Introducción
La palabra ‘intuición
intelectual’ es la traducción del alemán de la expresión ‘intellektuelle’ o ‘intellektuale
Anschauung’ que tiene una gran cantidad de millas náuticas históricas que se
remontan a Platón y Aristóteles y usó Immanuel Kant de forma frecuente a lo
largo de su prolífica obra en relación con el concepto de libertad a pesar de
que de alguna u otra manera fue su gran detractor. Decimos ‘de alguna u otra
manera’ debido a que, por una parte, si bien en sus textos frecuentemente sugieren
un “Sí” latente en cuanto su asunción pareciera dominar el “No” abierto a la
facultad humana de la intuición intelectual y a pesar de que Klingner (2016)
dice que esta ‘ambigüedad’ fue coherente y obedeció al contexto polémico en el
que Kant critica la metafísica y la epistemología racionalistas, especialmente
las relacionadas con Spinoza (Pág., 629), Placencia (2021) la catalogó como heterogenia
(Pág., 151) y Smyth (2024) afirmó que el filósofo de Königsberg sí
reconoce la existencia de una intuición intelectual, pero limitada
exclusivamente a un ser divino y no aplicable a los seres humanos, pero planteó
necesidad de recuperar una concepción de la intuición sensible para la
cual la representación de los infinitos matemáticos
sea una posibilidad constitutiva a pesar de los límites de la percepción
sensorial humana[1].
En vista de esta variación nosotros hablaremos de oscilación. Y, por la otra, hemos
encontrado en Kant en su Opus Postumum (OP) que Dios es un a priori
de todos los a priori que se funda en la máxima de creer para saber.
Esto pudiera plantear la necesidad de reconsiderar sus postulados finales desde
un fundamento teológico debido a que la expresión ‘intuición intelectual’ remite,
entre otros, a un modo divino de conocer que nosotros lo fundamentamos a través
de la demostración que hizo Kant de la existencia de Dios en KU, los conceptos
de fe y religión racional y de los conceptos de ‘esquematismo’ y de ‘autoimposición’
(Selbstsetzungs) que utilizó el filósofo prusiano[2].
El
esquematismo lo entendimos como la regla del intelecto que determina a
priori la intuición: 1) indica la forma, el estado, el modo de ser, el
modelo, la representación, la configuración poseída de cualquier cosa o de
cualquiera, su sostenimiento y su rendición de cuentas y 2) como operación de
reunión y regulación efectiva de conceptos e intuiciones puras que permite la
comunión divina a partir de la aceptación de sus mandatos es un acontecimiento
que posibilita el acaecimiento de acciones basadas en el imperativo categórico
en un espacio. La autoimposición, siguiendo a Thomson (2019), es una palabra que tiene una historia que se remonta al año 1763, es
decir, el año en que elaboró Der einzig
mögliche Beweisgrund zu einer Demonstration des Daseins Gottes. En esa obra
Kant le dio al termino ‘Setzung’, o sea ‘posicionar’ o ‘poner’ un uso
metodológico que nos interesa rescatar por sus implicaciones teológicas, es decir,
‘posicionar’, ‘poner’ o ‘postular’ denotaba relaciones de posicionamiento
(positioning relations) y, por lo tanto, autoposicionamiento que explica en sí
la aceptación de una ley moral (Pág., 39)[3].
Estas dos vías de lo divino colocan a la intuición
intelectual en una nueva dimensión que se corresponde con el esfuerzo del
filosofo de Königsberg para dar consistencia a su sistema a través de la fe. Al
expresar en OP que “Me veo a mí mismo en
Dios (según Spinoza), que legisla dentro de mí”, y manda incondicionalmente
según leyes ético-prácticas que no están sujetas a motivos “empíricos de
determinación mundana” (OP, 594) aceptará el rol de Dios como un absoluto y lo
colocará completamente como fundamento de su sistema en términos teológicos e
intelectuales.
El concepto de "intuición intelectual" kantiano, en
principio, lo vamos a observar de tres maneras diferentes: en primer lugar,
para identificar la intuición intelectual con la intuición original de Dios (intuitus originarius)[4], en segundo
lugar, para describir la intuición intelectual como una intuición no sensible
que puede aprehender noúmenos y, en tercer lugar, para caracterizar un tipo de
percepción no discursiva, pero intelectual, como comprensión intuitiva de la
realidad. Nosotros agregaremos otra perspectiva relacionada con la matemática,
la especulación filosófica y la relación con Dios desde una perspectiva teológica
ectípica, es decir, una copia residual del conocimiento divino que nos llega a
nosotros en determinadas circunstancias debido a la importancia que tenía esta
palabra en los textos religiosos en el siglo XVII[5].
Por ello podemos afirmar que la oscilación antes mencionada al final de su vida
fue cesando inclinándose hacia dicho concepto sin llegar a explicarlo completamente
en el OP. Teniendo esto presente vamos a, en primer lugar, examinar las
oscilaciones del concepto de intuición intelectual en Kant, en segundo lugar,
analizar el impacto de la demostración de la existencia de Dios en el concepto
de intuición intelectual y, en tercer lugar, vamos a analizar la concepción de
Dios como a priori de todos los a priori y su impacto en el
concepto de intuición intelectual.
