Antes de
examinar el o los conceptos de filosofía de la praxis es conveniente hacer
distinción entre lo que es teoría, ciencia, teología y filosofía política. Para
ello nos vamos a apoyar en el pensamiento de Leo Strauss.
Para
Strauss la teoría política comprende el estudio comprensivo de la situación
política que sirve de base a la construcción de una política en sentido amplio.
Para este autor ese estudio está basado, en última instancia, en principios
aceptados por gran parte de la opinión pública de forma dogmática y
eventualmente pudieran ser puestos en duda por la propia población.
En
relación con la ciencia política Strauss indicó que es un término ambiguo
porque designa “las investigaciones sobre lo político realizadas bajo modelos
tomados de las ciencias naturales y los trabajos realizados por los miembros de
las cátedras de ciencia política”. Pero, en general se caracteriza por ser
eminentemente a-filosófica. Solo necesitan filosofía de una determinada clase:
metodología o lógica”. Por ser imparcial, por tener como foco el poder, y por
prescindir de todo juicio moral en vista de un fin, la verdad, el método y el
logos subyacente, estos aspectos son los que van a determinar el criterio de verdad haciéndolo
aplicable a cualquier comunidad política relativizando así lo que esencialmente
determinó la existencia de una cualquiera.
Pacheco,
en este sentido, ha señalado que la ciencia política es empírica y
rigurosamente ajena a criterios axiológicos, y se propone la misma
investigación de la “verdad efectiva” que se propusieron los realistas
políticos, es decir, el estudio de las relaciones de fuerza que se dan
entre los hombres, como lo es la típica y fundamental de autoridad y obediencia.
Este pensador, interpretando a Passarin D’Entreves, ha indicado además que la
ciencia política se ha orientado al estudio del poder, entendido como fuerza,
en las relaciones sociales teniendo como foco al Estado. En este sentido
agregó, citando al autor mencionado que
“El
Estado es fuerza, pero una fuerza revestida de un determinado
carácter e investida de ciertas cualidades que la distinguen
de otros tipos de fuerza. No es sólo fuerza, sino fuerza legal,
fuerza legítima: poder, autoridad. Por consiguiente, debemos
recurrir al análisis del poder para darnos cuenta de un aspecto del problema del
Estado que escapa al realista político, pero no al jurista”.
Este
realismo político se desenvuelve en un contexto social y se caracteriza por
tener una idea pesimista de la naturaleza humana, es decir, aquella que
considera al hombre como un ser malvado (Machiavelli) o caído en pecado
(San Agustín). Este carácter malvado es el que nos coloca en el plano de la
ciencia, la teología y la filosofía política.
Con
respecto a la teología política, Strauss la entiende por “las enseñanzas
políticas que se apoyan en la revelación divina” y Schmitt indicó que la
filosofía política se basa en conceptos teológicos secularizados. De aquí que
Strauss haya afirmado que la filosofía política se limita solo a aquello a lo
que puede acceder la mente humana por sí sola
Strauss
ha expresado que lo político está sujeto por su naturaleza a la aprobación y
desaprobación, aceptación y rechazo porque su esencia no está caracterizada por
la neutralidad, es decir, exige de los hombre la obediencia y la lealtad y,
además el decidir acerca de los temas fundamentales de la comunidad política
dentro de una estructura de valoración que abarca lo justo y lo bueno. Por ello
este autor ha afirmado que la filosofía política busca “sustituir el nivel de
opinión por un nivel de conocimiento de la esencia de lo político”. En este
sentido, la filosofía política es un intento de comprender la esencia de lo
político y por lo tanto es a-científica y a-histórica. Por ello agrega que es
esencial para la filosofía política “el tener como principio motor la
impaciente percepción de la diferencia fundamental entre convicción o creencia
y conocimiento”. Finalmente este autor expresó que el adjetivo ‘política’ que
designa a la filosofía
“… no
designa tanto un tema de fondo como un sistema metodológico, desde este punto
de vista,…, la expresión filosofía política no significa necesariamente un
tratamiento filosófico de lo político, sino un tratamiento político o popular
de la filosofía, o la introducción política a la filosofía, el intento de
conducir a los ciudadanos cualificados… de la vida política a la vida
filosófica. Este significado más profundo de la filosofía política concuerda
perfectamente con su sentido ordinario, porque… viene a culminar en un canto de
la vida filosófica. De todos modos, ese sentido es definitivo porque significa
la justificación de la filosofía ante el tribunal de la comunidad política y,
por tanto, al nivel de discusión política…”.
