lunes, 15 de enero de 2024

VERDAD Y POSTVERDAD DENTRO DE UNA REALIDAD ESTRUCTURALMENTE DINÁMICA

 

Trabajo presentado en Realidad y Proceso: investigación científico-filosófica. Enlace: https://filosofiafundamental.com/realidadyproceso/temporada-2/



Resumen

Partimos de la consideración de que la realidad es dinámica y que la verdad como un indefinido proceso de desocultamiento está expuesta a la relativización o la manipulación con fines de diferente naturaleza cuando acaecen desfases entre los hechos y sus diferentes interpretaciones con consecuencias individuales o colectivas. Este desfase es lo que permite la ocurrencia del fenómeno conocido como posverdad y, por ello, como vivimos dentro de un contexto de aceleración o desaceleración social hemos estimado conveniente valorar el alcance del fenómeno de la posverdad. Con este propósito vamos a analizar cómo la posverdad ha entrado en el mundo como un estado de cosas existente, seguidamente vamos a examinar cómo ha sido la conexión existente entre estado de ideas y estado de cosas que permite que dicho fenómeno haya sido considerado como relevante, a continuación valoraremos cuál ha sido la naturaleza del discurso y su relación con el poder entendido como estructura de mediación y, finalmente, trataremos de determinar cómo hacer frente a un discurso tildado como posverdad en una realidad dinámica como la que vivimos en el mundo de hoy. El puerto de llegada de este esfuerzo investigativo en sí misma es una invitación al filosofar.

Palabras claves: verdad, posverdad, discurso, realidad, dominación

Abstract

We start from the consideration that reality is dynamic and that the truth as an indefinite process of uncovering is exposed to relativization or manipulation for purposes of a different nature when gaps occur between the facts and their different interpretations with individual or collective consequences. This gap is what allows the occurrence of the phenomenon known as post-truth and, therefore, as we live in a context of social acceleration or deceleration, we have deemed it convenient to assess the scope of the post-truth phenomenon. For this aim, we are going to analyze how post-truth has entered the world as an existing state of affairs, then we are going to examine how the existing connection between the state of ideas and the state of affairs has that allows said phenomenon to be considered as relevant. then we will assess what the nature of the discourse has been and its relationship with power understood as a mediation structure and, finally, we will try to determine how to deal with a discourse branded as post-truth in a dynamic reality such as the one we live in today's world. The port of arrival of this investigative effort in itself is an invitation to philosophize.

Keyword: truth, post-truth, discourse, reality, domination

Introducción

Si entendemos la realidad como dinámica y la verdad como una relación de correspondencia dentro de un contexto de pluralidad podemos afirmar que la verdad es dinámica en función del dinamismo de la realidad. Esto significa también que si consideramos la realidad en función de su ritmo y su cadencia podemos observar que en el acompasamiento en la sucesión de eventos en un devenir y la cadencia como un ritmo que se repite acaecen desfases entre la realidad y la verdad por acción u omisión o ambas que explican, por una parte, las crisis en los órdenes políticos y, por la otra, los cambios de paradigmas en el ámbito de la ciencia. Por ello, para entender el campo de la verdad y la posverdad vamos a repasar algunos elementos básicos de la teoría de la argumentación para contextualizar su rol en el ámbito de la retórica política y, consecuentemente, en la ciencia en el mundo de hoy partiendo de la premisa de la existencia de una relación armónica entre realidad y verdad para que se comprenda de una mejor manera el impacto del desfase en términos discursivos[1].

La argumentación puede ser entendida a partir de tres campos de estudio, es decir, la retórica, la dialéctica y la lógica. Veámoslas sucintamente. Sintéticamente podemos decir que la retórica es un recurso persuasivo que está relacionada con la producción de un discurso donde el argumento es utilizado para resolver problemas y tomar decisiones[2]. La dialéctica, por su parte, consiste en la organización sistemática de una interacción comunicativa con el propósito de producir mejores decisiones. En esta perspectiva se hace énfasis en la idea de admisibilidad asociada a la proposición de argumentos lo cual significa en la práctica que su aceptación puede ser determinada a partir de criterios establecidos por los sujetos involucrados en los procesos argumentativos. Finalmente, desde la perspectiva lógica, la argumentación tiene como propósito la producción de proposiciones destinadas a apoyar una conclusión. En este sentido un buen argumento está constituido por una afirmación sustentada con evidencias y justificaciones. La lógica, en sí se divide en dos grupos: la lógica formal y la lógica informal. La lógica formal tiene como objetivo elaborar medios para asegurar que nuestro pensamiento proceda de forma correcta con el fin de llegar a un conocimiento verdadero. Sin embargo, aquí se presentan inconvenientes, por una parte, cuando pretendemos analizar argumentos cotidianos porque en este caso no existe una variedad de posibilidades de argumentación y, por la otra, cuando se apela a las emociones, a los especialistas y/o al carácter del sujeto, por su poca confiabilidad. Sobre esto volveremos más adelante cuando tratemos sobre las falacias. De igual forma, la lógica es el ámbito de las falacias en tanto y en cuanto pueden presentar conclusiones y premisas posibles de ser falseadas, pero constituye el tipo de argumentos que caracterizan de forma más efectiva nuestro contexto real en lo concerniente a las discusiones cotidianas, políticas, científicas, mediáticas, judiciales, etc., y en lo concerniente a la dinamicidad de la realidad.

La lógica informal, por su parte, tiene la finalidad de elaborar procedimientos para análisis, interpretación, evaluación, crítica y construcción de la argumentación en el discurso cotidiano. Aquí, las conclusiones pueden ser aceptadas en el entendido de que pueden ser refutadas frente a nuevas evidencias o frente a la invalidación de las premisas. Esto dentro de un contexto de dinamicidad explica también la relativización de la verdad.

Con esta síntesis podemos indicar que la retórica, la dialéctica y la lógica formal constituyen el campo de la verdad y la postverdad en tanto y en cuanto ambas se producen dentro de una realidad que es de naturaleza dinámica. Con ello podemos introducirnos ahora en el campo de la postverdad.

La posverdad, ha sido entendida de dos maneras: como algo “relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales”[3], o como una “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales[4]. En el primer caso podemos afirmar que las circunstancias pueden influir de dos maneras: por una aceleración social o por una dinámica acontecimental que genera una brecha entre discurso y hechos y una saturación de información que propende a relativizar un discurso. En el segundo caso podemos decir que esta distorsión no sólo tiene que ver con un tema de argumentación en el discurso político, sino también puede y ha sido considerado como un problema de seguridad nacional en la medida en que puede ser usado por poderes extranjeros para afectar las visiones, conductas y toma de decisiones de sociedades democráticas en época de paz o guerra[5]. En todo caso, lo que se considera una amenaza es la consecuencia, es decir, la brecha que se genera en el plano argumentativo.

En ambas definiciones se observa un desequilibrio que se hace patente en la esfera argumental tanto en el plano político como del científico entre un estado de cosas y un estado de ideas que hace que un individuo apele a sus emociones o a sus creencias tal como los hechos son inmediatamente percibidos trayendo como consecuencia que estas puedan ser manipuladas estratégicamente para su propio perjuicio. Es decir, en este contexto los hechos parecen ser irrelevantes en relación con un observador en tanto y en cuanto sólo pasa a tener relevancia el juicio que se emite sobre ello por la incapacidad de mesurarlo efectivamente. Al respecto dos autores han reflexionado sobre el tema, Wolfgang Gil y Raúl Rodríguez-Ferrándiz, permitiéndonos establecer una orientación para examinar de qué se trata la postverdad y su relación con la ciencia y la política.

Wolfgang Gil (2017), en este sentido, relacionó exegéticamente la postverdad con el doublespeak o “doblehabla” orwelliano puesto que consideró que sirve para explicar cómo se distorsiona u ofusca la realidad con el propósito de dominar o mejor dicho de mantener un estado de cosas o un orden político dado[6]. Según Gil el “doublespeak” o “doble discurso” es un lenguaje que

“deliberadamente oscurece, disfraza, distorsiona o invierte el significado de las palabras… [para] hacer que la verdad suene más aceptable e incluso refinada [o producir] ambigüedad intencional para que el lenguaje exprese inversiones reales de significado. En tales casos, el doble-habla disfraza la naturaleza de la verdad” (Ibid.).

