En
memoria de Francisco Javier Nieves-Croes
Este
trabajo fue comenzado por iniciativa de Javier a finales del año 2014.
Participamos en el mismo Jairo Bracho, Julio Chacón, Ramón Rivero-Blanco y
Edgar Blanco. El propósito fue demostrar que a pesar de la opinión general en
el país hubo una reflexión acerca de la estrategia de defensa nacional entre
los años 1830 y 1900 y la orientación de esta defensa tenía
un alto componente marítimo. Como observaran, el trabajo se completó en un 25 %
por causas de fuerza mayor y aún se encuentra en fase de revisión y elaboración
pero pensamos que podría ser de utilidad para los lectores...
Parte de este trabajo fue expuesta en la "Jornada Defensa de la Integridad territorial y la Soberanía homenaje a Francisco Javier Nieves-Croes Aguirre" el 20MAY2016 en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas UCV.
Parte de este trabajo fue expuesta en la "Jornada Defensa de la Integridad territorial y la Soberanía homenaje a Francisco Javier Nieves-Croes Aguirre" el 20MAY2016 en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas UCV.
INTRODUCCIÓN
Después
del año 1830, al parecer de Parra-Pérez, Venezuela contó con una débil
capacidad para la defensa nacional evidenciada en una notable disminución del
ejército y de la marina de guerra. A pesar de este hecho, durante la denominada
revolución de las reformas el
gobierno nacional logró movilizar un importante contingente militar y naval que
le permitió restituir el orden establecido. Seis años después de ese hecho,
Codazzi en el año 1841, reflexionando acerca de la hipótesis de la agresión del
país por una potencia extranjera expresó que el país no se podía defender en la
costa porque las aguas adyacentes constituían un puerto natural que facilitaba
las operaciones navales agresivas, por lo que se puede afirmar que la principal
preocupación de este pensador venezolano fue que la defensa nacional estaba
supeditada a una eventual amenaza proveniente del mar. Por tal motivo expresó
que la defensa era posible desde el territorio interior a partir de tres líneas
de defensa que iban de la sierra costera hasta la selva amazónica. Diez años
después de la reflexión realizada por Codazzi, Castelli, en el año 1851 no sólo
recordó en carácter hispánico del dispositivo de defensa nacional, sino también
indicó la necesidad de potenciar el sistema de defensa costero y planteó la
necesidad de mantener lo que hoy conocemos como un equilibrio estratégico en
relación con los vecinos.
Esta génesis
del pensamiento acerca de la defensa nacional y específicamente naval entre 1830
y 1869 se produjo a la par de una serie de acontecimientos bélicos desarrollados
en nuestras costas como las guerras civiles, la diplomacia naval que afecto al
país en el periodo y las acciones de guardacostas y de diplomacia naval
realizadas por Venezuela que permiten hacer un examen para determinar las
concordancias y discrepancias entre el pensamiento y la acción en el período
considerado. De igual forma, en esta evolución se puede evidenciar, al menos en
el pensamiento, cómo el mar pasó a ser considerado como un espacio de acción
político-militar para la clase dirigente del país y permite explicar los
esfuerzos que se hicieron a principios del siglo XX para desarrollar un poder
naval hasta que Gómez en el año 1913 se consolidó en el poder[1].
Consecuentemente,
la posibilidad de acceder a documentos inéditos en el Archivo General de la
Nación y otras fuentes documentales originales sobre temas navales de la época
y la constatación de que la manera de concebir la defensa naval entre los años
1830 y 1901 evolucionó al menos en el plano del pensamiento de una concepción
epirocrática en Codazzi a una tendencialmente talasocrática en Díaz y
Delgado-Chalbaud ha creado las condiciones de posibilidad para examinar la
teoría y praxis de la defensa naval desde el inicio de la era republicana de
modo de hacer histórica esa manera de pensar y hacer la guerra a partir de la
consideración de una amenaza proveniente desde el mar para demostrar con ello
las oscilaciones de la política marítima y naval venezolana a lo largo de
nuestra historia republicana como eje fundamental del pensamiento estratégico
nacional. Para tal fin nos hemos propuesto como Evaluar en pensamiento
estratégico nacional venezolano en el período 1830-1869”. Para tal fin se
describirán analíticamente las prácticas venezolanas de la guerra en el mar en
el período 1835-1869~, desde la perspectiva de la teoría y la praxis.
1. DE LA HERENCIA HISPÁNICA EN EL PLANO
ESTRATÉGICO Y OPERACIONAL A LAS PRACTICAS MILITARES Y NAVALES EN EL PERÍODO
INDEPENDENTISTA.
Jairo Bracho en
su importante estudio acerca de la defensa marítima de las costas de Venezuela
y su papel en el desarrollo del derecho del mar destacó una serie de aspectos
estructurales del sistema de defensa español que es bueno recordar: en primer
lugar, que este sistema estaba originalmente centralizado y compuesto, de
manera general, por una flota del mar océano y unas flotas de defensa de costas
tanto en la metrópoli así como en el mar caribe, en segundo lugar, un sistema
de fortificaciones para garantizar la conexión marítima desde la metrópoli y
hacia el interior del territorio continental para operar como punto de
proyección hacia el hinterland americano, en tercer lugar, una estructura de
normas que actuaban como especie de reglas de enfrentamiento[2].
Todos, en su conjunto, actuaban como un dispositivo que aseguraba el dominio
español en América. En él, el mar desempeñaba un papel de importancia capital
como medio de unión que facilitaba la integridad de la totalidad de su espacio.
Franco (2009), en el mismo orden de pensamiento, expresó que la centralización
de la defensa naval española de sus dominios heredada de Felipe II fue retomada
a finales del siglo XVIII por Carlos III luego que España volviese a recuperar
su papel de potencia marítima en los mares del mundo. La centralización y la
descentralización de la defensa naval española, en este sentido, es un aspecto
clave para entender la guerra de independencia en Venezuela y consecuentemente
los proyectos de defensa naval venezolana por el resto del siglo XIX, pero para
entender estos dispositivos hay que examinar el plano de referencia sobre el
cual era visto los dominios españoles fuera de Europa.
El plano de
referencia, para nuestros efectos, es el plano intuitivo sobre el cual se
yergue la intención que permite la formulación de un concepto, es decir, es “la
evaluación de las variables internas de enunciación relacionadas con el
conjunto de las circunstancias” (Deleuze y Guattari, 2008). El plano intuitivo
es, según estos autores el a priori del concepto y se fundamenta en
un acontecimiento que se produce en un espacio y tiempo desarrollado mediante
la constitución de “trazos
diagramáticos” que actúan como direcciones absolutas de naturaleza fractal
(1991/2005). En este contexto, espacio, tiempo y fractalidad son los aspectos
que nos van a ayudar a entender el concepto estratégico naval español hasta los
albores del siglo XIX.
El espacio y el
tiempo están condicionados por el poder, entendido éste como la capacidad de
mediar entre necesidades y satisfacciones. Un poder que desde el Tratado de
Tordesillas hasta el Tratado de Paz de Westfalia estableció su naturaleza y
alcance dado el papel que jugó España en ese período. Después de Westfalia, el
tiempo y el espacio pasaron a ser relativos, es decir estuvieron condicionados
por los poderes europeos que emergieron victoriosos del conjunto de guerras que
orbitaron en torno a la Guerra de los Treinta Años acaecida en el centro de
Europa. El alcance estaba determinado por la capacidad de ejercer el poder en
sí y el horizonte de su ejercicio y su naturaleza estaba dada por la capacidad
de excluir a otros en el espacio de dominio.
Teniendo
presente lo antes indicado, los territorios que hoy conforman Venezuela fueron
un confín unido a la metrópoli por un mar entendido como medio de comunicación
y fuente de recursos. El carácter de horizonte de Venezuela, es decir, de
frontera, indicaba que su posesión dependía de la capacidad de mantenerlo y de
extenderlo más allá del límite que había alcanzado. Esta afirmación, vista
desde la perspectiva de un observador en Madrid, puede ser entendida como
centró cuyo radio se extendía a una línea que indicaba hasta donde se ejercía
la soberanía. Esta afirmación permite explicar cómo varió la estructura de
defensa española durante el período colonial a partir de la instrumentación de
círculos de interés que indicaba en un tiempo entendido como número de
movimiento la capacidad de respuesta del soberano. Ahora si se considera que
este observador estuviese frente a un plano de referencia que lo ayudase a
ejercer su poder para asegurar sus dominios, este plano en sí expresa la
estructura y la capacidad de representar ese poder de forma cartográfica.
