jueves, 2 de marzo de 2023

EL CAPITÁN DE NAVÍO VICENTE EMPARAN Una revisión retrospectiva

 



Jairo Bracho Palma

 

La historia de Venezuela es próvida en acontecimientos épicos, hitos, referentes paradigmáticos que nos confieren un origen imponente en razón de las hazañas de tan esforzados hombres. Con una fuente casi inagotable de hechos heroicos, resulta inútil mantener en el imaginario colectivo, una serie de creencias que al final de cuentas, se han convertido en complejos seculares. Viene siendo hora de deshacernos de ellos.

A medida que releemos sobre los orígenes de la venezolanidad,  viejos y no tan viejos autores, nos encontramos que el proceso independentista cuenta  invariablemente con dos bandos: los patriotas, que son los buenos, idealistas forjados en granito. Por otro lado tenemos a los realistas, los malos, agiotistas interesados, pérfidos, tiránicos, doble faz, un afeamiento digno de una novela romántica.

Por supuesto, no podían faltar los villanos específicos y los malvados habituales. Es innegable que hombres como el capitán de navío Domingo Monteverde, el pilotín José Tomás Bóves, el pulpero Francisco Tomás Morales, entre otros tuvieron en su haber un desempeño rayano en la crueldad y la barbarie, pero también del otro lado no faltaron los excesos.

Entre estos villanos nos encontramos con dos invisibilizados por la historiografía nacional, ambos marinos de guerra de meritorio desempeño, tanto en acciones de guerra, como en funciones políticas. Nos referimos a Vicente Emparan y Ángel Laborde.

Sabido es que muchos manuales de historia patria dividen los hombres del 19 de Abril en dos bandos irreconciliables: los buenos y los villanos; y en este último colocan a Emparan como el gobernante inepto, corrupto, dogmático, tiránico, empeñado en remachar las cadenas de ignominiosa esclavitud española. Emparan -se dice en muchos de esos textos- no era más que una lacra, un estorbo, digno de ser expulsado para que la Patria creciera altiva y risueña.

Nada de esto ha resultado ser cierto.

En las tierras altas de Euskadi se encuentra la casa- torre y palacio Emparan, un edificio de planta cuadrada sin patio central, con cubierta a cuatro aguas, construida en el siglo XIV. Resguardaba los vados del río Urola.  Por siglos fue la propiedad principal del mayorazgo de una de las familias más antiguas de Guipúzcoa. Guerreros y marinos, letrados, eclesiásticos, considerados tanto por su cuna como por sus ejecutorias.

La familia Emparan y Orbe, señores de las villas de Azpeitia y Ermua es descendiente directa de la casa de Butrón, la casa de Haro, la casa de Borgoña y por esta línea familiar de los monarcas de los reinos de Asturias, Castilla, León, Aragón, Navarra, Portugal, la dinastía Hohenstaufen de Alemania, la casa de Plantagenet de Inglaterra y la casa de Normandía.

José Joaquín Emparan Zarauz y Velasco, fue el XV señor de la casa Emparan. Noble de Azpeitia, estuvo muy vinculado a la vida política local. Varias veces alcalde, diputado y juez de su pueblo natal, ejerció otros cargos, como  teniente de alcalde y  regidor mayor. También se desempeñó en el pueblo de Segura como procurador (1760). Alcalde y juez de Ermua (1746), diputado en Fuenterrabia (1748), procurador en Motrico, Cestomo, Aiscoitia y San Sebastián (1789), entre otros destinos de su dilatada carrera como funcionario público.

María Ana de Orbe y Zárauz pertenece a la casa Orbe, arraigada en el caserío de Anguiozar, en  Guipúzcoa. Hija de Francisco Antonio de Orbe y Larreategui, coronel de los ejércitos y diputado  de Ermua en 1748, y de María Teresa de Zárauz Gamboa y Olaeta, originaria de Oñate.

María Ana nació el 13 de marzo de 1723. Sobrina de Antonio de Orbe y Larreátegui, obispo de Barcelona, arzobispo de Valencia, presidente del Consejo de Castilla, inquisidor fiscal en Sevilla, e Inquisidor General de España, entre otras altas dignidades. Hermana del primer marqués de Valdespina y vizconde Santa Cruz.

José Joaquín Emparan contrajo matrimonio con María Ana de Orbe en Oñate, el 26 de octubre de 1744. Hicieron vida en Azpeitia. De prole fecunda, algunos de sus quince hijos tuvieron importante actuación pública. Podemos mencionar algunos de ellos.

1)      Francisco: El mayor de los hijos, nacido el 5 de agosto de 1745. Continuó el mayorazgo de la familia. XVI señor de la casa Emparan. El primero en heredar el título de marqués de Monterrón.

2)      Manuel Antonio: Ocupó plaza como guardiamarina el 22 de julio de 1746. Murió como capitán de navío al mando de su buque, el San Hermenegildo, el 12 de julio de 1801 en la batalla nocturna del estrecho de Gibraltar. Combatió por error contra el navío Real San Carlos, ambos creyeron luchar contra el navío inglés Superb. Se dice que otro hermano murió a bordo del San Carlos.

3)      José Joaquín: Alcanzó el grado de teniente de navío .

4)      Miguel José: alférez de fragata. Combatió al lado del general Callejas contra el grande Hidalgo. Murió el 17 de enero de 1811 en México en la famosa batalla del Puente de Calderón.

5)      Mateo: general del ejército. En 1799, el gobernador de Trinidad Tomás Picton estaba al tanto del arribo de un regimiento de quinientos hombres a la Guaira,  y la presunta salida de un grueso de tropas desde el Ferrol para una invasión franco–española desde Cumaná, o posiblemente desde las bocas del Orinoco. Las tropas estarían mandadas por Mateo Emparan, apoyadas por el gobernador Vicente Emparan.

6)      Juan Bautista: Tomó los hábitos. Cuando Carlos IV ocupó el trono, se convirtió en confesor de honor del rey.

7)      Agustín Ignacio: Fue un hombre de letras. Alcalde del Crimen de la Real Audiencia de México, colegial de la Universidad de Salamanca, regente de Manila, caballero de la Orden de Carlos III.

8)      María Asunción: Poco se conoce de su vida.

9)      Pedro: viajó  a Cumaná al lado de su hermano Vicente en 1792. Fue alcalde ordinario de la provincia. No regresó a España. Se estableció en Barcelona (Venezuela), en la población del Chaparro (estado Anzoátegui). Casado con Gracia Arveláiz, perteneciente a una de las familias más influyentes del oriente venezolano. Pedro Miguel cambiaría el apellido Emparan por Amparan luego de los sucesos del 19 de abril.  Los descendientes de Pedro Emparan se emparentaron con la familias de Antonio José de Sucre y José Tadeo Monagas La familia Amparan Arveláiz tuvo tres hijos. Pedro Miguel, quien llegó a ser teniente coronel del ejército patriota. Alcalde y jefe militar del pueblo de Onoto en 1819. Los otros dos hijos fueron Salomé y Juan Francisca. El último descendiente en Venezuela con el apellido Amparan fue Rafael Parés Amparan, quien fallecería a principios del siglo XX.

10)     Vicente Ignacio Antonio Ramón, quien nació en Azpeitiko Udala (Azpeitia), provincia de Guipúzcoa, el 5 enero de 1747.

La Academia Militar de Matemáticas

Recién cumplidos los quince años, Vicente Emparan obtuvo plaza para ingresar a la Academia Militar de Matemáticas y Fortificación de Barcelona, que había abierto sus puertas en 1700 durante la Guerra de Sucesión, con profesores traídos de Bruselas. Aquella institución representó el espíritu de la Ilustración. La Academia formó ingenieros militares. El período de formación duraba tres años, dividido a su vez en cuatro cursos. La esencia  cognoscitiva impartida era de naturaleza técnica–matemática.

En el primer curso se enseñaba Aritmética, Geometría práctica, Trigonometría, Topografía, Esfera Terrestre. En el curso siguiente: Artillería, Fortificación, Ataque y Defensa de Plazas, Táctica, Movimientos de tropas, y Geografía. En el tercer curso se estudiaba Mecánica y Maquinaría, Hidráulica, Construcción, Arquitectura civil, con  lecciones extraordinarias de Perspectiva, Elaboración de Cartas Geográficas y Resolución de Problemas Náuticos. El último curso de la Academia comprendían materias de Diseño y Construcción de Edificios Civiles y militares, Cartografía y Elaboración de Mapas.

Emparan estudió dos años y medio. Obtuvo el grado de alférez del ejército el 1º de noviembre de 1764.

El prestigio de los oficiales ingenieros egresados de la Academia militar era tal, que los poderosos ministros de Estado los consideraban elegibles para responsabilidades en la administración y gobierno, una situación de enojosos desencuentros con aquellos oficiales formados en el diario hacer de los regimientos dispersos por el mundo hispano.

Estos supuestos se cumplieron en el caso de Emparan, quien se destacaría como gobernador en funciones.

Entonces tenemos a una personalidad con una esmerada formación técnica-matemática impartida en una  prestigiosa institución. Varios estudios señalan que el aprendizaje en materias relacionadas con las matemáticas permiten desarrollar el valor práctico, la técnica, el hábito deductivo, el manejo de símbolos, la resolución de problemas:

La imaginación, ejercita el poder de generalización y abstracción, introduce el simbolismo y contribuye a formar hábito de precisión en el uso del leguaje, así como la exactitud y claridad en los conceptos y razonamiento (…) Aunque en menor grado que las anteriores, tiene también la enseñanza de la matemática importancia desde el punto de vista estético y moral

En el Real Ejército

Finalizado el período de formación en la Academia Militar de Matemáticas, Emparan es boletinado al regimiento de Cantabria, un antiguo pie de Tercio guipuzcoano, con varias fusiones y refusiones a lo largo de su historia, y con unos requisitos de ingreso particulares: estatura mínima de 1,54 metros, robustos y sin imperfecciones físicas.

