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En “Historia Naval en Imágenes”[1] hay un excelente relato del Contralmirante Jorge Bustamante Cáceres relacionado con un incidente ocurrido a bordo de la Fragata “General Soublette” F-24 en el año 1989 que tuvo que ver con la desaparición de un marinero en una navegación nocturna desde el Apostadero Naval de Turiamo hasta el Puerto de la Guaira. En ese relato, el Contralmirante, a la sazón comandante de la fragata, explica cómo fue el proceso de investigación y el resultado final de la misma. Como se explica en ese relato, realizado seguramente con el espíritu de enseñar y mostrar las experiencias de las cosas de a bordo, tanto el Comandante como la tripulación del buque fue exculpada y librada de toda responsabilidad por la citada desaparición. Por supuesto, este relato trajo de nuevo a mi memoria no el proceso de investigación en sí que sumió al buque en una atmosfera enrarecida característica de vivir algo que no tiene una explicación racional o al menos convencional que permita a uno seguir la vida con todos sus avatares, sino lo que no se ha podido explicar convencionalmente por estar más allá de su carácter exo-teórico…
En “Historia Naval en Imágenes”[1] hay un excelente relato del Contralmirante Jorge Bustamante Cáceres relacionado con un incidente ocurrido a bordo de la Fragata “General Soublette” F-24 en el año 1989 que tuvo que ver con la desaparición de un marinero en una navegación nocturna desde el Apostadero Naval de Turiamo hasta el Puerto de la Guaira. En ese relato, el Contralmirante, a la sazón comandante de la fragata, explica cómo fue el proceso de investigación y el resultado final de la misma. Como se explica en ese relato, realizado seguramente con el espíritu de enseñar y mostrar las experiencias de las cosas de a bordo, tanto el Comandante como la tripulación del buque fue exculpada y librada de toda responsabilidad por la citada desaparición. Por supuesto, este relato trajo de nuevo a mi memoria no el proceso de investigación en sí que sumió al buque en una atmosfera enrarecida característica de vivir algo que no tiene una explicación racional o al menos convencional que permita a uno seguir la vida con todos sus avatares, sino lo que no se ha podido explicar convencionalmente por estar más allá de su carácter exo-teórico…
La historia de la desaparición del citado
marinero cuyo nombre no recuerdo y gracias a la desmemoria se puede identificar
con otros casos ocurridos en otros momentos y en otros buques en Venezuela y en
el mundo, comenzó un domingo de marzo del año 1989 en momentos en que el país
se estaba comenzando a recuperar de la conmoción que representó el caracazo, una explosión popular que en
el fragor del caos, la muerte y la desolación se intentó darle una finalidad
revolucionaria. Ese domingo de marzo recibí la jefatura de la guardia a las
0800 hrs., con un grave problema de disciplina a bordo que no pudo ser resuelto
por mi antecesor. Cuando me avoco a resolver el problema me encuentro con que
cinco marineros de la división de armamentos y un marinero de la división de
ingeniería estaban protagonizando un brote de indisciplina que pudo haber
tenido graves consecuencias si no hubiese sido atacado a tiempo. En ese
entonces pensé en el “Potenkim” y en el “Bounty” porque el problema social que
se hizo visible en el país con el Caracazo
junto con un brote de indisciplina en un buque podría tener consecuencias
imponderables. La ventaja, en ese entonces, fue que conté con el hecho que la
situación había generado molestias al resto de la tripulación y aproveche ese
hecho para recuperar la rutinaria tranquilidad de un domingo de guardia en
puerto.
Para la solución del problema se me ocurrió una
figura policial con los marineros más molestos por los actos de indisciplina.
Esta figura consistía en investirlo de una autoritas
para neutralizar a los insubordinados en caso de que escalaran en sus actos de
desorden mediante la dotación de un cinturón, un rólo y unas instrucciones
dadas frente al resto de la tripulación en formación. Mi objeto en ese momento
era quebrar a los insubordinados psicológicamente con la esperanza de no llegar
a concretar actos violentos, por ello hice gala del formalismo afín de lograr
un efecto intimidatorio usando al respecto a los más dispuestos a devolver el
perjuicio causado. Los insubordinados fueron llevados muy persuasivamente a la
cubierta de vuelo del buque como a las 1000 hrs. para que el inclemente sol de
marzo en Puerto Cabello los ayudara a entrar en razón. A las 1230 hrs fueron
llevados escoltados a comer en la cámara de marinería después que lo hizo la
tripulación y fueron llevados de nuevo a la cubierta de vuelo una vez reposada
la comida como a las 1400 hrs. A las 1630 hrs había logrado mi objetivo, los
cinco marineros de armamento desistieron de su actitud y reconocieron su error.