Un observador
observa estableciendo círculos de observación que en cierta forma constituyen
círculos de comprensión. Para un observador español Venezuela era un confín
aunque supiese que más allá de ese territorio hubiese otros dominios españoles
como Perú, por ejemplo, y los dominios portugueses que pasaron a formar parte
de una misma corona. El espacio entre el horizonte venezolano y los otros
dominios españoles es lo que fraccionaba el círculo de comprensión. Este
fraccionamiento no fue percibido como un problema debido a que al encontrarse
entre dominios frente a un mismo tiempo del poder, sólo bastaba dilatar el
espacio. El mismo tiempo del poder estaba referido a la sujeción de todos los
seres del espacio de dominio a la dinámica del poder que, en nuestro caso,
estaba relacionada con el establecimiento de un ciclo de producción que integró
al territorio venezolano a la realidad europea. Esta integración es lo que
hizo, por una parte, que para un colono en Venezuela, las decisiones,
indiferentemente de la naturaleza de la misma, estuviesen condicionadas por
España y, por la otra, que la extensión del espacio estuviese subordinada a lo
que efectivamente pudiese ser defendido. Este modo de ser y hacer se mantuvo
más o menos igual hasta el año 1648. Después de ese año se produjo una
fragmentación desde el mismo momento que España reconoció la independencia de
Portugal, por lo que siendo el país luso el que mediaba entre el confín
venezolano y el resto de los dominios españoles continentales, pasó a ser
considerado una potencial amenaza a la soberanía española.
Así pues, si
volvemos a una concepción estratégica para la defensa de los dominios españoles
basada en la manutención de las rutas marítimas de la flota de indias por
intermedio de la flota de guerra del mar océano y los sistemas de defensa
intermedio, es decir, los constituidos por los guardacostas (tanto en España
como en América) y las fortificaciones construidas para cerrar los puntos de
acceso al hinterland en cada caso en particular, para garantizar un ciclo
económico esencialmente mercantilista[3],
podemos entender que la fortaleza de este sistema estaba determinada por la
capacidad de defensa y esta capacidad estaba condicionada a la productividad de
dichos espacios. La capacidad productiva fue lo que determinó los límites del
poder español.
Estos límites se
hicieron patentes después del Tratado de Paz de Westfalia y sobre todo después
de la guerra de sucesión que obligó a la nueva monarquía borbónica española a
instrumentar los mecanismos que le permitieran restituir su poder militar en el
mar y a fortalecer su sistema de defensa. Con esta necesidad, producto de la
relativización del tiempo y el espacio generada por la existencia de otros
poderes europeos competidores, la España borbónica reorganizó sus dominios
siguiendo hoy en día un criterio que podríamos llamarlo fractal, es decir, una
cosa, en nuestro caso la soberanía española, cuya estructura se repite a
diferentes escalas (Deleuze y Guattari, 2008)[4].
Es decir, España reorganizó sus dominios de modo tal que la estructura política
se repitiera a diferentes escalas para garantizar su integridad territorial.
Pero esto se produjo dentro de un contexto determinado por una fragmentación
porque la falta de conocimiento del espacio impidió que este fuese
completamente integrado. La evidencia más palpable de este hecho es que si se
observa las fortificaciones españolas en la Venezuela de 1750, estas iban en el
norte desde San Carlos, en Maracaibo, pasaba por Puerto Cabello, la Guaira,
Margarita, Cumaná y Puerto España y, en el sur, por Angostura y San Carlos y
San Felipe Neri en el Río Negro, acotando que las fortalezas de Angostura
estaban orientadas al mar y no al hinterland venezolano. A este punto es
conveniente que nos detengamos un poco para examinar el dispositivo de defensa
español en Venezuela y su importancia en relación con el resto de sus dominios
en América.
Zapatero (1990)
nos ha indicado que la corona española designó a una serie de enclaves como
llaves “por ser decisiva política y militarmente su conservación para la
seguridad y desenvolvimiento de un territorio”. Siguiendo a este autor, podemos
acotar que de las veinte llaves que cerraban al Caribe para la protección de
los dominios españoles, cinco se encontraban en lo que hoy es Venezuela (y
Trinidad)[5].
Al conjunto del dispositivo venezolano se le denominó el caño de la Ymbernada o ruta de penetración de los navíos españoles que
después de la travesía del océano, se internaban en busca de los abrigos de
Tierra Firme[6].
Esta concentración de fortalezas en nuestro país nos permite afirmar que Venezuela se originó como un país
fortificado o dicho de otra manera como un país fortaleza. La importancia
de esta afirmación obedece a que la caída de una de estas llaves amenazaba
completamente todo el dispositivo para quien fuese el soberano, tal como se
demostró en el año 1634 con la pérdida de lo que hoy se conoce como Antillas
Holandesas, en 1795 con la pérdida de Trinidad, en 1811 en Puerto Cabello y
posteriormente, en el año 1817 con la liberación de Margarita, Cumaná y
Angostura[7].
Este sistema de
fortalezas estaba complementado por un eficaz sistema de guardacostas tal como
nos lo ha indicado Bracho (2005) que estaba unido a España por la flota del mar
océano. La eficacia fue demostrada por la efectiva defensa del espacio entre
los años 1739-1743 y 1806 y en el esfuerzo por reprimir y contener la
piratería, el corso, el contrabando y las incursiones armadas que sufrió la
colonia. Esta eficacia evidencia que la erección de la Capitanía General de
Venezuela, tal como fue reorganizada en el año 1776 fue posible a que ésta se
constituyó como una eficaz estructura de contención, al menos frente a amenazas
marítimas, dentro de un dispositivo defensivo de gran envergadura en el mar
Caribe.
Desde otro punto
de vista, la ya constituida Capitanía General, tal como la conocemos, se convirtió
en un espacio productivo, en lo que concierne a la agricultura, dentro de un
contexto monopólico español, pero pudo comerciar con el resto de los otros
dominios españoles en una suerte de liberalización. La liberalización económica
dentro de los dominios hizo que los territorios comenzasen a ser autónomos
dentro de una perspectiva fractal en lo político y fragmentada en lo geográfico
por desconocimiento y no integración al espacio productivo del resto de los
territorios. Esta liberalización se produjo, tal como nos las indicó Franco,
dentro de un contexto de centralización de la defensa naval, pero ello
significó para Venezuela, siguiendo a Bracho, la institucionalización de una
capacidad militar con implicaciones productivas como lo fue el Apostadero de Marina
de Puerto Cabello. Así pues, la fractalización política tenía un cordón
umbilical representado por la defensa naval de un territorio fragmentado por
una dificultad generada por el hecho que la capacidad de expansión colonial
española había llegado a un límite a pesar de no ser amenazado por otras
comunidades políticas dentro de un contexto original de baja productividad y
bajo crecimiento.
Además de la vulnerabilidad representada por la baja
capacidad productiva y de crecimiento de los dominios españoles en América
hasta mediados del siglo XVIII, estaba también el hecho de que este cordón se
vio afectado por la naturaleza continental de la dominación española en América
y el papel que jugaron las puertas marítimas representadas por Caracas y Buenos
Aires tal como nos lo ha indicado Nweihed (2000), es decir, el carácter de
llave o de puerta al hinterland continental indicaba que el territorio
destinado a ser protegido no lo constituía la llave en sí, sino los dominios
interiores desde donde España obtenía su riqueza y su poder. Este hecho tenía
otra consecuencia, y es que estas llaves a pesar de su capacidad de
auto-sostenerse, dependían de la seguridad que ofrecía la flota del mar océano,
es decir, sin la posibilidad de defensa desde el mar, la capacidad de
contención de las llaves dependían de una serie de factores internos como muy
bien lo ha explicado Corbett (1911/2005), en su tratado de estrategia marítima.
Por ello, a pesar de la alta intensidad de la guerra en el Caribe durante todo
el siglo XVIII, la costa venezolana de Tierra Firme estuvo expuesta, en primer
lugar, a la influencia extranjera y, en segundo lugar, a responder de forma
recíproca a las acciones emprendidas contra el territorio que supuso también la
adquisición del mismo lenguaje de los agresores tanto desde el punto de vista
ideológico-teórico como práctico. ¿Qué implicaciones tiene esta afirmación?
El interés
extranjero en los territorios de Tierra Firme estaba determinado, en primer
lugar, por la necesidad de apropiarse de una parte correspondiente al ciclo de
producción, específicamente de materias primas básicas, y en segundo lugar, el
carácter monopólico del comercio español en relación con sus dominios. Este
último aspecto es conveniente destacarlo debido a que el monopolio en sí
mediaba entre las necesidades de las colonias y la posibilidad de satisfacción
ubicada en muchos casos fuera de España. Al colocarse en el medio, la
metrópoli, se lucraba en exceso de un bien que el comercio directo podía a un
americano meridional adquirirlo a menor costo[8].
La posibilidad de comerciar de forma directa, en este contexto, fue una
consecuencia de un hecho económico que fue explicado por muchos teóricos como
liberalismo. El liberalismo fue entonces es aspecto ideológico que estaba
subyacente en el contrabando y permite entender porque los americanos
meridionales de Tierra Firme concordaban y aceptaban la ocurrencia de dicho fenómeno.