No es prolija la información sobre los primeros destinos de Vicente, sabemos por su expediente profesional que ocupó plaza sucesivamente en Barcelona, Zaragoza y Orán.

Vicente Emparan presentó ante la superioridad una solicitud de  transferencia para la Real Armada en 1768. La petición fue aprobada, y dado de alta con el grado de alférez de fragata el 16 de marzo de 1769. No tenemos certeza de los motivos que lo llevaron a tomar esta decisión, pero si podemos afirmar que era el cuarto hermano que haría su vida a bordo de los buques de guerra.

Poco después recibe su primer destino a bordo del Triunfante (13 de abril de 1769), un navío de línea de 70 cañones. Navegó hacia Mallorca y Cádiz, donde desembarcó para su hacer efectiva su transferencia al navío Dragón, del mando del capitán de navío José Luis de Sierra. El buque formaba parte de la escuadra del marqués de Casa-Tilly, enviada a proteger el tráfico comercial entre América y España.

El navío San José será el próximo destino (1770), una unidad de 74 cañones  recién construida en los astilleros de la Habana, y dirigida por el capitán de navío Alejo de Rubalcava. Ese mismo año pasó al navío Santo Domingo, de 74 cañones, que tuvo una muy corta vida útil. Comandado por el capitán de navío Juan Antonio Cordero, sirvió de escolta a los mercantes que navegan hacia América. El 16 de junio de 1771 el Santo Domingo hace su último viaje al Ferrol, pues poco después es desarmado.

Emparan se encuentra en Cádiz a mediados de 1771, momento en que recibe el despacho para la fragata de 30 cañones Santa Dorotea, del mando del capitán de fragata Manuel de Bedoya. Realiza varios cruceros de corso entre Ceuta y Cartagena del Levante. Realizó iguales actividades a bordo de la fragata Teresa.

Hizo su primer viaje a América a bordo de la fragata Liebre, del mando del capitán de fragata Manuel Guirol, un oficial que se había distinguido en la defensa del Morro de la Habana en 1762. Zarparon desde Cádiz hacia el puerto del Callao el 19 de diciembre de 1772. En esta ocasión Emparan fue comandante de  la Guarnición de Infantería de Marina. Una vez en Lima, es reasignado junto a su Compañía, al navío Peruano.

En el transcurso de la comisión al Pacífico, asciende al grado del alférez de navío ( 19 de enero de 1774).

El 2 de diciembre de 1775 pasa al navío San Julián, del mando de capitán de navío Antonio Osorno, quien recalaba en el puerto del Callao con azogue y pertrechos de guerra. Junto al navío San Pedro Alcántara, regresa a Cádiz el 20 mayo de 1776. En el tránsito hacia España, asciende a teniente de fragata (16 de marzo). En poco menos de un año obtuvo los galones de teniente de navío.

Destinado al servicio de artillería de la fragata Júpiter, pronto pasó a las fragatas Venus y Teresa respectivamente. En ésta última viajó a la isla de Santa Catalina (Brasil) y Montevideo, una de las unidades que formaron parte de la expedición de Pedro Ceballos contra los portugueses. Levantó los planos del lugar. De regreso, la fragata desarboló y debió arribar a las costas de Puerto Cabello, donde fue reparada. Sería el primer encuentro de nuestro biografiado con el territorio venezolano.

De vuelta a Cádiz, Emparan embarca en el San Pablo, un navío de dos puentes y 74 cañones construido en el Ferrol según los planos de Gautier. La mandaba el capitán de navío Carlos de la Villa.

El bautizo de fuego lo tendría en la primera campaña sobre el Canal de la Mancha en junio de 1779. Su buque formaba parte de la escuadra de uno de los marinos mas distinguidos del siglo XVIII: Luis de Córdoba. Un poco más tarde participa en el bloqueo al estrecho de Gibraltar.

Pasó al navío Purísima Concepción, del mando del capitán de navío Miguel Gastón, parte de la Segunda División de la escuadra del teniente general Luis de Córdoba. Junto a la escuadra francesa y en el contexto del apoyo a la Guerra de Independencia estadounidense, apresaron el doble convoy inglés que salía a las Indias Orientales y hacia América (cabo de Santa María, 9 de agosto de 1780), iban cargados de tropas, pertrechos y armas. Se dirigían a prestar apoyo a las guerras en desarrollo.

Córdoba pasaba los 70 años, pero su experiencia y conocimiento eran prendas irremplazables. Coloca un farol en el trinquete del navío de tres puentes  Santísima Trinidad. Los ingleses creyeron que se trataba de una señal del jefe del convoy. Cuando amaneció, era demasiado tarde, en la primera vuelta 50 mercantes resultaron apresados con más de dos millones de libras en mercancías.

Como podemos observar, Emparan fue enviado a un gran número de  embarcaciones en cortos períodos. Esto tiene varias explicaciones. Podemos pensar en la idea de que Emparan no pasó por la Compañía de Guardiamarinas, pero tenía una base de matemáticas avanzada. Estuvo sus primeros cinco años prestando servicios en tierra, algo que no se acostumbraba con oficiales navales de tan bajo grado, por lo tanto debía ser calificado en sus competencias, y una manera eficaz era el cambio constante de unidades según su tipo.

Al parecer fue preferido para responsabilidades como artillero e infante de marina por su formación en el ejército, pero esto es una conjetura.

El sitio de Gibraltar

En 1781, Emparan obtiene el mando de su primer buque de guerra, el jabeque Liebre, y el mando de la Segunda División de lanchas cañoneras del Apostadero de Algeciras, que desarrollaba operaciones de sitio sobre Gibraltar. Participó en las acciones de ataque con las baterías flotantes (13 de septiembre de 1782),  embarcaciones de gran superficie en la que se apostaban gran cantidad de soldados a la vez que dejaba circular agua de mar en su interior para evitar incendios por las llamadas balas rojas, proyectiles calentados al rojo vivo. Según su expediente de servicios, hizo varias presas inglesas.

Por sus acciones en Gibraltar, Emparan es recompensado con su promoción al  grado de capitán de fragata (21 de diciembre de 1782).

Firmada la paz con los ingleses (3 de septiembre de 1783), le tocó comandar el tránsito de noventa y seis embarcaciones menores (brulotes, cañoneras, y demás auxiliares) desde Cádiz hacia Cartagena.

Bombardeo de Argel

Antonio Barceló se nos presenta en la historia naval española como un esforzado marino desde sus inicios como grumete. Un oficial llegó a  teniente general por mérito propio. Sus hazañas en la guerra en el mar lo convirtieron en una leyenda. De ingenio poco común, inventó la lancha cañonera y su uso en las fuerzas sutiles, sus prestaciones serían experimentadas con éxito en Venezuela.

Vicente Emparan tuvo la oportunidad de servir bajo el mando de Barceló  en la segunda expedición contra Argel, el 26 de julio de 1783. Dirigió una de las divisiones de escuadra que zarpó desde Cartagena del Levante.

La escuadra de Barceló estaba compuesta por cuatro navíos, cuatro fragatas, nueves jabeques, diecinueve buques de menor porte y otras tantas lanchas cañoneras, veinte bombarda, mas dos fragatas de la Orden de Malta.

Al finalizar las operaciones Barceló recomendará vivamente la promoción de Emparan al grado de capitán de navío. Una real orden así lo dispone sin que llegue a hacerse efectiva.

Después de Argel, y por vez primera Emparan gozará de su primera licencia en tierra. Cumplía catorce años embarcado sin la oportunidad de un largo descanso.

En el San Idelfonso

El navío de 74 cañones San Idelfonso está ligado a nuestra historia, en él viajó Simón Bolívar por vez primera a España en 1799. Perteneciente a la serie de navíos de línea llamados “Idelfonsinos”, fue botado en los astilleros de Cartagena el 22 de enero de 1785. Las pruebas de mar las realizó el célebre José de Mazarredo. Junto a Ignacio de Álava y con el alto rango de embajador, se dirigió a Argel en este navío en misión diplomática de paz, firmada el 14 de junio de 1786.

De vuelta a Cartagena, obtiene el mando de la fragata Nuestra Señora del Loreto en enero de 1786. En septiembre entregó el cargo.

San Felipe de Portobelo es una ciudad que durante el período colonial perteneció a la Gobernación de Panamá. Estratégico puerto comercial, había logrado fama por las desaparecidas ferias anuales, punto de encuentro de la flota de Indias, y lugar donde quedaba temporalmente almacenada la plata extraída del Virreinato de Nueva Granada, el oro y otras mercancías del Virreinato del Perú, para ser exportadas a España.

La Gobernación de Panamá representaba el último bastión del espacio geográfico que los españoles denominaron “Tierra Firme”. Adscrito al Virreinato del Nuevo Reino de Granada, para aquel entonces era dirigido por otro marino de rancia estirpe que se había iniciado en política como capitán de fragata al frente del gobierno de las islas Malvinas: el teniente general de la Armada Francisco Gil y Lemos. El futuro virrey del Perú gozaba entre otras distinciones, de bailío y gran cruz de la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, Rodas y Malta.