El de ingeniería tuvo que esperar media hora más.
Luego de los interrogatorios iniciales y los
correspondientes reportes no encontré relación aparente entre la situación
social que vivía en ese momento el país y la actitud de los marineros. El caso
del marinero de ingeniería fue diferente. Si bien no estaba en un sentido
relacionado con los hechos que había vivido el país en fecha reciente, en otro
sentido si lo estaba. Cuando lo increpé sobre qué lo había llevado a esa
actitud me dijo que un Duende Verde le había
dicho que si se hacía 100 cortadas en el cuello con una hojilla iba a aparecer
su papa. Le creí porque ciertamente tenía unas heridas leves de hojilla en
la parte izquierda del cuello. Y le pregunté: ¿Dónde está tu papá? Y me respondió: está muerto. Ahí le respondí algo así como, bueno lamento lo ocurrido con tu papá, pero te aseguro que si vuelves a
repetir el acto ese de cortarte antes de ver a tu papá vas a recibir unos
cuantos rolazos. El marinero se quedó tranquilo y suficientemente
intimidado por el resto de la guardia, pero en extremo vigilado.
Al día siguiente, luego de los reportes
realizados, el comando del buque tomó las medidas disciplinarias
correspondientes con los marineros de armamento. El caso del marinero de
ingeniería era más complicado. Habíamos imaginado que había un asunto de
drogas, pero en ese momento no se consiguieron pruebas. Se necesitaba un
diagnóstico médico y éste sólo podría darlo un psiquiatra. La búsqueda del
psiquiatra se hizo desesperada cuando el mando superior dio la orden al buque
para realizar un patrullaje a partir del miércoles siguiente luego de finalizar
unas reparaciones pendientes. A las 1800 hrs del día miércoles la fragata
“General Soublette” zarpó a Turiamo con el marinero a bordo. ¿Por qué no se
dejó en la base naval? En ese entonces no existían los procedimientos para
atender un problema de esa naturaleza aún a pesar de que con los reportes
realizados se había puesto al comando superior en cuenta de la situación
planteada. La fragata estuvo embarcando combustible más o menos hasta las 2230
hrs. e inmediatamente se realizaron los preparativos de zarpe que por razones
que no recuerdo se retardó alrededor de una hora. En ese período se vio al
marinero ejecutando actividades correspondientes a las órdenes emanadas de sus
superiores sin ningún inconveniente y con la vigilancia de sus compañeros de
división.
El buque por fin zarpó y enfiló hacia La Guaira
alrededor de la 0030 hrs. Más o menos a esa hora se reportó que el marinero de
las cien cortadas había desaparecido. En ese momento se iniciaron los
procedimientos de “hombre al agua” y se comenzó a buscar en todos los rincones
del buque al citado desaparecido. Así estuvimos hasta el crepúsculo matutino y
gran parte de ese día. En ese momento se pensó que si el marinero se había
lanzado al agua y se había ahogado tendríamos que esperar aproximadamente 72
horas hasta que el cuerpo saliera a la superficie y por efectos de la
descomposición fuese seguidamente tragado por la inmensidad del mar océano. Así
pues, el Comandante decidió luego de consultar al mando superior retornar a
puerto al día siguiente y esperar al menos 48 horas. En la noche antes de
llegar, ya con el ambiente enrarecido, el Comandante ofreció 15 días de permiso
a quién lograse encontrar al desaparecido, pero tratando de evitar que la
tripulación se sugestionara por el acontecimiento usando como estrategia el mantenimiento
de la rutina de las operaciones. Este esfuerzo fue en vano. En un buque hay un
campo muy fértil para la superstición, sobre todo cuando la tripulación se
enfrenta a algo desconocido ¿Cómo puede desaparecer un hombre sometido a una
estrecha vigilancia? De ahí, hubo quienes comenzaron a buscar caracoles y otras
piedras marinas que el imaginario marinero asociaba con la aparición de una
nube de mala suerte que se había posado encima del buque. Este fue el paso
previo para la aparición de fenómenos inexplicables.