La república liberal que se instituyó en el año 1811 en Venezuela, fue la
resultante de este fenómeno dentro de un marco favorecido por un interés
español ubicado en el hinterland del continente a pesar de la necesidad de
mantener la conexión marítima. Así pues, el sistema defensivo español en
Venezuela fue capaz de contener físicamente las amenazas de las otras potencias
marítimas, mas no de las ideas que estaban subyacentes en los esfuerzos por
romper el sistema de contención.
La pérdida de la
conexión marítima de España con sus dominios como consecuencia de su derrota en
Trafalgar se produjo en un contexto fractal/fragmentado y ello explica la
guerra civil que se desencadenó en Venezuela entre los años 1811 y 1817. En el
año 1811 se produjo en la parte fractal del país español una fragmentación
política y geográfica que produjo, por una parte, un conjunto de necesidades
derivadas como lo fueron la del apoyo marítimo y de contener la amenaza
marítima y de asegurar la autosuficiencia del fracto en función de la posición
política que asumió cada fragmento y consecuentemente de la defensa y, por la
otra, la proyección marítima como expresión de necesidades derivadas de dicha
defensa. En el primer caso estuvieron los patriotas expresados en la solicitud
de apoyo a Londres y en la propia amenaza española representada por su
debilitada capacidad naval y, consecuentemente, en la capacidad realista de
actuar como poder restituidor del estatus político. En el segundo caso, la
defensa y la proyección marítima se produjo para mantener el comercio en la
primera fase de la guerra por parte de los independentistas y después para el
sostenimiento y aseguramiento de las operaciones militares y navales de cada
bando enfrentado. Ello explica la naturaleza de las operaciones militares y
navales al inicio de la guerra de independencia en Venezuela en un espacio
fraccionado, es decir, la de integrar fragmentos a los fractos dentro de un
gran espacio fragmentado por la crisis que estaba viviendo la propia metrópolis
como consecuencia de la invasión napoleónica.
Las
operaciones navales que se realizaron en Costa Firme se desarrollaron, en
primer lugar, en el espacio circunscrito a las fortificaciones, como ya hemos
indicado en otros escritos[9]
y, en segundo lugar, en el espacio fuera de las mismas. En el espacio
fortificado, las operaciones fueron básicamente:
·
De
bloqueo y contrabloqueo para intentar mantener abiertas las líneas de
comunicaciones marítimas dentro del espacio fortificado y el espacio
fragmentado.
·
Evacuación
y transporte de tropas, que se realizaron durante casi todo el periodo de la
guerra para dar continuidad a las operaciones.
·
Suministro
de víveres y pertrechos, para sostener la guerra terrestre y para socorrer
poblaciones civiles.
·
Enfrentamientos
navales puros, cuyo nivel de intensidad fue baja en función de las fuerzas
empeñadas como el abordaje del bergantín Intrépido
o la captura de la corbeta Ceres por
parte de las fuerzas republicanas.
El
tipo de guerra que se desarrolló en este espacio fue de desgaste aunque esta
manera de llevar la guerra, es decir, la estrategia no estuvo en la mente de
ninguno de los adversarios. Este desgaste se observa en el agotamiento de la
capacidad productiva de la antigua colonia por diferentes causas relacionadas
con el tipo de antagonismo que se desarrolló en nuestro espacio, es decir, una
guerra revolucionaria[10].
A pesar de haberse ejecutado en un contexto de alta movilidad, ésta tuvo un
alto componente táctico explicando de suyo las derrotas patriotas de 1812 hasta
1817 e incluso, las operaciones ejecutadas antes de emprenderse el paso de los
Andes. Así pues, las operaciones ejecutadas en el espacio fortificado
estuvieron orientadas a disminuir las capacidades logísticas, si se puede
llamar así, del adversario, por lo que, para el año 1815, el territorio
nacional a pesar de los focos independentistas, había recuperado el estatus
anterior al año 1810 pero con la vulnerabilidad de que su capacidad se había
reducido al mínimo.
La
conexión del fracto venezolano con la metrópoli se produjo en sólo tres
momentos: 1815, 1817 y 1821[11].
En el año 1815, arribó a Carúpano una expedición conducida por el Brigadier de la Armada Pascual
Enrile y Alsedo. Esta expedición condujo a tierra a 10.209 hombres en cuarenta
y cinco transportes escoltados por un navío de línea, dos fragatas, una
corbeta, una goleta una barca y doce obuseras. La
importancia de esta expedición se evidenció en el hecho que este comandante
español expresó que:
“… las marchas que el ejército expedicionario acaban de hacer prueban hasta
la evidencia de que la posesión de Venezuela no es interés tanto solo por lo
que vale sino por el papel que juega con respecto a la Nueva Granada y que sus
frutos codiciados y recogidos en las haciendas de la costa, tientan a los
extranjeros, y de allí nace el tener los insurgentes armas y los negros
esclavos para soldados... Sin un cierto pie de marina no puede tranquilizarse
Venezuela, y sin un aumento de marina en los momentos de las cosechas no
florecerá Venezuela. Si Venezuela se perdiera, sucumbiría la Nueva Granada
antes de seis meses, ocuparían el Centro de la América los rebeldes, y el Perú
sería el primero que se emanciparía”(Pérez,
1992:191-222).
Después de la expedición 1815, siguió la expedición de Francisco de Paula
Topete, que condujo a 1600 hombres en un convoy compuesto por nueve transportes
escoltados por dos corbetas a Barcelona en el año 1817. La última expedición de
apoyo a la bandera realista en Tierra Firme la condujo Ángel Laborde, quien trasladó
1500 hombres en cuatro transportes escoltados por dos fragatas, una corbeta y
dos bergantines (Ibíd.). Esta expedición denominada la “División de Costa
Firme”, arribó a Puerto Cabello[12]
después de haber derrotado a las fuerzas navales patriotas en la citada plaza
en el año 1823 (Díaz, 2009) antes de la batalla del lago de Maracaibo. Estas
operaciones realistas evidencian la necesidad de detener la espiral de desgaste
que produjo las operaciones dentro del cordón fortificado y expresan de por sí
la existencia de un concepto de maniobra elaborado desde una perspectiva
estratégica, como ya la había iniciado el Libertador con la liberación de Santa
Fe de Bogotá.
Antes de examinar el
espacio que estaba ubicado fuera de las fortificaciones es de destacar que este
estaba constituido por el mar Caribe, el cinturón de islas que cubre el mar de
Venezuela (con la excepción de Margarita), los territorios no ocupados al sur
de Angostura, al sur del rio Arauca y Meta y el alto Orinoco. Los lugares de
máxima vulnerabilidad española estuvieron representados por Trinidad y las
Antillas Holandesas[13], y los
lugares considerados como llaves estratégicas por su capacidad de proyección
estaban representadas, como ya lo indicamos, por los lugares donde se
encontraban las principales fortificaciones en el país, es decir, San Carlos en
Maracaibo, Puerto Cabello, La Guaira, el eje Margarita-Cumana y Angostura. Este
dispositivo nos indica que entre Angostura y la fortaleza de San Carlos
viniendo desde el sur, no había una estructura de defensa debido a que era un
territorio interior español resguardado por lo agreste de la geografía. De ahí
la importancia de estas dos plazas, una vez pérdida Trinidad. Si caían en manos
de potencias extranjeras quedaba amenazado todo el dominio. Pero este no fue el
caso del año 1811. Ese año se produjo una fragmentación del territorio y
Angostura pasó a ser, en primer lugar, un lugar de importancia estratégico para
quién lo poseyera y, en segundo lugar, dada su importancia estratégica sería un
lugar donde se producirían enfrentamientos que inclinarían la balanza de la
guerra como lo demostraron, por una parte, la serie de combates fluviales que
condujeron al enfrentamiento en Sorondo en 1811 donde las armas patriotas
fueron severamente derrotadas después de haber desaprovechado la ventaja
estratégica que habían logrado al inicio de las operaciones Díaz (2009) y, por
la otra, la liberación de Angostura por parte de las armas patriotas en el año
1817[14].
El
establecimiento de una base firme de operaciones en la llave estratégica de
Angostura colocó a las fuerzas patriotas ante la posibilidad de operar en el
interior del cordón fortificado y afuera del mismo porque esa llave conectaba
los espacios marítimos, que en ese momento se encontraban en disputa, con el
hinterland suramericano libre de la presencia de fuerzas organizadas realistas.
Ello explica de por sí la campaña de los Andes y el propio Armisticio del año
1820. Al estar cortadas las líneas de comunicaciones terrestres realistas con
el sur, y el mar encontrándose en una situación de control en disputa, la
decisión de la guerra no estaría necesariamente en los campos de batalla
terrestres, sino en la imposibilidad de que los realistas recibieran refuerzos[15].
En este contexto, la Batalla Naval del Lago de Maracaibo fue un enfrentamiento
con resultados trascendentes debido a que redujo la capacidad de maniobra
española fuera de los espacios fortificados, obligándolos, en consecuencia, a
replegar su fuerza organizada de combate para una hipotética defensa de los
territorios insulares que todavía formaban parte de sus dominios con los
escasos medios disponibles para esta tarea[16].
