Las Expediciones realizadas por Francisco de
Miranda para independizar las colonias españolas de la América meridional en el
año 1806 se produjeron en un momento crítico para España en el sentido que el
cordón que la unía con sus provincias de ultramar había quedado roto como
consecuencia de la batalla naval de Trafalgar ocurrida el 21 de octubre del año
1805. Es decir, había sido severamente dañada su flota del mar océano. Este
hecho limitó la capacidad de respuesta de la metrópoli para asegurar el control
del mar en los espacios que estaban bajo su soberanía y jurisdicción y por
consiguiente la defensa de sus dominios americanos. No obstante ello, Miranda
fracasó en sus intentos no tanto por la debilidad de sus fuerzas (hay que
recordar que su pequeña fuerza fue interceptada en su primer intento en Ocumare
de la Costa), sino por la recepción que tuvo por parte de los individuos que
iban a ser independizados.
El problema que se presenta entonces es cómo se pudieron producir estos
intentos revolucionarios, cuando monarquías conservadoras estaban luchando
contra un restaurador (Napoleón Bonaparte), que usaba las ideas de la
revolución francesa para imponer el universalismo francés al resto del mundo.
Para ello se hace necesario hacer mención a cómo evolucionó la realidad
europea, desde el momento en que se instauró el equilibrio de poderes en
detrimento de la hegemonía española y las consecuencias que se derivarían de
ello en lo que se conocía como sistema internacional.
La Paz de Westfalia en 1648 determinó un equilibrio de poderes en Europa
que solo fue perturbado en una primera instancia por Luis XIV, hasta que
finalizó en el año 1715 la guerra de sucesión española. Este equilibrio
significó también el fin de la hegemonía mundial española. Otros aspectos que
fueron consecuencia de estas conversaciones de paz fueron la tolerancia
religiosa, el advenimiento del concepto estado-nación y la consagración del
principio de libertad de los mares que trajo un impacto directo en la expansión
del comercio a escala mundial.
La libertad de comercio fue un asunto que condicionó y ha condicionado las
relaciones entre las nacientes naciones-estado puesto que, en un principio, se
asoció acumulación de numerarios[1]
con grandeza nacional. En este sentido, el mercantilismo como tal tenía como
principio fundamental la regulación de toda la actividad económica para
conseguir el objetivo público deseado. Esta acotación es pertinente en el
sentido que fue en Inglaterra donde se comenzó una férrea oposición al
mercantilismo por su relación con el absolutismo real y los obstáculos que esto
representaba para la prosperidad. A partir de este momento se inició la lucha
para eliminar y/o reducir la interferencia estatal[2].
Esta lucha favoreció el advenimiento de una filosofía general y social
conocida como fisiocracia que argumentaba que el hombre debería desarrollar
acciones para lograr que el orden natural de las cosas gobernara su vida
social, política y económica; y ello implicó la aparición de una serie de
postulados que son de uso común en el mundo de hoy[3],
esto son:
a. que los Estados deberían
apartarse de toda actividad económica más allá del mínimo de interferencia
necesario para asegurar la protección de la vida o de la propiedad y el
cumplimiento de los contratos.
b. que debería cesar toda
regulación pública de la actividad económica.
c. que debería ser instituido
un régimen de individualismo, competencia y libertad comercial.
La expresión más elaborada de este pensamiento fue la de Adam Smith, cuya
obra An Inquire into the nature and
causes of the Wealth of Nations (1776), influyó profundamente en el
parlamento inglés hasta los inicios de la revolución francesa, hecho que frenó
la implantación de esta doctrina que hoy día se conoce como economía clásica.
La importancia de esta digresión se deriva del hecho que cuando Miranda se
entrevistó con William Pitt el 16 de enero de 1798, para retomar el asunto de
la liberación de las colonias españolas en el continente americano, este le
preguntó cuál sería la forma de gobierno de los pueblos liberados, Miranda
contestó que un sistema liberal semejante al de Inglaterra[4]
y para evitar el contagio de los principios revolucionarios franceses proponía
anticiparse rápidamente y establecer una alianza con EE.UU. e Inglaterra. Si se
considera que Miranda presentó en varias oportunidades sus proyectos
independentistas a parlamentarios ingleses y que la dirigencia inglesa pensaba
asegurar más mercados, el problema inglés se resumía en buscar la manera de
obtener nuevas colonias a expensas de los imperios existentes o ayudar a
producir nuevos movimientos independentistas, para asegurar de una manera
indirecta esos nuevos mercados.
Aunque la ayuda se concretaría
posteriormente y en otras circunstancias y que además Miranda evitó en su duro
trajinar que otra potencia se adueñase de la América Meridional Española,
faltaría preguntarse si él estaba consciente de la significación de las ideas
económicas liberales en boga en ese momento y el impacto que tendría en los
países liberados las relaciones asimétricas de índole comercial, teniendo
presente el desarrollo industrial de Inglaterra y otros países europeos.
Pero así como las ideas del liberalismo económico estaban en proceso de
consolidación, existían otras ideas de orden político-social que derribarán los
gobiernos absolutistas y darían lugar a otras formas de gobierno basadas en la
voluntad general, la igualdad ante la Ley, la libertad individual y un derecho
natural racionalista. Estas ideas fueron implantadas en Francia, por miembros
del tercer estado, beneficiarios de las concepciones fisiocráticas que buscaban
tener poder político, luego de haber alcanzado el poder económico[5].
Así pues, la concepción del mundo que se comenzó a labrar a partir del siglo
XVII, se comenzaría a concretar por un doble proceso revolucionario: el
político y el industrial. El primero logró cambiar las formas de gobierno de
los Estados, el segundo cambió las relaciones sociales dentro de los Estados y
entre Estados catalizando los procesos políticos que sobrevendrían en el futuro
por venir.
