La guerra del destape que han protagonizado la fiscal general de la
república y el defensor del pueblo en fecha reciente y ha permitido a los
venezolanos conocer, de forma oficial[1], la pérdida temporal de
miles de millones de dólares de las arcas del país me ha hecho recordar un
escrito realizado por Walter Benjamin denominado Capitalismo como religión que explica, desde un enfoque marxista,
como el capitalismo corrompe las estructuras políticas. Como se sabe, Walter
Benjamín fue un pensador alemán asociado a la Escuela de Frankfurt que escribió
un conjunto de obras que han sido referidas por autores como Hannah Arendt y
otros más contemporáneos.
Me interesa destacar el
ensayo denominado Capitalismo como Religión,
debido a que nos puede ayudar a entender el fraude del socialismo del siglo XXI
a partir de la misma lógica marxista y sus derivados. Para ello vamos a
conceptualizar sucintamente qué es capitalismo dada la coloquialidad de su uso,
cómo la ética protestante influyó en el espíritu del capitalismo, en qué
consistió la tesis benjaminiana y finalmente cómo la reinterpretación de la
tesis de este autor alemán se puede aplicar al socialismo, en general, y a la
realidad venezolana. El objetivo central es demostrar cómo el socialismo del
siglo XXI ha usado el capitalismo como una forma de filiación basada en la
culpa para garantizar su permanencia en el poder.
Sobre
el capitalismo.
La palabra ‘capitalismo’ es
hoy día en el país muy recurrente. Se invoca en cada momento para indicar una
realidad que hay que aceptar o repudiar. Pero qué denota la palabra
‘capitalismo’. Proviene de la palabra ‘capitalis’ que refiere ‘cabeza’
(‘caput’), por lo que, desde el punto de vista económico denota a una cabeza
que domina de forma privada un modo de producción, por lo que hablar de
‘capital’ o ‘capitalismo’ es expresar una relación de producción de bienes
intercambiables. Así pues, se puede decir de forma sucinta que el capitalismo es
un sistema económico donde, en principio, la propiedad privada desempeña un
papel fundamental en el dominio de los medios de producción y los procesos de
intercambio para la producción de beneficios. En principio porque esta cabeza
puede ser también el Estado. Esta referencia a la propiedad o cabeza indica, un
propósito que ya hemos indicado, una estructura de producción y consecuentemente
una jerarquía.
La estructura de producción
está relacionada con el emprendimiento en sí que indica la organización o
empresa que la hace posible. Ello supone recursos y personas usadas de forma
tal que la empresa debe operar con la mayor libertad para conseguir recursos
económicos y transformarlos en una nueva mercancía o servicio que pueda ser
ofrecido en un mercado en específico. Esta libertad se aplica a las empresas,
los trabajadores y los consumidores y supone la existencia de otros
emprendedores que pueden producir los mismos bienes, con lo cual la producción
e intercambios en un mercado se hacen en un contexto de competencia determinado
por las libertades antes indicadas. Por ello, los productores buscan poseer la
mayor cantidad de consumidores mediante la instrumentación de diferentes estrategias
que ayuden a la acumulación y el crecimiento.
Teniendo esto presente se
puede afirmar entonces que capitalismo es un orden basado en este tipo de
sistema económico. En función de este orden existen diferentes interpretaciones
que dependen del énfasis de los enfoques básicos que se utilicen, es decir,
políticos, sociales o jurídicos que lo favorecen o lo combaten.
Al ser la cabeza (capital),
en una estructura de producción de bienes, la promotora de la existencia del
bien de suyo esta está determinada por su valor y el valor en sí es una
variable que está estrechamente relacionada con el trabajo y el tiempo de producción.
El ‘valor’ en este contexto es el aspecto clave debido a que, por una parte,
originalmente se asociaba el capitalismo con el libre mercado. Originalmente
debido a que la guerras mundiales del siglo XX hicieron que el Estado comenzara
a intervenir en la determinación del valor, primeramente en lo concerniente a
los valores de cambio y posteriormente en los valores de uso al comenzar a
determinar las necesidades de quienes aspiraban a poseer un bien, y como
consecuencia de esta situación, el capital ha comenzado a trasladar su
estructura de apropiación no la producción en sí, sino a controlar el tiempo
visto desde una perspectiva amplia, es decir, como forma pura de la intuición
sensible. Por la otra, al estar estrechamente relacionado el tiempo y el trabajo,
la acumulación de valor ha producido importantes desequilibrios sociales que
han afectado la movilidad, una de las características que en sus orígenes se le
atribuyó a este sistema económico.
