Con respecto a los autores franceses, Arkady Plotnitsky (2006) hizo una exploración de las relaciones entre los fundamentos filosóficos de la teoría cuántica de campos[10] y el concepto de lo virtual que está presente en la obra Qu’est-ce que la Philosophie?, de Deleuze y Guattari (1991[2005]) debido a que observó la existencia de relaciones entre filosofía, ciencia y arte y, de forma más específica, sus respectivas maneras de afrontar el caos. Según Deleuze y Guattari:

“El caos se define no tanto por su desorden como por la velocidad infinita con la que se desvanece toda forma que en él toma forma. Es un vacío que no es una nada sino virtual, que contiene todas las partículas posibles y extrae todas las formas posibles, que surgen para desaparecer inmediatamente, sin consistencia ni referencia, sin consecuencias. El caos es una velocidad infinita de nacimiento y desaparición”.

Para Plotnitsky (2006) esta idea de caos o, según él, de virtualidad, en los autores franceses parece provenir, en parte, de la teoría cuántica de campos, pero en un sentido diferente que le permitió vincular la idea del caos como lo virtual con la idea del caos como lo incomprensible.

La vinculación con la teoría cuántica de campos le permitió al autor a partir de los autores franceses considerar un concepto de caos como desorden, definido por el rol que juega el azar en su funcionamiento o en sus efectos debido a que le permitió a su vez introducir el concepto de caos como lo virtual como ocurrió con la teoría cuántica de campos que tomó de la mecánica cuántica las concepciones de caos como lo incomprensible y de caos como azar y desorden. De igual forma, si se considera que el científico estadounidense Frank Wilczek expresó que "el objetivo principal de la física fundamental es descubrir conceptos [físicos] profundos que iluminan nuestra comprensión de la naturaleza”[11] y que Deleuze y Guattari (1991[2005]) le dan al concepto en sí, un tratamiento filosófico se puede pensar, según Plotnitsky (2006), los conceptos de la teoría cuántica de campos desde una perspectiva filosófica.

Desde la primera perspectiva la mecánica cuántica es esencialmente estadística puesto que implica un azar irreductible a cualquier causalidad subyacente como lo desarrolló Werner Heisenberg en sus relaciones de incertidumbre y ello es lo que le permitió a Deleuze y Guattari, según Plotnitsky (2006), expresar que como regla general el observador no es ni inadecuado ni subjetivo, aún en la física cuántica porque la probabilidad mide, en realidad, un estado de acontecimientos objetivo y, por tanto, introdujo un elemento de desorden y caos como probabilidad y desorden, incluso en lo concerniente a los acontecimientos elementales o individuales. Lo que hace que esta probabilidad o desorden sea irreductible es la incompresibilidad del caos, que vincula ambas concepciones del caos en la mecánica cuántica. El sentido del caos como virtualidad en Deleuze y Guattari es aplicable, según Plotnitsky (2006), debido a que

“la mecánica cuántica predice exactamente, las probabilidades del resultado de los experimentos relevantes, sin decirnos nada sobre lo que ocurre en el medio o cómo es que tales resultados suceden. En otras palabras, el caos como virtualidad sólo atañe al pensamiento científico, mientras que el caos como lo incomprensible y el caos como probabilidad también conciernen al orden (caósmico) de la mecánica cuántica. Así, estas tres formas de caos –desorden, lo incomprensible y (sólo al nivel del pensamiento) caos como virtualidad – se encuentran y están conectadas en la mecánica cuántica”.

La virtualidad en la mecánica cuántica se expresa por el hecho de que se usan diagramas, como los de Feymann, que nos ayudan a observar heurísticamente una situación o, como expresaron Deleuze y Guattari, permiten desacelerar el caos fenomenológico de la situación, para retener en la mente las formas diagramáticas así creadas, y de esta manera ayudarnos a realizar cálculos[12]. La arquitectura física y matemáticas de la teoría cuántica de campos, desde este ángulo de análisis es lo que le permite considerar el caos como virtualidad. Por ello, Plotnitsky (2006) creyó que el concepto proveniente de la teoría cuántica de campos de lo virtual como caos ‘contornea’ la obra de los autores franceses ¿Qué es filosofía?

Por otra parte, el concepto, desde la perspectiva deleuzoguattariana, es una manera de abordar el caos, a lo infinito, dando consistencia a lo virtual y por ello Plotnitsky (2006) afirmó que

El concepto de tamiz filosófico es, por tanto, en sí mismo teórico del campo cuántico: los conceptos emergen en un plano de inmanencia de manera similar a la forma en que las partículas virtuales o reales se forman y emergen del falso vacío, un campo de energía virtual. El caos como lo virtual es en sí mismo un concepto filosófico.