Siendo el Reino Unido, Francia y posteriormente EE.UU. los afectados por
estos procesos que estaban cambiando las formas de pensar y de hacer, en España
durante gran parte del siglo XVIII se harían grandes esfuerzos para incluirlas
en los procesos que estaban ocurriendo en Europa y mantenerse incluida como un
garante del equilibrio si se quiere westfaliano. Así las cosas, hay muchos
autores que han sostenido que la decadencia española estuvo dada en el hecho
que este país le dio más prioridad a los asuntos europeos[6]
que a los asuntos marítimos cuando su riqueza provenía de ultramar en un
momento crucial de su historia, es decir, cuando Portugal[7],
Francia, Inglaterra y el Flandes luchaban por su independencia o por acabar con
la hegemonía española y para ello España tenía que mantener asegurada sus
líneas de comunicaciones marítimas con Europa en detrimento de las americanas.
Consecuentemente, el fracaso de la Armada Invencible fue más un golpe moral que
un golpe definitivo al dominio del mar por parte de España. Un golpe moral
puesto que a pesar de que nuevas técnicas y nuevos procedimientos lograron que
el Marqués de Medina Sidonia no alcanzara su objetivo en condiciones de
superioridad material y militar[8],
los ingleses tuvieron que afrontar tres intentos posteriores de invasión hasta
que aceptaron los dictámenes de la España Imperial. La derrota sufrida en la
batalla naval de las Dunas si fue la expresión de una decadencia que en
principio fue moral y trascendió a sus fuerzas materiales, por lo que a partir
de 1648, el escenario marítimo se dispuso para que Holanda e Inglaterra primero
y posteriormente Francia e Inglaterra se disputaran el dominio del mar,
utilizando el principio de “libertad de los mares” para aumentar su comercio y
establecer nuevas colonias, favoreciendo el advenimiento de otros grandes
imperios comerciales que en la medida en que se fueron desarrollando buscaron
nuevos mercados y nuevas fuentes de materias primas.
Además de lo anteriormente expuesto,
hay que destacar que el desarrollo del comercio en España fue mucho más lento
que en Inglaterra, Holanda y Francia, dado que mantuvieron las prácticas
mercantilistas de acumulación, en momentos que el resto de los países
aumentaron su poder gracias al comercio de sus productos. Así pues, cuando
Francisco de Miranda propuso el libre comercio y la industria a las colonias
que serían liberadas, lo hacía porque pensaba que ello permitiría el progreso
de la nueva nación, de una manera más rápida, sin considerar quizás que la
estructura de valores heredadas de España no fomentaba el creciente
capitalismo.
A pesar de que España fue literalmente expulsada del mar para el año 1714,
los nuevos reyes borbónicos actuaron con celo para restituir su poder militar
en el mar, fuente de prosperidad para esa y otras naciones. Ante este nuevo
escenario España tuvo que lidiar sólo con el Reino Unido[9].
El Reino Unido, como principal rival de España y principal interesado en
asegurar el dominio del mar; con pretextos políticos, económicos y religiosos
intentó suplantar el dominio español por el suyo propio[10]
en una región que le había permitido a España ser el Estado más poderoso de
Europa. Por tal motivo Inglaterra intentó cortar las líneas de comunicaciones
marítimas de España con la América Meridional apoderándose en una primera
instancia de las islas del Caribe oriental.
Esta situación obligó a España a fortificar su sistema defensivo en América
teniendo en consideración los lugares estratégicos que eran puertas de entrada a los
territorios interiores a sus dominios.
Estos lugares estratégicos fueron denominados “llaves por ser decisiva
política y militarmente su conservación para la seguridad y desenvolvimiento”[11]
de los territorios de ultramar. Estas llaves eran, entre otras se encontraban
en: Tierra Firme, los territorios de la Nueva Andalucía y en el Virreinato de
la Nueva Granada, y estaban representada por: Cumaná, La Guayana, la Guaira y
Puerto Cabello, que protegían al “Mítico Dorado” y al “Reino del
Perú”; y también protegían al “caño de la Ymbernada”, o ruta de penetración
de los navíos españoles que después de atravesar el océano se internaban en
busca de los abrigos de Tierra Firme.
La estrategia que se propusieron los ingleses en el año 1740, fue cortar la
unidad territorial y política de los virreinatos españoles a través de la
destrucción de la Guaira, la conquista de Portobelo y el apoderamiento de
Cartagena de Indias, para usarla como plataforma de operaciones para conquistar
Perú. El resultado de esta maniobra no fue exitoso, si bien Portobelo fue
arrasado, los otros objetivos no fueron alcanzados gracias a la fuerte defensa
organizada en cada una de las citadas plazas. Hubo otros ataques a los dominios
españoles en 1740 y 1741, corsarios ingleses y franceses remontaron el río
Orinoco y diezmaron a San Tomé de Guayana. Los ataques previstos para el sur
del continente no llegaron a realizarse, de acuerdo a lo que los ingleses
habían contemplado.
A pesar del fracaso inglés de ese periodo, la guerra de los siete años le
dio notorias ventajas estratégicas en el Caribe que fueron pérdidas durante la
guerra de independencia de EE.UU.[12].
Sin embargo la situación desventajosa inglesa fue en parte compensada por la
victoriosa acción naval del estrecho de los Santos[13]
debido a que según Mahan, este país aseguraría el dominio del mar por más de
cien años, específicamente hasta la Primera Guerra Mundial[14].
Esta guerra reveló la gran importancia que significaba para España, la
posesión de las islas de barlovento en el Caribe Oriental, puesto que desde el
golfo de Paria podían enviarse a las costas de Cumaná, Cartagena de Indias,
Portobelo, Mobile, Panzacola, la Habana y San Juan de Puerto Rico, refuerzos de
cualquier naturaleza desde Trinidad. La pérdida de esta plaza significaba no
sólo la pérdida de un comercio estimado en 87 millones de pesos para 1787, las
rutas del contrabando hacia Guayana y Cumaná, la intercepción de los buques que
navegaran el caño de la Ymbernada[15]
y el control del río Orinoco, sino también la posibilidad de penetrar en el
corazón de la Capitanía General de Venezuela y del Virreinato de la Nueva
Granada. De igual forma esta guerra colocó a España en una situación
comprometida puesto que se ha afirmado que las consecuencias más importantes de
la Guerra de Independencia estadounidense fueron: la Revolución Francesa y la
independencia de la América hispánica.