El tema de la acumulación es
el que me interesa examinar debido a que se hace necesario indicar cómo la
ética protestante y por qué el espíritu del capitalismo, hicieron que comenzara
a producirse generando los desequilibrios antes mencionados.
La
ética protestante en el espíritu del capitalismo.
Max Weber hizo un importante
ensayo denominado La Ética Protestante y
el Espíritu del Capitalismo donde señalaba que el capitalismo surgió por
un proceso de acumulación favorecido por un re-ligarse a la nueva manera de
entender la fe a partir de la interpretación directa de las Sagradas Escrituras
por la crisis que estaba afectando a la iglesia romana, de forma acentuada,
desde el siglo XV[2].
De acuerdo con esta nueva interpretación religiosa “lo que sirve para aumentar
[la] gloria [de Dios] no es el ocio ni el goce, sino el obrar” entendido como
un trabajo profesional realizado para el cumplimiento de su voluntad
(1999:213-215).
Esta acumulación comenzó a
generar un cambio en las conciencias debido a que se planteó la necesidad de
interpretar la riqueza generada como consecuencia del trabajo y la vida
ascética. Así pues se comenzó a cuestionar la riqueza sólo cuando esta incitaba
“a la pereza corrompida y al goce sensual de la vida” (Ibíd.:225). Este modo de
proceder si bien comenzó a limitar el consumo, favoreció “el afán de lucro
desde el mismo momento que no sólo lo legalizaba, sino que lo consideraba
precepto divino” (Ibíd.:242). Al ser el objetivo de la lucha del ascetismo
protestante erradicar “el uso irracional” de la riqueza, se promovió su
“utilización racional y utilitaria querida por Dios” fomentando a su vez el
desarrollo empresarial y una división del trabajo basada en la idea “de que la
desigual repartición de los bienes de este mundo – era - obra especialísima de
la providencia divina…” (Ibíd.).
Sin embargo, al instalarse
en la vida profesional y dominar la moralidad mundana, el ascetismo “contribuyó
a construir un grandioso cosmos de orden económico vinculado a las condiciones
técnicas y económicas de la producción”, específicamente industrial, trayendo
en consecuencia que la riqueza alcanzase un poder creciente, “y en último
término irresistible sobre los hombres” haciéndolos incapaces de poner la
profesión “en relación directa con valores espirituales supremos…” (Ibíd.:259).
Este hecho, según Weber, generó “Especialistas sin espíritu, gozadores sin
corazón…” produciéndose una especie de transposición de funciones en el sentido
que el re-ligarse a Dios, desde la ética protestante, se convirtió en un
re-ligarse al capital que como veremos indicó Walter Benjamin. Este vaciamiento
Weber lo refiere al desarrollo del capitalismo en Estados Unidos a finales del
siglo XIX, pero sabemos que la acumulación se extendió a escala global gracias
a la revolución industrial y la voracidad imperialista como un medio para
asegurar la condición de posibilidad de que pudiera crecer el mercado. La
Primera Guerra Mundial se produjo por la imposibilidad del capital nacional de
las principales potencias pudiese seguir creciendo. Esto fue lo que señaló
Hannah Arendt en la primera parte de Los
Orígenes del Totalitarismo.
Arendt (2004) citó a
Benjamin para indicar que la velocidad de los cambios sociales que se habían
producido desde mediados del siglo XIX habían sido tales que la imagen de
progreso descrita en el Angelus Novus
de Klee además de indicar las catástrofes del pasado señala la imprevisibilidad
de un futuro signado por la idea de cambio[3].
Esta imprevisibilidad del futuro es la que no han visto los detractores del
capitalismo. Mientras las sociedades que viven en un contexto capitalista
buscan prever la naturaleza del cambio para corregir y mejorar buscando una
suerte de redención, los detractores del capitalismo tratan de detener el
cambio para mantener un orden específico dejando a las sociedades sin futuro.
Si seguimos el pensamiento
de Weber, podemos decir que la acumulación se ha convertido en una forma de
producción que se ha auto-determinado a sí misma presuponiendo en su seno el capital
y la división del trabajo afirmándose con ello que el capitalismo ha tenido una
capacidad de adaptación y corrección de las catástrofes que ha ocasionado. Sobre
la incapacidad de los detractores del capitalismo para corregir sus catástrofes
y la capacidad de adaptación del capitalismo en si es que se refiere Benjamín.
Veamos esto último a continuación.
El
capitalismo como religión.