Por ello, el concepto de caos en Deleuze y Guattari puede ser observado como lo incomprensible, como azar y desorden, y como lo virtual que obliga al pensamiento a enfrentarlo tanto como arte, ciencia o filosofía. Estas tres maneras de enfrentar el caos pueden generar problemas de interferencia que son ilocalizables porque acaecen en un mismo cerebro e indican la posibilidad de un futuro diferente como ya lo estamos viviendo y explica porque Omnès nos habló de un sentido común tendencialmente matemático que puede unir, de suyo, el arte, la ciencia y la filosofía o pueden hacer que estas desaparezcan.

Desde la física Timothy Eastman, por su parte, desarrolló una metodología que denominó Marco Relacional Lógoi (MRL) donde trató de sintetizar lo natural, lo existencial y lo espiritual congregando el pensamiento procesual, la aplicación de una lógica triádica que considera el contexto y la consideración de una realidad relacional que incluye la espiritualidad como contexto último para la solución de problemas filosóficos y físicos entre otros. De forma más específica, el MRL es, para Eastman, una síntesis, del estado del arte en la filosofía y en la ciencia. Estos se expresan en: (1) física cuántica, (2) filosofía de procesos, (3) semiótica y biosemiótica, y (4) modelado y estudios de sistemas complejos. Los dos primeros tienden a tener un enfoque diacrónico que entiende como clave para comprender la causalidad como proceso fundamental desde una perspectiva ontológica y los dos últimos tienden a tener un enfoque sincrónico que son fundamentales para comprender la emergencia, es decir, la creatividad y la generación.

Teniendo presente lo antes indicado, Eastman articuló su propuesta explicando la red de relaciones existente en el mundo real, los elementos que constituyen el MRL, cómo opera la relación de los órdenes causales, la potencialidad y actualidad y, los procesos cuánticos fundamentales y la estrategia del MRL como propuesta axiomática. Vamos a examinar sucintamente estos aspectos que consideramos esenciales para comprender su propuesta metafísica y metalógica.

a.- La red de relaciones existente en el mundo real.

Según Eastman, desde una perspectiva óntica, las interacciones que acaecen en el mundo real implican siempre secuencias de tríadas (entrada-salida-contexto), por ello sugirió la consideración de las siguientes nociones fundamentales: (1) proceso-sucesión, (2) lógica tanto de actualidad como de potencialidad, y (3) relación, donde se incluyen las relaciones locales-globales y todas aquellas asociadas con el concepto de proceso (Ibid.:22).

Desde esta perspectiva, el MRL caracteriza estas redes a través de lo que se conoce como metaxología, es decir, el logos del entre porque cree que en este ‘entre’ se expresa la potencialidad. El ‘entre’ podemos entenderlo aquí como el espacio de ‘ajuste’ donde esencialmente lo uno se enmaraña o encaja en lo otro, es decir, dónde se produce la articulación o ensamble.

La red de relaciones entendidas desde la articulación que produce el MRL de los elementos de la experiencia son considerados por el autor tan fundamentales que pueden representar casos de puro sentido común, es decir, conceptos que se presuponen en la práctica del proceso de ensamble (Ibid.:22). El sentido común es lo que le permitió a Omnès pensar que el sentido común puede hacerse científico y finalmente matemático en un cierto grado[13]. Este es el punto de coincidencia entre Omnès y Eastman, el punto de disidencia estriba en que el primero se basa en el avance de la racionalidad y el estadounidense en una espiritualidad que tiene un carácter óntico.

b.- Los elementos del Marco Relacional Lógoi.

Para pensar en los elementos del MRL que producen el proceso de ajuste o de ensamble debemos tener presente, según Eastman, dos cosas: en primer lugar, que el contexto general para pensar unas secuencias de sucesos, en términos procesuales, depende de dos tipos de lógica: una lógica estándar (booleana) basada en actualizaciones y una lógica de potencialidades, que es, según el autor, una lógica no booleana (Op. Cit.:22-23)[14]. Ambas lógicas que consideran lo real y lo posible, según nuestro autor, permiten observar efectivamente lo ‘real’ y, en segundo lugar, que el orden considerado por Eastman para relacionar esas dos lógicas está basado en la relación universalmente mediadora del tiempo que vincula lo actual con lo posible en una superposición de jerarquías de acaecimientos que siguen una estricta sucesión de entradas y salidas dentro de un contexto de restricciones y potencialidades que de alguna u otra manera permiten que las funciones que siguen caminos diferentes sumen sus amplitudes. Dicho proceso de vinculación es tanto local como contextual, es decir, un todo de múltiples capas que lo sintetiza bajo la conexión "local-global".

