Si bien es cierto que el foco de
atención en el mundo hasta finales del año 2013 se centró en Siria, el sudeste
de Asia y el África subsahariana, estos hechos que han mantenido a estas
regiones en un equilibrio inestable, no han afectado el statu quo internacional. Sin embargo, la capacidad de un conflicto
interno de convertirse en una crisis internacional es un tema de preocupación desde
la perspectiva de la toma de decisiones[1].
Históricamente, los ejemplos más relevantes han sido Las Guerras del Peloponeso
ocurridas entre los años 431 y 404 a. C., la Guerra de los Treinta Años
(GdlXXXa) acaecida entre 1618 y 1648 y la guerra civil española ocurrida entre
1936 y 1939.
Las Guerras del Peloponeso fue una serie de
conflictos que enfrentó una potencia marítima y una potencia continental por el
aseguramiento de áreas de influencia cuando el fermento de la guerra civil
afectó la isla de Corcira. Este hecho se produjo en un contexto en que la
potencia ateniense se estaba acrecentando de una forma tal que hizo a los
espartanos considerarla como una amenaza a su seguridad. La GdlXXXa fue un
conflicto religioso-político ocurrido en el Sacro Imperio Romano Germánico que
involucró a Europa y una parte de Asía que ha sido denominado por muchos
autores como una guerra civil europea que se produjo contra la posición
hegemónica de los Habsburgo que facilitó el establecimiento del orden internacional
que prevaleció hasta el colapso de la Unión Soviética (Blanco, 2012). La guerra
civil española que se constituyó en antesala de la Segunda Guerra Mundial, fue
un conflicto que marcó el tono ideológico en que se materializaría la guerra
fría y ha sido un espejo de las crisis políticas que ha padecido Iberoamérica
desde que el coronel republicano cubano-español Alberto Bayo apoyó a Fidel
Castro para hacerse con el poder en Cuba[2].
Estos tres eventos que hemos considerado como
referenciales expresan un antagonismo, en primer lugar, entre una concepción
del mundo marítimista y otra continental, en segundo lugar, entre diferentes
concepciones de un orden basado en una concepción soberana del Estado y, en
tercer lugar, entre diferentes concepciones de un orden basado en un poder trascendente
(monárquico o revolucionario) y la emergencia de un orden inmanente de espíritu
democrático. Como se sabe, después del colapso soviético la comunidad
internacional se encuentra en transición hacia un orden multipolar dentro de un
contexto hegemónico estadounidense. Esta transición ha generado una serie de
conflictos de todo orden a escala global que hasta ahora no se han
interconectado pero que expresan las formas de antagonismo antes señalada. En
este contexto la conexión y consecuentemente el establecimiento de una red de
conflicto pudiera ser el germen de una guerra general no de la naturaleza de
las guerras mundiales que asolaron a la humanidad en el siglo XX, sino de las
características de la guerra alemana del siglo XVII (Blanco, 2012)[3].
Por ello nuestro foco de interés en este caso es valorar el riesgo de
interconexión.
En el estudio “Implicaciones estratégicas de la
diplomacia naval rusa en Venezuela” hicimos un análisis de cómo la trama de
intereses de EE.UU., Rusia y China conectan una serie de conflictos y tensiones
regionales como las presentes en Siria, extremo oriente, Ártico y cuenca del
mar caribe. En ese análisis se planteó como posibilidad que en el Caribe, Rusia
hiciese el papel de mediador entre EE.UU. y China, frente a la situación
política que encararía Venezuela en el futuro inmediato (actual presente) y la
transición política en Cuba y ello explicaba, entre otras cosas, el desarrollo
de su poder naval con miras a estar en posición de negociar en mejores
condiciones. Como se sabe, en Venezuela hubo una ruptura del orden
constitucional entre diciembre de 2012 y enero de 2013 que se ha materializado
en el presente en una insurrección de importantes sectores populares. Esta insurrección
de talante parecido a la intifada
palestina[4]
se ha producido casi de manera simultánea con otro levantamiento ocurrido en
Ucrania que depuso del poder a su presidente y ha colocado a ese país no sólo
al borde de la guerra civil, sino también antes las puertas de un conflicto
internacional que muchos analistas han calificado como el advenimiento de una
nueva guerra fría. Si bien, no hay
relación entre Ucrania y Venezuela, estos dos movimientos se han producido
dentro de una estructura de alianzas que conecta a Rusia, Cuba y China frente a
Occidente. Junto con la conexión, el otro aspecto a tener en consideración es
qué podría hacer que un país o una sociedad desencadenen una guerra.