Masson expresó en una oportunidad que un buque
en navegación, en especial de noche, es lo más parecido a un hospital debido a
que junto al silencio, sonorizado por el regular sonido de las máquinas, impera
una soledad impregnada de una penumbra que en los buques de guerra está
representada por las luces rojas que indican, junto con el grado de
estanqueidad establecido, una condición que permite seguir operando en normales
condiciones. En las fragatas clase “Mariscal Sucre” y, en general, todas las
fragatas de la clase “Lupo”, en la cubierta 1, hay un pasillo que va del
sollado N° 1 en proa al sollado N° 5 en popa. En este pasillo se encuentran, de
proa a popa, pañoles de municiones, parque de armas, central de seguridad,
cámara de marinería, cocina, panadería, taller del helicóptero, entre otras
cosas. De noche, este pasillo de penumbras rojas sólo estaba cortado por las luces
claras de la central de seguridad. La central de seguridad es el centro
nervioso para el control de las averías en el buque en caso de emergencias.
Este es el mejor lugar para hacer guardia en puerto en los momentos de
descanso.
Así pues, la esperanza de un premio y el
cansancio de la búsqueda del desaparecido mezclado con el cansancio de cumplir
la rutina de un buque en navegación abrió una puerta entre el consciente de la
rutina con el subconsciente de la desaparición que hizo a un tripulante ver por
el rabillo del ojo entre la penumbra de tenues rojos, en una guardia de burro,
un centellazo de color verde que de popa se dirigió a proa haciendo que los
recorridas salieran velozmente al sollado N° 1 para dar con el desaparecido. Se
había materializado el Duende Verde. El
Duende Verde comenzó a ser observado
por varios tripulantes hasta que el buque nuevamente salió después de las 48
horas para tratar de localizar un cuerpo flotando en las aguas del Golfo
Triste. Sabíamos que había sido visto el nuevo pasajero porque en las horas
pesadas de guardia comenzamos a ver a tripulantes corriendo de proa a popa y de
quilla a perilla tratando de llegar o al menos dar cuenta del desaparecido.
Con una junta investigadora de accidentes a
bordo, la fragata “General Soublette” zarpó nuevamente para tratar de encontrar
al desaparecido. Luego de 48 horas más de búsqueda sin encontrar rastros de
nada regresamos a puerto. En puerto la investigación iniciaría una nueva etapa.
Para nosotros la preocupación fue la reacción que iba a tener la madre del
desaparecido cuando se le comunicara la infausta noticia. Nos imaginábamos
gritos de dolor, rabia, desesperación por la gravedad de la perdida. Nos
imaginábamos demanda, tribunales, juicios donde tendríamos que dar respuesta,
de una u otra manera a algo inexplicable. ¿Cómo decir que ese marinero un Duende Verde le había anunciado algo que
lo pudo haber empujado a hacer algo impensable? Por supuesto, la señora madre
hizo acto de presencia abordo. Fue atendida por el Comandante, y los oficiales
nos agrupamos entre la cámara contigua y el pasillo del Comandante para tratar
de saber cuál iba a ser la respuesta de la progenitora del desaparecido, pero
de una manera en que no fuésemos señalados, ni acusados, ni marcados por unos
ojos que destilaran odio. La actitud de la madre nos dejó estupefactos. No pasó
lo que esperábamos. Lo que recuerdo es que la mamá se alegró de que hubiese
desaparecido. No hubo llanto, no hubo reclamos, no hubo nada. Este hecho que
nos debería haber generado certezas no sólo no lo hizo, más bien espesó la
niebla que envolvía el acontecimiento de la desaparición.
Después de ese episodio desconcertante con la
madre del desaparecido, varios tripulantes trataron de indagar acerca de su origen
a fin de obtener respuestas acerca de la inusitada situación. El primer hecho
revelado fue que había obtenido una medalla en natación en la Escuela de
Grumetes. Este hecho hacía conjeturar que el marinero pudo haber nadado, si se
lanzó al agua, y seguir por tierra hasta la población más cercana. También se
pensó que pudo haberse quedado en Turiamo con la complicidad de otros marineros.