Hipotéticamente debido, en primer lugar, a que en la mente de los conductores
de la naciente república se percibía la posibilidad de un intento de invasión
por parte de España, según Jiménez (2006)[17]
y, en segundo lugar, a que la capacidad de proyección de la naciente república
no estaba dada por su capacidad productiva sino por las posibilidades de
conexión de la llama independentista existente en el resto del continente. Sin
embargo, el hecho de encontrarse dentro de un fortaleza y con el dominio de las
llaves que le permitiría proyectarse al hinterland del continente desde una
posición, si se quiere central, le dio a Venezuela y posteriormente la Gran
Colombia una ventaja estratégica insuperable como se demostró en la guerra
contra el Perú.
Cinco años antes de la guerra contra el Perú, específicamente en el
año 1824, la naciente república pudo proyectar su poder naval hacia las aguas
cubanas e incluso a aguas metropolitanas españolas mediante la realización de
operaciones de corso. La proyección se materializó, en el primer caso, en la
captura de la corbeta “Ceres” y el intento de captura de la corbeta “Zafiro” en
el año 1825[18]
y, en el segundo, con la pérdida del pailebote “General Armario” en aguas de
Trafalgar (Chaves, 2009:233-235). Hubo otros actos donde se buscó crear las
condiciones de posibilidad de proyectar el poder contra España. Uno fueron los
proyectos para liberar Cuba y las islas Filipinas y, el otro fue la
constitución del congreso anfictiónico de Panamá. El primer permaneció como una
idea. El segundo se materializó efectivamente en un congreso. Este congreso
generaría una nueva dinámica que puede ser explicada de forma fractal
Contra
el Perú fue que comenzó a visualizarse las debilidades marítimas debido a que
sólo se pudo armar una fragata para la ejecución de operaciones navales de gran
alcance. En esta guerra, Colombia envío la fragata “Colombia” al mando de R.
Beluche para desbloquear el puerto de Guayaquil. A tal fin este buque
circunnavegó el continente suramericano, sin embargo cuando llegó al área de
operaciones, la guerra había terminado y el buque naufragó en la desembocadura
del rio Guayas. (Jiménez, 2006). Esta situación plantea la necesidad de
examinar qué fue el apostadero de
marina de Puerto Cabello desde que fue instaurado en el año 1803 hasta el año
1830.
Como
hemos indicado el carácter de apostadero naval le dio a Puerto Cabello la
condición de ser un lugar que le proporcionaba a España una importante
capacidad de proyección y de permanencia en el área de operaciones del Caribe
en un escenario de guerra general como estaba ocurriendo en Europa en ese
momento. Esta capacidad estaba dada por las facilidades logísticas relativas a
manutención, reparaciones y avituallamiento que suponen, no sólo una apreciable
capacidad productiva, sino también tecnológica[19].
La acotación a la capacidad productiva se debe a que España padecía un retraso
tecnológico en relación con el resto de las potencias europeas, pero este
retraso no era tan notorio en el plano de la construcción naval, por lo que el
desarrollo de una infraestructura logística de importancia en Puerto Cabello
pudiera haber significado un acontecimiento de carácter trascendente para el
quehacer marítimo venezolano si se considera, en primer lugar, que una de las
fuentes importantes de tripulantes de la marina española provenían de la Nueva
Andalucía, es decir, del oriente de Venezuela y, en segundo lugar, que la
naturaleza del sistema productivo colonial limitó la posibilidad de desarrollar
una industria y un comercio en la región. La batalla de Trafalgar y la invasión
napoleónica interrumpieron inicialmente el proyecto español, posteriormente, el
estallido de la guerra de independencia.
Así
pues, la imagen que tenemos de Puerto Cabello durante la guerra más que la de
un apostadero, según la visión española, ha sido la de una fortaleza que debía
ser preservada y la de un puerto que debía ser usado o bloqueado. Pero si
seguimos a Alamillo (2009), en lo concerniente a las perdidas navales españolas
como consecuencia de la guerra podemos visualizar unos hechos que nos ayudarían
a dar luces acerca del papel del apostadero naval de Puerto Cabello. Estos
hechos son:
·
Desmantelamiento
de las goletas españolas “Providencia”, “Ferroleña” y “Ninfa”. La “Providencia”
fue varada, se le quitó su forro de bronce y se vendió su casco en el año 1819.
En el caso de las otras dos, la causa de su desmantelamiento, en el año 1820, fueron
por encontrarse en pésimo estado, (Díaz, 2009)
·
Habilitación
de la corbeta “María Francisca” para ser enviada después de abril del año 1823,
para reparar totalmente en La Habana[20].
·
Alistamiento
de la fragata “Colombia” para la campaña contra el Perú. Sobre este
alistamiento, Jiménez señaló citando fuentes originales que el Libertador
ordenó “enviar sin pérdida de tiempo a Puerto Cabello…” una “de esas grandes
fragatas” para aumentar sus provisiones y tripulación (2006:78). Para este
alistamiento se hizo necesario buscar velas para colocar a la citada fragata en
la más alta disponibilidad operativa con el fin de ejecutar la travesía sin
inconvenientes (Ibíd.:105).
Estos
hechos nos indican que ciertamente en Puerto Cabello hubo una estructura
logística que garantizaba cierta capacidad de proyección, pero esta
proyectabilidad estaba referida a un centro ubicado en Europa y a una capacidad
productiva entendida como motor sobre el que se fundamenta la proyección. Pero
la independencia generó una nueva referencionabilidad. Para los blancos
criollos lo europeo fue durante un importante período lo no español ubicado más
allá de nuestras aguas. El tema es que ese más allá se ubicaba por una parte en
las Antillas Holandesas y por la otra en Trinidad. Por lo que “lo no español”
se ubicaba en el mejor o peor de los casos a menos de seis millas náuticas de
nuestras costas. En este sentido, Venezuela estaba cerca de Europa. El problema
en todo caso no fue y no ha sido si estamos lejos o cerca de Europa. El
problema pasó a ser primeramente en 1811 y después en 1817 y 1830 sí los
venezolanos eran capaces de establecer no en un documento constitutivo sino en
la praxis un marco de proyectabilidad a partir de un fundamento productivo,
entendiéndose por productivo, la acepción que esta expresión tenía en latín, es
decir, producir material e inmaterialmente.
El
carácter constitutivo que en sí podría dar una idea de independencia no estuvo
dado por la capacidad de autosostenimiento que en sí indica la posibilidad de autoreferencialidad
y autoorganización. El carácter constitutivo de la venezolanidad en el año 1811
y después en 1817 y 1830 estuvo dado por el deseo de eliminar la mediación
española para comerciar directamente con otros centros de poder indiferentemente
de la naturaleza de sus intereses[21].
Los padres fundadores, por decirlo de una manera coloquial, pensaron en crear
una estructura política auto-referenciada y auto-organizada, pero para ello era
necesario que esta estructura fuera productiva, o mejor dicho auto-sostenible y
auto-perpetuante en el más amplio sentido del término. Esta omisión creó las
condiciones de posibilidad de reproducir un estado de dependencia agravado por
el hecho que, se consideró al Reino Unido como un referente al que había que
seguir por causas estratégicas y filosóficas relacionadas con el liberalismo en
sentido económico. Así pues, la fortaleza Venezuela se constituyó en el año
1830 como un país dependiente.
Teniendo
presente lo antes mencionado, se puede afirmar que la naciente república heredó
una estructura de acción determinada por la evolución del dispositivo de
defensa español en nuestro país durante la época colonial. Esta estructura de
acción, como ya hemos demostrado partía de la visualización del país como una
fortaleza. Las necesidades de la guerra de independencia obligaron a los
republicanos a cambiar esa visión paradigmática lográndose con ello la
adquisición de una capacidad de proyección marítima. Usamos la palabra
adquisición y no desarrollo debido a que la necesidad no generó producción ni
desarrollo de una capacidad productiva con el agravante que la capacidad
existente quedó severamente afectada como consecuencia de la guerra. Así pues,
la clase dirigente venezolana, desde el punto de vista marítimo, tuvo que enfrentar
dos realidades, una determinada por lo que efectivamente el país era capaz de
producir y lo que era capaz de defender. La necesidad de unir estas dos
realidades en una sola fue lo que empezó forjar la conducta estratégica
nacional sobre todo después de los años cuarenta del siglo XIX, pero en el año
1830, la república de Venezuela, resultante de la separación de Colombia la
Grande no tenía la percepción de amenazas externas.
II.- LAS
PRÁCTICAS VENEZOLANAS DE LA DEFENSA NACIONAL EN EL PERÍODO 1835-1856~, DESDE LA
PERSPECTIVA DE LA TEORÍA Y LA PRAXIS.