La consecuencia de esta forma de proceder es una afectación de la realidad en el sentido que si bien entendemos que es inaprensible o que se hace difícil determinar un patrón de comportamiento, deliberadamente se dificulta la posibilidad de que se haga respectiva en términos propios dentro de un espacio público por la falta de sinceridad que está subyacente agravada por el hecho de que, como hemos indicado, la realidad es en sí dinámica[7]. Como se sabe, el espacio público es el lugar de la acción, es decir, de la praxis. Según Gil, “esta praxis está caracterizada por ser espontanea, contingente y basada en un pensamiento libre” (Ibid.). En el plano político, dentro de este contexto, la verdad esta referida al pacto originario cuya consistencia se expresa en la duración de la estructura política de forma estable a partir de la referenciación constante a dicho pacto. Con ello se evita la inestabilidad dentro del orden existente. Cuando se genera inestabilidad se crean las condiciones de posibilidad de que surjan formas totalitarias. Es decir, si bien es cierto que ese pacto se puede alejar temporalmente de la realidad en que vivimos, si tenemos presente la estructura dinámica de la realidad, siempre hay que volver sobre el mismo para realizar correctivos concordes con el estado de cosas existentes debido a que la dinamicidad de la realidad posibilita “el surgimiento de formas con pretensión de verdad que representan una ruptura de lo originariamente acordado” (Ibid.). Si bien esta dinámica de las circunstancias plantea el problema de la permanencia y el cambio desde la perspectiva de la sociedad, los dilemas que se presentan contextualmente constituyen un marco que permite utilizar el término de posverdad.

Por su parte, Raúl Rodríguez-Ferrándiz trató de precisar qué está subyacente en los conceptos indicados de posverdad desde una perspectiva política y genealógica considerando “una dicotomía o incluso una incompatibilidad entre conocimiento racional y emociones”[8]. En esta orientación, el autor ha tenido presente que la posverdad ha “sido un fenómeno que ha estado siempre implícito en la noción misma de opinión pública” considerando que desde el punto de vista filosófico la “opinión” ha estado opuesta a la verdad.

Dineyis Arias Mendoza, Rafael González Pardo, Leonardo Herrera Delgans y Omar Cortés Peña (2020) complementando lo expresado por Rodríguez-Ferrándiz destacaron el carácter resbaladizo del concepto de posverdad y su difuseidad inherente cuando se compara con otros fenómenos precedentes como la desinformación desde el mismo momento que es tributaria de sus técnicas, métodos y condicionantes, en tanto y en cuanto “se equipara de modo directo con la manipulación de la información en el marco de los complejos procesos de configuración de la opinión pública” con unas consecuencias políticas cuya data tiene una amplia raigambre histórica en lo concerniente a la búsqueda del poder[9]. Pero estos autores fueron más allá. Para ellos

“… no ha sido solo un desinterés (…) de las personas por alcanzar a conocer la verdad de los acontecimientos, es también un desplome de la confianza que los individuos depositaban en el principal narrador o publicista institucional: los medios de comunicación, dueños del monopolio informacional y de la verdad en el pasado... Así las cosas, la posverdad pone al descubierto el colapso del modelo racionalista moderno, esto es, de un modelo bien definido y aceptado de decir la verdad como una empresa comunicativa compartida basada en la razón y la ciencia” (Ibíd.:32).

El mecanismo empleado para lograr estos efectos ha sido el de sembrar la duda aplicando la misma metodología científica, pero con resultados diferentes. Esta estrategia que originalmente fue empleada en el campo de la guerra ha sido empleada efectivamente hoy en día para poner en duda las causas y consecuencias del cambio climático (Ibid.). Sin embargo, debemos alertar aquí que Gil y Rodríguez-Ferrándiz construyeron sus argumentos sin considerar la naturaleza dinámica de la realidad y creemos que este carácter contextual de la realidad genera distorsiones que impiden comprender el concepto de posverdad con una mayor certidumbre. Como se puede observar la posverdad dentro de un contexto de aceleración acaece: cuando una información relevante es suplantada por otro relativizando la anterior en una secuencia infinita. Sobre este tema de la aceleración volveremos más adelante.

Para los autores antes citados, la causa de la posverdad se encuentra en un sesgo cognitivo que se expresa en la preferencia de versiones de la realidad “que encajan con el sistema de creencias cultivado en cada individuo [desechando aquellas] que tienen una correspondencia lógica en el terreno de los hechos comprobables y verificables, pero que no se articulan con los valores, creencias, ideologías o filiales de una persona” (Ibíd.:35-36). Ya hemos indicado que la aceleración social hace que estos encajes sean pobres no sólo con respecto al sistema de creencias, sino también en relación con los argumentos que se utilizan para imponer una realidad determinada.

Esta actitud basada en la apelación al sistema de creencias echa a un lado cualquier orientación que apunte a un razonamiento crítico-reflexivo de modo que se puedan confrontar los hechos, tal como se presentan, y hacerlos respectivos dentro de un contexto que cada quien busca producir su propia realidad en función de su propio sistema de funcionamiento. Es decir, aquí observamos una especie de extrañamiento en el sentido indicado por Hegel que en principio es voluntario, pero que también podría ser inducido por la misma naturaleza de la realidad si entendemos esta procesualmente no sólo desde su dinamicidad sino también de su aceleración. Desde esta perspectiva, la posverdad no es un fenómeno nuevo, sino más bien, como veremos, es un fenómeno que ha sido potenciado por el desarrollo de las tecnologías de información y comunicación (TIC) desde dos perspectivas: una, en el plano argumentativo y, otra, como consecuencia de la aceleración social que vive la humanidad (Rosa, 2016:90)[10].

Aquí se pueden observar varios hechos que debemos tener presente: en primer lugar, cómo la posverdad ha entrado como un estado de cosas existente en el mundo de hoy gracias a las TIC, en segundo lugar, cómo ha sido la conexión existente entre estado de ideas y estado de cosas que permite que dicho fenómeno haya sido considerado como relevante, en tercer lugar, cuál ha sido la naturaleza del discurso y su relación con el poder entendido como estructura de mediación y, en cuarto lugar, cómo hacer frente a un discurso tildado como posverdad en una realidad dinámica como la que vivimos en el mundo de hoy. A continuación, vamos a tratar de dar respuesta a estos interrogantes con la finalidad de valorar el alcance del fenómeno de la posverdad en el mundo de hoy.

1.- La posverdad como resultante de un estado de cosas existente

Si bien es cierto que Rodríguez-Ferrándiz (2019) expresó que los orígenes de la palabra ‘posverdad’ se remontan a los inicios de los años noventa cuando fue acuñada por Steve Tesich para describir el “proceso de degradación de la calidad de la democracia y de la sociedad civil” en el sentido que los ciudadanos estadounidenses comenzaron “a evitar cada vez más enfrentarse a la verdad” y preferir que la clase política “les ahorrara” ese trabajo, Hannah Arendt describió en Sobre es la revolución y posteriormente en la Crisis de la República la brecha que se estaba generando entre gobernantes y gobernados como consecuencia de este proceso degenerativo, el papel que estaban realizando agencias del gobierno como los servicios de inteligencia para imponer una realidad determinada en función de sus intereses políticos y sus potenciales consecuencias totalitarias y el surgimiento de los políticos profesionales como consecuencia del ensanchamiento de la brecha[11]. Esta brecha es histórica. André Muralt expresó que tiene su origen en el estatus ontológico que la dupla Scoto-Ochkam le dieron a la materia y la forma y, consecuentemente, a su correlato político, es decir, sociedad y Estado en toda la estructura de la filosofía política moderna[12]. Pero, además de ello, debemos detenernos aquí para examinar el contexto de la realidad en función de su dinamicidad y la velocidad de los cambios que se vive en el mundo de hoy de una manera tal que le ha permitido a Hartmut Rosa hablar de aceleración debido a que esta aceleración o desaceleración ha contribuido a ensanchar esa brecha con importantes consecuencias en el discurso y en las relaciones políticas.