“En su filosofía política el filósofo arranca, por tanto, de aquel modo
de entender lo político que es propio de la vida política prefilosófica. En
principio, el hecho de que una cierta actitud habitual o un tipo determinado de
conducta sean elogiados generalmente es una razón suficiente para considerar
virtuosos esa actitud o ese tipo de conducta. Pero el filósofo pronto se siente
obligado a superar la dimensión del entendimiento prefilosófico, planteando el
problema crucial: ¿Qué es la virtud? El intento de solucionar este problema
conduce a distinguir críticamente las actitudes generalmente alabadas que lo
son con razón de las que no lo son, y esto a su vez, lleva al reconocimiento de
una cierta jerarquización de las diferentes virtudes totalmente desconocidas en
la vida prefilosófica… además, solamente se puede obtener una visión completa
de los límites de la esfera político-moral en conjunto después de encontrar una
solución al problema de la naturaleza de lo político. Este problema señala el
límite de la filosofía política como disciplina práctica, aunque se trata de un
problema eminentemente práctico, cumple la función de ser la puerta de entrada
para aquellos cuyo propósito ya no es conducir a los demás, sino simplemente
entender las cosas en su propia esencia”.
Con este
límite señalado por Strauss podemos comenzar examinando los conceptos fundamentales
de filosofía de la praxis, es decir, qué es teoría y praxis…
LOS CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS.
Hay
autores que han señalado que la relación teoría y praxis corresponde a la
antropología y la ética. Por ello se hace necesario saber qué es filosofía de
la praxis y cómo ha evolucionado este concepto para establecer un plano de
referencia que permita ubicarnos en este curso. Hay diversas orientaciones en
función del rumbo que se pretende seguir. En este sentido, Aristóteles señaló
en la ética algo a tener presente: que la obra del hombre es el ser en obra del
alma según un logos y en la política indicó otras dos que dan sentido a su
discurso: que la felicidad es el ser en obra y un cierto uso perfecto de la
virtud. Después integrando en una relación recíproca el ser-en-obra y el
ser-en-uso desde una prospectiva ontológica y prospectiva ética señaló que el
bien más perfecto es preservar la polis porque, ciertamente, ya es apetecible
procurarlo para uno solo, pero es más hermoso y divino para un pueblo y para
las ciudades, por tanto, el fin de la política no es el conocimiento, sino la
acción (praxis) y el bien último al que aspira es la felicidad, algo que se
busca por sí mismo y no como medio para alcanzar otro fin. Este fin en sí mismo
es el bien humano, es decir, una actividad del alma conforme a la virtud.
Después
del examen del pensamiento de un conjunto de autores desde una perspectiva
genealógica que se va a iniciar con Kant para dar los lineamientos generales de
lo que vamos a entender por praxis vamos a examinar qué entiende este filósofo
alemán por praxis.
Kant
comienza su teoría y praxis indicando que la teoría refiere un
conjunto de reglas prácticas, siempre que estas sean pensadas como principios,
con una cierta universalidad, y por tanto siempre hayan sido abstraídas de la
gran cantidad de condiciones que concurren necesariamente en su aplicación, y
la practica tiene que ver con aquellas realizaciones que tienen un fin pensado
como parte del cumplimiento de ciertos principios representados con cierta
universalidad. Con esta premisa, el pensador alemán dividió su obra en tres
partes siguiendo la triple cualidad a los cuales suele juzgar su objeto un
hombre de honor: como hombre privado con ocupaciones y responsabilidades que
busca el bien desde el punto de vista moral, como hombre político en relación
con el bien de los Estados y como cosmopolita, es decir, como ciudadano del
mundo que busca el bien de la humanidad en su conjunto.
En
relación con el primer aspecto el hombre debe separar el concepto de deber del
anhelo de felicidad. El concepto de deber está sujeto a un imperativo
categórico, por lo que todo lo que para la moral es correcto, lo debe ser también
en la praxis y el problema es cómo debe ser instrumentado mejor.
