Por el Dr. Jairo
Bracho Palma
22 de marzo de 1896. El buque de guerra venezolano
“Mariscal de Ayacucho”, salía
de los astilleros de Martinica luego de algunas reparaciones contratadas por el
gobierno nacional. Por aquello de las solidaridades románticas en recuerdo de
la gesta independentista, en conflictos donde no nos han llamado y sobre los
que poco o en nada podemos influir, el gobierno permitió la navegación como
pasajeros de cuatro refugiados cubanos, miembros activos de la resistencia
contra España. Cerca de las costas venezolanas, a los refugiados no se les
ocurrió nada mejor que hacerse con las municiones y armas del buque, sobornando
para ello a la tripulación. Las lealtades se dividieron. El encuentro terminó a
machetazos por el control de la santabárbara. A la altura de Margarita, un
incendio se propagó, pereciendo cuatro soldados de la guarnición y otro tanto
de marinos. El buque fue remolcado hasta la Guaira, y en adelante sirvió para
navegar a vela.
Sueños de la Gran Colombia.
Las solidaridades
ideológicas regionales y las revoluciones con calidad de exportación nos han
traído consecuencias desafortunadas. Las nostalgias por tiempos de glorias
preteridas, de héroes forjados en titanio y la atrevida ignorancia de sus malas
copias, han hecho el resto.
A lo largo de nuestra
historia, algunos gobiernos se han empeñado en imponer sus criterios políticos
a terceros países, un comportamiento por demás absurdo, por el hecho de que una experiencia puede ser
replicada si ha tenido éxito en condiciones debidamente medidas. Pero en casa, la
experiencia no ha pasado de un completo y ruidoso fracaso con altisonantes
pretensiones discursivas.
Septiembre de 1901. La
navegación entre la fortaleza de San Carlos y Puerto Guerrero en el golfo de
Venezuela transcurre con la habitual zozobra de vientos y corrientes
encontradas. Las cubiertas de los vapores
“Zumbador” “Miranda” y “Crespo” semejan hormigueros atestados de
reclutas que cargaban al hombro, un viejo máuser y algunas cápsulas. Por todo
uniforme, los andrajos que llevaban puestos cuando fueron sorprendidos y
maniatados por los jefes civiles en sus pueblos de origen. Los buques rolaban
con fuerza. El mondongo anudado, los rostros lívidos, la mueca en el entrecejo.
El vómito y demás excretas alejan los amagos de guapo de algunos veteranos que
hacen de custodios. Los apuros estomacales dejan una pátina hedionda en
cubierta que hace imposible caminar sin pagar el intento con un largo patinaje
nada artístico. Aquello era una muestra de la naturaleza de una población
pobre, sometida y emasculada.
En aquel manicomio de
incertidumbres y resignaciones, destacaba Santos León, un mulato de 17 años, “enlazado” mientras realizaba sus labores
entre los calurosos sembradíos de un pueblo de antiguos esclavos, Bobures, al
sur del lago de Maracaibo, un 17 de junio de 1901. Una vez en la población de
Paraguaipoa, intentó escapar, su madre viuda y de la que era único sostén, le
esperaba; le detuvieron cuando pasaba por Sinamaica. Esta vez le amarraron de
pies y manos. En Maracaibo le dieron un máuser con 30 cápsulas y lo embarcaron
a bordo del vapor “Miranda”.
El 9 de agosto, Isabel
Valencia, de apenas de 12 años jugaba con sus compañeritos en las calles
empedradas de Coro, era un poco alto para su edad, pero bastó para ser
considerado apto para cargar con la responsabilidad de un fusil. Manuel
Hernández, un campesino de 50 años, bastante mayor para los estándares de
la época, fue arrestado en Barquisimeto,
y remitido en tren hasta el puerto de Tucacas sin importar las protestas; le
dieron un máuser y 50 cápsulas; quedó incorporado al Ejército Auxiliar
Restaurador; fue embarcado a bordo del
vapor “Zumbador”. A los improvisados reclutas los dejaron en Puerto Guerrero,
una apartada caleta en la costa oeste del golfo de Venezuela, que languidecía entre cardones, zaguaros,
montículos de arena y salitre. Marcharon hacia tierras colombianas. Luego de
días de hambre, sed, y no pocos incidentes con la población guajira, llegaron a
Carazúa. El ejército venezolano recibiría una vergonzosa derrota.
