Las
conmemoraciones que se realizaron con motivo del cuarto centenario del Quijote
de Miguel de Cervantes permiten hacer la pregunta de si esta conmemoración estuvo
dirigida a recordar la obra como una expresión artística capaz de desocultar
algo desde la perspectiva de la contemplación o por el contrario se está
recordando la obra por el proceso que produjo en la lengua castellana, en otras
palabras, por el proceso que produjo en tanto que objeto artístico convertido
en un utensilio cuya connotación ha tenido significados tanto históricos como
sociales. Sobre el primer aspecto José Saramago expresó en el prologo de la
edición venezolana que
“entre el <<poco dormir y el mucho leer
>> que fue la razón dada por el autor para que a Quijano se le hubiese
secado el cerebro, y el <<mucho leer y mucho imaginar>>, la
diferencia no es grande… Verdaderamente, no creo… que alguien se haya vuelto
loco por haber leído, aunque mucho, y por haber imaginado, aunque en exceso. Al
contrario, leer e imaginar son dos de las tres puertas principales (la
curiosidad es la tercera) por donde se accede al conocimiento de las cosas… La
cuarta es la libertad”.
“Admitido que Alonso Quijano fingió estar loco,
habrá que responder… ¿por qué, para qué…?... Arthur Rimbaud expresó- en este
sentido-: <<la vida autentica está por allí>>, en otro lugar, no en
este… A Alonso Quijano… no le bastaba ir en busca de otros lugares donde quizá
le estuviera esperando la vida auténtica, era necesario que se convirtiera en
otra persona, que, al ser él mismo otro, fuese también otro el mundo…”
Sobre el primer y segundo aspecto, Mario Vargas Llosa, expresó en el
prologo de la versión producida por la Real Academia Española que
“la modernidad del Quijote está en el espíritu
rebelde, justiciero, que lleva el personaje a asumir como responsabilidad
personal cambiar el mundo para mejor, aun cuando, tratando de ponerla en
practica, se equivoque,… Pero también es una novela de actualidad porque
Cervantes, para contar la gesta quijotesca, revolucionó las formas narrativas
de su tiempo y sentó las bases sobre las que nacería la novela moderna…”.
“Esta revolución formal que significó el Quijote ha
sido estudiada y analizada desde todos los puntos de vistas posibles, y,…,
nunca se agota, porque... ella evoluciona con el paso del tiempo y se recrea a
si misma en función de la estética y los valores que cada cultura privilegia,
relevando que es una verdadera caverna de Alí Baba, cuyos tesoros nunca se
extinguen”.
Estas dos visiones del Quijote, es decir,
en tanto que obra de arte y en tanto que utensilio generador de un proceso fueron
sintetizadas y expuestas previamente por Jorge Luis Borges en una conferencia
dictada en Estados Unidos denominada “Mi entrañable señor Cervantes”. En esta
conferencia Borges destacó la habilidad de Cervantes para introducirse y
salirse del relato, la naturaleza de la narración en si, la sencillez del
lenguaje con que fue escrito y el impacto que tuvo Don Quijote en la lengua
castellana. Pero hay que destacar que, esta admiración no sólo se evidenció en
esta conferencia: En una parte significativa de su obra, la presencia de
Cervantes y del Quijote fue evidente[1].
A partir de esa conferencia se va a intentar
extraer “lo bello” como representación y creación de lo que percibió Borges de
Cervantes y de lo que representó el Quijote y Cervantes para Borges y lo que
creó Borges a partir del Quijote para determinar así la naturaleza del interés
de Borges en esa obra. Para tal fin vamos a examinar: “Lo bello” como representación y creación en el
Quijote según Borges, “Lo bello” como representación y creación en Borges a
partir del Quijote de Cervantes y la naturaleza del interés borgiano a partir
del Quijote.
“LO
BELLO” COMO REPRESENTACIÓN Y CREACIÓN EN EL QUIJOTE SEGÚN BORGES.