Portobelo era una ciudad literalmente cercada por la espesa selva, poco poblada, con una  guarnición que  no pasaba de 140 hombres. Varias veces saqueada y ocupada, a pesar de su importancia, su urbanismo dejaba mucho que desear:

La ciudad es pequeña, sus casas en general de madera habiendo muy poca cuyo primer cuerpo sea de cal y canto: tiene una calle larga, otra  corta en la misma dirección que la costa, con alguna otra pequeña que la atraviesan, ocupa la parte llana de la falda de la montaña hasta la orilla de la mar: hay dos plazas capaces, una al frente de la contaduría o cajas reales, cuyo edificio es muy bueno y de cal y canto, y la otra en el sitio que halla la iglesia parroquial que también es de cal y  canto. A más de esta iglesia hay otra dos, una de la Merced muy desmantelada y pobre con convento arruinado, y la otra de San Juan de Dios con fundación de hospital; pero en realidad no lo es por su pequeñez y pobreza.

Poco conocemos sobre las circunstancias que hicieron posible el salto de Emparan al quehacer político. Una real orden del 27 de marzo de 1789 dispuso su nombramiento como gobernador político y militar de la plaza de San Felipe de Portobelo.

Podemos pensar en varias posibilidades. Su hermano Juan Bautista Emparan era confesor de honor de Carlos IV, pero también estaba pendiente la recompensa dispuesta por el desempeño en Argel como combatiente, y posteriormente como embajador.

Poco después de su nombramiento, Emparan fue promovido a capitán de navío (8 de junio de 1789), siendo el último que obtendrá en el Cuerpo General de la Armada. En adelante sus nuevos grados provendrán del ejército.  Los grados navales para jefes políticos en América poco tenían que hacer con el mérito contraído a bordo. En la mayoría de los casos eran ganados en la dura fragua de una vida, en la que los periodos en tierra eran escasos, y los sacrificios en la mar, muchos. Para su superior, el virrey Gil y Lemos no fue un inconveniente prestar servicios en funciones del gobierno colonial, y alcanzar las más altas jerarquías en la Real Armada.

Emparan embarcó para Portobelo a bordo de la fragata Nuestra Señora de la Paz. Arribó en aquel puerto en agosto de 1789.

Portobelo tenía uno de los peores índices de mortalidad por causa de las enfermedades tropicales:

Como la ciudad está rodeada de cerros según queda indicado, no permiten que el viento la bañe y atempere,  por tanto el calor es excesivo: así mismo como la espesa arboleda que hay en los cerros no dejan pasar el sol, exhalan estas vapores gruesos (…) El clima como se deja inferir es muy húmedo, cálido y por consiguiente malsano.

De tal manera que los esfuerzos del nuevo gobernador estuvieron dirigidos a crear mejores condiciones sanitarias para la población. Llama la atención que antes de partir a su destino, había solicitado el pago del impuesto colonial de  media anata, beneficio que obtenía por el cargo recibido, correspondiente a la mitad del sueldo del primer año en funciones. Según sus palabras, estaría dirigido para labores de tala y desmalezado. Un observador de su tiempo, que no le negaba críticas a quien lo merecía, lo describía en estos términos:

El gobernador don Vicente Emparan, capitán de navío de la Real Armada, y hoy mariscal de campo de los Reales Ejércitos, para corregirlo (el clima) en lo posible emprendió en 1789 para apartar el monte de la ciudad, a fin de darle alguna ventilación, pues lo árboles llegaban hasta ella; y al efecto y para estimular al vecindario fue él primero a tomar el hacha y principiar a abatir los árboles , y a su ejemplo concurriendo lo vecinos logró fuese algo más sana la ciudad y que se librase de las fieras que con estrago se introducían en ella (…) en todas parte ha sido admirado por su celo, actividad, justificación, pureza, desinterés y beneficencia manteniendo lo pueblos en justicia, y mereció ser amado de todos.

Su actuación como gobernador no pasaría desapercibida.

Cumaná

La provincia de Nueva Andalucía, luego conocida como provincia de Cumaná (Nueva Córdova), se extendía a las poblaciones de Carúpano, Río Caribe y  Barcelona entre otras. Los golfos de Paria y de Cariaco ocupan ciento cincuenta leguas de costa, y desde río Caribe al Orinoco, unas setenta leguas, tierras mayormente de labranza y de escasa población.

La ciudad de Cumaná, residencia del gobernador,  concentraba la mayoría  de la población, unos 86.083 habitantes.

Productora de cacao, caña de azúcar y cueros, las principales familias  como los Vallenilla, los Sucre, Sifontes, Sotillo, Ramírez, Luces, Carrera, Alcalá, Maíz, Bermúdez, Subero, Barceló, Salazar, Gómez, Marcano, Gómez, entre otros, poseían más de 1.184.000 árboles de cacao en las 221 haciendas censadas.

Los campos de algodón se extendían por Cumaná, Barcelona, Cumanacoa, el Golfo y los Valles de Cariaco. Un total de 50 hacendados tenían 1.283.250 árboles que producían 3.970 quintales desmotados (…) El· añil, cultivo de reciente introducción, se sembraba en las inmediaciones de San Francisco, Arenas, Guanaguana y Cumanacoa.

Para entrar al puerto se debía acceder por el río Manzanares, su boca estaba protegida del lado este por una batería; al oeste había un dique para embarque de madera. Al oeste, a orillas del río Neverí,  se encontraba la ciudad de Nueva Barcelona.

El río Guarapiche era una zona de contrabando por excelencia,  en especial para aquellos que comerciaban con  ganados y mulas de los llanos.

Cumaná fue una de las ciudades más perjudicada por causa de los terremotos. En 1767 hubo un ligero temblor, fuertes y violentos en 1778 y 1779, igual en 1794  y 1797, este último coincidió con la erupción del volcán de la isla Guadalupe.

Desempeño

El período de desempeño de  Vicente Emparan en funciones de gobierno ha sido calificada como una época de progreso, tolerancia, una gestión de beneficio y aplauso colectivo.

Por los resultados obtenidos en Portobelo, fue promovido al gobierno de la provincia de Nueva Andalucía, perteneciente a la Capitanía General de Venezuela (19 de junio de 1792). En realidad Vicente Emparan obtuvo la Capitanía General, Intendencia y Vicepatronato Real de dos provincias: Nueva Andalucía y Nueva Barcelona (el 22 de diciembre de 1792). Recibió de manos de Pedro Carbonell  y Pinto Vigo, quien a su vez fue destinado al gobierno de la Capitanía General de Venezuela.

Uno de sus primeros actos de gobierno consistió en determinar la esencia de los problemas económicos de las gobernaciones a su mando: el contrabando, la evasión de capitales y la escasa productividad. Las dos primeras, relacionadas con la complicidad de la población y del Resguardo de Mar y de Tierra. A pesar de las altas tasas impositivas de la Real Hacienda a los productos de la tierra y a los géneros de importación españoles, ciudades como Barcelona y Cumaná se encontraban surtidas de géneros extranjeros. El ganado vacuno salía de contrabando a las islas inglesas y francesas, igualmente las mulas, que eran utilizadas para los trapiches de azúcar, el recurso adictivo de mayor demanda en los mercados europeos. Para combatir estos ilícitos, construyó seis lanchas cañoneras, y diez baterías que aprovisionó con 18 cañones de diferentes calibres.

Una tasa impositiva del 8% sobre los productos de importación y exportación, así como una declaratoria de libre comercio, tal vez fue la solución más adecuada para evitar todo aquello y estimular la producción. Gracias a la apertura y demás medidas gubernamentales, la prosperidad en oriente fue superior al resto de las provincias.

Los asaltantes de caminos mantuvieron en zozobra a los comerciantes y transeúntes. Persiguió con dureza el abigeato y la delincuencia, que en dos años se redujeron de manera significativa.

Dejó importantes obras materiales: dos puentes, uno de ellos, sobre el río Neverí (que perduró hasta 1856). Las calles de Cumaná fueron empedradas (1796). Ordenó la construcción del hospital general de Cumaná, dos leprocomios y varias iglesias. Tuvo que reconstruir parte de la ciudad derruida por el último terremoto.

El hospital general de Cumaná había sido  fundado por el presbítero Patricio de Alcalá. Emparan lo convirtió en uno de los mejores de América.

Inició la construcción del puerto real del golfo de Paria.

Mejoró las condiciones de vida de las poblaciones originarias, fundando siete nuevos pueblos. Reconstruyó sus habitaciones derruidas por causa de los terremotos: San Vicente de Carapa, Santa Gertrudis, San Pedro del Pao, Santiago del Orinoco, Santa Catalina de Carito, San Simón de Maqueta y San Jacinto de Urica.

La ciudad de Barcelona recibió una esmerada atención. Se construyó un puente sobre el río Aragua, y un hospital lazarino, el empedrado de las calles, entre otras construcciones.

Prestó especial atención a la salud pública. El mal olor y las enfermedades eran frecuentes, las carnicerías dentro de la ciudad, una de las causas. Las trasladó a sotavento del río, donde construyó edificios adecuados para tales fines.

Cumaná carecía de médicos cirujanos con formación académica, por tal motivo, solicitó con éxito al Real Colegio de Cádiz (el Dr. Alonso Ruíz Moreno), que hizo la primera operación de laparatomía en el país, así como otras de obstetricia. Al parecer Ruíz Moreno ensayó la vacuna de Jenners antes de la llegada de Balmis.

