lunes, 7 de mayo de 2018

LA CORRUPCIÓN COMO ARMA DE DESTRUCCIÓN DEL ORDEN POLÍTICO EN VENEZUELA



El Secretario del Tesoro de EEUU, Steven T. Mnuchin, hizo recientemente un comunicado de prensa en el cual informó que sostuvo una reunión con representantes de Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Francia, Alemania, Guatemala, Italia, Japón, México, Panamá, Paraguay, Perú, España, el Reino Unido y los Estados Unidos, para abordar la “catástrofe humanitaria y económica” que sufre Venezuela[1]. Si bien su foco de atención se centró en el control social lo que se destacó en el informe fue el papel de la inteligencia financiera ‘compartida’ que permitió recabar datos de cómo la corrupción se ha expresado en la implantación de esos dispositivos de control social y ha significado la destrucción de la economía venezolana y consecuentemente todas sus instituciones con “consecuencias que se extienden más allá de las fronteras de Venezuela” amenazando la estabilidad regional al abusar del sistema financiero internacional.
Esta situación de deterioro acentuado se produjo cuando la clase dirigente que asumió el poder en el año 1998 instrumentó un plan para cambiar el modelo de desarrollo del país dentro de un contexto de cambios políticos y sociales. Así pues, el deterioro y su acentuación se produjo por una alteración de una dinámica social que estaba en curso. Esto permite preguntarnos qué es una alteración para poder hablar de corrupción. Podemos decir que en una dinámica dada por el movimiento, cualquier cosa que acelere el movimiento o lo detenga es una alteración. La alteración nos permite recordar a Aristóteles.
En Física Aristóteles estableció los principios generales de su filosofía a partir de la relación de movimiento y de reposo[2]. Estos principios según el estagirita son dos (identidad y su contrario) o tres (lo antes, lo ahora y lo después). El principio de dos le permitió hablar del lugar y el principio de tres es lo que le permitió hablar del tiempo y de la generación y corrupción[3]. Teniendo presente este concepto de movimiento, la preocupación del estagirita estuvo relacionada con la racionalidad del cambio, pero en el caso de la obra Acerca de la Generación y Corrupción al examinar el nivel más profundo de transformación que podía afectar a un ente que se expresa en movimiento, enfatiza la integridad del Ser “frente al poder disolutorio de la diversidad y del cambio” por representar una cierta idea de orden, estabilidad y permanencia que está presente en todo su pensamiento político[4]. Este carácter político es el que nos interesa destacar debido a que en una comunidad política la praxis se expresa en su esfuerzo por perseverar en su propia existencia por estar sujeta a un solo y único movimiento que indica finitud por lo que es importante determinar qué alteración puede hacer que esta se acelere o se detenga y cómo puede ser esta inducida de forma deliberada. Esta finitud es la que nos invita a actuar de forma prudente para conservar un particular orden político.
Teniendo esta idea presente, vamos a examinar cómo los cambios sociales afectan los órdenes políticos desde tres perspectivas históricas, luego veremos cómo la corrupción puede ser usada como un arma para provocar cambios y finalmente cómo la corrupción ha sido usada en Venezuela para implantar un nuevo orden político. El objeto es reflexionar acerca de cuáles deben ser las bases constitutivas de una nueva estructura social en el país.
La corrupción como un desequilibrio entre cambios sociales y órdenes políticos.
Machiavelli en El Príncipe (1532/2013) y en Los Discursos sobre la primera década de Tito Livio (1519/1987)[5], planteó la necesidad de recomponer un orden político enfocando su análisis en los conceptos de generación y degeneración o corrupción como episteme para comprender cómo se conserva un orden político determinado en un contexto de cambios sociales.
La diferencia entre degeneración y generación está dada por la naturaleza de la alteración y la voluntad de preservar un orden. La generación cuando se crean las condiciones de posibilidad para que una comunidad siga en acto su curso histórico. Ello supone la adecuación de las estructuras políticas a las nuevas realidades sociales de forma permanente y las normas que las rigen. Las alteraciones en sí son los desfases entre el orden social y el político. La degeneración o corrupción se presenta cuando se producen los desfases entre el orden social y el orden político y estos no son readecuados o reajustados produciendo una tendencia que finaliza con el fin del orden político.