Lo bello del Quijote pareciera no provenir del hecho en si del gusto
universal que le es reconocido, ni de la inexistencia de la representación de
un fin o concepto que de esta obra emana. La belleza del Quijote tanto de lo
que se puede extraer de los juicios estéticos de Saramago y Vargas Llosa, en
una primera instancia, y de Borges se evidencia en el empleo de metáforas para
expresar algo que en ellos está y que muestran, como pueden y quieren, de tal
manera que otros lectores puedan sentir y conocer, en esa obra, lo que estos
autores han sentido de ella. Las alusiones a “Rimbaud”, “Alí Baba”, o como
Borges expresa: “mi entrañable amigo”, son expresiones de lo que estos autores
percibieron del Quijote como una obra de arte. El hecho que estos tres autores
no definan lo bello sino que declaren lo bello los enmarcan dentro de las
percepciones que tenían Kant y Adorno sobre lo bello, es decir, “lo bello no
puede definirse”.
Los prologuistas Saramago y Vargas Llosa fueron separados de Borges
debido a que ambos escritores destacan la libertad, como representación, como
aquello que les permite juzgar lo bello del Quijote. En otras palabras, la
forma de cómo es mostrada la libertad es lo que a estos autores les permite
juzgar el Quijote como bello.
Pero destacar a la libertad como un proceso de desocultamiento “hacia”,
refleja una intencionalidad que muy fácilmente podría ser interpretada como una
finalidad, con lo que se podría afirmar, según estos autores, que lo bello del
Quijote está en cómo fue destacado lo bueno, es decir, la libertad, pero si se
tiene presente que para Kant, la libertad es la que determina el juicio,
entonces se puede afirmar en una primera aproximación que ambos prologuistas
del Quijote la juzgaron, cada uno a su manera como una bella obra, debido a que
desde el punto de vista kantiano, sin concepto, esta obra ha sido reconocida
como “un objeto de un placer necesario”.
En la conferencia dictada por Borges, en cambio, no se evidenció que el interés
por la obra parta de la representación de un fin o de un concepto, sino más
bien del orden de cómo fue hecho el relato, es decir, a partir de cómo fueron
predispuestos los relatos y del entrecruzamiento de esos relatos en la obra en
general, es decir, el Quijote es para Borges la sumatoria de un conjunto de
relatos que relacionados armoniosamente en un relato mayor confirman la noción
aristotélica de lo bello como magnitud y orden. Así se destaca lo siguiente:
“... cuando
Cervantes pensó escribir…, supongo que consideró la idea del conflicto entre
los sueños y la realidad,...”
“...Cervantes era
un hombre demasiado sabio como para no saber que, aun cuando opusiera los
sueños y la realidad, la realidad no era, digamos, la verdadera realidad, o la
monótona realidad común. Era una realidad creada por él; es decir, la gente que
representa la realidad en Don Quijote forma parte del sueño de Cervantes tanto
como Don Quijote y sus infladas ideas de la caballerosidad, de defender a los
inocentes y demás. Y a lo largo de todo el libro hay una suerte de mezcla de
los sueños y la realidad”.
“... también
tenemos en Don Quijote el hecho de que muchas historias están entrelazadas. ...
yo creo que –la- razón sería que esas historias,..., son otras historias. Y por
eso está esa relación de sueños y realidad,… Por ejemplo, cuando el cautivo nos
cuenta su cautiverio, habla de un compañero. Y ese compañero,…, es... nada
menos que… Cervantes,... Así hay un personaje que es un sueño de Cervantes y
que, a su vez, sueña con Cervantes y lo convierte en un sueño. Después, en la
segunda parte del libro, descubrimos, para nuestro asombro, que los personajes
han leído la primera parte y que también han leído la imitación del libro que
ha escrito un rival. Y no escatiman juicios literarios y se ponen del lado de
Cervantes. Así que es como si Cervantes estuviera todo el tiempo entrando y
saliendo fugazmente de su propio libro…”.
