La seguridad es efecto de la
relación simbiótica entre un buen ordenamiento y un buen gobierno. ¿Qué
significa un buen ordenamiento y un buen gobierno? Un buen ordenamiento es una
estructura política que permite a cada ser que conforma esa comunidad
perseverar en su propia existencia de la forma más libre posible a fin de
alcanzar una mayor perfección, es decir, es producir y autoproducirse en las
mejores condiciones posibles y de la mejor manera deseable y un buen gobierno
es aquel que sea más efectivo en el logro de ese propósito. La defensa es la
protección contra algo que impida que se cumpla con el buen ordenamiento. Digo
sólo buen ordenamiento porque, así como nos ha enseñado Maquiavelo, donde hay
un buen ordenamiento es difícil que haya un mal gobierno. Por supuesto, siempre
hay necesidad de constatar si un buen ordenamiento se mantiene como buen
ordenamiento, en todo caso una comunidad política bien ordenada debe considerar
la autocrítica como una forma que permita un mayor perfeccionamiento. Dadas
estas afirmaciones se hace necesario examinar, en primer lugar, que podría
significar buen ordenamiento como condición esencial de la seguridad entendida
en sentido amplio, en segundo lugar, analizar qué es protegerse de un algo que
pueda impedir el buen ordenamiento y, en tercer lugar, examinar qué es aquello
de lo que hay que defenderse.
La seguridad como expresión de un buen ordenamiento.
Podemos pensar la seguridad
desde la perspectiva de la sensación o de la razón. En el primer caso Spinoza
nos dice que es un afecto definido cuando se
suprime la duda en una esperanza o en el miedo (1677/1980:135). Por su parte, Descartes (1648/2005) expresó que la seguridad o certeza se produce cuando hay mucha esperanza o mucho
temor de conseguir lo que se desea. Estas dos visiones de la seguridad han
estado presentes de alguna u otra manera hasta el día de hoy y pueden ser
observadas claramente en el concepto de seguridad en la Ley Orgánica de
Seguridad de la Nación de la República Bolivariana de Venezuela. Es decir,
“La seguridad de la Nación, está fundamentada en el
desarrollo integral, y es la condición, estado o situación que garantiza el
goce y ejercicio de los derechos y garantías en los ámbitos económico, social,
político, cultural, geográfico, ambiental y militar, de los principios y
valores constitucionales por la población, las instituciones y cada una de las
personas que conforman el Estado y la sociedad, con proyección generacional,
dentro de un sistema democrático, participativo y protagónico, libre de amenazas
a su sobrevivencia, su soberanía y a la integridad de su territorio y demás
espacios geográficos”.
Si observamos la expresión “…la condición, estado o situación…” podemos afirmar que
puede ser interpretada como un afecto o una certeza, pero si agregamos la
expresión “… los derechos y garantías… de cada una de las personas que
conforman el Estado y la sociedad… dentro de un sistema democrático,
participativo y protagónico…” se evidencia que estos derechos y garantías
representan el espacio referencial, es decir, el espacio de certidumbre dado
para “… garantizar el goce…”. Este espacio referencial que da certidumbre es el
centro de gravedad que está subyacente en el empleo de la expresión seguridad
debido a que ésta está relacionada con la palabra libertad, una expresión que
ha sido asociada históricamente con los regímenes republicanos y democráticos.
En el caso venezolano se da más preeminencia al Estado porque el “goce” está
condicionado a que el Estado y la sociedad estén “libres de amenazas…”.
Esta separación de Estado y
sociedad también plantea una serie de problemas de orden histórico porque esta
separación hace necesario explicar qué es el Estado y qué es la sociedad. La
manera de conceptualizar las expresiones “Estado” y “sociedad” es tratando de
responder las siguientes preguntas ¿puede subsistir una sociedad sin un Estado?
¿Puede subsistir un Estado sin una sociedad? ¿Es el Estado expresión de la sociedad? En relación con la
primera pregunta, Clastres (1977) expresó que las sociedades aborígenes que
existieron entre el Caribe venezolano y el norte de argentina se caracterizaron
por ser sociedades sin Estado, es decir, sociedades que subsistieron, antes de
la llegada de los europeos, sin un poder que los sujetara como si pasó con los
incas, chibchas, mayas y aztecas, y después de la llegada de los europeos
pudieron resistir de manera más o menos eficaz frente al Estado como los incas,
los aztecas, los aimaras, waraos, wayuu, etc. Con respecto a la segunda
pregunta, un Estado, en el sentido dado por Clastres, no necesita de una
sociedad porque puede constituir una amenaza, sino de sujetos que se sometan a
un poder constituido, entendiéndose por poder como la situación por medio de la
cual una entidad media entre las necesidades y satisfacciones de la población
que aglutina[2].
Con respecto a la tercera pregunta, toda la historia del pensamiento político
ha perseguido que los Estados, ya en otro nuevo sentido, sean expresión de sus
sociedades, es decir, sean expresión de una cosa pública, res-publica porque la
idea de libertad y su relación con la seguridad pasa a ser consecuencia de un
acuerdo que no supone la cesión de poderes a una estructura política que los
represente.
