En el trabajo denominado “La Justicia Global: Más
Allá de la Afiliación Plural” se hizo la pregunta de por qué no se consideraba
al individuo en la “posición original” en el sentido de John Rawls y de Amartya
Sen. Estos autores partían en sus posiciones originales de los pueblos (Rawls)
y de las instituciones intra y supra-estatales (Sen) debido a la limitada
capacidad del Estado para atender los requerimientos de los individuos en un
contexto globalizado. En las tesis de estos autores se evidencia claramente la
influencia kantiana en Rawls y la influencia de Rawls y de Adam Smith en Sen,
por lo que en ambos casos está presente el constructo teórico del estado de
naturaleza y del estado civil, ambos centrados en la propiedad privada.
Las propuestas de estos dos autores representan dos
de las tantas propuestas que han surgido para tratar de dar respuestas a los
problemas actualmente presentes en el contexto internacional y que se
manifiestan en el debilitamiento del Estado-nación. Ambas parten de la idea de
una sociedad sentada en los valores representados por la racionalidad de
occidente, es decir, lo que Rawls estableció como sociedades “Bien Ordenadas”.
Sin embargo, frente al proceso globalizador que ha
tenido entre sus efectos el debilitamiento del Estado-nacional se han
presentado una serie de eventos que evidencian la tendencia a sostenerlo y a
fortalecerlo en términos del bien común. Todas estas tendencias que se han
presentado esencialmente juntas dan luces sobre la esencia de lo político,
tanto desde la perspectiva del colectivo como del individuo. Como las tesis de
ambos autores también están centradas en las ideas de lo justo (Rawls) y de la
utilidad (Sen), sería conveniente evaluar la posición original de ambos autores
en función de los fines antes expresados a la luz de la tesis de Carl Schmitt,
un filosofo alemán admirador de Hobbes y vinculado al nazismo, debido a que este
autor expresó su rechazo al liberalismo y la necesidad de preservar el Estado
en el más puro sentido westfaliano. La importancia del trabajo estaría dada en
el hecho que, en primer lugar, al parecer, la praxis en algunos Estados se
corresponde con los postulados de esta obra que fue realizada en el año 1932 en
momentos en que se estaban comenzando a producir grandes cambios en el orden
internacional y, en segundo lugar, la filosofa belga Chantal Mouffe ha
rescatado parte de los postulados de Schmitt para proponer unas líneas de acción
que ayuden a generar estabilidad en la comunidad internacional en una forma que
recuerda al orden westfaliano.
Por tal motivo el propósito de este trabajo es
evaluar la situación del individuo y del colectivo de acuerdo a lo que Schmitt
entendió como la esencia de lo político a la luz del mundo de hoy para evaluar
el impacto de la propuesta de Mouffe desde el punto de vista político. Para
ello se va a analizar y evaluar la tesis de este autor alemán desde el punto de
vista filosófico, teórico e ideológico, luego se evaluará desde el punto de
vista de lo individual y lo colectivo, se contrastará con las propuestas de
Rawls-Sen y finalmente se hará una evaluación de la propuesta de la filosofa
belga a la luz de la necesidad de atender los requerimientos de los individuos
en un contexto globalizado.
1.
Carl Schmitt y el concepto de lo político.
Para C. Schmitt la definición de lo político está
relacionada con lo estatal y ello le pareció “un circulo insatisfactorio”. Por
tal motivo afirmó que “el concepto de Estado presupone el concepto de lo
político”. Según este autor “el Estado es el status político de un pueblo
organizado dentro de un espacio territorial delimitado”. Desde el punto de
vista “semántico y como fenómeno histórico el Estado es la condición especial
de un pueblo, y a saber: la condición determinante dado el caso decisivo (la
guerra) y por ello, frente a los muchos status individuales y colectivos
imaginables, el status a secas”[1].
Lo político es definido mediante el establecimiento
de categorías que declara “específicamente políticas” y que se diferencian de
las otras “áreas específicas relativamente independientes del pensamiento y del
accionar humanos, en especial frente a lo moral (bien-mal), lo estético (bello-feo)
y lo económico (útil-no útil o rentable-no rentable). Por ello a Schmitt le
pareció pertinente que lo político debía tener sus propias contraposiciones
para poder así “relacionar todo accionar que sea político en un sentido
específico”. La contraposición que este autor propone es la amigo y enemigo
debido a que “ofrece una sencilla definición (un criterio) conceptual, en la
medida que no es derivable de otros criterios”, en otras palabras, al no estar
sustentado ni derivado por ninguna otra contraposición le pareció ser un
criterio relativamente autónomo de evaluación.
La contraposición amigos y enemigos, puede
identificar un estado de guerra o de paz, entendidas estas como posiciones
extremas y excluyentes. Esta contraposición puede coexistir junto con las demás
diferenciaciones morales, estéticas, económicas, o de otra índole, según
Schmitt que pasan a ser relativizaciones de lo político[2].
El enemigo político “es solamente el extraño, el otro y basta a su esencia el
constituir algo distinto y diferente en un sentido existencial especialmente
intenso” que hace a la guerra, y consecuentemente al combate, un estado / acto
eventual y posible por cuanto las diferencias sólo pueden ser resueltas de esa
manera. La categoría de enemigo es entendida desde el punto de vista público,
es decir, es la oposición de un grupo de personas a otro grupo. En este sentido
“el enemigo es el hostis, el polemos” y para ello la unidad del Estado es
esencial puesto que garantiza la seguridad frente a ese otro. “Al Estado le corresponde
el ius belli, es decir, la
posibilidad real de determinar, y dado el caso de combatir, a un enemigo en
virtud de una decisión autónoma...”. También significa la doble posibilidad de
matar al enemigo y morir si es el caso por la causa común.
Consecuentemente, la relación que hay entre los
conceptos de amigo, enemigo y combate está determinada por la posibilidad real
de la muerte física. La guerra “es el pre-supuesto que define el accionar y el
pensar del ser humano de un modo especial, suscitando con ello un
comportamiento específicamente político”. Schmitt afirma que en el estado de
guerra quedan relativizadas las otras contraposiciones, pero estas de acuerdo a
su intensidad pueden tornarse políticas de acuerdo a las circunstancias.
Según Schmitt los pueblos se agrupan en amigos y
enemigos. Si se tienen los agrupamientos que se estaban produciendo y que
determinaron la Segunda Guerra Mundial y los que se produjeron y dieron inicio
a la Guerra Fría pareciera ser sólida la afirmación, pero esta es una
conclusión a-histórica puesto que el fundamento y el objeto de su propuesta
pareciera ser el momento westfaliano. Este autor partiendo de Estados que ya
existen le atribuye su tendencia a agruparse un carácter existencial, pero el
mismo orden westfaliano a la guerra le dio un carácter agonal tanto en lo que
se refiere al Estado en si como al régimen que lo sustenta (Blanco, 2007).