“Entonces
tenemos en Don Quijote… Realidad y sueño. Pero al mismo tiempo Cervantes sabía
que la realidad estaba hecha de la misma materia que los sueños. Es lo que debe
haber sentido. Todos los hombres lo sienten en algún momento de su vida. Pero
él se divirtió recordándonos que aquello que tomamos como pura realidad era
también un sueño. Y así todo el libro es una suerte de sueño. Y al final
sentimos que, después de todo también nosotros podemos ser un sueño”.
Como se observa en la conferencia, Borges no tiene que declarar la
libertad como una finalidad, sino que la libertad se declara a si misma a
partir de lo que Borges expresó en dicha conferencia. En Borges no se puede
decir que el Quijote es bueno, sino más bien que es bello, y de ahí podría partir
el interés en invitar a conocer el Quijote, en conocer el Quijote, lo que es el
Quijote, lo que representa el Quijote. Borges no dice para qué sirve el
Quijote, sino qué le gusta del Quijote y en que le seguirá ayudando a los
hombres.
Tanto Saramago como Vargas Llosa dan a entrever, uno de una manera más
oscura que el otro, que el Quijote es bello y bueno, y dan a entrever que es
bueno porque están partiendo del hecho que saben que es el Quijote, tienen un
concepto de él, Borges, en cambio, declara, muestra lo bello que es el Quijote
para él sin más ni más, es algo que cada vez que lo lee le dice, le muestra,
según él, algo nuevo, aún a pesar de que cualquiera puede suponer que tiene un
concepto. Con ello se podría afirmar que la noción de gusto que emana de Borges
se mantiene incólume, en sentido kantiano, pulcra de toda intencionalidad
benéfica. Esta afirmación se debe a que Borges comienza su disertación
afirmando que las razones por las cuales el Quijote fue elogiado por gramáticos
y académicos fueron equívocas debido a que “Cervantes se burló de los
proverbios” y fue alabado por la gran cantidad de proverbios y no le interesó
“para nada la escritura ornamental”. No obstante, al asegurar al final de la
conferencia que el Quijote le seguiría agradando a los hombres, desde el punto
de vista lógico Borges le dio también a esa obra un carácter universal y en
consecuencia una idea del bien.
Así
pues, en una primera instancia se puede afirmar que teniéndose como referente
al Quijote, dos escritores alabaron su tratamiento para expresar la libertad y
uno de ellos hizo mención a su impacto en la narrativa universal y otro autor,
desdeñando el impacto del Quijote como utensilio, alabo el juego que hizo
Cervantes para mezclar sueño y realidad. Sin embargo, en todos estos autores
está presente la idea de lo bueno y de lo bello en el Quijote.
“LO BELLO” COMO REPRESENTACIÓN Y CREACIÓN EN
BORGES A PARTIR DEL QUIJOTE DE CERVANTES.
Como ya se hizo mención en la primera parte de este
ensayo, Borges, quizás más que cualquier otro autor tuvo presente a Cervantes y
al Quijote en sus obras. Estas circunstancias colocan a Borges como un autor
que usando a otro autor muestra una obra que puede ser catalogada de bella o no,
pero desde la perspectiva de Borges como un autor influido por Cervantes y que
habla del Quijote desde la perspectiva estética permiten hacer el intento de
entender al autor argentino a partir del concepto kantiano de lo sublime. Kant
expresó que lo bello encanta y lo sublime conmueve. Si se tiene presente que
Borges, al final de su conferencia, expresa:
“Siento que no he hecho justicia al tema,…,
estoy un poco conmovido. Y tal vez ese sentimiento ha superado lo que siento
por Cervantes y por Don Quijote. Creo que los hombres seguirán pensando en Don
Quijote porque después de todo hay una cosa que no queremos olvidar: una cosa
que nos da vida de tanto en tanto, y que tal vez nos la quita, y esa cosa es la
felicidad. Y, a pesar de los muchos infortunios de Don Quijote, el libro nos da
como sentimiento final la felicidad. Y sé que seguirá dándoles felicidad a los
hombres”.