La importancia de lo afirmado
radica en que autores como Maquiavelo y Spinoza han expresado que la libertad no es incompatible con la seguridad
“cuando gobierna el pueblo”. Ahora, como la libertad está inscrita en la
esencia de las pasiones de los hombres, la seguridad constituye un deseo que es
consecuencia de un temor por perder la libertad, con lo cual el problema
central desde ese entonces ha estado dado por la tensión existente entre los
afectos de temor y libertad (Torres, 2007:90). El concepto de libertad viene
dado por las condiciones de posibilidad para que un Ser pueda existir y pueda
perseverar en su propia existencia, es decir, según Astorga, es la condición en
la que un Ser puede ejercer libre y seguramente su derecho natural (Bravo,
1999:445). Una agresión que signifique un daño a este derecho natural a existir
o que perjudique las condiciones de posibilidad para perseverar en la propia
existencia, puede ser considerada una causa de guerra (Blanco, 2013c)[3].
Por ello, el mejor estado de seguridad radica, primariamente en un buen
ordenamiento, porque cualquier peligro representado por cualquier amenaza
proveniente del exterior será igual para todos los seres que aglutina.
Si la seguridad,
en tanto que afecto o en tanto que certeza es la expresión de un Estado bien
ordenado que permite a cada ser, en el ejercicio de una libertad lograda
mediante un acuerdo, perseverar en su propia existencia en pos de una mayor
perfección, en el caso venezolano, esta condición de posibilidad viene dada por
el hecho que la seguridad está fundamentada en el desarrollo integral “… con
proyección generacional…” por lo que podemos afirmar que para los venezolanos,
por ley, la seguridad es desarrollo y no necesariamente las condiciones de
posibilidad para que cada Ser pueda perfeccionarse a partir de su propia
potencia para existir. Este desarrollo que involucra al Ser individual y a la
colectividad, en general, está determinado por el Estado por intermedio de una
serie de planes realizados en concordancia con el ordenamiento jurídico
vigente. Con esta estructura, se puede entender que aquello que impida
deliberadamente o no el desarrollo integral en los términos establecidos por el
Estado, genera una respuesta desde el punto de vista preventivo o reparativo.
Esa respuesta puede ser denominada, en primera instancia, defensa, es decir, la
protección contra algo que nos pueda ocasionar un daño o la respuesta para
evitar que ese daño continúe. Pero esta defensa es defensa de un orden, no la
defensa de toda la comunidad política, por lo que la clave no es el desarrollo
de una estructura política entendida convencionalmente a partir de la
existencia de una estructura digamos nacional e internacional. La clave de la
seguridad, como veremos más adelante es la posibilidad de que cada ser, en su
singularidad, pueda producir sus medios de vida dentro de una comunidad
determinada. La clave es producir, no formar parte de un modelo de
producción.
La defensa como un modo de proteger o restablecer un
buen ordenamiento.
Hace un momento
atrás hablábamos que seguridad era originariamente disponer de un buen
ordenamiento. O sea, la comunidad política existe en tanto que está segura. En
este caso, un acto de defensa podría ser entendido como el restablecimiento de
un buen ordenamiento cuando por alguna u otra circunstancia había dejado de
serlo. Esto quiere decir que la defensa tiene un componente interno y un
componente externo. Desde el punto de vista interno, los procesos
constituyentes son una forma en que se expresa la defensa de una comunidad
cuando está amenazada de disolución, es decir, cuando la relación sentimientos
y afecciones no es capaz como un todo de mantener una composición entendida
como una relación política. La disolución es el efecto del daño. El daño se
expresa en corrupción, entendiéndose por corrupción cuando el ordenamiento
político no se ajusta a los cambios que ha afectado a una sociedad en una
circunstancia determinada. Desde el punto de vista externo, una comunidad
política puede, en primer lugar, ser disuelta por causas externas entendiéndose
por externo todo aquello que está fuera del poder del Estado como un fenómeno
natural o por la acción de otros agentes que operan fuera del Estado, y en
segundo lugar, puede ser limitada por medidas coercitivas de cualquier
naturaleza o cuando se impide a cada Ser que conforma una comunidad política a
perseverar en su propia existencia.
Estas dos causas
en que se manifiesta un daño pueden ser observadas en la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, en especial en lo que concierne a la
declaración de un estado de excepción.
¿Qué es un estado de excepción? y ¿quién puede declararlo? Un estado de excepción es una situación
extraordinaria donde el poder soberano del Estado aplica todas las medidas
necesarias para el restablecimiento de un ordenamiento constituido. En esa
situación extraordinaria se actúa fuera del orden establecido para restituirlo
nuevamente. En términos de declaración este es hecho por aquel que detenta el
orden. Vamos a ver qué significa eso.
En Venezuela,
las causas que pueden generar la aplicación de un estado de excepción son: conmoción
exterior o interior ocasionada
por una situación conflictiva interna o externa, emergencia económica generada por una circunstancia económica
extraordinaria que impida el normal desenvolvimiento de la vida económica de la
nación, y una alarma, provocada por
una catástrofe o calamidad pública u otros acontecimientos similares. De las
situaciones antes mencionadas, la conmoción interior es consecuencia de un mal
ordenamiento político. De igual forma, la emergencia económica y la calamidad
pública pueden ser también consecuencias de un mal ordenamiento, la primera por
un mal gobierno (Pej: crisis crediticia en Europa) y la segunda por accidentes
provocados por falta de previsión (Pej: Chernobyl, Fukushima o Amuay). En el
caso de la conmoción interna, el estado
de excepción puede presuponer que una parte de la población causante de la
conmoción sea el objeto de la defensa del orden y ello tiene importantes
consecuencias en términos de condiciones de posibilidad para que se conserve
una comunidad política. En todos estos casos, el daño se evidencia en
corrupción, es decir, menoscabo de las capacidades para el desarrollo y/o
menoscabo de la potencia del hombre para perseverar en su propia existencia.