De forma sintética, el argumento general de Eastman es que la axiomática del MRL correlaciona de forma intuitiva tres roles de la potencialidad o potentiae, es decir:

·         Las relaciones potenciales, junto con la actualidad, son componentes esenciales de lo “real”; y expresan, por una parte, múltiples formas de emergencia creativa (surgimiento y poiesis) en concordancia con lo indicado en el parágrafo primero y, por la otra, efectividad de acuerdo a los desarrollos recientes de la física cuántica;

·         La lógica anticipatoria, asociada con tales potencialidades, permite la obtención de nuevos conocimientos que pueden ser usados para el análisis de la causalidad, las relaciones físicas, los sistemas anticipatorios y la experiencia humana;

·         Las correlaciones de potencialidad podrían evidenciar también la coherencia de las relaciones físicas observadas a gran escala (siguiendo, al efecto, el “principio de universalidad”) entre los sistemas humanos (Ibid.:27-28).

El MRL considera por tanto los principios fundamentales de relación como los conceptos que relacionan tanto lo contingente, como las dimensiones potenciales del ser y el devenir. La dimensión contingente expresa, siguiendo a Whitehead, que las cosas actuales pueden actuar y, la dimensión potencial no-contingente sólo puede actuar a través de su materialización en una o más cosas actuales.

c.- La relación de los órdenes causales, forma y hechos resultantes y la potencialidad y actualidad, los procesos cuánticos fundamentales y la relación local-global.

El modelo de Realidad Relacional, según el autor, articula cuatro etapas de los procesos cuánticos fundamentales desde un enfoque ontológico que concuerda con la triáda entrada-salida-contexto. Estos son los siguientes:

(1) estado inicial real/potenciales globales no contextualizados;

(2) estados potenciales/contextualizados localmente;

(3) estados probables / valoración de probabilidades / condicionalización de potencialidades / restricción de lo local por lo global / relevancia local de lo global / decoherencia;

(4) estado de resultado real / actualización de potencialidades / extensión de lo local a lo global / relevancia global de lo local.

Esta interacción local-global, según nuestro autor, por una parte, proporciona un fundamento al MRL a través de los dos órdenes lógicos antes indicados, correlacionada con hechos/actualizaciones y posibilidades respectivamente, junto con un carácter bidireccional y mutuamente implicativo de las relaciones y, por la otra, proporciona una base para considerar todas las relaciones de entrada-salida dentro de un contexto dado. En este proceso de interacción espaciotemporalmente nos movemos, según él, de la simetría a su ruptura y posterior asimetría y sigue la singladura de la actualización hasta pensar en una nueva forma de asimetría o armonía (Ibid.:68).

Teniendo presente lo antes descrito, en el modelo de Realidad Relacional, Eastman trató de afirmar un realismo crítico que tiende a ser intuitivo y tiende a mantener un sentido común fundamental porque cree que permite con ello establecer una base consistente para la ética (Ibid.:84). Con esta afirmación el autor hizo una distinción entre humanos y máquinas al afirmar que la vida en evolución no es una máquina porque, siguiendo a Whitehead, somos miembros de un mundo vivo de creatividad indecible en su devenir (Ibid.:97). Partiendo de esta premisa expresó que los procesos en un nivel multiescala son tan complejos que un robot posee severas limitaciones y por tanto sólo son capaces, de una manera determinista, de cumplir funciones relacionadas con la imitación de una vinculación simple o la inferencia deductiva, de entradas dadas, restricciones y condiciones de contorno a salidas bien definidas (Ibid.:97). En esta consideración incluyó también a los sistemas de inteligencia artificial (IA).

d.-), La estrategia del MRL

El horizonte del MRL es funcionar armónicamente en el mundo dentro de un contexto de espiritualidad, por tanto, para examinar la estrategia que propuso Eastman para desatar el nudo gordiano de problemas filosóficos clásicos nos enfocaremos, en primer lugar, en el problema de la emergencia y, en segundo lugar, la relación mente-cuerpo y el proceso de la conciencia.

La emergencia, para Eastman, es la sumatoria de tres componentes: potencialidad (potentiae), proceso y relaciones locales-globales puesto que desde la perspectiva cuántica el proceso fundamental implica una transición de las relaciones potenciales (potentiae) a la realidad con un abanico de posibles resultados. En este contexto, el modelo de Realidad Relacional considerado en el MRL incorpora la creatividad de la posibilidad óntica (potentiae) que permite espaciotemporalmente una emergencia óntica autóctona en el contexto de historias locales y globales de eventos lógicamente condicionados en un continuo extenso (Ibid.:79).