En Venezuela, la generación y corrupción se puede observar en la teoría que se ha desarrollado de los ciclos históricos por parte de José Giacopini Zarraga[6]. Así pues podemos hablar, que en el país hubo un agotamiento del orden político en el año 1945, pero su cambio se produjo efectivamente en el año 1958, pero este cambio no siguió el curso de la historia, hubo una alteración con el pacto de Punto Fijo (1958). Esta alteración produjo, a su vez, una cadena de alteraciones que fueron percibidas en el tiempo: viernes negro (1983), caracazo (1989), 1992 y 1998. Todas estas alteraciones ocurrieron a pesar de los esfuerzos de regeneración infructuosos producidos desde el seno la misma sociedad venezolana. Al respecto, Dilia Monasterio en su Modelo Teórico Demostrativo de la Corrupción como Condicionante del Desarrollo Económico Social del País (Caso Venezuela), expresó que en Venezuela el proceso político constituye el eje del engranaje que delinea la estructura del sistema de corrupción demostrando que es un conjunto de elementos que interactúan entre sí o se comportan en forma interdependientes, formando un todo complejo.
La degeneración que ahora denominaremos corrupción ha sido observada desde el punto de vista político desde dos perspectivas: por una parte está la de Samuel Huntington (1990) y, por la otra las que han desarrollado Michael Hardt y Antonio Negri (2000).
Para Huntington, la corrupción se presenta cuando, dentro de este proceso de cambios políticos, se produce "una desviación de la conducta de los funcionarios públicos que se aparta de la norma establecida para ponerse al servicio de intereses privados" (1990:63)[7]. La corrupción, en este contexto, es para este autor un indicador que muestra la falta de institucionalización política efectiva y sus causas obedecen: en primer lugar, a que se ha producido un cambio de valores básicos de la sociedad que no ha sido asimilado políticamente. Estos cambios que tienen incidencia entre lo que está bien y lo que está mal lleva al repudio tanto de lo nuevo como de las prácticas tradicionales generando una relación de fuerza que genera inestabilidad política y funcional. En segundo lugar, cuando existe una diferenciación entre bienestar público e interés privado generada como consecuencia del cambio político que fomenta la inclinación a favorecer esta última. Y en tercer lugar, cuando se crean nuevas fuentes de riqueza y poder cuya relación con la política no está definida por las normas tradicionales dominantes.
Huntington señala además que las consecuencias de la corrupción, así como sus causas, son similares a las de la violencia. A ambas la fomenta el cambio político y son síntomas de la debilidad de las instituciones y a la existencia de varios sistemas de valores o culturas que compiten dentro de una misma sociedad (Ibid.:67), pero aparece, junto con la violencia, cuando "la ausencia de oportunidades fuera de la política, junto con la falta de instituciones políticas fuertes y flexibles, canaliza las energías hacia comportamientos políticos desviados" (Ibid.:69). En esta línea de pensamiento y en época más recientes, Della Porta y Mény en su obra Democracia e Corrupção na Europa, la han explicado como un intercambio soterrado entre dos mercados, el político-administrativo y el económico-social, este cambio es, en principio imperceptible pues afecta normas jurídicas, públicas y éticas, sacrificando el interés general a intereses privados, corporativos o partidarios[8].
Por otra parte, Hardt y Negri han utilizado este concepto para referirla como "degeneración, [es decir] como el proceso inverso a la generación y composición, un momento de metamorfosis que potencialmente libera los espacios y permite el cambio"[9]. El propósito de estos autores es dar a entender que el viejo orden se define por la corrupción, puesto que, la corrupción "es sencillamente el signo de la ausencia de cualquier ontología" (2000, 190-191) que crea las condiciones de posibilidad de producir un cambio político. En este sentido afirman que la corrupción es "en verdad el signo de la imposibilidad de vincular el poder al valor y su denuncia es, pues, una intuición directa de la falta de ser" (Ibíd.:353) y señalan, que esta ocurre, en primer lugar, "como una decisión individual que se opone y viola la comunidad y solidaridad fundamentales definidas por la producción biopoliticas[10], en segundo lugar, como explotación en un orden productivo, por la expropiación de los valores que se derivan de la cooperación colectiva de los trabajadores y la privatización de lo que en otro contexto era público en sus orígenes. En tercer lugar, cuando se presenta en el funcionamiento de una ideología o, dicho de otro modo, en la perversión de los sentidos de la comunicación lingüística. En cuarto y último lugar, por la amenaza del terror que pasa a ser un medio para resolver conflictos limitados (Ibíd.: 354).
Esta dos ideas generales de la corrupción como hemos indicado que afectan las relaciones políticas se manifiesta de tres formas: en que el poder ejecutivo carece de la consistencia necesaria frente al complejo escenario de la convivencia social, en que la acción de la justicia genera desconfianzas, y, en que el órgano legislativo no crea las normas indispensables acorde con las circunstancias, no se refiere a lo que normalmente se ha considerado como corrupción desde la perspectiva normativa, es decir, lo que la estructura normativa venezolana considera como delito aunque, las deficiencias antes mencionada desemboquen en la elaboración de normas que cierren la brecha que potencialmente pueda existir.