Una calamidad
pública, originada por un hecho natural, en principio pareciera no corresponder
a una acción deliberada del hombre, pero el tema del deterioro ambiental
provocado por una división internacional del trabajo ya indica que las
modificaciones climáticas han sido consecuencias de la acción humana aunque su
propósito no haya sido el daño al hábitat en que vivimos. Esta división
internacional del trabajo nos ha afectado en el hecho que nos coloca en el tema
de la colonialidad del poder, es
decir, una relación basada en la raza y consecuentemente en una categorización
basada en la creencia de la existencia de una inferioridad determinada por
causas biológicas que nos había impedido a aspirar a formas de organización
políticas autóctonas que nos ayudaran a que la cosa pública fuese un tema de
beneficio de todos[4].
¿Qué significa esto? La división internacional del trabajo y la
sobreexplotación ambiental está tendiendo a restringir las posibilidades
productivas de la humanidad para el mantenimiento de la estructura de
producción global vigente. Ello se ha traducido en la declaración de áreas como
de patrimonio común como la Amazonia y la exaltación de comunidades indígenas
bajo una lógica cosificada, es decir, se ven a estas comunidades como objetos
culturales a ser preservados y no como agentes políticos capaces de actuar a
partir de sus propios deseos y aspiraciones. Esta estructura de producción
global, según Quijano (2000), se desarrolló en América durante la conquista y
fue implantada al resto del mundo a partir de una estructura diferenciada
basada en la raza debido a que se “creyó” y se ha “creído” que cada raza tiene
unas capacidades diferentes en función de las necesidades de la estructura
global haciendo que, de acuerdo con las capacidades de los grupos humanos
sometidos se alimente esa estructura. ¿Qué consecuencia ha traído ello? Bueno,
los venezolanos somos productores de petróleo cuando se sabe que esa industria
no requiere de tanto personal para ser efectiva, los bolivianos son mineros
porque sus condiciones físicas y culturales sólo les permiten ser eso en
función de las necesidades de la producción global. Al margen de esa estructura
sobreviven millones de personas sin capacidad para producir ni autoproducirse.
En
relación con la pregunta sobre quién puede declarar el estado de excepción se
puede afirmar que es el soberano. ¿Qué significa eso? Un soberano es aquel que
es capaz de determinar cuándo o no puede ser un orden suspendido. Ello
significa que quién pueda determinar eso está más allá del derecho y ello
supone la existencia de una desigualdad entre gobernantes y gobernados. De igual
forma, si se considera que este orden está basado en un particular modelo de
desarrollo que no expresa la comunión de la comunidad política como un todo, se
evidencia que el estado de excepción
deja de ser efecto de una situación excepcional y pasa a ser el estado normal
de las relaciones políticas dentro de esa comunidad debido a que la necesidad
de imponer el modelo supone la eliminación de los obstáculos que impiden que
ello pueda ser hecho.
Por otra parte,
la conmoción exterior, la emergencia económica y la alarma producto de una
calamidad pública pueden ser provocadas por la acción deliberada del hombre.
¿Cómo se puede manifestar esta acción deliberada? Por el daño que se quiera
realizar para obtener fines políticos desde una perspectiva clausewitziana
(Blanco, 2013a). Vamos a ver ahora cómo se manifiesta este.
Fenomenología del Daño
En la lengua castellana la
palabra dañar significa causar detrimento, perjuicio, menoscabo, dolor o
molestia. Originalmente indicaba “detrimento, perjuicio o menoscabo que se
recibe en hacienda, persona u honra”. Esta palabra proviene del latín “damno”
que significaba de forma compuesta condenar (cum damnar), es decir, desaprobar declarar culpable judicialmente a
alguien generándole una pena mediante un daño; y pasó al castellano en doble
forma: como damno “condena, pena y
castigo eterno a los condenados al infierno” y como daño. Damnar en la actualidad corresponde con el significado de
“condenar, perjudicar” diferenciándose de la expresión daño en el sentido de
que ya no refleja la existencia de una entidad divina (Dios o Estado) que materialice la condena en un perjuicio,
menoscabo, dolor o pena.
Agredir en nuestro caso puede
ser damnar y dañar por ser efecto de una decisión individual o colectiva basada
en una justificación. La respuesta se puede materializar en un daño cuya
proporcionalidad podría estar determinada por una decisión de producir un damno. Habría que recordar en este
contexto la expresión bíblica “ojo por ojo…”. La agresión, como efecto de una
conciencia intencional contiene una voluntad y un acto de naturaleza especifica
dentro de un contexto signado por el miedo. Como voluntad puede ser efecto de
una conciencia intencional cuya causa puede ser de origen pasional o de un
cálculo de riesgo. Para que esta voluntad pueda operacionalizarse ocurre un
proceso de autojustificación que convierte una intención direccionada en un
acto de condenación. Este proceso contiene elementos de naturaleza moral y
ritual en la acción misma.
Keegan (1994) en su estudio de
los modos de hacer la guerra a lo largo de la historia se ha apoyado en el
análisis de la forma en que la etnia yãnomãmi hace la guerra. Su propósito ha sido
obtener pistas sobre cómo se produce una agresión en grupos que permita el uso
de la palabra “guerra”. La forma como se produce la agresión en grupos es la
acción para perjudicar o destruir mediante la intromisión violenta contra otros
grupos. Esta acción se manifiesta mediante un flujo deliberado que produce daño
y refleja un intento de reproducir parcial o totalmente la capacidad
destructiva y de cambio de la naturaleza. Este flujo se corresponde, en primer
lugar, con las características que Deleuze y Guattari (DyG) (2008) han afirmado
que tiene la máquina de guerra y, en
segundo lugar, se relaciona con el significado original de la expresión “guerra”,
es decir, “werra”.
