domingo, 1 de septiembre de 2019

LOS PROBLEMAS DE LAS CULPAS EN VENEZUELA



Venezuela como Estado ha sido destruida política, moralmente y metafísicamente. Este hecho ha sido realizado por unos criminales cuyos delitos comenzaron a ser cometidos mucho antes del año 1998 y la expresión más cruda de esta situación ha sido la disminución deliberada de la potencia de trascender a sí mismo de cada venezolano obligándolos por millones, en consecuencia, a buscar destino en otros países. Existen muchos culpables, pero la paradoja es que muchos de los que ayudaron a destruir el país antes y después del año 1998 han pretendido exhibirse como  ‘arrepentidos’ y como ‘salvadores’, por lo que la culpa y el arrepentimiento en sí plantean diferentes niveles de presentación como lo observaron Karl Jaspers y Hajime Tanabe. Karl Jaspers, al efecto, realizó un seminario que denominó El problema de la Culpa. Sobre la responsabilidad política de Alemania[1] en el invierno del año 1945-46 cuando ese país se encontraba destruido, derrotado y ocupado. Su problema fue la reconstrucción, es decir, la necesidad de que los alemanes encontrasen juntos un camino de lo espiritual, esto es, un nuevo camino para la trascendencia. Para ello diferenció cuatro tipos de culpa en la Alemania que la condujo al desastre: la culpa criminal, la culpa política, la culpa moral y la culpa metafísica. Por su parte, Hajime Tanabe desarrolló una filosofía del arrepentimiento como un modo de romper libremente con un compromiso realizado en el pasado por sentir pesar por haber hecho un daño directo o indirecto o haber dejado de hacer algo para evitar la consecución de un daño. Esa reflexión la denominó Filosofía como Metanoética[2].
Como se puede observar, en condiciones diferentes, es decir, Jaspers fue un individuo que huyó de Alemania con el auge del nacionalsocialismo y Tanabe fue un pensador que vivió el militarismo en Japón y a pesar de seguir el nacionalismo ideológico reinante trató de poner frenos para evitar el hundimiento como al final ocurrió. Su reconocida y manifiesta incapacidad lo llevó al arrepentimiento. Ambos a fin de cuentas tuvieron un mismo fin: la reconstrucción de sus sociedades. Hay que aclarar aquí que si bien entendemos que hay una distancia muy grande entre Alemania, Japón y Venezuela, creemos que las causas que brotaron de sistemas totalitarios (pasiones que generan tristeza como, el odio, el temor, el resentimiento, la envidia, etc.)[3], y las consecuencias: la nihilidad vista como la destrucción de aquello que da la potencia para trascender, la huida, la destrucción y la muerte son las mismas en todos los casos. Ahora, esperemos tener la misma entereza que los alemanes y los japoneses para seguir ese camino de la reconstrucción.
Veamos en qué consistieron estos cuatro tipos de culpas y después cómo pudieran pensarse estas en Venezuela teniendo como horizonte un período que vamos a anclar en el año 1945 hasta el presente y cómo podría pensarse un arrepentimiento. Mi objetivo final es mostrar y explicar uno de los nudos gordianos de la crisis en Venezuela para poder empezar nuevamente.
Los tipos de culpa según Jaspers.