Entonces, ¿de donde podría venir ese carácter existencial? Viene de la
posibilidad de decidir sobre la vida y la muerte de los miembros a los que se
le garantiza la seguridad, o sea a los amigos que aceptaron la naturaleza
orgánica del agrupamiento, no al de la existencia o no de los Estados que no se
cuestiona. Desde esta perspectiva el carácter existencial de tales agrupamientos
a que el autor se refiere no tiene fundamento a no ser que sea la idea del bien
de los detentadores de la autoridad, en el más puro sentido heideggeriano y en
estas circunstancias la noción amigo-enemigo pierde su carga ontológica porque
los detentores de la autoridad, que se corresponde a una clase dirigente
determinada, están decidiendo sobre la vida y la muerte de los sujetos que el
Estado contiene, bajo una lógica basada en la excepcionalidad y en la
posibilidad del soberano de decidir sobre la excepción en sí misma[3].
De igual forma, sobre el tipo de guerra a que este autor se está refiriendo a
una guerra en sentido limitado de acuerdo con la interpretación del pensamiento
de Clausewitz que no amenazaba la existencia del Estado.
Además de lo expresado previamente, Schmitt afirma
que las asociaciones políticas conforman el agrupamiento amigo, pero en muchos
casos estas no se produjeron desde abajo ni unánimemente y si fue así en un
origen dado, la realidad ha mostrado que la lógica de la representación ha
favorecido la consolidación de estructuras de poder que han perseguido
preservar el orden existente a expensas de los ciudadanos que representa, con
lo cual su tesis más bien favoreció las condiciones para el establecimiento de
Estados caracterizados por el absolutismo del orden que los aseguró y no de una
decisión de la totalidad de unirse en función de un mismo enemigo. Es decir, no
se evidencia una totalidad individuo-colectivo, sino más bien la de un
colectivo que es llevado por una élite que decide por él en función del “bien
común”, es decir, de la seguridad del orden existente. De ahí la posibilidad
discrecional de poder declarar un enemigo interno. Al poder determinar un enemigo interno, la autoridad asegura
su estatus y determina un tipo de agrupamiento (hacia fuera o hacia adentro)
que asegure ese orden. En este contexto, la homogeneidad más que la
heterogeneidad o la pluralidad pasa a ser un fin en aras de la seguridad. De
ahí la critica que hace Schmitt a la democracia y específicamente a la
democracia liberal y el pluralismo.
Ejemplos de esta afirmación se encuentran en las
causas que dieron origen a los regímenes en Alemania, Italia y la Unión
Soviética entre los años veinte y treinta del siglo XX, pero también es posible
considerar como un antecedente la propuesta del Poder Moral que hizo El
Libertador Simón Bolívar en el Congreso de Angostura[4],
así como la actitud, en general de los países suramericanos durante la Guerra
Fría[5].
Como se ha podido observar Schmitt pivotea sobre la
noción de enemigo y sólo toma la noción de amigo en caso de una decisión
bélica. Así vistas las cosas el amigo podría ser visto como un medio y no como
un fin en si en el sentido kantiano del término.
2.
Evaluación de la “esencia de lo político” de Carl Schmitt de
acuerdo a su contenido.
Desde el punto de vista de su contenido se
intentará extraer lo filosófico, lo teórico y lo ideológico de la obra de
Schmitt a fin de determinar el grado de consistencia de la propuesta política
de este pensador germano.
2.1.
Lo filosófico.
Leo Strauss afirmó que la filosofía política era un
intento por “comprender la esencia de lo político”. Para ello establece una
serie de indicadores de lo que él entiende por filosofía política que serán el
referente que se tomará para afirmar si el pensamiento de Schmitt es filosofía
política. Estos indicadores: en primer lugar, son la idea del bien como fin de
la política y, en segundo lugar, la política en tanto que política considerando
aspectos epistémicos y ontológicos. La obra de Strauss fue hecha a posteriori de la obra de Schmitt, pero
si se tiene presente que Schmitt mantuvo los criterios expresados en su obra y
le agregó observaciones de carácter complementario, contrastar esta obra a la
luz del pensamiento de Strauss permitirá obtener una dimensión más precisa del
contexto en que fue realizado “el concepto de lo político” y la significación
que ella tiene para el pensamiento político moderno.
En primer lugar hay que destacar que tanto Schmitt
como Strauss consideraron a “la asociación política- el país, la nación- [como]
la asociación suprema”. Esta es la posición original de lo que Strauss usa como
unidad de análisis de lo que entiende por filosofía política.
Según Strauss toda acción política está dirigida en
nuestro pensamiento por la idea del bien y expresa una propensión hacia el
conocimiento del bien porque la buena sociedad es expresión “completa del bien
político”. Según esta afirmación Schmitt no hace filosofía política puesto que
él criterio que utiliza parte del antagonismo. La noción amigo-enemigo en
principio parece presuponer la idea del bien, pero presuntamente entendida como
supervivencia, lo cual resulta una visión excesivamente estrecha y si se quiere
pesimista.
La determinante amigo-enemigo al ser absoluta
relativiza la idea del bien en favor de la homogeneidad. De ahí la diferencia
con Hobbes que respeta lo privado[6].
De aquí que la posibilidad extrema de declarar amigo-enemigo se extienda a
todas las categorías de unidad (individuo, Estado, etc.). Sin embargo, ya se ha
afirmado que en este existencialismo lo que esconde es una idea del bien
restringida a un grupo y no la idea del bien en el sentido heideggeriano, es
decir, la idea del ser-cabe que busca salirse del estado de culpa (1927/1998:306).
Esta restricción está determinada por la decisión de la autoridad, por la
simbiosis de la autoridad con el Estado y la posibilidad de un conflicto.
La política en tanto que política es considerada
por Schmitt a partir del establecimiento de unas categorías onto-epistémicas
(amigo-enemigo) para dar sustento a sus teorías del derecho estatal y del
derecho internacional por lo que se puede afirmar que se encuentra en un nivel
que podría ser entendido como filosófico político, puesto que intenta
fundamentar la naturaleza del ente en cuanto ente, es decir, la política en
cuanto noción amigo-enemigo como un medio para posibilitar la construcción de
una estructura política global que mantenga una cierta idea de equilibrio que
según el criterio de Schmitt pueda llamarse paz.