Hartmut Rosa utilizó la expresión ‘aceleración social’ para definir la naturaleza dinámica de los procesos de cambio que se están produciendo en el mundo de hoy que no sólo puede conducir a formas totalitarias, sino también a “formas de alienación social graves, que pueden ser consideradas como un obstáculo” para aprehender la realidad y hacer viable el concepto de buena vida (Op. Cit.:91). Nosotros agregamos también que es un obstáculo para garantizar la estabilidad de un orden político. Para conceptualizar la aceleración social, dicho autor estableció tres categorías que nos pueden ayudar a comprender de una manera más amplia uno de los factores que incide en el fenómeno de la posverdad: la aceleración tecnológica, la aceleración del cambio social y la aceleración del ritmo de vida.

·         La aceleración tecnológica tiene que ver con el aumento evolutivo y progresivo de la velocidad de los procesos dirigidos a alcanzar objetivos específicos en relación con el transporte, la comunicación, aspecto que ya hemos introducido, y la producción (Rosa, Op. Cit.:12). Esta aceleración ha transformado la realidad y el "régimen espacio-temporal" de las sociedades (Ibid.).

·         En relación con la aceleración del cambio social Rosa expresó que este se ha observado en la inestabilidad y el carácter efímero del tejido y estructuras de las sociedades, así como sus “patrones de acción y orientación”. La idea que está subyacente aquí es que “la misma velocidad del cambio está cambiando” (Ibid.:24). Estos cambios que se producen con una rapidez cada vez mayor están relacionados con “las actitudes y los valores, además de las modas y los estilos de vida, las relaciones y obligaciones sociales, además de los grupos, clases, entornos, lenguajes sociales, formas de práctica y hábitos” (Ibid.). De ahí que la simbolización del mundo social, se compone hoy en día “de flujos culturales que solo cristalizan puntualmente en los paisajes ideológicos, étnicos, técnico-financieros-mediáticos" que aparecen en las redes de información y comunicación. Por ello, para hablar de aceleración social ha recurrido al concepto de "contracción del presente" permitiéndole concluir que “la aceleración está definida por un incremento en las tasas de pérdida de confianza en las experiencias y las expectativas, y por la contracción [del] tiempo definible como el presente" (Ibid.:26).

·         Finalmente, la aceleración del ritmo de vida es entendida por Rosa como “la consecuencia del deseo o necesidad sentida de hacer más cosas en menos tiempo” (Ibid.:31).

Podemos inferir aquí que la aceleración social es una expresión de la estructura dinámica de la realidad que afecta la verdad como correspondencia, como coherencia, como referente originario, como coherencia o como revelación favoreciendo, en consecuencia, el surgimiento de fenómenos como la posverdad tanto desde la perspectiva de su manifestación fenomenológica como de su uso para lograr un efecto deseado. Al haberse convertido la sociedad moderna, en una "sociedad de la aceleración" podemos entender que la brecha a la cual hemos hecho alusión fomenta, como indicamos, el desarrollo del fenómeno totalitario. Esta aceleración es consecuencia de dos factores: un sistema de vida altamente competitivo y un consecuente afán de reconocimiento que impulsa dicha aceleración (Ibid.:46 y 104) y, una promesa cultural que se sintetiza bajo el aforismo de que la buena vida es la vida vivida efectivamente (Ibid.:46)[13]. En este hecho influyen otros dos factores: Primero, la fuerza normativa silenciosa de reglas temporales que se presenta bajo la forma de plazos, cronogramas y otros límites temporales y, segundo, la transformación de nuestra relación con el mundo en términos subjetivos y en términos de nuestra condición de "estar en el mundo" (Ibid.:71-72). Estos dos factores, según Rosa, han generado la percepción de la vivencia en un proceso de transición que es observado como aleatorio, episódico y hasta frenético reemplazando la noción de progreso o historia dirigida (Ibid.:79), creando así las condiciones de posibilidad de que se produzcan desarrollos destructivos que pueden provocar angustia o sufrimiento (Ibid.:80). Nosotros agregamos también que esta transición está siendo observada como permanente. La posverdad es uno de estos desarrollos en tanto y en cuanto es difícil hacer mención a ‘hechos objetivos’ e incluso, como dijimos, fomenta la distorsión producida con un propósito específico. En ambos casos observamos una cortedad de quien la argumenta produciendo un ensanchamiento de la brecha dentro de una estructura institucional. Esto nos trae de vuelta al plano argumentativo.

Si bien los argumentos se han hecho “demasiado lentos para la velocidad del mundo”, las estructuras de poder han sido inmunes a cualquier exigencia en nombre de la veracidad o la justicia (Ibid.:95), ensanchando la brecha que separa a gobernantes y gobernados. Así pues, a la preocupación inicial de Steve Tesich, según Rodríguez-Ferrándiz, hay que agregar otra variable que, si bien no justifica, permite entender el fenómeno de la posverdad desde otra dimensión, es decir, en la dinamicidad del mundo de hoy la aceleración social es una realidad que se impulsa a sí misma obligando a los individuos a pensar en su propia supervivencia debido a las limitaciones relacionadas con “la velocidad de la percepción y de procesamiento por parte de nuestros cerebros” (Ibid.:56).

A pesar de esta situación, el aspecto más preocupante que señala Rodríguez-Ferrándiz, y creemos que es lo más destacable ha sido la actitud de la opinión pública frente a la “ocultación de verdades incómodas”. La aceleración social y la posverdad, permiten, en este contexto, colocar el discurso político en un límite ético si consideramos que este se encuentra fuera de los bordes de lo que se puede hacer o no, de lo que está bien o no y, de lo aceptable o no. Un ejemplo de lo antes expresado se muestra en la actitud de un individuo cualquiera frente al discurso político relativo al conflicto en Ucrania.

En otro orden de ideas, el derrotero que ha seguido la posverdad desde sus inicios en el año 1992 con la afirmación de Steve Tesich en el artículo denominado “Un gobierno de mentiras” publicado en The Nation, dentro de un contexto de aceleración social, ha pasado por los términos ‘factoid’ para denotar hecho de que estas, posverdades, sólo existen en letra impresa y se convierten en realidad cuando son publicados, ‘bullshit’ usado, dentro del marco de esta aceleración, para referir la irrelevancia que se da entre verdad y mentira o cuando se hacen discursos insustanciales y el ‘fake news’ que se presenta como una profecía autocumplida en la medida en que se publica en los medios de comunicación y en las redes sociales desde que estas irrumpieron en el espacio de la comunicación política a partir del año 2004. Dicho de otra manera, es una “desinformación intencionada (invención o falsificación de hechos conocidos) con fines políticos y/o comerciales, presentada como noticias reales” generadas como consecuencia de un relativismo en el que todo vale y/o un mero interés económico[14]. Según Arias Mendoza et alii, la paradoja a la que la humanidad se ve afectada en el presente es que

“los mismos avances que han servido a la psicología para entender los mecanismos de ese campo que experimentan las personas cuando los hechos reales o las versiones objetivas de la realidad, no están alineados con sus creencias, actitudes y comportamientos, son instrumentalizados al servicio de intereses políticos y monetarios específicos” (Ibíd.:37).

Con la revolución de la información, la posibilidad de establecer patrones psicológicos casi en tiempo real, o mejor dicho en un presente contraído y un ritmo de vida acelerado en una brecha existente, ha abierto un campo de posibilidades para manipular estratégicamente a la opinión pública haciendo a “las personas más proclives al autoengaño” (Ibíd.:37-38). Esta manipulación es favorecida por el uso de las plataformas de RR.SS como plataforma ubicua y de fácil acceso que promueven el aislamiento y la expansión (Ibid.). Dicho de otra manera, quien sabe qué queremos ser nos puede manipular. Creemos que toda esta situación es debido a que el gran volumen de información posibilita una segmentación basada en los intereses de los individuos y a que la tecnología permite en lo actuales momentos establecer esos patrones ‘casi en tiempo real’ en la medida en que permite ir al mismo ritmo de la aceleración social.

Rodríguez-Ferrándiz en la singladura realizada sucintamente expresa que la posverdad orbita en torno a dos posiciones: los que la observan como un término de moda cuyas raíces se remontan a la retórica clásica (demagogia) y a la propaganda o desinformación y, los que consideran que ha emergido como consecuencia de la fragmentación producida gracias al desarrollo de las tecnologías de información y comunicación debido al relativo empoderamiento comunicativo que ha alcanzado el usuario, desde una perspectiva individual, y a la sobreabundancia informativa en un contexto donde se ha dilatado el espacio y se ha reducido el tiempo de exposición que ha hecho improcesable el manejo de información de una situación determinada y su consecuente valoración en términos argumentativos. Esta realidad, que se sustenta además en la aceleración social, ha traído a su vez como consecuencia no sólo la privatización de la información sino también la invasión de la privacidad de los individuos gracias a la posibilidad de determinar patrones de preferencias de los mismos posibilitando la emergencia de lo que Gilles Deleuze (1999) denominó sociedad de control[15]. Esta afirmación nos conduce al plano político.

