sábado, 1 de febrero de 2020

SOBRE LAS REVOLUCIONES VENEZOLANAS CON CALIDAD DE EXPORTACIÓN




Por el Dr. Jairo Bracho Palma

22 de marzo de 1896. El buque de guerra venezolano “Mariscal de Ayacucho”, salía de los astilleros de Martinica luego de algunas reparaciones contratadas por el gobierno nacional. Por aquello de las solidaridades románticas en recuerdo de la gesta independentista, en conflictos donde no nos han llamado y sobre los que poco o en nada podemos influir, el gobierno permitió la navegación como pasajeros de cuatro refugiados cubanos, miembros activos de la resistencia contra España. Cerca de las costas venezolanas, a los refugiados no se les ocurrió nada mejor que hacerse con las municiones y armas del buque, sobornando para ello a la tripulación. Las lealtades se dividieron. El encuentro terminó a machetazos por el control de la santabárbara. A la altura de Margarita, un incendio se propagó, pereciendo cuatro soldados de la guarnición y otro tanto de marinos. El buque fue remolcado hasta la Guaira, y en adelante sirvió para navegar a vela.
Sueños de la Gran Colombia.
Las solidaridades ideológicas regionales y las revoluciones con calidad de exportación nos han traído consecuencias desafortunadas. Las nostalgias por tiempos de glorias preteridas, de héroes forjados en titanio y la atrevida ignorancia de sus malas copias, han hecho el resto.
A lo largo de nuestra historia, algunos gobiernos se han empeñado en imponer sus criterios políticos a terceros países, un comportamiento por demás absurdo,  por el hecho de que una experiencia puede ser replicada si ha tenido éxito en condiciones debidamente medidas. Pero en casa, la experiencia no ha pasado de un completo y ruidoso fracaso con altisonantes pretensiones discursivas.
Septiembre de 1901. La navegación entre la fortaleza de San Carlos y Puerto Guerrero en el golfo de Venezuela transcurre con la habitual zozobra de vientos y corrientes encontradas. Las cubiertas de los vapores  “Zumbador” “Miranda” y “Crespo” semejan hormigueros atestados de reclutas que cargaban al hombro, un viejo máuser y algunas cápsulas. Por todo uniforme, los andrajos que llevaban puestos cuando fueron sorprendidos y maniatados por los jefes civiles en sus pueblos de origen. Los buques rolaban con fuerza. El mondongo anudado, los rostros lívidos, la mueca en el entrecejo. El vómito y demás excretas alejan los amagos de guapo de algunos veteranos que hacen de custodios. Los apuros estomacales dejan una pátina hedionda en cubierta que hace imposible caminar sin pagar el intento con un largo patinaje nada artístico. Aquello era una muestra de la naturaleza de una población pobre, sometida y emasculada.
En aquel manicomio de incertidumbres y resignaciones, destacaba Santos León, un mulato de 17 años, “enlazado” mientras realizaba sus labores entre los calurosos sembradíos de un pueblo de antiguos esclavos, Bobures, al sur del lago de Maracaibo, un 17 de junio de 1901. Una vez en la población de Paraguaipoa, intentó escapar, su madre viuda y de la que era único sostén, le esperaba; le detuvieron cuando pasaba por Sinamaica. Esta vez le amarraron de pies y manos. En Maracaibo le dieron un máuser con 30 cápsulas y lo embarcaron a bordo del vapor “Miranda”.
El 9 de agosto, Isabel Valencia, de apenas de 12 años jugaba con sus compañeritos en las calles empedradas de Coro, era un poco alto para su edad, pero bastó para ser considerado apto para cargar con la responsabilidad de un fusil. Manuel Hernández, un campesino de 50 años, bastante mayor para los estándares de la  época, fue arrestado en Barquisimeto, y remitido en tren hasta el puerto de Tucacas sin importar las protestas; le dieron un máuser y 50 cápsulas; quedó incorporado al Ejército Auxiliar Restaurador; fue embarcado  a bordo del vapor “Zumbador”. A los improvisados reclutas los dejaron en Puerto Guerrero, una apartada caleta en la costa oeste del golfo de Venezuela,  que languidecía entre cardones, zaguaros, montículos de arena y salitre. Marcharon hacia tierras colombianas. Luego de días de hambre, sed, y no pocos incidentes con la población guajira, llegaron a Carazúa. El ejército venezolano recibiría una vergonzosa derrota.
