domingo, 1 de octubre de 2017

EL CAPITALISMO COMO LA RELIGIÓN DEL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI.


La guerra del destape que han protagonizado la fiscal general de la república y el defensor del pueblo en fecha reciente y ha permitido a los venezolanos conocer, de forma oficial[1], la pérdida temporal de miles de millones de dólares de las arcas del país me ha hecho recordar un escrito realizado por Walter Benjamin denominado Capitalismo como religión que explica, desde un enfoque marxista, como el capitalismo corrompe las estructuras políticas. Como se sabe, Walter Benjamín fue un pensador alemán asociado a la Escuela de Frankfurt que escribió un conjunto de obras que han sido referidas por autores como Hannah Arendt y otros más contemporáneos.
Me interesa destacar el ensayo denominado Capitalismo como Religión, debido a que nos puede ayudar a entender el fraude del socialismo del siglo XXI a partir de la misma lógica marxista y sus derivados. Para ello vamos a conceptualizar sucintamente qué es capitalismo dada la coloquialidad de su uso, cómo la ética protestante influyó en el espíritu del capitalismo, en qué consistió la tesis benjaminiana y finalmente cómo la reinterpretación de la tesis de este autor alemán se puede aplicar al socialismo, en general, y a la realidad venezolana. El objetivo central es demostrar cómo el socialismo del siglo XXI ha usado el capitalismo como una forma de filiación basada en la culpa para garantizar su permanencia en el poder.
Sobre el capitalismo.
La palabra ‘capitalismo’ es hoy día en el país muy recurrente. Se invoca en cada momento para indicar una realidad que hay que aceptar o repudiar. Pero qué denota la palabra ‘capitalismo’. Proviene de la palabra ‘capitalis’ que refiere ‘cabeza’ (‘caput’), por lo que, desde el punto de vista económico denota a una cabeza que domina de forma privada un modo de producción, por lo que hablar de ‘capital’ o ‘capitalismo’ es expresar una relación de producción de bienes intercambiables. Así pues, se puede decir de forma sucinta que el capitalismo es un sistema económico donde, en principio, la propiedad privada desempeña un papel fundamental en el dominio de los medios de producción y los procesos de intercambio para la producción de beneficios. En principio porque esta cabeza puede ser también el Estado. Esta referencia a la propiedad o cabeza indica, un propósito que ya hemos indicado, una estructura de producción y consecuentemente una jerarquía.
La estructura de producción está relacionada con el emprendimiento en sí que indica la organización o empresa que la hace posible. Ello supone recursos y personas usadas de forma tal que la empresa debe operar con la mayor libertad para conseguir recursos económicos y transformarlos en una nueva mercancía o servicio que pueda ser ofrecido en un mercado en específico. Esta libertad se aplica a las empresas, los trabajadores y los consumidores y supone la existencia de otros emprendedores que pueden producir los mismos bienes, con lo cual la producción e intercambios en un mercado se hacen en un contexto de competencia determinado por las libertades antes indicadas. Por ello, los productores buscan poseer la mayor cantidad de consumidores mediante la instrumentación de diferentes estrategias que ayuden a la acumulación y el crecimiento.
Teniendo esto presente se puede afirmar entonces que capitalismo es un orden basado en este tipo de sistema económico. En función de este orden existen diferentes interpretaciones que dependen del énfasis de los enfoques básicos que se utilicen, es decir, políticos, sociales o jurídicos que lo favorecen o lo combaten.
Al ser la cabeza (capital), en una estructura de producción de bienes, la promotora de la existencia del bien de suyo esta está determinada por su valor y el valor en sí es una variable que está estrechamente relacionada con el trabajo y el tiempo de producción. El ‘valor’ en este contexto es el aspecto clave debido a que, por una parte, originalmente se asociaba el capitalismo con el libre mercado. Originalmente debido a que la guerras mundiales del siglo XX hicieron que el Estado comenzara a intervenir en la determinación del valor, primeramente en lo concerniente a los valores de cambio y posteriormente en los valores de uso al comenzar a determinar las necesidades de quienes aspiraban a poseer un bien, y como consecuencia de esta situación, el capital ha comenzado a trasladar su estructura de apropiación no la producción en sí, sino a controlar el tiempo visto desde una perspectiva amplia, es decir, como forma pura de la intuición sensible. Por la otra, al estar estrechamente relacionado el tiempo y el trabajo, la acumulación de valor ha producido importantes desequilibrios sociales que han afectado la movilidad, una de las características que en sus orígenes se le atribuyó a este sistema económico.
El tema de la acumulación es el que me interesa examinar debido a que se hace necesario indicar cómo la ética protestante y por qué el espíritu del capitalismo, hicieron que comenzara a producirse generando los desequilibrios antes mencionados.
La ética protestante en el espíritu del capitalismo.
Max Weber hizo un importante ensayo denominado La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo donde señalaba que el capitalismo surgió por un proceso de acumulación favorecido por un re-ligarse a la nueva manera de entender la fe a partir de la interpretación directa de las Sagradas Escrituras por la crisis que estaba afectando a la iglesia romana, de forma acentuada, desde el siglo XV[2]. De acuerdo con esta nueva interpretación religiosa “lo que sirve para aumentar [la] gloria [de Dios] no es el ocio ni el goce, sino el obrar” entendido como un trabajo profesional realizado para el cumplimiento de su voluntad (1999:213-215).