Se puede afirmar en una primera instancia que el concepto de lo sublime
está presente. Ahora bien, Kant expresó que lo sublime “sólo está en nuestro espíritu,
en cuanto somos capaces de adquirir conciencia de ser superiores a la
naturaleza en nosotros y, con ello a la naturaleza fuera de nosotros. Todo
cuanto suscita en nosotros este sentimiento, contando entre ello la potencia de
la naturaleza que provoca nuestras fuerzas, se llama entonces sublime, y sólo
presuponiendo en nosotros esta idea, y con respecto a ella, seremos capaces de
llegar a la idea de la sublimidad de aquel ser que no sólo provoca en nosotros
intimo respeto por su potencia de que hace gala en la naturaleza, sino más aún,
por la capacidad existente en nosotros de juzgar aquella potencia sin temor y
nuestra destinación como superior a ella” (Kant. 2005. 111 p.). De estas dos
citaciones se puede afirmar que la superioridad está determinada por la razón
que en este caso está representada por la escritura y que teniendo presente que
lo sublime puede ser entendido como una extensión de lo bello, es decir,
magnifico, a la reconocida sublimidad del Quijote, se podría agregar también el
entendimiento que da a conocer Borges de esa obra en términos que abarcan lo
bello y lo sublime. La sublimidad, Borges la asocia con la felicidad y la
felicidad es buena. Al ser la felicidad buena, lo sublime puede ser asociado
con lo bueno y esto nos coloca de nuevo en las categorías kantianas. Partiendo
de esta premisa se puede traer a colación nuevamente la manera como es
representada la libertad en Saramago y Vargas Llosa. En los dos prologuistas la
belleza del Quijote está en cómo se representa la libertad y en Borges la
belleza y sublimidad del Quijote está en la felicidad que da (siempre desde la
perspectiva del cómo). Como la libertad y la felicidad son dos manifestaciones
del bien, se podría afirmar que también para los dos prologuistas de las referidas
ediciones de Don Quijote, la obra es sublime, pero la manera como la expresan
no reflejan esta sublimidad. Borges, entonces, expresa que le gusta el Quijote
y dice, además, que el Quijote, a pesar de su temática, da felicidad, o sea es
bueno y lo expresa en una armoniosa relación de magnitud y orden.
Teniendo esto presente podemos agregar que la felicidad en las obras de
arte, según Adorno, es una fuga precipitada que no contiene nada “de aquello de
lo que el arte se escapa”. Bajo esta perspectiva los prologuistas se encuentran
tan distantes de la obra, y esta distancia se evidencia en una crítica de la
obra cervantina, en cambio Borges huye, pero esta huida no es hacia el goce, es
más bien una huida hacia delante, para crear a partir de ella, tal vez en un
nivel donde el interés, desde la perspectiva de Adorno, se aleja del concepto
de obra de arte, pero desde la perspectiva del teórico alemán, porque la
evidencia ha demostrado que teniendo como referente la obra de Borges, el arte
no se encuentra en vías de extinción.
Ahora bien, la sublimidad destacada en el Quijote destacada en Saramago
y Vargas Llosa si bien contrasta con la sublimidad borgiana por decirlo de una
manera hay que tener presente que aunque se afirmó que Borges no hace mención
de la libertad, esta se irradia en toda la conferencia, pero esta afirmación es
contraria a lo que entiende kant por sublime. Según el filosofo alemán el
placer por lo sublime es negativo debido a que “es un sentimiento de privarse a
si misma de libertad la imaginación al ser determinada teleológicamente por
otra ley que la del uso empírico” (Kant, Op. Cit.:116), en cambio, el placer
por lo bello es positivo debido a que se está “emancipado del mero goce sensual
del placer”, o sea, hay libertad con respecto a la determinación de algo sujeto
a una ley.
Con respecto a esta noción kantiana de la libertad como condicionante en
los concepto de lo bello y lo sublime en el caso especifico de Borges, la sola
posibilidad de trascender la noción de lo bello determinado por la pasividad
dada al ser receptor de un placer, la creación artística a partir del mismo
Quijote y Cervantes tal como se extrae de la conferencia y de otras obras
escritas por este autor[2] hacen
que la noción de lo sublime adquiera otra visión. Esta es una superación de la
circularidad que en cierta medida se mantiene en los prólogos de las ediciones
aniversarias del Quijote.