Las posibilidades políticas
del partido liberal colombiano y de un resurgimiento de la Gran Colombia
afiebraron la mente de Cipriano Castro, y lo condujeron a su fracaso militar
más grande. Con unas tropas maniatadas como animales, sin entrenamiento, mal
alimentadas, un pobre parque, y una escuadra carente de capacidad militar
suficiente para una invasión en toda regla, hacía poco menos que probable
el éxito de semejante despropósito.
A pesar de que el país
estaba en bancarrota, y con una
población con enormes carencias, Cipriano Castro jugó a la geopolítica y
a las solidaridades ideológicas. A principios de 1900, facilitó el vapor venezolano
“Augusto”, que trasladó armas y municiones de los liberales colombianos a las
fortalezas de Puerto Cabello y del Zulia. En Puerto Cabello, el general
mexicano Francisco Ruiz, comandante del “Augusto” recogió un segundo buque que
la revolución liberal había comprado en Inglaterra con apoyo del gobierno
venezolano. Fue llamado el “Rayo”. Las fortalezas venezolanas sirvieron de
soporte logístico para las operaciones navales revolucionarias durante la
Guerra de los Mil Días.
El 8 de mayo de 1900, Sarmiento desembarcó del “Rayo”
y el “Augusto” en las costas de Rio Hacha: hombres, 1.800 fusiles “Marlincher”
y 200.000 cartuchos. El “Rayo” y el “Augusto” fueron empleados en un ataque
combinado de los liberales al mando de los generales Aníbal Ruiz, Plácido
Camacho y Adán Franco, sobre las costas de Zapote, Departamento de Bolívar (8
de mayo de 1900 aproximadamente), además de otras acciones operacionales como
el bombardeo a Boca Chica, el hundimiento del “Nelly Bazán”, el apresamiento en
las bocas del Sinú del “María Hanaberg”, entre otras.
La invasión de Rangel Garbiras apoyada
por tropas regulares colombianas y su derrota en San Cristóbal dio la excusa
para devolverle a Marroquín la inesperada visita. Entre junio y agosto, Castro
formó un ejército a toda prisa. La recluta fue especialmente violenta en
Cumaná, Barquisimeto, Coro, Maracaibo y sus alrededores. A juzgar por el origen
y calidad de los soldados, en el que se notaban la ausencia de los cuerpos
andinos veteranos, aquello parecía una misión de represalia sin ánimo real de
conquista.
El llamado “Ejército Auxiliar Restaurador”
estaba compuesto por 1.400 hombres al mando del general José Antonio Dávila.
Jefe de Estado Mayor: general Vicente Sánchez; Comisario de Guerra; coronel
Juan Uslar; y Jefe de Parque, luego comandante de una compañía de “Sagrada”,
coronel Carmelo Castro. Jefe de la Escuadra de Operaciones sobre Rio Hacha:
teniente de navío Leopoldo Vicente Pellicer.
Así las cosas, el Ejército Auxiliar
Restaurador salió de Maracaibo el 28 de agosto de 1901. El resultado de aquella
temeridad tiene poco de glorioso.
Castro soñaba con rehacer la Gran
Colombia. Sostuvo algunas conversaciones formales con el Presidente de Ecuador
y con políticos colombianos para el fin de sus afiebradas inquietudes que
terminó en testimonios de época, poca cosa más.
Tierras para los Bóers.
Finalizada la Revolución
Libertadora, el general Cipriano Castro realizó una gira nacional entre abril y
mayo de 1905. El itinerario comprendió varios estados. Comenzó por Miranda y Aragua,
continuó por vía terrestre hacia Guárico y Apure, navegó por el Orinoco hasta
Ciudad Bolívar, San Félix, Macareo, Pedernales, Margarita y Cumaná, terminando
el periplo en la Guaira.