En este contexto, la existencia de corrupción como consecuencia de la ocurrencia de cambios político-sociales pasa a ser un grave problema para la estabilidad política tal como puede ser visto desde la revolución francesa y Hannah Arendt ha señalado debido a que se manifiesta como enriquecimiento ilícito por parte de la nueva clase dirigente en el poder[11]. Esto nos coloca en el siguiente aspecto de nuestra argumentación.
La corrupción como arma de destrucción política.
En otra oportunidad he señalado que damno es el conjunto conformado por la intención de agredir, así como su efecto y su justificación[12]. La forma de agresión dentro de un contexto de movimiento es la alteración del movimiento, es decir, hacerlo más rápido o más lento, con lo cual corromper puede ser una forma deliberada de producir damno. Un arma en este contexto es un proceso destructivo realizado de manera deliberada para producir damno. Se caracteriza en primer lugar, por liberar una fuerza de manera centrífuga, en segundo lugar, por su capacidad de proyección y, en tercer lugar, por la velocidad con que se proyecta y produce el efecto deseado[13]. Así pues, un arma es cualquier medio para producir daño y, por consiguiente, reducir la capacidad de maniobra de una entidad política, con lo cual cualquier cosa puede ser un arma. Este daño se puede realizar de muchas y variadas formas, por lo que lo importante a tener en consideración es determinar, por una parte, la fuerza que se libera y por la otra, la capacidad de multiplicar esta fuerza en términos del número de proyecciones y las velocidades de proyección para que se pueda hablar de flujo de destrucción.
En relación con la fuerza que libera un arma para producir daño de manera deliberada podemos decir que estos se pueden generar de una infinidad de maneras si se toman los efectos de perjuicio. En relación con el número de proyecciones que permiten hablar de un flujo y nos conducen al segundo aspecto de nuestra argumentación, es decir, la del flujo en sí, se tiene que una organización en sí es un arma porque permite ser expresión de un flujo en tanto que constitución de un medio continuo. Hay que imaginarse una organización corrupta concebida para generar corrupción.
Con este criterio las armas las podemos clasificar en función del daño que producen, en tres categorías: por el flujo de destrucción que libera en un espacio determinado, por el tiempo y la intensidad del flujo, y por el tiempo en que duran sus efectos.
Con respecto a los flujos de destrucción producidos en un espacio determinado, es de señalar que este está relacionado con la producción. La producción en este marco discursivo no sólo se refiere a bienes dentro de un contexto de trabajo material o inmaterial. Materialmente a partir de un cuerpo y de lo que de él emana como producido, e inmaterialmente a partir de las ideas que se hacen códigos de prácticas individuales que permiten ex – sistere,…, afectando por esas dos vías a otros seres desde la perspectiva de una comunidad. Así pues un flujo de destrucción en un espacio delimitado está concebido para destruir las condiciones de posibilidad para producir y obtener un producto determinado que pueda ser usado en contra del que inicialmente lo produce. La destrucción se expresa en desarticulación o desorganización, así como también limitación (menoscabo), prohibición o impedimento. Así pues el flujo de destrucción que se le ha aplicado a Venezuela ha estado relacionado con el impedimento que se le ha impuesto a la sociedad de seguir su curso histórico de producir para perseverar en su propia existencia.
En relación con el tiempo e intensidad del flujo de destrucción podemos afirmar que el primero se corresponde con la duración y, el segundo, con la fuerza para producir daño. Esta relación puede variar en una gama que va de los flujos de gran intensidad y corta duración para destruir en un tiempo relativamente corto, a los flujos de poca intensidad y de un gran período para producir un efecto de destrucción erosivo en un período determinado. Aquí se evidencia el alcance de la guerra limitada que persigue el Estado y la guerra revolucionaria. Antiguamente, mientras la primera perseguía objetivos limitados con los medios adecuados al efecto, la segunda buscaba alcanzar objetivos absolutos en un período no determinado pero con medios primeramente limitados y posteriormente con los medios necesarios. Teniendo esto presente, en Venezuela se planteó un conflicto ideológico en sentido absoluto y se usó la corrupción desde las alteraciones sufridas desde la concreción del pacto de Punto Fijo como un mecanismo erosivo hasta el año 1998. Desde el año 1998 se usó la erosión de manera extensiva produciendo los efectos que hoy estamos padeciendo.
