miércoles, 23 de diciembre de 2020

LOS SUCESOS DE NOVIEMBRE DE 1.944 A LA LUZ DE BERTRAND RUSSELL

  


Jairo Bracho Palma

 

Bertrand Russell nos habla del conocimiento humano  como  un compendio coherente de creencias aproximadas a la verdad, generalizaciones inductivas cuyas premisas satisfacen su validez. La naturaleza de la validez es la verdad,  que es una propiedad de la creencia, y la propiedad de la verdad es el hecho, que a a su vez tiene la cualidad de la permanencia. El problema consiste en establecer la naturaleza de la relación entre la creencia y los hechos, y una definición posible en un lenguaje mínimo estructurado de manera científica. Las creencias tienen un rango evolutivo amplio, desde lo prelingüístico, pasando por la  memoria, las expectaciones y los testimonios de los otros.

Tal vez desde la perspectiva de Russell, podamos obtener un sistema de significados y significaciones coherentes para la interpretación aproximada sobre nuestro devenir, algo particularmente útil para dejar a un lado los mitos, los cuentos, y los mutilados apólogos construídos en función del hecho político.

El lenguaje científico es impersonal, con una función social de difusión para el conocimiento colectivo, donde las íntimas pasiones y las expectaciones de los actores se evaporan.

Nuestros últimos cien años de historia han sido expuestos con generalizaciones incapaces de sostener las premisas que acrediten su validez, y esto se fundamenta en el indudable hecho de la naturaleza relacional entre las creencias copiadas o inferidas de los sentimientos y de las percepciones de las generaciones actuantes y de los testigos en un espacio - tiempo histórico determinado, así como de construcciones narrativas dotadas de un realismo ingenuo.

Un ejemplo clásico lo consituyen los sucesos ocurridos entre 1944 y 1945, y especialmente, los correspondientes al 18 de octubre. Para una importante porción del imaginario colectivo, aquello fue una revolución, para la otra, un vulgar cuartelazo, la eterna conspiración internacional, etc. Todas ellas, intermediadas por la posverdad como mecanismo de percepción, que define creencias a partir de referencias, intencionalidades personales y sentimientos de otros y no como experiencia directa y relacional externa. Así terminamos con un lenguaje mínimo simplificado del absoluto teológico sobre el bien y el mal. La porverdad trasmitida por los medios de comunicación nos reconforta con una esperanza de castigo de los malvados y la recompensa de los bendecidos, al fin y al cabo, es un deseo de como queremos que terminen las historias, pero no es la realidad.

Salvo las víctimas y los daños materiales como experiencia física, los sucesos ocurridos entre 1944 y 1945, no tuvieron héroes ni villanos, sólo  unas experiencias derivadas de datos abstractos. Si mejoramos la naturaleza de la relación entre lo que creemos saber sobre aquello y los hechos en sí y para sí,  así como la definición del hecho posible, y precisamos  las diferencias objetables entre ideas (recuerdos, memoria, testimonios) y las imágenes presenciales y reales, podremos tener una apoximación a la verdad de lo ocurrido, y lo que sería tal vez lo más importante, el gastado pero nunca aplicado principio sobre las consecuencias y las enseñanzas que pueden proporcionarnos la historia para que mejoremos como nación toda.

Con las pasiones, animadversiones y epigonías ya sepultadas con sus protagonistas ¿Qué han significado los hechos ocurridos entre 1944 y 1945? Pero vayamos a más ¿ Que ha significado, entendido como significado, lo comprobable, el período comprendido entre 1936 hasta nuestros días? 

