Problema: Aprehender
el fenómeno conflicto a través de la epistemología social
Para empezar sería conveniente tratar de
precisar que se entiende por conflicto. El conflicto la Real Academia Española
lo define como combate, lucha, pelea, enfrentamiento armado. Apuro situación
desgraciada y de difícil salida. Problema, cuestión, materia de discusión.
Coexistencia de tendencias contradictorias en el individuo capaces de generar
angustia y trastornos neuróticos. Esta definición considera al conflicto
referido desde un ente tanto hacia otro como dentro del mismo ente. Es tomado
del latín conflictus que significa lo mismo, afectos de amor y odio,
aprieto, estrecho, peligro, trabajo que sucede y angustia el animo. De igual
forma, la guerra es definida como estado, pugna, disidencia entre dos o más
personas, lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos en una misma
nación, toda especie de lucha o combate aunque sea en sentido moral; oposición
de una cosa con otra; hostilidad declarada, entablar abiertamente lucha o
competencia con alguien[1].
De estas dos definiciones se observa una sinonimia, con la excepción que en el
caso de la guerra se especifica con mayor claridad a los entes que pudieran
encontrarse en ese estado. También es conveniente destacar que ambas
definiciones expresan que el conflicto-guerra es un acto y un estado.
La importancia de
que la guerra-conflicto sea vista como un acto y un estado se debe a que la
filosofía política, en general, desde Hobbes ha considerado un estado de la
naturaleza como un estado de guerra. En ese sentido Hobbes expresó que la
guerra no sólo consiste en el acto de luchar sino que es un periodo en que la
voluntad de confrontación violenta es suficientemente declarada. Todo otro
tiempo es tiempo de paz. Con esta expresión a la noción de estado y acto se le
agrega otro componente, es decir, el tiempo.
La idea del
estado permite introducir el concepto de cambio, puesto que el cambiar contiene
el estado y el acto. El paso estrecho de un estado al otro en donde confluyen
la unión y la oposición, se podría entender en una primera instancia como
guerra o conflicto. Aquí es conveniente acotar que se utilizará la palabra
“conflicto” aunque se podría usar sin ningún inconveniente la palabra “guerra”.
Fernando Miliá[2]
hizo un análisis estructural del conflicto, y expresa que a este estado se
llega por una situación causal que es producto de una alteración de una
situación ordinaria provocando un problema. El deseo y consecuentemente la
voluntad de volver a la situación ordinaria produce la confrontación, es decir,
el conflicto. Pero como ya se hizo mención el conflicto es el momento de paso
de un estado a otro, un momento de cambio caracterizado por su estrechez puesto
que como es posible que se de un cambio de estado, este no es necesariamente
dado en su totalidad. Los aspectos que aquí son conveniente recoger son lo que
podría entenderse como una “situación problemática” y la “voluntad”.
La situación problemática es un desequilibrio producto de una insatisfacción.
Esta insatisfacción da origen a deseos o determinaciones de la razón que pueden
conllevar al establecimiento de necesidades. Estas necesidades pueden propender
al establecimiento de intereses que la volunta los convierte en objetivos
conduciendo a la acción. La voluntad es la facultad de decidir y ordenar la
conducta propia o también elección de algo sin precepto o impulso externo que a
ello obligue.
Clausewitz[3],
principal teórico de la guerra, expresó que ésta es un acto cruento y violento
que persigue como propósito doblegar la voluntad del adversario con la
finalidad de conseguir un objetivo político. Por tal motivo se ha podido
afirmar que la guerra es la continuación de la política con otros medios.
En la definición clasewitziana se evidencia que la guerra es un acto,
pero como este caso el empleo de la fuerza es un uso normal, entonces la idea
de periodo y consecuentemente de estado está presente, pero también está
presente la idea de una situación de satisfacción que está relacionada con el
objetivo alcanzado, por lo tanto se puede afirmar que el periodo de
confrontación y de la voluntad de confrontarse es indeterminado. Esta
circunstancia da a la noción de guerra o conflicto la representación de acto,
estado en un periodo indeterminado, obstáculo, inseguridad y peligro. El conflicto es, por
consiguiente, mixto y múltiple, es el estado natural de las relaciones humanas,
pero este se presenta como consecuencia del proceso de cambio de lo viejo a lo
nuevo.