La revolución francesa produjo cambios
políticos-estratégicos pero los vaivenes de la política española, bajo la égida
de Godoy, Príncipe de la Paz, hicieron que Inglaterra reforzara su
determinación de continuar su estrategia con respecto a la América española,
pero con objetivos más limitados luego de los fracasos de 1740. Estos objetivos
precisamente fueron Puerto Rico y Trinidad aunque evaluaron la posibilidad de
atacar las posesiones ubicadas al sur del continente. Ambas islas fueron
atacadas en el año 1797, la primera pudo resistir, de manera heroica la
envestida inglesa, la segunda cayó por la negligencia de sus defensores.
Dada la gravedad de la perdida, España pensó en
una expedición de reconquista, pero los acontecimientos políticos que estaban
acaeciendo en Europa, estaban haciendo que su estrategia de defensa quedase
subordinada a los intereses políticos de la Francia Napoleónica, quedando
limitada para el acometimiento de semejante tarea; posteriormente, la situación
política de la metrópoli y en sus dominios acabaron con el citado proyecto,
esto es la guerra de independencia en la península y la independencia de la
América Española.
El momento formal en que Miranda decide dedicar todos sus esfuerzos a la
independencia de las colonias españolas de la América Meridional fue al parecer el año 1789, esto es cuando se
entera que hay un proceso en su contra, en el Tribunal de Indias de Sevilla por
haber ejecutado actos ilícitos cuando cumplió una delicada misión ante las
autoridades de Jamaica. A partir de esta fecha, hasta su arribo a la Francia
revolucionaria, estableció contactos con prominentes figuras de la política
inglesa con el objetivo de solicitar ayuda para concretar sus proyectos. Él fue
absuelto finalmente de estas acusaciones, pero no pudo evitar que fuese un
perseguido político hasta que fue entregado en la Guaira y conducido a la
Carraca[16].
Las acciones de inteligencia emprendidas por España y las contramedidas
empleadas por Miranda para evitar su captura son dignas de ser usadas como
ejemplo, en lo que debería ser los orígenes de las actividades de Inteligencia
de lo que sería la República de Venezuela. No obstante ello, a pesar de las
fallas en las operaciones de seguimiento españolas, el resultado final fue
favorable a España en función de que lograron actuar con antelación para
repeler la maniobra mirandoniana.
Como es conocido, Miranda sirvió a las órdenes de la Francia revolucionaria
y se destacó en Valmy, Maestrich y en la derrota de Neerwinden, pero se negó a
participar en operaciones represivas como la que se previó para someter Haití
envuelta en un proceso independentista.
Miranda es obligado a huir de Francia en la época del Directorio, pero
su decisión definitiva de abandonar Francia se debió a Fouché en momentos cuando
Napoleón se había consolidado en el poder.
Así pues cuando Miranda decide abandonar Francia y dedica todos sus
esfuerzos para lograr la independencia de la América Española, se encuentra con
varios hechos consumados que en un momento determinado lo ayudarían a llevar a
cabo sus esfuerzos pero que contribuyeron a favorecer el nacimiento de unas
repúblicas en unas condiciones de debilidad tal que les limitaría su accionar
en el futuro por venir. Para Miranda, la alianza franco-española de 1796 constituyó
una excelente oportunidad para llevar a cabo sus proyectos puesto que se habían
unido un país cuya revolución se había comenzado a desviar de sus principios
iniciales y otro cuyo gobierno había entrado en una fase terminal que se
concretaría con la materialización de los sucesos de Bayona y la imposición de
un Rey francés.
Hay que tener muy presente que una de las razones que motivaron la
presencia de Miranda en Francia, fue el conocimiento de que los franceses
habían pensado en “revolucionar la España, y cuando menos las Colonias
Españolas de la América Meridional”[17].
Pero estas acciones no tenían como propósito, liberar al resto de América en el
sentido estricto del término. Talleyrand[18]
se llegó a entrevistar con William Pitt, para intentar una alianza
anglo-francesa, o por lo menos la neutralidad inglesa en caso de que Francia
invadiera Bélgica (cosa que hizo posteriormente) y para ello propuso entre
otras: “la acción común destinada a abrir al comercio de los dos países, las
colonias españolas”[19],
o “...fijar su atención o reunir sus esfuerzos comunes-para- la independencia
de las colonias españolas en Perú, México, etc...”[20].
Como las gestiones de Talleyrand ante los ingleses no fueron exitosas, un
Almirante francés, Kersaint propuso un plan para conquistar las colonias
americanas en caso de guerra con España, y repartirlas entre Francia,
Inglaterra, EE.UU. Holanda y acaso Prusia, Suecia y Dinamarca, para pagar con
ello a los enemigos de la Revolución e interesar a las potencias en el
mantenimiento de una paz fundada en los despojos de España. En este plan no se
pretendía liberar, sino de repartir y a este respecto Miranda, aunque al
parecer, desconocía estos planes, fue recto y honrado al enfatizar su lucha
para liberar la América Española “... no para entregarla a cualquiera ...”.
Como se expresará más adelante. A pesar de que Francia y España lograron
establecer una nueva alianza anti-británica de carácter ofensivo, la
inteligencia francesa no descansó en socavar las bases del imperio español, influyendo
en los españoles-americanos e inculcando ideas independentistas. Este esfuerzo
se toparía posteriormente con el problema de colocar a un francés en el trono
español puesto que la reacción independentista americana tendría en un
principio más un talante anti-francés que anti-español.