Desde el punto de vista estatal, el
concepto de interés vital podría
ayudarnos a entenderlo. El interés vital
puede ser definido como un querer racionalizado por medio del cual se podría
seguir el camino de la guerra como medio de alcanzar un objetivo político
generalmente relacionado con la conservación de algo que garantiza la
supervivencia del orden político.
Así pues, el interés vital y la posibilidad
de conexión en red de conflictos son dos elementos que nos podrían ayudar a
entender la actual coyuntura internacional, por lo que vamos a analizar cómo la
unión de estos dos conceptos podría ser el detonante de una grave crisis
internacional. A tal fin vamos a examinar como incide el interés vital en la
actual trama de relaciones internacionales y explorar las posibles conexiones
que se podrían generar a partir de las crisis ucraniana y venezolana.
El
interés vital y su manifestación en la trama de relaciones interestatales que
conecta a Venezuela y Ucrania.
El enfriamiento de la crisis siria
nos indicó que EE.UU y occidente, al contrario de Rusia, no tenían intereses
amenazados como para decidir el camino de una guerra. De igual forma, a pesar
de las tensiones políticas en el extremo oriente se han incrementado de manera
ostensible en estos últimos tiempos la conducta estratégica de los países
enfrentados no ha asumido un talante tal que evidencie la opción de la guerra
para obtener una solución a la situación planteada, con la excepción de Corea
del Norte por ser consecuencia de la acción de un régimen político que busca
supervivir a toda costa. En este contexto, los regímenes sirio y norcoreano
pueden negociar cualquier cosa menos su supervivencia. En una situación similar
se encuentra Cuba. Sin embargo, Cuba a diferencia de Siria y Corea del Norte no
es capaz de sostenerse por sus propios medios y ha intervenido en Venezuela con
la complacencia de la clase dirigente que gobierna de facto el país para poder asegurar la supervivencia de ese
régimen político. Con este marco, Venezuela en tanto que objeto de las
relaciones internacionales es un interés vital del régimen castrista cubano, y
este último país se ha hecho garante del mantenimiento del statu quo venezolano frente a Rusia y China por las grandes
inversiones realizadas en nuestro territorio.
Frente a Cuba se encuentra EE.UU.
Ambos países mantienen unas relaciones antagónicas remanentes de la guerra
fría. Esta remanencia ha estado dando paso a una suerte de entendimiento que se
ha sostenido gracias a que Cuba se ha beneficiado de la extracción de recursos
venezolanos. Este hecho, desde la perspectiva estadounidense ha reducido el
número de migrantes ilegales (cubanos y haitianos) a territorio norteamericano
por lo que la situación se presenta como beneficiosa para el país
norteamericano. Así pues, el suministro de petróleo venezolano es percibido
para los estadounidenses como el centro de gravedad de la supervivencia del
régimen cubano. Esta percepción ha estado corroborada por la importante
presencia cubana en toda la estructura política y militar venezolana.
Constituyendo los suministros de
petróleo el cordón umbilical que une al régimen cubano con el régimen
venezolano, el cordón umbilical representado por el transporte marítimo es en
sí mismo el punto de aplicación de cualquier esfuerzo por acabar con ambos
regímenes. Este cordón umbilical se extiende a la fibra óptica que conecta a
los dos países y el sistema de observación geográfica representado por el
satélite “Miranda”.