Antes de hacer mención a las culpas es conveniente tener presente que tanto Jaspers como Tanabe reflexionaron sobre un contexto determinado por el surgimiento de un nuevo orden surgido de Yalta y Potsdam. Esta aclaratoria nos parece pertinente si se considera que el orden anterior establecido en Versalles había desaparecido dentro del marco de la guerra civil española, la guerra de Etiopía y la guerra en China, por lo que en una situación donde hay un orden fenecido, la guerra, dentro de un estado de naturaleza, es el medio para la solución de controversias. Eso lo supieron las potencias que impusieron el Tratado de Versalles en 1919 y estaban conscientes de ello cuando se produjo la anexión de Austria y la famosa conferencia de München donde se decidió el destino de Checoslovaquia. Con ello quiero decir, que la culpa alemana o japonesa, para generalizar, no se circunscribe a los alemanes o japoneses (inclusive italianos), para nosotros abarca a toda la comunidad internacional en su conjunto y más aun a los que impusieron el citado orden. En la actualidad aunque el orden de las Naciones Unidas impuesto en 1945 sigue vigente hay una conciencia mundial de que debe ser actualizado. Esto significa que por todas las grietas que posee está un flujo de destrucción a la vista de todos y las actitudes de los garantes del orden son similares a las asumidas por los conductores políticos entre 1933 y 1938. Nosotros los venezolanos sabemos las consecuencias. Así pues, estaremos hablando de la culpa de la comunidad internacional y de los venezolanos. Veamos ahora las culpas según Jaspers:
La culpa criminal donde los crímenes “consisten en acciones demostrables objetivamente que infringen leyes inequívocas” (1998:53) y ante una instancia en un proceso formal se establece fielmente los hechos y se aplican las leyes correspondientes. Desde el punto de vista nacional e internacional en relación con el caso venezolano existen instancias en ambos niveles que han logrado y están en proceso de establecer “fielmente hechos” para aplicar las leyes correspondientes. No sabemos si a nivel nacional sea posible dicha aplicación en el futuro dado el grado de destrucción existente. De igual forma, la culpa criminal de alcance internacional (Tratado de Roma), a pesar de los procesos de Nürnberg y de Tokio, es una institución relativamente nueva y esa situación y los resultados que han tenido hasta ahora indican que su eficacia está en discusión con el agravante de que las grietas antes indicadas en la estructura del orden imperante hace fluir una materia relativizante que corrompe y descompone.
La culpa política se refiere a las acciones de los conductores y ciudadanos de un Estado,
“por mor de las cuales tengo que sufrir las consecuencias de las acciones de ese Estado, a cuya autoridad estoy sujeto y a través de cuyo orden determino mi existencia (responsabilidad política). Cada persona es corresponsable de cómo sea gobernada. Instancia es la fuerza y la voluntad del vencedor, tanto en la política interior como en la exterior. El éxito es decisivo. Una reducción de la arbitrariedad y de la fuerza acontece por medio de la inteligencia política, que piensa en ulteriores consecuencias, y mediante el reconocimiento de normas que se acomodan bajo las denominaciones de derecho natural y derecho internacional público” (Ibíd.).

Si nos hacemos las siguientes preguntas: cuándo un conductor político debe promover o dirigir un cambio para reducir la arbitrariedad y la fuerza y cuál es la legitimidad del cambio en sí, podemos hablar a la vez del plano nacional e internacional. En el plano internacional si un Estado promueve un cambio de orden, para mejorarlo o establecer uno nuevo debe contar con apoyo interno y ese apoyo debe estar consustanciado con la mejora de la comunidad. En el mundo de entreguerras no fue así porque el orden de Versalles caducó por sus inconsistencias. En el mundo actual a pesar de las mejoras en las sociedades, las estructuras políticas no se han adecuado a las realidades sociales por lo que la fuerza y la arbitrariedad como instancia han estado a la orden para que el sistema político se mantenga. Cuando ello no es así, como ocurrió en Venezuela, se busca contener el daño a pesar de que la metástasis se ha extendido a toda la comunidad internacional (eso fue lo que pasó con Alemania en 1919). Eso es lo que están haciendo los Estados afectados por la crisis en Venezuela y eso es lo que están haciendo los que se suponen deben oponerse a ello dentro del propio país. Aquí entramos en el campo moral.