Con
respecto al segundo aspecto tiene que ver con el concepto de libertad en
el estado civil. Este concepto se rige por los siguientes
principios a priori que harían posible el establecimiento de un
Estado:
La
libertad de cada miembro de la sociedad en cuanto hombre está regida de
acuerdo con la siguiente máxima: “Nadie me puede obligar a ser feliz a su modo
(tal como él se imagina el bienestar de otros hombres), sino que es lícito a
cada uno buscar su felicidad por el camino que mejor le parezca, siempre y
cuando no cause perjuicio a la libertad de los demás para pretender un fin
semejante, libertad que puede coexistir con la libertad de todos según una
posible ley universal…”, lo contrario es despotismo que se diferencia del
patriotismo en que este último refleja el deber de todos en comunidad.
La
igualdad de éste con cualquier otro, en cuanto súbdito, que se rige de acuerdo
con esta máxima: “cada miembro de la comunidad tiene derechos de coacción frente
a cualquier otro, circunstancia de la que solo queda excluido el jefe de dicha
comunidad – por ser su creador o conservador – siendo el único que tiene la
facultad de coaccionar sin estar él mismo sometido a las leyes de coacción”. En
este contexto, todo el que está debajo de la ley es súbdito.
La
independencia de cada miembro de una comunidad, en cuanto ciudadano, es decir,
en cuanto colegislador (derecho de dictar leyes). La co-legislación es la única
que puede generar una voluntad general y para ello sólo se requiere ser
propietario (incluyendo en este concepto toda habilidad, oficio, ciencia o
arte) y sólo ofrecer sus servicios a la comunidad.
Para este
autor, estos son elementos constituyentes del contrato originario y
representan el fundamento sobre los cuales se puede erigir una comunidad. Esta
idea de la razón, tiene para él una importante realidad (práctica), en el
sentido de
“…
obligar a todo legislador a que dicte sus leyes como si éstas pudieran haber
emanado de la voluntad unida de todo un pueblo y a que considere a cada
súbdito, en la medida en que éste quiera ser ciudadano, como si hubiera
expresado su acuerdo con una voluntad tal”.
Por ello,
no es justificable por ninguna causa el derecho de rebelión porque destruye los fundamentos de la comunidad desde
el mismo momento que el súbdito no sigue teniendo “el derecho de emitir
constantemente un juicio sobre cómo debe ser administrada una constitución”. A
pesar de esta afirmación considera la libertad de expresión como un mecanismo
regulador que podría evitar la disensión de los súbditos si se hace para el
bien del contrato debido a que “lo que un pueblo no puede decidir sobre sí
mismo, tampoco puede decidirlo el legislador sobre el pueblo”. Dicho de otra
manera, para Kant,
“En toda
comunidad tiene que haber una obediencia sujeta al mecanismo de la constitución
estatal, con arreglo a leyes coactivas (que conciernen a todos), pero a la vez
tiene que haber el espíritu de libertad, pues en todo lo que atañe al deber
universal de los hombres todos exigen ser persuadidos racionalmente de que tal
coacción es legítima, a fin de no incurrir en contradicción consigo mismos. La
obediencia con este espíritu de libertad es la causa que da lugar a todas las sociedades
secretas”.
La
intercomunicación es una vocación natural de la humanidad. Gracias a ella se
podría evitar que se generase ese tipo de sociedades. Con esto entramos en el
tercer aspecto de la argumentación kantiana puesto que permite la introducción
de la idea de progreso. Como el género humano va en continuo avance en lo que
respeta a la cultura “cabe concebir que progresa a mejor en lo que concierne al
fin moral de su existencia”, de modo que este progreso podrá ser interrumpido,
pero no roto. El modo en que este es materializado por intermedio de la
providencia puesto que así como la violencia hizo que un pueblo haya decidido
someterse a la coacción que la razón misma le ha prescrito como medio para
someterse a una constitución civil, las continuas guerras entre Estados “ha de
llevarlos finalmente,…, a ingresar en una constitución cosmopolita” bajo una
situación jurídica de federación, donde sea cada pueblo y no sus jefes, los que
dictaminen si han de exponerse o no a un peligro. Él no cree en un equilibrio
de poderes a nivel internacional, sino en la fuerza de las circunstancias que da la providencia para
evitar el mal y seguir el bien…
El
marxismo colocó a la praxis en el centro de su sistema filosófico. Para Carlos Marx el
hombre ha llegado a ser hombre por intermedio de la praxis. Esta praxis está
representada por el trabajo. Esta actividad humana representa no solo la base
del conocimiento, de la teoría, sino también de la misma antropogénesis como
puede ser visualizado en la ideología alemana. De igual forma, también consideró que el trabajo constituye el elemento fundamental de la transformación del mundo por vía
de la revolución práctica. O sea que de la teoría se va a la praxis en un proceso continuo de desarrollo. El autor
que desarrolla esta idea de la praxis dentro de esta corriente fue Antonio Gramsci.