En relación con el transporte marítimo, ni
Rusia ni China están en condiciones para mantener el flujo petrolero a no ser
por intermedio de un importante proceso de negociación, de ahí el interés ruso
de establecer bases navales en Cuba, Venezuela[5]
y/o Nicaragua. Sin embargo, creemos que lo que están denominando base naval es
el establecimiento de un dispositivo para sostener buques y/o submarinos rusos
que operen en el área[6].
Con respecto a los otros cordones umbilicales representados por las
comunicaciones alámbricas e inalámbricas y por el sistema de observación
geográfica es de mencionar que el primer sistema está intervenido por los
cubanos y el segundo por cubanos y chinos. Con esta intervención estos países pueden
tener un importante grado de control del espacio electromagnético y a su vez
permite mantener también un importante grado de vigilancia de gran parte del
mar Caribe. Este control puede ser aumentado desde el punto de vista naval y
ello explica la presencia de un buque de vigilancia electrónica ruso en la
Habana en los actuales momentos[7].
Pero vigilar no significa que no se pueda interrumpir el flujo petrolero en el
mar, no en los terminales marítimos.
El escenario de conflicto, en nuestro caso se estaría
presentando en los espacios abstractos, es decir, en primer lugar, en el
espacio electromagnético a partir de la extensión de la intifada y, en segundo
lugar, si se produce una escalada se va a extender el conflicto a los espacios marítimos
y aéreos[8].
La diplomacia naval rusa es un importante
instrumento de vigilancia y negociación en tiempo de paz, pero dada la
existencia de importantes focos de tensión donde existen intereses directos rusos
la capacidad de maniobra de ese país va a estar condicionada a la posibilidad
sostener por largo tiempo buques en el área con aceptables niveles de seguridad.
Eso puede limitar, en caso del agravamiento de la crisis venezolana, la
presencia naval rusa, por lo que además de buques de espionaje electrónico y
otros buques auxiliares, podrían ser desplegados al caribe y/o Atlántico
meridional uno o varios submarinos que eventualmente podrían operar junto con
submarinos chinos. En caso de guerra, cuyo potencial se expresa en la crisis
ucraniana, estas posibilidades de presencia, no solo se reducen, sino también
pasan a otro plano. Este hecho nos permite reflexionar un poco sobre la crisis
ucraniana.
Ucrania es un país de la Europa del este donde
una parte importante de la población es de origen ruso. Este país desde el
punto de vista geopolítico es considerado un buffer state entre Rusia y occidente. En este contexto, la crisis
ucraniana es consecuencia del deseo de la parte ucraniana de la población de
estrechar su relación con la Europa de la Unión Europea en contraposición a la
parte rusa que desea mantener su estrecha relación con Moscú. Como se evidencia
este es un conflicto regional aunque ha habido voceros que han asomado la
posibilidad de que se desencadene una guerra general[9].
Para Rusia, Ucrania no representa sólo su origen político y religioso, también
un objeto de sus relaciones internacionales que se manifiesta en el
condicionamiento de la orientación de su
política exterior y el status de la península de Crimea. Estos elementos son un
asunto de interés vital ruso como lo ha demostrado la movilización militar de
los últimos días, pero el gentilicio ucraniano y ruso son un producto de un
proceso que se remonta al siglo IX desde el punto de vista de la organización
política. Esta historia y consecuentemente su vecindad con Rusia le da a la
relación entre los dos países un status regional que limita la capacidad de
actuación del resto de la comunidad internacional. Incluso una guerra sería
como una forma de comunicación que desde el punto de vista de la negociación
internacional es sólo mayormente inteligible para los dos países.
La limitada capacidad de Occidente para
intervenir en Ucrania se debe a la conexión rusa en Siria, Irán, Corea del
Norte y en menor medida, en la tensa situación política en el mar de China. Vamos
a analizar ahora las posibilidades de conexión.
La red
de conflictos y el potencial de conexión venezolano-ucraniana.
