Elaborado por Jairo Bracho Palma[1]
A MANERA DE
INTRODUCCIÓN
En abril de 1998, el Canciller Miguel Ángel Burelli Rivas
por informe sustanciado del Embajador Roberto Palacios, solicitó al Comandante
General de la Armada, VA Julio Chacón Hernández, la formalización de mi carrera
como Historiador Naval especializado en fronteras marítimas, las razones forman
parte del anecdotario, básicamente se trataba de consolidar una generación de
relevo en tales materias, conocidas por pocos funcionarios en el Ministerio de
Relaciones Exteriores, muchos de avanzada edad. Existía una intención
manifiesta de hacer de los argumentos de iure y de facto que garantizan los
extremos geográficos existenciales del país mismo, una realidad ligada al
devenir histórico material de la naci ón, una posibilidad de que cada
venezolano naciera con un pensamiento reptil unido a la realidad de nuestras fronteras, siempre teniendo
presente los despojos territoriales, consecuencia de la improvisación, el
capricho, el descuido, la escasa preparación, pero sobre todo, de un infinito
egoísmo que aún no hemos superado, y que nos hace capaces de echar por la borda
cualquier empresa colectiva por el solo hecho de no haber sido incluidos, o por
aquella competencia de parvulario sobre quien tiene el pene más grande, en este
caso, quien sabe más, y que nos hace incapaces de tirar en un solo sentido.
Esta actitud no ha cambiado.
Antes
de partir, un oficial perteneciente a la Dirección General Sectorial de
Fronteras, puso en mis manos un expediente sobre tres estudiantes venezolanos que fueron becados a instancias de
Cancillería, con iguales propósitos para los que fui encomendado. En honor a la
verdad la frustración descriptiva que reflejaba aquel informe dejaba muy
mal a aquellos muchachos, porque uno no
terminó sus estudios, otro jamás regresó a Venezuela, y el que lo hizo, se
sirvió de aquella oportunidad para propósitos personalísimos, hacer una investigación y tesis que nada tenía que hacer con lo que se
esperaba de casi seis años en tierras españolas. Este episodio ha sido
recurrente en nuestra historia: primero nosotros, después nuestros deseos, y
tercero, la nación toda.
Cuando
volví a Venezuela, pedí ser enviado a la Dirección de Fronteras, y dar forma a
las expectativas que sobre mis investigaciones se esperaban. Mis servicios no
eran requeridos en aquella institución, la falta de continuidad y esa manía de
destruir todo lo anterior para construirlo de nuevo, aplica perfectamente en
este caso. Me encontré con “expertos a juro” por el solo hecho de portar
uniforme con alto grado, pero lo más grave es que se lo creían con una
terquedad molesta, rodeado de otros “expertos” de una superficialidad pasmosa. Sólo un funcionario, el Dr. Javier Nieves
Croes, asesor legal de la Armada, resultó una revelación. De hecho, Nieves
Croes es el único funcionario que ha actuado en estos últimos años dignos de
ser recordado. El resto, la nulidad de sus frutos hablan por si mismo. El hecho
de haber asistido a tantas negociaciones no fue suficiente. Tal cuerda de
irresponsables casi acaban con 50 años de posici ón
sobre el Golfo de Venezuela.
Este
trabajo va dedicado a Nieves Croes, porque tiene como fundamento un documento
inédito, algo revelador que nuestro buen profesor de Derecho Operacional
esperaba: una realidad matemática irrefutable por los tinterillos chupatintas
de Nueva Granada.
En casos
muy concretos, diversos especialistas, algunos denominados así mismos
“expertos”, insisten en incursionar en disciplinas que le son ajenas, sin
tomarse la molestia de estudiar sus herramientas metodológicas ó por lo menos,
hacerse con un barniz epistémico para abordar el tema con alguna dimensión. El
problema no reside en los defectos o carencias de estos “conocedores”, sino en
las consecuencias que traen sus empeños.
La ciencia histórica es un claro ejemplo; así vemos la
pretensión de abordar el documento
diplomático indiano con una óptica moderna, o con los elementos propios de su
profesión. Abogados sin estudios superiores, ingenieros, geógrafos, entre otros explican reales cédulas ó actas
imposibles de interpretar con sus herramientas formativas, originando raras
teorías que en lugar de darnos respuestas claras, nos colocan en una posición
risible frente a los negociadores colombianos, que si se sirven de equipos multidisciplinarios
para sacar una esencia clara de negociación.
Mientras potencias marítimas como Inglaterra y Noruega, o
países como el Salvador y Honduras echan mano de títulos medievales o del
“Principio de Efectividad Colonial” con bastante éxito para sus negociaciones
de límites, algunos “expertos” por el prurito de seguir la moda jurídica del
Norte, dejan de lado estudios y disciplinas,
que por no comprender más allá
del hecho como hecho y no como abstracción o metalenguaje, se acercan con una simplicidad pasmosa.
Se puede
escuchar desde fantásticas hipótesis donde los mapas antiguos por estar
“torcidos” nos pondrán en primera fila en la Corte Internacional de Justicia,
como quien se presenta a las puertas de San Pedro después de infinitos agravios
y que el conserje mayor del Reino Eterno nos permite entrar por el sólo hecho
de la injusticia, rezago católico del bien y del mal que a menudo destruye
nuestros esquemas mentales de causa y efecto. En otros casos encontramos
“analistas” que confunden “Derroteros” con derrota bélica, o el término
“administrativo” del siglo XVIII con la interpretación sinónima de burocracia,
propia del siglo XXI, y así sucesivamente, cada quien se empeña en el terreno
del otro, en un cíclico afán de intento de permanencia, de convertirse en el
tahúr indispensable, el nigromante de turno.
Entre los patrioteros de vestiduras rasgadas, vocingleros
huecos, y los chupatintas empeñados más en la solemnidad, en el formalismo
intelectual y en el plagio descarado (no citar es una de sus modalidades),
pasando por los historiadores falsarios de interpretaciones, entre otros, el
Estado venezolano ha perdido un tercio de territorio y nada ha pasado, la
concreción histórica es una: hemos
perdido territorio, y el fracaso de los hombres de Estado que en su momento
enfrentaron estas realidades ha sido rotundo.
La contradicción y el empeño reactivo se mantiene en este
siglo, parcelas de información, cuotas de poder reflejado en cuántos informes
telegráficos puedo darle a mis “ignaros jefes” para mantenerme de aeropuerto en
aeropuerto, conferencias, viajes y convites;
cómo puedo anular al otro ó mantenerlo entre nebulosas medievales, una
sibilina guerra que sólo perjudica al país, en consecuencia, estas actitudes no
son de hombres de Estado, sino de desconsiderados tecnoburócratas que se creen
investidos de no se qué poder divino, y con un supuesto conocimiento, que si lo
hurgamos un poco, resulta de escaso valor, porque no es “Gignoskein” .
La información instrumentalista es efímera, lo que quiere decir que es útil en cuanto al
momento y vigencia de la situación que se aborda, lo que hace a su dueño
dependiente en grado sumo de fuentes externas que bien podrían estar
equivocadas. El no generar pensamiento sino repetir textos sin régimen de
análisis produce traslación dependiente de formas ajenas que mayormente no se
adaptan a las circunstancias locales. Esto no quiere decir que no debamos leer
autores extranjeros, al contrario “leerlos”, no repetirlos con aires de
suficiencia.
Por
ejemplo, en los años 50 existió una corriente de pensamiento desarrollada en
los Estados Unidos que rechazaba las
teorías de dominación colonial; y así
vemos a un Departamento de Estado “muy preocupado” de la mano del Geógrafo W.
Boggs por la posición de los países con respecto a sus espacios acuáticos, los científicos y pensadores norteamericanos
sólo reflejaron las necesidades materiales de su país y los objetivos
estratégicos de sus conductores políticos.
En
Venezuela, de mano de ciertos juristas, aquellas teorías se tomaron sin mayores estudios, convirtiéndolos en
dogmas de fe, donde se rechazaban
las “bahías históricas” por ser supuestamente
“de efecto colonial”; si se ha entendido bien este supuesto, imagínense las
consecuencias para nuestro país de tal actitud,
excluyente y reservada a un “cenáculo” que guardaba con celo aquellos
enunciados coyunturales.
Esta actitud no ha
desaparecido porque representa la sobrevivencia individual de una especie
pleistocénica que por ley natural va a desaparecer, el inmovilismo intelectual,
el tomar prestado ideas sin estudio, la repetición cansona de teorías que hacen
suyas son síntomas de caducidad e inmovilismo.
En suma, “conocer” no es “saber”.
“Conocer” se refiere a
un contacto consciente con el objeto conocido a través de la experiencia,
opuesto a “saber”, que es el conocimiento por conceptos e ideas. Saber es
exclusivo del hombre, y conocer, lo es de los animales y también del hombre. Se
conocen cosas y se saben verdades.
Cuando ambos procesos no interactúan, se produce algo que no es verdadero, o
por lo menos útil.