Las posibilidades políticas del partido liberal colombiano y de un resurgimiento de la Gran Colombia afiebraron la mente de Cipriano Castro, y lo condujeron a su fracaso militar más grande. Con unas tropas maniatadas como animales, sin entrenamiento, mal alimentadas, un pobre parque, y una escuadra carente de capacidad militar suficiente para una invasión en toda regla, hacía poco menos que probable el  éxito de semejante despropósito.
A pesar de que el país estaba en bancarrota, y con una  población con enormes carencias, Cipriano Castro jugó a la geopolítica y a las solidaridades ideológicas. A principios de 1900, facilitó el vapor venezolano “Augusto”, que trasladó armas y municiones de los liberales colombianos a las fortalezas de Puerto Cabello y del Zulia. En Puerto Cabello, el general mexicano Francisco Ruiz, comandante del “Augusto” recogió un segundo buque que la revolución liberal había comprado en Inglaterra con apoyo del gobierno venezolano. Fue llamado el “Rayo”. Las fortalezas venezolanas sirvieron de soporte logístico para las operaciones navales revolucionarias durante la Guerra de los Mil Días.
El 8 de mayo de 1900, Sarmiento desembarcó del “Rayo” y el “Augusto” en las costas de Rio Hacha: hombres, 1.800 fusiles “Marlincher” y 200.000 cartuchos. El “Rayo” y el “Augusto” fueron empleados en un ataque combinado de los liberales al mando de los generales Aníbal Ruiz, Plácido Camacho y Adán Franco, sobre las costas de Zapote, Departamento de Bolívar (8 de mayo de 1900 aproximadamente), además de otras acciones operacionales como el bombardeo a Boca Chica, el hundimiento del “Nelly Bazán”, el apresamiento en las bocas del Sinú del “María Hanaberg”, entre otras.
La invasión de Rangel Garbiras apoyada por tropas regulares colombianas y su derrota en San Cristóbal dio la excusa para devolverle a Marroquín la inesperada visita. Entre junio y agosto, Castro formó un ejército a toda prisa. La recluta fue especialmente violenta en Cumaná, Barquisimeto, Coro, Maracaibo y sus alrededores. A juzgar por el origen y calidad de los soldados, en el que se notaban la ausencia de los cuerpos andinos veteranos, aquello parecía una misión de represalia sin ánimo real de conquista.
El llamado “Ejército Auxiliar Restaurador” estaba compuesto por 1.400 hombres al mando del general José Antonio Dávila. Jefe de Estado Mayor: general Vicente Sánchez; Comisario de Guerra; coronel Juan Uslar; y Jefe de Parque, luego comandante de una compañía de “Sagrada”, coronel Carmelo Castro. Jefe de la Escuadra de Operaciones sobre Rio Hacha: teniente de navío Leopoldo Vicente Pellicer.
Así las cosas, el Ejército Auxiliar Restaurador salió de Maracaibo el 28 de agosto de 1901. El resultado de aquella temeridad tiene poco de glorioso.
Castro soñaba con rehacer la Gran Colombia. Sostuvo algunas conversaciones formales con el Presidente de Ecuador y con políticos colombianos para el fin de sus afiebradas inquietudes que terminó en testimonios de época, poca cosa más.
Tierras para los Bóers.
Finalizada la Revolución Libertadora, el general Cipriano Castro realizó una gira nacional entre abril y mayo de 1905. El itinerario comprendió varios estados. Comenzó por Miranda y Aragua, continuó por vía terrestre hacia Guárico y Apure, navegó por el Orinoco hasta Ciudad Bolívar, San Félix, Macareo, Pedernales, Margarita y Cumaná, terminando el periplo en la Guaira.