Una red de conflictos o rizoma de guerras, es
una red de guerras que no mantienen una estructura jerarquizada o arborescente
en relación con otros conflictos reconociéndose únicamente esta conexión por la
circulación de estados. Para entender la “circulación de estados” que nos lleva
a usar la expresión “rizoma de guerras” hay que tener presente que cuando se
hace referencia a la expresión “estados” se denota el estado donde, aun
existiendo antagonismos, se pueden presentar o no combates; y cuando se hace
uso de la expresión circulación de estados se hace mención de la forma en que
fueron variando los antagonismos[10].
El conflicto sirio es un ejemplo de cómo se podría generar un rizoma de
guerras. A tal efecto, habría que tener en cuenta lo siguiente: la naturaleza
de la guerra, es decir, qué es lo inmanente en el rizoma de guerras, quiénes
fueron los actores que desencadenaron la guerra, cuál fue la estructura del
rizoma en sí, es decir, las interconexiones que produjeron la estructura y cuál
fue el movimiento de los antagonismos en tiempo y espacio.
En relación con la naturaleza de la guerra en
Siria hay que tener presente la causa y el fin de la misma porque ello ayuda a
entender la puesta en juego y consecuentemente lo que sus principales actores
estuvieron dispuestos a conseguir a cualquier costo. El conflicto sirio se
inició dentro del marco de la denominada primavera árabe, pero al contrario de
lo acaecido en Túnez y Egipto, fue auspiciado por agentes externos que
aprovecharon el descontento interno producto del empobrecimiento, la exclusión
y la reducción de las expectativas de vida. En relación con los actores presentes
en el conflicto se tiene que:
·
Desde la perspectiva interna, es un conflicto
civil que tiene enfrentado a un gobierno con un conjunto de grupos de carácter
heterogéneo que actúan en relación a intereses que tienen que ver con: la
democratización de la sociedad, su islamización y/o su secesión (sobre todo en
lo que concierne a la minoría kurda).
·
Desde el punto de vista internacional, los
Estados que han estado implicados en esa guerra son: Rusia e Irán por una parte
(con apoyo cubano, venezolano, norcoreano y chino) y, por la otra, EE.UU. que
mantiene una guerra en Afganistán, Francia, Turquía[11]
y algunos países árabes (especialmente Qatar y Arabia Saudita). Este conflicto
está conectado con el iraní que aunque ha desescalado, opone, por una parte a
Irán (con el apoyo de China, Rusia, Venezuela y Cuba) y, por la otra a EE.UU e
Israel (apoyada mayormente por Alemania y Francia).
La crisis siria que condujo a su
internacionalización se produjo más que nada para mantener las relaciones de
poder local y regional frente al deseo de revertir el orden por parte de EE.UU.
una vez que éste país tuvo que salir de Irak y ha considerado su salida de
Afganistán frente al creciente poder que ha adquirido Irán.
La desescalada en Siria y, también en Irán, y
el estancamiento en Afganistán ha hecho que los conflictos se mantengan
estacionarios en esos escenarios. Ahora la intifada venezolana y la crisis
ucraniana pudieran significar el inicio de un reacomodamiento. En el caso
ucraniano, Rusia ha manifestado la aceptación de una negociación internacional.
En el caso venezolano, el gobierno ha buscado la solución de la crisis apelando
a sus aliados en UNASUR y el ALBA[12],
pero nuestro país, a diferencia de Ucrania, está más conectada a Occidente y a la
economía global si es afectada esta conexión global con lo cual se puede
convertir en un foco de mayor atención internacional que obligue a una
negociación en la medida en que se mantenga la intifada y escale de acuerdo a
sus posibilidades. Esto sería posible debido a que:
·
Occidente tiene una limitada capacidad de
maniobra en Ucrania.
·
Rusia y China tienen una limitada capacidad de
maniobra en Venezuela.
·
Cuba aunque mantiene a más de 40000 de sus
internacionalistas en nuestro país tiene una debilidad estructural (y
especialmente marítima) para mantener a largo plazo su dominio sobre el
territorio venezolano si se produce una escalada o si se produce un
acontecimiento interno que limite la capacidad de maniobra de ese país en el
exterior.