El problema que se presentó para Inglaterra fue que a pesar de valorar la
oportunidad que se presentaba con este patriota de la América Meridional, su
objetivo era abrir nuevas rutas comerciales y eventualmente suplantar a España
y no precisamente liberar unos territorios por los que tenía ya tanto tiempo
luchando. Por tal motivo, Miranda permanece en Londres y sus dudas lo hacen
pensar en retornar a la Francia del Consulado de Napoleón, pero este al evaluar
la imposibilidad de realizar una guerra colonial, concentra todos sus esfuerzos
para doblegar a Inglaterra mediante la ocupación del territorio metropolitano,
con lo cual hizo que Miranda desistiera de ese propósito. Este concepto de
maniobra, resultado de los cambios políticos generados por la revolución
francesa hicieron que las guerras subsiguientes tendieran hacia los extremos,
de acuerdo a los postulados de Clausewitz, siendo la España Imperial, el actor
europeo más expuesto a sufrir las consecuencias de dicha vorágine, con el
agravante que, en lo concerniente a sus provincias americanas, ya había
enfrentado brotes independentistas.
De igual manera, hay que tener
presente que, dada la existencia de la ancestral rivalidad
anglo-franco-española, el proceso revolucionario francés, se presentó para los
ingleses como una excelente oportunidad de disminuir el poder de uno de sus
rivales o de los dos, en función a como variaran las circunstancias. Con el
fortalecimiento del régimen revolucionario, el problema ingles consistió en
debilitar el poder francés aprovechando que su marina había sido notoriamente
afectada por dicho proceso. Esta situación involucró más a España en el
conflicto y su única carta era su poderosa flota[21],
pero al España concentrar su mirada en Europa, aliándose a la Francia del
directorio y luego a la Francia de Napoleón, el cordón umbilical que la unía a
las colonias quedó amenazado.
El aspecto más interesante de la alianza franco-española fue que mientras
España ponía a disposición de los franceses
su flota del mar océano, “los franceses
trabajaban secretamente para ayudar a los americanos a hacer imposible no sólo el establecimiento de
la Corona española en América sino también que los ingleses, los rusos y los
americanos del norte extendieran el mapa de sus ambiciones político-militares”[22].
Francia, intentó por razones de índole estratégico, con cierto éxito, evitar
que otras potencias hicieran en América Meridional lo que ella no había podido
hacer y por tal motivo su servicio secreto consideró a los propios americanos
responsables intelectuales y materiales del fin del dominio español en América.
El dilema español consistió en tratar de seguir siendo actor, cuando los otros
poderes ya lo percibían como objeto.
Así las cosas, los planes franceses antes de la Paz de Amiens[23]
en 1802 establecían como objetivo principal, a corto plazo, doblegar a
Inglaterra mediante una invasión; Inglaterra por su parte, teniendo como uno de
sus principales baluartes al Almirante Nelson, se estableció como propósito, a
corto plazo, la destrucción de la fuerza naval combinada franco-española, como
medio para emprender nuevas conquistas, aislar a la Francia napoleónica y abrir
nuevos mercados mediante el establecimiento de nuevas colonias o el apoyo de
las corrientes independentistas que se estaban produciendo en la América
Meridional, utilizando para ello a Francisco de Miranda y a otros americanos[24]
que pensaban que independientes lograrían aumentar el grado de bienestar y
prosperidad de sus connacionales. A largo plazo Inglaterra perseguía como
objetivo fundamental debilitar a los únicos poderes restantes en Europa que
eran capaces de desafiar su supremacía.
España, por su parte, intentó evitar un daño semejante, pero apostó a la ya
tradicional alianza con Francia para intentar recuperar Gibraltar y los
territorios recientemente perdidos. Aquí se produjo un cambio de la política
llevada a cabo por Carlos III, que consistía en mantener una neutralidad armada[25],
como única manera de garantizar la integridad de su territorio. A pesar de que
esta política fue continuada por Carlos IV, la capacidad de desestabilización
de Francia a nivel continental y la recelosa actitud inglesa fueron
determinantes en los cambios de política que se produjeron. Así las cosas, la Paz de Amiens puede ser
entendida como una tregua que les permitió a Inglaterra, España y Francia,
reforzar sus capacidades para la nueva envestida[26].
Esta paz duró hasta el año 1803 y en principio España permaneció neutral, pero
la captura de fragatas[27]
con tesoros provenientes de la América, por parte de los ingleses, la empujó de
nuevo a la guerra.
Como ya se mencionó, el plan francés era invadir Inglaterra asegurando el
paso del ejército conducido por la flotilla de Boulogne y protegiendo este
movimiento por la acción de las fuerzas de alta mar, una vez adquirido el
control local y temporal del mar. Para ello concentra las fuerzas navales
franco-españolas en el mar Caribe con la finalidad de lograr una situación
favorable, es decir, fingir una operación contra una posesión inglesa[28],
pero en realidad, lo que se buscaba era ganar el tiempo suficiente para
desembarcar cien (100) mil soldados[29]
y poder así concretar sus planes. La amenaza de invasión hizo que Inglaterra
organizara cuerpos de voluntarios y preparativos generales de defensa hasta tal
punto que Miranda en carta enviada al Coronel Rutherfurd, que se encontraba
destinado en Trinidad expresó:”la atención del gobierno y de toda la nación
está en este momento ocupada de tal modo con la invasión de los franceses, que
mi asunto principal está retardado”. Esta carta, en parte, refleja la creencia
de Miranda de que había un fuerte movimiento independentista en su tierra.
Por otro lado, hay que tener presente también, que para el año 1804, en Inglaterra se tenía la
presunción de que los franceses podrían obtener la concesión de los puertos en
Tierra Firme, dado el estrechamiento de las relaciones franco-españolas y ello
determinó un plan de ataque a las posesiones españolas para conjurar dicha
amenaza. El plan ingles fue aprobado aproximadamente a inicios del año 1805, y
se consideró a Miranda en función de sus proyectos presentados años atrás, no
obstante, había que conjurar la amenaza de invasión y ello la obligaba a
concentrar sus fuerzas. En este contexto, la maniobra franco-española,
concebida por Napoleón, llegó a tener grandes posibilidades de ser coronada por
el éxito siempre y cuando los marinos franceses estuviesen convencidos de su
factibilidad. Esta maniobra se inicio el 30 de marzo de 1805 y mantuvo en
suspenso a los ingleses hasta su desenlace final: la batalla naval de
Trafalgar, un fracaso franco-español, producto de la determinación del
Almirante Nelson, el mal equipamiento de la fuerza combinada y la indecisión de
su jefe, el Almirante Villenueve.