Benjamin señaló que en “el
capitalismo puede reconocerse una religión” debido a que sirve a “la
satisfacción de los mismos cuidados, tormentos y desasosiegos” a los que en el
pasado trataban de dar respuestas las religiones. Según este criterio observó cuatro
aspectos de esta estructura religiosa del capitalismo.
“En primer lugar, el
capitalismo es una pura religión de culto,. En él, todo tiene significado sólo
de manera inmediata con relación al culto; no conoce ningún dogma especial,
ninguna teología. Bajo este punto de vista, el utilitarismo gana su coloración
religiosa. Esta concreción del culto se encuentra ligada a un segundo rasgo del
capitalismo: la duración permanente del culto. El capitalismo es la celebración
de un culto… No hay ningún día de semana
[,] ningún día que no sea festivo en el pavoroso sentido del despliegue de toda
la pompa sagrada [,] de la más extrema tensión de los fieles. Este culto es, en
tercer lugar, gravoso. El capitalismo es, presumiblemente, el primer caso de un
culto que no expía la culpa, sino que la engendra. Aquí, este sistema religioso
se arroja a un movimiento monstruoso. Una monstruosa conciencia de culpa que no
sabe cómo expiarse apela al culto no para expiarla, sino para hacerla
universal, inculcarle la conciencia, y finalmente sobre todo incluir al Dios
mismo en esa culpa [,] para finalmente interesarlo a él mismo en la expiación...
Su cuarto rasgo es que su Dios debe ser mantenido oculto, sólo [al] cenit de su
inculpación podrá ser invocado. El culto es celebrado ante una deidad no
madurada, cada representación de ella, cada pensamiento que se le dedica,
vulnera el secreto de su maduración”.
Además de lo indicado señaló
que el capitalismo es una religión hecha de mero culto, sin dogma,
caracterizada por haber sido producto parasitario de la iglesia reformada. Teniendo
esto presente, otro parasito que surgió de la teología liberalmente
interpretada fue la teología de la liberación. La teología de la liberación
surgió como un movimiento religioso reformado que tuvo su origen con los
cambios acaecidos en el catolicismo a raíz del concilio Vaticano II y tuvo un
fuerte impacto en Iberoamérica debido a que sirvió para darle un piso religioso
a los movimientos guerrilleros de talante marxista en una región muy influida
por la iglesia católica.
La teología de la liberación
se debilitó por tres causas: la fuerza del movimiento de renovación liderada
por Juan Pablo II, la derrota militar de los teólogos que tomaron las armas y,
sobre todo la decepción que sufrieron los teólogos brasileños en no haber
podido lograr sus objetivos de concientizar la población. Este movimiento dio
paso, dentro del marco del foro de São Paulo, a una ideología conocida como la
filosofía de la liberación, un movimiento post-marxista muy influido por el
indigenismo suramericano, el pensamiento de Foucault y la reinterpretación del
pensamiento de Carl Schmitt[4]. Sin embargo, esta
filosofía al ser producto de un proceso de secularizacion de una teología con
un dogma debilitado comenzó a parecerse al capitalismo en el sentido
benjaminiano de ser una teología sin dogma.
Esta es la ideología que ha
adoptado el socialismo del siglo XXI en Venezuela. Veamos lo que ello ha
significado en la guerra de destape que han protagonizado los altos
funcionarios del orden político instaurado en 1998.
La
religión del socialismo del siglo XXI
El socialismo del siglo XXI,
en tanto que ideología hecha de mero culto, sin dogma, ha llevado a Venezuela a
una tiranía totalitaria conducida por individuos sin espíritu y gozadores sin
corazón que explica sin rubor la más grande estafa producida en toda la
historia de la humanidad si solo nos atenemos a las declaraciones de la fiscal
general y el defensor del pueblo. Aquí podemos reinterpretar las cuatro
características del capitalismo vista desde la perspectiva de esa ideología:
·
El socialismo es una pura religión de culto,
se invoca y se exige su aplicación pero sus voceros no la practican.
·
El socialismo es la celebración de un culto
realizado por un poderoso aparato de propaganda para imponer una realidad falsa
y una estructura policial que obliga a participar a la población todo el tiempo
en la celebración.