Jürgen Habermas, al respecto en su obra Teoría y Praxis, trató la idea de “una
teoría de la sociedad concebida con intención práctica y delimitar su status
frente a teorías de otro origen”. Teniendo eso en mente consideró que
“… la
teoría incluye una doble relación entre teoría y praxis: investiga, por una
parte, el contexto histórico de constitución de una situación de intereses a la
que aún pertenece la teoría, por así decirlo a través del acto de conocimiento;
y por otra parte, investiga el contexto histórico de acción sobre el que la
teoría puede ejercer una influencia que orienta la acción. En un caso se trata
de la praxis social que en tanto que síntesis social hace posible el
conocimiento; en el otro, de una praxis política que conscientemente aspira a
subvertir el sistema de instituciones existente. En virtud de la reflexión
sobre su contexto genético la crítica se diferencia lo mismo de la ciencia que
de la filosofía. Las ciencias obscurecen el contexto de constitución y se
comportan respecto de su ámbito objetual de una manera objetivista; mientras
que, por el contrario, la filosofía sólo podía asegurarse su origen
ontológicamente como un primero”.
Por otra parte, la
praxis, es para Karol Wojtyla, el punto inicial de la teoría del hombre, desde
una perspectiva cristiana, que conecta “el «operari» humano y el «esse» humano”
bajo la figura del deber que condiciona el “obrar en la medida de su ser y del
modo de su ser” a una ética centrada en Cristo y una moral en la iglesia. O sea
que de la praxis se va a la teoría y viceversa en un sistema de ajuste
continuo.
Finalmente, el
profesor José Rafael Herrera ha señalado que
“La
filosofía de la praxis es una filosofía crítica de la historia, cuya estructura
dialéctica exige que el conocimiento de sus principios no pueda ser ni
exclusivamente filosófico ni exclusivamente histórico: más bien, tiene que ser,
de un modo determinado y necesario, el reconocimiento de la recíproca
compenetración de lo histórico y lo filosófico, inescindiblemente entramadas,
al punto de afirmar que no puede haber filosofía sin historia, ni historia sin
filosofía”.
Herrera
concluyó afirmando que la filosofía de la praxis es una “crítica de la razón
histórica” o una “ontología del ser social”. Teniendo presente lo antes
indicado podemos afirmar que la reflexión sobre el conjunto de actos
que determinan en el hombre una realidad en un espacio-tiempo dado dentro de una comunidad política es
lo que podríamos denominar, en principio, filosofía de la praxis.
ESTRUCTURA DE ANÁLISIS DEL CURSO
Teniendo presente la indicación dada por Habermas
en el sentido de la dificultad inherente al objetivismo de las ciencias y la dada por Strauss en relación con sus límites en la reflexión y la conducción, hemos
anclado la estructura de este curso en el concepto kantiano de
insociable-sociabilidad porque este concepto permite explicar la tensión histórica que se presenta en el progreso o el desarrollo de las sociedades.
Kant formuló la idea de que
es el conflicto, en la forma de una “insociable-sociabilidad” (Ungesellige Geselligkeit), el motor del
cambio hacia formas mejores de convivencia social. En este sentido afirmó en la
Historia Universal en sentido Cosmopolita:
“Entiendo aquí por antagonismo la insociable
sociabilidad de los hombres, esto es, el que su inclinación a vivir en sociedad
sea inseparable de una hostilidad que amenaza constantemente con disolver esa
sociedad. (...) El hombre tiene una tendencia a socializarse, porque en tal
estado siente más su condición de hombre (...) Pero también tiene una fuerte
inclinación a individualizarse (aislarse), porque encuentra simultáneamente en
sí mismo la insociable cualidad de doblegar todo a su mero capricho (...) Pues
bien, esta resistencia es aquello que despierta todas las fuerzas del hombre y
le hace vencer su inclinación a la pereza, impulsándole por medio de la
ambición, el afán de dominio o la codicia, a procurarse una posición entre sus
congéneres, a los que no puede soportar, pero de los que tampoco es capaz de
prescindir”.