Miranda dejó Londres en otoño de 1805 (aunque provisto con dinero inglés)
tal vez del conocimiento de esa madeja de situaciones que lo obligaban a
emprender un proyecto en condiciones desventajosas, por lo que la parte del
plan fue temporalmente inaplicable en el sentido que la ayuda finalmente sería
otorgada por EE.UU.. Durante el tránsito hacia ese nuevo destino se produjo la
batalla de Trafalgar. Es importante
aclarar que la Armada española, a pesar de encontrarse en mal estado, reflejo
de la situación de todo el reino, se comportó con gran intrepidez y valentía,
ejemplo de ello se evidencia en las actuaciones de Gravina, Escaño, Churruca y
Alcalá-Galiano. Pero su derrota, hizo que España tuviera que defender un
imperio sin contar con los medios idóneos para ello.[30],
En otras palabras, los efectos de la perdida de parte de su flota se harían
sentir, de manera contundente, en las respuestas dadas a los brotes
independentistas surgidos a partir del año 1810.
El problema español se podría
sintetizar en el hecho que con la llegada de los borbones a su país, se produjo
un fuerte proceso de afrancesamiento que socavó las instituciones y al
territorio del reino en los años subsiguientes[31].
Esta situación se agravó con la fractura que produjo la caída de los borbones
franceses en Varennes entre los españoles que eran afrancesados borbones y los
que eran afrancesados liberales. En las colonias la situación sólo era compleja
en aquellas regiones que eran vecinas a territorios no españoles, como fue el
caso de Tierra Firme. Es decir, con el contrabando, uno de los males que tenía
que enfrentar la corona en esa región, llegaban más rápidamente las ideas
liberales provenientes del racionalismos francés y el utilitarismo inglés,
trayendo como consecuencia que la sociedad se polarizara de tal forma que la
guerra de independencia posterior alcanzara características diferentes a la de
otras provincias que luchaban con la bandera de la libertad.
España al perder su flota, perdió su poder de negociación frente a los franceses
y la consecuencia de ello fue la cruenta guerra de independencia que no sólo le
redujo al país la capacidad de maniobra necesaria para afrontar el problema de
sus colonias americanas, también produjo una profunda crisis entre absolutistas
y reformadores, que obligó a la dirigencia española a tratar de resolver sus
problemas en el ámbito metropolitano.
Las ideas liberales que se
propagaron al resto de las provincias americanas provenían básicamente de
Londres y de Cádiz[32],
por tal motivo, los franceses estimaron que el proceso de independencia
americano era un producto más autóctono de sus habitantes que de la influencia
de otras potencias en obtener ventajas de la crisis que vivía la España de ese
entonces. En este contexto, la masonería jugaría un papel importante en el
desarrollo de las acontecimientos por venir[33].
Como ya se había mencionado con anterioridad, a los ingleses les inquietaba
la creciente influencia que estaba ejerciendo Napoleón en la Corte de Madrid y
su posibilidad de que esta influencia se extendiera a las colonias americanas.
En este sentido, él gobierno inglés estimaba que si se inducía a los pueblos
americanos a que considerasen a Francia como una libertadora, habría que
adoptar disposiciones para “dirigir el espíritu revolucionario de manera tal
que Francia no lo pervirtiera y excluyera a las manufacturas ingleses en
América del sur[34]. De igual forma, puesto
que Inglaterra estaba en guerra con sus dos tradicionales enemigos, y que la
amenaza de invasión había cesado, era lógico pensar que su estrategia para el
resto de la guerra era desgastar a los dos países desde la base de su poder,
ello significaba que sus próximas líneas de actuación estarían dirigidas a las
colonias españolas y a buscar alianzas en el continente europeo que
desbarataran los planes de Napoleón. El problema en cuestión era que había una
lucha entre los grandes poderes de Europa por la supremacía, esto es lograr ser
lo que había sido España en otra época.
En este
sentido, hay que destacar que la política de expansión inglesa se elaboraba con
una sabia mezcla de audacia y prudencia. La audacia que dicta la codicia
inmediata y feroz, y la prudencia de los políticos más cautos que pensaban en
el largo plazo más que en saciar a cualquier precio los apetitos de tesoros y
botines. Intereses públicos y privados convergían según las circunstancias. Por
otro lado, los estrategas británicos, pensaban que una manera de hacer frente a
las ambiciones de Napoleón consistía en extender el imperio británico.
La maniobra inglesa para 1806, luego de asegurar el control absoluto del
mar consistía en realizar un ataque a Tierra Firme utilizando a Trinidad como
base de operaciones y un ataque directo contra el Virreinato del Río de la
Plata, específicamente a Buenos Aires[35]
y otras regiones costeras en el océano pacífico. La región de Tierra Firme
ofrecía grandes posibilidades puesto que la inteligencia aseguraba que existían
fuertes brotes independentista y se estimó que, con un pequeño apoyo se podrían
lograr grandes resultados. El ataque a Buenos Aires se haría en principio sin
una plataforma de apoyo y utilizarían a Montevideo como plataforma de
operaciones para garantizar el éxito de la operación.