Strauss dice que “la filosofía política trata del
objeto político en cuanto es relevante para la vida política, de aquí que su
tema se identifica con su meta, como fin ultimo de la acción política”. Desde
esta perspectiva el establecimiento, justificación y aplicación de lo que
Schmitt entiende como la esencia de lo político permite afirmar que hace
filosofía política, pero lo hace desde la perspectiva del gobierno, de la
autoridad capaz de decidir sobre la paz y la guerra, es decir, desde la
perspectiva de un estado de excepción, donde se puede decidir sobre la vida y
la muerte de acuerdo con el pensamiento de Agamben (2010:27-29).
La filosofía política es, según Strauss, “un
intento de adquirir conocimientos ciertos sobre la esencia de lo político y
sobre el buen orden político o el orden político justo”. De acuerdo con este
criterio, Schmitt lo que hace es dar basamento a su teoría o extrapolar a las
fuentes su teoría basada en la autoridad estatal para darle solidez a sus
argumentos, es decir, a su critica del orden existente. La capacidad decisoria
de la autoridad, es decir, la autonomía para decidir sobre la paz y la guerra y
consecuentemente la posibilidad decidir quién es el enemigo es el elemento
central de su obra. El orden político bueno es entonces el que puede mantenerse
y el que puede garantizar seguridad. En este sentido coincide con Strauss
puesto que él afirmó que “el tema central de la filosofía política son los
regímenes”, debido a que constituyen el orden por intermedio del cual se
derivan las leyes. La autoridad según Schmitt establece el orden y crea el
derecho[7].
Schmitt partiendo del carácter derivativo de las leyes establece las constantes
desde una manera inductiva que dan sentido a esas leyes y lo hace desde una
perspectiva existencial.
La pregunta que marca la pauta en la filosofía
política, según Strauss, es ¿cuál de los regímenes concretos en conflicto es
mejor y cual es el sistema perfecto? De acuerdo con este criterio para Schmitt
el mejor régimen es aquel que es capaz de determinar soberanamente quien es su
enemigo y hacer la guerra eventualmente, con lo cual todas las capacidades del
Estado deben ser orientadas en función de esa realidad específica. El objetivo
final es la supervivencia y a partir de ahí surgen o se afirman todos los
aspectos relativizados por la política. Pero, como se puede observar esta es
una visión excesivamente restrictiva de la naturaleza humana.
Para Schmitt la idea del Estado esta centrada en la
virtud y en el orden que conduce a la virtud. Esta visión hace parecer que el
pensamiento de Schmitt apunta hacia el sistema aristocrático con lo cual se
establece otro punto de coincidencia con Strauss. Para Schmitt la democracia es
un sistema que debilita al Estado debido a que esta se sustenta en la
pluralidad y la pluralidad sólo la concibe entre Estados no dentro del mismo.
Desde el punto de vista ontológico Schmitt parte de
la idea de la historicidad de lo colectivo por sus reminiscencias a los
orígenes del Estado nacional moderno de acuerdo al orden instaurado en
Westfalia en 1648, pero sus categorías ontológicas son a-históricas puesto que
omite el estar-cabe en el sentido estatal, a pesar de que este estar-cabe para
Heidegger parte del individuo y del colectivo. La historicidad en Schmitt está
referida a la clase dirigente capaz de definir el bien en el sentido
existencial a un colectivo homogéneo que debe obedecer en aras de la seguridad.
Pareciera entonces que para Schmitt existe sólo el colectivo.
2.2.
Lo teórico.
Desde el punto de vista teórico Schmitt se sustenta
en Hobbes y afirma de él que “no existe una teoría del Estado que no contenga
un equilibrio entre protección y obediencia”. Esta concepción parte de la idea
del estado de naturaleza (meer Nature) (Hobbes, 1651/1989:395)[8] que desemboca en el
estado civil, pero la necesidad de este estado civil está determinada por la
presencia de otros agrupamientos de similar origen y por ello se apoya también
en Hugo Grocio para sustentar sus argumentos ya en el plano internacional. De
Hobbes toma la idea del estado de
naturaleza y de Grocio toma las reglas que rigen dicho estado en el ámbito
internacional[9]. De la
noción del estado de naturaleza es posible afirmar que toma la noción en toda
su plenitud y su idea de la guerra, pero cuestiona el hecho que mantiene la posibilidad
de la competencia en el individuo, en el ámbito privado, debido a que esta
forma de relativización posibilita en lo interno del Estado los agrupamientos
amigo-enemigo en cualquiera de sus manifestaciones. Para Schmitt el pensamiento
hobbesiano es “un sistema de pensamiento específicamente político” y toma la
idea de que “las peores enemistades se producen justamente cuando en los grupos
enfrentados existe la convicción de la verdad, la bondad, la justicia”, con lo
cual estima poder dar sustento a su argumentación. Por esta razón arguye que lo
importante “es lo político” y no las otras categorías ontológicas.
Schmitt cree que “teórica y prácticamente el
pensamiento político y el instinto político -de la clase dirigente- se
comprueban en la capacidad para diferenciar al amigo del enemigo”. Viendo las
cosas así una clase gobernante puede asegurar su permanencia en el poder si
justifica sus acciones mediante esta forma de fundamentar su accionar político.
Es decir, estando en posibilidad de declarar enemigos, incluso en el ámbito
interno, se posibilitan también las condiciones que permiten llegar al Estado
Total de acuerdo a la misma expresión de Schmitt. Esta afirmación coloca a
Schmitt dentro del mismo espíritu conservador de Hobbes y de Kant, pero desde
un plano extremo debido a que cualquier forma de disidencia podría ser
catalogada como una amenaza al Estado.
De Grocio toma las condiciones de posibilidad para decidir
ir o no a una guerra y de la naturaleza del antagonismo en sí. En este sentido asume
la idea del iustus hostes desarrollada previamente por Baltasar Ayala, en el
siglo XVI, de donde se refuerza la tesis del enemigo público, de la
confrontación entre Estados, no entre el Estado y grupos insurgentes, y de la
capacidad que tiene el Estado, la autoridad soberana de decidir sobre la paz y
la guerra, acotando que la confrontación entre el Estado y grupos dentro del
Estado está determinada por la capacidad que tenga ese grupo de ejercer
autoridad y de asegurar su supervivencia. La guerra, según el autor, no está
justificada moralmente ni bajo otra categoría ontológica que no sea la política
y consecuentemente, declarar un estado de guerra no debería considerarse
delito.