Prohibió el ejercicio de la medicina a aquellos practicantes sin estudios formales ni títulos válidos, como el caso del barbero José Zibico, quien la ejercía desde hacía siete años, razón de un serio enfrentamiento con el Protomedicato de Caracas, que a todo evento habilitó a Zibico como médico. Emparan no obedeció la instancia de refrendarle el título por creerle un peligro para la salud pública.

Emparan mantuvo unas muy buenas relaciones con los habitantes, no tanto con algunos funcionarios, españoles y criollos. Sus relaciones solían ser poco diplomáticas cuando defendía sus puntos de vista, y el alcance de sus encargos. Actuaba con independencia.

En cierta ocasión sostuvo fuertes discusiones epistolares con el capitán general de Venezuela, el mariscal de campo Manuel Guevara y Vasconcelos, un hombre complicado y recursivo, quien quiso reprenderle por el caso del apresamiento del barco negrero John, en el que había ejercido de juez de presas. Emparan manifestó que él era gobernador de dos grandes provincias, y que cualquier juicio a su persona debería hacerse ante un Consejo de Generales.

Tampoco cedió ante otro funcionario no menos peligroso cuando de intrigas cortesanas se trataba, el intendente Esteban Fernández de León. Tras la sombra, Fernández gestionó sin éxito su destitución. La actuación política y militar de Emparan en la gobernación de Cumaná fue eficiente, honesta, orientada hacia el bien ciudadano y recordada por años. Ganó el aprecio de la población, razón por la cual, ésta elevó una petición a la corte para que continuara al frente de su cargo, que se prorrogó por doce años. El 4 de noviembre de 1801, el rey le concedió el grado de brigadier de los reales ejércitos.

Lo que se silencia en los libros de enseñanza es la formidable labor de Emparan como Gobernador de Cumaná y Barcelona; su tenaz tarea, allá en el oriente venezolano, en construir hospitales y escuelas; su deseo de mejorar los puertos, en tecnificar los cultivos, en contratar en Guipúzcoa (su tierra natal) escultores y pintores para que vinieran a Cumaná a hermosear los templos parroquiales (…) Intensa y fructífera labor desplegó Emparan en Cumaná, especialmente en el sector agrícola. Ya en 1794 el Tesorero de las Reales Cajas, don Manuel Navarrete, ponderaba el esfuerzo del mandatario vasco por incrementar las siembras de cacao, algodón, añil y caña de azúcar en los distintos valles y pueblos costeños.

Defensa militar de la provincia

La presencia inglesa en antigua provincia de Trinidad representaba la concreción de pragmáticos objetivos geopolíticos cumplidos con fría paciencia por el  gobierno británico, y que nada tenían que hacer con la formación de países independientes, y si con la instauración de pequeñas repúblicas, sostenidas bajo una forma de dependencia neocolonial dentro del esquema de la división internacional del trabajo (colocación de excedentes industriales a cambio de materias primas).

Los ingleses se trazaron como objetivo inmediato, frenar la influencia francesa en América; a largo plazo, asegurar el control comercial del eje Orinoco-Brasil-norte de Venezuela, y el dominio territorial del arco amazónico-Esequibo y sus potencialidades auríferas. Venezuela dejó de tener la consideración estratégica de “Abra o garganta de  América”, sustituida por la denominación comercial de “balcón”, un cambio radical de la visión española sobre sus colonias.

Perdida la isla de Trinidad (16 de febrero de 1797), desde aquella plaza se estimuló la desobediencia a las autoridades españolas, hasta el punto de apresar a algunas de ellas, con la complacencia de la población (caso del teniente de Güiria). El nuevo gobernador inglés favoreció el contrabando de extracción y el de importación de ropas, así como la protección naval a los mercantes criollos que se dirigieran a Puerto España. Paralelamente, se repartían tierras de labranza cerca de punta Barima, se invadía Surinam y Berbice, mientras se  preparaba lo propio por el río Orinoco con 15.000 hombres, para conquistar Angostura, y asegurar las tierras con minas de oro, que  abundaban según noticias de científicos alemanes contratados por la corona española. A su vez, se invadiría desde Martinica por las playas de Macuto. A esto se suma el apoyo a los intentos separatistas.

El ataque sistemático de cuatro fragatas inglesas a los puertos más importantes de las costas venezolanas entre 1797 y 1806 (“Hermione” y “Ceres” entre otras) produjo una sensación de aislamiento, inseguridad y de abandono por el gobierno central.

La revolución francesa alcanzó su fase más violenta en el Caribe. La penetración de las nuevas ideas representaban un peligro para el sistema español y para el esquema de dominación del criollo, por la que se mantuvo en cuarentena a Curazao luego del alzamiento de José Leonardo Chirinos, y la prohibición de introducir esclavos y libertos de las islas bajo el dominio francés. La llegada de esclavos y mestizos “lenguaraces” a la Guajira y Paraguaná; el alzamiento en Maracaibo (6 de mayo de 1799), los intentos revolucionarios de Gual, España y Picornell, y la insurrección de Chirinos se suman a la complejidad política en que estaba  sumergida la Capitanía General de Venezuela.

Antes del ataque inglés a Trinidad, Emparan tomó las providencias necesarias para apoyar al gobernador español de Trinidad, y evitar su conquista, pues sabía que “tal insensatez puede ser consecuencia para Cumaná, ya que está a 150 leguas y con las fuerzas intactas. Tomé todas las medidas para defenderla con tres compañías veteranas y ocho cañones.

Las consecuencias de la pérdida de Trinidad se sintieron de inmediato en el comercio de Cumaná con la destrucción de los buques mayores y veinte menores, paralizando la actividad económica, y favoreciendo a la nueva posesión inglesa. El gobernador Tomás Picton solía referirse a Emparan  como “protector de los esclavos del gobierno español”.

Emparan esperaba la invasión inglesa por el río Orinoco y la conquista de San Rafael de Barrancas, punto de inicio de la expedición sobre Caracas.

Sostenía que Coro y Maracaibo serían dejadas en manos de los españoles, puesto que la geografía, capacidad de control militar en función de la distancia, y las ventajas económicas, les llevaban a ambicionar el Esequibo, las tierras que atraviesan el Orinoco y parte de los llanos de Barinas. Las medidas de defensa tomadas  de manera oportuna impidieron la conquista de aquellas regiones. Estimuló a sus vecinos a la defensa territorial, paso importante para la consolidación del  sentimiento de nacionalidad.

Personalidad

El desenvolvimiento del vasco en la Capitanía General de Venezuela estuvo  ligado a las redes de parentesco y paisanaje. Por naturaleza eran gente esforzada y valiente, que asumían el peligro como parte de la cotidianidad. Los vascos en Venezuela fueron la mayoría inmigrante en los dos primeros tercios del siglo XVIII. Vicente Amezaga Aresti contó 3.260 apellidos de este origen radicados en Venezuela, y que disminuyó hacia  1776.

Emparan fue estimado como un gobernador celoso, de gran autoridad, “fervoroso del orden y minucioso hasta la exageración”. El mismo escribía las providencias del Ayuntamiento. Le gustaba estar enterado al detalle de todo. Hombre con más títulos que bienes de fortuna, por su pobreza, había pedido el retiro del cargo en 1802. El rey rechazó la petición y lo mantuvo en su destino.

Alejandro Humboldt lo conoció a su paso por Cumaná, conceptuándolo como un hombre franco, propio de su origen vasco, de una gran cultura y natural bondad.

Mantuvo relaciones estrechas con las familias más influyentes, quienes se reunían regularmente en su casa: los Sucre, los Mayz, los Isava, los Bermúdez de Castro, entre otros.

Emparan constituye uno de los gobernantes más cultos del período colonial. Fue --como señala Grisanti- un marino de escuela, un experto en física y un aficionado a la botánica. El prestigioso naturalista alemán Alejandro de Humboldt anota que Emparan amaba demasiado las ciencias, atesoraba estupendos libros (entre ellos el Tratado de la Navegación, de Mendoza) y se interesaba vivamente por la astronomía, y, además, poseía el rasgo notable de la generosidad, al extremo de facilitar dinero para que no se interrumpieran las investigaciones sobre la flora y la fauna en la región de Nueva Andalucía.

No se casó, ni tuvo descendencia conocida, sabemos muy poco de su vida privada.

El nombramiento

Algunos historiadores venezolanos, contemporáneos de Vicente Emparan los más, le han señalado una serie de gravísimos defectos de  carácter, y de actuaciones propias de un tirano, digno del peor de los destinos, reservado a los más graves  transgresores contra la naciente patria, y pare usted de contar cuantas palabrerías vacía de contenido. No pretendemos hacer una apología de un defenestrado gobernador, pero nada de aquellos señalamientos han resultado ser ciertos, mitos repetidos a través del tiempo que se han convertido en  arraigadas creencias colectivas.

Una de estas creencias está relacionada con la supuesta simpatía de Emparan hacia el usurpador José Bonaparte, causa de su nombramiento para la Capitanía General de Venezuela. Los documentos encontrados en su oportunidad, desmienten semejante acusación.

El brigadier Emparan hizo entrega de la gobernación de Cumaná a finales de 1804. Poco sabemos de sus actividades entre esa fecha y 1808, sólo que pasó como agregado en su clase en la plaza de Cádiz. Se encontraba en Madrid cuando llegaron los franceses. El gobierno usurpador, por sugerencia del almirante Mazarredo a Napoleón,[1] pretendía nombrarle como capitán general de Venezuela en reemplazo del difunto Manuel Guevara y Vasconcelos.