Los orígenes del ataque a Buenos Aires se remontan a
fines del siglo XVIII cuando se rompe las hostilidades contra la alianza entre
España y Francia. Para esta empresa se elaboraron dos planes el de Nicholas
Vansittart y el del general Tomas Naitland. Ambos tenían en común la idea de
una invasión "en arco" que tomara Buenos Aires avanzara hacia Chile y
se desplazara posteriormente hacia el Perú. El plan de Naitland de 1800 era una
versión perfeccionada del plan anterior y exigía coordinar con fuerzas que en
Chile derrotarían a los españoles y emanciparían Perú y Quito. Pero Henry Dundas
entonces secretario de Guerra pensaba que para los intereses permanentes de
Inglaterra el objetivo principal era la conquista de nuevos mercados en América
del Sur, no el dominio de dichos espacios. La invasión no se concretó pero el
interés inglés siguió vigente. Cinco años más tarde a mediados de 1804 tres hombres
se reúnen para desempolvar esos proyectos archivados: El primer lord del
Almirantazgo Henry Melville, el primer Ministro William Pitt y el astrónomo y
explorador Comodoro Home Riggs Popham. Popham propuso
no conquistar la América del Sur, aunque se esforzó en demostrar que, sin
embargo, ella debía ser el comienzo de su plan de "dominar todos sus
puntos prominentes" aislándolos de sus conexiones con España. La ocupación
militar, sostenía Popham, debía servir de apoyo a la expansión comercial[36].
El Comodoro Popham recibe, a mediados de 1805, la orden de escoltar la expedición del
general David Baird a Ciudad del Cabo. Las fuerzas inglesas zarpan a fines de
agosto con 6.300 hombres, y a comienzos de enero de 1806 los británicos
recuperan el puerto de Ciudad del Cabo, entonces ocupado por los holandeses
aliados de Napoleón. Mientras permanecen en el puerto, Popham se entera de la
victoria inglesa en la batalla de Trafalgar y reflexiona sobre la posibilidad
de acometer en Buenos Aires una empresa similar a la realizada en El Cabo
aprovechando la oportunidad que con esta victoria se presentaba. Obtiene la
autorización de su comando superior y zarpa de El Cabo el 14 de abril de 1806.
A pesar de que logra desembarcar sin mayor problema, los ingleses no lograron
sostener sus posiciones gracias a la férrea resistencia que hicieron los
criollos argentinos.
Al contrario de la expedición contra
Buenos Aires, y considerando la coincidencia en fechas con la maniobra de
Miranda, la prensa inglesa como la norteamericana, prefirieron dar gran
cobertura a la expedición Mirandoniana. La razón era obvia: Miranda iba a
liberar, Popham a dominar. Esta buena acogida fue debida al apoyo que le
prestaron los liberales de entonces a Miranda, a su bien ganada fama como
militar y político, a las ventajas que se obtenían con el proyecto de
liberación hispanoamericana, y al conocimiento que tenían estas potencias sobre
su prestigiosa figura. Por otra lado, en la península, a parte de los problemas
que estaba enfrentando el reino, los americanos, hijos de españoles residentes
en Cádiz, comenzaron a interesarse por
los problemas españoles, en función de los intereses ingleses y franceses y
advirtieron que “en todos los discursos políticos de las potencias europeas, la
mención de las colonias españolas en América, se reiteraba con llamativo
cuidado e inevitables suspicacias, como alternativa para el nuevo asiento del
poder español en caso del probable derrumbe de los borbones, y también como
mera moneda de rescate en el supuesto de una derrota total”[37].
El interés generado en Europa por las colonias hispánicas hizo que los
españoles-americanos se preocuparan más por el destino de la América meridional
que de la España misma en momentos en que los españoles comenzaron a luchar por
su propia independencia.
El intento independentista de
Miranda fue un fracaso, puesto que en ese momento eran muy poco los focos
independentistas y el patriota venezolano era visto como un individuo que tenía
unas ideas revolucionarias francesas en un momento en que se respiraba fobia de
lo francés, mezcladas con ideas liberales provenientes de Inglaterra, país que
estaba en guerra con España. El segundo intento de Miranda de liberar la
América Meridional fue apoyado directamente por Inglaterra y más allá del
fracaso que este tuvo habría que considerar las razones del apoyo inglés. En
este sentido este apoyo directo estuvo determinado por el hecho que la
expansión francesa en Europa era indetenible y ante los dos males: el francés y
el inglés, Miranda opto por el inglés porque este le dejaba la posibilidad de
que siendo las repúblicas libres pudiesen elegir en mejores condiciones.
El ataque a Buenos Aires fue un rotundo fracaso inglés,
teniendo presente que los bonaerenses, súbditos de España se defendieron
eficazmente de la agresión inglesa. Luego de cuarenta y seis días de gobierno, los ingleses tuvieron que
abandonar el territorio, pero ello no impidió que grandes carros, con toneladas
de pesos de plata, fueran paseados por la ciudad de Londres y depositados en el
Banco de Inglaterra. Otro intento de ocupación realizado unos meses después,
obtuvo los mismos resultados. Pero hubo una diferencia sustancial en el ataque
inglés realizado contra Buenos Aires y el apoyo realizado a Miranda: el primero
fue resueltamente hecho para dominar y el segundo para “liberar”. El primero,
estuvo abalado por las instrucciones dadas por el ministro Windham al
comandante de las fuerzas de invasión que estipulaban que Buenos Aires debía
quedar bajo el dominio inglés[38].
Las últimas fuerzas inglesas salieron de la región en el mes de agosto. En el
segundo caso los ingleses estuvieron limitados por la presencia del mismo
Miranda que con su presencia obligaba a los ingleses a seguir sus planes
originales.
Para ilustrar con
mayor claridad el espíritu inglés de la época, el fiscal militar que juzgó a
los responsables de la fallida operación en el Río de la Plata, expresó que:
"Con este desgraciado suceso, se han desvanecido todas las esperanzas que,
con razón y uniformidad, se acariciaban de descubrir mercados para nuestras
manufacturas, de abrir un horizonte nuevo a la inclinación y actividad de
nuestros comerciantes, de hallar nuevas fuentes para el Tesoro y nuevos campos para
los esfuerzos, de surtir las rústicas necesidades de países que salían de la
barbarie o los pedidos artificiales y creciente, de lujo y refinamiento en
aquellas apartadas comarcas del globo". Más que el pensamiento de un
fiscal militar, estas palabras parecen sintetizar la visión de una potencia
europea que no atina a comprender por qué los habitantes de una ciudad donde
una incipiente conciencia de nación empezaba a gestarse renunciaban a una
opresión burdamente disfrazada de amistad[39].