En todo este contexto, en Hobbes el problema es que
se tiene que buscar la paz, es decir, del estado de naturaleza se tiene que ir
o se va a un estado de paz mediante un contrato, en cambio en Schmitt el cómo
arribar a la paz no es su objeto de estudio sino el proceso que va de la paz a
la guerra y viceversa. En esta perspectiva Schmitt se aproxima más a Grocio
porque el autor holandés regulariza un orden y una practica establecida. Por lo
que se estima que el proceso de ir de la guerra a la paz en Hobbes constituye
la política y en Schmitt el proceso que va en los dos sentidos es lo político,
acotando que la paz es posible si implica un proceso de despolitización. En lo
internacional Schmitt afirma que esta paz es imposible de darse por la
pluralidad de lo político entre Estados, por lo cual sugiere que el orden
internacional debería mantenerse dentro del contexto westfaliano donde la
guerra era un recurso político entre naciones “civilizadas” de acuerdo con la
expresión usada por Kant en La Paz
Perpetua.
A Hobbes la interesa el fin, a Schmitt el proceso
puesto que todavía tiene muy presente el proceso que dio origen al Estado
moderno, en otras palabras, Schmitt está en el siglo XVII y trata de adecuar la
realidad del siglo XX al siglo XVII
por los efectos que produjo en Alemania el tratado de Versalles que puso
fin a la Primera Guerra Mundial.
Entonces para Schmitt el asunto está en la voluntad
de decidir, es decir, en la autoridad que toma la decisión de ir a la guerra.
La soberanía radica en esa posibilidad, en esa capacidad, capacidad truncada
por el establecimiento de un orden liberal que al proscribir la guerra la ha
relativizado trayendo como consecuencia que sea posible justificarla desde lo
relativo conduciendo a parámetros casi existenciales que se salen del orden
westfaliano y que recientemente los autores chinos Qiao y Wang han categorizado
bajo la figura de Unrestricted
Warfare.
2.3.
Lo ideológico
La ideología en Schmitt se observa en los ataques
al Estado liberal y al pluralismo y al enfoque que había adquirido el Derecho
Internacional luego de la Primera Guerra Mundial con la estructura y funciones
de la Sociedad de la Naciones.
En cuanto al liberalismo afirmó que a través de él
“todas las concepciones políticas han cambiado y se han desnaturalizado de una
forma peculiar y sistemática”. Estas desnaturalizaciones se han expresado en la
neutralización y despolitización de todas las actividades del Estado
relacionadas con lo político (Ver Anexo 1), señalando con ello que su unión con
las fuerzas democráticas han hecho que se pueda hablar de una forma de “Estado
Total”, debido a que “en el polo espiritual, el gobierno y el poder hacen
propaganda y persuasión masiva mientras que en el polo económico controlan a la
población”; de ahí la razón según el autor del por qué la autonomía del mercado
se ha convertido en dogma. Schmitt señaló que “para los liberales estado de
derecho es estado de derecho privado”.
Schmitt afirmó que “el fin del Estado fue decretado
cuando se reconoció la importancia política de las asociaciones económicas
dentro del mismo tanto en lo que respecta a los dueños de los modos de
producción como a los trabajadores o asalariados”. La pluralidad que es la
expresión que denota este estado de cosas fue cuestionada por Schmitt al
afirmar que ella niega la unidad soberana del Estado[10].
Por ello, este autor afirma que “la tarea de un Estado normal consiste en
asegurar su unidad mediante “una pacificación completa” dentro del mismo. De
ahí la posibilidad de determinar al “enemigo interno”.
Cuestiona también al individualismo porque este
conduce a la desconfianza en todas las instituciones del Estado y su esencia no
le permite arribar a “una propia y positiva teoría del Estado y la política”,
no obstante, dado el caso ese individuo está conciente de la posibilidad de
sacrificarse por el Estado Liberal cuando este se lo exija puesto que la guerra
desde el punto de vista público había demostrado las capacidades bélicas de los
Estados liberales.
En cuanto al Derecho Internacional, Schmitt afirmó
que este fue también sometido a un proceso de relativización porque convirtió
en lo jurídico el estado de guerra en sólo aquel estado donde hay violencia
física saliéndose de la concepción hobbesiana, es decir, se convirtió al estado
de no-violencia física como estado de paz. Al haberse proscrito la guerra
mediante una norma de derecho internacional se prohibió a la guerra como
elemento directo expresivo existencial, pero no se prohibió a la guerra en sus
otras manifestaciones. La voluntad de combatir se ha hecho manifiesta también
en lo económico, moral, espiritual, etc. y esta circunstancia ha favorecido a
la tesis liberal. Este acto ha perseguido, según Schmitt, el debilitamiento del
Estado para facilitar la dominación liberal.
Entonces Schmitt ha fundamentado las condiciones
para, en aras de la defensa del Estado, se arribe a un Estado estanco,
absoluto, autárquico que pudiendo establecer quien es el enemigo externo e
interno genere las condiciones de posibilidad para que un grupo o una clase se
perpetúe en el poder y justifique sus acciones políticas. Esta es la manera de
arribar al Estado Total. Sólo hay que imaginarse hoy en día las medidas que
tiene que tomar una clase dirigente para defender y preservar un Estado dentro
de un contexto signado por las tecnologías de información y comunicación.
El por qué la relación amigo,
enemigo y combate, pasaron a ser para Schmitt el centro de la determinación de
lo político pudo haberse originado al estado de cosas resultantes de los
tratados de paz que dieron fin a la Primera Guerra Mundial, es decir, el
interés de abolir la guerra como un medio para obtener objetivos en el ámbito
internacional y de castigar a aquellos Estados que la habían iniciado. Según
Schmitt en ese proceso se definió como enemigo al agresor, al que declare una
guerra y al que cometa un ilícito internacional, con lo cual la guerra pasó a
adquirir una connotación moral en el más puro sentido kantiano, es decir, pasó
a ser ésta oprobiosa y ser injusto el que la desata. Entonces este enemigo pasa
a ser no el enemigo según el orden westfaliano sino un delincuente (un enemigo
injusto)[11],
por recurrir a la agresión para solucionar un conflicto, quedando también en el aire el
concepto de guerra por otros medios.
De manera más específica Schmitt expresa que: “allí
donde la guerra y la enemistad constituyen procesos determinables y
comprobables, todo lo que no es guerra puede llamarse paz y todo lo que no es
enemigo puede llamarse amigo. A la inversa: allí donde la paz y la amistad
constituyen evidente y normalmente lo dado, todo lo que no sea paz puede
volverse guerra y todo lo que no sea amistad puede volverse enemistad. En el
primer caso es la paz y en el segundo la guerra lo que queda determinado por la
negación de lo específicamente dado. Por la misma razón, en el primer caso el
amigo es el no-enemigo y, en el segundo caso, el enemigo es el no-amigo”. La
consecuencia de este hecho a partir del año 1919 ha sido la coexistencia de la
guerra y la paz mediante todas las diferentes formas en que se expresa un acto
de coerción que remite nuevamente al estado de cosas hobbesiano y esta
circunstancia le ha quitado validez al sistema racional impuesto con el fin de
la gran guerra y consecuentemente, con el fin de la Segunda Guerra Mundial.