Castro ha estado atento a las noticias sobre la Guerra Anglo - Bóer, asunto que es práctica común en un político que se precie de estar informado. Pero, Castro no se conforma con saber, y no puede contener la impertinente necesidad de tocarles las pelotas a los ingleses que bastantes problemas estaban causando en las fronteras. Aquellos colonos de origen holandés nada tenían que hacer con nosotros, sin embargo, el general bóer Samuel Pearson ha sido invitado a la gira. Han conversado sobre un posible acuerdo de inmigración para los desplazados en África. Se tuvo previsto entregarles tierras de labor en el estado Bolívar. Las semejanzas suelen ser pasmosas.
Gómez y la Paz Mundial.
Para el gobierno de Juan Vicente Gómez, la Primera Guerra Mundial transcurrió entre sus negativas a tomar partido en el conflicto y sus preferencias por el prusianismo alemán. Si observamos sus fotografías oficiales: uniforme, casco y bigotes, una imitación del kaiser. Los nuevos uniformes, las evoluciones, la disciplina, el entrenamiento proviene de la escuela alemana por intermedio del coronel chileno Samuel Mac Guill.
El Departamento de Estado presiona al gobierno para que Venezuela tome el partido de la Entente Cordiale, su representante diplomático lo encuentra exasperante no lograr una respuesta definitiva por haber dos presidentes en ejercicio. En efecto, la Constitución de 1914 establece las figuras de un presidente encargado y de otro constitucional. Gómez tarda siete año en recibir su nombramiento de manos de  Marquez Bustillos.
El uso y abuso del pueblo para legitimaciones dudosas es un asunto que nos fuerza a una irónica mueca torcida. En 1913, Cesar Zumeta promociona una reunión de “plenipotenciarios de las municipalidades” para redactar la Constitución de 1914, creando la confusión más grande de nuestra historia, en un momento en que las libertades son conculcadas sin aviso previo, de hecho, el único candidato a las elecciones presidenciales del 13, un hombre valiente por demás decir, termina exiliado, y el proponente, como compañero de presidio de Delgado Chalbaud.
Sin perder pista a la naturaleza de su malicia, al mismo tiempo, y en semejanza con aquel marido acostumbrado a propinar palizas ruidosas a su mujer, pero magnifico anfritrión con sus camaradas del barrio, el gobierno promueve puertas afuera y sin éxito, una conferencia mundial de países neutrales para llamar a la paz, ingresa a la Liga de las Naciones en 1920, y se adhiere a sus convenios regulatorios. Rompe relaciones con México en 1923 por su apoyo a la oposición.
En 1913, el superávit y los saldos a favor nos hablan de que la economía de guerra interna es asunto del pasado. En 1918, la exportación de café alcanza el máximo volumen en toda su historia.  Por vez primera el petróleo aparece en la lista de las exportaciones en el año fiscal 1917-1918. En 1920 se redacta la primera legislación en la materia mientras el “reventón de los barrosos II” en 1922 anuncia que Venezuela dejará de ser rural, que olvidará el café, que abandonará el cacao. Antes de ello, vemos a un melindroso y muy activo José del Rosario García proponiendo exploraciones, exploradores y bancos para su sobrino. Taimado por formación, la eminencia gris del régimen influye hasta 1931 de manera decisiva en el ánimo del dictador. Le ha dicho que la oposición alienta una invasión norteamericana, tal vez un protectorado, le recomienda los mejores especialistas en relaciones internacionales para tenerlos de aliados, lo logra.
El Apoyo a la Revolución Cubana.
Se ha tejido toda clase de conjeturas sobre el Presidente Larrazábal y su ayudante Hector Abdelnour, sobre sus “diabólicas membresías comunistas”. Tuve la oportunidad de entrevistar al primero, y conocer su archivo personal. Larrazábal puede ser todo lo que usted quiera, menos comunista. En aquel entonces, Castro no se había declarado marxista. Como sea, Larrazábal estaba decidido a apoyarlo en Sierra Maestra.