LA
NATURALEZA DEL INTERÉS BORGIANO A PARTIR DEL QUIJOTE.
Lo que se destaca de los dos prólogos citados en la introducción es el
énfasis en la idea de libertad. Este énfasis no se observó en Borges, pero está
subyacente en su conferencia. Como se recordará, en Borges la idea de la
felicidad es la que declara al final de su disertación. Así pues libertad y
felicidad permitieron usar la expresión “sublime” para categorizar los juicios
estéticos que emitieron los autores antes citados, y aunque declaran la
libertad y la felicidad a partir de la razón y teniendo presente que el juicio
estético de lo sublime se caracteriza por ser un juicio producido por una
determinación según Kant, falta considerar esta afirmación de acuerdo a la
critica que hace Theodor Adorno a Kant, teniendo presente que este filosofo
contemporáneo a pesar de la critica que hace no cuestiona el concepto de
libertad kantiano en los juicios estéticos. Hay que tener presente que, según
Kant, “no hay ciencia de lo bello, sino sólo crítica” y esta es sólo posible
mediante argumentación.
Si se tiene presente la observación que hizo Francisco Bravo sobre el
equilibrio que en Kant está presente entre felicidad y moral, y que este
equilibrio está determinado por la prudencia y que la moral kantiana está
determinada por un sentido de libertad que es negativo, la percepción que se ha
tenido sobre sus conceptos de bello y sublime está determinada por el
equilibrio dado por esa misma idea de libertad y de ahí la presunta ambigüedad
que cuestiona Adorno. Siendo esto así, faltaría conocer las razones por las
cuales, en su Teoría Estética, este
autor no cuestiona la moral y por consiguiente la libertad kantiana.
Bajo esta premisa lo que se puede presumir de Adorno es que su concepto
de goce estético, su concepto de lo bello se corresponde con lo sublime de
Kant, siempre y cuando no afecte a otro. Dentro de esta perspectiva parece que
el Quijote, como objeto de arte, entra dentro de esta categoría puesto que,
como Adorno afirmó y se puede extraer de lo dicho tanto por Saramago, Vargas
Llosa y Borges: “las
obras de arte son imitaciones de lo empíricamente vivo, aportando a esto lo que
fuera le está negando. Así lo liberan de aquello en lo que lo encierra la
experiencia exterior y cosista”.
Ahora bien, habría que preguntarse ¿qué significa no afectar al otro en
cuanto al goce estético teniendo presente la presunción hecha en lo
concerniente a la eliminación de la frontera de lo bello y de lo sublime, de
acuerdo a lo que se puede entender en Adorno? Si se tiene presente la cita
previamente hecha se tiene que la eliminación de la frontera entre lo bello y
lo sublime libera al que juzga de todo atavismo para el goce involucrando al
individuo con la obra en un contexto de enajenación. En tal sentido, el filosofo
alemán expresó que “la
fuerza de la negatividad de la obra de arte es la que mide el abismo entre
praxis y felicidad. Kafka no excita ciertamente un deseo pasional. Pero la
angustia real que crean sus obras… tiene más que ver con la pasión que con el
antiguo desinterés que él recoge y que tras él perdura. Pero el interés es
groseramente inadecuado para dar cuenta de sus escritos”. Esta afirmación
permite hacer indagaciones para saber si la tesis de Adorno es aplicable a
Borges y eventualmente a Saramago y Vargas Llosa.
En relación
con Saramago y Vargas Llosa se puede afirmar que su situación de prologuistas
los coloca fuera de la obra a pesar de que se haya afirmado que sus juicios
estéticos entran en el ámbito de lo sublime, pero como la distancia hace que la
fuerza de negatividad del Quijote sea atenuada, sus juicios estéticos se
corresponden con un proceso donde la obra se ha ido transformando y adquiriendo
contenidos que no tenía. De ahí es pertinente la acotación de Adorno de que “el
arte podría tener su contenido en su propia transitoriedad”.