1.- Las
oscilaciones kantianas del concepto de intuición intelectual.
Las
oscilaciones del concepto de intuición intelectual en Kant pueden observarse en
la KrV y en la Crítica de la Razón Práctica (KpV). Sucintamente vamos a
examinarlos a continuación.
En
KrV, según Klinger (2016), Kant usa el término ‘intuición intelectual’, como ya
dijimos, de forma ambigua (Pág., 620). En tal sentido expresó que las mismas expresiones
como ‘intuición originaria’ e ‘intuición no sensorial cuyo objeto es un noúmeno’
no son sinónimas debido a que, respecto a su objeto, el primero se distingue
por el carácter de productividad y el segundo por el de donación. Sin embargo,
en ambos casos, está “absolutamente más allá de nuestra capacidad cognitiva”
(Pág., 621)[6]. Kant
para explicar la naturaleza de nuestra intuición la contrapuso a la intuición
divina. Allí afirmó que el conocimiento de Dios es intuitivo, directo, espontáneo,
inmediato sin dependencia del objeto intuido porque todo depende de Él y, como
dijimos, es una intuición originaria. Aquí el modo de imaginar de Dios se
caracteriza por ser productivo en la medida en que la simple idea de algo ya
implica su existencia en el sentido que significa al mismo tiempo producción
(Pág., 621). Por otra parte, nuestra intuición no es originaria, es derivada,
es decir, es una intuición que depende, en primer lugar, de que el ente, antes
de ser intuido ya exista de por sí y, en segundo lugar, de que efectivamente el
sujeto se encuentre con el objeto en la medida en que le sea dado. Aquí
considerando la comprensión humana como ectípica, es decir, como copia residual[7],
para la intuición se necesita se realice una síntesis de lo múltiple dado de
modo que la constitución de la objetividad sea su relación con esa
multiplicidad dada (Pág., 621). Por tanto, la palabra ‘intuición’
denota en Kant (1787 [1993]), en principio, el conocimiento inmediato y
singular, pero, como vimos, también hizo mención a un tipo de intuición
intelectual que crea el objeto antes de percibirlo que hace dicho concepto
oscilante (Pág., 73).
Placencia
(2021) refiriéndose a otros autores ha destacado estos mismos dos sentidos en
relación con el concepto de intuición intelectual: por una parte, es una
expresión que designa “un tipo de intuición que no requeriría
que el objeto le sea dado, sino que sería tal que ella misma crearía al objeto” como puede observarse también en la Disertación
inaugural (Pág., 144). Por la otra, siguiendo el siguiente texto de Kant (1787 [1993]) en KrV: “Si entendemos por noúmeno el objeto de una intuición no sensible,
entonces aceptamos un modo de intuición particular, a saber, la
intuición intelectual, que no es la nuestra, y cuya posibilidad no podemos
comprender”, es decir, es el concepto problemático de un objeto para una
intuición y un intelecto de hecho diverso del nuestro (Pág., 229-230). Esta
cita se complementa con la siguiente:
“El concepto de
un noúmeno, tomado de modo meramente problemático, permanece siendo, no
obstante, no solo permisible, sino que imprescindible como un
concepto que le pone límites a la sensibilidad. Pero entonces él no es un objeto
inteligible particular para nuestro entendimiento, sino que un entendimiento al
que perteneciera este objeto sería él mismo un problema, a saber, el de conocer
su objeto no discursivamente por medio de categorías, sino
intuitivamente en una intuición no sensible, entendimiento de
cuya posibilidad no nos podemos hacer la menor
representación” (Pág., 210-211).
Así pues, mientras
que en el primer caso nos encontramos con la posibilidad de que un
entendimiento cree los objetos a través del pensamiento, en el segundo caso le
pone límites a la sensibilidad como en el caso del conocimiento de Dios a no
ser, como veremos, que lo consideremos de forma antropológica como espejo de
nosotros mismos (como observaremos en OP), desde una perspectiva ectípica. Esto
hace a las dos formas de conceptualización indeterminadas y oscilantes desde la
propia óptica kantiana[8].
Esta oscilación la veremos recurrentemente en adelante debido a que la
receptividad de alguna manera se puede producir para individuos especiales.
Dicho por el propio Klingner (2016):
“Die nichtsinnliche Anschauung wäre
also – im Gegensatz zur ursprünglichen, produktiven Anschauung – eine
Anschauung für nicht-göttliche Subjekte. Vielleicht wäre sie als eine solche
nur mit Blick auf besondere, außerordentliche Gegenstände oder auch nur
einigen, außergewöhnlichen Subjekten möglich” (La intuición no sensorial sería entonces
– en contraste con la intuición original, productiva– una intuición para
sujetos no divinos. Quizás sólo sería posible con respecto a objetos
especiales, extraordinarios o incluso sólo a unos pocos sujetos extraordinarios)
(Pág., 625).
El modo de
conocer intuitivo, como veremos más adelante en KU § 77, va a ser objeto de
consideración por parte del filósofo de Königsberg para evitar alguna forma de “iluminación
mística” (Mystizismusverdacht), pero dejando abierta la posibilidad de que un
ser especial disponga de la capacidad de conocer de esa manera. Esto nos
conduce a la razón práctica.