Dicen que el infierno está lleno de bien intencionados. Larrazábal bien pudiera estar presidiendo este coro eterno. Lo cierto es que Larrazábal pretendía quitar del medio a Fulgencio Baptista y en cierto modo exportar la experiencia venezolana, no colocar un nuevo dictador sea del color que fuese, en lugar de aquel funesto sargento.
No sabemos cómo se conocieron, pero existe la certeza que la guerrilla cubana recibió apoyo del gobierno venezolano. Tres oficiales fueron fundamentales en esta operación: el contralmirante Carlos Larrazábal, Comandante General de la Armada, el capitán de navío Carlos Alberto Taylhardat y el capitán de fragata Héctor Antonio Abdelnour Mussa. Al respecto Carlos Taylhardat dijo lo siguiente:
En el año 58, el almirante Carlos Larrazabal me dice: " Carlos te he mandado a llamar porque te vamos a encomendar una misión secretísima, solamente la vamos a conocer 4 personas, Cóndor I que es Wolfgang, Cóndor II que soy yo, y Cóndor III que eres tú, eso no se lo vas a decir tú absolutamente a nadie, a nadie, te va crear muchos problemas con los oficiales superiores aquí, pero esto no lo vamos a saber sino 4 personas. El gobierno va a dar todo el apoyo necesario para apoyar a Fidel Castro, tienes rienda suelta para hacer todo lo que a ti te parezca conveniente, anda hablar con el Jefe de Armamento, Hugo Trejo y conversa con él a ver que es lo que se puede obtener. Fui y hablé con él y me dijo: "Mira nosotros tenemos el armamento que nos fue dado en préstamo de arriendo por los Estados Unidos, ya nosotros no lo utilizamos porque está descontinuado

El almirante Larrazábal aportó  Bs. 40.000 en dólares como viáticos. Se designó al capitán Abdelnour Mussa para comprar un avión. Fue a los Estados Unidos pero terminó comprándose a Avensa, ese avión se bautizó como  “Libertador”. Abdelnour Mussa venía de ejercer la segunda comandancia del Destructor “Almirante García”, pero el 1º de abril de 1958 fue nombrado edecán del almirante Larrazábal.  Desde Miraflores sirvió de oficial de enlace con Sierra Maestra.
El CF Aldernour compró una aeronave marca Douglas, Modelo Curtis C-46, serial 264, por cuenta de la empresa Compañía Anónima Agropecuaria Motilon, cancelando la suma de Bs. 284.380,00, pagados con dos cheques: uno por Bs. 190.380,00, banco Italo-Venezolano, cheque N° 438, y otro cheque por un monto de Bs. 94.000,00 del First National Bank of New York a favor de Aerovías  Venezolanas, S.A.
El “Libertador” salía de Caracas cargado de armamento, comida y  ropa una vez por semana para la Sierra Maestra. Allá se construyó un aeropuerto, que se utilizaba durante la noche. Por intermedio de las estaciones de radio aficionados, había comunicación con la sierra y se decía a que hora iba a salir el avión. Se había calculado que la aviación militar cubana necesitaba 20 minutos para llegar a interceptar  al  “Libertador”, era el tiempo máximo de descarga: Por ejemplo, el 25 de noviembre de 1958 salió de Maiquetía, entre muchos despachos,  el siguiente armamento: 11 cajas de 150 fusiles M-1 con porta fusil y tres cargadores cada uno; tres cajas con 30 fusiles automáticos Browning Cal. 30 con tres cargadoras llenos cada uno; cinco cajas con 10 ametralladoras con soporte y afuste; 35 cajas con 99.950 cartuchos calibre 30 y una caja con 100 granadas MKII. El conductor del vehículo que hizo el transporte hasta Maiquetía fue el señor Juan López. El  oficial que entregó el despacho: Carlos Alberto Taylhardat. El comandante guerrillero que recibió de manos del oficial las armas y municiones: Jiménez Moya.