Esta acumulación comenzó a generar un cambio en las conciencias debido a que se planteó la necesidad de interpretar la riqueza generada como consecuencia del trabajo y la vida ascética. Así pues se comenzó a cuestionar la riqueza sólo cuando esta incitaba “a la pereza corrompida y al goce sensual de la vida” (Ibíd.:225). Este modo de proceder si bien comenzó a limitar el consumo, favoreció “el afán de lucro desde el mismo momento que no sólo lo legalizaba, sino que lo consideraba precepto divino” (Ibíd.:242). Al ser el objetivo de la lucha del ascetismo protestante erradicar “el uso irracional” de la riqueza, se promovió su “utilización racional y utilitaria querida por Dios” fomentando a su vez el desarrollo empresarial y una división del trabajo basada en la idea “de que la desigual repartición de los bienes de este mundo – era - obra especialísima de la providencia divina…” (Ibíd.).
Sin embargo, al instalarse en la vida profesional y dominar la moralidad mundana, el ascetismo “contribuyó a construir un grandioso cosmos de orden económico vinculado a las condiciones técnicas y económicas de la producción”, específicamente industrial, trayendo en consecuencia que la riqueza alcanzase un poder creciente, “y en último término irresistible sobre los hombres” haciéndolos incapaces de poner la profesión “en relación directa con valores espirituales supremos…” (Ibíd.:259). Este hecho, según Weber, generó “Especialistas sin espíritu, gozadores sin corazón…” produciéndose una especie de transposición de funciones en el sentido que el re-ligarse a Dios, desde la ética protestante, se convirtió en un re-ligarse al capital que como veremos indicó Walter Benjamin. Este vaciamiento Weber lo refiere al desarrollo del capitalismo en Estados Unidos a finales del siglo XIX, pero sabemos que la acumulación se extendió a escala global gracias a la revolución industrial y la voracidad imperialista como un medio para asegurar la condición de posibilidad de que pudiera crecer el mercado. La Primera Guerra Mundial se produjo por la imposibilidad del capital nacional de las principales potencias pudiese seguir creciendo. Esto fue lo que señaló Hannah Arendt en la primera parte de Los Orígenes del Totalitarismo.
Arendt (2004) citó a Benjamin para indicar que la velocidad de los cambios sociales que se habían producido desde mediados del siglo XIX habían sido tales que la imagen de progreso descrita en el Angelus Novus de Klee además de indicar las catástrofes del pasado señala la imprevisibilidad de un futuro signado por la idea de cambio[3]. Esta imprevisibilidad del futuro es la que no han visto los detractores del capitalismo. Mientras las sociedades que viven en un contexto capitalista buscan prever la naturaleza del cambio para corregir y mejorar buscando una suerte de redención, los detractores del capitalismo tratan de detener el cambio para mantener un orden específico dejando a las sociedades sin futuro.
Si seguimos el pensamiento de Weber, podemos decir que la acumulación se ha convertido en una forma de producción que se ha auto-determinado a sí misma presuponiendo en su seno el capital y la división del trabajo afirmándose con ello que el capitalismo ha tenido una capacidad de adaptación y corrección de las catástrofes que ha ocasionado. Sobre la incapacidad de los detractores del capitalismo para corregir sus catástrofes y la capacidad de adaptación del capitalismo en si es que se refiere Benjamín. Veamos esto último a continuación.
El capitalismo como religión.
Benjamin señaló que en “el capitalismo puede reconocerse una religión” debido a que sirve a “la satisfacción de los mismos cuidados, tormentos y desasosiegos” a los que en el pasado trataban de dar respuestas las religiones. Según este criterio observó cuatro aspectos de esta estructura religiosa del capitalismo.
“En primer lugar, el capitalismo es una pura religión de culto,. En él, todo tiene significado sólo de manera inmediata con relación al culto; no conoce ningún dogma especial, ninguna teología. Bajo este punto de vista, el utilitarismo gana su coloración religiosa. Esta concreción del culto se encuentra ligada a un segundo rasgo del capitalismo: la duración permanente del culto. El capitalismo es la celebración de un culto… No hay ningún día de semana [,] ningún día que no sea festivo en el pavoroso sentido del despliegue de toda la pompa sagrada [,] de la más extrema tensión de los fieles. Este culto es, en tercer lugar, gravoso. El capitalismo es, presumiblemente, el primer caso de un culto que no expía la culpa, sino que la engendra. Aquí, este sistema religioso se arroja a un movimiento monstruoso. Una monstruosa conciencia de culpa que no sabe cómo expiarse apela al culto no para expiarla, sino para hacerla universal, inculcarle la conciencia, y finalmente sobre todo incluir al Dios mismo en esa culpa [,] para finalmente interesarlo a él mismo en la expiación... Su cuarto rasgo es que su Dios debe ser mantenido oculto, sólo [al] cenit de su inculpación podrá ser invocado. El culto es celebrado ante una deidad no madurada, cada representación de ella, cada pensamiento que se le dedica, vulnera el secreto de su maduración”.