2.- La conexión entre estado de ideas y estado de cosas en el discurso político dentro de un contexto de aceleración social

Como los estados de ideas pueden expresar también estados de cosas mediante el discurso, aun dentro de un contexto de aceleración social, vamos a examinar qué se entiende por discurso para poder contextualizarlo en el marco de la argumentación y consecuentemente de la postverdad. Paul Ricoeur[16], definió ‘discurso’ como una “dialéctica del acontecimiento y el sentido” (2006:25), es decir, en la medida en que todo discurso se actualiza como un acontecimiento, en esa medida se comprende como sentido. El acontecimiento, en este orden de ideas, es un fluir del pensamiento que transfiere la experiencia entendida como significado expresado y comunicado, es decir, “el intercambio intersubjetivo en sí mismo y la comunicación con el receptor” (Ibíd.:30). La significación, en este contexto es su sentido que se hace público a través del discurso. El dialogo, consecuentemente, es el acontecimiento que une los acontecimientos del discurso y la escucha del mismo desde la perspectiva de la reciprocidad de intenciones o de sentidos que generan a su vez la gramática del reconocimiento (Ibíd.:33).

Es aquí donde se presenta la ruptura en el plano de la praxis si se considera la existencia de un contexto determinado, es decir, unas relaciones de dominación determinada. En este sentido, la perdida de contextualidad o la compresión del presente destruye el dialogo porque se destruye la consistencia del discurso. Con ello, la postverdad puede ser vista como consecuencia de una ruptura deliberada o no que impide que se concrete el acontecimiento del discurso. Esta ruptura se produce entonces a partir de la aceleración social o como un acto deliberado de manipulación realizado desde la ruptura misma para alcanzar un objetivo determinado o ambas.

Christian Plantin, por su parte, expresó que ‘discurso’ es “un conjunto de actos de habla planificados, terminados, que se dirigen a un público en el seno de un marco institucional concreto” (Op. Cit.) y agregó que “Sólo puede haber argumentación si hay desacuerdo sobre una posición, es decir, confrontación entre un discurso y un contradiscurso” (Ibid.:31). Como la norma fundamental de la argumentación es la eficacia y la influencia, agregó que “el discurso bien argumentado es el que hace hacer bien, ya se trate de hacer votar bien, de hacer amar bien o de hacer comprar bien” (Ibid.). Este ‘hacer hacer’, el autor lo distinguió del ‘hacer creer’ para evitar la manipulación y el engaño característico de los regímenes donde los conductores no van a la cabeza sino a las espaldas de los conducidos. Nosotros pudiéramos agregar aquí a los conductores que están separados de los que deberían ser los conducidos. La brecha, a la que hicimos mención, impide entonces la argumentación y la sustituye por la divulgación de una realidad distorsionada donde los hechos objetivos son relativizados de forma deliberada con una finalidad específica o donde los hechos se producen dentro de un contexto tan acelerado que hace difícil o innecesaria la argumentación.

La verdad, en este contexto, es el referente de la argumentación en términos de correspondencia en tanto y en cuanto forma parte del dominio de las ciencias y la argumentación, en este sentido, asegura la conservación y el descubrimiento de lo verdadero (Ibid.). Desde esta perspectiva podemos decir que la argumentación es una operación del pensamiento que puede ser objeto de crítica “en función de una norma lógico-científica que toma en consideración el valor de verdad de los enunciados y la validez del lazo que une las premisas [con] la conclusión” (Ibíd.:45). De esta forma de comprobar la validez de algún enunciado es posible que se produzcan dos resultados en la medida en que el discurso soporte o no la crítica. Si la argumentación supera efectivamente la prueba, se hablará de demostración. Si sucede lo contrario, se dirá que la argumentación no es más que una falacia o un paralogismo, es decir, una argumentación (una inferencia) no válida, pero que recuerda a la de una argumentación válida. Dentro de las formas de argumentación no validas, para nuestros efectos, está la ambigüedad que se aprovecha de la pluralidad de significados de las palabras, la deducción defectuosa de enunciado, las observaciones equivocadas o desactualizadas y/o “toda transgresión del método científico, especialmente en la determinación de las relaciones de causalidad, y, de forma correlativa, en la formulación de las leyes explicativas” (Ibíd.:50-56).

Si consideramos ahora que los paralogismos se producen dentro de un contexto de no ruptura, el asunto es tener presente cómo operan dichas falacias dentro de un contexto donde hay ruptura entre interlocutores debido a que con ella la dimensión crítica y acontecimental dentro del plano del discurso indiferentemente de su naturaleza resulta inoperable. Por otra parte, si tenemos presente el contexto dinámico caracterizado por la aceleración que hace la ruptura más patente podríamos hablar no de un argumento falaz, sino más bien de un argumento desactualizado que usado deliberadamente dentro de un contexto determinado permite hablar de postverdad. Pero aquí estaríamos hablando de una verdad desactualizada, es decir, una verdad que perdió su sistema de referencia.

Ya indicamos que la duda ha sido la herramienta usada para que la postverdad esté presente en el discurso político del mundo de hoy, pero de acuerdo con nuestra línea discursiva tenemos dos elementos a valorar: por una parte, tenemos la “distorsión deliberada de una realidad” y las “circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes…” y, por la otra, la manipulación y/o relativización de “creencias y emociones…”. Ambas dentro de un contexto de aceleración social. La bisagra en las dos definiciones es la opinión pública en el sentido que en ella se busca generar un entorno poliédrico de contrastes de ideas exacerbado por una realidad acelerada y por unos medios de comunicación que operan dentro de una estructura de poder que enmudece cualquier capacidad de decisión dejando el paso libre para la ejecución de una acción política determinada. Las RR.SS acrecientan estos contrastes haciendo que no exista una opinión pública consistente sino más bien una atomización que Byung-Chul Han (2014) ha asociado con un enjambre que se caracteriza por su instantaneidad[17]. Pero esta atomización la observamos como una forma de uniformización en sentido inverso en una escala más amplia, es decir, una forma de aislamiento e incluso de alienación siguiendo el criterio de Hartmut Rosa (Op. Cit.), como veremos a continuación. Con ello se explica porque se pasó de una sociedad disciplinar a una sociedad de control como nos lo ha indicado Gilles Deleuze (Op. Cit.).

Las RR.SS, teniendo a la postverdad como el espacio de acción dentro de un contexto de aceleración social, ha contribuido al debilitamiento de las relaciones intersocietales debido a que la mediación tecnológica ha alejado a las personas y ha significado el desarrollo e instrumentación de algoritmos que, como hemos dicho, han servido para personalizar la información según sus preferencias produciendo infinitas segmentaciones dentro de una sociedad. Estas segmentaciones se producen porque las TIC ofrecen hoy en día “la alternativa de darle al público aquella información (verdadera, falsa o distorsionada) que es congruente con sus gustos e ideologías políticas” (Arias Mendoza et alii, Op. Cit.), haciendo con ello que la brecha existente se ensanche aún más. De ahí que el problema del paralogismo o de la falacia, según Pantin, “consiste en saber en qué medida, y en qué sentido, la argumentación común es, o debe ser, una argumentación científica, sujeta a la norma de lo verdadero” (Op. Cit.). Aquí incluimos el pacto originario como criterio de verdad entendido como sistema de referencia, pero, como esta no está forzosamente sujeta a la ley de lo verdadero, eso depende de cómo el sentido común que sustenta la opinión pública se hace más científico en la medida en que los avances de las ciencias permeen de forma cognitiva a todas las sociedades y que sus integrantes puedan ser capaces de producir su propia realidad. Esto nos lleva a la relación del discurso y la argumentación con la dominación.