Eso al final nunca se supo… Lo que llegó
a nuestros oídos, después de olas de información fragmentaria y confusa, fue
que el marinero desaparecido había sido jefe de una banda que ante la amenaza
de muerte optó por esconderse en la Armada de Venezuela. Esta maniobra le
sirvió hasta que sus contrincantes dieron con el paradero de su hermana. Cuando
el marinero desaparecido se enteró que su hermana estaba en peligro fue a
protegerla. Lo último que se llegó a saber del marinero fue que, al parecer,
murió en un enfrentamiento armado. Su historia termino allí. La Armada cerró el
caso. Pero las sospechas de drogas, la inoperatividad del buque, los intentos
de suicidio y las apariciones del Duende
Verde cada vez que se presentaron hechos irregulares, marcaron la vida de la
fragata por bastante tiempo.
La evidencia de los
problemas de drogas se hizo patente unos meses después cuando en una navegación
de rutina se descubrió a cuatro marineros temblando de frío e inusualmente
abrigados en la sala de generadores de proa con una temperatura de 56° C. La
experiencia del desaparecido hizo que se hicieran exhaustivas averiguaciones y
con la tensión creada reapareció el Duende
Verde. Quizás estaba tratando de anunciar algo. Probablemente era un
mensajero que estaba mostrando algo así como zeitgeist del buque... del país, es decir, una forma de sentimiento
colectivo que en un contexto determinado, intuía que algo estaba mal y no
atinaba a saber qué. Los resultados arrojaron positivamente la existencia de
una red de tráfico de drogas que afectó a nueve tripulantes del buque y a otros
marineros destacados en la base naval de Puerto Cabello. Los enfermos fueron
dados de baja con indicación de tratamiento médico.
En relación con los
intentos de suicidio que motivaron la aparición del Verde mensajero me recuerdo de dos. Es conveniente advertir que no
se concretaron, pero el contexto en que sucedieron esos hechos indicaba que el
sentimiento colectivo de la tripulación todavía percibía algo que no estaba
bien afectando, en consecuencia, a individualidades de la propia tripulación.
El primer caso ocurrió un viernes en La Guaira un mes después del caso de los
friolentos a 56° C. Una mamá decidida a no perder a su hijo se presentó a bordo
para hablar con el segundo Comandante. Luego de una larga conversación el
oficial ejecutivo convocó a los oficiales a la Cámara y nos informó que la señora
X había venido a nuestro buque pidiendo ayuda porque a su hijo le habían
detectado VIH + en un examen y quería evitar que se suicidara. Para perplejidad
de los oficiales la señora nos contó que su hijo era un drogadicto y para
alejarlo de las drogas lo había llevado a un lugar de recuperación que exigía
una prueba de VIH. La prueba según el parecer de la madre no se hizo con la
rigurosidad que se exigía y aspiraba a que la ayudáramos a realizar otra prueba
para evitar un fatal desenlace... Ante nuestro asombro nos contó, además, que
su hijo robaba para comprar drogas y en el último intento de procurarse insumos
para alimentar su enfermedad había sido herido de bala en un tobillo.
En los oficiales la
perplejidad y el asombro del nuevo acontecimiento estuvo acompañada de una
sensación de escalofríos debido a que el VIH era una enfermedad de la que, en
ese entonces, había muy poca información y el marinero presuntamente
contaminado había sido, por propia iniciativa, camarero de oficiales. En una
fulgurante jugada de la memoria comenzamos a visualizar los platos, las tazas
de café, los cubiertos, las servilletas y las comidas servidas por el enfermo,
seguidas de una comezón que azotó varias veces todos nuestros cuerpos. Con esta
antesala de sensaciones y sentimientos, el marinero fue llevado al hospital, se
le hizo el nuevo examen, pero había que esperar hasta el lunes siguiente. Se
mantuvo en vigilancia y bajo los efectos de sedantes. El lunes siguiente los
resultados fueron negativos. La habitación desbordó de alegría. Para esa
familia fue justamente el momento inicial de un nuevo comienzo! Con lágrimas en
los ojos salí de la habitación y no los vi más nunca! Hay que decir que todos
estos marineros afectados por el problema de las drogas fueron buenos
tripulantes. Jóvenes que se esforzaron para ayudar a mantener el buque en
condiciones de operatividad en un contexto creciente de carencia de recursos.