En Borges
se puede afirmar que ha acontecido el mismo proceso, pero su identificación con
el Quijote podría evidenciar enajenación por las mismas razones que él ha
expuesto en relación con esa obra y que se puede evidenciar en una parte
considerable de su producción literaria. Esta realidad permite constatar, según
Adorno, que “la doctrina de la complacencia desinteresada es pobre ante el
fenómeno estético, lo reduce a lo formal, algo tan cuestionable en su
aislamiento, o a los llamados objetos sensibles de la naturaleza”. Ahora bien,
esta misma producción borgiana indica que se produjo otro proceso dentro del
proceso antes aludido y este proceso borgiano que ha tenido su corolario en la
conferencia “Mi entrañable Señor Cervantes” permite la pregunta:
¿Se está enfrente a una obra de arte o ante juicio estético?[3] Por
una parte se puede afirmar que es un juicio estético que entra en el plano de
lo bello y de lo sublime, pero su conferencia, desde el punto de vista estético
guarda un equilibrio entre magnitud y orden, y en este sentido se puede inferir
que el juicio que hace Borges de Cervantes y el Quijote, es un juicio estético
hecho de manera estética, es decir, dio agrado leer y escuchar a Borges
emitiendo un juicio sobre Cervantes y el Quijote. Por ello, se puede concluir
que Borges le ha dado reglas al arte.
El agrado
que produce Borges, ahora, pudiera estar relacionado con la manera en que
Borges se identifica con Cervantes y el Quijote, es decir, con la
identificación del autor con el otro autor y con su obra. En tal sentido se
puede afirmar también que Borges no objetiviza al Quijote, ni a Cervantes. Los
mantiene dentro del ámbito de la subjetividad. Pero manteniéndose dentro de este
ámbito se expresa en un contexto de generalidad y esa generalidad es lo que
permite constatar su sublimidad[4],
la sublimidad a partir de lo bueno, con lo cual ese interés puede ser entendido
desde una perspectiva universal.
Estas tres
referencias al Quijote permiten afirmar entonces de alguna manera lo bueno del
Quijote, y a partir de lo bueno se pudo extraer lo bello de esa obra, pero ¿se
podría extraer de dichas referencias lo bello del Quijote para a partir de allí
extraer lo bueno del Quijote? Como ya se indicó, todos los autores referidos
apelan a metáforas para dar su percepción de esa obra desde el punto de vista
estético. Esto no fue necesario para que los lectores conocieran sus
percepciones sobre lo bueno del Quijote. ¿Por qué sucede esto si estas personas
podrían simplemente haber dicho me gusta el Quijote o me apasiona dicha obra?,
¿Por qué la necesidad de un “por qué”?
La
necesidad de un porque contiene consideraciones estéticas a partir de lo que
Kant denomina sentido común. El sentido común, en este contexto, puede ser
entendido como la bisagra que une lo moral con lo estético y ya se hizo mención
de los elementos constituyentes de la bisagra (es decir, el equilibrio entre felicidad
y moral sustentado en la prudencia y en la libertad negativa), en consecuencia,
se puede afirmar que lo prologuistas intentaron destacar el contenido moral del
Quijote, al igual que Borges, pero a pesar de que esta moralidad en los tres
autores asume un rasgo de universalidad, el sentido de universalidad de la
libertad es diferente al de la felicidad aunque todos los individuos persigan
ambos objetivos. La libertad es pública y la felicidad es privada. El día en
que la felicidad pase a ser pública, desaparece la palabra felicidad.
El carácter
público del Quijote entonces es para dos autores la visión de libertad y para
Borges la felicidad. ¿La libertad para ellos contiene la felicidad o la
felicidad para Borges contiene la libertad? Estos términos no son excluyentes, reflejan
dos visiones del mundo, una que refleja una posibilidad y otra que refleja un
estar.