Al contrario de algunos funcionarios, clérigos y militares españoles incluidos, Emparan rehusó ayudar a los invasores, menos aún, recibir sus favores.

Sabemos que partió de manera discreta a Sevilla. Allí la Junta Central lo nombró para la Capitanía General de Venezuela el 1º de marzo de 1809. También le concedió el grado de mariscal de campo el 27 de marzo de ese año. El reconocimiento recibido desecha la especie esparcida en Caracas por el licenciado Pedro Ortega sobre la supuesta compra que hizo del cargo al general francés Murat. Ortega era enemigo de Emparan. Tiempo después, tan graves acusaciones fueron desmentidas por alguien tan insospechable como el arzobispo de Caracas. Este rumor le haría un daño enorme.

El mismo Emparan nos lo aclara:

Estando en Madrid, a la entrada de los enemigos en 1808, fui sorprendido por el gobierno intruso que me nombró Capitán General de Caracas, de cuyo encargo procuré eximirme, más viendo que de ningún modo eran admitidas mis disculpas, me fugué disimuladamente y me presenté en Sevilla a la Junta de quien solicité varias veces me diese destino en el ejército. Establecida la Central, en lugar del destino que esperaba, me nombró Capitán General de Caracas.

El nombramiento de gobernadores y virreyes con experiencia en América y conocimientos marítimos fue auspiciado por el antiguo intendente de Venezuela, y comisionado en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, Francisco Saavedra. Puede considerarse que existió un replanteamiento de la situación americana luego de los escritos del Cabildo de Buenos Aires y del movimiento juntista de Caracas.

Esto se corrobora con el hecho de que el 7 de mayo de 1810, Emparan fue nombrado para la plaza más importante de “Tierra Firme”: Cartagena de Indias. Otros marinos fueron designados para importantes gobiernos, como el de Buenos Aires (Baltasar Hidalgo de Cisneros) y Puerto Rico (Meléndez Bruna). Además de la influencia de Saavedra, personas afectas a Emparan ayudaron en su nombramiento. El antiguo gobernador Carbonell, muy unido a aquel, había hecho las gestiones para que fuera seleccionado. A la muerte del mariscal Manuel de Guevara y Vasconcelos, la gobernación de Venezuela fue solicitada sin éxito, por varias personalidades, entre ellas, el gobernador de Maracaibo Fernando Miyares.

En las provincias de Tierra Firme, no fueron pocos los gobernadores de formación  naval y cuya carrera profesional transcurrió a  bordo de los bajeles de guerra.  En Maracaibo: el gobernador Francisco de Ugarte  (1751-1758) había sido comandante de las galeotas de Cartagena y asistido al ataque de Knowles a esa plaza;  Venezuela: el teniente general Francisco Solano y Bote (1763 – 1771);  el jefe de escuadra Julián Arriaga (1749 –1751); en Cumaná: capitán de navío Máximo Bouchet, gobernador de Cumaná (1774). En el Virreinato de Santa Fe: teniente general José Alfonso Pizarro (1749); teniente general Pedro Messía de la Cerda (1761); jefe de escuadra  Manuel de Guirior (1772) y teniente general José Antonio Flores (1775).

Emparan tomó posesión de la Gobernación y Capitanía General de Venezuela, y la Presidencia de su Audiencia el 22 de mayo de 1809. Otros autores afirman que el acto se produjo el día 20, la mayoría, el 19 de mayo. Junto al gobernador, otras autoridades fueron nombradas, como el intendente y el comandante del Apostadero. En la Intendencia, Don Vicente  Basadre (24 de mayo de 1809); y en el Apostadero de Puerto Cabello, el capitán de fragata Juan de Tiscar, quien lo recibió de igual graduación, Joaquín Blanco Maldonado, el 10 de julio de 1809.

Contexto internacional

La llegada del nuevo gobernador se produce en momentos de conflictos a escala mundial, con alianza entre España e Inglaterra, y la amenaza de Napoleón de enviar una flota a América para dividir los bandos fernandistas y carlistas.

La Junta Central ordenaba a Emparan impedir el desembarco de Carlos IV y María Luisa en Venezuela. Se manejaba la información de que los viejos reyes bajo el amparo francés, desembarcarían en América para oponerlo a la corriente fernandista, lo que dividiría las posturas políticas. Dos eran los sitios que permitirían un deseado efecto, coincidente con la concepción estratégica manejada para el Caribe: Venezuela y Nueva España (México). La circular que dirigió Emparan a los comandantes militares y tenientes de justicias costeros con la instrucción de trasladar dignamente de regreso a los defenestrados reyes con las seguridades del caso, confirman este hecho. Poco después, la Junta  de Sevilla anunció  su posible traslado a la capital de la Capitanía General o a México.

Parte de la alianza con el Reino Unido se materializa con la presencia del almirante inglés Thomas Cochrane en aguas de Venezuela. Se abastece de carnes en el puerto de Barcelona,  y hace sustanciales negocios con la compra de tabaco. A veces, la Intendencia de su partida de gastos reservados le obsequia con novillos castrados, vacas, cerdos y otros comestibles. Por otro lado,  noticias sobre la salida de la flota de Napoleón (el navío L´Orient”) hacia  América y el supuesto apoyo que le presta a Manuel Inca Yupanqui y otros emisarios para insurreccionar las colonias partiendo desde el Esequibo, tienen prevenido al gobernador.

Gestión gubernamental

No eran infrecuente que los capitanes generales de Venezuela sostuvieran reuniones con los gremios y sectores representativos de la sociedad venezolana para tratar ciertas contingencias, en el caso particular de Emparan, conocemos de sus afanes por llegar a las clases sociales que no tenían mayor representatividad en el sistema político: pardos, negros y esclavos. No era una formalidad de estilo acorde con los nuevos tiempos que corrían con la revolución francesa, y  que reclamaba contra la exclusión, este hombre tenía cualidades naturales y una sólida formación para la concordia.

Pero, cuando se trataba de competencias profesionales y preparación para responsabilidades que afectaban al colectivo, era invariablemente inflexible con quien careciera de ellas, un comportamiento que resultaba odioso para aquellos sectores empeñados en una rigidez de clases rayana en la inhumanidad, pero laxa en deberes.

Otra cualidades que resaltan en este gobernante fueron los esfuerzos por incentivar la cultura y las obras públicas, algo en que parte de sus antecesores tuvieron modestas iniciativas.

El nuevo gobernador no tuvo tiempo para ejecutorias mayores, pues permaneció menos de un año en el cargo y dentro de un contexto de alta conflictividad y de incertidumbre.

No pretendemos presentar a un jacobino irreverente, con ideas revolucionarias adelantadas a su tiempo, pero si hemos dejado claro quien no fue Emparan, y cómo  la imagen histórica que hemos conocido por siglos nada tuvo que hacer con la realidad.

Una de las primeras y más importantes medidas tomada al iniciar su gestión, fue de orden económico por la escasez de productos de primera necesidad. Promovió la apertura al comercio internacional, hasta ese momento vedado a los extranjeros.

A pesar del convulsionado ambiente y del tiempo que ocupaba en recibir las visitas de estilo en ocasión a su llegada, el 5 de junio convocó a una junta para la construcción de un matadero. Al profundizar sobre el tema del abastecimiento y exportación de cueros y carnes, entró en desacuerdo con la Audiencia, que le revocó un bando donde se prohibía la matanza de hembras, y se establecía el consumo de las inservibles para los peones de los hatos, así como la eliminación de ciertas concesiones.

El 12 de julio presentó un ambicioso plan de mejoramiento de la plaza mayor (estimado en 119.999 pesos).

En el mismo documento justificó la construcción de instalaciones que serían rentadas para aumentar el ingreso fiscal. Los puestos de ventas que abundaban en la plaza, considerado un lugar de franquicias contra la moral, de sórdidos tratos, de mancebías, licor y otras ociosidades, fueron mudados a la plaza de San Jacinto.

Atendió el problema de las fiebres que asolaban los valles de Aragua. El 22 de junio dictó un decreto para reunir y escuchar la opinión de los médicos más notables para encontrar la solución a la epidemia.

El servicio sanitario era un ejemplo del carácter excluyente de la sociedad caraqueña. Existían tres médicos para los blancos y siete para pardos y mulatos, estos últimos atendían a los de su clase, a los pobres, así como las cirugías en los hospitales generales, militares y casas religiosas. La real cédula del 14 de mayo de 1777 establecía la posibilidad de habilitar curanderos en caso de déficit para atender a la población en general. El Protomedicato de Caracas había pedido al rey que se suspendiera esta excepción, por lo que pardos y mulatos protestaron. La Audiencia presentó una petición sobre que se admitiese temporalmente a médicos pardos.

Para Emparan,  el problema de atención médica no era un asunto de clases, sino de preparación. Por noticias obtenidas entre la población, supo de casos de mala praxis y falta de conocimientos de los médicos recién egresados de la Universidad. Entre sus facultades estaba el suscribir los títulos expedidos por el Protomedicato de Caracas. Se negó a ello porque:

La salud pública me merece infinita consideración y nunca se autorizarán con mi forma, títulos dados por quien hace médico romancistas desconocidos en las Ordenanzas del Real Protomedicato y graduado de médicos una multitud de bárbaros que asesinan al incauto y al desgraciado público.

Las quejas ante la Junta Central de Sevilla no se hicieron esperar.