Además de lo indicado señaló que el capitalismo es una religión hecha de mero culto, sin dogma, caracterizada por haber sido producto parasitario de la iglesia reformada. Teniendo esto presente, otro parasito que surgió de la teología liberalmente interpretada fue la teología de la liberación. La teología de la liberación surgió como un movimiento religioso reformado que tuvo su origen con los cambios acaecidos en el catolicismo a raíz del concilio Vaticano II y tuvo un fuerte impacto en Iberoamérica debido a que sirvió para darle un piso religioso a los movimientos guerrilleros de talante marxista en una región muy influida por la iglesia católica.
La teología de la liberación se debilitó por tres causas: la fuerza del movimiento de renovación liderada por Juan Pablo II, la derrota militar de los teólogos que tomaron las armas y, sobre todo la decepción que sufrieron los teólogos brasileños en no haber podido lograr sus objetivos de concientizar la población. Este movimiento dio paso, dentro del marco del foro de São Paulo, a una ideología conocida como la filosofía de la liberación, un movimiento post-marxista muy influido por el indigenismo suramericano, el pensamiento de Foucault y la reinterpretación del pensamiento de Carl Schmitt[4]. Sin embargo, esta filosofía al ser producto de un proceso de secularizacion de una teología con un dogma debilitado comenzó a parecerse al capitalismo en el sentido benjaminiano de ser una teología sin dogma.
Esta es la ideología que ha adoptado el socialismo del siglo XXI en Venezuela. Veamos lo que ello ha significado en la guerra de destape que han protagonizado los altos funcionarios del orden político instaurado en 1998.
La religión del socialismo del siglo XXI
El socialismo del siglo XXI, en tanto que ideología hecha de mero culto, sin dogma, ha llevado a Venezuela a una tiranía totalitaria conducida por individuos sin espíritu y gozadores sin corazón que explica sin rubor la más grande estafa producida en toda la historia de la humanidad si solo nos atenemos a las declaraciones de la fiscal general y el defensor del pueblo. Aquí podemos reinterpretar las cuatro características del capitalismo vista desde la perspectiva de esa ideología:
·         El socialismo es una pura religión de culto, se invoca y se exige su aplicación pero sus voceros no la practican.
·         El socialismo es la celebración de un culto realizado por un poderoso aparato de propaganda para imponer una realidad falsa y una estructura policial que obliga a participar a la población todo el tiempo en la celebración.
·         El socialismo es un culto que no expía la culpa, sino que la engendra. Este quizás es el aspecto más importante que hemos vivido en el país. El dinero del Estado se usó, en primer lugar, para enriquecer a los socialistas de una manera tal que el deseo de poseer más los han hecho padecer de una enfermedad degenerativa parecida a la del Gollum descrito por Tolkien. Esto nos lleva al segundo aspecto, el socialismo del siglo XXI se ha convertido en una eficiente máquina de generar culpa comprando voluntades. Por ello hemos visto aquí en Venezuela cómo la oposición enmarcada en la Mesa de la Unidad no solo no ha expiado la culpa que su proceder ha significado para los venezolanos, sino también reafirma y ostenta su condición de socialistas. A nivel internacional, ha sido igual de grave. Se ha usado la estructura de la comunidad para generar una estructura de complicidad que ha logrado a la tiranía mantenerse.
·         Los dioses del socialismo del siglo XXI se han mantenido oculto y sólo se invocan cuando la estructura de corrupción se siente amenazada para preservar el legado.
Esta reinterpretación nos permite entonces afirmar que si el capitalismo ha sido el mal que han combatido los socialistas del siglo XXI la estrategia que han usado ha sido la de convertirse en capitalistas sin realizar emprendimientos, sin producir nada, corrompiendo todo a su paso. Así pues, si el capitalismo es el producto parasitario de la iglesia reformada, el socialismo del siglo XXI es producto de un parasito.
Agamben (2011) ha estimado que el capitalismo no se puede destruir, su única forma de combatirlo es la profanación, es decir, su relativización y usa para explicarlo cómo juegan los niños sobre temas de los adultos. Pero creo que el problema no es el capitalismo el asunto capital de cada individuo es vivir dignamente y eso se logra luchando todos los días, eso significa caer y levantarse y sobretodo preguntarse todo el tiempo si se ha vivido dignamente para expiar la culpa producida por los errores cometidos.
En este contexto, los socialistas del siglo XXI son los más grandes capitalistas de la historia debido a que no han sido capaces de expiar su culpa y reconocer las catástrofes que han provocado al tratar de detener una realidad signada por el cambio y el progreso.
 Bibliografía consultada.