Castro ha estado atento a
las noticias sobre la Guerra Anglo - Bóer, asunto que es práctica común en un
político que se precie de estar informado. Pero, Castro no se conforma con
saber, y no puede contener la impertinente necesidad de tocarles las pelotas a
los ingleses que bastantes problemas estaban causando en las fronteras.
Aquellos colonos de origen holandés nada tenían que hacer con nosotros, sin
embargo, el general bóer Samuel Pearson ha sido invitado a la gira. Han
conversado sobre un posible acuerdo de inmigración para los desplazados en
África. Se tuvo previsto entregarles tierras de labor en el estado Bolívar. Las
semejanzas suelen ser pasmosas.
Gómez y la Paz Mundial.
Para el gobierno de Juan Vicente Gómez, la Primera
Guerra Mundial transcurrió entre sus negativas a tomar partido en el conflicto
y sus preferencias por el prusianismo alemán. Si observamos sus fotografías
oficiales: uniforme, casco y bigotes, una imitación del kaiser. Los nuevos uniformes, las evoluciones, la disciplina, el
entrenamiento proviene de la escuela alemana por intermedio del coronel chileno
Samuel Mac Guill.
El Departamento de Estado presiona al gobierno para que
Venezuela tome el partido de la Entente
Cordiale, su representante diplomático lo encuentra exasperante no lograr
una respuesta definitiva por haber dos presidentes en ejercicio. En efecto, la
Constitución de 1914 establece las figuras de un presidente encargado y de otro
constitucional. Gómez tarda siete año en recibir su nombramiento de manos
de Marquez Bustillos.
El uso y abuso del pueblo para legitimaciones dudosas
es un asunto que nos fuerza a una irónica mueca torcida. En 1913, Cesar Zumeta
promociona una reunión de “plenipotenciarios de las municipalidades” para
redactar la Constitución de 1914, creando la confusión más grande de nuestra
historia, en un momento en que las libertades son conculcadas sin aviso previo,
de hecho, el único candidato a las elecciones presidenciales del 13, un hombre
valiente por demás decir, termina exiliado, y el proponente, como compañero de
presidio de Delgado Chalbaud.
Sin perder pista a la naturaleza de su malicia, al
mismo tiempo, y en semejanza con aquel marido acostumbrado a propinar palizas
ruidosas a su mujer, pero magnifico anfritrión con sus camaradas del barrio, el
gobierno promueve puertas afuera y sin éxito, una conferencia mundial de países
neutrales para llamar a la paz, ingresa a la Liga de las Naciones en 1920, y se
adhiere a sus convenios regulatorios. Rompe relaciones con México en 1923 por
su apoyo a la oposición.
En 1913, el superávit y los saldos a favor nos hablan
de que la economía de guerra interna es asunto del pasado. En 1918, la
exportación de café alcanza el máximo volumen en toda su historia. Por vez primera el petróleo aparece en la
lista de las exportaciones en el año fiscal 1917-1918. En 1920 se redacta la
primera legislación en la materia mientras el “reventón de los barrosos II” en
1922 anuncia que Venezuela dejará de ser rural, que olvidará el café, que
abandonará el cacao. Antes de ello, vemos a un melindroso y muy activo José del
Rosario García proponiendo exploraciones, exploradores y bancos para su
sobrino. Taimado por formación, la eminencia gris del régimen influye hasta
1931 de manera decisiva en el ánimo del dictador. Le ha dicho que la oposición
alienta una invasión norteamericana, tal vez un protectorado, le recomienda los
mejores especialistas en relaciones internacionales para tenerlos de aliados,
lo logra.
El Apoyo a la Revolución Cubana.
Se ha tejido toda clase de conjeturas sobre el
Presidente Larrazábal y su ayudante Hector Abdelnour, sobre sus “diabólicas
membresías comunistas”. Tuve la oportunidad de entrevistar al primero, y
conocer su archivo personal. Larrazábal puede ser todo lo que usted quiera,
menos comunista. En aquel entonces, Castro no se había declarado marxista. Como
sea, Larrazábal estaba decidido a apoyarlo en Sierra Maestra.