3.- La naturaleza del discurso y su relación con la dominación

Según Teun van Dijk el discurso político ha tenido importancia para todos los miembros de una comunidad política a lo largo de la historia debido a su capacidad para influir “como de sus diversos grados de legitimidad” que se da en función de una importancia que es agrandada o empequeñecida por los medios como han sido los casos de los discursos de dirigentes políticos (2009:93)[18]. Sin embargo, esta capacidad, a pesar de los medios, ha ensanchado la brecha entre gobernantes y gobernados como nos lo ha dicho Hannah Arendt. Aquí podemos agregar que esta brecha se ha producido, según la autora, por la irrupción en el campo de la política del homo faber que le ha dado a este un envoltorio de racionalidad instrumental, y lo ha convertido en campo de acción de políticos profesionales, a partir de la consideración de la relación medios y fines. Este hecho le ha dado a la postverdad un campo de acción para los propios fines de dicho homo faber devenido en político profesional porque ha permitido el acrecentamiento de la brecha entre discurso y acción en el plano político dentro del contexto de la aceleración social. Es decir, instrumentalmente ya no es importante la mayoría de consenso sino la mayoría necesaria para alcanzar un fin.

Esta última situación de la brecha la podemos rastrear en situaciones de crisis como la vivida por Platón en la Atenas de postguerra tal como nos indicaron Paul Ricoeur y Wolfgang Gil. El autor francés, en este sentido, destacó el problema del lenguaje que planteó el ateniense en varias de sus obras. Según él en El Crátilo el filósofo de las formas ideales mostró que

“El logos del lenguaje requiere por lo menos de un nombre y un verbo, y es el entrelazamiento de estas dos palabras lo que constituye la primera unidad del lenguaje y del pensamiento. Incluso esta unidad tan sólo formula su pretensión de poseer la verdad; la cuestión aún debe decidirse en cada instancia” (Op. Cit.).

Debemos pensar aquí que en el discurso político ateniense de ese entonces no existía esa unidad y es en esta brecha que Platón se preguntó por qué. Posteriormente, en sus obras de madurez como El Teeteto y El Sofista volvió sobre el mismo problema. En esas obras el asunto que trató estuvo relacionado, según el autor francés, con el esfuerzo por comprender “cómo es posible el error, o sea, cómo es posible decir lo que no viene al caso, si hablar siempre significa algo” (Ibid.). Este decir, tiene que ver con la combinación de un conjunto de palabras que pueden significar alguna cosa aun cuando no hayan captado la naturaleza de algún fenómeno. Así pues, Ricoeur afirmó que con Platón el error y la verdad fueron observadas como ‘afecciones’ del discurso que nos podrían ayudar a entender el plano de referencia en el cual se presenta la postverdad en cuanto a la relación existente entre discurso y dominación. Aristóteles llegaría a las mismas conclusiones en el tratado Sobre la Interpretación.

Wolfgang Gil a propósito de la postverdad se apoyó también en Platón para hacer una relación entre discurso y orden político para indicar que el desequilibrio de este produce la injusticia:

“Según Platón, cuando el alma del individuo o de la sociedad se desequilibra, tiene lugar la injusticia. En Republica IX (588b-590a), el pensador griego nos brinda una iluminadora alegoría antropológica. La injusticia se presenta cuando el alma inferior, la apetitiva, representada por un monstruo de muchas cabezas, es alimentada con retórica política manipuladora. Platón representa la razón como un ser humano; el alma pasional como un león y la apetitiva como un monstruo” (Op. Cit.).

El objeto de W. Gil, en este caso, fue mostrar cómo un demagogo al seducir “a la parte inferior (el monstruo) con halagos y palabras complacientes; vale decir, con posverdad” (Ibid.), podía afectar un orden político determinado convirtiendo a los miembros de una comunidad política en esclavos creando así las condiciones para el surgimiento de una tiranía. Así pues, el autor venezolano asoció la demagogia con la postverdad en los mismos términos que lo hizo Arias Mendoza et alii dándole a dicho concepto una orientación que busca correlacionar las brechas antes indicadas. Si, en este contexto, incluimos el tema de la aceleración podríamos afirmar que pudiera suceder que no existe intencionalidad para producir distorsiones de la realidad, sino más bien incapacidad para dar cuenta de la realidad o de ‘hechos objetivos’ o un aprovechamiento de la situación a partir de un cálculo instrumental, pero aun así se persiste en mantener la misma estructura de relaciones.

En relación con los medios, ya hemos indicado que también tienen un discurso orientado a la dominación. Sin embargo, debemos agregar también que muchas personas con esta orientación, los influencer por ejemplo, han poseído una amplia cobertura por parte de los medios de comunicación e información, con lo cual esa capacidad para influir, en ambos casos, a pesar de ser consecuencia de imposiciones ha tendido a confirmarse y, en algunos casos, legitimarse aún más en el plano del discurso político (van Dijk, Op. Cit.:95). Este hecho ha acaecido a la par de la creciente capacidad de dominio de las RR.SS.

Dentro del contexto de aceleración social, estos medios hacen aun un uso selectivo de las fuentes dentro de un contexto rutinario en el ritmo de las noticias y la selección de noticias a difundir. Por ello, los medios de comunicación e información, en general, todavía deciden quiénes son sus representantes públicos, qué se dirá de ellos y cómo lo dirán, siguiendo al efecto criterios ideológicos, científicos y profesionales que proveen un acceso direccionado a personas y/o a organizaciones, con lo cual no sólo reconocen y legitiman su status de dominio, sino también ensanchan la brecha entre dirigentes y el sentido común sobre el cual se basa la opinión pública. Así pues, los medios tradicionales han logrado mantenerse como una parte de la estructura de dominación de la sociedad en virtud de la dimensión simbólica que aun manejan (Ibíd.:96), a pesar del desarrollo de las RR.SS y de la aceleración social de la cual hemos hecho mención.

Así pues, junto con el desequilibrio al cual se ha hecho mención nos interesa examinar ahora los abusos que se cometen en el plano discursivo a partir de la naturaleza de la brecha antes indicada que nos colocan en el plano de la postverdad manteniendo estos desequilibrios y su correlato la injusticia y la estructura de representación dentro de una comunidad política evidenciando, con ello, el estado de crisis en que se encuentran.

Teniendo presente lo antes expresado de la estructura de dominación política y de los medios de comunicación van Dijk para correlacionar discurso y dominación comenzó expresando, en primer lugar, que el discurso se examina “no solamente como un objeto verbal autónomo, sino también como una interacción situada, como una práctica social o como un tipo de comunicación que se da en una situación social, cultural, histórica o política” (2009:36), que evidencia la existencia de una metafísica anclada a una realidad determinada que en nuestro caso está representada por la pérdida de la relación de correspondencia entre esta y el discurso  y, en segundo lugar, que el dominio lo define a partir de una posición social en sí y para sí en la medida en que tienen acceso a los mecanismos de producción del discurso para manipular estratégicamente las opiniones del público con el fin de relativizar la veracidad de un hecho. Para ello consideró que muchas formas de dominación contemporánea “deberían definirse como poder simbólico en relación con el acceso preferencial a —o el control del— discurso público” (Ibid.), en tanto y en cuanto implica el control de la mente del público mediante la manipulación de las emociones y las creencias personales y, por consiguiente, de forma indirecta, el control de lo que el público quiere y hace que como indicamos tiende a evitar enfrentarse a la verdad. Por ello, se constata que la postverdad no sólo no es un fenómeno relativamente nuevo, sino también está estrechamente relacionado con la demagogia.

La reproducción discursiva de la relación de dominio que da sentido al fenómeno de postverdad, en este contexto, son consideradas, siguiendo a van Dijk, a partir de un triángulo de conceptos conformado por el discurso, la cognición y la sociedad (esta última se observa a través de dos dimensiones: la historia y la cultura) (Ibíd.:39). Es dentro de este marco en que se presentan los abusos en el campo del ejercicio legítimo de la política y en el campo de la información en los actos de desinformación y postverdad. Van Dijk llamó a estas formas de abuso ‘dominación’, definiéndola como  

“una noción que implica la dimensión negativa del «abuso» y también la dimensión de desigualdades, injusticia e inequidad, es decir, todas las formas de acciones y situaciones ilegítimas. La dominación engloba asimismo los diversos tipos de abuso de poder comunicativo… como la manipulación, el adoctrinamiento o la desinformación...” (Ibíd.:41).