Así pues, intervenir en las variables que producen esta complejidad en relación con el flujo, el espacio-tiempo y la duración para modificarlas, interferirlas, cortarlas, reunirlas, redireccionarlas o saturar su relación es lo que nos ha permitido definir las armas como proceso destructivo.
La forma en que se puede observar la corrupción realizada de manera deliberada es por intermedio de lo que se conoce como enriquecimiento ilícito, como hemos indicado, y la forma en que han sido direccionados los flujos. Esto es lo que nos retrotrae a la reunión convocada por el Secretario del Tesoro Steven T. Mnuchin debido a que la expresión ‘corrupción’ no tenía en este caso un sentido retórico o demagógico que incluso va más allá de las normas que se han estatuido en la Convención de Palermo, la corrupción ha sido vista en esa reunión como un arma de destrucción. Bayardo Ramírez en el pasado reciente hizo un estudio de cómo la legitimación de capitales puede generar un Estado paralelo como paso previo a la destrucción del orden político[14]. Creemos que hoy en día el ‘Estado paralelo’ es el estado que es en sí la negación y como tal se está esparciendo allende de las fronteras como una forma de destrucción, como máquina de guerra.
A pesar de lo antes indicado, se puede afirmar que no se puede usar la corrupción como un arma sin corromperse a sí mismo. El conocimiento de este hecho puede servir como un medio para hacer una nueva república.
La corrupción como alteración deliberada que ha impedido la evolución histórica de la sociedad venezolana.
Desde una perspectiva narrativa podríamos indicar que Venezuela vivió un proceso de cambios sociales acelerados a finales de siglo XX y las instituciones estatales estuvieron demasiado rezagadas con respecto a los cambios para adecuarse a las nuevas realidades de la población provocando inestabilidad política. Creemos que la otra alteración que produjo la catástrofe que vive el país ocurrió cuando la clase dirigente que condujo al país hasta el año 1998 insistió en mantenerse como conductora de la sociedad deteniendo el proceso histórico de la venezolanidad. Este hecho se corresponde con las alteraciones imperceptibles sugeridas al principio de esta reflexión. A inicios del siglo XXI no se corrigió la brecha generada sino se aumentó de forma deliberada dentro de un contexto de bonanza económica trayendo como consecuencia que fuese el interés privado el que prevaleciese sobre lo público en un proceso sistemático de desinstitucionalización funcional que expresa el concepto amplio desarrollado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU)[15]. Es decir, aquellas situaciones que incluye un conjunto de delitos como “soborno, fraude, apropiación indebida u otras formas de desviación de recursos por un funcionario público,… nepotismo, extorsión, tráfico de influencias, uso indebido de información privilegiada para fines personales y la compra y venta de las decisiones judiciales…”. En nuestro caso estos delitos se han producido de forma sistemática.
Esta conceptualización genérica de la corrupción indica la existencia de un problema relacionado con el referente que permite establecer los límites de lo público y lo privado en la gestión pública porque indica que la destrucción de los límites que separa ambas esferas parte del supuesto de que los individuos y no las instituciones estatales son las que incurren en situaciones delictivas, pero no contempla la posibilidad de considerar las condiciones mismas del Estado para adecuarse a los cambios sociales que puede experimentar una comunidad en una línea de tiempo determinada de modo que pueda estar en armonía con la realidad de los cambios en sí y evitar la ocurrencia de alteraciones provocadas por parte de una clase dirigente para producir brechas entre los cambios sociales en sí y la estructura estatal produciendo efectos indeseados. Esto es más grave aún si una facción, como ha ocurrido en Venezuela, se apropia del Estado.
En Venezuela se ha usado la corrupción como un medio. Como un arma para facilitar la implantación de un orden político determinado. Se ha buscado generar un vacío para hacer ello posible. ¿Cómo han generado este vacío?  Desdibujando los límites entre lo público y lo privado como medio para destruir el tejido social en sentido histórico. ¿Cómo se ha manifestado la destrucción del tejido? No sólo fomentando el resentimiento social que pudo haber existido históricamente por intermedio del cultivo del odio como pasión que permite resistir y destruir de forma justificada: resistir como respuesta a la justificación de una ideología y destruir el orden pasado existente. Sino también promoviendo el enriquecimiento fácil sin importar la fuente de la riqueza. El vacío en sí es la perdida de referentes institucionales que permiten asegurar la convivencia política, por ello la sociedad que resiste la tiranía en Venezuela se aferra a referentes internacionales.