Esta carencia hizo que el buque entrara en la condición de inoperatividad en
varias oportunidades a pesar de los denodados esfuerzos del Comandante y su
tripulación. La más grave de las fallas presentadas fue una que ya había
ocurrido en el año 1983 en el sistema que regulaba el comando de las hélices
del buque para aumentar o disminuir la velocidad que ameritó que técnicos
italianos instalaran una nueva pieza en los meses subsiguientes. Es de decir
también que uno de los técnicos murió en un trágico accidente automovilístico.
Una vez que el buque pasó nuevamente a la condición de operatividad cumplimos
una serie de actividades operativas nacionales e internacionales. En julio del
año 1990 se presentó el otro intento de suicidio y con él el Duende Verde. En esta oportunidad la
tripulación estaba más atenta, con lo cual se pueden imaginar que se habían
hecho grandes esfuerzos para salir de la mala racha.
La fragata “General
Soublette” junto con la fragata “General Urdaneta” fueron destacadas al Golfo
de Paria motivado a una crisis política que había afectado al gobierno de Trinidad y Tobago produciendo
desordenes graves en su capital Puerto España. Dada la emergencia, nuestro
buque zarpó sólo con un tercio de la marinería lo que supuso una importante
recarga de funciones para todos aquellos que pudimos embarcar a tiempo. La
misión de los buques no estaba clara puesto que se enmarcaba en lo que se
conoce como diplomacia naval. El golfo de Paria está compuesto por un espacio
de agua rodeado de tierra y selva tropical por todas partes menos por la boca
de Dragones y la boca de Serpientes. Sus aguas son generalmente de un color diferente
porque por allí desembocan los ríos San Juan, Guanipa y parte del Orinoco por
lo que la sensación de selva y agua y la existencia de buques abandonados en la
cercanía de las costas producen un efecto en la psiquis que genera mucha inquietud.
Quizás es uno de los síntomas del mal de la selva a que se refiere Rómulo
Gallegos en Canaima. El primer lugar
a donde arribó Cristóbal Colón fue allí, específicamente Macuro por lo que ese
espacio, con la excepción de los núcleos urbanos representados por Güiria y
Puerto España y por el terminal de transbordo de mineral de Puerto Hierro, está
caracterizado por una soledad interrumpida por la existencia de unas
comunidades indígenas Warao que convierten al lugar en un sitio exótico y
enigmático.
Unos meses antes de
la crisis de Trinidad habíamos estado en el Golfo de Paria con miembros de la
comisión de defensa de la cámara de Diputados. En esa oportunidad se me ocurrió
en una hora de instrucción explicarle a mi grupo de guardia de la importancia
del lugar, por el viaje de Colón, y les comencé a explicar la precariedad de la
navegación y de las penalidades que pasaron esos marinos españoles para imponer
un idioma y una cultura a la región, y terminé mezclando esa historia con
cuentos de serpientes y dragones en alusión a los nombres de las bocas del
Golfo. Por supuesto que los marineros no creyeron la broma que intentaba
hacerle, pero al señalarles como evidencia los restos de buques que aún se
asomaban a flor de dichas aguas los rostros de los marineros se contrajeron asumiendo
una actitud defensiva hasta que uno de ellos afirmó que su abuela le había
dicho que en el Orinoco, frente a ciudad Bolívar, salían serpientes que se
tragaban a las pescadores que navegaban incautos por esas aguas. Al final les
dije que era una broma, pero la característica del área en un contexto de
tensión política como la que vivimos en ese julio de 1990 puede abrir, como en
efecto ocurrió, la puerta que separa el consciente y el inconsciente provocando
un temor pánico y, por consiguiente, la presencia paranormal de entidades como
el Duende Verde.