Los asuntos de delimitación hay que analizarlos en su
contexto, con las herramientas adecuadas y con un método pertinente. Venezuela
es uno de los países con mayores y más longevos conflictos fronterizos, eso
debió servir para tener una magnífica Escuela de Fronterología, pero no.
Por esa
misma falta de Escuela, en 1971, el negociador colombiano Germán Vásquez
Carrizosa apabulló a los expertos venezolanos, cuando afirmó que las operaciones
de los Guardacostas Venezolanos en aguas de Puerto Rico eran de carácter
administrativo, cuando “administrativo” en el siglo XVIII, como hemos indicado,
estaba relacionado con el uso eficiente justicia, y no con procedimientos
burocráticos; por eso, el respeto entre disciplinas es indispensable. Se podrían citar casos más recientes, pero es
inútil.
Ergo, los
expertos no existen, sólo estudiosos de un tema en constante proceso de
perfeccionamiento de su densidad formativa.
LOS MAPAS Y LOS
PLANOS EN EL SIGLO XVIII. UNA DIFERENCIA FUNDAMENTAL
La esencia del problema no radica en el lugar exacto de la ubicación de
los mogotes y de quién tiene la razón. El fundamento del asunto en cuestión es
que éste tiene varias acepciones, que merecen ser consideradas:
1. Los relatores del Acta de Sinamaica aplicaron el
término “mogotes” de manera incorrecta.
2. En el extremo occidental del golfo de Venezuela,
cerca de la costa, no existían formaciones geológicas denominadas “mogotes”.
3. Los mogotes en su significado auténtico, como
toponímico de referencia, estaban, y siguen estando ubicados en cabo de la Vela.
4. Los mapas que justificaban la supuesta ubicación de
los mogotes en el saco de Maracaibo no tenían el respaldo oficial ni el
fundamento técnico debido.
Los relatores del Acta de Sinamaica
Existe un
principio del Derecho Internacional que establece que los documentos antiguos
deben estudiarse en el contexto en que fueron concebidos, de tal forma, que
comencemos por estudiar a los redactores principales de la famosa Acta de
Sinamaica, y digo famosa, porque los asustados concurrentes al puesto que
servía de barracas a los soldados de este puesto militar, pobre contención
contra los invencibles guajiros, en su vida se habrían imaginado, que un acto
de deslinde municipal, iba a
convertirse, por distorsiones de los tiempos y de los hombres, en la base de
una demarcación entre naciones.
Los Ingenieros Militares
Antes de
entrar en la materia central de este estudio, es preciso contextualizar las
siguientes variables: quiénes hacían los mapas, cómo lo hacían, cuál era la
diferencia entre mapas y planos, y
finalmente, si existían técnicas de delimitación en el siglo XVIII o eran
aventuras de ensayo y error.
¿Cuál era la función de los
ingenieros militares?
Seguramente
se estará pensando en un ilustrado matemático, formado en cinco años de carrera
universitaria, y con unos conocimientos amplísimos en materias tales como
geografía, topografía, astronomía, instrumentos de medición, y pare de contar.
Los
ingenieros militares fueron concebidos como los grandes auxiliares de los
Ejércitos. Se encargaban de la construcción de baluartes, defensas, cortinas,
embrazaduras (que sustituyeron a los merlones), etc. La fortificación de
puertos y ciudades constituían su principal función. La formación de los
ingenieros duraba dos años, bien en la Escuela de Matemáticas de Barcelona,
bien en la de Ceuta, Zamora y Cádiz[2].
Predominaba el estilo francés o de Vauban, algo barrocas, con desglose en
distintos núcleos, monumentalidad en las obras, etc.
Los grados de los ingenieros militares eran diferentes a
los del Ejército, pero existían equivalencias, a saber: Ingeniero Director era
equivalente a Mariscal de Campo; ingeniero jefe a coronel; ingeniero segundo a
teniente coronel; ingeniero ordinario a capitán; ingeniero extraordinario a
teniente, ingeniero delineante a subteniente[3].
¿En materia de delineamientos
de mapas de mapas y planos, cuál era la habilidad o pericia de los ingenieros
militares?
En las escuelas, los ingenieros aprendían que los mapas
se clasificaban en geográficos y topográficos. Los primeros daban una idea
global del país, sus poblaciones y sus límites, finalmente, facilitaban la
fabricación de planos.
Para la posición exacta de los objetos menores, se hacían
indispensable los denominados “planos militares”. En ellos se resaltaban:
1 La naturaleza del terreno, si hay tierras labradas, praderías,
matorrales, etc.
2. Todas las alturas y respecto a estas, su configuración exacta.
3. Respecto a los bosques si el terreno es claro es espero o desértico, etc.
4. Ríos y recodos, sus sinuosidades,
islas, puentes y molinos
5. Una descripción exacta de los caminos, si son reales, transversales o
verederíos, si son hondos o extraviados.
6. En las poblaciones: todas las calles y sus anchuras, puertas plazas y
principales edificios.
7. Todos los objetos aislados (Monasterios, ermitas, etc)
8. Puestos especificados[4].
La elaboración de planos era un procedimiento estándar y
se realizaba con la ayuda de instrumentos.
Para reconocer el terreno, se utilizaba una especie de cartera que servía de
mesa; varios hombres reconocían los alrededores a no poca distancia.
La regla
con escala era necesaria, igualmente un compás y un anteojo de tipo dríptico o
acromático, se calculaba que una hombre de cinco (05)
pies de Burgos y 10 pulgadas alcanzaba a reconocer de manera efectiva
unas 5000 varas[5].
¿Si se carecían de mapas
oficiales ó planos, cuál era el procedimiento a seguir?
Primero “deberían” servirse de prácticos, luego, se iba
tomando orientación de las villas, caminos, puntos resaltantes del terreno, que
sería la base del plano, se iba triangulando, colocando leguas horarias al
lado, después se configuraba el curso de los ríos, los caminos transversales,
etc[6]. El
plano se dibujaba usando como referencia un “mapa” conocido. Tales
procedimientos no se aplicaron en la Guajira de finales del XVIII, a menos que
se hubiera utilizado un fuerte contingente de apoyo para repeler a los
ejércitos guajiros, tal apoyo no existía,
ni en Maracaibo ni en Río de el Hacha para el momento que se elaboró el Acta de
Sinamaica.
¿Cuál fue la intención del
Acta de Sinamaica?
Únicamente, establecer los linderos del puesto militar de
Sinamaica, que pasaría a depender de Maracaibo, no delimitar ni demarcar,
puesto que ambas potestades eran cualidades de poder inherentes al Soberano, en
este caso el Rey de España, ni siquiera
estaba delegado a los Virreyes.
¿En materia de delimitación,
qué capacidades cognoscitivas tenían los ingenieros militares?
"Con una línea gruesa se deben señalar los limites de la provincia,
con otras de punta menores, las divisiones de los partidos o corregimientos, y
hay unas divisiones menores que subdividen las jurisdicciones de los distritos”[7].
"Si el plano fuese de una provincia fronteriza,
conviene que la frontera se halle en la parte superior de el , y que se
escriban los nombres de los objetos paralelamente a ella"[8].
En los
reconocimientos realizados por los ingenieros militares se señalaban los límites
interprovinciales. Estos reconocimientos no tenían otro objeto que apoyar al
Ejército expedicionario, o preparar planos para un posible conflicto.
En
consecuencia, el concepto de “frontera” de un ingeniero militar era parecido al
utilizado en el proceso de la Reconquista Española trescientos años atrás, o
sea la frontera con “el enemigo”; y quiénes eran los enemigos en la Guajira,
pues los indios de ese nombre, además de los cocinas y los calabozos[9].
La zona
que se extendía desde el cabo Chichivacoa hasta Río Hacha, era considerada
“fronteriza con los indios guajiros”, este aserto tiene un fundamento
indubitable, no es producto de un ejercicio libre de analítica trascendental. O
sea, que toda esta perorata de negociadores sobre quién hizo mayores incursiones
en territorio guajiro, o construyó más ranchos, a los que llamaron “puestos
militares” o “establecimientos marítimos” fueron esfuerzos efímeros que nada
aportaron al ejercicio efectivo de soberanía sobre la tierra de Maleiwa.
La realidad de la Guajira, Maracaibo y Río de la Hacha
A finales
del XVIII, muchas regiones de la Capitanía General de Venezuela se encontraba
en estado de precariedad en término de control territorial. En la Guajira
llegaron a estar en armas 12.000 indígenas con algún cañón de apoyo, tácticas a
la europea y formados para atacar en filas o columnas con vanguardias, flancos
y reservas. Los ejército guajiros amenazaron Maracaibo y Río Hacha en varias
oportunidades, y es muy dudoso que con tal cantidad de hombres, superior a las milicias españolas acantonadas en un pueblo
olvidado de Dios como era Río Hacha, se pudiera ejercer actos de “soberanía” como
pretenden los negociadores colombianos, ni justificar la unión de las tierras
guajiras a esta ciudad, actualmente, parte de la República de Colombia.