Por otra
parte, ya se sabe que los prologuistas destacaron la libertad y que Borges
destacó la felicidad: ¿Estos énfasis podrían evidenciar una intencionalidad
enmarcada dentro de un contexto moral y consecuentemente una base fundacional
específica para la emisión de juicios estéticos? La respuesta a este
interrogante nos daría luces para releer el Quijote con un interés diferente
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
ADORNO, Theodor W. Teoría
Estética. Barcelona. Ediciones Orbis, S.A. 1983. 346 p.
BLANCO CARRERO, Edgar. Borges en
una Perspectiva Heideggeriana. Caracas. UCV-FHE. Cátedra de la Estética en Schopenhauer,
Nietzsche y Heidegger. Profesor: Ruperto Arrocha. 2005. 15 p.
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BORGES,
Jorge Luís. Mi entrañable señor Cervantes. Papel literario de El Nacional: Centenario de Borges, 1º
de agosto de 1999. 6 p. http://www.el-nacional.terra.com.ve.
BORGES, Jorge Luis. El hacedor. www.literatura.us/borges/hacedor.html
CERVANTES, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Madrid. Real Academia Española. Edición IV Centenario. 2004. 1249 p.
CERVANTES, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Caracas. Editorial Santillana. Alfaguara. 2005. 400 p.
KANT, Immanuel. Crítica del Juicio. Buenos Aires. Editorial Losada. 2005. 365 p.
KANT, Immanuel. Observaciones sobre el Sentimiento de lo Bello y lo Sublime. Mexico. FCE. Universidad Nacional Autonoma de Mexico. 2004. 138 p.
ODIFREDDI, Piergiorgio Jorge Luis Borges Il Labirinti Dello Spirito. Sep. 1992. 19 p. http://www.vialattea.net/odifreddi/borges2.htm.
[1] La
admiración que Borges tuvo por Cervantes se evidenció, de acuerdo a su propia
expresión, en las lecturas que hizo del Quijote desde la niñez y por la
presencia del Quijote en toda su producción literaria donde se destacan: Cervantes: Novela Ejemplar
(II.791), y Alberto Gerchunoff: Retorno a Don Quijote (II.815); Sobre Borges y
Alonso Quijano (Otras Conversaciones, p. 112), Pierre Menard, autor del Quijote
(I.649), y Parabola de Cervantes y Don Quijote (I.1151); Sueña Alonso Quijano
II.697.
[2] En otras obras de Borges, como ya se indicó estuvo viva la
presencia del Quijote y de Cervantes. Aquí se incluye la Parábola de Cervantes y
del Quijote (www.literatura.us/borges/hacedor.html
) como una muestra del sentido de sublimación que aquí se quiere expresar:
Harto de su tierra de España,
un viejo soldado del rey buscó solaz en las vastas geografías de Ariosto, en
aquel valle de la luna donde está el tiempo que malgastan los sueños y en el
ídolo de oro de Mahoma que robó Montalbán.
En mansa
burla de sí mismo, ideó un hombre crédulo que, perturbado por la lectura de
maravillas, dio en buscar proezas y encantamientos en lugares prosaicos que se
llamaban el Toboso o Montiel.
Vencido
por la realidad, por España, Don Quijote murió en su aldea natal hacia 1614.
Poco tiempo le sobrevivió Miguel de Cervantes.
Para los
dos, para el soñador y el soñado, toda esa trama fue la oposición de dos
mundos: el mundo irreal de los libros de caballerías, el mundo cotidiano y
común del siglo XVII.
[3] Al respecto, Kant expresó que “la exposición empírica de los
juicios estéticos puede servir siempre de comienzo que proporcione la materia
para una investigación superior” (Kant, Op. Cit.:127)
[4] Al respecto Kant expresó que “en sentido estético, se llama
espíritu el principio vivificante del animo… y este principio no es otra cosa
que la facultad de expresar ideas estéticas, pero entendiendo por idea
estética aquella representación de la
imaginación que mueve mucho a pensar, sin que pueda tener, no obstante, ningún
pensamiento determinado…”.