Para DyG, la máquina de guerra se caracteriza desde
la perspectiva epistémica por ser expresión de un modelo: en primer lugar,
“hidráulico”: el flujo es su realidad o consistencia, en segundo lugar, “de
devenir y heterogeneidad”: es de una naturaleza atómica donde cada átomo opera
a su libre albedrío, en tercer lugar, “turbulento”: porque es efecto del paso
de “la turba al turbo”, es decir, del paso de “las bandas o manadas de átomos a
las grandes organizaciones turbulentas” y en cuarto lugar, es “problemático”
porque se parte de la superación de los obstáculos a partir de la consideración
de estos en función de los afectos que producen (2008:368).
En relación con la expresión
alemana antigua “werra”, como se recordará, proviene de las expresiones “Gewerr” (enredo) o “gewirr” (caos), mezcla, es decir, una metáfora
relacionada con la palabra “wesser” que denotaba los cambios imprevistos del
rumbo de las cosas por los flujos y contraflujos producidos cuando dos
torrentes de un río confluían en un mismo punto. De ahí surgirían palabras como werre-man
(guerre-man, gens d´armes,
guerrero, warrior), wehr (landwehr, wehrmacht) y las expresiones “guerra” o “warre” (war) para expresar un estado y los actos que de ese estado de
inseguridad se presentaban (Blanco, 2007:28). Como hemos observado, esta
palabra en su acepción original denota de forma más aproximada lo que
constituyó el acto de agresión colectiva que en su forma defensiva hoy
denominamos guerra a pesar de los desplazamientos de significados que ha tenido
hasta el presente.
Así pues, los flujos
materializados como un deslave (Vargas, 1998), un Tsunami (Japón, 2009), un
huracán (Katrina, 2005), motines o saqueos (Caracas, 1989, Los Ángeles, 1991,
París, 2009 y Londres, 2011), la revolución francesa (1789), la primavera árabe en Túnez y Egipto (2011)
o una crisis financiera (EE.UU., 2008) o monetaria (Grecia, 2011) que destruyen
(de manera catastrófica en un periodo relativamente corto), menoscaban,
perjudican generando dolor y pena, provocan miedo porque significan la muerte
por violencia, enfermedad, empobrecimiento etc., pueden ser analógicamente
reproducidos de forma deliberada como las hordas gengiskánidas (DyG, 2008:417),
la blitzkrieg alemana, las recientes invasiones de Irak y Afganistán (Blanco,
2007), la crisis financiera de los Tigres Asiáticos (1997) (Q&W, 1999), la
revolución rusa o la denominada primavera
árabe en Libia y Siria para
producir daño materializado por el intento de producir el fin de un orden
político indiferentemente sea cual sea su naturaleza. Una conmoción exterior,
una crisis financiera y una alarma pueden ser entendidas como formas en que se
reproduce el poder de cambio de la naturaleza y se realizan mediante una
estructura de representación.
Como la reacción ante un
potencial daño o un daño es el miedo es conveniente tener presente que este
tema fue abordado en el siglo XX primeramente por Heidegger para introducir el
concepto de cuidado de si (die sorge en alemán) y posteriormente
por Foucault. Heidegger retoma una expresión griega para describir al hombre
como “to deinótaton”.
Para Onetto (2000), interpretando a Heidegger, deinón significa algo terrible (horrible), violento e
inhabitual (por ser inalcanzable desde la perspectiva de lo conocido), por lo
que, esta palabra correlacionada con la expresión latina “daño” permite
entender la guerra como expresión de un rito cuyo mito planteó una interrogante
que todavía la humanidad no ha podido responder dado el estado de guerra en que
se encuentra inmersa.
Las expresiones “deinón” y “damno” nos permiten introducir el tema del terror y del terrorismo
debido a que, desde otro plano, en el terrorismo
también yace un propósito ritual por la existencia de la necesidad de lo
simbólico, utópico, religioso, ya presentes incluso en el Éxodo (“Yo enviaré mi
terror delante de ti y consternaré a todo pueblo donde tú entrares” Éx, 23:27)
porque en el uso de la expresión deinón
está también subyacente lo asombroso, lo pavoroso y lo monstruoso del acto de
dañar y ayuda a explicar el significado actual de la expresión terrorismo.
Si pensamos en una genealogía
de la guerra podríamos afirmar que desde la guerra basada en la elaboración a
mano de instrumentos para producir damno
en la edad de piedra hasta el advenimiento de las armas de destrucción masiva,
las palabras terror y terrorismo han estado subyacentes en el modo de emplear
la violencia. Según Derridá la expresión terror
tiene un sentido psicológico y metafísico, y terrorismo es una forma de hacer la guerra de manera violenta, es decir, es una
categoría política (Borradori, 2003:149), pero su
objeto no es el presente, sino el futuro. Entendidas así
las cosas el terrorismo (guerra) es el acto realizado en un estado
caracterizado por el terror (estado de guerra) (Blanco, 2007).