Realmente quienes alegan con teatral convicción una “unión histórica” del
antiguo Virreinato al espacio denominado “golfo”, les resultará difícil
sustentar seriamente sus asertos. Los guajiros continuaron siendo
independientes hasta bien entrado el siglo XX.
Las
provincias venezolanas contaban con fronteras naturales, también humanas o
étnicas. Por el oeste constituían los linderos naturales las selvas de Guayana;
el sur y parte del centro de Cumaná estaban habitadas por indios insumisos de
las naciones caribes, que hacían de las misiones y de cualquier intento
poblador, una empresa militarizada. Por el lado oeste de la Provincia de
Maracaibo, los guajiros impedían el poblamiento blanco, con la diferencia de
que era una zona árida, y que al recibir armas y pertrechos a cambio de cueros,
palo de tinta, ganado, etc., pudieron
mantenerse en pie de guerra contra el sistema español,
siendo numerosas las bajas en ambos bandos[10].
Desde
1769, luego de una malograda expedición de sometimiento que emprendió el
gobernador de Río Hacha, la guerra contra los españoles fue constante:
"Desde entonces han quedado en
entera independencia comerciando con los
extranjeros que los proveen de armas y municiones con que nos hacen la
guerra"[11].
Hubo intentos pobladores en la península guajira durante la campaña de
pacificación de los guajiros por Don Antonio Arévalo (1772–1777), fracasada
expedición que salió desde Río Hacha. En ese período, se fundaron los llamados
“establecimientos marítimos” de San José de Bahía Honda (1773), Santa Ana de
Sabana del Valle (1776), San Bartolomé
de Sinamaica y San Carlos de Pedraza
(1774). Sabana del Valle y Bahía Honda fueron abandonados a propuesta de Don
Antonio Narváez, gobernador de Río Hacha, en 1779, Pedraza en 1790. Sinamaica
sobrevivirá hasta nuestros días. El rompimiento de la guerra contra Inglaterra
y un eventual intento de invasión de esos fortines, el constante hostigamiento
guajiro y la atención de los principales problemas estratégicos navales del Virreinato
en la zona del Darién, fueron las causas del fracaso colonizador en la
península[12].
La fortaleza de los indios radicaba no sólo en su
disposición para la guerra, también en la debilidad de las Fuerzas Militares
acantonadas en Río Hacha y en Maracaibo; en 1799, Maracaibo llegó a contar con
sólo 90 milicianos pardos y 108 en las fortalezas[13].
La
realidad en Sinamaica no era distinta,
en varias oportunidades el jefe del puesto[14] debía
pagarle una especie de tributo en ganado al jefe indígena, a cambio de que no
los atacara. Generalmente la proporción de fuerzas guajiras contra las
españolas era de 6:1[15]. La
fuerza militar de Sinamaica era de doscientos (200) hombres aproximadamente, de
los cuales, estaban disponibles para salir fuera del puesto, unos 80[16].
Caciques
como Yaurepara (1780-?), siguiendo la línea de sus antecesores, mantenían trato
comercial con los extranjeros, quienes recibían ganados (del mismo que
tributaban los españoles), palo de tinta, etc., a cambio de armas, municiones y
entrenamiento militar. En diversas oportunidades, los ingleses servían de apoyo
logístico con sus barcos, bien sea como suministro de pertrechos o transporte.
Los puntos de apoyo eran generalmente Chimare o Sabana del Valle. La influencia
de la Revolución Francesa se hizo sentir con la llegada de mestizos ó
“lenguaraces” , pero los guajiros, que entendieron bien el sincretismo cultural
inverso, no se hicieron consumados jacobinos, se sirvieron de estos expulsados
de la Antillas para obtener lo mismo que de los ingleses y holandeses, a lo
más, servían de instigadores. Los
objetivos militares de esta convivencia entre guajiros y extranjeros eran
claros: la conquista de Maracaibo y Río de el Hacha. De tal manera que la
capacidad ofensiva española era difícil de mantener[17].
Pero también existe un adicional que no hemos
considerado, Río Hacha, un pueblo miserable, un rancherío de gentes resignadas
al calor, el viento seco y los arteros modos de sus vecinos, mantenía muy mala
relación con Maracaibo, de hecho eran rivales, así que cualquier acto o asunto
que se tratara se veía enturbiado por este enfrentamiento. Los gobernadores de
ambos territorios entendían el problema guajiro como un asunto de defensa
común, y no como un asunto de competencias jurisdiccionales[18].
Esta pretensión de dominio colombiano en la Guajira,
tampoco fue un hecho en su etapa republicana, varios casos de marinos daneses
apresados y quemados por los indios, ocasionaron protestas por la Legaciones
acreditadas en Caracas, a la vez, que observaban el estado de abandono y
descontrol de aquella región. El mismo Ejército invasor de Cipriano Castro, que
en 1901 quiso reeditar en versión pobre, una Nueva Colombia la Grande, sufrió
serios descalabros a su paso por la península guajira[19].
Los Firmantes del Acta de Sinamaica
¿Quién era Francisco Jacott?
La
persona que califica (como lo entendemos hoy en cuanto a capacidad profesional)
a Francisco Jacot, teniente coronel e ingeniero ordinario, es nada menos que el
gobernador Manuel Guevara y Vasconcelos, brigadier y Capitán General de
Venezuela. Los interesados en revisar su biografía podrán corroborar que se
trataba de un oficial de fina pluma, destacado militar y político, algo
achacoso por la edad, soltero, dedicado enteramente a sus funciones, y con una
capacidad de análisis fundamentado en informes cruzados de diversas fuentes. En
1802, la falta de ingenieros militares es grave, el Capitán General de
Venezuela habilita voluntarios para Margarita y Maracaibo. Sobre Francisco Jacot señala:
“Poco hábil físicamente, casi
ciego y sordo, con una estrechez de conocimientos abismales, se contradice y se
opone para luego aceptar su error, no tiene planos formados,
ineficiente......”En una Junta de Guerra
Jacot " no comprendía ni lo que leía ni lo que hablaba...ni
siquiera podía leer los planos y el terreno que pisa”[20].
Pero las inexactitudes del Acta de Sinamaica no se
circunscriben a la enfermedad de
Francisco Jacott; también a los mapas y
planos:
“En agosto de 1791, el señor Antonio de Narváez y La Torre decía al
ingeniero Francisco Jacott (Nota: tales documentos se encuentran en el anexo a
la Réplica), encargado de la demarcación de Sinamaica: - Por lo que mira al
plano...el que hallo en este gobierno es
hecho en 1767 por un particular no facultativo, y así no está perfecto, sin embargo, como es
el que hay, de oficio remito a usted una copia o croquis de el, copiado sólo
de pluma y muy mal, en papel, ceitado, porque mis años, enfermedad continua
de ojos y otras ocupaciones urgentes no me permiten ya a lavar planos y aquí no
hay quien sepa hacerlos. Igual copia remito de otro que tengo por más
arreglado, que es copiado de uno impreso y grabado en Madrid, por Don Juan
López, geógrafo de SM., en 1786 en lo que es costas y otras cosas, y en que he
añadido y arreglado (aunque no con entera precisión porque no se ha
hecho por operaciones geométricas ni por observaciones, sino sobre poco más
o menos, por noticias, lo que basta para conocimiento) los principales
pueblos o habitaciones de estos indios”.[21]
¿Quién era Francisco Surbarán?
Capitán de Milicias que recibió el puesto de Sinamaica a
Don Francisco Nicasio Carrascosa en 1792 (de la Guarnición de Cartagena de
Indias). Un capitán de Milicias no tenía formación en temas de ingeniería o en
cartografía. Una carta no muy clara, inserta en los Alegatos de Venezuela y
Colombia que reposan en la sección Diversos (documento 45-22) del Archivo
General de Indias, señalan que en otra carta del 19 de marzo de 1775, Francisco
Surbarán, Comandante del Puesto de Sinamaica, le decía al Gobernador de
Maracaibo, Don Alonso Ríos y Castro que:
" Siempre he oído hablar con indiferencia en cuanto a raya o división de esta jurisdicción con aquella
pues a algunos he oído que alcanza la de Maracaibo hasta el sitio del Calabozo
y a otros que el río Socuy fue la otra señal puesta por equivalente a
amojonamiento"[22].
Este
documento, por la estructura del discurso, la diferencia de tiempos en que el
citado comandó el puesto de Sinamaica (casi 20 años de interludio), debe ser
cotejado con el original y ratificar su existencia, pareciera un escrito
forjado. De cualquier forma, Francisco Surbarán es sólo un conocedor coyuntural
de la zona, no cosa distinta.
Los Instrumentos
¿Qué podemos decir de los mapas utilizados para la elaboración del Acta
de Sinamaica?