Dicen que el infierno está lleno de bien intencionados.
Larrazábal bien pudiera estar presidiendo este coro eterno. Lo cierto es que
Larrazábal pretendía quitar del medio a Fulgencio Baptista y en cierto modo
exportar la experiencia venezolana, no colocar un nuevo dictador sea del color
que fuese, en lugar de aquel funesto sargento.
No sabemos cómo se conocieron, pero existe la certeza
que la guerrilla cubana recibió apoyo del gobierno venezolano. Tres oficiales
fueron fundamentales en esta operación: el contralmirante Carlos Larrazábal,
Comandante General de la Armada, el capitán de navío Carlos Alberto Taylhardat
y el capitán de fragata Héctor Antonio Abdelnour Mussa. Al respecto Carlos
Taylhardat dijo lo siguiente:
En el año 58, el almirante Carlos
Larrazabal me dice: " Carlos te he mandado a llamar porque te vamos a
encomendar una misión secretísima, solamente la vamos a conocer 4 personas,
Cóndor I que es Wolfgang, Cóndor II que soy yo, y Cóndor III que eres tú, eso
no se lo vas a decir tú absolutamente a nadie, a nadie, te va crear muchos
problemas con los oficiales superiores aquí, pero esto no lo vamos a saber sino
4 personas. El gobierno va a dar todo el apoyo necesario para apoyar a Fidel
Castro, tienes rienda suelta para hacer todo lo que a ti te parezca
conveniente, anda hablar con el Jefe de Armamento, Hugo Trejo y conversa con él
a ver que es lo que se puede obtener. Fui y hablé con él y me dijo: "Mira
nosotros tenemos el armamento que nos fue dado en préstamo de arriendo por los
Estados Unidos, ya nosotros no lo utilizamos porque está descontinuado”
El almirante Larrazábal aportó Bs. 40.000 en dólares como viáticos. Se
designó al capitán Abdelnour Mussa para comprar un avión. Fue a los Estados
Unidos pero terminó comprándose a Avensa, ese avión se bautizó como “Libertador”. Abdelnour Mussa venía de
ejercer la segunda comandancia del Destructor “Almirante García”, pero el 1º de
abril de 1958 fue nombrado edecán del almirante Larrazábal. Desde Miraflores sirvió de oficial de enlace
con Sierra Maestra.
El CF Aldernour compró una aeronave marca Douglas,
Modelo Curtis C-46, serial 264, por cuenta de la empresa Compañía Anónima
Agropecuaria Motilon, cancelando la suma de Bs. 284.380,00, pagados con dos
cheques: uno por Bs. 190.380,00, banco Italo-Venezolano, cheque N° 438, y otro
cheque por un monto de Bs. 94.000,00 del First National Bank of New York a
favor de Aerovías Venezolanas, S.A.
El “Libertador” salía de Caracas cargado de armamento,
comida y ropa una vez por semana para la
Sierra Maestra. Allá se construyó un aeropuerto, que se utilizaba durante la
noche. Por intermedio de las estaciones de radio aficionados, había
comunicación con la sierra y se decía a que hora iba a salir el avión. Se había
calculado que la aviación militar cubana necesitaba 20 minutos para llegar a
interceptar al “Libertador”, era el tiempo máximo de
descarga: Por ejemplo, el 25 de noviembre de 1958 salió de Maiquetía, entre
muchos despachos, el siguiente
armamento: 11 cajas de 150 fusiles M-1 con porta fusil y tres cargadores cada
uno; tres cajas con 30 fusiles automáticos Browning Cal. 30 con tres cargadoras
llenos cada uno; cinco cajas con 10 ametralladoras con soporte y afuste; 35
cajas con 99.950 cartuchos calibre 30 y una caja con 100 granadas MKII. El
conductor del vehículo que hizo el transporte hasta Maiquetía fue el señor Juan
López. El oficial que entregó el
despacho: Carlos Alberto Taylhardat. El comandante guerrillero que recibió de
manos del oficial las armas y municiones: Jiménez Moya.