Julio Chacón
ha sido enfático en afirmar que es muy difícil hablar de poder naval entre los
años 1835 y 1890 debido, en primer lugar, a que este concepto surgió a finales
del siglo XIX con los trabajos de Mahan y, en segundo lugar, a pesar del
incremento del comercio marítimo y del impacto de la revolución industrial en
la actividad marítima, en Venezuela esta actividad fue entregada a las casas
comerciales extranjeras que operaban en el país. De igual forma agregó que
también era problemático hablar de defensa nacional debido a que si bien, en la
teoría hubo una preocupación por la defensa nacional en la praxis, las
operaciones navales que se realizaron en el país fueron contra insurgentes y no
contra potencias extranjeras, y ahí lamentablemente se fue desvaneciendo la
visión ofensiva y defensiva estratégica venezolana, pasando a ser la armada un
instrumento del ejército para resolver conflictos locales y sobre todo
políticos dentro del territorio. Por este motivo, vamos a examinar, en primer
lugar, la praxis de la guerra en el mar, en segundo lugar, cómo se manifestó la
diplomacia naval en el país en el período, en tercer lugar, la conducta
estratégica nacional desde el punto de vista teórico a la luz de los problemas
marítimos venezolanos con las potencias navales del área y, en último lugar,
vamos a describir y analizar los medios disponibles en el período.
a. La Praxis
venezolana de la guerra en el mar.
La
débil capacidad productiva de la naciente república agravada por el tipo de
guerra que se llevó a cabo en el país y la región determinaron la naturaleza y
alcance de la defensa naval y la capacidad de proyección marítima venezolana en
el mar después del año 1830. Para esa fecha, el país contó con una fragata, dos corbetas, un bergantín, cuatro
goletas y tres balandras; pero la escasez de recursos redujo la escuadra a solo
dos goletas en el año 1832 según Parra-Pérez (1957). Aun así, sólo en el
período 1830-1850 se efectuaron dos grandes campañas navales de importancia[22].
La primera de estas campañas fue el Bloqueo de Puerto Cabello decretado por el
General Páez en diciembre de 1835 contra una fuerza naval rebelde durante la
Revolución de las Reformas. Este bloqueo se prolongó hasta marzo de 1836 y
finalizó con la derrota de los insurgentes.
La otra
campaña importante se ejecutó en el año 1848 luego de que las fuerzas que se
oponían al gobierno del General Monagas se vieron obligadas a abandonar
Maracaibo y refugiarse en el Castillo de San Carlos. Esta campaña se desarrolló
desde la Goajira hasta Güiria efectuándose dos encuentros navales de
consideración: uno en Los Frailes y otro en Caja Seca, y además se efectuaron
operaciones de bloqueo y contrabloqueo y operaciones de proyección de poder
sobre la costa desde Capana. La flotilla gubernamental estuvo comandada por el
Capitán de Navío José María García, héroe de la Guerra de Independencia y
estuvo compuesta por "cinco bergantines y cinco goletas con cuarenta y
tres cañones, trescientos marineros y setecientos soldados". La flotilla
revolucionaria estuvo comandada por el Capitán de Navío Nicolás Joly y estuvo
compuesta por diez barcos "todos superiores a los del gobierno"
(Ibíd.:205-213). Esta campaña se prolongó por diez meses y finalizó con la
caída del Castillo San Carlos el 31 de diciembre de 1848 y consecuentemente con
la derrota de las fuerzas rebeldes.
La pregunta
que surge de todas estas operaciones es ¿cómo se pudieron realizar estas
campañas navales con medios limitados desde el año 1832? A este respecto es
conveniente afirmar que un buque hasta finales del siglo XIX, a no ser en casos
específicos, cumplía funciones mercantiles y militares. Ello se debía a la
escasez de medios y a que por mucho tiempo los buques que transitaron las aguas
del Caribe tenían que disponer de sus propios medios de defensa frente a la
piratería. Estos dos hechos comenzaron a producir una especie de
especialización que tendría consecuencias en la doctrina y en especial en el
adiestramiento naval, es decir, como la artillería era desmontable,
generalmente los artilleros se comenzaron a formar con una finalidad dual
(tierra y mar) y los marinos se comenzaron a formar sólo en las artes
marineras.
La
manifestación de esta dualidad en lo concerniente a los buques de la marina
venezolana nos la indica Dallett al afirmar que con motivo de la traída de los
restos del Libertador de Santa Marta, en el año 1842, la marina venezolana
contó sólo con un mercante, la Goleta “Constitución”, a pesar del contexto de
prosperidad económica en que se encontraba el país que pudiera haber
considerado la necesidad de protección del tráfico marítimo (1970:261). Pero
como este comercio internacional era llevado a cabo por las casas comerciales
inglesa y estadounidense el mismo marco de liberalidad comercial y su relación
con un país que a la sazón era la principal potencia marítima, le dio seguridad
a la relación y al tráfico. Entre el período de 1843 y 1846, según Dallett se
adquirió otro mercante, el “veintiocho de julio” y se dispuso también de una
balandra y dos flecheras (Ibíd.). Los dos mercantes fueron eventualmente
armados y usados como guardacostas y posteriormente como buques de guerra y de
apoyo de las fuerzas federales usadas para sofocar la revuelta iniciada por
José Antonio Páez contra el presidente José Tadeo Monagas. Posteriormente
serían adquiridos otros buques como el “Restauración” (que sustituyó al
“Constitución”) y junto con este mercante fueron incorporados el “Congreso”, el
“Democracia”, el vapor “Libertador”[23].
Este buque elevaría en un peldaño la naturaleza de la guerra en función de los
medios empleados dentro de un contexto global de transición tecnológica. El
vapor “Libertador” pasaría a ser el buque insignia de la flota nacional y
lograría capturar los principales buques de las fuerzas insurgentes paecistas,
es decir, los vapores “Scourge” y “General Jackson” (Ibíd.). El acto final de
la revolución paecista fue el envío del propio Páez a bordo del “Libertador” a
Saint Thomas.
Los aspectos
más concluyentes de esa confrontación civil fueron:
·
Para un poder menor
desde el punto de vista continental, la maniobra es el único medio para
garantizar su supervivencia como fuerza organizada de combate.
·
Esta maniobra en
nuestro caso en particular sólo es efectiva si se desarrolla en el espacio
marítimo.
·
Para poder derrotar
una concepción de maniobra de esa naturaleza de debe contar con una fuerza
naval adecuada
Para el año
1850, el país contó con una apreciable fuerza naval, pero Dallett precisó que
la principal preocupación fue la manutención y alistamiento de los medios
disponibles para que pudiese mantenerse el país en el rango de una nación
marítima. Este hecho nos indica que la capacidad existente materializada en el
apostadero naval de Puerto Cabello no era suficiente para los medios que estaba
comenzando a adquirir el país desde la insurrección del 48. Aun así, Dallett
señaló que el “Libertador” permaneció en dique seco de forma casi
ininterrumpida lo cual indica de suyo que existió una capacidad instalada. La
causa de mantener un alistamiento adecuado se basó en la presunción de la
necesidad de vigilar las costas del país frente a una posible nueva intentona
paecista. Además del “Libertador”, se contó hasta el año 1854 con los buques
“Bolívar”, “Monagas”, “Sucre” e “Integridad” con diversas limitaciones
relacionadas con el mantenimiento. Por ello el país comenzó a contratar marinos
especializados y a alquilar también buques artillados para la vigilancia
costera. Después del año 1854 la incapacidad para garantizar una razonable
disponibilidad operacional limitó la capacidad venezolana de usar el mar. Ello
hizo que en el año 1859 fuese adquirido el vapor “Venezuela”[24].
Siguiendo a Dallett se tiene que a partir del año 1860 y con la vuelta de Páez
al poder se trató de estimular la construcción naval en el país, pero esta no
produjo, en su momento, resultados inmediatos (Ibíd.:276). Para el año 1860,
Venezuela contó con los vapores “Regeneración”, “Orinoco”, “Unión”, “Venezuela”
y “Bolívar” que llegarían a participar en operaciones anti-subversivas contra
fuerzas rebeldes federales en Golfo Triste en el año 1859.
El momento
de inicio de la guerra federal estuvo marcado por el desembarco de Ezequiel
Zamora en Coro en febrero de 1859 quien proveniente de Curazao planificó la
toma del poder en Venezuela luego del agotamiento de la era paecista. Junto con él estuvieron también Juan
Crisóstomo Falcón y Antonio Guzmán Blanco quienes desembarcaron en Palmasola,
cuatro meses después. A parte de las maniobras de desembarco que movieron los
medios navales disponibles con resultado favorable a las fuerzas
institucionalistas, los combates de Santa Inés y Couplé, indican que el
escenario de la guerra fue esencialmente terrestre. La guerra o revolución
federal, como también se le conoce, se desarrolló en el espacio de maniobras de
acuerdo con la tipología realizada por Codazzi.