En relación
con KpV Kant (1788 [2005]) utilizó la expresión ‘intuición intelectual’ en tres
partes. La primera fue en el prefacio de la analítica de los principios fundamentales donde
expresó que
“La conciencia de esta ley fundamental se puede llamar un hecho [Faktum]
de la razón <56>porque no se le puede deducir de datos precedentes de la razón,
e.g., de la conciencia de la libertad (porque no se nos da esta conciencia
anteriormente), sino porque ella se nos impone por sí misma como proposición
sintética a priori la cual no está fundada en ninguna intuición, ni pura
ni empírica, mientras que sería analítica si se presupusiera la libertad de la voluntad, pero para ella, como concepto
positivo, se requeriría una intuición intelectual, la cual de
ningún modo puede ser admitida aquí. Sin embargo, para no caer en una falsa
interpretación al considerar esta ley como dada, es preciso notar que ella no
es un hecho empírico, sino que es el único hecho de la razón pura por el cual
ésta se manifiesta como originariamente legisladora” (Pág., 36).
Aquí analíticamente
se puede observar que de forma posible la libertad de la voluntad puede estar
conectada con el yo y, por tanto, se puede pensar en la existencia de la
intuición intelectual a pesar, por una parte, de no ser sensorial y, por la
otra, de no ser accesible al entendimiento humano, pero la consideración de la ‘libertad
de la voluntad’ abre un espacio de maniobra para la praxis que pudiese ser
tenida en cuenta en un contexto dado. Como se puede observar Kant usa la expresión “intuición intelectual” para negarla
y para referirse a la facultad de conocer un objeto que se hace existente
mediante el acto mismo de conocerlo. Esta facultad puede pensarse (no
conocerse) sólo pertenece a Dios. La pregunta que surge es: ¿Si está Dios
dentro de nosotros mismos, cualquiera de nosotros podríamos poseer también una
intuición intelectual que nos permita conocer a través de lo dado? Para el
filósofo prusiano aquí en la KpV nuestro intelecto no tiene capacidad intuitiva,
pero como veremos en términos matemáticos pueden darse casos intuitivos a pesar
de no ser datos sensibles.
En la, segunda, es decir, en la dilucidación crítica de
la analítica expresó que
“se puede admitir que si nos fuera posible tener del modo de pensar de
un hombre, tal y como se revela por sus acciones tanto internas como externas,
una comprensión tan profunda que todos los móviles de estas acciones, hasta el
más pequeño, nos fueran conocidos, así como todas las circunstancias externas
que operan sobre estos móviles, se podría calcular, con la misma seguridad que
un eclipse solar o lunar, la conducta de un hombre en el porvenir y, | pese a
ello, se podría afirmar al mismo tiempo que el hombre es libre. Porque si aún
fuésemos capaces de otra visión (la cual, sin embargo, para nada nos ha sido
concedida, en cuyo lugar sólo tenemos conceptos racionales), es decir, si
fuésemos capaces de una intuición intelectual de ese mismo sujeto,
de todos modos, nos daríamos cuenta de que toda esta cadena de fenómenos, en
relación con todo aquello que pueda referirse a la ley moral, depende de la
espontaneidad del sujeto como cosa en sí, de cuya determinación no se puede dar
ninguna explicación física” (Pág., 118).
Aquí, como se puede observar, Kant niega y le niega al
ser humano una intuición intelectual, pero debemos decir que aquí, como en los
casos anteriores, Dios está fuera de lo creado lo cual le comportará problemas
para definir qué es el espacio y defender su sistema crítico. Consecuentemente,
en la tercera parte correspondiente a la dialéctica relativa a la inmortalidad
del alma Kant expresó
“Para un ser racional pero finito sólo es posible el progreso al
infinito desde los grados inferiores a los superiores de la perfección moral.
El Infinito, para el cual la condición del tiempo es nada, ve en esta serie,
para nosotros infinita, la totalidad de la adecuación con la ley moral, y la
santidad que su mandamiento exige inflexiblemente para ser conforme a su
justicia en la participación que asigna a cada uno en el bien supremo, puede
encontrarse totalmente en una sola intuición intelectual de la
existencia de seres racionales” (Pág., 147).
Esta cita,
que nos recuerda a los niveles de conocimiento spinoziano y el proceso para
acceder de forma intuitiva al conocimiento de Dios, en Kant es posible a través
de la perfección moral. Si consideramos que en esta obra nuestro autor se
distinguió del neerlandés, por una parte, mediante la idealidad del tiempo y el
espacio y, por la otra, el rechazo de la idea spinoziana de que Dios creador es
infinito y a la vez constituido por modos finitos, podemos afirmar que la
perfección apunta al conocimiento de Dios que es similar en ambos como veremos en
OP y se hace necesario un origen, en nosotros, que no puede ser conceptual como
en el caso de Spinoza sino de otra manera, mediante la intuición. Sin embargo,
Kant en la KpV no se da cuenta aun de ello y considera que sólo Dios, el intellectus
archetypus, es la comprensión divina de la esencia de todas las cosas en sí
mismas, los noúmenos, según Woezik (2010), en lugar
de la forma en que aparecen los fenómenos que constituyen la limitación del
conocimiento humano (Pág., 259). Sobre el intelecto arquetípico hablaremos más
adelante. Pudiéramos decir que es un conocimiento creativo, una capacidad que está
muy por encima del ser humano que se expresa de forma espontánea a partir de
una naturaleza arquetípica[9].