Como se puede observar, los abusos en prácticas discursivas están relacionados con la legitimidad, aunque podemos entender que esta puede cambiar con el tiempo. El abuso, en este contexto, es un uso ilegítimo de la institucionalidad establecida y refiere “la violación de las normas y valores fundamentales” de una comunidad política en beneficio de quienes detentan esa autoridad afectando los intereses y los derechos sociales y civiles de dicha comunidad (Ibid.:42). Desde esta perspectiva podemos decir que la postverdad es consecuencia de un abuso producido por una estructura de dominación.

Si bien estos abusos se producen dentro de un contexto de desigualdad en el sentido que existen circunstancias donde los recursos del poder, producido por un consenso en sentido arendtiano, no se distribuyen equitativamente, para van Dijk esto también ocurre en relación con “los recursos simbólicos del poder tales como el conocimiento y el acceso al discurso público” (Ibíd.:43). Los abusos los refiere el autor a una forma de persuasión que produce daño, es decir, promueve el establecimiento de formas de desigualdad social por las distorsiones que produce: desinformación, manipulación, estereotipación, falta de conocimiento y adoctrinamiento que se ubican en un plano simbólico y pueden conducir a la exclusión social (Ibíd.:44-46). Una ideología, en este orden de ideas, es para van Dijk,

“un complejo marco cognitivo que controla la formación, la transformación y la aplicación de otras cogniciones sociales tales como el conocimiento, las opiniones y las representaciones sociales, entre las que se incluyen los prejuicios. Este mismo marco ideológico consiste en un conjunto de normas, valores, propósitos y principios socialmente importantes, seleccionados, combinados y aplicados de tal manera que favorezcan la percepción, la interpretación y la acción de las prácticas sociales que jueguen a favor del interés conjunto del grupo. Así, una ideología da coherencia a ciertas actitudes sociales que, a su vez, co-determinan prácticas sociales” (Ibíd.:68-69).

Este marco cognitivo determina estratégicamente para quien los controla los contenidos y la organización del conocimiento público, las jerarquías de las creencias y la formación y generalización de consensos (Ibíd.:70). Teniendo presente lo antes indicado, van Dijk estableció una tipología de los modos en que el discurso representa una estructura de dominación como una forma de interacción social, pero nos vamos a enfocar en tres por su impacto en la conformación de decisiones dentro del contexto de la postverdad.

  1. Los anuncios publicitarios y la propaganda. En estos casos, la conformidad se construye apelando a instrumentos retóricos como la repetición y la argumentación.
  2. Los grupos de “expertos”. Los medios retóricos aquí están relacionados con exposiciones estructuradas de problemas específicos y en las descripciones de cursos de acción alternativos, generalmente, indeseables.
  3. La descripción de acciones deseables o indeseables recurriendo a la manipulación de emociones o a varias formas de originalidad tanto en el tema como en el estilo seleccionado (Ibíd.:73-74)[19].

Estas tres formas de representar el poder mediante el discurso evidencian la existencia de una correlación directa entre el alcance del discurso y el alcance del poder en el sentido de que el poder se ejerce y se reproduce en el discurso (Ibíd.:107). Pero como hemos visto hay una brecha entre discurso y acción que evidencia la existencia de otra brecha, la de gobernantes y gobernados la postverdad, en este contexto, es la expresión que sirve, por una parte, para preservar el statu quo en el caso de los dirigentes y, por la otra, mantener el desinterés de los dirigidos por la imposibilidad de cambiar el estado de cosas político evitando así un mayor daño. La postverdad, desde esta perspectiva, opera como el disipador de un enjambre potencialmente capaz de desestabilizar, aunque sea momentáneamente, un orden político[20]. Este nos lleva al campo de cómo hacerle frente.

4.- Cómo hacer frente a la postverdad

Podemos considerar dos maneras para hacer frente a la postverdad: una basada en un contexto de movimiento uniforme de evolución de las comunidades políticas y otro dentro de un contexto de aceleración social[21]. En el primer caso tenemos la sugerencia de W. Gil, a partir de la tesis de David Runciman, y otra desarrollada por Douglas Walton como medio para recuperar la dimensión crítica en el plano discursivo frente al poder. En el segundo caso nos interesa analizar estas propuestas dentro de un contexto de aceleración social.

W. Gil para dar respuesta al fenómeno de la postverdad sugirió la obra de David Runciman[22] denominada La hipocresía política… Según el autor venezolano es “un libro agudo y revelador, sobre los problemas de la sinceridad y la verdad en esta actividad humana, y cómo podemos lidiar con ellos sin caer nosotros mismos en contradicción” (Op. Cit.). David Runciman (2018), en este sentido, a propósito de las democracias liberales expresó que, para los políticos profesionales,

“la honestidad sería un arte que incluiría también el recurso, sabiamente administrado, de no ser del todo honesto. La idea es que el arte de la política incorpora de forma congénita la mentira, y que lo que debemos hacer los ciudadanos es tener un criterio para saber cuál es el nivel de hipocresía sostenible, quizás incluso beneficioso o deseable”.

Dicho en palabras de W. Gil, hay que saber “distinguir entre hipocresías inocuas y dañinas” debido a que el autor inglés considera que “debemos aceptar la hipocresía como un hecho de la política, pero sin abrazarla” (Gil, Op. Cit.). El problema es, según Runciman, determinar “qué clase de hipócritas queremos que sean los políticos” (2018:50), dentro de un contexto signado por el hecho de que, en la conducta de los políticos profesionales, “ya no preocupa tanto su estratégico cultivo de las apariencias como su aparente falta de interés por los hechos” (Ibid.). Podemos agregar aquí que esta falta de interés puede provenir de los cambios acelerados de la realidad, como hemos indicado y de hecho volveremos a considerar, de la ubicación de un individuo dentro de la estructura de poder simbólico de la comunidad política o ambas. Es decir, “si no hay hipocresía sin disimulo, es difícil [entonces] considerar hipócritas a políticos [profesionales]… que han dejado de disimular sus verdaderas opiniones” (Ibid.). Creemos que los políticos profesionales aquí, y en general los detentadores del poder simbólico, han entrado en el plano del cinismo debido a que subestiman las consecuencias ensanchando la brecha entre gobernantes y gobernados, como indicó Hannah Arendt, pero también hay que agregar, como indicó Rodríguez- Ferrándiz, que la respuesta de los dirigidos ha tendido a la indiferencia generando las condiciones de posibilidad de que surjan ordenes totalitarios. Este es el marco de la crisis de los órdenes políticos modernos donde Venezuela puede ser vista como un ejemplo.

Runciman, en este contexto, hizo una distinción entre hipocresía y mentira para dar fundamento a su tesis y diferenciarla así de las formas de poder simbólico que se encuentran fuera del contexto de la realidad. La mentira está relacionada con una afirmación de algo que no se constata en la realidad de los hechos. La hipocresía, por su parte, está relacionada con el carácter, es decir, con la presunción de creencias que no se profesan o con el alardeo de virtudes que no se practican. Como la hipocresía y la mentira se pueden presentar de forma simultánea podemos encontrarnos también con políticos profesionales “que se creen sus ficciones y otros que observan en todo momento sobre lo que dicen una reserva mental que los mantiene en contacto con la realidad”. Si bien Runciman creyó que ambos son necesarios e inevitables, se inclina por aquellos políticos profesionales que tienden a no caer en el autoengaño, aspecto que el autor si consideró pernicioso. Nosotros creemos que es pernicioso en ambos casos.

Teniendo presente lo antes indicado, Runciman consideró que la falta de sinceridad es “inextirpable de los sistemas democráticos [debido a que] la propia democracia no es otra cosa que una ficción útil” (Ibíd.:241). Es decir,

Ficción, porque no es cierto que el pueblo sea soberano; útil, porque así creerlo sirve para poner límites al poder. Los representantes bien pueden tener una opinión distinta de la de sus representados, pero se comportarán, al buscar su voto, como si ambas fuesen coincidentes. Los electores, que conocen las reglas del juego, confieren al gobernante un margen de incumplimiento de las promesas imposibles o absurdas que les fueron hechas en campaña. Para los partidos, en fin, exponer la hipocresía del otro se convierte en el arma política predilecta en la contienda electoral” (Ibíd.:40).

Podemos observar en esta afirmación dos cosas: en primer lugar, la aceleración social ha generado un punto de ruptura que le está quitando los límites al poder y el margen de incumplimiento está relacionado con algo ya referido en relación con las verdades incomodas que hacen que la brecha que se ha formado permita que la verdad se relativice en función de dicha aceleración.