En relación al problema mente-cuerpo y los procesos que posibilitan la conciencia, Eastman expresó que la conciencia es una capacidad emergente de la mente que tiene la virtud de contrastar reflexivamente "lo que es" de "lo que podría ser" permitiéndole así tomar decisiones entre posibilidades alternativas que se expresan en salidas no booleanas (Ibid.:79). La autoconsciencia y los sentimientos, en este sentido, como surgen de la retroalimentación no lineal entre posibilidades alternativas pueden generar diferentes niveles de capacidad (Ibid.:228).

La conciencia, como se puede observar, es el centro de gravedad de la propuesta de Eastman porque, como ha dicho, ahí se ubica la característica intuitiva intrínseca del actuar del universo. Para Eastman, los aspectos internos y externos de la conciencia tienen elementos tanto físicos como relacionales en múltiples niveles. En tales relaciones multinivel se posibilita la anticipación y la capacidad de respuesta de nivel superior a los entornos que se puede activar y acrecentarse gradual y sucesivamente como sigue: (1) emergencia de primer orden vista como acontecimiento, seguido de (2) emergencia/superveniencia de segundo orden; (3) los sistemas de emergencia/autoorganización de tercer orden; (4) la emergencia de cuarto orden (evolución); y (5) emergencia/conciencia de quinto orden (Ibid.:155) que podríamos entender como conciencia unificada. En este sentido creemos, por una parte, que anticipar es creativamente armonizar, es decir, actualizar una asimetría para lograr el equilibrio y, por la otra, que la conciencia de quinto orden nos remite a la conciencia unificada.

Esta lectura le permitió a Eastman pensar la conciencia como observación y experiencia básica para todos aquellos que poseen un grado de despertar cósmico (Ibid.:225).

La idea de aplicar la teoría relacional dentro de esta estrategia, según Eastman, fue describir la naturaleza en términos de sistemas físicos que se representan (modelan) entre sí y que son en sí mismos expresiones de tales modelos con la finalidad de poder explicar la existencia y el comportamiento complejo (Ibid.:166). La singladura de la no-linealidad que permite romper el nudo gordiano en una organización dinámica consiste, para él, en:

·         Información que opera como un proceso a nivel cuántico y niveles de complejidad subsiguientes siguiendo relaciones fundamentales de entrada-salida-contexto.

·         Semiótica que se ubica en el origen de la semiosis orgánica y considera la relación signo-significado-código, así como los sistemas complejos dentro del dominio de la biosemiótica.

·         Episteme que se ubica en el origen de la semiosis interpretativa y considera la hermenéutica envolviendo la relación materia-referente-interpretación.

·         Cultura que considera el origen de la semiosis lingüística (Ibid.:170).

Teniendo presente lo antes indicado, Eastman consideró, por una parte, que el MRL es limitado, a pesar de su exhaustividad y, por la otra, apeló a la lógica de las posibilidades como un recurso “especially open to creativity in the world” para posibilitar la transformación siguiendo el camino del espíritu (Ibid.:251).

5.- Escolio

Se ha querido mostrar a través de esta singladura cómo una de las orientaciones de la filosofía analítica, a pesar de mantener algunos rasgos originales como el estudio del lenguaje y el análisis lógico de los conceptos, su tradición empirista y su fundamento en la física moderna, y el avance alcanzado en esta última en lo concerniente al mundo cuántico, ha desplazado su paradigma epistemológico de una manera tal que su escepticismo en relación con la metafísica se ha debilitado, así como su contraposición con respecto a otras tradiciones filosóficas.

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[1] La filosofía analítica tiende a tratar la filosofía en términos de problemas discretos, capaces de ser analizados independientemente de sus orígenes históricos, mientras que la filosofía continental sugiere que "el argumento filosófico no puede divorciarse de las condiciones textuales y contextuales de su surgimiento histórico". Eastman, por otra parte, ha destacado del confucionismo para fundamentar su tesis acerca de la contextualidad.

[2] B. Russell afirmó:  "llamo atomismo lógico a mi doctrina porque los átomos, a los que deseo llegar como elemento último del análisis, son átomos lógicos y no átomos físicos".