En la medida en que fueron
evolucionando los mecanismos de respuesta para evitar el daño provocado por un flujo deliberado de destrucción, es decir: primeramente
con la fortificación, luego el desarrollo de las armas de proyección,
posteriormente el desarrollo de la organización de la logística y el apoyo
seguido con la aparición de las armas de fuego y finalmente las armas de destrucción
masiva, en esa secuencia han evolucionado los modos de producir ese flujo
agresivo. En este contexto, las armas nucleares y las de destrucción masiva, en
general, son formas de agresión de naturaleza defensiva porque su propósito ha
sido desde su aparición contener los flujos de destrucción en cualquiera de sus
formas. ¿Qué otras formas pueden adquirir estos flujos? Schmitt (1932), después de las sanciones
impuestas a Alemania en el Tratado de Versalles en el año 1919, argumentó que
estas sanciones fueron entendidas como una forma de llevar la guerra a otros
campos más allá de lo meramente militar que significó la relativización del
fenómeno bélico y la extensión de la guerra a otros campos del quehacer humano.
Ochenta años después, los
coroneles chinos Qiao & Wang (Q&W) (1999:160-170), reflexionando sobre
la inutilidad de emprender una guerra nuclear, trataron de comprender todas las
formas de daño realizadas de manera deliberada producidas en el mundo
principalmente en el siglo XX y propusieron una nueva categoría de guerra que ubicaba
el campo de acción en el espacio donde no existían normas que pudiesen regular
la actuación de los beligerantes. Estas categorías las denominaron: militar, extramilitar
y metamilitar. La militar abarca los siguientes tipos: Nuclear, convencional, bioquímica, ecológica,
espacial, electrónica, terrorista y de guerrillas. La meta-militar se refiere a la guerra: Diplomática, psicológica, tecnológica, de
redes de información, de inteligencia, de contrabando, de drogas y disuasión.
La extra-militar incluye: recursos, ayuda económica, sanciones, medios de
información, finanzas, comercio, derecho e ideología. A partir de esta
categorización Q&W establecieron una serie de principios para producir daño
donde se destaca el uso de medios ilimitados dentro de un contexto de objetivos
limitados y consumo mínimo (Ibíd.:185-195). Operar con medios ilimitados en
cada una de las categorías mencionadas precedentemente nos da un abanico casi
ilimitado de formas de daño que pueden ser aplicadas: en primer lugar, Omnidireccionalmente en diferentes
planos; en segundo lugar, de
manera simultánea (sincrónicamente); en tercer lugar, asimétricamente con
respecto al punto más débil del adversario; en cuarto lugar, mediante una coordinación
multidimensional; y en quinto lugar, un sistema de ajuste y control.
Estas formas de guerra si bien no generan necesariamente miedo por la
inmediatez o mediatez de la muerte, el empobrecimiento o el padecimiento de
algún mal que signifique la disminución de la potencia del hombre para perseverar
en su propia existencia, es decir, por el tipo de daño a que se está expuesto,
producen ansiedad, un estado que, según Bourke, puede convertirse también en
pánico (2006:188) produciendo, en consecuencia, un flujo de destrucción
de forma deliberada.
La angustia que se deriva de estas formas de guerra son efectos de la estrechez
del espacio y del tiempo del Ser así como por el desconocimiento de lo que
inquieta.
Teniendo presente este marco es
conveniente detenernos brevemente en los aspectos relativos a lo que ha
significado la aparición de fortificaciones y el desarrollo de la organización
de la logística y el apoyo para efectos de la guerra, pues están relacionados
no sólo con la aparición del Estado como fenómeno de contención, sino también
porque han permitido entender la guerra a partir del constreñimiento de un
grupo humano dentro del Estado para sus propios fines. El Estado opera en
función de unos regímenes de violencia que permiten manipular el miedo para
evitar, por una parte, una agresión de origen externo, y por la otra, controlar internamente a la
población. El control externo había tenido como propósito evitar el surgimiento
de un poder hegemónico a escala global. El control interno de la población
tiene como objeto lograr que ésta responda de manera adecuada frente a la
agresión externa, así como evitar que se produzcan flujos internos que amenacen
la existencia misma del Estado.
En este contexto, el Estado es
un estructura que trata de permanecer mediante el dominio de la relación producción,
excedentes y trabajo. Esta relación ha sido posible mediante la subsunción del tiempo al valor de la producción. La subsunción
tiempo-valor se produjo cuando se comenzó a medir el tiempo-trabajo como una
forma de determinar el costo de la producción. Por ello, la relación
tiempo/trabajo fue usada originalmente por Marx para explicar jurídicamente una
medida del bienestar desde una perspectiva abstracta que denominó capitalismo (Negri,
2004:146, Del Bufalo, 2011 y Osborne, 2008:16-19), y para entender la relación
social derivada de esta medida (Del Bufalo, 2011). El mantenimiento de la relación trabajo y Estado es posible gracias a
la aplicación de unos regímenes de violencia que se enmarcan dentro de una
situación de excepcionalidad que se denomina estado de guerra o como hoy se
denomina, es decir, Guerra contra el
Terrorismo. Así pues, el daño se
evidencia en la actualidad en una doble dirección: en primer lugar, se obliga a
una gran parte de la humanidad a trabajar precariamente bajo amenaza de
empobrecimiento en unas condiciones en que fuerzan al sujeto a actuar
individualmente, y se obliga a una gran parte de la humanidad a mantener esas
relaciones trabajo-Estado mediante la amenaza de guerra y/o la guerra. En
segundo lugar, se mantiene a otra gran parte de la humanidad excluida de dicho
proceso y sujeta, es decir, limitada a actuar para efectos del mantenimiento de
la estructura.