El conflicto, según Frischknecht[4]
surge de la diversidad de significados o concepciones resultantes de atribuir
valores diferentes a los mismos objetos. Estos significados provienen de los
diversos tipos de representaciones que las comunidades hacen de la realidad y
es lo que permite afirmar que la imagen que se tenga de una situación
específica determina si hay o no un conflicto, es decir, si las imágenes que
comparten tanto los tomadores de decisiones como los ejecutores de esas
decisiones representan una situación conflictiva, hay conflicto o dicho de otra
manera necesidad de cambiar una situación desventajosa.
El desequilibrio que estas representaciones producen y el deseo de
volver a una situación original o ventajosa provoca el estado y el acto de esa
circunstancia de cambio. Por ello se puede afirmar que el proceso de cambio es
un acto racional constituyendo el conflicto el estrecho paso de un estado a
otro. Estos significados provienen de la diversidad de visiones del mundo que
tienen los actores, de la natural evolución de sus intereses y de la intención
de influirse mutuamente. El nivel de conflicto determina la magnitud de los
medios puestos en juegos.
Esta visión del conflicto presentada por Frischknecht considera que la
determinación del objetivo es realizada racionalmente y para ello se vale de la
definición kantiana de interés. Según Aron[5],
el método clausewitziano es dialéctico en sentido clásico. En él se maneja la
relación entre tres parejas de conceptos: defensa-ataque, medios-fines, fuerza
material-moral y varía de una a otra.
Las fuerzas materiales y fuerzas morales[6]
remiten, respectivamente, a las cosas y a los hombres. La fuerza resulta de la
unión de estos dos conceptos: Por un lado, la capacidad empleada, por el otro
la confianza de los individuos en sus conductores, la experiencia... etc.
Ataque y defensa no son excluyentes: en el ataque se puede defender y en la
defensa se puede atacar. Ambas se disuelven cuando ocurre el choque.
Relación medios y fines está determinada por la determinación tanto de
los medios como de los fines en el momento de plantearse el conflicto. Esta
ambigüedad plantea: ¿Qué?, ¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Por qué? Y así
sucesivamente. Los medios son los medios de cambio que varían según la apuesta
en juego, o sea los fines. Estos fines, generalmente, cambian según el nivel de
decisión, es decir, el proceso racional a la que se encuentra inmerso un grupo
varía de acuerdo a su ubicación en una estructura organizacional. Los problemas
a los que se encuentra cada individuo tanto desde el punto de vista vertical,
como horizontal son diferentes y en esta relación están inmersa las otras dos
anteriores relativas a fuerza-moral y ofensiva-defensiva conformando pues tres
momentos que juntos producen el cambio, esto es el conflicto.
Pero el objeto de conocimiento está contenido en cada nivel haciendose
énfasis en un problema específico. La idea que se persigue es la articulación
del todo, es decir, el objeto determinado por la voluntad en todos de manera
que se genere el movimiento que conlleve a la obtención del fin y en estas
circunstancias se produce un movimiento donde se pasa de la particularidad a la
generalidad y de la generalidad a la particularidad en cada nivel y entre
niveles. De igual forma se produce un movimiento en donde el conocimiento tácito
se hace explicito y lo explicito se hace tácito.
La constatación, verificación o evaluación
no va dirigida a los resultados sino al conflicto para determinar si este es
satisfactorio o no. La motivación en ese sentido hace un juicio global de la situación
y pondera los resultados estableciendo si continua o no en ese estado fijando
otro nuevo proceso de cambio. La situación, su evolución y posterior evaluación
completan la concepción del cambio para el sujeto. Esta concepción es sólo un
conjunto de ideas a ser comprobadas en la acción (Frischknecht), en otras
palabras este es un proceso de ensayo y error. En el nivel operacional el
comportamiento de los ejecutores es heurístico, es decir, implica la
investigación de documentos o fuentes históricas y el arte de inventar[7].