Finalmente, Runciman expresó, en este mismo orden de ideas, que “es difícil sostener que a los electores les mueva el esclarecimiento de la verdad en cualquier debate público” (Ibid.) y, este aspecto nos coloca, como hemos estado argumentando, en el campo de la postverdad debido a una credulidad autoinducida por el deseo de afianzar asentados prejuicios sobre la propia identidad nos coloca frente al problema planteado por Steve Tesich relacionado con una vivencia dentro de una sociedad civil y una democracia degradada caracterizada por el deseo de que la clase política les ahorrara el trabajo de enfrentarse a la verdad.

Observamos que en un marco de postverdad entonces la existencia de un discurso dentro de un contexto degradado caracterizado por la brecha que separa a dirigentes y dirigidos tiende al cinismo en los mismos términos que describió Peter Sloterdijk el ambiente político de la república de Weimar debido a que se resume en una lucha por el poder a todo costo[23]. Por tanto, la propuesta de Runciman a pesar de ser adelantada en relación con los fenómenos políticos que se presentarían en las décadas siguientes da una orientación equivoca frente al fenómeno de la postverdad en el sentido que propone la aceptación de un estado de cosas que van Dijk lo asoció a una estructura de poder que persigue su permanencia indiferentemente del estado de cosas existente.

Por otra parte, uno de los investigadores que ha realizado importantes contribuciones en el ámbito de la lógica informal en lo concerniente a las falacias consideradas como esquemas argumentativos que nos pueden ayudar a hacer frente a la posverdad en el sentido que hemos dado en este ensayo es Douglas Walton. Este pensador ha puesto a la disposición de los individuos, por una parte, habilidades en el uso de herramientas de argumentación y, por la otra, habilidades para la construcción de sistemas que puedan realizar razonamientos automatizados usando la argumentación computacional en el ámbito de la inteligencia artificial (2014:04)[24]. De forma más específica propuso un sistema concebido a partir de unos cuestionamientos críticos vistos como formas de argumentos (patrones de diálogos o formas abstractas de raciocinio) utilizados en el discurso cotidiano y en contextos específicos, como el de la argumentación en el campo científico, político y en el campo del derecho que nos resultan pertinentes analizarlos porque la opinión de expertos, como ya hemos indicado, puede ser vista en el plano retórico como un medio para inducir cursos de acción a través de la apelación a la autoridad (ad verecundiam) dentro de un contexto relativizado de posverdad que, generalmente, tiende a ser indeseable.

Los esquemas argumentativos propuestos por Walton son considerados a partir de un conjunto de cuestiones críticas que pueden ayudar a evaluar cada esquema argumentativo teniendo en consideración el contexto en que se produce para evaluar si un argumento es consistente o no. La introducción del contexto nos pone en el plano de la tesis de Timothy Eastman, no obstante, vamos a examinar la propuesta de Walton para analizar luego cómo el contexto debe ser considerado dentro de un mundo acelerado.

Walton hizo la distinción entre casos razonables de argumentación de una opinión experta y las instancias falaces de este tipo de argumentación como los entimemas[25] y la omisión deliberada realizada por el experto dentro de un contexto dado (Ibid.:2-3). Para ello estableció un procedimiento de cinco pasos que mostraremos a continuación:

(1) Identificar las partes de un argumento, sus premisas y la conclusión, utilizando el esquema de argumentación para el caso del argumento basado en la opinión de un experto,

(2) Evaluar el argumento mediante la construcción de un diagrama de argumentos que represente la masa de evidencias relevantes en el caso. En este sentido propuso seis preguntas críticas, que funcionan como un dispositivo que sirve para evaluar un argumento de un experto, capaces de derrotar un argumento. Las preguntas críticas, dentro de este contexto, son:

Pregunta de experticia:

¿Qué credibilidad tiene un experto (E) como fuente experta?

Pregunta de campo:

¿Es E un experto en el campo F en el que se encuentra A?

Pregunta de opinión:

¿Qué afirmó E que implica A?

Pregunta de confiabilidad:

¿Es E personalmente confiable como fuente?

Pregunta de coherencia:

¿A es coherente con lo que afirman otros expertos?

Pregunta de evidencia de respaldo:

¿La afirmación de E se basa en evidencias?

 

Teniendo presente estas preguntas, un individuo podría hacer cualquiera de ellas haciendo que el argumento original evidenciara su inconsistencia. Si la pregunta es respondida adecuadamente, el argumento se mantendría tentativamente hasta que se hagan más preguntas críticas al respecto. A medida que se respondan adecuadamente las preguntas más críticas que coinciden con el esquema, el argumento de la opinión de los expertos se vuelve cada vez más fuerte, aunque haya sido débil al principio.

(3) Tomar en cuenta las preguntas críticas que coinciden con el esquema.

(4) Hacer esto hace que se representan las preguntas como premisas (supuestos y excepciones) del esquema y

(5) Establecer un sistema que permita mostrar las relaciones probatorias entre los argumentos a favor y en contra antes de sopesar los argumentos tanto a favor como en contra de la opinión de un experto.

Para este último aspecto, según Walton, se ha demostrado que es posible la aplicación de este procedimiento en un sistema formal de argumentación computacional reconfigurando las preguntas críticas, es decir, distinguiendo tres tipos de premisas en el esquema llamadas premisas ordinarias, supuestos y excepciones. Para ello Walton propuso la aplicación de una hipótesis diferente a cada cuestión crítica del esquema, es decir, modelando las preguntas críticas como premisas de un esquema ampliando las premisas en el esquema que se esté desarrollando al efecto con el fin de valorar el argumento y, por consiguiente, la confiabilidad del experto dentro de un contexto excepcional. Sin embargo, creemos que computacionalmente es posible la obtención de un resultado satisfactorio en casos puntuales donde esté en juego una posición política o científica específica, no así en un plano informal y cotidiano. En este caso, el recurso de la intuición en función de cada individuo va a prevalecer por la incapacidad de manejar un mayor volumen de datos si consideramos el contexto de aceleración y desaceleración que estamos viviendo. La intuición aquí la estamos entendiendo como la facultad de producir juicios a partir de la coherencia, la consistencia y no-ambigüedad en el proceso de dar cuenta a fenómenos físicos y discursivos[26].

De igual forma, es importante tener presente que vivimos en un entorno donde el conocimiento es entendido como un conjunto de compromisos de los científicos en un dominio del conocimiento que está sujeto a falsación a medida que se produce una nueva evidencia. Por ello creemos que esta solución sólo es aplicable si se es capaz de estar al ritmo de la aceleración social o a través de la inteligencia artificial.

Finalmente, Walton concluyó que (1) es generalmente un error, desde el punto de vista de la argumentación, confiar en los expertos, (2) aunque frecuentemente es necesario basarse en la opinión de los expertos, pero (3) podemos producir conclusiones provisionales a partir del juicio de expertos hasta la aparición de nuevas evidencias que permitan producir nuevas conclusiones. Como se puede observar, el foco de atención de este autor ha sido la confiabilidad. Nosotros nos preguntamos ahora cómo aplicar su propuesta dentro de un contexto de aceleración que impide de forma fortuita o deliberada el dialogo.

Dentro de un contexto de aceleración la tesis de Walton resulta consistente en la medida en que existan situaciones aplicables, pero es de difícil aplicación a no ser que se recurra a la inteligencia artificial. El contexto de aceleración social es, para nuestros efectos, el fundamento ontológico de la posverdad. La verdad se mueve al compás de los cambios sociales y por ello, el ámbito de ocurrencia de la posverdad es en los desfases. Ello explica la apelación a la intuición de acuerdo al sentido que le hemos estado dando debido a que en los desfases o las brechas que se generan se evidencian, la falta de coherencia, de consistencia y la ambigüedad que para nosotros indican, de suyo, falta de confiabilidad. El criterio de verdad, en este sentido no es aplicable por el nivel de incertidumbre que genera la aceleración social. Esto nos lleva al último aspecto, o sea qué hacer.