Atendió el orden interno, el alistamiento de las tropas en los lugares más alejados, donde existiera la posibilidad de una invasión extranjera. Protegió a los pueblos originarios de los abusos de los hacendados, entre otras medidas. Para hacer efectivas estas disposiciones, nombró justicias mayores en el Hatillo, Ocumare de la Costa, Cata, Turiamo, Puerto Cabello, entre otros.

Al joven Simón Bolívar lo nombró justicia mayor de San Francisco de Yare en julio de 1809. Por problemas con el Cabildo no tomó posesión del cargo. Bolívar escribiría a Emparan:

 Me veo en la necesidad de reclamar esta providencia quejándome del desaire que se me ha irrogado, y haciendo presente que no hay ley ni disposición alguna que ordene el requisito o ceremonial de haber de visitar en persona a los regidores para recibirse los tenientes en el Cabildo y que es una costumbre abusiva y embarazosa, que no ha tenido otro principio que la arbitrariedad de los capitulares.

Tomó previsiones para repeler una posible invasión francesa, y advirtió a los gobernadores, especialmente al de Margarita, que cualquier trato o consideración con ellos, sería señalado como crimen de Estado, actuaciones que terminan de echar por tierra su supuesta conducta francófila.

Emparan adelantaba las gestiones para traer una imprenta y un impresor para mejorar la edición de la Gaceta de Caracas.

El mariscal de campo Vicente Empara fue un destacado gobernante. Culto, progresista, y tolerante.

La idea de revolución supone un cambio dentro de una temporalidad lineal, asociada a un retorno al origen a partir de algo conocido, o al establecimiento de una nueva situación inicial (Vg: la Revolución Francesa). El modelo de explicación histórica sobre los cambios, especialmente los revolucionarios desde la perspectiva arendtiana nos acerca a la intencionalidad política y privada de los actores que destacaron entre 1808 y el 19 de abril de 1810, si era revolucionaria, de simple cambio o continuidad del estado de cosas, en suma, cómo ellos entendía la libertad. De igual forma nos asoma a las superficies de emergencias de dicotomía evidente entre lo enunciativo (proclamas, actas, documentos) y lo íntimo-intencional, con lo que superamos la dificultad de contrastar el hecho político con la voluntariedad del sujeto.

La ruptura del 19 de abril se produjo dentro de un enunciado de adhesión al legítimo soberano y en un contexto de formación de juntas gubernamentales en todo el continente, como las de Montevideo (21 de septiembre de 1808); La Paz (16 de julio de 1810); Quito (10 de agosto de 1809, reemplazada por la del 20 de septiembre de 1810); Buenos Aires (25 de mayo de 1810); Bogotá (21 de julio de 1810); Chile (18 de septiembre); y las fallidas de México de agosto y septiembre de 1809.

El 19 de abril fue una revolución si la entendemos como el retorno a un origen a partir de una ruptura, producto de la ilegitimidad de la transferencia del poder real y de las posesiones en América al invasor. Pero también fue el desenlace natural de un proceso fisiocrático. La expresión del conde de Tovar, nos lo confirma: “He llegado a la edad de ochenta y tres años sin mezclarme jamás en los negocios públicos, porque jamás fui testigo de uno tan importante como el presente”. Todo esto estuvo auspiciado  de manera indirecta por el Estado como actor de los cambios: la unificación de las provincias bajo una Capitanía General (8 de septiembre de 1777), y la cada vez mayor participación criolla en las instituciones gubernamentales: Intendencia de Ejército y Real Hacienda (8 de diciembre de 1776); la Audiencia de Caracas (31 de julio de 1786) y el Consulado (3 de junio de 1793).

El cambio revolucionario del 19 de abril de 1810 se caracterizó por:

1.      La originalidad en su significancia, pues devino de una ilegitimidad en el derecho positivo español e indiano (la formación de juntas), pero justificado a su vez dentro del él.

2.      El retorno a un estado inicial, vale decir, el ejercicio de los “derechos de Soberanía que por el mismo hecho han recaído en el pueblo conforme a los mismos principios de la sabia Constitución primitiva de España”, soberanía nacida del rompimiento del contrato de unión de los americanos con Castilla y de lo estipulado en las bulas papales del descubrimiento (como lo manifestaba Juan Germán Roscio a Andrés Bello).

3.      El proceso de ruptura inicial careció de ideologías ajenas al derecho español, más si en la fase de consolidación (5 de julio de 1811).

4.      La libertad del dominio español-napoleónico (el reinado de José Bonaparte).

5.      El inmediato choque con el Consejo de Regencia, que sustituyó a la Junta de Sevilla (apoyada por los americanos españoles), ya que aquella desconocía a las juntas americanas, no en sus fines, sino en sus medios.

Ideología e intencionalidad

El fin de la revolución es la libertad. Fue entendida de tres maneras: la  absoluta (que defendía la independencia); la que actuaba en nombre de Fernando VII y que se sentían libres con esta dependencia; finalmente, quienes  creían en una monarquía constitucional, con participación igualitaria de las colonias ante la Junta de Sevilla. La clase dominante en general se dividió entre las dos primeras tendencias. Ambas carecieron de criterios uniformes.[2]

La idea de libertad del primer grupo estaba disociada de la igualdad proclamada por la Revolución Francesa. Era aceptada en tanto no afectara los valores seculares de la hispanidad como la autoridad, la separación social y la religión. Las nociones de libertad e igualdad no fueron entendidas como derechos de la naturaleza humana, eran convencionales y artificiales, producto de cualidades fabricadas por el hombre. La libertad estaba asociada a ciertas actividades, siempre y cuando pudieran ser testimoniadas por otros (los que podían votar de acuerdo a la Constitución de 1811, debían poseer bienes raíces).[3]

La primera tendencia estaba representada por los hermanos Tovar Ponte, parte de la familia Bolívar,[4] los hermanos Ribas (José Félix y Neponucemo), Pedro Palacios e Isidoro Quintero, entre otros.

El segundo grupo actuaban en nombre de Fernando VII, y se sentían libres bajo el “suave yugo de su señor”. Representaban los valores seculares de la monarquía absoluta. Compuesto en su mayoría por peninsulares, con fuerte adhesión de los pardos, quienes habían obtenido importantes concesiones por parte del rey, y odiaban el inaccesible escalafón social establecido por los mantuanos.

Los seguidores de la fórmula monárquica también estaban divididos entre carlistas y fernandistas, aunque las grietas no eran notorias pues la usurpación de José I les congregaba en intereses comunes. Los continuistas habían precisado las ambiciones políticas personales que dominaban a algunos seguidores de la idea independentistas. Entre sus representantes más conocidos tenemos al regente Joaquín Mosquera, los oidores de la Real Audiencia José Bernardo de Aristiguieta, Felipe Martínez y José Antonio Álvarez; los fiscales Francisco Antonio Berrío, entre otros. Tal vez el hombre del rey de línea más dura fue el licenciado Miguel José Sanz, tres veces decano del Colegio de Abogados, y asesor del Consulado.

Finalmente, nos encontramos con los oportunistas habituales, que se movieron entre dos aguas según la conveniencia: los Fernández de León y los Rodríguez del Toro, entre otros.

Antonio Fernández de León era hermano del antiguo intendente Esteban, y cuñado del marqués del Toro. El intendente había logrado una nada modesta fortuna durante su gestión. Los Fernández de León mantuvieron un extenso feudo en los valles de Aragua, San Casimiro y Charallave.

El caso de los Rodríguez del Toro merece atención, porque dice mucho de una costumbre tan actual, como es preferir que todo se pierda antes de que una persona que no nos simpatice tenga éxito en sus propósitos. Poco antes de la revolución, habían enviado una lacrimosa carta con protestas de fidelidad al rey (9 de abril de 1810). Diez días después,  junto a los hermanos Tovar Ponte, los hermanos Ribas, Pedro Palacios e Isidoro Quintero, entre otros, estuvieron comprometidos en la destitución de Emparan. Entorpecieron con inclemencia el triunfo del generalísimo Francisco de Miranda sobre las provincias que no reconocían el nuevo gobierno. Años antes, habían entregado a la Junta Central, unas cartas que aquel había enviado al marqués del Toro. Despreciaron a Miranda por asuntos tan baladíes como sus orígenes sociales.

Consumados los hechos del 19 de abril, los Rodríguez del Toro ejercieron un escandaloso uso de la influencia. El marqués del Toro y su hermano Fernando fueron ascendidos a brigadieres, a pesar de sus fracasos militares en Coro y Valencia, fueron nuevamente promocionados. El alférez de navío  Diego de Toro ascendió a teniente coronel en menos de seis meses. Varios familiares formaron parte de la burocracia nepótica instaurada por aquellos en la Junta Suprema.

Con la guerra de independencia en uno de los momentos de mayor violencia e incertidumbre, el marqués, Fernando y Juan Toro suplicaron al rey su perdón mientras permanecían exiliados en Santo Tomás (1815). Aseguraron estar “constituidos por razones físicas y morales para una sociedad de mejor rango”.

Se han expuesto las tendencias y las motivaciones personales de algunos actores, sin que ello quite el significante originario de la nacionalidad, ni mérito al proceso independentista. Las inmensa mayoría de países donde se produjeron estos hitos históricos cuenta con sus miserias representadas en individualidades, como también con pasajes épicos que resisten cualquier comparación.

El movimiento revolucionario del 19 de abril de 1810 no fue un proceso uniforme, mucho menos monolítico, fue perfeccionándose con el tiempo, dejando atrás a la mayoría de los actores de la primera hora.