EL MAGISTERIO

Alexis Perdomo Camejo no fue el anónimo sargento del imaginario colectivo: ramplón, arbitrario y por poco analfabeto. Alto, de buen parecer, y de un peculiar magnetismo personal, sobresalía en prestancia y educación sobre muchos oficiales, ejerció un liderazgo natural entre las tropas del batallón “Venezuela” número 1. Natural del estado Lara, tuvo una educación formal, había sido maestro de escuela, llegando a ocupar la dirección del plantel de Duaca (estado Lara). Ingresó al servicio del ejército el 1 de enero de 1942. Fue un defensor del magisterio y un lector asiduo con un  amplio manejo del lenguaje.

La asimilación de maestros de escuela en calidad de subtenientes fue una  iniciativa nacida en el período de gobierno de Juan Vicente Gómez. Una necesidad sentida por algunos oficiales, como era ofrecer a los contigentes de recluta forzosa, algún tipo de instrucción elemental dentro de los cuarteles. Esto hizo posible una relación permanente entre el magisterio y el ejército.

De tal manera que el ingreso a las filas del ejército del maestro Alexis Perdomo Camejo no resulta extraña, como tampoco lo resulta la influencia de Luis Beltrán Prieto Figueroa entre la oficialidad de maestros asimilados. Reconocido desde aquellos días como insigne educador, Prieto pertenecía a la cúpula del partido Acción Democrática. Anticlerical declarado, sus obras (“El Estado docente”, “Los maestros, eunucos políticos”, etc.) merecen una relectura, sobre todo,  la relacionada con el deber político del pedagogo, y del gobierno en hacer de la doctrina política, parte de la conciencia del ciudadano. Miembro fundador de la Federación Venezolana de Maestros (1936), también fue dueño de una librería en la esquina de Gradillas, donde se relacionó con algunos oficiales y clases del muy encapsulado mundo de los militares.

EL PROGRAMA MARXISTA

A medida que una nueva generación crecía ansiosa de libertades durante la interminable paz impuesta por Juan Vicente Gómez, las propuestas de una alternativa política tuvieron un lenguaje y un contenido distinto al de los tradicionales partidos liberal, conservador y nacionalista, donde militaban los habituales del poder. En la Habana se funda la “Acción Radical Revolucionaria Venezolana”, por Luis Alberto Ravell, Pío Tamayo, Juan Montes, Francisco Laguado Jayme, Luis López Méndez, de ideología  marxista. En Barranquilla, Pío Tamayo funda la “Unión Obrera Venezolana”, de igual tendencia. Luego de los sucesos del 7 de abril de 1928, y de la semana del estudiante, se incorpora a la lucha, una nueva formación, antecesora de Acción Democrática,  creada por Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Valmore Rodríguez, Gonzalo Barrios, la “Agrupación Revolucionaria de Izquierda” (ARDI), “policlasista, antioligárquico y antimperialista”, que formará un grupo irreconciliable con el “Partido Revolucionario Venezolano”, representante de los postulados de la Internacional Socialista.

El  “Partido Revolucionario Venezolano” fue fundado en México por Salvador de la Plaza y Gustavo Machado en 1922. Se proclamaba  “anti - imperialista, anti - caudillista”, de ideología marxista.

El denominado “Programa mínimo del ARDI” (Barranquilla, junio de 1932), establecía entre otras cosas, unos objetivos  sostenidos en el tiempo a pesar del aparente y no bien definido giro hacia la derecha: exclusión de todo elemento militar del mecanismo administrativo; confiscación de los bienes del general Gómez, familiares y funcionarios; organización de las masas; el derecho a la huelga. Pero sobre todo, una reorganización profunda y excluyente del sector militar, y la creación de milicias armadas.

La concreción de este programa pasaba por un acercamiento a los cuarteles, lo que  nos revela el hecho de que un militar comprometido ideológicamente no es una hechura de nuevo cuño.

El sargento segundo Antero Lugo Ramos prestaba servicios en la cocina del batallón de ingenieros como panadero. Pertenecía al igual que varios compañeros del gremio de pasteleros y panaderos,  al partido comunista “Unión Popular Venezolana”, un espacio donde la prédica marxista encontró campo fértil. 