Como a los cuatro
días de iniciada la misión fue completada la tripulación gracias al arribo de
un transporte de la clase “Capana”. El
peor escenario que manejamos los oficiales del buque fue el de evacuar al
personal diplomático venezolano destacado en ese país. En esa situación de
incertidumbre y tensión duramos alrededor de dos semanas y ello produjo la
primera y única baja a bordo. Un marinero abandonó su puesto de trabajo se
dirigió a la cubierta de popa e intentó lanzarse al agua. No logró hacerlo
porque unos compañeros lo detuvieron en el último momento y a la fuerza lo
llevaron a la enfermería. Una vez estabilizado desembarcado en helicóptero. No
supimos más de él.
Después de que
finalizó la misión regresamos a Puerto Cabello. Dejé de ser por mi propia
voluntad tripulante de la fragata “General Soublette” en agosto de 1990. El
Comandante ofreció la posibilidad de ser jefe de división, pero decidí abrirme
a nuevos horizontes. Luego que pasó bastante agua bajo el arco de mi vida, en
el año 1998 hablando con un ex Segundo Comandante sobre algunas anécdotas
vividas a bordo de la fragata salió a relucir la historia del Duende Verde y me comentó que todavía,
en ese entonces, seguía siendo visto en el buque. Algunos años después, en el
año 2005 en Cumaná, durante un ejercicio de exploración para la instrumentación
de tácticas asimétricas tuve el placer de abordar la fragata de nuevo. Su
Comandante había sido uno de los compañeros que compartió conmigo vivencias a
bordo y por supuesto salió otra vez la historia del Duende Verde y por supuesto me indicó que todavía hacía sus
apariciones en el buque. La pregunta que surge ahora es por qué y qué es el Duende Verde. Hemos dicho que es algo
así como un mensajero que manifiesta algo que es inexplicable, que no es
aprehensible por la razón. Pienso que el Duende
Verde es expresión de un estado de ánimo singular y colectivo que evidencia
que algo no está funcionando bien y socava las bases de las creencias que
sustentan un obrar determinado. En ese entonces, los problemas del país se
manifestaron a bordo con igual dureza. Hasta el año 1989 los venezolanos
vivimos una gran ficción y el caracazo nos dijo más o menos cuál era la
realidad. A bordo, la necesidad de mantener el buque operando y operar a su vez
nos apartó de la realidad y ante esas circunstancias apareció el mensajero desde
el lugar oscuro donde se asienta la ficción para decirnos a cuenta gotas qué era
lo real.
El proceso de retorno
de lo ficticio a lo real en la fragata se produjo de forma progresiva a pesar
de los sobresaltos vividos en esos dos años. Fue posible gracias al espíritu de
solidaridad y cooperación que se comenzó a gestar dentro de la tripulación que
se convirtió en una forma inmanente de conciencia que se hizo colectiva y por
ello trascendente. Por ello, después de los sucesos vividos hasta el año 1990,
las futuras apariciones se debieron a un estado de alerta indicado por esta
conciencia cuando se producía una fractura en la solidaridad y la cooperación
generando comportamientos errados. Gracias a ello haber visto a la fragata
navegando en el año 2005 me indicó que en el devenir se dieron los golpes de
timón necesarios para que la consciencia colectiva representada por todos los
marinos que tripularon ese buque permitiera que el mismo siguiera navegando con
limitaciones aún en el año 2014, pero dentro de un contexto de solidaridad y
cooperación.
Así pues, la
solidaridad y la cooperación son los medios que prolongan una existencia. Estos
dos valores constituyen lo real y la conciencia de la fuerza y la apropiación
de estos valores son los que permiten la composición de una comunidad
trascendente.
Para finalizar podríamos
decir que la tragedia que hizo que apareciera el Duende Verde a bordo permitió que la fragata “General Soublette”
cobrara vida a través de una forma de consciencia colectiva, para el bien del
país que ha necesitado de sus servicios. Falta que en el país opere esa misma
forma de consciencia colectiva a fin de que se corrija el rumbo actual y evitar
así que la realidad desborde la ficción en perjuicio de todos.
[1] “Historia Naval en Imagines” en
lugar en internet (en Facebook) donde se puede tener acceso a información
acerca de la historia naval de Venezuela, testimonios de protagonistas, libros
sobre temas navales y estudios sobre estrategia, geopolítica y geoestrategia. http://www.fav-club.com/2017/07/15/el-duende-verde-y-la-fragata-general-soublette/#comment-2466
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