La culpa moral, según Jaspers, tiene que ver con las derivadas de las acciones políticas o militares como individuo que ameritan una responsabilidad moral. Todas estas acciones se encuentran sometidas al enjuiciamiento moral y la instancia es la propia conciencia “así como la comunicación con el amigo y el allegado, con el que me quiere y está interesado en mi alma” (Ibíd.). El problema aquí en el plano internacional tiene que ver con una relación instrumental de la política cuando el baremo es la relación medios-fines. Si nos limitamos al caso iberoamericano y americano, en general, es indiscutible que su actitud ha sido la de mitigar los males de los venezolanos indiferentemente del papel que jugaron en la generación del problema. Pero hasta qué punto esos países son capaces de contener un problema cuando tienen pleno conocimiento de la causa y están sufriendo sus efectos. Pongamos un ejemplo: En un país ‘J’ se podrá decir, hemos recibido X número de venezolanos a pesar de nuestros problemas con las más amplias garantías por lo que porcentualmente podemos tener la conciencia tranquila, pero el tema moral es que en términos humanitarios el crimen contra un individuo tiene el mismo alcance que el crimen contra un millón. En Venezuela esa situación es más grave. Los que dicen ser de oposición proponen las mismas medidas que aplicó la tiranía, por lo que el término ‘humanitario’ dentro del país se ha relativizado. La relativización no sólo es el flujo que sale por las grietas que corrompe todo, la relativización es el flujo que ha corroído la estructura. Esto nos coloca en el plano metafísico. En la culpa metafísica
“hay una solidaridad entre hombres como tales que hace a cada uno responsable de todo el agravio y de toda la injusticia del mundo, especialmente de los crímenes que suceden en su presencia o con su conocimiento. Si no hago lo que puedo para impedirlos, soy también culpable... Que siga yo viviendo una vez que han sucedido tales cosas es algo que me agrava con la culpa imborrable. Cuando la suerte no nos ahorra esa situación, llegamos como hombres al límite en el que tenemos que elegir: o arriesgar la vida sin condiciones, inútilmente, puesto que no hay perspectiva de éxito o, habiendo alguna posibilidad de éxito, preferir conservar la vida. Lo que constituye la sustancia de su ser es que en algún lugar entre los hombres vale de modo incondicional que o bien sólo puedan vivir juntos o que no puedan hacerlo de ningún modo en el caso de que se cometa un crimen contra uno u otro o en el caso de que se trate de compartir condiciones físicas de vida. Pero que esto no dependa ni de la solidaridad entre todos los hombres, ni entre los ciudadanos, ni siquiera entre los grupos más pequeños, sino que quede restringido a los lazos humanos más estrechos, hace que esa culpa se extienda a todos nosotros. Entonces, sólo Dios es instancia” (Ibíd.:54)

Llegar a la instancia de Dios es pasar conscientemente por el camino de la nihilidad. Esa fue la misma denuncia realizada por Nietzsche, Tanabe, Heidegger y Nishitani. La nihilidad entendida como el acaecimiento de una parálisis que se expresa en un no-ser, una ausencia de valores y convicciones verdaderas que evite seguir un camino de trascendencia. Lo contrario es la banalización del mal hecha por individuos no pensantes, sin voluntad y sin juicio como nos lo dijo Hannah Arendt[4]. Lo grave es que dentro del espacio de la nihilidad hay muchos caminos y muchos finales de camino que no conducen a la trascendencia. El mundo ha sido así y la imposición de caminos ha conducido a guerras santas, exterminios y actualmente a guerras contra el terrorismo. Esta variedad es lo que ha generado una tendencia a taponear las culpas en una cripta que se ha manifestado en paralisis para actuar y ha hecho que todos, vamos a decir, nos refugiemos en la comodidad de una creencia religiosa o una ideología que a pesar de ser absoluta se maneja con un criterio instrumental de medios y fines. Esta instrumentalidad que conduce al vacío puede ser entendida como “un modo de ser en que el hombre utiliza las leyes de la naturaleza como si se encontrara totalmente fuera de ellas”[5]. Esto es lo que Jaspers, Tanabe y Nishitani invitan a superar a través de cualquier tradición religiosa o sistema filosófico pero mediante la confrontación con la nihilidad misma colocando las respuestas religiosas o filosóficas frente a ese sinsentido para poder rechazarlas y superarlas.