En la táctica el proceso es
empírico, cualitativo y algorítmico.
Desde
el punto de vista de la Justificación, la guerra se ha topado desde la edad
media con el concepto de “guerra justa”. Este fue un intento para justificar o
legitimar algo que no ha sido un bien en si pero necesario para la conquista y
colonización violenta que se realizó desde la edad media y la edad moderna[8].
Pero como este concepto no aclaraba que era lo que se consideraba una guerra
justa, fue necesario establecer otro que evitara pronunciarse sobre la difícil
cuestión de saber quién tiene la razón ética o moral en una guerra. La primera
aproximación sobre este asunto la hizo Baltasar Ayala quien consiguió
diferenciar entre las guerras que corresponden a la confrontación entre dos
estados soberanos calificados cada uno de ellos de "iustus hosti" y
las "guerras civiles" y "demás persecuciones penales y supresión
de bandidos, rebeldes y piratas". El uso de la palabra "justo"
en el sentido de la "guerra justa" fue entendido entonces en el
sentido de "ajustado a la forma"[9].
Varios
siglos después Kant introdujo la categoría política del "enemigo
injusto" rompiendo con ello la "igualdad formal" entre Estados
beligerantes. Él definió como
"enemigo injusto" a aquel "cuya voluntad manifestada
públicamente es evidencia de una máxima según la cual, si se convirtiera en
máxima general, no sería posible un estado de paz entre los pueblos, sino que
habría de eternizarse el estado de naturaleza", con ello sentó las bases para
la conformación de representaciones que tienden a la exclusión, discriminación,
dominación y agresión o retaliación[10].
Por supuesto que esta calificación parece no haber contribuido a una paz
perpetua sino a un estado de la naturaleza interestatal en el más puro sentido
kantiano como pareciera evidenciarse hoy en día. Al respecto, Kant ha
posibilitado la introducción de "guerras" contra un
"enemigo" que es considerado peor que un "criminal", en
lugar de un adversario, alejando así las posibilidades de un cambio por vías no
estrechas.
Desde
la perspectiva simbólica esta interpretación ha permitido convertir a la
modernidad, como una realidad construida, un símbolo que permite justificar los
cambios signados por la estrechez o el conflicto. La modernidad, consecuentemente
es un imaginario a partir del cual se determina lo que es bueno y lo que es
malo y justifica el conflicto para hacer “bueno” lo que no lo es.
De igual forma, Kant desde el punto de vista de la filosofía política
fundamentó el estado de guerra en sentido hobbesiano, con algunas variantes de
naturaleza moral y de derecho privado que si bien describen el estado de guerra
como un estado de incertidumbre que dada la potencialidad del conflicto se
manifiesta ya antes de que este se concrete introduce otro conflicto dentro del
individuo entre lo que aspiro como máximo bien desde la perspectiva del
imperativo hipotético y el deber ser del imperativo categórico. Si volvemos al
concepto de conflicto esbozado previamente se tiene que Kant llega a estas dos conclusiones
partiendo de la separación o abstracción si se entiende por conflicto “lo
mismo”. En otras palabras Kant toma a los otros como opuestos que hay que
coaccionar, dominar o eventualmente eliminar si se hace extensiva la definición
del “enemigo injusto”.
Esta separación que realiza Kant permite traer a colación el concepto
hegeliano[11]
de esencia. El sistema filosófico de Kant parte de la propiedad esencial, es
decir la propiedad a través del cual es posible identificar al objeto
pudiéndose abstraer todo lo demás. Para Hegel “la esencia es pura reflexión. No
constituye así sino una relación consigo misma; no en cuanto relación
inmediata, sino en cuanto relación reflejada: es la identidad en si”. La
identidad, en este sentido es “el ser que ha devenido por la supresión de la
determinabilidad inmediata, y, por tanto, el ser en cuanto idealidad”, para
ello no es conveniente excluir la diferencia puesto que la identidad “contiene
también la diferencia”. Así pues, según Hegel “lo positivo” y “lo negativo” son
en si una sola determinación por lo que puede afirmar que “la razón de ser es
la unidad de la identidad y de la diferencia”. Estos conceptos guardan una
estrecha coincidencia con el concepto de conflicto al cual se ha hecho mención,
por lo que el conflicto, el cambio signado por su estrechez o la razón de ser
parecen constituir sinominias que reflejan una especie de oposición entre lo
separado y lo unido en el sentido que lo separado tiende hacia lo unido de muy
diversas formas.