La
Carta Plana de la Provincia de Río de Hacha situada entre las de Santa Marta
y Maracaibo, de D. Juan López en 1786. Señala los límites en caño Paijana, fue
realizada por un Geógrafo de su Majestad, pero el ser “Consejero, Geógrafo,
Zapatero, Mozo de Cámara ó amante de su Majestad”, que siempre eran numerosos,
no significa otra cosa que el título honorífico, salvo en casos de
nombramientos especiales. La carta plana de Juan López no era una carta
oficial, mucho menos la copia a pluma
dibujado por un Gobernador medio ciego y dirigida a un ingeniero, también, casi
invidente[23].
Juan
López hizo una Carta Plana en 1786, y otra al año siguiente, en la primera
aparecían los islotes de la ”Fraila”, y en la segunda, hizo correcciones, entre
ellas, la supresión de estos islotes. La copia a pluma, y sin precisiones
geométricas de la primera edición fue la que utilizó Francisco Jacott para
situar los linderos municipales de Sinamaica[24]; más una mala copia de otra carta de 1767,
tales fueron las referencias con las que se elaboró el Acta y no otras
noticias, porque como sabemos, ni se atrevieron a salir de su recinto a riesgo
de ser atravesados por alguna flecha o disparo.
Otros ingenieros y sus trabajos cartográficos
Antonio
Arévalo
Fue un longevo ingeniero
militar, aún a sus ochenta y dos años (1799)
de edad y sesenta y dos de servicios,
era Ingeniero General de la plaza de Cartagena de Indias. Ostentaba el grado de Teniente General e Ingeniero Director de los Reales Ejércitos,
entró al servicio en 1736 como cadete en la plaza de Orán, allí estudió
matemáticas, fue examinado y aprobado dos años después, graduado de subteniente
y aprobado como ingeniero extraordinario, se le destinó a Cádiz (6 de julio de
1741). Estuvo poco tiempo en Italia, de allí pasó con el Coronel Mac Evan a
Cartagena de Indias en Compañía del nuevo Virrey de Santa Fe.
En el viaje, un encuentro con los ingleses
terminó con la vida del alto magistrado, se vieron obligados a llegar a la
Guiara y de allí seguir por tierra hasta Cartagena, a la que llegaron el 29 de
noviembre de 1742. Trabajó en
fortificaciones hasta 1755, en los
mejoramientos de los baluartes, escolleras y murallas. Fue destinado a la
pacificación de los indios guajiros (1771- 1772) con José Galluzo como
lugarteniente.
Entre 1773 y 1776 fueron
fundadas los llamados “establecimientos marítimos” de Bahía Honda, Sabana del Valle, Sinamaica y
Pedraza, obra de este ingeniero, en 1779 aquellos puestos avanzados en tierras
guajiras fueron suprimidos. Fue exonerado del servicio de ingenieros. el 24 de
noviembre de 1799, el virrey dio acuse del recibo el 19 de febrero de 1800, le
sucedió Miguel Marmión[25].
Arévalo y
los planos elaborados
A
diferencia de Francisco Jacott, el Director Ingeniero Antonio Arévalo fue un
hombre activo, de fina inteligencia y preocupado. Subsisten dos planos
elaborados entre 1772 y 1776, a saber:
1. El “mapa” de Antonio
Arévalo de 1772, según el ponente de la
Sección de la Guajira, Justo Zaragoza, “el mas perfecto” dice que lo hizo
tomando uno inédito[26]
el de 1731, según Zaragoza, el mapa no señala ninguna línea divisoria, “semejante
omisión demuestra que no tenía el autor
al tiempo de hacer el mapa seguridad completa de los términos fijos
entre las jurisdicciones de Río Hacha”[27].
2.
El otro “mapa” de D. Antonio de Arévalo de 1776, lo considera mas perfecto[28].
En
primer término, debemos calificar estos levantamientos topográficos como
planos, no como señala Justo Zaragoza, quien los denomina mapas.
Si
seguimos la Escuela española de Ingeniería Militar del siglo XVIII, podemos
afirmar que los planos del ingeniero Arévalo se realizaron siguiendo los
procedimientos establecidos y con los fines para los cuales eran elaborados, en
este caso, la pacificación guajira. Arévalo, al contrario de Jacott, si salió a
reconocer el terreno, hacer comparaciones, observaciones y demás cálculos
topográficos. En cambio, no pudo realizar mediciones costeras desde un barco
para mejorar el trazado de las costas y apuntar observaciones sobre islas e islotes,
primero por carecer de instrumentos marinos, y lo más importante, los ingleses
no le permitían salir al mar[29].
En
ninguno de esos planos, se señalan los Mogotes llamado los Frailes.
Arévalo no pudo tener
cartas actuales entres 1773 y 1775, puesto que la de Juan Cruz Cano fue
terminada en 1775 y quienes la recibieron fueron: El Consejo de Indias (3 copias), Manuel Godoy (2),
Ministros de Marina, Justicia y de Asuntos Eclesiásticos, uno cado uno, lo que
indica que no pasó a América[30].
Justo Zaragoza dice que
copió el mapa inédito de 1731, llamado Mapa
de la Costa de la provincia de Santa Marta con las bahías, ríos y sitios
cuyos términos son desde Río Magdalena hasta Cabo de la Chichivacoa[31].
Las palabras en negrillas fueron obviadas.
Este “mapa”
probablemente, es una copia de los correspondientes al siglo XVII, entre los
que tenemos.
“Venezuela cum parte
auestrali novae andaludiae por ionssonius”, 1656. Señala un fuerte militar en Cabo
Chichivacoa, alineado con los Monjes, cortando ambas toponimias, al igual que
todas las anteriores, al nor este relativo[32].
Terra Firme cum Novo Regno Granatense et Popayán, elaborado en Amsterdam por Joducus the elder,
1625. Con separación de provincias en trazado negro. El Cabo Chichivacoa y los
Monjes cortados con la misma línea
azimutal, este último al noreste relativo[33].
Terra Firme cum Novo Regno Granatense et Popayán, elaborada en Ámsterdam por Joanes Janjonius, 1633.
Parecida a la anterior, con separación de provincias en trazado negro, y
ayudas a la navegación, el Cabo Chichivacoa y los Monjes igualmente alineados[34].
Los
ingenieros militares estaban facultados para hacer planos en función de futuras
operaciones militares, no para hacer “mapas” debidamente detallados, al estilo
de los grandes trabajos cartográficos del XVIII, cuya exactitud, es aún digna
de admiración.
Los
planos elaborados por ingenieros militares tenían fines expedicionarios o de
control de fronteras enemigas. Los “mapas” de Francisco Jacott y de Arévalo
eran planos, en consecuencia, no válidos para fijar deslindes territoriales de grandes unidades
administrativas.
El
responsable de la elaboración del Acta de Sinamaica fue el ingeniero ordinario
Francisco Jacot, formado en Ceuta, con
una impericia probada, casi ciego, y que la realizó encerrado en el mísero
puesto de Sinamaica.
El
segundo actor, era un capitán de Milicias con cualidades de baqueano, más no
formativas en el ámbito cognoscitivo necesario para elaborar mapas o planos.
Los mapas
de referencias, uno de 1767, y el referido de Juan López, se convirtieron en
croquis a pluma sin precisiones matemáticas, por lo que los procedimientos que
enseñaban en las Escuelas de Ingenieros peninsulares no se cumplieron, mucho
menos los otros elementos necesarios
para formar un plano profesional y con el esquema escolástico debido; no se utilizaron instrumentos de trabajo, el reconocimiento
del terreno y los dibujos que situaban los puntos importantes.
En
consecuencia, el Acta de Sinamaica no es un trabajo técnico, que no cumplió los
procedimientos establecidos, fundamentado en un croquis de un mapa no oficial.
Los
mogotes llamados los “Frailes” a que se
refirió Francisco Jacott, constituye parte del levantamiento del Acta sobre un
plano, copia a pluma del mapa de Don Juan López (1786), donde señala unos
islotes llamados “Fraila”, cerca del puesto, en la ensenada de Cojoro (antiguo
saco de Maracaibo), error cartográfico corregido en el mapa de Juan López de
1787. Los Mogotes llamado “Fraila”, no
fueron inspeccionados ni levantados en terreno.
Si
aplicamos el principio de Derecho Internacional que advierte sobre la
obligación de contextualizar los documentos antiguos en la época en que fueron
realizados, el Acta de Sinamaica, de conformidad con los parámetros de la
época, es técnicamente incorrecta, por lo tanto, inútil como referencia
cartográfica o de delimitación, ni siquiera a nivel municipal.
Lo
anterior nos lleva a una profunda reflexión: Las comisión venezolana para el
Laudo Arbitral (1881-1891) se limitó a copiar y dictar de memoria el Acta, no a
estudiarla.
No se ha
estudiado el documento denominado “Acta de Sinamaica” con las obligadas
herramientas metodológicas que exigen las Escuelas de interpretación de
manuscritos en función de límites (estas Escuelas existen), mucho menos el
espíritu del documento diplomático indiano. Gravísimo error que lleva más que a
presentar soluciones de Estado, formar una cofradía excluyente de conocedores
de tratados, notas y documentos, pero poco de producción propia, fruto de un profundo análisis dialéctico
kantiano, ó a posteriori.