Hay otro tipo de culpa que se puede ubicar dentro de esta culpa metafísica que se produce cuando se hace al ser humano superfluo, prescindible, agregaremos, reducido a votar cuando los llaman (u obligan) y que Hannah Arendt describió como el mal radical. La banalización del mal que es el camino del mal radical en Venezuela que ha seguido la conducción política de lado y lado es lo que ha producido la diáspora porque el objetivo siempre ha sido la renta y el medio lo constituyen los venezolanos y el sistema instaurado[6]. Ello explica que todo se haya reducido a un ‘clap’ y que se haya relativizado la verdadera realidad del país y que esta reducción y relativización promovida incluso por la mal llamada conducción de la ‘oposición’ haya sido usada como un justificativo a escala internacional para no hacer lo que hay que hacer.
Quiénes pueden juzgar estas culpas. En principio los que imponen o establecen el orden. El problema se presenta cuando el que impone el orden comete el crimen o duda en juzgar y aplicar la ley. Este segundo aspecto considero que es el más grave porque cubre con un velo de dudas la legitimidad del orden. Eso es lo que ha ocurrido en la comunidad internacional y en Venezuela.
Las culpas en Venezuela
A la sociedad venezolana, en general, no se le puede imputar ninguna de las culpas antes aludidas debido a que la única participación política, antes del año 2002, ha sido el voto en elecciones en ambientes controlados. Después de esa fecha la sociedad se ha percatado de manera más contundente que ha sido medio para fines de una minoría. Y cuando esta minoría no ha podido asegurar sus fines ha apelado a la violación de sus propias normas y ahí ha comenzado la cadena, el ritornello.
Nosotros hemos vivido una cadena de crímenes que se iniciaron el 18 de octubre del año 1945, de acuerdo con la cosmovisión betancourtista imperante, pero podemos ir más atrás. Estos crímenes continuaron en el año 1948, 1952, el pacto de punto fijo, 1992, 1993, 1998, 2002, 2004, 2008, 2012-2019. En todos los casos prevaleció la justificación de que la sociedad venezolana no estaba preparada. Esa justificación es lo que ha permitido otras justificaciones políticas, morales y metafísicas y sus consecuencias se han traducido en una acumulación que se expresa en un eterno ritornello que se ha traducido en relativización y banalización de los males que hemos padecido. Hoy día, los venezolanos después de haber combatido en 2002, 2004, 2014, 2016-2019 resulta que son culpables por no seguir a sus ‘dirigentes’… que ironía, la diáspora venezolana ocurre porque los venezolanos somos malos ‘súbditos’.
Desde la perspectiva de la culpa criminal el principal elemento a tener presente es que, con la excepción de 1945, todos los que impusieron el orden lo han violado tanto en el plano humano, social, económico, político y militar. Desde ahí, en cascada la violación amparada en la relativización ha generado grietas que se fueron ensanchando desde mediados de los ochenta del siglo pasado hasta que se fracturó la estructura a inicios del siglo XXI. Hoy en día, la posibilidad de aplicar leyes está ensombrecida por la relativización y por las ruinas estructurales existentes. 
Todo el control de averías usado para tapar las grietas ha estado compuesto por elementos salidos de las grietas o con instrumentos no acordes con el grave problema a resolver. Lo más espantoso ha sido la amnistía ofrecida en febrero del presente año 2019 que acobijó a un grupo de individuos sospechosos de haber cometido crímenes de diversa naturaleza. Por ello se puede afirmar que ha existido una conspiración histórica que ha impedido que los venezolanos nos constituyamos en república y esa conspiración ha surgido dentro del mismo territorio y se ha manifestado en cada caso, por una parte, por los cambios convenientemente realizados entre lo que es delito y lo que no es delito y, por la otra, porque se le ha ido colocando a los venezolanos un techo que limita su capacidad para trascender a sí mismo. Todo por intereses minoritarios con consecuencias políticas.