Desde el punto de vista de los imaginarios la idea de lo separado
entendido como ha sido hasta ahora, desde la perspectiva kantiana, busca unir
mediante la exclusión (abstracción), dominación y asimilación. Expresado de una
manera más estrecha se podría interpretar que con la propiedad esencial no es
necesaria la diferencia considerándose a la unidad o totalidad solo como una
parte. Desde la perspectiva clausewitziana este imaginario se entiende desde lo
separado puesto que en coincidencia con Hegel, el conflicto absoluto se da en forma
ideal y la realidad mantiene la separación “el otro” como un mecanismo de
manutención en el juego, o sea que la unidad se produce en el juego, mientras
que en el resto de los momentos lo unido
se mantiene separado.
Pero, Hegel[12] teniendo
presente la importancia que Kant le otorga al espíritu subjetivo y a la
voluntad individual dentro de la perspectiva de la moralidad y la razón,
consideró el espíritu objetivo y las representaciones (bildung) como
constructores de una realidad que está en cambio constante, es decir,
desarrollo como la forma en que se manifiesta la autoconciencia (esencia) y la
eticidad. La liberación del alma es el telos del individuo y de los pueblos y
esta es entendida como medio y fin, por lo que esta búsqueda constante constituye
el desarrollo, un desarrollo que se produce mediante el cambio de estado. En
este sentido, la oposición no se produce, pero si la estrechez y la mismidad en
sus múltiples formas.
Entonces hay cambios dentro de uno y fuera de uno y así sucesivamente,
pero como este cambio se produce también entre otros entes la
intercambiabilidad se produce en la medida que el “Inter” permite que el cambio
dentro de uno y fuera de uno se ha más allá de la estrechez y la estrechez se
produce cuando hay dificultad para que el cambio se produzca. La estrechez se
manifiesta en estados causales, es decir, aprehensión, miedo, inseguridad, etc.
De lo expuesto anteriormente se evidencian tres momentos de cambio o
cambios signados por la estrechez (conflicto): el clasewitziano que se produce
en función de la relación medios-fines, el kantiano que se produce en función
de la dualidad entre el imperativo categórico y el imperativo hipotético y el
hegeliano cuyo objeto es la liberación del alma individual y colectiva. Estas
tres concepciones no se contradicen, al contrario se complementan, de hecho
Hegel parte de la idea de Kant para construir su sistema de legalidad. En el
caso de Clausewitz, este por si sólo podría ser considerado como una forma
desarrollada del imperativo hipotético kantiano que es teórico – instrumental,
y que explica la base material de un tipo de intercambio que es contrario al
desarrollo porque implica un desgaste o perdida de capacidades. Las tres
perspectivas podrían ser consideradas como un instrumento que permitiría
determinar las redes de ideas, imágenes, sentimientos, carencias y proyectos,
es decir, la realidad.
Estos tres ejes serían el eje de tres tipos de relaciones:
medios-fines, moralidad-fines y eticidad – fines. La primera de las relaciones
está dirigida a lo material (que puede ser físico o abstracto), la segunda de
las relaciones a los otros en tanto que el individuo se entiende como parte de
un colectivo y el tercer tipo de relaciones está dirigida a la búsqueda de la
autoconciencia.
Ahora estos momentos de cambio se producen
en el tiempo-tiempo. En ella, el movimiento que se produce en estos tres ejes
en un periodo y en un espacio determinado producen un tejido de relaciones que
se manifiestan en representaciones que van de lo tácito a lo explicito y
viceversa tanto desde el punto de vista individual como colectivo.