Así pues, la interconexión de la
crisis ucraniana y venezolana se puede producir en una mesa de negociación
internacional en la medida en que los ucranianos y los intifados venezolanos
puedan mantener la forma en que se manifiesta la inconformidad actual y escalen
en la medida de sus posibilidades de modo que su voz los haga convertir en
sujetos y no objetos de las relaciones internacionales actuales[13].
La escalada podría simplificar la trama de relaciones complejas que existen a
escala global. De ahí su importancia. En Ucrania y en Venezuela hay una trama
de relaciones complejas que han favorecido la injerencia extranjera en
perjuicio de toda la población de ambos países. En Venezuela, la intifada ha
sido consecuencias del hecho que la clase dirigente perdió su capacidad de
gobernar por la inseguridad, la corrupción, la escasez y el empobrecimiento y
ha apelado a la fuerza para mantenerse en el poder. En Ucrania, sucedió algo
similar después que su presidente optó por mantener su relación con Rusia a
expensas de una parte importante de su población. Teniendo presente estos
hechos, dada que están en juego aspectos de interés vital para algunos de los países
que están involucrados y el rol que juegan en la comunidad internacional, se
puede afirmar que estamos antes las puertas de un conflicto global que se va a
expresar bajo la forma de conflictos civiles. Por ello se podría hablar de una
guerra civil global.
Reflexión
final.
En todos los casos expuestos el centro de
gravedad ha sido el grado de gobierno de los países mencionados. El grado de
gobierno es la medida que indica para la comunidad internacional el grado de aceptabilidad
de un régimen o no. Ello evidencia el carácter realista con que se manejan aun
hoy día las relaciones internacionales. En Venezuela, el gobierno se sostiene
por la intervención cubana. Como esta intervención es consecuencia de que para
ese país Venezuela es un asunto de interés vital, en la medida en que la crisis
venezolana escale, en esa medida los antagonismos se van a mover hacia
occidente pasando a tener como centro al mar Caribe. Pero es algo que habría
que seguir porque estamos viviendo los acontecimientos.
Bibliografía
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marítima en la era de la Libertad de los mares. Caracas. Editorial Panapo.
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(423 a.C./1984). Guerra del Peloponneso.
(4ª ed.). Milano. (T. Ezio Sabino). Editorial Garzanti, 604 p.
[1] Ver al respecto: Charnay (1990:xxx)
[2] Ver al respecto: Blanco (Farage,
2011:68-69).
[3] Por ello se ha usado la
expresión de guerra civil global.
[4] La intifada venezolana comenzó
por un acto que provocó indignación (intento de violación de una estudiante en
el Táchira) y se ha propagado a las ciudades más importantes del país que
diferentes niveles de represión para contener la protesta.
[5] Los voceros del régimen venezolana
han negado esa posibilidad.
[6] Ver al respecto: Blanco (2013a)
[7] Se trata del “Viktor Leonov”, de
la Flota Rusa del Norte. Ver al respecto: http://www.infobae.com/2014/02/27/1546577-guerra-fria-un-buque-espia-ruso-esta-anclado-la-habana
[8] Ver al respecto: Blanco (2010).
[9] Ver al respecto: “Polonia
advierte que la crisis de Ucrania puede preceder a una guerra global”.
Varsovia. En: La Vanguardia.
[Documento en Línea]. Disponible: http://www.lavanguardia.com/politica/20140302/54402719329/tusk-advierte-que-la-crisis-de-ucrania-puede-preceder-a-una-guerra-global.html
[10] Ver al respecto: Blanco (2012).
[11] Este país sufre graves tensiones
internas por su creciente islamización y por la emergencia política de minorías
kurdas que aspiran a su autodeterminación a expensas de Irak, Turquía, Irán y
Siria.
[12] De hecho, los gobiernos de esos
países mantienen su apoyo al régimen venezolano.
[13] La escalada se puede producir en
intensidad en lo concerniente a la formas de la protesta y en extensión en lo
que respecta a tiempo y espacio.
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