El enriquecimiento ilícito es un delito que debe ser castigado. El problema se genera cuando los que se han enriquecido han actuado en circunstancias donde no existen normas estatuidas. Por ello se ha hecho necesario, el juicio acusatorio desde una perspectiva moral, el juicio penal a aquellos cuyo ejercicio de funciones públicas promovió la relajación de normas que produjeron perjuicios a la sociedad en general y la recuperación de los recursos que fueron capturados de una manera a-legal. Estos son medios colaterales para crear las bases para la constitución de una república. Pero creo que el problema principal ha sido que si bien el hombre es un ser político, sólo puede hacer política en la medida en que es capaz de producir sus medios para la vida de una manera eficiente, es decir, la política no es una actividad que permite producir medios para la vida, la política es la actividad que garantiza la producción, por lo que vivir de la política es una alteración que se manifiesta en corrupción porque se convierte en una actividad parasitaria. Este es el problema principal que hay que resolver para la constitución de un nuevo orden político. En la medida en que no se resuelva, Venezuela va a seguir siendo un País Portátil llevado de la mano por una clase parasitaria que utilizará la ideología como un medio para justificar lo que la realidad niega.
Benedicto de Spinoza señaló que la democracia era el orden político más natural dentro de una comunidad política (naturaleza naturada) porque se correspondía con el orden de la naturaleza como un todo (naturaleza naturante). Pero lo inmanente en este orden es la producción por lo que lo naturado es crear las condiciones de posibilidad para eliminar los obstáculos que impidan dicha producción.


[1] Ver al respecto: “Secretario del Tesoro de EEUU abordó la crisis de Venezuela con países de América, Europa y Japón (comunicado)” en: https://www.lapatilla.com/site/2018/04/19/secretario-del-tesoro-de-eeuu-abordo-la-crisis-de-venezuela-con-paises-de-america-europa-y-japon-comunicado/
[2] Ver al respecto: ARISTÓTELES. (s IV a. C./1995). Física. Madrid. (T. G. De Echandia). Editorial Gredos. 506 p.
[3] La palabra está compuesta, en su acepción latina, de la raíz ‘cha’ - en su sentido de intensificación y – ‘rupción’ equivalente a romper, desmembrar, desmenuzar.
[4] Ver al respecto: ARISTÓTELES. (s IV a. C./1987). Acerca de la Generación y Corrupción. Madrid. (T. E. La Croce y A. Pajares). Editorial Gredos. 367 p.
[5] Ver al respecto: MAQUIAVELO, N. (1519/1987). Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio. (T. A. Martínez). Madrid. Alianza Editorial. 437 p, y (1532/2013). El Príncipe. Barcelona. (T. E. Blanco). Editorial Planeta. 200 p.
[6] Ver al respecto: “LA TEORÍA DE LOS CICLOS HISTÓRICOS DEL DR. JOSE GIACOPINI ZARRAGA: UNA REVISIÓN A LA LUZ DEL PRESENTE Y DEL FUTURO POR VENIR” en: http://edgareblancocarrero.blogspot.com/2012/05/la-teoria-de-los-ciclos-historicos-del.html
[7] Ver al respecto: HUNTINGTON, S. (1990). El orden político en las sociedades en cambio. Buenos Aires (T. F. Mazia). Editorial Paidos. 404 p.
[8] Ver al respecto: DELLA PORTA, D. MÉNY, Y. Y SERRAO, L. (1996). Democracia e Corrupção na Europa. Lisboa. Editorial Inquérito.
[9] Ver al respecto: HARDT, M y NEGRI, A. (2000). Empire. Cambridge. Harvard University Press. Edición en castellano Barcelona. (T. A. Bixio). Ediciones Paidós Ibérica. 432 p.
[10] La biopolítica es entendida como la forma en que se ha politizado la vida dentro de un contexto excepcional.
[11] Ver al respecto: ARENDT, H. (2006). Sobre la Revolución. Madrid. (T. P. Bravo). Ediciones de la Revista de Occidente. 343 p
[12] Ver al respecto: BLANCO, E. (2016). Ontología de la Guerra. Crítica al concepto de guerra en las obras de Hardt y Negri. Caracas. Rivero-Blanco ediciones. 452 p.
[13] Ver al respecto: DELEUZE, G y GUATTARI, F. (2008). Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia. 8º éd. Valencia. (T. J. Vásquez y U. Larraceleta).  Editorial Pre-Textos. 522 p.
[14] RAMÍREZ, B. (2005). El Estado Paralelo. Sólo Negocios.... Caracas. Bid & co. Editor. 355 p.
[15] La ONU trabajó en el año 2003 para la elaboración de un Convenio para prevenir y luchar contra la corrupción que abarca la prevención, las medidas de penalización y fortalecimiento de la ley, la cooperación internacional, la recuperación de activos y asistencia técnica e intercambio de información.

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