La culpa política se ha producido cuando se le ha puesto un techo a la sociedad venezolana cuando esta ha logrado superar sus propias limitaciones. El momento más alto de superación en términos de conciencia se produjo entre la década de los setenta y ochenta del siglo pasado. En términos políticos los momentos más altos se han dado sucesivamente in crescendo en los años 2002, 2007, 2014 y 2016-2019 y en todos estos casos la sociedad ha sido de forma arbitraria contenida, traicionada, echada a un lado, reprimida etc., por aquellos que se disputan el poder. Ello explica la diáspora. Cómo puede ayudar la comunidad internacional cuando los dirigentes políticos que ‘conducen’ la oposición quieren el poder dejando las cosas como están y banalizando el mal que padecemos para mantener un sistema dañino. La respuesta es que los venezolanos somos superfluos. El descaro ha sido tal que la comunidad internacional habla más en nombre de los venezolanos.  
La culpa moral se hizo patente de dos maneras: la primera con el techo que se le puso a la sociedad debido a que ha estado disminuyendo la posibilidad de definir en el plano subjetivo qué es bueno y qué es malo. Es decir, cuando se les cerró a los venezolanos la posibilidad de trascender y se le comenzó a ofrecer políticamente un ‘clap’ como medio de subsistencia. O sea la maldad está en el techo y la causa del mal está en quien puso el techo tanto en las acciones económicas, sociales, políticas y militares. Dejar el techo y cambiar a quienes lo controlan es mantener la misma responsabilidad moral por acción u omisión de los daños que han estado padeciendo los venezolanos. Mitigar los males de los venezolanos no es mitigar la culpa, corregir los errores cometidos antes del año 1998 dejando el mismo sistema como pretexto para recuperar el poder tampoco. El problema aquí al igual que en el plano internacional tiene que ver con una relación instrumental de la política cuando el baremo es la relación medios-fines. Si nos limitamos al caso iberoamericano y americano, en general, es indiscutible que su actitud ha sido la de mitigar los males de los venezolanos indiferentemente del papel que jugaron en la generación del problema. Entonces, es ese mantener que se presenta como un ritornello pernicioso que está afectando a toda la región.
La segunda tiene que ver con la carencia de límites subjetivos de la conducción política cuando no había límites objetivos dentro de un contexto de carencia generalizada. El desenfreno que ha producido este hecho ha estado a la par de la exigencia de obediencia ciega sin dar el ejemplo. Este ha sido el parte aguas entre la sociedad y el Estado. Lo que ha posibilitado esta situación ha sido la estructura rentista del orden y el ansia de mantenerla. Esto nos lleva a la culpa metafísica.
Los venezolanos que conformamos los fractos de sociedad que aún persiste son solidarios y esta solidaridad se ha mantenido en circunstancias límites. Ahora, ¿la conducción política en general frente a los crímenes de todo orden cometidos bajo su presencia o su conocimiento sin haber hecho algo para impedirlos tendrán conciencia de culpa? ¿Podrán compartir condiciones normales de vida? ¿Tienen alguna instancia divina a que recurrir? La respuesta histórica ha sido echarle la culpa a otro como medio para tapar las propias grietas que muestran el vacío interior que expresa la relativización y acomodación mezquina. Es una forma de nihilismo donde el que lo padece trata de ocultarlo frente a terceros con una carcasa justificativa. En ese caso no hay conciencia de necesidad ni necesidad de instancias divinas, filosóficas o de cualquier naturaleza. Un individuo que en su interior no tenga nada no tiene instancia divina ni filosófica a que recurrir. Es un humano sin dignidad que pretende que el resto de los venezolanos sigan su estela. Esos individuos son los únicos capaces de pretender vivir y compartir condiciones normales de vida y dejar que el rio corra. Esa es la realidad que han vivido los venezolanos desde 1945, pero ha sido más patente desde 2017 y en especial este año que la asunción voluntaria de una posición política frente a la tiranía les ha servido para creer que tienen impunidad para ‘continuar’ su vida desde la perspectiva de aquellos que se acogieron en la supuesta ‘amnistía’.