Después de
la guerra federal, el otro hecho de armas que involucró a la marina de guerra
fue el movimiento independentista zuliano liderado por José Venancio Pulgar. A
tal efecto, a finales del año 1869 la escuadra nacional fondeó en Maracaibo
para pacificar la ciudad (Bracho, 2011:46). Al año siguiente, con la revolución
de abril, se instalaría firmemente en el poder Guzmán Blanco, iniciando una
nueva era política en el país.
Una vez
hecho esta reseña histórica, podemos afirmar que la teoría de esta praxis
venezolana en este período estuvo sustentada en una doctrina basada, en primer
lugar, en una costumbre que tuvo como fundamento las prácticas navales
españolas, en nuestro territorio, anteriores a 1810 y de aquellas operaciones
navales que se desarrollaron durante la guerra de independencia y, en segundo
lugar, en la experiencia en combate de muchos marinos veteranos de guerra. Para
que se tenga una idea, al menos hasta 1848, los conductores de dichas operaciones
navales fueron marinos veteranos de la gesta independentista. Por tal motivo
Dallett (1970:260) expresó que estos
veteranos le dieron a la naciente marina venezolana una tradición naval ante de
poseer formalmente una marina de guerra.
Como se sabe,
doctrina es una metodología normativizada que persigue la consecución de algún
propósito específico. Teniendo este concepto en mente, podemos afirmar que
desde el punto de vista marítimo, la doctrina estuvo circunscrita, como ya
asomamos, a la práctica marinera y consecuentemente la enseñanza marinera tal
como lo ha indicado Bracho en su Iconología
Naval Venezolana. En esta obra Bracho (2011) señala entre otras cosas, el
inicio de la escuela náutica y de pilotaje de Margarita y Maracaibo y la
creación de la escuela naval de Guayana entre los años 1837 y 1843. En el año
1874 se establece la escuela náutica de Caracas (Ibíd.), pero, ¿Dónde y cómo se
enseñaban los aspectos específicos de la táctica naval como el corso, el
combate en línea o el bloqueo?. Estas interrogantes nos colocan en la posición
de considerar las actividades marineras como arte y como ciencia, y nos podría
ayudar a dar luces acerca de cómo se mantuvo la conducta operacional venezolana
después de la guerra de independencia en el ámbito marítimo.
b. La Teoría
Venezolana de la Guerra en el mar.
Ya hemos
indicado qué significa doctrina desde el punto de vista de la práctica
marinera. Sin embargo, si consideramos la palabra ‘metodología’ en un sentido
más amplio, esta se extiende a todas las actividades en el sentido de cómo
éstas se desarrollan y alcanzan el propósito que se ha establecido. Es decir,
si consideramos la práctica marinera como punto referencial, podemos decir que
esta corresponde a un medio para alcanzar algo que a su vez es un medio cuya
causa primera se encuentra en la república. Así pues, la asunción del libre
comercio desde una perspectiva política liberal y la necesidad de preservar la
integridad territorial y la autodeterminación que constituyeron el fundamento
de la república en el año 1830 generó una serie de consecuencias que requieren
de una metodología para dar respuestas adecuadas para la consecución del
objetivo determinado. Para que se tenga una idea de lo que se está afirmando,
la doctrina marítima británica incluye desde la determinación de los intereses
marítimos susceptibles de ser defendidos hasta el modo de operar y mantener un
sistema a bordo de un buque.
Teniendo
estos aspectos presentes se puede afirmar que Venezuela después del año 1830
contó en el mar con una considerable capacidad de proyección costera, es decir,
cercana al espacio fortificado que se fue reduciendo paulatinamente y así como
ha insistido Nieves-Croes, existieron un conjunto de instituciones marítimas
que velaron por la seguridad de nuestros espacios que fueron producto tanto de
la herencia española así como de la evolución necesaria generada como
consecuencia del proceso independentista que le dio continuidad a la presencia
venezolana en sus espacios marítimos y fluviales. En este contexto, se enmarca
el pensamiento de Codazzi.
El
pensamiento de Codazzi (1841/1960) fue esencialmente una reflexión acerca de
las condiciones de posibilidad de defensa del país un lustro después de la
derrota de la Revolución de las Reformas.
Para este venezolano la defensa del país consistía en la defensa de su naturaleza,
su clima, sus malos caminos, sus desiertos y el “pecho de sus hijos”. Y agregó
además que no se podía defender las costas de Venezuela por su gran extensión,
“por lo bonancible de sus mares, por los muchos puertos, ensenadas y puntos de
anclaje por donde un enemigo puede desembarcar”. Por tal motivo la defensa
tenía que hacerse desde el interior, “que ofrece en sus tres zonas, tres líneas
de defensa que son la serranía, los llanos y los bosques”. La primera línea de
defensa va desde la costa hasta el borde de las llanuras a través de toda la
cordillera que va casi paralela a la costa
“Allí
está la masa principal de la población, todo el comercio y la agricultura. Esta
parte es la más interesante, la que tiene más puntos y posiciones militares, la
que es imposible que un enemigo pueda ocupar en toda su extensión, y
finalmente, la que ofrece más recursos: se puede llamar el verdadero teatro de
la infantería venezolana” (Ibíd.)
La segunda
línea de defensa va desde el pie de la serranía hasta el inicio de la selva
conformado por las grandes sabanas y constituye el espacio de maniobra de la
caballería venezolana. La tercera línea de defensa la constituye la selva que
constituye una “barrera inexpugnable a todo enemigo”. Según Codazzi, la forma
en que se desarrollaría la defensa se haría por intermedio del apoyo que
recibiría la cordillera de la costa por parte de las sabanas y los llanos, un
apoyo que no podría ser estorbado por ningún enemigo y los llanos tendrían sus
espaldas cubiertas (Ibíd.). Dicho de otra manera podríamos indicar que la
cordillera de la costa era percibida por este pensador como el espacio de
defensa, las sabanas y los llanos como el espacio de maniobra y la selva como
el espacio de resistencia. Con este criterio codazziano podemos examinar el
desarrollo de las campañas militares desarrolladas por los oponentes
venezolanos entre 1848 y 1850.
La
insurrección paecista del año 1848 comenzó con un repliegue a los llanos para
concentrar sus fuerzas. Esta concentración no pudo efectivamente realizarse por
la rapidez desplegada por Mariño al mando de las fuerzas monagistas, por lo que
Páez buscó un punto de la costa que fungiera como punto de apoyo para lograr
una base más eficiente para concentrar sus fuerzas en la segunda línea de
defensa. Mientras ello ocurría usó al mar como espacio de protección por la
dificultad del país de defender sus costas, por lo que Monagas se vio en la
necesidad de desarrollar una capacidad marítima para proyectarse sobre los insurrectos. De aquí se puede
afirmar que Monagas y Páez concluyeron que la única manera de defender las
costas fue por intermedio de una armada.
Después del
año 1841, hubo además cuatro aspectos que llamaron la atención de las nuevas
autoridades: en primer lugar, la necesidad de asegurar la soberanía de los
espacios insulares fuera del cinturón fortificado como el archipiélago de Aves
e isla Aves frente a los neerlandeses, en segundo lugar, el planteamiento del
problema de cómo asegurar los espacios ubicados más allá de la llave
estratégica representada por Angostura frente a Colombia y Brasil, en tercer
lugar, la preocupación de cómo responder frente a aquel espacio continental
ubicado fuera del cinturón fortificado y que había comenzado a ocupar el Reino
Unido, específicamente en el territorio ubicado al oeste del rio Esequibo y, en
cuarto lugar, la atención a las amenazas provenientes de venezolanos que
buscaron subvertir el orden existente en el país. En parte de estas
preocupaciones se circunscribe la exposición que dirige al Congreso el
Secretario de Guerra y Marina Rafael Castelli en el año 1851[25].
Con respecto
a isla Aves, en la exposición de Castelli del año 1851 no se hace ninguna
mención. Los problemas se iniciarían formalmente en el año 1854 cuando el Reino
de los Países Bajos reclamó su soberanía por formar parte, según sus
pretensiones, de la isla de Saba ubicada a 100 millas náuticas aproximadamente.
En relación
con el segundo aspecto, es decir, la situación de los vecinos Colombia y Brasil
es de mencionar que Castelli, expresó que debe ser de preocupación el
dispositivo militar neogranadino en la frontera del Táchira. A partir de esta
preocupación este pensador venezolano planteó la necesidad de “igualar” las
fuerzas “con el fin de inspirar y conservar el respeto recíproco”. Con respecto
a Brasil, este autor señaló que siendo San Carlos el único punto de contacto
con el vecino del sur y que los esfuerzos por poblar esa comarca no habían sido
exitosos recomendaba el establecimiento de una colonia “semi-militar”. La
necesidad de esta propuesta estaba dada por la importancia que estaba cobrando
Guayana en relación con hallazgos de importantes lavaderos de oro en el río
Caura, el Caroní y en la Corona que en el pasado la denominaron El Dorado.