La Operación contra Rafael Leonidas Trujillo
El General Rafael Leonidas Trujillo era un tema si se
quiere, personal para los gobiernos adecos, y muy especialmente para Rómulo
Betancourt.
La Marina de Guerra de Venezuela despachó armas y
municiones hacia República Dominicana, en apoyo a la insurgencia contra Rafael
Leonidas Trujillo. Algunos oficiales venezolanos fueron citados a declarar:
Primero si es cierto que el testigo,
cumpliendo órdenes de la superioridad (ordenes dadas directamente por el
general de brigada Martín Márquez Añez) en el mes de junio de 1959 despachó en
Maiquetía una carga de material bélico, dinero raciones, equipos y hombres para
que fuese entregado en Camaguey- Cuba a Fidel Castro, para invadir la República
Dominicana El declarante se abstuvo de responder.
Un contingente de venezolanos y exilados aterrizó en
una base de aquel país apoyados por un supuesto desertor de las Fuerzas Armadas
dominicanas que en realidad era quinta columna. El resultado fue una masacre, porque
los estaban esperando.
La Invasión a Haití.
Varios grupos de exiliados recibieron instrucción
militar con el propósito de derrocar a Duvalier. El más fuerte de todos, era la
denominada “Unión Cívica Militar” al mando del general haitiano León Cantave,
un oficial de prestigio. Los líderes políticos de este movimiento, conocido
como “UDN” eran Pierre Rigaud y Paul Verna. La situación de país, especialmente
del Ejército, minimizado por la Guardia Personal de Duvalier, había colocado a
las Fuerzas Armadas en franca descomposición. Para evitar que se levantaran,
las tropas recibían solamente seis cartuchos por soldado.
El plan de operaciones contemplaba de manera general,
la invasión el 15 de julio de 1964, atravesando la frontera, cerca del pueblo
dominicano de Dabajón, para la captura del poblado haitiano de Quanaminthe. Las
armas serían desembarcadas en “Fort Liberté”. Acto seguido marcharían sobre
Cabo Haitiano. Varios objetivos en la capital serían sometidos a bombardeos: el
cuartel general de los “Totons Macoutes”, el palacio presidencial y el aeropuerto
de Puerto Príncipe, donde se encontraba la Fuerza Aérea (tres aviones
“Munstang”). Se esperaba el apoyo de unidades clandestinas dispersas en la
capital.
El material fue solicitado al Comandante General de la
Marina venezolana, CA Ricardo Sosa Ríos. Constaba de: dos cañones ligeros; 100
fusiles semiautomáticos calibre 30: 50 ametralladoras de igual calibre: 20
ametralladoras; 100 revólveres calibre 38; 16 lanzagranadas entre otros. Armas
para 150 hombres, y unos 10.000 dólares por concepto de soldada, que serían
enviados en un buque de guerra que visitaría próximamente Santo Domingo.
A todo evento, hubo la intencionalidad de apoyo, toda
vez que el CA Ricardo Sosa envió un delegado para corroborar los preparativos
del intento de invasión desde República Dominicana. Unos 100 hombres al mando
del general Cantave formaban aquella unidad. El Ministro de las Fuerzas Armada
dominicanas estaba el tanto. Una unidad flotante fue enviada a finales de junio
de 1963 como parte de la diplomacia naval en el Caribe, que enviaba el mensaje
de dominio regional del poder naval venezolano y para tomar el pulso de la
próxima invasión. Un viaje del oficial de enlace a Venezuela completó las
coordinaciones preliminares.
El entrenamiento de los haitianos se realizó cerca de
la frontera durante el primer semestre de 1963. No estamos seguros si el envío
se materializó. A todas vistas, la dictadura de “Papa Doc” acabó en 1971 con su
muerte.
Corolario
En suma, estos esfuerzos han sido de poco provecho para
el país. Al fin de cuentas, las solidaridades automáticas y las empresas
bélicas de corte romántico son contingencias
excepcionales en nuestra historia. La singularidad del caso venezolano consiste
en que los gobiernos se embarcan en tales empresas cuando las condiciones
internas son de gravedad, y con previsibles fines de permanencia en el poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario