El Secretario del Tesoro de
EEUU, Steven T. Mnuchin, hizo recientemente un comunicado de prensa en el cual
informó que sostuvo una reunión con representantes de Argentina, Brasil,
Canadá, Colombia, Francia, Alemania, Guatemala, Italia, Japón, México, Panamá,
Paraguay, Perú, España, el Reino Unido y los Estados Unidos, para abordar la
“catástrofe humanitaria y económica” que sufre Venezuela[1]. Si bien su foco de
atención se centró en el control social lo que se destacó en el informe fue el
papel de la inteligencia financiera ‘compartida’ que permitió recabar datos de
cómo la corrupción se ha expresado en la implantación de esos dispositivos de
control social y ha significado la destrucción de la economía venezolana y
consecuentemente todas sus instituciones con “consecuencias que se extienden
más allá de las fronteras de Venezuela” amenazando la estabilidad regional al abusar
del sistema financiero internacional.
Esta situación de deterioro acentuado
se produjo cuando la clase dirigente que asumió el poder en el año 1998 instrumentó
un plan para cambiar el modelo de desarrollo del país dentro de un contexto de
cambios políticos y sociales. Así pues, el deterioro y su acentuación se
produjo por una alteración de una dinámica social que estaba en curso. Esto permite
preguntarnos qué es una alteración para poder hablar de corrupción. Podemos decir
que en una dinámica dada por el movimiento, cualquier cosa que acelere el
movimiento o lo detenga es una alteración. La alteración nos permite recordar a
Aristóteles.
En Física Aristóteles estableció los principios generales de su
filosofía a partir de la relación de movimiento y de reposo[2]. Estos principios según el
estagirita son dos (identidad y su contrario) o tres (lo antes, lo ahora y lo
después). El principio de dos le permitió hablar del lugar y el principio de
tres es lo que le permitió hablar del tiempo y de la generación y corrupción[3]. Teniendo
presente este concepto de movimiento, la preocupación del estagirita estuvo
relacionada con la racionalidad del cambio, pero en el caso de la obra Acerca de la Generación y Corrupción al
examinar el nivel más profundo de transformación que podía afectar a un ente
que se expresa en movimiento, enfatiza la integridad del Ser “frente al poder
disolutorio de la diversidad y del cambio” por representar una cierta idea de
orden, estabilidad y permanencia que está presente en todo su pensamiento
político[4].
Este carácter político es el que nos interesa destacar debido a que en una comunidad
política la praxis se expresa en su esfuerzo por perseverar en su propia
existencia por estar sujeta a un solo y único movimiento que indica finitud por
lo que es importante determinar qué alteración puede hacer que esta se acelere o
se detenga y cómo puede ser esta inducida de forma deliberada. Esta finitud es
la que nos invita a actuar de forma prudente para conservar un particular orden
político.
Teniendo esta idea presente, vamos a examinar cómo los
cambios sociales afectan los órdenes políticos desde tres perspectivas
históricas, luego veremos cómo la corrupción puede ser usada como un arma para
provocar cambios y finalmente cómo la corrupción ha sido usada en Venezuela
para implantar un nuevo orden político. El objeto es reflexionar
acerca de cuáles deben ser las bases constitutivas de una nueva estructura
social en el país.
La
corrupción como un desequilibrio entre cambios sociales y órdenes políticos.
Machiavelli en El Príncipe
(1532/2013) y en Los Discursos sobre la
primera década de Tito Livio (1519/1987)[5], planteó la necesidad de
recomponer un orden político enfocando su análisis en los conceptos de
generación y degeneración o corrupción como episteme para comprender cómo se
conserva un orden político determinado en un contexto de cambios sociales.
La diferencia entre
degeneración y generación está dada por la naturaleza de la alteración y la voluntad
de preservar un orden. La generación cuando se crean las condiciones de
posibilidad para que una comunidad siga en acto su curso histórico. Ello supone
la adecuación de las estructuras políticas a las nuevas realidades sociales de
forma permanente y las normas que las rigen. Las alteraciones en sí son los
desfases entre el orden social y el político. La degeneración o corrupción se presenta
cuando se producen los desfases entre el orden social y el orden político y
estos no son readecuados o reajustados produciendo una tendencia que finaliza
con el fin del orden político.