La
preocupación de Guayana permite abordar el tercer aspecto relativo al Esequibo.
En este caso Castelli destaca la necesidad de proteger ese espacio y lo hace
afirmando que en el pasado la sola mención de la palabra El Dorado, motivo la invasión del mismo. Este espacio no se perdió
en ese entonces porque los invasores no habían conseguido nada. Como nos ha
señalado Bracho, los invasores fueron Raleigh en 1595, Keymes en 1596, Keymes y
Raleigh hijo en 1618, Janson en 1629 (Blanco, 2010), y los ingleses en el año
1739 dentro del marco de la denominada Guerra del Contrabando. Llama la
atención que el Secretario de Guerra y Marina no hace ninguna alusión al Reino
Unido en la exposición que realiza ante las cámaras en el año 1851 si se
considera el tema de los territorios al oeste del río Esequibo. La causa de
esta omisión pudo ser debido al papel que jugó la casa Boulton en cooperar para
que el presidente Monagas lograra mantenerse en el poder.
Con respecto
al último aspecto, el Secretario de Guerra y Marina de ese entonces planteó la
necesidad de mantener, dentro de un contexto de limitaciones presupuestarias,
la Comandancia de los castillos de San Carlos de Maracaibo y Libertador por un
la “necesidad de conservación de la tranquilidad pública”. La importancia de
San Carlos se debía a que era el,
“… guardián armado de la entrada del gran lago,
comandancia al fin de un hermoso y fuerte castillo, hace de aquel puesto el
mando militar más importante de toda la república…”
Igual
acotación de importancia hizo de Sinamaica, por estar “continuamente amenazada
y aun recientemente invadida por los feroces goajiros…”. La fortificación de
esta plaza había quedado abandonada por la insurrección del año 1848 y
planteaba la necesidad de retomar nuevamente los trabajos.
La
concepción de Castelli (1851/1969), a pesar de la experiencia de la
insurrección paecista era de carácter epirocrático. Este carácter se debía a
que su foco apuntaba a la manutención del cordón fortificado mediante la
propuesta de adquisición de fusiles de pistón y cañones paix-hence para la defensa de costa. En cierto sentido, de lo que
se desprende de la exposición realizada al congreso es que mantiene la
concepción Codazzi con un foco orientado a Brasil (por el río Negro) y el
occidente del país frente a la Nueva Granada en algo que podríamos denominar
disuasión estratégica convencional. En este sentido, Castelli comenzó su
exposición afirmando lo siguiente:
“El que quiere la paz, debe prepararse para la guerra:
esto se ha dicho en todos los tiempos con demasiado fundamento; y se puede
añadir con no menos verdad: que las naciones como los individuos están sujeto a
humillaciones y sufrimientos en razón inversa a sus fuerzas materiales; de aquí
la necesidad en ellas de estar armadas en la proporción en que estén sus
vecinos, en cuanto lo permitan su población y sus facultades; la de estarlo por
lo menos con fuerzas iguales y de aun ostentar sus fuerzas” (Ibíd.).
Si bien es
cierto la existencia de problemas presupuestarios heredados antes de la guerra
y agravados como consecuencia de esta, la pregunta que surge al respecto es,
¿por qué no se hizo algún tipo de intento para impulsar el desarrollo de las
capacidades marítimas del país y hubo que esperar al decreto de Páez del año
1860?.
Para el año
1860, Venezuela estaría sumergida en la guerra federal, por lo que la
preocupación de la clase dirigente del país fue la de mantenerse o tomar el
poder. Sólo en el año 1866 fue adquirido un vapor que se le dio el nombre de
“Libertador” y en ese mismo año, el comandante y su tripulación, toda de origen
inglés, desertó y llevaron el buque a Trinidad. El vapor sería devuelto
posteriormente. Este vapor presumiblemente participaría en la pacificación de
Maracaibo en el año 1869.
Con el nuevo
desembarco de Guzmán Blanco en Falcón en el año 1860 podemos afirmar que lo que
hemos denominado como la fortaleza Venezuela se comenzó a visualizar como
vulnerable desde el punto de vista marítimo con el agravante de la existencia
de dos enclaves extranjeros frente al territorio: uno en la desembocadura del
rio Orinoco y otro frente a la cuenca del lago de Maracaibo. De igual forma se
planteó la necesidad de redimensionar el papel de los ríos, en especial la red
del Orinoco, entendidos como canales de movimiento al sur del país para
asegurar la defensa nacional. Esta vulnerabilidad se corroboró en primer lugar,
por la diplomacia naval practicada contra Venezuela por el Reino de los Países
Bajos en el año 1849, y por Francia y el Reino Unido en las décadas
subsiguientes. Estos actos tuvieron su origen en causas internas propiamente.
En el caso neerlandés, sus acciones se iniciaron, en primer lugar, por las
amenazas que sufrieron las islas holandesas por el apoyo que los insurgentes
venezolanos habían recibido de sus gobernantes y, en segundo lugar, por el
supuesto perjuicio que tuvieron comerciantes judíos radicados en la ciudad de
Coro por parte de nacionales venezolanos, obligándolos supuestamente a recurrir
ante el Gobernador de las islas holandesas para que intercediera ante el
gobierno venezolano. Con esta justificación, los neerlandeses aprovecharon las
circunstancias para reclamar la posesión de isla de Aves. A pesar del pago que
tuvo que realizar el estado venezolano, después de haberse resuelto la disputa
en un tribunal de arbitraje, Isla de Aves continuó siendo parte del territorio
nacional asegurándole al país un amplio espacio de mar en el mediterráneo
americano gracias a la evolución posterior que ha tenido el derecho del mar[26].
El acto de diplomacia de cañoneras realizado por Francia y el Reino Unido a
partir del año 1858 se inició como consecuencia de la caída del presidente de
Venezuela en ese entonces General José Tadeo Monagas. Este General se refugió
en la legación francesa y luego de una serie de errores cometidos por el nuevo
gobierno para tratar de apresarlo, los galos junto a representantes británicos
solicitaron una satisfacción por la ofensa a las que fueron sometidos los
primeros. Como los franceses e ingleses no obtuvieron respuesta, el puerto de
La Guaira fue “visitado” por cinco buques de guerra y luego de detener varias
embarcaciones, el gobierno venezolano dejó salir al depuesto presidente
poniendo fin a ese problema (Blanco, 2004)[27].
Estas “visitas” se repetirían posteriormente para cobrar deudas contraídas por
la república durante la guerra de independencia.
Los actos de
diplomacia de cañoneras que comenzó a sufrir el país en ese período iniciarían
el proceso de modelaje de la conducta estratégica venezolana. Las citadas
acciones generaron una respuesta acorde con las capacidades disponibles, pero
no se crearon o desarrollaron las condiciones productivas que evitaran o al
menos redujeran la posibilidad de ocurrencia de una situación amenazante sobre
todo si se tiene presente que ya en ese momento histórico existían problemas
territoriales con importantes consecuencias marítimas. A este respecto, habría
que examinar qué llegó a ser el apostadero de marina de Puerto Cabello después
de la guerra de independencia en términos productivos para entender cómo esta
entidad podría haber generado las condiciones de posibilidad de erigir una
industria nacional que constituyera un trampolín para el desarrollo. Este
examen nos va a permitir introducirnos en el tema de la conducta estratégica
nacional y analizar consecuentemente, la evolución del pensamiento acerca de la
defensa desde Codazzi hasta Castelli para finalizar describiendo y analizando
los medios disponibles en el período. ….
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[1]
En el texto de González Guinan aparece la expresión “poder marítimo”, pero
si se considera que su obra de
quince tomos la comenzó en el año 1891 y la finalizó en el año 1915 y que la
referencia usada corresponde a los últimos tomos es de suponer, al menos que se
demuestre lo contrario, que lo escrito por González Guinan es contemporáneo con
el realizado por Díaz.
[2]
Ver al respecto: Bracho (2005 a y b).
[3]Los
supuestos fundamentales del sistema mercantilista fueron, en general, los
siguientes: los metales preciosos constituyen la medida más valiosa de la
riqueza de una nación; aparte de la extracción de minerales, el comercio es el medio principal de acumular
metales preciosos en forma de numerarios; como consecuencia de lo anterior hay
que favorecer las exportaciones y reducir las importaciones, establecer
colonias para garantizar provisión de materias primas y asegurar mercados de
productos terminados (Barnes, 1987:326)
[4]
Los fractales son entidades matemáticas que están por todas partes. Por sus
cualidades son difíciles de definir porque no todos cumplen con las mismas
características. Sin embargo, poseen algo en común, es decir, son el producto
de la repetición de un proceso geométrico elemental que da lugar a una
estructura final de una complicación extraordinaria. Hay muchos objetos de la
naturaleza que, debido a su estructura o comportamiento, son considerados
fractales naturales aunque no lo parezcan: las nubes, las montañas, las costas,
los árboles y los ríos. En lo que se diferencian de los fractales matemáticos
es que éstos son entidades infinitas. El padre de esta nueva manera de concebir
matemáticamente la naturaleza fue primeramente G. Julia y posteriormente, B.