LOS FUNCIONARIOS
AUTORIZADOS PARA ELABORAR MAPAS OFICIALES EN EL SIGLO XVIII
Pero,
sino estaban facultados los ingenieros militares para levantar mapas oficiales,
¿Quiénes eran los autorizados para la delimitación y demarcación, como acto del
Estado absoluto?
Los
geógrafos designados directamente por el Estado, y los oficiales de la Armada
formados en Hidrografía.
¿Cuáles son las condiciones
para que un mapa o plano tenga la validez necesaria como un acto de Estado?
En este
caso los criterios del siglo XVIII coinciden con los modernos. Que la
elaboración de estos instrumentos cartográficos sean ordenados por el Estado, y
tengan carácter de publicación oficial. Los principales mapas oficiales de
finales del XVIII, fueron los siguientes:
Mapa de Juan Cruz Cano y
Olmedilla
Juan
de Cruz Cano y Olmedilla, formado en
Francia, publicó en 1776 su mapa
denominado “Mapa geográfico de América Meridional dispuesto y gravado por
Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, geógrafo pensionado de su Majestad, individuo
de la Real Academia de San Fernando, y de la Sociedad de los amigos del país, teniendo
presente varios mapas con arreglo a observaciones astronómicas, 1776”[35].
Este
mapa, estudiado por el suscrito en la British
Library, tiene dos metros y medio de largo por 1,5 de ancho. El mapa de
Cruz y Cano fue patrocinado por la Corona, representación del Estado, de estos,
se distribuyeron unos nueve o diez, ninguno viajó a América.
El mapa de Cruz Cano es excepcional, se
fundamentó en 65 mapas de referencia, sin contar con los del geógrafo Ayala, y
con tres meridianos de soporte loxodrómico, un levantamiento cartográfico que
se preciara de preciso, no podía obviar esta consideración técnica, tal era el procedimiento de un buen geógrafo
para construir un mapa lo más exacto posible, y que fuera para uso oficial[36].
El referido mapa, establecía los límites de la Provincia de Río de Hacha, con el signo ( ... ) como división de
provincia, o partido grande, esta línea separaba Maracaibo de Santa Marta,
partiendo ambas jurisdicciones en el cabo Coquivacoa, aquí señalaba
unos promontorios que llegaban a Punta Espada, en Castilletes no señaló
punto resaltante de costa, en cambio, si
plasmó dos pequeños promontorios en la Teta guajira, al norte del saco, al
oeste de Macuira, no hay otras toponimias resaltantes[37].
Los Monjes, los ubica a 12° 16´, latitud norte
y 305° 22´ este, meridiano de
Tenerife, y 67° 38¨ del meridiano de
Toledo corregido que corre al oeste, tomando que Madrid está a 5° 5´, al
occidente de París sustrayendo 18 minutos de corrección da Toledo como primer
meridiano. Coquivacoa, señalado en 12° 8´ Latitud y 305°
24´ de longitud de Tenerife, y 67, 35°
de Toledo[38]. Los Monjes estaban en
derechura a Coquivacoa.
CÓMO SE HACÍAN LOS DELIMITACIONES
OFICIALES
¿Qué se necesitaba en
el siglo XVIII para realizar deslindes fronterizos, cuando tales actividades
iban a ser revisadas en el Consejo con opinión final del soberano?
Cosmógrafos para las
operaciones astronómicas, escribientes, delineadores, capellán, intérpretes,
cirujano, sangrador, rompedor de láminas y escoltas entres otras cosas[39].
Eran los integrantes de una comisión fronteriza del siglo XVIII, la mayoría de
los especialistas pertenecían a la Armada española, vanguardia europea en
Hidrografía, Delimitación y Elaboración de Mapas. En 1791 fue cuando Inglaterra apenas fundó su
centro hidrográfico.
Las
delimitaciones realizadas entre España y Portugal al sur de Venezuela
demuestran que existía una técnica de trabajo, de mediciones y de dibujo
establecido para estos fines, nada de que todo era del soberano, o que la
Ilustración no había llegado más allá de la retórica de Rousseau:
“Dos comisarios nombrados por el Capitán General, un secretario, dos cosmógrafos
para las operaciones astronómicas, dos
escribientes, dos delineadores, un capellán, un médico, un intérprete, un
cirujano, un sangrador, un rompedor de láminas, un carpintero de ribera, un
calafate, un herrero cuatro oficiales de Infantería con 100 hombres, cuatro
cajas de armas, siete lanchas nuevas, seis piraguas, seis curiaras, dobles
amarras, 144 canaletes, 72 bogas, 12 para las piraguas, 30 bogas para las
curiaras, 100 piedras de fusil, hachas, hachuelas”[40].
El Ingeniero Arévalo no
llevó ninguno de estos especialistas, ni siquiera los delineadores o el
dibujante, de lo que se deduce, que los levantamientos topográficos los hizo
copiando un mapa anterior y por lo tanto no conocía la verdadera forma de la
península guajira, en suma, se trataba de planos militares con fines de
pacificación.
Tres misiones importantes fueron enviadas a
América en el siglo XVIII para la realización de mapas oficiales:
1.
D.
Jorge Juan y D. Antonio de Ulloa, ambos oficiales de marina, hidrógrafos y
geógrafos.
2.
Los trabajos de Cruz Cano y Olmedilla.
3.
La
misión del Atlas, acaso la realizada con instrumentos, recursos y precisión
mayor.
Por lo que podemos decir, que estas cartas de costas y
mapas, eran, de las pocas que llevaban el sello oficial de la Corona española.
Los grados de longitud eran fundamentales para tener
precisión, debido a que el problema de la longitud no se había resuelto,
generalmente se tomaban tres ó mas meridianos, el de Londres, Madrid, Tenerife
y París por ejemplo. Por lo que se observa, Arévalo solo usó el del pico de
Tenerife, ubicando la Península guajira entre los 205º y los 207º. En la mayoría de las cartas de la época, los
meridianos correspondientes a partir por ejemplo de los Monjes, sobrepasan los
305º con respecto al pico de Tenerife[41]. En ese
momento, el meridiano de Londres iba tomando mayor fuerza.
¿DÓNDE ESTÁN LOS
MOGOTES, DENOMINADOS LOS “FRAILES”?
A ambos lados del cabo de la Vela. ¿Cómo lo sabemos? Veamos a continuación.
LOS TRABAJOS DEL
CAPITÁN DE NAVÍO JORGE JUAN
Jorge Juan al igual que Antonio de Ulloa fueron destacadísimos oficiales de la Real Armada, formados en el exterior, el primero, un constructor naval de primer orden. Ambos, pioneros en la disciplina de la Hidrografía. Los insignes marinos fueron encargados por el Rey para hacer un recorrido por América del Sur entre 1740 y 1743. En el trayecto por Venezuela, Jorge Juan hizo el segundo dibujo a mano alzada sobre el Golfo de Venezuela y lo publica en 1748, en su “Relación Histórica del Viaje a la América Meridional, Hecho por Orden de su Majestad, para Medir Algunos Grados de Meridiano Terrestre , y Venir por Ellos en Conocimiento de la Verdadera Figura, y Magnitud de la Tierra, con Varias Observaciones Astronómicas y Físicas”.
Si leemos la relación, podemos sacar en claro varios
aspectos:
1. Es una publicación oficial, el Soberano, el Rey, es
el ordenante.
2. La Relación fue realizada en un leguaje técnico, por
un Hidrógrafo y Marino reconocido, únicos facultados para este tipo de trabajo.
3. En la Descripción del Golfo de Venezuela (pp. 17-19)
se extiende en aspectos hidrográficos, complementados con un dibujo a mano
alzada del espacio comprendido entre cabo Chichivacoa y Cabo de la Vela, desde
éste último del lado izquierdo visto desde el mar, ubica un “Mogote”[42].
LOS TRABAJOS DEL
CAPITÁN DE NAVÍO JOAQUÍN FIDALGO
El sistema de gobierno español, que actuaba dentro de los
esquemas de la Ilustración se interesó vivamente por conocer las
potencialidades y la geografía del territorio americano, es por ello, el
Consejo Supremo de las Indias llevó a efecto la elaboración de un Atlas de
América y del Caribe, corría el año de 1786[43]. Los
trabajos del Atlas, comenzaron en 1793, para ello se seleccionaron dos
destacados científicos, oficiales de la Armada, los Capitanes de Fragata Cosme
Churruca y Joaquín Fidalgo.
La comisión del Atlas, a diferencia de los trabajos de
carácter personal de cosmógrafos e ingenieros militares, tienen varias
características, imprescindibles para ser considerados como definitivos en
materia de delimitación marítima:
1. Son trabajos oficiales.
2.
Los levantamientos fueron
realizados por técnicos en la materia.
3.
Las labores de sondeo,
levantamiento y posicionamiento se realizaron con los instrumentos debidos y
más modernos de la época.