Lugo Ramos manejaba  el discurso de la izquierda, que difundía en su unidad,  mimetizado como manifestaciones insospechables de descontento corporativo, pues el comunismo estaba prohibido por la Constitución y fue perseguido con saña.

Seguían en importancia, el sargento primero  Rafael Acosta Ramírez, y los cabos segundo Vidal Tandino y  Francisco José Rodríguez, y Abraham Levy Maduro, ganados a la ideología de Lugo Ramos.

La política dentro de los cuarteles se introdujo como parte de los programas de los partidos de izquierda, pero, y aquí vienen los peros, aquello no fue una existosa campaña de inconfesables fines para manchar el inmaculado apoliticismo de las fuerzas armadas, una falsa creencia. Un grupo de oficiales y algunos sargentos, por propia iniciativa y con bien delimitados fines de poder han sembrado las ideas políticas puertas adentro.

De tal manera que una parte de la oficialidad conformó una forma única y diferenciada  de  partido político utilizando la sólida estructura institucional que había permitido la viabilidad como nación de una amalgama de pueblos de particularismos geohistóricos: el ejército.

Valiéndose de principios inmanentes como la verticalidad corporativa y la cohesión derivada del origen promocional, sin declararlo ni mucho menos admitirlo, crearon una organización política, una con armas, y dispuesta a usarlas. Esta iniciativa de la oficialidad formada,  permeó en las jerarquías de sargentos y clases.

Esa premisa se satisface cuando nucleamos percepciones de multiplicidad de sucesos multidimensionales independientes en apariencia, pero que interactúan por la naturaleza rizómática de relacionamientos físicos y mentales que persisten en tiempos curvos: la década militar (1948-1958), el período 1999-2013, y sus  conectores lógicos de porcentajes burocráticos de participación corporativa.

Debemos precisar que se entiende por relacionamientos físicos y mentales  de naturaleza rizomática persistente en tiempos curvos: cuando percibimos un  suceso, lo recordamos, lo imaginamos, inferimos, pero no podemos inferir la esencia emocional del origen mental-personal de los sucesos: los fines egoístas, la ambición excluyente, los objetivos determinados detrás de lo declarativo. Estos sentimientos constituyen rasgos abstractos que viajan por los rizomas paralelos que representan los tiempos históricos y que por leyes no precisadas coinciden en nudos de encuentros temporales. En Venezuela como en todas partes, no se repiten los tiempos históricos, sólo se satisface el principio de la coincidencia de experiencias internas de sentimientos y emociones de naturaleza pública como las descritas.

En el caso del 18 de octubre, las motivaciones de esta incursión en política se ven soterradas por formalidades discursivas de reivindicaciones postergadas, con un añadido de postulados democráticos no cumplidos una vez en el poder.

En el caso de los sargentos y clases, llama la atención, que en menos de una década se produjeron dos pronunciamientos salido de sus filas, uno en 1944, y otro en 1946, con motivaciones y fines políticos semejantes a las de sus superiores, con un adicional no menos importante, como era el evidente resentimiento hacia el trato despótico, arbitrario y de relegamiento social. 

Me referí entonces a ciertas críticas y protestas que tenían su origen entre compañeros, causadas por una serie de irregularidades y necesidades, tales como vestuario, comida, y principalmente sobre el acostumbrado atropello de muchos oficiales para con la tropa y procederes inhumanos en que no se refleja sino un abuso de autoridad… después de hacer notar que mis esfuerzos por el mejoramiento de la institución no estaba inspirados solamente en mis propias necesidades… sino en un promedio de realidades, le hablé sobre ciertos choques que por este motivo tuve con algunos oficiales.