En la Antropología Práctica afirma:
“¿ha sido el hombre
creado para vivir en sociedad? El ser humano no ha sido creado para la colmena
como la abeja, ni tampoco ha sido colocado en el mundo como un animal
solitario. Por una parte, alberga una propensión hacia la sociedad, al ser sus
necesidades mayores que las de cualquier otro animal; sin embargo, por otro
lado, tampoco deja de inclinarse hacia la insociabilidad, ya que una sociedad
demasiado grande le coarta, le incomoda y le obliga a estar ojo avizor”
Luego agregó que,
“el hombre es
insociable, y en el estado de naturaleza considera un enemigo a cualquier
extraño… esta insociabilidad engendra en última instancia una sólida agrupación
civil, promoviendo así la cultura y el refinamiento del gusto. Sin esta
insociabilidad no existiría la sociedad civil en cuanto tal, sino, a lo sumo,
una arcádica vida pastoril caracterizada por la indolencia y los mejores
sentimientos; esta situación haría que el hombre no pudiera perfeccionarse y no
mereciera mayor respeto que cualquier otra especie animal”
Para este filósofo la
naturaleza conflictiva del ser humano no es necesariamente un aspecto negativo
sino un elemento indispensable para su avance en la formación de principios
prácticos para su vida en sociedad. El fin hacia el cual son impulsados los
hombres por la insociable sociabilidad es el contrato fundacional del orden
social o estado de derecho[1].
La insociable-sociabilidad
nos coloca en el plano antropológico. Este plano constituye uno de los fundamentos de
la filosofía política de Kant junto con los prolegómenos
de la filosofía de la historia (1784/2002) y la Crítica de la facultad de juzgar teleológica.
La insociable-sociabilidad obliga a
considerar el Ser al menos desde tres perspectivas: en su singularidad, en
comunidad y como parte del conjunto de una polis o res-publica. Como Ser, en su
singularidad, Kant consideró que el fundamento de la posibilidad de un análisis
pragmático del Ser comienza con la consciencia de sí, es decir, cuando podemos
comenzar a preguntarnos qué soy y quién soy. Después de ahí el filósofo de
Königsberg definió el egoísmo. El egoísmo es la tendencia que podemos afirmar
apunta a la insociabilidad y lo opone al pluralismo que lo impulsa a lo
contrario.
Esta insociable-sociabilidad gira en torno a los
conceptos de público y privado, conformando dos ejes con unos límites que
lo contornean que se basan en el concepto de justicia. Por qué. Por el carácter
egoísta del hombre que asumimos, desde la perspectiva kantiana, y la necesidad
de socializar a partir de la producción de sus medios para la vida.
Al respecto, Bobbio analizó la dicotomía entre lo
público y lo privado a través del derecho. A partir de allí hizo una serie de
consideraciones que parten, en primer lugar, de la relación social entre
iguales y desiguales. Desde el Estado, esta es vista como una relación de
subordinación entre gobernantes y gobernados. Esta es una relación desigual.
Por otra parte, la sociedad natural y la sociedad del mercado son
caracterizadas por la relación de coordinación entre iguales. En segundo lugar
de la fuente legal de la dicotomía, es decir, el derecho y el contrato.
Modernamente esta distinción parte del concepto de derecho natural que se
fundamenta en el estado de naturaleza y del derecho positivo. En tercer lugar,
presenta la dicotomía a partir de las dos formas clásicas de justicia: la
justicia distributiva y la justicia conmutativa. En la justicia conmutativa el
orden de los intercambios, entendidos de manera general, deben ser considerados
justo y las cosas cambiadas deben ser considerada de igual valor. En la
justicia distributiva, el principio guía es la autoridad pública que distribuye
honores y funciones de acuerdo con sus méritos y necesidades. En otras
palabras, la justicia conmutativa es definida como la que tiene lugar entre las
partes y la justicia distributiva como la que toma lugar entre el todo y las
partes.