La Operación contra Rafael Leonidas Trujillo
El General Rafael Leonidas Trujillo era un tema si se quiere, personal para los gobiernos adecos, y muy especialmente para Rómulo Betancourt.
La Marina de Guerra de Venezuela despachó armas y municiones hacia República Dominicana, en apoyo a la insurgencia contra Rafael Leonidas Trujillo. Algunos oficiales venezolanos fueron citados a declarar:
Primero si es cierto que el testigo, cumpliendo órdenes de la superioridad (ordenes dadas directamente por el general de brigada Martín Márquez Añez) en el mes de junio de 1959 despachó en Maiquetía una carga de material bélico, dinero raciones, equipos y hombres para que fuese entregado en Camaguey- Cuba a Fidel Castro, para invadir la República Dominicana El declarante se abstuvo de responder.

Un contingente de venezolanos y exilados aterrizó en una base de aquel país apoyados por un supuesto desertor de las Fuerzas Armadas dominicanas que en realidad era quinta columna. El resultado fue una masacre, porque los estaban esperando.
La Invasión a Haití.
Varios grupos de exiliados recibieron instrucción militar con el propósito de derrocar a Duvalier. El más fuerte de todos, era la denominada “Unión Cívica Militar” al mando del general haitiano León Cantave, un oficial de prestigio. Los líderes políticos de este movimiento, conocido como “UDN” eran Pierre Rigaud y Paul Verna. La situación de país, especialmente del Ejército, minimizado por la Guardia Personal de Duvalier, había colocado a las Fuerzas Armadas en franca descomposición. Para evitar que se levantaran, las tropas recibían solamente seis cartuchos por soldado.
El plan de operaciones contemplaba de manera general, la invasión el 15 de julio de 1964, atravesando la frontera, cerca del pueblo dominicano de Dabajón, para la captura del poblado haitiano de Quanaminthe. Las armas serían desembarcadas en “Fort Liberté”. Acto seguido marcharían sobre Cabo Haitiano. Varios objetivos en la capital serían sometidos a bombardeos: el cuartel general de los “Totons Macoutes”, el palacio presidencial y el aeropuerto de Puerto Príncipe, donde se encontraba la Fuerza Aérea (tres aviones “Munstang”). Se esperaba el apoyo de unidades clandestinas dispersas en la capital.
El material fue solicitado al Comandante General de la Marina venezolana, CA Ricardo Sosa Ríos. Constaba de: dos cañones ligeros; 100 fusiles semiautomáticos calibre 30: 50 ametralladoras de igual calibre: 20 ametralladoras; 100 revólveres calibre 38; 16 lanzagranadas entre otros. Armas para 150 hombres, y unos 10.000 dólares por concepto de soldada, que serían enviados en un buque de guerra que visitaría próximamente Santo Domingo.
A todo evento, hubo la intencionalidad de apoyo, toda vez que el CA Ricardo Sosa envió un delegado para corroborar los preparativos del intento de invasión desde República Dominicana. Unos 100 hombres al mando del general Cantave formaban aquella unidad. El Ministro de las Fuerzas Armada dominicanas estaba el tanto. Una unidad flotante fue enviada a finales de junio de 1963 como parte de la diplomacia naval en el Caribe, que enviaba el mensaje de dominio regional del poder naval venezolano y para tomar el pulso de la próxima invasión. Un viaje del oficial de enlace a Venezuela completó las coordinaciones preliminares.
El entrenamiento de los haitianos se realizó cerca de la frontera durante el primer semestre de 1963. No estamos seguros si el envío se materializó. A todas vistas, la dictadura de “Papa Doc” acabó en 1971 con su muerte.
Corolario
En suma, estos esfuerzos han sido de poco provecho para el país. Al fin de cuentas, las solidaridades automáticas y las empresas bélicas de corte  romántico son contingencias excepcionales en nuestra historia. La singularidad del caso venezolano consiste en que los gobiernos se embarcan en tales empresas cuando las condiciones internas son de gravedad, y con previsibles fines de permanencia en el poder.

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