En Venezuela, la generación
y corrupción se puede observar en la teoría que se ha desarrollado de los
ciclos históricos por parte de José Giacopini Zarraga[6]. Así pues podemos hablar, que
en el país hubo un agotamiento del orden político en el año 1945, pero su
cambio se produjo efectivamente en el año 1958, pero este cambio no siguió el
curso de la historia, hubo una alteración con el pacto de Punto Fijo (1958). Esta
alteración produjo, a su vez, una cadena de alteraciones que fueron percibidas
en el tiempo: viernes negro (1983), caracazo (1989), 1992 y 1998. Todas estas
alteraciones ocurrieron a pesar de los esfuerzos de regeneración infructuosos producidos
desde el seno la misma sociedad venezolana. Al respecto, Dilia Monasterio en su
Modelo Teórico Demostrativo de la
Corrupción como Condicionante del Desarrollo Económico Social del País (Caso
Venezuela), expresó que en Venezuela el proceso político constituye el eje
del engranaje que delinea la estructura del sistema de corrupción demostrando
que es un conjunto de elementos que interactúan entre sí o se comportan en
forma interdependientes, formando un todo complejo.
La degeneración que ahora
denominaremos corrupción ha sido observada desde el punto de vista político
desde dos perspectivas: por una parte está la de Samuel Huntington (1990) y,
por la otra las que han desarrollado Michael Hardt y Antonio Negri (2000).
Para Huntington, la
corrupción se presenta cuando, dentro de este proceso de cambios políticos, se
produce "una desviación de la conducta de los funcionarios públicos que se
aparta de la norma establecida para ponerse al servicio de intereses
privados" (1990:63)[7]. La corrupción, en este
contexto, es para este autor un indicador que muestra la falta de
institucionalización política efectiva y sus causas obedecen: en primer lugar,
a que se ha producido un cambio de valores básicos de la sociedad que no ha
sido asimilado políticamente. Estos cambios que tienen incidencia entre lo que está
bien y lo que está mal lleva al repudio tanto de lo nuevo como de las prácticas
tradicionales generando una relación de fuerza que genera inestabilidad
política y funcional. En segundo lugar, cuando existe una diferenciación entre
bienestar público e interés privado generada como consecuencia del cambio
político que fomenta la inclinación a favorecer esta última. Y en tercer lugar,
cuando se crean nuevas fuentes de riqueza y poder cuya relación con la política
no está definida por las normas tradicionales dominantes.
Huntington señala además que
las consecuencias de la corrupción, así como sus causas, son similares a las de
la violencia. A ambas la fomenta el cambio político y son síntomas de la
debilidad de las instituciones y a la existencia de varios sistemas de valores
o culturas que compiten dentro de una misma sociedad (Ibid.:67), pero aparece,
junto con la violencia, cuando "la ausencia de oportunidades fuera de la
política, junto con la falta de instituciones políticas fuertes y flexibles,
canaliza las energías hacia comportamientos políticos desviados" (Ibid.:69).
En esta línea de pensamiento y en época más recientes, Della Porta y Mény en su
obra Democracia e Corrupção na Europa,
la han explicado como un intercambio soterrado entre dos mercados, el
político-administrativo y el económico-social, este cambio es, en principio
imperceptible pues afecta normas jurídicas, públicas y éticas, sacrificando el
interés general a intereses privados, corporativos o partidarios[8].
Por otra parte, Hardt y
Negri han utilizado este concepto para referirla como "degeneración, [es
decir] como el proceso inverso a la generación y composición, un momento de
metamorfosis que potencialmente libera los espacios y permite el cambio"[9]. El propósito de estos
autores es dar a entender que el viejo orden se define por la corrupción,
puesto que, la corrupción "es sencillamente el signo de la ausencia de
cualquier ontología" (2000, 190-191) que crea las condiciones de
posibilidad de producir un cambio político. En este sentido afirman que la
corrupción es "en verdad el signo de la imposibilidad de vincular el poder
al valor y su denuncia es, pues, una intuición directa de la falta de ser"
(Ibíd.:353) y señalan, que esta ocurre, en primer lugar, "como una
decisión individual que se opone y viola la comunidad y solidaridad
fundamentales definidas por la producción biopoliticas[10], en segundo lugar, como
explotación en un orden productivo, por la expropiación de los valores que se
derivan de la cooperación colectiva de los trabajadores y la privatización de
lo que en otro contexto era público en sus orígenes. En tercer lugar, cuando se
presenta en el funcionamiento de una ideología o, dicho de otro modo, en la
perversión de los sentidos de la comunicación lingüística. En cuarto y último lugar,
por la amenaza del terror que pasa a ser un medio para resolver conflictos
limitados (Ibíd.: 354).
Esta dos ideas generales de
la corrupción como hemos indicado que afectan las relaciones políticas se
manifiesta de tres formas: en que el poder ejecutivo carece de la consistencia
necesaria frente al complejo escenario de la convivencia social, en que la
acción de la justicia genera desconfianzas, y, en que el órgano legislativo no
crea las normas indispensables acorde con las circunstancias, no se refiere a
lo que normalmente se ha considerado como corrupción desde la perspectiva
normativa, es decir, lo que la estructura normativa venezolana considera como
delito aunque, las deficiencias antes mencionada desemboquen en la elaboración
de normas que cierren la brecha que potencialmente pueda existir.
En este contexto, la
existencia de corrupción como consecuencia de la ocurrencia de cambios
político-sociales pasa a ser un grave problema para la estabilidad política tal
como puede ser visto desde la revolución francesa y Hannah Arendt ha señalado
debido a que se manifiesta como enriquecimiento ilícito por parte de la nueva
clase dirigente en el poder[11]. Esto nos coloca en el siguiente
aspecto de nuestra argumentación.
La
corrupción como arma de destrucción política.
En otra oportunidad he señalado que damno es el conjunto conformado por la
intención de agredir, así como su efecto y su justificación[12]. La
forma de agresión dentro de un contexto de movimiento es la alteración del
movimiento, es decir, hacerlo más rápido o más lento, con lo cual corromper
puede ser una forma deliberada de producir damno.
Un arma en este contexto es un proceso destructivo realizado de manera
deliberada para producir damno. Se caracteriza
en primer lugar, por liberar una fuerza de manera centrífuga, en segundo lugar,
por su capacidad de proyección y, en tercer lugar, por la velocidad con que se
proyecta y produce el efecto deseado[13]. Así
pues, un arma es cualquier medio para producir daño y, por consiguiente, reducir la
capacidad de maniobra de una entidad política, con lo cual cualquier cosa puede
ser un arma. Este daño se puede realizar de
muchas y variadas formas, por lo que lo importante a tener en consideración es
determinar, por una parte, la fuerza que se libera y por la otra, la capacidad
de multiplicar esta fuerza en términos del número de proyecciones y las
velocidades de proyección para que se pueda hablar de flujo de destrucción.
En relación con la fuerza
que libera un arma para producir daño de manera deliberada podemos decir que
estos se pueden generar de una infinidad de maneras si se toman los efectos de
perjuicio. En relación con el número de proyecciones que permiten hablar de un
flujo y nos conducen al segundo aspecto de nuestra argumentación, es decir, la
del flujo en sí, se tiene que una organización en sí es un arma porque permite
ser expresión de un flujo en tanto que constitución de un medio continuo. Hay que
imaginarse una organización corrupta concebida para generar corrupción.
Con este criterio las
armas las podemos clasificar en función del daño que producen, en tres
categorías: por el flujo de destrucción que libera en un espacio determinado,
por el tiempo y la intensidad del flujo, y por el tiempo en que duran sus
efectos.
Con respecto a los flujos
de destrucción producidos en un espacio determinado, es de señalar que este está
relacionado con la producción. La producción en este marco discursivo no sólo
se refiere a bienes dentro de un contexto de trabajo material o inmaterial. Materialmente
a partir de un cuerpo y de lo que de él emana como producido, e inmaterialmente
a partir de las ideas que se hacen códigos de prácticas individuales que
permiten ex – sistere,…, afectando por esas dos vías a otros seres desde la
perspectiva de una comunidad. Así pues un flujo de destrucción en un espacio
delimitado está concebido para destruir las condiciones de posibilidad para
producir y obtener un producto determinado que pueda ser usado en contra del
que inicialmente lo produce. La destrucción se expresa en desarticulación o
desorganización, así como también limitación (menoscabo), prohibición o
impedimento. Así pues el flujo de destrucción que se le ha aplicado a Venezuela
ha estado relacionado con el impedimento que se le ha impuesto a la sociedad de
seguir su curso histórico de producir para perseverar en su propia existencia.
En relación con el tiempo
e intensidad del flujo de destrucción podemos afirmar que el primero se
corresponde con la duración y, el segundo, con la fuerza para producir daño.
Esta relación puede variar en una gama que va de los flujos de gran intensidad
y corta duración para destruir en un tiempo relativamente corto, a los flujos
de poca intensidad y de un gran período para producir un efecto de destrucción
erosivo en un período determinado. Aquí se evidencia el alcance de la guerra
limitada que persigue el Estado y la guerra revolucionaria. Antiguamente,
mientras la primera perseguía objetivos limitados con los medios adecuados al
efecto, la segunda buscaba alcanzar objetivos absolutos en un período no
determinado pero con medios primeramente limitados y posteriormente con los
medios necesarios. Teniendo esto presente, en Venezuela se planteó un conflicto
ideológico en sentido absoluto y se usó la corrupción desde las alteraciones sufridas
desde la concreción del pacto de Punto Fijo como un mecanismo erosivo hasta el
año 1998. Desde el año 1998 se usó la erosión de manera extensiva produciendo
los efectos que hoy estamos padeciendo.
Así pues, intervenir en las variables que producen
esta complejidad en relación con el flujo, el espacio-tiempo y la duración para
modificarlas, interferirlas, cortarlas, reunirlas, redireccionarlas o saturar
su relación es lo que nos ha permitido definir las armas como proceso
destructivo.
La forma en que se puede
observar la corrupción realizada de manera deliberada es por intermedio de lo
que se conoce como enriquecimiento ilícito, como hemos indicado, y la forma en
que han sido direccionados los flujos. Esto es lo que nos retrotrae a la
reunión convocada por el Secretario del Tesoro Steven T. Mnuchin debido a que
la expresión ‘corrupción’ no tenía en este caso un sentido retórico o
demagógico que incluso va más allá de las normas que se han estatuido en la Convención de Palermo, la corrupción ha
sido vista en esa reunión como un arma de destrucción. Bayardo Ramírez en el
pasado reciente hizo un estudio de cómo la legitimación de capitales puede
generar un Estado paralelo como paso
previo a la destrucción del orden político[14]. Creemos que hoy en día
el ‘Estado paralelo’ es el estado que es en sí la negación y como tal se está
esparciendo allende de las fronteras como una forma de destrucción, como máquina de guerra.
A pesar de lo antes
indicado, se puede afirmar que no se puede usar la corrupción como un arma sin
corromperse a sí mismo. El conocimiento de este hecho puede servir como un
medio para hacer una nueva república.
La
corrupción como alteración deliberada que ha impedido la evolución histórica de
la sociedad venezolana.
Desde una perspectiva narrativa podríamos indicar que
Venezuela vivió un proceso de cambios sociales acelerados a finales de siglo XX
y las instituciones estatales estuvieron demasiado rezagadas con respecto a los
cambios para adecuarse a las nuevas realidades de la población provocando
inestabilidad política. Creemos que la otra alteración que produjo la catástrofe
que vive el país ocurrió cuando la clase dirigente que condujo al país hasta el
año 1998 insistió en mantenerse como conductora de la sociedad deteniendo el
proceso histórico de la venezolanidad. Este hecho se corresponde con las
alteraciones imperceptibles sugeridas al principio de esta reflexión. A inicios
del siglo XXI no se corrigió la brecha generada sino se aumentó de forma
deliberada dentro de un contexto de bonanza económica trayendo como
consecuencia que fuese el interés privado el que prevaleciese sobre lo público
en un proceso sistemático de desinstitucionalización funcional que expresa el
concepto amplio desarrollado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU)[15].
Es decir, aquellas situaciones que incluye un conjunto de delitos como
“soborno, fraude, apropiación indebida u otras formas de desviación de recursos
por un funcionario público,… nepotismo, extorsión, tráfico de influencias, uso
indebido de información privilegiada para fines personales y la compra y venta
de las decisiones judiciales…”. En nuestro caso estos delitos se han producido
de forma sistemática.
Esta conceptualización genérica de la corrupción
indica la existencia de un problema relacionado con el referente que permite
establecer los límites de lo público y lo privado en la gestión pública porque
indica que la destrucción de los límites que separa ambas esferas parte del
supuesto de que los individuos y no las instituciones estatales son las que
incurren en situaciones delictivas, pero no contempla la posibilidad de
considerar las condiciones mismas del Estado para adecuarse a los cambios
sociales que puede experimentar una comunidad en una línea de tiempo determinada
de modo que pueda estar en armonía con la realidad de los cambios en sí y
evitar la ocurrencia de alteraciones provocadas por parte de una clase
dirigente para producir brechas entre los cambios sociales en sí y la
estructura estatal produciendo efectos indeseados. Esto es más grave aún si una
facción, como ha ocurrido en Venezuela, se apropia del Estado.
En Venezuela se ha usado la corrupción como un
medio. Como un arma para facilitar la implantación de un orden político
determinado. Se ha buscado generar un vacío para hacer ello posible. ¿Cómo han
generado este vacío? Desdibujando los
límites entre lo público y lo privado como medio para destruir el tejido social
en sentido histórico. ¿Cómo se ha manifestado la destrucción del tejido? No
sólo fomentando el resentimiento social que pudo haber existido históricamente
por intermedio del cultivo del odio como pasión que permite resistir y destruir
de forma justificada: resistir como respuesta a la justificación de una
ideología y destruir el orden pasado existente. Sino también promoviendo el enriquecimiento
fácil sin importar la fuente de la riqueza. El vacío en sí es la perdida de
referentes institucionales que permiten asegurar la convivencia política, por
ello la sociedad que resiste la tiranía en Venezuela se aferra a referentes internacionales.
El enriquecimiento ilícito es un delito que debe
ser castigado. El problema se genera cuando los que se han enriquecido han
actuado en circunstancias donde no existen normas estatuidas. Por ello se ha
hecho necesario, el juicio acusatorio desde una perspectiva moral, el juicio
penal a aquellos cuyo ejercicio de funciones públicas promovió la relajación de
normas que produjeron perjuicios a la sociedad en general y la recuperación de
los recursos que fueron capturados de una manera a-legal. Estos son medios colaterales
para crear las bases para la constitución de una república. Pero creo que el
problema principal ha sido que si bien el hombre es un ser político, sólo puede
hacer política en la medida en que es capaz de producir sus medios para la vida
de una manera eficiente, es decir, la política no es una actividad que permite
producir medios para la vida, la política es la actividad que garantiza la
producción, por lo que vivir de la política es una alteración que se manifiesta
en corrupción porque se convierte en una actividad parasitaria. Este es el
problema principal que hay que resolver para la constitución de un nuevo orden
político. En la medida en que no se resuelva, Venezuela va a seguir siendo un País Portátil llevado de la mano por una
clase parasitaria que utilizará la ideología como un medio para justificar lo
que la realidad niega.
Benedicto de Spinoza señaló que la democracia era el
orden político más natural dentro de una comunidad política (naturaleza naturada) porque se
correspondía con el orden de la naturaleza como un todo (naturaleza naturante). Pero lo inmanente en este orden es la
producción por lo que lo naturado es crear las condiciones de posibilidad para
eliminar los obstáculos que impidan dicha producción.
[1] Ver al respecto: “Secretario del
Tesoro de EEUU abordó la crisis de Venezuela con países de América, Europa y
Japón (comunicado)” en: https://www.lapatilla.com/site/2018/04/19/secretario-del-tesoro-de-eeuu-abordo-la-crisis-de-venezuela-con-paises-de-america-europa-y-japon-comunicado/
[2] Ver al respecto: ARISTÓTELES. (s IV a. C./1995). Física. Madrid. (T. G. De Echandia).
Editorial Gredos. 506 p.
[3] La palabra está compuesta, en su
acepción latina, de la raíz ‘cha’ - en su sentido de intensificación y –
‘rupción’ equivalente a romper, desmembrar, desmenuzar.
[4] Ver al respecto: ARISTÓTELES.
(s IV a. C./1987). Acerca de la Generación y
Corrupción.
Madrid. (T. E. La Croce y A. Pajares). Editorial Gredos. 367 p.
[5] Ver al respecto: MAQUIAVELO, N.
(1519/1987). Discursos sobre la Primera
Década de Tito Livio. (T. A. Martínez). Madrid. Alianza Editorial. 437 p, y
(1532/2013). El Príncipe. Barcelona. (T.
E. Blanco). Editorial Planeta. 200 p.
[6] Ver al respecto: “LA TEORÍA DE
LOS CICLOS HISTÓRICOS DEL DR. JOSE GIACOPINI ZARRAGA: UNA REVISIÓN A LA LUZ DEL
PRESENTE Y DEL FUTURO POR VENIR” en: http://edgareblancocarrero.blogspot.com/2012/05/la-teoria-de-los-ciclos-historicos-del.html
[7] Ver al respecto: HUNTINGTON, S.
(1990). El orden político en las
sociedades en cambio. Buenos Aires (T. F. Mazia). Editorial Paidos. 404 p.
[8] Ver al respecto: DELLA PORTA, D.
MÉNY, Y. Y SERRAO, L. (1996). Democracia
e Corrupção na Europa. Lisboa.
Editorial Inquérito.
[9] Ver al respecto: HARDT, M y
NEGRI, A. (2000). Empire. Cambridge.
Harvard University Press. Edición en castellano Barcelona. (T. A. Bixio). Ediciones
Paidós Ibérica. 432 p.
[10] La biopolítica es entendida como
la forma en que se ha politizado la vida dentro de un contexto excepcional.
[11] Ver al respecto: ARENDT, H. (2006).
Sobre la Revolución. Madrid. (T. P.
Bravo). Ediciones de la Revista de Occidente. 343 p
[12] Ver al respecto: BLANCO, E.
(2016). Ontología de la Guerra. Crítica
al concepto de guerra en las obras de Hardt y Negri. Caracas. Rivero-Blanco
ediciones. 452 p.
[13] Ver al respecto: DELEUZE, G y GUATTARI,
F. (2008). Mil Mesetas. Capitalismo y
Esquizofrenia. 8º éd. Valencia. (T. J. Vásquez y U. Larraceleta). Editorial Pre-Textos. 522 p.
[14] RAMÍREZ, B. (2005). El Estado Paralelo. Sólo Negocios....
Caracas. Bid & co. Editor. 355 p.
[15] La ONU trabajó en el año 2003 para la elaboración
de un Convenio para prevenir y luchar contra la corrupción que abarca la
prevención, las medidas de penalización y fortalecimiento de la ley, la
cooperación internacional, la recuperación de activos y asistencia técnica e
intercambio de información.
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