Si bien es cierto que los hechos que ocurrieron el 19 de abril de 1810 desencadenaron en un proceso que condujo a la declaración de la independencia absoluta de España el 5 de julio de 1811, también es cierto que no se puede asegurar que este haya sido el propósito inicial de los participantes en los acontecimientos de aquel jueves santo.

Lo que podemos reescribir ya ha sido dicho, y ha sido ignorado porque se produce el conocido fenómeno de que al no coincidir tales asertos con nuestras más arraigadas creencias colectivas, las rechazamos. Tal es el caso de algunas de las extensas observaciones de Caracciolo Parra Pérez en su libro sobre la Historia de la Primera República. Señala que los revolucionarios manejaron inicialmente ideas, no planes definidos, que los hechos lo condujeron a los actores, y no en sentido contrario.

Ideología y comportamiento político de Emparan

Hombre alto, de buena apariencia y carácter sosegado, de gran calidad humana, se acercaba con facilidad a la población. Cualidades que alarmaron a algunos criollos, razón por la que insinuaron que lo hacía para fines políticos personales.

En realidad la actitud de Emparan derivaba de su conocimiento de las tendencias sociales.

Nosotros pensamos que Emparan se mostró siempre como un monárquico convencido y como un político tolerante, empeñado en armonizar vana y tercamente con aquellos espíritus revolucionarios (los Bolívar, los Toro, los Salias, los Ribas, etc.), ansiosos de liquidar la estructura de los viejos imperios coloniales. Esa fue su tragedia y su grave error que hubo de pagar bien caro con la pérdida de su mandato en 1810.

Sus apreciaciones sobre la situación de incertidumbre de aquellos días resultaron premonitorias, y las soluciones propuestas, acertadas. Todo aquello quedó para la posteridad en un largo memorial dirigido al secretario de Estado y del Despacho Universal de Guerra. Manifestaba que las posibilidades de levantamiento, tomando como causa efectiva una invasión, sería comprometedora, pues una parte se pronunciaría contra España, aunque otra de no poca magnitud, defendería las causas del rey, lo que supondría una guerra larga y cruenta.

Comenzó a referirse en algunas proclamas y bandos a la población como “su pueblo”, un término que al parecer escandalizó a algunas plañideras de protestas altisonantes, alegando que tal enunciativa estaba reservado a los reyes. A nuestro juicio la cita fue sacada de contexto 

Sobre la expresión -mi pueblo- con que finaliza el decreto V.M. se dignará darle el valor que corresponda, por no tocar al Protomédico que solo entiende  es privativa de los soberanos o de los señores que tienen estado y vasallos y de cuyas investiduras carece el actual gobernador.

Los historiadores de siglo XIX y buena parte del siglo XX se han referido a Emparan como un hombre de conducta contradictoria. Firme, severo y activo en algunos casos. Traidor, déspota y torpe la mayoría de las veces. En ocasiones lo describieron como un hombre débil a ratos, en otras, violento, enemistado con el clero y con la Audiencia por el nombramiento del teniente gobernador Vicente de Anca, y de un diputado provincial a la Junta Central. Se le acusaba de encarcelar y desterrar a sospechosos de notable influencia sin previo juicio.

Testigos de su tiempo como gobernador afirmaron que tenía un buen concepto de sí mismo y de su desempeño, cualidades que eran exageradas por el marqués del Toro, que hacía de alter ego.

El arzobispo de Caracas, nos ofrece un juicio mas equilibrado:

Recto, prudente, desinteresado y piadoso durante el tiempo de su gobierno, sin que se le hubiese notado otro defecto que el hallarse algunas tardes con indisposición para el recibo de gentes  por decirse que en la comida había algún exceso en la bebida de vinos y que por esto alguna u otra vez recibía a alguno de mal  modo.

El acercamiento del gobernador a las personas con mayor representatividad, y  que habían intentado crear la Junta de 1808, formaba parte de las directrices de la Junta de Sevilla. No fue una iniciativa personal.

Emparan, al igual que el brigadier Hidalgo en Buenos Aires, eran partidarios de las reformas, por lo que se rodearon de los juntistas de 1808 y apartaron a los que seguían la línea continuista ortodoxa.

Estaba al tanto de las tendencias políticas revolucionarias que se desarrollaban en Caracas y de las ideas separatistas prevalecientes entre los mantuanos, pues lo manifestaban abiertamente en los diversos convites a los que asistía.

Emparan creyó encontrar una posible solución a la crisis de gobernabilidad: la formación de una junta que sería encabezada por él, con una notable participación local, y que mantendría el vínculo con la península.  Consustanciado con las políticas de la Junta Central que propiciaba la formación de una monarquía constitucional, fue un partidario de reformas fundamentales, vale decir, del cambio revolucionario tal como era entendido en aquellos años.

Las ideas de Gual y España estaban influidas por los “Derechos del Hombre y del Ciudadano”. Estas provocaron horror entre los criollos, y lo prueba el hecho de que ofrecieron armas, dinero y vidas para contenerlas. La señora Josefa de España, viuda del entonces “reo de alta traición”, José María España permanecía confinada en su casa, sus bienes y los de sus hijos embargados, medida que se mantuvo por once años. Ésta elevó una instancia al gobernador solicitando piedad, quien opinó favorablemente a la petición. Algunos textos señalan que años atrás, cuando era gobernador de Nueva Andalucía, Manuel Gual se refugió en Cumaná mientras escapaba de la persecución por la infidencia del movimiento conspirativo. Le permitió marchar a Trinidad  y salvarse de la segura horca, pero tal aserto requiere de mayores investigaciones.

No podemos pensar en Emparan como un convencido de las ideas revolucionarias de Miranda, Gual y España, las calificó como “depravadas”. Mantuvo una larga correspondencia con Manuel Guevara y Vasconcelos sobre los movimientos de aquellos.

La muerte política de Emparan estuvo relacionada con varios desaciertos, principalmente con el manejo de los grupos de presión. Fue condescendiente, crédulo y ciegamente parcial hacia los mantuanos. Estos le hicieron constantes votos de adhesión, estimularon sus potencialidades futuras enalteciendo su desempeño, mientras por otro lado preparaban el movimiento revolucionario:

 Hallándome que el general Emparan era notorio amigo de los Toros(sic.) y de Simón Bolívar, primo hermano político de estos.

Esto no habría tenido mayores consecuencias más allá del correveidile, si Emparan no hubiera conseguido para Fernando Rodríguez del Toro, un poder jamás delegado a persona distinta del Capitán General. A su regreso a España vino acompañado de aquel hombre que era nombrado en un cargo inexistente, pero que el gobernador se ocupó de habilitar: comandante general de las Milicias. Lo consideraba su amigo, confidente y consejero, hasta que fue muy tarde.

La segunda, fue el distanciamiento y hostilidad hacia los seguidores de la fórmula monárquica, así como la remoción de funcionarios que bien habrían representado un contrapeso a los abiertos brotes conspirativos. En la creencia de que apaciguaba los ánimos entre bandos, se precipitó contra aquellos, especialmente contra la Audiencia. Estos funcionarios fueron hostilizados abierta e impunemente por los que sostenían la idea de independencia, hasta el punto de retarlos a duelo, hechos en los que se vieron involucrados los Toro y Simón Bolívar.

Determinada la posición de los monarquistas durante los sucesos de 1808, se llegó  al punto que:

En las calles no se quitaban el sombrero y pasan mirando con un semblante amenazador y de tácito desafío, si exceptuar de este inconfundible trato a los mas principales magistrados y personas de carácter hasta el extremo de provocarlos con palabras de desprecio (…) A las once y media de la mañana del 22 siguiente atraviesa D. Fernando Toro las calles más públicas de la ciudad, acompañado de su pariente Simón Bolívar, ambos armados con sable. Entran en la casa del coronel D. Manuel Fiero, nuestro amigo, uno de los más opuestos a la intentada Junta y le desafían. Siguen a mi casa, entran en ella con la mayor desatención, no hallan a Rodríguez. Se pasean en la calle para esperarle, llega desarmado, y en la misma calle le desafían.

Emparan cometió un gravísimo error al creer que podía evitar mayores males  enviando a los más firmes continuistas al interior del país o expulsarlos, como al tres veces decano del Colegio de Abogados, y asesor del Consulado, Miguel José Sanz. Fue destinado a Pariaguán. De allí salió para Puerto Rico. El yerno de Sanz, el capitán Francisco Antonio Rodríguez, enemistado con Fernando Rodríguez del Toro por motivos del servicio, salió bajo partida de registro para España.

Los prolegómenos

El 29 de marzo de 1810, el capitán general y el auditor de guerra José Vicente de Anca, publicaron un bando en el que denunciaban las “últimas maniobras del tirano Napoleón contra la nación española cuyas armas y perfidia aumentan más y más cada día en la metrópoli el valor y patriotismo”. Se implementaron medidas contra los espías franceses con cartas falsificadas de los reyes cautivos. No estaban equivocados, dos emisarios franceses llegaron a Caracas con órdenes del teniente gobernador del Reino, el general Joaquín Murat para que el gobierno de la Capitanía General de Venezuela reconociese a José Bonaparte como nuevo rey, era el 15 de julio de 1808. La propuesta tuvo una fuerte oposición por parte del Ayuntamiento, al punto que los emisarios corrieron peligros de ser linchados.