El derecho internacional parece entonces que ha
mantenido su fragilidad puesto que el estado de no-guerra reconoce la
posibilidad de recurrir al acto de defensa de diferente naturaleza dados por el
origen de la amenaza. Esta ambigüedad le permite a Schmitt justificar sus
categorías onto-epistémicas, pero al recurrir este a aspectos etimológicos de
la palabra enemigo, tanto en su concepción de hostes como en la
derivación de “feind” se puede interpretar también que es posible pasar a un
estado de cosas donde las circunstancias no estén determinadas por lo político
en el mismo sentido schmittiano, es decir, del estado de guerra, se pasa al
estado intermedio entre guerra y paz y posteriormente a un estado de paz donde
permanecerían todas las categorías
relativizadas.
Por otra parte, para Schmitt no puede existir un
“Estado Mundial” que abarque “a toda la tierra y a toda la humanidad” debido a
que el mundo político internacional “es un pluriverso y no un universo”. La
federación de pueblos, donde proviene el concepto de la Sociedad de las
Naciones surgió como una contraposición a la federación de príncipes (1815),
por lo que Schmitt vio en ello componentes ideológicos. Con la
Sociedad de las Naciones se limitó la autonomía del Estado debido a que, según
el autor, “una
federación de pueblos como una organización universal de la humanidad con
existencia concreta debería lograr el difícil objetivo de quitarle el jus belli a los pueblos y no asumirlo,
para mantener su universalidad”.
De manera general, se puede afirmar que en la obra
política de Schmitt se encuentran elementos filosóficos, teóricos e ideológicos,
pero lo ideológico es lo más preponderante. Es decir, fundamenta una crítica
con elementos filósofos y teóricos, destacando que es en la teoría donde se han
planteado postulados que evidencian un fundamento sólido en lo lógico-teórico
al tomar como referente al modelo ideal de Hobbes en lo que se refiere al
Estado y las relaciones internacionales. Pero más allá de ello, la obra de
Schmitt parece justificar las condiciones para que su país pudiera actuar
nuevamente de acuerdo a las normas que habían regido a la comunidad
internacional hasta el año 1914.
Como Schmitt defendió al Estado como un fin en si,
su obra podría ser asumida como un fundamento para la acción de una clase
dirigente que sienta las mismas preocupaciones que tuvo este autor, no
obstante, como ya se mencionó, este modo de proceder ya ha sido aplicado en el
pasado y en el presente, por lo cual la vigencia de esta obra está dada por la
similitud de argumentaciones hechas por dirigentes que en nombre de sus pueblos
defienden su permanencia en el poder.
3.
La noción amigo y enemigo desde el punto de vista
individual y colectivo.
Partiendo del hecho que Schmitt, Kant, Rousseau y
Locke desarrollaron sus trabajos bajo el estigma hobbesiano se podría hacer la
siguiente aseveración en cuanto al papel de los individuos dentro de esas
comunidades políticas en tanto que fines en si mismos:
Pensadores
|
Fines
|
Medios
|
Locke
|
Individuos
|
Estado
|
Rousseau
|
Individuos
|
Individuos
|
Kant
|
Individuos / Estado
|
Individuos / Estado
|
Schmitt
|
Estado
|
Individuos
|
De
estos autores se observa que en Locke la autoridad tiene una capacidad limitada
y en Schmitt tiene una capacidad absoluta. Kant se ubica en una posición
intermedia. En este aspecto Schmitt es quien más se aproxima a Hobbes, pero se
diferencia de este en el sentido que hasta la autonomía de los individuos está
relativizada. El
bien común en Schmitt está presupuesto pero se entiende que es la seguridad. El
momento de coincidencia con Locke está dado en la posibilidad que tiene el
Estado de decidir sobre la vida y la muerte, pero la finalidad en Locke es la
libertad y la propiedad privada, elementos que se consiguen en el pensamiento
de Rawls y Sen.
En todos
estos autores es una elite la que decide. De aquí parte la diferencia con
respecto a Rousseau. Este autor parte de la idea de la voluntad general que
Kant sólo acepta si no amenaza la autoridad. Pero si se recuerda que el enemigo
es solamente
el enemigo público entonces se tiene que sólo en Rousseau el pueblo es quien
podría determinar quien es el enemigo. En los demás casos es una realidad
histórica la que se impone no a los individuos sino al colectivo que los
individuos sólo aceptan en tanto y en cuanto no tienen conciencia de si, de su
responsabilidad, de la autenticidad que evoca la necesidad de un estar-cabe
orientado al bien como totalidad. Esta realidad histórica es la voluntad de
obediencia.
Consecuentemente,
si se es
arrojado al mundo, a un mundo, en la expresión de Heidegger, donde ya en parte
todo nos lo es dado, ¿cómo se nos da esa noción de enemigo-amigo y la
posibilidad real de combatir por otro camino que no sea la coacción? La posible
respuesta de Heidegger sería la inautenticidad, un término que tomaría después
Sartre para justificar o no el hacer la guerra. Si estamos arrojados al mundo
el problema es la responsabilidad en asumir una posición propia, integra,
porque como totalidad se corre el riesgo de ser más medio que fin.
Hoy día, la universalidad de los derechos humanos
les da a los individuos posibilidades morales en tanto que los individuos sean
de decidir o no hacer la guerra, un recurso que ya había sido planteado por Francisco
de Vitoria en el siglo XVI[12],
pero hay que tener presente que Ser implica el asumir la temporalidad en el más
puro sentido existencial del cuidado de
sí, haciendo, en consecuencia, que el individuo sea totalidad, es decir,
expresión de toda la humanidad y la totalidad sea en cada individuo.
4.
El Estado y el individuo en C. Schmitt, Rawls y Sen.