En este sentido hay dos principios de la filosofía especulativa indicados por John Cobb desde una perspectiva procesual que nos pueden ayudar a complementar lo indicado con respecto a la intuición frente al fenómeno de la posverdad en relación con el científico y el experto en el debate político[27]. De estos dos ya hemos mencionado uno, es decir, la coherencia, consistencia y no-ambigüedad como un todo. El otro es la adecuación. Ambos están orientados para probar, como hipótesis, cualquier tipo de idea propuesta. La coherencia, en este sentido es la prueba de cuán bien unas ideas propuestas se ajustan mutuamente para garantizar confiabilidad. La adecuación, por su parte, está relacionada con el grado de correspondencia existente entre las ideas propuestas en un proceso argumentativo y los datos obtenidos en los más campos de la experiencia y del conocimiento humano[28].

5.- Corolario

Consideramos que el modo de hacer frente a la posverdad dentro de un contexto de aceleración social tiene que ver con la capacidad de un ser de construir su propia realidad. Esto nos lleva de nuevo al pensamiento de Arendt, Zubiri y Deleuze y Guattari. Arendt, como expresamos nos indicó la existencia de una brecha entre gobernantes y gobernados en el plano político y su potencial consecuencia, Zubiri nos habló de hacer respectivo lo real como paso para construir su realidad y Deleuze y Guattari nos dijeron el contexto donde esta realidad se puede construir.

 

 



[1][1] Plantin, Christian (1998). La Argumentación. Barcelona (T. A. Tusón). Editorial Ariel. 159 p

[2] Marina Martins, Stefannie de Sá Ibraim y Paula Cristina Cardoso Mendonça, (2016). “Esquemas argumentativos de Walton na análise de argumentos de Professores de Química em formação inicial”, Belo Horizonte, Revista Ensaio, v.18, nº 2, pp. 49-71. Por otra parte, sobre la palabra ‘discurso’ hablaremos en el parágrafo 2

[3] Ver: Oxford English Dictionary, 2016

[4] Ver: Real Academia Española, 2017.

[5] Ver: Bertilsson, Fredrik. 2021. Source Criticism as a Technology of Government in the Swedish Psychological Defence: The Impact of Humanistic Knowledge on Contemporary Security Policy.

Humanities 10: 13. [Documento en línea]. Disponible: https://doi.org/10.3390/h10010013 Consulta: 03DIC2021

[6] Gil, Wolfgang, ¡La verdad ha muerto! ¡Viva la posverdad!, Caracas, 2017, PRODAVINCI.  Documento en línea. Disponible: https://historico.prodavinci.com/2017/03/07/artes/la-verdad-ha-muerto-viva-la-posverdad-por-wolfgang-gil-lugo-1/

[7] Ver: Zubiri, Xavier: Estructura dinámica de la realidad, Alianza, Madrid, 1995

[8] Rodríguez-Ferrándiz, Raúl (2019). “Posverdad y fake news en comunicación política: breve genealogía”. El profesional de la información, v. 28, n. 3, e280314. https://doi.org/10.3145/epi.2019.may.14

[9] Dineyis Arias Mendoza, Rafael González Pardo, Leonardo Herrera Delgans y Omar Cortés Peña, (2020), Posverdad en revistas científicas de comunicación en Iberoamérica un análisis de contenido, Bogotá, Universidad Sergio Arboleda, Instituto Latinoamericano de Altos Estudios –ILAE–, 136 p.

[11] Ver: Hannah Arendt (2015). Crisis de la República. Madrid. (T. G. Solana). Editorial Trotta. 182 p. y (2006). Sobre la Revolución. Madrid. (T. P. Bravo). Ediciones de la Revista de Occidente. 343 p. Para evitar esta brecha, Di Giacomo siguiendo a Arendt expresó que “La unidad de los acuerdos, …, no está dada de antemano, de una vez y para siempre en las ilegibles líneas de una metafísica destronada, sino que se halla al final de prácticas comunicativas merced a las cuales los hombres se convencen a sí mismos de sus posturas argumentativas, convencen a los demás, o son convencidos por éstos. Se ha de vivir y se ha de saber, pues, en la atmósfera de una conveniente sobriedad: sapere et vivere ad sobrietatem”. Ver al respecto: Di Giacomo, M. (2011). “El poder comunicativo en Arendt y en Habermas”. Maracaibo. LUZ. Revista de Filosofía, Nº 69, 3, pp. 52 – 73.

[12] Ver al respecto: Muralt, André (2002). La Estructura de la Filosofía Política Moderna. Sus orígenes medievales en Escoto, Ockham y Suárez. Madrid. (T. V. Fernández). Editorial Itsmo. 187 p.

[13] Rosa expresó que el término "totalitario" refiere aquí “un principio abstracto que somete a su autoridad a todos los que viven bajo el mismo” sistema siguiendo al efecto cuatro características: “a) ejerce presión sobre la voluntad y las acciones de los sujetos; b) cuando es ineludible, es decir, que todos los sujetos son afectados por él; c) cuando es omnipresente, en otras palabras, cuando su influencia no se limita a una u otra área de la vida social sino a todos sus aspectos; y d) cuando es difícil o casi imposible criticarlo y luchar contra él” (Ibid.:105).

[14] Ver: McNair, Briand citado por Rodríguez-Ferrándiz (2019).

[15] Deleuze, Gilles, (1999). Conversaciones. Post-scriptum sobre las Sociedades de Control. Valencia (T. J. Pardo). Editorial Pre-Textos. 349 p.

[16] Ricoeur, Paul, (2006), Teoría de la Interpretación. Discurso y excedente de sentido. 6º ed. México. (T. G. Monges). Siglo XXI Editores y Universidad Iberoamericana. 112 p

[17] Byung-Chul Han. (2014).  En el Enjambre. Barcelona. (T. R. Gabás). Editorial Herder. 111 p

[18] Dijk v., Teum, (2009). Discurso y Poder. Contribuciones a los Estudios Críticos del Discurso. Barcelona. (T. A. Bixio). Editorial Gedisa. 417 p

[19] Un ejemplo de lo aquí afirmado lo constituye la censura a la que fue expuesto el filósofo sueco Erik J. Olsson quién “identificó la sustitución de los valores académicos tradicionales por un enfoque excesivo en la igualdad y otros valores blandos como una gran amenaza para la libertad de expresión en la academia”. Ver al respecto: “CENSURAN UNA CONFERENCIA SOBRE LIBERTAD DE EXPRESIÓN ACADÉMICA EN EL INSTITUTO DE ASTROFÍSICA DE CANARIAS” en Disedentia (2021). [Documento en línea]. Disponible: https://disidentia.com/censuran-una-conferencia-sobre-libertad-de-expresion-academica-en-el-instituto-de-astrofisica-de-canarias/

[20] Ver al respecto: Byung-Chul Han (Op. Cit.).

[21] En ambos casos se puede presentar una situación de estancamiento.

[22] Runciman, David, (2018), La Hipocresía Política. La Máscara del Poder, de Hobbes a nuestros días. Madrid. (T. D. Salcedo Megales). Avarigani Editores. 393 P. Ver también: De Ramón, Juan, (2019), “Artes de ser honesto: hacia una hipocresía sostenible”. Madrid. RdL. Documento en línea: disponible en https://www.revistadelibros.com/david-runciman-la-hipocresia-politica-la-mascara-del-poder-de-hobbes-a-nuestros-dias-juan-claudio-de-ramon/ Consulta: 11 de octubre de 2021

[23] Sloterdijk, P. (2007). Crítica de la Razón Cínica. 4º ed. Madrid. (T. M. Á. Vega). Ediciones Ciruela. 786 p.

[24] Walton, D. (2014). “On a razor's edge: Evaluating arguments from expert opinión”. Taylor & Francis. Review Argument and Computation 5(2-3). Pp 139-159

[25] Silogismo abreviado que, por sobrentenderse una de las premisas, solo consta de dos proposiciones, que se llaman antecedente y consiguiente.

[26] Ver al respecto: Vera Rojas, L., & Blanco Carrero, E. (2021). “Intuición y prospección: la realidad y su impacto en la toma de decisiones”. Observador del Conocimiento, 6 (n° 3), 63-89. Recuperado a partir de http://www.oncti.gob.ve/ojs/index.php/rev_ODC/article/view/293

[27] Cobb, J. (2015). Whitehead Word Book:  a glossary with alphabetical index to technical terms in Process and Reality. 2º ed. Anoka: Process Century Press,

[28] Ver también: Cobb (2015:12).