Conocida la abdicación de Bayona en Caracas y luego de las protestas de fidelidad a Fernando VII en las plazas Mayor, San Francisco y San Jacinto, el Ayuntamiento pidió los pliegos que venían de España. El entonces capitán general Juan de Casas, posterga la comunicación de tales documentos. El 27 de julio se dirigió al Ayuntamiento  manifestando la conveniencia de formar una Junta a imitación de la de Sevilla, que es aprobada el 29. Pero las tendencias más exaltadas propugnaban la expulsión de los peninsulares y el rompimiento con España.

Las reuniones en la “cuadra de los Bolívar”, cerca del río Guaire así como en la casa de José Félix Ribas, terminaron en arrestos la noche del 24 de noviembre de 1808. Fue conocida como la conspiración de los mantuanos. El marqués del Toro, Antonio Fernández de León y el conde de San Javier fueron recluidos en sus casas. José Félix Ribas, Mariano Montilla, Francisco de Paula Navas, Juan Sojo y Martín Tovar y Tovar en diversos cuarteles. Otros como Tomás Montilla, confinado en Baruta entre otros. El arresto se levantó el 18 de febrero de 1809. La no concreción de los planes se debió básicamente a diferencias en cuanto a quiénes deberían componer el organismo colegiado.

Simón Bolívar se vio involucrado. Los bienes de Antonio Fernández de León fueron embargados, salió del país deportado bajo partida de registro. Por influencia de su hermano Esteban y ayuda de Emparan, regresó a Venezuela con el título de marqués de Casa-León.

Desde la “Casa de la Misericordia”, cuartel de los Granaderos de Aragua, se formó otra conspiración a principios de 1810. En acuerdo Fernando Rodríguez del Toro y el marqués de Casa-León en Valencia, debían obrar en aquellos lugares y en Caracas. Emparan sería destituido bajo el rumor por ellos esparcido de que entregaría el gobierno a los franceses.

Las conspiraciones del 24 de noviembre de 1809 y de principios de 1810, y la representación de un grupo de notables de Caracas, vista en Cádiz el 9 de abril de 1810, nos señala que una cosa eran las protestas de fidelidad, y otra los fines políticos trazados en aquellos conciliábulos. A todo evento, la Junta Central había prevenido a los virreyes y gobernadores sobre posibles desórdenes.

El desenlace

La circunstancia de no menor consideración fue la declaración de la Junta Central Gubernativa del Reino (reconocida en Caracas el 12 de enero de 1809) que concedía la igualdad política de los americanos, considerando a la América como parte integrante de la monarquía española.Posteriormente, la Regencia en su manifiesto del 14 de febrero de 1810  alentó los propósitos autonomistas americanos al declarar:

Desde este momento, españoles americanos, os veis elevados a la dignidad de hombres libres: no sois ya los mismos que antes, encovados bajo un yugo mucho más duro mientras más distantes estáis el centro del poder; mirados con indiferencia, vejados por la codicia y destruidos por la ignorancia. Tened presente que al pronunciar o escribir el nombre del que ha de venir a representaros en el congreso nacional, vuestros destinos ya no dependen ni de los Ministros, ni de los Virreyes, ni de los Gobernadores: están en vuestras manos.

Algunos de los más pragmáticos partidarios de la independencia pensaban que era absolutamente necesario eliminar del panorama político a los peninsulares con posibilidades políticas y a aquellos que pudieran promover la movilidad social (reparto de tierras, acceso a ciertas profesiones, etc.).

Las noticias sobre la desintegración de la Junta Central y los fracasos del ejército español frente a los franceses que habían llegado a Cádiz, fueron traídas por los comisionados del Consejo de Regencia que arribaron a la Guaira a bordo del bergantín “Carmen” el 17 de abril. Esto precipitó los acontecimientos.

Y así llegamos a los eventos del 19 de abril de 1810. No relataremos hechos ya conocidos. Nos referiremos a la actitud de Emparan y su incapacidad para enfrentar al presbítero José Cortés de Madariaga.

Un levita con sólida formación intelectual y cualidades para la demagogia es un azote, no precisamente un azote de Dios. Madariaga es un buen ejemplo. Hombre con habilidades oratorias, la política no escapó a tan santas intenciones. Fue capaz de moverse a sus anchas en contextos de alta incertidumbre como el del 19 de abril, y sobrepasar a un hombre que tenía por lecturas ordinarias, obras de Física y Botánica (poseía una biblioteca especializada en ciencias exactas y naturales).

Imperativo y ambicioso, el mercedario fue tildado por el Libertador como un demente. Poco antes, Emparan había ayudado a Cortés de Madariaga y contra la opinión del Arzobispado, para que viajara a España. En uno de esos impulsos de loco furioso, había acusado ante el inquisidor decano de Cartagena de Indias, a la sociedad venezolana como de relajada conducta y aficionada al enciclopedismo. Al inquisidor en Caracas, le señalaba de senil y complaciente. Finalmente, se ofrecía para reemplazarlo y ejercer con suficiencia el cargo de Inquisidor General.

No obstante, haber sido obligado a salir al balcón del Cabildo y encontrarse en un precario estado de control de los poderes fácticos (a pesar de que contaba con apoyos importantes entre la milicia de pardos y regimientos regulares), el hecho de someterse al dictamen popular puede interpretarse como una apelación confiada a un público al que Emparan se había acercado de forma inusual, en un sistema social excluyente, y en el que tenía expectativas de salir airoso. A punto estuvo de lograr el asentimiento de los congregados, pero, en un juego de astucia y por causa de la ventaja que otorga el atropello verbal contra sus interlocutores, el portador de la palabra de Dios sacó ventaja.

Ante la existencia de dos propuestas acerca de su continuidad en el gobierno de Venezuela, Vicente de Emparan y Orbe sale al balcón para consultar a unas 300 personas que se habían congregado en la Plaza Mayor.
¡Señores!, les dijo, ¿Están Vuestras Mercedes contentos conmigo? ¿Quieren Vuestras Mercedes que los gobierne? Inicialmente la muchedumbre pareció dispuesta a asentir, pero, el canónigo Madariaga, situado detrás de Emparan, hizo señas negativas y la muchedumbre, cambiando de parecer, rechazó al Capitán General. Éste, ingresando de nuevo en la sala, se dejó caer sobre una silla y exclamó: Pues yo tampoco quiero mando. Inmediatamente, el Cabildo dispuso comunicar por bando la destitución de Emparan y la formación de una Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII
.

Luego de haber renunciado a su cargo, Vicente Emparan salió rumbo a Norfolk, luego a Filadelfia. También fueron destituidos el intendente de Ejército y Real Hacienda Vicente Basadre; los oidores de la Real Audiencia de Caracas, Felipe Montúnez de Aragón y Antonio Julián Álvarez y el auditor de guerra José Vicente de Anca.

Una vez en los Estados Unidos, informó sobre los sucesos de Caracas al teniente general de la Armada Sebastián Ruiz de Apodaca, enviado plenipotenciario cerca de la Corte de Londres. La Junta de Caracas fue rechazada en Guayana, Coro y Maracaibo. Emparan expresaba sus temores sobre que las armas que tenía contratadas y pendientes de entrega con el almirante Cochrane quedaran en manos de la nueva Junta. Sugería, acto seguido, el bloqueo de Venezuela y su conquista.

Las invectivas contra el defenestrado capitán general comenzaron pronto, marca el inicio de las creencias colectivas que albergamos sobre este hombre. Un artículo publicado en el diario El Mercurio Venezolano en 1811, en el que refutaba la proclama que Emparan hizo desde Filadelfia, estaba expresamente dirigido a las “gentes sencillas e incautas”:

Este agente del Gobierno Español que en los once meses de su magistratura nos hizo sufrir todos los horrores del despotismo que sus antecesores nos habían ofrecido en el espacio de algunos años: este emisario disfrazado de la Francia que de acuerdo con la Junta Central de la España, proyectaba uncirnos al carro de los Napoleones: este mandatario adusto y orgulloso, á quien nosotros concedimos una vida que no merecía, por no manchar con sangre la historia de nuestra regeneración, satisfechos con desterrarle de nuestro suelo.

Los últimos días

Vicente Emparan había sido nombrado gobernador de Cartagena de Indias el 7 de mayo de 1810, cargo que nunca recibiría.

Apartado de la función pública pero no desacreditado, fue condecorado con  una la distinción de caballero gran cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

Llevó una vida modesta, anónima.

En la ciudad de Santa María, cerca de Cádiz (España), dejó de existir el mariscal de campo de los Ejércitos y capitán de navío de la Real Armada, Vicente Emparan y Orbe, el 3 de octubre de 1820. Un año antes, había visitado su tierra natal:  Azpeitiko Udala”.

Inocencio Emparan fue el XIX y último señor de la casa. Falleció en 1888. Hoy en día la casa torre y palacio de los Emparan alberga la Biblioteca Municipal de Azpeitia.



[1] Al parecer, José María de Mazarredo, en tres oficios dirigidos a Napoleón, insiste en el nombramiento de Emparan por su exitosa actuación en Cumaná, donde hasta “gozaba de veneración”. Napoleón escribe a Murat el 26 de mayo de 1808 ordenándole que Emparan saliera con el mayor sigilo para Venezuela dentro de 24 horas después de recibida la orden.

[2] Edgar Blanco Carrero, El modelo de Revolución de Hanna Arendt y el proceso que dio inicio a la Independencia (inédito), Caracas, Universidad Central de Venezuela, 2005, pp.1-18.

[3] Blanco, El modelo de Revolución de Hanna Arendt…, pp.1-18.

[4] En el caso del Libertador en los primeros años de la Guerra de Independencia, concedió la emancipación a sus esclavos, ejemplo que no fue seguido por la mayoría de la clase dominante.

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