Como ya se mencionó, hay dos
autores: J. Rawls y A Sen que hicieron dos propuestas sobre una sociedad global
que partiendo del mismo esquema metodológico de la posición original difieren,
en principio, sobre la entidad por medio del cual es posible alcanzar la
justicia global. Rawls parte de los pueblos y Sen de las instituciones supra e
intra-nacionales. El centro de gravedad de la tesis de Rawls son los pueblos
“well ordered” puesto que sobre estos pueblos pivotea para extender al resto
del mundo su idea de justicia. El instrumento del que se vale para alcanzar ese
propósito son los derechos humanos. En Sen el elemento pivote es la información
y el papel que han alcanzado las tecnologías de información y comunicación para
hacer permeables las fronteras de los Estados regidos todavía bajo el paradigma
westfaliano. En estos dos autores se evidencian tendencias homogeneizadoras
centradas en el paradigma de la racionalidad y la razonabilidad que vistas así
se pueden entender también como ideologías, que eventualmente tendrían efectos
totalitarios.
Como ya se hizo mención ni Rawls ni Sen superan las
tesis de Kant sobre el federalismo y el cosmopolitismo. Ambos autores lo que
proponen es maniobrar más allá de la debilitada estructura del Estado
westfaliano para llegar a una situación donde sea una posibilidad considerar las
propuestas kantianas. Esta posibilidad es negada por Schmitt, como se sabe, la
posición original de este autor es el Estado y como tal su propósito es
preservarlo de cualquier acto que tienda a su disolución. De ahí la critica al
liberalismo. El efecto de su propuesta apunta a considerar al Estado como un
fin en si, como la idea a través del cual los individuos deben aceptar pasar a
ser medios en aras de la seguridad de una clase dirigente conservatista. La
visión de Schmitt resulta entonces determinista y determinante y observada a la
luz del mismo proceso histórico originado en Westfalia se aprecia como una
reacción a un estado de cosas que no satisfizo su visión del mundo. Como
Schmitt describe y justifica un modelo basado en la noción amigo-enemigo la
reacción puede ser entendida como una respuesta a una realidad que ha sido
afectada por las ideas políticas centradas en el paradigma económico surgidas a
lo largo del siglo XIX.
Estos dos autores también se
apoyan en el proceso globalizador en que la humanidad se encuentra inmerso y
este hecho plantea la posibilidad de evaluar el rechazo a este proceso
globalizador de acuerdo a los criterios expuestos por Schmitt puesto que el
rechazo al sistema liberal hecho manifiesto por este autor podría ayudar a comprender
la actitud de algunas clases dirigentes de algunos Estados con posiciones
políticas claramente diferenciadas con respecto a esta realidad.
El punto de coincidencia entre Schmitt y Rawls- Sen
se encuentra entonces en la tendencia homogeneizadora guiadas por elites o
clases dirigentes que siguen distintos fines por caminos diferentes, como se
evidencia en el presente cuadro:
Pensadores
|
Fines
|
Medios
|
Kant
|
Individuos / Estado
|
Individuos / Estado
|
Schmitt
|
Estado
|
Individuos
|
Rawls
|
Justicia / equidad
|
Pueblos
|
Sen
|
Libertad
|
Instituciones
|
Aquí se observa una diferencia en
cuanto a fines entre Schmitt, Rawls y Sen, pero al final de cuenta ambas tesis,
es decir, la de Schmitt y la de Rawls-Sen tienden a una forma absoluta de
organización política debido a que instrumentalmente minimizan al individuo, es
decir, hacen que sea más medio que fin bajo el argumento del bien común y bajo
los prismas de la racionalidad y la supervivencia. En todos los casos los fines
son abstracciones que eventualmente limitan la posibilidad de que los
individuos sean también fines en sí mismo. Esta tendencia sufrió un fuerte
freno a partir del año 2003 con la tercera guerra del Golfo que culminó con la
deposición del poder del dirigente iraquí Saddan Hussein y con el fracaso estadounidense
de imponer su agenda político-económica en el continente americano en Mar de
Plata. Estos dos acontecimientos han marcado el inicio de un proceso de
reordenamiento de la comunidad internacional caracterizado por los esfuerzos
estadounidenses por mantener su estatus hegemónico frente a la emergencia de
otros polos de poder como Rusia, China e India que han hecho pensar a Chantal
Mouffe en la recomposición de la estructura del sistema internacional a imagen
y semejanza del orden westfaliano de acuerdo con los criterios esgrimidos por
Carl Schmitt a fin de evitar de asegurar una estabilidad basada en el
equilibrio de poderes a escala global. Veamos a continuación su propuesta
política.
5.- Chantal
Mouffe y la esencia de lo político.
Chantal
Mouffe es una filósofa belga que funda su pensamiento en el criterio
heideggeriano para definir lo óntico y lo ontológico (1927/1998:17-18). Para
esta autora lo óntico es la política y lo ontológico es lo político,
es decir, lo óntico “tiene que ver con la multitud de practicas de la política
convencional, mientras que lo ontológico tiene que ver con el mismo modo en que
se instituye la sociedad” (2007:15-16). Así pues, mientras concibe “lo político como la dimensión de
antagonismos que considera constitutiva de la sociedad humana”, mientras que
entiende “la política como el
conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un
determinado orden, organizando la coexistencia humana en el contexto de la
conflictividad derivada de lo político” (Ibíd.). A partir de esta
categorización esta autora se ha establecido como propósito “señalar la
deficiencia central del liberalismo en el campo político: su negación del
carácter inerradicable del antagonismo” (Ibíd.:17)[13].
Teniendo presente esta fundamentación utiliza la crítica realizada por Schmitt
al liberalismo en su obra El Concepto de
lo Político para obtener “un punto de partida necesario para concebir los
objetivos de la política democrática” (Ibíd.:21) que impida “el surgimiento del
antagonismo mediante un modo diferente de establecer la relación
nosotros/ellos” por ser base para el surgimiento de cualquier antagonismo
(Ibíd.:23). Según Astorga, esta estrategia resulta “una
falsa paradoja”, debido a que la intención de la pensadora belga ha sido reivindicar
el antagonismo y el conflicto para hacerlos desaparecer a partir de una suerte
de domesticación del pensamiento del autor alemán para expulsar “aquello que
había sido precisamente su hallazgo teórico más significativo” (2010:104).
A este respecto agrega que junto
con el antagonismo, la hegemonía constituye la cuestión clave para tratar la
cuestión de lo político debido a que todos los órdenes sociales han sido
producto de situaciones contingentes que en cierta forma han sido ocultados
como consecuencia de esas contingencias, con lo cual Mouffe le otorga a lo
social y lo político carácter existencial en el sentido heideggeriano del
término (2007:24). Como estos órdenes son inestables se hace necesario
desplazamientos y renegociaciones constantes entre los actores sociales que
implican a su vez alguna forma de exclusión creando las condiciones para que
esa hegemonía sea desafiada. Siendo que en esta relación antagonismo-hegemonía es
la clave para un proceso de escala o desescalada a la violencia, esta autora sostiene
que el antagonismo y la pluralidad democrática no se niegan la una a la otra,
con lo cual se debe buscar el mecanismo que haga que un conflicto no adopte una
forma que destruya la asociación política, por lo que cree que la tarea de la
democracia es convertir un conflicto existencial en uno agonal. Dicho de otra
manera sería convertir un enemigo en un adversario (Ibíd.:26-27).