Algunos autores señalan la influencia de la asonada del sargento Fulgencio Batista contra el presidente Carlos Miguel de Céspedes en Cuba, en la que tomaron parte los círculos estudiantiles, y que dio como resultado el gobierno provisional de Ramón Grau San Martín y el ascenso de Batista a coronel y comandante del ejército (1933-1939), pero este es un tema que requiere de un relacionamiento más sólido, pues hasta el momento es una inferencia sacada de la causalidad, que no es suficiente para determinar los sucesos de 1944 en Venezuela.

En las reuniones conspirativas celebradas en diversos barrios de Caracas, se discutió la posibilidad de incluir a Acción Democrática, una propuesta del sargento Perdomo. El sargento Lugo Ramos en cambio, propuso el apoyo del partido comunista alegando una mejor organización y lo poco confiable que  resultaba Acción Democrática por su abjuración de la teología de izquierda. Esto se debió a que los sargentos y clases tenían fuertes contradicciones ideológicas, y manifestaron no sentirse capaces para asumir las funciones de gobierno, por lo que echaron mano del soporte de un partido con credibilidad.

Pero, también existió la intencionalidad  no manifestada de usar a los partidos por un tiempo para adquirir experiencia y luego desecharlos, como lo demuestran los sucesos de 1948.

De tal manera que la política como dinamizante del movimiento militar de 1944 nació por iniciativa interna y en parte por la influencia indirecta de aquellos partidos.

Por aquellos días, Rómulo Betancourt y su partido trabajaban sobre su incipiente popularidad y en su aceptación general, como lo demuestran los resultados de las elecciones uninominales de los municipios de la capital justamente aquel año de 1944: apenas un 34% del electorado.

Tal como lo admite en sus escritos,  Betancourt tuvo un detallado conocimiento del golpe en ciernes, corroborado de manera tangencial por los testimonios sumarios del sargento Lugo Ramos, pero directamente por el sargento Perdomo.

El secretario general de Acción Democratica supo del alzamiento frustrado del 12 de noviembre, a través de un primo del sargento Perdomo Camejo, el Dr. Víctor Camejo Oberto, un militante activo en los sucesos del 18 de octubre. Sí se entrevistaron personalmente, no los hemos comprobado, como tampoco las verdaderas razones por las que Betancourt rechazó la oferta de participación. Existe la versión en una entrevista realizada por Juan Liscano en 1975, muy arreglada en obsequio de la posteridad.

Está comprobado por confesión de algunos oficiales, que tempranamente Acción Democrática contó con afiliados partidistas que prestaron servicios militar en aquellos días como soldados y clases, y que eran antiguos preceptores o maestros en funciones dentro de los cuarteles, como Carlos Soto Tamayo, Ramón Florencio Gómez y Giselo Payares Arcaya, quienes alcanzaron el grado de generales y altos cargos durante los gobiernos posteriores de Acción Democrática, ministro de la defensa inclusive. En el caso de Payares Arcaya, cuando apenas era soldado, estuvo involucrado en el alzamiento de Perdomo, luego del 18 de octubre de 1945, fue incorporado como subteniente. Hizo una brillante carrera por demás decir.

Por la misma estructura lógica de las respuestas ofrecidas  por Betancourt en la entrevista con Juan Liscano, y sus contradicciones con las referencias obtenidas de la época de los sucesos, sabemos que el uso de medios violentos para alcanzar la dirección del gobierno estuvo presente desde su regreso del exilio en 1936 y que no asistió, tal como pretende hacernos creer, a las primeras reuniones con los oficiales de la Unión Patriótica Militar en junio de 1945, con una purísima candidez, casi con la boca abierta de asombro ante lo que se les planteaba.

La premisa sobre el cabal conocimiento y la participación oportuna del partido Acción Democrática en las cuarteladas de aquellos días se ve reforzada por el testimonio del contralmirante Manuel Antonio Vegas, entonces uno de los más firmes defensores de aquel partido contra un gobierno exclusivo de militares, y que le costaría diez años de retiro.

Vegas había egresado de la Escuela Naval de Argentina en 1941, y pronto formó una cofradía de conspiradores entre los marinos.