Si volvemos a la metáfora del techo nos encontramos que en la medida en que lo han bajado restándoles posibilidad a los venezolanos de trascender y colocándolos ante un estado de nihilidad, en esa medida han buscado dejarlos sin dignidad como una manera de atenuar las culpas criminales, políticas y morales. La frase clave es: Todos somos culpables, pero ¿todos somos culpables? En realidad los que argumentan eso no poseen capacidad para el arrepentimiento por el vacío interior que padecen.
La culpa criminal es la que puede ayudar a develar las otras culpas, pero el país no está en capacidad para hacer eso por sus propios medios. Más aún si se mantiene el mismo sistema político.
El arrepentimiento en Venezuela
El arrepentimiento en Venezuela lo encontramos en un solo lado: el lado de muchos individuos que formaron parte del régimen cuando los crímenes comenzaron a ser cometidos desde el año 2002. Estos arrepentidos también se ubican en diferentes niveles: están los que de alguna u otra manera fueron apartados y los que cayeron en desgracia por alguna u otra causa. Es posible que hayan individuos que no se encuentren en ninguno de estos casos y genuinamente se apartaron mientras ello fue posible y tratan de expiar de alguna manera su culpabilidad asumida: la culpabilidad de haber estado ahí dejándose llevar por la corriente. Pero en estos arrepentidos están los que cometieron crímenes políticos en el año 1992 y son presuntos criminales o tienen culpa moral, política y/o metafísica por lo que sucedió después. Hay otros que sólo están en el plano moral y/o metafísico. Pero en todos estos casos la pregunta que surge es qué refiere el arrepentimiento en cada caso. Para esa respuesta hay que prepararse.
Hajime Tanabe trató con La Filosofía como Metanoética, de convertir el arrepentimiento en un método filosófico. Es decir, “trató de demostrar el núcleo irracional de todo pensamiento filosófico, [en especial], aquel que critica la irracionalidad de la existencia social” buscando con ello colocar a la razón al servicio de la moral. Pero a nosotros nos interesa es mostrar el momento en que se produjo este cambio que consideramos como un acontecimiento trascendental. Tanabe en la fase final de la guerra se percató de que estaba saturado de sí mismo y ello lo llevó a expresar unas palabras que serían usadas en el prólogo de la obra citada, es decir,
“… Mi propia indecisión,…, me descalificaba como filósofo y como profesor universitario. Pasaba mis días forcejeando con preguntas y dudas como éstas, desde dentro y desde fuera, hasta que me encontré empujado a punto del agotamiento, y en mi desesperación concluí que no me sentía capaz de comprometerme en la labor sublime de la filosofía. En ese momento, ocurrió algo asombroso. En medio de mi desasosiego renuncié y me rendí humildemente a mi incapacidad. ¡De repente fui llevado a una compenetración nueva! Mi confesión penitente me arrojó inesperadamente hacia atrás en la interioridad, lejos de las cosas exteriores. No se trataba de enseñar y corregir a los otros bajo estas condiciones, pues yo mismo no había podido hacer lo correcto. Lo único que tuve que hacer en esta situación fue resignarme honestamente a mi debilidad, examinar con humildad mi yo interior, e indagar en las profundidades de mi impotencia y falta de libertad... No importa si es llamado «filosofía» o no.... Lo que tenía importancia es que me enfrentaba en ese momento con una tarea…, y que debía hacer lo mejor posible para proseguirla” (Tanabe, 2014:52-53)[7].