Ahora bien, lo que media entre
la agresión y el efecto es el medio utilizado para producir este efecto. Este medio
puede variar desde un utensilio convertido en arma hasta una estructura
normativa. La diferencia entre una herramienta y un arma es que la primera
libera una fuerza de carácter centrípeto y la segunda lo hace de manera centrifuga
(DyG, 2008:398). Para DyG la clave está dada en su capacidad de proyección y en
la velocidad con que se proyecta y produce el efecto deseado (Ibíd.). Desde la
perspectiva del medio no hay armas ofensivas o defensivas con la excepción,
como ya dijimos de las armas de destrucción masiva. Lo que existe son
estructuras productoras de flujos o que los contienen. Por ello es que se ha
afirmado que es el que se defiende el que determina el tiempo y la intensidad
de la guerra. Con este criterio las armas las podemos clasificar en función del
daño que producen: por el flujo de destrucción que libera, por el tiempo y la
intensidad del flujo, y por el tiempo en que duran sus efectos.
Las relacionadas con los flujos
de destrucción que libera tienen que ver con: los flujos materia-energía, los
flujos económicos, los flujos poblacionales y los flujos urbanos (Ibíd.:472).
La preocupación del Estado en este contexto ha sido canalizar, contener y
limitar espacial y temporalmente dichos flujos. Espacialmente mediante el
establecimiento de una medida de tiempo y temporalmente sometiendo a los
sujetos a un estado de miedo permanente. Vamos a hablar de estos flujos porque
nos colocan de nuevo en el tema los estados de conmoción externa e interna, la
emergencia económica y la alarma producida por una catástrofe ambiental, para
que se pueda visualizar cómo se entremezclan, en términos de la respuesta a
dar, en un contexto de seguridad y defensa nacional.
Las armas que liberan flujos de
materia y energía comprenden aquellas asociaciones de familias tecnológicas (agenciamientos)
que permiten hacer ataques, construir fortificaciones, organizar la logística y
apoyo, desarrollar las armas de destrucción individual y masiva (que incluyen
las armas químicas y bacteriológicas) y las modificaciones climáticas, etc. Las
armas que liberan flujos económicos están relacionadas con el contrabando, el
dumping, las devaluaciones, las sobrevaloraciones, los embargos, los préstamos,
las privatizaciones y las expropiaciones, etc. Las armas que liberan flujos
poblacionales tienen que ver con las migraciones, el mestizaje, la segregación
y la exclusión, etc. Las armas que liberan flujos urbanos están relacionadas
con la disciplina, el control y las que son capaces de destruir o evadir la
disciplina y el control. Como se puede observar estas últimas armas están
relacionadas con el orden en una organización política.
Todos estos flujos por si solos
o aplicados de manera combinada pueden generar conmociones externas e internas,
emergencias económicas y alarmas. En el caso de las alarmas provocadas por
catástrofes naturales ya hemos indicado que las relaciones de producción e
intercambio han generado un estado de inseguridad por ser causa de
empobrecimiento y exclusión que también se ha reflejado en el ambiente. Ahora,
si el deterioro de un ambiente es hecho de manera deliberada para reducir la
capacidad de maniobra de un Estado, nos estamos encontrando ante un arma que
puede causar una situación inesperada que puede significar un punto de no
retorno de alcance global. Para que se tenga una idea de lo afirmado, en fecha
reciente empresas estadounidenses provocaron un terremoto de apreciable
intensidad para efectos económicos, específicamente petroleros (fraking) que
provocaron un grave accidente en una fábrica de fertilizantes. Si volvemos a
nuestro concepto de armas pudiéramos pensar que el terremoto que afectó la
planta nuclear iraní a mediados de este año fue provocado artificialmente desde
países vecinos. Esta es una hipótesis, pero si se considera la forma en que se prvocan
los movimientos sísmicos hay un gran espacio de duda en lo concerniente a este
tema.
Las emergencias económicas
pueden ser producto del estado de naturaleza, o sea, los efectos que puede
tener el que un agente económico actúe a su libre albedrío puede ser causado de
manera natural, pero en un contexto global donde todas las economías están de
alguna u otra forma intervenidas por el Estado expresa que la guerra actual se
manifiesta cotidianamente en este plano. El efecto del empleo de este tipo de
armas han sido los flujos poblacionales que han colocado a Occidente en la
misma situación de precariedad que el resto de las regiones que fueron de
alguna u otra manera colonizadas por Europa. Las armas basadas en los flujos de
materia y energía, como ya se ha indicado en lo concerniente a las armas de
destrucción masiva, por su parte son defensivas, persiguen mantener el orden
existente aun cuando actúen de forma agresiva.
En relación con el tiempo e
intensidad del flujo de destrucción podemos afirmar que éste puede variar en
una gama que va de los flujos de gran intensidad y corta duración para provocar
un daño en un tiempo relativamente corto como ha ocurrido en Irak y Libia a los
flujos de poca intensidad, y de un gran período para producir un daño de forma
erosiva en un período determinado como por ejemplo el servicio de la deuda como
hoy día afecta a Grecia, Irlanda, España y Portugal.
Con respecto al tiempo en que
duran sus efectos, los flujos pueden ser clasificados como sigue: los de
efectos más o menos inmediatos y los de efectos prolongados. Los de efecto más
o menos inmediato están relacionados con los actos de guerra y los efectos a
lograr (objetivos) son en un tiempo determinado. Volvemos al caso sirio y libio.