Es decir,
“A aquella naturaleza que sólo conocemos en la razón se le podría llamar
naturaleza modelo (natura archetypa), y en cambio aquella que contiene el
efecto posible de la idea de la primera como fundamento determinante de la
voluntad se podría llamar naturaleza copiada (natura ectypa [ectípica]). Porque
verdaderamente la ley moral nos transporta, en idea, a una naturaleza en la
cual la razón pura produciría el bien supremo, si estuviese acompañada con la
facultad física adecuada, y determina nuestra voluntad a dar al mundo de los
sentidos la forma de un todo de seres racionales” (Pág., 51).
La
importancia de la expresión ‘natura ectypa’ obedece a que Kant relaciona, como
veremos en KUT, la naturaleza con la libertad y a través de ella a Dios. En
este sentido, la natura ectípica es lo que comprendemos por intermedio de la experiencia
y, por consiguiente, de la experiencia creyente en el caso de la revelación
divina. Esto nos conduce al
plano de la fe y a la demostración de la existencia de Dios como clave para la
comprensión del proceso de asunción del concepto de intuición intelectual.
2.- El impacto de la demostración de la existencia de
Dios en el concepto de intuición intelectual
Para
determinar el impacto de la demostración de la existencia de Dios vamos a
examinar la Crítica de la Facultad de Juzgar Teleológica (KUT) y el
opúsculo de 1796 denominado Von einem neuerdings erhobenen vornehmen Ton in
der Philosophie.
En
el comentario sobre “el concepto de una idoneidad objetiva de la naturaleza es
un principio crítico de la razón para la facultad de juzgar especulativa” KUT
aparece un texto que tiende a asemejarse al concepto de intuición intelectual que
hemos señalado. En este caso Kant (1790 [2005]) introdujo dicho concepto
mediante la noción de intelecto intuitivo, es decir,
“Nuestro entendimiento tiene por
tanto la propiedad de que debe ir en su conocimiento, por ejemplo, de la
causa de un producto, de lo analítico-universal (de los conceptos) a lo particular
(la intuición empírica dada)… Ahora bien, nosotros podemos pensar también un
entendimiento que, por ser intuitivo y no discursivo como el nuestro, va de
lo sintético-universal (de la intuición de un todo como tal) a lo particular… Ahora,
bien, como entonces el todo sería sólo un efecto (producto), cuya
representación se considera como causa de su posibilidad, y se llama fin el
producto de una causa cuyo motivo determinante es únicamente la representación
de su efecto, dedúdece de ahí que es sólo una consecuencia de la constitución
especial de nuestro entendimiento el que nos representemos como posibles
ciertos productos de la naturaleza según otro tipo de causalidad distinto del
de las leyes naturales de la materia, a saber: sólo según el de los fines y
causas finales, y que este principio no afecta a la posibilidad de esas cosas
mismas (ni siquiera consideradas como fenómenos) según este modo de producción,
sino solamente al juicio de ellas posible para nuestro entendimiento (§§ 76-77, pág., 271-272).
Esta
conceptualización se aleja de las indicadas en relación con KrV y la KpV y se
corresponde, de forma gráfica con la intuición que puede disponer un conductor
militar para la solución de un problema práctico que puede apuntar a la ley
moral, pero en nuestro caso apunta a la ley moral. En todo caso sólo tenemos
claro de manera consistente que, por una parte, Kant es oscilante en relación
con la intuición intelectual y, por la otra, la intuición intelectual es un tipo
de intuición que no necesita que el objeto le sea dado o cuyo objeto no sea
sensible sino intelectual. También podría pensarse que se nos diga que ella es el
fruto de un entendimiento intuitivo.
La acotación a
la ley moral ahora se torna más compleja cuando Kant expresa
que Dios tiende a ser considerado como aquel ser del que
podríamos entender que posee una intuición intelectual, aunque no podemos
determinar cuál es su naturaleza, pero si demostrar su existencia. El asunto para nuestros
efectos comienza en el razonamiento que utiliza para demostrar su existencia a
pesar de que, como hemos observado, el concepto de intuición intelectual no sólo
tiene diversos significados como lo hemos destacado, sino también el
propio filósofo prusiano, Placencia (2021), es escéptico en
relación con la posibilidad de que nosotros podamos representar con certeza
cuál sería la manera precisa de conocer de un entendimiento que intuyera (Pág.,
149). Todo ello a pesar del ejemplo militar que hemos indicado.