De acuerdo con estas consideraciones, Bobbio
expresó que estas dicotomías tienen un significado evaluativo en el sentido que en unos
casos se da primacía a lo privado sobre lo público y en otras a lo público
sobre lo privado. La primacía de lo privado sobre lo público pasó a convertirse
en lo que se conocería como derecho natural y posteriormente en derecho
positivo. Eso lo observó Bobbio incluso en el pensamiento de Hegel y Marx. La
primacía del derecho privado sobre el derecho público se evidencia de manera
consistente primeramente en Bodin y posteriormente en Locke.
Con respecto a la primacía de lo público Bobbio ha seguido diferentes formas de acuerdo a las varias vías a las cuales
ha asumido en el siglo XX el Estado en relación a la concepción liberal. Está
fundamentado en el contraste entre los intereses colectivos e individuales, en
la necesaria subordinación y eventual supresión del segundo al primero, así
como en la irreductibilidad del bien común a la suma del bienestar individual y
por lo tanto en una crítica de una de las tesis recurrentes del utilitarismo.
En este sentido, Bobbio coincide con Aristóteles y con Hegel de sus últimos
escritos en que la totalidad tiene su fin que no puede ser reducido a la suma
de los objetivos de cado uno de los individuos miembros que la componen, ni que
el bien de la totalidad pueda ser transformado en el bien de cada una de sus
partes. Él creyó que el bien debe ser perseguido por la contribución de cada
individuo en conjunto con el resto de acuerdo con las reglas que se imponga
toda la comunidad en lo concerniente a lo que consideren sea el bien común por
intermedio de los órganos que la rigen.
Sin embargo, la primacía de lo público puede
incrementar la intervención del Estado en regulaciones coercitivas para los
individuos y grupos dentro del Estado. Así pues, con el colapso de los límites
de la acción del Estado que separa lo público de lo privado se puede arribar al
Estado totalitario que entiende en el sentido que ‘total’ denota aquello donde
no se deja ningún espacio fuera de su propia existencia.
La distinción público-privado, como se ha indicado,
se duplica en la distinción política-economía con la consecuencia de que la
primacía de lo público sobre lo privado ha llegado a ser interpretada como la
primacía de la política sobre la economía es decir, de la organización vertical
de la sociedad sobre su organización horizontal. Prueba de ello se evidencia en
el proceso, que hasta ahora parecía irreversible, de la intervención de los
poderes públicos en la regulación de la economía.
Así pues, en los dos procesos, la tendencia hacia
lo público de lo privado y la privatización de lo público no es incompatible y
se entrecruzan mutuamente. El conflicto o su posibilidad se presentan en esta
relación recíproca donde se perturba el equilibrio entre sociabilidad e
insociabilidad. En este contexto, el Estado puede correctamente ser visto como
el lugar donde esos conflictos ocurren y se repiten obligando a instrumentar
continuamente acuerdos que reactualicen la relación social para garantizar el
mantenimiento de la comunidad política.
En
relación con el segundo significado de la dicotomía, Bobbio hizo una distinción
entre lo que conceptualmente e históricamente consideró como el problema de la
publicidad del poder y su distinción en relación con la naturaleza pública del
poder. Conceptualmente, el problema del poder público ha sido siempre usado para
iluminar las diferencias entre dos formas de gobierno, la republicana
caracterizada por el control público del poder y la libre formación de la
opinión pública y la monarquía cuyo método de gobierno incluye el secreto de
Estado que en las modernas constituciones solo es permitido solo en casos
excepcionales. Esto nos lleva a otro aspecto que es considerado por dicho
autor, es decir, la publicidad y el poder invisible. Aquí señaló que la
historia del poder político entendida como poder abierto al público comenzó con
Kant, quien consideró el principio según el cual todas las acciones que
afectan a los derechos de otros hombres son injustas si su máxima no es
conciliable con el conocimiento público visto como la fórmula
trascendental de la opinión pública. El significado de este principio se
puede aclarar señalando que hay máximas que, una vez hechas públicas, generan
tal reacción que su aplicación se hace imposible. Este principio de publicidad
de la acciones es contrario a la teoría del secreto de Estado que fue dominante
en la era del poder absoluto.