AGAMBEN, G. (2011). “¿Qué es un Dispositivo?”. México. (T. R. Fuentes). Revista Sociológica. vol.26 no.73. [Documento en Línea]. Disponible: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-01732011000200010

ARENDT, H. (2004). Los Orígenes del Totalitarismo. 4° ed. Madrid. (T. G. Solana). Santillana ediciones generales. 618 p

BENJAMIN, W. (1940). “Tesis de Filosofía de la Historia”. [Documento en Línea]. Disponible: http://www.uv.es/fjhernan/docencia/curs2011_2012/unimajors2011/benjamin_historia.pdf

BENJAMIN, W. (1985/1998). “El Capitalismo como Religión”. (T. E. Foffani y J. Ennis). Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS) UNLP-CONICET  [Documento en Línea]. Disponible: http://www.redkatatay.org/sitio/talleres/capitalismo_religion_5.pdf

BLANCO, E. (2016). Ontología de la Guerra. Crítica al Concepto de Guerra en las obras de Hardt y Negri. Caracas. Editorial Rivero-Blanco. 452 p. 

MARSILIO DE PADOVA (1324/1989). El Defensor de la Paz. Madrid. (T. L. Martínez). Editorial Tecnos. 117 p

NICOLAS de CUSA (1453/1996). La Paz de la Fe. Carta a Juan de Segovia. Pamplona. (T. V. Sanz). Cuadernos del Anuario Filosófico. 102 p.

WEBER, M. (1999). La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo. (17 ed.) (T. L. Lagaz). Barcelona. Ediciones Península. 262 p. 



[1] Ver al respecto: Petit, M. (2017). “Guerra entre fiscales saca a la luz escándalos en la asignación fraudulenta de contratos de la Faja Petrolífera del Orinoco”. [Documento en Línea]. Disponible: http://maibortpetit.blogspot.com/2017/09/guerra-entre-fiscales-saca-la-luz.html?m=1
[2] Ver también: Blanco (2016) en relación con el desarrollo de la iglesia reformada y su papel desempeñado en el estallido de la Guerra de los Treinta Años (GdlXXXa). Sobre las causas de la crisis de la iglesia romana ver al respecto: Marsilio de Padova (1324/1989) y Nicolás de Cusa (1453/1996).
[3] Sobre el Angelus Novus de Klee ver al respecto: Benjamin (1940)
[4] Para conocer de esta ideología ver: Scanone, J. (2009). “La filosofía de la liberación: historia, características, vigencia actual”. Buenos Aires. Revista Teología y Vida, Vol. L. Pp 59-73 [Documento en Línea]. Disponible http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492009000100006 y Dussel, E. La Filosofía de la Liberación latinoamericana en: http://enriquedussel.com/Libros_ED.html  . 

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