A pesar de los fracasos de Miranda y Popham, el impacto
que sus acciones produjeron en España y en Europa, en general, fueron lo
suficientemente profundo como para considerar viable la desaparición del
imperio español en América. A este respecto, los ingleses por un lado y los
franceses por otro, obraron activamente a través de sus servicios secretos para
influir en los americanos que tanto en Londres como en Cádiz estaban gestando
las ideas que provocarían las olas de independencia que se iniciarían a partir
de 1810. En este sentido, los ingleses
promoverían la independencia para abrir más rutas comerciales amparadas en la
protección de la Royal Navy y los franceses, buscarían abrir también esas
regiones a su comercio, pero valiéndose de otros artilugios para alcanzar sus
objetivos. Bajo este contexto, los patriotas americanos iniciarían el proceso
de independencia, en las provincias españolas, sin conocer a plenitud esa nueva
forma de colonialismo que representaba el libre comercio en su forma
primigenia.
No obstante, hay que destacar que el proceso
independentista que se inició en Tierra Firme, fue realizado por venezolanos
que se encontraban tanto fuera como dentro del dominio español y por su parte,
la expulsión de los ingleses de Buenos Aires fue concebida y realizada por
criollos, cosa que preocupó enormemente a los peninsulares, por que constituía
una amenaza a su autoridad. Estos actos positivos (la iniciativa de los
criollos bonaerenses) y negativos (la iniciativa de los criollos venezolanos),
evidenciaron un cierto grado de madurez política que las circunstancias
europeas y americanas obligarían a considerar.
Estos acontecimientos
ocurridos en América y la situación que comenzó a vivir España con la invasión
napoleónica favorecieron el acercamiento de un grupo de americanos provenientes
de Cádiz con otros provenientes de Caracas, Londres[40]
y otros americanos de diversas regiones en función de un mismo propósito. El
resultado de este acercamiento fue el advenimiento de una logia (la número 7),
que tendría una decisiva actuación en la independencia de la América del Sur y
el establecimiento de las ideas políticas y económicas imperantes en la Europa
de ese entonces que harían necesario posteriormente que los individuos de estas
regiones americanas entendieran su particularidad como una esencia y buscaran
con ideas propias establecerse su propio destino.
[1] Los supuestos fundamentales del sistema
mercantilista fueron aproximadamente los siguientes: los metales preciosos
constituyen la medida más valiosa de la riqueza de una nación; aparte de la
extracción de minerales, el comercio es
el medio principal de acumular metales preciosos en forma de numerarios; como
consecuencia de lo anterior hay que favorecer las exportaciones y reducir las
importaciones; establecer colonias para garantizar provisión de materias primas
y asegurar mercados de productos terminados
[2][2] BARNES, Harry E. Historia de la
Economía del Mundo Occidental, hasta principios de la Segunda Guerra Mundial.
México. UTEHA. 1987. Pag. 326
[5] Realmente, estas ideas de carácter liberal centradas en el
individuo comenzaron a implantarse en Inglaterra durante la revolución
realizada por Oliver Cromwell
[6] BORDEJE, Fernando de. España, poder
marítimo y estrategia naval. Madrid, editorial naval. Segunda edición.
1982. Página 46-55.
[7] Portugal, en su afán de dejar de estar
bajo dominio español actuó de tal manera que a final de cuentas terminó bajo la
tutela inglesa.
[8] La forma de combate predominante hasta
ese entonces era muy similar al combate terrestre lo que implicaba que la
decisión iba a estar determinada por el combate cuerpo a cuerpo y por
consiguiente, la manera como eran usadas las reservas. El navío español
estándar era el galeón capaz de transportar tropas para el asalto. La nuevas
tácticas implantadas primero por los holandeses y luego por los ingleses estaba
basadas en impedir el combate tradicional y para ello fortalecieron la
artillería de sus embarcaciones para combatir a distancia evitando el contacto.
[9] Con la unión de
la corona de Holanda e Inglaterra a principios del siglo XVIII el primero dejó
de ser un competidor por el dominio del mar, aunque continuó siendo una
potencia comercial. Francia, por su parte, luego de los esfuerzos realizados
por Colbert para convertir a su país en la potencia hegemónica, tuvo que pasar
a una actitud defensiva en el escenario marítimo, teniendo como objetivo
primario la conservación de la flota. De acuerdo a varios autores, en especial
Raoul Castex y Phillie Mason, los franceses tenían dos (02) escenarios de
capital importancia: el terrestre y el marítimo. El escenario terrestre, luego
de haberse conjurado la amenaza española tenía como centro el río Rhin; y el
marítimo que tenía como principal amenaza a Inglaterra por su afán de dominar
el mar. Por esta circunstancia las tácticas de combate navales francesas
tendían a evitar los enfrentamientos, si las circunstancias no eran
excesivamente favorables. Ello trajo como consecuencia que la necesidad de
preservar la flota se convirtiera en un objetivo importante.
[10] ZAPATERO, Juan Manuel. La Guerra
del Caribe en el siglo XVIII. Madrid. Servicio Histórico y Museo del
Ejército. 1990. Pag. 37.
[11] Ibid.
[12] RODRÍGUEZ DE ALONSO, Josefina. Vida
Militar del General Miranda. San Sebastián. 1986. Pag 08. Esta guerra
que marcó la vida de Francisco de Miranda permitió que este prócer venezolano
participara en la recuperación para España de Panzacola y en la expedición que
permitió la conquista de las islas Bahamas.