Este estado anímico de Tanabe signado por una carencia, un vacío visto como nihilismo lo empujó a emprender un nuevo camino siguiendo un nuevo ideal. Este ideal “fue la concreción de una comunidad existencial” fundamentada en el arrepentimiento colectivo. Si consideramos, como dijimos, la responsabilidad moral de este filósofo frente al proceso decisorio que se materializó en el expansionismo japonés podemos ver un indicador que los arrepentidos, es decir, los que se pueden arrepentir sin evadir otras culpas, pudieran seguir más allá de otra aventura política. Aquí, este pensador japonés desarrolló el concepto de autodespertar que entendió como un estado donde el yo se despide de la introversión en sí mismo de un yo que sigue existiendo y lo destruye, borrándose a sí mismo, proporcionando al juicio moral, una especie de telos último que sigue la vía del arrepentimiento y la compasión. Siguiendo a Jaspers podemos agregar la reparación y el esclarecimiento de la culpa como formas de purificación. Esto constituye un derrotero a seguir para pensar en una nueva espiritualidad. Volviendo a la reflexión de Jaspers, toda transformación real comienza por los individuos, si muchos individuos podemos hacer eso al mismo tiempo nos daremos cuenta que la purificación es el camino para la libertad política. Estas ideas en realidad plantean un problema: hay que aprender a arrepentirse y eso tiene que venir de cada uno.
Lo espeluznante ahora es que entre los arrepentidos que han estado surgiendo no se encuentran ninguno de los que llevaron al país a la situación de 1992, 1998 y así sucesivamente y hoy pretenden erigirse como conductores y representantes de la oposición. Realmente aquí está el nudo gordiano de la crisis en Venezuela. Y cuando me refiero a aquellos individuos que antes de 1998 fueron culpables de alguna u otra manera incluyo a sus herederos presentes en lo económico y político: los que se dejaron llevar por el flujo de la relatividad y la corrupción. En la medida en que podamos superar esta situación en esa medida es que podremos decir que hemos reconstruido nuestra espiritualidad y abierto la posibilidad de trascender.
Corolario
Hemos visto una historia sintética de la culpa en Venezuela pero no de la justicia ni de la expiación. Si miramos atrás, en primer lugar, una vez que el mal se cernió sobre Alemania y Japón, un pequeño grupo de países no pudo sólo y cuando se consolidó el mal en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas un pequeño grupo de países no pudo sólo… habría que evitar que este nuevo mal se siguiera esparciendo… porque su naturaleza es similar a la que acabó con muchas civilizaciones en la historia de la humanidad.


[1] JASPERS, K. (1998). El problema de la Culpa. Sobre la responsabilidad política de Alemania. Barcelona. (T. R. Gutiérrez). Ediciones Paidós. 133 P.
[2] TANABE, H. (2014). Filosofía como Metanoética. Barcelona. (T. R. Maldonado, A. Marquina, S. Espinoza y C. Pérez). Editorial Herder. 435 p
[3] Seguimos aquí a Benedicto de Spinoza, 3, VII-XLVIII en SPINOZA, B. (1677/2011). Tutte le Opere. Milano. (T. M. Buslacchi, A. Dini, G.Durante, S. Follini y A. Sangiacomo). Editorial Bompiani. 2838 p.
[4] Ver al respecto: HOMO (NO) SACER: LO QUE QUEDA DE AUSCHWITZ DESDE UNA RELECTURA ARENDTIANA en https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2018/12/homo-no-sacer-lo-que-queda-de-auschwitz.html
[5]Keiji Nishitani en HEISIG, J. (2013). Filósofos de la Nada. Un Ensayo sobre la Escuela de Kioto. Barcelona. Editorial Herder. 409 p.
[6] Ver al respecto: LA TIRANÍA EN VENEZUELA Y EL MAL RADICAL: ANÁLISIS POLÍTICO DESDE LA PERSPECTIVA DE HANNAH ARENDT en https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2017/07/la-tirania-en-venezuela-y-el-mal.html
[7] Ver también: HEISIG, J. (2013).


1 comentario:

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