Betancourt y Vegas se reunieron en Caracas,  a principios de 1943, allí el marino  lo impuso de las aspiraciones de los oficiales y de la manera de obtenerlas. Cuando fue entrevistado en marzo de 1987, era un hombre muy cerca del final de sus días, sin mayor interés en figuración.

Esto quiere decir que los atajos para los fines de poder contemplaron la opción violenta, y que la participación de AD en tales eventos, no fue una simple e imprevisible casualidad.

LA SARGENTADA

El coronel Antonio Chalbaud Cardona fue una de las víctimas con mayor contenido simbólico para la rebelión del 18 de octubre de 1945. Representó varias generaciones de oficiales formados al calor de las dictaduras andinas y  a una de las castas de la hegemonía política y militar merideña. Su visión del ejército en cuanto a disciplina, ascensos y tareas tenía pocos espacios comunes con las nuevas generaciones, pero fue un hombre que a pesar de sus diferencias con Isaías Medina Angarita y con Eleazar López Contreras, mantuvo una incólume lealtad, los hechos ocurridos entre el 11 y 12 de noviembre de 1944, así como los de  1945, lo comprueban. Su diligente hacer contra la intentonas de sargentos y clases impidieron el éxito del motín cuartelario.

“La sargentada” fue un movimiento sedicioso organizado en Caracas en el mes de junio de 1944, enero según otros testimonios. Dirigido en exclusividad por sargentos y clases, abarcó contingentes dentro de los batallones “Venezuela”,  “Avendaño”  y “Villapol” en Caracas, y alguna participación de unidades de Maracay, Maracaibo, Coro y Puerto Cabello, que sumaban un aproximado de cincuenta y tres cabecillas.

En primera instancia, el levantamiento tuvo los siguientes objetivos:

1.      En el marco de la entrega de diplomas a los graduados en el curso de la Escuela de Aplicación para oficiales, que tendría lugar en el batallón “Venezuela” durante el mes de noviembre, el presidente Isaías Medina Angarita, ministros y alto gobierno presente serían arrestados. Algunos declarantes señalaron que estaba contemplado dispararles si ofrecían resistencia.

2.   2.  Aquel acto sería la señal para el levantamiento del resto de los cuarteles.

3.   3. Creado el vacío institucional, los cabecillas llamarían al partido Acción Democrática o al comunista para formar gobierno, con la participación del sector militar involucrado en el golpe de Estado.

El hecho de que varios clases y soldados durmieran con el uniforme y los zapatos puestos, hizo movilizar a la oficialidad en la madrugada del 11 de noviembre. A confesión de partes, se supo que estaba previsto tomar el cuartel Urdaneta y matar a los oficiales.

Chalbaud Cardona era el comandante de la Tercera Zona Militar ubicada en el cuartel Urdaneta. Los días previos, cambios significativos en la disciplina de los soldados del batallón de ingenieros y por causa de algunas concurridas reuniones en los barrios de San Agustín, los Flores de Catia, San José y en Sarría, alertaron a las autoridades.

Chalbaud Cardona no perdió tiempo y armó a los cursantes de la Escuela de Aplicación y demás oficiales, quienes se presentaron en las cuadras de tropas y se hicieron con las bayonetas y los cartuchos, anulando la capacidad de asalto de los amotinados.

El capitán Rómulo Fernández, comandante de la compañía de Perdomo, y un activo participante de los sucesos ocurridos un año después, se presentó en el dormitorio del sargento, y bajo engaño le ordenó vestirse para salir de comisión, arrestado, fue trasladado junto el resto de los cabecillas, al cuartel “Ambrosio Plaza”, donde comenzaron los interrogatorios y la corte marcial.

En las declaraciones, fueron reiteradas las referencias a lo contactos con militantes de Acción Democráticas y del partido comunista, pero fueron vagas e imprecisas, y en vista de la absoluta libertad política imperante, no fueron señalados.