Cosme
Churruca se encargó del levantamiento de las costas de México e islas del
Caribe. Por su parte, Joaquín Fidalgo, realizó los levantamientos de Tierra
Firme.
El capitán de
fragata Joaquín Fidalgo en las costas de Venezuela
A finales de 1793, Joaquín Fidalgo, comandante del
Bergantín “Alerta”, se encuentra en el oriente de la Capitanía General de
Venezuela. El 26 de noviembre sale de Cumaná: " habiendo examinado uno
y otro todos los puntos de la costa y bajos con toda exactitud y empeño que las
circunstancias han permitido, levantado sus planos, y situándolos por observaciones de latitud y longitud"[44].
En
Barcelona reconoció el “Morro”: “punto bien distinguible y que puede servir
de recalada". Posteriormente,
Recorrió entre las islas de Píritu, muy bajas para buques mayores, pasó
a reconocer cabo Codera, "reconociendo y sondando aquella costa que es
muy bajía". Reconoció Chuspa, "fondeadero aunque desabrigado,
tiene algunos víveres y agua, y es bastante concurrido de las embarcaciones
menores del tráfico de la costa que remonta a Barcelona., que tiene un placer
que es bajo hasta para los bergantínes cuando hay mar gruesa, la ubicación
estaba malísimamente situado en otras
cartas"[45].
Joaquín Fidalgo hizo una
observación en calidad de experto, y es la poca valía de las cartas que había
conocido, como referencia cartográfica.
En abril de 1794, luego
de haber reconocido las costas de la Guaira, donde intentó reemplazar las bajas
y deserciones, y reconocida Puerto Cabello, llega a Cayo “Sombrero”, donde
reconoce la costa y levanta planos, de allí,
a los Cayos de San Juan, no sin antes reconocer la bahía de
Chichiriviche, luego ubicó un bajo un bajo en Punta de Ubeno donde se perdió un
navío francés; de allí, partió a Curazao, y luego a Puerto de Santa Ana[46].
En este trayecto, el
capitán de fragata Fidalgo señala los graves defectos de los mapas y cartas de
la Capitanía General de Venezuela[47].
El bergantín “Empresa” reconoció Curazao, Bonaire y una
bajo que no se conocía cerca de Cumarebo, llegaron a la Vela de Coro donde
hicieron varios reconocimientos y ajuste
de cronómetros[48].
Los instrumentos y técnicas de levantamientos utilizados
Antes de entrar en
materia, se debe aclarar el término “reconocimiento”, que seguramente se
relacionará con el escudriñamiento del horizonte y de los detalles de las
costas. En el caso de los Hidrógrafos de San Fernando de Cádiz, los
reconocimientos conllevaban lo primero nombrado, más posicionamiento por
latitud y cronómetros (longitud), y otros instrumentos que se señalaran.
En los reconocimientos,
se enviaban lanchas, que se acercaban a los puntos elegidos de las costas. Se
reconocían las sondas, los canales y los fondeaderos; los cosmógrafos y
dibujantes, levantaba los planos con sus instrumentos, para compararlos con los
conocidos o existentes. Este
procedimiento se aplicó en el Golfo de Venezuela desde el 13 de junio de 1795[49].
En los reconocimientos
de bajos y otras actividades, Joaquín Fidalgo en Bahía Honda, que a manera anecdótica, pudo
reconocer las ruinas del efímero puesto marítimo fundado en 1776[50].
Las
correcciones de las longitudes eran sumamente importantes, para ello, se
adquirieron los mejores cronómetros en Inglaterra, y se usaron tres longitudes
como referencia y mayor exactitud a las medidas. La medición con cronómetro se
complementaba con las medida de otro instrumento denominado cuarto de círculo.
La latitud se obtenía “midiendo las estrellas” con el octante[51].
Fidalgo
en la costa Guajira
El 27 de junio de 1794, Joaquín Fidalgo arribó a los Monjes.
Le fue difícil reconocerlos por la fuerte marea. EL 30 de Junio la Comisión del
Atlas se encontraba frente a las costas del Cabo Chichivacoa. Por efectos de la
mar gruesa, los cronómetros se desajustaron, debiendo regresar a la península
de Paraguaná para ajustarlos y verificarlos[52].
El 4 de julio están de nuevo en los Monjes, mientras el
Bergantín Empresa pasó a Cabo
Chichivacoa, y posteriormente el Alerta a Punta Espada, para verificar la
longitud. El 9 de julio estaba en Cabo
de la Vela. El uso de la bandera holandesa les permitió bajar a tierra y ser
tolerados por los guajiros[53].
Los Mogotes según Fidalgo
Los reconocimientos a la Guajira se completaron en 1799,
para ese momento Joaquín Fidalgo era capitán de navío, y estaba destacado en la
Plaza de Cartagena de Indias. Tres características distinguen a este trayecto
del Atlas:
1. Los Guajiros permitieron a los científicos
desembarcar y verificar medidas desde tierra, y desde el mar, procedimiento
necesario para elaborar instrumentos cartográficos exactos, privilegio del que
no pudo disfrutar ninguna comisión en la guajira, ni siquiera el diligente
Arévalo.
2. Se utilizaron los instrumentos adecuados.
3. Se corrobora la existencia de los Mogotes ubicados
cincuenta años atrás por Jorge Juan.
4. Se determina otro Mogote adicional, ambos, al lado
de Cabo de la Vela.
Transcribimos una
parte de las operaciones de la Comisión del Atlas en la costa Guajira.
UN DOCUMENTO DEFINITIVO: OPERACIONES
EN LA ENSENADA DE CABO DE LA VELA EL DIA 7 DE ENERO DE 1799
DESCRIPCION
|
UBICACION
|
OBSERVACIONES
|
Límite de la ensenada hacia el sur
|
3º
12´
|
|
Cerro Nº 2 del carrizal
|
16º
50´
|
|
Cerro Nº 3 del carrizal
|
18º
11´
|
|
a- Una macolla distinguible en la costa hacia el Carrizal
|
22º
25´
|
Macolla
|
b. Otra que le sigue
|
22º
58´
|
|
d- Mogote
de los Remedios
|
Mogote
|
|
Bergantín
|
70º
00´
|
|
s. Señal de cabo de la Vela en su punta
occidental
|
125º
27
|
|
m- Macolla de la playa hacia el NO
|
139º
25´
|
Macolla
|
Límite de la ensenada hacia el mismo rumbo
|
149º
22
|
|
P. Pan del caco en lo mas norte del mismo
|
221º
29´
|
|
e. Lo más este del frontón del cabo
|
227º
04´
|
|
y. Mogote entre Portete y cabo de la Vela
|
292º
09´
|
Mogote
|
Teta occidental de Jaijaime
|
303º
15´
|
|
Teta oriental del mismo
|
303º
19º
|
|
g. Pico agudo de la sierra de Carpinteros
|
322º
27´
|
QUÉ ES UN MOGOTE
Al revisar más de quince
diccionarios antiguos, llegamos a la conclusión que era un término propio de
los hidrógrafos del siglo de la Ilustración.
Las toponimias
venezolanas entremezclan las denominaciones de origen castellano con las
indígenas y existen serias dificultades para aislar estas últimas. Las voces
indígenas en los Andes y en el Occidente pertenecen a lenguas desaparecidas. En
general, los sufijos de composición
reflejan la idea principal, por ejemplo “cuar”, tal vez de origen cumanagoto,
significaba sitio o vertiente, otros sufijos: “gua”, “ba”, tal vez de origen
caribe. Existen modificaciones en las voces occidentales como Chichivacoa y
Buchivacoa del lugar llamado Chivacoa, la voz “bacoa” tal vez
sea de origen taíno; “baca”: sentido colectivo, “icr”: caño, “ima”:
lugar, “ime” (Parime): grande, “ina”: tierra, etc. Existían otros sufijos
indescifrables como “bo” y “che” (Cumarebo,
Carache, etc). Voces como Cabruta (cabrito) o Cariaco (venado), son de estructuras
completas[55].
Las de
origen español o vasco también han dado no pocos problemas de interpretación
cuando se mezclan con las autóctonas. Tenemos uno que ha sido motivo de agrias
controversias: los mogotes llamado los “Frailes”, establecido actualmente como supuesto límite
de Venezuela con la actual Colombia en
la parte noroeste no coinciden con el hito de
“Castilletes”, tampoco con la
“Fraila” en el saco de Maracaibo, o el existente en el cabo de la Vela,
al sur–suroeste relativo, llamado del mismo nombre, cerca de la costa de Sobaco[56].
Mogotes,
del vasco “muga” o del gallego “mojón”, significa hito permanente y natural que
resalta en el panorama. “Juyachí”, de la palabra compuesta de etnia
guajira que significa tierra seca[57]. Dos combinaciones imposibles de
concatenar dieron nombre a un hito
imaginario, una palabra específica de significado técnico y una vasta,
extensa, de significado cosmogónico,
como era la mentalidad colectiva del
guajiro, lleno de generalidades.