Después de que
en la analítica de KUT Kant (1790 [2005]) expresara que “Todo lo que existe en
el universo es bueno para algo” y debe ser considerado una máxima que nos ubica
en el plano teleológico (Pág., 239), en el apéndice de KUT Kant dedicó todos
sus esfuerzos a demostrar la existencia de Dios como un a priori a partir de una teología física y una teología
moral para considerar la existencia de una causa suprema del mundo como bien
supremo bajo leyes morales que por su naturaleza puede prescribir a la razón
algo como fin sin condición (Pág., 307, 319-320). Pero para ello hay que
coincidir con el fin moral. A partir de esta coincidencia Kant expresó que
“… para la razón humana no es posible
en absoluto la menor prueba en sentido teorético, ni siquiera con el mínimo
grado de aquiescencia, en pro de la existencia del ser originario como
divinidad o del alma como espíritu inmortal; y por un motivo muy comprensible:
porque no existe para nosotros ninguna materia que nos permita determinar las
ideas de lo suprasensible, pues deberíamos tomarla de cosas del mundo de los
sentidos, y esa, simplemente, no sería apropiada para ese objeto; por
consiguiente, sin tener la menor determinación de esas ideas no nos queda más
que concepto de un algo no sensible que contiene el ultimo fundamento del mundo
de los sentidos, pero ese fundamento no constituye aún un conocimiento (como
ampliación del concepto) de su constitución intrínseca” (Pág., 338).
Con esta
afirmación Kant en KUT preparó sus velas para dirigirse a la fe práctica. Para
él como el modo de pensamiento moral de la razón en la aquiescencia a aquello
que es inaccesible para el conocimiento teorético es el principio firme del
espíritu a tener como verdadero lo que es necesario considerar como condición de
posibilidad del supremo fin final moral relacionado con la libertad, aunque no
podamos conocerlo (Pág., 343). Este fin final relacionado con la libertad como el
único concepto de lo suprasensible que demuestra su realidad objetiva en la
naturaleza permite, por una parte, la correlación con Dios y la religión y, por
la otra, que tengamos un principio que ayuda, a su vez, a creer en la
existencia de un autor inteligente del mundo desde una perspectiva teológica y
aceptar convencidamente la ley moral (Pág., 354-355). Sin embargo, Kant terminó
afirmando lo siguiente:
“… si quiero concebir como
inteligencia a un ser suprasensible (Dios), en cierto aspecto de mi uso de la
razón ese modo de proceder no sólo está permitido sino que además es
inevitable; pero en modo alguno es lícito atribuirle entendimiento y hacerse la
ilusión de poder reconocerlo por eso como por una propiedad suya, pues entonces
tengo que desechar todas aquellas condiciones que son las únicas que me
permiten conocer un entendimiento, y, por ende el predicado que únicamente sirve
para determinar al hombre, no puede ser referido a un objeto suprasensible, y,
en consecuencia, no puede reconocerse qué sea Dios mediante una causalidad de
esta suerte determinada… Pero por analogía con un entendimiento, puedo, y hasta
debo, concebir, desde luego en otro aspecto determinado, a un ser suprasensible…”
(Pág., 357-458)
El ‘concebir’ como algo ‘inevitable’ y/o como ‘un
deber’ a Dios en tanto que un ser suprasensible que a priori
es causa y fin final hace que la intuición
intelectual se presente de manera incógnita, según Tilliette (1995), de
diferentes formas: imaginativa, estética, religiosa, mística inteligible,
suprasensible, absoluta, originaria, viviente, transcendental, etc., permitiéndonos pensarla
en Kant como una facultad presente en la medida en que la fe lo posibilite y
sea aceptado por todos los humanos (Pág.,
261). Sobre este aspecto teológico volveremos más adelante
porque primero vamos a examinar su última crítica a la intuición intelectual
por sus implicaciones matemáticas y religiosas.
Con
respecto al ensayo denominado Von einem neuerdings
erhobenen vornehmen Ton in der Philosophie (1796)[10] (Sobre
un reciente tono orgulloso y distinguido en la filosofía) publicado en
el Berlinische Monatsschrift, Kant volvió sobre su
crítica a la intuición intelectual, pero como veremos de manera también oscilante.
El contexto ubicado en la crítica a la ilustración y, por consiguiente, a su
sistema filosófico se dirige a responder de una manera similar a la forma con
que algunos filósofos, en especial Johann Georg Schlosser,
seguían las tendencias especulativas en la filosofía convirtiéndose, según
Kant, en "oráculo en sí mismos" decantándose
como lo hizo en toda su obra por la ley moral que reside en nosotros en virtud
de que oímos la voz de Dios y comprendemos su imperativo. Aquí Kant
comienza de nuevo a oscilar cuando agrega que “mientras
la oímos, no estamos seguros de si somos su fuente o de Otro cuyo Ser nos es
desconocido, pero que aún habla a través de nosotros”[11]. Después
de esta afirmación se focalizó en el plano de lo que podríamos llamar la
filosofía de la matemática. Antes de esta afirmación expresó lo siguiente:
“Puesto que
con nuestro entendimiento, como facultad de conocer mediante conceptos, no
podemos extender el conocimiento más allá de nuestro concepto a priori
(lo que de hecho sucede en las matemáticas), Platón tuvo que suponer
intuiciones a priori para nosotros los humanos, las cuales, sin embargo,
no tienen su primer origen en nuestro entendimiento (pues nuestro entendimiento
no es una facultad de percepción, solo una facultad discursiva o pensante),
sino en uno que sería al mismo tiempo el fundamento primero de todas las cosas,