Los peinillazos y los malos tratos durante los interrogatorios con toda probabilidad arrancaron confesiones interesadas en vista de la animadversión de la vieja oficialidad hacia los partidos políticos, que hasta hace menos de una década, estaban demonizados y prohibidos.

De los señalamientos abiertos contra aquellos partidos  se encargó el periodista del diario “La Esfera”, Ramón David León.

Esta forma de obrar de los partidos Acción Democática y comunista, será imitado, con mayor  o tanta violencia por los nacientes U.R.D. y COPEI.

Las inferencias de alguna aproximación de veracidad y de la que sólo expondremos los enunciados, por ser un trabajo muy extenso para este formato, serían la siguientes:

  • Cinco partidos se han disputado el poder político en Venezuela por medios lícitos o violentos,  entendido como violentos, la transgresión de la legalidad, o el uso de las armas: Acción Democrática, COPEI, URD, la izquierda en todas sus metamorfosis organizacionales y el ejército.
  • Aquellos postulados tales como el militarismo, pretorianismo, prusianismo y demás construcciones enclíticas carecen de relacionamientos propios que satisfagan su eficacia. Desde 1936, la oficialidad salida de escuela, sin enunciarlo directamente se organizó para participar en el poder político, los hechos de 1945, 1946, 1948, 1953 y 1999 lo comprueban.
  • Rómulo Betancourt fue un actor más dentro de un contexto específico, de manera que no fue el principal responsable de la tan mentada politización de las fuerzas armadas, estuvo en la intencionaldidad de los actores  militares de participar en ella. Un apoliticismo manchado por la nefasta influencia de los partidos es un entelequia.
  • Los movimiento conspirativos fueron conducidos por jóvenes militares determinados por unas creencias inconsistentes como fórmula de justificación, devenida en ambiciones corporativas e individuales, secundado por un partido político sin experiencia ni preparación acorde a sus expectativas, pero con una férrea vocación de poder y de permanencia que les hizo prevalecer, en el mediano plazo, sobre sus compañeros de aventura. La ambición, el egoísmo y las vanas motivaciones son las características rizomáticas distintivas de ambos grupos.
  • Los relacionamientos físicos y mentales de naturaleza rizomática  persistente en tiempos curvos, son de esencia emocional, comunes en nuestra historia y que unifica los grupos políticos y militares: los fines egoístas, la ambición excluyente, los objetivos determinados detrás de lo declarativo. Las percepciones idealizadas expuestas en lo declarativo, no es percibida por ser incosistente con los modos de vida privados una vez en el poder, salvo algunas excepciones.
  • La esencia emocional de las motivaciones internas de actores específicos han tenido algunas consecuencias que podemos calificar de progreso material, tal como lo comprueban los resultados de la gestión del período militar (1948-1958) y de logros específicos luego de 1958.
  • Las consecuencias de los motines cuartelarios de 1944 y del exitoso golpe de Estado del 18 de octubre de 1945 no podemos exponerlos en este corto ensayo, pero si adelantar algunas observaciones: tienen alcances transtemporales que no han cesado en sus devastadores efectos sobre todos los órdenes de nuestro devenir, porque por intermedio de los partidos políticos se consolidó la creencia de naturaleza expectante del uso de la violencia como medio para alcanzar el poder.
A partir de entonces, contaremos con una suerte de enrevesadas teorías que diferencian golpes de Estados “buenos”  de los “malos”; seremos testigos de las gavillas y grupos de choques contra opositores; de las triquiñuelas electorales; del uso  y abuso de la libertad de expresión y de la desinformación; de formas eleccionarias para borregos; de las apologías y los autoelogios; de los  líderes fundamentales a partir de los cuales la historia comienza a correr, y  pare usted de contar. Lo que es peor, en nuestro vaivén entre la barbarie, el desorden e intentos aislados de progreso como interregno magnífico.

 

 

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