Así pues, esta dualidad de lo público y lo privado
en el hombre que refleja la tensión perenne dentro de una comunidad política
nos dice que el equilibrio que orbita en torno a la justicia marca los estados
de concordia o discordia (stásis). A continuación se presenta un gráfico
explicativo de la estructura de análisis:
Para ilustrar lo que estamos señalando, Hegel fue enfático en afirmar a propósito del colapso del imperio alemán frente a Francia que “la lucha por convertir al poder estatal en propiedad privada disuelve al Estado y acarrea la destrucción de su poder”. Como ha señalado Marcuse, en los estados alemanes prevalecía un orden feudal en un contexto donde los cambios sociales en esa región dieron primacía al individuo y por consiguiente al interés privado.
Los otros
aspectos a los cuales vamos a hacer énfasis son, siguiendo nuestra línea
argumentativa, en primer lugar, el tratamiento de la historia para los análisis
realizados acerca de las formas de gobierno y por consiguiente, la idea de
progreso y de decadencia que está subyacente, en segundo lugar, cómo las
estructuras políticas han equilibrado o desequilibrado los ejes antes
mencionados por su diferencia o no con respecto a la estructura original de la
sociedad. En este sentido es conveniente tener presente que Deleuze y Guattari,
siguiendo el pensamiento de Ibn Jaldún ha argumentado que la oposición básica e
histórica ha sido originalmente entre civilizaciones nómadas y civilizaciones
sedentarias para distanciarse de visiones deterministas de la historia dadas
por Hegel y Marx. Este antagonismo fue relativizado por el antagonismo entre
iglesia e imperio (Estado) y posteriormente entre Estados tanto de la
perspectiva de las comunidades políticas como de los estamentos dentro de una
misma sociedad, pero como hoy día se observa, la tendencia global apunta a un
antagonismo que va más allá de la religión, el imperio y los Estados e incluye
todas las formas en que se ha indicado. Así pues, la estructura de estos
antagonismos podemos visualizarla por intermedio del siguiente gráfico:
Dicho de otra manera, en la forma como penetre cualquiera de los
vértices de este triángulo es que se va a observar el desequilibrio que va a
permitir visualizar la insociabilidad (discordia) dentro de una comunidad
política y cómo va a estar presente los conceptos de alienación, subjetividad,
objetivación y subjetivación. Aquí es conveniente acotar que:
· El
antagonismo histórico entre nómadas y sedentarios sirve para entender los
procesos políticos que hoy enfrenta la humanidad.
· El
antagonismo entre iglesia y Estado se ha traducido en el conflicto entre lo no
secular y secular indiferentemente del credo o ideología determinada.
· El
antagonismo Estado-Estado no solo se refiere a comunidades políticas
formalmente constituidas desde la perspectiva westfaliana, sino también a los
estamentos existentes dentro de una misma comunidad política y que se evidencia en la separación y tensión
existente entre la sociedad civil y el Estado.
· El curso
de la historia se inicia entre el antagonismo entre nómadas y sedentarios,
sigue con el antagonismo entre Estados, continua con el antagonismo entre
iglesia y Estado y finaliza en el presente con la presencia de las tres formas
de antagonismo.
Esta
singladura, en esta primera parte del curso, va a comenzar revisando, específicamente, el pensamiento de
Tucidides, Platón, Aristóteles, Polibio, Cicerone, San Agustín, Juan de
Salisbury, Santo Tomás de Aquino, Marsilio de Padova, Nicolás de Cusa,
Maquiavelo, Hobbes, Spinoza, Locke, Smith, Vico, Montesquieu y Rousseau, con una
orientación final específica basada en el pensamiento kantiano con el fin de
determinar cuáles han sido los actos que han condicionado al hombre a una realidad en un espacio-tiempo dado que han permitido a su vez, siguiendo el
pensamiento de Herrera, superar una situación histórica determinada, marcando
con ello el signo indetenible del progreso.
Para
finalizar, el carácter fundamentalmente kantiano de este curso obedece a que,
como demostró Astorga en Una mirada a la
filosofía y sus nexos con el pensar venezolano, la Escuela de Filosofía de
la Universidad Central de Venezuela contó y aun cuenta con importantes
filósofos influyentes, como Riu, Mayz, Heymann y Rosales que “alimentaron generaciones
de profesores y estudiantes” en esa corriente de pensamiento.
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[1] Sobre este tema, ver también:
Astorga, O (1999). El Pensamiento
Político Moderno: Hobbes, Locke y Kant. Caracas. Ediciones de la Biblioteca
UCV. 445 p.
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