es decir, el entendimiento divino, cuyas intuiciones merecieron entonces
directamente ser llamadas arquetipos (ideas). Pero nuestra percepción de estas
ideas divinas (pues teníamos que tener una percepción a priori si
queríamos comprender el poder de las proposiciones sintéticas a priori
en las matemáticas puras) nos ha llegado sólo indirectamente, como imágenes
residuales (ectypa), por así decirlo, imágenes
sombra de todas las cosas que conocemos sintéticamente a priori, con
nuestro nacimiento, lo que al mismo tiempo ha conducido a un oscurecimiento de
estas ideas a través del olvido de su origen: como consecuencia de que nuestro
espíritu (ahora llamado alma) ha sido lanzado a un cuerpo, de cuyos lazos debe
liberarse gradualmente…”[12]
Aquí
debemos destacar dos cosas: el papel de las matemáticas y el carácter de copia residual, ectípica, en relación
con la teología. Con respecto al primer aspecto Karl Popper (1945 [1991]) expresó
que es posible aceptar que disponemos
de una cierta facultad que podría denominarse “intuición intelectual” para
casos específicos donde un individuo “comprende una idea, un punto de
vista, o un método aritmético —v. gr. la multiplicación— en el sentido de que
lo capta, podría decirse que lo comprende intuitivamente, y son
incontables las experiencias intelectuales de esa suerte” como cuando Gauss exclamó
en una oportunidad: “Ya conseguí el resultado que buscaba; pero todavía no sé
cómo llegué a él”, pero alertó que estas experiencias no sirven para determinar
la verdad de una idea o teoría (Pág., 212)[13]. En relación con el
carácter residual, ectípico que puede ser entendido también como una
reproducción, Tilliette (1995), en términos teológicos, expresó que
“El hecho del conocimiento en general conduce a establecer cierta
paridad: si a la inteligencia ectípica, discursiva, corresponde una intuición
sensible, receptiva, a la inteligencia arquetípica le corresponde una intuición
no sensible, espontánea. Por eso se puede hablar de entendimiento intuitivo y
de intuición intelectual, dos fórmulas para decir la misma cosa” (Pág., 22).
Si bien Kant le dio un carácter de copia residual,
ectípica, debemos decir que esta palabra refiere, desde la iglesia reformada en
el siglo XVII, a una teología finita, teología simpliciter o teología
considerada según algo más (secundum quid) caracterizada, según Asselt
(2002) por “el conocimiento de las cosas divinas informadas (informata)
por Dios desde el arquetipo [de sí mismo] a través de la comunicación de la
gracia para glorificarlo” (Pág., 328). Por lo que podemos entender la ‘copia residual’,
en Kant, como una ‘copia reproducida’ de la mente de Dios[14] y, por lo tanto, el
conocimiento de Dios no sólo es su causa eficiente, sino también va a ser el
medio que nos va a permitir explicar que Dios como a priori de todos los
a priori la intuición desde una perspectiva intelectual que se va a
diferenciar del conocimiento intuitivo de Dios en Spinoza. La teología ectípica,
según Hiebert, J. (S/F), se distingue de la teología arquetípica en que la
primera es comunicable, dependiendo de la adaptación de Dios a la humanidad en
su revelación a partir de la humildad, seguridad y sencillez de cada creyente,
mientras que la segunda es incomunicable, existiendo solo y enteramente en la
mente de Dios.
Por este motivo, siguiendo a todos los autores antes
citado, los sucesores de Kant detectaron, más allá del sistema crítico, a un
Kant diferente desde la perspectiva de la intuición intelectual a lo que él
mismo criticó de forma vehemente en algunos momentos de su vida intelectual. En
lo personal, en mi trabajo sobre el concepto de guerra en Clausewitz la
intuición intelectual me sirvió para comprender su concepto de Coup d'œil[15].
Por ello, desde mi estudio de la relación entre Spinoza y Kant creemos que esa
deriva se produjo en la singladura que se inició en KUT.
3.- Dios como a priori de todos los a priori
Como dijimos en
la introducción, Klingner (2016) expresó que Kant desarrolló el concepto de intuición
intelectual dentro del marco de la polémica de la recepción de Spinoza en
Alemania (Pág., 629). En mi caso particular abduje que, si desde un concepto spinoziano
de Dios constituido por todos los modos de la naturaleza la manera de conocerlo
es intuitiva en el tercer nivel de conocimiento, cuando Kant coloca a Dios
dentro del alma de cada individuo como base para el conocer estaba haciendo una
operación inversa, es decir, para Spinoza conocemos a Dios intuitivamente y
para Kant Dios lo entendemos de forma intuitiva y es el fundamento de todo
conocimiento. El proceso que permitió ello, como vimos, empezó en el apéndice
del KUT cuando demuestra la existencia de Dios y el papel que juega la fe en
ello. En la Religión… Kant volverá sobre los conceptos de fe y de
religión desde una perspectiva racional.
En la obra antes
mencionada sobre la religión Kant expresó que la fe racional es algo subjetivamente suficiente dentro de un
contexto de carencia de la razón. Ahora, esta subjetividad, como bien indicó
Luz Marina Barreto (2008) implica que cada individuo tenga “fe en sus propios
procesos reflexivos” puesto que conducirán a que se cumpla la máxima de
universalidad según cada caso (Pág., 130). Esta creencia es lo que nos conduce
a concebir y aceptar la existencia de un ser supremo en función de la evidencia
de una tendencia que puede ser narrada históricamente que apunta a un ideal, es
decir, el progreso sin necesidad de que sea considerada un deber por obligación.