Mandelbrot. (DyG, 2008).
[5]
Estas llaves abarcaban desde la Florida, las Antillas mayores, Centroamérica
hasta Cartagena de Indias (Ibíd.:39).
[6]
Ver también: Bracho (2005a) y Blanco (2004).
[7]Bracho
al respecto ha hecho una importante recopilación acerca de las incursiones
realizadas contra el territorio que hoy se conoce como Venezuela. En esa
recopilación ha indicado que en al menos en veinticinco oportunidades nuestras
costas fueron atacadas de forma localizada o simultánea por importantes fuerzas
francesas, neerlandesas o inglesas. Ver al respecto: Bracho (Blanco, 2010:17).
Sobre la pérdida de las Antillas Holandesas ver al respecto: ArteHistoria,
“Holandeses: guerra de la Sal y contrabando” en http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/1591.htm..
Y sobre la pérdida de Trinidad ver: Zapatero (1990)
[8]
Sin embargo, es de destacar que Dallett (1955) expresó que el comercio entre
Filadelfia y la Guaira databa de 1797, “cuando Carlos IV ordenó que se abrieran
los puertos de la Capitanía General de Venezuela para recibir los víveres y las
municiones norteamericanas. Esta orden del monarca fué dada a raíz de la guerra
europea, que afectaba sobremanera la economía española de aquellos tiempos. El
primer barco que zarpara de un puerto venezolano llegó a Filadelfia en 1798.
Venía de La Guaira y sus depósitos estaban cargados de algodón, azúcar y corcho
peruano”.
[9]
Ver al respecto: Blanco (2004) y Rivero-Blanco (2013).
[10]Esta afirmación sugiere la implantación de una
estrategia acorde con las necesidades de guerra que bien podría categorizarse
como de guerra prolongada y en este sentido es conveniente destacar que la
guerra de corso fue una de las prácticas más empleadas según Franco (2009) y
Pérez (1992). El corso patriota se caracterizó por enmarcarse dentro de
tácticas dilatorias “fiados en la mayor movilidad de sus naves y la escasez de
embarcaciones españolas...”,“...con el fin de que el tiempo y el mar dejasen a
los españoles desprovistos de buques” (Ibíd.:264 y 268). Ciertamente los
patriotas tuvieron plena conciencia de las limitaciones de los realistas en
cuanto a medios, pero si se considera que los medios navales patriotas eran de
proveniencia privada, institucionalizada por una patente de corso, la necesidad
de preservar la empresa como medio de sustento era un imperativo funcional y de
ahí se pudiera presumir la prudencia en realizar combates directos contra unos
enemigos dispuestos a acabar la insurrección por cualquier medio.
[11]
En el año 1813 la fragata Venganza,
condujo a mil soldados a Puerto Cabello (Blanco, 2004).
[12]
Ver también: Díaz (2009).
[13]
Hay que recordar que para el momento del estallido de la guerra, se estaba
constituyendo en Europa una importante coalición anti-napoleónica que tuvo en
el mismo bando a España, el Reino Unido y los Países Bajos, por lo que estos
territorios, para efectos de la guerra que se libraba en tierra firme eran más
o menos neutrales. De ahí la importancia de Haití como lugar de proyección de
las operaciones navales bolivarianas.
[14]
Piar expresó que la Guayana era “la llave de los llanos, es la fortaleza de
Venezuela... ella por su posición está en contacto con los países extranjeros y
con todo el interior; ella está cubierta y defendida por un muro más fuerte que
el bronce, por el Orinoco, ella, es en fin, el único territorio de Venezuela
que exento de las calamidades de la guerra anterior nos ofrece recursos para
proveernos de lo necesario, y el único punto de defensa que podemos elegir, así
para establecer nuestros almacenes, como para tener un asilo seguro si la
suerte nos redujese al último término. La ocupación de Guayana debe ser, pues,
con preferencia, el objeto de nuestros esfuerzos. Sus ventajas son
incalculables, y los males que produciría el dejarla a nuestra espalda son conocidos de todos los venezolanos”.
La importancia del corso fue tan relevante que el Contralmirante francés Jurien
de la Graviere afirmó que esta guerrilla naval, hizo perder sólo a Francia
veintitrés buques destinados al comercio en un solo año motivando la presencia
de una escuadra francesa en Puerto Cabello para resolver “diplomáticamente”,
estas perturbaciones al tráfico marítimo. Ver al respecto: Blanco (2004).
Laborde, expresó que para corregir los problemas derivados del corso
instrumentó a partir del año 1821 un sistema de convoyes entre Puerto Cabello,
La Guaira, Puerto Rico y Saint Thomas para minimizar las posibilidades de
pérdidas comerciales más allá de lo grave que ya fueron (Chaves, 2009:233).
[15]La campaña del sur se inició en Angostura, luego
del Congreso Constituyente, para lo cual se remontó el río Orinoco y el Arauca,
para cruzar la región más septentrional de los Andes. Luego de Boyacá, una
parte de las fuerzas patriotas navegaron el río Magdalena dirigiéndose al norte
ganando la costa, liberaron Cartagena de Indias y siguieron al este
desembocando en el lago de Maracaibo por mar, mientras que otros lo hacían
desde el este por tierra y mar.
[16]
Ver al respecto: Rodríguez (2014).
[17]
Si bien es cierto que pudo haber sido posible que la monarquía española pensase
en recuperar sus dominios, también es cierto que el absolutismo monárquico
entraría en crisis después del año 1817 y ello reduciría la capacidad militar
ibérica para emprender grandes operaciones fuera de la península.
[18]
El intento de captura lo realizó la corbeta “General Soublette”. Ver al
respecto: Barroso (2002).
[19]
En este sentido, hay que recordar que las costas venezolanas fungieron como un
área de concentración de la escuadra combinada franco-española que iba a
ejecutar la captura de Jamaica en el año 1782 (Blanco, 2004). Como se sabe esta
operación no se llegaría a realizar por la derrota que sufriría una escuadra
francesa de complemento en el estrecho de Los Santos. Al respecto, Mahan (1890/2011),
señaló que con esta batalla, el Reino Unido se convertiría en la principal
potencia marítima mundial hasta la elaboración, al menos, de su obra Influencia del Poder Naval en la Historia…
[20]
Ver al respecto: “CNS María Francisca-1822”. [Documento en línea]. Disponible: http://oceania.pbworks.com
[21]
Así se tiene que, para el año 1825-1827, Colombia comerciaba café con el Reino
Unido, tal como se desprende de la reseña realizada por Cartay (1996) sobre la
crisis económica mundial de 1825, que deprimió económicamente a la Gran
Bretaña, reduciendo el precio del quintal del café en Venezuela de 11 pesos
a 7,50, cuando el costo de producción
del quintal oscilaba en torno a los 9 pesos. De igual forma, Dallett (1955),
por su parte indicó que para el año 1822 los puertos de La Guaira, Puerto
Cabello y Maracaibo estaban repletos de comerciantes extranjeros, ingleses, alemanes,
daneses, franceses y norteamericanos. En
ese año el joven John Dallett “ingresó en la firma Rivero, de Caracas,
para vender los soldaditos de plomo, las
muñecas y el jabón que fabricaba su
padre en Filadelfia. Para 1826 se trasladó a La Guaira, donde John Boulton
comerciaba entre Venezuela e Inglaterra cognac, café, añil y cacao.
[22]
También, en ese período se envió una fragata a Haití para persuadir, dentro del
marco de la diplomacia de cañoneras, al gobierno de ese país para que dejase de
apoyar a los insurrectos de la “Revolución de las Reformas” (Blanco, 2004).
[23]
Según Dallett, este buque fue puesto fuera de servicio en el año 1850 y fue
sustituido ese mismo año por otro vapor de 370 Toneladas (1970:272).
[24]
Este buque contó con dos cañones giratorios de hierro de veinticuatro libras,
ochenta largos chuzos de abordar, veinte cortos y cien machetes, según Dallett
(1955).
[25]
Ver al respecto: Presidencia de la República (1969).
[26]
En 1854, la goleta de guerra “Falcón” desalojó de isla de Aves a las compañías
de guano estadounidense (Ibíd.:46). En 1855 también se repitió el mismo
episodio, agregándose además el desalojo del bergantín “Mary Elizabeth” por la
goleta venezolana “Monagas” por explotar guano en “Los Monjes”. También ocurrió
en el año 1859, pero en la Blanquilla. En 1863 se persiguió el barco neerlandés
“Anna Elizabeth” por navegar en aguas territoriales a la altura de punta
Macolla.
[27]
Según Dallett, uno de los buques venezolanos fue hundido durante el bloqueo,
pero no especificó su nombre (1970:276).
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