Según esta autora “la
especificidad de la democracia moderna radica en el reconocimiento y
legitimación del conflicto y en la negativa a suprimirlo mediante la imposición
de un orden autoritario” (Ibíd.:36). De esta manera sería posible evitar que un
conflicto adquiera rasgos existenciales. Luego de este conjunto de
afirmaciones, Mouffe analiza las principales propuestas que han surgido en los
sistemas políticos de pluralidad democrática destacando sus fortalezas y sus
debilidades como alternativa a un proceso creciente de perdida de legitimidad
de las instituciones democráticas de talante representativo agravada por dos
hechos significativos: la posición hegemónica global de EE.UU y lo que se ha
dado en denominar terrorismo. La
causa de esta orientación obedece obviamente al hecho que la principal
democracia representativa a escala global es a su vez la potencia hegemónica y
la que ha sufrido mayores ataques terroristas tanto por nacionales como
extranjeros. En este sentido, la filosofa ha señalado que la política
antiterrorista desencadenada por EE.UU hasta el año 2007 no se ajustaba a las
categorías schttmitianas debido a que de acuerdo con su interpretación de la
obra de Schmitt, “las guerras proseguidas en nombre de la humanidad eran
particularmente inhumanas” agregando además que el pensador alemán advirtió que
“cualquier intento de imponer un único modelo tendría graves consecuencias”
(Ibíd.:85).
Teniendo presente lo reseñado en
el párrafo anterior la filosofa belga cree que el intento de imponer un único
modelo fomenta la exclusión y genera las condiciones no sólo para el terrorismo
en tanto que una forma que declarando ilegal un conflicto creaba las
condiciones para declarar a un enemigo como enemigo
absoluto a partir de un concepto de guerra justa malinterpretado moralmente
(Ibíd.:86), sino también otro tipo de tendencias extremas como el
autoritarismo, populismo, etc., que el pluralismo democrático es capaz de
contener. Aquí esta autora ya asoma la necesidad de recomponer el orden
westfaliano como una forma de llevar el pluralismo que debe existir a nivel
intraestatal a una escala interestatal para evitar algo así como una guerra
civil internacional que recuerde la famosa Guerra de los Treinta Años. Así como
se opone al orden hegemónico estadounidense, también afirma “contra los
cosmopolitas” la necesidad de reconocer “el carácter pluralista del mundo” y la
de establecer “de un orden mundial multipolar” (Ibíd.:97). Con esta ultima
afirmación, Mouffe se opone a tendencias cosmopoliticas de derecha como la
preconizada por David Held y de izquierda como las atribuidas a los filósofos
contemporáneos Antonio Negri y Michael Hardt[14],
así como la democratización de la sociedad de Estados.
Así pues, siguiendo, en este caso
a Schmitt y otros autores como M. Cicciari y D. Zolo, concuerda en la necesidad
de consolidar un orden multipolar plural porque “brindaría las condiciones para
un equilibrio de fuerzas entre varias grandes áreas estableciendo entre ellas
un nuevo sistema de derecho internacional” semejante al impuesto en Westfalia
en 1648 (Ibíd.:123-124). Esta forma de pluralismo ayudaría a contener las
tensiones globales y a manejar las tensiones internas dentro de cada sociedad,
es decir, esta autora está proponiendo una forma de pluralismo multinivel que
mantenga la estructura de representación y consecuentemente las nuevas
relaciones de poder que están emergiendo a escala mundial.
Según Astorga, el merito de esta
autora es:
“… se halla,…, en haber asumido la crítica
posmoderna al racionalismo y al universalismo en nombre del reconocimiento de
las diferencias, y especialmente en haber planteado la necesidad de que una
sociedad efectivamente pluralista esté en condiciones de crear fórmulas democráticas en torno a las cuales puedan
cristalizar las identificaciones colectivas, con el fin de evitar el
surgimiento de otras formas de
identificación, de índole étnica, nacionalista o religiosa” (2010:105).
Si bien Mouffe, en palabras de
Astorga, ha hecho una lectura de este autor “que hace desaparecer la
radicalidad de su concepto de lo político” (Ibíd.), lo cierto es que la crisis
del sistema de representatividad de la democracia ha permitido la justificación
de los regímenes de excepción que en cierta forma permiten sostener ese tipo de
sistema político pero que evidencia no sólo la debilidad del llamado modelo
schmittiano como tal, sino también la debilidad de la propuesta mouffetiana.
Como se recordará, la propuesta
schmittiana de lo político no parte
de la naturaleza democrática o no de un orden político, a él le interesó sólo
la existencia del orden como tal. Hay que imaginarse la situación política de
Alemania de la primera postguerra para entender lo que se está afirmando.
Alemania existía sin importar cómo, pero este cómo es lo que da vida al
concepto de estado de excepción que es el que han utilizado autores
postmodernos como G. Agamben, P. Virno, M. Hardt y A. Negri por citar algunos,
para explicar la guerra civil internacional y nacional (reproducida en
múltiples Estados) o como quiera que se llame. El foco de atención de estos
autores sobre el estado de excepción, es la idea de la guerra como forma de lo
político, de ahí que, en el caso especial de Hardt y Negri, Astorga haya
expresado de pesar
de ambos autores “presentarse como adversarios de Schmitt, se acercan
paradójicamente al pensador alemán quizás mucho más que Mouffe, precisamente al
revalorizar la idea de la guerra, así como la identificación absoluta de ésta
con la política” (Ibíd.:111), la guerra y los extremismos son la cotidianidad
que caracteriza al mundo de hoy. Quizás repensando el estado de naturaleza (meer nature) en este caso en sentido
spinoziano, a pesar de mantener la guerra como una posibilidad el camino a
recorrer sea otro que evite unas relaciones basadas en el poder trascendente y
asegure las posibilidades para que la humanidad siga un camino que la lleve a
su autodestrucción.
6.- Reflexión
final.