Pero, hay que advertir que la utilización de la palabra ‘fe’ en tanto que
concepto tiene un sentido más amplio en el pensamiento kantiano debido a la
necesidad de evitar cualquier tendencia o justificación del fanatismo. Debemos
recordar el alcance de la teología ectípica en lo concerniente a la humildad,
etc.
En relación con la
religión racional Kant (1794 [1981]) expresó que, por una parte, es “el espíritu
de Dios, que nos guía en toda verdad” y se materializa a través del
establecimiento de “principios en orden a acciones, [que] refiere por completo
a las reglas y motivos de la fe racional pura…” (Pág., 113), por lo que el foco
no fue la fe en sí sino su fundamento y, por la otra, es aquella según la cual
se entiende a priori que alguna cosa
es un deber moral como acto de fe racional para seguidamente considerarlo como
“un mandamiento divino” (Pág., 150).
Como se puede
observar, en KUT y en la Religión… Kant tendió de forma continua
y progresiva a unir fe y razón permitiendo pensar en una intuición intelectual,
mientras que en el ensayo de 1796 Von einem neuerdings erhobenen vornehmen
Ton in der Philosophie Kant llama a la intuición inmediata como
iluminadora, no sensorial e intelectual para criticar a aquellos cuya filosofía
es una “Verstimmung der Köpfe zur Schwärmerei” (las mentes desafinadas por
ensoñación)[16],
con lo cual coloca a la intuición intelectual como existente. En OP la unión de fe y razón nosotros lo observamos como el acontecimiento
iluminador a partir de que el
propio Kant se refirió a la esquematización como un representar originario que
acaece en un espacio acontecimental. La
esquematización, que mencionamos en la introducción, es expresión de la luz
divina que hay en nosotros y nos permite actuar indiferentemente de la
confesión o de la fe. Y el autoposicionamiento, que también ya mencionamos, es
el proceso de autoconfiguramiento, desde la espiritualidad, para determinar así la
realidad y/o su negación[17]. La
autoconfiguración, en estas circunstancias, es lo que nos permite afirmar que Dios
es, para Kant, un a priori del a priori desde una perspectiva intuitiva y, podemos agregar,
intelectual.
A este punto debemos aclarar dos cosas: en primer
lugar, Placencia
(2021) expresó que, en Kant, la intuición sensible es anterior o primero a la intuición intelectual debido a que este último “solo es definible
o caracterizable por recurso a la intuición sensible o a las capacidades
cognitivas humanas” (Pág., 151), en
segundo lugar, que ninguno de los autores citados analizó el OP en lo
concerniente a la intuición intelectual, pero apoyándonos en Adela Cortina (1978)
que expresó que “… considero que entre la obra precritica y la póstuma no media
un abismo insalvable, sino que los conceptos se mantienen idénticos en cuanto a
su determinación esencial y en cuanto a su validez como fundamentos” (Pág., 58),
hemos creído que en la citada obra póstuma puede dar luces a cerca del alcance
de la oscilación para comprender el espacio de maniobra que desarrolló Kant
dentro de la polémica spinoziana.
Así pues, el filósofo de Königsberg observó a partir de la fe y la razón
a Dios, en tanto que arquitecto del mundo como un ser que intuimos como si
fuese un espejo que nos ilumina y permite identificarnos: “Me veo a mí mismo en
Dios (según Spinoza), que legisla dentro de mi” y cuyo concepto contiene
solamente derechos, no deberes, y al mundo como un todo de objeto sensible y,
por ende, de las fuerzas que actúan sobre los sentidos donde hay derechos y
deberes, desde una perspectiva ético-práctica, que posibilitan todas las formas
de organización incluyendo la de los Estados (OP, 594). De esta manera Kant
consideró a Dios y el mundo en relaciones recíprocas a partir del imperativo
categórico que prueba la libertad del hombre (OP, 647-648).
Teniendo todo esto presente,
podemos afirmar que la obra Metafísica de la Costumbres (MS) como
continuación de la KpV es la mediación entre, por una parte, KUT y la
Religión… y, por la otra, el OP debido a que al tener como un nuevo fundamento
una fe racional todas las acciones políticas en lo concerniente a la constitución
de un Estado, así como su relación con otros estados van a tener a la buena
voluntad como medio para garantizar relaciones de naturaleza práctica más
estables, es decir, la confianza en el mantenimiento de las relaciones y la
intuición intelectual como el medio para considerar un más y un menos en esas
relaciones.
4.- Corolario
Como hemos podido observar en este ensayo la
oscilación del concepto de intuición intelectual en Kant hace que asumamos una
actitud prudente debido a que, como vimos, posee cuatro orientaciones:
·
Como una intuición originaria
que ‘crea’ y sólo podría atribuirse exclusivamente a un ser divino. Este concepto
parte de la nivelación de la diferencia entre los principios de la sensibilidad
y la razón.
·
Como un conocimiento inmediato
de lo suprasensible, cuyo objeto sería un todo que determina a priori
sus partes y que representa un modo especial de conocimiento de los sujetos no
divinos.
Nosotros agregamos la siguiente de acuerdo con el OP
·
Como una intuición no sensible
cuyo fundamento es el ser divino y sería una facultad cognoscitiva de
sujetos no divinos distinta tanto de la intuición sensible como del
entendimiento ectípico.