Es
discutible la inclusión de la idea espacial indígena dentro de la cartografía
europea ya que la idea cartográfica pudo haber sido incluida de varias maneras,
a saber: voces, sonidos, gestos, etc., en todo caso, la complejidad de los
mapas nativos hacía difícil el entendimiento del concepto tiempo-espacio. Las
riveras y lugares destacados recibían
nombres, pero los geógrafos europeos pudieron usar esos nombres de manera ambigua, aplicándolos a un extenso
campo de visión y además los nativos bilingües eran capaces de recodificar sus
conceptos espaciales para hacerlos inteligibles a los europeos, los indígenas
estaban preocupados por el significado
espiritual de sus toponimias[58].
En los años 70, el grupo de asesores del Ministerio de
Relaciones Exteriores, los presbíteros Pablo Ojer, Daniel de Barandarian y
German Oropeza entre otros realizaron una amplia disquisición sobre el término,
básicamente se referían a un montículo aislado o varios haces de montículos rematados en punta roma, peñasco o
montón en forma de médano, en una playa o cerca de el, y que descubierta o
vista desde el mar. Posiblemente la
palabra “Fraile” se refiere a monje anacoreta y solitario, y no a las aves de
este nombre[59].
La forma de Fraile como religioso es más semejante a los Mogotes ubicados en
Cabo de la Vela, la forma de los Monjes, pero bajo ningún parecido a los
supuestos islotes de la ensenada de Calabozo.
LA INVESTIGACIÓN
DEL GEÓGRAFO JHONNY VERGARA
Los trabajos de Fidalgo y Jorge Juan coinciden de manera
casi perfecta con un trabajo reciente, elaborado por el geógrafo venezolano
Jhonny Alexis Vergara, inédito y poco publicitado, ratifica con modernas
herramientas lo que ya sospechábamos o conocíamos de manera poco sustentada:
Los mogotes están ubicados a ambos lados de Cabo de la Vela, fin de la Historia.
El insigne investigador deja claro que “Castilletes es
una meseta de origen de erosión
regresiva”[60],
vale decir, no es un Mogote ni por aproximación forzada.
Define a Cabo de a Vela como
“Una formación geomorfológica de orientación noreste-noroeste que
penetra en el mar dando origen a muchas ensenadas, Huarizhera, mazick, y Aipia.
En la serranía de cabo de la Vela se levantan las serranías de Carpintero y Pan
de Azúcar. se encuentran rodeadas de la llanura a manera de isla y de poca elevación,
en medio de la llanura se levanta el cerro de la Teta , de formación cónica”[61].
Descartando nombres y
toponimias, y realizando un trabajo “in
situ”, señala varias posibilidades asertivas:
“Cerro la Teta, se ha mantenido con el tiempo, no
cumple con la denominación de mogote porque no está a orilla del mar.
Itojor: cerro piramidal, cerro testigo, o Mogote
ubicado en el sector de Nazaret al noreste den la península, pertenece a la
serranía de Macuira, esta muy retirado para que se considere los mogotes de los
Frailes.
Kamachi o Pilón de
Azúcar: Conjunto de cerros piramidales, 5 en total, Jepirra en Wayuú- se le han
llamado cabo falso, pan de azúcar, pilón
de azúcar, cerro pan, están a 30 Mts. del mar se puede considerar los Frailes[62].
CONCLUSIÓN
Los Mogotes, llamados en algunas cartas, y
referencias geográficas “Frailes”, en términos de denominación lingüística es
coyuntural y no obedece a una toponimia
aborigen o castellana mantenida en el tiempo. Pero en términos históricos y
geológicos, el accidente geográfico existió y existe a ambos lados de Cabo de
la Vela, a través de tres cuatro singularidades de consecuencia abstractiva y
determinantes:
·
Los trabajos y levantamientos
de D. Jorge Juan
y D. Antonio de Ulloa.
·
Los
trabajos de Cruz Cano y Olmedilla (1740-1743).
·
La
misión del Atlas (1794-1804).
·
Los
trabajos de Joaquín Fidalgo en la Guajira (1799).
·
Los
trabajos de Jhonny Vergara (1996).
¿De que sirve todo
esta argumentación? En instancias
internacionales, existen casos llevados a la Corte Internacional, en el cual
los “títulos municipales o eclesiásticos” son desechados por confusos.
En el diferendo
fronterizo entre Salvador y Honduras con intervención de Nicaragua, con sentencia
de la Corte Internacional de la Haya del
11 de septiembre de 1992, el espacio en controversia era el denominado
golfo de Fonseca, descubierto en 1522 por Andrés Niño. Ambos Estados
argumentaron el principio de efectividad colonial. La Corte desestimó los
títulos eclesiásticos y municipales por confusos y contradictorios. Al ser
contradictorios, se pone en juego no el Derecho Internacional, sino el derecho
constitucional del soberano. (Derecho Indiano). Por ello, se impone estudiar
cómo fue el comportamiento de los Estados inmediatamente después de
independencias (reivindicaciones, declaraciones, reacción o su ausencia, etc.
En el caso venezolano,
los títulos marítimos desde la época
hispánica no son confusos ni
contradictorios, por lo que el principio del “UTTI POSSIDETTIS JURIS” y de
efectividad colonial, últimamente, utilizado con bastante provecho por otros
países, sería un argumento sólido; no sólo el Derecho Indiano no está
cuestionado, como tampoco otros actos locales, además, la práctica continua y pacífica “vale título”.
Cuando se asumen funciones de Estado, bien sea como negociador o
representante de una parte de la política exterior, las individualidades y los
razonamientos en términos instrumentalistas son útiles en una fase del problema,
al igual que los análisis con razonamientos simples y lineales.
El
asunto del golfo de Venezuela y los límites suroccidentales, giran en relación
a un concepto metahistórico indubitable: es un problema econocéntrico, donde
fuerzas extranjeras expresadas a través de una burguesía industrial, influyen
en las desarticuladas y duales organizaciones societarias y políticas con las
que mantienen unas relaciones económicas neocoloniales, para obtener beneficios
del que vienen disfrutando secularmente. Aclarando, quiénes son estas fuerzas
burguesas e industriales, modernamente denominadas transnacionales: las grandes
petroleras y sus accionistas, enquistadas en nuestros países desde finales del
siglo XIX que influyen en su sociedad
política porque la dirigen. Sobre qué y quienes influyen: sobre la sociedad
dominante colombiana y sobre la venezolana a través de un direccionamiento en
las negociaciones, para qué, para acceder a los recursos petroleros que genera
la plataforma continental del golfo de Venezuela.
Mientras existan riquezas en
el golfo de Venezuela, las negociaciones, discusiones y potenciales
enfrentamientos tendrán como verdadero motor el acceso a fuentes energéticas en
condiciones escandalosamente ventajosas, al fin y al cabo, la esencia del
esquema de la nueva política de defensa global, en consecuencia, encontraremos
una razón suficiente para que Colombia no negocie o cierre su posición.
El documento de Fidalgo, con
las mediciones y referencias matemáticas son argumentos que jamás se han empleado
en negociación alguno, y que nos habría salvado del engaño de que fuimos
víctimas por nuestros vecinos, y victimas de nosotros mismos por nuestro
egoísmo.
[1] Capitán de Navío, Doctor en Historia, DEA en Historia, Licenciado en
Ciencias Navales.
[2]Juan Manuel Zapatero, “El
castillo de San Felipe de Puerto Cabello, Venezuela, siglo XVIII”, en Dos
ejemplos de fortificaciones españolas en la exposición de puertos y
fortificaciones de América y Filipinas, Madrid, Ediciones El Viso, 1985,
pp. 38-63.
[3] José Antonio Calderón
Quijano, “Visión General de las Fortificaciones Indianas en los distintos
frentes continentales”, en Segundo
Congreso de Historia Militar, Zaragoza, Academia General Militar, 1988, pp. 145 - 186.
[4] Vicente Ferraz, Tratado de Castramentación o Arte de Campar,
dispuesto para el uso de las reales
escuelas militares. de cargo del real cuerpo de Ingenieros, Madrid, en la
Imprenta Real, 1801, segunda edición, pp. 350-352.
[5] Ibidem, pp. 355 y 364-365.
[6] Ibidem, p. 356.
[7] Ibidem, p. 353.
[8] Ibidem, p. 354.
[9] Ibidem, p. 395.
[10] AGI. Santa Fe, 1242. El gobernador
de Santa Marta a Don José de Gálvez, 19 de enero de 1784. Ibidem. El gobernador
de Santa Marta al de Cartagena, 12 de enero de 1784. AGI.
Santa Fe, 384. El fiscal del Consejo, 26
de julio de 1737.
[11] AGS. Secretaría de Guerra, 7247 - 22. El Consejo, sobre la actuación
del gobernador de Venezuela en la pacificación de los indios guajiros, 19 de
septiembre de 1800.
[12]Ibidem.