·
El socialismo es un culto que no expía la
culpa, sino que la engendra. Este quizás es el aspecto más importante que hemos
vivido en el país. El dinero del Estado se usó, en primer lugar, para
enriquecer a los socialistas de una manera tal que el deseo de poseer más los
han hecho padecer de una enfermedad degenerativa parecida a la del Gollum
descrito por Tolkien. Esto nos lleva al segundo aspecto, el socialismo del
siglo XXI se ha convertido en una eficiente máquina de generar culpa comprando
voluntades. Por ello hemos visto aquí en Venezuela cómo la oposición enmarcada
en la Mesa de la Unidad no solo no ha expiado la culpa que su proceder ha
significado para los venezolanos, sino también reafirma y ostenta su condición
de socialistas. A nivel internacional, ha sido igual de grave. Se ha usado la
estructura de la comunidad para generar una estructura de complicidad que ha
logrado a la tiranía mantenerse.
·
Los dioses del socialismo del siglo XXI se
han mantenido oculto y sólo se invocan cuando la estructura de corrupción se
siente amenazada para preservar el legado.
Esta reinterpretación nos
permite entonces afirmar que si el capitalismo ha sido el mal que han combatido
los socialistas del siglo XXI la estrategia que han usado ha sido la de
convertirse en capitalistas sin realizar emprendimientos, sin producir nada, corrompiendo
todo a su paso. Así pues, si el capitalismo es el producto parasitario de la
iglesia reformada, el socialismo del siglo XXI es producto de un parasito.
Agamben (2011) ha estimado que
el capitalismo no se puede destruir, su única forma de combatirlo es la
profanación, es decir, su relativización y usa para explicarlo cómo juegan los
niños sobre temas de los adultos. Pero creo que el problema no es el
capitalismo el asunto capital de cada individuo es vivir dignamente y eso se
logra luchando todos los días, eso significa caer y levantarse y sobretodo preguntarse
todo el tiempo si se ha vivido dignamente para expiar la culpa producida por
los errores cometidos.
En este contexto, los
socialistas del siglo XXI son los más grandes capitalistas de la historia
debido a que no han sido capaces de expiar su culpa y reconocer las catástrofes
que han provocado al tratar de detener una realidad signada por el cambio y el
progreso.
Bibliografía
consultada.
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G. (2011). “¿Qué es un Dispositivo?”. México. (T. R. Fuentes). Revista Sociológica. vol.26 no.73.
[Documento en Línea]. Disponible: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-01732011000200010
ARENDT,
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4° ed. Madrid. (T. G. Solana). Santillana ediciones generales. 618 p
BENJAMIN,
W. (1940). “Tesis de Filosofía de la Historia”. [Documento en Línea].
Disponible: http://www.uv.es/fjhernan/docencia/curs2011_2012/unimajors2011/benjamin_historia.pdf
BENJAMIN,
W. (1985/1998). “El Capitalismo como Religión”. (T. E. Foffani y J. Ennis). Instituto
de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS)
UNLP-CONICET [Documento en Línea].
Disponible: http://www.redkatatay.org/sitio/talleres/capitalismo_religion_5.pdf
BLANCO,
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Crítica al Concepto de Guerra en las obras de Hardt y Negri. Caracas.
Editorial Rivero-Blanco. 452 p.
MARSILIO
DE PADOVA (1324/1989). El Defensor de la
Paz. Madrid. (T. L. Martínez). Editorial Tecnos. 117 p
NICOLAS
de CUSA (1453/1996). La Paz de la Fe.
Carta a Juan de Segovia. Pamplona. (T. V. Sanz). Cuadernos del Anuario
Filosófico. 102 p.
WEBER,
M. (1999). La Ética Protestante y el
Espíritu del Capitalismo. (17 ed.) (T. L. Lagaz). Barcelona. Ediciones Península.
262 p.
[1] Ver al respecto: Petit, M. (2017). “Guerra entre fiscales saca a
la luz escándalos en la asignación fraudulenta de contratos de la Faja
Petrolífera del Orinoco”. [Documento en Línea]. Disponible: http://maibortpetit.blogspot.com/2017/09/guerra-entre-fiscales-saca-la-luz.html?m=1
[2] Ver también: Blanco (2016) en relación con el desarrollo de la
iglesia reformada y su papel desempeñado en el estallido de la Guerra de los
Treinta Años (GdlXXXa). Sobre las causas de la crisis de la iglesia romana ver
al respecto: Marsilio de Padova (1324/1989) y Nicolás de Cusa (1453/1996).
[4] Para conocer de esta
ideología ver: Scanone, J. (2009). “La filosofía de la liberación: historia,
características, vigencia actual”. Buenos Aires. Revista Teología y Vida, Vol.
L. Pp 59-73 [Documento en Línea]. Disponible http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492009000100006
y Dussel, E. La Filosofía de la Liberación latinoamericana en: http://enriquedussel.com/Libros_ED.html .
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