Como consecuencia de lo anterior consideramos de una
manera más general el concepto de intuición en Kant a no ser que sea
determinado por un contexto dado tal como lo hizo Spinoza cuando se refirió al
conocimiento intuitivo de Dios. Esto es debido a que ‘concebir’ como algo
‘inevitable’, como ‘un deber’ producto de una obligación y, ahora, agregamos como
algo que aceptamos gustosamente por la gloria de Dios otorga suficiente libertad
de hacer diferentes interpretaciones como lo hicieron sus sucesores inmediatos considerando
incluso sus aspectos teológicos.
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[1] Ver también: Woezik (2010:259) y Popper (1945 [1991]:211).
[2] Ver al respecto: Blanco (2025).
[3] Ver también: Rivera (2005b:242).
[4] La palabra ‘Intuitus originarius’ denota,
como veremos, una intuición que no depende de objetos externos porque crea su
propio objeto en relación con contextos filosóficos y/o religiosos. En Kant, en
principio, se podría entender, como la
capacidad para crear las formas puras de la sensibilidad, es decir, el espacio
y el tiempo). Decimos en principio debido a que, como veremos, en teología
se entiende como la intuición divina que crea nuestra realidad.
[5] Sobre este
concepto volveremos más adelante por su referencia a la naturaleza y la teología,
sin embargo, va a ser citado en la medida en que citemos a Kant en los lugares considerados
en el presente estudio.
[6] “Denn
mit Blick auf ihren Gegenstand ist die erste durch das Merkmal der
Produktivität, die zweite durch das der Gegebenheit ausgezeichnet. In beiden
Fällen liegt sie aber schlechterdings außer unserem Erkenntnißvermögen.
Dennoch gibt Kant einige nähere Bestimmungen beider Begriffe”.
[7] Ver también: KrV (Pág., 371).
[8] Ver también: Klingner (2016:622).
[9] Ver también: Tilliette (1995:22)
[10] Kant, I. (1796). “Von
einem neuerdings erhobenen vornehmen Ton in der Philosophie”. Düsseldorf.
Documento en Línea. Disponible: https://digital.ub.uni-duesseldorf.de/ihd/content/pageview/9823067
[11] Ver Tambien:
Woezik (2010:260).
[12] “Da wir nun mit unserm Verstande, als einem Erkenntnißvermögen
durch Begriffe, das Erkenntniß nicht über unsern Begriff a priori erweitern können (welches
doch in der Mathematik wirklich geschieht): so mußte Plato Anschauungen a priori für uns Menschen
annehmen, welche aber nicht inunserm Verstande ihren ersten Ursprung
hätten (denn unser Verstand ist nicht ein Anschauungs-, nur ein
discursives oder Denkungsvermögen), sondern in einem solchen, der
zugleich der Urgrund aller Dinge wäre, d. i. dem göttlichen Verstande,
welche Anschauungen direct dann Urbilder (Ideen) genannt zu werden verdienten.
Unsere Anschauung aber dieser göttlichen Ideen (denn eine Anschauung a priori mußten wir doch haben,
wenn wir uns das Vermögen synthetischer Sätze a priori in der reinen
Mathematik begreiflich machen wollten) sei uns nur indirect, als der
Nachbilder (ectypa), gleichsam der
Schattenbilder aller Dinge, die wir a priori synthetisch erkennen,
mit unserer Geburt, die aber zugleich eine Verdunklung dieser Ideen durch
Vergessenheit ihres Ursprungs bei sich geführt habe, zu Theil geworden: als
eine Folge davon, daß unser Geist (nun Seele genannt) in einen Körper gestoßen
worden, von dessen Fesseln sich allmählich loszumachen …”
[13] El estudio
de Smyth (2024) del que hicimos mención en la introducción partió de la
afirmación kantiana de que podemos representar lo matemáticamente infinito en
virtud de los aspectos sensibles e intuitivos de nuestra cognición. En su obra La
inmensidad del sentido el autor estadounidense expresó que cualquier
representación que cumpla con el rol cognitivo de una intuición es una
intuición, independientemente de sus propiedades intrínsecas ya que abre la
posibilidad de que una representación pueda desempeñar una función cognitiva
distintiva de una intuición sin hacer evidentes las limitaciones intrínsecas
(sensoriales, fenomenológicas o de cualquier otra naturaleza) propias de la
percepción sensorial humana. Si bien reconoce que Kant no hay intuición
intelectual en lo humanos, llevar la sensibilidad a los espacios infinitos para
pensar en términos matemáticos considerando argumentos Kantianos agregan más
variables a la discusión de la existencia o no acerca de su existencia en el
autor prusiano.
[14] En términos militares es como reproducir geométricamente un
dispositivo de algún adversario o una secuencia de decisiones o la
intencionalidad subyacente a una secuencia de acciones.
[15] Ver al respecto: Blanco, E. (2013). VOM KRIEGE: Una Perspectiva
Hermenéutica: Estudio de la obra de Carl von Clausewitz a partir del método
hermenéutico de Hans-Georg Gadamer. Caracas. Ediciones del autor. 354 p.
[16] Ver al respecto: Klingner (2015).
[17] Ver también; Rivera (2005b:233) y Prieto (2009:109).