AGI. Libros manuscritos, 72. Relación del estado del Nuevo Reino de Granada que
hace el arzobispo de Córdoba a su sucesor el Excmo. Sr. Frey Don Francisco Gil
y Lemos, 1789, f. 12. Pablo Ojer, El
golfo de Venezuela, una síntesis
histórica, Maracaibo, Corpozulia, 1983, p. 100.
[13] AGS. Secretaría de Guerra, 7186 -
27. El gobernador de Venezuela, 22 de junio de 1799.
[14] Hasta 1792 este jefe de puesto lo enviaba el Comandante Militar de
Cartagena de Indias.
[15] AGS. Secretaría de Guerra, 7186 -
27. El gobernador de Venezuela, 22 de junio de 1799.
[16] AGI. Caracas, 101. Miyares a Vasconcelos, 22 de febrero de 1802.
[17] AGS. Secretaría de Guerra, 7186 -
27. El gobernador de Venezuela, 22 de junio de 1799.
[18] AGI. Estado, 61-47. El Comandante de Sinamaica, 31 de marzo de 1803.
Autos formados por el Gobernador de Maracaibo, 21 de octubre de 1803. AGI.
Caracas, 437ª. El Ex Intendente Francisco Saavedra, 30 de julio de 1814.
[19] ADGSLAF. Documentos Relacionados con la Soberanía de Venezuela en el
Golfo de su nombre, sexta serie. MRE. Dinamarca, Vol. 18. Caracas, 6 de abril
de 1971.
[20] AGI. Caracas, 106. El Capitán General de Venezuela al Príncipe de la
Paz, 2 de febrero de 1802.
[21] ADGSLAF. 9.11.16. Ramón Carmona, Informe, Delimitación
entre Venezuela y Colombia en la Península de la Guajira, 10 de abril de
1970, cita a su vez al Canciller Gil Borges,
en su Réplica de Venezuela ante el Árbitro Suizo, Libro Amarillo, 1923,
p.76 y siguientes. .
[22] AGI. Diversos, 45-22. El Comandante del Puesto de Sinamaica al
Gobernador de Maracaibo, 19 de marzo de 1775.
[23] ADGSLAF. 2.13.31. Expertos de la Dirección de
Fronteras a Director de Fronteras, Explicaciones que se están haciendo sobre
los Mapas de Juan López y Duque de Tetuán, Caracas, 4 de febrero de 1977.
[24] ADGSLAF. 2.13.31. Expertos de la Dirección de
Fronteras a Director de Fronteras, Explicaciones que se están haciendo sobre
los Mapas de Juan López y Duque de Tetuán, Caracas, 4 de febrero de 1977.
[25] AGS. Secretaría de Guerra, 7246 – 30. El Consejo, sobre la Instancia
de D. Antonio Arévalo, 31-3-1799.
[26] El mapa de 1731 que cita Zaragoza,
llega a la “conclusión” que era de Arévalo, también otros autores lo
atribuyen al destacado ingeniero, es una conjetura que ha sido repetida en el
tiempo sin rigor de análisis alguno. Arévalo se graduó de ingeniero en 1742, y
nació alrededor de 1720, es muy poco probable que levantara un mapa de esas
características a los onces años.
[27] Ibidem, p.310.
[28] Ibidem, p.
[29] Esto refuta de forma contundente la tesis
esgrimida en las conversaciones de Roma, donde se afirmaba que Arévalo
prácticamente custodiaba la costa del golfo desde Cartagena de Indias.
[30] Tomas R. Smith, “Cruz Cano`s of South América, Madrid, 1775, its creation,
adversities and rehabilitation”, en Imago Mundi, Amsterdan, 1966.
[31] Servicio Geográfico del Ejército,
Cartografía y Relaciones Histórica de Ultramar, Tomo V, mapa II.
Revisado personalmente el original en la mencionada institución.
[32] The British Libray, Maps, 186. K1. (21) y Servicio
Geográfico del Ejército, Cartografía
y Relaciones .., Tomo VI, número 2.
[33] The British Library, Maps, 83008 (3)
[34] The Britsh Library, Maps, 83008 (1) y Servicio Geográfico
del Ejército, Cartografía y
Relaciones .., Tomo V, número 2.
[35] British Library. Maps,
K.TOP..124.12.2.TAB.END
[36] Tomas R. Smith, “Cruz´s Cano Map of
South America, Madrid, 1775, its creation, advertsities and rehablitation”, in Imago
Mundi, Amsterdam, s.e., 1966, V XX,
pp. 49-78.
[37] Mapa geográfico de la América meridional dispuesto y gravado por Juan
de la Cruz Cano y Olmedilla, geógrafo pensionado de su Majestad, individuo del
Real Academia de San Fernando y de la Sociedad de los amigos del país, teniendo presente varios mapas con arreglo a
observaciones astronómicas, 1776. The
British Library, Maps, K.TOP..124.12.2.TAB.END.
[38] Ibídem.
[39] AGI. Caracas 477, Nota de lo que
pedir al señor Comandante General y Subdelegado de la Intendencia de la provincia de Guayana para tirar la
línea divisoria de límites de los dominios de España y Portugal conforme al
tratado preliminar fecho en San
Idelfonso a primero de octubre y ratificado en 11 del mismo de 1777. 27 – 8 –1782.
[40] Ibidem.
[41] The British Library, Maps, K.TOP..124.12.2.TAB.END, Mapa geográfico de
América meridional dispuesto y gravado por Juan de la Cruz Cano y Olmedilla,
geógrafo pensionado de su Magestad, 1775,
[42] Jorge Juan y Antonio Ulloa, “Relación
Histórica del Viaje a la América Meridional, Hecho por Orden de su Majestad,
para Medir Algunos Grados de Meridiano
Terrestre , y Venir por Ellos en Conocimiento de la Verdadera Figura, y
Magnitud de la Tierra, con Varias Observaciones Astronómicas y Físicas”, Madrid,
Antonio Marín, 1748.
[43] Archivo Álvaro Bazán ( AB). Depósito Hidrográfico, 4903. Dictamen para
la formación de un Atlas Marítimo.
[44] AB. Depósito Hidrográfico, 4949. El capitán de fragata Joaquín
Francisco Fidalgo, comandante de la Segunda División de bergantines destinada a
la formación del Atlas Marítimo dela América Septentrional, a Don Antonio Valdés, da cuenta de las
operaciones en la elaboración del Atlas Marítimo, 13 de febrero de 1794.
[45] Ibidem.
[46] AB. Depósito Hidrográfico, 4949. El capitán de fragata Joaquín
Francisco Fidalgo, comandante de la Segunda División de bergantines destinada a
la formación del Atlas Marítimo dela América Septentrional, a Don Antonio Valdés, da cuenta de las
operaciones en la elaboración del Atlas Marítimo, 13 de febrero de 1795.
[47] Ibidem.
[48] Ibidem.
[49]AB. Depósito Hidrográfico, 4949. El capitán de fragata Joaquín Francisco Fidalgo, comandante de la
Segunda División de bergantines destinada a la formación del Atlas Marítimo
dela América Septentrional, a Don Antonio
Valdés, da cuenta de las operaciones en la elaboración del Atlas Marítimo, 13
de febrero de 1794.
[50] AB. Depósito Hidrográfico, 4949. El capitán de fragata Joaquín
Francisco Fidalgo, comandante de la Segunda División de bergantines destinada a
la formación del Atlas Marítimo dela América Septentrional, a Don Antonio Valdés, da cuenta de las
operaciones en la elaboración del Atlas Marítimo, 30 de septiembre de 1794.
[51] Ibidem.
[52]Ibidem.
[53]Ibidem.
[54] Museo Naval. Manuscritos,
102. Operaciones en la Ensenada de Cabo de la Vela, 7 de enero de 1799.
[55] Lisandro Alvarado, Obras
completas, Caracas, Ministerio de Educación, 1953. V.
I, Glosario de Voces Indígenas, pp. 369–380.
[56] José María Balaustegui, “La demarcación costera colombo venezolana
conforme al laudo”, en Boletín de la
Academia Nacional de la Historia, Caracas, Italgráfica, 1978, V. 61, N°
242, p. 383.
[57] Ibidem, pp. 381-382.
[58] The history of the cartography, cartography in
the traditional African, American, Artic, Australian and pacific societies, edited by David Woodward and G.
Malcolm Lewis, Chicago and London, the
University of Chicago Press,1998, Volumen II, Libro III, pp. 322–324.
[59] Aclaratoria acerca de la palabra Mogote, Monjes, Frailes y
Frailecillos, Caracas, 1972.
[60] Jhony Alexis Vergara Guillen, Análisis Geográfico y Cartográfico de
la Primera Sección, Península de la Guajira,. Laudo Arbitral del 16 de marzo de
1891, Caracas, Universidad Central de Venezuela, trabajo de grado, 1996, p.
58.
[61] Ibidem, p. 57.
[62] Ibidem, pp. 80-81.
[63] Juan de Escalante y Mendoza, Itinerario
de Navegación de Mares y de Tierras, Sevilla, 1575.
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