Consecuentemente, la verdad es el cambio,
pero el cambio entendido dentro de esta triple perspectiva puesto que en ella
sería posible identificar y evaluar el proceso de producción de conocimiento en
lo individual y en lo social[13],
debido a que en estos dos niveles jerárquicos las unidades se enfrentan a esta
trinidad. Ello hace posible la interacción de lo individual a lo individual y
de lo individual a lo social.
Desde el punto de vista de la Epistemología Social, estos momentos
podrían permitir la consideración de aspectos a-racionales (Laudan) entendidos
a partir de lo que se ha explicado de imaginarios sociales y podrían ser
medidos desde el punto de vista racional (Thagard) y a-racional mediante
métodos ya probados como el Delphi.
[1] El Diccionario de
Autoridades agrega además que la guerra es: modo y disposición de hacerla;
oposición y contrariedad que hace una cosa con otra como el calor al frío,
incluyendo dentro de esta conceptualización la guerra de entendimiento
entendida como la oposición de dictámenes, juicios y opiniones sobre cosas. Por su parte, el Diccionario de
Autoridades define el conflicto como: lucha, combate, pelea o batalla. Hallase
usado con frecuencia en lo moral, y que pertenece al animo y espíritu..
[2] MILIÁ, Fernando. El Conflicto. Análisis Estructural. Buenos
Aires. Instituto de Publicaciones Navales. 1985. 150 p.
[3] CLAUSEWITZ, Karl Von. On War.
Princeton University Press. California. 1989. 732 p.
[4] FRISCHKNECHT, Federico y otros. Lógica, Teoría y Práctica de la
Estrategia. Buenos Aires. Escuela de Guerra Naval. 1994. 271 p.
[5] ARON, Raymond. Pensar la Guerra, Clausewitz. Tomo I. La edad
europea. Madrid. Ministerio de la Defensa. 1993. Pp 323-331.
[6] La moral es aquí es entendida en el sentido que un individuo o un
colectivo entienden como idea del bien la dignidad.
[7] PERTUSIO, Roberto. Estrategia Operacional. 2ª Edición. Buenos Aires. IPN. 2000. p-19
[8] MUÑOZ, Antonio. Kant, Baltasar Ayala y Carl Schmitt: ¿hacia la
“guerra” perpetua o hacia verdaderos Tratados de Paz? Santo Tomás de Aquino estableció que los requisitos para que
una guerra sea declarada justa son: un fin puramente pacífico sin odios ni
ambiciones, causa justa, declaración de guerra por autoridad legítima, y
prohibición de toda mentira.
[9] Por esta razón, Baltasar Ayala señaló lo siguiente:
a) “la guerra en el sentido justo” hay
que desviarla de la justicia material, de la causa justa, hacia “las cualidades
formales de una guerra jurídico pública, es decir, interestatales”. Es esta la
cuestión fundamental: “la guerra ha de ser pública en ambos lados”. No puede
admitirse las “guerras privadas” (ámbito en el que tendría cabida los
“principios éticos” de negación de las “guerras”).
b) “la guerra justa” es la que se
produce entre “enemigos justos”. Y "enemigo" es el iustus hostis, el
soberano estatal en paridad e igualdad con el estado beligerante, aunque éste
no tenga "causa justa" para la guerra, en el sentido moral, ya que se
cumple sencillamente con ser un “estado soberano”.
c) la decisión sobre "si existe o
no una causa justa le corresponde exclusivamente a cada soberano estatal".
[10] En este sentido Kant entendió lo "justo" como
"moralmente" bueno, e "injusto" como "malo".
[11] HEGEL, G. W. F. Lógica. 2a edición Editorial Ricardo
Aguilera. Madrid. 1973. Pp 185-262
[12] HEGEL, G. W. F. Il Dominio della Política. Fenomenología dello
Spiritu. 2ª Edición. Editorial Riuniti. Roma. 1997. Pp 263-297
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