Si examinamos el caso sirio, se produjo un flujo de destrucción de una
intensidad mal calculada para efectos de provocar un daño que significase el
fin del orden existente y hoy día se ha pretendido aumentar la intensidad y
reducir la duración, mediante la guerra para lograr el efecto deseado, es
decir, derribar la estructura política de ese país del cercano oriente. En
relación con Libia, también se produjo un mal cálculo del flujo porque su
efecto trajo como consecuencia la guerra civil y la posibilidad de
fragmentación. No se logró cambiar el orden existente sino que se destruyó dejando un vació que se
intenta llenar de cualquier manera. Los de efecto prolongado se corresponden
con los regímenes de violencia y con el control de los afectos para evitar que
se produzca o no un flujo que destruya al Estado desde su propio seno. Esto
explica cómo un estado de alarma producto de una catástrofe ambiental puede ser
originada de manera indirecta por unas relaciones de producción mantenidas
mediante la violencia donde el fin es la producción misma entendiéndose como
consumo parte del mismo proceso de producción, pero también indica cómo una
catástrofe puede ser originada de forma deliberada.
Teniendo presente lo afirmado
podemos afirmar que una conmoción interna puede ser originada por causas
naturales, es decir, por falta de un buen ordenamiento o puede ser provocada.
Una conmoción externa puede ser provocada por agentes externos o internos. Una
emergencia económica puede ser producida de forma natural por una situación de
pánico generado por una mala percepción generando una respuesta errónea y puede
ser producida de forma deliberada: indirecta, por las relaciones de producción
e intercambio global y, directa, por la acción deliberada de agentes
económicos. Finalmente un estado de alarma se puede generar de forma natural
por una catástrofe ambiental y se puede generar de forma deliberada,
indirectamente por el efecto que ha tenido la estructura de poder global en las
modificaciones climáticas y directamente de forma deliberada para ocasionar un
daño que disminuya la capacidad de maniobra política de un Estado. ¿Qué hacer
al respecto?
Medidas a considerar para minimizar o prevenir un daño.
Un régimen de violencia es una
forma de codificación que se aplica en un territorio determinado mediante la
imposición de un sistema normativo que mantenga por la fuerza o la sumisión
unas relaciones basadas en el poder. El modo en que se ha aplicado ha sido por
la intervención de la relación espacio-tiempo, es decir, el ser-estar de un Ser
ha sido subsumido a una realidad determinada por un espacio y un tiempo
condicionado por las necesidades de mantener un orden basado en la apropiación
de la capacidad productiva de los seres que conforman una comunidad política. ¿Cómo
ocurrió esa operación de subsunción? El ser-estar de un Ser ha tenido
condicionada su potencia para perseverar en su propia existencia. La subsunción
se ha producido cuando por una causa externa este ve disminuida o anulada su
potencia para existir mediante la muerte, la soledad o el empobrecimiento. La
causa externa ha sido provocada por la apropiación de la capacidad productiva
que se manifiesta en un territorio, en un hacer y en el producto de ese hacer.
La apropiación se expresa en la exclusión de otro de un espacio dado, en la
intervención en la determinación de un valor en el hacer productivo, en el
producto acabado y en el intercambio. Estas formas de apropiación se expresan
en una división internacional del trabajo basada en una diferenciación racial y
de capacidades productivas como nos lo ha indicado Quijano (2000). En el
contexto actual ello se evidencia en el control de la relación
trabajo-tiempo-valor. Así pues, el ser-estar de un Ser está condicionado en
parte por esta relación. ¿Cómo se evidencia este condicionamiento? En que una
parte del ser-estar es expresión de su vivencia, es decir, en cómo su potencia
disminuida sirve para sus propios fines y la otra parte está sujeta por un
poder que se manifiesta en todo y condiciona su existencia. ¿Cómo condiciona
esta existencia? El espacio de ese poder que se manifiesta en un territorio se
codifica bajo unos regímenes de violencia que sujetan a la población que
contiene y el tiempo de ese Estado es el número del movimiento que determina el
ciclo de producción. Como se puede observar, en una realidad caracterizada por
una división internacional del trabajo unos poderes globales controlan ese
tiempo productivo. El tema es cómo construir una comunidad política no sujeta a
ese tiempo a fin de que pueda desde cada Ser desplegar su potencia para
perseverar en su propia existencia. ¿Por qué este interrogante?
Por la misma necesidad de la
producción global el Estado es un espacio encapsulado regido por unos regímenes
de violencia que sujetan a la población. Ya de por sí este es un estado de
guerra desde la perspectiva de los seres escindidos entre su vivencia y su
sujeción al Estado. Cuando una comunidad logra sustraerse de esa sujeción se
encapsula desde la comunidad internacional mediante embargos, sanciones, etc. Y
cuando esta medida es insuficiente se determina un espacio de combate que se
encapsula para los fines de la extirpación, digámoslo así, de la parte que
afecta la producción mundial y se interviene quirúrgicamente mediante eso que
hoy día se conoce como Revolución en los Asuntos Militares (RAM). ¿Cómo se
encapsula un espacio de producción (Estado) y cómo se encapsula un espacio de
combate (intervención militar)?. Ha sido mediante la captura del tiempo de
producción del Estado y consecuentemente del tiempo con que el Estado mantiene
sujeto a la población mediante eso que se conoce como
comando-control-comunicaciones-inteligencia e informática, etc. Esta captura se
produce determinando la cadencia, el ritmo y el ciclo de las actividades de una
comunidad provocando una parálisis. En el siglo XX eso se denominó Blitzkrieg.