[3] Mucho después de la misma escuela inglesa surgió otro autor: Alan Turing, quien hizo importantes aportes al positivismo lógico. Este matemático dio una respuesta a la cuestión de si existe un algoritmo capaz de determinar si un enunciado es decidible -computable- en un sistema dado. Esta fue la tesis Church-Turing y al procedimiento ideal construido para demostrarla se le denominó, máquina de Turing.

[4] En la actualidad, Markus Gabriel retomó los conceptos fregeanos de sentido y referencia para introducir su concepto de campos de sentido. Ver al respecto:  Gabriel, Markus. (2017). Sentido y existencia. Una ontología realista. (Sinn und Existenz - Eine realistische Ontologie). Barcelona (T. R. Gabás). Editorial Herder.  515 p

[5] Teorema de la Incompletud: 1º de los teoremas de Gödel, que afirma que todo sistema de axiomas que sea consistente y capaz de incluir la teoría formal de la aritmética es necesariamente incompleto; dicho sistema de axiomas contiene algún teorema que, a pesar de ser verdadero, no puede deducirse del sistema. El 2º teorema es complementario del 1º y establece que no es posible probar la consistencia de un sistema formal de la aritmética con los solos medios que dicho sistema proporciona; no siendo la consistencia un teorema del sistema, ha de probarse desde fuera del sistema.

[6] La verdad es vacua epistémicamente. La verdad es un mecanismo que ancla el discurso al mundo pero que no aporta nada al discurso cognoscitivo, lo único que asegura es que tiene una referencia objetiva.

[7] Contexto de descubrimiento: Todo cuanto se refiere a la invención de una hipótesis. Es irrelevante, para la investigación científica, la manera como se halla o descubre una hipótesis: proceso creativo, observación de hechos, inducción, etc., porque, en definitiva, no se considera que esta tarea sea propiamente obra de la razón, sino de la imaginación: se trata de una cuestión psicológica, sociológica o histórica, no propiamente epistemológica. Contexto de justificación: Todo cuanto se refiere a las razones por las que, en ciencia, debe aceptarse una hipótesis. La justificación de una hipótesis -la demostración de que es racional considerarla verdadera- es obra propiamente de la razón y es lo que permite hablar propiamente de una lógica de la ciencia

[8] Fue desde esta perspectiva que consideramos las historias coherentes como un aspecto a tener presente desde una perspectiva intuitiva junto con la consistencia de un concepto cualquiera en el sentido que debe ser validado todo el tiempo (Vera y Blanco, 2023a y b). Aquí entra en juego la fecundidad, según Omnès, la creatividad, la productividad y la innovación como caminos a recorrer siguiendo un propósito para lograr un resultado esperado a partir de los datos obtenidos de la experiencia directa o a través de un aparato de medida.

[9] El concepto aristotélico de abducción fue reintroducido a finales del siglo XIX por el filósofo estadounidense Charles Sanders Peirce, quien lo consideró el primer paso del método científico ya que genera nuevas ideas (hipótesis explicativa) que luego se someten a prueba mediante la deducción y la inducción. La abducción también se aplica al campo de la historia, ya que permite formular hipótesis sobre el pasado a partir de las evidencias disponibles. La abducción permite al historiador proponer explicaciones plausibles o probables de los hechos históricos, teniendo en cuenta el contexto, las fuentes y las interpretaciones previas. La abducción también implica un proceso creativo, ya que introduce nuevas ideas o perspectivas que pueden enriquecer el conocimiento histórico. Para Aristóteles en Tópica A 12, 105, la abducción (epagogé) es la vía de acceso a lo universal a partir de los entes individuales. Epagogé se deriva del verbo epagein, que significa principalmente llevar y conducir algo hacia algo. La epagogé de que aquí se trata es un conducirse uno mismo hacia y ante lo universal y por ello un camino o marcha hacia él. Su punto de partida son los entes individuales, es decir, la patencia del eidos en ellos (Rosales, 1971).

[10] La teoría cuántica de campos (TQC) es una teoría que aplica las reglas de la mecánica cuánticas a los campos continuos de la física, como acaece en el campo electromagnético, así como a las interacciones entre estos y el resto de la materia permitiendo así calcular observables (secciones eficaces, vidas medias, momentos magnéticos) con elevada precisión.

[11] Ver al respecto: Vera y Blanco (2023b).

[12] Diagramas semejantes lo podemos observar en Deleuze y Guattari en relación al concepto Cogito de Descartes o en el retrato filosófico de Kant.

[13] Ver al respecto: Vera y Blanco (2023).

[14]En la consideración de estas dos lógicas, Eastman se apoyó en la lógica de C. S. Peirce debido a que el carácter no-binario se basa en la consideración del contexto donde acaece un evento determinado.