Si bien hemos iniciado nuestro
análisis con los trabajos realizados por Schmitt, Rawls y Sen, en realidad
hemos seguido un camino que nos ha llevado a visitar algunas facetas del
pensamiento de Hobbes, Rousseau y Kant para demostrar por la vía de Chantal
Mouffe el agotamiento del modelo político iniciado por Hobbes y que han seguido
por diferentes vías los pensadores antes mencionados. Schmitt es quizás el más
radical exponente del pensamiento hobbesiano si seguimos los criterios de
Astorga. Ello quizás ha sido visualizado por la filósofa belga y por ello ha
buscado a partir del pensamiento del filósofo alemán cortar el sendero que
conduce a una forma de antagonismo de carácter existencial en el sentido
heideggeriano del término. Sin embargo, al mantener las relaciones de poder, a
pesar de su enfoque plural, esta filósofa lo que está haciendo es ganar tiempo
a fin de que surja otra manera de entender la política debido a que mantener
las relaciones políticas a partir de la existencia de varios leviatanes que
mantengan un equilibrio lo que se está propendiendo a crear condiciones
similares a las que estuvo la humanidad en el año primeramente en el año 1618
con el inicio de la Guerra de los Treinta Años que supuso el fin de la
hegemonía española y después 1914 cuando se creyó que con una guerra corta se
iba a alcanzar una posición hegemónica mundial.
Ante este dilema frente a la
estructura multipolar que propone, por una parte Rawls bajo el criterio de
sociedades bien ordenadas o Mouffe siguiendo al pensamiento de Schmitt de forma
domesticada, el preferible la
democratización absoluta de la sociedad internacional como única manera de
asegurar su permanencia.
BIBLIOGRAFÍA
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ANEXO
1
Significados de la palabra
neutralidad.
NEGATIVO
alejan de la decisión política
|
La no-intervención
|
Neutralidad
general y trato igualitario
|
La concepción del Estado como instrumento.
|
Igualdad
ante la ley. Estado
despolitizado.
|
|
La misma oportunidad de
construcción de la voluntad estatal
|
Igualdad
general
|
|
La paridad: admisión de todos
los grupos con igualdad de condiciones y consideraciones
|
El problema es determinar a los
grupos para la distribución del poder.
|
|
POSITIVO Conduce a la decisión
política
|
La objetividad y ecuanimidad
sobre la base de una norma conocida
|
La neutralidad del Juez.
|
Una especialización no
interesada por egoísmo
|
La neutralidad del perito o
consultor
|
|
La expresión de una unidad y
totalidad que relativiza las diferencias
|
Resolución estatal de las
contraposiciones internas
|
|
El tercero que decidiendo desde
afuera produce la unidad.
|
[1] Para Astorga (2008), Schmitt parte “desde una
posición fundamentalista” para trazar “las coordenadas desde las cuales un
concepto históricamente denso y complicado puede ser llevado a una fórmula
simple y muy expresiva”
[2] En cuanto a las relativizaciones Schmitt las refiere a la
despolitización y/o neutralización que se producen dentro de un Estado y las
que se han intentado hacer en el ámbito internacional para asegurar una forma
de convivencia. Pero al tener todas estas una raíz hobbesiana estas
relativizaciones han hecho que la guerra del carácter originario afirmado por
Schmitt haya tendido a lo absoluto debido a que se ha cualificado al enemigo y
al amigo como bueno o malo. Esta cualificación es lo que ha dado en la
actualidad a que aparezca el concepto de “enemigo injusto” sobre todo en lo
concerniente a la guerra contra el terrorismo.
[3] Ver al respecto: Agamben (2010:31).
[4] La perdida de la Primera y Segunda república por la presencia de
tendencias fragmentadoras de la unión alcanzada en el año 1777 fueron motivos
suficientes para El Libertador Simón Bolívar para crear un sistema que
asegurara la unidad y evitara los intentos fallidos de seguir un camino
independiente.
[5] Esta actitud estaba relacionada con la necesidad de preservar una
realidad estatal caracterizada por la existencia de inmensos espacios poco
poblados, la presencia de grupos humanos que funcionalmente no estaban
relacionados con los centros políticos de cada Estado y una desigual
distribución de la riqueza que hacía proclive a la población a cambios
drásticos de régimen político y a influencias que fomentaran dichas tendencias.
[6] Ver al respecto: Hobbes (1651/1989) y Astorga (2008). Según Astorga,
Schmitt fue “un hobbesiano coherente y radical, no solamente por haber
recuperado nociones fundamentales a partir de la idea del estado de guerra,
sino también por haber reivindicado la vigencia teórica de la soberanía”
(ibíd.)
[7] Un ejemplo de lo afirmado lo constituye el orden instituido en la
República Bolivariana de Venezuela entre los años 1999 y 2012.
[8] Ver también: Astorga, (1999:348-354) y (2010:98).
Astorga señaló también que “es posible encontrar en Hobbes la identificación
entre guerra y política desde un significado más amplio de lo político, visto a
partir del concepto de poder. Se puede advertir fácilmente que la imagen del
estado natural a la que Hobbes arriba es el resultado del desarrollo
antropológico de ese concepto. Sea entonces desde el Estado en crisis que
presupone la guerra civil, o desde el desarrollo mismo de la naturaleza humana,
vista desde el afán de poder, Hobbes hace del antagonismo un eje fundamental de
su comprensión de la política”.
[9] Ver al respecto:
Grocio, H. (1625/1925). Del Derecho de la Guerra y de la Paz.
Madrid.
Editorial Reus. (T. Reus). 331 p.
[10] Este es el criterio
que utiliza A. Sen para fundamentar su trabajo La justicia global: más allá de
la equidad internacional. A Sen parte de las instituciones nacionales y
trasnacionales que, apoyados por las tecnologías de información y comunicación
pueden estrechar los vínculos entre los pueblos generando redes de relaciones
que favorecerían el intercambio y en general la libertad como medio y fin del
desarrollo. El centro de gravedad de estas redes de relaciones es un mismo
marco de racionalidad y eventualmente un idioma común.
[11] Un enemigo injusto, es aquel “cuya voluntad
públicamente expresada (sea de palabra o de obra) denota una máxima según la
cual, si se convirtiera en regla universal, sería imposible un estado de paz
entre los pueblos y tendría que perpetuarse el estado de naturaleza” (Kant, 1797/2005:189).
[12] Vitoria señaló
que la decisión de ir o no a una guerra era un acto de conciencia. Ir a una
guerra sin convicción era, para este pensador, un pecado (1528-32/2000:77).
[13] Para sus efectos, ella
entiende por liberalismo, el
“discurso filosófico con numerosas variantes, unidas no por una esencia común,
sino por una multiplicidad de lo que Wittgenstein denomina parecidos de familia” (Ibíd.)
[14] Según Astorga, Mouffe cree que estos autores desplazan y disuelven “la fuerza de lo
político en la interpretación que ofrecen del fenómeno de la globalización”
(2010:111).
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