[13] La operación
más importante que tenían previsto realizar las fuerzas franco-españolas en el
Caribe era la captura de la isla Jamaica. Para el desarrollo de esta operación
era imprescindible la unión de las fuerzas navales de España y Francia, pero
ello no logró concretarse debido a que los ingleses interceptaron a la flota
francesa en el estrecho de Los Santos, entablándose un decisivo combate.
[14] POTTER, E. B. y NIMITZ, CH. Sea
Power. A Naval History. Prentice-Hall. Englewood Cliffs. 1960. Pag. 107
[15] ZAPATERO, Juan Manuel. Op. Cit.
Pag. 204
[16] JIMÉNEZ LÓPEZ, Hadelis. La Armada de Venezuela en la guerra de
independencia. Armada
de Venezuela. Caracas. 2001. Pag. 34 – 45. Miranda para sortear los
seguimientos a los que fue sometido por parte de España, por subversión se
valió de múltiples identidades: en Roma, Martín de Maryland; en los Países
Bajos, Merod; en Hamburgo, Señor de Meran; en Suiza, Señor de Meirat; en Rusia,
Mirandow; en Francia, Monsieur de Meroud. A su llegada final a Nueva York, usó
el nombre de George Martín
[18] Paralelamente a esta misión, el señor de
Bourgoing se dirigió a España para mantener la alianza franco-española,
“salvaguardia mutua contra su enemigo común, que es la Gran Bretaña”.
[19]PARRA-PÉREZ, Caracciolo. Miranda y
la Revolución Francesa. Tomo I. Caracas. Ediciones culturales del Banco
del Caribe. 1966. Pag 160-186
[20] IBID.
[21] CERVERA PERY, José. La Marina de la
Ilustración. Editorial San Martín. Madrid. 1986. Pag 114-124.
[22]PEREZ PARDELLA, Agustín. José de San
Martín. El Libertador cabalga. Una biografía. Planeta Tercera edición.
Buenos Aires. 1998. Pag 25-45.
[23] Mediante este acuerdo, Inglaterra aseguró
la conquista de la isla de Trinidad
[24]La ayuda a Miranda para apoyar la
independencia de las colonias americanas era una carta a jugar en la guerra que
estaban sosteniendo Francia e Inglaterra.
[25] Hay que aclarar que los esfuerzos por
mantener la neutralidad de España no significó que no participase en las
guerras anglo-francesas; la actitud en todos los casos fue defensiva y
orientada a mantener abiertas sus líneas de comunicaciones marítimas. Ello le
permitió a España recuperar todos sus territorios a excepción de Gibraltar.
[26] La marina real británica sufrió graves
motines en ese periodo.
[27] Fueron las fragatas Medea, Fama, Mercedes
y Clara, que transportaban plata y otros enseres. La acción fue hecha sin
declaración de guerra y en ella murieron numerosas mujeres y niños.
[28] El efecto que intentaron lograr los
franceses fue tan efectivo que el 07 de junio de 1805, la flota inglesa
comandada por el Almirante Nelson llega a la isla de Trinidad, con la esperanza
de sorprender a los franceses. Los ingleses valoraron desde un principio la
importancia de la citada isla.
[29] CASTEX, Raoul. Teorías Estratégicas.
Tomo Segundo: La Maniobra Estratégica. Buenos Aires. Escuela de Guerra
naval. 1938. Pag 113-165.
[30] PEREZ TURRADO, Gaspar. La Marina
Española en la Independencia de Costa Firme. Madrid. Editorial Naval.
1992. Pag 37. La batalla naval de Trafalgar “le dio un golpe al poder naval
español”. La mayoría de los grandes buques fueron hundidos o puestos fuera de
servicio dejándola imposibilitada de defender efectivamente a su imperio. Con
la excepción de la expedición Mirandina y el ataque a Buenos Aires, realizados
ambos en el año 1806, España tuvo un tiempo muerto hasta el año 1815, puesto
que el enfrentamiento con la Francia Napoleónica colocó a este país en el mismo
bando que Inglaterra, dándole un tiempo para prepararse a enfrentar los nuevos
retos que significaban la independencia de sus dominios..
[31] En tal sentido, el Almirante de la Armada
española Eliseo Álvarez-Arena Pacheco, expresó que, los Borbones se encontraron
con una marina española incorpórea y desalmada y aún con el proceso de reformas
a que fue sometida “se siente la impresión de que el alma de la Marina anda en
veredas de menoscabo entre las páginas del programa borbónico”. “... la reforma
de lo español con aires franceses referida a la Marina no se percata de la
esencial dualidad de este importante elemento del poder naval, consistente
aquella en cuerpo y alma”. En
consecuencia, a principios del siglo XIX, la Armada Española era la segunda más
poderosa del mundo, pero habían perdido su manera de hacer, a la española,
en sentido metaestrategico.
[32] PEREZ PARDELLA, Agustín. José de
San Martín. El Libertador cabalga. Una biografía. Planeta Tercera
edición. Buenos Aires. 1998. Pag 25-45
[33] IBID.
[34]PARRA-PÉREZ, Caracciolo. Op. Cit. Tomo II.
Pag 378
[35] Es importante destacar que José de San
Martín, en su visita a Londres tuvo dudas sobre la participación intelectual de
Francisco de Miranda “en las invasiones inglesas a Buenos Aires”, concebidas
inicialmente en 1798. Estas dudas fueron
aclaradas, en parte, por el venerable de la Logia de Cádiz, Don Carlos de
Alvear; aunque sería ilógico pensar que esto hubiese ocurrido si se tiene
presente que Miranda buscaba crear un solo país en toda la América del sur, de
nombre Colombeia.
[36]
http://webs.sinectis.com.ar/mcagliani/inva.htm
[38] Cosa que contradice las sospechas de San
Martín relativas a Miranda y su contribución a la operación inglesa en el Río
de la Plata. Miranda buscaba independizar la América del Sur.
[40] Entre los reunidos se encontraban: Carlos
de Alvear, José de San Martín, Luís López Méndez y Andrés Bello
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