La medida que se ha adoptado, es muy conocida, guerra prolongada, es decir,
variar el espacio-tiempo de las operaciones. Sin embargo hoy, como el daño se
manifiesta en diferentes planos, la variación debe producirse en cada uno de
esos planos. Al ser el núcleo central de toda esta forma de acción el cómo se
determina la relación espacio-tiempo y en vista que esta relación está
determinada por una duración que se fundamenta en el perseverar, el perseverar se
expresa en producir el medio para perseverar y mantener la forma de relación
compositiva que permite al Ser, ser y Ser en comunidad. En este contexto, la
producción y la defensa están estrechamente relacionadas y la seguridad es el
estado de producción que a su vez hace posible la producción y, cuando es
necesario, la defensa. De ahí la importancia del buen ordenamiento. Sin un buen
ordenamiento no existen condiciones para producir y defender a una comunidad
productiva.
Producir es etimológicamente pro-ductum que significaba llevar,
conducir hacia delante, avanzar, alargar, extender, hacer crecer, educar
formar, elevar, era en cierta manera un ser extendido material e
inmaterialmente. Materialmente a partir de un cuerpo y de lo que de él emana
como producido e inmaterialmente a partir de las ideas que se hacen códigos de
prácticas individuales que permiten ex – sistere, en el sentido heideggeriano o
hacer presencia si se quiere en el sentido spinoziano del término, afectando
por esas dos vías a otros seres haciendo comunidad. Defender, defensio, es rechazar, preservar,
proteger, afirmar, alejar cualquier cosa que amenace ese estado de inseguridad.
Para un militar este aspecto es complicado debido a su deber de subordinarse a
la comunidad política, pero el militar como administrador de la violencia
siempre debe preguntarse de forma personal y pública ¿qué estoy defendiendo o
qué debo defender? Eso debe ayudar a producir junto a la sociedad un buen ordenamiento
político.
Producir es crear condiciones
materiales e ideales, en el sentido espiritual-racional del término para
perseverar en la propia existencia individual y de la comunidad. Las
condiciones materiales y su manutención permitirán definir cuando un utensilio
podría convertirse en arma, es decir, la producción material podrá orientar
cuando un utensilio es un utensilio y cuando deje de serlo dadas las
necesidades de defensa. En este contexto ahora podemos afirmar que seguridad no
es desarrollo, seguridad es producción y la productividad es una tarea de la
comunidad política en un espacio público. El espacio público es el espacio
donde se desenvuelva la comunidad política. Este espacio debería coincidir con
el Estado. El Estado es todavía una entidad basada en el territorio, terrestre
y marítimo donde se excluye a los otros Estados y opera en un espacio común, es
decir, el Alta Mar. Digo todavía porque en Venezuela se está tratando de
imponer un espacio comunal basado en la producción cuando cada día se produce
menos. Veremos más adelante sus implicaciones. El Alta Mar para nuestros
efectos es un espacio público global donde Bolivia también hace comunidad
aunque no depende de ello para subsistir como si ocurre en el caso venezolano y
tiene limitaciones para su acceso. El Alta Mar es un espacio de producción. Si
Bolivia produce en ese espacio, el ser-marítimo implica producir en el sentido
de proyectarse, alargarse en ese espacio y para ello no hay impedimentos por la
misma naturaleza de ser un espacio común. Mantener el carácter común de dicho
espacio es estar y aprovecharlo como medio de comunicación y fuente de
recursos. Bolivia produce a partir del entendimiento del mar como medio de
comunicación, falta producir en el sentido de aprovechar los recursos
existentes. Eso genera necesidad e identidad propiciando a su vez las
necesidades de defensa en la medida en que se vaya desarrollando sentido de
pertenencia. Navegar ha sido para ustedes una práctica que ya se puede
considerar consuetudinaria. Aprovechar los recursos del Alta Mar puede ser para
ustedes una medida reinvindicativa cuyo conflicto puede ser el inicio de una
práctica consuetudinaria.
Teniendo en cuenta lo antes
afirmado, una comunidad política bien ordenada es una comunidad que produce y autoproduce
en un espacio político. En esa comunidad todos los que la conforman son
productores y a su vez defensores porque ello significa que se está defendiendo
su potencia para perseverar en su propia existencia en las condiciones dadas
por ese buen ordenamiento. Desde esta perspectiva, también se puede afirmar que
un soldado o un marino debe ser un productor. Produciendo genera seguridad. La
productividad, en este contexto debe estar determinada por su potencia para
existir para desplegar la defensa. Así pues un espacio productivo es un espacio
público en la medida en que las relaciones de producción e intercambio permiten
a una comunidad ser. No se puede crear un espacio público, en el caso
venezolano, comunal para luego hacerlo productivo.
Ahora bien, como producir es
ser-estar extendido, elevado alargado, proyectado se debe prever qué podría
impedir ese ser-estar alargado, elevado, proyectado, etc. en un espacio
público. Prever es producir en la idealidad para asegurar que la comunidad
pueda producirse a sí misma. Producir en la idealidad es pronosticar saberes,
simular y crear las condiciones para rechazar, preservar, proteger, afirmar,
alejar cualquier cosa que impida las posibilidades de proyectarse. En este
sentido defender no es conservar una capacidad para existir dada. Defender es
asegurar la potencia para que una comunidad pueda producirse a sí misma. Con
ello, se puede afirmar que la principal medida para evitar un daño es previendo
cualquier hecho que limite a una comunidad política su potencia para producir y
autoproducirse con medio para perseverar en su propia existencia.
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